Don Alonso Manrique, hombre valiente y noble, nacido de Olmedo, efectúa una visita a la feria de Medina, donde por primera vez, ve a doña Inés, dama de la cual se queda enamorado. Siguiendo los impulsos de su corazón y con ayuda de su criado Tello, don Alonso pide ayuda a Fabia, bruja enfrascada en tercerías pero que disimula su oficio, quiera hacerle llegar a Inés una carta. Don Pedro, padre de Inés, descubre a esta y a su hermana Leonor junto a Fabia pero aquellas se ingenian en engañarle haciéndole pasar por una lavandera. Don Alonso recibe contestación de Inés, la cual le dice por escrito que esa noche deberá llegar hasta su reja, donde encontrará una cinta verde que deberá colocar en su sombrero para así poder reconocerle. Don Rodrigo y don Fernando pretendían a Inés y Leonor, respectivamente, pero la primera no quiere a Rodrigo, el cual es el hombre con el que quiere su padre que se case. Esa misma noche, sin conocer lo que le dijo Inés a don Alonso, don Rodrigo y don Fernando se acercan a la reja, en donde hallan la cinta y, desconociendo su finalidad la comparten. En eso están cuando se presenta don Alonso con su criado Tello, y enfurecido por creerse víctima de una burla, los desafía a duelo. El combate es breve y don Rodrigo y don Fernando huyen, dejándose la capa del primero en poder de don Alonso.
Inés, por su parte, se lamenta de la inconcurrencia del enamorado. La presencia de don Rodrigo y don Fernando en su casa perturba a Inés y Leonor. Estos solicitan a don Pedro su consentimiento para desposar a sus hijas. Por su parte, Inés y Leonor conocen a Fabia tras haberse prestado a tal enredo, pero esta aclara su actitud y tranquiliza a Inés porque, según le dice, al fin se casará con el caballero de Olmedo, es decir, con don Alonso.
Acto segundo
Don Alonso y Tello conjeturan que don Rodrigo ya debe estar al tanto de lo sucedido, pero una visita subrepticia del enamorado logra arrancar de Inés la promesa de que será su esposa o de ninguno. Al llegar don Pedro y ver a su hija aun en vela, la interroga sobre las causas de su vigilia y este le dice que está rezando para que Dios la ilumine. Así, poco a poco, la muchacha confiesa al padre que desea entrar en religión. Esta, por supuesto, es una argucia para liberarse de Rodrigo. El plan se lleva a cabo con la complicidad de don Alonso, Fabia y Tello, y al final, logran incluso la ayuda de Leonor, con el asentimiento de don Pedro que todo lo cree, Fabia pasa a convertirse en mentora de virtudes y Tello en maestro de latín. La verdad es que su participación en esta farsa facilita en grado sumo las visitas de los enamorados sin inconveniente alguno. Don Rodrigo confiesa a Fernando que los desdenes de Inés se deben a que está enamorada del caballero de Olmedo, pero sin embargo, está dispuesto a hacer valer sus derechos para desposarla.
Con mucho entusiasmo se preparan las fiestas por la visita del rey a Medina. Inés, al no poder torcer la voluntad paterna, dice que desea vestir los hábitos y alejarse del mundo. Don Alonso suspira por su amada y se prepara para participar en los certámenes que se organizan. A pesar e todo esto, los jóvenes envían declaraciones de amor a través de Fabia y Tello. Don Alonso tiene un mal sueño pero pronto lo desecha puesto que Tello le incita a descartarlo y a viajar a Medina porque Inés le pertenecerá a pesar de cuantos se opongan a ello.
Acto tercero
Durante las fiestas, Don Alonso destaca por su coraje y fortuna hasta cuando salva a Don Rodrigo. Todos le alaban y él prosigue sin descanso su faena. Por su parte, don Rodrigo se siente entristecido y desmoralizado por los celos y el deseo de venganza. Tello informa a Inés de que Alfonso vendrá a despedirse, pues quiere volver a Olmedo para tranquilizar a sus padres y convencerlos de que ha salido ileso y triunfador en los certámenes. Don Alonso se entera por Leonor de que puede que Don Pedro cambie de parecer y autorice su boda con Inés. Don Alonso se despide de su amada, y por el camino primero se le cruza una sombra horrible, y luego habla con ella y ésta dice llamarse Alonso, pero el caballero la juzga producto de su imaginación y sigue la marcha. Mientras tanto, Don Rodrigo se prepara a cumplir su venganza y aguarda entre unos árboles junto con sus criados. Mientras que don Alonso se acercaba al lugar, un labrador canta unas coplas que anunciaban males, pero don Alonso piensa que se trata de un plan de Fabia para que vuelva con Inés y no le hace caso. Don Rodrigo, de improviso, le intimida para tratar de que dejara las armas, y como don Alonso no se rinde, ordena a uno de sus criados que abra fuego, dejándole herido de muerte. Tras esto los criminales huyen. Don Alonso estaba agonizando en soledad y Tello, que había salido retrasado a su encuentro, encuentra en el camino a los asesinos, y les pregunta por su amo, pero no le dan señas. Atraído por los quejidos de don Alonso, lo encuentra, le presta auxilio, y lo traslada a Olmedo, donde muere junto a sus ancianos padres. Don Pedro, ajeno a los acontecimientos y alegre por los favores con los que el rey le colmaba, autoriza a Inés a casarse con don Alonso. Por su parte, don Rodrigo y don Fernando piden al monarca que disponga su casamiento con las hijas de don Pedro, a esto el rey asiente y así lo hace saber a don Pedro. En esto, llega Tello que señala a los asesinos de su amo y reclama justicia poniendo fin a esta situación. A priori, el rey ordena que se encarcele a los culpables y que en un teatro se les decapite al día siguiente. Por su parte, Inés aclara que lo que en un momento propuso en broma, lo cumpliría en serio y tomaría los hábitos renunciando al mundo.