Literatura


El príncipe; Nicolás Maquiavelo


“EL PRINCIPE”

NICCOLO MACCHIAVELLI

El Príncipe está dedicado a Lorenzo di Piero dei Medici, duque de Urbino.

El libro se puede encuadrar en la rica tradición de los tratados políticos, muy floreciente en la Edad Media y sobre todo en el `400 cuando surgieron todos los regimenes centralizados que habían puesto la figura del Príncipe y los problemas de los principados en el centro del interés político.

La innovación de “El Príncipe” no se trata pues del tema, sino del contenido y del método de análisis: es una reflexión teórica que indaga rigurosamente la realidad tal como es y no como (moralística e idealmente) nos imaginamos que debería ser.

Macchiavelli hace una descripción de los tipos de principados, clasificándolos en hereditarios, mixtos (los que se anexionan fruto de una conquista a un estado hereditario) y los nuevos.

Hace una breve descripción de las características de los dos primeros en los capítulos 2 - 5, par luego centrar su atención en los principados nuevos (capitulo 6), revelando la situación real de la Italia del Renacimiento, en la cual la creación de un estado capaz de contrastar los de Europa, solo se podía pensar en estos términos.

Entre los principados nuevos distingue entre los adquiridos por virtud propia y los adquiridos “con las armas y fortunas de otros” (capitulo 7 ), y que son los más fáciles de conquistar pero los más difíciles de mantener.

En los capítulos sucesivos (capítulos 8 y 9) analiza rápidamente los varios tipos de estados, examinando los civiles y los eclesiásticos (que tienen leyes particulares).

Macchiavelli pasa después a tratar el problema del mantenimiento de estado; es decir de los ejércitos, porque los cimientos de un estado se constituyen con buenas leyes y buenas armas, teniendo en cuenta que las primeras son consecuencia de las segundas. El problema que se plantea es de tipo político ya que se basa en el análisis de las fuerzas sobre las cuales el príncipe debe fundar su acción y la seguridad del estado. Tras una polémica contra el ejercito mercenario (que nos vuelve a llevar al problema real de Italia) habla de la necesidad de ejércitos formados por los ciudadanos, cuyo jefe deberá ser el príncipe ( capítulos 12 - 14).

Con el capitulo 15 se entra en la parte mas novedosa del tratado: la relativa a las cualidades del príncipe, al modo de administrar el Estado, a como regular las funciones de ministros y secretarios, recordando siempre que su acción se desarrolla en el mundo del “ser” y no del “tener que ser”.

En los siguientes 9 capítulos (15 - 24) toma cuerpo la figura del príncipe nuevo, construida con profundo realismo, rechazando convencionalismos y moralismos. Sobre una base totalmente pesimista de los hombres (que son ingratos, volubles, disimuladores....) y en el convencimiento que el estado fuerte pueda ser el único remedio a la iniquidad de los hombres, nace la figura de un príncipe, parsimonioso, cruel en el momento oportuno, temido y respetado, antes que amado y no respetado, zorro y león a la vez y que sepa (por el bien del estado) perder la palabra dada.

Con el capítulo 24, examinando las causas por las cuales los príncipes italianos han perdido sus estados, el libro vuelve a encaminarse a la crisis actual en Italia.

El capítulo 25 pone en evidencia su concepción agonística y activa de la vida, que quiere reivindicar al hombre el control de su historia.

Las bases sobre las que se fundamentaba el sistema político italiano, ya en el siglo XIV empiezan a dar problemas: la crisis de la Iglesia, la formación en España y Francia de las monarquías autoritarias, la pérdida progresiva del comercio con Oriente debido al aumento de poder de Turquía...

Paralelamente al desarrollo de la crisis, se produce un repliegue interno por parte de las familias dominantes del las principales ciudades italianas. Debido a esta multiplicidad de centros, se van formando las “Signorie” pero sin la posibilidad de expandirse hasta llegar a formar un estado unitario (por lo menos de una parte de Italia). Macchiavelli, intenta afrontar directamente esta situación, analizado las razones de la crisis y de la decadencia italiana; buscando una vía de escape sin renunciar al compromiso político y civil. Al igual que Macchiavelli los políticos de hoy en día en España deberían buscar una salida al problema de ciertas Autonomías que como sucedía en la Italia del 500 con las “signorie” están tomando cada vez más fuerza separándose del poder central.

Los problemas que afronta Macchiavelli no son problemas abstractos que se ponen en el plano de las categorías universales (moral, religión...) sino problemas unidos a la solución de una situación política concreta. Por esto “El Príncipe” se centra en la figura del príncipe nuevo como la única que pueda deshacer de manera adecuada la compleja trama de la crisis italiana.

Por lo tanto el Estado, es la única fuerza sobre la que apoyarse, y el hombre (malvado por naturaleza, sin ninguna virtud sobre la que alzarse) se reduce a ser “ciudadano”, un simple “animal político”, al cual se puede juzgar por su grado de sociabilidad y por sus virtudes cívicas. Parece que todos los políticos actuales hayan leído a Macchiavelli ya que basan su legislatura mayoritariamente en la modificación de la intención de voto a su favor porque probablemente nos consideren únicamente animales políticos que deben ser “guiados”.

La obra de Macchiavelli es una teoría del Estado, es decir de las formas de organización que permiten al hombre (venciendo su egoísmo instintivo) vivir en sociedad, vivir sin que el bueno pueda ser aplastado por el malo. De ahí su insistencia en el término “virtud” ya que le da un nuevo significado con una nueva carga moral (vitalidad, energía...). Esta virtud es la que distingue al verdadero hombre, al ciudadano, al hombre de estado, al príncipe, en definitiva. El ejemplo mas reciente, en el que se ha aplicado esta teoría, y que ocupó una parte muy importante de la historia del sigo XX, lo encontramos en el Estado Soviético, antigua U.R.S.S., en la que las personas no eran tratadas como tales, sino, como algo única y exclusivamente útil al estado, siendo su única recompensa posible y final ser nombrado miembros de “partido”. Así el Príncipe a través del “partido” utiliza a los ciudadanos haciéndolos creer que ellos son partícipes de las formación del estado, siendo este estado el único que vela por el bienestar común. El único que poseía la “virtud” (como el Príncipe) era Stalin.

En la concepción del Renacimiento sobre la vida, en la que la providencia queda excluida, el único autor de la historia es el hombre; el gran hombre, el mas virtuoso, aquel que puede mantener en vida el estado y que toma estatura de héroe. Este es el único que puede aunar a todos los italianos en su cruzada contra los “bárbaros”. Esta parte de la teoría de Macchiavelli queda plasmada en los sucesos acaecidos en Yugoslavia durante la dictadura de Tito. Tito era el líder de los partisanos comunistas en la segunda guerra mundial y aprovechando el apoyo de la unión soviética, consiguió aunar a todas las etnias que habitaban en Yugoslavia, bajo un poder férreo. A la muerte de éste, todo el país se desmembro en varias entidades políticas que habían estado subyugadas por el poder autoritario del dictador. A partir de ahí surgieron de nuevo los problemas que habían estado acallados durante el mandato de Tito, llegando a las guerras que han dividido Yugoslavia durante la crisis de los Balcanes.

Tras esta visión utópica, Macchiavelli resalta la búsqueda de leyes racionales que aclaren (en términos “científicos”, es decir validos para todos los tiempos y todas las ocasiones) el operar político. La acción del hombre es el producto del encuentro entre Fortuna, Ocasión y Virtud. La Fortuna es todo aquello que es externo a la voluntad del hombre, el “caso” que interviene para destruir los planes mejor trazados, el suceso inesperado. También es la Fortuna la que proporciona la Ocasión, que es lo que se podría llamar la “circunstancia condicionante”.

La acción política es, por lo tanto, síntesis de dos momentos: la situación histórica y la actividad individual, y su concurrencia es la que hace posible llevar a cabo ciertas empresas. En cierto modo es lo que sucedió en Cuba con motivo de la revolución Castrista. Por un lado la situación historia, tras largos años de mandato del dictador Batista dejaron el campo abonado a los guerrilleros de Fidel Castro, que se apoyo, al mismo tiempo en la actividad individual del Che Guevara para conseguir derrocar al dictador.

En los capítulos centrales del libro, Macchiavelli trata de las virtudes que el príncipe debe de tener, pero se esfuerza por no aconsejar (como se ha querido creer) artes inmorales, sino por demostrar que ciertas acciones “buenas” para el hombre como individuo, son “malas” para la política ya que perjudican al Estado y a la comunidad (y viceversa). Se distingue por lo tanto, entre moral privada y moral política, y las infracciones a la moral corriente que aconseja Macchiavelli, se refieren solo al político ( ya que son útiles al estado). Vargas Llosa en su libro “La fiesta del chivo” nos muestra un ejemplo claro de este punto. Durante un discurso que mantiene el dictador Trujillo con su jefe del servicio secreto el dictador piensa lo siguiente [... ] “ nada ataba tanto como la sangre, cierto. Sería por eso que él se sentía tan amarrado a este país (Santo Domingo) de malagradecidos, cobardes y traidores. Porque, para sacarlo del atraso, el caos, la ignorancia y la barbarie, se había teñido de sangre muchas veces. ¿Se lo agradecerían en el futuro estos pendejos?”

Macchiavelli, resalta la diferencia entre tirano y príncipe, considerando tirano al que gobierna en beneficio propio y príncipe el que lo hace buscando los intereses del estado y de la colectividad. Por eso aconseja la violencia, la crueldad... pero solo cuando sean necesarias y en la medida en la que sean necesarias. La mayor parte de los dictadores han malinterpretado la figura del príncipe queriéndose comparar al personaje de Macchiavelli cuando en realidad por la definición que este nos hace, son tiranos.

El Príncipe tiene que ser suficientemente frío y calculador como para tener diferenciada en su propia persona la moral pública de la moral privada, es decir, por un lado, tiene que realizar acciones que para su moral no serian adecuadas, pero que sin embargo para el estado son apropiadas. Hay ocasiones en las que se ve obligado a realizar una serie de actos que como persona individual no llevaría a cabo, pero que al tratarse de actos politicos se ve en la obligación de realizar. El problema esta en el punto en que se mezclan las dos concepciones de la moral y se confunden de tal manera que es imposible diferenciar los actos que se hacen por uno mismo o en beneficio de los demás. Se llega así al autoconvencimiento de que lo que se hace, sea bueno o malo, es siempre a favor de la política y el pueblo. Por este motivo el gobernante que no sabe distinguir los dos caminos se dirige ineludiblemente hacia la forma de gobierno mas fácil, que implica un abuso de poder que le trasforma en tirano.

El príncipe antes de ser gobernante ha sido hombre, y como todos los hombres es malvado, egoísta, voluble etc.; pero ha sabido, en el momento adecuado, adaptarse a la situación que le exige erigirse como líder para dejar de ser un simple ciudadano. El hombre del pueblo no se preocupa por contener sus emociones y sus pulsiones, es “libre” de actuar en función a sus propias necesidades, y por eso puede ser juzgado por su grado de sociabilidad y sus virtudes cívicas. Sin embargo el gobernante esta atado a la moral publica que le exige una forma de comportamiento muy estricta, de la cual no le esta permitido salirse. Posiblemente en muchas ocasiones, por ser también hombre, tenga la necesidad de transgredir sus propias leyes: ahí es cuando surge el dilema, y es donde tiene que prevalecer el interés publico al privado para no caer en la tentación de anteponer sus prevalencias a las del pueblo. La persona que ha decidido tomar la iniciativa de llevar un pueblo, debe saber a lo que se expone, a lo que tiene que renunciar para ser un buen gobernante. Si no esta dispuesto a ello no debería plantearse ningún dilema, y podría seguir siendo un ciudadano mas, un hombre común que lleva a cabo sus intereses sin intervenir en los de los demás.

Parecería que “el Príncipe” es concebido por Macchiavelli como una víctima de su posición, obligado a comportarse de determinadas maneras debido a la maldad de los demás, dispuesto a condenarse con tal de cumplir con su deber y mantener en vida el Estado. Esa moral cruel que le aconseja al príncipe está en función del bienestar de los hombres, que no es posible sin la existencia de un estado ordenado y tranquilo, seguro de los enemigos externos y no “desordenado” por los enemigos internos. Es el caso de la dictadura de Pinochet y de la purgas que realizó contra sus detractores, que estorbaban el avance de su política, creando una falsa paz interna basada en el terror, mostrando al resto del mundo su buena capacidad de gobierno que le permitieron mantener relaciones diplomáticas con el resto de los países.

Al hablar de los ejércitos (que en aquella época estaban todavía formados por tropas mercenarias) se nota el interés de Macchiavelli por la creación de un estado y una unidad nacional impensable en aquella época. Se denota la necesidad de un estado que , aun estando centralizado, en las manos de un príncipe solo, fuese una unión nacional capaz de garantizar el bienestar y la tranquilidad de los súbditos, los cuales tenían que estar (a su vez) interesados en su defensa. Buscaba por lo tanto la formación de un estado - nación, el cual fuese sustentado por el consenso popular hacia el príncipe, y en el cual los ciudadanos estuvieran dispuestos a vivir y morir por la patria. Esta idea, que en tiempos de Macchiavelli tenia su significado porque el mismo ejercito que servia a uno podía servir a otro, no tiene ningún sentido en la época actual, porque los ejércitos regulares ya no son obligatorios (en la mayoría de los países, incluido España). El concepto de ejercito de Macchiavelli, ha perdido sentido desde el momento en que el servicio al ejercito se considera un trabajo y no una obligación del pueblo.

Creo que “El Príncipe” es un libro que ha sido malinterpretado por mucha gente, sobretodo en cuanto a la concepción de la figura del gobernante que se suele confundir con la de dictador o tirano ( precisamente cuando se hace referencia a que “el fin justifica los medios” ). Tampoco estoy totalmente de acuerdo con la visión de Macchiavelli de lo que es un buen gobernante, porque justifica muchas acciones recubriéndolas con la tela de la política.

Lo que si que esta claro es que un buen político tiene que hacer prevalecer los intereses de quien representa sobre los suyos propios, y que por esto es, en parte, “prisionero” de sus actos (de todas formas no tienen derecho a quejarse, porque son ellos los que han elegido seguir ese camino). Esto es lo que no parecen haber entendido la gran cantidad de hombres que han querido imponer sus ideas a costa de los intereses de los que supuestamente deben apoyar y defender.




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Enviado por:A.a.g.
Idioma: castellano
País: España

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