El s. XIV es el siglo del surgimiento y consolidación de la burguesía comercial y la vida y la obra de Guillermo de Ockham es la respuesta cristiana auténtica a los deseos de purificación de todos los excesos e inmoralidades que el incipiente capitalismo estaba introduciendo en la vida eclesiástica.
La vida de este franciscano inglés, que sufre el exilio y la persecución por parte del Papado, se desarrolla en medio de las convulsiones y crisis que afectan a toda Europa en la Baja Edad Media y que desembocan en el Renacimiento. Su figura representa el paso del mundo medieval al mundo moderno. Su espíritu moderno reside en haber visto con claridad que el lenguaje es el gran instrumento de comunicación conceptual y racional de que disponen todos los seres humanos.
Para Ockham, la existencia de Dios no es objeto de demostración racional. La razón debe basarse siempre en lo que puede ser experimentado o intuido por el ser humano, mientras que la fe es una creencia, una confianza absoluta en el poder de Dios. Los artículos de la fe cristiana no pueden ser demostrados ni comprendidos por la razón humana. Si la razón no puede demostrar nada acerca de Dios, entonces fe y razón deben estar separados y ser autónomas. La filosofía es un saber racional que no está subordinado a la teología ni tampoco tiene que colaborar con ella. La teología no es una ciencia sino cuestión de fe.
La teoría de Ockham sobre el conocimiento recibe el nombre de terminismo o nominalismo.
El conocimiento intuitivo es un conocimiento directo, inmediato. Entre la captación de un objeto por los sentidos y su conocimiento intuitivo en el entendimiento no existen operaciones intermedias. Es un conocimiento de algo presente, ya que sin estímulo no hay conocimiento sensible. La validez de este conocimiento está garantizada por la cosa sensible.
El conocimiento abstracto versa sobre ideas y establece relaciones entre ellas. No existe ninguna garantía de que esas relaciones correspondan a la relación que las cosas guardan entre sí en la realidad. Para que una proposición pueda ser real necesita de la evidencia inmediata, y esta sólo la proporciona el conocimiento intuitivo.
Si el único conocimiento que puede hablar de lo real es el conocimiento intuitivo, lo único que existe son realidades individuales, particulares. Pero hay conceptos y términos con valor universal, y la ciencia es un conjunto de proposiciones que se componen de términos que son siempre universales. Ockham resuelve este problema con su teoría de la significación.
Significar es “estar en lugar de algo”, “hacer las veces de”. Los términos de los que constan las proposiciones del lenguaje habitual o de la ciencia hacen las veces de los objetos que expresan.
Hay tres clases posibles de significación en un término. En la significación material el término significa la palabra misma que lo constituye. En la significación personal el término se refiere a un individuo concreto y real. En la significación simple el término hace las veces de una pluralidad de individuos.
El entendimiento puede concebir los conocimientos distinta o confusamente. Es confuso el conocimiento de las cosas cuando el entendimiento no es capaz de distinguir unas de otras. Es distinto cuando el entendimiento los puede distinguir.
Dios ha creado el mundo y todas las realidades, que son individuales y concretas. Por tanto, no existen los universales. Lo que existen son las realidades individuales, singulares, conocidas por la intuición y que no poseen ningún tipo de semejanza que pueda ser captada por el entendimiento. Son representadas por términos conceptuales, palabras que se colocan en el lugar de las cosas existentes, que significan algo y que ayudan a clasificar la diversidad de lo existente. La universalidad es una propiedad de los términos que consiste en hacer las veces de un objeto cuando este ha sido conocido confusamente. El universal no es algo real, pero no está carente de significado.
Uno de los principales defectos de la escolástica había sido el de crear multitud de entidades que habían complicado extremadamente el lenguaje filosófico. La navaja de Ockham es un principio metodológico, que actúa como principio de economía y consiste en no multiplicar los entes ni los conceptos sin necesidad y elimina muchas fórmulas innecesarias y complicadas del lenguaje filosófico. Es un claro precedente de la filosofía anglosajona del s. XX.
Uno de los conceptos que cae bajo el filo de la navaja es el de la sustancia. Para Ockham ni la sustancia ni la esencia ni la existencia son necesarias para explicar las realidades existentes. La sustancia no es más que un nombre que se utiliza para designar lo que no está en otra cosa, lo que no es accidental.