Historia
Evolución económica y política de Europa Oriental en el siglo XX
La evolución económica y política de la Unión Soviética
Después de la muerte de Lenin en 1924, Stalin llevó a cabo una política de represión y terror destinada a eliminar a todos sus rivales, opositores y posibles competidores, y concentró todo el poder en su persona y en el partido comunista, al que depuró para mantenerlo sometido. Además puso fin a la NEP, impulsó un programa de colectivización de la tierra e inició la industrialización de la Unión Soviética mediante planes quinquenales.
A la muerte de Stalin (1953), la Unión Soviética había experimentado una transformación espectacular: el nuevo régimen estaba consolidado y los enemigos del estalinismo habían sido eliminados; la propiedad privada agrícola, comercial e industrial se había suprimido en favor de la propiedad del Estado (industrias, transportes, sovjós), la propiedad colectiva (fundamentalmente, koljós en la agricultura) y la propiedad social (la de los sindicatos y la propiedad de pequeñas parcelas de tierra); el desarrollo industrial la había convertido en la segunda potencia mundial, y se había producido un enorme transvase de población activa desde el sector primario al secundario y terciario.
Sin embargo, los planes quinquenales habían favorecido el desarrollo de las industrias básicas y de equipamiento, en detrimento de las industrias de bienes de uso y consumo, con lo que se dio la paradoja de un país altamente industrializado, con una población totalmente desabastecida y con un nivel de vida muy bajo. Además, el sector agrícola quedó desfasado frente al industrial, problema que la Unión Soviética arrastró hasta su desaparición.
En su política de cooperación con el resto de los países comunistas, la Unión Soviética estableció vínculos económicos a través del Comecon, mientras que con el Kominfonn afianzó los vínculos políticos que garantizaban la unidad comunista.
Tras la muerte de Stalin se constituyó una dirección colegiada formada por Molotov, Beria y Malenkov; sin embargo, fue Kruschev quien se hizo finalmente con el poder y llevó adelante una profunda transformación respecto de la política de Stalin. Intentó reformar las estructuras del Estado y de la economía de la Unión Soviética y elevar el nivel de vida y el bienestar de los soviéticos.
Los principales cambios impulsados por Kruschev pueden resumiese en los siguientes:
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En el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 dirigió el desmantelamiento ideológico del estalinismo.
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Permitió la libertad de opción para los países socialistas en la elección de su vía nacional al socialismo.
Sectores (millones de toneladas) 1945 1949 1955
Carbón 70 150 370
Petróleo 10 19 53
Electricidad (1 000 Kwh.) 12 48 134,8
Acero - 18 38,1
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En su intento de aumentar la producción industrial, propugnó, dentro de la planificación económica general, una mayor descentralización económica. Apostó por la autonomía sectorial y regional, con una mayor autogestión de empresas y trabajadores, para agilizar el sistema productivo, incrementar la producción, coordinar mejor la oferta económica y las demandas sociales y, en definitiva, aumentar el bienestar social, sin olvidar que se debía disminuir el impulso en las industrias pesadas y favorecer las industrias productoras de bienes de uso y consumo.
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Para incrementar la producción agrícola promovió la roturación de grandes extensiones de tierras vírgenes en Kazajstán y Siberia occidental, con la puesta en funcionamiento de numerosos koljós.
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En política exterior, la superioridad en la carrera espacial y el nuevo talante permitieron que se produjese la fase de la coexistencia pacífica entre los dos bloques.
Sin embargo, la política reformista de Kruschev fracasó debido a las siguientes causas:
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Su plan de descentralización económica no consiguió un aumento de la producción.
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La falta de abonos, el agotamiento de las tierras vírgenes y la ausencia de estímulo del campesino no favorecieron el incremento de la producción, con lo que los problemas agrícolas continuaron.
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No se logró mejorar el nivel de vida de los soviéticos.
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Se invadió Hungría en 1956 para impedir el proceso de apertura liberal que se había iniciado en ese país.
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En la crisis de los mísiles de Cuba dio marcha atrás ante la firmeza de la postura de Kennedy.
Como consecuencia del fracaso de su política, Kruschev fue relevado de sus cargos y obligado a abandonar la vida política en 1964.
Con la destitución de Kruschev, el poder recayó en una troika formada por: Kosiguin, como primer ministro; Podgorny, como presidente, y Breznev, como secretario general del Comité Central del partido comunista. En la práctica fue Breznev quien gobernó la Unión Soviética de 1964 a 1982.
Las características más importantes de la era Breznev pueden resumirse en las siguientes:
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Desde el punto de vista económico, se intentó aumentar la productividad y la calidad de los productos. Para ello, se volvió a los.planes quinquenales, se fijaron nuevos precios más acordes con la realidad, y se estimuló la renovación técnica y la salida al mercado de los productos.
Además, en un intento de mejorar el abastecimiento de las ciudades, se incrementaron las parcelas privadas de los campesinos, así como el tiempo que a ellas dedicaban, con lo que, al incentivar la producción y el beneficio privado, se aumentó la producción y se mejoró la situación.
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Socialmente, la atonía y el conformismo fueron las notas más significativas. No hubo paro, pero la eficacia y la rentabilidad fueron muy escasas. Frente a los intentos reformistas de Kruschev, se procuró acallar las voluntades y la posible oposición a base de mantener contenta a la nomenklatura y desarrollar un sistema de protección y asistencia social generalizados.
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Políticamente, predominó la estabilidad y el continuismo.
Breznev ejerció una gran presión política sobre las Repúblicas socialistas de Europa oriental con el fin de que permaneciesen dentro de la más pura ortodoxia. Cuando en Checoslovaquia se produjo el movimiento social conocido como la «Primavera de Praga» (1968), en un intento de desarrollar un socialismo con rostro humano, Breznev ordenó la invasión de Checoslovaquia aplicando la denominada «Doctrina Breznev»: los países comunistas no eran completamente soberanos en su actuación política interna si con ello se ponía en peligro la comunidad socialista. En esos casos estaba justificada la intervención armada para imponer el orden comunista.
En el plano internacional, Breznev presentó como frutos positivos el primer tratado SALT (1972) o la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación Europea celebrada en Helsinki (1975), pero la intervención soviética en Afganistán (1979) enfrió las relaciones con Estados Unidos y significó un retroceso en la distensión entre los dos bloques.
En definitiva, se puede afirmar que Breznev no mejoró la situación de la Unión Soviética. Al contrario, cuando murió en 1982, la URSS presentaba un panorama de crisis caracterizado por:
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El incremento de los gastos militares, con la consiguiente disminución de recursos orientados hacia sectores productivos.
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El endeudamiento externo por los productos importados.
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El estancamiento de la economía por la escasa productividad, la ínfima calidad de sus productos y el desfase tecnológico respecto de las economías desarrolladas.
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El desabastecimiento urbano de productos de primera necesidad, dependiendo de las exportaciones occidentales.
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La profunda división y diferenciación social entre la nomenklatura y el resto de la población.
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La concentración del poder político.
Después de los breves años de transición de Andropov (19821984) y de Chernenko (1984-1985), Mijail Gorbachov se hizo cargo de la Jefatura del Estado y de la dirección del partido cornunista (1985-1991) y se convirtió en el último presidente de la Unión Soviética.
Para abordar la profunda crisis en que se encontraba la Unión Soviética, salir del estancamiento económico, de la degradación social y de la parálisis política, Gorbachov tomó la decisión de reformar y transformar el sistema comunista.
Esta política, que se hizo popular con el término perestroika, implicaba actuar en una triple dirección:
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Una reforma económica. Incorporación de elementos capitalistas al sistema comunista: se intentó transformar los procedimientos de gestión, introducir cambios técnicos, abrir los productos al libre comercio, dar libertad y autonomía a la empresa, incorporar la moderna tecnología al sistema productivo, fomentar la iniciativa privada y las inversiones extranjeras, privatizar las tierras, permitir su arrendamiento y la venta de los productos directamente en el mercado libre o al consumidor.
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Una reforma política. Democratización del sistema, permitiendo el pluripartidismo, las elecciones libres y los derechos y libertades individuales.
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Una reforma social. Regeneración de la sociedad soviética, minada por la corrupción y el absentismo laboral, mediante un impulso ético que acabara con los privilegios, el estancamiento y la apatía, y abriese una nueva esperanza hacia el futuro.
Junto a las reformas políticas de la perestroika, Gorbachov introdujo también la glasnosi o transparencia informativa. Frente al ocultismo, la censura y la ausencia de libertad de expresión de las etapas anteriores, se fomentó la apertura informativa y la crítica a la situación existente como un revulsivo que impulsara a la sociedad soviética en la dirección de transformarla y dinamizarla.
Sin embargo, a pesar de la simpatía y el apoyo que estos cambios encontraron en los países occidentales, pues significaban un avance indudable en la distensión internacional y abrían la esperanza a una convivencia pacífica de los bloques hasta entonces antagónicos, Gorbachov no consiguió llevar adelante esta política reformadora que pretendía transformar la Unión Soviética desde dentro, empleando al propio partido comunista como orientador e impulsor del cambio.
La situación política demostró que no eran compatibles la democracia y el comunismo. Los cambios fracasaron al no lograr encontrar un punto de equilibrio entre quienes querían mantenerse en el pasado y los que querían acabar con el comunismo. La oposición a las reformas de Gorbachov se vio incrementada, además, con el surgimiento de movimientos nacionalistas en las diferentes Repúblicas que integraban la URSS, que solicitaron la independencia de la Unión Soviéfica. Todo ello desembocó en la desmembración del Estado soviético y el final del sistema comunista.
2.La evolución de los países comunistas de Europa oriental
El establecimiento de un nuevo sistema político de orientación socialista implicaba, necesariamente, la transformación radical del modelo económico capitalista.
A pesar de las diferencias que existieron desde el punto de vista económico, político y social entre los distintos países comunistas de Europa oriental, en todos ellos se puede apreciar una serie de rasgos comunes como consecuencia de la aplicación del modelo socialista soviético que todos trataron de imitar.
2.1. Rasgos económicos comunes
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, todos los países de Europa oriental presentaban un panorama ruinoso y estaban inmersos en una profunda crisis económica, como consecuencia de las destrucciones de la guerra, pero, además, al no haber tenido un proceso industrializado previo, carecían de una economía desarrollada y no disponían de recursos propios. En estas condiciones, la salida de la crisis y la reconstrucción económica pasaban, necesariamente, por el intervencionismo estatal, la planificación y la centralización, en dependencia de la Unión Soviética.
En el sector industrial se produjo una clara influencia soviética: nacionalización de los medios productivos, la banca y los transportes, y preeminencia de la industria sobre otros sectores.
Un organismo central analizaba las necesidades existentes de materias primas, energía, maquinaria y personal, establecía las producciones a nivel global, regional y empresarial, y determinaba los precios y los salarios. Para alcanzar los objetivos fijados se desarrollaban planes quinquenales a semejanza de los soviéticos.
En todos estos países se produjo un predominio del desarrollo de los sectores básicos industriales (siderúrgico, minero, eléctrico, etc.), sobre las infraestructuras y la producción de bienes de uso y consumo, que pasaron a un segundo plano. Fue esta prioridad dada a la industria pesada lo que provocó un espectacular impulso del sector industrial y la consiguiente creación de grandes complejos siderornetalúrgicos, al mismo tiempo que la población, paradójicamente, apenas se benefició del crecimiento industrial.
En general, también el sector agrícola salió perjudicado y se le dio una importancia secundaria respecto de las prioridades industriales, excepto en Bulgaria, Rumania y Yugoslavia.
Las relaciones económicas que se establecieron entre la Unión Soviética y las democracias populares europeas favorecieron claramente los intereses soviéticos. Moscú obligaba a las autoridades comunistas de estos países a fijar el precio de las mercancías y de los productos que compraba o vendía, explotando, en la práctica, en su propio beneficio los recursos y las materias primas de los Estados satélites.
La planificación de la economía de estos países no se produjo de manera autónoma e independiente, sino que, al estar diseñada por expertos soviéticos y coordinada según las directrices del Consejo de Asistencia Económica Mutua (Comecon), se subordinó a los intereses de la Unión Soviética.
A partir de la década de los sesenta, un grupo de economistas dirigidos por Liberman criticó la irracionalidad y el anquilosamiento del sistema económico soviético. Este grupo defendió la introducción de reformas relacionadas con los mecanismos de mercado y con elementos liberalizadores con el fin de lograr una mayor autogestión y una mayor incorporación al mercado mundial. Las modificaciones propuestas tendían a estimular, en la industria, la producción de bienes de uso y consumo, y, en la agricultura, a corregir las distensiones existentes y a aumentar la productividad.
A pesar del esfuerzo industrializador y de las nacionalizaciones realizadas, en todos estos países se produjeron graves problemas económicos, provocados por el desequilibrio entre el sector industrial y el agrícola, la carencia de recursos financieros, técnicos y tecnológicos, la ausencia de controles y la falta de calidad de los productos.
El estancamiento económico, la crisis casi permanente, las dificultades de abastecimiento de productos a las ciudades y la escasa productividad fueron hechos constatables en todos estos países.
La escasez de productos de uso y consumo atrayentes para la población y la falta del estímulo a la iniciativa privada se sitúan también entre las causas del retraimiento de los trabajadores y de su escasa productividad.
No obstante, en el desarrollo económico de las Repúblicas democráticas se puede observar una evolución:
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Entre 1945 y 1948 se inició la reconstrucción y colectivización de la postguerra, que se extendió durante todo el periodo estalinista. Las características más destacadas de los planes eran el control absoluto por parte del Estado y la dependencia internacional de la Unión Soviética.
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A partir de la época de Kruschev continuó el intento socializador e industrializador, si bien se introdujo una cierta liberalización y descentralización.
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Tras el derrumbamiento del sistema comunista (1989) se ha establecido una economía de mercado y libre empresa. Sin embargo, la transformación repentina de una economía planificada y centralizada en una economía capitalista y competitiva ha resultado muy difícil. No existía experiencia en este campo, ni podían crearse repentinamente las estructuras económicas que requería la nueva situación. Tampoco se contaba con las personas cualificadas que dirigiesen el proceso del cambio.
En la práctica, la desaparición del control del Estado ha provocado una confusa situación, ya que frente a la desaparición del sistema anterior no se ha consolidado el nuevo sistema, lo que ha supuesto enormes tensiones y dificultades. La producción disminuyó, aumentó el desabastecimiento urbano y el descontento social acrecentó la inestabilidad política.
En la agricultura, el proceso de la colectivización de la tierra, a través de los koljós (granjas cooperativas) y los sovjós (explotaciones estatales), no impidió la propiedad privada de pequeñas parcelas agrícolas, que tuvieron una gran importancia en la producción total. Para el conjunto de los países socialistas bajo influencia soviética, la evolución agraria pasó por varias etapas:
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De 1945 a 1949 se asistió a una reforma agraria que transformó la estructura de propiedad de la tierra impulsada por los partidos comunistas bajo el lema «La tierra para el que la trabaja». Se efectuó el reparto de la tierra de un fondo agrario nacional constituido por confiscaciones de bienes procedentes de grandes propietarios que habían colaborado con los alemanes o habían huido del país, así como de comunidades religiosas, entidades bancarias, etc. Las medidas tendentes a potenciar la pequeña propiedad tuvieron un gran éxito, sobre todo en Polonia (más de 6 millones de hectáreas), Hungría (3 millones de hectáreas) y Alemania Oriental (3,2 millones de hectáreas).
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A partir de 1949, con la instauración de regímenes comunistas y el surgimiento de la guerra fría, se produjo el establecimiento de las estructuras agrarias socialistas que exportó el modelo estalinista. Durante este periodo se inició la colectivización y la subordinación del campo al desarrollismo industrial. La colectivización abarcó a toda clase de propietarios agrarios y, aunque no fue obligatoria, se adoptaron tantas medidas contra el campesino propietario (impuestos elevados, obligación de vender la producción al Estado a bajo precio, imposibilidad de recurrir a créditos estatales, etc.), que se generalizó el sistema de los koljós: suelo e instrumentos de producción comunes, conservando el campesino como propiedad enteramente privada la casa, una parcela pequeña de tierra y algunas cabezas de ganado.
No obstante, existieron diferencias entre los países: en Hungría, la República Democrática Alemana y Rumania, la cooperativa era propietaria de la tierra; mientras que, en Bulgaria y Checoslovaquia, el campesino poseía la tierra, aunque no pudo enajenaría. La colectivización de la tierra no fue total, y los porcentajes de propiedad privada no colectivizada variaron según los países y las épocas.
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Las reformas económicas a partir de la década de los años sesenta, siguiendo la doctrina de Liberman, se dirigieron a frenar el flujo de recursos de la agricultura a la industria, reducir las entregas obligatorias, incrementar los precios agrarios, disminuir la presión fiscal, aumentar el crédito oficial, suprimir las estaciones de maquinarias y su venta a las cooperativas y potenciar el sector agrícola privado. Pero la excesiva presión fiscal del Estado y su comportamiento acaparador provocaron una falta de estímulo en los campesinos, que se dedicaron, fundamentalmente, a mejorar sus parcelas privadas, lo que relegó a un segundo plano el trabajo comunitario.
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Con la llegada de Gorbachov (1985), la caída del muro de Berlín (1989) y el derrumbamiento del comunismo, se produjo el fin de las colectivizaciones, el retorno a la economía capitalista y a la propiedad privada de la tierra.
2.2. Rasgos comunes desde el punto de vista político
El triunfo del comunismo en Europa oriental fue producto de un conjunto de circunstancias que concurrieron al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Todos estos países fueron liberados por el Ejército Rojo, cuya presencia fortaleció a los partidos comunistas. Además, la política de Stalin, para extender la revolución y crear un cinturón protector alrededor de la Unión Soviética constituido por países aliados comunistas, favoreció a los partidos comunistas e impidió que se realizasen elecciones libres en estos países. Si a todo esto se añade la no intervención de las democracias, de acuerdo con el reparto del mundo en dos zonas de influencia, y los errores y las divisiones internas de los propios partidos políticos tradicionales de estos países, se entiende la instauración de regímenes comunistas y el surgimiento de las denominadas democracias populares en el este de Europa.
Los principales rasgos políticos comunes de estas democracias populares son los siguientes:
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Instauración de un sistema político a semejanza del soviético.
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Eliminación de toda oposición al partido comunista.
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Desaparición del Estado de derecho.
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Supresión de los derechos y libertades democráticos.
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Prohibición de partidos y sindicatos, y monopolio del partido comunista, que ejerció un control absoluto del poder.
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Sometimiento político a Moscú, excepto Yugoslavia y Albania.
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Eliminación de los militantes comunistas que se apartaron de las directrices ortodoxas o fueron críticos con ellas.
En este proceso político se puede observar una evolución, iniciada con el triunfo, por medios no democráticos, de los regímenes comunistas entre los años 1945 y 1948; continuó con la consolidación de los mismos hasta la llegada de Kruschev al poder, en 1956, durante cuyo periodo comenzó la desestalinización y se permitió la aparición de una cierta oposición y de vías nacionales al socialismo, y terminó con la llegada de Gorbachov (1985), cuyo proceso de reformas (perestroika y glasnost) supuso el derrumbamiento de la ideología comunista y el triunfo de la democracia.
Más allá de los rasgos comunes expuestos, es lógico que existieran diferencias entre estos países, debido tanto al modo de incorporación al sistema comunista como a la evolución de sus estructuras.
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La República Democrática Alemana, resultado de la división de Alemania en 1949, se convirtió en un Estado «tapón» de Occidente debido a su situación geopolítica y a la división de Berlín por el muro en 1961.
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Checoslovaquia, el país de la Europa oriental más avanzado industrialmente, intentó en 1968, con la dirección de Dubcek, la experiencia del «socialismo con rostro humano», que terminó en la «Primavera de Praga» con la invasión del país por las tropas del Pacto de Varsovia.
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Polonia, dirigida por Gomulka, logró en 1956 la autorización de Kruschev para abandonar la colectivización de la agricultura (el 75 por 100 de la tierra pasó a manos particulares). La gran tradición católica y la enorme influencia del sindicalismo lograron que, por primera vez en el mundo comunista, se legalizara el sindicato Solidaridad en 1980.
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En 1956 se produjo en Hungría un levantamiento popular contra el régimen comunista. A pesar de sus promesas, Kruschev invadió y ocupó Budapest para evitar que el ejemplo cundiese en el resto de las Repúblicas. No obstante, la Unión Soviética permitió una serie de reformas económicas, con las cuales se empezó a liberalizar la economía húngara.
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Albania rompió con Moscú en 1961 y se aisló por completo del resto de Europa, adoptando un modelo de comunismo tomado de la China de Mao. La política practicada por Enver Hoxha convirtió a Albania en el país más pobre de toda Europa.
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Yugoslavia se configuró como un modelo único. El socialismo yugoslavo se desarrolló al margen de las autoridades soviéticas. Tito y sus partisanos se consolidaron en el poder y rompieron con Stalin en 1948, se negaron a someterse a la hegemonía soviética e intentaron una experiencia original dentro del socialismo, que es conocida con el nombre de socialismo autogestionario: la autoridad y el poder de decisión no procedían de la cúpula dirigente, sino del conjunto de los trabajadores.
La Constitución reconocía a los yugoslavos el derecho a decidir sobre todas las cuestiones económicas, sociales y de organización del trabajo que les afectaran. Los ciudadanos participaban directamente en la marcha y gestión de las empresas, y el Estado distribuía fondos para evitar posibles desequilibraos entre las diferentes Repúblicas.
En la agricultura se permitió que los campesinos que lo deseasen pudieran abandonar las colectivizaciones y recuperar la propiedad que hubiesen aportado, siempre que la cantidad de tierra no fuera superior a 10 hectáreas, de tal manera que en 1957 el sector colectivizado de la tierra representaba sólo el 9 por 100 del total.
El gran mérito de Tito consistió en dar sentido de unidad a un Estado constituido por un gran número de pueblos, naciones, lenguas y religiones. El Estado estaba organizado como una república federal de seis Repúblicas: Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Montenegro.
Dentro de su gran heterogeneidad, la Liga de los Comunistas, el ejército, la Constitución y el propio Tito fueron los elementos que dieron unidad y cohesionaron el conjunto. A la muerte de Tito, la crisis económica, los desequilibraos entre las Repúblicas, los nacionalismos y los deseos de hegemonizar la federación provocaron la desintegración del Estado en 1991. Sin embargo, la experiencia yugoslava había permitido el desarrollo de una sociedad más libre y un Estado más soberano de lo que fue normal en las democracias populares. La autonomía alcanzó hasta su política exterior, formando parte y dirigiendo el bloque de los Países No Alineados.
2.3. El derrumbamiento del comunismo
La perestroika y la glasnost de Gorbachov desencadenaron un movimiento que desintegró el bloque comunista. Este proceso comenzó en Polonia a principios de la década de los años ochenta y alcanzó su culminación con el derrumbamiento de su símbolo más carismático: el muro de Berlín (1989).
Las dificultades económicas por las que atravesaban todas las Repúblicas comunistas, el desabastecimiento de los mercados urbanos y la carestía de los productos de primera necesidad, la falta de libertades y derechos individuales y colectivos, los nacionalismos, la atracción del modelo de bienestar de Europa occidental, entre otros factores, provocaron un movimiento de protesta contra los Gobiernos, los partidos comunistas y su ideología, que se extendió por toda la Unión Soviética y las democracias populares.
En todos estos países, el proceso fue similar: la oposición democrática se unió contra los comunistas, presionó con huelgas y manifestaciones, obligó a la convocatoria de elecciones libres y, tras el triunfo, desalojó del poder a los comunistas e instauró sistemas democráticos.
Los problemas económicos y sociales no se han solucionado en todos los países y muchas miradas nostálgicas se vuelven al pasado. Europa se ha transformado profundamente con esta revolución. Nuevos Estados han surgido en la Unión Soviética o Yugoslavia, y Checoslovaquia se ha dividido en la República Checa y Eslovaquia. No obstante, la nueva situación no está consolidada definitivamente.
3. El caso e China
En la formación de la moderna China se pueden distinguir tres procesos revolucionarios:
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La revolución política de 1911. Sun Yat-sen puso fin al régimen imperial e implantó la República.
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La revolución nacionalista de 1927. El partido político fundado por Sun Yat-sen (Kuomintang), bajo la dirección de Chang Kaishek, se transformó en el partido hegemónico y rompió con el Partido Comunista Chino (1927).
Los comunistas, bajo la dirección de Mao Zedong y Zhou Enlai, pasaron a la clandestinidad y ganaron influencia en el medio rural y entre la población campesina. Entre 1934 y 1935 realizaron la «Larga marcha», atacados y diezmados durante la misma por las fuerzas nacionalistas del Kuomintang. Chang Kai-shek tuvo que cesar la lucha anticomunista para formar un frente nacional que combatiera a los japoneses.
Tras la rendición de los japoneses en 1945, estalló la guerra civil, que concluyó en 1949 con la derrota definitiva de Chang Kai-shek y su huida a la isla de Taiwan (Formosa). Al éxito de los comunistas contribuyó la adhesión de masas de campesinos, que, descontentos con la presión impositiva que recaía sobre ellos, fueron atraídos por la reforma agraria.
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La revolución comunista de 1949. Se proclamó la República Popular China, con capital en Pekín, bajo la dirección de Mao hasta su muerte (1976). Durante este periodo se produjeron los siguientes acontecimientos:
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La instalación del nuevo régimen. La República Popular China, proclamada por Mao en Pekín el 1 de octubre de 1949, se define como democracia popular, según el modelo de la Unión Soviética recogido en la Constitución de 1954. El Partido Comunista Chino se convirtió en el elemento motor de la vida pública, desde la fábrica y la aldea hasta la cabeza del Estado. Durante esta época, se eliminó a la oposición y se educó ideológicamente a las masas. No obstante, siguieron existiendo pequeños partidos de centro, muy influyentes entre la burguesía y los intelectuales. Durante la campaña del «Movimiento de las cien flores» (1957), dirigida a intelectuales, escritores y artistas, se pretendió suscitar su cooperación en la construcción del socialismo.
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La reconstrucción nacional. Se emprendió un ambicioso programa de desarrollo económico, a través de planes quinquenales que pusieron el acento en la industria pesada. En un principio coexistieron las empresas estatales, el capitalismo privado, los pequeños productores y las cooperativas dirigidas por el Gobierno. Más tarde se abolió la propiedad privada agraria, comercial e industrial, lo que desembocó en una economía colectivizada, sobre todo en la agricultura, a través de cooperativas y comunas populares.
Con el primer plan quinquenal de 1953, China entró en la era de transición hacia el socialismo, lo que provocó la nacionalización de la industria pesada y ligera. El segundo plan, basado en la campaña del «Gran salto adelante», tuvo como objetivo doblar y triplicar el ritmo de crecimiento de la producción industrial.
3. Campañas para acabar con la contrarrevolución. Dirigidas contra la corrupción, la burocracia, la burguesía, los comerciantes e industriales contrarrevolucionarios, y para la educación ideológica de intelectuales y universitarios.
4 Integración en el campo socialista, a través de una serie de tratados de alianza y amistad con Moscú y una política contra el imperialismo y el capitalismo. No obstante, muy pronto aparecieron divergencias ideológicas con Moscú que provocaron la ruptura y el enfrentamiento. Zhou Enlai alcanzó un gran protagonismo en la Conferencia de Bandung (1955), y China pasó a desempeñar un importante papel dentro del Tercer Mundo y del bloque de los Países No Alineados.
5. El enfrentamiento, dentro del partido, entre radicales y moderados desembocó en la revolución cultura¡ (1966-1975), que significó la búsqueda de una nueva vía revolucionaria para lograr una revolución permanente. La revolución cultural trajo consigo una campaña de depuración en el Partido Comunista Chino y un golpe de fuerza de Mao para mantener el control contra los dirigentes que se le oponían. Se produjo un auténtico culto a la personalidad y el pensamiento de Mao, «el gran timonel». Los guardias rojos, jóvenes movilizados para mantener la pureza de la revolución, se hicieron dueños del país y atacaron todo lo antiguo, lo burgués y lo extranjero. Los comités revolucionarios se extendieron por todas partes, y un movimiento de masas convulsionó toda China.
Tras la muerte de Mao (1976), el poder pasó a manos de los moderados, como Deng Xiaoping, que iniciaron una transformación de la herencia de Mao. La época postmaoísta se caracterizó, en política interior, por el comienzo de la desmaoización y por una revolución económica, que supusieron la desmitificación de Mao, la crítica a su actuación y a su labor realizada, así como la paulatina liberalización industrial, agrícola y comercial. En 1982, el XII Congreso del partido puso fin oficialmente al maoísmo, estableció las nuevas orientaciones políticas y económicas del régimen y aprobó la elaboración de una nueva Constitución. Se permitió y estimuló la propiedad privada, el libre mercado y la apertura al comercio exterior, produciéndose un ritmo de crecimiento económico realmente extraordinario; sin embargo, al no permitirse un paralelo proceso democrático, surgieron contradicciones y protestas, como los disturbios de la plaza de Tiananmen.
China también modificó su política exterior, con el establecimiento de unas relaciones internacionales más dinámicas y aperturistas: comunicación más distendida con la Unión Soviética, mejores relaciones con Occidente y relaciones diplomáticas y acuerdos de cooperación con Estados Unidos.
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