Sociología y Trabajo Social


Economía Sexual: prostitución


ECONOMIA SEXUAL: PROSTITUCIÓN.

¿Cuáles son las causas de la prostitución? Lo usual ha venido siendo

atribuirla a normas morales represivas que controlan la libertad de las

relaciones sexuales. Ya Mandeville afirmaba: "Es evidente que existe la

necesidad de sacrificar a una parte de las mujeres para conservar la otra y

prevenir una suciedad de naturaleza mucho peor". Desde entonces, la

literatura socialista y feminista ( Bebel, Rosa de Luxemburgo, o Clara

Zetkin) ha venido repitiendo lo mismo: "la existencia de una casta de hijas

perdidas permite tratar a la mujer honesta con el respeto más

caballeresco". Tampoco la sociología ha avanzado mucho en este terreno, y

las causas a que K. Davis atribuía la prostitución en un trabajo clásico

son, en gran medida, una mera especificación de lo anterior:

"En resumen, el intento, por parte de la sociedad, de controlar la

expresión sexual, de atarla a sus exigencias sociales, especialmente el

intento de atarla a una relación matrimonial duradera y a la crianza de los

hijos, o de condenar a los hombres al celibato, o de fundar la expresión

sexual en el amor, todo ello crea la oportunidad de la prostitución. Es así

análoga al mercado negro, respuesta ilegal pero inevitable del intento de

controlar totalmente la economía".

Resulta difícil negar la veracidad de tales afirmaciones. Pero es

necesario ampliar el marco analítico si se quiere dar cuenta de la actual

existencia e incluso crecimiento de la prostitución. Pues si todo se

redujera a ser el reverso del matrimonio, habría que concluir -como hace

Davis- que con "la mayor disponibilidad de mujeres ordinarias para compañía

sexual... el papel de la prostituta, tanto en volumen como en status,

declinará", y así "la decadencia de la familia tradicional y de la

prostitución están ambas asociadas con un alza de la libertad sexual".

Davis cita en su apoyo datos extraídos del Informe Kinsey que muestran que

la relación con prostitutas en la generación joven era entre la mitad y un

tercio de las generaciones anteriores. Esto es innegable, pero no lo es

tanto que la prostitución haya disminuido; y en muchos sitios no sólo no

disminuye, sino que aumenta, al tiempo que lo hace la permisividad sexual.

Inversamente, la prostitución, que fue la gran industria ilegal en Estados

Unidos durante el siglo XIX, comenzó a decaer a comienzos de siglo, sin que

ello pueda atribuirse a ningún cambio en la moral colectiva, sino más bien

al equilibrio progresivo de la relación entre ambos sexos ( consecuencia

del cambio de la Ley de Inmigración de 1924) y el consecuente aumento de la

tasa de población casada. Mientras que existió un volumen importante de

varones solteros en los EE.UU., la demanda de relaciones sexuales

comerciales se mantuvo.

¿A qué se debe entonces la prostitución? En las siguientes lineas se

encuadra esta forma de desviación sexual en un análisis más amplio de la

demanda de desviación sexual en general, por una parte, y de la oferta de

prostitución, por otra. Veremos cómo es la sociedad la que canaliza las

pulsiones sexuales en uno u otro sentido, generando así demanda por una u

otra forma de satisfacer tales pulsiones. Es igualmente la sociedad la que

genera en ocasiones y lugares específicos la oferta que, eventualmente,

cubre tal demanda.

La demanda de desviación sexual.

Todos sabemos que nacen más hombres que mujeres, aproximadamente 105

varones por cada 100 mujeres, pero que la mayor mortalidad infantil de los

primeros equilibra los sexos al final de la pubertad. De ahí la suposición

espontánea de que, puesto que hay paridad de sexos, habría también, al

menos, un compañero sexual para cada hombre y mujer. Sin embargo, de modo

similar a lo que ocurre con la competencia perfecta en un sistema

económico, la realización de una competencia perfecta entre miembros de un

sexo para encontrar compañeros del sexo opuesto es sistemáticamente

impedida por fuerzas presentes en la estructura de la mayoría de las

sociedades.

Así, por poner un ejemplo: la poligamia de los países islámicos está sólo

al alcance de una minoría de varones económicamente poderosos. La

consecuencia evidente de tal poligamia es condenar a un cierto número de

varones a la castidad, la homosexualidad o al burdel ( allí donde lo hay ).

Por ello se propone la siguiente hipótesis:

"Si en una sociedad o en algún grupo de esa sociedad el acceso de los

miembros de un sexo a miembros del sexo opuesto con objetivos

matrimoniales, eróticos o de simple compañía, es obstruido persistentemente

por características de la estructura social, se producirá entonces una

tendencia en las colectividades implicadas hacia una alta incidencia de

conducta homosexual y una actitud relativamente tolerante hacia la misma.

En resumen surgirá una homosexualidad institucionalizada.

Una tesis similar fue sugerida ya hace tiempo en relación con la

tolerancia hacia la homosexualidad en los países musulmanes y,

posteriormente, en la alta incidencia del lesbianismo entre profesionales

del strip-tease. En este último caso, la no accesibilidad derivaría no del

desequilibrio demográfico (accesibilidad física), sino del bajo status

social de tales mujeres (accesibilidad social), y ha sido generalizada por

los autores citados a la homosexualidad del mundo de los cómicos y del

espectáculo londinense.

Lo que esta tesis sugiere es que un modelo más general, válido no sólo

para la homosexualidad, sino también para otros fenómenos desviados como la

prostitución, el incesto, adulterio o masturbación, debe tener en cuenta un

marco de referencia más amplio: el constituido por los diversos modos de

canalizar las pulsiones sexuales. A tal efecto, es posible concebir las

normas relativas al matrimonio y las relaciones sexuales en general como

una canalización social de las pulsiones sexuales individuales que pueden

trasladarse de las relaciones legítimas a las ilegítimas (o viceversa) en

función de las posibilidades efectivas de encontrar consumación.

La prostitución, como el matrimonio, la homosexualidad, etc., serían así

modos alternativos de dar satisfacción a tales pulsiones. Un marco aún más

amplio (más relevante para la antropología que para la sociología) debiera

tomar en consideración, también las relaciones entre erotismo y

genitalización (o sexualidad) en el sentido indicado, por ejemplo, por

Marcuse; en qué medida una cultura sexualiza o no la más difusa pulsión

erótica es una variable a analizar en función de factores tales como la

construcción social del cuerpo masculino y femenino, el trabajo, las

relaciones familiares y edípicas, etc.

Dejo de lado este marco de referencia más amplio para limitarme al estudio

de la canalización social de la pulsión sexual, suponiendo que esta es

constante. Pues bien, en tales condiciones, para que la pulsión sexual de

todos y cada uno de los sujetos de una sociedad pueda encontrar

satisfacción en el marco de una unión estable y monógama, es necesario

-desde el punto de vista estructural- que ocurra lo siguiente:

a) Que haya equilibrio demográfico entre los sexos, es decir, igual número

de hombres y mujeres; un desequilibrio obligará a un hombre a tener varias

mujeres o a una mujer varios hombres, salvo que renuncien a la monogamia o

recurran a la homosexualidad (masculina o femenina); por lo tanto, es

necesario que haya al menos un hombre para cada mujer y al menos una mujer

para cada hombre.

b) Accesibilidad social, es decir, libertad de relación, pues las normas

que, para grupos específicos, regulan los matrimonios permitidos,

prohibidos u obligatorios pueden hacer que, aun cuando para la sociedad

globalmente considerada haya equilibrio demográfico, para algún grupo

específico (normalmente los que ocupan la cima y la base de la

estratificación social) exista desequilibrio; fenómenos sociales como la

guerra, la emigración o las reglas de herencia favorecen estos fenómenos.

Así, pues, no sólo es necesario que haya un hombre para cada mujer, y

viceversa, sino también que tengan acceso social libre los unos en relación

con los otros.

Ello significa que, allí donde está institucionalizada la monogamia, loa

desequilibrios (sean naturales, sean sociales) no pueden ser solucionados a

través de la poligamia o la poliandria; la consecuencia es una condena a la

soltería perpetua, bien a los hombres, si hay falta de mujeres, o a éstas,

si hay déficit de hombres.

c) Es necesario también que estas posibilidades de acceso sean efectivas

tan pronto como aparece la pulsión sexual con la adolescencia; en caso

contrario habrá de nuevo desequilibrios. Así, la norma moral que autoriza e

impulsa a los valores adolescentes a tener aventuras sexuales, negando ese

derecho a las adolescentes, origina una demanda de prostitución (o de

adulterio) por parte de esos varones vírgenes forzosos; igualmente,

posponer la edad del matrimonio hasta bien entrados los veinte (como

ocurría en la España de la postguerra por razones económicas), allí donde

las relaciones prematrimoniales están prohibidas, origina de nuevo demanda

de prostitución. Por lo demás, bien sabido es el sustituto adolescente ante

la prohibición de entablar relaciones sexuales prematrimoniales, la

imposibilidad de contraer matrimonio y la ausencia de dinero para acudir al

burdel: la masturbación.

d) Finalmente, las normas morales que regulan la decencia en las

relaciones sexuales matrimoniales, en relación con los deseos de los

cónyuges; un desequilibrio entre los deseos y su eventual satisfacción

intramatrimonial generará pulsiones que sólo extramatrimonialmente podrán

satisfacerse.

Resumiendo, la satisfacción heterosexual y monógama de la pulsión sexual

exige que haya hombres y mujeres, que se tenga acceso legítimo a ellos o

ellas y que satisfagan (ellos o ellas). Inversamente, bajo condiciones de

monogamia institucional y de desequilibrio (demográfico y social) entre los

sexos, se produce un porcentaje de personas condenadas a la soltería y la

castidad, a las cuales sólo les quedarían abiertas las siguientes formas de

desviación alternativas:

1ª. La homosexualidad (masculina o femenina), modo de dar salida a las

pulsiones sexuales de forma que se reequilibra la relación entre los sexos.

Accidentalmente, esta respuesta se puede producir (y se produce) con

carácter temporal cuando, por cualquier causa, personas de un mismo sexo

son forzadas a convivir cotidianamente ( así la típica homosexualidad de

internados, prisiones o cuarteles); lo que prueba que, contra una creencia

común, la homosexualidad es sustituto funcional de la heterosexualidad,

dadas ciertas condiciones.

2ª. Las relaciones incestuosas o adulterinas, como solución de las

estrictas normas de exogamia o acceso, imposibles de cumplir; de este modo,

el (o la) soltero(a) forzoso(a) da salida a sus pulsiones parasitando la

familia ajena o la propia en una relación de poligamia (o poliandria)

encubierta. Así, la mujer condenada a la soltería, y a través de las

relaciones adúlteras, puede satisfacer sus pulsiones sexuales; como carece

de marido y es posible que carezca también de patrimonio propio y/o del

trabajo, aceptará del amante regalos o dones que éste libremente quiera

hacerle, para poder atender sus necesidades. Así, la soltera se ve forzada

a parasitar otra familia para mantener la suya, en una relación intermedia

entre la poligamia (lo sería si pudiera casarse con su amante) y la

prostitución (lo sería si concediera sus favores a cualquier hombre). Por

la misma razón, un varón condenado a la soltería desarrollará una

sexualidad "depredadora", seduciendo cualquier mujer (casada o soltera) a

cambio también de favores o donaciones, estableciendo así un tipo de

relación a medio camino entre la poliandria (si yace con mujer casada) y la

prostitución (si lo hace con soltera).

Precisamente para evitar esta sexualidad depredadora, muchas ciudades

medievales disponían de burdeles municipales o los establecían en época de

mercados, fiestas populares, torneos, etc.

3ª. La masturbación, como retirada a la autogratificación; así al menos

parece sugerirlo la disminución de delitos sexuales atestiguada por la

policía de Copenhague cuando se liberalizó la vente de material

pornográfico. De ser esto así, la masturbación sería el sustituto universal

de toda otra forma de sexualidad.

4ª. Por supuesto, las dos formas extremas de adaptación son la castidad y

la violencia sexual. En el primer caso se produce la retirada total, y en

el segundo, la obtención ilegítima de lo que se niega por vías legítimas.

5ª. Finalmente, puede que surja la prostitución en alguna de sus muchas

formas.

Resumiendo, en el caso de que las condiciones antes señaladas no se den,

habrá grupos de personas condenadas bien a la castidad, bien a algunos de

los sustitutos de la relación sexual legítima, que de este modo se revelan

como instituciones sociales, no sólo como perversiones o defectos de

socialización. Es decir, cuando por razones demográficas o morales hay

grupos de personas a las que se les niega el acceso a la relación

heterosexual legítima y satisfactoria, aparecerán instituciones latentes (o

no), en todo caso ilegítimas y amorales, como parte esencial del equilibrio

social.

Mercado sexual, mercado matrimonial y mercado de trabajo.

Hasta el momento se han explicado las causas que pueden originar la

demanda de prostitución (o de sus sustitutos), así como las que originan la

oferta potencial de prostitutas; más concretamente, la oferta de favores

sexuales por parte de las mujeres. Ahora bien, que estos favores sexuales

femeninos devengan o no en prostitución es algo que depende de otras

variables. Concretamente, es necesario que la soltera forzosa no tenga

otras posibilidades de ganarse la vida o que, al menos, el coste de

oportunidad de la prostitución compense el de abandonar otras salidas

profesionales.

En definitiva, el tema de la prostitución no puede analizarse

relacionándolo sólo con la institución del matrimonio. En cuanto mercado de

satisfacción de pulsiones sexuales en que se intercambia dinero por

servicios profesionales, está directamente relacionada con dos mercados: el

matrimonial, sin duda, pues el matrimonio satisfactorio, como hemos visto,

es sustituto funcional de la demanda de prostitución y elimina, además, la

oferta potencial; pero también con el mercado de trabajo femenino, pues el

trabajo de la mujer es sustituto funcional de la oferta de prostitución.

Por ello, la prostitución será, sin duda, mayor allí donde se rigidifiquen

estos dos mercados, es decir, donde y cuando sea más difícil conseguir bien

marido o esposa, bien trabajo para la mujer (el caso de la prostitución

masculina es más raro, porque es raro que el varón no tenga salidas

profesionales alternativas, por el momento).

De ahí, por citar algún ejemplo, el enorme desarrollo de la prostitución

en la Europa de la postguerra, donde, al déficit de varones causado por la

alta mortalidad de la guerra y la postguerra, se sumaba la total carencia

de trabajo para las mujeres (muchas de ellas viudas de guerra). Vemos,

pues, que el surgimiento de la prostitución femenina está ligado a

numerosos factores demográficos y sociales que determinarán, además, si

será la prostitución lo que surgirá u otro de sus sustitutos funcionales.

Cuando, como ocurre en nuestras sociedades, la homosexualidad, el incesto u

la poligamia son duramente condenados tanto por la ley como por la moral, y

el trabajo de la mujer es difícil de conseguir, no es raro que la

prostitución femenina florezca. Allí donde, por las razones que sean, se

produzca un desequilibrio demográfico o social, aparecerán prostitutas.

En todo caso, es necesario distinguir entre las necesidades sistemáticas

de prostitución y el modo de cubrir estas necesidades, es decir, las pautas

de reclutamiento. Una sociedad puede producir demandas de prostitución en

un lugar concreto de su estructura, demanda que será cubierta, sin embargo,

por la oferta que se puede crear en otro lugar. "la demanda no explica la

oferta porque intervienen además la cultura de los proveedores, la

organización social y la demografía".

Concretamente, si aumenta la soltería femenina en las ciudades (pongamos

por caso) como consecuencia del déficit de varones, ello incrementará la

competencia entre mujeres por conseguir los pocos varones existentes. La

competencia se extenderá a lo largo de todo el sistema matrimonial y a

todos los niveles sociales, de modo que al final quedarán solteras las

mujeres del medio rural, menos atractivas y con menor o nulo patrimonio;

ellas serán la nueva generación de prostitutas. En el mercado matrimonial,

como en todo el mercado, el objeto más valioso expulsa al menos valioso.

Por ello, lo usual es que las prostitutas vengan del medio rural, pero

ejerzan en el medio urbano.

Así, recogiendo el argumento tradicional acerca de la prostitución, ésta

puede ser causada por rigideces en el sistema normativo que condenan a la

virginidad y a la soltería a numerosos hombres y mujeres; pero si esto

puede originar una demanda de prostitución, también puede originarla de

homosexualidad o de relaciones adúlteras o incestuosas o canalizarse hacia

la masturbación. Por otro lado, para que haya no sólo demanda, sino también

oferta real, es necesario que la prostitución no tenga sustituto funcional,

cual es el trabajo femenino bien remunerado. Si el modelo es adecuado, ello

quiere decir -recogiendo el símil de K. Davis- que eliminar completamente

la prostitución es tan mítico como conseguir el pleno empleo; rigideces

inevitables a lo largo del sistema de intercambios sexuales, o simples

retrasos en el ajustamiento de todas la variables intervinientes,

producirán un mínimo de prostitución en cualquier sociedad. Siempre habrá

personas cuyas demandas sexuales difícilmente podrán encontrar salida en

los canales legítimos, y siempre habrá personas dispuestas (o forzadas) a

aprovechar tales oportunidades. Si, dadas tales condiciones, se cierran las

salidas representadas por la prostitución, lo más probable es que se acuda

a sus sustitutos funcionales.




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Enviado por:Mick-albert Salvatierra
Idioma: castellano
País: España

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