Literatura
El laberinto de las aceitunas; Eduardo Mendoza
EL LABERINTO
DE LA
ACEITUNAS
POR EDUARDO MENDOZA
ÍNDICE
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Vida y obra Pag. 1
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Novela en el cine Pag. 3
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Resumen del laberinto de las aceitunas Pag. 4
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Bibliografía Pag. 11
VIDA Y OBRA DE
EDUARDO MENDOZA
Nacido en Barcelona en 1943, dos años antes del fin de la Segunda Guerra Mundial. Durante estos años, España se encontraba en una mala situación general, afectada por la reciente guerra civil que había sufrido he influenciada por la derrota bélica de Alemania e Italia. Mendoza no se vio afectado por la situación literaria de esta época ya que él no empezó a escribir hasta varias décadas después.
En 1973, cuando parecía que España empezaba a levantar cabeza, Mendoza decidió partir hacia Nueva York harto de su Barcelona “vieja y aburrida”, permaneció
en Nueva York hasta el año 1982. Allí, a parte de trabajar como intérprete de las Naciones Unidas, dio muestras de sus dotes literarias.
Influenciado por la literatura americana, se interesó por la novela policíaca mezclada con la novela negra, sin embargo, casi siempre ambientaba sus obras en escenarios importantes y conocidos de su país.
En 1975 publicó su primera novela “La verdad sobre el caso Savolta”, empezando una carrera literaria que continúa hoy. En esta obra recrea la Barcelona de 1917-1919 manejando con habilidad diversos lenguajes narrativos y una estructura sólidamente organizada. Con ella obtuvo el reconocimiento inmediato y en 1976 fue galardonada con el Premio de la Crítica y un gran éxito entre los lectores al ofrecer un amplio panorama de la Barcelona de principios de siglo.
Mendoza se ha confesado ser miembro del extraño Club de Desarraigados en el que los funcionarios internacionales forman un elemento particular. Con un sueldo digno y cierto bienestar material, el funcionario que deambula por ciudades como Ginebra, Viena, Estambul o Nueva York es, de todas formas, un marginal que vive en contacto con otros marginales. Ese mundo, de indiscutible atractivo, puede llegar a convertirse en núcleo de la inestabilidad, cuando uno ya no sabe muy bien quién es, ni dónde está, ni qué idioma habla. Por suerte para sus lectores, el escritor catalán ha conseguido sacar provecho a su peregrinaje. Decidió renunciar a su profesión nómada cuando empezó a intuir, aun sin estar del todo convencido, que se podía vivir de la literatura.
A pesar de las apariencias, Eduardo Mendoza no es ningún solitario. Está casado y tiene dos hijos; durante años mantuvo una intensa relación con los novelistas Juan Benet y Juan García Hortelano, así como con el poeta y académico Pere Gimferrer, que ha sido el editor de casi todas sus obras en España. Se le puede ver lo mismo en actos cívicos que en celebraciones oficiales, aunque prefiere los primeros a las segundas porque se siente más a gusto rodeado de su gente. A menudo, desayuna con su vecino Félix de Azúa, con quien comenta, no siempre de manera pacífica, los titulares de la prensa.
Mendoza ve su ciudad natal como sólo alguien que ha pasado años fuera de ella es capaz de apreciar: comparándola: “Porque he nacido aquí y hace cincuenta años que veo su evolución. En una ciudad todo es anónimo, y las cosas funcionan de una manera muy poco humana, que es, al mismo tiempo, la más humana de todas. Barcelona y yo hemos formado un matrimonio que ha ido muy bien. Hemos tenido hijos muy sanos y fuertes. Pero mi intención no era esta. A mí lo que me interesaba era lo que sucede en la ciudad. Así, en genérico”.
Este interés particular por lo urbano tiene algo que ver con los diez años que el escritor pasó en Nueva York. Allí se fue aburrido de una Barcelona triste, que esperaba el cambio, pero sin saber cómo ni cuando iba a llegar: “Cuando llegué a Nueva York en 1973 parecía que era el infierno, la gente sólo veía al navajero o al violador. Cuando me fui, años después, eran las mismas calles, el mismo índice de criminalidad, pero la gente iba como si fuera al Trianón. Barcelona era un buen ejemplo de ciudad, dio la batalla de la modernidad y creo que la dio bien”.
Mendoza contribuyó a la introducción de nuevos elementos y géneros extranjeros en España durante los años 1970 y 1975 porque hasta entonces, la novela policíaca no llamaba especialmente la atención en nuestro país, y de este modo volvió a resurgir. Aún así, no se puede hablar de un auge de la novela policíaca, puesto que había muchísimos géneros nuevos, aunque sí jugó un papel importante para su posterior gran desarrollo.
Mendoza escribió en 1979 “El misterio de la cripta embrujada”; en 1982, escribió “El laberinto de las aceitunas”; “La ciudad de los prodigios” fue escrita en 1986; en 1989 “La isla inaudita”; en 1991 escribió “Sin noticias de Gürb”; “El año del diluvio” en 1992 y en el año 1996 su último libro titulado “Una comedia ligera”.
Eduardo Mendoza a parte de novelas, también es autor de una obra teatral en catalán “Restauració” (1990), que él mismo ha traducido al castellano “Restauración” (1991) y, en colaboración con su hermana Cristina ha escrito la obra “Barcelona modernista” (1989).
Eduardo Mendoza
Novelas en el cine
Eduardo Mendoza es un escritor de bien ganado prestigio, cuya obra literaria tiene en potencia posibilidades cinematográficas. Así, tres de sus novelas: La verdad sobre el caso Savolta, El misterio de la cripta embrujada (bajo el título La cripta) y La ciudad de los prodigios ha sido llevadas a la gran pantalla.
La verdad sobre el caso Savolta, fue llevada a la pantalla por el director Antonio Drove en el año 1980.
Esta película trata de una trágica serie de incidentes históricos son revelados de una manera efectiva en esta historia sobre la avaricia y el poder en el mundo de la venta de armas y la política. Con escenario en la Barcelona del final de la Primera Guerra Mundial, el fabricante de armas Savolta está teniendo problemas con unos sindicatos descontentos. Mientras trata de vender armas a los franceses, uno de los representantes de la compañía las vende secretamente a los alemanes. Un contable descubre estos tratos con los alemanes, se lo revela a un periodista y chantajea a Savolta para que acepte las demandas de los sindicatos. El resultado es un baño de sangre, con pistoleros a sueldo que van asesinando a todos los protagonistas, mientras el representante de la compañía asume el control y los sindicatos son vencidos.
El misterio de la cripta embrujada, fue llevada al cine bajo el nombre de “La cripta”, esta película fue dirigida por Cayetano del Real. Fue producida en España en el año 1981. Esta película está a medio camino del esperpento y la parodia de la serie negra, el memorable protagonista de la historia, un pintoresco residente de un psiquiátrico, investigaba la desaparición de una alumna de un distinguido internado de Barcelona.
La ciudad de los prodigios fue llevada al cine por el director Mario Camus en el año 1999. La película trata de una crónica sobre una Barcelona en transformación, a caballo entre dos siglos, el XIX y el XX, y que vive dos exposiciones universales. La acción arranca en Barcelona, en vísperas de la Exposición Universal de 1888. Onofre es un joven ambicioso que llega a la ciudad buscando hacer fortuna. Allí conoce a Delfina, una anarquista que le ayuda a buscarse la vida. Poco a poco, y tras introducirse en el mundo de la mafia, Onofre consigue hacer realidad sus sueños, haciendo pagar caro a los que le rodean sus ansias de poder.
RESUMEN
En el laberinto de las aceitunas, el personaje principal está en el avión rumbo a Madrid. Posteriormente nos cuenta como ha llegado hasta allí. Como estando en el psiquiátrico recogiendo cucarachas para que no estropeasen los rosales del doctor Sugrañes, el protagonista y Pepito Purulencias (otro enfermo del psiquiátrico), el protagonista notó que Pepito estaba muy callado, entonces esperó y al instante dos personas se le echaron encima, lo ataron, lo amordazaron y lo empujaron por encima de la tapia. Luego lo metieron en el maletero de un coche, posteriormente el coche paró a un lado de la carretera, le desataron y lo levantaron para que pudiera ver al comisario Flores. Después de tener que ir agachado en los asientos traseros del coche, bajaron y le encaminaron hasta una puerta, en la que entraron Flores y el protagonista por un pasillo, caminaron por el pasillo hasta llegar a una cocina, de ahí pasaron a otro pasillo, pero este no tenía basura acumulada a los lados. De ese pasillo, pasaron a otro pero esta ya mucho más lujoso y se pararon delante de una puerta, el comisario flores llamó a la puerta y un hombre les abrió y entraron en la habitación. Era sin duda un hotel.
El ministro se sentó detrás de una mesa, estuvieron hablando brevemente y el ministro se levantó y trajo un vaso de lavar los dientes y una botella de champán. El ministro le contó el plan que tenía y que el protagonista tenía que realizar, para que liberaran al secuestrado (esta fue la excusa que puso el ministro). El ministro se levantó, cogió un cuchillo y se dirigió a un sofá lo rajó, metió le mano y sacó un maletín; lo depositó encima de la mesa y lo abrió, estaba lleno de dinero.
El comisario Flores acompañó al protagonista al aeropuerto y esperó hasta que el avión despegó. Cuando el protagonista llegó a Madrid cogió un taxi hasta llegar al hotel; el recepcionista le dio la llave después de que tuviera que darle 500 lucas extras, porque la habitación ya estaba pagada de antemano y reservada a nombre de Pilarín Cañete.
Cuando el protagonista estaba en la habitación, llamaron a la puerta era un camarero manco. Le pidió al camarero que abriera la botella y que bebiera un trago, después el protagonista bebió el resto de la botella. El camarero se cayó al suelo y el protagonista se durmió en la cama.
Después de un rato despertó con un gran dolor de cabeza, pero se despertó en la alfombre y comprobó que el maletín estaba vacío, registró la habitación, pero no encontró el dinero, entonces de la rabia pataleó al camarero hasta que se le pasó el arrebato de furia. Desnudó al camarero y le colocó su propia ropa y él se puso la ropa del camarero manco, también registro los bolsillos y encontró una foto y un reloj de pulsera, los cuales se quedó para él. Cogió el maletín, fue al cuarto de baño y con el papel de water llenó el maletín como si fuera dinero de verdad. Luego salió a la calle, dejando antes la llave en el mostrador, caminó por las calles de Madrid, preguntando encontró el restaurante donde debía entregar el dinero, se apoyó en un árbol y esperó hasta las diez y media, hora a la que entró en el local.
En el restaurante lo confundieron con un camarero y él intentó hacerlo bien, pero se le cayó la bandeja, vertiéndolo todo. Entonces se le acercó una chica y sin que él se diera cuenta ella le dijo la contraseña. Cuando se dio cuenta, salió corriendo pero la chica se había metido en un coche. En un semáforo la alcanzó, pero no pudo darle el maletín, él siguió corriendo detrás del coche y metió el maletín por la ventanilla, se cayó al suelo y se quedó dormido en la acera.
Lo despertó una mujer a puntapiés, se dirigió al aeropuerto y con el billete que tenía cogió el avión rumbo a Barcelona, en el periódico que le facilitaron en el avión vió la noticia de que el camarero estaba muerto y que pensaban que era él el muerto en lugar del camarero.
En el aeropuerto del Prat cogió un taxi, el cual tras dar una vuelta hasta el centro de la ciudad, lo llevó al hotel donde se había reunido con el ministro, tras comprobar que el ministro no estaba llamó al comisario Flores y este tras sorprenderse, por creerle muerto le dijo que se volviera al psiquiátrico.
El protagonista fue a buscar a su hermana, cuando la encontró estuvieron hablando un rato y le preguntó por el actor de una película antigua y le pidió que averiguara todo lo que pudiese sobre el actor. El protagonista se fue a la casa de su hermana, tras bloquear la puerta se tumbó en un colchón.
Cuando llegó si hermana, le informó que el actor era Toribio Pisuerga, también había averiguado que era drogadito y la dirección de donde vivía. Después comieron algo y con las pinturas de se hermana se cambió un poco la cara y se dirigió a la casa del actor. Encontró la calle y la casa, y con una ganzúa entró en ella, en las paredes había postes de publicidad con la cara del hombre que buscaba. Encontró una puerta en la pared y escuchó un murmullo, entró y encontró al actor que se había hecho pasar por ministro. El actor le pidió que buscara a Emilia, ya que tenia una sobredosis, y entonces se desmayó.
El protagonista salió de la casa y buscó una cabina, desde la cual llamó a la policía y les pidió que fueran a la casa que él acababa de abandonar, luego llamó a un número que había visto en la casa y era de una agencia teatral. El protagonista se asomó a ver si había llegado la policía y descubrió que sí.
Se fue a la agencia teatral, subió por la fachada hasta el departamento y entró por el balcón. Buscó en los archivos, los miró una por uno, cuando terminó buscó en las mesas. En la mesa grande encontró un álbum de fotos, de hombres y mujeres ligeros de ropa, pero como ya había amanecido se dio prisa, y en la última foto reconoció a la mujer de Madrid a la que le dio el maletín, se llamaba Susana Trash y también ponía su dirección.
Cuando escuchó el ruido del ascensor, guardó todo en su sitio y salió por el balcón, se agarró a un cable que recorría el edificio y saltó a otro balcón, se hizo pasar por un instalar de antenas para no asustar a las mujeres.
Tomó el autobús para ir a la dirección de la casa de la señorita Trash, pero se quedó dormido y el conductor lo despertó al llegar al final del trayecto. Subió por las empinadas cuesta que un hombre le había indicado para poder llegar hasta la casa. Cuando encontró la casa llamó. Un piso que no era y le dijo que la persona que buscaba vivía en el ático, volvió a llamar y le abrió. Cuando llegó arriba vio que la puerta estaba abierta y entró, miró y al no ver a nadie comenzó a mirar por las habitaciones, cuando llegó al cuarto de baño le dijo que entrase, una vez dentro preguntó si era la señorita Trash. Tras un instante, la cortina se corrió y un chorro de jabón fue a parar a los ojos del protagonista. Tirado en el suelo y ella con una pierna encima, el protagonista se rindió y le dijo que el actor había muerto.
Salió del cuarto de baño y esperó en el salón, cuando ella salió le contó lo que ocurrió la noche anterior. Le contó también como había dado con ella, en la agencia teatral. Entonces le contó todo desde le principio comenzando con el ministro hasta ese momento, solo saltándose algunos detalles que le dejaban en ridículo al igual que la pérdida del dinero.
Susana fue a la cocina y volvió con café y comida para los dos. Siguieron hablando y él se enteró de que el maletín estaba en el aeropuerto del Prat. También se enteró que ella era Emilia Corrales y que Susana era solo su nombre artístico. De pronto ella le pidió que se marchase, pero él le advirtió que no fuera a la policía porque no la iban a creer.
Cuando acompañaba al protagonista a la puerta el teléfono comenzó a sonar, ella se extrañó mucho porque solo el actor tenía su número, el protagonista le dijo que contestase. Era un productor italiano, quedaron en un lugar neutral, pero a pesar de todo ella tenia miedo de que fuera los asesinos. Entonces llamó a una amiga periodista y quedaron en un bar.
Apareció la amiga de Emilia y se sentó en la mesa con ellos, pidió de beber y de comer. Él le preguntó si había habido algún secuestro últimamente, ella dijo que era raro ocultar un secuestro pero que habría podido ocurrir sin enterarse nadie. La periodista llamada María Pandora quedó con ellos esa tarde en casa de María.
Volvieron al piso de Emilia y descubrieron que lo habían registrado, mientras estaban allí llamaron al timbre, era un vecino del bloque de enfrente que había visto todo lo ocurrido, el hombre se llamaba don Plutarquete. También les dijo que si volvía a ver a los dos hombres que registraron la casa él los reconocería fácilmente.
El protagonista volvió a la agencia de teatro, el portero le dejó pasar, entró en la agencia cogió el álbum de fotos y se fue, cuando iba a salir vio al portero discutiendo con otros dos y supo que le buscaban a él, entonces entró en la academia de corte y confección, se puso un vestido y con lana fabricó una peluca, cogió una fregona y un cubo y bajó por las escaleras, pasó entre los dos hombres y salió a la calle.
Mientras esperaba en un bar, apareció Emilia muy alterada, ya que María no estaba en su casa. Los dos subieron y cuando llegaron al piso miraron por todas partes, luego el protagonista fue a la ventana y salió a la azotea, supuso que así se había ido María, luego registraron la casa. El protagonista encontró en un cajón la foto del actor dedicada a su gran amor. Luego apareció una mujer que decía ser la empleada de la limpieza pero era mentira, porque Emilia vivió el año antes con ella. Siguieron a la mujer pero montó en una furgoneta y el coche de Emilia tenía puesto un cepo.
De ahí, se fueron al restaurante de la cita, un chino le quitó el abrigo al protagonista y los condujo a una sala privada. Nada más entrar Emilia no lo pudo resistir y le entregó el ticket de la casilla del Prat donde estaba el dinero, el supuesto productor cogió el ticket, se disculpó y se marchó. Al rato apareció un chino diciendo que el productor estaba en el servido tirado en el suelo, cuando comprobó que estaba vivo el protagonista metió la cabeza del productor en el water y tiró de la cadena, se espabiló y volvieron a la sala privada. Resultó que era el comisario Flores, que tras la llamada le golpearon y le quitaron el ticket. Pero en realidad el protagonista había cambiado el ticket y en el bolso de Emilia había estado del guardarropa.
Cenaron y le dieron unas pastillas al comisario para que se le pasara el dolor de cabeza, se quedó completamente dormido allí y después de que el camarero le prestase unas ropas chinas, se fueron del restaurante.
Pararon en un bar cerca de donde vivía Emilia, entraron y se tomaron algo. Desde allí llamaron a casa de don Plutarquete que le avisó que un coche vigilaba la casa de Emilia, don Plutarquete trazó un plan.
Don Plutarquete dejó caer una manguera conectada al gas, situó la manguera al lado del coche y abrió la llave del gas. El coche se fue pensando que era un escape y entonces aprovecharon Emilia y el protagonista para entrar en el bloque del edificio y entrar corriendo en casa de don Plutarquete, recogieron la manguera.
El protagonista sacó el álbum de fotos y se lo entregó. Comenzó a ver las fotos y enseguida reconoció a uno de los hombres y unas cuantas páginas más adelante, al otro. Entonces decidieron contar a don Plutarquete que era lo que estaba ocurriendo. Decidieron que dormirían todos en esa casa don Plutarquete en su cama, Emilia en una butaca y el protagonista en el suelo.
Tras despertarse decidieron ir a buscar el maletín, fueron al aeropuerto, todavía con las ropas de chino y cuando pidió el maletín en recepción, el hombre hizo una seña y le arrestaron y le quitaron el maletín. Cuando lo abrieron se quedaron muy extrañados porque no había dinero, les dijo que era papel de arroz y le dejaron marchar con el maletín.
Mientras Emilia le contaba al profesor lo ocurrido en el aeropuerto, el protagonista aprovechaba para quitarse el huevo de la cara, que se había echado para parecer un chino. Decidió ir otra vez a la agencia de teatro, pero esta vez con un traje decente que le prestó don Plutarquete.
Mientras él estaba dentro, Emilia dio una vuelta y volvió a colocarse delante de la puerta principal, ella tenía que estar atenta para cuando el protagonista saliese, pues debía dejar caer un pañuelo blanco y ella tendría que llamar a la policía. Él entró y dijo que quería ser artista, hizo que se notara el maletín que llevaba, aunque los presentes hacían como si no se dieran cuenta. El director y un hombretón que estaban en la habitación le indicaron que iban a ir al teatro a hacer una prueba, bajaron en el ascensor.
En lugar de salir a la calle para llegar al local del teatro, lo metieron por unas cavernosas profundidades de la portería, desembocaron en un recinto oscuro, y luego subieron por unas escaleras y llegaron al local. El director le agarró fuertemente del brazo y el otro hombre hizo lo mismo en el brazo opuesto. Apareció otro hombre que le bajó los pantalones y le puso una inyección para dormirle.
Después de mucho esperar Emilia decidió ir al teatro a ver si estaba allí, tuvo dificultades para poder entrar, pero cuando lo consiguió encontró al protagonista tendido en el suelo y dormido. Se puso a grita y Emilia lo golpeó para que no se durmiera. Después abrieron el maletín y lo encontraron lleno otra vez con el dinero y con una nota. Volvieron a la agencia y descubrieron que todo había desaparecido y que no había nadie.
El protagonista le contó los detalles de la historia que se había saltado la primera vez que se conocieron, entre ellas incluidas que había perdido el dinero. Después de contarle todo fueron a la calle de Emilia y Emilia se fue a su casa con el maletín.
El protagonista ya se iba cuando se dio cuenta que llevaba puesto el traje de don Plutarquete, así que dio media vuelta y metió el traje en el buzón y se fue en calzoncillos a la calle, cuando le salió al encuentro Emilia. Subió con ella a su casa allí estaba María Pandora en el suelo, el protagonista comprobó que estaba viva y se fue, tuvo remordimientos y volvió, le hizo un brebaje para que vomitara. María vomitó todo y se quedó dormida. Con cuidado la trasladaron a casa de don Plutarquete, cuando el anciano la vio se desmayó. Después contó una larga historia que concluyó con que María Pandora era la hija de su mujer que se fue de casa hacia nueve años atrás.
Por la noche apareció el médico que había llamado Emilia y le dijo que el veneno no había hecho efecto gracias a que vomitó y que el embarazo iba perfectamente. Al día siguiente fueron a la casa a buscar el maletín, pero cuando volvía Emilia retuvo al protagonista y se lo llevó a su cuarto donde hicieron el amor. Después se ducharon, el protagonista se tapó con una sábana y una toalla para aparentar ser un moro. Cuando el protagonista llegó a casa de don Plutarquete, se extrañó de que no le abriera la puerta, así que entró por la fuerza y encontró toda la casa destrozada.
Cuando se acercó a la habitación vio a don Plutarquete en el suelo, se le acercó y lo empujó hasta que despertó. María había desaparecido. Cuando Emilia llegó de comprar no notó nada hasta que se lo hicieron ver.
Emilia había visto a la mujer de la limpieza de la casa de María y decidieron seguirla. Fueron en coche hasta la empresa de Olivera, que era en el coche que desapareció la primera vez, se encaminaron hacia la entrada. Don Plutarquete se puso su traje aunque estaba destrozado, tras encontrarse con el conserje que les guió hasta una sala de espera para gente de alto prestigio. El personaje principal pidió al caballero que le dijeran al Consejero Delegado que estaba don Vellocino y don Becerro. Apareció el secretario del Consejo y les dijo que serían recibidos por el consejo.
El protagonista abrió el maletín que estaba vacío introdujo un valioso reloj, un conejo y la cabeza seccionada de un asistente, todos en el consejo esperaban ver aparecer una paloma blanca, en cambio, comenzó a caer billetes.
Una voz mandó callara a la sala y luego dijo un discurso, el secretario los condujo hasta el despacho de Consejero Delegado. Los encerraron en una habitación sin salida, para que no pudieran escapar de allí con vida. El Consejero les dijo que quería el maletín y que las aceitunas no era su única actividad licita o ilícita.
Les dijo claramente que no saldrían de la habitación con vida. El Consejero explicó que él no era cruel y sacó un televisor. El protagonista comenzó a quemar los billetes y a cambio de que no los quemara tendría que dejarlos libres y también a María Pandora.
Les devolvieron a María y don Plutarquete se puso muy contento, don Plutarquete para poder salir de allí se echó a su hija al hombro. El protagonista esperó a que entraran los matones, encendió varias cerillas y comenzó a quemar algunos billetes, los matones fueron a por él, entonces cerró el maletín esperó un momento y al abrirlo llenó todo de humo y aprovecharon los dos para salir corriendo. Se dirigieron al coche de Emilia, evitando a los policías.
Se encaminaron a casa de Cándida, la hermana del protagonista. Cuando María se despertó no pudo dar mucha información pero mencionó algo sobre unas catacumbas, así que don Plutarquete y el protagonista se fueron a una librería y encontraron el lugar a donde tenían que ir.
Iban los tres en el coche de Emilia y se dirigían hacia el lugar que habían encontrado en el mapa. Era de noche cuando llegaron a Sant Pere de los Cireres, entraron en una taberna y mientras charlaban con el tabernero le ayudaron a colocar las sillas del bar. Tras charlar con el tabernero, preguntaron por el monasterio, este les indicó por donde debían ir. Mientras caminaban rumbo al monasterio Emilia vio o le pareció ver una fila de fantasmas, pero el profesor les dijo que lo más probable es que fueran contrabandistas, ya que estaban muy cerca de la fontera.
En la espesa niebla se escuchó el sonido de una campana y cargando con don Plutarmente porque se sentía muy débil, llegaron al monasterio, allí pidieron hablar con el padre prior. Los llevaron hasta una celda cuadrada que estaba muy ruinosa, los monjes vivían de lo que el campo les daba y no compraban ropas nuevas desde que ingresaron allí.
Les ofrecieron unas celdas para que pasaran la noche, como el protagonista no podía dormir salió a pasear y conoció a un monje que era astrónomo, estuvieron hablando sin parar durante una parte de la noche. Ese monje estaba relacionado con el Maligno, y como consecuencia el mismo se azotaba. Emilia se acostó en la celda del monje endemoniado, tras muchas protestas de este fue a llamar a los monjes, para que decidiesen quien se quedaría en la celda.
El protagonista rompió las patas del camastro, después de arrancarlas hizo palanca con ellas sobre las ranuras que había entre las piedras, la piedras se tambaleó y salió de su sitio. En realidad era un túnel. El protagonista entró en el túnel había un esqueleto con un cuartel, era un monje. Emilia y el protagonista caminaron a través del túnel hasta que encontraron la pared que lo cerraba, pero en realidad era una puerta secreta. Con el hierro que llevaba Emilia hizo palanca y la abrieron.
Continuaron caminando por un corredor. Y cuando menos se lo esperaban aparecieron cinco hombres que iban vestidos de blanco y hablaban en inglés. Se pusieron ha hablar entre ellos. Emilia y el protagonista entraron en una gran sala tan grande como la plaza de toro del pueblo, pero parecía un observatorio o un centro meteorológico, pero según la teoría de Emilia era una máquina para destruir el satélite, cayendo justo donde estaban ellos y cargándose así una gran parte del ingreso del Mercado Común.
El protagonista destrozó los controles de la máquina, pero un monje técnico se despertó y los arregló, pero siguió moviendo el satélite.
La Guardia Civil lo detuvo, él intento explicar lo que pasaba con los monjes pero no le creyeron, así que se lo llevaron detenido. El comisario Flores se lo llevó a Barcelona y lo volvió a ingresar en el maricomio, pero como todo lo que dijo había coincidido cuando el satélite estaba movido, se cortó la retrasmisión del partido y salió todo lo que dijo. El doctor Sugrañes estaba tan contento que le convido dándole para desayunar Pepsi-cola y pan duro en lugar de leche cuajada.
BIBLIOGRAFÍA
Página Oficial de Eduardo Mendoza.
Diccionario Encarta 99
Diccionario Enciclopédico Larousse Autor: Planeta Tomo nº8 3º Edición: Mayo de 1990
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Enviado por: | Belén |
Idioma: | castellano |
País: | España |