Literatura


Doña Berta; Leopoldo Alas, Clarín


Doña Berta

Resumen:

Capitulo I

Nos relata el escenario donde vivía la protagonista Dª Berta de Rondaliegos, un lugar al norte de España a donde nunca llegaron ni los romanos ni los moros.

Dicho lugar pertenecía al consejo de Carreño, partido judicial de Gijón.

Su casa estaba situada en el barrio de Zaorin y era llamada dentro del barrio Susacasa la hondonada frondosa, en medio de la cual hay un gran prado que tiene por nombre Aren. Al estremo noroeste del mismo pasa un arroyo, al cual los dueños de la Sausacasa desde algunos siglos atrás venían llamándolo río, aunque algunos vecinos del mismo barrio lo llamaban el Regatu.

Capitulo II

Cuenta que la protagonista, vive con Sabelona (criada de los Rondaliegos desde lo s 10 años), con un gato, el casero, y la hija de este. También vive con ellos un criado que nunca es el mismo puesto que el casero es de muy mal genio y despide a casi todos los que pasan por allí por culpas leves.

Doña Beta es pobre pero limpia, lava su ropa y presume de la blancura de la misma que contempla orgullosa una vez puesta a secar encima de la huerta.

Cuando esta de mal humor y contempla el prado se molesta al ver pasar personas por las servidumbres públicas que atraviesan sus propiedades, les dice que por allí no se va a ninguna parte que en Zaorín se acaba el mundo. considera estos senderos de dominio absoluto

Capitulo III

En este no narra tiempos anteriores en la vida de Doña Berta cuando vivía con sus cuatro hermanos, huérfanos desde pequeños. El mayor Don Claudio hacia de padre. La limpieza de la sangre era entre ellos un culto. Todos buenos afables, como Berta que era una sonrisa andando, hacia obras de caridad.

La librería de la casa, llena de libros religiosos, de devoción recogida y desengañada, y libros de blasones.

El mayor pecado de los Rondaliegos era pensar mal de la plebe a quien protegían, Por su parte los villanos recogían con gesto de humillación servil los beneficios y a solapo se burlaban de la decadencia de aquel señorío.

Todos los hermanos permanecieron solteros, eran fríos, apáticos aunque bondadosos y risueños.

A Berta y a sus hermanos les encantaba leer novelas traducidas del francés que traía uno de ellos, los hermanos las leían como pasatiempos solos para entretenerse, en cambio Berta soñaba con estas novelas deseando tener alguna vivencia parecida.

Algo parecido a la que conocía por los libros le sucedió, un buen DIA apareció por la casa un capitán herido, fugitivo que cayó desmayado delante de la portilla de la quinta, nuestra protagonista lo recogió y lo escondió en la capilla de la casa, que estaba abandonada, aquí lo mantuvo hasta que decidió contárselo a sus hermanos que eran como ella carlistas y temía que al conocer del fugitivo herido lo entregaran a alguno de los suyos si pasaban por allí y le buscaban. Sus hermanos lo aprobaron, y el capitán fue trasladado a la casa. Dos meses estuvo Berta cuidándolo y enamorándose de el cada vez más.

Una vez que el capitán pudo levantarse, dos de los hermanos que eran los que estaban en la casa, pues los otros dos habían ido a la ciudad, entablaron con él una buena amistad, puesto que nuestro capitán era un hombre simpático y capaz de distraerlos.

Capitulo IV

Una vez recuperado el capitán sus fuerzas se creyó obligado a reanudar su marcha y volver al campo de batalla en busca de sus compañeros. Dejaba allí su alma, que era Berta. Los hermanos impidieron que partiera tan pronto diciéndoles que mientras más tardara en irse, más tardaría en volver a luchar contra los carlitas, y era una buena forma de pagar la hospitalidad que le habían brindado los Rondaliegos. El capitán se dejó convencer.

El amor que Berta sentía por el capitán era compartido a su vez por este, llegando a su culminación un día que estaban paseando por la huerta, Berta perdió la ideal del bien y del mal, cayendo en los brazos de su capitán y entregándole su honor.

El día después el capitán partió para unirse a su ejercito. Prometió a Berta volver y llevarla ante el altar, cosa que no puede cumplir pues muere en una trinchera.

Cuando los hermanos de Berta conocen lo que pasó entre los enamorados, no son capaces de perdonarla y la castigan ya que había deshonrado con su pecado la casa solariega. La infeliz cayó enferma de un mal que acabó en un bautizo misterioso y oculto. Le dijeron que si hijo había muerto. No podían soportar como sobrino al hijo del traidor así como tampoco podían permitir que se supiera de la existencia del hijo bastado. Los hermanos regalaron al niño a unos mercenarios, preocupándose solamente en que no se supieran nunca sus orígenes.

Los hermanos la dejaron sola en la casa y se repartieron la herencia.

Poco a poco Berta fue perdiendo la esperanza de que su capitán volviera.

Así en este rincón escondido la joven deshonrada fue envejeciendo, no llegando a comprender la vida fuera de Posadorio. Berta se había perdonado su falta, pero no perdonaba en el fondo de su alma a sus hermanos el robo de su hijo, cosa que mientras ella fue joven le pareció legítimo, aunque le dolía infinitamente, en su madurez le acusaba su conciencia de madre y no se perdonaba así misma, diciéndose “yo debí protestar, reclamar el fruto de mi amor, buscarlo a toda costa, no creer en mis hermanos cuando me aseguraron que había muerto”.

Dos de los hermanos murieron sin volver por la casa, los otros dos regresaron, El mayor de los hermanos fue el primero en morir, Berta en su lecho de muerte no se atrevió por el respeto que sentía hacia él, de preguntarle la verdad de su hijo. Cuando moría él ultimo de los hermanos Berta le suplicó que le dijera si estaba muerto o no, él si verla la miró y una lagrima salió de sus ojos, muriendo y dejando a Berta sola en el mundo.

Capitulo V

Cuenta que en una tarde de agosto, Doña Berta se puso a canturrear una de aquellas baladas románticas que había aprendido en su juventud, sola, en la intimidad, puesto que no le gustaba que los demás la escucharan cuando cantaba, ni tampoco le gustaba estar acompañada cuando pensaba en su pasado.

Un buen día le apeteció subir a lo alto del monte, cosa que no le había hecho en años atrás, allí absorta en sus pensamientos y cánticos creyó oír un ruido, este ruido provenía de un, un guapo mozo de unos 30 años, moreno fuerte y con mucha barba, de buen vestir aunque un poco descuidado, que paseaba por aquello entornos buscando colores e ideadas para un nuevo trabajo, comenzaron a hablar y ella le confesó que era sorda.

Se dieron cuenta de que se caían bien y al poco rato estaban hablando como buenos amigos. Este joven era un ilustre pintor de Madrid.

En sus conversaciones hubo confidencias:

_Ella le contó de sus amores hacia el capitán y le pidió opinión.

-Él le contó de sus vivencias en la guerra y de su amigo del alma, un capital y bravo jugador, al que le dedicó su mejor obra un gran cuadro donde reflejaba una batalla y cuyo protagonista principal era el capitán herido en la batalla

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Consoló a la afligida Berta al decirle que su querido capitán según su opinión por las cosas que ella le coto no volvió a cumplir con su promesa porque se lo impidió la muerte.

Capitulo VI

La criada encendió los candelabros pues ya estaba oscureciendo, el pintor recorrió la estancia con la vista deteniéndose en un cuadro pintado de una bella joven, preguntó a la criada de quien se trataba, y esta señaló a Berta.

Como ya había anochecido Doña Berta le ofreció una invitación para que se quedara a cenar, a dormir. Él acepto, aunque se ofreció a pagar la posada, sacando una copia del retrato y ofreciéndose a hacer otro con mejor calidad.

A la mañana siguiente el pintor, se levantó muy temprano; hizo llevar el cuadro a la huerta y allí comenzó su tarea, a media tarde terminados sus apuntes recogió sus bártulos y se despidió de su nueva amiga.

Níveamente Berta en su soledad quedó pensando en que su capitán no había sido un malvado como supusieron sus hermanos, sino que había sido un héroe,,,Si, lo mismo que el capitán del pintor.

Al cabo de una semanas el pintor le envió a través de un aldeano un paquete que contenía dos retratos al óleo; uno era el de Berta de Rondaliego copia del retrato que estaba en el salón, y el otro tenia un rotulo al pie que decía en letras pequeñas: <<Mi capitán>>, No era más que una cabeza. Doña Berta al mirarlo quedó paralizada y pensó aquel mi capitán era también el suyo...

El capitán del pintor era como una restauración del retrato del otro capitán que ella veía en sus pensamientos.

Doña Berta escribió al pintor sabia su nombre y el consejo donde pasaba sus vacaciones aunque no así otros datos respecto a la dirección. En la carta le contaba con detalle del alcance de su relación con su capitán y le pedía noticias del origen del capitán del pintor: ¿cómo se llamaba?, ¿quien era?, ¿su origen?, ¿su familia? Y también quería saber quien había dado aquel dimero al pobre héroe que había muerto sin pagar. Por ultimo le preguntaba si la obra era suya, si estaba vendida, y cuanto podría costar.

Quería pagar la deuda de su hijo, quería comprar el cuadro que representaba la muerte heroica de su hijo.

Ella que en vida no pudo darle nada a su hijo, quería ahora dárselo todo; la honra de su hijo era suya, lo que debía él lo debía ella, quería pagarlo.

Pasaron los meses y no recibió noticias del pintor, por lo que Doña Berta se decidió a actuar por si sola, pidió al Señor don Casto Pumariega, que estaba interesado en las propiedades de ella, un préstamo sobre las mismas.

Con el dinero decidió irse a Madrid, le propuso a Sabelona que la acompañara, pero esta que nunca había salido del pueblo rechazo la invitación y se fue a vivir con unos parientes de un consejo vecino.

Capitulo VII

Marcha de Doña Berta a Madrid acompañada por su gato. El Sr. Casto se ofreció a llevarla hasta la estación.

Al despedirse de su criada y compañera de tantos años ambas sintieron una gran emoción y rompieron a llorar.

Doña Berta subió el repecho, y desde allí contemplo sus dominios, no se sentía amada por sus tierras , pero en cambio ella si las amaba. Se despidió con un triste adiós de aquellas tierras y sus recuerdos.

Capitulo VIII

En Madrid la nieve caía a montones, se sentía perdida, asustada, madrugaba para no ver tanta gente en la calle. La iglesia era su refugio; sólo allí encontraba algo que se pareciese a lo de allá

Como era sorda quería adivinar con la mirada si la gente que encontraba en la calle le decía algo, por eso sonreía, y saludaba con cabezadas expresivas, y murmuraba excusas. Temía a la multitud..., pero sobretodo temía el ser atropellada, pisada, triturada por caballos o por ruedas. Pasaba mucho miedo; la gente era amable con ella pues en varias ocasiones la habían salvado de grandes peligros, sacándola de ser atropellada por algún carruaje. Aquella preocupación constante del ruido, del transito, de los choques y los atropellos había llegado a ser una obsesión que la apartaba, a pesar suyo, de sus grandes pensamientos de su vida atormentada.

Se enfermó, 8 días de cama le dieron un gran valor que la impuso a buscar el cuadro. Este estaba depositado en un caserón cerrado al publico donde le tenia el gobierno hasta que se decidiera si se quedaba con el un ministro o se lo llevaba un señoreen americano, lo que desconocía era el precio del cuadro.

Capitulo IX

Fue a la iglesia y ocupó un rincón que ya tenia por suyo, cuando salió estaba animada, vacilante y dispuesta a luchar por su causa. Fue a buscar al hijo y a sus acreedores.

Tomo un coche y pidió que la llevaran al lugar donde conocía se encontraba el cuadro, logró que le permitieran entrar. Fue recibida por un señor gordo nada amable al que le pidió se le permitiera ver el cuadro de Valencia, el señor señalo, un lienzo enorme que estaba en el suelo y le indicó que era ese.

Al verlo como estaba en el suelo, no vio nada y dijo con voz temblorosa, implorando compasión...­_No se ve nada.

De mala manera el señor le contesto que los lienzo no se hacían para verlos en el suelo sino colgados de una pared.

Ella le rogó lo levantaran para poder velo, pero le contesto que ya no había tiempo que la exposición ya había terminado y que tenían que embalarlos para llevarlos a su propietario.

El cuadro ya se iba a embalar pero rogó a los mozos que esperaran unos minutos y le permitieran velo desde lo alto de una escalera de mano, ayudada por uno de ellos y sujetándose con firmeza, subió unos cuantos peldaños, desde esa altura el cuadro adquirió forma y contempló el lienzo viendo con sorpresa en su capitán una mezcla de su amado, de ella misma y de su hermano mayor, no había duda era su hijo, un Rondaliego apenas había visto aquella figura se le lleno el alma ...¡era su hijo¡

Capitulo X

En el mismo coche que fue a la casona , regreso a su casa, sin apenas fuerzas para andar.

Recuperada de su impresión quiso saber donde vivía el dueño del cuadro para poder contemplarlo e intentar comprarlo.

El valor del cuadro se había triplicado porque su autor había muerto aquel otoño, así comprendió el porque nunca tuvo respuesta del pintor.

Consiguió la dirección del rico americano y fue cada día en algunas ocasiones mañana y tarde a su casa para contemplar el cuadro, daba buenas propinas a los sirvientes para que le permitieran entrar, En cuanto salía de allí el anhelo de volver se convertía en fiebre.

Le surgieron algunas dudas sobre si seria en realidad aquel capitán o no su hijo, como iba a entregar una fortuna y quedarse en la miseria si no estaba segura de si era o no el sudario de su hijo. Doña Berta acabó por sentir la austera alegría de la fe en la duda. La verdad estaba en darlo todo, no por su fe...sino por su duda. En la duda amaba lo que tenía de fe.

No de esos día en que estaba contemplando el cuadro, conoció su propietario, en otra ocasión en que volvió a coincidir con el le hablo de su interés en comprar aquel lienzo; Él le dijo que el lienzo no estaba en venta. Una tarde al saber Doña Berta que el americano se llevaba el cuadro para la Habana, sin llorar, y a duras penas pidió la ultima conferencia, y a solas declaró su secreto, todo lo que consiguió fue que la permitieran asistir al acto solemne de descolgar el cuadro. El millonario prometió guardar el secreto, pero indagar sobre la veracidad de la historia.

Capitulo XI

Aquella noche soñó Doña Berta que de un pueblo remoto, allá en los puertos de su tierra, donde había muerto el pintor amigo, un señor notario muy pequeño le traía una agradable noticia, el testamento verdadero del pintor, donde se le dejaba el cuadro a ella la madre del capitán. Despertó y se esfumó la alegría, ella bien sabia que las cosas soñadas no se cumplen.

Tuvo un altercado con la posadera a la hora de desayunar a causa del gato, que al estar acostumbrado a la vida campestre no estaba educado para vivir encerrado, y rompía y ensuciaba todo lo que se le tropezaba. De mala gana tubo que aceptar encerrar al gato en un sitio donde no molestaba a nadie y de donde no podía salid.

Después de oírse la misa, doña Berta fue a contemplar por ultima vez el cuadro, nerviosa y asustada atravesó la calle sintió un golpe, un ruido, cayo al suelo derribada por un caballo y murió pocos minutos después.

El gato solo y sin que nadie se ocupara del corrió su mínima suerte, se dejó caer en un rincón, tal vez soñando en las mariposas que no podía cazar.

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Enviado por:Scorpion
Idioma: castellano
País: España

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