Ecología y Medio Ambiente
Ecología
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Concepto de ecología
Dicho de forma rápida, según la definición del diccionario, ecología es el conjunto de ciencias que estudian las relaciones de los seres vivos entre si con el medio en el que se encuentran. Éste fue el término que utilizó Ernst Haeckel en 1866, convirtiéndose así en el primer hombre que utilizó el término ecología, remitiéndose a los términos griegos “okios” (casa) y “logos” (ciencia, estudio, tratado). Según Haeckel la ecología debía encarar el estudio de una especie en sus relaciones biológicas con el medio ambiente. Hacia 1925 August Thienemann, Charles Elton y otros impulsaron la ecología de las comunidades. Trabajaron con conceptos como el de la cadena alimentaria o el de pirámide de especies, en la que el número de individuos disminuye progresivamente desde la base a la cúspide, desde las plantas a los animales herbívoros y los carnívoros. A partir de aquí, en la década de los 30 del siglo XX apareció una nueva disciplina llamada Ecología Humana. Ésta se encarga de estudiar las relaciones que el hombre mantiene con el medio ambiente. Contempla una doble relación: la influencia del medio en el hombre y la adaptación de la comunidad humana al medio, por un lado, y por otro, la acción del hombre en el medio en aspectos físicos, económicos, culturales, etc.
A partir de la aparición de la obra de E. P. Odum “Fundamentos de la ecología” (1959), se ha generalizado el punto de vista de que el hombre, cuya acción sobre los ecosistemas no había sido tenido en cuenta hasta entonces, debe ser considerado como una especie más en la dinámica de la biosfera. Sin embargo, el hombre no actúa como una especie cualquiera, sino que en virtud de su capacidad de vivir en casi todos los puntos de la biosfera y de modificar el ambiente, derivada del gran desarrollo de la ciencia y la tecnología, ejerce una acción si precedentes sobre el equilibrio ecológico de la Tierra. El hombre ha modificado el ambiente en su provecho, pero bien sea por desconocer o por no querer tener en cuenta las leyes ecológicas que rigen los ecosistemas, ha llegado en numerosas ocasiones a provocar en estos reacciones en cadena que han producido efectos perjudiciales para él mismo.
En general, la acción del hombre en los ecosistemas produce un efecto de simplificación o de reducción de los ecosistemas a estados más inmaduros, que se traduce en un descenso de la diversidad. De acuerdo con una ley ecológica general, ello trae como consecuencia una disminución de la estabilidad. Los efectos más importantes de esta actuación son la extinción de especies, la destrucción de ecosistemas naturales sustituidos por ecosistemas sociales y la contaminación. Estos fenómenos han puesto aún más de manifiesto la necesidad de enfoques globales o de ciencias de integración como la ecología puesto que son problemas insolubles si se adoptan cualquier punto de vista parcial.
Ni los problemas que trata la ecología son nuevos, ni la ecología es sólo una moda pasajera. Ya en el Neolítico, 10.000 años atrás, los hombres talaban bosques para obtener madera y sembrar las semillas con las que crecían plantas con las que después se alimentaban. Así, resultaron alterados los ecosistemas en que esas comunidades vivían. Mucho tiempo después, en Grecia, Platón dejó testimonio escrito de la deforestación de ciertas montañas del Ática, que habían quedado como “el esqueleto de un cuerpo enflaquecido por la enfermedad”. El agua, observaba este filósofo, “no se perdía entonces como ocurre hoy, discurriendo sobre el terreno desnudo”.
Desde luego, el problema no afectó sólo a la Antigüedad. A lo largo de la historia diversas áreas terrestres se vieron modificadas por la acción del hombre. Así, por ejemplo, a partir de los años 50 del siglo XX, la agricultura experimentó un crecimiento favorecido por los descubrimientos en ingeniería genética y en el campo de la agroquímica. Esta intensificación del uso de las tierras ocasionó la degradación de las mismas y la necesidad de explotar nuevas áreas.
La Tierra hoy afronta un serio peligro de contaminación y muerte de especies vegetales y animales, y también de los suelos, la atmósfera, los ríos y los mares que sustentan la vida, etc. Conscientes de la gravedad de la situación, los países miembros de las Naciones Unidas se reunieron en 1992, en la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, conocida como la Cumbre de Río de Janeiro. Allí, gobernantes, científicos y periodistas de todo el mundo informaron y alertaron sobre los problemas del desarrollo industrial y tecnológico.
La importancia de la contaminación y su relación con la ecología, ha llevado con frecuencia a la idea de que su estudio es el objeto fundamental de esta ciencia. En realidad, la contaminación tiene para la ecología un interés teórico derivado de las posibilidades que ofrece de conocer el funcionamiento de los ecosistemas, comparando los contaminados con los no contaminados.
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La energía en los ecosistemas
El nacimiento de la ecología en su concepción actual de ciencia que trata de sistemas, coincide con una tendencia general de la ciencia a buscar enfoques integradores. La unidad básica del estudio ecológico es el ecosistema o sistema formado por organismos de distintas especies y el ambiente que les rodea. Y como cualquier fragmento de la biosfera, e incluso de la biosfera en su conjunto, puede ser considerado como un ecosistema, puede decirse que el objetivo último de la ecología es el estudio de la estructura y funcionamiento de la naturaleza, ya que estudia la naturaleza al mayor nivel de complejidad, es decir, en un nivel superior al de un individuo.
El término ecosistema fue acuñado en 1935 por el ecólogo vegetal sir Arthur George Tansley para realzar el concepto de que cada hábitat es un todo integrado. Un ecosistema, en tanto que sistema integrado, es un conjunto de partes interdependientes que funcionan como una unidad que requiere entradas y salidas de energía. Un ecosistema puede tener dimensiones muy variadas, aunque presenta siempre cierta homogeneidad. Un bosque, un lago, un campo cultivado o un simple charco de agua pueden considerarse ecosistemas. Es un sistema abierto ya que recibe la energía del exterior y la transmite a los ecosistemas vecinos a través de los flujos de materia o los desplazamientos de animales, todo ecosistema tiene límites un poco arbitrarios.
Todos los ecosistemas de la Tierra parecen imbricados unos con otros para formar la biosfera que, teóricamente, sería el único ecosistema verdaderamente funcional, ya que los únicos intercambios que tiene con el exterior son intercambios de energía en forma de radiaciones (salvo los meteoritos).
El estudio del funcionamiento de los ecosistemas se basa, en gran parte, en la teoría de los sistemas y la cibernética. Desde este punto de vista, el ecosistema está asimilado a un conjunto de elementos en constante interacción unos con otros para formar un conjunto ordenado. Las interacciones pueden ser, por ejemplo, bucles de retroreacción que permiten la regulación de las especies, asimiladas a los elementos constitutivos del ecosistema. Si se considera un ecosistema muy simple, formado únicamente por una especie de consumidor primario y su depredador, el mantenimiento del ecosistema exige que haya regulación entre estos dos elementos. Si los herbívoros se multiplican aumentan los recursos disponibles para su depredador que, a su vez, puede multiplicarse, lo que por retroreacción ocasiona la reducción del número de herbívoros y, finalmente, la de los depredadores, con lo que la estabilidad del ecosistema queda asegurada.
Estas regulaciones no son tan sencillas en la naturaleza ya que en un ecosistema las relaciones entre las especies suelen ser muy numerosas y los fenómenos de regulación sólo se desencadenan a partir de ciertos límites. Sin embargo, este tipo de estudio aunque complejo resulta muy prometedor y podría permitir actuar con conocimiento de causa en cierto número de fenómenos biológicos. La lucha biológica en la agricultura utiliza en parte estos estudios.
La estabilidad de un ecosistema es una noción dinámica que depende ampliamente del número de interacciones que intervienen para la regulación del conjunto. Un ecosistema será más estable cuanto mayor sea su diversidad. Esta complejidad sólo se obtiene en los ecosistemas maduros, generalmente antiguos. Por ejemplo, un campo cultivado que se abandona evolucionará a través de una serie de estadios vegetativos diferentes (sucesión) hasta convertirse en un bosque. La diversidad, es decir, en una primera aproximación, el número de especies, aumentará a lo largo de la sucesión hasta un estadio terminal. El ecosistema aumenta también su estabilidad a lo largo de la sucesión, y la encuentra de nuevo más fácilmente si es afectada por una perturbación. Así, en caso de ataque de un parásito en el estadio terminal, en el que las especies son numerosas, existen todas las posibilidades de que dicho parásito reencuentre a uno de sus depredadores, caso que no sucede en los primeros estadios, en los que las especies son poco numerosas.
Un ecosistema puede considerarse como un sistema cibernético. Los ecosistemas ofrecen semejanzas y diferencias tanto en su estructura como en su funcionamiento, aunque son más acusadas las semejanzas de funcionamiento. Así, en todo ecosistema se distinguen niveles tróficos que pueden sintetizarse en un nivel de productores, formados por vegetales autótrofos, un nivel de heterótrofos, constituido principalmente por animales, y un nivel de descomponedores, formado esencialmente por bacterias y hongos. Las entradas al ecosistema son la energía solar, el agua, el oxígeno, el dióxido de carbono, el nitrógeno y otros elementos y compuestos. Las salidas del ecosistema incluyen el calor producido por la respiración, el agua, el oxígeno, el dióxido de carbono y los nutrientes. La fuerza impulsora fundamental en todos estos procesos es la energía solar.
El paso de unos niveles tróficos a otros lleva consigo una transferencia de materia y energía, con degradación de partes de la energía en cada transferencia. De este modo, a medida que se asciende en los niveles tróficos, el flujo de energía decrece, lo que limita el número de niveles posible. La cantidad de materia de producida en cada nivel por unidad de tiempo se llama producción o productividad, y las relaciones entre la producción en los niveles próximos o en los distintos pasos dentro de un mismo nivel se llaman eficiencias ecológicas. El conjunto de las relaciones de alimentación entre las distintas especies de un ecosistema, unas especies se alimentan de otras y a su vez sirven de alimento a unas terceras, se plasma en una trama compleja de relaciones que recibe el nombre de cadena trófica.
Las especies que ejercen una función similar en la comunidad se dice que tienen nichos ecológicos parecidos. Entre los aspectos de la ecología que más se han desarrollado en los últimos años figura la aplicación de técnicas informáticas, que han contribuido a resolver problemas referentes a la estructura de las comunidades y ecosistemas que han permitido la construcción de modelos de simulación para el estudio funcional de poblaciones y ecosistemas. La informática ha posibilitado notables avances en el estudio de la estructura y delimitación de comunidades, así como la distribución de especies y su relación con la variación de los factores ambientales. En estas investigaciones es muy importante el planteamiento de muestreo de la superficie o volumen considerado. Para cada muestra se toman datos de presencia - guión ausencia o cualquier índice que refleje la abundancia de una especie dentro de cada muestra, junto con los valores que tienen en la misma las distintas variables ambientales que se toman en consideración. A partir de estos datos el ordenador puede clasificar las muestras por similitud en composición de especies o las especies por su similitud de comportamientos ecológicos (tendencia a encontrarse juntas o separadas). Después, matemáticamente, se hacen cálculos para llegar a definir la representación estadística de cada especie en un espacio bidimensional o tridimensional en el que las especies se sitúan más alejadas unas de otras cuanto más distintas son. De este modo, pueden obtenerse clasificaciones ecológicas en las cuales la subjetividad del investigador queda reducida al tipo de muestreo y a la interpretación final de los resultados.
Los ordenadores se utilizan también para la obtención de modelos de simulación, que expresan de modo más o menos simplificado y generalizable el funcionamiento de una población o de un ecosistema y la incidencia en dicho funcionamiento de las variaciones de los factores ambientales (temperatura, humedad, etc.). El estudio de modelos matemáticos en este sentido constituye una rama de la ecología conocida con el nombre de ecología de sistemas.
En los últimos años se han desarrollado diversas técnicas de automatización de toma de datos mediante aparatos usados generalmente desde aviones o satélites ratifícales. La aplicación de estas técnicas constituye una rama de la ecología conocida con el nombre de aplicación de sensores remotos. La fotografía aérea, usada ya por ingenieros forestales, geólogos y geógrafos, desde los años 30 del siglo XX, se ha mejorado con la obtención de imágenes estereoscópicas y la introducción de perfilómetros de láser para la medida de pequeñas diferencias de nivel. Se ha introducido la fotografía con longitudes de onda distintas a la de la luz (como es el caso de la fotografía con radiación infrarroja que permite detectar diferencias de temperatura en la biosfera hasta 0,01º) y el uso de radar y el sonar. Este tipo de técnicas han sido usadas fundamentalmente para resolver problemas relacionados con la medida de factores ambientales físicos (se han obtenido valores instantáneos de temperatura para amplias zonas de la biosfera, que hubieran sido imposibles de obtener por medio de las técnicas convencionales), observación de flujos de materia y energía en los ecosistemas, evaluación de cambios sufridos por los ecosistemas y soluciones alternativas, e descripción y cartografía de recursos naturales.
En este último campo, la aplicación de sensores remotos es especialmente espectacular y permite determinar un gran número de procesos y factores ambientales: tipo de vegetación y especies dominantes, volumen maleable de los bosques, producción en los cultivos, cantidad de clorofila por unidad de área, localización de incendios, plagas, bandadas de aves, manadas de grandes mamíferos, focos de contaminación térmica y química en sistemas acuáticos, flujos de vapor, vapor de agua y anhídrido de carbónico en la atmósfera, determinación de la humedad del suelo, de la profundidad y densidad de la nieve, etc.
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Relaciones tróficas
Todo ecosistema está formado por el biotopo, es decir, el espacio físico, natural y limitado del ecosistema, y la biocenosis, es decir, el conjunto de las comunidades vegetales (fitocenosis), animales (zoocenosis) y de microorganismos (microbiocenosis), que se desarrollan en dicho biotopo. La noción de biotopo puede aplicarse en todos los niveles del ecosistema: en un extremo se puede considerar el biotopo general, como el mar, formado por las comunidades vegetales, animales y de microorganismos que le corresponden, y en el otro extremo, se puede considerar el biotopo local, como puede ser un arrecife coralino, con su fauna y vegetación característica asociada. Por lo tanto, el biotopo puede ser homogéneo desde el punto de vista ecológico, o puede comprender un conjunto de residencias ecológicas distintas, como es el caso de un río y su tramo alto, medio y bajo, donde viven, en cada uno de ellos, comunidades animales y vegetales diferentes.
Respecto a la biocenosis, algunos ejemplos serían el de los arrecifes de coral y su fauna acompañante o el de las posidonias (plantas monocotiledóneas marinas) y las especies de crustáceos que viven con ellas. Las especies que constituyen una biocenosis tienen diversas formas de interacción, como la competencia (la lucha por el espacio y el alimento), el parasitismo (la explotación alimentaria de un organismo por otro) o la predación (el consumo de una especie por otra). Estas relaciones son complejas, pues cada organismo desempeña un papel determinado en la cadena trófica (productores, consumidores, descomponedores), y la alteración de dichas relaciones puede provocar una perturbación en su equilibrio. Un ejemplo de esto sería la introducción de especies exóticas, como el caso de la introducción del conejo en Australia y el desastre ocasionado por ello, ya que al no encontrar predadores que pudieran controlar su reproducción, se convirtió en una plaga que arrasó la vegetación de las zonas que iba colonizando y, por tanto, se produjo un desequilibrio ecológico.
En todo ecosistema se desarrollan cadenas o redes tróficas, es decir, cadenas alimentarias íntimamente relacionadas entre sí por las que circulan la energía y diversos materiales. Así, se entiende por cadena alimentaria cada una de las relaciones alimenticias que se establecen de forma lineal entre organismos que pertenecen a distintos niveles tróficos. La cadena trófica está dividida en dos grandes categorías: la cadena o red de pastoreo, que se inicia con las plantas verdes, algas o plancton que realiza la fotosíntesis, y la cadena o red de detritos que comienza con los detritos orgánicos. Estas redes están formadas por cadenas alimentarias independientes. En la red de pastoreo, los materiales pasan desde las plantas a los consumidores de plantas (herbívoros) y de éstos a los consumidores de carne (carnívoros). En la red de detritos, los materiales pasan desde las plantas y sustancias animales a las bacterias y a los hongos (descomponedores), y de éstos a los que se alimentan de detritos (detritívoros) y de ellos a sus depredadores (carnívoros).
La cadena trófica se puede contemplar no sólo como un entramado de cadenas sino también como un conjunto de niveles tróficos (nutricionales). Las plantas verdes, que son las primeras productoras de alimentos, pertenecen al primer nivel trófico. Los herbívoros, que son los consumidores de plantas verdes, corresponden al segundo nivel trófico. Los carnívoros, que son depredadores que se alimentan de los herbívoros, pertenecen al tercero. Los omnívoros, que son consumidores tanto de plantas como de animales, se integran en el segundo y tercero. Los carnívoros secundarios, que son depredadores que se alimentan de depredadores, pertenecen al cuarto nivel trófico. Según los niveles tróficos se elevan, el número de depredadores es menor y son más grandes, feroces y ágiles. En el segundo y tercer nivel, los que descomponen los materiales disponibles actúan como herbívoros o carnívoros dependiendo de sí su alimento es vegetal o animal.
En esta sucesión de etapas en las que un organismo se alimenta y es devorado, la energía fluye desde un nivel trófico a otro. Las plantas verdes u otros organismos que realizan la fotosíntesis utilizan la energía solar para elaborar hidratos de carbono para sus propias necesidades. La mayor parte de esta energía química se procesa en el metabolismo y se pierde en forma de calor en la respiración. Las plantas convierten la energía restante en biomasa, sobre el suelo como tejido leñoso y herbáceo y bajo éste como raíces. Por último, este material, que es energía almacenada, se transfiere al segundo nivel trófico que comprende los herbívoros que pastan, los descomponedores y los que se alimentan de detritos. La mayor parte de la energía asimilada en el segundo nivel trófico se pierde de nuevo en forma de calor en la respiración, pero una porción se convierte en biomasa.
En cada nivel trófico los organismos convierten menos energía en biomasa que la que reciben. Por lo tanto, cuantos más pasos se produzcan entre el productor y el consumidor final, la energía que queda disponible es menor. Rara vez existen más de cuatro o cinco niveles en una cadena trófica. Con el tiempo, toda la energía que fluye a través de los niveles tróficos se pierde en forma de calor. El proceso por medio del cual la energía pierde su capacidad de generar trabajo útil se denomina entropía.
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Impacto de la actividad humana en el medio ambiente
Como ya hemos señalado anteriormente, el impacto sobre el medio ambiente de la actividad humana es un elemento central de la ecología, aunque no es el único aspecto que estudia. Tras la aparición de la obra de E. P. Odum “Fundamentos de la ecología”, obra que fue publicada en 1959, se asumió que la acción del hombre sobre los ecosistemas debe ser tenida en cuenta. El ser humano debe ser considerado como una especie más en la dinámica de la biosfera, pero una especie que produce una serie de impactos especialmente preocupantes para el futuro del planeta.
El hombre, debido a su capacidad de vivir en casi todos los puntos de la biosfera y de modificar el ambiente, gracias al gran desarrollo industrial, científico y tecnológico, ejerce una acción sin precedentes sobre el equilibrio ecológico de la Tierra. El hombre ha modificado el ambiente en su provecho, ha explotado los recursos naturales de los ecosistemas para progresar económicamente, pero por desconocimiento o por inconsciencia, está provocando en los ecosistemas reacciones en cadena que han producido efectos perjudiciales para la supervivencia del planeta y de la humanidad. A continuación vamos a exponer algunas de las consecuencias que la actividad humana está teniendo en el medio ambiente, como la preocupante contaminación atmosférica, la pérdida de biodiversidad de los ecosistemas, la desertización y deforestación de amplios espacios, el cambio climático, etc.
La contaminación
Uno de los efectos más preocupantes de la acción humana sobre el medio ambiente es la contaminación atmosférica. Como la de otros medios que pueden ser contaminados (el suelo, el agua, etc.), es el resultado del vertido en la atmósfera de desechos y sustancias tóxicas, a los que hay que añadir otros efectos perjudiciales como el ruido, olores desagradables, luces deslumbrantes, etc. De hecho, es preferible no establecer una diferencia sistemática entre contaminación atmosférica y otros efectos perjudiciales. Así, la contaminación con gases y los ruidos están estrechamente relacionados, pues ambos están provocados por la circulación del automóvil y la circulación aérea. Dejando aparte las emanaciones de los volcanes, la radioactividad natural y el polvo de los desiertos, la contaminación es fundamentalmente obra del hombre (combustiones industriales y domésticas, circulación, tratamientos agrícolas e industriales, actividades nucleares).
La presencia y el grado de nocividad de las materias contaminantes están en función de la implantación de los focos de contaminación, de su naturaleza, del grado de permanencia de su poder de emisión y también de la estructura y dinamismo de la atmósfera. La contaminación atmosférica contamina el medio. La polución urbana e industrial, tanto por la opacificación de la atmósfera (contaminación particular) como por la modificación del contenido gaseoso (vapor de agua, CO2), puede modificar los balances de energía. También puede influir en las temperaturas (por ejemplo, creando islotes urbanos de calor), en los vientos y en las precipitaciones. Las modificaciones locales, a escala de una ciudad, o regionales, abren el camino a una contaminación global de la atmósfera por el aumento del número e importancia de las fuentes de contaminación en la superficie del globo terrestre.
Hay que señalar que la contaminación global de la atmósfera también es el resultado de ciertas actividades rurales (roturación de campos, transportes eólicos, etc.). Entre las distintas posibilidades de transformación global de la atmósfera a causa de la contaminación, actualmente el interés está centrado en la modificación del contenido del aire en vapor de agua y en CO2, por su influencia sobre el cambio climático. Además, también se analizan sus consecuencias sobre la salud (en las grandes ciudades cada vez son más frecuentes los cánceres pulmonares, alergias, ciertos estados de fatiga crónica, etc.), por lo que resulta ineludible la lucha contra tal forma de agresión al medio que nos rodea.
La contaminación debida al automóvil está causada por los contaminantes contenidos en los gases que salen por el tubo de escape: óxidos de nitrógeno y de carbono, los hidrocarburos no quemados, como el benceno, formados durante la explosión del ciclo de funcionamiento de los motores, y el plomo procedente de los antidetonantes de la gasolina que se vierte en la atmósfera en forma de finas partículas. El monóxido de carbono en grandes proporciones puede producir asfixia; el plomo puede producir lesiones en los riñones, en la sangre y en el cerebro. Los actuales estudios para prevenir la acumulación de estas sustancias contaminantes en la atmósfera tienden a la promoción de motores de gasolina sin plomo y de bajo contenido en benceno. También se está investigando en otro tipo de combustibles no contaminantes para los motores de los distintos vehículos.
La contaminación radioactiva también es muy importante y hay que tener en cuenta su impacto sobre el medio ambiente. Las operaciones del ciclo del combustible nuclear que son susceptibles de producir contaminación consisten en la extracción y el tratamiento de los minerales, el enriquecimiento del uranio, el funcionamiento de los reactores, el transporte y tratamiento de los combustibles usados, así como el acondicionamiento, transporte y almacenamiento de los desechos. El uranio es un elemento radiactivo de período muy largo, cuya radiación tarda muchísimo tiempo en desaparecer, que es la base de la energía atómica. Las explosiones nucleares producen contaminación debido a los productos de reacción, a los residuos del dispositivo explosivo, así como los elementos radiactivos que se hayan podido formar por irradiación nuclear. Según la condiciones de la explosión nuclear, la contaminación puede ser más o menos importante. Una explosión que tenga lugar cerca del suelo o de la superficie del mar induce una radioactividad secundaria por activación de los materiales próximos que son arrastrados por el tallo de la seta u hongo de la explosión y acto seguido dispersados por las corrientes aéreas. Una explosión en la alta atmósfera produce poca radioactividad secundaria, pero los productos tóxicos descienden paulatinamente a través de la atmósfera y se van depositando progresivamente en la superficie del globo.
Además de la contaminación atmosférica, hay que destacar la contaminación de las aguas del planeta Tierra, es decir, de los ríos, lagos, mares y océanos. Una de las contaminaciones más perjudiciales para los ecosistemas marinos y terrestres se debe a la llamada marea negra. Con la entrada en circulación de los superpetroleros aumentó considerablemente la importancia de los vertidos masivos de hidrocarburos en el mar. El primero se produjo al encallar el Torrey Canyon frente a las costas inglesas en 1967. Al extenderse rápidamente la capa de hidrocarburo sobre la superficie marina contaminó las costas cercanas. A esta merea negra siguieron muhcas otras: la del Olympic Bravery en 1976, frente a las costas gallegas, la del Argo Merchant en 1978 frente a la costa de Bretaña, etc. La última gran marea negra que sufrieron las costas gallegas fue la ocasionada por el encallamiento del Prestige en noviembre de 2002, que causó un gran desastre ecológico y movilizó a los ciudadanos de todas partes para ayudar y exigir medidas que eviten nuevas mareas negras.
Cuando se produce un vertido se extiende rápidamente por la superficie del agua, lo que favorece la evaporación del petróleo. Después se produce una dispersión por la superficie y en toda la masa de agua por disolución y emulsión. La película de hidrocarburos que quedan en la superficie hace que sea más lenta la evaporación y la oxigenación, y frena así la autodepuración de las aguas marinas. Además, puede retener y concentrar otros productos polucionantes presentes en el medio (metales pesados, detergentes, pesticidas, etc.). Antes de ser degradad por los procesos físico-químicos y biológicos o sedimentada, una parte de los hidrocarburos de la capa superficial es arrastrada por el viento y contamina el litoral. La degradación natural de los hidrocarburos puede durar varios meses, incluso años, según las condiciones del medio. Entre el momento del vertido y el momento de la degradación o la sedimentación en los fondos marinos, los hidrocarburos producen efectos tóxicos en los ecosistemas marinos de distinta duración y gravedad. Estos efectos son debido tanto a la ingestión (directa o por medio de cadenas alimentarias) de estas sustancias por los organismos marinos, como por un efecto que, al modificar la composición del agua, paraliza los movimientos de los organismos y dificulta los intercambios con el exterior.
En general, la contaminación debida a los residuos que produce la actividad humana es muy perjudicial para los ecosistemas. Bien sean residuos agrícolas (como pesticidas o abonos químicos), industriales (muy variados y altamente contaminantes), urbanos (principalmente las basuras domésticas y las aguas de las alcantarillas) o radioactivos (el material radiactivo inutilizable), se trata de un grave problema. Algunos residuos se tratan sobre la marcha, otros se trasladan a sitios especiales donde se destruyen o reutilizan parcialmente (si es posible), a menudo los residuos de los países desarrollados se envían a los países subdesarrollados… Pero, siguen siendo en gran medida los causantes de la degradación del medio ambiente. No obstante, algo se ha avanzado. Hoy existen ya algunas técnicas encaminadas a considerar los residuos como un recurso, como es el caso de la recogida separada de algunos productos urbanos y su reciclaje (como el papel o el vidrio) o la fermentación controlada de basuras para producir gas.
Destrucción de la capa de ozono
El mundo ha cambiado considerablemente desde que investigadores de las más diversas áreas dieran la señal de alarma ante la destrucción ambiental que la actividad descontrolada del hombre estaba creando. Al principio fue la comprobación del hecho de que los ecosistemas estaban siendo seriamente afectados por los desechos industriales y domiciliarios y que el uso de combustibles fósiles estaba degradando la calidad de vida de los habitantes de las grandes urbes. Después, como culminación de todo lo anterior, se descubrió que el uso de refrigerantes, aerosoles, espumas plásticas y sistemas de prevención de incendios, base de la sociedad de consumo actual, eran los principales causantes de la destrucción de la capa de ozono del planeta Tierra.
En una zona de la atmósfera de 19 a 48 km por encima de la superficie de la Tierra se producen concentraciones de ozono. El ozono se forma por acción de la luz solar sobre el oxígeno. Esto lleva ocurriendo muchos millones de años, pero los compuestos naturales de nitrógeno presentes en la atmósfera parecen ser responsables de que la concentración de ozono haya permanecido a un nivel razonablemente estable. A nivel del suelo, unas concentraciones tan elevadas son peligrosas para la salud, pero dado que la capa de ozono protege a la vida del planeta de la radiación ultravioleta cancerígena, su importancia es inestimable. Por ello, los científicos se alarmaron al descubrir que ciertos productos químicos llamados clorofluorocarbonos, o CFCs (compuestos del flúor), usados durante largo tiempo como refrigerantes y como propelentes en los aerosoles, representaban una posible amenaza para la capa de ozono.
Después de este anuncio, el mundo ya no podía ser el mismo de antes. La importancia del ozono radica en que protege toda la cadena de vida del planeta, ya que su estructura permite absorber los peligrosos rayos ultravioletas (UV - B) provenientes del Sol. La capa de ozono consiste en una barrera formada por este gas, que se encuentra prácticamente en un 95% en la estratosfera (entre los 8 y 50 kilómetros). La presencia del ozono en una columna atmosférica es realmente pequeña; si todo el ozono de la atmósfera estuviera repartido uniformemente sobre la superficie del mar, tan sólo formaría una capa de tres milímetros. A pesar de esta pequeña cantidad, es suficiente para interceptar la radiación solar transformándola posteriormente en calor, dando origen a la llamada capa cálida, escudo natural que protege al hombre, animales y plantas, de un exceso de radiación de onda corta o ultravioleta.
La capa de ozono se encuentra amenazada por muchas causas, entre ellas el CFC. El CFC es un derivado de los hidrocarburos saturados que se obtiene sustituyendo átomos de hidrógeno por átomos de cloro y flúor y se encuentra en forma de gas. Su utilización está prohibida o limitada en muchos países, porque reducen la cantidad de ozono existente en la estratosfera. Los compuestos de flúor tienen muchas aplicaciones. Los clorofluorocarbonos, ciertos líquidos o gases inodoros y no venenosos, como el freón, se usan como agente dispersante en los vaporizadores aerosol y como refrigerante.
En 1974, algunos científicos sugirieron que esos productos químicos llegaban a la estratosfera y estaban destruyendo la capa de ozono de la Tierra. Con la confirmación de estos descubrimientos al final de la década de 1980, la fabricación de esos productos químicos empezó a eliminarse por etapas. Así, el aerosol, un recipiente provisto de una válvula, diseñado para proporcionar una amplia variedad de sustancias en forma pulverizada, de espuma o chorro líquido, sustancias como la pintura, los cosméticos o los insecticidas, se mezcla con un gas propulsor que está sellado a presión en el recipiente. Algunos propulsores, como el óxido nitroso o el dióxido de carbono, se mantienen en forma de gas en el aerosol aunque estén a presión. Otros, como los clorofluorocarbonos, se licuan. Al apretar el botón de la válvula, el producto sube por un tubo y sale por ella. El gas licuado del fondo del aerosol se vaporiza para mantener la presión constante.
Al ser liberados en la atmósfera, estos productos químicos, que contienen cloro, ascienden y se descomponen por acción de la luz solar, tras lo cual el cloro reacciona con las moléculas de ozono y las destruye. Por este motivo, el uso de CFC en los aerosoles ha sido prohibido en muchos países. Otros productos químicos, como los halocarbonos de bromo, y los óxidos nitrosos de los fertilizantes, son también perjudiciales para la capa de ozono.
Al principio se creía que la capa de ozono se estaba reduciendo de forma homogénea en todo el planeta. En 1985, no obstante, posteriores investigaciones revelaron la existencia de un gran agujero (disminución del concentrado o de unidades Dobson) centrado sobre la Antártida; un 50% o más del ozono situado sobre este área desaparecía estacionalmente (a partir del mes de octubre). El adelgazamiento de la capa de ozono expone a la vida terrestre a un exceso de radiación ultravioleta, que puede producir cáncer de piel y cataratas, reducir la respuesta del sistema inmunitario, interferir en el proceso de fotosíntesis de las plantas y afectar al crecimiento del fitoplancton oceánico. Debido a la creciente amenaza que representan estos peligrosos efectos sobre el ambiente, muchos países trabajan en el proyecto de suprimir la fabricación y uso de los CFCs de aquí al año 2000. No obstante, los CFCs pueden permanecer en la atmósfera durante más de 100 años, por lo que la destrucción del ozono continuará representando una amenaza durante décadas.
La disminución del ozono atmosférico implica un aumento de las radiaciones ultravioleta, particularmente peligroso en el caso de las radiaciones UV-B. Los efectos más inmediatos de este incremento sobre las personas son el desarrollo de diversos tipos de cáncer de piel, incluyendo melanomas y el aumento de afecciones oculares. Otros riesgos probables derivados de una mayor irradiación, son la merma de las defensas inmunológicas ante las infecciones en personas y animales, y el posible daño sobre eslabones básicos de la cadena alimentaria, como el fitoplancton (plantas unicelulares) y el krill marinos (muy abundante en la Antártida), o determinadas plantas que se cosechan en diversas partes del mundo. Todos estos efectos se producirán, probablemente, antes en la Antártida y en el hemisferio sur, donde el vaciado de ozono es neto desde hace años durante las primaveras antárticas.
A medio y largo plazo, el aumento de la radiación ultravioleta puede afectar también al sistema climático terrestre. Las reacciones de descomposición química que se producen cuando el ozono intercepta a los rayos ultravioleta provocan el calentamiento de las zonas donde este gas abunda. Ello da lugar a corrientes de aire que configuran unas pautas de circulación de vientos, como es el caso de los torbellinos. Si el ozono disminuye, el calentamiento del aire amasado por un torbellino polar por la luz del sol se hace más lento, por lo que el vórtice tarda más en descomponerse.
Aunque los CFC's y otros gases dañinos para la capa de ozono, desaparecerán previsiblemente por efecto de los acuerdos internacionales para su reducción y posterior erradicación, quedarán no obstante varios problemas sin resolver. El más grave es que, aún parando en seco la producción de estos compuestos, la cantidad ya emitida de ellos y la estabilidad que mantienen son tales, que seguirán afectando al ozono durante décadas. Un segundo problema es la eliminación o reciclado de las enormes cantidades de CFC contenidas en millones de refrigeradores de todo el mundo. Tarea ingente que requiere esfuerzos coordinados de las administraciones y la industria, y la inversión de grandes cantidades de dinero.
c) Cambio climático y efecto invernadero
A lo largo de los 4.600 millones de años de historia de la tierra las fluctuaciones climáticas han sido muy grandes. En algunas épocas el clima ha sido cálido y en otras ha sido frío. A veces, se ha pasado bruscamente de unas situaciones a otras. Así, por ejemplo, algunas épocas de la Era Mesozoica han sido de las más cálidas de las que tenemos constancia fiable. En ellas la temperatura media de la Tierra era unos 5º C más alta que la actual. En los relativamente recientes últimos 1,8 millones de años, ha habido varias extensas glaciaciones alternándose con épocas de clima más benigno, similar al actual. A estas épocas se les llama interglaciaciones. La diferencia de temperaturas medias de la Tierra entre una época glacial y otra como la actual es de sólo unos 5º C o 6º C. Diferencias tan pequeñas en la temperatura media del planeta son suficientes para pasar de un clima con grandes casquetes glaciares extendidos por toda la Tierra a otra como la actual. Así se entiende que modificaciones relativamente pequeñas en la atmósfera, que cambiaran la temperatura media unos 2º C o 3º C podrían originar transformaciones importantes y rápidas en el clima y afectar de forma muy importante a la Tierra y a nuestro sistema de vida.
En el conjunto de la Tierra de produce un efecto natural similar al que se produce en un invernadero gracias a algunos gases atmosféricos. Dentro de un invernadero la temperatura es más alta que en el exterior porque entra más energía de la que sale, debido a la misma estructura del habitáculo, sin necesidad de que empleemos calefacción para calentarlo. La temperatura media en la Tierra es de unos 15º C y si la atmósfera no existiera sería de unos -18º C. Se le llama efecto invernadero por similitud, porque en realidad la acción física por la que se produce es totalmente distinta a la que sucede en un invernadero de plantas. El efecto invernadero hace que la temperatura media de la superficie de la Tierra sea 33º C mayor que la que tendría si no existieran gases con efecto invernadero en la atmósfera.
El efecto invernadero se origina porque la energía que llega del Sol, al proceder de un cuerpo de muy elevada temperatura, está formada por ondas de frecuencias altas que traspasan la atmósfera con gran facilidad. La energía remitida hacia el exterior, desde la Tierra, al proceder de un cuerpo mucho más frío, está en forma de ondas de frecuencias más bajas, y es absorbida por los gases con efecto invernadero. Esta retención de la energía hace que la temperatura sea más alta, aunque hay que entender bien que, al final, en condiciones normales, es igual la cantidad de energía que llega a la Tierra que la que ésta emite. Si no fuera así, la temperatura de nuestro planeta habría ido aumentando continuamente, cosa que, por fortuna, no ha sucedido.
Podríamos decir, de una forma muy simplificada, que el efecto invernadero lo que hace es provocar que le energía que llega a la Tierra sea "devuelta" más lentamente, por lo que es "mantenida" más tiempo junto a la superficie y así se mantiene la elevación de temperatura. Los gases con efecto invernadero son los siguientes:
| Acción relativa | Contribución real |
CO2 | 1 (referencia) | 76% |
CFCs | 15 000 | 5% |
CH4 | 25 | 13% |
N2O | 230 | 6% |
Como se indica en la columna de acción relativa, un gramo de CFC produce un efecto invernadero 15 000 veces mayor que un gramo de CO2, pero como la cantidad de CO2 es mucho mayor que la del resto de los gases, la contribución real al efecto invernadero es la que señala la columna de la derecha. Otros gases como el oxígeno y el nitrógeno, aunque se encuentran en proporciones mucho mayores, no son capaces de generar efecto invernadero. En el último siglo la concentración de anhídrido carbónico y otros gases invernadero en la atmósfera ha ido creciendo constantemente (la concentración media de dióxido de carbono se ha incrementado un 25% en los últimos 30 años; los niveles de metano se han doblado en los últimos 100 años; la cantidad de óxido de nitrógeno se incrementa en un 0.25% anual), debido a la actividad humana:
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A comienzos de siglo por la quema de grandes masas de vegetación para ampliar las tierras de cultivo
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En los últimos decenios, por el uso masivo de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas natural, para obtener energía y por los procesos industriales.
Muchos científicos piensan que a mayor concentración de gases con efecto invernadero se producirá un mayor aumento en la temperatura en la Tierra. A partir de 1979 los científicos comenzaron a afirmar que un aumento al doble en la concentración del CO2 en la atmósfera supondría un calentamiento medio de la superficie de la Tierra de entre 1,5 y 4,5 ºC.
Estudios más recientes sugieren que el calentamiento se produciría más rápidamente sobre tierra firme que sobre los mares. Asimismo el calentamiento se produciría con retraso respecto al incremento en la concentración de los gases con efecto invernadero. Al principio los océanos más fríos tenderán a absorber una gran parte del calor adicional retrasando el calentamiento de la atmósfera. Sólo cuando los océanos lleguen a un nivel de equilibrio con los más altos niveles de CO2 se producirá el calentamiento final.
Como consecuencia del retraso provocado por los océanos, los científicos no esperan que la Tierra se caliente todos los grados hasta hace poco previstos, incluso aunque el nivel de CO2 suba a más del doble y se añadan otros gases con efecto invernadero. Actualmente se predice un calentamiento de entre 1º C y 3.5 º C para el año 2100. Los estudios más recientes indican que en los últimos años se está produciendo, de hecho, un aumento de la temperatura media de la Tierra de algunas décimas de grado. Dada la enorme complejidad de los factores que afectan al clima es muy difícil saber si este ascenso de temperatura entra dentro de la variabilidad natural (debida a factores naturales) o si es debida al aumento del efecto invernadero provocado por la actividad humana.
Para analizar la relación entre las diversas variables y los cambios climáticos se usan modelos computacionales de una enorme complejidad. Hay diversos modelos de simulación de este tipo y, aunque hay algunas diferencias entre ellos, es significativo ver que todos ellos predicen una relación directa entre incremento en la temperatura media del planeta y aumento de las concentraciones de gases con efecto invernadero.
No es posible predecir con gran seguridad lo que pasaría en los distintos lugares, pero es previsible que los desiertos se hagan más cálidos pero no más húmedos, lo que tendría graves consecuencias en Oriente Medio y en África donde el agua es escasa. Entre un tercio y la mitad de todos los glaciares del mundo y gran parte de los casquetes polares se fundirían, poniendo en peligro las ciudades y campos situados en los valles que se encuentran por debajo del glaciar. Grandes superficies costeras podrían desaparecer inundadas por las aguas que ascenderían de 0,5 a 2 m. según diferentes estimaciones. Unos 118 millones de personas podrían ver inundados los lugares en los que viven por la subida de las aguas. Tierras agrícolas se convertirían en desiertos y, en general, se producirían grandes cambios en los ecosistemas terrestres. Estos cambios supondrían una gigantesca convulsión en nuestra sociedad, que en un tiempo relativamente breve tendría que hacer frente a muchas obras de contención del mar, emigraciones de millones de personas, cambios en los cultivos, etc.
d) Pérdida de la Biodiversidad
La biodiversidad es muy importante para la vida en nuestro planeta. Muchas especies y ecosistemas están desapareciendo, se están extinguiendo... lo cual verdaderamente es muy grave. La palabra “biodiversidad” empezó a utilizarse en los países desarrollados del Norte a partir de 1960, cuando algunos gobiernos y la sociedad civil empezaron a preocuparse por la desaparición acelerada de algunas especies. Los intereses económicos de las industrias que trabajaban con elementos biológicos intervinieron también en este renovado interés por el destino de las especies.
La biodiversidad se define como la variabilidad de genes, especies y ecosistemas presentes en un espacio determinado. La pérdida de la biodiversidad es el único impacto ambiental que sin lugar a dudas es irreversible. Hoy contamos con medios para revertir, en mayor o menor medida, muchos de los problemas que el hombre causa sobre el ambiente. Pero cuando una especie se extingue no hay absolutamente nada que podamos hacer para recuperarla. Por lo cual aprender sobre la importancia y las causas de este problema es fundamental para que todos contribuyamos a preservar la biodiversidad.
La biodiversidad es la respuesta de la naturaleza a los cambios ambientales. A mayor variabilidad de las especies mayores probabilidades de supervivencia. Si todos los organismos vivos fuesen iguales, probablemente desaparecerían frente a cualquier inundación, sequía, cualquier forma de contaminación, etc.
Cuando hay cambios en el ambiente que no son buenos para una especie o ecosistema, generalmente hay otra que se beneficia. Por ejemplo, durante una sequía habrá organismos que no pueden sobrevivir si no tienen mucha agua y por lo tanto mueren pero, gracias a la biodiversidad, hay otros que sí y por eso ocuparán el lugar que dejan los primeros. Además, la biodiversidad es muy importante para el ser humano porque le permite disfrutar de la naturaleza y porque en los animales y plantas del planeta están las sustancias necesarias para producir alimentos, medicamentos y muchas otras cosas.
Si una especie se desarrolla en el mejor lugar (hábitat) para satisfacer sus necesidades, lo más probable es que tenga muchas crías o frutos, que su reproducción sea óptima y eficaz. Ocurre que el organismo que mejor se reprodujo ha dejado gran cantidad de descendientes que tendrán la misma capacidad que él para vivir bien y reproducirse en un determinado ecosistema. Así es como algunas especies crecen y se expanden, mientras que otras se van extinguiendo hasta llegar a desaparecer. Este es un fenómeno natural que ha pasado desde siempre y está conectado con la evolución de las especies. El problema está en que el hombre ha acelerado este proceso natural de varias maneras y hoy se extinguen muchas especies para siempre del Planeta de un modo acelerado.
El hombre ha acelerado el proceso de extinción de especies de varias maneras. No se trata de una única causa sino de muchos motivos actuando a la vez. Muchos hombres trajeron a Europa, e incluso siguen trayendo, animales y plantas que son originarias de otros lugares (y que se conocen con el nombre de exóticas). La voluntad de disponer de los recursos biológicos por parte de los estados europeos fue una de las motivaciones principales en el siglo XIX del expansionismo de los europeos en África, de los colonos sobre las tierras indígenas del Oeste de Estados Unidos y de los gobiernos de la época en América del Sur. De este modo, las especies que se introdujeron empezaron a competir por el espacio y la comida con otras que sí son nativas de nuestro continente. Se reproducen en forma exagerada porque no encuentran depredadores naturales que frenen su expansión. Básicamente lo que pasa es que ocupan su lugar y muchas veces a costa de la desaparición de poblaciones enteras de nuestras preciosas especies nativas.
No sólo la introducción de nuevas especies es una amenaza para la biodiversidad. La caza de animales es otro grave peligro. Ésta puede ser legal (cuando existe autorización gubernamental) o ilegal. La caza ilegal, es decir, aquella que está prohibida por la ley, es un grave problema. Muchas de nuestras especies son objeto de una gran persecución por sus pieles o cueros, o simplemente porque algunas personas quieren tenerlos en sus casas (tortugas, aves, peces, etc.). Algunos de esos animales se encuentran amenazados o en peligro de extinción y la caza hace que cada vez sea más difícil su conservación. La caza ilegal genera grandes beneficios económicos, sobre todo cuando se trata de especies protegidas. Se trata de un tráfico internacional que no tiene en cuenta ni los costes humanos ni los medioambientales de esta actividad ilícita, pues pone en peligro la supervivencia del planeta.
La sobreexplotación de los recursos pesqueros también se está convirtiendo en un problema ambiental muy grave. La pesca excesiva hace que cada vez haya menos organismos adultos capaces de reproducirse, lo que hace que el tamaño de las capturas disminuya año tras año. A ello hay que añadir que algunas técnicas de pesca, utilizadas por las grandes flotas de barcos pesqueros, esquilman los recursos marinos existentes. El mar se queda sin peces y los pescadores sin trabajo.
La contaminación del aire, agua y suelo es otra de las causas de la extinción de especies. Por ejemplo si un río está muy contaminado cada vez son menos los organismos acuáticos que pueden vivir en él y, si la cosa no mejora, pronto se convertirá un río muerto... Esto mismo pasa con otros tipos de contaminación y en todas partes del mundo. Los árboles tienen sus hojas enfermas, las aves se van a lugares más limpios, los animales mueren... Por eso la contaminación de nuestro ambiente es un factor más que hace que vayamos perdiendo especies, y por lo tanto, biodiversidad. Se trata de un problema que perjudica tanto a las personas como al resto de los seres vivos por lo que es urgente revertir esta situación.
Por último, una de las causas principales de la desaparición de especies es la modificación o destrucción de sus ecosistemas. Cuando se producen cambios en los ambientes naturales, las especies pueden lograr sobrevivir, siempre que estos no sean muy profundos. Si alteramos mucho los ecosistemas es probable que los organismos que dependen de ellos mueran. Las alteraciones de los ecosistemas pueden producir pequeños o grandes cambios. Entre estos últimos están la instalación de rutas y carreteras que fragmentan los ecosistemas, los sistemas de riego que alteran la dinámica de los ríos, las represas hidroeléctricas que inundan grandes áreas, la deforestación a gran escala, etc.
No es nada fácil calcular cuales serían las consecuencias de continuar destruyendo nuestras especies y ecosistemas pero hay algunas cosas de las cuales podemos estar seguros. Las plagas que atacan a los cultivos desarrollarán resistencias a los métodos de control que la humanidad usa actualmente para combatirlas. Hoy, cuando algo así ocurre, los científicos recurren a la vida silvestre de nuestro planeta para encontrar soluciones que les permitan proteger las plantas. Si no fuera por la biodiversidad probablemente no tendríamos la oportunidad de recurrir a estos "remedios" que nos brinda la naturaleza y, por ende, no podríamos defender nuestros cultivos, que son la base alimentaria de gran parte de la población mundial. Por otro lado, la biodiversidad guarda aún muchos secretos que pueden ayudar a la humanidad. Por ejemplo, gran parte de los remedios que tomamos provienen de especies de plantas y animales silvestres. Hay quienes dicen que la cura a enfermedades terribles que sufre el hombre, como el SIDA o el cáncer, puede encontrarse en las selvas o bosques más desconocidos. Por último está el hombre, que no sólo utiliza la biodiversidad sino que también la disfruta. La naturaleza no está ahí únicamente para darnos las cosas que necesitamos para vivir, sino que también nos brinda la posibilidad de sentirnos bien con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Factores, como el tiempo de acción de los procesos naturales, la estabilidad ambiental, la acción de la competencia y la prelación entre especies han determinado que los países del sur presenten la mayor diversidad biológica y geográfica del mundo. Los países biodiversamente ricos son Brasil, Colombia, México, Madagascar y Malasia. A la riqueza de especies existente deben sumarse aquellas potencialmente capaces de convertirse en recursos.
Además, existe otra biodiversidad menos conocida: la biodiversidad agrícola, producto de milenios de coevolución natural y cultural. Es en la biodiversidad de las tierras trabajadas por los campesinos donde reside la fuente primaria de alimentos. Del mismo modo que con la biodiversidad silvestre, es en el Sur donde reside el mayor tesoro de recursos agrícolas de la humanidad.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la esperanza de un mundo sin hambre se depositó en la llamada “revolución verde”, un programa de producción de grandes cantidades de alimentos a partir del uso masivo de abonos y pesticidas artificiales. Se olvidó, sin embargo, que la causa principal del hambre no es de carácter técnico, sino político. La uniformización de cultivos y técnicas a que llevó la “revolución verde” provocó un empobrecimiento de la biodiversidad agrícola, que afectó tanto al Norte como al Sur. “En Estados Unidos, por ejemplo, de la totalidad de variedades vegetales registradas por el Ministerio de Agricultura en 1900, hoy sobrevive sólo un 3 %”, denunció el vicepresidente Al Gore en su libro La Tierra en balance.
La investigadora india Vandana Shiva señaló que durante la segunda mitad del siglo XX, las más de 30.000 variedades nativas de arroz cultivadas en la India a inicios del siglo XIX se habían reducido a sólo 50, de las cuales apenas 10 ocuparían las ¾ partes de los arrozales del país en unos pocos años más. Como se puede apreciar, la destrucción de diversidad alimentaria adquirió un ritmo acelerado, pero la conducta de los países y empresas que explotan en mayor medida esos recursos no ha cambiado sustancialmente.
Entre las amenazas a la biodiversidad, la ingeniería genética adquiere especial relevancia. La llamada “revolución biotecnológica”, como parte de la revolución científico-técnica del siglo XX, parece destinada a sustituir a la “revolución verde”. Pero sus consecuencias se están mostrando tan inciertas como las de esta última. A modo de ejemplo cabe mencionar la diseminación en ambientes naturales de materiales que producen enfermedades debido a fallos en la seguridad de los procedimientos experimentales, la multiplicación descontrolada de organismos genéticamente manipulados y las posibles implicaciones bélicas de esta tecnología, cuya investigación está concentrada en grandes multinacionales.
La biotecnología se nutre de la diversidad genética mantenida ancestralmente, pero no la mantiene. Su objetivo no es ampliar la base genética de cultivos y rebaños, sino simplemente aislar y utilizar unos pocos genes portadores de determinados caracteres.
En el ámbito de la biodiversidad silvestre, una amenaza importante está constituida por el apoyo que el actual sistema de ayuda y crédito internacionales proporciona a las actividades destructivas. Las sustitución de bosques por plantaciones forestales en régimen de monocultivo -a lo que la propia FAO ha colaborado- son ejemplos de esta situación.
Así, Tailandia, que perdió a lo largo del siglo casi el 80 % de sus bosques, está encarando un plan para aumentar su “cobertura forestal” que, paradójicamente, no apunta a regenerar los ecosistemas forestales naturales perdidos, sino a cubrir el país de plantaciones en régimen de monocultivo, principalmente de eucaliptos.
La creciente tendencia a al privatización de los recursos biológicos, tanto silvestres como agrícolas, es otra amenaza. Los acuerdos sobre derechos de propiedad intelectual impulsados por el Norte a través de la Organización Mundial de Comercio (OMC) busca abrir el camino para que la industria biotecnológica transnacional pueda explotar en su beneficio exclusivo las patentes de los productos con componentes animales y vegetales.
Por último, no existe una biodiversidad disociada de su contexto cultural, histórico y geográfico. La biodiversidad necesita de la diversidad de los sistemas, es decir, territorios donde poder desarrollarse. De ahí la importancia de las reivindicaciones de carácter territorial de las comunidades indígenas y campesinas.
Los reclamos territoriales de las comunidades indígenas y campesinas se fundamentan, así, del manejo del territorio sin destruirlo, manteniendo e incrementando la biodiversidad en todos sus aspectos. A finales del siglo XX, las reivindicaciones de ibans en Sarawak (Malasia), de los tupinikin en Spirito Santo (Brasil) y de los kollas (Argentina) son ejemplos de esas luchas.
e) Desertización
El problema no son los desiertos, sino el avance de éstos, lo que se denomina desertización. Pero si nos atenemos al significado estricto de la palabra, es aún más hondo el problema: se trata de la deserción o abandono de extensas áreas geográficas anteriormente habitadas y cultivadas. El fenómeno de las grandes concentraciones urbanas, que según los profetas del futuro sólo está a medio camino de lo que ha de ser, se produce a costa de ese abandono. Y suele ocurrir que la deserción humana se deba a una previa desertización de esos territorios. Es finalmente la falta de agua lo que determina su desertización primero y su abandono después.
Desero, deserere, deserui, desertum significa abandonar, dejar, separarse de, faltar a, descuidar. Este verbo no pasó al español, sí en cambio sus derivados. En su lugar desarrollamos el verbo dejar, derivado de laxare. A partir de deserere se formaron en latín primero el adjetivo desertus, con los significados adjetivos de desierto, inculto, silvestre, abandonado, solitario. Formaron también el sustantivo agente desertor, con el mismo valor que tiene nuestro "desertor" y a partir de él "deserción". Hasta aquí nada sorprendente. Lo que sí sorprende es que a pesar de las vueltas que ha dado la palabra y de los diferentes usos a que se ha aplicado (tenemos la deserción, la desertización y los concursos desiertos), se mantenga totalmente vivo el significado profundo de la misma: en efecto, el verbo deserere es un compuesto del prefijo de (con valor de separación), más el verbo sero, serere, sevi, satum, que significa sembrar; de donde se deduce claramente que deserere significa dejar de sembrar, y por extensión dejar de cultivar (en todas las acepciones de este verbo).
Un desierto es, por tanto, en estricta propiedad, un territorio que se ha dejado de cultivar. Este concepto no se puede aplicar a los desiertos propiamente dichos, evidente producto de la naturaleza; sí en cambio, y con todo rigor, al avance del clima desértico y por tanto de los desiertos a costa de zonas anteriormente cultivadas que hay que acabar abandonando a causa de su aridez, con responsabilidad humana por tanto, ya sea por acción (la propia agricultura a costa de los bosques y gran consumidora neta de agua es por sí misma desertización) como por omisión, abandonando a su suerte amplias zonas antes cultivadas después de haberlas sometido a un intenso proceso de desecación y depauperación. La aridez, el calor, la falta de agua, el clima riguroso en fin, son lo que define y hace el desierto. Con el agravante de que a todo ello contribuye el hombre de forma muy notable mediante la agricultura intensiva (agotadora del terreno), la ganadería, cada vez más dependiente de ese tipo de agricultura, y todo tipo de industrias, que mediante la deforestación, la alteración del suelo y la devolución a las aguas y a la atmósfera de los desechos, resecan seriamente el clima.
El término “desertificación” se utilizó por primera vez refiriéndose a “las arenas en vías de degradación en África tropical por el mal uso de los recursos”. La Conferencia de la Unión Internacional de Geógrafos, realizada en Río de Janeiro en 1956, trató el problema de los países afectados por la desertización.
En las Conferencias de Montreal (1972), de Moscú (1976) y de Nairobi (1977), las discusiones sobre el grave deterioro de las zonas áridas y semiáridas crearon condiciones para delimitar un Plan Global de Lucha contra la Desertización. En la Cumbre de la Tierra (1992) se aprobó la Convención sobre este tema.
La vida terrestre depende del frágil y diminuto espesor de los suelos que recubren los continentes. Este manto vital que oscila de algunos centímetros en las áreas rocosas a cuatro o cinco metros en las áreas tropicales, tarda millones de años en formarse.
Los errores cometidos por el hombre en la gestión de los recursos naturales, como hemos visto a lo largo de este trabajo, pueden desencadenar procesos de degradación que en muy pocos años lleven a su total destrucción. Los nutrientes y materia orgánica (humus) se concentran en los primeros centímetros de los suelos, de ahí que en muy poco tiempo se puede producir una reducción muy significativa de su productividad biológica, con la correspondiente disminución de la fijación del CO2 atmosférico.
Según la Convención, la desertificación afectaba a un tercio de la superficie total del planeta. Existen indicios de que eta degradación se debe a diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas depredatorias.
El mal aprovechamiento de los suelos no se debe sólo a equívocas prácticas tecnológicas, sino a complejas causas socioeconómicas, educativas y culturales, donde la pobreza agrava aún más la fragilidad natural de las tierras secas.
Desde la reunión de Nairobi, varios países consideran que la lucha contra la desertificación no debe restringirse a zonas climáticas, porque todo ecosistema terrestre, por causas naturales o inducidas por el hombre, puede estar deteriorando su productividad biológica, y estar dando pasos hacia su destrucción final. Tal sería el caso de muchas zonas tropicales húmedas sometidas a deforestaciones devastadoras que, en muy pocos años han generado focos de verdaderos desiertos; o los fenómenos de rosión hídrica de suelos en las zonas templadas, subhúmedas-húmedas, donde se concentran las tierras más fértiles del planeta.
El plan de lucha de la Convención contra la Desertificación enfatiza la real participación de las poblaciones afectadas por el proceso y en toma de conciencia por parte de los gobiernos.
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Enviado por: | Adrian Sayago Perello |
Idioma: | castellano |
País: | España |