Ecología y Medio Ambiente


Energía Eólica


EL FUTURO DE LA ENERGÍA EÓLICA

La moderna sociedad industrial exige para su funcionamiento una alta utilización de energía, en diferentes formas, procedentes de diversas fuentes.

En la antigüedad, las formas de energía conocidas eran el esfuerzo humano y de los animales de tiro y carga, la combustión de la madera y el carbón vegetal, el viento (para mover las velas de barcos y molinos), y las caídas de agua. Todas estas formas de energía procedían de fuentes que hoy calificaríamos de renovables (ver más adelante).

Con la revolución industrial, y del desarrollo de máquinas de vapor y luego eléctricas, se empezaron a utilizar de forma masiva los combustibles llamados fósiles (carbón, petróleo, gas). Hace apenas medio siglo se empezó a utilizar la energía nuclear, que en su momento se presentó como la panacea para la humanidad, pero que pronto se reveló como enormemente problemática, hasta el punto de que un número creciente de países se está planteando ya su total abandono.

Hoy en día, en los países desarrollados, casi cualquier actividad suele requerir la utilización de energía mecánica o calorífica, obtenida normalmente a partir del carbón (cada vez menos), del gas natural (cada vez más), y fundamentalmente de los derivados del petróleo (gasolinas y gas-oil) y de la electricidad. Esta última puede generarse a partir de diferentes fuentes primarias: centrales hidroeléctricas, térmicas, nucleares, geotérmicas, generadores eólicos, placas solares fotovoltaicas...

RENOVABLES Y NO RENOVABLES

Si bien la fuente última de prácticamente toda la energía utilizada por la humanidad procede del sol, bien sea de forma directa (insolación, placas solares...), bien indirecta (el agua de los ríos, procedente de la evaporación, el viento...) o por medio de la acumulación del carbono en los seres vivos (la leña, o los llamados combustibles fósiles), se ha generalizado la distinción entre energías renovables y no renovables.

  • Las no renovables proceden de la acumulación (a lo largo de millones de años en pasadas eras geológicas) del carbono existente en la materia orgánica de animales y plantas: el carbón mineral, el petróleo, el gas natural...

  • Las renovables proceden del aprovechamiento de los fenómenos naturales repetidos cada día, constantemente, originados por el sol: el crecimiento de los árboles (fotosíntesis), la energía hidráulica de los ríos y mares (evaporación, mareas), el viento (diferencias de presión del aire a causa del diferente calentamiento) y la misma radiación solar (calor directo, células fotovoltaicas).

Para el consumidor habitual, la disponibilidad de energía abundante y barata se tiene por asegurada, simplemente con conectar un interruptor, así como el agua potable parece surgir de la nada simplemente abriendo el grifo. A pesar de esta mágica disponibilidad, cada vez son más las señales de advertencia sobre los límites a este modelo de producción transporte y consumo basado en el uso masivo de energía:

  • por una parte, el consumo y generación de energía está basado de forma exagerada en fuentes de energía no renovables, reservas acumuladas en la naturaleza a lo largo de millones de años, y que están desapareciento en pocas décadas: los combustibles fósiles.

  • por otra parte, algunas fuentes de energías renovables se están explotando de forma excesiva, a un ritmo superior al de su reposición (de la madera), o se ha llegado prácticamente al límite de la capacidad de aprovechamiento (energía hidráulica).

  • la quema de combustibles está arrojando a la atmósfera gran cantidad de sustancias que están alterando el equilibrio de nuestra biosfera: el incremento del efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, las lluvias ácidas que matan los bosques y corroen los monumentos, diversas sustancias venenosas, alérgenas o cancerígenas, que provocan o agudizan enfermedades ...

  • los países son cada vez más dependientes de fuentes de energía situadas a gran distancia, y son por tanto muy vulnerables a los cambios geopolíticos. de ahí los crecientes gastos militares y guerras para controlar dichos recursos (Golfo Pérsico).

  • el constante crecimiento de la demanda de energía, en los países ricos, obliga a la construcción de costosas instalaciones (centrales, líneas de alta tensión) que se aprovechan plenamente sólo en horas punta, permaneciendo infrautilizadas la mayor parte del día.

Hay que señalar también que mientras que este modelo energético basado en los combustibles fósiles, tan devastador, sólo es patrimonio de una cuarta parte de la humanidad, mientras tanto gran parte del resto de la población mundial no dispone de otra fuente de energía que la leña y el estiércol seco, dedicando hasta la mitad de su jornada a recolectarlos, y agudizando, por otra parte, los terribles efectos de la desertificación.

Si bien es cada vez más evidente la necesidad de cambiar estos modelos, para hacer posible una sociedad humana más “sostenible”, no acabamos de asumir las implicaciones de los cambios necesarios, porque afectarían a nuestra actual forma de vida, y en particular a determinadas modas y tendencias culturales: el coche privado, la velocidad, la dependencia de máquinas y transportes, el aire acondicionado...

Los cambios necesarios deben venir de diferentes acciones:

  • evitar al máximo las actividades o formas de vida más consumidoras de energía (fundamentalmente, reducir la creciente dependencia del transporte motorizado, y en particular del automóvil individual).

  • controlar la utilización de energía, mediante técnicas de “gestión de la demanda”, de manera que se reduzcan los “picos” de consumo.

  • potenciar medidas de ahorro energético, aumentando por ejemplo el aislamiento que evita las pérdidas de calor o el calentamiento excesivo.

  • aumentando la eficiencia de motores y maquinaria para reducir consumos.

  • utilizando al máximo y de forma preferente fuentes de energía renovables. Una de estas fuentes, cuyo aprovechamiento está aumentando rápidamente, es la energía eólica .

LOS AEROGENERADORES

El aprovechamiento de la fuerza del viento para generar electricidad está convirtiendose en una de las técnicas más prometedoras dentro de las energías renovables.

El “molino” o aerogenerador consiste en una máquina situada a bastante altura (actualmente, entre 40 y 50 metros), en lugares expuestos a corrientes de aire lo más regulares posibles. Los elementos visibles de dicho aerogenerador son: las palas o aspas, la barquilla que encierra el motor generador, y el poste o torre.

El funcionamiento de esta máquina es relativamente simple: las palas, al ser movidas por la energía cinética del viento, mueven a su vez un eje. A través de un sistema multiplicador se aumenta enormemente la velocidad de dicho eje, y así se puede generar una corriente eléctrica a baja tensión. Un transformador situado dentro de la torre eleva la corriente a media tensión, y por medio de un cable subterráneo la corriente generada en los diferentes molinos se lleva a un transformador que eleva la potencia a alta tensión, y de donde sale una línea (esta vez normalmente ya es aérea) que conecta con la red general, donde vierte la corriente generada.

Hay que señalar que el régimen de vientos más interesante para la generación de energía no son precisamente los más fuertes. A partir de un viento mínimo (unos 4,5 metros por segundo, equivalente a unos 15 Kms.por hora) se comienza a generar energía, incrementándose dicha generación hasta los 15 metros por segundo, la denominada potencia nominal, que es el máximo de producción posible en el aerogenerador. Entre 15 y 25 metros por segundo se produce lo mismo, y a partir de 25 metros (es decir, unos 90 kilómetros por hora) la máquina se para, por razones de seguridad, para evitar daños en la instalación.

Un sistema de medición de la fuerza y dirección del viento, situado en cada barquilla, orienta permanentemente las palas mediante un pequeño motor, y regula la inclinación de las mismas de manera de aprovechar al máximo la fuerza del viento, o bien las coloca de manera que no opongan resistencia al viento, en caso de que este sea excesivo.

Estos rendimientos y límites son orientativos, los cambios técnicos y mejoras están aumentando la eficiencia de las máquinas continuamente. Así, actualmente en España suelen instalarse actualmente aerogeneradores con 660 Kw (KiloWatios) de potencia, mientras que hace una década tan sólo llegaban a unos 100 Kw, pero esto no significa ni mucho menos que sea el límite, puesto que ya están instalándose generadores que llegan a 1 Mw (MegaWatio, 1000 KiloWatios), y existen modelos que llegan a los 3 Mw. La eficiencia y fiabilidad también está aumentando, hasta el punto que el actual coeficiente de disponibilidad de un aerogenerador se estima en el 98%, lo cual quiere decir que el tiempo que la máquina ha de parar por reparaciones o mantenimiento es sólo del 2%.

Como decíamos, esta forma de generar energía eléctrica es una de las que tiene mayor crecimiento en la actualidad, del orden del 20% anual de aumento de potencia instalada, a nivel mundial, pero con un crecimiento aún más rápido en algunos países. Así, la potencia instalada ha pasado durante 1998

- en Alemania, de 2.080 Megawatios a 2.874

- en Dinamarca, de 1.116 a 1.450

- en España, de 512 a 834

Como vemos, en España se está produciendo un rapidísimo crecimiento de la energía eléctrica de origen eólico, del 60% en 1998, siendo ya el tercer país de Europa en potencia instalada. Las razones para este aumento de potencia eólica está, por una parte, en el crecimiento constante del consumo energético, que se enfrenta a la dificultad de aumentar la producción de energía proveniente de fuentes tradicionales: la posibilidad de generar energía hidráulica está limitada por la cada vez menor existencia de puntos aprovechables en los ríos, además de la competencia de otros usos del agua, como el riego, mientras que las centrales térmicas dependen de carbones locales caros y muy contaminantes, o de combustibles importados, y está fuera de discusión el poner en marcha nuevas centrales nucleares (aunque se alarga la vida de las existentes de forma preocupante).

Por otro lado, hay que señalar los cambios legales producidos en España: de una parte, la tendencia hacia la eliminación de los monopolios de producción y distribución (aunque el sector eléctrico español consigue mantener una situación cuasimonopolística) y la nueva legislación de promoción de energías alternativas que subvenciona fuertemente la energía eólica, al tiempo que le dá prioridad en cuanto a su utilización. Esto quiere decir que las empresas distribuidoras tienen obligación de comprar toda la energía producida por instalaciones eólicas.

Estos factores han convertido la energía eólica en un área de negocio interesante, y están provocando la proliferación de solicitudes de instalación de parques de aerogeneradores. Parte de estas instalaciones están promovidas por empresas de nueva creación, independientes, de capital mixto (público y privado), o bien divisiones de grandes empresas de ingeniería o incluso de las eléctricas tradicionales. Este es el caso de Iberdrola, que además de tener empresas propias (como UIPICSA) participa en diversos proyectos conjuntamente con otras empresas (como Energías Hidráulicas de Navarra o Energías Eólicas Europeas).

Es especialmente interesante el caso de Navarra, donde un impulso desde el Gobierno Foral ha posibilitado la constitución de diversas empresas de construcción de aerogeneradores y de producción de energía. Actualmente la cuarta parte de la energía eléctrica consumida en Navarra se produce por medio de aerogeneradores, y la previsión es, en pocos años, llegar a la total autonomia, mediante energía eólica, minicentrales eléctricas, solar fotovoltaica, y biomasa.

Algunas de las áreas más atractivas por la existencia de buenos regímenes de vientos se ven sometidas a una presión que está siendo claramente excesiva. En el sur de Cádiz, el área de Tarifa fue de las primeras donde se instalaron parques eólicos, pero actualmente está poniendose en marcha un conjunto de proyectos que saturarían toda la región, con cerca de 100 parques y casi 3.000 nuevos molinos generadores.

La situación exige, pues, atención y aplicar unos criterios claros. Porque si la energía de origen eólico supone ventajas ambientales y sociales claras respecto a otras fuentes de energía competidoras, puede presentar también unos inconvenientes si se establece de forma inadecuada. Vamos a repasar de forma sintética estas ventajas e inconvenientes.

IMPACTOS AMBIENTALES

Prácticamente toda actividad humana causa una alteración mayor o menor en el medio ambiente, que se califica como “impacto”. Este impacto puede ser negativo, si ejerce una alteración que empeora el medio (al suponer la degradación o destrucción de un ecosistema, de unos recursos, de un paisaje...) o puede ser positivo (si reduce o evita otros impactos negativos).

En las últimas décadas se han introducido en Estados Unidos y en Europa con carácter obligatorio los Estudios de Impacto Ambiental, que son unos métodos de análisis de los impactos previsibles de una nueva instalación o actividad, partiendo de un conocimiento de las características del medio, y de la experiencia acumulada sobre los efectos de las actividades en cuestión. Se identifican, evalúan y cuantifican en la medida de lo posible dichos impactos, y como conclusión del Estudio la Autoridad ambiental, en nuestro caso la Conselleria de Medi Ambient realiza una Declaración de Impacto Ambiental, en la que se define si el impacto del proyecto es Positivo o Negativo, atendiendo a la gravedad de los diferentes aspectos, y al balance final de impactos positivos y negativos. Aún en el caso de que la Declaración de Impacto sea positiva, se señalan con carácter obligatorio una serie de medidas correctoras de los inevitables impactos negativos.

En el caso de las instalaciones de generación de Energía Eólica, los impactos negativos pueden ser de cuatro tipos:

  • ruido producido por el roce del viento contra las palas y por los mecanismos de transmisión.

  • daños al terreno, a la fauna y a la flora, durante el proceso de construcción.

  • molestias a la fauna, fundamentalmente a las aves, con alteración de rutas o mortandad contra las palas, durante su funcionamiento.

  • modificación del paisaje, por la imagen de los molinos en el horizonte, o por construcción de caminos de acceso.

Estos posibles impactos hay que relativizarlos, ya que no se producen en todas las situaciones o lugares, o pueden revestir muy diferente gravedad según las circunstancias. Hay que advertir que el ruido ya no suele ser audible a distancias de 200 - 400 metros, y que los parques eólicos se sitúan a bastante mayor distancia de las poblaciones. En cuanto a los daños durante el período de construcción, suelen producirse con mayor gravedad si hay que abrir nuevas pistas de acceso por la montaña, pero no lo son tanto si se aprovechan caminos o pistas existentes, ni si se aplican adecuadanemte las medidas correctoras (estrechamiento de caminos después de la obra, reposición de la cubierta vegetal...). En cuanto a las molestias o la mortandad de aves, es evitable si previamente se estudian las rutas habituales y posibles focos de accidentabilidad. Es famosa la grave mortandad de buitres que se produjo en uno de los primeros parques de Tarifa, hasta que se descubrió que existía un basurero en las proximidades, donde iban las aves a alimentarse, chocando contra las palas al remontar el vuelo.

Queda como principal afección la paisajística. Es evidente que los molinos modifican de forma apreciable y permanente el paisaje. Pero la medida del grado de afección o impacto es altamente subjetiva, dependiendo no sólo de la singularidad de la sierra o paiseaje en cuestión, sino también de la sensibilidad y criterios de la persona que observa.

En cuanto a los impactos positivos de la generación de energía eólica, por parte de sus defensores se argumenta la reducción de emisiones que se generarían por las centrales térmicas cuyo funcionamiento evitan, el buen balance energético (en 7 meses de funcionamiento se ha recuperado la energia empleada en la construcción de un molino), y la generación de mucho más empleo que las fuentes de energía tradicionales (en Navarra se han creado ya unos 900 empleos vinculados con este sector, tnto en fabricación como en montaje). En cuanto a los impactos sobre terreno, fauna y flora, siempre es más reducido a medio plazo que los producidos por la extracción de carbón a cielo abierto para alimentar las centrales térmicas.

Como se señalaba anteriormente hablando de los procedimientos de Estudio de Impacto Ambiental, se trata de evaluar adecuadamente los impactos positivos y negativos, así como evitar o restaurar los posibles daños durante el proceso de construcción y funcionamiento. Esto obliga, en primer lugar, a decidir si existen afecciones graves a espacios naturales, a fauna o flora valiosos, o a montañas con un alto valor paisajístico. En Navarra, la Comunidad española con mayor desarrollo de la energía eólica, se realizó por parte de la empresa semipública EHN un estudio de todos los posibles emplazamientos de parques, unos 79, descartándose de entrada más de 40, algunos de ellos con los mayores rendimientos previstos, pero con un valor paisajístico o natural innegable. Para todos los demás, se realizó tanto un estudio de vientos como un estudio de impacto ambiental, seleccionándose a partir de estos los más adecuados. Evidentemente, estos estudios han de ser públicos, transparentes y abiertos a la participación social y al contraste de valoraciones.

¿ HACEN FALTA LOS PARQUES EÓLICOS ?

Sin pretender eludir el reconocimiento de los posibles impactos de los parques eólicos, hay que señalar que dichos impactos casi siempre son menores que los de las otras alternativas energéticas disponibles. Las cuestiones que se plantean, desde el movimiento ecologista o desde personas sensibles a la calidad ambiental suelen ser:

  • ¿Hay que seguir aumentando la producción de energía eléctrica?. ¿No estimula esto el mantenimiento del modelo de producción y consumo actual, de consecuencias tan negativas para el ambiente?. ¿Se trata de producir esta energia “en lugar de” o “además de “?

  • Habría que incidir fundamentalmente en el ahorro energético, en la gestión de la demanda, para aprovechar la capacidad existente, en vez de aumentarla.

  • El problema es que para la industria, evidentemente, se trata de aumentar la capacidad, sea con energías renovables o con centrales térmicas, con lo que dicha capacidad va a continuar aumentando siempre que la demanda energética lo haga. Correspondería a los poderes públicos el plantear campañas de reducción y racionalización del consumo energético. Mientras tanto, hay que plantearse si tenemos que frenar precisamente el desarrollo de las fuentes de energía renovable, o si tenemos que apoyarla (con las debidas garantías y criterios), como demostración de que otras fuentes de energía más dañinas o costosas ambientalmente pueden ser prescindibles ya. Nos referimos evidentemente a la nuclear y a la térmica. El impacto, el peligro del funcionamiento de una central nuclear como la de Cofrentes es enorme, aunque no siempre somos conscientes del mismo, porque no vemos la central. La minería del carbón a cielo abierto y las centrales térmicas están provocando también unos impactos gravísimos. El impacto visual de las canteras, de las líneas de alta tensión, de las antenas de telefonía móvil, de los toros de Osborne...resulta, al menos para mi sensiblidad, mucho más fuerte y negativo que el de los parques eólicos.

    En este sentido, el efecto demostración de los parques eólicos no es despreciable: Un cuarto de millón de personas han visitado ya uno de los principales parques eólicos de Navarra, situado a la vista de Pamplona (El Perdón), y las encuestas efectuadas (Marzo de 1998) aseveran que el 81% de la población navarra estima positiva la instalación de parques eólicos, mientras que sólo un 3% los estima negativos. Es sintomática la afirmación de un 17% de los encuestados en el sentido que los parques eólicos “mejoran el paisaje”. Mientras tanto, los escolares valencianos son llevados a visitar la nuclear de Cofrentes...

    A mi juicio, de lo que se trata fundamentalmente es de decidir las zonas adecuadas para la posible instalación de parques eólicos, afinar muy bien el descarte de las áreas de mayor valor ambiental o paisajístico, evitar las afecciones a parajes naturales, aprovechar al máximo las infraestructuras existentes (pistas de acceso, líneas de alta tensión) para evitar construir nuevas, y llevar un seguimiento adecuado tanto de la construcción como de la regeneración y del funcionamiento de cada parque.

    Este proceso de selección ha de ser transparente y participativo, y dentro de las negociaciones ha de entrar el principio de solidaridad: la participación de propietarios, población afectada y Ayuntamientos en los beneficios de la nueva actividad. Pero esto no debe ser entendido como un “soborno” para aceptar los perjuicios por la existencia de los parques (si se dan estos perjuicios, sencillamente hay que evitarlos), sino como una redistribución de la riqueza generada.Con las debidas precauciones y salvaguardas, la energía eólica tiene un gran papel a jugar en el futuro energético de nuestro país, juntamente con la energía solar).

    Biar, 25 de junio de 1999




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    Idioma: castellano
    País: España

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