Sociología y Trabajo Social
Familia
Introducción
En general, la familia se define como el grupo social básico, creado por los vínculos del matrimonio o parentesco que se encuentra presenta en todas las sociedades y es considerada por muchos como base y célula de la sociedad. Durante un prolongado periodo la sociedad estuvo formada por un conjunto de familias que cumplía con la mayoría de las funciones sociales, inclusive las políticas, las religiosas y las económicas. Actualmente, la familia sigue cumpliendo funciones sociales importantes aun cuando con el correr del tiempo haya delegado funciones en otras instituciones. En todas las culturas la familia se encarga de la socialización primaria de los nuevos miembros, de la satisfacción de las necesidades básicas de sus integrantes.
Aunque los orígenes sociales están ciertamente “perdidos en el misterio”, resulta seguro decir que casi en todas partes la formación de instituciones comenzó con la familia. En todas las sociedades a lo largo de la historia humana, las familias han sido el principal vehículo de identidad de grupo y el principal receptáculo de los intereses creados. Es indispensable tener en cuenta que la etapa inicial en la formación de toda persona se produce en el hogar, en el seno de la familia. Los valores se captan por primera vez en la infancia; se sigue el ejemplo de los mayores y se inician los hábitos que luego conformarán la conducta y afianzarán la personalidad.
Este período inicial de la vida determina los trayectos del posterior comportamiento moral; donde tendremos arraigadas, o no, las nociones del bien y del mal. Más tarde, la convivencia con los diversos ambientes con los que nos interrelacionemos como: la escuela primaria, las amistades, la enseñanza secundaria y superior, el trabajo, etc.; irán moldeando las actitudes individuales de cada persona. Pero ante todo, lo realmente importante es la inevitable y grandiosa tarea de formarlos con todo el soporte de valores y principios cristianos que a su vez legarán a las generaciones del mañana.
Inicios de la familia
Toda familia empieza por el matrimonio de los padres, esa unión estable entre el hombre y la mujer, que generalmente empieza en el noviazgo, regulada y ordenada a la creación de una familia. Al iniciarse esta nueva etapa se empieza una nueva historia en sus vidas, que con el tiempo, se irá desarrollando y se integraran ¨personajes¨ nuevos a su historia.
Es crucial, al emprender este camino, tener en claro cuáles son los ideales y sueños personales de la pareja. Pero fundamentalmente establecer y detallar sinceramente los propios, algo que no todas las personas que llegan al matrimonio tienen muy en claro; a veces por la considerable juventud, o por no quedar solos luego de haber pasado los 30 años; a veces por desidia, para escapar de alguna problemática familiar, o por interés económico.
Lo importante es que sea por mantener, y sobre todo, engrandecer el verdadero amor. Mantener la comunicación de los cónyuges es esencial, no solo al inicio, sino también tratar de mantenerla siempre ya que la comunicación es la base primordial para estabilizar la relación en todo momento, para compartir problemas y alegrías, sin hipocresías ni envidias.
Algunos aspectos que la pareja debe tomar en cuenta en sus inicios para lograr un matrimonio equilibrado y armonico son:
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Respetar al otro, cuidando los gestos, el tono y las palabras; evitar la indiferencia o las críticas. Expresar las cosas claramente, con espontaneidad y sencillez, pero cuidando no herir sentimientos.
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Interesarnos, más que por sus ocupaciones, por como se ha sentido durante el día en el desempeño de las mismas.
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El cuidado lógico del aspecto físico, en cosas tan simples como la higiene personal, sin llegar a querer ser “modelos” o “atletas”.
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Compartir algún gusto en común: los viajes, un deporte; el arte; etc.
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Agradecer al cónyuge las cosas que hace por nosotros; y no esperar que el otro, siempre y por cada simple cosa que hagamos, se sienta abrumado de reconocerlo permanentemente.
En conclusión, admitimos que el matrimonio es:
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...un don de amor que se construye cada día.
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...el punto de partida de una vida en común.
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...un acto de gran confianza.
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...un ayudarse a caminar.
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...una sintonia que necesita tiempo, constancia, confianza y fidelidad para realizarse!
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...compromiso que implica responsabilidades recìprocas.
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...un "SI" que tiene que durar toda una vida!!
La llegada de los hijos
No alcanza el hecho biológico de la procreación para ser padre o madre, es necesario el acto de reconocimiento efectivo para que la paternidad o maternidad sean constructivas. Dice un dicho que “No es padre quien da a luz al hijo, sino quien lo cría”. Y esta es una verdad muy cierta, porque muchas veces pensamos que por el solo hecho de haber dado a luz a nuestro hijo nos convierte en buenos padres, pero eso no es lo que caracteriza a un padre, sino la forma en que lo va criando en su vida.
Es más, lo importante de ser padres no pasa por el mero hecho biológico, ya que hermosas familias están conformadas únicamente por uno o varios “hijos del corazón” y/o de “la panza”, o ambos.
Tener un hijo es un hecho tan trascendente que ni siquiera se modifica por la llegada de otro hijo. Cada persona ocupa “su” lugar particular, diferente e irremplazable, distinto de cualquier otro.
Esta trascendencia convierte el vínculo en indisoluble porque nunca deberá, ni podrá desentenderse desde la responsabilidad, ni desligarse desde lo biológico o afectivo. Desde la identidad, porque necesita un sucesor; desde el amor, por la felicidad que le causa.
El ambiente familiar influye de manera decisiva en la personalidad del niño. Las relaciones entre los miembros de la casa determinan valores, afectos, actitudes y modos de ser que el niño va asimilando desde que nace. Por eso, la vida en familia es un eficaz medio educativo al que debemos dedicar tiempo y esfuerzo. La escuela complementará la tarea, pero en ningún caso sustituirá a los padres.
El ambiente familiar no es fruto de la casualidad ni de la suerte. Es consecuencia de las aportaciones de todos los que forman la familia y especialmente de los padres. Los que integran la familia crean el ambiente y pueden modificarlo y de la misma manera, el ambiente familiar debe tener la capacidad de modificar las conductas erróneas de nuestros hijos y de potenciar al máximo aquellas que se consideran correctas.
Para que el ambiente familiar pueda influir correctamente a los niños que viven en su seno, es fundamental que los siguientes elementos tengan una presencia importante y que puedan disfrutar del suficiente espacio:
AMOR
AUTORIDAD PARTICIPATIVA
INTENCIÓN DE SERVICIO
TRATO POSITIVO
TIEMPO DE CONVIVENCIA
Cuanto mejor se cumplan estos 5 requisitos y más atención pongamos en ellos, mejor será la educación que recibirá vuestro hijo de su entorno familiar, y gracias a ella él conseguirá:
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Recibir la información adecuada sobre aquellas actitudes y valores sociales y personales que se consideran correctos, gracias al buen ejemplo de sus padres.
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Recibir información sobre sí mismos, sobre cómo son, a través de nuestras opiniones, reacciones y juicios de valor y de la calidad del trato que les otorgamos.
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Desarrollar la confianza en sí mismo y la autoestima gracias a las manifestaciones de amor y de reconocimiento que colman sus necesidades afectivas básicas: necesidad de afecto, necesidad de aceptación y necesidad de seguridad.
El entrecruzamiento de estas situaciones es lo que convierte a la paternidad (maternidad) y a la filiación, en un abanico de posibilidades en las que no hay una fórmula establecida, ya que en la continuidad del ejercicio de estas funciones se aprende a ser padres. Un hijo nos abre a nuevas y múltiples situaciones emocionales, que incluyen el amor, el dolor, la desesperación, la ilusión, la angustia, el temor, la desconfianza, la sinceridad, la alegría, la honestidad, el desconcierto, la incertidumbre, la esperanza, el entusiasmo, la seguridad, la intimidad, la libertad, la cordialidad, la franqueza, etc.
Los padres debieran ser del “modelo dialogantes”, aprendiendo a escuchar los mensajes de su hijo, que guarden en su interior la capacidad de recrear el presente mediante el humor; los juegos; la sana complicidad, y muchos otros ingredientes como: habilidad, inteligencia, disposición, experiencia, autoridad, comprensión y carácter, para aceptar las equivocaciones y logros, y sin perder el sentido de sus propósitos e ideales con respecto a su vástago.
Obligaciones y tareas de la familia
Esta es una tarea bastante ardua, saber donde comienzan y terminan las obligaciones de cada uno de los integrantes de una familia.
Es muy difícil poder lograr que los hijos comprendan en toda su dimensión la importancia de que estudien un idioma; que practiquen un deporte; que sean solidarios con los demás. En definitiva, que hagan cosas que a veces por desgano, indiferencia, u ignorancia no comienzan o no continúan. Ni siquiera toleran la idea de que ello los podrá beneficiar en algún momento de sus vidas; o bien, que posiblemente podrían llegar a ser un medio para desempeñar un oficio o profesión posterior. Como a veces ocurre con la comida, que caprichosamente se niegan a probar sin comprobar si su sabor les pueda resultar aceptable.
Es allí donde la mayoría de los padres sienten el gran dilema de que posición tomar, obligarlos a hacer alguna actividad o desentenderse del problema.
Esto que parece una decisión fácil, no lo es.
ð Gran parte de los padres piensan que si actúan con firmeza, pueden perder el amor de sus hijos, que jamás serán perdonados; pero a veces son los mismos chicos quienes buscan que se les establezca un límite a sus propios deseos, que los padres les demuestren que realmente se preocupan por ellos y por lo que hacen.
ð Otros toman una posición totalmente opuesta, la de la obligación en sí misma; pero sin tener en cuenta los tiempos, los gustos, la vocación, los temores, los sentimientos de timidez, o audacia desmedida de cada uno de sus hijos.
ðOtros padres, hipócritamente, los anotan en cuanto curso, deporte u ocupación encuentran, para que “no molesten”, “no ensucien”, o “ no destrocen”.
Creo que debe ser el “modelo” de padres que más me avergüenzan, apenan y enojan, ya que no asumen su responsabilidad de padres; no promueven el despertar de otras actividades de su hijo; como tampoco se sienten causantes de la carencia de formación en las normas comunes de convivencia y respeto hacia sus semejantes.
Esta actitud de falta de compromiso hacia su hijo, creo que la toman, por que primeramente ni ellos mismos se respetan como personas.
Se escudan en sus ocupaciones (tanto en el ámbito laboral o profesional externo de “realización”; o a nivel de “ama de casa”); en su mala salud (a veces fingida); en su ignorancia e indiferencia (nunca saben cuándo, y dónde se inicia alguna actividad interesante y provechosa); en la falta de dinero (pero nunca faltan recursos para ropa, peluquería, una nueva caña de pescar, viajes individuales, etc.) dan preferencia a sus gustos, necesidades o frivolidades.
Estos son los padres que no han asumido o han olvidado que “son padres” y además:
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Que uno o varios hijos dependen de sus prioridades.
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Que nunca dejan de ser sus hijos, sin importar la edad, la distancia, o el estado civil.
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Que siempre los necesitan aunque más no sea -y nada menos-, para dar una palabra de aliento, en los tantos tropiezos de la vida.
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Que los padres siempre deben preguntar a sus hijos si pueden ayudarlos y estar dispuestos a hacerlo.
ð Otros ponen todo de sí, para que su hijo pueda proyectar a largo plazo parte de su vida facilitándole todos los medios disponibles.
Pactando de diversas formas la manera que ambos, padres e hijo, puedan extraer desde su interior todas sus potencialidades, tanto en lo intelectual como en lo espiritual; en lo afectivo como en lo físico.
Los padres deben poder reflexionar; saber pedir perdón; orientar hacia las virtudes; el respeto y las normas de educación; convivencia social y familiar, etc.
Educación en los hijos
Educar siempre ha sido una tarea difícil, y especialmente hoy que se observan incertidumbres, dudas, y una gran confusión. A veces confiamos más en el valor de nuestras fuerzas que la fuerza de nuestros valores.
Ante esta situación, las dos instituciones: familia y escuela suelen enfrentarse y al mismo tiempo elaborar un discurso común de condena y compartir una misma sensación de impotencia y desvalorización.
Esto lleva a un desgaste, donde por una parte, se observa una resignación de la autoridad y del rol propio de la familia a favor de los colegios, adjudicándoles una misión casi salvadora, poniendo en ellos expectativas que sobrepasan sus finalidades propias.
Esta pasividad de parte de los padres, lejos de fortalecer la autoridad escolar, la deja sin respaldo y genera un campo de mutuos reproches, donde el hijo-alumno es espectador y víctima.
La acción educativa puede estar dirigida al exterior del hombre (lo que debe saber decir y hacer) o a su interior más íntimo (su dignidad como persona).
Sólo la acción dirigida al ser es verdadera acción educativa, lo demás es informar (saber decir), o entrenar (saber hacer).
Por ello las instituciones educativas no sólo deben tener buena estructura edilicia, tecnológica, disciplinaria, cultural, artística, documental, de formación doctrinaria, etc.
Creo que lo más importante es que tengan una fortalecida agrupación humana de educadores, auxiliares, y directivos que demuestren y hagan valer sus principios y valores personales, sin discriminaciones ni preferencias entre colegas y alumnos.
Y en caso de tener equivocaciones, aceptar que todos somos humanos y por lo tanto imperfectos, que posean la grandeza de reconocerlo dignamente, para reconocer en ese acto la sabiduría de la humildad, y de quienes los alumnos puedan enorgullecerse y tomar como ejemplo.
La única manera de educar no es “empujar hacia”, sino “atraer desde”.
Más de una vez hemos visto educadores a los que los alumnos admiran, más allá de la materia que dicten; de la permisividad disciplinaria que toleren; o de la erudición de sus cátedras.
Aprender a educar los sentimientos sigue siendo hoy una de las grandes tareas pendientes. Muchas veces se olvida que los sentimientos son una poderosa realidad humana, y que -para bien o para mal- son habitualmente lo que con más fuerza nos impulsa o nos retrae en nuestro actuar.
Las personas que gozan de una buena educación afectiva suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y hacen rendir mejor su talento natural. En cambio, quienes no logran dominar bien su vida emocional, se debaten en constantes luchas internas que socavan su capacidad de pensar, de trabajar y de relacionarse con los demás.
Los niños desde que andan y hablan dominan mucho más su espacio y sus relaciones con los demás. Al poder sobrepasar a menudo los límites que nosotros les queremos imponer, aprenden una novedad: nosotros les limitamos, les decimos que "no", y ellos responden igual. Es la edad del "no" sistemático, de oposición a los límites, de las grandes rabietas por cualquier cosa (no quiero comer, no quiero dormir, no quiero seguir andando, no quiero que me vistas...). Junto a una tremenda ingenuidad. El niño irá dejando de hacer rabietas cuando compruebe que le resultan inútiles.
En la medida en que nuestra respuesta les va obligando a "disciplinarse", es decir, a admitir los límites y a quien se los impone, aprenden un primer sentido "moral" (qué deben hacer, qué no deben hacer. Qué es bueno, qué es malo. Qué nos gusta, qué nos disgusta). Es conveniente elogiarle siempre que sus comportamientos sean positivos.
Desde la edad de 2½-3 años, una vez aceptada "la disciplina y el orden", se tornan bastante obedientes y sumamente curiosos. Es la mejor edad para introducir hábitos: de higiene, orden, autonomía, colaboración. Lo preguntan todo. Y observan si intentamos responderles todo, lo cual promoverá su curiosidad, principal elemento para el aprendizaje a lo largo de toda su vida. O bien, si les cortamos sus preguntas por resultarnos molestas: aprenderán a adormecer su curiosidad, y quizá a no preguntarse ya más cosas. Además son juguetones incansables, disfrutan de ejercer sus habilidades motrices y expresivas, "no paran".
Desde que se les quitan los pañales aparece la distinción genital, y juegan entre ellos con sus genitales, no por erotismo, sino por diversión y por diferenciación en dos "bandos", con sus maneras y adjetivos socialmente añadidos: aparece así la sexualización, como fenómeno más social que orgánico. Luego se irán identificando con los padres, primero el del sexo contrario, y luego con el del propio. Se llama la fase de Edipo en niños o de Electra en niñas.
Desde los 6 a los 12 años es una edad caracterizada por una mayor habilidad y un aumento progresivo de la musculación (sobretodo a partir de los 10 años), lo que les impulsa a la práctica física o deportiva. Si la escuela consigue encauzar y fomentar su inmensa curiosidad, irán apareciendo con la lectura y la escritura una gran potenciación de los conocimientos. Dada su mayor autonomía personal y social, y su expresión más seria ("adulta"), con menos necesidad de exteriorizar su ternura, podemos caer fácilmente en el error de no demostrarles nuestro afecto o estima, "darlos por consabidos": todavía (¿y quizá siempre, verdad?) necesitan nuestra demostración afectiva.
Conviene evitar excesos en actividades extraescolares, de TV y de ordenador, y fomentar la lectura.
Al final de esta etapa ya se notan los preparativos de la adolescencia, sobretodo en las niñas, en que su maduración sexual avanza y muchas "se hacen mujeres" (tienen su primera menstruación). Aquí se señala un punto de inflexión, un final de etapa infantil, un olvidarse de ser niña. Los niños suelen persistir aún más tiempo (unos dos años más) en esta etapa infantil.
Todo aquello que pretendemos en las generaciones que nos continúen, debemos luchar por adquirirlo nosotros primero.
La educación entra más por los ojos que por los oídos.
Sólo educaremos de verdad si procuramos que los niños y jóvenes se formen en las virtudes humanas, bajo la luz del Evangelio.
De este modo, la educación podrá parecer un desafío pero no resultar un imposible.
La familia y la adolescencia
La adolescencia es una etapa muy importante de la vida. Quizás una de las más difíciles tanto para los adolescentes como para sus padres.
En esta etapa se produce una gran crisis que involucra toda la personalidad del joven. La vida en su constante transformación nos lleva y nos impone cambios que muchas veces no deseamos pero que debemos aceptar por ser partes de nuestro crecimiento. El adolescente no elige serlo, simplemente debe aceptar el desafío.
Dentro de la familia, el niño aprende el sentido de identidad, autoridad y libertad, y aprenderá a compartir, competir y experimentar sentimientos de frustración, celos, rivalidad. Es aquí donde comenzara el proceso de socialización que continuara en los medios extra familiares y culminara con la sociedad en general. Como vemos la familia forma parte esencial en el desarrollo del niño, pero al llegar la adolescencia empiezan los problemas, el niño ya no es un niño y siente que ya no necesita de la presencia de un padre, por ende va buscando independencia, y quiere experimentar nuevas cosas; pero no pueden porque se encuentran dependientes de los padres, lo que los molestas porque no tienen las mismas opiniones que ello y se sienten “alienados” por el hecho de convivir en un ambiente que aunque hayan vivido allí toda su vida, en esta etapa se siente un ambiente diferente. El problema esta que la mayoría de las veces los adolescentes no están preparados aunque crean que lo están, y es papel de los padres guiarlos y enseñarles la realidad pero de forma comprensiva ya que deben comprender que la etapa por la que está pasando el adolescente no es fácil y necesita una voz de compresión y los padres deben ir, paso a paso, hacer el papel tanto de padres como de amigos.
Se tiende a pensar que la sexualidad se inicia en la adolescencia, lo que es un grave error. Somos la resultante de una interacción entre lo genético y lo ambiental. El ser humano puede carecer de muchas cosas, o tenerlas en su mínima expresión, pero no puede carecer de amor.
En la adolescencia se produce una serie de cambios físicos, psíquicos, afectivos, espirituales, sociales, etc.; se instala la fertilidad, y emerge el impulso sexual con las características de un adulto.
En esta etapa pre-adolescente y adolescente, lo que cobra relevancia es la “información” sexual. .
Con todo lo pasado se demuestra que el adolescente pasa por muchos problemas causados por la tentación de tocar lo prohibido aunque sepa que esta mal el simple hecho de que esta prohibido hace que el adolescente se sienta atraído. Ejemplos de esta atracción letal son las drogas y el alcohol.
La mejor solución para estos problemas es la ayuda y comprensión de la familia que es el medio mas saludable, aunque los adolescentes Casi nunca recurren a el.
Las propuestas que se les presentan sólo parecen estar dirigidas a pasarla bien; a vivir el momento; es el apogeo de las emociones y lo pasajero.
Lo importante no es sólo poder seguir un buen camino sino tener claro adónde y en qué condiciones se quiere llegar.
Los jóvenes de hoy son los hombres y mujeres del mañana; son los padres y madres de las nuevas generaciones.
Hay mucho en juego y todo lo que se haga por ellos nunca será demasiado.
Comunicación en la familia
Las relaciones cercanas y afectuosas son una de las necesidades fundamentales de los seres humanos. Nuestra capacidad de expresar lo que pensamos y sentimos y la seguridad en nosotros mismos, depende mucho de la forma como nos relacionamos con las otras personas.
LAS FAMILIAS hoy en dia se mantienen muy ocupadas. La mayoría de los padres y sus hijos platican menos de una hora por día. Mientras tanto, los jóvenes se informan sobre el sexo en el cine, viendo la televisión, por medio de canciones, revistas, y el Internet. Ya sea que se trate del abuso sexual entre parejas o de enfermedades transmitidas sexualmente, la salud y la seguridad de todos los jóvenes está en peligro, ahora más que nunca.
Los padres deben de hacer tiempo para conversar con sus hijos y también con sus hijas. Aprovechando situaciones oportunas cuando se presenten y haciendo planes para pasar tiempo juntos. Por ejemplo, pueden:
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Ver un video.
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Salir a comer juntos.
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Ir a pasear o a caminar al parque.
Los padres no deben temer el ser curiosos. Preguntándoles qué piensan o qué sienten. Conózcalos más a fondo a ellos y al mundo que los rodea. Pero, deben prepararse para oír cosas que tal vez no le agraden. Deben compartir sus ideas y sus sentimientos con ellos. Contarles cuáles son las cosas que le parecen importantes. Los jóvenes pueden hacer mejores decisiones sobre el sexo cuando tienen toda la información necesaria. Es una gran ayuda cuando se sienten con la confianza de poder hablar de cualquier tema en su propia casa.
Por todo esto es tan importante que los padres estén convenientemente informados, de cuales son las incertidumbres, contrariedades, y cuestionamientos que los hijos tienen en las distintas etapas de su desarrollo.
ð Que sepan cuales son las señales que les envían cuando necesitan su ayuda y comprensión.
ð Que exploren e investiguen sobre las drogas, el alcohol, y los desequilibrios modernos, para poder prepararse y preparar a los chicos adecuadamente, previniendo las causas, y decidir valiente y acertadamente ante las consecuencias.
ð Hacerles notar que les preocupan tanto su presente como su futuro, y que anhelan lo mejor para ellos.
ð Que son únicos, sin odiosas comparaciones con otros hermanos, familiares o amigos.
ð Que son lo más importante que tienen en esta vida terrenal.
Muchos pueden colaborar ante los problemas de los jóvenes: la escuela, los profesionales, las campañas contra las drogas, etc.
Pero quienes son verdaderamente irremplazables son los padres.
En el amor que demuestren, en la comprensión que testimonien, y en los valores que ejemplifiquen, está la verdadera autoridad y el grandioso poder de la paternidad.
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