Historia
España durante la Segunda Guerra Mundial
ESPAÑA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Febrero de 2003
INDICE
1. Nota del alumno, pag. 4
Introducción, pags. 5-6
De la neutralidad a la no beligerancia, pags. 7-8
De la no beligerancia a la neutralidad, pags. 9-15
De la neutralidad al final de la guerra, pag. 16
La segunda posguerra española, pags. 17-18
Fechas clave, pags. 19-20
Bibliografía, pag. 21
NOTA DEL ALUMNO
El objetivo del siguiente trabajo no es otro sino ver el papel que España jugó durante la Segunda Guerra Mundial, por tanto tengo que decir que solo nos interesa en estos momentos la política exterior seguida por el régimen franquista, dejando de lado los problemas políticos internos del país. Podemos adelantar que el papel de España no fue determinante pero si importante, al menos en un primer momento de la contienda, hasta que Alemania empezó a sufrir los primeros reveses militares.
Para desarrollar este trabajo vamos a partir de la Guerra Civil Española en relación con la política internacional del momento, una Guerra Civil que duró prácticamente tres años y que dejo el país realmente en ruina económica, así como fracturado socialmente con dos bandos bien diferenciados, los vencidos, defensores de la legalidad vigente, y los vencedores, herederos del tradicionalismo conservador y católico. Hay que recordar que el bando que había triunfado había gozado de la ayuda tanto de la Italia fascista como de la Alemania nazi. Por tanto no es de extrañar que Franco sintiera algo más que simpatía por estos países cuando estalló la guerra mundial. Sin embargo, España no terminaría entrando en la guerra, sino que llegó a algo más que una mera alianza en lo que se llamó situación de “no beligerancia”, que en realidad suponía llegar a un gran compromiso con sus aliados. La máxima expresión de este apoyo fue la ayuda militar materializada en la “división azul”, teóricos voluntarios que lucharon en el cerco de Leningrado.
Hay que decir que hay una fecha clave en la política exterior española, un cambio importante que empezó a ver a finales del año 1.942 y que significó el giro definitivo hacia una política no intervencionista y cada vez más alejada de los antiguos amigos italo-germanos, cuya máxima expresión fue la retirada de la ya menciona división azul. Con todo, el Régimen franquista apoyo hasta el último momento a los alemanes, tanto de forma económica como en forma de espionaje, lo que le conllevaría a una situación de aislamiento después de la Guerra Mundial.
Para terminar, he de decir que no es objetivo de este trabajo el describir o contar lo sucedido durante la Segunda Guerra Mundial, sino solamente lo referente a España durante esta guerra, puesto que esto es realmente lo que nos interesa en estos momentos.
INTRODUCCIÓN
El 1 de abril de 1939 acababa la Guerra Civil española, que había durado casi tres largos año. En la guerra se habían enfrentado dos bandos, por un lado el republicano, sistema parlamentario al estilo de las democracias occidentales, y por otro los llamados “nacionales”, grupo de militares que se sublevaron (18 de julio de 1936) al estilo de los pronunciamientos del S. XIX. Comenzó así una verdadera lucha social e ideológica, pues al pronunciamiento siguió una reacción obrera para contrarrestarlo, una revolución político-social en todo el territorio en que se mantuvo la legalidad republicana.
A los pocos días de la sublevación, y debido a que el estrecho estaba controlado por marinos fieles a la República, Franco pide ayuda a Mussolini y Hitler. Este pone en marcha inmediatamente la “operación Feuerzauber”, que suponía poner a su disposición veinte aviones de transporte, los necesarios para que el traslado de tropas del norte de África a la Península se pueda efectuar. Roma también promete ayuda inmediata materializada en la llegada de varios aviones. Estos dos países serían los grandes aliados del bando sublevado.
Al mismo tiempo, y en un primer momento, el gobierno republicano buscará respaldo en las potencias democráticas occidentales. Inglaterra, en esos momentos gobernada por los conservadores, no sentía demasiadas simpatías por un gobierno republicano mantenido por una revolución, y prefería la restauración dinástica, por lo que no intervino a favor de la República. El caso de Francia fue bien distinto, pues estaba gobernado por un “frente popular” y la República tenía allí verdaderos amigos. Sin embargo, debido a presiones internas, Francia tuvo verdaderas dificultades en entregar armamento al gobierno legítimo. Por todo ello, la República se vería obligada a entablar relaciones con la U.R.S.S. único país que no puso trabas al gobierno republicano para comprar armamento.
La situación era ya tensa de por sí en Europa, con dos bandos bien diferenciados como era por un lado los países demócratas, Francia e Inglaterra principalmente, y por otro los países con dictaduras, Alemania e Italia principalmente, a los que hay que sumar la Unión Soviética, por lo que la guerra en España suponía un verdadero peligro para que se produjera una nueva guerra europea, guerra que había que evitar por todos los medios.
Por todo ello se llega a un acuerdo de “no intervención”, por el cual los países firmantes se comprometían a no intervenir en el conflicto español. Dicho acuerdo lo firmaron 21 países, entre ellos las cinco grandes potencias: Francia, Inglaterra, Italia, Alemania y la U.R.S.S. Así, en septiembre de 1936 se establece dicho Comité de No Intervención en Londres. Este comité ha pasado a la historia como una gran farsa, pues, salvo Inglaterra, ninguna otra gran potencia lo cumplió. Sin embargo fue útil, pues evitaba que empeorara la situación mundial con una hipotética no intervención extranjera en España.
Antes de que acabara el año 1936 ya se había establecido en España la legión Cóndor, que supuso para Alemania la formación de millares de aviadores, que cogieron gran experiencia para la guerra que empezaría en 1.939. Por parte de Italia se formó el CTV o Corpo di Truppe Volontarie, por el cual se supone que intervinieron en la guerra civil unos 70.000 combatientes.
La República recibió por su parte gran cantidad de material bélico de la Unión Soviética, que se materializo en aviones, tanques, ametralladoras, etc. a los que hay que sumar la llegada de técnicos para asesorar a los militares españoles.
La Guerra Civil Española concluyó el 1 de abril de 1.939 con la victoria del bando sublevado, comenzaba para España una larga dictadura, que se apoyaba en los militares, en la Iglesia y en lo que se llamó “el movimiento”, formado por los falangistas y cuyo papel a lo largo de la guerra mundial sería relativamente importante y del cual hablaremos más tarde. El final de la Guerra Civil, con el triunfo de Franco, supuso que España fuera aliada de los países del Eje (Alemania, Italia y Japón), y condiciona su política exterior a lo largo de la Segunda Guerra Mundial y de la posguerra. El primer paso de esta condición de aliado fue la firma del pacto Antikomintern en marzo de 1.939.
Para terminar en esta breve introducción tengo que decir que en la política internacional del momento quien salió mejor parado de lo sucedido fue, por supuesto, Hitler. Aprovechando plenamente las circunstancias de la crisis europea consiguió atraerse definitivamente a la Italia fascista, hacer desconfiar a la Rusia de Stalin en el sistema de seguridad internacional y, sobre todo, en la fiabilidad de los países democráticos, atemorizar a estos con el peligro de una conflagración general y dejar a Austria y Checoslovaquia inermes por completo frente a la voluntad imperialista alemana. Aunque luego no sería decisivamente peligroso, el general Franco no era, en 1.939, un dirigente en que pudieran confiar británicos o franceses, sino un motivo de permanente inquietud aunque mucho más por su posición estratégica que por su potencia militar efectiva.
DE LA NEUTRALIDAD A LA NO BELIGERANCIA
El 1 de septiembre las tropas alemanas invadían Polonia, el 3 de septiembre, Francia e Inglaterra, aliadas de Polonia, declaran la guerra, comenzaba así la Segunda Guerra Mundial. Podemos decir que el rasgo más destacado de la política exterior española durante la guerra fue su carácter vacilante. El 4 de septiembre de 1.939 el Gobierno español decretaba la neutralidad del país ante el conflicto que acababa de estallar: “Constando oficialmente el estado de guerra que por desgracia existe entre Inglaterra, Francia y Polonia por un lado, y Alemania, de otro, se ordena, por el presente decreto la más estricta neutralidad a los súbditos españoles, con arreglo a las leyes vigentes y a los principios del derecho público internacional”. Pero esta aparente neutralidad no impediría que desde el primer momento los medios de comunicación fueran decididamente proclives a las fuerzas del Eje o que las costas españolas sirvieran en casos excepcionales de refugio a los submarinos alemanes.
Los éxitos alemanes en esta primera fase de la guerra son arrolladores. Polonia cae en unos pocos días y es ocupada en el oeste por Alemania y en el este por la U.R.S.S., resultado este del pacto de no agresión firmado por estos dos países a finales de agosto de 1.939. Pocos meses después Alemania, en una rápida maniobra, se hace con el control de Noruega, necesario para no poner en peligro los abastecimientos de hierro procedentes de Suecia. Pero quizás el éxito más sorprendente fue la rápida caída de Holanda, Dinamarca, Bélgica y, sobre todo, de Francia, invadida en mayo de 1.940 y vencida en junio de ese mismo año, que era considerada la potencia militar más fuerte del continente europeo.
En estos momentos Hitler ya se ve triunfador de la guerra, pues solo queda la resistencia de Gran Bretaña. Mussolini, que al inicio de la guerra se había declarado neutral, ve peligrar en estos momentos el reparto del botín. De hecho, ya en abril de 1.940 barruntó que le resultaría imprescindible entrar en la guerra y así se lo advirtió al general Franco. Cuando a finales de mayo ya se vio claro la caída de Francia, Mussolini acuño un nuevo termino, el de “no beligerancia”, que pretendía ser algo diferente de la neutralidad propiamente dicha porque indicaba que su país tenía elegido su aliado en el conflicto. Finalmente la intervención italiana en el conflicto se produjo cuando la caída de Francia era evidente, al mismo tiempo la España de Franco reclamaba inmediatamente Gibraltar a través de la prensa falangista.
Hasta ese momento el general Franco había mantenido una neutralidad efectiva y clara, incluso llegando a condenar la invasión de los Países Bajos por parte de Alemania. Sin embargo, ahora la espectacular derrota de Francia, su adversaria tradicional en Marruecos, provocaba una tentación inmediata de intervencionismo por parte de todos los sectores del régimen para así tratar de obtener todo el beneficio posible en lo que parecía un orden europeo radicalmente nuevo. Dos días después que Mussolini interviniera en el conflicto bélico, Franco y Ramón Serrano Suñer, que estaban informados paso a paso por el duce acerca de su decisión, situaron a España en una no beligerancia que, como en el caso de la idéntica postura adoptada por Italia al iniciarse el conflicto, fue, en realidad, una prebeligerancia, que quería indicar una solidaridad ideológica y una voluntad de intervención.
Prueba de este hecho es que, por esos mismos días, se autorizaba a los aviones italianos a utilizar el territorio español para bombardear a los británicos. El conde Ciano no dudo en decirle a Serrano Suñer que ese permiso se daba no tan sólo para una ocasión, sino de manera indefinida.
DE LA NO BELIGERANCIA A LA NEUTRALIDAD
El cambio de España hacia la no beligerancia producido en junio de 1.940 venía determinado por el curso de los acontecimientos bélicos. Con la caída de Francia, parecía más probable que nunca que la guerra se saldaría con el triunfo de las armas germanas.
España tenía que buscar su lugar en la conferencia de paz al lado de los vencedores si quería participar en el reparto de final de guerra. Por eso, días antes de la declaración de no beligerancia el 3 de junio de 1.940 Franco había escrito una carta al Führer en la que afirmaba estar dispuesto a prestarle en cualquier momento los servicios que considerara más necesarios. Es importante decir que, aún así, todos los dirigentes, pero más aún quienes tenían la suprema responsabilidad política y militar, eran perfectamente conscientes de que cualquier intervención española en el conflicto bélico, aunque intentara conseguir los mayores beneficios territoriales imaginables, no debía durar más que unos días, casi unas horas. Dada la simpatía ideológica por el Eje, es previsible que la intervención se hubiera producido en el momento inmediatamente posterior a la entrada italiana en la guerra.
Esta era la primera vez que se planteaba seriamente la posibilidad de intervención española en el conflicto, además no se debía a ninguna presión alemana o italiana, se trataba de una iniciativa del propio Franco. En efecto, el interés de Alemania por España hasta ahora se había limitado al estricto carácter comercial. La Península Ibérica todavía no jugaba un papel destacado en los planes militares de Hitler, pues de momento, sus intereses se centraban en las islas británicas.
Tras la caída de Francia, a Hitler sólo le restaba acabar con la resistencia de los británicos para consolidar la posición de supremacía que había alcanzado en el viejo continente. Sin embargo, antes de continuar combatiendo contra ellos prefería alcanzar una paz negociada. El 18 de julio de 1.940 el Führer planteó a los ingleses su oferta. Varios días antes, como supuesto gesto de buena voluntad, había ordenado la desmovilización de 35 divisiones. El recién nombrado Primer Ministro británico, Winston Churchill, rechazó el ofrecimiento, pues los ingleses estaban decididos a continuar la guerra hasta el fin.
La negativa de Churchill hizo que los alemanes pusieran en marcha su plan de invasión de las islas en una operación denominada “León Marino” que se basaba en una acción conjunta entre la Aviación y la Marina de Guerra alemana. Así en julio de 1.940 comenzaron las primeras incursiones de la Luftwaffe, pero los ingleses demostraron no ser presa fácil. Antes de que acabara el mes el Alto Mando alemán decidió posponer la invasión. Es en este momento cuando España cobra un nuevo interés para Hitler.
Muy poco era lo que podían ofrecer las Fuerzas Armadas española. Más que un aliado el Ejercito de Franco podía significar una carga para Alemania; estaba mal equipado y armado y necesitaba de varios años de preparación para ser operativo. No obstante, la extraordinaria situación estratégica de la Península Ibérica desempeñaba un papel importante en los planes del canciller alemán para acabar con Inglaterra. Sobre todo le interesaba Gibraltar, punto esencial en la estrategia del Imperio Británico que junto a Creta, Chipre y Alejandría aseguraba el aprovisionamiento marítimo de las posesiones británicas en África.
La importancia que los alemanes ahora atribuían a España llevaría a Ribbentrop, siempre bajo las directrices de Adolf Hitler, a telegrafiar al embajador alemán en Madrid a fin de que este preparara las conversaciones que posibilitaran el pronto ingreso de España en la guerra. A partir de este momento los contactos entre ambas partes se intensificaron. El 16 de septiembre Serrano Suñer llegó a Berlín para negociar con Ribbentrop las condiciones de entrada de España en la guerra. Sin embargo Serrano Suñer pronto descubrió para su inmensa sorpresa que la reconstrucción de Europa no se iba a realizar siguiendo criterios de supuesta justicia histórica que atribuyeran a España el papel internacional que el general Franco y él mismo querían darle, sino siguiendo tan solo los intereses exclusivos de Hitler. Serrano Suñer pidió a Ribbentrop armas, gasolina y alimentos en grandes cantidades, además de Marruecos, Orán y Guinea, aparte de Gibraltar, e incluso sugirió que un país pequeño y poco amistoso como Portugal no tenía sentido en una nueva ordenación europea y que la Cataluña francesa debía ser española. Ribbentrop respondió de forma poco comprometida, y en una segunda entrevista Serrano Suñer, perplejo, se encontró con la solicitud alemana de una isla Canaria y otra base naval en Agadir o en Mogador. Todo esto trastoco las ideas de Franco de obtener grandes ventajas territoriales con un mínimo de intervención, pero Hitler pensaba que la España de Franco era un país débil y carente de recursos que pedía demasiado e intentaba de manera pretenciosa realizar una operación contra Gibraltar para la que no tenía tropas adecuadas, mientras que ponía en peligro las buenas relaciones con Francia, en estos momentos un buen aliado del Reich.
Mientras tanto Inglaterra, conocedora de la importancia de España en esto momentos (verano de 1.940), siguió con la estrategia de ganar tiempo y como afirmó uno de sus principales estrategas, Liddel Hart: “una España amistosa es deseable, pero una España neutral es vital”. Así por ejemplo, no tuvo inconveniente en aceptar un acuerdo entre España y Portugal, por el cual los dos países ratificaban su relación anterior y que en realidad no comprometía a ninguno de los dos países.
Inglaterra nombró embajador en Madrid a una persona importante del conservadurismo como era Sir Samuel Hoare, que junto con Halifax, eran partidarios de mantener, con respecto a España, una actitud de apaciguamiento mediante la utilización de la presión alimenticia y de aprovisionamiento. Así, mediante acuerdos sucesivos durante los meses finales de 1.940, Inglaterra suministró el petróleo suficiente y los imprescindibles aprovisionamientos alimenticios como para que pudiera subsistir y, al mismo tiempo, se mantuviera en unas condiciones de tan sólo supervivencia que la convertían en incapaz de entrar en la guerra. Como diría el ministro falangista Pedro Gamero del Castillo “los británicos prometían alimentos a cambio de paz, mientras que los alemanes lo hacían a cambio de guerra”.
Aún así, Inglaterra, ante la posibilidad de que los alemanes invadieran España, hizo que se diseñaran determinados planes militares consistentes en provocar destrucciones para así retrasar el avance adversario. De entre todos estos planes estratégicos el que estuvo más cercano de llevarse a cabo, durante 1.940 y 1.941, fue la toma de las islas Canarias. Es preciso recalcar que en todos estos planes estratégicos se partía de una actitud reactiva, por así denominarla. Ninguna de estas iniciativas se tomaría si la situación española no se modificaba. En otro orden de cosas, esta necesidad británica de entenderse en estos momentos con España se materializaría en los acuerdos de marzo de 1.941, referentes a la ocupación española de Tánger, producida en verano de 1.940.
La cumbre de Hendaya
Respecto a las relaciones de España y Alemania hemos visto como en septiembre de 1.940 no hay acuerdo entre Serrano Suñer y Ribbentrop para fijar la fecha exacta de entrada de Franco en la guerra. Esta falta de entendimiento llevó a un encuentro directo entre el Caudillo español y el Canciller alemán. El 23 de octubre de 1.940 ambos mandatarios se reunían en Hendaya. Desde el punto de vista de Hitler, esta reunión era meramente de sondeo. Al día siguiente, tal y como había acordado con Laval, hablaría con Pétain en mismo sentido. El rechazo por parte de las fuerzas de Vichy de un desembarco británico gaullista en Dakar, el puerto francés de África occidental, intensificó la ya existente preferencia de Hitler y Ribbentrop hacia Francia sobre España si los intereses respectivos de ambos no llegaban a un acuerdo. Hitler sabía que sus altos mandos militares se oponían a los intentos de hacer participar a España en la guerra, e incluso habían recomendado enérgicamente que no merecía la pena que España se uniera al Eje. Por su parte, el propósito de Franco no era, como hemos visto, que España interviniera en el conflicto, sino obtener el máximo beneficio de esa participación.
El encuentro en la estación fronteriza de Hendaya empezó con retraso, pues el tren de Franco llegó tarde debido al mal estado de la red ferroviaria española. Tomo la palabra Franco y empezó halagando a Hitler y la amistad surgida entre España y Alemania, continuó diciendo que sería una satisfacción para España luchar del lado de Alemania en la guerra que se estaba librando, pero sin embargo, los problemas económicos del país lo descartaban. Por otra parte, Hitler, clara y decepcionalmente para Franco, dedicó gran parte de su alocución a rebajar las esperanzas que pudiese albergar Franco de obtener grandes ganancias territoriales a un mínimo coste. Expuso que necesitaba el apoyo francés para acabar con Inglaterra, y que estaba dispuesto a llegar a un acuerdo favorable con los franceses. Pero estaba cada vez más claro que tenía pocas cosas concretas que ofrecer a España. Propuso una alianza, con la entrada española en la guerra en enero de 1.941, que sería recompensada con Gibraltar. Era evidente, sin embargo, que en el pensamiento de Hitler no había nada destinado a España del territorio colonial del norte de África que Franco deseaba. Franco, al oír todo esto, estuvo un rato callado y luego desplegó su lista de peticiones exorbitantes de alimentos y armas.
Se puede concluir diciendo que las conversaciones no produjeron más que un acuerdo, un protocolo que comprometía la entrada española en la guerra, aunque no indicara una fecha precisa en la que lo haría. Fue una clara imposición, pues se ofreció a los negociadores españoles un texto ya redactado para que lo suscribieran. Cuando Hitler abandonaba la reunión, se le oyó decir “con este tipo no hay nada que hacer”. El comentario de Franco a su ministro de asuntos exteriores fue ”Esta gente es insoportable. Quieren que entremos en la guerra a cambio de nada”.
En los meses siguientes los alemanes trataron de convertir en efectivo el compromiso español hostigando a Franco para que aceptara el 10 de enero de 1.941 como fecha viable para la entrada de España en la conflagración mundial. Pero el Gobierno español siempre respondió con evasivas que provocaron la indignación de Hitler. Además, la situación interna de España era pésima, y mientras Alemania no garantizase los suministros difícilmente podía entrar el país en guerra.
En noviembre de 1.940 acudió Serrano Suñer por segunda vez a Alemania, pero ya con una actitud bastante distinta a la de la anterior ocasión, puestos que su intervención empezó a concentrarse en la petición de recursos de todo tipo, tanto militares como alimenticios. Es el momento álgido de la presión alemana que duraría hasta finales de año. Hitler, cuya principal preocupación en esos días se basaba en el centro y el este de Europa, no tuvo una estrategia mediterránea (y, por tanto española) más que durante unas cuantas semanas, y en enero de 1.941, después de lamentar en una carta a Franco la posición de éste, consideró clausurada la posibilidad de la toma de Gibraltar; así se lo comunicó a Benito Mussolini y dio, además, instrucciones al embajador alemán en España para que no interviniera en los asuntos políticos internos.
En febrero de 1.941, Franco se entrevisto con Mussolini en Bordighera, donde explico al dirigente fascista que él no solo quería entrar en la guerra, sino que temía hacerlo demasiado tarde, pero que ello dependía de la ayuda militar y económica de Alemania. Mussolini por su parte no insistió demasiado en la entrada de España en el conflicto, en parte por esas dificultades de todo tipo, pero también porque él no había tenido ninguna victoria espectacular y, además España, a la larga, podía ser un competidor en el reparto de influencias y posesiones en el Mediterráneo. A su vuelta a España, Franco mantuvo una entrevista con Pétain a la que no cabe atribuirle una significación especial.
A partir de este momento, febrero de 1.941, las posibilidades de que España entrara en la guerra fueron escasas. De hecho, a partir de esta fecha, los planes estratégicos militares de Alemania respecto a España fueron puramente defensivos que preveían una línea defensiva en el norte en el caso de que tropas británicas tomaran la península o desembarcarán en ella. En este punto se coincide con los intereses británicos arriba mencionados, de solo invadir España en caso de ocupación alemana, por lo que podemos decir que Alemania y Gran Bretaña no esperaban ni deseaban la intervención española. De hecho, a Alemania le bastaba con saber que podían contar con el apoyo económico español.
Los acontecimientos se precipitaron en junio de 1.941, fecha en la cual se produce la invasión de la U.R.S.S. por parte de Alemania. En España la noticia tuvo un gran impacto y en la mañana del 24 de junio millares de personas se lanzaron a las calles de Madrid demandando el envío de voluntarios para combatir a la Rusia de Stalin. Dos días antes el embajador alemán en España se había entrevistado con Serrano -Suñer para comunicarles los motivos que habían llevado a su Gobierno a tomar la decisión de invadir la UNIÓN Soviética. Nada más conocer la noticia, el ministro español se e traslado al Palacio del Pardo para informar a Franco del nuevo giro que había tomado la guerra. El General captó inmediatamente las ventajas que el hecho ofrecía. Tras la visita Serrano Suñer informó al embajador alemán de los deseos del Caudillo de enviar una fuerza expedicionaria a Rusia. Este envío servia para ganar tiempo y aligerar la presión que los alemanes ejercían sobre España. De hecho estos vieron en la División Azul el primer paso en una entrada gradual de la Península Ibérica en el conflicto. No tardarían en percibir que estaban equivocados.
La división azul
El nombre oficial de la unidad era División Española de Voluntarios y recibió el número 250 entre las divisiones de la Wehrmacht, pero fue conocida como División Azul por el color de las camisas de los falangista que formaban la mayor parte de los voluntarios. Su primer jefe fue el General Agustín Muñoz Grandes, quien con el paso del tiempo y debido a su gran identificación con las potencias del eje, acabaría siendo molesto y sería sustituido. La unidad fue compuesta a partir de voluntarios procedentes de las milicias de Falange, los veteranos y encuadrada por oficiales de carrera que habían combatido en la Guerra Civil.
Debido al exceso de voluntarios, se presentaron sólo en Madrid diez veces más personas que las necesarias para cubrir las plazas previstas, se estableció un sistema de relevos que permitiera a la mayor cantidad posible de voluntarios servir en el frente. Este sistema sirvió a Franco para librarse de la facción más dura y germanófila de la falange, que la mando a luchar con sus “amigos” contra el “ demonio comunista”.
Finalmente la División Española tuvo unos 18.000 hombres (aunque por ella pasaron un total de unos 48.000 soldados), y actuó en el sector de Leningrado, aunque de ningún modo tuvo un papel decisivo, cabe decir de ella que satisfizo las esperanzas y las necesidades de los alemanes durante bastante tiempo.
La División estaba plenamente integrada en la Wehrmacht, era una unidad más del Ejército alemán. Esto, sin embargo, no impedía que poseyera una serie de características propias que la diferenciaban de las restantes unidades del Ejercito alemán, como era la organización propia de su Estado Mayor.
La División Española estuvo luchando hasta la primavera de 1.944, fecha en la cual se ordeno su regreso. Se puede decir de sus componentes que lucharon bien, soportaron penalidades y desprecios (el mando alemán hizo caminar unos 1.000 km. de retaguardia en cuarenta días a su nueva División para que se fueran poniendo en forma) y dejaron mas de 4.000 tumbas en las frías tierras del sur de Leningrado. Fueron peones en un juego cruel, pasaron al olvido oficial cuando Franco hubo de humillarse ante los victoriosos aliados. Partieron como héroes gloriosos y volvieron casi como clandestinos.
A lo largo de lo que quedaba del año 1.941, y debido a los éxitos más que aparentes de los alemanes, Franco no cambio su política. Ni siquiera con la entrada en la guerra de los Estados Unidos a finales de año hace tambalear las ideas del Régimen. De hecho Franco tuvo grandes problemas con los norteamericanos cuando se negó a recibir al embajador, algo que tenía muy poco de normal en los usos diplomáticos del momento.
El año 1.942 comienza para España con un acercamiento a Portugal, con la visita de Oliveira Salazar a España, cuya importancia reside en que se empezó a tratar a este país con respeto, y no como una especie de lugar de obligada expansión como ocurrió en 1.940.
Conforme pasaba el año se apreciaba ya que el empuje alemán había frenado considerablemente, comenzaba a cambiar el curso de la guerra. La ofensiva de veranos es frenada en el Cáucaso a finales de septiembre. En Stalingrado se inicia la batalla que iba a romper la columna vertebral del poderío alemán. Franco cesa a su cuñado como ministro de Asuntos Exteriores y juega la baza de Jordana, al que ciertos medios lo juzgaban proclive a los aliados y hacia finales del año la iniciativa correspondía ya a los aliados. Pese a todo ello Franco seguía identificado con el nazismo como lo expreso diciendo “si el camino de Berlín fuese abierto a las fuerzas soviéticas, España enviaría no una nueva División Azul, sino un millón de hombres para defender la capital hitleriana”.
Por otra parta, el desembarco aliado, llevado a cabo en el norte de África el 8 de noviembre de 1.942 fue acompañado por seguridades anglosajonas al caudillo español de que tal operación no iba dirigida contra él. Este hecho fue considerado por Carrero Blanco como “el más duro revés sufrido hasta el momento por las tropas del Eje”. Todo esto fuerzan a la política exterior española a ciertos equilibrios, pese a que Franco sigue esperando el milagro de la victoria alemana. Como muestra de esta búsqueda de equilibrio, es que se limitan los suministros de aviones y barcos italianos y alemanes en nuestro territorio, pero por otra parte, se firman acuerdos para el envío de víveres y materias primas al Tercer Reich. En este momento de la guerra se puede afirmar que es cuando España renuncia a entrar en la Guerra, y Jordana añade “España no participaría en el conflicto bélico a nos ser que fuera invadida; en este caso defendería su independencia hasta las últimas consecuencias”.
Al inicio de 1.943 el Africa Korps se derrumbaba en las arenas del desierto ante los aliados y en enero de ese mismo año comenzaba la fase final de la batalla de Stalingrado. Todos estos fracasos alemanes supusieron que la postura española vaya dando un lento giro hacia posturas menos comprometidas. Alemania, que sigue sin preocuparse demasiado por España, solo le preocupa que ésta se defienda en caso de ser atacada por los Aliados, pues en una hipotética entra en el conflicto solo le acarrearía problemas debido a una segura derrota. Es en este momento cuando los alemanes deciden proporcionar armas a España para defenderse ante la eventualidad de un ataque aliado.
En esta situación, Franco, a través de Sir Samuel Hoare, propone se llevan a cabo conversaciones entre las fuerzas del Eje y loas aliados para lograr una paz por separado y unir las fuerzas frente a la Unión Soviética. Pera la iniciativa de Franco era prematura y no fue tomada en serio por ninguna de las partes.
Muy diferente es la posición italiana, puesto que para Mussolini el hecho de que la guerra se centrara en el Mediterráneo no era ya una cuestión de preferencia nacida de interese objetivos sino de pura supervivencia, pues bien sabía que acabaría por no soportar la presión aliada si no obtenía ayuda alemana para trasladar hacia el sur el centro de gravedad del conflicto en Europa. De ahí que propusiera a Hitler en abril de 1.943 realizar un ataque a los aliados a través de España. Esta, según él, no resistiría ni pondría dificultades (algo que, dadas las circunstancias, ya era imposible). Hitler no tomó en serio esta propuesta.
Siguiendo esa política de giro, la caída de Túnez en mayo de 1.943 fue seguida de las primeras quejas españolas acerca de la persecución del catolicismo en Alemania. Un hecho importante fue la caída de Mussolini en julio de ese mismo año. Hay que mencionar que de los países neutrales, solo España, junto a Portugal y Suiza, mantuvieron relaciones con los últimos seguidores de Benito Mussolini.
Franco se dio cuenta que su posición de país no beligerante era un problema dado como se estaban sucediendo los hechos. Así, decide el 3 de octubre de 1.943 pasar de nuevo al estado de país neutral. Una semana después tuvo que aceptar sin protesta la decisión portuguesa de autorizar a los aliados el uso de bases militares en las islas Azores.
DE LA NEUTRALIDAD AL FINAL DE LA GUERRA
El primer hecho importante que cabe mencionar una vez decretada de nuevo la neutralidad es la orden de retorno, dada en diciembre, de algunas unidades de la División Azul, petición llevada a cabo por Sir Samuel Hoare y aceptada por Jordana.
Los aliados comenzaron a presionar con dureza al Caudillo para que cesara todo tipo de ayuda soterrada y simpatia oficial por Alemania. La presión anglo-americana en favor de sus demandas se intensificó a finales de enero de 1944, cuando los Estados Unidos impusieron unilateralmente a España un breve y lacerante embargo de petróleo y carburante hasta que no se cumplieran sus exigencias. Franco cedió por primera vez a las presiones reconociendo que “España no estaba en condiciones de ser intransigente”.
Por el acuerdo firmado el dos de mayo con los aliados se comprometió a adoptar una política mucho más neutralista y así limitó las exportaciones de volframio a Alemania, material imprescindible para poder fabricar bombas y otros materiales militares. También retiró la misión militar en Japón y cerro el consulado alemán en Tánger, nido de espías. Todo esto produjo también un cambio en los aliados, e incluso Churchill llegó a pronunciar un discurso favorable a Franco en la Cámara de los Comunes.
Tras el desembarco de Normandía (junio de 1.944), aviones del Air Transport Command norteamericano son autorizados para repostar en territorio español, incluso en aeródromos cercanos a Madrid. Esta postura hacia los Estados Unidos tiene por objeto conseguir un cierto apoyo hacia el Régimen y fue defendida por José Felix de Lequerica. En septiembre de 1.944 Carrero Blanco escribió, en un informe al general Franco, que la guerra en Europa estaba ya a punto de concluir.
En abril de 1.945 España rompió sus relaciones con Japón. A pesar de todo ello, Franklin D. Roosvelt escribía a su embajador que, aunque no quería intervenir en la política española, no creía que un régimen político que había sido apoyado en su origen por los países fascistas pudiera ser aceptado en la nueve organización del mundo. Incluso lo que iban a ser derrotados de manera inminente se desentendían ya del general Franco: desde septiembre de 1.944 el embajador alemán en España estuvo ausente de Madrid, y cuando Adolfo Hitler, unos meses después, oyó que Franco consideraba que no había sido aliado suyo, hablo inequívocamente de “frescura” por su parte.
Mussolini, liquidada la República de Saló, es arrestado y asesinado a finales de abril de 1.945. Hitler se suicida el 30 de Abril del mismo año. La victoria aliada ha llegado y Alemania firma la rendición incondicional el 9 de mayo, sin que ello suponga el fin de la dictadura franquista en España.
LA SEGUNDA POSGUERRA ESPAÑOLA
El término de la Segunda Guerra Mundial, con la incontestable victoria total de la coalición aliada supuso el comienzo de una etapa de ostracismo internacional que se convirtió en la “larga noche del Franquismo”. Durante aquellos años cruciales, acosado tanto por la condena internacional como por la presión interna monárquica en favor de la pronta restauración, el Caudillo iba a librar con tenacidad y habilidad su último gran combate por la supervivencia.
Los indicios de dificultades diplomáticas eran obvios antes de finalizar el conflicto. En el verano de 1.945, en una conferencia en la ciudad de San Francisco, se creo la Organización de las Naciones Unidas. El Gobierno español no fue invitado a ella y el delegado mexicano propuso que no fueran admitidos aquellos regímenes que hubieran sido establecidos con la ayuda de las potencias fascistas, en clara referencia a España. Esta moción fue aprobada, pero en realidad no suponía un serio peligro para el régimen.
En cambio, si representaba un peligro el hecho de que los cuatro grandes, reunidos en Postdam no mucho tiempo después, aprobaran, por sugerencia de Stalin, una declaración de acuerdo con la cual no admitirían ninguna solicitud de admisión de España en
Sin embargo la consigna de Franco fue aguantar, pues la colaboración entre los países democráticos y la Unión Soviética no podía durar mucho. Eran los momentos de un total aislamiento de España a nivel internacional.
Un ejemplo es que cuando en el verano de 1.945, se reunió una conferencia para discutir sobre el futuro de Tánger, España, que lo había ocupado en 1.940, se vio marginada en su celebración y no fue invitada a participar. Sin embargo, fue sobre todo en los primeros meses de 1.946 cuando la situación diplomática española empeoró gravemente. Francia cerró la frontera española y dio la sensación de que el régimen tenía los días contados, pero casi al mismo tiempo los gobernantes occidentales dejaron bien claro que sus preocupaciones nacían de otra potencia mucho más poderosa, la Unión Soviética (es la primera referencia al telón de acero). Las potencias occidentales hicieron una declaración que expresaba a la vez su deseo de que cambiara la situación española y de que no reprodujera la guerra civil española. Entonces las potencias democráticas manifestaron su voluntad de no interferencia en los asuntos internos españoles, de que el general Franco se retirara, la Falange fuera abolida y se formara un Gobierno provisional (que, por tanto, no habría de ser republicano de modo necesario).
Polonia, en la ONU, afirmó que la existencia de un régimen como el de Franco constituía un peligro para la paz mundial, manifestaciones exageradas. En realidad, lo que hubieran deseado los países comunistas es que las Naciones Unida no solo hubieran roto sus relaciones diplomáticas con la España del general Franco, sino también las económicas. Sin embargo, la resolución a la que se llegó fue muy limitada: España fue expulsada de todos los organismos internacionales; los embajadores extranjeros acreditados en Madrid serían llamados a sus países respectivos.
Cuando estas medidas se conocieron en España en diciembre de 1.946, produjeron una reacción de numantinismo. En realidad el efecto de la medida del O.N.U. fue relativamente poco importante en términos prácticos, puesto que de hecho ya la España franquista estaba virtualmente aislada. Tan solo se retiraron de Madrid tres embajadores: el británico, el turco y el holandés, y únicamente permanecieron el embajador portugués, el de Suiza, el Nuncio del Vaticano y el representante irlandés.
Podemos concluir diciendo que si el régimen franquista sobrevivió a las Segunda Guerra Mundial fue debido a las vicisitudes internacionales materializadas en la Guerra Fría.
FECHAS CLAVE
1939
4 de septiembre: Franco decreta la neutralidad de España en la Guerra Mundial.
Septiembre: Polonia es ocupada por Alemania y URSS.
1940
Mayo: los alemanes invaden los Países Bajos y Francia.
3 de junio: Franco afirma su identidad de ideas en carta a Hitler.
10 de junio: Italia entra en guerra. Francia es vencida y ocupada.
12 de junio: la neutralidad española se convierte en “no beligerante”.
17 de julio: discurso de Franco con tonos antisemitas.
23 de octubre: entrevistas Franco-Hiler en Hendaya.
1941
16 de enero: el embajador von Stohrer presenta un ultimátum a Franco para que entre en la guerra.
12 de febrero: visita de Franco a Mussolini en Bordighera, Italia.
22 de junio: da comienzo la Operación Barbaroja en la cual Alemania y sus aliados invaden la URSS.
23 de junio: Serrano Suñer condena a Rusia, invadida por Alemania. Se inicia la creación de una División Española de Voluntarios (División Azul).
12 de julio a 20 de julio: los efectivos de la División Azul se reúnen y trasladan al campo de entrenamiento de Grafenwör, donde recibirán la instrucción y equipamientos para convertirse en la división 250 de la Wehrmacht.
31 de julio: la división realiza el juramento de fidelidad al Führer.
18 de julio: en un discurso, Franco afirma “los aliados han perdido la guerra”.
21 de agosto: La División Azul abandona Grafenwör para dirigirse al frente ruso.
12 de octubre: la división entra en linera de fuego.
7 de diciembre: los EE.UU. declaran la guerra a Japón. Los alemanes son detenidos a las puertas de Moscú.
1942
Febrero: se firma el Pacto Ibérico entre España y Portugal.
Noviembre: se suspende la ofensiva contra Leningrado por los desarrollos en el frente de Stalingrado.
8 de noviembre: desembarco norteamericano en la costa norte de África.
1943
Enero: Franco permite una representación del gobierno de la Francia libre en Madrid.
30 de enero: se produce el gran desastre alemán en Stalingrado.
Junio: los aliados conquistan Sicilia. Cae Mussolini. Roma es declarada ciudad abierta.
1 de octubre: el gobierno de Franco afirma de nuevo la “neutralidad”.
5 de octubre: última acción de guerra de la División 250.
7 de octubre: se anuncia la retirada de la División Azul.
27 de noviembre: la prensa recibe órdenes de distinguir la lucha de los aliados contra Alemania y la realizada por ésta contra Rusia.
1944
11 de mayo: Franco en un discurso precisa la distinción entre aliados.
6 de junio: se produce el esperado desembarco de Normandía.
1945
Abril: España rompe relaciones diplomáticas con Japón.
29 de abril: Mussolini es asesinado por su pueblo.
30 de abril: Hitler se suicida.
2 de mayo: Berlín capitula.
9 de mayo: los alemanes se rinden sin condiciones.
30 de junio: Franco devuelve a Francia al expresidente francés Laval, refugiado en España.
11 de septiembre: se suprime en España la obligatoriedad de saludar brazo en alto.
1946
13 de diciembre: tras la recomendación de la Conferencia de los Tres Grandes en Postdam, las Naciones Unidas aprueban la retirada de embajadores de España.
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Cuñado de Franco, ministro de la Gobernación y representante de Falange.
Yerno de Mussolini y ministro de exteriores italiano
Ministro de exteriores alemán
Secretario del Foreign Office
Segundo de Pétain y ministro de exteriores del régimen de Vichy.
Ministro de exteriores español
Ministro de exteriores español, que sucedió a Jordana, muerto en agosto de 1.943
Presidente de los Estados Unidos de América
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