Literatura
Frankenstein o el moderno Prometeo; Mary Shelley
Bibliografía
“Frakenstein o el moderno Prometeo”
de Mary Shelley (1818)
La narración comienza a través de cartas enviadas por Robert Walton a su hermana Margaret. En estas se cuenta como Robert emprende una gran aventura en un viaje hacia el Polo Norte. Es un hombre valiente, pero en su gran empresa necesita a un amigo.
Habiendo llegado ya casi al Polo Norte su barco se queda congelado en el hielo, pero él no quiere irse sin haber logrado cumplir su sueño. Un día, de repente ven un trineo tirado por perros q transportaba una gigantesca figura humana. A la mañana siguiente el capitán subió a bordo un hombre en mal estado de salud que pretendía continuar su viaje, también en trineo. Unos días después, se recuperó lo suficiente para poder hablar; y así el capitán logró comprender como había podido llegar hasta allí y porqué.
El doctor Frankenstein comenzó a narrárselo al Capitán:
“ Nací en Nápoles, aunque soy de Ginebra; de buena familia. Se me crió con mucha ternura, pero mi madre quería tener una niña. Un día paseando junto a una cabaña cerca de un lago, donde habían muchos chiquillos morenos y una precosa niña rubia y muy hermosa. La adoptaron. Nos queríamos mucho y nos llamábamos cariñosamente primo y prima.
Siempre quería aprender todo cuanto pudiera. Con diecisiete años mis padres consideraron oportuno que fuera a la universidad de Ingolstadt a estudiar, pero mi madre falleció. Retrase mi ida hasta que en mi familia se apaciguara un poco el dolor. En cuanto a mi amigo Clerval su padre no le permitió ir a la universidad como él hubiera querido.
Cuando empecé a estudiar, ya allí, el primer profesor que visité me dijo que el tiempo que había empleado en estudiar ciertos libros había sido una pérdida de tiempo, ya que, según él, eso eran unas sartas de mentiras. Al poco tiempo conocí a otro de mis profesores que hizo que recuperara mis sueños.
Al poco tiempo, emprendí el proyecto de crear un ser humano. Estuve largo tiempo encerrado, adelgacé y empalidecí considerablemente. Por la noche iba a los cementerios a recolectar los materiales que necesitaba, nadie podrá conocer todos los horrores que pasé. Al cabo de unos meses, una siniestra noche, la vida empezó a florecer en aquel monstruoso cuerpo inerte. No pudiendo contemplar aquel horrible espectáculo salí y fui a mi cuarto. Conseguí conciliar el sueño, no sin espantosas pesadillas, pero, en mitad de la noche, apareció ahí. Presa del horror escape corriendo al patio y allí pase la noche. Al amanecer, cuando el portero abrió la verja, salí, huyendo del monstruo, por la ciudad. Recorrí las calles sin apenas fijarme en nada tembloroso y sin mirar atrás.
Al final me detuve enfrente de un albergue donde paran las diligencias y allí estaba Clerval. Por primera vez en muchos meses me sentí tranquilo y alegre. Pero al recordar los últimos sucesos caí enfermo. Clerval me estuvo cuidando. Cuando me recuperé me entregó una carta en la que mi familia me anunciaba una desgracia más: mi hermano William había muerto. Se creía que le había matado la sirvienta, Justine. Regresé a mi hogar, y aunque mi familia comenzaba a dudar de su inocencia yo sabía que ella no había sido la que le había matado. Tuve grandes cargos de conciencia, pero no pudimos hacer nada porque no se la juzgara. Fue ahorcada.
En casa reinaba una profunda tristeza, pero yo no podía hacer nada por consolarles ya que la mía era mayor e irremediable, y esto los entristecía mucho más, sobre todo a Elisabeth, que tanto me amaba.
En una de mis depresiones decidí hacer una excursión al lago de Chamonix. Al llegar descansé en el albergue. Al día siguiente emprendí mi recorrido por el valle y,por suerte, esa noche también pude descansar. A pesar de que llovía torrencialmente y la niebla hice ensillar mi caballo ascendí por el Montanvert. Gritando a los dioses pidiéndoles un poco de felicidad, me percaté de que una figura humana se movía a lo lejos a una velocidad sobrenatural hacia mí. Muy a mi pesar resulto ser la bestia que yo había creado.
Se dirigió a mí como si fuera su Dios. Me convenció que escuchara sus plegarias, y me llevó a su cabaña situada en una ladera del monte. Comprendí las obligaciones que un creador tiene con el ser al que había dado vida.
Este engendro comenzó su relato al llegar. Me dijo que había tenido múltiples dificultades en el primer periodo de vida, y que poco a poco fue descubriendo los sentidos y percatándose del medio en el que se encontraba y del rechazo de la gente por su aspecto. Fue escondiéndose de la muchedumbre, y un día descubrió una hoguera descubriendo sus beneficios, sus peligros y cómo hacerla. Pero los alimentos escaseaban en aquella zona y se dirigió hacia una cabaña, pero los habitantes al verle emprendieron una cacería contra él. Al fin encontró un cobertizo en el que esconderse. Dio la casualidad de que éste tenía un agujero por el cuál podía observar a la familia que habitaba la casa.
Gradualmente, fue aprendiendo el idioma, costumbres, las expresiones de los sentimientos, etc. Siguió con atención la vida de esta familia y llegó a quererles como si fuera la suya propia. Esperando una igual aceptación por su parte, decide presentarse al abuelo ciego. El hombre charla con él sin ningún prejuicio, pero en el instante en que le descubre las intenciones de hacerse amigo suyo éste se asusta y a su vez llega el resto de su familia. El hijo le agredió y le expulso de la casa. Se sintió muy desdichado. Además, a los días se mudaron.
Un día, caminando cerca del sendero salvó a una niña que se estaba ahogando en el lago; mientras intentaba reanimarla apareció un campesino que se la arrebató de las manos y al intentar hablar con él le disparó en un hombro.
Permaneció varias semanas oculto en el bosque, cada día le dolía más la herida, ya que no tenía medios para extraer la bala. Sus deseos de venganza se acrecentaban cada día más.
Cuando la herida cicatrizó, emprendió de nuevo la marcha, la felicidad le pareció una burla. Pasaba las noches en los campos, hasta que un día le despertó un chiquillo y pensó en secuestrarlo para que le enseñara, pero sus esperanzas se vieron rotas cuando el niño le insultó y para su sorpresa le dijo que su padre era el Sr. Frankenstein.
Aquí vio la gran oportunidad de vengarse de mi, por lo tanto no dudó en estrangular al pequeño. Al contemplar su cadáver, le arrancó una cadena con el retrato de una mujer adorable. Se alegró de saber que también podía hacer sufrir.
Enloquecido, fue a ocultarse y tropezó por casualidad con un cobertizo. Al entrar descubrió a una joven durmiendo. Le entristeció enormemente saber que ella nunca le dedicaría una sonrisa, así que se inclinó sobre ella y le metió la cadena en uno de sus bolsillos (prueba por la que la acusaron de la muerte del niño).
Por esto me exigió que creara una mujer semejante a él. Yo me negué, aunque por supuesto él estaba dispuesto a discutirlo cuanto hiciera falta.
El monstruo me prometió no permitir que nunca otro ser humano le volviera a ver, evidentemente, también me negué a esto, pero al final me convenció.
Tras aquellas palabras, se fue enseguida por temor a que yo cambiara de idea. Tuve que darme prisa para llegar a tiempo al albergue ya que estaba anocheciendo. Llegué al amanecer a Chamonix e inmediatamente me dirigí hacia Ginebra.
No me consideraba merecedor del cariño de nadie, pero si quería preservar la vida de los que amaba debía consagrarme a mi horrorosa labor.
Me demoré en Ginebra porque debía planificar el estremecedor proyecto y así poder cumplir mi promesa, temiendo su venganza.
Durante mi estancia, mi familia trataba siempre de disipar la enorme tristeza que me consumía. Mi padre, además, temía que ya no quisiera contraer matrimonio con Elizabeth; yo le aseguré que la amaba y en vista de su ansiedad para que nos casáramos le convencí de que después de haber visitado Inglaterra cumpliría sus deseos.
Emprendí mi viaje junto a Clerval durante un tiempo indefinido. Tras haber recorrido numerosos parajes de Inglaterra, conseguí desembarazarme de él y continuar viaje hacia una isla prácticamente deshabitada.
Dediqué mañanas y noches a mi labor. Mi trabajo me resultaba cada vez más repulsivo. No me alejaba de mis vecinos por miedo a que el monstruo viniera antes de tiempo a reclamar a su compañera. Pese a todo proseguí con mi promesa.
Un anochecer atormentado decidí no recomenzar tan repulsiva tarea. Al cabo de dos horas, en las que me hallaba contemplando el mar, cuando percibí un chasquido. De pronto se presentó ante mí muy enfadado, ya que había descubierto que había destrozado el proyecto y le aseguré que rompía la promesa.
A esta acción mía, el monstruo me amenazó con no permitir que yo fuera feliz mientras el no lo fuera.
Al regresar a Inglaterra descubrí la muerte de mi amigo Clerval. Siendo acusado de su muerte, al tiempo apareció mi padre para sacarme de la cárcel. Emprendimos el camino de vuelta y al llegar me casé con Elizabeth.
En la noche de bodas decidí confiarle mis secretos más oscuros a mi esposa, pero ella se dirigió antes a la habitación y tras un alarido espantoso me la encontré muerta.
A partir de ese momento, emprendí cacería hacia el monstruo y me prometí a mi mismo que no descansaría hasta atraparlo.
La persecución fue dura ya que cada vez que parecía que estaba al alcance de mi mano, este lograba escapar. Y como puedes comprobar se me ha vuelto a escapar. Solo podré morir cuando le dé alcance.
Pero Frankenstein en su lecho de muerte le hace prometer a Walton que le vengará. Walton regresó al camarote donde todavía permanecía el cadáver de Frankenstein al oír unos ruidos. Para su sorpresa se encuentra allí al monstruo llorando encima de su cadáver. Le comunicó lo arrepentido que estaba, aunque Walton le reprendió.
El monstruo le juró a Walton que no cometería más crímenes, que pronto moriría y dejaría de sufrir. Con esto, se arrojó por la ventana del camarote.
El hecho fundamental de esta narración imaginaria, ha sido considerada por los científicos, hasta cierto punto, posible. Ya que “Frankenstein” es a Mary Shelley, como “Viaje a la Luna” a Julio Verne, o como la oveja “Dolly” a Wilmut.
Prometeo fue quien robó el fuego a los dioses para entregárselo a los mortales, Frankenstein es como la versión moderna de ese mito, pero lo que roba es el secreto de la vida. A su vez ambos son castigados con el martirio: A Prometeo un águila le devora el hígado que nuevamente vuelve a crecer y Frankenstein ha de llevar consigo hasta su muerte el dolor y la desgracia causados en cierto modo por sus actos.
Esto nos demuestra que no se puede andar jugando a ser Dios, ya que las consecuencias pueden ser fatales. Predice las consecuencias del progreso, irracional (en mi opinión porque en ningún momento nadie piensa en las consecuencias de sus actos)
Las opiniones de los protagonistas están muy influidas, sobre todo, por la situación en que se encuentran.
Mi opinión es que desde un primer momento Frankenstein no debería haber creado nada sin antes plantearse que consecuencias tendría, ni que haría a continuación. En un primer momento huye abandonando todas las responsabilidades que tiene para con el monstruo y lo deja a la merced de las crueldades humanas. El engendro no sabe que es lo bueno y que es lo malo, nadie se lo ha enseñado, por lo tanto actúa como mejor cree. Él no es malo, intenta obrar bien, pero no recibe nunca nada de amor, sólo rechazos, y esto le frustra: quiere amor, compañía, amistad, etc. Y dándose cuenta de que ningún humano se lo va a ofrecer nunca le exige a Frankenstein que le cree una compañera. Pero este no considera bueno volver a cometer el mismo error, esta vez sabiendo las consecuencias que tuvo el primero, así que se niega.
Frankenstein es torturado por el monstruo tal y como le han tratado a él, impidiéndole así ser feliz. En realidad ninguno de estos dos personajes obra bien, pero también sus actos van (más o menos) determinados por la situación en que se encuentran.
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Enviado por: | Deneb |
Idioma: | castellano |
País: | España |