Psicología
Estructuras Clínicas y Trastornos de la Personalidad
Estructuras Clínicas y Trastornos de la Personalidad
La nosología Freudiana
Primera nosología: neuropsicosis de defensa/ Neurosis actuales.
Segunda nosología: Psiconeurosis/Neurosis actuales.
Tercera nosología: Neurosis/Psicosis Lacán (Fenómenos del lenguaje)
NEUROSIS
Origen del término “fenómenos nerviosos”
Freud: Formación de síntomas (defensa, series complementarias)
Histeria: Solicitación somática, Ataque histérico, diagnóstico diferencial con epilepsias
N. Obsesiva
N. De angustia Ataques de pánico.
Fobias
PERVERSIÓN Estructura psicopática
Origen del término, objeto sexual, variaciones del objeto sexual.
DEPRESIÓN Diferencia entre duelo y melancolía
PSICOSIS
Sintomatología clínica de la neurosis de angustia.
1. La excitabilidad general.
2. La espera angustiosa.
3. El ataque de angustia.
4. Los ataques de angustia rudimentarios y los equivalentes del ataque de angustia: perturbaciones de la actividad cardíaca, de la respiración, sudor, temblores y convulsiones, etc.
5. El “pavor nocturnus” de los adultos.
6. El ataque de vértigo o mareo.
8. Las perturbaciones (pocas pero muy características) de la actividad digestiva (náuseas, congestiones, diarreas,…), y resalta que “la neurosis de angustia ejerce sobre el estómago y el intestino una influencia contraria a la de la neurastenia”, lo que apoya una vez más su justificación de separar ambas entidades nosológicas.
9. Las parestesias y una especie de “conversión” que recuerdan a la histeria.
“Sobre la base de la espera angustiosa, por un lado, y por otro de la tendencia a los ataques de angustia y de vértigo, se desarrollan dos grupos de fobias típicas, referente uno a las amenazas fisiológicas generales y otro a la locomoción.”
En el primer grupo de estas fobias nos dice que la angustia disponible simplemente intensifica repugnancias comunes a todos los hombres, como el miedo a las serpientes, a las tormentas, a los insectos, etc., pero que no adoptan el carácter que se observa en el obsesivo a menos que se asocien con la reminiscencia de un suceso anterior (es de suponer de la infancia) que sorprendió al enfermo, y no solamente porque en él perdurase la impresión violenta. “O dicho de otro modo, tales impresiones sólo conservan su fuerza en personas enfermas de `espera angustiosa'”.
En el segundo grupo de fobias incluye la agorafobia y todas las referentes a la locomoción, donde dice que con frecuencia encuentra en su base un ataque anterior de vértigo, aunque quizás no sea una premisa indispensable.
“
“Pero en las fobias de la neurosis de angustia es este afecto siempre el mismo, la angustia, y no procede de una representación reprimida, demostrándose tan irreducible por medio del análisis psicológico como rebelde a toda acción psicoterapéutica. Así, pues, el mecanismo de la sustitución no es aplicable a las fobias de la neurosis de angustia.”
Cuando la fobia se presenta en un caso de neurosis obsesiva (o de histeria, es decir, en alguna “psiconeurosis”), sí es accesible a la terapia porque eso implica que hay alguna representación reprimida y estable que se puede intentar buscar con la técnica de la asociación libre, pero cuando se encuentra en un enfermo de neurosis de angustia (enfermedad que queda junto a la neurastenia propiamente dicha del lado de las antiguas neurosis en el sentido de la psiquiatría clásica, a las que Freud pasará a denominar neurosis actuales”), entonces es una manifestación casi directa de la angustia, es decir, en estos casos la fobia se puede referir a muchas situaciones u objetos de manera muy cambiante y variable, y no hay ninguna representación reprimida estable que buscar en una terapia.
Histeria
Una primera observación que hicimos es la de que la histeria toma la forma, evoluciona según la época, hoy día es casi nula la presentación de casos al estilo Charcot, si bien en algunos casos llega al hospital este tipo de cuadros. Pero así como estos distintos ropajes de la histeria cambian, hay otros elementos que permanecen invariantes, y son los que nos interesa remarcar, Antes de pasar a rescatar estos invariantes, es importante hacer referencia a que todo sujeto humano pasa por una etapa de histerización que es normal. Y es normal en tanto tiene que ver con el atravesamiento del Edipo. Esto quiere decir que en relación al Edipo hay un modo de estructuración del deseo, específico, particular del Edipo, porque es un momento en que el sujeto se identifica con el objeto de deseo de la madre, este momento puede ser resumido: “Para gustarle a mamá basta con ser el falo”, En este sentido es que la histeria está en nosotros independientemente de la estructura, que cada sujeto tenga, todo sujeto marcado edípicamente atraviesa un modo histérico de estructuración que tiene que ver con esta identificación al deseo del otro materno, decimos histérico, por esta característica de la histeria de poder identificarse al deseo del otro, de poder interpretar y encarnar el deseo del otro, esta particularidad es lo que le ha permitido a través de la historia, ir interpretando esos distintos deseos y encarnarlos en las distintos ropajes que viste la histeria, por ejemplo dijimos que durante la época de Charcot, el paradigma de la ciencia, el ideal médico era la observación de los fenómenos, entonces allí teníamos a las histéricas de las grandes conversiones, o pequeñas conversiones, que complacían con los espectáculos a los grandes psiquiatras de la época. Así es como se mimetizaban a lo esperable, lo que era deseable, y este poder mimetizarse con lo que el otro espera de ella, va variando según las épocas. En esta época este hecho observable, debía además sustentarse por una disfunción de tipo orgánica, por una localización orgánica, En el seno de esa atmósfera experimentalista surge Freud, y el síntoma pasa de ser del dominio de la mirada, del dominio de la observación, a un síntoma que se pone a hablar, pasa a ser un síntoma hablado en la medida que encuentre un interlocutor que establezca las condiciones de posibilidad para que ese síntoma circule de otro modo. Así el síntoma dominio de la mirada pasa a ser campo de la escucha. Y este es el nacimiento del psicoanálisis.
Ahora cuál es el mecanismo típico de la histeria?
1)Al principio de su teorización sobre la histeria Freud dice que el histeríco padece de sus reminiscencias, esto quiere decir que el histérico sufre de sus recuerdos.
2)Todo histérico dice Freud ha sufrido en forma pasiva y con displacer una escena traumática de naturaleza sexual, a diferencia del obsesivo, que la ha sufrido de manera activa, y con placer. Cuando se trabaja con las cadenas asociativas del paciente, a partir del síntoma siempre se converge en el terreno de la vida sexual. Acá estamos en la teoría traumática, la del acontecimiento real, Luego abandona la teoría de la seducción como hecho realmente acontecido, y la sustituye por la hipótesis de la sexualidad infantil, es decir es ya condición de todo sujeto humano, y no solo de un neurótico, es decir así como lo vieron en el historial de Juanito, el tema de la sexualidad infantil, y de las fantasías sexuales que allí se juegan, corresponde a un modo general.
3)“Frente a una representación intolerable, el histérico para debilitar la fuerza de la representación, la despoja de su afecto y la representación intolerable se vuelve inofensiva, transformando esta magnitud de fuerza en inervación somática”(Síntoma de conversión: se coloca el afecto en una parte del cuerpo o en un órgano). La representación intolerable será rechazada al inconciente. Es decir se establece que de entrada la defensa para Freud en este caso la represión como defensa característica de la histeria, esta siempre ligada a la evitación del displacer. Y eso va para cualquiera de las otras neurosis.
4)Este síntoma representa una transacción, todo síntoma es una formación de compromiso entre el deseo y la prohibición, por un lado pone en juego la defensa y por otro lado en el síntoma se pone en juego lo sexual censurado.
5)Esto censurado no crea síntomas en forma inmediata, sino que sólo actúan patógenamente en época posterior a la pubertad.
En inhibición, síntoma y angustia, plantea Freud que por un lado, “la exigencia del instinto no constituye un peligro en sí mismo sino únicamente por el hecho de traer consigo el peligro inconciente de la angustia de castración” Este es el momento de la teoría en que la angustia de castración pasa a ser el eje articulador de todas las neurosis. La angustia de castración la única fuerza motivacional de los procesos de defensa que conducen a la neurosis.
A nivel estadístico hay mayor número de mujeres histéricas que hombres, y esto tiene su explicación, por las distintas vicisitudes que pasa el Edipo femenino, distinto del Edipo masculino.
El histérico o histérica, organiza su neurosis alrededor de una pregunta central, toda neurosis se estructura alrededor de una pregunta central, y la manera en que se estructura esa neurosis, será la forma que adquieran las respuestas en torno a esta pregunta central.
Y cuál es la pregunta en la histeria?: la pregunta es Qué es una mujer?, y más allá de esta pregunta si soy una mujer o soy un varón.
La histérica se pregunta respecto del misterio de la femineidad y de la diferencia de los sexos desde una identificación con el hombre. Esto quiere decir que para indagar en el misterio de la femineidad hace un recorrido muy particular, se aloja en el hombre, en el modo en que el desea para poder, desde ese lugar responder a sus preguntas concernientes a qué es una mujer. De este modo, simultáneamente, aliena su pregunta y focaliza su mirada en la mujer que el hombre le señala como deseada.
La histérica puede presentarse del lado de la ofensiva o por el polo defensivo. En el primer caso nos encontramos con la histérica hiperactiva, en donde se da una actividad sexual, quizá desafiante, o bien la histérica en el polo defensivo que puede ser la histérica virgen, con conversiones, distante, y agraviada por todo referencia a lo sexual, la bella indiferente, trae su síntoma, sus somatizaciones, y exhibe su síntoma, se hace representar por el de manera pasiva, se declara ignorante de todo saber que pudiera otorgarle algún significado metafórico. Inconciente de todo saber acerca de algún deseo que pudiera estar expresándose en el síntoma. Consultan acerca de este síntoma del que no puede hablar, a otro al que le otorga un poder y luego se va a desilusionar. Una cosa importante en relación a la histeria es su condición de decepción de tipo estructural, decimos que hoy día difícilmente veamos una histeria al estilo de Charcot, más bien, hoy diríamos que son las que pueden acudir a un cirujano plástico, o a un cura, a un psiquiatra, es decir, a otro, a quien se entregan pasivamente, exhiben, muestran su síntoma pero no hablan, le otorgan a ese otro un poder absoluto, para que ese otro desde un saber total opere respecto de lo que ella no puede hablar, ni asumir, le otorga un poder casi absoluto del cual después se desilusionará , la decepción es parte importante de la estructura histérica. Y puede presentarse esta histérica más contemporánea, como la que sabe y habla mucho sobre los temas de sexo y del amor, tomando al analista como testigo de lo que ella sabe. En este sentido podría parecer a primera vista una contradicción: como puede ser que la que hable mucho sobre el sexo y el amor, la que ejerce su sexualidad de un modo eventualmente frecuente pueda ser equiparada de algún modo con la que no habla, a la tímida, a la histérica más defensiva?. Lo que pasa es que este supuesto saber esta encubriendo lo que no puede ser reconocido. En este tipo de consultas se puede percibir algo que se presenta bajo la forma de la queja, puede ser que los hombres la decepcionan y nunca se adecuan a la imagen de hombre que la histérica tiene, y es como si siempre ese otro, imagen, de hombre potente y poderoso siempre estuviera en otra parte, y esto tiene que ver con lo que caracteriza el deseo en la histeria que es el deseo como deseo insatisfecho
Esto de mantener el deseo como insatisfecho, es lo que le permite mantener el deseo vivo.
Ahora estos dos polos descriptos son semejantes en realidad, en ambos casos se trata de personas que no pueden satisfacer las exigencias de la sexualidad. Pero de qué sexualidad hablamos?. No es que la mujer por no tener relaciones es una histérica, tampoco por tenerlas deja de serlo, sino que el problema, es que no pueden satisfacer psíquicamente las exigencias de la sexualidad .
Respecto de la consulta de la histeria en el varón podemos decir que presenta algunos matices diferentes, son generalidades, las problemáticas que presenta el varón las va a inscribir en el terreno de su vida sexual y personal. Se queja por ejemplo de impotencias parciales o totales, planteado bajo la forma de temor a la homosexualidad, o temor a no poder asumir plenamente su sexualidad o a plantear algunos síntomas de orden fóbico o de orden hipocondríaco. También por su posición social, diferente de la mujer, puede estar expresando su problemática en el sentido de una serie de fracasos personales en donde aparecería el histérico señalándose a sí mismo como incapaz de asumir sus responsabilidades, sus derechos, sus propios deseos, como si lo que el deseara estuviera destinado a fracasar.
Finalmente les quiero transmitir algunos problemas que se pueden presentar en la dirección de la cura, uno de los problemas más importantes tiene que ver con la transferencia, uno de los anhelos de la histeria es en determinado momento de la cura, compatibilizar dos cuestiones: el deseo de ser amada, con el deseo de ser escuchada. En psicoanálisis, el amor, y la posibilidad de escuchar a un paciente, son incompatibles, ante esta demanda por parte del paciente, el analista debe mantener la regla de la abstinencia.
El otro problema es esto que tiene que ver con la capacidad que tiene la histeria de adecuarse muy bien a la regla fundamental de la asociación libre, y puede ser muy complaciente respecto de la palabra del analista. Esto puede dar al análisis un aire de falso reconocimiento.
Neurosis obsesiva
Característica: Compulsión
Compulsión a pensar: No es pensar mucho, o pensar en exceso, compulsión es obsesión, compulsión y obsesión son sinónimos.
Freud: “La compulsión de las formaciones psíquicas aquí descriptas no tiene absolutamente nada que ver con su reconocimiento por la creencia (o sea, no hace falta la menor adecuación con la creencia del paciente, no hace falta que el paciente crea o no crea en el contenido de las formaciones psíquicas para que sean compulsivas) y tampoco se debe confundir con aquel factor que se designa como fortaleza o intensidad de una representación ( o sea una representación compulsiva tampoco es una representación hiperintensa, no la caracteriza eso), su carácter esencial es, que no puede ser resuelta por la actividad psíquica susceptible de conciencia” Resuelta aquí hay que entenderlo en el sentido de disuelta, de disolver), (por la actividad psíquica susceptible de conciencia se refiere al preconciente), o sea, decir que el carácter compulsivo de una representación obsesiva no puede ser disuelta, resuelta, por la actividad psíquica que accede a la conciencia, y como no tiene que ver con la fuerza con la energía implicada en esa representación, debilitarla no lleva a su solución.
Otro elemento: La duda. Ejemplo de una posición de un sujeto frente a la duda sería “la llamo o no la llamo?, qué me conviene más, si la llamo puede ser que acepte y salga conmigo, pero también puede ser que si la llamo ella se de cuenta que yo dependo de ella y entonces me quiera tener más aprisionado, y entonces no me conviene llamar, espero su llamado. Y si no me llama?. Esto como se darán cuenta no tiene fin y no lo detiene nada. Pero no hay nada de compulsivo, esto no es obsesivo. Qué es un material convertido en un material obsesivo? Cuando uno le dice a la persona: “pero vos te das cuenta que ridículos son los argumentos que utilizas en esa duda?” “Si, me doy cuenta, pero no puedo hacer nada, no puedo dejar de tener esa duda.”
Solamente esa posición es lo que determina que sea algo compulsivo o no. En el historial del hombre de las ratas Freud dice del deseo infantil de ver mujeres desnudas que: “si aún no posee carácter obsesivo, se debe a que el Yo no se ha puesto todavía en plena contradicción con él, no lo siente como ajeno…”
Es conciente que él no puede hacer nada, aunque le resulte a él mismo ridículo
Habíamos visto como hay un mismo mecanismo de formación de síntomas para la neurosis
Una idea inconciliable para la conciencia, es reprimida, desde allí ejerce presión por lo que el yo se defiende, en el caso de la neurosis obsesiva, se separa la representación, la idea, el recuerdo penoso, o traumático de su afecto correspondiente y a diferencia de la histeria donde este afecto inviste el cuerpo, aquí pasa a investir otra idea, que es en sí inofensiva, pero por este falso enlace, este desplazamiento, se convierte en idea obsesiva.
Para que se de una obsesión se tiene que producir dos cosas: Una idea que se impone
Y un estado emotivo asociado
Este estado emotivo es lo que permanece eternizado e inalterable y por eso se constituye en un hecho patológico. En cambio la idea asociado a dicho estado emotivo cambia, no es siempre la misma, es un sustituto de la idea original
Vimos el ejemplo de la mujer que sufría de reproches obsesivos, leía una noticia en el diario acerca de un asesinato, y se le ocurría que podría haber sido ella, en otro momento se enteraba que habían falsificado dinero, y también, se le ocurría que podría haber sido ella la responsable, es decir a pesar que desde cierta racionalidad se daba cuenta que era absurda la idea, se le imponía, estos reproches, lo que Freud rastrea en este caso que estos reproches se enlazan en su vida a prácticas de tipo sexual, que eran las que originalmente provocaron la repulsa en su yo, lo q fue reprimido, vemos que había entonces un reproche justificado, tenía buenas razones para el remordimiento, pero la idea asociada cambia porque podía ser por matar, por falsificar, etc.
También quiero destacarles el viraje que se produce en la teoría, desde la primera conceptualización acerca de la etiología de las neurosis, de la teoría de la seducción temprana, se da cuenta que no puede existir tanta generalización acerca de los hechos acaecidos en perjuicio de los niños, por lo que cambia y descubre el papel central que tiene la fantasía en los sucesos anímicos. Esto le abre el camino hacia el descubrimiento de la sexualidad femenina y del complejo de Edipo.
A través de estos descubrimientos llega a reconocer que más allá de un hecho traumático ocurrido de manera real en la infancia de lo que se trata es de impulsos sexuales en los niños más pequeños, sin ninguna necesidad de estimulación externa.
Entonces a partir de esto va a definir el núcleo de la neurosis obsesiva como un impulso sexual infantil que se manifestó durante la niñez y que por efectos de la represión queda en el inconciente como reprimido, a pesar de lo cual sigue produciendo efectos.
Es decir que lo que sucede en la neurosis obsesiva es que el paciente no olvida, su manera de recordar es en el síntoma pero es un recordar del cual no tiene noticia conciente, ya que la representación que le dio origen al afecto a quedado reprimida, pero como ese afecto se desplaza hacia otra representación la manera de recordar es en esos reproches, que surgen que producen desconcierto al sujeto, ya que no puede relacionar por que se producen, no entiende su significado.
Entonces repito: a esta forma de defensa se le va a llamar DESPLAZAMIENTO,
Entonces esta característica de no olvido, de no amnesia en el discurso del obsesivo, nos muestra claramente que no se trata de recuperar la idea reprimida, sino de lo que se trata es de poner las cosas en su lugar.
Lo característico de la situación neurótica entonces, es la defensa frente a las exigencias libidinosas del complejo de Edipo. Lo que caracteriza a la neurosis obsesiva es que la organización genital de la libido resulta muy endeble y poco resistente, razón por la cual el yo, en su intento de defenderse, produce una regresión a la fase sádico anal. Esta regresión es la que va a marcar el desarrollo de la enfermedad, esta regresión es el primer éxito del yo frente a la lucha defensiva contra las exigencias de la libido, y el motor de la defensa es el complejo de castración. Esta regresión no es sin consecuencias, en ese sentido vamos a encontrarnos con un Super Yo que se vuelve muy severo y desamorado, por esta razón y como forma de obediencia a este super yo, el desarrolla elevadas formaciones reactivas, (ver teoría analítica, en mecanismos de defensa del Yo), Esta es una de las características de la neurosis obsesivas, las formaciones reactivas, puede ser limpieza, compasión, etc.todo, lo que se juega alrededor de la conciencia moral.
La problemática estructural del obsesivo se juega alrededor de la ambivalencia frente a la figura paterna, por qué ambivalencia en torno de la figura paterna?, porque este es el que prohíbe el goce sexual, incestuoso, es el padre el que porta la amenaza de la castración. Este conflicto se translada al super yo, y es así como este adquiere características sádicas y severas contra el yo.
El yo queda entre las demandas libidinosas del ello, como frente a los reproches de la conciencia punitiva (de castigo), con lo cual no cumple ninguna de estas, y se mantiene el conflicto.
Con respecto a la estructuración del deseo, el obsesivo es aquel que mantiene como condición el deseo como imposible. Esto tiene que ver con la castración.
Frente a la castración del padre, lo que hace el obsesivo es suponer un padre muerto, por qué muerto?, porque si está muerto, no desea, otra de las cosas que puede hacer el obsesivo frente a esto, es ser muy obediente, es ser muy obediente a la Ley, porque de esta manera impide la posibilidad de que el otro desee algo, si el cumple, todo no hay demanda del otro, no hay lugar para el deseo del otro, entonces de este modo lo que hace el obsesivo es no posibilitar el deseo del otro. Por eso son personas muy preocupadas por satisfacer inmediatamente sus obligaciones, o las demandas que se le realizan.
Otra temática central del obsesivo es el tema de la deuda, les comenté que deuda y culpa en alemán se dicen de la misma forma. Las deuda le producen al obsesivo, un intenso sentimiento de culpa, la pregunta del obsesivo sería a quien le debo?, cuanto debo?, y si lo que debo lo puedo pagar o no.
Pero de que deuda se trata?.
Tenemos que volver al texto de Totem y tabú, donde Freud dice que en su acercamiento a la psicología de los pueblos, no se sorprende de los fenómenos que se juegan alrededor del tabú, en la medida que son fenómenos reconocibles por él desde los síntomas que padece el neurótico obsesivo.
Recuerden que en este mito la muerte del protopadre, es el acto simbólico que permite la posibilidad de constitución en ese lugar de un significante de la ley en ese lugar, y que representa al padre muerto, después de muerto deviene padre.
Pensando en la función paterna, cómo puede llevarse a cabo esa función?, como puede un padre oficiar como tal?, recordemos que en principio desde el deseo de la madre en el Edipo, que esa función se va a hacer posible, la madre es la que le va a dar entrada.
Distinguimos entre lo que es un padre (como padre de la realidad), de lo que es el padre como función simbólica, no hay en realidad adecuación entre este padre real y el padre de la función simbólica, y esta inadecuación justamente, esta falta que hay entre estas dos instancias es lo que vamos a denominar deuda, la deuda como deuda simbólica, en este sentido todo padre es deudor en relación a su función, es una deuda de tipo generacional, la única forma de saldarla es en relación a sus propios hijos, no en relación al padre, es decir la única forma será ocupando ese lugar de portador de la ley, respecto de su descendencia, es una deuda que se paga siendo padre. En realidad no se paga nunca, lo que se hace es transmitirla, de generación en generación. (Los remito para ejemplificar en un caso el tema de la deuda y la neurosis obsesiva al caso del hombre de las ratas)
Fobias
Se pueden distinguir dos grupos, caracterizados por el objeto del miedo
Fobias comunes : miedo exagerado a las cosas que todo el mundo aborrece o teme un poco, como la noche, la soledad, la muerte, etc.
Las fobias ocasionales: miedo a condiciones especiales que no inspiran temor al hombre sano, por ejemplo la agorafobia y las otras fobias a la locomoción. El mecanismo de las fobias es totalmente diferente que el de las obsesiones, Ya no se trata de la sustitución (una representación inconciliable por otra representación), No se revela mediante el análisis psíquico una idea inconciliable, sustituida. Nunca se encuentra otra cosa que el estado emotivo de la ansiedad. En el caso de la agorafobia, solemos hallar el recuerdo de un ataque de angustia, y en verdad el enfermo teme el advenimiento del ataque en condiciones en que cree no poder escapar de él. La angustia está en el fundamento de las fobias, ya desde los primeros trabajos de las neuropsicosis. Ahora bien la fobia puede combinarse con las obsesiones, y esto es frecuente. La idea que constituye la fobia y que en esto se asocia al miedo, puede ser reemplazado por otra idea o bien por un procedimiento protector que alivia el miedo. Fobia reforzada por una verdadera obsesión. Más adelante y ya respecto de Juanito trata el tema de las fobias en relación a la angustia de castración. Hay una cuestión que quiero aclarar, es que la fobia se diferencia de la inhibición, concepto que tiende a confundirse pero no son semejantes. La inhibición tiene un nexo particular con la función y no necesariamente designa algo patológico. Se trata de una inhibición de una función que puede ser sexual, alimenticia, locomotriz, trabajo, profesional, etc. Freud la llama impotencia psíquica. Muchas inhibiciones son renuncias en cierta función o limitación porque a raíz de su ejercicio aparecía la angustia. Cuando hablamos de limitaciones nos referimos a una limitación del yo. Lacan nos dice al respecto que es algo que se encuentra en su sentido más amplio en la dimensión del movimiento y aclara que Freud habla de la locomoción cuando la introduce (*texto inhibición, síntoma y angustia), Este movimiento existe en toda función aunque no sea locomotriz. Por lo menos existe metafóricamente, y en la inhibición entonces es la detención del movimiento de lo que se trata. Freud en este texto *, aborda la zoofobia histérica infantil, para dar cuenta de la angustia. Habla de la moción reprimida, su sustituto sintomático y el motivo de la represión. Freud nos dice que la incomprensible angustia ante el caballo es el síntoma. La incapacidad para andar por la calle, es un fenómeno de inhibición, una limitación que el yo se impone para no provocar el síntoma-angustia. En la fobia, en tanto la angustia permanece ligada a un objeto al cual se ha desplazado la fuente del peligro, surge en la fobia un mecanismo auxiliar, que es el de la evitación del objeto, es decir cuando Juanito empieza a tener miedo a los caballos surge como mecanismo auxiliar el no querer salir a la calle, no querer acceder a situaciones en las que se podría encontrar con los caballos, esto es lo que podemos llamar el evitamiento del objeto fobígeno. Se van a encontrar con psicoanalistas que cuando hablan de fobias lo que están poniendo en primer lugar son estas técnicas de evitamiento. Pero esto en realidad es una técnica auxiliar. ¿Cuál es entonces, la expresión afectiva del supuesto síntoma?
Una expectativa angustiada: El caballo lo morderá. Pasa que esta contenido procura sustraerse de la conciencia y sustituirse mediante la fobia indeterminada, en la que no aparece más que la angustia y su objeto. Este contenido es el núcleo del síntoma. Juanito se encuentra en la actitud edípica de celos y hostilidad hacia su padre, a quien, sin embargo, ama de corazón toda vez que no entre la madre como causa de la desavenencia. Amor y odio hacia la misma persona. Encontramos que la fobia es una manera de solucionar el conflicto de la formación reactiva. En Juanito mediante la formación de la fobia es abolida también la investidura de objeto de la madre tierna, de la cual nada se trasluce por el contenido de la fobia. Es un proceso represivo que afecta a todos los componentes del Edipo. El contenido de la fobia es la representación de ser mordido por el caballo, le morderá los genitales. Lo que importa destacar es que por angustia de castración resigna el pequeño la agresión al padre. Por lo tanto en la fobia sólo se ha sustituido un peligro por otro. El hecho de que el yo pueda sustraerse de la angustia por medio de este síntoma-evitación de la fobia, no significa que haya cambiado nada en la situación económica, esta angustia es solo una señal, el contenido de la angustia se mantiene inconsciente y solo deviene consciente en forma desfigurada. Cuál es el síntoma? La angustia?, no, la angustia es una angustia frente al peligro de castración, Juanito teme que los caballos le muerdan, fantasma oral que expresa la angustia de castración. Muchas funciones se condensan en el síntoma, la de resolver la ambivalencia con respecto al padre, etc., pero lo que es característico es el desplazamiento del objeto , el hecho de que la angustia queda ligada a ese objeto nuevo., en lugar de temer la castración como viniendo del padre, le teme a los caballos.
La angustia se revela formada por un doble temor 1) el gesto castratorio del padre, pero simultáneamente por el temor de no poder alejarse de la madre, de no poder ser abandonado por ella justamente la cura se instituye por la falta, falta que le hace desear, la relación resulta de lo más perturbadora cuando no hay posibilidad de falta, (madre encima). Para que el padre pueda separar a un hijo de la madre es necesario que algo del deseo de la madre se juegue en relación al padre. Pero puede un hijo aspirar a dejar de ser el objeto capaz de colmar en absoluto el deseo de la madre? Titubea Juanito cuando intenta atravesarlo. Se pregunta por el tamaño de su pene, entra en comparaciones, lo que ocurre es que la excitación de su propio pene (la fobia aparece ligada al exhibicionismo y la masturbación) ha terminado por recordarle que ningún pene puede competir en tamaño con el cuerpo entero. Si Juanito aparece prometido dice Freud a cierto uso de su pene es porque no deja de hacerse la pregunta bien precisa ¿tengo o no el objeto que me permitirá entrar en el circuito del deseo del Otro? El padre de Juanito es un padre incierto. Aparece como castrador no por separarlo de la madre sino por no poder hacerlo. El fóbico está identificado al padre como potente es un padre no castrado ese síntoma fóbico restaura al padre. En la Epicrisis del caso Juanito capítulo 3, Freud define la histeria de angustia como la enfermedad de aparición más temprana en la vida individual. Y por otra parte la define como la neurosis de la época infantil. Entonces queda equiparada así como el paradigma de las neurosis de la infancia. Todos los chicos pasan por las fobias. Hace un tiempo alguien me comentaba que su hijito de cuatro años tenía pesadillas nocturnas recurrentes. El chico cuenta el contenido de las pesadillas: Un mono gigante que venía a comérselo. En general la cuestión de la voracidad está muy presente en las fobias, pero acá se trataba de un mono que venía muy decidido a ese fin. La mamá me cuenta el modo en que esto se resolvió. Fue un día en que precisamente se le apareció este mismo mono de siempre, pero esta vez el niñito en cuestión, estaba provisto de bananas. Entonces le dijo al mono: “Yo no soy comida, tomá y no me comás a mi”. Si hay algo que los niños tienen que trabajar por ser niños, son las cuestiones de que son para el Otro, es una pregunta que hace a la estructura. Hay un párrafo en la Epicirisis muy interesante: “La fobia al caballo impide a Juanito salir de casa, y facilita su permanencia al lado de la madre. La fobia se enlaza más estrechamente al enamorado con el objeto de sus deseos. Pero al mismo tiempo se cuida muy bien de que no pueda satisfacerlos. En estos dos afectos se nos revela la verdadera naturaleza de la enfermedad neurótica”. Nos encontramos en el Historial con que la fobia, el síntoma fóbico, el temor al caballo en sí, en este caso, implica un triunfo en relación a la mamá, es decir un modo de quedar ligado pero protegidamente. Lo que la fobia soluciona como síntoma es el enigma del deseo del otro que se manifiesta como angustia, lo que soluciona la fobia, incluye su propio fracaso, en tanto se trata de la sustitución de un enigma por otro, ahora el enigma para Juanito es que representa “la tontería”.
La estructura Psicopática
Lo que se designa con el término de psicopatía no es exactamente coincidente en cada uno de los enfoques teóricos que existen, lo que la psiquiatría tradicionalmente delimitó como psicopatías aparece como una categoría compuesta por grupos heterogéneos. Ahora dentro del psicoanálisis en general y en la orientación lacaniana en particular, las psicopatías no han sido reconocidas de manera explícita. La clásica nosología freudiana recuperada por Jacques Lacan organiza el campo psicopatológico fundamentalmente en tres categorías clínicas: las neurosis, las psicosis y las perversiones; y las psicopatías no tienen un lugar absolutamente claro en este sistema. Por eso voy a ubicarlo con referencia a la estructura perversa, donde vamos a ver como podemos localizar ese lugar.
Aceptar esta propuesta implica un obstáculo importante que se deriva del hecho de que el término perversiones, tanto en la psiquiatría como en el psicoanálisis, se refiere muchas veces de manera específica a patologías de la sexualidad, ya sea en el orden fálico -fetichismo, travestismo- o en el del objeto -exhibicionismo, sadismo-. Sin embargo, si tenemos en cuenta que la enseñanza de Jacques Lacan desplaza la frontera del concepto de perversión y lo lleva más allá de la concepción freudiana que hace más referencia directa a la perturbación de la conducta sexual, podemos acceder a una teoría generalizada de la estructura perversa -de la que las perversiones en el sentido clásico (sexualidad) constituyen solo un caso particular- y, de este modo, encontrar ahí las categorías, los mecanismos y las posiciones subjetivas que nos permiten entender, ordenar y explicar las conductas psicopáticas. Freud definió las perversiones en su relación con las neurosis como el derecho y el revés. Las neurosis son a las perversiones -decía- como en una fotografía el negativo es al positivo. Entonces podemos aplicar esta oposición a la relación entre las neurosis y las psicopatías y comprobar, de esta manera, cómo los rasgos se oponen punto por punto en el neurótico -especialmente en el obsesivo-, y en el psicópata.
Aplicando esta oposición en la dimensión de la culpabilidad por ejemplo , la ausencia de culpabilidad en el psicópata como lo opuesto de la rígida conciencia moral del neurótico obsesivo, lo que Freud llamaba el severo y cruel superyó primitivo que acosa al neurótico con los auto reproches y los remordimientos ante sus transgresiones fantasmáticas, porque están en el plano de la fantasía inconciente, y desde allí el sujeto las rechaza sin tener conocimiento conciente y allí aparecen los auto reproches, es decir, para el neurótico son transgresiones.
El psicópata, por lo contrario, sólo puede ser calificado como trasgresor desde el punto de vista de un observador externo. Desde su propia posición subjetiva no es ni se siente trasgresor, hay una ausencia de culpabilidad que desdibuja los contornos y las barreras entre lo prohibido y lo permitido en el lazo social, se guía por sus propios códigos.
Es por esto que reuní al psicópata y al neurótico en lo que podríamos llamar una patología de la responsabilidad. En uno por defecto, en el otro por exceso y por deformación, en ambos casos hay un déficit en la responsabilidad.
Este contraste entre neurosis y psicopatía obtenido de la oposición entre neurosis y perversión como modalidades subjetivas puede plantearse sobre otros ejes, y de este modo destacar, como lo hace Lacan, el contraste entre el goce y el deseo. Este tema del deseo y del goce ya lo hemos planteado, el deseo como lo constituyente del ser humano para obturar una falta q es estructural, y el goce, más bien relacionado a la pulsión, a los modos de satisfacción en relación a los objetos, de tipo oral, anal fálico, la pulsión escópica, q es la relacionada con la mirada, de ahí el voyeur o el exhibicionista, placer en ver o placer en mostrar, en ambos casos se trata de la erogeinización de la mirada, y esto q estuvimos viendo en relación a la pulsión cuando esta se vuelve auto erótica, no encaminada desde las pulsiones parciales, q atraviesan el desarrollo de la organización libidinal, en su paso por las distintas etapas, hacia la confluencia desde la exigencia de la sexualidad adulta, de q todas las pulsiones parciales se encaminen hacia la genitalidad, decíamos q en el neurótico de manera normal, esto se da, lo cual no significa q pueda haber fijaciones, o q se conservan aspectos de estas pulsiones parciales, como puede darse en la adicción por el cigarrillo, etc, pero en el perverso, lo decimos, es q en lugar de satisfacerse en la genitalidad, la satisfacción se logra por el lado del objeto pulsional, o por el lado del falo, en tanto desmentida de la castración. Para el neurótico es prevalente la dimensión del deseo en detrimento del goce de la satisfacción pulsional que, en las neurosis, queda sujeta más fuertemente a la eficacia de la represión. Visto desde otra de sus caras es equivalente a afirmar que el goce neurótico siempre implica un alto grado de sufrimiento: la satisfacción pulsional termina produciéndose por vías indirectas (como puede ser la sublimación) y sobre todo a través de la satisfacción del síntoma como retorno de lo reprimido. En la perversión, por el contrario, es prevalente la vía del goce y el deseo mismo se convierte en voluntad de goce. La satisfacción pulsional se obtiene por vías más perentorias, más rápidas, la llamada impulsividad del psicópata.
Pero podríamos destacar también un contraste sobre el eje de la demanda. La modalidad neurótica conduce al sujeto a ubicarse en dependencia de la demanda del Otro. Al neurótico le gusta hacerse demandar y usa sus recursos para que el otro le pida, le ruegue, le sugiera, le ordene..., todas diferentes formas de la demanda con las que espera sobre todo obtener el reconocimiento del Otro. El psicópata, por el contrario, demanda, impone formas sutiles de exigencia, incita al otro a la acción.
También podemos marcar el contraste en las modalidades del acto, y comparar la seguridad, y rapidez del psicópata, con el predominio del pensamiento, de la duda, de la indecisión, la vacilación neurótica, sobre todo con la duda obsesiva que determina una pobreza en la acción ya que conduce una y otra vez a su postergación o bien a una realización torpe que marca un fuerte contraste con la abundancia, la habilidad y la seguridad del psicópata en sus acciones.
Pero sobre todo conviene desplegar la comparación entre una y otra modalidad subjetiva en el eje de la angustia y el goce. Es sobre este eje que Lacan hace jugar la distinción, en el interior de la estructura perversa, entre el sádico y el masoquista. El sádico que aparentemente persigue provocar la angustia en el otro pero, en realidad, inconscientemente busca producir el goce del Otro. El masoquista que aparentemente tiene el propósito de suscitar el goce del otro pero, sin embargo, inconscientemente lo que busca es angustiar al Otro.
Deberíamos ubicar al psicópata del lado de la modalidad sádica para compararlo con el neurótico. En las neurosis encontramos de una manera privilegiada el despliegue de las diversas formas de angustia. Freud tubo la originalidad de introducir la angustia en el campo de la psicopatología: y desde allí abarco se extendió hasta todas las modalidades q hoy podemos reconocer en termino por ejemplo de ataque de pánico, q no remite mas q a manifestaciones de angustia, y en semiología de la angustia, es decir, los diversos grupos sintomáticos a través de los cuales se descarga, se identifican diferentes categorías clínicas caracterizadas por distintas formas de angustia. Por ejemplo les menciono solo una, la angustia señal Y Hoy puede parecernos extraño ya que, después de Freud, no podríamos concebir el campo de la psicopatología sin la angustia. Sin embargo, antes de Freud, la clínica psiquiátrica prescindió totalmente de esta dimensión esencial de la subjetividad moderna.
Si Freud pudo darle ese lugar decisivo a la angustia es porque inventó el psicoanálisis a partir de las neurosis y es allí, en el campo de las neurosis, donde en primer término investigó y reconoció sus diferentes formas: la angustia de las neurosis de angustia, la angustia en la histeria y en la obsesión, y la angustia de las fobias (caso Juanito) La angustia es casi inseparable de la subjetividad neurótica en contraste con su casi ausencia o bajo nivel en el psicópata que sólo se angustia en sus momentos de crisis, es decir, en que fracasan sus mecanismos psicopáticos. Son momentos breves, por lo general, una transición hacia la recuperación de su equilibrio psicopático.
En cuanto a Lacan, si mantiene el eje freudiano que articula neurosis con angustia, es porque, sobre todo el neurótico, se angustia ante el deseo del Otro. Por eso la angustia que Freud caracterizó como señal de un peligro, Lacan llega a definirla como la percepción misma, en el sujeto, del deseo del Otro. Y esto es así porque, ante ese deseo, el neurótico se niega a servir de instrumento del goce del otro, su posición es de rechazo a ponerse al servicio del goce del otro. El neurótico es alguien q se angustia con el goce del otro, le resulta insoportable, en cambio en la dupla perversa, esta relación continua, hasta q termina la mas de las veces con la destrucción del otro.
El psicópata, él, no se angustia pero no le ahorra esa experiencia a su par tener. Por el contrario, es muy activo para enfrentar y sumir al otro en la experiencia de la angustia. Actividad del psicópata que apunta a un objetivo bien preciso: el intento de incitar a su pareja a acceder al goce, de llevarla más allá de las barreras de la inhibición y la represión. No al goce buscado y reconocido por el neurótico, sino al goce prohibido de la satisfacción de sus pulsiones reprimidas.
Como se ve, nos hemos deslizado desde la oposición y contraste entre psicopatía y neurosis, hacia el psicópata y su partener. Efectivamente, quien mejor dispone de las condiciones para ofrecerse como pareja del psicópata, son los neuróticos: estos constituyen las víctimas electivas de aquél. También voy a desplazar el término víctima ya que sus connotaciones habituales aluden a su pasividad y destacan que si llegan a quedar ubicados en esa posición es más bien por razones contingentes. Es decir que destaco la participación activa de la pareja del psicópata, la supuesta víctima es en realidad cómplice de su acción. En todo caso, el verdadero psicópata, el genuino, el grado en que culmina esa modalidad subjetiva, no es el que ejerce una violencia abierta en la persecución de sus metas inconscientes sino el que la usa en un juego sutil de amenazas y promesas o expectativas a través del cual logra obtener el consentimiento del otro.
En este punto no podemos omitir una reflexión sobre el rasgo que ha sido clásicamente descrito en la psiquiatría como la cosificación del otro, no respetar sus derechos, no tratarlo o considerarlo como un sujeto, como una persona. En este sentido conviene formular dos observaciones aparentemente contrarias: Por una parte, que el psicópata tiene una empatía muy especial con el otro, que le sirve para detectar sus necesidades sofocadas, sus debilidades y tentaciones, los lugares de su angustia, y que es justamente desde esta posición de empatía y de identificación con el otro que obtiene el lugar desde donde puede operar sobre su pareja, es decir, es la que le otorga y le permite sus grandes habilidades y su posibilidad de manipulación del otro.
Sin embargo, en segundo lugar, hay que afirmar la justeza de la fórmula de la cosificación que debe leerse también en el eje de la relación de objeto. Se trata justamente de tratar al otro como un objeto, sin lo cual no se logra obtener su goce, y éste, en su forma más profunda siempre implica cierta posición masoquista que se define precisamente por esa condición: ser tratado como un objeto. Y es verdad que para perseguir su propósito, el perverso o el psicópata, no respetan ciertas condiciones subjetivas, seguramente transgreden las del principio del placer, pero sobre todo vulneran la posición reivindicativa del neurótico, esa actitud de permanente queja que presentifica el fantasma de un otro terrible y cruel que lo haría sufrir innecesariamente. De modo que el sentido habitual en que se usa la fórmula de la cosificación del otro es en sí mismo y constituye como tal un enunciado neurótico. Podríamos leerlo en sus dos vertientes. Desde la queja neurótica el enunciado dice "no me respetas como sujeto". Desde el propósito psicopático, que coincide con la posición inconsciente del neurótico, la fórmula afirma, por el contrario, "te hago gozar".
Siempre me ha parecido singularmente clara y simple la caracterización que Lacan construyó sobre el acto exhibicionista, al punto de que puede servir como paradigmática de la perversión y, hoy para nosotros, de la psicopatía.
Ante todo la sorpresa, la acción inesperada para la víctima que implica un sobresalto de angustia. La angustia en su forma de señal de peligro cumple la función adaptativa, ya Freud lo destacaba, de preparar al organismo para enfrentar la situación de peligro y, por lo tanto, de protegerlo contra el sobresalto de angustia, la angustia pánico, la angustia masiva que desorganiza la acción, aún la más primitiva defensivamente que es la de la huida. De allí la fórmula freudiana de que la angustia señal protege contra el sobresalto de angustia. Esta protección es la que el exhibicionista burla y busca desarmar en su víctima con la actuación sorpresiva.
En segundo lugar, la acción misma, también repentina, instantánea. No se trata de mostrar algo a través de la duración temporal como se puede ofrecer la mirada pacificadora de un cuadro u otra obra de arte. Se trata más bien de algo que se abre y que se cierra, algo que reproduce la estructura de pulsación del inconsciente: un pantalón, un abrigo, un impermeable que se abre y que se cierra; al mismo tiempo que ofrece algo a la mirada también lo oculta. Lacan dice "lo percibido en lo desapercibido". Interrogadas las víctimas de actos exhibicionistas sobre qué han visto, en general responden que no han visto nada. Pero es eso justamente lo que angustia, no ver donde se esperaba ver lo que se creía que se vería.
Finalmente, el objetivo, el propósito del acto exhibicionista, lo que podríamos llamar el gol, la verificación de que se obtuvo lo que se buscaba: la mirada de la víctima, no cualquiera, se trata de suscitar una determinada mirada. Una mirada de indiferencia significaría la mayor decepción para el exhibicionista. Su mayor satisfacción, por el contrario, está en la mirada que expresa al mismo tiempo la angustia o el terror, el rechazo que indica que se ha vulnerado el pudor del otro pero también que se ha alcanzado su curiosidad, el interés, la satisfacción, la mirada que muestra que el otro ha quedado conmovido en su deseo cómplice, involucrado con su goce, pero en su goce desconocido, el que está en ruptura con sus represiones.
Generalizando estas condiciones podemos obtener la pauta del lazo entre el psicópata y su partener neurótico, al que podemos llamar víctima, por qué no, siempre que la contemos como víctima cómplice, ya que el neurótico, a diferencia del instantáneo acto exhibicionista, se ofrece y se incluye con todo su ser y su subjetividad, y a veces aun se aferra, en el movimiento psicopático. Probablemente no todos los neuróticos. Algunos disponen de sistemas defensivos que les impiden implicarse en ese lazo.
Algunos aportes teóricos para entender las diferencias entre psicosis y neurosis.
En el texto El «yo» y el «Ello» dice Freud: “hemos atribuido al aparato anímico una estructura que nos permite representar toda una serie de procesos y relaciones”. En el trabajo indicado se describen las múltiples dependencias del yo, su situación intermedia entre el mundo exterior y el Ello y su tendencia a servir, al mismo tiempo a todos sus amos, Relacionando estas circunstancias, llegamos a quizá la diferencia genética más importante entre la neurosis y la psicosis: la neurosis sería el resultado de un conflicto entre el «yo» y su «Ello», y, en cambio, la psicosis, el desenlace análogo de tal perturbación de las relaciones entre el «yo» y el mundo exterior. las neurosis de transferencia nacen a consecuencia de la negativa del yo a acoger una poderosa tendencia instintiva dominante en el Ello y procurar su descarga motora, o a dar por bueno el objeto hacia el cual aparece orientada tal tendencia. El yo se defiende entonces de la misma por medio del mecanismo de la represión; pero lo reprimido se rebela contra este destino y se procura, por caminos sobre los cuales no ejerce el yo poder alguno, una satisfacción sustitutiva -el síntoma- que se impone al yo como una transacción; el yo encuentra alterada y amenazada su unidad por tal intrusión y continúa luchando contra el síntoma, como antes contra la tendencia instintiva reprimida, y de todo esto resulta el cuadro patológico de la neurosis, Es evidentemente que al proceder el yo a la represión obedece en el fondo los mandatos del super-yo, los cuales proceden a su vez de aquellas influencias del mundo exterior que se han creado una representación en el super-yo. Siempre resultará que el yo se ha puesto al lado de estos poderes cuyas exigencias tienen más fuerza para él que las exigencias instintivas del Ello, siendo él mismo (el yo) el poder que impone la represión en contra de aquellos elementos del Ello y la afirma por medio de la contracarga de la resistencia. Así, entonces, el yo ha entrado en conflicto con el Ello en servicio del super-yo y de la realidad. Esta es la situación en todas las neurosis de transferencia.
Sobre el mecanismo de la psicosis los ejemplos nos indican que la perturbación se da en la relación entre el yo y el mundo exterior. Por ej Freud cita en este texto a la amencia de Meynerts, la demencia aguda alucinatoria: Término propuesto por la escuela vienesa (Meynert, 1890) para designar un trastorno psicopatológico que aparece en cuadros orgánicos, que se caracteriza por la presencia de síntomas de confusión, desorientación, trastornos del pensamiento (incoherencia, perplejidad), alteraciones sensoperceptivas (ilusiones y alucinaciones) e inquietud psicomotriz. Y la cita como la forma quizá más extrema e impresionante de las psicosis; en ella, la percepción del mundo exterior cesa por completo o permanece totalmente ineficaz. Normalmente el mundo exterior domina al yo por dos caminos. En primer lugar, mediante las percepciones actuales continuamente posibles, y en segundo lugar, con las huellas de percepciones anteriores, que constituyen, como «mundo interior», un patrimonio y un elemento del yo. En la amencia no sólo queda excluida la posibilidad de acoger nuevas percepciones, sino también sustraída al mundo interior su significación . El yo se procura independientemente un nuevo mundo exterior e interior y surgen dos hechos indubitables: que este nuevo mundo es construido de acuerdo con las tendencias optativas del Ello y que la causa de esta disociación del mundo exterior es una privación impuesta por la realidad y considerada intolerable. En ese sentido esta psicosis nos muestra una gran afinidad interna con el mecanismo que se da en los sueños normales. Justamente la condición del fenómeno onírico normal es, precisamente, el estado de reposo, entre cuyos caracteres hallamos el apartamiento del mundo real y de toda percepción.
El efecto patógeno entonces, depende de que el yo permanezca fiel en este conflicto de fuerzas a su dependencia del mundo exterior e intente amordazar al Ello, o que, por el contrario, se deje dominar por el Ello y arrancar así a la realidad
De otras formas de psicosis, las esquizofrenias, sabemos que culminan en un embotamiento afectivo; esto es, en la pérdida de todo interés hacia el mundo exterior. Con respecto a la génesis de los delirios, algunos análisis nos han enseñado que el delirio surge precisamente en aquellos puntos en los que se ha producido una ruptura de la continuidad en la relación del yo con el mundo exterior. Constituyendo así el delirio una tentativa de curación o de reconstrucción de esa realidad perdida.
INTRODUCCIÓN AL NARCISISMO [1914]
Sigmund Freud
Capítulo II
El estudio directo del narcisismo tropieza aún con dificultades insuperables. El mejor acceso indirecto continúa siendo el análisis de las parafrenias. Del mismo modo que las neurosis de transferencia nos han facilitado la observación las tendencias instintivas libidinosas, la demencia precoz y la paranoia habrán de procurarnos una retrospección de la psicología del yo. Habremos, pues, de deducir nuevamente de las deformaciones e intensificaciones de lo patológico lo normal, aparentemente simple. De todos modos, aún se nos abren algunos otros caminos de aproximación al conocimiento del narcisismo. Tales caminos son la observación de la enfermedad orgánica, de la hipocondría y de la vida erótica de los sexos.
Al dedicar mi atención a la influencia de la enfermedad orgánica sobre la distribución de la libido sigo un estímulo de mi colega el doctor S. Ferenczi. Todos sabemos, y lo consideramos natural, que el individuo aquejado de un dolor o un malestar orgánico cesa de interesarse por el mundo exterior, en cuanto no tiene relación con su dolencia. Una observación más detenida nos muestra que también retira de sus objetos eróticos el interés libidinoso, cesando así de amar mientras sufre. La vulgaridad de este hecho no debe impedirnos darle una expresión en los términos de la teoría de la libido. Diremos, pues, que el enfermo retrae a su yo sus cargas de libido para destacarlas de nuevo hacia la curación. `Concentrándose está su alma', dice Wilhelm Busch del poeta con dolor de muelas, `en el estrecho hoyo de su molar'. La libido y el interés del yo tienen aquí un destino común y vuelven a hacerse indiferenciables. Semejante conducta del enfermo nos parece naturalísima, porque estamos seguros de que también ha de ser la nuestra en igual caso. Esta desaparición de toda disposición amorosa, por intensa que sea, ante un dolor físico, y su repentina sustitución por la más completa indiferencia, han sido también muy explotadas como fuentes de comicidad.
Análogamente a la enfermedad, el sueño significa también una retracción narcisista de las posiciones de la libido a la propia persona o, más exactamente, sobre el deseo único y exclusivo de dormir. El egoísmo de los sueños tiene quizá en esto su explicación. En ambos casos vemos ejemplos de modificaciones de la distribución de la libido consecutivas a una modificación del yo.
La hipocondría se manifiesta, como la enfermedad orgánica, en sensaciones somáticas penosas o dolorosas, y coincide también con ella en cuanto a la distribución de la libido. El hipocondriaco retrae su interés y su libido con especial claridad esta última -de los objetos del mundo exterior y los concentra ambos sobre el órgano que le preocupa. Entre la hipocondría y la enfermedad orgánica observamos, sin embargo, una diferencia: en la enfermedad, las sensaciones dolorosas tienen su fundamento en alteraciones comprobables, y en la hipocondría, no. Pero, de acuerdo con nuestra apreciación general de los procesos neuróticos, podemos decidirnos a afirmar que tampoco en la hipocondría deben faltar tales alteraciones orgánicas. ¿En qué consistirán, pues?
Nos dejaremos orientar aquí por la experiencia de que tampoco en las demás neurosis faltan sensaciones somáticas displacientes comparables a las hipocondriacas. Ya en otro lugar hube de manifestarme inclinado a asignar a la hipocondría un tercer lugar entre las neurosis actuales. al lado de la neurastenia y la neurosis de angustia. No nos parecía exagerado afirmar que a todas las demás neurosis se mezcla también algo de hipocondría. Donde mejor se ve esta inmixtión es en la neurosis de angustia con su superestructura de histeria. Ahora bien: en el aparato genital externo en estado de excitación tenemos el prototipo de un órgano que se manifiesta dolorosamente sensible y presenta cierta alteración, sin que se halle enfermo, en el sentido corriente de la palabra. No está enfermo y, sin embargo, aparece hinchado, congestionado, húmedo, y constituye la sede de múltiples sensaciones. Si ahora damos el nombre de «erogeneidad» a la facultad de una parte del cuerpo de enviar a la vida anímica estímulos sexualmente excitantes, y recordamos que la teoría sexual nos ha acostumbrado hace ya mucho tiempo a la idea de que ciertas otras partes del cuerpo -las zonas erógenas- pueden representar a los genitales y comportarse como ellos, podremos ya aventurarnos a dar un paso más y decidirnos a considerar la erogeneidad como una cualidad general de todos los órganos, pudiendo hablar entonces de la intensificación o la disminución de la misma en una determinada parte del cuerpo. Paralelamente a cada una de estas alteraciones de la erogeneidad en los órganos, podría tener efecto una alteración de la carga de libido en el yo. Tales serían, pues, los factores básicos de la hipocondría, susceptibles de ejercer sobre la distribución de la libido la misma influencia que la enfermedad material de los órganos.
Esta línea del pensamiento nos llevaría a adentrarnos en el problema general de las neurosis actuales, la neurastenia y la neurosis de angustia, y no sólo en el de la hipocondría. Por tanto, haremos aquí alto, pues una investigación puramente psicológica no debe adentrarse tanto en los dominios de la investigación fisiológica. Nos limitaremos a hacer constar la sospecha de que la hipocondría se halla, con respecto a la parafrenia, en la misma relación que las otras neurosis actuales con la histeria y la neurosis obsesiva, dependiendo, por tanto, de la libido del yo, como las otras de la libido objetal. La angustia hipocondriaca seria la contrapartida, en la libido del yo, de la angustia neurótica. Además, una vez familiarizados con la idea de enlazar el mecanismo de la adquisición de la enfermedad y de la producción de síntomas en las neurosis de transferencia -el paso de la introversión a la regresión-, a un estancamiento de la libido objetal, podemos aproximarnos también a la de un estancamiento de la libido del yo y relacionarlo con los fenómenos de la hipocondría y la parafrenia.
Naturalmente nuestro deseo de saber nos planteará la interrogación de por qué tal estancamiento de la libido en el yo ha de ser sentido como displacentero. De momento quisiera limitarme a indicar que el displacer es la expresión de un incremento de la tensión, siendo, por tanto, una cantidad del suceder material la que aquí, como en otros lados, se transforma en la cualidad psíquica del displacer. El desarrollo de displacer no dependerá, sin embargo, de la magnitud absoluta de aquel proceso material, sino más bien de cierta función específica de esa magnitud absoluta. Desde este punto, podemos ya aproximarnos a la cuestión de por qué la vida anímica se ve forzada a traspasar las fronteras del narcisismo e investir de libido objetos exteriores. La respuesta deducida de la ruta mental que venimos siguiendo sería la de que dicha necesidad surge cuando la carga libidinosa del yo sobrepasa cierta medida. Un intenso egoísmo protege contra la enfermedad; pero, al fin y al cabo, hemos de comenzar a amar para no enfermar y enfermamos en cuanto una frustración nos impide amar. Esto sigue en algo a los versos de Heine acerca una descripción que hace de la psicogénesis de la Creación: (dice Dios) `La enfermedad fue sin lugar a dudas la causa final de toda la urgencia por crear. Al crear yo me puedo mejorar, creando me pongo sano'.
A nuestro aparato psíquico lo hemos reconocido como una instancia a la que le está encomendado el vencimiento de aquellas excitaciones que habrían de engendrar displacer o actuar de un modo patógeno. La elaboración psíquica desarrolla extraordinarios rendimientos en cuanto a la derivación interna de excitaciones no susceptibles de una inmediata descarga exterior o cuya descarga exterior inmediata no resulta deseable. Mas para esta elaboración interna es indiferente, en un principio, actuar sobre objetos reales o imaginarios. La diferencia surge después, cuando la orientación de la libido hacia los objetos irreales (introversión) llega a provocar un estancamiento de la libido. La megalomanía permite en las parafrenias una análoga elaboración interna de la libido retraída al yo, y quizá sólo cuando esta elaboración fracasa es cuando se hace patógeno el estancamiento de la libido en el yo y provoca el proceso de curación que se nos impone como enfermedad.
Intentaré penetrar ahora algunos pasos en el mecanismo de la parafrenia, reuniendo aquellas observaciones que me parecen alcanzar ya alguna importancia. La diferencia entre estas afecciones y las neurosis de transferencia reside, para mí, en la circunstancia de que la libido, libertada por la frustración, no permanece ligada a objetos en la fantasía, sino que se retrae al yo. La megalomanía corresponde entonces al dominio psíquico de esta libido aumentada y es la contraparte a la introversión sobre las fantasías en las neurosis de transferencia. Correlativamente, al fracaso de esta función psíquica correspondería la hipocondría te la parafrenia, homóloga a la angustia de las neurosis de transferencia. Sabemos ya que esta angustia puede ser vencida por una prosecución de la elaboración psíquica, o sea: por conversión, por formaciones reactivas o por la constitución de un dispositivo protector (fobias). Esta es la posición que toma en las parafrenias la tentativa de restitución, proceso al que debemos los fenómenos patológicos manifiestos. Como la parafrenia trae consigo muchas veces -tal vez la mayoría- un desligamiento sólo parcial de la libido de sus objetos, podrían distinguirse al -su cuadro tres grupos de fenómenos: 1º. Los que quedan en un estado de normalidad o de neurosis (fenómenos residuales); 2º. Los del proceso patológico (el desligamiento de la libido de sus objetos, la megalomanía, la perturbación afectiva, la hipocondría y todo tipo de regresión), y 3º. Los de la restitución, que ligan nuevamente la libido a los objetos, bien a la manera de una histeria (demencia precoz o parafrenia propiamente dicha), bien a la de una neurosis obsesiva (paranoia). Esta nueva carga de libido sucede desde un nivel diferente y bajo distintas condiciones que la primaria. La diferencia entre las neurosis de transferencia en ella creadas y los productos correspondientes del yo normal habrían de facilitarnos una profunda visión de la estructura de nuestro aparato anímico.
La vida erótica humana, con sus diversas variantes en el hombre y en la mujer, constituye el tercer acceso al estudio del narcisismo. Del mismo modo que la libido del objeto encubrió al principio a nuestra observación la libido del yo, tampoco hasta llegar a la elección del objeto del lactante (y del niño mayor), hemos advertido que el mismo toma sus objetos sexuales de sus experiencias de satisfacción. Las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas son vividas en relación con funciones vitales destinadas a la conservación. Los instintos sexuales se apoyan al principio en la satisfacción de los instintos del yo, y sólo ulteriormente se hacen independientes de estos últimos. Pero esta relación se muestra también en el hecho de que las personas a las que ha estado encomendada la alimentación, el cuidado y la protección del niño son sus primeros objetos sexuales, o sea, en primer lugar, la madre o sus subrogados. Junto a este tipo de la elección de objeto, al que podemos dar el nombre de tipo de apoyo (o anaclítico) (Anlehnungstypus), la investigación psicoanalítica nos ha descubierto un segundo tipo que ni siquiera sospechábamos. Hemos comprobado que muchas personas, y especialmente aquellas en las cuales el desarrollo de la libido ha sufrido alguna perturbación (por ejemplo, los perversos y los homosexuales), no eligen su ulterior objeto erótico conforme a la imagen de la madre, sino conforme a la de su propia persona. Demuestran buscarse a sí mismos como objeto erótico, realizando así su elección de objeto conforme a un tipo que podemos llamar `narcisista'. En esta observación ha de verse el motivo principal que nos ha movido a adoptar la hipótesis del narcisismo.
Pero de este descubrimiento no hemos concluido que los hombres se dividan en dos grupos, según realicen su elección de objeto conforme al tipo de apoyo o al tipo narcisista, sino que hemos preferido suponer que el individuo encuentra abiertos ante sí dos caminos distintos para la elección de objeto, pudiendo preferir uno de los dos. Decimos, por tanto, que el individuo tiene dos objetos sexuales primitivos: él mismo y la mujer nutriz, y presuponemos así el narcisismo primario de todo ser humano, que eventualmente se manifestará luego, de manera destacada en su elección de objeto.
El estudio de la elección de objeto en el hombre y en la mujer nos descubre diferencias fundamentales, aunque, naturalmente, no regulares. El amor completo al objeto, conforme al tipo de apoyo, es característico del hombre. Muestra aquella singular hiperestimación sexual, cuyo origen está, quizá, en el narcisismo primitivo del niño, y que corresponde, por tanto, a una transferencia del mismo sobre el objeto sexual. Esta hiperestimación sexual permite la génesis del estado de enamoramiento, tan peculiar y que tanto recuerda la compulsión neurótica; estado que podremos referir, en consecuencia, a un empobrecimiento de la libido del yo en favor del objeto. La evolución muestra muy distinto curso en el tipo de mujer más corriente y probablemente más puro y auténtico. En este tipo de mujer parece surgir, con la pubertad y por el desarrollo de los órganos sexuales femeninos, latentes hasta entonces, una intensificación del narcisismo primitivo, que resulta desfavorable a la estructuración de un amor objetal regular y acompañado de hiperestimación sexual. Sobre todo en las mujeres bellas nace una complacencia de la sujeto por sí misma que la compensa de las restricciones impuestas por la sociedad a su elección de objeto. Tales mujeres sólo se aman, en realidad, a sí mismas y con la misma intensidad con que el hombre las ama. No necesitan amar, sino ser amadas, y aceptan al hombre que llena esta condición. La importancia de este tipo de mujeres para la vida erótica de los hombres es muy elevada, pues ejercen máximo atractivo sobre ellos, y no sólo por motivos estéticos, pues por lo general son las más bellas, sino también a consecuencia de interesantísimas constelaciones psicológicas. Resulta, en efecto, fácilmente visible que el narcisismo de una persona ejerce gran atractivo sobre aquellas otras que han renunciado plenamente al suyo y se encuentran pretendiendo el amor del objeto. El atractivo de los niños reposa en gran parte en su narcisismo, en su actitud de satisfacerse a sí mismos y de su inaccesibilidad, lo mismo que el de ciertos animales que parecen no ocuparse de nosotros en absoluto, por ejemplo, los gatos y las grandes fieras. Análogamente, en la literatura, el tipo de criminal célebre y el del humorista acaparan nuestro interés por la persistencia narcisista con la que saben mantener apartado de su yo todo lo que pudiera empequeñecerlo. Es como si los envidiásemos por saber conservar un dichoso estado psíquico, una inatacable posesión de la libido, a la cual hubiésemos tenido que renunciar por nuestra parte. Pero el extraordinario atractivo de la mujer narcisista tiene también su reverso; gran parte de la insatisfacción del hombre enamorado, sus dudas sobre el amor de la mujer y sus lamentaciones sobre los enigmas de su carácter tienen sus raíces en esa incongruencia de los tipos de elección de objeto.
Quizá no sea inútil asegurar que esta descripción de la vida erótica femenina no implica tendencia ninguna a disminuir a la mujer. Aparte de que acostumbro mantenerme rigurosamente alejado de toda opinión tendenciosa, sé muy bien que estas variantes corresponden a la diferenciación de funciones en un todo biológico extraordinariamente complicado. Pero, además, estoy dispuesto a reconocer que existen muchas mujeres que aman conforme al tipo masculino y desarrollan también la hiperestimación sexual correspondiente.
También para las mujeres narcisistas y que han permanecido frías para con el hombre existe un camino que las lleva al amor objetal con toda su plenitud. En el hijo al que dan la vida se les presenta una parte de su propio cuerpo como un objeto exterior, al que pueden consagrar un pleno amor objetal, sin abandonar por ello su narcisismo. Por último, hay todavía otras mujeres que no necesitan esperar a tener un hijo para pasar del narcisismo (secundario) al amor objetal. Se han sentido masculinas antes de la pubertad y han seguido, en su desarrollo, una parte de la trayectoria masculina, y cuando esta aspiración a la masculinidad queda rota por la madurez femenina, conservan la facultad de aspirar a un ideal masculino, que en realidad, no es más que la continuación de la criatura masculina que ellas mismas fueron.
Cerraremos estas observaciones con una breve revisión de los caminos de la elección de objeto. Se ama:
1º. Conforme al tipo narcisista:
a) Lo que uno es (a sí mismo).
b) Lo que uno fue.
c) Lo que uno quisiera ser.
d) A la persona que fue una parte de uno mismo.
2º. Conforme al tipo de apoyo (o anaclítico):
a) A la mujer nutriz.
b) Al hombre protector.
Y a las personas sustitutivas que de cada una de estas dos parten en largas series. El caso c) del primer tipo habrá de ser aún justificado con observaciones ulteriores.
En otro lugar y en una relación diferente habremos de estudiar también la significación de la elección de objeto narcisista para la homosexualidad masculina.
El narcisismo primario del niño por nosotros supuesto, que contiene una de las premisas de nuestras teorías de la libido, es más difícil de aprehender por medio de la observación directa que de comprobar por deducción desde otros puntos. Considerando la actitud de los padres cariñosos con respecto a sus hijos, hemos de ver en ella una reviviscencia y una reproducción del propio narcisismo, abandonado mucho tiempo ha. La hiperestimación, que ya hemos estudiado como estigma narcisista en la elección de objeto, domina, como es sabido, esta relación afectiva. Se atribuyen al niño todas las perfecciones, cosa para la cual no hallaría quizá motivo alguno una observación más serena, y se niegan o se olvidan todos sus defectos. (Incidentemente se relaciona con esto la repulsa de la sexualidad infantil.) Pero existe también la tendencia a suspender para el niño todas las conquistas culturales, cuyo reconocimiento hemos tenido que imponer a nuestro narcisismo, y a renovar para él privilegios renunciados hace mucho tiempo. La vida ha de ser más fácil para el niño que para sus padres. No debe estar sujeto a las necesidades reconocidas por ellos como supremas de la vida.
La enfermedad, la muerte, la renuncia al placer y la limitación de la propia voluntad han de desaparecer para él, y las leyes de la naturaleza, así como las de la sociedad, deberán detenerse ante su persona. Habrá de ser de nuevo el centro y el nódulo de la creación: His Majesty the Baby, como un día lo estimamos ser nosotros. Deberá realizar los deseos incumplidos de sus progenitores y llegar a ser un grande hombre o un héroe en lugar de su padre, o, si es hembra, a casarse con un príncipe, para tardía compensación de su madre. El punto más espinoso del sistema narcisista, la inmortalidad del yo, tan duramente negada por la realidad conquista su afirmación refugiándose en el niño. El amor parental, tan conmovedor y tan infantil en el fondo, no es más que una resurrección del narcisismo de los padres, que revela evidentemente su antigua naturaleza en esta su transformación en amor objetal.
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