Literatura
Figura femenina en el Poema de Mio Cid
Figura femenina en el “poema de Mio Cid”
Hipótesis
En la Edad Media la mujer era considerada inferior al hombre y un objeto para ascender de clase social.
Pasos seguidos
Elección del tema: fue seleccionado con las siguientes características: Fácil de investigar, poco extenso, Material disponible.
búsqueda de material: Se hizo una visita al profesor, se Buscó en la biblioteca del colegio San Juan Bosco, se realizaron investigaciones en Internet y en la biblioteca personal.
Realización de resúmenes.
Combinación de todo el material.
Edición del trabajo monográfico.
Biografía del autor
Ramón Menéndez Pidal ha demostrado que en la composición del cantar, tal como ha llegado hasta nosotros, intervinieron fundamentalmente dos juglares. Uno mas antiguo de San Esteban de Gormas, y otro, mas moderno, de Medinacelli.
Al primero, al que poetizó en tiempos caso contemporáneos a los sucesos, muy poco después de la muerte del Cid, le debemos el plan general de la obra, y le pertenece probablemente casi todo el Cantar de Destierro. Al segundo, que reelaboró el poema hacia 1140, la refundición de los dos cantares siguientes.
El juglar más moderno, alterando la verdad histórica, convirtió los simples esponsales de la realidad, celebrados cuando las hijas del Cid aún eran niñas, en auténticos matrimonios, y transformó la sencilla corte judicial en que debió tramitarse la correspondiente reparación civil en las solemnes Cortes Toledanas y en el triple reto a duelo.
Ambos poetas se diferencian en su forma de versificar. El de San Esteban de Gormas cambia con frecuencia de asonancias, éstas son más variadas y emplea, a veces, series extremadamente breves. El de Medinacelli, en cambio, utiliza menos asonancias y tiradas más largas.
Descripción de la obra
El más antiguo monumento conservado de la literatura épica en lengua castellana.
Don Ramón Menéndez Pidal que ha sido el más profundo investigador, el cual editó el libro en año 1908, en tres volúmenes, lo supone compuesto hacia el año 1140 por un juglar vecino de la localidad de Medinaceli.
El texto narra las hazañas del Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar, como caudillo del rey Alfonso VI en su lucha contra los almorávides.
El juglar ha dividido su poema en tres cantos que se han de llamar: El destierro; Las bodas y La enfrenta de Corpes.
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Cantar del Destierro: El Cid es desterrado injustamente de Castilla, por el rey Alfonso VI. Se marcha de Vivar con su familia y todos sus fieles caballeros. Cuando pasa por Burgos nadie se atreve a darle un lugar para descansar, porque el rey ha amenazado con duros castigos a quien ayudara al Cid. Después, el Cid va al monasterio de San Pedro de Cárdena, donde, con gran dolor, deja a su esposa Jimena y a sus dos hijas: doña Elvira y doña Sol.
Cuando ya ha abandonado Castilla, el Cid Campeador empieza actos militares contra árabes, que hace que consiga mucha fama, tierra y riquezas.
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Cantar de las Bodas: El Cid se va hacia Valencia, que estaba en poder de los árabes y logra reconquistarla. Luego, le entrega la ciudad al rey de Castilla y le ruega que permita a su familia reunirse con él en Valencia. El rey acepta y levanta el castigo del destierro que había sobre el Cid Campeador y sus hombres.
En Valencia se celebra una gran fiesta para dar la bienvenida a la esposa de Rodrigo Díaz de Vivar y sus hijas. Mientras tanto, el rey de Marruecos manda una expedición para recuperar Valencia. El Cid los derrota y consigue mantener Valencia en poder Cristiano. Dos caballeros castellanos que querían las riquezas del Cid, los infantes de Carrión, piden matrimonio doña Elvira y doña Sol, las hijas del Cid. Las bodas se celebran y el rey Alfonso VI pide al Cid el perdón real por su lealtad.
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Cantar de La Afrenta de Corpes: Los infantes de Carrión demuestran que son unos cobardes ante un león que se escapa del palacio del Cid y luego en las luchas contra los árabes. Entonces, se sienten humillados y deciden vengarse. Hacen un viaje hacia Carrión con sus esposas, y al llegar al robledal de Corpes, las maltratan y las abandonan allí muy malheridas. Cuando el Cid se entera, pide justicia. Entonces, se realiza un duelo, que enfrenta a los infantes de Carrión contra todos los guerreros del Cid. Los infantes de Carrión pierden y las bodas de las hijas del Cid con los infantes, se deshacen. El cantar de la Afrenta de Corpes termina con el proyecto de la boda de las hijas del Cid con los infantes de Navarra y Aragón.
Contexto histórico
Las disputas entre los reyes cristianos
Nació en el seno de una pequeña familia de la nobleza castellana hacia 1043. El término `Cid' deriva de la transcripción del árabe sayyid, que significa “amo” o “señor”. Al servicio de Sancho II (1065-1072), desempeñó un papel fundamental. El “Cid”, conocido también con el sobrenombre de Campeador, contribuyó a resolver el litigio fronterizo con el reino de Navarra al vencer en un duelo judicial a Jimeno Garcés. Contra Alfonso VI de León, participó en diversas batallas y en el asedio de Zamora, donde murió asesinado su señor. Tras la muerte de Sancho II, el reino de Castilla pasó al monarca leonés Alfonso VI, sobre quien recaía la sospecha de haber participado en el asesinato del Rey castellano. Por ello, Alfonso VI fue obligado a prestar un juramento expurgatorio en Santa Gadea de Burgos delante de “El Cid”. En 1074, Díaz de Vivar se casó con Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo. Al servicio del nuevo rey Alfonso VI, “El Cid” fue comisionado para cobrar las parias del reino taifa de Sevilla, labor que ejerció enfrentándose incluso al conde de Nájera, García Ordóñez. Agradecido por ello, al-Mu'tamid de Sevilla pagó las parias debidas y añadió una cantidad para entregar a Rodrigo como premio personal a su actuación. Este hecho, unido al prestigio militar de “El Cid”, causó la primera ruptura entre éste y su monarca.
Las luchas contra los Almorávides
Convertido en un desterrado, Rodrigo entró al servicio de Yusuf al-Mu'tamin de Zaragoza y derrotó al rey aragonés Sancho I Ramírez. La invasión almorávide y la derrota de Alfonso VI en Sagrajas (1086) propiciaron un nuevo acercamiento entre Rey y vasallo, a quien se le encargó la defensa de la zona levantina. Sin embargo, en el sitio de Aledo (1089-1092), “El Cid” acudió con demora a ayudar a las tropas reales, lo que provocó su segundo extrañamiento del monarca. Asentado en el Levante peninsular, intervino en Valencia en nombre propio, esforzándose por construir un señorío personal. Derrotó progresivamente a sus competidores en esta zona, e incluso apresó al conde de Barcelona, Berenguer Ramón II (1090). Una nueva presión de los almorávides propició otro acercamiento del rey Alfonso VI, cuyos ejércitos fueron derrotados en la batalla de Consuegra (1097), donde murió el único hijo varón de “El Cid”, Diego Díaz. En Valencia, la presión norteafricana favoreció una revuelta dentro de la ciudad. Los sublevados entregaron el poder al cadí ibn Yahhaf, que se avino a un compromiso con los almorávides a cambio de la ayuda de éstos para luchar contra El Cid. Las huestes de éste, sin embargo, derrotaron a sucesivas expediciones almorávides. Dentro de la ciudad, una nueva revuelta dio el poder a ibn Wayib, quien dirigió la última resistencia de Valencia, que finalmente capituló en 1094. Poco después de la entrada de El Cid en la ciudad, el cadí ibn Yahhaf fue quemado vivo en la plaza pública y la mezquita resultó transformada en catedral. Establecido ya firmemente en Valencia, se alió con Pedro I de Aragón y con Ramón Berenguer III de Barcelona con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron además con vínculos matrimoniales. Una hija de “El Cid”, María (doña Sol en el poema), se casó con el conde de Barcelona, y su otra hija, Cristina (la Elvira del poema), con el infante Ramiro de Navarra. Tras la muerte de “El Cid”, ocurrida el 10 de julio de 1099, sin un heredero masculino que hiciera posible su legado, Alfonso VI tuvo que evacuar en 1102 la ciudad de Valencia. La figura de “El Cid” y sus hazañas merecieron el honor de protagonizar el primer cantar de gesta de la literatura castellana, el Cantar de mío Cid
LA MUJER EN LA SOCIEDAD
La educación.
Al principio era un campo destinado solamente a los hombres, ya que ser clérigo, era condición indispensable para acceder a la cultura. Las monjas recibían en sus conventos, una educación muy completa, que incluía latín y griego.
En la segunda mitad del siglo XIII, había en París una escuela femenina. En otras zonas ya se daban escuelas, que aceptaban tanto niños como niñas.
Pero en lo referente a la educación, las mujeres dejaban el colegio al acabar primaria, mientras que los varones podían continuar.
El amor.
Había tres tipos de damas, las que querían “escuchar” el amor, las que se negaban a “escucharlo” y las que sólo se dedicaban a lo sexual. Estas últimas, eran repudiadas y abandonadas a su suerte.
La primera norma del amor, era la generosidad, tanto moral como espiritual. El hombre no era celoso, pero no amaba. Se podían querer sin casarse, pero se debía mantener en secreto; porque un amor fácil era deslucido.
Más normas amorosas, se expresaban en las Cortes de Amor, que eran tribunales, donde se sometían a juicio la relación de una pareja. En estas audiencias, las mujeres eran los jueces.
El matrimonio.
Hasta el siglo XII el matrimonio no se impuso como sacramento. El casamiento supuso una gran mejora para la mujer, ya que se prohibió el divorcio y que se pudiesen repudiar.
Con esto se consigue cierta igualdad con el varón, además, la Iglesia empezó a santificar a algunas mujeres casadas.
Los bienes del matrimonio, eran administrados por el marido, lo que sólo provocó problemas en las clases altas.
En Florencia, cuando la mujer se quedaba viuda se volvía con su familia, para poder establecer lazos con otra dinastía.
En Valencia, la familia de la mujer, podía reclamar a la familia del cónyuge la fortuna, si no había habido descendencia. Si enviudaba la mujer conseguía su propia autonomía.
Mientras que en las regiones donde se imponía el sistema de primogenitura, la viuda debía de acudir a un convento, donde también tenía que llevar una asignación.
Labores.
El trabajo estaba destinado para todos aquellos que no combatían, ni rezaban.
Al estar una sociedad básicamente rural, la mujer ayudaba en las faenas del campo, con el resto de su familia. Así como colaborar con su marido en las labores de su trabajo.
Si la mujer abandonaba a su familia para trabajar por su cuenta, solía ser como criada. Dentro de este trabajo había distintas clases:
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las damas de honor de la nobleza
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Las sirvientas que eran el juguete sexual de sus amos. Éstas trabajarían en los peores trabajos, llevarían las ropas más humildes y comerían las sobras.
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Las esclavas, que eran fruto del comercio humano que se da a lo largo de toda la época medieval. Con preferencia entre las mujeres orientales o blancas.
Había trabajos destinados especialmente a las mujeres como eran el hilado, que debían ser desencantados antes, o el horneado. Poseía un sueldo menor al del hombre.
Las muchachas se iniciaban en el trabajo entre los 6 y 13 años.
La prostitución.
En el siglo XIII, la Iglesia inició una dura persecución de las prostitutas.
En el XIV y XV, algunos clérigos llegaron a decir, que los pecados carnales eran menores por venir por naturaleza.
Otros decían que como no sacaba placer de su trabajo, si no una recompensa monetaria, estaba libre de pecado.
Desde ese momento la prostitución es un servicio público, que algunos ven, como medicina, para “males”, como la homosexualidad o la violencia entra hombres y mujeres.
La prostituta abandona la clandestinidad y la marginación.
En la crisis de finales del siglo XV, al afectar a las capas más pobres de la sociedad, se dará un aumento de esta profesión.
La Iglesia.
Para la Iglesia la mujer era inferior al hombre desde la creación de la raza humana y por lo tanto, era menor espiritualmente.
La Iglesia exaltará en todos los sermones la virginidad, ya que se valoraba la renuncia al matrimonio carnal, para unirse con Dios.
Por esto, un buen número de mujeres se unieron a conventos buscando, de esta forma, no volver con la familia.
Análisis de las figuras
Doña Jimena
Todos los gestos del Cid hacia su familia, aun los más naturales, son enfatizados: así el hecho de que él deje toda su ganancia a la mujer antes de irse al exilio es considerado como un gesto de gran merced. Jimena, en este sentido, desempeña un papel muy importante, sobre todo con su conmovedora plegaria en la iglesia antes de que el Cid se marche. En su “Credo”, Jimena relaciona nuestro héroe con un ángel y coloca toda su acción en un plano universal, deseado por Dios y enaltece su figura a nivel sagrado.
Las hijas
También doña Elvira y doña Sol son utilizadas muy bien por el poeta, en su intención de subrayar las calidades humanas del protagonista. Las dos hijas son obedientes y son consideradas “peones en la lucha para el poder”. El Cid siente por ellas la ternura de un padre, pero las mueve como juguetes en el tablero de la guerra, como cualquier señor medieval hacía con sus mujeres[7]. Y en esto el Cid no tiene ninguna actitud especial o sagrada. Esto se puede ver muy claramente en las bodas de doña Elvira y doña Sol:
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Sobre ambas bodas, el padre expresa dudas, no por la posible infelicidad de las hijas, sino porque hay diferencias sociales (el Cid pertenece a los infanzones, la categoría más baja de la nobleza).
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La ofensa de Corpes es considerada más como un daño económico y social del Cid que de las hijas, a pesar de que hayan sido físicamente maltratadas y abandonada por los maridos.
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Las segundas bodas se valoran sólo por la posición social, sin considerar la felicidad de las hijas y el fracaso de las primeras bodas, que fueron decididas de la misma manera.
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Los primeros maridos tratan a Elvira y a Sol como objetos, ya que son socialmente inferiores y los maridos se sienten autorizados a maltratarlas. No las matan, pero les dejan cicatrices como signo perpetuo de la degradación, como si fueran criminales. “El Cid” no se desespera por esta ofensa, porque ve la posibilidad de venganza y de mejores bodas. El interés económico y social está por encima de todo y las mujeres son objetos sin valor, juguetes en las manos de una sociedad de carácter fuertemente “machista”.
En definitiva, las mujeres en el “Poema de mio Cid” son prototipos femeninos típicos del Medioevo: son pasivas, raras veces tienen voluntad propia y siempre tienen que obedecer a su señor, marido o padre que sea. En esto, el autor refleja las costumbres de su época, representando a las mujeres como instrumentos para describir al Cid como esposo y padre, dándole una dimensión de amor, ternura y vida doméstica al lado de la guerrera y del honor.
Critica del libro
Es un libro muy interesante escrito en castellano antiguo y en verso, de autor anónimo. Esta obra literaria relata la historia de Rodrigo Ruy Díaz De Vivar, el Cid Campeador, el cual es desterrado de España por el Rey Alfonso VI y debe pelear para ganar territorios y así ser perdonado por la corona y ser aceptado nuevamente. Un gran caballero que debe limpiar el honor de sus hijas (Doña Elvira y Doña Sol) las cuales han sido burladas por los infantes de Carrión.
Desarrollo de la conclusión
De acuerdo a lo investigado y desarrollado en esta monografía, la conclusión es una confirmación de la hipótesis.
De acuerdo a mi entender esto se ve a lo largo del “Poema de Mio Cid”, pero más claramente en el cantar III “La Afrenta de Corpes”, en donde importa más el perjuicio al honor de “El Cid” que lo sufrido por las hijas.
Índice
Pág.
Introducción………………………………………………………...3.
Hipótesis……………………………………………………………..4.
Pasos seguidos…………………………………………………….4.
Desarrollo…………………………………………………………....5.
Biografía del autor………………………………………………....6.
Descripción de la obra…………………………………………….6.
Cantar del Destierro…………………………………………………6-7.
Cantar de las Bodas………………………………………………...7.
Cantar de la Afrenta de Corpes……………………………………7.
Contexto Histórico…………………………………………………8.
Disputa entre los Reyes Cristianos………………………………..8.
Las luchas contra los Almorávides………………………………...8-9.
La Mujer en la Sociedad…………………………………………..9.
La Educación…………………………………………………………9.
El Amor………………………………………………………………..9-10.
El Matrimonio………………………………………………………...10.
Labores………………………………………………………………..10-11.
La Prostitución………………………………………………………..11.
La Iglesia………………………………………………………………12.
Análisis de las figuras femeninas………………………………..12.
Doña Jimena………………………………………………………….12.
Las Hijas………………………………………………………………12-13.
Critica del libro……………………………………………………...13.
Conclusión…………………………………………………………...14.
Desarrollo de la conclusión……………………………………….15.
Bibliografía
Libros:
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Anónimo. Poema de Mio Cid. Barcelona. Editorial Ramón Sopena S.A. Barcelona. 275 paginas.
-
Arturo Berenguer Carisomo. Historia de la literatura española. Bs.As. Editorial Luís Lassere y Cía. Pág. 22, 23, 24, 25 y 26 de 646. Año 1967.
-
María Luisa O. de Serrano Redonet; Alicia Ch. de López Olaciregui; Stella M. L. de de Caso Ward; Alicia M. Zorrilla. Literatura IV España en sus letras. Bs.As. Editorial Estrada. Pág. 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34 y 35 de 505.
Internet:
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http://www.webs.sinectis.com.ar/mcagliani/mujrmed.htm.
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