Historia
España: Crisis de monarquía y república
TEMA 39. ESPAÑA: CRISIS DE LA MONARQUÍA Y REPÚBLICA (HASTA LA GUERRA CIVIL).
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LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA Y CAÍDA DE LA MONARQUÍA (1923-1931).
La dictadura de Primo de Rivera, influido por el fascismo italiano, tuvo el apoyo del Ejército, la burguesía, los terratenientes y los eclesiásticos. En principio, sólo se pretendía una reorientación de la política en Marruecos, realizar modificaciones en la Constitución de 1876 y solucionar los problemas básicos (subversión social y bancarrota económica). No obstante, esto no se cumplió y la dictadura se prolongó hasta 1930.
Se suele dividir la historia de la Dictadura en tres períodos: el Directorio Militar (1923-1925), el Gabinete Civil (1925-1927) y la Asamblea Nacional Consultiva (1927-1930).
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Directorio Militar (15-septiembre-1923 / 3-diciembre-1925)
Durante esta primera etapa, Primo de Rivera se dedicó preferentemente a solucionar los problemas que le habían inducido a reclamar el poder: la subversión social, el desorden y la bancarrota económica.
Por lo menos los dos primeros aspectos logró hacerlos desaparecer, aunque a costa del desmantelamiento de las instituciones (→ con el fin de acabar con el caciquismo rural, destituyó ayuntamientos y diputaciones e instaló en cada partido judicial unos “delegados gubernativos”, representantes de su gobierno) y la suspensión de las garantías constitucionales de los españoles y sustitución por el estado de guerra (→ Restricción de libertades públicas, prohibición de reunión y asociación y censura en la prensa. En este sentido, también se persiguió duramente a los anarquistas catalanes).
Entre tales medidas (que vinieron acompañadas, como es lógico, del cese de todos los miembros del Gobierno y disolución de las Cortes) se produjo la autoproclamación del propio Primo de Rivera como Presidente del Directorio a título de “ministro único y con facultades para legislar. A fin de institucionalizar el régimen, en 1924 creó un grupo político, la Unión Patriótica, que asumió la ideología del Directorio y fue su instrumento político.
Junto a tales medidas, otras de índole económico y administrativo pretendieron (aunque no serían cumplidas) poner orden en el país: así, las dictadas para poner fin a la oligarquía caciquil, acerca de la intervención de los ayuntamientos y, de otro lado, sobre el establecimiento de un sistema de administración central, provincial y municipal (Estatutos municipal y provincial).
En el exterior, durante esta etapa se solucionó el problema de Marruecos que, después del desastre de Annual, se había hecho insoportable. Si bien al principio Primo de Rivera era partidario de abandonar la región, pronto cambió de opinión. Intentó negociar con los rifeños la solución al problema, pero éstos -animados por sus éxitos- se negaron y atacaron a españoles y franceses. Ante esta actitud, Francia, hasta entonces reacia a realizar una política conjunta con España en la zona, se avino a ello. En 1925 acordaron una alianza por la que se prometía a las tribus marroquíes autonomía, al tiempo que anunciaban la decisión conjunta de actuar enérgicamente y aumentar los efectivos militares. Pronto se comprobó la eficacia de la unión: el desembarco de Alhucemas (septiembre 1925), casi exclusivamente español, pero protegido por barcos franceses, constituyó un rotundo éxito. A partir de entonces la victoria hispano-francesa fue rápida y fácil: en mayo de 1926 concluyeron los combates y Abd-El-Krim fue hecho prisionero. La victoria permitió a Primo de Rivera institucionalizar la dictadura como un fenómeno estable que pretendía plantear una nueva organización política para el país.
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Gabinete Civil (3-diciembre-1925 / 10-julio-1927)
Esta segunda etapa se abrió con la sustitución por Primo de Rivera del Directorio Militar por un denominado Gabinete Civil, integrado en realidad por seis civiles pertenecientes a la Unión Patriótica y por cuatro militares.
Fue ésta una fase en la que, al amparo de la favorable coyuntura económica europea, se emprendieron notables reformas socioeconómicas o se prepararon proyectos importantes para el fomento de obras públicas. Así, en el campo de la Hacienda Pública, el nuevo ministro, el maurista José Calvo Sotelo, saneó el régimen tributario y permitió, sin necesidad de crear nuevos impuestos, multiplicar notablemente los ingresos del Estado. Organizó una gigantesca operación de conversión que absorbió la mayor parte de la enorme deuda, y desde 1927 el presupuesto se liquidó con superávit. También creó la Campsa, sistema de nacionalización parcial del petróleo (→ hasta entonces se habían encargado de distribuir dos compañías extranjeras, la Standard y la Shell). En Obras Públicas se realizó un gran plan de construcción de embalses, tanto para el regadío como para la producción de energía eléctrica. También los ferrocarriles experimentaron una considerable mejora, con electrificación de líneas, construcción de nuevos tramos y renovación del material. Finalmente, también se realizó un plan de “casas baratas” protegidas, así como una gran cantidad de edificios públicos.
La política social del régimen estuvo muy en consonancia con la línea paternalista de Primo de Rivera. Intensificó la legislación protectora del trabajo, dio notable desarrollo al Instituto Nacional de Previsión y se creó por decreto-ley el Código del Trabajo Corporativo (que pretendía sustituir la lucha de clases por la colaboración de clases: resolución de los problemas laborales entre patronos y obreros, regulación de las condiciones de trabajo...) y la Organización Corporativa del Trabajo (que enfocaba la solución de los problemas sociales y económicos mediante instancias que representaban intereses colectivos, propios de la sociedad española).
A pesar de las notables mejoras en el plano económico (aunque su actuación benefició sobre todo a las clases pudientes y, en concreto, a la Banca, tanto privada como oficial) y en el social, hubo unas cuestiones de fondo en las que el sistema dictatorial fracasó de lleno:
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La primera es la relativa a la transformación de la propiedad agraria.- Se intentó combatir el caciquismo, pero lo cierto es que todavía en 1930 el mapa agrario nacional registraba los mismos defectos que antaño.
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La segunda cuestión fue la de los regionalismos.- Cara al catalanismo, Primo de Rivera intentó de momento atraerse a la Lliga; pero después, cuando se promulgó el Estatuto Provincial (1925), que prácticamente suprimía la Mancomunidad, casi la totalidad de las fuerzas vivas catalanas se pusieron frente a él.
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En tercer lugar, el régimen primorriverista tampoco triunfó en lo que se refiere a política obrera.- Había declarado ilegales a la CNT y al PC. En cambio, quiso atraerse a los socialistas para crear un nuevo cauce sindical ajustado a su estilo de gobierno -el líder del PSOE, Francisco Largo Caballero, llegó a ser nombrado Consejero de Estado-. Sin embargo, el propio socialismo rehuyó la colaboración franca.
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La cuarta cuestión en la que no se acertó fue, paradójicamente, la relativa al Ejército (→ La victoria en Marruecos no logra la cohesión en el interior del Ejército. En 1926 se produjo la “sanjuanada”, conspiración político-militar; y el conflicto del dictador con el Cuerpo de Artillería, que terminó con la disolución de éste).
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Por último, la oposición por parte de los intelectuales (Unamuno, Blasco Ibáñez) hacia el régimen, que se había mostrado totalmente indiferente hacia el mundo intelectual, y por parte de los estudiantes, que mostraban su rechazo en la calle.
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Asamblea Nacional (12 septiembre 1927 / 28 enero 1930)
Esta etapa se inició con el éxito definitivo en Marruecos. Y en ella, la continuación sistemática del plan de reformas económica y social (corporativismo, asistencia social, intervención estatal en la economía, planificación...), y la reunión de la Asamblea Nacional Consultiva, que supuso el rechazo del parlamentarismo pues la Asamblea representaba a todas las clases e intereses.
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Caída del Régimen y de la Monarquía
En 1929, ninguno de los viejos problemas planteados en 1923 (propiedad agraria, regionalismo, movimiento obrero, Ejército, mundo intelectual, republicanismo) aparecía resuelto, y sí, por el contrario, casi todos ellos agudizados.
Además, entre 1927 y 1929 (con anterioridad por tanto al crack de la Bolsa neoyorquina), las circunstancias económicas empezaron a hacerse especialmente difíciles para España: recesión en la llegada de capitales, pérdida de valor de la peseta, etc. Ello vino a dar ya el argumento que faltaba a la oposición y, desde entonces, los hechos iban a precipitarse con rapidez en contra de la Dictadura. En enero de 1929 fue descubierta una conjura político-militar que pretendía el derrocamiento del régimen. Al poco tiempo, en agosto, se sugirió al propio Primo de Rivera la retirada. No lo hizo, y parece ser que hasta el propio Alfonso XIII le retiró su confianza. Entonces fue cuando Primo de Rivera, sabedor de su difícil situación, acudió a los capitanes generales y altos jefes militares para inquirir cuál era su actitud ante el Régimen. Al comprobar que no tenía su apoyo, Primo de Rivera presentó su dimisión el 28 de enero de 1930 y se marchó a París, donde murió dos meses después.
Poco después de la marcha de Primo de Rivera, Alfonso XIII intentó restablecer el viejo orden constitucional (fracasos del Gabinete del general Berenguer y del Gobierno de concentración monárquica Aznar-Romanones).
Mientras, al amparo de la gran depresión económica mundial y de la progresiva baja de salarios y el creciente paro que provocaba huelgas, las fuerzas republicanas, socialistas y catalanistas de izquierdas se unieron (Pacto de San Sebastián) para pedir una convocatoria de elecciones y el establecimiento de la República. Se preparan dos conspiraciones militares en favor del republicanismo que fracasan: sucesos de Jaca y de Cuatro Vientos en Madrid.
Al fin, el 12 de abril de 1931, se celebraron elecciones municipales aunque se enfocaron como un plebiscito donde elegir entre monarquía o república, en las que ganó la coalición de republicanos y socialistas en las grandes ciudades. Alfonso XIII, ante la falta de sus apoyos tradicionales, se exilió a Francia y la II República fue proclamada en España el 14 de abril de 1931. El cambio fue revolucionario en la medida de que fue una modificación de régimen sin actos violentos, sino todo lo contrario: de forma pacífica y con total apoyo de la población.
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LA SEGUNDA REPÚBLICA (14 abril 1931 / 18 julio 1936)
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Gobierno Provisional y Cortes Constituyentes (1931)
Después de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 y con la victoria de los republicanos, el día 14 se proclamó la II República al frente de la cual se puso un gobierno provisional que emprendió las medidas reformistas de la etapa republicana.
En un principio, la actividad del Gobierno Provisional, presidido por Niceto Alcalá Zamora, se intentó concentrar en la organización de la nueva legalidad, razón por la que el 15 de abril de 1931 dictó el `Estatuto jurídico del Gobierno provisional', donde se formularon una declaración de derechos y un esbozo de programa de reformas y de institucionalización.
Pero aquella actividad se vio muy pronto alterada, a partir incluso del mismo día 14 de abril, por una serie de hechos:
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la actitud manifiestamente separatista de los nacionalistas catalanes (→ declaración de independencia de Cataluña por Francesc Macià y la `Esquerra catalana').
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el recelo del cardenal Segura (primado de España) ante el nuevo régimen, que acabó con la expulsión del primado del país, pero al mismo tiempo produjo los primeros síntomas de descontento entre los españoles ante el planteamiento de la política religiosa del Gobierno, que se había pronunciado por la libertad de cultos y de conciencia.
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el anticlericalismo, exultante e irracional, especialmente entre el 10 y 12 de mayo, en que ardieron una serie de conventos; y el anarcosindicalismo, hostil a los socialistas que figuraban en el Gobierno (→ en este período cabe destacar la huelga general desarrollada en Sevilla en julio donde la CNT logra paralizar la ciudad. Ante esta situación, el gobierno reprime duramente a los agitadores con un saldo de 20 muertos).
Pese a ello, las elecciones de junio a Cortes Constituyentes proporcionaron el triunfo de las izquierdas representadas en el Gobierno (más de 300 diputados), especialmente a socialistas, que consiguieron más de un centenar de escaños. Por el contrario, las derechas, dispersas todavía, sólo lograron 40. (→ En realidad, la composición de las Cortes resultó mucho más escorada a la izquierda de lo que era el país). La primera tarea de estas Cortes fue la redacción de una nueva Constitución, que resultó un fiel reflejo de la composición de la Cámara.
La Constitución de 1931 definía al régimen como “una república de trabajadores de todas las clases”, se afirmaba la renuncia de España a la guerra como instrumento de relación internacional, se prohibía la retirada de España de la Sociedad de Naciones sin que se votara previamente en las Cortes, se regulaban los derechos sociales y se extendía el derecho de voto a la mujer. Los poderes del Presidente de la República estaban muy limitados (nombrado por seis años, no podía ser reelegido inmediatamente y sólo podía disolver las Cortes en dos ocasiones, dando cuenta de la segunda a las Cortes. Éstas tenían una sola Cámara).
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El bienio socialazañista (1931-1933)
En diciembre de 1931 Alcalá Zamora fue elegido Presidente de la República y durante los próximos dos años sería Manuel Azaña el Presidente del Gobierno de alianza entre republicanos de izquierda y socialistas.
En el poder, la alianza socialzañista desplegó un programa reformista para la transformación política y social de España:
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Reforma del Ejército.- Consistió, sobre todo, en una reducción de la oficialidad y en una disminución de los aspectos políticos de los mandos militares (“ley del retiro”).
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Reforma religiosa.- Ya la discusión en las Cortes sobre el artículo 26 de la Constitución entre los partidarios de una separación amistosa entre la Iglesia y el Estado -Miguel Maura y Alcalá Zamora- y entre los que querían la expulsión de todas las órdenes religiosas -radicalsocialistas y socialistas-, hizo posible una primera crisis. Prosperó el programa anticlerical de Azaña con la expulsión de los jesuitas y se suprimió la enseñanza de las órdenes religiosas.
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Se consiguió solucionar el problema autonómico catalán mediante un Estatuto aprobado por las Cortes en 1932, en el que se proclamaba la autonomía de Cataluña y la lengua catalana adquiría el mismo rango de oficialidad que el castellano.
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Reformas sociales.- Las llevadas a cabo por los socialistas supusieron una mejora del nivel de vida de las clases trabajadoras (legislación de Largo Caballero, ministro de Trabajo, sobre las Delegaciones de Trabajo, los seguros sociales, la Ley de Términos Municipales -por la que se establecía la obligatoriedad de los patronos a contratar a los obreros de la localidad-...).
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Reforma agraria.- Se creaba el Instituto de Reforma Agraria (IRA) cuyo objetivo consistía esencialmente en la expropiación de los latifundios para su redistribución entre los obreros agrícolas.
De todas maneras, era claro que no todos los problemas venían siendo resueltos satisfactoriamente por el Régimen. Al menos, a gusto de la gran mayoría de españoles, cada vez más afectada por el paro y la crisis económica (→ A partir de 1931 numerosos capitales empezaron a salir de España hacia el extranjero, enviados por la oligarquía y las clases altas que se negaban a colaborar con el régimen republicano).
Los adversarios del programa reformista de Azaña estuvieron en la extrema derecha (→ ya en agosto de 1932 se produjo una conspiración militar del derechista general Sanjurjo que, derrotada, permitió a Azaña aprobar la reforma agraria y el Estatuto de Cataluña) y en la extrema izquierda. A finales de 1932 y principios de 1933 nacieron dos organizaciones derechistas: la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y Renovación Española (grupo católico y monárquico) (→ La política religiosa del régimen republicano daba cohesión a los católicos, a los monárquicos y a los derechistas, tan desunidos y desorientados en 1931). También comenzó entonces a hacerse insistente (aprovechando en buena medida el fracaso de la Reforma Agraria, inapropiada e inefectiva) la agitación anarcosindicalista, traducida en diversas revueltas (→ Casas Viejas, en Cádiz, donde un anarquista y su familia, tras una fracasada proclamación en la localidad del `comunismo libertario'. La revuelta hubo de ser reprimida violentamente por orden del ministro de Gobernación, Casares Quiroga) que deterioraron la imagen política del Gobierno. La represión de Casas Viejas marcó el punto de partida de la enemistad entre buena parte de la izquierda y el Gobierno.
El desgaste del gobierno de Azaña llevó a Alcalá Zamora a forzar las elecciones que se celebraron en noviembre de 1933. Los partidos republicanos se desplomaron prácticamente, y los grandes vencedores fueron los partidos antimarxistas, sobre todo la CEDA, a cuya cabeza se hallaba José Mª Gil Robles. El segundo grupo parlamentario fueron los radicales.
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El bienio radical cedista (1933-1935)
Aunque la CEDA había sido el partido más votado, el presidente de la República Alcalá Zamora confió el poder a Alejandro Lerroux, jefe del partido radical. (→ La posibilidad de colaboración entre los radicales y la CEDA era muy limitada: los radicales representaban una posición posibilista y moderada, tras unos orígenes demagógicos y anticlericales; la CEDA era un partido católico unido por la oposición al programa anticlerical del gobierno de Azaña. Desde finales de 1933 a octubre de 1934 los gobiernos fueron exclusivamente radicales. En octubre de 1934 la CEDA obtuvo tres carteras en el Gabinete y este hecho provocó una protesta muy dura de la oposición).
Los objetivos del Partido Radical instalado en el poder se centraron básicamente en desarticular la obra del bienio anterior. De hecho, en aquellos doce meses, no sólo se congeló la aplicación de la reforma agraria y suspendió la Ley de Términos Municipales, sino que, de otro lado, se detuvo igualmente la iniciada estatalización de la enseñanza, se restablecieron también las dotaciones del clero y, por último, se vetó la Ley de Contratos de Cultivo, que había sido votada anteriormente por la Generalitat de Cataluña (cultivo de la viña).
Esta labor rectificadora no resolvió el problema económico (la crisis continuó latente, el paro en aumento) y además coadyuvó a agudizar las tensiones (entre la Generalitat y el Gobierno, y entre éste y los vascos, que una vez más hubieron de conformarse ante la negativa a aprobar su Estatuto, solicitado en 1931).
Ante tal situación, se intentó hallar solución. Así, la CEDA obtuvo tres carteras en el Gabinete Lerroux, lo que provocó la reacción de la extrema izquierda. Se organizaron protestas ante aquella presencia cedista por parte de los republicanos de izquierda y al cabo, respondiendo a un llamamiento formulado por la UGT, estalló un movimiento huelguístico en el país. Esta Revolución de Octubre de 1934 no triunfó en Madrid ni en el País Vasco, pero fueron graves los incidentes que se produjeron en Cataluña y Asturias. En Cataluña, Lluís Companys proclamó la independencia de Cataluña, declarando la República federal, aunque a la postre la revuelta fue dominada por el Ejército. En Asturias, durante quince días al menos, los mineros armados (quizá más de 50.000) azuzados por la CNT, UGT y los comunistas, provocarían una situación de verdadera guerra civil, que sólo fue posible poner fin con la llegada a Oviedo de la Legión Extranjera y las tropas de Regulares.
Estos hechos provocaron la entrada de Gil Robles en el Gobierno (la CEDA obtuvo cinco carteras). Sin embargo, poco pudo solucionar su presencia. En efecto, no sólo fracasaron las pretendidas reformas constitucional y electoral, sino que también fracasarían las gestiones en torno a los temas sociales (→ La derrota obrera de octubre de 1934 supuso el endurecimiento general de las derechas en el aspecto político y el dominio absoluto de la patronal en el aspecto laboral, más notorio y cotidiano. Los escasos sectores de la oligarquía, desplazados en 1931, volvieron triunfantes a los centros de poder). Y, para colmo, se llevó a cabo la llamada Contrarreforma Agraria.
La represión de 1934 y el gobierno de la derecha sirvió para despertar a la izquierda. Poco a poco se fueron reorganizando los partidos de izquierdas, desarbolados tras la derrota electoral de 1933. A lo largo de 1935 se va perfilando el Frente Popular (agrupación que incluía a la totalidad de las fuerzas de izquierdas).
Tras la ineficacia del gobierno cedista, en diciembre de 1935, Alcalá Zamora decidió poner fin a la República de derechas y confió el poder a Portela Valladares que disolvió las Cortes y convocó elecciones generales para febrero de 1936.
En las elecciones de febrero de 1936 quedó de manifiesto la polarización del país. Los resultados mostraron una ligera superioridad del Frente Popular (34'3%) frente a la CEDA (33'2%). Las elecciones fueron un antecedente de la guerra civil en el sentido de que mostraron a España dividida en dos porciones casi iguales.
Tres razones parecen explicar la victoria de la izquierda: 1º) Las derechas se habían presentado a las urnas completamente divididas (CEDA y Bloque Nacional de Calvo Sotelo); 2º) La propia alianza de la izquierda (→ el punto esencial del programa del Frente Popular fue la amnistía total para los miles de presos de octubre de 1934, lo cual motivó una masiva participación electoral, incluida la de los anarcosindicalistas a pesar de su alergia de principio de acercarse a las urnas, pero en esta ocasión acudieron a ellas para poder vaciar las prisiones); 3º) La disminución de apoyo popular al programa -nada eficaz- de la derecha.
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El Frente Popular (1936)
Los vencedores desplazaron a Alcalá Zamora de la presidencia de la República, que pasó a ocupar Manuel Azaña, el cual llevó a la presidencia del Gobierno a Casares Quiroga, representante de la autonomía gallega. Inmediatamente se proclamó la amnistía, se restableció la plena vigencia del Estatuto de Cataluña y se reemprendió la reforma agraria, distribuyéndose 250.000 ha. en tres meses.
Pero desde el primer momento aquellos proyectos e intenciones se hallaron desbordados. Por una parte, las organizaciones obreras incrementaron sus presiones para unas reformas de estructuras que sólo por métodos revolucionarios consideraban viables (→ las fuerzas obreras de izquierda procedieron a la quema de iglesias y a formular ataques abiertos a la Fuerza Pública). Por otra, algunos sectores de la derecha (la Falange Española, partido fascista fundado por José Antonio Primo de Rivera, Acción Española y el Bloque Nacional de Calvo Sotelo), conscientes de su impotencia parlamentaria y alentados por los ejemplos de Alemania e Italia, pusieron sus esperanzas en una sublevación.
La violencia se enquistó definitivamente en la vida diaria. Los elementos extremistas se hicieron dueños de la calle y del campo. En los primeros días de julio era asesinado en Madrid el teniente Castillo, miembro de la Guardia de Asalto (policía), conocido por sus simpatías izquierdistas; el 13, en represalia, caía a su vez el líder derechista José Calvo Sotelo. Ello fue la chispa que desencadenó los acontecimientos que culminaron en el levantamiento armado en Melilla el 17 del mismo mes de julio. La guerra civil había comenzado.
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Enviado por: | Antonia |
Idioma: | castellano |
País: | España |