Filosofía y Ciencia


Ética para Amador; Fernando Savater


El autor: Fernando Savater

Fernando Savater, hijo de padre granadino y madre madrileña, nació en San Sebastián en 1947. Es catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y autor de gran cantidad de libros de distintos géneros. Escribe en periódicos y revistas e incluso es codirector de la revista “Claves de la razón práctica”. Ha sido profesor invitado y conferenciante en muchos países, no sólo latinoamericanos, sino de todo el mundo, como Bélgica, Japón, EEUU, Dinamarca, etc. Es un gran pensador y un escritor que, a través de sus libros y demás escritos, ha sabido dar a conocer a los jóvenes materias tan poco populares como la filosofía, la ética y la política. Ha sido definido en ocasiones por otros como filósofo del sentido común por su capacidad de acercar a todo el mundo de forma sencilla las cuestiones fundamentales de la vida. Conserva aún las ganas de cambiar aquello que no le gusta, desde el periódico del colegio madrileño del Pilar, donde estudió, hasta la situación de violencia que se vive actualmente en el País Vasco, en lo cual toma parte muy activa, al estar siempre al frente de la plataforma en contra de ETA “¡Basta ya!”.

Ha ganado numerosos galardones, entre ellos: Premio Nacional de Ensayo (1982), Premio de Ensayo “Mundo”, Premio Francisco Cerecedo (1997) de la Asociación de Periodistas Europeos, Premio Van Praag (1997) de la Humanistich Verbond de Holanda, finalista del Premio Planeta (1993), etc.

Resúmenes de los diferentes capítulos

Aviso antipedagógico

Lo primero de lo que Fernando Savater nos advierte es de que este libro no es un libro de texto de ética para el colegio, en el que aparezca información de corrientes filosóficas con sus principales autores, ni un manual moral con el cual solucionar de forma rápida y cómoda todos los problemas que surgen a lo largo de nuestra vida, ya que, como él dice, la ética no termina los debates, sino que los empieza. La ética debe ser parte de la educación de cualquier persona, no sólo de aquéllas que decidan estudiar Filosofía en la Universidad. Finalmente, Savater dice que el libro es algo personal y subjetivo, pensado para los adolescentes.

Prólogo

Este prólogo es una explicación del autor a su hijo Amador acerca de por qué ha escrito el libro. Dice que siempre ha querido contarle muchas cosas, pero que a veces se las calla por no agobiarle, pues él es consciente, según un ejemplo que pone, de que los padres a menudo dan bastante la lata a los hijos, y no quiere ser de esos padres que intentan ser el mejor amigo de sus hijos, ya que los hijos deben tener sus propios amigos. Por ello es por lo que escribe este libro, ya que así su hijo podrá enterarse de lo que él le quiere contar cuando quiera y como quiera, leyendo el libro. Y eso de lo que le quiere hablar es la ética. Es la respuesta a la pregunta que Amador le hizo muchos años atrás sobre qué estaba maquinando su padre escribiendo frente al ordenador. Finalmente, Savater dice que la lección principal que le quiere transmitir a lo largo del libro es la de tener confianza siempre en sí mismo.

Capítulo primero: De qué va la ética

El tener conocimientos acerca de determinadas ciencias o aficiones depende del interés que tenga cada uno en esas ciencias o aficiones, es decir, que se puede vivir sin esos conocimientos, pero hay ciertos conocimientos que son esenciales para vivir: “Se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir”. Entre esos conocimientos esenciales está el saber que hay cosas que nos convienen (buenas, nos sientan bien) y cosas que no (malas, nos sientan mal), y saber qué es lo bueno y lo malo es algo que todos intentamos. Hay cosas que todos aceptamos como buenas o malas, pero a veces ocurre que algunas cosas parecen ser buenas y malas a la vez.

En cuanto a saber vivir ocurre lo mismo. Para algunos lo importante es una cosa (los demás, la salud…) y otros piensan que sin otras cosas (dinero, inteligencia…) es imposible vivir. Pero en lo que se está de acuerdo es en que lo que vaya a ser nuestra vida se corresponderá en parte con lo que nosotros queramos que sea, lo cual no ocurre con los animales, que están programados. Fernando explica esto comparando a las termitas-soldado, que mueren defendiendo a las demás termitas, con Héctor, el guerrero troyano que se enfrenta a Aquiles a sabiendas de que seguramente morirá por ello (lo cual en efecto ocurre) para defender Ilio del ataque de los aqueos. La diferencia está en que las termitas no pueden decidir si desean morir o no mientras que Héctor era libre de decidir luchar o seguir viviendo. Aunque los hombres, como el resto de los animales, presenten un programa (sabemos que hay cosas que no debemos hacer, el lenguaje condiciona el pensamiento, se nos educa en ciertos hábitos y costumbres…), siempre pueden decidirse por algo que no esté en el programa, tienen libertad. En cuanto a esta libertad, podemos decir que no podemos hacer cualquier cosa que deseemos, pero que siempre podemos elegir entre varias opciones. Hay que aclarar que no podemos decidir lo que nos pasa, sino que podemos actuar de un modo u otro frente a eso y también que ser libre para intentar hacer algo no quiere decir que lo vayamos a conseguir.

Por tanto, los humanos, a diferencia de los animales, podemos elegir nuestra forma de vida y debemos intentar conseguir un saber vivir que nos permita acertar, a lo cual llamamos ética.

Capítulo segundo: Órdenes, costumbres y caprichos

Cuando hacemos algo es porque preferimos hacer eso a otra cosa, y no siempre ocurre que eso sea lo que queremos hacer. El autor, para explicar esto, pone el ejemplo de un capitán de barco que debe elegir entre salvar la carga del barco en el que navega o la tripulación. Aunque, como el mismo Savater reconoce, la mayoría de los actos que realizamos a lo largo del día no los realizamos tras una larga deliberación, sino que son casi instantáneos. Los motivos que explican los diferentes actos pueden ser de cuatro tipos: órdenes, costumbres, caprichos y motivos funcionales (los cuales explican la realización de actos cuyo fin es realizar otros; ej.: coger el autobús para ir al colegio), pero sólo se nos habla de los tres primeros.

Las órdenes, costumbres y caprichos son los motivos que hacen a la persona preferir hacer algo en lugar de otra cosa. Las órdenes explican un acto refiriéndose a lo que otra persona le ha mandado hacer a uno y sacan su fuerza del miedo a la represalia o incluso del afecto que uno siente por la persona que ordena. Las costumbres explican los actos acudiendo a lo que habitualmente hace todo el mundo, lo que da mayor comodidad a la hora de seguir una rutina, pero también podrían considerarse, en cierto modo, como obediencia a un tipo de órdenes, como se demuestra en la presión que ejercen las modas. Las órdenes y costumbres proceden ambas del exterior, mientras que los caprichos salen del interior de uno. Por esto la gente suele considerar que es más libre al realizar un capricho que al seguir una orden o una costumbre, pero en realidad no está claro cuál de los motivos es el más libre.

Pero ocurre a veces (como con el capitán de barco que se usa como ejemplo) que uno se encuentra en una situación excepcional en la cual no puede solucionar la deliberación acerca de cómo actuar acudiendo a órdenes, costumbres, caprichos, o motivos meramente funcionales. ¿Cómo se debe actuar entonces? El autor deja la cuestión sin resolver, anunciando que ya intentará responderla más adelante.

Capítulo tercero: Haz lo que quieras

Como se ha mencionado antes, hay ocasiones en las que tanto órdenes, como costumbres, caprichos y motivos funcionales no son motivaciones satisfactorias a la hora de actuar adecuadamente. Todo esto lleva a la cuestión de la libertad. La libertad es decidir y tener conciencia de ello, para lo cual es necesario preguntarse dos veces, en cada acto, el porqué de ese acto. La primera respuesta será del tipo de orden, costumbre o capricho, pero la segunda vez debemos preguntarnos por qué seguimos esa orden, costumbre o capricho. A veces lo que nos mandan o la costumbre que se suele seguir no nos parece conveniente y en ocasiones tenemos el capricho de hacer cosas que pronto se vuelven contra uno y terminamos arrepintiéndonos. En definitiva: una acción nunca es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho, sino que para saber si algo es conveniente o no debemos examinar a fondo el hecho y razonar por nosotros mismos. Aunque la palabra “moral” etimológicamente tenga que ver con las costumbres y órdenes, éstas deben dejarse a un lado si queremos aprender a usar nuestra libertad de manera adecuada. El autor menciona también que, aunque moral y ética no tengan igual significado, él utilizará ambas palabras indistintamente como sinónimos de “arte de vivir”.

Las palabras “bueno y “malo” tienen significados distintos dependiendo de a qué se atribuyan. Cuando se habla de que un objeto es bueno o de que alguien es bueno en su oficio todos entendemos qué se quiere decir, pero esto no ocurre para decir que alguien es bueno como ser humano. Esto es debido a que no sabemos para qué sirven los humanos, o qué servicio deben prestar, ya que si un objeto con una finalidad cumple con ella, es bueno, pero el hombre no es un instrumento para conseguir algo. Por ello decimos que hay muchas formas de ser bueno en los humanos y, para saber si alguien lo es o no, habría que tener en cuenta todas las circunstancias de sus actos y sus intenciones.

Teniendo ya en cuenta que en la ética no nos guían ni órdenes, ni costumbres, ni caprichos y que tampoco hay una forma clara de llegar a ser bueno, ¿qué hacer? Finaliza el capítulo con el ejemplo de la abadía de Theleme, que aparece en la obra “Gargantúa y Pantagruel” en la cual la única norma era: “Haz lo que quieras” y diciendo que ésa es la principal norma que, en realidad, presenta la ética.

Capítulo cuarto: Date la buena vida

Lo que el autor quiere decir con hacer lo que uno quiera es que debemos plantearnos el asunto desde dentro y olvidarnos de órdenes, costumbres, premios y castigos, que sólo sirven para perder la libertad. Pero se puede entender ese “Haz lo que quieras” por una norma, lo cual contradice lo que expresa esa norma y constituye el verdadero problema de nuestra libertad: estamos obligados a ser libres, pues aunque prefiramos seguir órdenes sin decisión ninguna, estamos eligiendo libremente seguir ese tipo de vida. Pero no debemos confundir el “Haz lo que quieras” con los caprichos, pues éstos responden habitualmente a deseos momentáneos y pasajeros, mientras que lo que uno quiere puede no corresponderse con un capricho. Para explicar esto, Savater pone el ejemplo de Esaú, que cede sus derechos de primogénito a su hermano Jacob a cambio de un plato de lentejas. Pero lo hace porque piensa en lo breve de la vida, lo que, en realidad, le lleva a menospreciarla de tal forma que prefiere las lentejas a la vida misma. Pero entonces Esaú no hace lo que quiere, sino que está condicionado por la muerte.

Para seguir la ética lo que hay que hacer es darse la buena vida, pero una buena vida humana, y eso implica una buena vida entre seres humanos. Queremos ser humanos y ser tratados como tales, ya que el ser humanos depende también de lo que hacemos entre humanos. El lenguaje es la base de la realidad cultural del hombre y se realiza entre hombres (y mujeres, aunque creo innecesaria esta aclaración). Hablar y escuchar a alguien es darle un trato humano. Nadie quiere ser tratado como un animal u objeto. En definitiva, lo que nos convierte en humanos es algo recíproco; los demás nos hacen humanos y, a la vez, nosotros les hacemos humanos a ellos. Por tanto, para darme la buena vida puede que sea necesario que yo dé la buena vida a los demás. Finalmente aparece el ejemplo de “Ciudadano Kane”, película en la cual, el protagonista, aun habiendo vivido en la abundancia y riqueza (pero solo), lo que recuerda antes de morir es el trineo con el que jugaba de niño, cuando aún conservaba el trato con el resto de la gente, es decir, cuando iba encaminado hacia la buena vida.

Capítulo quinto: ¡Despierta, baby!

Tanto Esaú como Kane hicieron lo que quisieron, pero ninguno se dio la buena vida y, sin embargo, si les hubiésemos preguntado qué era lo que en realidad deseaban hacer habrían dicho que darse la buena vida. Por tanto, podemos decir que no está claro qué es eso de la buena vida. Querer la buena vida no es cualquier querer. Esaú sacrifica aspectos importantes de su vida por el peso de la muerte, la cual siempre simplifica mucho las cosas. Querer cosas es muy simple, mientras que la vida es una continua complejidad. Kane, en cambio, era ambicioso, y manejaba hombres por conseguir cosas. Savater pone un ejemplo en el que un sabio le hace comprender a su discípulo que las cosas que poseemos nos poseen en cierto modo también a nosotros. Y eso es lo que le pasaba a Kane. Además, creía que tener poder era tratar a las personas como cosas, y ahí reside la complejidad de la vida: en que las personas no son cosas.

De las cosas sólo pueden sacarse cosas. Si sólo fuésemos cosas, con lo que las cosas pueden darnos nos bastaría, pero como no somos cosas necesitamos “cosas” que no están en las cosas, como el respeto, la amistad y el amor. Y todo esto sólo nos lo pueden proporcionar las otras personas. Pero si tratamos a las personas como cosas, sólo obtendremos cosas. Debemos tratar a las personas como tales, con lo cual tendremos, al menos, el respeto de nosotros mismos y el derecho de reivindicar el que a nosotros también se nos trate como personas. Para la buena vida son necesarias las cosas y las personas, y es necesario tratar a las cosas como cosas y a las personas como personas.

Por todo esto es necesario poner atención y reflexionar acerca de cómo alcanzar esa buena vida, intentando comprender la vida con todas sus complicaciones. Tal vez la moral se refiera a que es necesario intentar entender por qué hay cosas que nos convienen y otras que no, comprender de qué va la vida y qué puede llegar a hacerla buena, para lo cual es necesario hablar y relacionarse con los demás. Pero las decisiones deben surgir de uno mismo: nadie puede ser libre por nosotros.

Capítulo sexto: Aparece Pepito Grillo

Tenemos la obligación en la vida de no ser imbéciles. Hay distintos tipos de imbéciles: el que cree que no quiere nada y todo le da igual, el que cree que lo quiere todo, el que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo, el que sabe lo que quiere pero sin fuerza y termina haciendo lo que no quiere y el que quiere con fuerza, pero demasiado, y termina engañándose sobre la realidad. Todos ellos necesitan apoyarse en cosas externas a ellos. Para evitarlo necesitamos poner atención y esforzarnos por aprender. Hay que tener conciencia, de la cual, aunque aparezca de forma innata de diversas formas, todos poseen un mínimo necesario. Ésta consiste en:

  • Saber que, para vivir bien, no todo da igual

  • Fijarse en si hacemos realmente lo que queremos hacer

  • Desarrollar un buen gusto moral

  • No intentar no ser libres y ser responsables de nuestros actos

Lo malo es aquello que no nos permite vivir la buena vida, por lo que evitar el mal es una especie de egoísmo. Pero los verdaderos egoístas no son tan malos como los popularmente conocidos como egoístas, sino que son los egoístas que no son imbéciles, los que quieren lo mejor para sí mismos, es decir, la buena vida. Los egoístas que quieren darse la buena vida a base de fechorías (como Kane; Calígula, que cometía crímenes para satisfacer sus caprichos; o RicardoIII, que mató a todos los varones de su familia que se interponían en su camino a la corona) no son propiamente egoístas, sino imbéciles.

En ocasiones (como le ocurrió a Ricardo III) lamentamos haber actuado mal aunque estemos seguros de que no va a haber castigo alguno, y en eso es en lo que consisten los remordimientos. Aunque, en realidad, saber que uno está haciendo algo que va en contra de lo que quiere hacer ya es un castigo. Podemos engañar a los demás haciendo creer que no hemos actuado mal, pero no nos podemos engañar nosotros mismos. Los remordimientos son el descontento que sentimos al utilizar mal nuestra libertad. Casi todo el mundo intenta excusarse de sus malas acciones acudiendo a lo irresistible de las circunstancias en que se desarrolló el acto, pero lo irresistible no existe, sino que es algo creado por quienes tienen miedo de su libertad.

A nadie le ha tocado vivir en tiempos favorables para actuar bien, por lo que se deben aceptar las circunstancias de cada uno e intentar llevar una buena vida siendo responsable. Lo importante de la responsabilidad no es sólo la honradez del que admite sus malos actos, sino también darse cuenta de lo real de la propia libertad y de que cada acto que realizo me va definiendo y deja huella en mí. Por ello debemos ir cogiendo la costumbre de actuar bien, con lo que cada vez nos será más difícil obrar mal.

Capítulo séptimo: Ponte en su lugar

Robinson Crusoe vivía sólo y se creía completo habiendo conseguido adecuar las cosas y fieras a sus necesidades, pero cuando descubre que hay un humano todo cambia, porque es un semejante, alguien como él, y no se le puede tratar como a una cosa. Es ahí cuando salen los problemas éticos, ya que no sólo se trata de sobrevivir, sino de vivir humanamente, entre hombres, y la ética se ocupa de cómo vivir esa vida. Robinson y Viernes eran completamente diferentes (cultura, rasgos físicos…), pero también poseían rasgos fundamentalmente semejantes: lenguaje (aunque hablaran lenguas distintas), capacidad de determinar que algo está bien o mal (aunque lo que estaba bien para uno fuera malo para el otro), etc.

No está clara cuál es la mejor manera de comportarse con respecto a los hombres, ya que, dependiendo qué hombres sean, y cuáles sean sus intenciones, deberemos actuar de forma distinta, ya que algunos podrían querer actuar en contra tuya. Marco Aurelio decía que cada día nos encontraremos con ladrones y asesinos, pero deberemos tratarles como personas porque les necesitamos, pues sin ellos podría vivir, pero no vivir humanamente. Este emperador decía :

  • Que quienes roban o matan no dejan de ser humanos que se comportan de manera poco recomendable.

  • Que los humanos tenemos gran capacidad de imitación y que nuestra cultura presenta muy poco de invención pero mucha imitación.

Los malos son lo que tratan a los demás humanos como enemigos, en vez de buscar su amistad. Frankenstein decía que era malo porque era desgraciado. Y en realidad eso es lo que ocurre con la gente mala, ya que nunca se ve que salgan personas malas de donde hay felicidad. Por tanto, para evitar que nuestros semejantes sean malos o nos traten como enemigos, deberemos hacer que se sientan felices. Ya que los que se aprovechan de los demás sólo consiguen beneficios a un muy corto plazo, mientras que el que hace felices a los demás conseguirá su amistad.

Tratar a las personas humanamente consiste en ponerse en su lugar, comprenderles desde dentro, tener en cuenta sus derechos y entender sus razones. Consiste en tomar al otro en serio, en considerarle tan real como a ti mismo. Debemos tener nuestros propios intereses, pero nada será tan interesante como la capacidad de ponerse en el lugar de aquéllos con lo que tus intereses se relacionan. Pero en ningún caso debemos ser iguales a los demás, sólo comprenderles, siguiendo siendo nosotros mismos. Ponerse en el lugar de otro tiene que ver con la justicia, que, en este caso, se refiere a lo que debemos hacer por entender lo que los demás pueden esperar de nosotros.

Capítulo octavo: Tanto gusto

Habitualmente, cuando alguien habla de que algo es “moral” o “inmoral”, se está refiriendo a algo relacionado con el sexo. En realidad, quien considera que hay algo de “inmoral” en el sexo es el que cree que es malo disfrutar. Somos un cuero sin cuya satisfacción no podemos encontrar la buena vida. Pero el sexo, en sí, no tiene nada de “inmoral” ni de animal, ya que su uso fuera del sentido de procreación es exclusivamente humano. Lo que se esconde tras esas acusaciones de “inmoralidad” sexual es el miedo al placer. Desde antiguo ha existido este miedo, ya que en ocasiones el placer nos distrae en exceso, lo cual puede resultar muy mal. De ahí que desde siempre hayan existido tabúes y restricciones en lo que se refiere al placer. Hay quienes disfrutan no dejando disfrutar a los demás, y a esos se les llama puritanos, quienes afirman que algo es bueno si no nos gusta hacerlo, por lo que sólo cuando lo pasamos mal estamos viviendo la buena vida.

Montaigne decía: “Hay que retener el uso de los placeres de la vida, que los años nos quitan de las manos”. Aquí cabe destacar que es necesario pasarlo bien en cuanto se pueda, sin esperar a más tarde, disfrutando del presente. Pero no hay que buscar hoy todos los placeres, sino buscar todos los placeres de hoy. También hay que señalar que hay que hacer uso de los placeres, es decir, disfrutar de ellos teniendo siempre control sobre lo que hacemos, sin que ello nos controle a nosotros. La diferencia entre “uso” y “abuso” es que cuando usas un placer enriqueces tu vida, mientras que si abusas de él, lo que haces es ir empobreciéndola. El placer es una especie de muerte que nos hace nacer después más vivos y mejores. Pero debemos desconfiar de los placeres cuya esencia es morir o estar expuesto a ello, ya que consisten en una especie de castigo o trampa de la muerte.

Lo mejor que podemos obtener de un placer es la alegría, que es un “sí” espontáneo a la vida, a lo que somos o a lo que sentimos ser, una experiencia que abarca placer y dolor, muerte y vida. Hay que poner el placer al servicio de la alegría y al arte de hacer eso se le llama templanza. Pero en la actualidad no es muy común, ya que, con templanza, se obtienen moderados, pero existen más abstemios que moderados debido a que es más fácil prohibir o evitar el placer que aprender a usarlo de forma adecuada.

Capítulo noveno: Elecciones generales

La ética sirve para mejorarse a uno mismo, no para criticar y acusar a los demás, pero, sin embargo, los políticos son constantemente acusados de actuar sin ética y suelen tener mala fama. Esto es debido a que están en puestos importantes y a la vista de todos, y tienen mayores posibilidades para cometer abusos que el resto de la gente. Además, los políticos acostumbran a prometer más de lo que después podrán cumplir y, por tanto, al no cumplir sus promesas los ciudadanos que confiaban en ellos terminan decepcionándose.

La ética y la política se relacionan, ya que la primera es el arte de elegir lo que nos conviene y nos permita vivir bien, y la segunda pretende organizar lo mejor posible la sociedad para que podamos elegir lo que nos conviene. Pero también presentan diferencias: la ética trata de uno mismo y su libertad, mientras que la política trata de coordinar adecuadamente lo que hacen muchos con sus libertades; en ética lo importante es querer bien y lo que uno hace porque quiere, pero en la política lo que importa son los resultados de las acciones, sin tener en cuenta sus motivos… La ética nunca puede esperar a la política, es decir, que no se puede esperar a que todo lo que nos rodea sea perfecto y maravilloso para intentar ser verdaderamente humanos y comportarnos como tales. ¿Y cuál es la organización política más adecuada para vivir bien desde un punto de vista ético? Para responder habría que tener en cuenta lo siguiente:

  • La ética parte de la libertad y, por ello, el sistema político deseable deberá estar basado en eso mismo, en la libertad, y respetarla ya que nuestro mayor bien es ser libres.

  • Para alcanzar la buena vida es necesario tratar a la gente como semejantes, ponerse en el lugar de los demás, y a eso lo llamamos justicia. No puede haber un sistema político decente que no impulse la justicia en la sociedad.

  • Respetar al otro poniéndonos en su lugar no sólo consiste en reconocer su dignidad, sino también darnos cuenta de sus dolores y ayudar a evitarlos. Por ello, un régimen político deseable garantizará la asistencia a los que sufren y a los que no pueden hacer las cosas por sí mismos, conservando su dignidad y libertad.

Quien pretenda conseguir la buena vida para sí mismo debe desear que el sistema político existente se base en la libertad, la justicia y la asistencia. Los derechos humanos son esas exigencias mínimas que debe cumplir la sociedad, impuestas por la democracia moderna.

Epílogo: Tendrás que pensártelo

En este epílogo el autor cierra el libro. Dice que lo principal del mensaje que quería transmitir queda dicho. Advierte de que no se debe tomar el libro demasiado en serio, ya que puede que ni siquiera sea un libro de ética. Pero recuerda que debe tener en cuenta el tema principal, es decir, lo que puede hacer uno con la vida. No hay que perderse pensando en si la vida tiene sentido o si merece la pena vivir. La vida tiene sentido, va hacia delante y hay que reflexionar y fijarse en lo que se hace, aprendiendo de ello. La ética parte de la vida y lo que hace es reforzarla y enriquecerla. Lo principal del libro es la pregunta de cómo vivir mejor, la cual cada uno debe intentar responder por sí mismo por tres razones:

  • Porque ni siquiera el autor, como él mismo dice, sabe vivir bien.

  • Porque vivir no es una ciencia exacta, sino una especie de arte.

  • Porque la buena vida no es algo general, sino que cada cual debe ir inventando la suya.

No existe un manual para llevar una buena vida, y no hay que utilizar la ética como tal. La ética lo único que dice es que debemos buscar y pensar por nosotros mismos, en libertad, responsablemente. El autor termina dando el consejo de tener confianza y de elegir siempre aquello que nos abra más posibilidades de elección en el futuro.

Apéndice: Diez años después: Ante el nuevo milenio

Savater pasa aquí a dirigirse a nosotros los lectores, ya que su hijo ya tiene veinticinco años. Dice que el libro no fue escrito principalmente para Amador, sino para el resto de lectores adolescentes. Ante la pregunta que cree que los adolescentes se realizan acerca de qué pasará con la ética en este nuevo milenio responde que no cree que nada va a cambiar debido a que el año presente números diferentes, ya que no son los años los que determinan que haya algo importante en ellos, sino los acontecimientos importantes los que hacen importante al año en el que ocurren. Y por tanto no cambian los principios éticos (como se demuestra con un cuento en el que un emperador chino pierde su vida en que unos sabios le preparen toda la información sobre su pueblo para gobernar bien, con lo que al final no tiene tiempo para hacerlo), sino que lo que cambian son las interpretaciones y adaptaciones a la vida de cada época.

El ser humano existe como individuo, como sociedad y como especie. Antiguamente se consideraba más importante la sociedad que el individuo. Pero en la actualidad lo que más se tiene en cuenta la especie. Estamos tendiendo hacia una relación cada vez mayor entre todo el mundo. Cada vez encontramos más “extraños” alrededor nuestro: extranjeros, inmigrantes, etc. pero tenemos la obligación de ser hospitalarios con ellos, porque nosotros también somos extraños a ojos de ellos. Y tal hospitalidad alude también a la conservación del hogar, en este caso, de nuestro planeta. Además, será lo que hospede a nuestros descendientes, con lo que debemos tener en cuenta eso y cuidar de ello también. Finalmente, el autor se despide.

Vocabulario

  • Deontología: Ciencia que estudia los deberes.

  • Parricidio: Delito del que mata a sus ascendientes, descendientes o a su cónyuge.

  • Gresca: Riña, bulla.

  • Flete: Carga de un buque.

  • Pragmatismo: Método filosófico según el cual el único criterio válido para juzgar la verdad de toda doctrina científica, moral o religiosa, se ha de fundar en sus efectos prácticos.

  • Congénere: Del mismo género, del mismo origen o de la propia derivación.

  • Ecuanimidad: Imparcialidad de juicio.

  • Lacra: Secuela o señal de una enfermedad o achaque.

Opinión personal

Ya que todo lo que voy a decir acerca del libro acerca del cual acabo de realizar este trabajo es lo “típico” que se suele decir, pero es realmente lo que pienso. Creo que este libro está muy bien. Creo que el autor tiene muy claro a quién va dirigido, cómo debe expresar su mensaje y cuál es ese mensaje. Como va dirigido a adolescentes que no han recibido gran cantidad de estudios filosóficos, todo lo que cuenta está expresado de forma que todos lo pueden entender, en un tono ameno que hace que no se rechace el libro desde un principio debido a lo poco popular de la materia de la que trata. Pero está claro que lo que cuenta no es doctrinal ni abarca todos los aspectos de la ética. Pero todo eso ya lo acepta el mismo Savater. De hecho nos advierte para que no creamos que esa es su intención al escribir el libro, e incluso llega a decir que puede que no sea siquiera un libro de ética. Es capaz de decir que posiblemente, el libro que ha escrito sobre un tema, no trate acerca de ese tema. De forma que trata en realidad, como él dice de un consejo para vivir bien: buscar uno mismo la forma de vivir bien. Y, aunque en principio parece una tontería, el libro deja claro que eso es realmente lo que se debe hacer.

Bibliografía

- SAVATER, Fernando: Ética para Amador, Ariel, Barcelona, 2001

- Diccionario de la lengua española, Real Academia de la Lengua, Madrid, 1992

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Enviado por:Javi Rodríguez
Idioma: castellano
País: España

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