Literatura
El Diablo Mundo; José de Espronceda
BIOGRAFÍA
José de Espronceda y Delgado es considerado como el poeta romántico por excelencia. Tomó parte activa en la vida política, literaria y periodística de su tiempo.
Nació en Badajoz en 1808 y murió en 1842. Educado en Madrid en el colegio del liberal Lista, tuvo una vida aventurera motivada por su carácter impulsivo. Pronto abandonó el colegio y las doctrinas de su maestro por considerarlas excesivamente moderadas y reservadas ante el liberalismo y el romanticismo literario. Él junto a algunos alumnos de Lista crearon la “Academia del Mirto”, y fue aquí donde compuso y leyó sus primeros poemas. Fundó una sociedad secreta “Los Numantinos” para vengar la muerte de Riego, que le lleva a refugiarse en un convento, donde a instancias de Lista, comienza a escribir Pelayo, un poema épico sobre la conquista musulmana de España que nunca llegó a terminar.
Se dirige a Gibraltar y de ahí a Portugal, donde conoce a Teresa Mancha, hija de un liberal emigrado, de la cual se enamora profundamente y la sigue hasta Londres. Toma parte en las luchas revolucionarias de París y en un complot contra el régimen absolutista de Fernando VII y regresa de nuevo a París. Allí se encuentra a Teresa casada y, como es habitual en la impetuosidad de su carácter, la rapta. En 1832 regresa a España y trabaja como Guardia de Corps, cuerpo del que es expulsado por leer poemas en contra del Gobierno. En 1834 funda el periódico “El Siglo” que tan sólo dura dos meses y publica sus artículos en “El Artista” y “El Español”. Forma parte del “Liceo Artístico y Literario”, lugar donde lee por primera vez El estudiante de Salamanca. Espronceda es nombrado secretario de legación en La Haya, a instancias de Espartero que pretendía alejarlo de España, pero regresa en pocos meses para ocupar su asiento en el Congreso.
Su vida amorosa discurre por un continuo abandono y reconciliación con Teresa , hasta que ésta lo deja definitivamente. El último encuentro con Teresa se produce en su propio velatorio: ella ha muerto. En 1842, cuando comienza a recuperarse del golpe y está a punto de casarse, siendo miembro del Congreso, muere repentinamente de una afección de garganta, con tan sólo 34 años.
Su carácter le hizo ser el poeta de la desesperación y del entusiasmo. Reacciona ante cualquier dolor o placer y, aunque su visión del mundo sea negativa, vibra ante cualquier cosa que signifique la exaltación de la vida. Algunos críticos han considerado esta actitud como una pose literaria (García López, J. 1968 Barcelona: Vicens-Vives, pág. 449).
Sin embargo otros autores, como Gil de Biedma o Guillermo Carnero (pag. 155) opinan que dejando a un lado los poemas que siguen una pauta estilística determinada, hay otros en los que se ve claramente la manifestación de lo que es la lírica moderna, la poesía de la experiencia. Para ellos, el mérito de Espronceda es “haber comprendido que el romanticismo, antes que una moda, representaba un cambio fundamental en la concepción del poema”.
El propio Espronceda manifestaba en una de sus lecciones en El Liceo que “la poesía es la expresión del estado moral de la Sociedad”, porque pensaba que a través de la poesía se podía expresar la experiencia y la conciencia de la Humanidad.
LA CREACIÓN LITERARIA DE ESPRONCEDA
La producción literaria de Espronceda es corta y tardía si tenemos en cuenta que los escribió entre los veinticuatro y treinta y dos años. Comenzó escribiendo una serie de artículos como “El ministerio Mendizábal” entre otros, y en 1834 terminó la novela histórica Sancho Saldaña en la que trata uno de los temas románticos por excelencia: el vacío espiritual suplido con el amor, que tampoco lo soluciona y desemboca en la desesperación. Tiene su personaje Usdróbal una semejanza al de Adán, ambos representan a un hombre nuevo, ambos aspiran a formar parte de la clase alta y de la misma manera.
También aportó al teatro tres obras: la comedia Ni el tío ni el sobrino (estrenada en 1834), escrita en verso y en colaboración con Ros de Olano, al estilo de las moratinianas. Un drama en prosa Amor venga sus agravios (estrenada en 1838), que se desarrolla en la corte de Felipe IV y una tragedia neoclásica Blanca de Borbón (escrita posiblemente en 1831) en endecasílabos asonantados que narra el asesinato de la protagonista por Pedro el Cruel, que fue publicada por su hija Blanca en 1870.
Pero su aportación es en el campo de la poesía. Sus comienzos fueron neoclásicos, por la influencia de Lista y Meléndez Valdés, y esto quedará reflejado en los poemas escritos entre 1823-26 (“La noche”, “A la mañana”).
Esta etapa se caracteriza por el verso fácil y ornamental, lleno de adjetivos que, ingenuamente, comienza a reducir para mejorar su poesía. La contemplación de las cosas es un mero pretexto para divagaciones sentimentales o metafísicas.
En 1840 aparece Poesías. En ella se hallan poesías líricas, canciones, poemas de asuntos históricos y el ensayo épico Pelayo. En todas ellas comienza a vislumbrarse un tímido romanticismo.
Hay una segunda etapa en la que aparecen los dos poemas extensos El diablo mundo y El estudiante de Salamanca que, aunque catalogado en su época como cuento, pertenece al género de poesía narrativa extensa. También compone breves poemas que representan una protesta contra la sociedad y la vida, a través de personajes marginados (El mendigo, El cosaco, El verdugo, La canción del pirata, entre otras).
Estas obras son profundamente románticas y simbolistas, en las que el lenguaje se vuelve descarnado y se enriquece con el uso del sustantivo, que adquiere una carga semántica nueva y profunda, decreciendo la adjetivación.
Su obra poética se podría dividir en tres grupos que son los siguientes:
a) Poemas políticos, patrióticos y libertarios: que comienza con “A la Patria”, al que le siguen sonetos a la muerte de Torrijos, un llamamiento a las armas contra los carlistas, el “Dos de Mayo”, etc.
b) Poemas sociales y de libertad individual: “El canto del cosaco”, “la canción del pirata”, “el mendigo”, “el verdugo”, etc.
c) Poemas de la lírica moderna y amorosa: “A Jarifa en una orgía”, “A una estrella” o el filosófico “Himno al sol”.
EL ESPRONCEDA ROMÁNTICO: OPINIONES Y FUENTES.
Espronceda se le ha considerado el autor romántico por excelencia. El desorden, las innovaciones métricas y la parodia configuran el romanticismo macabro de esta obra. Marrast considera a El diablo mundo el único verdadero poema romántico español, por su humorismo y rebelión contra la realidad. Anticipa, con sus originales formas, la nueva narrativa.
Según Ángel del Río fue “el poeta que en la literatura española en su momento sintió más la inquietud de los temas universales” (Díez Borque, J.M.: Historia de la literatura española, Madrid (1980): Taurus. Pág. 449).
Gil de Biedma y Carnero (Barcelona (1982): Cátedra. Pág. 157) consideran a este autor como “el primer poeta moderno en nuestra lengua”: la sensibilidad que despliega en sus versos (nueva en aquel momento), la inventiva de melodías verbales (no muy frecuente en los poetas españoles), la eficacia narrativa y descriptiva y la caracterización de los personajes fueron recursos que Espronceda utilizó con toda naturalidad y aplicó en poco tiempo, teniendo en cuenta que era un autor con “una experiencia vital y literaria intensa pero limitada”.
Gil de Biedma insiste en que esta obra es la más interesante del romanticismo español, “merecedora de un puesto de honor en la historia de nuestra poesía que actualmente no muchos le otorgan”, a pesar de “sus fallos y del innegable matiz provinciano de sus pretensiones trascendentales”. (Cátedra. Pág.167).
En lo que respecta a sus fuentes, éstas han sido muy debatidas, aunque se puede incluir a Byron, Voltaire, Goethe o Tasso entre los autores que Espronceda leyó. De hecho, diversos críticos han encontrado afinidad entre el poeta español y Byron, pero se han limitado a aspectos formales, literarios o estilísticos.
Brereton afirma que al lado de la influencia byroniana, podemos encontrar otras correspondencias con el neoclasicismo español, con Voltaire, Víctor Hugo o Ramón de la Cruz, pero la conclusión es que esta obra lleva “el sello de su genio particular” (Alborg, J.L.: Historia de la literatura española, Madrid (1982): Gredos, pág.340).
Si observamos el panorama romántico español, nos encontramos un ambiente poco propicio para las ideas y filosofías de Espronceda. Es comparado a poetas tan opuestos a él como Martínez de la Rosa (a caballo entre el Neoclasicismo y el Romanticismo), el Duque de Rivas (que exalta las tradiciones nacionales) o Zorrilla (trovador de lo “cristiano” y lo “español”). Son poetas que muestran una concepción anticuada de la realidad, que no correspondía con la sociedad española de la época, y que profesan un romanticismo monárquico y tradicionalista.
Larra se quejaba repetidamente de la necesidad de una literatura nacida de la experiencia y de la historia que iluminara el porvenir, que estuviera fundada en el estudio, en el análisis, mostrando todo con profundidad tanto en prosa como en verso, que mostrara al “hombre no como deber ser, sino como es para conocerle”.
La respuesta a los planteamientos de Larra está en la figura de Jose Espronceda. Un autor que nació en medio de la desilusión y de la crisis de conciencia que se extendía por toda Europa en el siglo XVIII dando lugar a la mentalidad romántica. El mérito de este poeta español es haberse identificado con una corriente que en España no penetró realmente porque la tradición moral, el absolutismo político y religioso impidieron la propagación de las ideas de progreso y el nacimiento de una literatura que guiara a los hombres en su camino hacia el porvenir.
EL DIABLO MUNDO
INTRODUCCIÓN:
El Diablo mundo es el último poema extenso de Espronceda. Comenzó a escribirlo en 1839 y en los dos años siguientes publicó varios fragmentos en revistas, leyó algunas partes en el Liceo y Boix lo editó por entregas. Cuando murió no lo había acabado.
Se trata, por tanto, de una obra inconclusa, dividida en una introducción, seis cantos y algunos fragmentos del séptimo canto publicados en revistas.
Marrast opina que la intención de Espronceda con esta obra fue la de sintetizar la poesía social y la subjetiva, sin recurrir a un tema tradicional.
En ella se mezcla lo dramático y lo lírico, lo narrativo y el cuadro de costumbres, lo trascendente y lo fútil. Era una obra para ser publicada por entregas, por lo que, en ocasiones, prevalece la fragmentación, la arbitrariedad y el desorden. Se refleja el pesimismo del autor, en la linea del romanticismo revolucionario, con cambios de expresión constantes (lo patético y lo lírico, lo dramático con el sarcasmo), según algunos autores. Martinengo, sin embargo, opina que la ironía junto al polimorfismo son los elementos unificadores de una obra que no está ni desorganizada, ni dispersa (V.V.A.A., Historia de la literatura española, Volumen II, Madrid 1990, Cátedra, pág. 926).
Esta obra expresa el espíritu romántico byroniano, pero crea su propio estilo y temas, entre los que destacan la fugacidad de su propia creación, la tensión entre la vida y la muerte, la relación individuo-sociedad y su posterior rebelión, representa una condena de las clases conservadoras, a quienes describe en pinceladas goyescas: “hipócritas parleros”, “charlatanes eruditos”, “funesta plaga”, “gusanos”. “turba de viejas”,etc.
Es un poema de fondo simbólico, en el que el poeta trata de problemas metafísicos (Dios, el Hombre, el sentido de la Vida y de la Muerte). Para Espronceda esta obra quiere ser un “cierto trasunto del hombre y su quimera, tras la que va la humanidad entera”.
ARGUMENTO:
Se trata de una alegoría sobre la existencia (dividida en una introducción y seis cantos), en la que su protagonista Adán, que encarna el género humano, tiene que elegir entre morir, y conocer la verdad última, o vivir eternamente. Escoge esta última opción y a partir de este momento, renace desde su senectud hacia una juventud limpia, pura, inocente encarnada en la figura de un joven (de sospechoso parecido físico a Espronceda por las contínuas citas al ensortijado pelo negro) fuerte y guapo. Su elección le traerá amargas consecuencias.
Introducción: Nos presenta la visión del poeta durante la noche en medio de un diabólico festín, y en la que vive el destino atormentado de la humanidad. Con la llegada del día, el poeta se sentirá agotado y sumido en una gran confusión. En ella se mezclan distintas voces, coros ,demonios y los pensamientos del propio poeta. Las voces hablan de desengaño y duda. El poeta de un Dios maligno como hipótesis.
Canto I: aparece el protagonista, un anciano, que encarna el destino del mundo poético. En un cuarto de alquiler, el protagonista medita sobre la vida, con una visión desoladora y llena de melancolía, a la espera de su único y cierto futuro (morir), cuando le vence el sueño. Se le presenta una visión: aparece la deidad que le dará la oportunidad de irse con ella, mientras le describe un mundo de paz y reposo, mientras suenan los cánticos celestiales. Pero él lucha con los últimos soplos que le quedan de vida y vuelve en sí, no como el viejo decrépito que buscaba la muerte, sino como un joven bello, inocente e inmortal. Antes de que se difumine la visión, le recuerdan que ha sido una elección libre y sin vuelta atrás. No podrá quejarse de su destino puesto que para el coro celestial la inmortalidad es un castigo más que un premio, como queda reflejado en estos versos:
...
Maldices tu eternidad,
Acuérdate que tú fuiste
el que fijó tu destino,
Que ser inmortal pediste,
Y arrojarte al torbellino
De las edades quisiste. (Diablo, V.1258-1263)
Canto II: “A Teresa” (Descansa en paz), así reza el título de esta segunda entrega. Es una evocación del alma del poeta “un desahogo de mi corazón; sáltele el que no quiera leerlo sin escrúpulo, pues no está ligado de manera alguna con el poema” como dice él mismo en una nota al inicio del poema.
44 octavas componen este himno elegíaco que es un canto a la desilusión y a la desesperanza. Se trata de un poema independiente dentro de la obra, en el que se mezclan la expresión de intimidad del poeta con la evocación de un pasado de ilusiones, del amor perdido, que provocan el dolor presente expresado en ocasiones con ironía e indiferencia, pero de gran belleza formal.
Canto III: retoma la narración del Canto I. El protagonista, bautizado con el nombre del primer hombre, Adán, ante el renacimiento de su cuerpo y de su espíritu, se vuelve loco de alegría. Desnudo y feliz lo encuentra el casero, quien ante tan extraño suceso (el viejo al que iba a echar a la calle por no pagar el alquiler ha desaparecido y en su lugar hay un joven) llama al resto de vecinos que contemplan asombrados y atónitos la escena. Adán, en su inocencia y lleno de alegría, se precipita a la calle en cueros, levantando un gran revuelo. Él ofrece su amor y su bondad a todos y la única respuesta que obtiene es el dolor. Piedras, gritos, injusticia y crueldad que le ponen por primera vez en contacto con la realidad. Es prendido por los soldados y llevado a la cárcel. Pero a pesar de estos hechos, Adán sigue confiando en los hombres y deleitándose con las sensaciones que experimenta, con lo que le rodea: no ha perdido del todo esa inocencia.
Canto IV: hay una transformación de Adán. Aprende a hablar y deja de ser un bárbaro. Conoce el amor a través de Salada, la hija de tío Lucas (que se convertirá en el protector y consejero de Adán), que visitando a su padre en la cárcel se enamora de la gallardía y prestancia de Adán. Éste se convertirá en el defensor de los débiles, en el más hábil en el manejo de los naipes y de las armas y aprenderá de lo malo como si de una virtud se tratara, puesto que es puro y desconoce la diferencia entre el bien y el mal, como queda patente en los siguientes versos:
Y un abismo de crímenes inmundo
Cruza, y el crimen por virtud aprende:
Y aquel pecho que es noble sin segundo
Y que el valor y el entusiasmo enciende,
Aplica el crimen la virtud que alienta
Y puro es, si criminal se ostenta. (Diablo, V.3303- 3.307)
Ha aprendido a defenderse en una vida llena de dificultades. También él se enamora de Salada y ésta mueve cielo y tierra para sacarlo de la cárcel. Una vez fuera corren a su casa para consumar su amor.
Canto V: Comienza con un cuadro de costumbres, en los que aparecen majos y majas, manolos y manolas, un cura y los dos protagonistas en una taberna del barrio de Avapiés. Un antiguo novio de Salada y sus amigos incitan a Adán a una pelea, que es respondida por ella al lanzarle una puñalada y herirle; tras esta acción huyen ambos a su casa. Mientras se desarrolla la escena, Adán se mantiene alejado de lo que sucede en ella, porque su mente se encuentra en sitios inalcanzables, en su fantasía quiere igualarse a la nobleza, vivir en su ambiente, su lujo, su belleza.
En el cuadro II, primera escena, Adán intenta que Salada le explique porque no puede él ser como aquellos nobles, no entiende la división de clases, puesto que el ha renacido puro, ni siquiera entiende la noción del Dios creador y Padre de todas las criaturas, finalmente se queda dormido. Mientras tanto, Salada sufre un ataque de celos que la lleva a pensar en matarle y matarse, pero se sobrepone por el amor que le profesa. Adán despierta con una visión cargada de espíritu romántico: soñó con la libertad, a lomos de un caballo cabalgando frenéticamente a campo abierto. La ambición, los triunfos, las riquezas han invadido el universo amoroso de Adán y Salada.
En la escena segunda, vuelve a aparecer el cura acompañado de seis maleantes, amigos del tío Lucas, que vienen a proponerle a Adán su participación en un robo de una casa muy principal. Él acepta, contra la voluntad de Salada que sabe que va a ser su perdición, puesto que sus fantasías de conocer las riquezas y la vida fastuosa se van a hacer realidad.
Canto VI: el autor nos habla del hastío, la desesperanza y la desilusión de la condesa de Alcira, una mujer que ha dejado atrás su juventud y con ella, las ansías de disfrutar de la vida. Mientras ella duerme, los bandidos entran en su habitación, cargada de alhajas y objetos lujosos, que son observados atentamente por Adán. La música de un reloj admirado por el protagonista suena y la condesa se despierta. Ésta es asediada por los ladrones y, ante su indefensión, Adán se convertirá en su protector, luchando encarnizadamente contra ellos, que huyen cuando llega la justicia. Él también escapa y se refugia en una casa de citas, en medio de una extraña escena. Una vieja vela el cadaver de su hija en una habitación, al tiempo que cobra los honorarios de los servicios de sus muchachas, que entretienen a unos mozos en la habitación contigua. En este inusual marco en el que dolor y placer se mezclan y se oponen, discurrirá una conversación entre Adán y la vieja sobre la muerte y Dios.
Canto VII: De este canto, tan sólo quedan fragmentos que son continuación del capítulo anterior. La vieja se conmueve con la bondad e inocencia de Adán que pretende buscar la forma de resucitar a Lucía o hablar con Dios para que se apiade del dolor de la vieja y le devuelva a su hija. Es el canto de desesperación de una madre ante su hija muerta, del paso del tiempo que cambia toda situación, como lo reflejan los siguientes versos:
¡Ella otro tiempo, cuando Dios quería,
Con dulce voz su madre me llamaba
Y mi pecho llamándola ¡hija mía!
De cualquier pesar se desahogaba.
Abrazándome ayer ¡oh! todavía
Moribunda, su madre me llamaba:
¡Ayer! ¡Ayer aún! ¡Mísera! Hoy
Madre tan sólo de un cadaver soy!
También se conserva un fragmento inédito “El ángel y el poeta”, publicado en el Iris, el 7 de febrero de 1841. Se trata de un diálogo entre estos dos personajes sobre la poesía y su trascendencia espiritual. El poeta habla de sus sentimientos que están por encima de lo terrenal, mientras que el ángel le recuerda su orgullo irreverente al pretender estar por encima de reyes y del propio Dios, contra el que se rebela el poeta.
EL “ARGUMENTO PARALELO”:
El hilo argumental de El diablo mundo se bifurca: por un lado está la historia de Adán y de Salada, en la que intervienen una serie de personajes menores que afectan a los hechos directa o indirectamente y por otro aparece el poeta-narrador que se entromete cuando y como quiere. A este segundo camino lo he llamado “argumento paralelo”, porque el poeta crea una segunda historia que está conformada por detalles, intromisiones y digresiones del autor en los momentos tensos para quitarles importancia y dar un desahogo al lector ante tanta abrumadora rotundidad filosófica y pesimista de la vida.
Es un poema ambigüo en el que se mezclan la voz del poeta, filósofo, que muestra una visión trágica de la vida, con el irónico que satiriza y se ríe y cuestiona la validez y la sinceridad de sus actitudes angustiadas y rebeldes. Esta doble vertiente del poeta hace que esta obra sea moderna y nos muestra a un Espronceda en la cima de su madurez intelectual y artística.
La digresión, que es lo que compone este “argumento paralelo”, cumple una triple función, según dice Casalduero (Espronceda, Madrid (1983). Taurus, pág.189): “sirve para expresar la superioridad del sentimiento sobre la forma, o la soledad y agotamiento histórico del poeta, o es un lírico acompañamiento a su dolor. El romántico pone la vida y el sentimiento personal por encima de la obra”.
INTERPRETACIÓN DE EL DIABLO MUNDO
El título elegido por el autor es una forma de demostrar que el mal reina en el mundo y en el corazón del hombre. La sociedad de los hombres esta corrompida por la hipocresía, la mezquindad, la codicia, la indiferencia al dolor. Ante este desolador paisaje el poeta adopta dos actitudes: se refugia en la contemplacion y nos muestra la imposibilidad de escapar al mal.
Adán encarna la inocencia y la pureza en un mundo en el que no tienen cabida los sentimientos bondadosos. Tras el contacto con la dura realidad y su encarcelamiento, se enfrenta con ilusión al amor, del que sale decepcionado porque el amor es un mal condenado como tal por los hombres. La pasión amorosa se desinfla y Adán parte en busca de libertad y de ascenso social. Más tarde aparecerá en él la vertiente trágica, con la muerte de la niña Lucía, en el que se enfrenta al destino aciago. La interpretación de los últimos cantos queda confusa al no estar terminado el poema.
TEMÁTICA DE EL DIABLO MUNDO
Espronceda hace un completo recorrido por los temas predilectos de los románticos, quizá con la excepción del hecho histórico extraído de la Edad Media.
El más sobresaliente de ellos es el de la maldad que se encuentra inmersa en el corazón del hombre y, por tanto, en la sociedad formada por éste. Los rasgos de bondad, de inocencia, de pureza son anulados por este sentimiento universal de destruir que forma parte de la Humanidad y que la sobrepasa.
La libertad se nos presenta de forma pura en el canto I en la figura de Adán. ¿Qué es más libre que un hombre que nace de la nada, sin malicia, sin ideas preconcebidas, sin experiencias, como un recién nacido, tan sólo movido por una vitalidad insaciable y una felicidad por estar vivo? Es la esencia pura de la libertad las que nos presenta en este personaje que con el paso del tiempo no llegará a perder del todo esas ansias de ser libre, como en el sueño en el que se ve cabalgando sin rumbo o cuando decide hacer realidad sus fantasías al ir a casa de la condesa, o cuando ama apasionadamente y deja de amar o cuando sueña en formar parte de la nobleza.
Pero el paso del tiempo acabará con todo: con la juventud de Teresa, con las ilusiones del poeta, con el amor de Salada, con las ansias de libertad de Adán, pero no con la maldad del hombre. En Espronceda el tiempo está vinculado con la eternidad porque la dimensión temporal del hombre provoca la miseria de la condición humana.
En esta obra hay un sentimiento de rebelión contra lo establecido, contra el mundo y sus leyes. El individuo no pertenece a ningún grupo social. Lucha contra la norma moral y la social, se enfrenta a Dios y a los hombres.
La crítica a la sociedad, en este caso la madrileña, queda patente en el canto III. Nos describe las miserias de un escritor que reparte su tiempo entre los artículos del periódico, que es lo que le da de comer, y hacer literatura. La azarosa esposa del casero que a pesar de su casto rubor ante la contemplación de un hombre desnudo, no deja de hacer la comparación de rigor, de la que sale triunfante Adán. El “populacho insano” que levanta calumnias y se agolpa para ver el espectáculo, para después huir no sin antes sembrar el pánico entre la gente. Esa misma gente que acaba apedreando, golpeando e insultando a Adán.
El amor apasionado y el amor desengañado se nos presentan como causa y efecto. Una vez satisfechos los primeros impulsos amorosos queda un vacío que ese amor no puede llenar y que desemboca en el desengaño. En el Canto a Teresa nos habla de la pasión experimentada por ella que la hace infringir las reglas de l a sociedad y hundirla en una degradación moral de la que sólo escapará con la muerte.
La mujer es una ilusión que una vez conocida queda degradada. El placer, el valor y la mujer se asocia con lo nuevo, con lo desconocido que se experimenta por primera vez y sólo se mantiene mientras dura. El hombre, una vez perdida la ilusión, buscará otro objeto de atención que llene el vacío dejado por ella. Hay una búsqueda constante de algo por lo que vivir, nuevas sensaciones, nuevos sentimientos:
................”rabio
yo por probar un nuevo sentimiento.
Palabras nuevas pronunciar mi labio,
renovado sentir mi pensamiento
ansío, y girando un dulce desvarío,
ver nuevo el mundo siempre en torno mío.
(Diablo, v.1326-1331.)
La muerte se presenta como una elección en el primer canto, que es rechazada por Adán en favor de la vida eterna o del eterno castigo. Vuelve a aparecer en la elegía a Teresa como liberación cuando la vida y la ilusión la habían abandonado: el único camino para olvidar su desdicha y disipar su dolor. En el último canto, Adán se vuelve a enfrentar con la muerte de una inocente niña, Lucía, que es descrita con profundidad y expresividad por su madre, una alcahueta que llora sinceramente por lo único bueno que ha tenido en esta vida.
La situación dolorosa del hombre ante la muerte y el dolor se mezclan y oponen a el mar de la vida, el hombre como marinero y la tormenta del vivir.
La injusticia, la maldad, la sociedad, los hombres conducen al autor a otro tema fundamental de esta obra: a Dios. La pregunta formulada en la Introducción “¿Quién es Dios?” queda sin responder a lo largo del poema. El nombre del Creador es citado, tomado en vano, acusado de hipócrita y falso y esto es así porque “el hombre romántico considera el mundo como un misterio, cuya clave posee el ser supremo y a quien se dirige para interrogarle sobre sus secretos designios”. (Marrast.R.: Historia y crítica de la literatura española. Barcelona (1982): Crítica. Pág. 174).
Espronceda concibe en El diablo mundo a un Dios vengativo, que crea el mundo y a los hombres para luego abandonarlos. Es un mundo caótico en lo que se refiere a los sentimientos humanos y a la vida, regida por un destino irracional, en la que se entrecruzan el azar y la casualidad, que conducen a la muerte.
La duda constante del romántico, que se convierte en incertidumbre, es un estado de ánimo en el que no puede encontrar la verdad que busca incesantemente.
La cárcel, lugar emblemático de los románticos, es el sitio propicio para situar a los personajes principales del poema: Adán, Salada, el tío Lucas. Todos ellos seres marginales de una sociedad situados en un lugar que resulta hasta acogedor y adecuado para la inocencia del protagonista. Un tema tan atrayente para el espíritu romántico que nos llega a hacer creer que es el sitio idóneo para desarrollar las virtudes humanas.
Tambien aparece un cuadro costumbrista, del que eran tan aficionados los autores del siglo XIX, en el canto V, desarrollado en una taberna de Avapiés, como reflejo de los cuadros de Goya.
Los interiores descritos en esta obra, la habitación del anciano y la casa de Salada nos muestran la pobreza en la que viven estos personajes, en consonancia con su clase y sentimientos, que contrasta poderosamente con la suntuosidad y lujo del palacio de la condesa de Alcira, descrito con todo tipo de detalles.
ESTILO
En el Romanticismo, nos encontramos dos estilos claramente definidos: el trivial o vulgar en el vocabulario, rima y ritmo y el líricamente apasionado, y ambos se adaptan al sentimiento del poeta en el momento que escribe.
Ros de Olano, prologuista de El diablo mundo, habla de “la armonía del sentimiento, con la que el poeta expresa no sólo lo que sus palabras retratan, sino hasta la fisonomía moral que caracteriza las imágenes, las situaciones y los objetos de que se ocupa”.
Su estilo es original y creativo pero presentado como un confuso revoltijo en el que se mezclan aciertos con vulgaridades. Su maestro Lista decía sobre su estilo que era “como una plaza de toros muy grande, pero con mucha canalla dentro”.
Sus expresiones bastante histriónicas y poco depuradas, a la búsqueda de un total efectismo: “rostro cadavérico”, “martirio horrendo”, etc. Su retórica un poco salida de tono con los veinte “ayes” del Canto a Teresa.
A pesar de todo, era un poeta imaginativo, sabía dar plasticidad a sus imágenes y musicalidad a sus versos.
Se trata de una obra escrita en versos polimétricos (de cuatro, seis, ocho, diez, once y doce sílabas) y poliestróficos, con rimas consonantes, asonantes y blancas, con composiciones como la canción marinera (Introducción), octavas, octavillas italianas, quintillas, romances, serventesios, estancias, redondillas, seguidillas, que son utilizados para pasar de estados eufóricos a tranquilos, de la luz a la oscuridad, para dar consejos, para cantar, en definitiva, para matizar los sentimientos de ese preciso momento, en el que los versos se adaptan al corazón del poeta.
Antítesis, paradojas, comparaciones, abundante adjetivación, , apóstrofes, interjecciones, exclamaciones para expresar sus quejas y lamentos, pero también la alegría, la ilusión y la esperanza; Interrogaciones retóricas, ironías, sarcasmos, todos ellos recursos que configuran la obra de Espronceda y le dan esa distinción con el resto de autores románticos españoles.
PERSONAJES
El poeta de la introducción y de las digresiones, que se ve sumido en la confusión de sus sentimientos, en disquisiciones filosóficas, en planteamientos morales y sociales. Se rebela contra la realidad y contra el mundo, siempre con una duda constante porque no puede hallar la verdad.
El viejo de Espronceda que aparece en el Canto Y se muestra fatigado y escéptico por la ciencia acumulada y se lamenta por la juventud perdida, por la pérdida de las ilusiones y por la llegada cercana de la muerte. Hay una pasividad en este personaje, una quietud.
Adán es un joven inocente, que ha renacido en una libertad absoluta: sin recuerdos, sin habla. Representa el ideal romántico del sentimiento por lo nuevo, por lo primero, por una realidad libre de juicios preconcebidos, vista por los ojos de un ser puro y limpio. Pero con el paso del tiempo, buscará la riqueza, el lujo y el poder en una sociedad que le queda pequeña y en medio de un amor, ya desapasionado y desilusionado.
Salada es una mujer apasionada y enamorada de Adán, condenada por la sociedad. Su mísera vida se ve iluminada por el amor del joven, al que le entregará su alma sin condición y le defenderá de cualquier peligro o intento de separarle de su lado, pues es lo único bueno que tiene. Cuando Adán la abandona se convierte en una pobre mujer, despreciable, con un dolor profundo porque, tras conocer el amor de Adán, ahora siente un alma.
El tío Lucas, padre de Salada, es un personaje tipo de ladrón del siglo XIX. Se convierte en el protector y consejero espiritual de Adán ante la vida, las mujeres y la sociedad. Aunque esto no es del todo real, puesto que el joven ni necesita protección, ni realmente llega a comprender lo que Lucas le explica.
El cura, contra el que arremete Espronceda en una nota, es un hombre “flaco, ruin de estatura, lampiño..., chisgarvís repugnante que toca la guitarra”. Inmoral, contamina de maldad todo lo que le rodea
La condesa de Alcira que representa el lujo, la desilusión por la vida, la pérdida de la juventud, el tedio (no hay nada nuevo e insólito que la anime a vivir). Es una imagen de la antítesis entre la riqueza material y la miseria espiritual.
La alcahueta, representación de los placeres físicos del hombre, en contraposición a la dolorosa realidad de la muerte de su hija, su único bien. Es una mujer transida por el dolor que no olvida sus obligaciones terrenales. Los sentimientos materiales y espirituales se mezclan de nuevo.
Lucía, la hija muerta, refleja lo que Casalduero ha llamado “cadáver moderno” (Forma y visión del Diablo mundo, (1975), pág. 170). El cuerpo vivo al transformarse en cuerpo muerto se convierte en cosa, y por tanto, es algo para el olvido.
Personajes que representan a la sociedad madrileña, tratados con un tono satírico, llenos de prejuicios sociales y falsos convencionalismos: en el Canto I, la mujer del concejal, el escritor periodista, el médico materialista y el populacho que organiza un motín “festivo”, producto de la inestabilidad política, moral y social de esa época.
Los manolos y manolas, majos y majas, “guapos” y los bandidos, reflejos de la capa social más baja, que se mueven por instintos primarios: alegría, celos, pasión, etc.
ANÁLISIS DEL CANTO A TERESA
Esta elegía ha sido objeto de discusión entre los críticos con referencia a su no conexión con el resto de la obra, a pesar de que Espronceda nos dice que es un canto independiente que le sirve de desahogo a su espíritu dolorido.
Martinengo sugiere la hipótesis de que el autor español se inspiró, en un principio, en la Dedica faustiana de Goethe (ambas están escritas en octavas y dedicadas a personas muertas), pero que posteriormente el desarrollo de su canto le hizo tomar otros derroteros. (Alborg: Historia de la literatura española. Madrid (1982): Gredos, pág. 355)
Casalduero, sin embargo, defiende la coherencia de este poema con el resto de la obra. El destino del hombre y de la humanidad “tiene sus raíces en el corazón” y no en la religión o la filosofía. La gran digresión que es este canto, nos relata una felicidad pasada, un presente doloroso y un futuro desesperanzador. (O.C.Alborg, pág. 356)
Una interpretación intermedia nos la muestra Carnero: el Canto a Teresa es la perfección del amor, que fracasa, contada en primera persona de una forma íntima y sincera que rompe con el resto del poema, en tono satírico, pero que no podía ser descrito de otra manera por el propio carácter del poeta y de su época. (O.C., pág.356)
Este canto representa el fracaso del amor, un amor pesimista y desilusionado, que acaba en la muerte, como salida liberadora de la degradación y el dolor de los hombres y, en este caso, de Teresa.
Teresa representa la primera ilusión, la nueva experiencia que enciende su espíritu y lo enriquece, pero que una vez conocida, se desecha. Podemos reconocer distintos grados del alma del poeta con respecto a su amada: insultos a consecuencia de la infidelidad (Sola y envilecida, y sin ventura/ Tu corazón secaron las pasiones;/ Tus hijos, ¡ay! de ti se avergonzaran/ Y hasta el nombre de madre te negaran.), la muerte como reparadora de su imagen pura, concluyendo con cínico sarcasmo.
En un análisis realizado por Pedro Salinas sobre el Canto II (Historia y crítica de la literatura española, Volumen 5, Barcelona (1982): crítica, págs. 151-153), poema independiente incluido en El diablo mundo, llega a la conclusión de que Espronceda pasa por tres estados en su forma de enfrentarse con la realidad: de iniciación a la vida, de desilusión y de odio y desesperación.
La primera fase es la del disfrute de la belleza y de gozar de todo aquello que ama y que le rodea de una forma ardiente, apasionada. Busca en la realidad lo que su espíritu poético busca. Pero llega el contacto con ella y se da cuenta que las formas del mundo real y las de su mundo poético e interior no son las mismas. Ha buscado la gloria y la bondad, sólo encuentra polvo hediondo. Ha soñado con mujeres de limpieza virginal, cuando se acerca a ellas se vuelven lodo y podredumbre.
La realidad y el mundo poético chocan en la tercera etapa y producen en el poeta odio y rebeldía, cuyo único desenlace posible es la muerte. Puede ser una muerte física o espiritual como en la expresada en la penúltima estrofa de este canto:
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto:
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho. (Diablo, v.1837-1843)
Espronceda finaliza esta elegía en un tono burlón y sarcástico, donde se aprecia la queja desesperada del enamorado ante la crueldad e indiferencia de la realidad:
¡Que haya un cadaver más qué importa al mundo! (Diablo, v.1851)
Relacionar el pesimismo escéptico de Espronceda con su relación amorosa con Teresa es superficial. Teresa era menos importante como persona que por lo que representaba: llenar un vacío dejado por la falta de fe en la ciencia, la razón o la religión.Casalduero dice: “No debemos partir de Teresa para llegar al sentimiento de la vida de Espronceda, sino que partiendo del sentimiento que de la vida tiene el poeta debemos llegar a ver la forma que debía adquirir su amor”. (Forma y visión del “Diablo mundo” de Espronceda, Madrid, 1951, pág. 129).
ANÁLISIS FORMAL DE LAS DIGRESIONES
Ynduráin realiza un análisis formal de las digresiones y diálogos de esta obra (Ynduráin, D.: Análisis formal de la poesíade Espronceda, Madrid (1971): Taurus, págs.399-639), dividiendo las primeras en tres grupos que van desde la utilización de una lengua y temas más triviales (D-I) hasta los más trascendentes (D-II y D-III) y las segundas en dos: el diálogo-monólogo del tío Lucas con el protagonista (Adán sólo escucha) y los cuadros del canto IV.
El carácter agresivo de las digresiones de este autor se debe a la particular visión del mundo romántico, en el que hay una lucha constante contra todo lo establecido. Una nueva perspectiva de la realidad y de la literatura se impone frente a las normas neoclásicas, valiéndose para ello de las digresiones en las que la ficción narrativa se rompe y da paso a los comentarios, juicios, ataques y valoraciones dirigidos al lector con el fin de captar su opinión a través de razonamientos, argumentos lógicos y conceptuales. Ynduráin llama a todos “estos medios de que se sirve Espronceda para “engañar” al lector, para aumentar la fuerza de sus opiniones” intensificación. (O.C. págs. 556-557)
Con respecto a las digresiones, Ynduráin hace los siguientes análisis:
a) La colocación del adjetivo con respecto al sustantivo, cifrándolo en porcentajes, para llegar al pensamiento más íntimo del poeta. Gran cantidad de adjetivos, sobre todo antepuestos, en D-I para dar un efecto irónico (honrado viejo). El sustantivo adquiere una mayor entidad en D-II que le proporciona equilibrio (invierno frío) y hay una preponderancia de adjetivo + sustantivo en D-III que refleja la “pasión del autor frente al tiempo que huye y respecto a los políticos”.
b) El uso de las exclamaciones e interjecciones, muy frecuentes en el texto. En D-I, Espronceda hace uso de ellas cuando se refiere al orden de cualquier tipo, a las conveniencias sociales o a las ideas comúnmente aceptadas (¡Oh padres! ¡Oh tutores! ¡Oh maestros!/Los que educais la juventud sencilla!). En D-II, los motivos artísticos son los que aparecen tratados con mayor frecuencia y su forma es irónica y estereotipada (¡Oh caro comprador! que con zozobra/ Implor en mi favor comprar mi obra). En D-III, hay un mayor uso de exclamaciones e interjecciones para caricaturizar o ridiculizar situaciones o tratar realidades exteriores de una forma más contundente (¡Oh! ¡bendita mil veces la experiencia/ Y benditos también los desengaños!...) o para expresar un sentimiento íntimo relacionado con el paso del tiempo y el envejecimiento (¡Ah! no es extraño que el que a treinta llega/ Llegue a encontrarse la cabeza cana!).
c) Las interrogaciones literarias como recurso del autor para crear ilusiones al lector de formar parte activa de la obra, cuando en realidad se trata de algo ficticio. En D-I, hay muy pocas interrogaciones de este tipo, y en alguna ocasión el propio autor se autointerroga (¿A qué vuelvo otra vez al Paraíso/Cuando la suerte quiso/Que no fuera yo Adán, sino Espronceda?). Mucho más amplias y patéticas son la preguntas dirigidas al lector (para captar su benevolencia) y a sí mismo (que pueden responder a las dudas del poeta durante la creación de su obra) en D-II. Las interrogaciones literarias se vuelven agresivas y claras en D-III, con toques de ironía, sobre todo en lo que se refiere al tema de la ciencia (¿Y habrá tal vez alguno que sostenga/ Que no vale la ciencia para nada?/ ¿Y habrá menguado que a probar no venga/ Qué está la dicha en la ilusión cifrada?).
d) Enumeraciones. El tono satírico y burlesco del primer grupo hace que las enumeraciones no sean frecuentes, aunque las que aparecen se refieran a a profesiones funcionariales, menores o responsables de la juventud (Pasar con tanto sabio y financiero, / Diplomático, ecónomo, hacendista, /Estadista, filósofo, guerrero,/ Orador, erudito y periodista). El segundo grupo reune una serie de enumeraciones que abarca la creación literaria, el futuro como realidad diferente de la presente, la realidad misma y la fugacidad e intrascendencia del hombre en el mundo (Que se animan y nacen, hablan, crecen/ Se agitan con anhelo delirante/ Para siempre después desaparecen). En el tercer grupo, predomina la enumeración de sinónimos, que son formas distintas de expresar una misma realidad de forma rotunda para conseguir una mayor expresividad (Vamos andando, pues, y haciendo ruido/ Llevando por el mundo el esqueleto/ De carne y nervios y de piel vestido).
g) El tiempo, que es un problema fundamental tratado en las digresiones. En D-I, el tiempo se adapta a la actuación humana, en un momento presente, pasado o futuro, y en un pretérito visto desde el presente, sin relación con la realidad actual (Y mucho más sin duda me valiera/ Que no andar, por el mundo, componiendo/ De niño, haber seguido una carrera/ De más provecho y de menor estruendo). Ahora, en D-II, el presente es el tránsito del pasado al futuro y hay una concepción circular del tiempo (...El sol que vemos hoy, ayer le vimos...). El dramatismo que conlleva el profundizar sobre la fugacidad del tiempo se refleja en D-III (Pasa la juventud, la vejez viene,/ Y nuestro pie, que nunca se detiene,/ Recto camina hacia la tumba fría).
h) La aproximación, donde se refleja la personalidad del autor, es la forma de imponer la persona individual del autor en el lector o de comprometer a este último a que tome partido de sus planteamientos, todo ello hecho a través de la digresión. Toma la palabra de forma directa, se encuentre o no en el plano de la ficción, sustituyendo así la forma narrativa o declarativa por la dialogada o, más bien, monologada (puesto que no hay respuesta posible por parte del lector). Las aproximaciones se desarrollan en tres planos: primero la presentación del autor (con fórmulas indirectas y uso del pronombre personal yo, el posesivo mi), al que le sigue la captación del lector (tuteo, apelación directa, uso de nosotros) y por último, el enfrentamiento con “lo otro” (oposición yo, nosotros/vosotros, ellos, Yo/ lo otro, Nosotros/ lo otro, comprometiendo así al lector con sus ideas).
Otros recursos planteados por Ynduráin son las simetrías, las oposiciones (No empiece yo con voz atronadora/ Y luego acabe desmayado y frío), las fórmulas dobles que agrupan sentidos sinónimos y funcionales, las metáforas (muy poco frecuentes en las digresiones y sin valor poético), el prosaísmo (Y resonando...etcétera; que creo/ Basta para contar que ha amanecido,/ Y tanta frase inutil y rodeo,/ A mi corto entender no es más que ruido:/ Pero también a mí me entra el deseo de/ De echarla de poeta...).
Ynduráin divide en dos partes los diálogos de el Diablo mundo:
a) El monólogo, más que diálogo, del tío Lucas (padre de Salada) en el Canto IV que da una serie de consejos “prácticos” para la vida a Adán (que se limita a escuchar), y que son más bien respondidos por Espronceda. Ynduráin cree que se trata de otra digresión más del autor, que nos muestra una interpretación de su realidad, ya que las enseñanzas de Lucas no incidirán en Adán de ninguna forma, ni siquiera llega a entender lo que el viejo le dice.
El tono del anciano es sentencioso (utilización de octosílabos, refranes, frases cortas y antitéticas), oratorio, arcaico y exótico. También aparece el lenguaje carcelario, con el uso de la jerga (mojar, endiñar, parnés, chota, etc.). Y entre los dos monólogos del anciano, se intercala un paréntesis formado por siete octavas reales que viene a ser la moraleja expresada en consideraciones abstractas y metafísicas. En conclusión, se trata de la descripción de la “realidad real” del mundo en el que va vivir ese hombre nuevo, pero totalmente dirigida por el autor, cuyo único interés estriba en convencer al lector de sus teorías.
b) Las dos Escenas dramáticas del Canto V. En ellas, presenta de una forma directa un momento de la vida real del pueblo madrileño que sirve para enmarcar a los personajes y sus circunstancias: son elementos constituyentes de la realidad dramática.
En la primera escena, se oyen gritos y ruidos propios de una juerga protagonizados por una determinada clase social, la popular, que funcionarán como comparsas del cuadro que se está desarrollando y que, en algunas ocasiones, intervienen. Seis estrofas, en octavas reales, en boca del autor vuelven a interrumpir el relato y se mezclan con largas tiradas líricas entre Adán y Salada o las coplas del cura, cuyo valor poético es mínimo. Ynduráin justifica estas escenas, no como un deseo de mostrar por parte de Espronceda un ambiente popular y exótico, sino que son reflejo de la literatura “de cordel”: el carácter andaluz de una taberna madrileña; los personajes del majo y la maja, los “guapos”, la manola; el caló como forma de hablar de una clase.
Finaliza el análisis de este crítico con los apartes de estas escenas. No cumplen una función teatral (puesto que están escritas para ser leidas), sino metalingüística y metaliteraria: son juicios e interpretaciones hechas sobre las acciones y los caracteres de los personajes centrales y secundarios.
Función metalingüística:
La definición de personajes como el cura, al que nos presenta de forma subjetiva, ya analizado, con un juicio de valor hecho. El aspecto físico, las acciones y los gestos del cura producen en el lector un profundo rechazo y asco de este personaje (ruin de estatura, pelo pobre).
Adán se nos muestra distraído, distante (con frialdad, se duerme) y tan sólo sale de su apatía al final de la Escena II. Sin embargo, Salada es tierna y dulce con Adán y fiera con los de su misma clase. El resto de personajes sigue la pauta marcada por Salada (violencia, cariño).
Función metaliteraria:
Las notas explicativas del argot y de algunos personajes responden, según Ynduráin, a un síntoma de aceptación de la moral burguesa por parte de Espronceda: “como poeta oficial romántico se encuentra obligado a hacer de su producción algo asequible para la burguesía, que es, en definitiva, la que compra sus libros y la que emite un juicio socialmente válido” (O.C., pág.631).
El cura y el argot no son símbolos del ataque al poder eclesiástico o reflejo de lo popular, sino son curiosidades para el burgués que encuentra en ellos lo exótico, lo opuesto (Poco después hasta seis hombres de malas cataduras y modales rústicos).
Las notas dirigidas al lector son marcas que distancian al autor de sus personajes: refleja el lenguaje y el mundo del bandidaje, pero no pertenece a él y sirven para condicionar el juicio del lector hacia el orden social y a la comunión de ideas con el autor.
BIBLIOGRAFÍA
ESPRONCEDA:El diablo mundo. El Pelayo. Poesías. Comentarios de D. Ynduráin, Madrid (1992): Cátedra.
SHAW, D.L.: Historia de la literatura española. Tomo V. Barcelona (1986): Ariel.
V.V.A.A.: Historia de la literatura española, Volumen II. Madrid (1990): Cátedra.
GARCÍA LÓPEZ, J.: Historia de la literatura española. Barcelona (1968): Vicens-Vives.
DÍEZ BORQUE, J.M.: Historia de la literatura española. Madrid (1980): Taurus.
V.V.A.A.: Historia y crítica de la literatura española. Tomo V. Barcelona (1982): Crítica.
YNDURÁIN, D.: Análisis formal de la poesía de Espronceda. Mardrid (1971): Taurus.
ALBORG, J.L.: Historia de la literatura española. Tomo IV. Madrid (1982): Gredos.
CASALDUERO, J.: Espronceda. Madrid (1983): Taurus.
CASALDUERO, J: Forma y visión de El diablo mundo. Madrid (1975): Taurus.
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