Maestro, Especialidad de Educación Infantil
Fundamentos psicofisiológicos del movimiento humano
Tema 2º: Fundamentos psicofisiológicos del movimiento humano.
1.- Introducción.
La organización de las la actividad motriz depende totalmente del sistema nervioso, aunque este no sea más que uno de los tres socios de un equipo que comprende además el sistema musculoesquelético y el mundo exterior.
El sistema musculoesquelético está formado por el esqueleto y por los músculos los cuales, por sus propiedades viscoelásticas, asguran la cohesión de los elementos del esqueleto alrededor de las articulaciones.
Debido a la contracción muscular, los músculos generan fuerzas internas que a su vez aseguran dos funciones: La primera es la de regular la rigidez articular, a través de la co-contracción de los músculos periarticulares y, por lo tanto, regular la cohesión de los elementos del esqueleto. La segunda es la de provocar el desplazamiento de uno o varios segmentos o de todo el cuerpo. La fuerza muscular se realiza sobre los elementos del esqueleto que tienen su propia masa y su inercia.
Para obtener un desplazamiento determinado, la orden muscular debe tener en cuenta el estado del sistema musculoesquelético. Los receptores músculotendinosos y cutáneos informan al sistema nervioso sobre su estado y ajustan de forma automática la orden muscular a las obligaciones biomecánicas del momento.
El mundo exterior es el mundo en el que se desarrolla la acción. El sistema nervioso recibe el informe de su estado a través de un conjunto de receptores especializados. Por ejemplo, las informaciones visuales aportan datos sobre la estructura y la topografía del entorno, y también sobre la posición del cuerpo o de uno u otro segmento en relación con este entorno.
El mundo exterior es sobretodo la fuente de las fuerzas externas que actúan sobre el sistema musculoesquelético. Algunas son permanentes, como la fuerza de la gravedad de donde proceden las fuerzas de contacto con el suelo o con cualquier otro soporte. Otras son transitorias y de ellas proceden las aceleraciones impuestas, como las que se experimentan cuando arranca un tren. En este tema veremos una breve aproximación al sistema nervioso.
Afirman René Paoletti, Michel Portmann y Robert Rigal que los especialistas en psicología genética están de acuerdo en dar a la actividad motriz del neonato y del niño pequeño un papel importante en el desarrollo cognoscitivo. Esto ha hecho que se elaborasen numerosos programas de motricidad para el desarrollo de los aspectos perceptivo-motores del conocimiento en el niño, pero, en la presentación de estos programas, sus autores no abordan más que superficialmente los fundamentos teóricos que permiten comprender las razones que justifican la elección de un ejercicio con preferencia a otro. Sin embargo, el conocimiento de tales fundamentos, proporciona al educador la posibilidad de ajustar su acción pedagógica, individualizar su enseñanza y responder a las necesidades específicas de cada uno de sus alumnos.
En el conjunto de actividades de la vida de relación humana, el acto motor intencional representa las forma más elevada, la más fecunda, pero también la más compleja del comportamiento, caracterizando la conducta adaptativa, creativa y autónoma. La adecuación del movimiento voluntario a una situación problemática dada depende de las características fisiológicas y de la evolución ontogenética de los procesos de conocimiento, de integración y de adaptación motriz.
El estudio del acto motor intencional, según los autores citados debe tener en cuenta:
a) Los procesos de elaboración de las informaciones sensoriales que conducen a la apreciación de las relaciones espacio-temporales de la situación.
b) La interacción de las estructuras nerviosas decisionales y reguladoras y de las estructuras musculares efectoras.
c) El grado de evolución de los procesos internos de maduración nerviosa y de las modificaciones anatomo-fisiológicas que se producen a lo largo del crecimiento.
d) La riqueza de situaciones motrices que han sido experimentadas en momentos particulares de la vida.
En este tema presentamos unas nociones elementales sobre el sistema nervioso de la vida de relación, es decir, de todo lo que concierne a la toma de contacto y la acción del individuo sobre el mundo exterior, y se traduce por acciones motrices del comportamiento. La vida de relación, así como la vida vegetativa, que se relaciona con el mantenimiento del equilibrio del medio interior y de la vida interna de los órganos responsables, por ejemplo de la respiración, circulación etc., está asegurada por el sistema nervioso cerebroespinal, y ambas reposan sobre la interacción de las funciones más específicas de la sensibilidad y de la motricidad. No podemos olvidar, como explica Bravo, que las funciones, específicas o particulares, de los órganos de nuestro cuerpo, necesitan estar relacionadas entre sí, para dar respuestas precisas en todo momento y con la intensidad adecuada. Así, el organismo humano constituye un conjunto armónico-funcional. De esta misión se encarga el sistema nervioso.
La función de la sensibilidad corresponde a la toma de informaciones periféricas y a su transmisión hacia el sistema nervioso central. La función de la motricidad consiste en la creación de un impulso nervioso a nivel del sistema nervioso central, su transmisión a los músculos efectores y la puesta en acción de éstos últimos; la propagación de esta orden motora hacia los órganos efectores corresponde a la eferencia, y la ejecución propiamente dicha es denominada efección
Los fisiólogos realizan una división funcional, y no anatómica, que consiste en separar las funciones de sensibilidad y de motricidad, que corresponden a la vida vegetativa (aseguradas por el sistema nervioso autónomo) de las que son más específicas de la vida de relación, aseguradas por el sistema nervioso de la vida de relación, que es el que aquí nos interesa.
Además de las razones apuntadas por Rigal y Paoletti, este estudio de las bases psicofisiológicas del movimiento nos sirve como motivación para comprender la importancia del movimiento en el desarrollo integral de los niños de Educación Infantil, dado el mejor conocimiento que poseerán tras la asimilación de estas nociones básicas.
2.- El acto motor
Todo acto motor voluntario pasa por una serie de fases, cuya complejidad será mayor o menor en función del tipo de tarea de que se trate, de la motivación del individuo, etc.
2. 1. Percepción. La primera fase se conoce como percepción, y se inicia mediante un estímulo (interno o externo al propio individuo), que puede ser de diversa índole. Por ejemplo: un bebé que ve un objeto que llama su atención y decide cogerlo, un niño al que le dicen en la clase de Educación Física que realice una actividad determinada, o en un juego de pillar cuando alguien ve que quien “la paga” se dirige hacia él y tiene que escapar para no ser atrapado. En el ámbito deportivo podemos imaginar, por ejemplo, el movimiento que va a realizar un deportista de alto rendimiento que acaba de recibir un pase en fútbol, o el de un saltador de longitud que va a iniciar su salto, o el que está preparado para realizar la salida en una carrera de 100 metros y oye el pistoletazo de salida.
Indudablemente, no todas estas tareas tienen la misma dificultad, de ahí que puedan clasificarse en predominantemente perceptivas o predominantemente habituales. Estas últimas, como el caso del salto de longitud, o la salida de 100 metros, son mucho más sencillas, desde el punto de vista de la percepción, que la del futbolista que, al recibir el balón, debe analizar una gran cantidad de información y tener en cuenta los cambios que se producen en su entorno antes de pasar a la siguiente fase. Tampoco es lo mismo el caso del niño que tiene que realizar una tarea concreta que le han indicado, que el de aquel otro que está jugando, por ejemplo a un juego de persecución y huye del que “paga” para no ser atrapado. Pero en todos estos casos, en mayor o menor medida, como señala Barbanneau, el aspecto perceptivo implica que el niño disponga de buenas estructuras perceptivas: conocimiento de su cuerpo, percepción auditiva y visual, percepción del espacio y del tiempo, etc., lo que le permitirá percibir correctamente lo que se le propone.
El estímulo que origina el movimiento es percibido por el individuo a través de sus órganos sensoriales. En concreto se pueden mencionar:
La visión: análisis óptico/visual; a través de ella podemos reconocer: Distancias espaciales (apreciación de distancias); apreciación de trayectorias (dirección de objetos, otras personas y sus movimientos), apreciación de velocidades (de personas, de móviles, como balones, etc.) y movimientos propios.
El oído: análisis acústico. No es tan importante como la visión, pero determinados ruidos pueden ser importantes, sobre todo en el deporte y en el juego, para la dirección de los movimientos propios. Por ejemplo los causados por el mismo movimiento, o por el adversario, o por tratarse de apoyo acústico-rítmico (compás marcado). También influyen las aclamaciones del público, las informaciones verbales del profesor o entrenador, etc.
La capacidad de equilibrio: análisis vestibular; que transmite sensaciones de equilibrio, y por tanto, nos informa sobre cambios espaciales de dirección y aceleración del cuerpo, sobre todo a nivel de la cabeza.
El tacto: análisis táctil y cinestésico. El análisis táctil tiene importancia en deportes como gimnasia rítmica, juegos de pelota, etc., y lo mismo en niños pequeños; no obstante, va estrechamente ligado con las sensaciones musculares.
La propiocepción: análisis cinestésico (a nivel de músculos, tendones y articulaciones). Su importancia radica en la transmisión de sensaciones espaciales y temporales durante la realización de movimientos. El tono de la musculatura transmite posiciones en el espacio (parados y en movimiento, por ejemplo esquiar) y distancias hacia los objetos (por ejemplo hasta la portería o hasta el jugador que me viene persiguiendo en el juego de “tula”).
El concepto “Excurs timing” significa “acertar el instante adecuado, y se refiere a la coordinación espacial y temporal dentro del transcurso de un movimiento.
La información procedente de estos órganos sensoriales es trasmitida por los nervios sensoriales hacia el sistema nervioso central. Según su situación los órganos sensoriales son de tres clases: esteroceptores, interoceptores y propioceptores. Los primeros reciben estímulos de fuera del organismo (vista, oído. Sólo en la retina hay unos 120 millones de elementos sensoriales). Los interoceptores reciben estímulos de los órganos internos (aparato digestivo, pulmones). Los propioceptores están ubicados principalmente en los músculos, los tendones y las articulaciones, dando origen a las sensaciones musculares o cinestésicas, entre ellos hay que contar también a los receptores de los órganos vestibulares del oído que proporcionan información sobre el movimiento y la postura del individuo y ayuda a mantener el equilibrio.
Estas informaciones cinestésicas, que provienen de los músculos, tendones y articulaciones comprenden, por lo menos, tres tipos de receptores: los relacionados con los músculos, que se estimulan con la extensión de los mismos; los que se encuentran alrededor de las extremidades de los tendones, que se estimulan con la contracción, y los que se hallan en las articulaciones, formados por los corpúsculos que, en opinión general, transmiten la información referente a la presión subcutánea.
La cinestesia (las sensaciones cinestésicas) nos transmiten información sobre la postura y el movimiento, pero además existe una información sensorial sobre el movimiento y la postura que proviene de los órganos vestibulares del oído, y que ayuda al individuo a mantener el equilibrio. Los canales semicirculares son los receptores principales de los movimientos rotatorios, al ser sensibles a las aceleraciones angulares.
Toda tarea con un alto componente perceptivo necesita que el individuo realice una estimación de la importancia de cada uno de los estímulos. Mediante el aprendizaje aprende a identificar y atender selectivamente los estímulos que van a tener una mayor influencia en la organización del movimiento que se va a realizar, o lo que es lo mismo, debe desarrollar una atención selectiva. Así aprenderá a concentrarse sólo en aquellos estímulos que son realmente importantes e ignorar, o dar menor importancia a los que tengan menor relevancia.
2.- Decisión, o programación. Con los datos percibidos en la fase anterior, debemos decidir qué movimiento realizaremos y, del mismo modo que puede haber grandes diferencias en cuanto a la percepción, otro tanto ocurre con el mecanismo de decisión puesto que existen tareas motrices con un escaso componente decisional (como realizar un salto vertical, por ejemplo), mientras que hay otras en las que este mecanismo es decisivo (el niño que es perseguido en el juego de “tula”, o el futbolista que va a recibir el balón), en cuyo caso habrá que valorar una gran cantidad de información para decidir la acción más conveniente y eficaz.
Como consecuencia, es fácil deducir que la rapidez con que deba tomarse la decisión o programación, puede variar considerablemente. Si tomamos los ejemplos anteriores, nos encontramos con que el individuo que debe realizar el salto vertical, puede disponer de unos instantes para “pensar” la secuencia de movimientos a realizar, mientras que en los dos ejemplos siguientes apenas hay tiempo, y la capacidad de anticipación es decisiva.
Indudablemente, la dificultad de la respuesta será mayor o menor en función del nivel de incertidumbre con el que haya que tomar la decisión, nivel de riesgo que comporta, el orden secuencial de las decisiones, número de elementos que hay que valorar o recordar, rapidez, etc.
Este mecanismo de decisión es el medio a través del cual el individuo aplica su capacidad cognitiva a las necesidades que, a este respecto, le presenten las diferentes tareas motrices. Por eso, a través de la actividad motriz, especialmente con niños pequeños, debemos buscar situaciones o actividades en las que este mecanismo tenga un componente significativo.
Se pretende así, que el alumno aprenda a ajustar su respuesta motriz a las exigencias de una situación concreta, de manera que dicha respuesta sea la más eficaz en cada caso. Eso significa que los procedimiento de búsqueda y resolución de problemas, serán más útiles que la mera repetición de ejercicios en los que haya que ajustarse a un modelo concreto propuesto por el profesor.
En todo este proceso, el cerebro y el cerebelo actúan conjuntamente, siendo el cerebro el centro de dirección y el cerebelo el centro almacenador de destrezas. En efecto, cuando ejecutamos un movimiento deportivo no es posible pensar en todas las unidades motrices que participan en el mismo. Dada la escasa capacidad del órgano del pensamiento (cerebro) para los fenómenos de conciencia, sólo se puede dirigir la atención a un número muy limitado de detalles simultáneos.
Como el cerebro no tiene en cuenta todos los detalles de lo que ocurre en el cuerpo, necesita la intervención del cerebelo, especialmente en los movimientos rápidos, siendo el responsable de los movimientos de precisión a la hora de conducir el movimiento.
Se puede describir el proceso de la conducción del movimiento de la siguiente forma:
La decisión de efectuar un movimiento surge en las áreas asociativas del cerebro, el cual contiene información sobre las partes del cuerpo que habrán de ejecutar el movimiento: escribir, jugar a “tula”, subir escaleras, realizar una adelantamiento, etc.).
Esta decisión se transmite a las llamadas áreas motrices (córtex motor), que poseen neuronas específicas de cada grupo muscular.
Dichas neuronas comunican a los músculos que mueven las piernas, los brazos, las manos, etc. (o que sustentan el tronco, por, ej,), la orden de producir fuerza.
Pero si sólo se diese esta orden, el movimiento transcurriría de forma muy tosca e insuficientemente coordinado, y esta imprecisión se acentuaría aún más a causa de los impulsos de acción procedentes del diencéfalo (una parte del órgano de los impulsos y la sensibilidad: tálamo).
Al mismo tiempo, la orden en bruto entra en el cerebelo a través de conexiones transversales. Allí hay programas almacenados para todos los movimientos ejecutados, así como las informaciones para la coordinación precisa del trabajo muscular.
Basándose en estos programas o movimientos almacenados, el cerebelo amortigua con señales inhibitorias, los impulsos que recorren los circuitos de retroalimentación, de tal modo que las neuronas de las áreas motrices sólo emiten órdenes que se corresponden exactamente con el movimiento previsto.
La orden, modelada así por el cerebelo, discurre hacia los músculos de los órganos involucrados a través de la médula espinal, y es la causa de que los músculos produzcan fuerza en mutua armonía, es decir, coordinados.
3.- Ejecución y regulación o control. Una vez que hemos percibido la situación, y decidido qué hacer, tiene lugar la ejecución del movimiento, para lo cual hay una serie de factores que entran en juego: la fuerza, la resistencia, etc., que son los denominados factores de ejecución y pueden dividirse en:
Aspectos cualitativos de la ejecución del movimiento, que definen el nivel de coordinación requerido.
Aspectos cuantitativos, que definen el nivel de condición física.
La mayor o menor dificultad de esta 3 ª fase dependerá de la estructura del movimiento, que es la organización jerárquica que implica la movilización de unos músculos concretos en un orden secuencial determinado y con una cierta intensidad. Igualmente influirá el número de músculos que hay que poner en juego, el grado de fuerza o de resistencia o de precisión que exija la tarea, etc.
Pero para poder transformar el programa motriz que previamente hemos diseñado, en acciones motoras, se han de comparar constantemente, durante la ejecución, todos los pasos del movimiento. Es decir, comparar lo que “ocurre” con lo que “debe ocurrir”, pues en ocasiones, la extremada precisión que se exige en los movimientos puede verse alterada por numerosos factores: desequilibrios musculares, fuerza de la gravedad, despistes, etc.
La ejecución no termina sin más, sino que vamos recibiendo información del transcurso del movimiento, lo que generalmente constituye un circuito de retroalimentación que permitirá corregirlo y adecuarlo al modelo previsto. Este control se basa en el denominado conocimiento de la ejecución y en el conocimiento de los resultados. El conocimiento de la ejecución (o conocimiento interno o intrínseco) es la información que se recibe durante la ejecución del movimiento, y nos informa de cómo se está realizando. Está basada en las sensaciones que producen los receptores de tipo propioceptivo, como son los de presión, tacto, distensión, aparato vestibular, etc., y sobre todo los de tipo cinestésico, como son los receptores de Golgi y los Husos musculares.
El conocimiento de los resultados es la información recibida al final de la ejecución de la tarea, referente al éxito de la misma, en relación con el objetivo a alcanzar, y está basada en los sentido periféricos, vista y oído, principalmente.
Naturalmente el control será diferente según el tipo de tarea de que se trate, bien sean discretas, que son movimientos con un comienzo y un final muy concretos (ejemplo salida en natación), seriadas, que son las constituidas por una serie de movimientos bien especificados desde el comienzo hasta el final (correr, ejercicio de gimnasia deportiva...), o continuas, que son las que no tienen un final conocido (ejemplo el niño que juega a “tula”, el futbolista al que le pasan el balón, conducir un vehículo en un lugar en el que hay mucho tráfico, etc.).
Como complemento de estos procesos se añade el concepto de la coordinación del movimiento. Coordinar significa juntar; luego entienden como coordinación:
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La fisiología: el trabajo conjunto entre el sistema nervioso central y musculatura.
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La anatomía funcional: la adjudicación de grupos musculares.
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La biomecánica: el ajuste de impulsos de fuerzas y
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La práctica deportiva: la relación ordenada entre movimientos parciales.
Globalmente se entiende como coordinación la organización de todos los procesos parciales de un acto motor en función de un objetivo motor preestablecido. Dicha organización se ha de enfocar como un ajuste entre todas las fuerzas producidas, tanto internas como externas, considerando todos los grados de libertad del aparato motor y los cambios existentes de la situación.
3.- El cerebro y el córtex cerebral
En el cerebro encontramos dos hemisferios cerebrales (derecho e izquierdo), que son dos grandes masas separadas por un profundo surco denominado cisura ínter hemisférica, en cuyo fondo está el cuerpo calloso que sirve para unir ambos hemisferios.
Anatómicamente, cada hemisferio está recubierto por una corteza cerebral denominada también córtex, cuyo grosor oscila entre 2,5 y 5 mm. y constituye la parte más importante del cerebro desde el punto de vista funcional. Está constituido por materia gris.
La corteza cerebral se pliega y repliega sobre sí misma la que hace que la superficie sea mucha mayor de lo que el espacio craneano, en que se encuentre ubicada, hace suponer; sus entrantes y exteroflexiones corresponden respectivamente a los surcos y a las circunvoluciones que se observan en la superficie de los hemisferios, de manera que la superficie del cerebro alcanza en total el tamaño aproximado de 200.000 mm. cuadrados.
De forma general existe una interdependencia funcional entre las diferentes áreas corticales, aunque cada una de ellas interviene de una manera preeminente en su función específica.
Por otro lado, la superficie de cada hemisferio presenta unas hendiduras de las cuales las dos más profundas, denominadas cisura de Rolando y cisura de Silvio, delimitan cuatro lóbulos: frontal, parietal, occipital y temporal; las menos marcadas dividen a cada lóbulo en circunvoluciones, (Fig. 3).
El lóbulo frontal se halla situado en la parte de la corteza cerebral situada por delante de ambas cisuras (Silvio y Rolando). El lóbulo parietal corresponde a la parte posterior y más elevada de la cisura de Rolando. El lóbulo temporal está situado debajo de la cisura de Silvio y el occipital es el que está colocado en la zona posterior de cada hemisferio.
Funcionalmente, cada uno de estos lóbulos tiene distinto cometido, experimentalmente comprobado a través de las múltiples investigaciones realizadas y la gran cantidad de observaciones efectuadas en enfermos. Brevemente podemos apuntar las siguientes:
Lóbulo Frontal. Interviene en la ordenación de la conducta, así como en la memorización. Actualmente se cree que este último proceso es posible gracias a la intervención de toda la corteza.
La parte anterior de este lóbulo tiene una función previsora, y las operaciones cerebrales que se han realizado para extirpar esta zona de la corteza han venido posteriormente acompañadas de una cierta degradación de los procesos mentales necesarios para proyectar acciones.
La parte del lóbulo frontal situada inmediatamente antes de la cisura de Rolando tiene una función eminentemente motora que estudiaremos más adelante.
Lóbulo Parietal. Detrás de la cisura de Rolando, como hemos dicho, es la zona donde terminan, músculo a músculo, las células nerviosas que provienen de los centros de selección (tálamo, hipotálamo, etc.). En este lóbulo está situada el área sensitiva o somestésica. En la parte más posterior hay una zona con una gran significación funcional en el campo de la psicomotricidad y de toda la conducta del sujeto en general; es la zona del reconocimiento de las sensaciones relacionadas en la localización correcta de nuestros segmentos: Zona del esquema corporal.
Lóbulo Temporal. Debajo de la cisura de Silvio, es el área de la recepción de las sensaciones auditivas; rodeando a las mismas se encuentran las zonas de reconocimiento de los sonidos.
También en este lóbulo terminan las estimulaciones vestibulares o informadoras del equilibrio.
Lóbulo Occipital. En la parte posterior de la corteza, en él terminan las informaciones sensitivos visuales y es una reproducción exacta de la sistematización topográfica de la retina.
Inmediatamente delante de esta zona se encuentran las denominadas visuo-psíquicas o áreas cognoscitivas de las estimulaciones visuales: son las encargadas de la percepción visual.
Un estudio detallado del sistema nervioso nos permite conocer los fundamentos del acto motor voluntario, e incluso el porqué de algunas alteraciones que, a veces, presenta el niño. Así, puesto que el lóbulo frontal es el asiento de la formación de intenciones de la atención, y sobre todo de la programación iniciación y control voluntario de los comportamientos motores intencionales, una lesión a nivel del lóbulo frontal puede acompañarse de déficits de la memoria y de la atención, la pérdida de la iniciativa y de la facultad de organización motriz, alteraciones en el lenguaje articulado, la escritura y la marcha (Ajuriaguerra y Hecaen).
Los lóbulos están organizados jerárquicamente en área primaria, que recibe y registra la información; área secundaria, que la organiza y la codifica y área terciaria, donde las diferentes informaciones son asociadas y sintetizadas para constituir el fundamento del comportamiento.
3. 1. Areas somestésicas (1 somato-sensitiva). Las fibras nerviosas surgidas de los órganos sensoriales son individualizadas en el interior de la médula espinal y se termina en un lugar precisa del tálamo, lo que permite conocer, a grandes rasgos, la zona del cerebro que ha sido estimulada. Pero un conocimiento más exacto del origen de las sensaciones necesita la intervención de las áreas somato-sensitivas del córtex cerebral.
El área somato-sensitiva está situada en la circunvolución parietal ascendente, por detrás de la cisura de Rolando.
Las diferentes partes del cuerpo están representadas en esta área y ocupan una superficie tanto más amplia cuanto que poseen una sensibilidad más elevada (la cara, las manos, los pies, están ampliamente representados). Las sensaciones de tocar, presión y posición están localizadas en el cuerpo con más precisión que las sensaciones de dolor, frío y calor. Esto es debido a la especialización y al número de terminaciones nerviosas a nivel de los órganos receptores.
Cada uno de los nervios raquídeos conduce hacia estas áreas las informaciones que provienen de una región bien determinada del cuerpo.
3. 2. Áreas que intervienen en la motricidad voluntaria y automática.
3. 2. 1. El área motriz primaria (o área 4 de Brodman) está situada delante de la Cisura de Rolando. También aquí están representadas las diferentes partes del cuerpo con una localización particular u homúnculus motor (figura 3).
Esta superficie cortical tampoco se corresponde con la superficie corporal real de cada segmento, sino que es proporcional a la importancia funcional del mismo, es decir, característico y diferenciado de los movimientos que permite. Es necesario hacer notar que el área motriz de cada hemisferio controla el lado opuesto; por eso, en caso de lesión del área motriz del hemisferio derecho, por ejemplo, se observaría una hemiplejia cruzada o parálisis de la mitad izquierda del cuerpo en lo que concierne a la motilidad voluntaria o consciente.
Así pues, aparece esta área como un teclado objeto de toques distintos, de los que cada uno acciona un músculo en el lado opuesta del cuerpo.
3. 2. 2. Área premotriz o psicomotriz ( área 6 de Brodman).
Para muchos autores el área 6 es el asiento de las praxias. Así, la praxia del lenguaje se situaría en la región del área 6 que está frente a las regiones del área 4 destinadas a la boca, la lengua y la faringe. Lo mismo en el caso de las praxias gráficas que implican a los dedos, y la praxias de la marcha las piernas.
El área 6 puede ejercer su acción motriz, bien directamente, bien indirectamente pasando por el área 4. En su acción directa, el área 6 es responsable de la rotación de la cabeza y del tronco, de la fijación de los ojos, de la fijación de las partes proximales de los miembros necesarios para el complemento de los movimientos finos, de una forma de motricidad global de estos miembros y de los movimientos laríngeos y de la boca en el lenguaje articulado.
Esta área 6, actuando por mediación del área 4, parece responsable de la organización (o coordinación) secuencial de las múltiples acciones musculares implicadas en el complemento de las acciones especializadas. Sería pues el asiento de la programación de la acción y, por esta razón, algunos autores califican esta área de premotriz o psicomotriz.
4.- Centros de selección, activación e inhibición.
Una vez producida la recepción del estímulo hay una segunda fase en el proceso del "acto motor", que consiste en una selección de estímulos al objeto de que sólo los que convienen o son acordes al individuo lleguen a la corteza cerebral con suficiente intensidad para ser conocidos conscientemente. Estos centros de selección, activación e inhibición son: cerebelo, hipotálamo, tálamo y formación reticular.
Cerebelo. Situado en la parte posteroinferior del cerebro, está recubierto por una corteza que se suele dividir en cara anterior, superior o inferior; esa corteza, a su vez, está formada por tras capas superpuestas: a) profunda, que recibe los estímulos que vienen del exterior. b) Central, es el punto de origen de las vías que se dirigen a la corteza, c) Superficial; funcionalmente, en ellas se interconectan las distintas zonas del cerebelo.
Está conectado con el cerebro por media de unas vías denominadas pedúnculos.
Se le atribuyen tres grandes funciones:
a) Controla y regula el tono muscular a través de la formación reticular.
b) Controla la estática y la equilibración en la posición de pie y en la marcha.
c) Permite, gracias a su relación con el córtex, la ejecución de movimientos voluntarios y automáticos, regulando la coordinación de las sinergias musculares.
Aunque la destrucción del cerebelo jamás es mortal por sí misma, no obstante provoca trastornos severos, que son esencialmente motores como: ataxia (trastornos de la coordinación de los movimientos); descomposición de los movimientos, en la que el desarrollo no es más armonioso; dismetría (la amplitud del movimiento efectuado no está adaptado a su objeto); adiadococinesa (imposibilidad de efectuar movimientos alternativos rápidos, por ejemplo, de pronosupinación de las manos); asinergia; imposibilidad de efectuar en forma sincrónica movimientos idénticos de ambos miembros simétricos o de contraer simultáneamente grupos musculares que son sinérgicos con ocasión de un movimiento dado).
El cerebelo emite Impulsos hacía el córtex, y a su vez los recibe del córtex y de todos los receptores propioceptivos, entre otros.
Cuando el córtex motor envía impulsos a los músculos, el cerebelo es informado por los propioceptores excitados al comienzo y durante el desarrollo del movimiento. Estos tipos de información llegan el cerebelo anterior, que puede integrar algunos mensajes y enviar impulsos correctores al córtex.
Es por lo que, según Guyton se compara el cerebelo a un servo-mecanismo de control del error; el feedback: Así, si el córtex ha transmitido una señal ordenando a un segmento desplazarse hacia un punto particular y este segmento comienza a actuar demasiado rápido y va más lejos de la intención inicial, el cerebelo puede frenar el movimiento y pararlo para que transcurre tal como estaba previsto.
Los ganglios de la base ( striatum dorsal y ventral, que pertenecen al telencéfalo, el pallidum o globus pallidum, el núcleo subtalámico, o cuerpo de Luys y el locus niger, así como las formaciones reticuladas mesencefálicas) se encuentran en las inmediaciones del tálamo y son un importante elemento de unión entre el córtex motor y la corteza cerebral en su conjunto. Su misión consiste en colaborar en la transformación de los planes de acción, que parten del córtex asociativo, en los correspondientes programas motores. Parece que son los responsables de los preparativos y la realización de movimientos más lentos, e intervienen más en la motricidad que en la integración sensorial.
El Tálamo. Está situado inmediatamente sobre el cerebro medio y aparece envuelto por el córtex y otros centros del cerebro anterior.
Los impulsos sensoriales que entran en el sistema nervioso central por la médula espinal o por el cerebro se dirigen al tálamo donde son reexpedidos hacia diferentes áreas de proyección de la corteza sensorial. Los distintos tipos de sensaciones son allí individualizadas por su origen: dolor, frío, etc. y son clasificados en agradables o desagradables, pudiéndose conocer ya, globalmente, la zona del cuerpo que ha sido estimulada, aunque un conocimiento más exacto del origen de las sensaciones necesita intervención del córtex cerebral.
El tálamo, pues actúa como centro de integración de impulsos sensoriales de diversas modalidades, localizándolos significativamente sobre las áreas apropiadas, lo que supone una economía de atención por parte de la corteza.
Hipotálamo. Está formado, al igual que el tálamo, por un conjunto muy variado de núcleos, y colocado en la parte posterolateral del tálamo.
Desempeña las siguientes funciones:
- influye en el funcionamiento de la hipófisis.
- interviene en la organización del comportamiento.
- regula las conductas vegetativas y las instinto afectivas.
Es el gran centro detector de las matizaciones afectivas con que vienen cargados los estímulos afectivos.
(La hipófisis tiene una gran importancia en el crecimiento y en el desarrollo psíquico corporal a través de las hormonas que segrega; puede originar gigantismo o enanismo)
Formación reticular. Es una densa formación de fibras cruzadas entre sí a manera de una red, de donde le viene el nombre.
Entre sus funciones está la de ejercer una acción difusa, no específica (es decir, que no está en relación con una vía ni un sistema sensorial o efector preciso), ascendente o descendente sobre el resto del neuroeje. La acción ascendente provoca la activación difusa de las neuronas de la corteza cerebral (correspondiente fisiológicamente a la reacción de alerta), y modula los diferentes niveles de conciencia o vigilancia) del cerebro. La acción descendente ejerce un control poderoso, facilitador o inhibidor, sobre las motoneuronas de los cuerpos ventrales de la médula, y por lo tanto sobre la motricidad espinal (cualquiera que sea la modalidad: voluntaria, refleja, etc.).
Por lo tanto, es el centro modulador del umbral sensorial al objeto de que las sensaciones que llegan a la corteza cerebral tengan la suficiente intensidad significativa para originar una respuesta, al menos un reconocimiento consciente; así, una madre es capaz de despertarse como consecuencia de una alteración significativa de la respiración de su hijo y no percibe sin embargo, un ruido mucho mas fuerte.
5.- La médula espinal y las vías sensitivos y motrices.
La médula espinal forma, junto con el encéfalo, el sistema nervioso central, parte filogenéticamente más antigua y de menor complicación estructural. Su parte central es gris (cuerpos celulares de las neuronas) y la exterior blanca (fibras de transmisión). Está albergada en el interior de la columna vertebral que la protege, y envuelta por las meninges.
La médula emite 31 pares de nervios raquídeos (fibras aferentes y eferentes) que se prolongan a todas las partes del cuerpo.
Fibras aferentes son les que envían las informaciones hacía el sistema nervioso central, por lo que se llamen también sensitivas; fibras eferentes o motoras, son las que conducen el impulso nervioso o respuesta elaborada por el sistema nervioso central hacía los músculos.
La médula espinal es el asiento de la motricidad refleja, y además sirve de conductor de los influjos nerviosas aferentes y eferentes. Por ella pasan pues, las vías nerviosas sensitivas, y las vías nerviosas motoras. Las primeras, por vía ascendente, pueden comunicarse con las motoras (descendentes), a nivel espinal, sin necesidad de llegar al cerebro, mediante las neuronas internunciales que conectan unos influjos con otros, formando lo que se llama el arco reflejo o, más exactamente, un reflejo espinal. Otras veces, los impulsos llegan a la corteza cerebral, pasando por el tálamo, a nivel del cerebelo.
Una vez elaborada la respuesta motriz el impulso es enviado a través de las vías motrices que recorren la parte anterior de la médula (las sensitivas ocupan la parte posterior) para la realización del acto motor.
La mayor parte de las vías motrices pueden dividirse en dos grandes grupos: piramidales y extrapiramidales, cuya única diferencia está en su aspecto funcional, puesto que en fisiología nerviosa se atribuye al sistema motor piramidal la responsabilidad de la motricidad voluntaria y al sistema motor extrapiramidal la de la motricidad automática.
Jean Mansión. Cerebro y motricidad. Barcelona, Inde 2000. p. 9.
Motricidad: aproximación psicofisiológica. Madrid, A. Pila. 1979, p. 7.
Bravo, R. (2001): Fundamentos anatomo-fisiológicos del cuerpo humano aplicados a la Educación Física. Archidona, Aljibe
Rigal, Paoletti y Portman, op. cit., p. 13.
Es importante distinguir entre sentir una cosa y percibirla. La percepción incluye la interpretación de las impresiones sensoriales. (Knap, p. 133).
Knapp, B., y Sánchez Bañuelosp. 58 ss.
En: Vinel (1983), Léducation motrice de 3 a 7 ans. París, Anfora
Grosser, et. Al. (1991): El movimiento deportivo. Barcelona, Martínez Roca, p. 183, 186 ss.
Knapp, B. (1984): La habilidad en el deporte. Valladolid, Miñón, p. 126-27.
Sánchez Bañuelos, p. 63.
Sánchez Bañuelos, op. Cit., p. 77
Martin, D., et al. (2002): Manual de metodología del entrenamiento deportivo. Barcelona, Paidotribo: p. 75, ss.
I., p. 82
Grosser et. al, (1991): El movimiento deportivo, Barcelona, Martínez Roca, p. 191
Sánchez Bañuelos, pp. 88-89
Grosser et. al. Op. Cit, p. 192
El cuerpo humano. Conocerlo, cuidarlo, curarlo. Tomo 3º: El sistema nervioso. Madrid, Edisan, 1986
Rigal, R.(1987): Motricidad humana. Madrid, A. Pila, p. 71
El sentido de la expresión "praxia", es definido por Piaget como "sistema de movimientos coordinados en función de un resultado o de una intención ("Les praxies chez llenfant"). Según le Boulch dicho concepto recubre los aspectos ideo-motor y motor de la respuesta motriz y hace referencia a la vez el aspecto consciente de la iniciación y del control voluntario (si es necesario), y al aspecto automático del desarrollo del acto.
La apraxia, por el contrario, es un trastorno de la eficiencia motriz, debido al cual el individuo no puede realizar unas movimientos o unas gestos. Igual que ocurre en la dispraxia (falta de organización del movimiento), que puede ocurrir en individuos cuya inteligencia sea normal y sin que presenten ningún tipo de lesión cerebral.
Derlón, J. M. (1985): Psicomotricidad. Elementos de Neuroanatomía Funcional. Barcelona, Gedisa pag. 120
Martin et al., op. Cit., p. 73.
Rigal, R., op. Cit., p. 83
Derlón, J. M. , op. cit. P. 92
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