Psicología
El niño con miedo a hablar; Olivares Rodríguez
El niño con miedo a hablar
Mª Araceli Pérez García
EL NIÑO CON MIEDO A HABLAR
Capitulo 1. “Los miedos en la infancia y la adolescencia”
El primer capitulo del libro se centra en explicar el origen, los tipos, y la utilidad del miedo, tanto en la infancia como en la adolescencia.
Todo el mundo ha experimentado miedo alguna vez, y en lo que se refiere a los niños, el 50% de ellos lo tienen en algún momento de su infancia, y decimos en algún momento porque los niños, a lo largo de su desarrollo experimentan una gran variedad de miedos de tipo pasajero y con una intensidad leve, que son propios de determinadas edades. A medida que el niño se va desarrollando estos miedos van desapareciendo, además estos están mediados por una serie de variables como:
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EL SEXO :mayor numero de miedos en las niñas.
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LA EDAD: con el aumento de edad disminuye di numero de miedos, aunque no de forma proporcional.
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ESTATUS SOCIOECONOMICO y CULTURAL: determina el tener miedo en determinadas situaciones o a personas dependiendo de cual sea el estatus de la familia.
Por tanto, el miedo podría definirse como un patrón de respuestas de ansiedad, que actuara como un sistema de alarma desencadenándose ante determinadas situaciones, personas, objetos, etc... percibidas como amenazantes para el sujeto, con el fin de mantener intacta su integridad.
Estas respuestas de ansiedad que integran el miedo son de dos tipos
Respuestas Psicofisiológicas.
Respuestas Motoras.
En base a esto podemos afirmar que este conjunto de respuestas, el miedo, es totalmente adaptativo y necesario para el desarrollo y supervivencia del sujeto en su medio. De hecho podemos afirmar que el miedo es un mecanismo necesario y evolutivo que forma parte del sujeto y le permite sobrevivir ya que la ausencia total de miedos seria un peligro para el propio sujeto y los que le rodean, por lo que dicha ausencia sería totalmente desadaptativa.
Una vez aclarado el carácter adaptativo del miedo, cabria hacerse una pregunta: ¿El miedo es heredado o aprendido? La respuesta parece ser ambas alternativas: si bien es cierto que el miedo ante determinadas situaciones, animales, etc... que en algún momento han puesto en peligro la evolución de la especie humana se pueden haber transmitido genéticamente, también es cierto que los miedos son transmitidos culturalmente y además también podemos adquirirlos a través de nuestra propia experiencia o de la experiencia de los demás . Pero cuando este sistema de alarma provoca respuestas desproporcionadas e ilógicas respecto a la amenaza real, se vuelve desadaptativo y deja de denominarse miedo, y se convierte en lo que llamamos “Fobia”. Para que un miedo adquiera la categoría de fobia ha de cumplir una serie de requisitos:
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E1 comportamiento ha de ser irracional.
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No debe haber proporción entre la respuesta dada y la amenaza real.
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Debe alterar la vida normal del sujeto.
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E1 sujeto no puede someter a su voluntad la respuesta.
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No es especifico de una edad .
Además se manifiesta a través de tres sistemas de respuesta:
SISTEMA MOTOR.
SISTEMA PSICOFISIOLOGICO.
SISTEMA COGNITIVO.
Existen diversas maneras de aprender una fobia. Una de ellas es por “aprendizaje directo”; es decir, a través de nuestra propia experiencia. Pero esta forma de adquirir una fobia mediante un condicionamiento no permite explicar la adquisición de todas las fobias, ya que también podemos adquirir una fobia mediante “aprendizaje indirecto” : observando lo que le ocurre a otra persona o mediante la transmisión oral o escrita de las consecuencias de una acción o evento. Pero para ello es necesario que el niño sea “vulnerable”; es decir, que los aprendizajes realizados por el sujeto previamente y las circunstancias actuales faciliten la adquisición de la fobia. Por tanto la vulnerabilidad aumenta la probabilidad de adquirir una fobia, y a su vez los factores que aumentarían la vulnerabilidad serian:
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Estilo educativo de la familia y Determinantes biológicos.
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Acontecimientos vitales del sujeto.
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Medio social del sujeto.
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Factores físicos.
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Hábitos aprendidos.
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Valores del medio social adquiridos mediante modelos o información.
EL NIÑO CON MIEDO A HABLAR
Capitulo 2. “El miedo desproporcionado a hablar”
El segundo capitulo del libro se ocupa de lo que se denomina “Miedo desproporcionado a hablar”. Al igual que sucedía con los miedos durante la infancia, también es normal que el niño, durante sus primeros años de vida, evite relacionarse con situaciones y personas extrañas. Pero este miedo a relacionarse con extraños, lo más normal es que desaparezca cuando el niño es escolarizado, debido a las continuas interacciones que el sujeto establece con otras personas distintas a las del ámbito familiar en la guardería, el colegio, etc... Estas interacciones son generalizadas a otros contextos fuera del colegio y con otros protagonistas, lo que facilita que el sujeto pierda su miedo a relacionarse con otras personas.
Ahora bien, también puede darse el caso de que este miedo a hablar con extraños persista incluso durante la escolarización, y entonces estaríamos ante un problema serio que requiere de la intervención de un profesional, ya que se trataría de un problema enteramente desadaptativo que a medida que pase el tiempo se produciría un aumento tanto de sus repercusiones como de su dificultad para tratarlo. La primera referencia que se tiene de este trastorno en Psicología, la encontramos en A. Kaussmaul (en 1877), y se refirió a este problema con el termino de “Afasia Voluntaria” que consistía en una inhibición voluntaria del habla sin que existiese algún tipo de alteración cerebral. No será hasta 1934 cuando Tramer utilice por primera vez la denominación de “Mutismo Electivo” para referirse a esta limitación voluntaria del habla. Este “miedo desproporcionado a hablar” puede aparecer en los sujetos de distintas maneras, diferenciándose en cada caso por su intensidad. La primera de estas maneras se puede clasificar como: “Aversión a hablar”, pero no se trataría de un miedo a hablar con las personas en general, sino con determinadas personas no conocidas con las que entablar una conversación supone para el sujeto un malestar considerable. Para reducir el malestar, el sujeto evita hablar con personas desconocidas.
El segundo modo en que se puede presentar este problema lo llamamos: “Mutismo electivo”, y en este caso la comunicación queda restringida a un reducido grupo de personas, quedando excluidas de este círculo no sólo las personas desconocidas, sino algunos familiares y compañeros de clase también.
Por ultimo, la tercera de las formas en que se puede encontrar el miedo desproporcionado a hablar se conoce como: “Mutismo progresivo o total” y consiste en una ausencia total del habla; el sujeto deja de hablar incluso con sus familiares más cercanos.
En base a ésto, podemos suponer que si un sujeto presenta aversión a hablar, y no hacemos nada para solucionarlo, de el problema inicial pasaríamos a otro mucho mas grave, el mutismo electivo y éste a su vez podría terminar convirtiéndose en un mutismo progresivo o total. Pero los sujetos que presentan miedo desproporcionado a hablar no sólo se caracterizan por presentar una limitación del habla, sino que en ellos podemos encontrar dos tipos de respuesta:
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Respuestas de evitación: aquello que el sujeto hace para no tener que participar en situaciones en las que tener que hablar. Ej.: esconderse, fingir estar enfermo, etc...
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Respuestas de escape: se producen cuando las anteriores no son eficaces. Son aquellos intentos del sujeto por reducir el malestar que le supone el hablar con extraños, y en algunos casos simplemente hablar. Ej.: agachar la cabeza, desviar la mirada, etc...
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Ambos tipos de respuesta son fácilmente observables a simple vista, y se denominan “Respuestas motoras o manifiestas”. Pero hay otro tipo de respuestas corporales que no se manifiestan de forma directa y que se pueden clasificar en dos tipos :
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Respuestas anatómicas o psicofisiológicas :
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Sudoración.
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Excesiva tensión muscular.
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Aumento de la tasa cardiaca.
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Tics.
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Etc..
E incluso después de haber pasado la situación traumática para el sujeto , pueden aparecer nauseas, cefaleas, etc...
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Respuestas motoras:
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Morderse las uñas.
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Balancearse.
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Rascarse excesivamente.
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Muecas.
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Etc...
Pero esta información sobre el miedo desproporcionado a hablar no debe limitarse exclusivamente a estos dos tipos de respuesta, sino que debemos cumplimentarla con lo que los sujetos sienten y piensan. Estos pensamientos están en consonancia con las expectativas que en ellos han generado las consecuencias que han seguido a sus respuestas. Por tanto, el que el sujeto no solo crea, sino el que esté convencido de que hablar con determinadas personas le va a causar un profundo malestar, determina que dicho malestar acabe produciéndose. Estos pensamientos los recogeremos de una u otra manera en función de la intensidad del problema:
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Aversión a hablar: Personas cercanas y autorregistro.
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Mutismo electivo: Personas cercanas y autorregistro.
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Mutismo progresivo o total: Autorregistro.
Por ultimo , el capítulo hace una revisión de los estudios epidemiológicos realizados en tomo a este problema. A pesar de que muchos de los estudios mencionados presentan diversos problemas, tales como falta de rigor, o muestras de sujetos con edades distintas los datos mas destacables son: en el caso de la aversión a hablar si bien es frecuente en la infancia, dicha frecuencia aumenta en la adolescencia. Respecto al mutismo electivo, su incidencia en la edad escolar se sitúa entre el 1% y el 1,5%. En lo referente al sexo, su incidencia es ligeramente superior en los niños.
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Capitulo 3. ¿Por qué se tiene miedo desproporcionado a hablar ?
En este capítulo nos vamos ha centrar principalmente en explicar por qué aparece y se mantiene el miedo desproporcionado a hablar, en cualquiera de sus tres modalidades.
La principal hipótesis que se maneja es que el miedo desproporcionado a hablar es una estrategia aprendida por el sujeto, y que se mantiene porque reduce la tensión y el malestar que dicho sujeto experimentarla si tuviera que enfrentarse a determinadas situaciones en las que debería hablar con personas desconocidas. Por tanto, el sujeto evita hablar con personas y en situaciones desconocidas, para reducir las consecuencias aversivas que esto le produciría. En base a esta hipótesis tendríamos que destacar la importancia de los contextos familiar y escolar, ya que es aquí donde el sujeto adquiere, las habilidades y estrategias para interaccionar con las demás personas en cualquier situación. Más concretamente, la figura de los adultos y especialmente la de los padres, esta directamente relacionada con la adquisición del miedo desproporcionado a hablar, debido a diversos factores:
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Antecedentes familiares.
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Excesiva vigilancia para que el sujeto no tenga problemas para relacionarse con los demás.
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Corregir inmediatamente todos los errores que cometa el sujeto.
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Castigar al sujeto por evitar la interacción con otras personas.
Es evidente por tanto, que las personas mas significativas para el niño actúan como modelos de los que adquirir las conductas tanto adaptativas como desadaptativas.
Pero como anteriormente mencionábamos, el contexto educativo juega también un importante papel en la adquisición, desarrollo, y mantenimiento del miedo desproporcionado a hablar. De hecho, la mayor parte de los diagnósticos se realizan en el ámbito de la escolarización.
Pero este protagonismo de los adultos y educadores, a veces se desempeña de forma inconsciente, ya que los padres pueden conceder poca importancia al problema considerándolo como algo normal, pero sin saberlo este puede llegar a complicarse enormemente debido a que el inicio de la escolarización supone para muchos sujetos un suceso enormemente estresante, convirtiéndose así en el momento en el que iniciar un problema de mutismo electivo. Además, si ante cualquier señal de dificultad para expresarse o sufrimiento que muestra el sujeto le reforzamos positivamente con expresiones de afecto, caricias, etc... lo que estamos haciendo sin saberlo, es contribuir al mantenimiento del miedo a hablar. En otros casos lo que hacemos es interpretar su “paralenguaje”, es decir, su comunicación a base de sonidos, gestos, etc... o incluso hablar por él, lo que sin duda también contribuye al desarrollo y mantenimiento del problema. Pero este problema no sólo se va a limitar a una falta de comunicación con determinadas personas o en determinadas situaciones, sino que conlleva a un aislamiento del sujeto debido a que el resto de los niños reduce la atención que mantenían sobre el, lo que a su vez origina que el niño disminuya progresivamente su comunicación hasta quedar totalmente aislado.
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Capitulo 4. ¿ Que podemos hacer para ayudarle ?
Este capitulo podríamos interpretarlo a modo de guía con la que evaluar y estimar la gravedad del miedo desproporcionado a hablar, lo cual nos permitirla, en función del resultado obtenido, poder ayudar al sujeto nosotros mismos o si esto no es posible solicitar la ayuda de un profesional.
Lo primero que debemos hacer es obtener la mayor cantidad de información sobre el problema como sea posible, teniendo en cuenta que ha de ser lo más objetiva y fiable posible. Para obtener dicha información el primer paso que debemos dar es el de crear un clima agradable y amistoso con el sujeto, un clima en el que el tener que hablar no resulte algo desagradable para el niño(a). En este ambiente empezaremos a preguntarle sobre su miedo a hablar, a que se deben sus respuestas de evitación y escape, frecuencia con la que se da ese miedo a hablar, sus expectativas, etc... con la intención de acaparar la mayor cantidad de información posible. Incluso si disponemos de grabadora de audio o vídeo conviene que registremos la conversación mantenida con el sujeto. Pero no sólo debemos centramos en la información hablada o escrita por el sujeto, sino que debemos observarle atentamente para saber como reacciona su organismo ante nuestras preguntas o ante otras personas desconocidas, si cuando interacciona con otras personas se comunica de forma oral o escrita, nivel de ansiedad que experimenta en tales situaciones, frecuencia, intensidad, y duración de sus respuestas de evitación o escape, etc... Para recoger toda esta información disponemos de hojas de registro en las que plasmaremos toda la información recogida, y que además suponen dos ventajas:
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Recogida y valoración mas objetiva de la información.
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En caso de requerir la intervención de un profesional, facilitarían el diagnostico y posterior tratamiento.
Ahora bien, si percibimos que el problema esta muy avanzado, lo que debemos hacer es solicitar inmediatamente la ayuda de un profesional. Pero también puede darse el caso de que el problema no esté lo suficientemente complicado como para que no podamos solucionarlo nosotros mismos. En este caso lo primero que debemos hacer es que el sujeto no reciba ningún tipo de trato especial, debemos tratar al sujeto como alguien “normal”, como al resto de los hijos, familiares o vecinos . Del mismo modo, no deberemos comportamos como si el problema que presenta el niño fuese un castigo o el resultado de la mala suerte. Debemos cambiar todas las concepciones erróneas y negativas y ser en todo momento positivos y optimistas y pensar en la mejor manera de ayudar al sujeto sin perjudicarle o agravar su problema más. Como anteriormente hemos señalado, el sujeto no debe recibir ningún trato especial: no debe ser comparado con otros sujetos, no debemos emitir ningún tipo de comentario u otro tipo de respuesta cuando observemos alguna respuesta de evitación o escape, etc... ya que si aumentamos la atención sobre el problema, el sujeto acabara aumentando también su miedo a hablar y a las situaciones en las que tenga que hacerlo.
Pero no sólo debemos nosotros, sino que también hemos de controlar y modificar aquellos aspectos del ambiente que pueden mantener y acentuar el miedo a hablar que presenta el sujeto. Para ello lo mejor que favorecer las interacciones de la familia y concebirlas como algo beneficioso y nada problemático que forma parte de la vida de cualquier persona. También debemos tener en cuenta que los procesos de interacción son fruto de un aprendizaje previo, y como en todo aprendizaje es normal que se produzcan errores; errores a los que no hay que darles mas importancia de la que se merecen.
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Capitulo 5. Por si ha de solicitar la ayuda de un profesional.
El último capitulo del libro se centra ,en un principio en aclarar las posibles confusiones que se derivan de la utilización de la diferente terminología utilizada para referirse al mismo problema. Los distintos términos utilizados se clasifican en función de distintos criterios:
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En función de en quien recae el control del problema:
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Mutismo electivo: el sujeto controla el problema y elige con quien hablar.
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Mutismo selectivo: el problema se mantiene por las consecuencias que siguen a la conducta del sujeto.
En función de su origen:
Mutismo electivo adolescente: inicio posterior a los 12 años.
Una vez aclarados los distintos términos empleados para denominar el problema, es necesario también hacer una revisión de las distintas técnicas empleadas para resolverlo. Dichas técnicas provienen de la Psicología científica y también pueden ser agrupadas en:
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Técnicas operantes: Se basan en una interpretación del miedo desproporcionado a hablar como una respuesta aprendida y mantenida por las consecuencias positivas que el sujeto obtiene con ella.
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Técnicas cognitivo-conductuales: Se basan en que el mantenimiento del miedo desproporcionado a hablar se produce por el cumplimiento de las expectativas creadas por el sujeto a cerca de determinadas personas y determinadas situaciones.
A. Técnicas Operantes: Las aplicamos para romper la contingencia establecida entre las respuestas de evitación o escape y las consecuencias positivas obtenidas con estas respuestas (reducción de la ansiedad). Estas técnicas son:
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E1 costo de respuesta: el sujeto pierde algo positivo o deseable cada vez que no utilice el lenguaje oral.
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Desvanecimiento estimular: retirada progresiva de aquellas personas o situaciones en las que el sujeto habla hasta conseguir que hable con cualquier persona o en cualquier situación.
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Moldeamiento: premiar cualquier aproximación al leguaje oral, por parte del sujeto, para comunicarse con los demás .
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Reforzamiento positivo: aplicar un estimulo positivo al sujeto inmediatamente después de que utilice el lenguaje oral.
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Reforzamiento negativo: aplicar un estimulo aversivo al sujeto que sólo finaliza cuando el sujeto utilice el lenguaje oral.
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Tiempo fuera de reforzamiento: evitamos que el mutismo del sujeto sea reforzado con atención o con privilegios, enviando al sujeto a otro lugar solo cada vez que no utilice el lenguaje oral.
Estas técnicas se pueden aplicar de forma aislada o en “paquetes” de varias técnicas, aumentando así su efectividad, como es el caso del Desvanecimiento estimular y el Reforzamiento positivo en el tratamiento del mutismo electivo, y del Moldeado y el Reforzamiento positivo en el tratamiento del mutismo progresivo.
B. Técnicas Cognitivo-conductuales: Las utilizamos para reducir la tensión muscular y la ansiedad que le genera al sujeto el tener que hablar con sujetos extraños. Las clasificamos en:
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Técnicas de relajación y respiración: Permiten que el sujeto adquiera las habilidades necesarias para reducir la ansiedad y enfrentarse a las situaciones de hablar con extraños de forma correcta.
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Habilidades sociales: Permiten al sujeto aprender una serie de habilidades que no poseen, para interactuar con otras personas.
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Modelado: El sujeto ve a otras personas hablando con otras personas extrañas y así aprende que no hay que anticipar consecuencias aversivas, reduciendo así su ansiedad. Sin embargo, por sí solo su eficacia es muy escasa.
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Automodelado: El sujeto se ve así mismo, mediante un montaje, hablando con personas extrañas.
Por ultimo, terminamos el capitulo haciendo una serie de consideraciones para determinar si el problema está en manos de un buen o un mal profesional. En lo relacionado con el tratamiento y su duración, un buen profesional realizará una profunda evaluación del problema antes de cualquier afirmación sobre la duración y el tipo de intervención. Así mismo, no se centrará en las causas que originaron el problema, difícilmente modifícables desde el presente, sino que se centrará en los factores que mantienen el problema en la actualidad. En cuanto a la aplicación del tratamiento tenemos tres opciones:
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Sujeto menor de 6 años: Un buen profesional evaluará y tratará no sólo a los padres sino también al sujeto.
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Sujeto entre 6 y 12 años: No sólo se debe centrar en el sujeto, sino que se debe proporcionar información tanto a los padres como a sus profesores.
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Sujeto mayor de 11 años: La intervención se reduce al sujeto, siendo los padres y los profesores elementos secundarios que sólo proporcionan información.
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Enviado por: | Pilar |
Idioma: | castellano |
País: | España |