Historia
El Mediterráneo y el mundo del Mediterráneo en tiempos de Felipe II; Fernand Braudel
El Mediterráneo y el mundo del Mediterráneo en tiempos de Felipe II
Tendencias historiográficas actuales
PRIMERA PARTE: LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE.
CAPÍTULO I: LAS PENÍNSULAS, MONTAÑAS, MESETAS, LLANURAS.
El Mediterráneo está compuesto de cinco penínsulas que son semejantes entre sí, están divididas en muchas montañas y unas cuantas llanuras colinas y mesetas. El Mediterráneo es un “mar rodeado de tierras” está situado en la zona de los pliegues y fallas de la era terciaria, aunque han sido modificados por plegamientos recientes. Las montañas son el "esqueleto" del espacio mediterráneo. El único lugar del Mediterráneo en el que no aparecen montañas en la zona del Sahara.
Cuando hablamos de las montañas del Mediterráneo debemos referirnos a los Pirineos más que a los Alpes. Aunque a veces la montaña es un obstáculo, también otras veces constituye un refugio, un país de hombres libres. La montaña ofrece los recursos más diversos tanto agrícolas como ganaderos. La mayoría de las riquezas del subsuelo mediterráneo están en las montañas. En esta diáspora destacan los albaneses que dejan las montañas para servir como soldados; también destacan los corsos y los armenios. En general la vida montañesa parece haber sido la vida inicial del Mediterráneo.
Respecto a las tierras altas destacan la Apulia y las dos Castillas españolas en las que tiene importancia el tráfico de caravanas que permite a Castilla servir de nexo de unión con la periferia.
Si nos ceñimos a las llanuras, se trata de zonas que son casi siempre colectoras de aguas y en estación lluviosa pasan a ser lagos o campos de lodo. El estancamiento de las aguas en el verano hacía aparecer las temibles fiebres palúdicas. El paludismo retrocede cuando el hombre drena el agua, conquistando la planicie para los cultivos. El hombre del Mediterráneo siempre ha estado en lucha contra las tierras bajas, vaciándolas de aguas malsanas, dotándolas de un riego fertilizador, surcándolas de caminos...
Hay que destacar el claro ejemplo de Lombardia, donde se pueden diferenciar tres partes: La parte alta que se caracteriza por ser un lugar montañoso, donde abundan los pequeños propietarios pobres pero libres; la parte media en la que existe una rica vegetación y la propiedad es nobiliaria y eclesiástica y una parte baja en la que se encuentran los arrozales de los capitalistas.
En el Mediterráneo, las regiones nuevas están bajo el control de los ricos. La planicie pertenece al señor. A veces se producen una serie de cambios en las llanuras que pueden ser a corto plazo o a largo plazo. Entre los cambios a corto plazo destaca el caso de Venecia, cuya campiña es objeto de frecuentes bonificaciones en sus regiones bajas, bonificaciones que podían estar bajo la responsabilidad de: una de las comunidades urbanas, un auténtico sindicato de propietarios o la administración veneciana.
Si se observan los cambios a largo plazo tenemos el caso de la campiña romana, que en época neolítica ya había sido poseída por los campesinos; en la época imperial se ocupa totalmente; con los ostrogodos se ciegan los acueductos; se produjeron nuevas catástrofes en el siglo XI; pero en el siglo XV vuelve a florecer la vida agrícola; en el siglo XVI la situación es poco floreciente hasta llegar al siglo XIX en el que la situación es peor que nunca.
En el apartado referido a la trashumancia (el cuarto de este primer capítulo), se observa que existen tres tipos de trashumancia: Trashumancia normal: Los propietarios y pastores son gente de la llanura. Se lleva a cabo en verano. Trashumancia inversa: se lleva a cabo en invierno. Trashumancia mixta: combina la de invierno y la de verano.
En Castilla hay una gran trashumancia que depende de la Mesta y una trashumancia de cortas distancias. Toda trashumancia presupone complicadas estructuras internas y externas e instituciones de gran peso. La trashumancia está marcadamente institucionalizada, protegida por salvaguardas, normas y privilegios. Toda trashumancia es el resultado de una situación agrícola exigente. En los Balcanes, Anatolia y África del Norte la trashumancia se ha visto empujada hacia zonas marginales o considerablemente modificada.
CAPÍTULO II: EN EL CORAZÓN DEL MEDITERRÁNEO: MARES Y LITORALES.
En el segundo capítulo se estudian sucesivamente los espacios marítimos. En esta época navegar era seguir la costa, que nunca se pierde de vista y es el mejor de los hilos conductores. En las dos grandes cuencas del oeste y del este del Mediterráneo se encuentran una serie de mares angostos, cada uno de ellos tiene sus propias particularidades. Venecia y Génova, dos ciudades rivales, se reparten las islas más importantes.
Entre Túnez y Sicilia existe un nexo marítimo de extraordinario valor que no se ha bautizado. La "Mancha" mediterránea (término tomado de René Lespès) es un río que une más que separa y que hace del África del norte y de Iberia un solo mundo, un “bicontinente”.
Uno de los apartados lo dedica exclusivamente al mar Tirreno, este tiene una cuenca muy enlazada a la vida general del mar. La isla de Corfú es clave en este mar, porque para el dominio del Adriático, la posición clave es Corfú. Venecia tenía la isla en su poder desde 1386. Las galeras venecianas eran las dueñas del Adriático. Los españoles ejercían su dominación sobre el estrecho de Messina, el cual divide en dos el Mediterráneo. Hay un doble imperialismo: hispánico y musulmán que parte en dos mundos al Mediterráneo; dos mundos que son diferentes. Hay un gran contraste entre Oriente y Occidente que se acusa en el siglo XVI. Existe un mayor nivel de vida en Occidente.
El agua del Mediterráneo no es mucho rica que su tierra y según los oceanógrafos está biológicamente agotada. Los sectores del litoral son poco numerosos; existen puertos minúsculos pero activos. Estas pequeñas poblaciones marítimas necesitan el apoyo insustituible de una gran ciudad que las provea. Las provincias marítimas del Mediterráneo no pueden mantener largo tiempo períodos de prosperidad. No hay una sola porción del litoral Mediterráneo que no se halle franqueado por un gran número de islotes y rocas.
Al entrar en contacto las islas con el mundo exterior, lo hacen de un modo brusco, se enlazan activamente a la vida exterior. Ninguna isla tiene asegurado al mañana. El gran problema en ellas es poder vivir de sus propios recursos. La gran historia pasa frecuentemente por las islas. Todas las islas mediterráneas son exportadoras de hombres. Los países del Mediterráneo son, en verdad, colecciones de regiones aisladas entre sí que se buscan y se atraen las unas a las otras constantemente. Las penínsulas constituyen la parte esencial del espacio mediterráneo, la más rica en hombres y en posibilidades de vida.
CAPÍTULO III: LOS CONFINES: EL MEDITERRÁNEO MAYOR.
Hay que considerar al Mediterráneo como una gran zona que se prolonga en todas direcciones, Braudel lo compara con un campo de fuerza que atrae hacia sí todo lo que le rodea.
Podría decirse que el Sahara es el segundo rostro del Mediterráneo (de hecho así lo hace Braudel). Se puede encuadrar en dos espacios de fronteras, unas próximas y otras muy alejadas del Mediterráneo. Se trata de una región pobre, sin agua, sin fuentes, ríos, plantas... Los nómadas son el grupo característico de este hábitat. Existen dos tipos de nómadas, los montañeses y los que pasan el verano fuera del Sahara que son los grandes nómadas.
El problema del destino humano de la estepa es un problema de historia y de espacio. Los nómadas van desde las estepas hacía el mar, hacia el desierto y en muchas ocasiones chocan con el hombre sedentario. Por el desierto marchaban caravanas enormes, medio religiosas, medio comerciales, llevando gran cantidad de bestias de carga y de viajeros. Los oasis son minúsculos puntos de apoyo, puntos de concentración de población, de verdaderas ciudades agrícolas. Han sido los islotes fértiles sobre los cuales se erigió la ”civilización oriental".
El Islam es la circunstancia histórica que a partir del siglo VII ha funcionado como unificadora del Viejo Mundo. En el siglo XV un segundo Islam "nórdico" se adentra profundamente en Europa. Respecto a los istmos y sus rutas meridianas, existen cuatro grupos que corresponden a los grandes ligámenes mediterráneos de los istmos, relacionados entre sí, que vamos a resumir:
- El primero es el Istmo ruso: En el siglo XVI no había un istmo ruso que condujera hacia el Mediterráneo movimientos importantes de intercambio. En este siglo los rusos se contentaban con lanzar sobre el Mar Negro algunas contrabatidas. Se hallaban sobre el eje del mar Caspio y tendían hacia Persia.
- El segundo es el Istmo polaco, de los Balcanes a Danzig: este istmo no está unido al Mar Negro sino a la península de los Balcanes. Polonia es una especie de zona de comercio libre pero está sujeta a la dominante economía del Báltico. Danzig es el centro comercial más próspero y está bien situado. Danzig explotaba las regiones vecinas de Polonia.
- El tercero es el Istmo alemán: se entiende por istmo alemán toda la Europa Central en sentido amplio. Este espacio se puede limitar por dos líneas: de Génova (o Marsella) a Londres y de Venecia a Danzíg. Podemos abordar a Alemania de sur a norte siguiendo los meridianos, de este a oeste siguiendo los paralelos y otra trayectoria, en contacto con los Países Bajos. se afirma a orillas del Mar del Norte.
- El cuarto es el Istmo francés que aunque Braudel no lo coloque a continuación el hacerlo así facilitaría la lectura y comprensión del contenido, de Génova a Amberes y de Venecia a Hamburgo: el notable aumento del número de mercaderes a menor escala constituye el nuevo e importante elemento de la evolución comercial del siglo XVI. Existía la división del trabajo: Las mercancías las confían los mercaderes a los transportistas y a su vez estos recurren a los servicios de los "spazzadorí" quienes transportan los cargamentos en barcas, en vehículos o a lomos de anímales.
Los istmos europeos trazan las líneas esenciales de transmisión de la influencia mediterránea que agrupa en torno a sí una masa continental más o menos autónoma.
El último apartado de este capítulo se lo dedica al océano Atlántico. El Atlántico del siglo XVI es la asociación y coexistencia de diferentes espacios parcialmente autónomos. En el siglo XVI el Mediterráneo mantiene evidentes prerrogativas en el oeste del Atlántico. La prosperidad oceánica le beneficia mucho. Cuando trata el tema de los corsarios ingleses se menciona El Ferrol como puerto de mucha importancia en el siglo XVII.
CAPÍTULO IV: LA UNIDAD FÍSICA: EL CLIMA Y LA HISTORIA.
La zona climática del Mediterráneo es bastante estrecha. En general en el Mediterráneo predomina sensiblemente el mismo clima geométrico, la sequía es el azote del Mediterráneo. El hombre mediterráneo vive con dificultad y se gana el pan de cada día a costa de penoso esfuerzo.
El suelo Mediterráneo es el responsable de la pobreza que se impone a sus pueblos, con sus baldíos terrenos calcáreos, sus vastas extensiones esterilizadas por la sal... Las cosechas están a merced de los elementos.
Aquellos que naveguen en invierno deben saber que se hallan a merced de los elementos. La navegación, en la época romana se paralizaba desde octubre hasta abril, y ahora en el siglo XVI las escuadras o las galeras de los corsarios estaban sujetas también a la necesidad de invernar, pese a que en el capítulo anterior decía Braudel que los ingleses atravesaban el estrecho en invierno para eludir la vigilancia española. Sólo un trabajo positivo se desarrolla durante el invierno: las negociaciones, las discusiones diplomáticas, las resoluciones pacificas. El invierno mediterráneo representa una dura prueba para los pobres.
Con la llegada del periodo estival, se precipita la guerra bajo todas sus formas operaciones por tierra, piratería... y el tráfico se activa a lo largo de las rutas. El calor es un enemigo a combatir por tierra. También es el período de las cosechas: siega, trilla, recolección de frutos y vendimia y de la pesca abundante. Los calores desencadenan males endémicos sólo apaciguados en invierno, ya lo dice antes y las ciudades son las más castigadas.
Tenemos una serie de estadísticas acerca del desierto y el invierno: El desierto se anima en el momento en que más al norte y más al oeste todo se adormece. Los viajes de invierno eran más lentos que los de estío. Estas nos enseñan y sugieren muchas cosas, entre ellas la importancia decisiva de los meses de abril y mayo para la navegación.
En el Mediterráneo la vida humana responde a los dictados del medio, pero intenta al mismo tiempo evadirse de ellos y controlarlos. Todo cambia, pero estos cambios se deben frecuentemente al hombre. El clima varía con relación a posiciones de equilibrio de las que nada nos dice que no estén también sujetas a cambios. La historia del clima es la misma en todo el hemisferio norte. La primera mitad del siglo XVI se vio favorecida en todas partes por la bondad del clima; la última sufrió, también en todas partes, a causa de las perturbaciones atmosféricas.
CAPÍTULO V: LA UNIDAD HUMANA: RUTAS Y CIUDADES, CIUDADES Y RUTAS.
Las rutas del Mediterráneo son, en primer lugar, las del mar, establecidas principalmente a lo largo de las costas. En su conjunto, las rutas del siglo XVI difieren muy poco de las que hicieron posible la expansión de Roma o la del Mediterráneo medieval. Las rutas reflejan siempre el imperio de las economías y de las civilizaciones del mar Interior y gobiernan su destino.
Entre 1550 a 1560 parece que no se haya producido ninguna gran revolución en los transportes marítimos y terrestres aunque mejoraron los caminos y la navegación y bajó el coste de los transportes. A finales del siglo XVI el tráfico aumente de volumen. En el Mediterráneo oriental se advierte a finales del siglo un predominio de la ruta terrestre en detrimento del mar. Entre la Europa del norte y la mediterránea, las rutas marítimas y las rutas terrestres compiten y coexisten unas con otras. La ruta terrestre era relativamente segura y la media de beneficios que procura supera a la que da la larga ruta marina.
Aproximadamente en 1636, los caminos terrestres se mantienen al mismo nivel que los marítimos. En el siglo XVII las áreas donde la vida económica prosperó, se limitan a las zonas costeras. La navegación por el Mediterráneo no es fundamentalmente diferente de la navegación por el Atlántico. Tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo existe un aplastante predominio de las naves de pequeño tonelaje. Entre los navíos grandes destacan la carraca genovesa, los “cascos” venecianos y la “barque” francesa; entre los pequeños la “galere de mercato” veneciana es la que más sobresale.
Dentro del predominio de los barcos hay que destacar la victoria del barco de velas pequeñas que es más veloz y barato sobre los grandes navíos mediterráneos. Las naves con las que los ingleses consiguen sus grandes éxitos en el siglo XVI son por lo general inferiores a las cien toneladas. El pequeño navío asume las más diversas formas según las regiones. En el siglo XVI las barcas, tartanas, saetas, galeotes, navíos y naves fueron poblando poco a poco el ancho mar. En el siglo XVII multitud de barcos de poco tonelaje invade el Mediterráneo lo que indica la prosperidad de este mar.
El mercado es siempre el punto en que desemboca una multiplicidad de movimientos: Las ciudades se nutren del movimiento, La ciudad absorbe estos movimientos. Todos los bienes materiales e inmateriales arriban a las ciudades por las rutas. En el Mediterráneo occidental las grandes ciudades se aglomeran junto al mar que es la ruta universal. Todos los puertos están en el cruce de los caminos de mar y tierra. Las grandes ciudades derivan su importancia de su posición geográfica. Las ciudades nacen, progresan y declinan según las pulsaciones de la vida económica.
Ningún crecimiento demográfico jamás actúa en sentido único, es fuente de fuerza y debilidad, de equilibrio y de fragilidad. Durante el siglo XVI hambres y epidemias castigan a las ciudades. El hambre es una plaga urbana, que se circunscribe a los muros de las ciudades.
Los grandes compradores de trigo son los centros urbanos. En el siglo XVI todas las ciudades importantes tenían una "Oficina del Trigo" que controlaba las entradas de trigo y harina y las ventas de estos productos en el propio mercado de la ciudad. Cuando amenaza la escasez de trigo, se prohibe la salida de grano de la ciudad y se hacen registros, se cierran las puertas de la ciudad y finalmente se raciona a la población. La peste es una estructura del siglo que afecta sobre todo a las ciudades del este. Hasta la cuarta parte de una ciudad podía ser tragada por la peste. Hambres y epidemias van siempre de la mano. Llegada la peste, los habitantes de la ciudad buscan refugio en el campo. Las epidemias de la primera parte del siglo XVII fueron más serias que las del siglo anterior. La peste no es la única enfermedad que ataca a las ciudades en el siglo XVII, también se dan enfermedades venéreas, fiebre miliar, tos ferina, disentería y tifus.
En el aspecto de la emigración, la ciudad tiene el privilegio y la obligación de atraer a su seno a toda una masa de proletariados y aventureros de todas las procedencias. Los que se podrían llamar emigrantes de calidad son los judíos y los artistas vagabundos que se sienten atraídos por las ciudades y que contribuyen a sus construcciones. Las crisis hacen desaparecer la ciudad medieval. Las ciudades no pueden sobrevivir Intactas a la larga crisis política de los siglos XV y XVI.
El mundo entero está a merced de las grandes ciudades del siglo XVI que con su capitalismo ágil y peligroso están en condiciones de controlarlo y explotarlo. Mientras los estados territoriales adquieren espacio a manos llenas, son incapaces de explotar sin ayuda ajena las inmensas unidades económicas que resultan de su acción. Las ciudades del siglo XVI se ven favorecidas por el auge de la coyuntura económica y siguen creciendo en población y riqueza. Destacan, de entre estas ciudades, Nápoles y Estambul; Nápoles desde el reinado de Federico II (1197-1250) y Estambul desde 1453 cuando el mapa europeo no conocía ni la Inglaterra de los Tudor, ni la Francia de Luís XIV ni la España de los Reyes Católicos.
Las ciudades, en resumen, son una especie de motores, funcionan, se calientan, se agotan... y vuelven a comenzar de nuevo. Con esta metáfora del motor - ciudad, Fernand Braudel pone punto y final a la primera parte de la obra.
SEGUNDA PARTE: DESTINOS COLECTIVOS Y MOVIMIENTOS DE CONJUNTO
CAPÍTULO I: LAS ECONOMÍAS: LA MEDIDA DEL SIGLO.
En este capítulo el autor quiere mostrar el nivel económico y los límites de poder del hombre mediterráneo del siglo XVI. Está dividido en tres grandes apartados: “El espacio, enemigo número uno”, “la población humana” y “¿Es posible construir un modelo de la economía mediterránea.
En siglo XVI, al contrario que hoy, sobraba espacio, el Mediterráneo no se ajustaba a la medida del hombre de este siglo. Una prueba de esto es lo que tardaba el correo en llegar de un extremo a otro del Mediterráneo, "lo que se pierde en ir y venir" como escribía la emperatriz a su hermano Felipe II.
Para comunicaciones postales se prefiere la ruta terrestre puesto que las velocidades son más regulares. Existe una variedad, una amplitud de los tiempos empleados en un mismo trayecto. Por ejemplo, la travesía por mar de Constantinopla a Alejandría se realizaba en 15 días incluyendo las escalas y en 8 sin ellas. Cuando se trataba de atravesar el Mediterráneo en el sentido de los meridianos, había que contar sobre dos semanas y cuando la travesía era a lo largo, debía calcularse de dos a tres meses.
Tenemos un testimonio perfecto en las cartas enviadas por gobiernos, embajadores, mercaderes y particulares que ofrecen datos extraordinarios. A estas personas que dependían del tiempo les compensaba gastar elevadas sumas de dinero en enviar oportunas órdenes del modo más rápido posible. Los grandes banqueros y los gobiernos se permiten estos lujos.
Uno de los más afectados fue el inmenso imperio español del siglo XVI que sufría mucho por los problemas que tenía debido a las distancias. A sus lentitudes propias, la máquina española asocia las de la navegación por el Atlántico, Índico e incluso Pacífico, estaba obligada a responder a los requerimientos del primer sistema económico y político que se extiende por todo el mundo conocido.
Para evidenciar y ejemplificar lo que dice pone el ejemplo de Claude du Bourg un aventurero francés que realizó tres viajes a España entre 1576 y 1577. Este hombre sólo, pudo deslizarse a través de toda España y, a pesar de haber sido señalado por los servicios de vigilancia, escapar a todos los controles y a todas las barreras para surgir ante el mismísimo Felipe II en el centro mismo de su corte.
El espacio constriñe y obliga a acomodarse a la actividad económica. La economía mediterránea, condenada a la lentitud, sólo se puede considerar adecuadamente desde una perspectiva de las distancias. Mercancías, dinero, letras de cambio... viajan en todas direcciones, se cruzan, se pasan o se esperan unas a otras. Nadie podía permitirse el lujo de perder tiempo.
Debemos tener en cuenta a las ferias como cuasi-ciudades, centros comerciales temporales. Se trata de lugares de citas importantes de mercaderes familiarizados con las letras de cambio y el mecanismo de los créditos.
En el Mediterráneo, en su inmensidad (para la época mucho más que ahora) existen múltiples regiones, unas pequeñas y otras vastas, situadas al margen de la economía o mal encajadas en ella. Son zonas económicas que están casi cerradas, mundos organizados para sí mismos. El centro mediterráneo en los siglos XV y XVI es un pequeño cuadrilátero urbano constituido por Génova, Milán, Venecia y Florencia con sus conflictos y rivalidades entre ciudades. El centro de gravedad se desplaza de Venecia a Génova.
La población estaba muy mal distribuida, en el Mediterráneo había entonces verdaderos desiertos humanos. Existe una anormal concentración humana y una aridez natural. Hostiles desiertos separaban a los países Mediterráneos. Las orillas eran lugares privilegiados para los centros urbanos.
El siglo XVI fue un período de aumento demográfico, de forma que entre 1500 y 1600 ha podido duplicarse la población mediterránea. El aumento afectó igualmente a las regiones ricas y a las pobres, a todas las ciudades y a todos los distritos rurales. La década de 1580 marca el momento de la crisis biológica de la grandeza de España. Es el eje crucial del destino de España.
Existen una serie de emigrante involuntarios del mediterráneo: judíos expulsados desde finales del siglo XV por motivos religiosos como pretexto igual que más tarde sucedió con los moriscos y más tarde aún en Francia con los protestantes de la época de Luis XIV. Se produce un descenso de la población de las regiones montañosas hacia las planicies y hacia las ciudades y una serie de desplazamientos de los hombres de la cristiandad hacia las tierras del Islam y de emigrantes franceses con destino a España.
La agricultura es la industria más importante del Mediterráneo, más aún cuando los cereales sólo constituyen una parte de la renta agrícola. El Mediterráneo continúa siendo un mundo de campesinos y terratenientes, de estructuras rígidas. Todos los pueblos cuentan con artesanos propios y con actividades industriales menores. No hay una sola ciudad que no haga surgir, más o menos próximas a ella, las industrias que necesita y que, por falta de espacio, materias primas o fuerza motriz puede instalar dentro de sus muros. En cuanto a la industria del siglo XVI, la masa de sus productos era más frecuentemente absorbida en la economía de mercado que los cereales, el aceite y el vino.
Braudel toca todos los aspectos de interés y no elude ninguna posibilidad de debate. Asume todos los riesgos y plantea la dialéctica entre las historia y la geografía y analiza los aspectos demográficos, políticos, sociales, culturales y bélicos con gran detalle. En general la obra de Fernand Braudel comprende un estudio exhaustivo del Mediterráneo, palabra ésta que no deja de sonar a lo largo de toda la obra, y del mundo mediterráneo en una época digna de ser estudiada y analizada como Braudel ha sabido hacer de manera prodigiosa. Es mi deseo expresar la satisfacción que en mi ha supuesto el hecho de haber leído este magnífico retrato del mundo mediterráneo de la mano de uno de los historiadores más prestigiosos.
Acerca del mercado laboral destaca el peso que supone toda una masa de trabajadores mal utilizados, vagabundos o semi-vagabundos, que son una de las constantes de la vida europea y mediterránea desde, al menos, el siglo XII. Los remeros voluntarios, esclavos y en mayor grado aún los soldados y sirvientes domésticos podían llamarse afortunados, porque la sociedad los necesitaba y se encargaba de que no les faltase de qué vivir. La parte dura de la vida les tocaba a los otros pobres: los no incluidos en el funcionamiento del sistema.
El proletariado surgido en esta época se deja sentir en todos los sectores de la actividad del siglo. Alimentará un persistente bandidaje, auténtica revolución social, larga e inútil. Pobres auténticos, bribones urbanos que la novela picaresca ha hecho famosos, este grupo ha roto con el trabajo, pero antes el trabajo había roto con ellos.
CAPÍTULO II: LAS ECONOMIAS: LOS METALES PRECIOSOS, LAS MONEDAS Y LOS PRECIOS.
De donde quiera que vengan los metales preciosos, tan pronto como entran en la órbita de la vida mediterránea, alimentan una perenne evasión hacia el este. El Mediterráneo trató constantemente de poner coto a estas ruinosas exportaciones. El oro del Sudán fue la base de la prosperidad del norte de Africa y de la España musulmana. Entra en la circulación general del mar Mediterráneo a partir del siglo XIV. Cinco mercancías eran las señoras de las rutas comerciales: el oro en polvo, los esclavos negros, el cobre, la sal y los tejidos. La extracción de oro en América se viene abajo entre 1530 y 1534. A una economía dominada por el oro le va a seguir una economía dominada por la plata.
El oro del Sudán continuará alimentando a las ciudades del norte de Africa aunque las exportaciones de oro al Mediterráneo occidental se pueden considerar prácticamente suprimidas. Los metales preciosos se escapan a todas horas de los cofres españoles para circular por todo el mundo. En vez de gastar la plata dentro del país y hacerla fructificar en diversas creaciones, los Habsburgo se dejaban arrastrar cada vez más a los gastos exteriores. Esta era una forma de mantener en pie el imperio español. Durante la primera mitad del siglo XVI, los metales preciosos de España salían hacia Amberes, verdadera capital del Atlántico. La llegada de los navíos cargados de metales era el gran acontecimiento en el puerto de Amberes.
Felipe II recurre a las rutas de Francia cuando la ruta de Laredo o Santander a Amberes queda inutilizada. Alrededor de 1570 cobra importancia la ruta de Barcelona a Génova coincidiendo con el inicio de la guerra contra los turcos en el Mediterráneo. El Mediterráneo se enriquece al desviarse en su provecho una gran parte de la circulación monetaria del mundo. La invasión de monedas españolas a través de todo el espacio del mar no disminuye. A partir de 1580, la Italia de las grandes ciudades pasa a ser el centro real de la dispersión de la plata. Solo las plazas monetarias italianas eran capaces de proveer las monedas de oro y letras de cambio que acaban en Amberes entre las manos de los tesoreros - pagadores de los ejércitos españoles en Flandes.
El gran auge de los banqueros genoveses se sitúa entre los años 1557 y 1627. La riqueza de Génova y el cambio político de 1528, allanan el camino de su futura prosperidad. Los genoveses encuentran en su propia ciudad y en el resto de Italia, las monedas de oro y las letras de cambio que necesitan.
El episodio más importante de la fortuna genovesa fue en 1579 cuando se crean las ferias de Plasencia que permanecen hasta 1621 bajo total control genovés. Desde 1579 el papel moneda negociable aumenta su importancia. El alza de los precios afecta en el siglo XVI a los países mediterráneos, sobre todo a partir de 1570. Todas las operaciones bancarias, que se hacían en moneda de cuenta y no en moneda real, estaban expuestas a las vicisitudes de la inflación, que acarreaba siempre la ruina y la necesaria intervención del Estado.
Los industriales son las víctimas del alza de los precios lo que viene a introducir un elemento de debilidad hasta en el propio corazón de la industria italiana. La vida financiera de los Estados incluye tres partidas: Ingresos, gastos ordinarios y deudas. Las deudas se aligeran por la marea creciente de los precios. Los gastos eran enormes pero también lo eran los recursos para hacerles frente. Al llegar al siglo XVII, las piezas de aleación adulterada penetran en los canales de la circulación esencial del Mediterráneo y son arrastradas hasta Levante. Tenemos pues tres edades metálicas: la del oro del Sudán, la del oro y la plata de América y la era de la inflación del vellón, de la moneda falsa que invade todo en las primeras décadas del siglo XVII.
CAPÍTULO III: LAS ECONOMÍAS: EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE.
En este tercer capítulo, como no puede centrarse con detenimiento en todo el sistema económico del Mediterráneo, se apoya, para explicar su situación, en tres problemas. Es decir, describe un panorama de conjunto. Los tres problemas los voy a analizar por separado y son: La crisis de la pimienta, la crisis del trigo y finalmente la invasión del Mediterráneo por navíos del Atlántico.
El primer gran acontecimiento económico que voy a explicar es el comercio de la pimienta: En general, para obtener productos de Oriente había dos rutas: La atlántica que iba bordeando África, que estaba dominada por los portugueses; y la que penetraba en Europa por la zona de Levante, es decir, el Golfo Pérsico y el Mar Rojo.
Portugal logra hacerse con el mercado de las especias y expulsar casi totalmente de él a Venecia, debido a su dominio de las rutas del Cabo de Buenaesperanza y a la guerra turco - veneciana que hacía que estos últimos no encontraran especias en sus rutas habituales. Pese a esta superioridad no acabó definitivamente con el comercio mediterráneo de pimienta. En 1515, la señoría de Venecia se vio obligada a ir a Lisboa para comprar lo indispensable para su abastecimiento, de hecho, en 1527, el senado de Venecia propone al rey de Portugal (Juan III) comprarle toda la pimienta que llegara a Lisboa (dejando aparte la necesaria para abastecer a los portugueses). EL proyecto de compra no fue aceptado por Portugal y es una clara muestra de la superioridad de Portugal.
Como ya dije, Portugal no acabó totalmente con Venecia. A partir de 1550 se produjo un despertar veneciano por varias causas como: El aumento del precio en Portugal desde 1540 y la peor calidad de su mercancía, los lusos compraban a precios muy bajos, y los venecianos habían mantenido los productos de mayor calidad a costa de pagarlos más caros, además el beneficio que sacaban los portugueses era menor porque debían hacer viajes mucho más largos. Además el comercio por el Mar Rojo y por el Golfo Pérsico estaba mejor abastecido porque los mercaderes orientales compraban compulsivamente el oro de Egipto y la plata de Occidente, apreciaban mucho el coral, el azafrán, el opio y demás productos que se podían obtener a través de las antiquísimas rutas comerciales ya establecidas. Es innegable que el Mediterráneo recupera la supremacía en el tráfico de pimienta, el comercio de Levante prospera por las rutas del Mar Rojo y del Golfo Pérsico, al término de estas rutas florecen dos ciudades: Alepo y El Cairo.
Esas rutas levantinas competían entre sí. Alepo tuvo problemas en la segunda mitad del siglo XVI pero esto no influyó en el Mediterráneo porque el Mar Rojo seguía siendo la más importante ruta comercial. A través del Mar Rojo llegaba lo mismo que por África. En 1561 se produjo una gran crisis en Portugal por la guerra, entre 1560 y 1563 con los turcos. A finales de 1563 con la guerra ya terminada se produjo una petición a “Turquía” por parte de Portugal, para que se les dispensara de las aduanas, pero no lo consiguen. Intentaron sobrevivir pactando como había intentado hacer Venecia con ellos en 1527. Era el triunfo del Mar Rojo. La situación se mantuvo hasta 1570 cuando comenzó la guerra de Venecia contra los turco, el comercio de pimienta no se interrumpió pero la pimienta portuguesa volvió a recuperar terreno.
Hubo tres grandes tentativas para hacerse con el control del mercado de la pimienta: La primera es una tentativa portuguesa (10 de Noviembre de 1575) que el hermano Mariano Azaro (que era carmelita descalzo) hace a Felipe II; consistía en introducir la pimienta portuguesa en los dominios españoles en Italia: Nápoles, Sicilia, Milán y Cerdeña; para eliminar la pimienta veneciana. Tras esta idea estaban Ruy Gómes de Silva, Antonio Graciano y quizá el propio rey de Portugal. La segunda tentativa es la toscana, de los Medici. El gran duque Francisco quería obtener el monopolio de las especias, y así entre 1576 y 1578 elaboró un ambicioso proyecto que finalmente quedó reducido a un préstamo de 200.000 escudos y a un estrechamiento fuerte de relaciones entre Florencia y Portugal. La tercera corrió a cargo de Felipe II que quiso bloquear las revueltas de los Países Bajos y afianzar su imperio (tras hacerse con Portugal en 1580) destruyendo el comercio entre turcos y venecianos. Se decidió a enlazar América con Asia y para ello encontró más problemas en el Atlántico que en el Índico.
A finales de 1585 hubo una oferta a Venecia par quedarse con la contrata de reventa de la pimienta portuguesa, esa oferta se veía venir desde hacía algunos años. Eso haría que se suspendiera el tráfico de Levante. EL comercio de especias en Levante estaba en un momento duro pero se mantenía, por otra parte, la pimienta portuguesa también lo estaba. EL espectacular negocio no se llevó a cabo pero no fue sólo por el antiespañolismo ni las pasiones políticas de Venecia, el senado veneciano era hostil a Felipe II porque tenía un enorme poder. Aunque pudiera parecer un error político el que Venecia no aceptara el negocio, tampoco lo aceptaron otras ciudades a las que se lo solicitó (Milán, Florencia y Génova).
Entre 1586 y 1591 con la pimienta portuguesa se hicieron tres negocios importantes, dos de ellos fueron grandes negocios y el otro fue sólo mediocre. el mediocre fue la reventa de su pimienta en el propio Portugal; los dos negocios grandes fueron: El contrato con Asia que envolvió la compra de las especias y la pimienta de la Indias, y su transporte hasta Lisboa; y el contrato de Europa que era sobre la reventa de mercancías, el reino pagaba un precio en Asia por la pimienta y la vendía en Europa por más del doble. Felipe II le propuso el negocio a los grandes comerciantes italianos, alemanes, portugueses y españoles en lo que se llamó “El conflicto de los Welser y los Fugger”. Sin embargo, esta gran operación no fue un buen negocio, sólo se benefició de él Felipe II (o Felipe I, rey mercader de Lisboa). En 1591, el mismo año en que se creó la asociación, se empezó a romper por la enorme peligrosidad del Atlántico tras el desastre de la Armada Invencible. Incluso la pimienta atlántica se vio obligada a pasar por el Mediterráneo.
EL comercio levantino permaneció abierto al comercio de las especias desde 1580 hasta fin de siglo, cuando los holandeses ejercieron un dominio completo sobre el océano Índico. A finales de siglo se restableció la ruta de Alepo, debido a su corta extensión y a su carácter continental (la piratería asolaba el océano Índico) además era un lugar importante para la seda y la seda incrementó su importancia al final de la guerra turco - portuguesa en 1589 que fue más que por la pimienta por el oro del Este de África. La otra gran causa fue la imposibilidad de las rutas atlánticas debido a los corsarios ingleses que rondaban las islas clave (Cabo Verde, Azores, Canarias e incluso Santa Elena). En 1600, el triunfo de la ruta oceánica, como se ha visto no fue tan claro, fue una guerra de más de cien años con sus altibajos y que aún perduró más tiempo pero excede el marco temporal de este libro.
El segundo gran acontecimiento económico fue la crisis del grano, se llama “Equilibrios y crisis en el comercio de grano mediterráneo. En el Mediterráneo el grano nunca ha abundado y esa escasez es la que ha hecho que desarrolle ciertas habilidades; el trigo es uno de los problemas permanentes del Mediterráneo. La pimienta y las especias dieron vida e impulso al comercio de lujo, el trigo no es tan brillante pero fue objeto de un intenso comercio.
Este tráfico de gran no era sólo de trigo de calidad, había de diferentes calidades; al lado del trigo estaban la cebada y el mijo. Los gobiernos controlaban mucho el trigo porque escaseaba y no querían que hubiera acaparadores ni gente que se lucrara con su especulación. Al mismo tiempo los mercaderes debían tener cuidado de no caer en manos de cualquiera de las ciudades por donde pasaba y que les imponían su precio de venta (obviamente más bajo).
El trigo es una mercancía ideal para el transporte pero es muy pesado, además conlleva grandes gastos de transporte; por tierra sólo hacía trayectos cortos y en casos de escasez o alza de precios. El transporte por mar también era caro pero relativamente barato en comparación con el mercado terrestre.
Los mercados del comercio de granos estaban situados en las orillas del mar o de los ríos: Las márgenes del Danubio, del Mar Egeo, del Nilo, Sicilia... Sicilia en España tuvo mucha importancia porque para los vicerreyes españoles gobernar Sicilia era ocuparse de la exportación mediterránea del trigo. Sicilia perdió importancia porque se produjeron grandes estafas y especulaciones y por ello, el gobierno comenzó a incautarse del trigo de los almacenes. Otro gran mercado era el comercio de explotación de Apulia.
Occidente no podía sobrevivir con sus escasas reservas, desde mediados de siglo tuvo que completar sus reservas con trigo de Levante que tenía mucho grano a precios mucho más bajos. Oriente tenía tres grandes graneros: El de Egipto; el de Tesalia, Macedonia, Tracia y Bulgaria; y el de las tierras bajas de Rumania. El trigo rumano no se podía considerar porque desaparecía de mercado rápidamente al ser el mayor abastecedor de la gran Constantinopla, a pesar de ello aún quedaba mucho grano (trigo, cebada, habas y arroz) en Oriente.
En la segunda mitad del siglo XVI se produjeron algunas hambrunas importantes y la situación de los campesinos se hizo más difícil según avanzaba el siglo, no porque los años fueran cada vez peores en cosechas sino porque se produjo un gran aumento de población en el Mediterráneo, hubo cuatro grandes momentos, que Braudel llama: “El trigo del Norte en Lisboa y Sevilla”, “El boom del trigo turco”, “Comer pan propio, la situación de Italia entre 1564 y 1590” y “La importación de trigo del norte desde 1590”.
La primera gran crisis es la del trigo del norte que llegó a la península ibérica. Portugal comenzó las importaciones muy pronto, a principios del siglo XVI; Andalucía se comenzó a sentir afectada a partir de 1570, es pues, no una crisis sino dos, que serán el precedente de la crisis que llegue a Italia más tarde. La economía española comenzó su declive en 1580 y el primer sector que lo notó fue la agricultura, a finales de siglo la crisis ya ha alcanzado totalmente a España, no se puede juzgar al trigo extranjero, es una situación progresiva que cristaliza en ese momento. La subalimentación y la enfermedades fueron las causas de las epidemias que asolaron la Península Ibérica a finales de siglo.
La segunda crisis fue la producida por el “boom” del trigo turco entre 1548 y1564, Italia también entra en crisis a mediados de siglo, es una época de malas cosechas, de falta de abastecimiento y de subidas de precios; las causas de esto son difíciles de explicar: Superpoblación, empeoramiento del clima, guerras... esta crisis afecta incluso a Venecia. El remedio que empleó Italia fue comprar el cereal en Turquía y en Levante. Los puertos turcos suben pronto el precio del trigo, sigue siendo un buen negocio pero hace que disminuya el número de compradores. Después de 1555 comienza a escasear aleatoriamente el trigo en Egipto, Siria, Constantinopla... y los precios siguen subiendo. Italia se ve forzada a buscar en otra parte porque la crisis también ha llegado a Turquía que apenas la soporta porque no está consolidada ya que ha obtenido su gran poder y crecido mucho debido a las guerras en un período de tiempo muy corto.
La tercera crisis de la que habla Braudel es el cómo habían solucionado la crisis en Italia. La Italia de las grandes ciudades (Milán, Venecia, Génova, Roma...) ha sido capaz de sobrevivir a la crisis, hay tres explicaciones posibles:
Que esta Italia ha usado los excedentes de la “otra Italia”.
Que usan cereales distintos al trigo (por ejemplo, en Venecia en 1604 se almacena tanto mijo como trigo) cuando llegan “las vacas flacas”. A pesar de la crisis la población ha aumentado; esto sólo es posible por una disminución del consumo de pan o por una disminución de la alícuota (proporción) de trigo en los cereales panificables (Braudel se inclina por esta última).
Que se salvó porque incrementó su propia producción.
Estas tres explicaciones son sólo hipótesis, la información de la que disponemos es escasa y nula en algunos momentos importantes, el momento crucial de la coyuntura económica campesina se produjo entre 1550 y 1600; la situación de los propietarios de tierras era diferente, estos triunfaban porque perdían los campesinos... pese a toda esta tensión existente hubo un equilibrio de las reservas de trigo durante 1564 y 1590.
La última gran crisis de la que habla Braudel es sobre las importaciones de trigo del norte desde 1590. El problema de abastecimiento mediterráneo preparó el camino a las importaciones masivas de trigo del norte que los mercaderes holandeses, hanseáticos e ingleses transportaban del Báltico al Mediterráneo, aunque ya se importaba trigo desde antes (Génova, Venecia o Roma por ejemplo) este no se generalizó hasta que llegaron las malas cosechas. En 1590, el gran duque de Toscana fue el primer imperante italiano que envió representantes al norte, poco más tarde la siguieron las demás ciudades. Esta situación se atenúa poco después de 1600, porque Italia y el Mediterráneo se vuelven autosuficientes, han recurrido al trigo del norte en un momento de emergencia. Sin embargo, el problema sigue sin resolverse, hay que estudiar más profundamente el problema del trigo aunque Braudel piensa que decayó definitivamente a partir de 1607 - 1608.
Hay que decir, también, que Sicilia pese a lo que decía Braudel en su primera edición y que ha corregido en las siguientes, seguía exportando grano al resto del Mediterráneo, se dio cuenta de su error cuando observó que uno de los documentos que había empleado estaba mal analizado. Sicilia siguió siendo en el siglo XVII la isla del trigo, sus comerciantes no le dejan abandonar el cultivo del trigo y tampoco le dejan expandir el área de árboles frutales ni de pastos. Los señores sicilianos eran auténticos señores del trigo (en 1699 Sicilia exportaba trigo a Francia pero también a Flandes). En definitiva, el declinar del Mediterráneo en Sicilia ha sido Más bien tardío.
Las crisis del trigo presentan características similares a lo largo de todo el Mediterráneo. Obedecen a un crecimiento demográfico unido a una mala época de cultivo del trigo; también influyó el crecimiento del comercio (y consecuentemente de la especulación).
El tercer y último problema al que se refiere Braudel es la invasión de los barcos del Atlántico, lo llamó “Comercio y transporte: los veleros del Atlántico” y los dividió en dos partes: “Antes de 1550” y “Entre 1550 y 1573”. Hace esto porque hubo dos invasiones masivas, la primera fue entre 1450 y 1452 y la segunda a partir de 1570. La llegada de barcos de otros lugares indica el nivel de prosperidad del mundo mediterráneo. Pero a la vista de las fechas se observa que hubo un periodo de veinte años en el que suspendieron las procesiones oceánicas de navíos.
Antes de 1550: Llegan las primeras naves. Es difícil descubrir las rutas y nacionalidades de las naves de la primera invasión porque eran barcos que no dejaban apenas señales de su paso y generalmente eran mixtos de nórdicos y de hispánicos. Los marinos ibéricos del Atlántico ya eran conocidos en el Mediterráneo. Cuando comenzaron a llegar masivamente desde 1450 ya son conocidos, son unos simples transportistas, unían comercialmente desde Irlanda y Flandes hasta Ragusa y Apulia en ambos sentidos. Desaparecen a mediados del siglo XVI, con el fin de la primera invasión.
La toma de Ceuta abre a los portugueses las puertas del Mediterráneo, los barcos portugueses ofrecen sus servicios a las grandes ciudades comerciales, transportaban cuero portugués, trigo andaluz, sal de Ibiza... Además monopolizaron el comercio de azúcar. Al mismo tiempo que los vizcaínos, desaparecen del Mediterráneo a mediados del siglo XVI.
Los normandos y bretones aún tardarán en aparecer por el Mediterráneo, aunque durante el siglo XVI el término bretón servía para designar a las gentes del norte en general. Parece claro que sí que se presentaron en el Mediterráneo por la piratería que desarrollaron en torno al 1500 pero le comercio no llegó hasta aproximadamente 1540 y no se consolidó hasta las segundas invasiones.
También llegaron al Mediterráneo navíos flamencos, al hablar de navíos flamencos nos referimos en un 90% a navíos holandeses, que llegaron enviados por Carlos V contra Túnez (1535) y Argel (1541).
Los primeros navíos ingleses entran en el Mediterráneo hacia 1511 (según Richard Hakluyt). Destacan las empresas de Robert Sturmy que fue asaltado y asesinado en 1547 por los genoveses, estas fueron el precedente de la llegada masiva; los progresos ingleses fueron lentos y tuvieron que ponerse al servicio de otros estados. Sólo a comienzos del siglo XVI las mercancías inglesas penetraron realmente en el Mediterráneo (plomo, estaño, pescado en sal y paños de campesinos sobre todo).
Hubo un período de prosperidad entre 1511 y 1534 que se mantuvo hasta 1552, después se interrumpió; el último viaje que mencionó Hakluyt es del año 1551. Para explicar el repliegue inglés en el Mediterráneo, Hakluyt habla del fin de Quíos (1566) y Chipre (1571) que es la misma explicación que dan los historiadores ingleses, pero... ¿qué pasó entre 1552 y 1566?, en realidad la suspensión de los viajes ingleses coincidió con el momento de mayor empuje de los turcos pero hay que sumarle la depresión mundial entre 1530 y 1540, la crisis inglesa de mediados de siglo y la gran competencia que había en el Mediterráneo, por lo que para los ingleses dejó de ser un comercio rentable.
De 1550 a 1573. Tras la desaparición de los ingleses, el Mediterráneo ha quedado limpio de barcos del norte. Los barcos de carga foráneos son sustituidos por navíos ragusinos y venecianos. Este renacer del tráfico mediterráneo entre 1550 y 1573 se produjo por la regresión económica que azotó a todos, la mala época hizo que los barcos atlánticos se fueran y los grandes estados debieron mantener sus servicios sin su “ayuda”. De hecho cuando la coyuntura mejoró los navíos del Atlántico volvieron al Mediterráneo.
Los navíos ingleses volvieron al Mediterráneo en 1573 oficialmente aunque seguro que ya lo habían hecho antes. La explicación de esto fueron los progresos hechos en los aparejos, el cambio de cañones de hierro por los de bronce... los que mejoraba la maniobrabilidad de los barcos ingleses, y sobre todo el gran aumento de la demanda de estaño y plomo en el Mediterráneo.
Los ingleses ya dominaban el Mediterráneo pero les faltaba controlar los mercados de Levante. Esa conquista fue obra de dos mercaderes de Londres a las órdenes de la reina Isabel (Edward Osborne y Richard Staper) que la llevaron a cabo en 1575. El momento de las negociaciones era el adecuado porque se abría la sucesión de Portugal y Felipe II estaba muy ocupado en preparativos (además recordemos que la Armada Invencible partió en 1588). Estas negociaciones se cerraron el 3 de Mayo de 1583 cuando William Hareborne besó las manos del sultán.
Pese a los múltiples obstáculos con los que encuentra la navegación inglesa, esta fue muy próspera por la excelencia de sus navíos, los bajos precios de sus telas y, sobre todo, su gran organización. Hakluyt atribuye el éxito al ingenioso sistema de convoyes, a los beneficios del trato directo con Constantinopla y a la honradez de sus mercaderes.
Al finalizar el siglo, los ingleses se habían extendido a lo largo de todo el Mediterráneo. Entraron por primera vez en Marsella en 1574, pero oficialmente la primera vez es en 1590. Los ingleses habían sido corsarios, al mismo nivel que los peores del Mediterráneo, el corso (acosar a los barcos enemigos) era el arma de los débiles, lo que indica que a final de siglo aún no eran nada comparados con los barcos de las grandes ciudades.
Los hanseáticos y los holandeses vuelven al Mediterráneo por las compras masivas de trigo hechas por los mediterráneos. Estas ciudades especializadas en el comercio de cereales se introdujeron en el Mediterráneo para negociar con su trigo por las malas cosechas de Italia entre 1586 y 1590. Holandeses, hanseáticos e ingleses se mezclaron entre la flota triguera mediterránea.
Aunque llegaron al mismo tiempo, la suerte que corrieron los hanseáticos fue desigual, sólo los holandeses conquistaron el Mediterráneo, los hanseáticos fueron eliminados a principios del siglo XVII. Los hanseáticos perdieron su posición tras el fin de la guerra entre ibéricos y nórdicos en la que se mantuvieron neutrales y eran contratados por ambas partes. En el siglo XVIII volvieron por su vinculación a España.
Los holandeses llevaban mercancías alemanas por todo el Mediterráneo (ámbar, mercurio, cinabrio, cobre...), hacían ese servicio a la Hansa no porque esta no pudiera sino porque al ser ciudades - estados no estaban bien conjuntados en comparación con un estado territorial organizado y disciplinado. Su entrada en el Mediterráneo fue brutal y se ganaron merecidamente la fama de piratas (los portugueses, tras el saqueo de Faro, dijeron que eran los más crueles del mundo).
Los holandeses se apoderaron de Sevilla de una forma totalmente limpia, aprovecharon que los mercaderes sevillanos buscaban patrocinadores y se ofrecieron, adelantaban las mercancías y esperaban a la vuelta de las Indias para cobrar, los sevillanos cobraban su comisión y no arriesgaban lo suyo; pero esto declinó en una inactividad comercial propia absoluta.
CAPÍTULO IV: LOS IMPERIOS
Para captar el panorama político hay que ver la evolución política desde hace mucho tiempo. A finales del siglo XIV, el mar interior pertenecía indiscutiblemente a las ciudades, a los estados urbanos plantados en sus orillas. Estos Estados eran el amplio ropaje de ciudades poderosas.
La ciudad - estado estaba condenada a desaparecer: la toma de Constantinopla en 1453, la caída de Barcelona en 1472 y la reconquista de Granada en 1492 nos ofrecen pruebas palmarias de ello.
Desde el siglo XV, ya no podemos hablar de estados territoriales. Vemos surgir y crecer grupos más extensos y desmesurados que son resultado de acumulaciones, herencias, federaciones, coaliciones de estados particulares; podríamos llamarles imperios, empleando la palabra en sentido actual pese a su anacronismo.
Todo imperio implica una mística, y en la Europa occidental no hay imperio posible sin la mística de la cruzada. Pronto habrá una demostración, el ejemplo de Carlos V. La España de los Reyes Católicos es ya una asociación de reinos, Estados y pueblos, sin otro lazo de unión que la persona de los soberanos.
El imperio turco y el imperio español, sufrieron en mayor medida que los Estados de medianas dimensiones las consecuencias de la larga depresión que corre de 1595 a 1621 y estos vastos complejos políticos no han sido luego capaces de aprovechar la marea creciente para salir de su situación de varado en seco con la misma agilidad y prisa que sus adversarios menos voluminosos. El Mediterráneo declina pero ahora se le presentaba a España la oportunidad de orientarse decidida y vigorosamente hacia el Atlántico.
En definitiva, el estado moderno pasa a ocupar el lugar de los imperios, en ese proceso aparecen los funcionarios públicos; la corrupción fue parte del fin de los imperios o el principio de los estados modernos que la siguen sufriendo hoy.
CAPÍTULO V: LAS SOCIEDADES.
En el amplio espacio del Mediterráneo la evolución de las sociedades sigue un curso simple en el siglo XVI si nos limitamos a una visión global.
Las convulsiones que sufrió el Mediterráneo fueron más espectaculares que profundas pero aún así debemos habla de ellas, el problema de esto es que las sociedades de la época, “basadas en la propiedad de la tierra, evolucionan con lentitud y van siempre con retraso en relación con la marcha de la política y de la economía”. Las coyunturas sociales, eran muy ambiguas y afectaban en un sentido o en otro, acabando casi siempre por neutralizarse. El grupo que termina por imponerse, como casi siempre a lo largo de la historia, es el más poderoso (la nobleza).
Divide este importante capítulo en tres partes: “Reacción señorial”, “La traición de la burguesía” y “Miseria y bandidaje”.
Para hablar de lo primero, nos invita a que investiguemos nosotros mismos porque aún hay espacios en blanco que llenar y hay muchos archivos que investigar. Pone ejemplos claros de esta reacción y de la situación de la nobleza con relación al pueblo y al estado: El caso de Castilla en primer lugar y también el de Turquía y su concepto de propiedad privada o “tschiftliks”.
En el segundo caso comienza con una afirmación, cuando menos, chocante en nuestros días: “La burguesía del siglo XVI [...] está siempre al borde de la desaparición”. La burguesía esta muy relacionada con el problema de la nobleza, se aprovecho de la venta de títulos y fue lo originó la nobleza decadente, si bien esta compra - venta de títulos de nobleza no estaba bien vista “todo podía servir de pretexto buscarles las cosquillas y no se dejaba pasar, siempre que se presentaba, la oportunidad de humillarlos”.
El tercer caso, el de la miseria y el bandidaje, también se puede ligar a los anteriores porque es un grupo oprimido por otro. El número de estos “desheredados de la fortuna” aumenta con los períodos de adversidad. Hacia el 1650 se tocó fondo en la situación de miseria del siglo en el Mediterráneo. Para tratar los problemas de esta situación debemos referirnos al anacronismo de lucha de clases porque es apropiado y significativo. Realmente es un camino de tendencias, unos tienen a enriquecerse y otros tienden a emprobrecerse.
El siglo XVI, pese a sus titubeos, o precisamente a causa de ellos, no se ha cuestionado acerca de los pilares de aquella sociedad. La realidad social tiene las siguientes características: una nobleza en pugna con continuas dificultades financieras, pero que pese a ello consigue sobrevivir; un Estado moderno que no consigue cumplir su misión ni afirmarse como representante de una revolución social (se contenta con el compromiso; su aspiración mayor es la de la coexistencia); una burguesía que traiciona constantemente y finalmente la masa del pueblo, inquieto, descontento, agitado, pero sin una auténtica conciencia revolucionaría.
CAPÍTULO VI: LAS CIVILIZACIONES.
Las civilizaciones son los personales más complejos y contradictorios del mundo mediterráneo. Son fraternales y liberales, pero al mismo tiempo son cerradas, exclusivistas y ásperas; son pacíficos y al mismo tiempo guerreras; revelan una fijeza asombrosa pero son, a la vez, móviles, se agitan por reflujos y torbellinos.
Hay que juzgar los conflictos violentos entre civilizaciones vecinas, de las cuales una de ellas es la victoriosa y la otra, la subyugada. No han faltado estos conflictos en el Mediterráneo del siglo XVI: el Islam, por medio de sus mandatarios los turcos, se apoderó de las cristiandades de los Balcanes; la España de los Reyes Católicos se adueñó, con la conquista de Granada, del último reducto del Islam ibérico, etc. En el este los turcos se mantendrán en los Balcanes con unos cuantos hombres; en el oeste los españoles aplastarían sin piedad a sus súbditos musulmanes. Unos y otros obedecen, en ello, más de lo que parece, a los propios imperativos de sus civilizaciones: una, la cristiana, demasiado poblada; otra, la turca, escasa de hombres.
El conflicto de los judíos merece una mención especial. En su caso están implicadas todas las civilizaciones y todas en condiciones de aplastante superioridad. Frente a tanto poderío y tan ingente número de hombres, los judíos no son sino unos minúsculos adversarios. Pero estos adversarios cuentan con extraños recursos: si un príncipe los persigue, otro hay que los protege; sí una economía los arruina, otra hace su fortuna. España los expulsa en 1492 y Turquía los acoge.
Cuentan también los judíos con las perennes armas del más débil: la resignación, las sutiles distinciones que se aprenden en el Talmud, la astucia, la obstinación, el valor y, cuando llega el caso, el heroísmo. Los judíos siempre se han mostrado excelentemente dotados para adaptarse al medio ambiente, donde quiera que se encuentren. Se adaptan rápidamente a las situaciones sociales que se les imponen o brindan, de las más humildes a las más brillantes. Continúan fieles a tus creencias en el centro de un universo del que nadie los puede expulsar. La civilización judía irradia su influencia, transmite valores culturales pero no echa raíces, escapa a los imperativos geográficos estables.
Es curioso y me parece justo destacarlo por la importancia que tuvo tiempo atrás, el caso de la civilización griega que no había desaparecido en esta época, en su período de decadencia que ya duraba mucho tiempo tuvo la oportunidad de unirse a la Iglesia latina en el siglo XV pero la rechazó al igual que hizo al siglo siguiente cuando se le presentó la oportunidad de nuevo. Este rechazo fue por una reacción favorable a los turcos contra los occidentales porque los turcos no les habían puesto trabas a sus creencias y los occidentales si que lo habían hecho.
CAPÍTULO VII: LAS FORMAS DE LA GUERRA.
“La guerra no es simplemente la contracivílización”, con esta frase genial resume y contrarresta la idea que tenemos de la guerra como confrontación cultural. Las gentes de la época no dejan de formular cuidadosas conclusiones acerca de ella, apuntando responsabilidades y desprendiendo consecuencias. La guerra marca los ritmos y las estaciones, abre y cierra las pesadas puertas del tiempo. Cuando hablamos de la guerra grande en el Mediterráneo, surgen indirectamente ante nosotros las imágenes familiares: las esbeltas y poderosas siluetas de las galeras, su sueño invernal, sus navegaciones estivales a lo largo de las costas.
Sobre sus desplazamientos o su manutención obtenemos detalles gracias a los documentos políticos, es una preocupación constante, un lujo muy costoso. La experiencia demostró muy pronto lo difícil que era reunirlas para llevar a cabo movimientos conjuntos, dado que para navegar en grandes formaciones necesitaban ir acompañadas de navíos redondos que llevasen su voluminoso aprovisionamiento.
Es sorprendente el gran número de tropas que se movilizaban en cada confrontación porque aunque todos sabemos que es esa época los ejércitos eran muy numerosos pero no tanto. Era todo un problema el reunir a esos grandes ejércitos y otro más era su movimiento. El vasto sistema de fortificaciones es un testimonio singular acerca de la mentalidad de un mundo.
El corso marítimo y bandolerismo terrestre son conflictos secundarios que vienen a ocupar su lugar tan pronto como se suspende la guerra regular. Se trata realmente de formas de guerra que ya existían con anterioridad al conflicto mayor, pero que proliferan hasta ocupar el lugar vacío. Hay pues, diferentes niveles de guerra y sólo estudiando sus contrastes se puede mejorar la exposición de los conflictos bélicos.
La piratería es una forma complementarla de la gran guerra. La suspensión de la guerra mediterránea después de 1574, ha sido sin duda una de las razones de la serie de perturbaciones políticas y sociales que se producen casi en todas partes, incluido el bandolerismo. El fin de la lucha entre los grandes estados hace que pase a primer plano, en la historia del mar, la piratería, esta guerra de segunda clase. Los conflictos internacionales degeneran en contienda general.
En el mediterráneo la batalla de Lepanto puso punto final a la guerra oficial. A partir de ese momento, ese tipo de guerra, la gran guerra, se traslada al norte y al oeste, a las costas atlánticas y permanecerá allí durante siglos, porque es allí donde late el corazón del mundo. Este cambio indica el mutis del Mediterráneo del centro del escenario de la historia. Cuando en 1618 los primeros disparos de la guerra de los Treinta Años vuelven a encender la guerra, ésta se combatirá muy lejos del Mediterráneo: el usar interior ha dejado de ser el inquieto corazón del mundo.
CAPÍTULO VIII: A MODO DE CONCLUSIÓN: COYUNTURA Y COYUNTURAS.
Al hablar de coyuntura después de una serle de capítulos dedicados a la vida económica, política, cultural y belicosa del Mediterráneo, abrimos nuevas direcciones a la investigación y sugerimos algunas explicaciones nuevas.
La coyuntura económica, se impone muy rápidamente a todas las otras, aplastándolas bajo su propia terminología y categorías. Un neomaterialismo nos está ofreciendo sus servicios.
Las coyunturas no económicas se deben medir y situar de acuerdo con su propia longitud temporal, comparable, podríamos decir, al tren secular: los movimientos demográficos con detenimiento, las cambiantes dimensiones de los estados y de los imperios (es decir, lo que se podría llamar coyuntura geográfica), la sociedad, con o sin movilidad social, la intensidad de los crecimientos industriales comparables en rango a las coyunturas económicas largas: las industrializaciones, las fluctuaciones de las finanzas de los Estados, las guerras. El armazón coyuntural nos ayuda a construir mejor el edificio de la historia.
Braudel eliminó las cortas crisis intradeceniales que fueron contagiosas e irresistibles. Esta crisis es consecuencia tanto del movimiento pendular que empuja a Portugal hacia España y sus créditos como de la crisis cerealera que afecta a toda la península Ibérica. El estudio de esta crisis no se hecho aún aunque hay muchas fuentes con las que trabajar y tan sólo habría un problema en la situación de Turquía.
TERCERA PARTE: LOS ACONTECIMIENTOS, LA POLÍTICA Y LOS HOMBRES.
CAPÍTULO I: 1550-1559: LA REANUDACION Y EL FIN DE UNA GUERRA MUNDIAL.
Esta tercera parte no tenía pensada publicarla Braudel, al hacerlo se aproxima a la historiografía tradicional. Dice que al publicar su primera edición, recibió una carta de André Piganiol en la que le decía que perfectamente podía haber invertido el orden, es decir, comenzar por el acontecimiento, rebasar sus aspectos brillantes, llegar a sus estructuras subyacentes y, finalmente, a su fundamento sólido, compara esta sugerencia con la metáfora del reloj de arena que es eternamente reversible.
De 1550 a 1559, corren malos tiempos. “La guerra, suspendida desde hacia cinco o seis anos, irrumpe de nuevo. Aunque el Mediterráneo no es ahora su principal teatro de operaciones, ve su espacio varias veces violentamente atravesado por ella”. Así es como comienza el primer capítulo de esta parte y es francamente significativo de la situación de inseguridad en la que vivía el Mediterráneo.
Alemania, Italia y los Países Bajos son los grandes polos de atracción de Europa. Persia es entonces la gran preocupación de Turquía. Con esta situación, el Mediterráneo, carece, durante estos anos, de historia autónoma.
En 1550, el mediterráneo vive bajo el signo de la paz. Una tras otra han ido calmándose y desapareciendo todas las guerras.
Este paréntesis de calma en el Mediterráneo se hace tanto más ostensible cuanto que viene después de una serle de guerras y de conmociones de gran catastrofismo como desde hacía varios siglos no las conocía el Mediterráneo. Pero la paz del Mediterráneo es infalible al resurgir la piratería, que todavía se contenta con medios relativamente pequeños, manteniéndose a respetable distancia de las ciudades, de los cañones, de las fortificaciones y de las flotas de guerra. Los turcos asestaron el primer golpe importante apoderándose de Trípoli, esta tradicional puerta de salida de los productos del interior de África que ahora iba a recuperar su rango.
En el año 1552 se desencadenan una serie de guerras en toda o en casi toda Europa. Al año siguiente Córcega pasará a manos de los franceses. Durante los anos 1554 y 1555 la guerra se produce en todas partes con lentitud. En estos anos tienen lugar las abdicaciones de Carlos V, trecho que contribuye a que la presencia de Felipe II en España se hiciese más necesaria que antes. La muerte de María Tudor el 17 de noviembre de 1555 hace que Inglaterra se plantee el problema de la sucesión.
Debemos subrayar por su gran importancia la firma, los días 2 y 3 de abril de 1559, de la paz de Cateau-Cambrésis. Un año antes, Felipe II se veía privado, sin que hubiese ninguna guerra de por medio, de Inglaterra (muerte de María Tudor) y del imperio (abdicación imperial de Carlos V). La paz de Cateau-Cambrésis contribuye todavía más a orientar la política de Felipe II hacía el Mediodía de Europa, a costa, tal vez, de empresas más urgentes y más fructíferas. Felipe II regresa a España y se quedará en ella para siempre.
La guerra había estremecido a España en lo social, en lo económico y en lo político, sembrando en ella un profundo malestar, que una crisis religiosa venía a agravar más todavía. En estos momentos, los golpes directos de la guerra no se habían descargado sobre España, pero ésta ha suministrado sin pausa hombres, barcos y dinero.
CAPÍTULO II: LOS SEIS ULTIMOS AÑOS DE LA SUPREMACIA TURCA: 1559-1565.
Durante los seis años que van del Tratado de Cateau-Cambrésis en abril de 1559 al sitio de Malta en 1565, la historia del Mediterráneo forma por al sola un todo coherente.
En occidente se produce un poderoso retorno a la paz. Pero la guerra se mantiene en el mar y en el Mediterráneo. Felipe II no quiso buscar por su cuenta la tregua con los turcos y acudió al emperador para disuadirle de que concluyera esta tregua. En el verano de 1559 la flota turca no llegó más allá de las costas de Albania y regresó a sus bases sin haber intentado nada contra la cristiandad.
Hay que tomar en consideración el episodio de la expedición de Djerba: mediaba el deseo, de España, de dirigir una expedición contra los infieles. Djerba era una isla de Trípoli, que estaba mal fortificada y tenía una escasa guarnición. Debido a la lentitud de la empresa, toda Europa está al corriente del proyecto, también los turcos y corsarios. La fuerza española queda en entredicho en Djerba. El prestigio de Felipe II y de España salió seriamente lastimado de esta aventura. El desastre de Djerba obligó, en cierta medida, a reaccionar al imperio de Felipe II.
España pudo recuperarse porque los turcos no hicieron valer su fuerza entre 1561 y 1564. La flota turca no intentó ninguna acción. La repentina llegada de la armada turca a Malta, en mayo de 1565, produjo en Europa el efecto de un huracán. Malta era bastión de la cristiandad contra el este, junto con Sicilia y La Goleta. El gobierno español temía un ataque turco contra la Goleta. Aunque estaban prevenidos del peligro, los españoles y el gran maestre fueron sorprendidos por la rapidez del acontecimiento. Pero, a pesar de todo, el gran maestre y sus caballeros se defendieron admirablemente. Su resistencia salvó a Malta, dándole el respiro necesario para prepararse a rechazar el asalto.
Cuando se acabó el primer embate y tanto unos como otros habían llegado al agotamiento, interviene don García de Toledo; que aguardó a tener reunidos todos sus medios para decidir la estrategia más adecuada. Aunque en Roma se celebra con gran júbilo el heroísmo de los Caballeros, no se rinde ningún tributo de reconocimiento a los españoles porque el Papa no perdonó las dificultades que le habían opuesto desde su advenimiento al solio pontificio. No obstante los méritos tanto de Felipe II como de don García de Toledo son indiscutibles. La victoria de Malta marca una nueva etapa en la recuperación española, aunque no desaparece el peligro turco.
CAPÍTULO III: EN LOS ORÍGENES DE LA LIGA SANTA (1566-1570).
De 1556 a 1570 se precipitan los acontecimientos. En 1566 el cardenal Ghislieri es elevado al solio pontificio tomando el nombre de Pío V, procedía de una cuna muy humilde. No era un Papa del Renacimiento, pues los tiempos habían cambiado. Tomó en sus manos el viejo proyecto de Pío II de unir a los príncipes cristianos contra el turco.
Debemos destacar el problema de los Países Bajos. Un país libre con sus franquicias, sus garantías políticas y sus privilegios monetarios. La brusca expansión de la política española en 1566 fue el auténtico origen de las revueltas de los Países Bajos. Entre 1567 y 1568 turcos y españoles viven espiándose recíprocamente. Lo trágico de la política española de los Países Bajos no está en los viajes frustrados de Felipe II sino en el viaje concebido y realizado del duque de Alba.
La guerra de los Países Bajos ha comenzado lejos del Mediterráneo; la llegada del duque de Alba en agosto de 1567 va seguida de un régimen de terror que durante algún tiempo sepulta en el silencio la ruidosa encrucijada. La guerra terrestre fue ganada por el duque de Alba, en cambio en el Atlántico se entabla una lucha decisiva entre españoles y protestantes. También en el oriente hacia estragos la guerra en los vastos confines de Turquía.
Otro episodio importante es el de la guerra de Granada: en 1568 penetran en Granada unos cuantos moriscos que al salir de la ciudad se convierten en un millar. Esta guerra religiosa se extiende por sí misma con rapidez. España se ve sacudida de punta a punta por esta guerra intestina. No era fácil obrar con rapidez en aquellas montañas agrestes y difíciles. Mal entablada y mal dirigida, la guerra de Granada se alarga más de la cuenta. Las dificultades de Felipe II en Granada iban a costarle el trono a uno de los reyes de Berbería. El rey de Argel entró en Túnez sin necesidad de combatir en enero de 1570. Pero el gran acontecimiento de este año es la guerra de Chipre.
Selim, el nuevo emperador otomano, decide descargar un golpe sobre Venecia y sobre Chipre. El Papa Pío V intenta concertar una liga de la cristiandad y acudir en socorro de Chipre, improvisando una flota pontificia a la que se une la flota española. Cuando llega la noticia de que Nicosia había caído en manos del enemigo y de que casi toda la isla estaba ya en poder de los turcos, los jefes de la flota aliada decidieron dar la vuelta.
CAPÍTULO IV: LEPANTO.
Lepanto fue el más espectacular de los acontecimientos militares del siglo XVI en el Mediterráneo. La batalla de Lepanto tuvo lugar el 7 de octubre de 1571.
La liga, debía sellarse el 20 de mayo de 1571. No había buenas perspectivas para la unión. La Liga sería defensiva y ofensiva, en contra de los turcos y de los Estados vasallos del norte de África, Trípoli, Túnez y Argel. El mando de la flota aliada se confiaría a don Juan de Austria.
Finalmente la liga había quedado sellada. Los franceses no encuentran palabras bastante duras para calificar al Papa, artífice de la alianza. Españoles y pontífice habían prometido a los venecianos, reunir todas sus fuerzas en Otranto, antes de que terminara el mes de mayo. Sin embargo y por causas ajenas a él, Don Juan de Austria llega a Messina el 24 de agosto, demasiado tarde según Requeséns y Juan Andrea Doria, quienes aconsejaban limitarse a una actitud estrictamente defensiva. Pero don Juan sólo dio oídas a los jefes venecianos y capitanes españoles de su séquito, partidarios de la acción. El turco seguía ultimando la conquista de Chipre. La flota aliada zarpa de Messina el 16 de septiembre. Se encontró al enemigo en el largo golfo de Lepanto. Las dos flotas, que se buscaban una a la otra, se encuentran el 7 de octubre, a la entrada del golfo de Lepanto. La flota cristiana logró inmediatamente embotellar a su adversaria. El mérito de la resonante victoria cristiana corresponde a don Juan de Austria. El año 1572 vio desaparecer del mundo a algunas grandes figuras como el Papa Pío Y, la reina de Navarra, el rey de Polonia...
Otro episodio que podemos destacar es la toma de Túnez por don Juan de Austria que sería otra victoria sin consecuencias. Fue un rápido y fácil paseo militar, sin sorpresas.
En 1574 los estadistas españoles no tienen tiempo para ocuparse del Mediterráneo. Si Lepanto no había resuelto nada tampoco la victoria en Túnez había resultado más decisiva.
CAPÍTULO V: LAS TREGUAS HISPANO - TURCAS: 1577-1534.
La literatura nos ha presentado siempre a una España irreductiblemente católica, pero eso no es totalmente correcto, de hecho tenemos innumerables ejemplos. A fines de 1577. Felipe II envía a Constantinopla a Giovanni Margliani para negociar la tregua. Los anos 1580 y siguientes trazan un corte en la historia exterior de España frente al Islam. Después de la embajada de Margliani se establece una paz de hecho. La tregua fue algo más que un hábil expediente de la política española.
En los anos 1578-1583 se entablan las grandes luchas por el Atlántico y por la dominación del mundo. La política española bascula con todo su pesa hacia el océano y hacia la Europa occidental. En 1580 España da un golpe de fuerza y se pasea militarmente por Portugal que en cuatro meses fue enteramente ocupada por los españoles.
Cuando Felipe II se instala en Lisboa coloca el centro de su imperio mixto a los bordes del vasto océano. El bloque de las fuerzas hispánicas y el bloque de las fuerzas turcas se desentienden el uno del otro y el Mediterráneo es desalojado por la guerra de los grandes Estados. Finalmente España abandona el Mediterráneo, la política exterior bascula totalmente hacia el Mediterráneo, el fin de las guerras interiores en el Mediterráneo acaban porque los España y Turquía se desentienden uno del otro y continúan su camino por diferentes rutas. Es el final de la gran época del Mediterráneo, la que había ido desde 1550 hasta 1580.
CAPÍTULO VI: EL MEDITERRÁNEO, FUERA DE LA GRAN HISTORIA.
El año 1589 viene a romper la quietud casi total del Mediterráneo, en Europa con la crisis francesa. Se paraliza la costosa política mediterránea. De 1584 a 1603 se suceden, por lo menos, dos crisis monetarias y graves crisis financieras. La extremidad este del Mediterráneo tropieza con dificultades que no puede paliar con los recursos de la Península Ibérica, abierta sobre el océano y la plata de América. La guerra de Hungría sirvió para dar ejemplo a las tropas ociosas de Constantinopla. Los turcos ganan la guerra y se apresuran a capitalizar sus éxitos del año 1605. firmando la paz en 1606, la primera paz turco - imperial concertada sobre un pie de igualdad por las dos partes.
Al mismo tiempo entre Francia y España, comienza una guerra que las enfrenta de 1595 a 1593 y que fue oficialmente declarada por Enrique IV. Mientras franceses y españoles pierden el tiempo en guerrear, holandeses e ingleses se apoderan del mundo. La paz de Vervins, ratificada por el rey de Francia en 1598, devolvía a Enrique IV el reino tal y como lo había delimitado la paz de Cateau-Cambrésis en 1559. Representaba una serie de abandonos inmediatos para los españoles y parecía una paz favorable a Francia.
El arsenal de Constantinopla reanuda sus trabajos a comienzos de marzo de 1591 y crece la inquietud de la cristiandad. Pero se trataba de una falsa alarma años 1593, 1594 y 1595 no registran ninguna verdadera lucha entre España y Turquía. En 1599 persiste la calma y en Occidente la tranquilidad es completa.
La muerte de Felipe II el 13 de septiembre de 1598, dio la vuelta al mar y al mundo. Fue la muerte de un rey y de un cristiano. La suya fue una vida larga y agitada, como larga fue también su agonía.
Descargar
Enviado por: | Enrique Cardona Filgueira |
Idioma: | castellano |
País: | España |