Política y Administración Pública


Democracia


LA DEMOCRACIA

La palabra Democracia proviene del griego, demos, 'el pueblo' y kratein, 'gobernar', es un sistema político por el que las personas de un país ejercen su soberanía mediante cualquier forma de gobierno que hayan decidido establecer. En las democracias modernas, la autoridad suprema la ejercen en su mayor parte los representantes elegidos por sufragio popular en reconocimiento de la soberanía nacional. Dichos representantes pueden ser sustituidos por el electorado de acuerdo con los procedimientos legales de destitución y referéndum y son, al menos en principio, responsables ante el electorado. En muchas democracias, se eligen tanto al jefe del ejecutivo como al cuerpo legislativo. En las monarquías constitucionales típicas, como puede ser el caso de Gran Bretaña, España y Noruega, sólo se eligen a los parlamentarios, de cuyas filas saldrá el primer ministro quien nombrará un gabinete.

Aunque se utilicen a menudo de forma intercambiable, los términos democracia y república no son sinónimos. La democracia supone la participación popular en el nombramiento de los gobernantes, algo que no siempre ocurre con las repúblicas, muchas de ellas dictatoriales o sometidas a un régimen de partido único.

ANTECEDENTES HISTORICOS Y EVOLUCIÓN

La democracia en la Grecia y Roma antiguas

Democracia
El gobierno del pueblo tuvo un importante papel en las democracias de la era precristiana. A diferencia de las democracias actuales, las democracias de las ciudades-estado de la Grecia clásica y de Roma durante los primeros años de la República eran democracias directas, donde todos los ciudadanos tenían voz y voto en las asambleas que se celebraban a modo de consejos municipales. No se conocía el gobierno representativo, innecesario debido a las pequeñas dimensiones de las ciudades-estado (que no sobrepasaban casi nunca los 10.000 habitantes). La antigua democracia no presuponía la igualdad de todos los individuos, ya que la mayor parte del pueblo, que estaba constituido por esclavos y mujeres, no tenía derechos políticos. Atenas, la mayor de las democracias urbanas, limitaba el derecho al voto a aquellos ciudadanos que hubieran nacido en la ciudad. La democracia romana se parecía a la de los griegos, aunque Roma concediese a veces la ciudadanía a quienes no eran de origen romano. El estoicismo romano, que definía a la especie humana como parte de un principio divino, y las religiones judía y cristiana, que defendían los derechos de los menos privilegiados y la igualdad de todos ante Dios, contribuyeron a desarrollar la teoría democrática moderna.

La República romana desembocó en el despotismo del Imperio. Las ciudades libres de Italia, Alemania y Flandes continuaron la tradición democrática y aplicaron algunos principios democráticos durante la edad media, en especial, en el autogobierno del pueblo, plasmado en el municipio. Los esclavos dejaron de constituir una parte mayoritaria de las poblaciones nacionales. A medida que el feudalismo desaparecía, surgía, a su vez, una clase media comercial y rica que disponía del dinero y el tiempo necesarios para participar en asuntos de gobierno. Resultado de esto fue el resurgimiento de un espíritu de libertad basado en los antiguos principios griegos y romanos. Los conceptos de igualdad de derechos políticos y sociales se definieron aún más durante el renacimiento, en el que se vio potenciado el desarrollo del humanismo, y más tarde durante la Reforma, en la lucha por la libertad religiosa.

Europa occidental y Estados Unidos

Comenzando con la primera rebelión popular contra la monarquía que tuvo lugar en Inglaterra en 1642, llevada a su punto culminante con la ejecución del rey Carlos I, las acciones políticas y revolucionarias contra los gobiernos autocráticos europeos dieron como resultado el establecimiento de gobiernos republicanos, algunos autocráticos, aunque con una tendencia creciente hacia la democracia. Este tipo de acciones estuvieron inspiradas y guiadas en gran parte por filósofos políticos, sobre todo por los filósofos franceses Charles Louis de Montesquieu y Jean-Jacques Rousseau, y por los estadistas estadounidenses Thomas Jefferson y James Madison. Antes de que finalizase el siglo XIX todas las monarquías importantes de Europa occidental habían adoptado una Constitución que limitaba el poder de la corona y entregaba una parte considerable del poder político al pueblo. En muchos de estos países se instituyó un cuerpo legislativo representativo creado a semejanza del Parlamento británico. Es posible que la política británica ejerciese pues la mayor influencia en la organización de las democracias mundiales, aunque el influjo de la Revolución Francesa fue de igual forma poderoso. Más tarde, el éxito de las instituciones democráticas en los Estados Unidos sirvió como modelo para muchos pueblos.

Democracia
Las principales características de la democracia moderna son la libertad individual, que proporciona a los ciudadanos el derecho a decidir y la responsabilidad de determinar sus propias trayectorias y dirigir sus propios asuntos, la igualdad ante la ley, el sufragio universal y la educación. Estas características han sido proclamadas en grandes documentos históricos, como la Declaración de Independencia estadounidense, que afirmaba el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano francesa, que defendía los principios de libertad civil e igualdad ante la ley, y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobado por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en diciembre de 1948. En él se recogen los derechos civiles y políticos fundamentales que atañen a personas y naciones, tales como la vida, la libertad, la intimidad, las garantías procesales, la condena y prohibición de la tortura, de la esclavitud, y los derechos de reunión, asociación, huelga y autodeterminación entre otros. Desde su promulgación, la Declaración, aunque sólo fue ratificada por una parte de los Estados miembros, ha servido de base para numerosas reivindicaciones políticas y civiles, en cualquier Estado.

Hacia mediados del siglo XX todos los países independientes del mundo, a excepción de un pequeño número, contaban con un gobierno que, en su forma si no en la práctica, encarnaba algunos de los principios democráticos. Aunque los ideales de la democracia han sido puestos en práctica, su ejercicio y realización han variado en muchos países.

En América Latina, la democracia se inició con el proceso insurgente (1810-1824), al que sucedió una época de regímenes constitucionalistas. Se promulgaron constituciones en todos los países pero se multiplicaron de forma excesiva a consecuencia de los constantes cambios políticos y las imposiciones de los grupos dominantes.

Democracia
El predominio del caudillismo, las presiones de los caciques y las oligarquías, los enfrentamientos ideológicos y la dependencia económica externa, fueron algunos de los factores que provocaron la inestabilidad, la lucha de multitud de facciones, el subdesarrollo y el estancamiento generalizado, que se ha convertido en rasgos característicos de la política de América Latina.

Se sucedieron épocas de libertad y democracia con otras en las que se generalizaron los regímenes autoritarios y las dictaduras militares.

Al iniciarse la década de 1980, América Latina vive un auténtico renacer de la democracia, que se ha extendido, a partir de los cambios ocurridos en Perú y Ecuador, a los demás países. En casi todos ellos se manifiesta un fuerte apego a las constituciones, que consagran los contenidos del Estado de Derecho. Quienes propugnan el desarrollo democrático en América Latina luchan, sin embargo, contra una cultura política en la que el autoritarismo ha jugado un papel muy significativo.

LOS PRINCIPIOS QUE PROMUEVEN LOS VALORES DEMOCRÁTICOS

Los valores obran como una brújula que guía el ideal democrático y son fuente de inspiración de las leyes fundamentales. Los principios obran como supuestos fundamentales de ese ideal y son los que imprimen la dinámica propia del ejercicio democrático. Hay tres principios que no pueden dejar de estar presentes en un sistema democrático: la legitimidad, el consenso y la representación.

LEGITIMIDAD

La legitimidad - que significa "conforme a derecho"- es un atributo del Estado que da la idea contraria a imposición, usurpación y utilización de la fuerza.

Un sistema democrático es legítimo cuando la mayor parte de la población ha manifestado por intermedio de los mecanismos pertinentes, conformidad y aceptación con respecto a las personas y a las instituciones que la representan.


La legitimidad se manifiesta a través de tres elementos fundamentales:

  • La comunidad política, que es la representada y a su vez la que ejerce el reconocimiento de la legitimidad;

  • El régimen, que constituye la estructura organizativa del poder político y está formado por las instituciones que responden a los valores democráticos;

  • El gobierno, que conforma la cúpula que tiene a su cargo las funciones donde se concreta el poder político y cuya legitimidad está dada en cuanto haya sido elegido conforme a derecho y cumpla con las normas establecidas.


CONSENSO

El consenso es la actitud de un conjunto de personas que se traduce en la aceptación o en el comportamiento convergente y articulado con respecto a un fenómeno específico.En los regímenes democráticos tiene particular significación, ya que reviste de legitimidad a sus instituciones en cuanto posibilita la aceptación común de las leyes, reglas y normas que aquéllas promulgan. Da cuerpo y sustento a un sistema de creencias compartido.

El consenso permite la previsibilidad de la conducta de una sociedad y es fuente de eliminación y prevención de conflictos. Su misión fundamental es la de mantener el orden público.Como en la sociedad no puede haber consenso universal, el consenso parcial preponderante es lo que da legitimidad a las instituciones y lo que facilita el equilibrio propio de los regímenes democráticos. Es por lo tanto indispensable educar para la tolerancia, ya que el consenso y el disenso son realidades que se hallan en compleja interacción. De allí surge el camino de la convivencia, principio que aporta al conjunto social para que se tornen posibles: la igualdad, la garantía de justicia, la paz, la unión nacional, la seguridad, la tolerancia, la flexibilidad.

REPRESENTACION

El principio de representación es ejercido por los gobernantes en las funciones públicas jurídicamente autorizadas. Representan a los ciudadanos que los eligen y cuya voluntad se expresa a través del sufragio universal.

El principio de representación va asociado a conceptos que lo fundamentan: soberanía popular, legitimación, control político, participación permanente y transmisión de las demandas políticas.

DEMOCRACIA: La mejor opción para las comunidades políticas

El sufragio uníversal, el multipartidismo y el constitucionalismo, son los elementos más aptos para hacer realidad aquellos valores y principios que son esencia de la democracia.

  • El sufragio universal hace posible la igualdad y la libertad al otorgar el derecho de representar y ser representados a todos los ciudadanos sin distinciones.

  • El multipartidismo funciona como el instrumento que permite la expresión popular a partir de principios y creencias dispares, de modo que funciona como el instrumento en el que se manifiesta la igualdad de oportunidades y la libertad de expresión.

  • El constitucionalismo a través del equilibrio de poderes, posibilita el acceso en forma directa o indirecta al debate de ideas, al ejercicio de la capacidad de iniciativa propia, al control de los gobernantes, a la seguridad jurídica, con lo que se aseguran los valores de justicia y libertad.

LA REALIDAD DE LA DEMOCRACIA

Agrupando las coincidencias en grandes temas, tendremos un panorama general de la realidad latinoamericana y del funcionamiento de la democracia. Aunque el cuadro dista de ser optimista, revela que existe una voluntad de actuar y de comprometerse en la solución de los problemas.

Muchas de las falencias descriptas tienen su razón de ser: han sido prolongados los períodos en que un gran número de nuestros países latinoamericanos tuvieron gobiernos de facto, autoritarios o dictatoriales. Retomar la senda democrática o comenzar el camino, no es tarea fácil ni de corto plazo. Requiere adaptación, cambios de mentalidad en la dirigencia de todos los sectores, participación popular y, sobre todo, educación y posibilidad de aplicar lo aprendido. Hay y habrá éxitos, retrocesos y proyecciones. Lo importante es tener la convicción de que no existe el sistema que pueda reemplazar a la democracia y que es nuestra tarea diaria fortalecerlo y mejorarlo.

La democracia requiere que tanto gobernantes como gobernados tengan en cuenta una serie de valores, que incluye autolimitación, compromiso, negociación, y esto no se logra de la noche a la mañana, sino que es el resultado de años de práctica.

Por lo demás, hay una problemática que no es exclusiva de Latinoamérica sino que se repite en los países que han salido de la órbita comunista y en ciertos aspectos en los países desarrollados y con democracias consolidadas. Esto globaliza también la lucha por el rescate de valores y la necesidad de formar redes de acción internacional.

Veamos el diagnóstico:

1. Crisis de Representatividad. Sistemas electorates.

Un vasto sector de la población no se siente representado por la actual clase dirigente. La corrupción en todos los niveles y los abusos de poder llevan inevitablemente a una falta de credibilidad que afecta a la representación política y es causa de la desvalorización de las conductas públicas.

El ciudadano se siente impotente para revertir ese estado de cosas que se repite con mayor o manor intensidad según los países. Uno de los rasgos de nuestras culturas políticas es el personalismo: los hombres ostentan más prestigio que las propias instituciones. Los gobiernos personalistas y demagógicos, cuando no dictatoriales, que caracterizaron las conducciones políticas de muchos gobiernos latinoamericanos, se sustentaron en el paternalismo de estado, en el estado benefactor, lo que les dio gran popularidad especialmente entre las clases marginadas, aunque la resultante fue conducir a los países a graves problemas económicos y a promover en la ciudadanía actitudes de pasividad y dependencia de los gobiernos.

Con el advenimiento de gobiernos demacráticos, crecieron desmesuradamente las expectativas del pueblo. Un importante sector de la población exige respuestas a todas sus necesidades, sin que aflore como contrapartida el sentido de responsabilidad que le cabe a cada uno en el fortalecimiento y la consolidación del sistema: hay sectores de profesionales o sindicalistas que pretenden seguir recibiendo privilegios y beneficios en detrimento de otros grupos; hay sectores privados que se enriquecen cada vez más, sin tener en consideración las políticas que pueden favorecer a sectores de pobreza; hay sectores políticos formados por profesionales de la política que utilizan cualquier método para perpetuarse en el poder.

La concentración de poder en una persona o la dominación que ejercen sobre las masas las "élites" de poder o los grupos de intereses, la falta de austeridad y de transparencia de actos de gobierno, alejan a la ciudadanía de la posibilidad o la voluntad de participación. Surge como consecuencia una peligrosa apatía y un sentimiento de impotencia y escepticismo que se convierte en acciones de fuerte protesta o de violencia.

En otro aspecto, es común que los buenos candidatos no lleguen a las posiciones de importancia. Con frecuencia se identifica el triunfo y el derecho al poder con el dinero y la fama y esto es fuente de marginación política.

La elección de candidatos requiere la inversión de cifras millonarias para las campañas electorates, en especial para tener una presencia indispensable en los medios de comunicación. Esto favorece en cierta medida la corrupción y la concesión de privilegios: por un lado se dan casos de sectores tanto sindicales como empresariales y otros grupos de presión, que buscan cambiar dinero por influencias para resolver sus situaciones sectoriales a través promesas de legislación y de medidas gubernativas; por otro lado no podemos ignorar que, junto a un periodismo serio y veraz, hay un periodismo venal, que maneja los tiempos y la información con eficacia y parcialidad, en respuesta a determinados intereses o en pago de servicios.

No dejan de ser en parte responsables de estas situaciones los partidos políticos y los sistemas electorales. Los primeros, debido a los manejos internos para la postulación de candidaturas y las intrigas y manipulaciones del poder; los segundos, debido a la conformación de listas sábanas o a distintos mecanismos que dificultan el conocimiento de los candidatos o que hacen imposible el acceso a las candidaturas fuera de los partidos políticos.

Para revertir estas fallas, es necesario que se conozca la importancia que tiene el seguimiento que deben hacer los ciudadanos de las leyes que están en tratamiento y de las personas a quienes se ha confiado la representación. Debe controlarse de cerca el curso de los quehaceres públicos y vigilar que las leyes que se consienten, se cumplan escrupulosamente y se respeten en todos los casos e instancias. Si el orden y la seguridad jurídica están a salvo, lo estarán nuestros derechos y la posibilidad de organizar y proyectar nuestro futuro.

La ciudadanía es cada vez más consciente de que si elegir con total libertad a los representantes es su primer derecho político, es también fundamental premiarlos o castigarlos a través del sufragio según su actuación. Los resultados electorates que se están dando en distintos países, demuestran una creciente exigencia de los votantes en cuanto a la calidad, eficiencia y honestidad que deben ofrecer los postulantes a la representación política. El voto se emite en forma mucho más meditada, lo que revela que se está comprendiendo que, sin ser el único, es el instrumento más directo para promover la llegada política de los mejores, de los probos, de los idóneos, con el sentido de totalidad que tiene este término.

Las buenas leyes requieren el sincero sometimiento a ellas, pero requieren también la presencia activa de buenos representantes. Se da sin embargo la circunstancia que aumenta la frecuencia con que el poder Ejecutivo legisla por decretos y medidas provisorias, dejando de lado a veces preceptos constitucionales, con la consiguiente desvalorización de las instituciones y del rol del poder Legislativo.

De ahí la trascendencia que tiene el funcionamiento del sistema de pesos y contrapesos para lograr el equilibrio de los tres poderes del Estado, cosa que difícilmente se conseguirá si no se eleva la cultura de los pueblos y de los gobernantes, a fin de construir mediante la educación, el gobierno democrático posible, para que se apliquen en los hechos las libertades nominales y se cumplan las constituciones escritas.

... "La sociedad argentina toda está demandando a su dirigencia nuevas pautas de conducta: está pidiendo políticos más sinceros, sensibles, eficaces en la gestión administrativa, más orientados a soluciones concretas, menus corruptos... El tipo de dirigente que la gente va a buscar en el futuro cercano... personas sencillas y responsables, capaces de volcarse a su tarea con abnegación...Los problemas de fondo (en ninguna parte hay paradigmas bien desarrollados) son de naturaleza social, económica y política...Es hora de atender los problemas de las sociedades pobres, y de las partes pobres de las sociedades ricas...En lo económico, inversiones productivas; ...innovación política: reconstruir el tejido social donde anidan las raíces de la dirigencia y del Estado... crear condiciones sociales capaces de sustentar a gobiernos con aptitud para gobernar con legitimidad..."


2. Problemas socio-económicos. Marginalidad.

Ante las variadas dificultades económicas, el ciudadano común de nuestros días, agobiado por las cargas que pesan sobre él, se va despojando paulatinamente de otras preocupaciones o intereses, para concentrar sus energías en la actividad económica y mejorar o simplemente tratar de mantener el nivel de vida de su familia. El resultado es que cae en el descreimiento respecto de la conducción general de la sociedad y termina descreyendo de sí mismo y de sus propias fuerzas. Los efectos de esta función negativa se hacen sentir en el ámbito familiar y social y, a pesar de que el problema económico no es excluyente, no pocas veces es el causante de la disolución de la familia, del divorcio y del abandono de menores, con todas las consecuencias que ello supone.

El dirigente político ve asimismo restringida su capacidad para variar el curso de los acontecimientos. Ante la imposibilidad de explicar las dificultades que existen para cambiar situaciones, pierde adhesión electoral o calla la verdad y promete lo que luego no podrá cumplir. Se ingresa entonces al círculo de las esperanzas que rápidamente se convierten en frustraciones.

La conciencia de la injusticia, de las propias carencias contrapuestas con las situaciones irregulares en el modo de acceso a bienes, de la falta de una educación adecuada para responder a las demandas laborales, crean una marginación económica y cultural y provocan crisis hondas y díficiles de soportar por la sociedad en general y por cada persona en particular. El sentido de solidaridad se corroe y aparece no sólo el resentimiento y la desesperación de sectores postergados en su bienestar y progreso, sino el abandono social de las responsabilidades y las previsibles fragmentaciones internas en la sociedad.

La falta de austeridad y los casos de enriquecimiento demasiado rápido debido a manejos financieros más que a productivos, no son un buen ejemplo para quienes trabajan con sacrificio y obtienen magros resultados de sus esfuerzos.

El deterioro significativo de los valores, se hace más evidente ante la aparición de los síntomas de decadencia moral de una sociedad que da prioridad al consumismo, mientras la corrupción afecta a la familia, las costumbres y la economía. No es ajeno a este cuadro por las graves consecuencias que acarrea, el aumento del narcotráfico y el uso indiscriminado de drogas.

La confianza en la justicia, una equitativa distribución de las cargas, una mayor solidaridad social y un ejercicio de la responsabilidad de parte de las clases dirigentes, comenzarían a dar, en cambio, una mayor estabilidad a las instituciones y a imponer naturalmente respeto por ellas y por quienes las integran.

Reconocer los males es el comienzo de la lucha para dominarlos. Creemos que el hastío social ha llegado a un punto crítico. La identificación de los problemas que enfrenta la democracia en nuestros países y su profundización, permitirán escoger los caminos correctivos para ir superándolos. Pero ahora, debemos sobre todo proponernos pasar de la "cultura declarativa a la cultura ejecutiva".

" ...Los males de una situación económica no se remedian con mecanismos artificiales que no pueden ser sino falaces... Cuando hay sufrimientos por haber invertido capitales de un modo improductivo, cuando los hay por exceso de los consumos, no se presentan otros medios de salvación, sino aumentar la producción por el capital y el trabajo, sanamente empleados, subordinándose al mismo tiempo a un régimen restrictivo en los gastos públicos y privados..."


3. El deterioro moral. La justicia.

En las constituciones están contempladas todas las posibilidades de aplicación y defensa de la democracia. Lamentablemente una cosa es lo que está escrito y otra la realidad en muchos países. Hay valores como la libertad, que se respetan, pero otros que se olvidan o se relegan con facilidad.

De las respuestas recibidas surge que la inoperancia jurídica y la falta de independencia del poder Judicial, están en la base misma de las distorsiones que se detectan en nuestros sistemas democráticos y republicanos. Sin una justicia independiente y eficaz no hay seguridad y se generaliza la impunidad ante los hechos de corrupción, la violación de los derechos ciudadanos, la arbitrariedad y la prepotencia del poder. Es así como el desprestigio de la justicia crece a niveles peligrosos.

Al mismo tiempo se hace cada vez más común la tendencia a juzgar casos y personas a través de los medios de comunicación, sin un conocimiento cabal de los hechos y sin que se analicen las estructuras legales con el profesionalismo requerido. Las campañas periodísticas tanto por radio y TV como por los medios gráficos, ejercen una presión indebida sobre los jueces, en especial sobre los buenos jueces que juzgan exclusivamente de acuerdo a derecho. No hay que olvidar que si se considera que hay leyes malas, existe el poder Legislativo para modificarlas o anularlas. Lo que no se puede admitir es la impunidad frente a verdaderos cases delictivos.

La vocación de servicio ha entrado en crisis. Son constantes los reclamos por conductas políticas y falta de ejemplaridad. La ambición personal es el impulso común de muchos de nuestros representantes. Las campañas se organizan, no tanto para servir a la ciudadanía, sino para obtener el cargo y después acomodar a los amigos, los parientes, los conmilitones. Frente a ello, los funcionarios probos, los buenos politícos, ven empalidecida su actuación.

Todo esto dificulta la convivencia nacional y el respeto por las instituciones y los partidos políticos, con lo que se desdibujan las posibilidades de participación política y de asumir compromisos para el bien de la comunidad.

La restitución de los valores fundamentales es una de las prioridades de nuestro tiempo. El amor a la patria, la virtud del civismo, la honestidad, la solidaridad, deben ser los pilares de la educación cívica de los ciudadanos, tanto en la familia como en los diversos estamentos de la sociedad (la escuela, la universidad, las iglesias, las asociaciones cívicas) y muy especialmente en los medios de comunicación que, en líneas generales, dejan mucho que desear al respecto, ya que no sólo exacerban las bajas pasiones sino que relegan a un segundo plano, cuando no ignoran, a las personas y situaciones dignas de ejemplaridad.


" ...Si no existe una verdad última - la cual guía y orienta la acción política - entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia."



4. La sociedad civil

El cambio social, el rápido ascenso y descenso provocado por crisis coyunturales o totales o problemas emergentes de difícil solución, son factores que movilizan a las personas y grupos afectados. En resguardo de la salad social, se require que esas fuerzas se conformen en instituciones diversas. Una multiplicidad institucional de esa naturaleza, es una valla para el desborde incontrolado de la violencia y el desorden del reclamo. Instituciones autónomas, complejas, coherentes brindan espacios políticos para el ejercicio del reclamo justo y la búsqueda equilibrada de soluciones.

La preponderancia mundial que están adquiriendo estas entidades, conocidas como Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), tiene especial fuerza en Latinoamérica. El equilibrio y la prudencia, son valores que las caracterizan en su gran mayoría, lo que asegura una real dimensión a los diversos factores sociales para que, entre otras cosas, no se crucen los límites normativos y se haga necesario apelar al recurso de la fuerza institucional.

Las ONGs están sembrando semillas para hacer más fuertes las raíces democráticas, están promoviendo el compromiso cívico para crear un sentido de comunidad profundo y permitiendo la resolución de muchos de los problemas que se deben enfrentar en el complejo entramado social de la actualidad. Comparten además valores fundamentales y la voluntad de servir a estos valores.

En realidad están llamadas a cubrir espacios que, en muchos casos, deja vacíos la clase política y están llamadas también a despertar esas "reservas de civismo" que existen en las sociedades y que no se manifiestan cuando el mundo político las ignora.

Estos canales abiertos a la participación, hacen que la gente sienta que puede cambiar muchas cosas y en la práctica están demostrando que lo que se ha dado en llamar la "sociedad civil", puede instrumentar soluciones que los políticos profesionales no abordan por miopía o falta de interés. A través de estas organizaciones, el público encuentra su voz y fortalece su poder de ciudadanía.

Si, en general, los ciudadanos se sienten descontentos y frustrados ante un sistema político que no les da cabida o al que no tienen interés de pertenecer, hay muchos que aún tienen confianza en que algo podrán lograr, especialmente en el nivel municipal. Esto queda bien demostrado en algunas elecciones locales que sorprenden por los resultados, donde surgen electas personas que se han destacado por su honestidad y capacidad y que pertenecen tanto al sector conocido como independiente, como a partidos que en otros niveles, son minoritarios.

En los jóvenes la apatía es preocupante, aunque no estarían lejos de ser atraídos a la participación, incluso política, si se les presentara una oferta distinta, una oportunidad para ser escuchados y comprendidos, para intercambiar ideas y propuestas, para tener mayor protagonismo en las decisiones y en las soluciones.

El despertar de la sociedad civil hacia la participación está haciendo resurgir el espíritu de solidaridad y de responsabilidad ciudadanas, el compromiso que cada uno debe tener con su comunidad, sin esperar que la resolución de problemas comunes esté exclusivamente en manos de profesionales y del gobierno.

Aceptar el desafío de valorar la importancia de una eficaz articulación entre la sociedad política y la sociedad civil, es la prioridad del momento. El enfrentamiento y la crítica son desgastantes y no conducen a las soluciones. La colaboración y la complementación son las nuevas formas de hacer política, para que cada sector pueda hacer fructificar sus posibilidades y conocimientos, en un clima de igualdad, justicia y libertad.

Transmitir a las sucesivas generaciones los valores que enriquecen y fortalecen la democracia, recrear la realidad para mantener el equilibrio de las fuerzas que nos permitan seguir cultivando esos valores, es una tarea eminentemente educativa que las organizaciones cívicas están dispuestas a realizar.

"... la política no puede ni debe restringirse a los procesos políticos en los que se disputa la toma del poder gubernamental, sino que se encuentra íntimamente relacionada con todas aquellas acciones que de manera deliberada y directa inciden en la promoción del bien común de la sociedad en sus diversas dimensiones. Esto hace de toda la sociedad un agente político, un actor de la política y, por tanto, un factor de la democracia. Para ello es necesaria la presencia de estructuras sociales que faciliten la participación efectiva y que generen una verdadera corresponsabilidad, es decir, una real solidaridad con el destino de la Patria. "

LA SOBERANIA POPULAR

En la actualidad, la soberanía popular amparada en la Constitución de 1978, se encuentra representada en las denominadas Cortes Generales (Congreso de los Diputados y Senado), así como las asambleas legislativas de algunas de las comunidades autónomas que forman el Estado español reciben a su vez la denominación de Cortes.

El integrante del Parlamento o Congreso de los Diputados, en quien hace de representación de la soberanía popular, ejerce la potestad legislativa del Estado y controla la acción del Gobierno.

Características:

  • Los derechos fundamentales se sustraen al libre control de la ley, siendo reconocidos en las constituciones, dotadas de mayor rango jurídico.

  • Es frecuente la implantación de procedimientos específicos y restrictivos para el desarrollo o la reforma legislativa en materia de derechos fundamentales o libertades públicas.

  • Las garantías de tales derechos y libertades se refuerzan, estableciéndose procedimientos preferentes y rápidos para su protección y la creación, en ocasiones, de un órgano supremo de jurisdicción constitucional al que se encomienda, en última instancia, la protección de los derechos referidos.

  • Cabe también (en lo concerniente a las garantías) la creación de un órgano unipersonal que, en calidad de comisionado de la soberanía popular, asuma la defensa de derechos y libertades frente a los ataques a unos y otras que pudieran provenir de la administración, ejerciendo a tales efectos una especie de control parajurisdiccional sobre la actividad de ésta.

  • Cabe asimismo arbitrar un sistema de inmediato amparo judicial de los derechos y libertades fundamentales —hábeas corpus— frente a su desconocimiento eventual por los agentes administrativos. Los derechos y libertades fundamentales sólo pueden suspenderse con carácter excepcional, en supuestos y circunstancias reglados en los propios textos constitucionales.

EL LIBERALISMO

El Liberalismo es una, actitud, filosofía o movimiento que tiene como eje principal el desarrollo de la libertad personal y del progreso de la sociedad. Hoy en día se considera que los objetivos del liberalismo y de la democracia son los mismos, pero en el pasado muchos liberales consideraban la democracia como algo poco saludable por alentar la participación de las masas en la vida política. A pesar de ello, el liberalismo acabó por confundirse con movimientos que pretendían transformar el orden social mediante la profundización de la democracia. Debe distinguirse pues entre el liberalismo que considera el cambio social como algo gradual, flexible y adaptable, y el radicalismo, que considera el cambio social como algo fundamental que debe realizarse a través de distintos principios de autoridad.

El desarrollo del liberalismo en un país concreto, desde una perspectiva general, se halla condicionado por el tipo de Gobierno con que cuente ese país. Por ejemplo, en los países en que los estamentos políticos y religiosos están disociados, el liberalismo implica, en síntesis, cambios políticos y económicos. En los países con Iglesia oficial o de gran influencia sobre el Estado, el liberalismo va unido al anticlericalismo. En política interior, los liberales se oponen a las restricciones feudales que impiden a los individuos ascender socialmente, a las limitaciones a la libertad de expresión o de opinión que establece la censura y a la autoridad del Estado ejercida con arbitrariedad e impunidad sobre el individuo. En política internacional los liberales se oponen al predominio de intereses militares en los asuntos exteriores, así como a la explotación colonial de los pueblos indígenas, por lo que han intentado implantar una política cosmopolita de cooperación internacional. En cuanto a la economía, los liberales han luchado contra los monopolios y las políticas de estado que han intentado someter la economía a su control. Respecto a la religión, los liberales se han opuesto a la interferencia de la Iglesia en los asuntos públicos y a los intentos de grupos religiosos para influir sobre la opinión pública.

A veces se hace una distinción entre el llamado liberalismo negativo y el liberalismo positivo. Entre los siglos XVII y XIX, los liberales lucharon en primera línea contra la opresión, la injusticia y los abusos de poder, al tiempo que defendían la necesidad de que las personas ejercieran su libertad de forma práctica, concreta y material. Hacia mediados del siglo XIX, muchos liberales desarrollaron un programa más pragmático que abogaba por una actividad constructiva del Estado en el campo social, manteniendo la defensa de los intereses individuales. Los seguidores actuales del liberalismo más antiguo rechazan este cambio de actitud y acusan al liberalismo pragmático de ser un autoritarismo camuflado. Los defensores de este tipo de liberalismo argumentan que la Iglesia y el Estado no son los únicos obstáculos en el camino hacia la libertad, y que la pobreza también puede limitar las opciones en la vida de una persona, por lo que aquélla debe ser controlada por la autoridad real.

El Humanismo

Después de la edad media, el liberalismo se expresó quizá por primera vez en Europa bajo la forma del humanismo, que reorientaba el pensamiento del siglo XV para el que el mundo (y el orden social), emanaba de la voluntad divina. En su lugar, se toma en consideración las condiciones y la potencialidad de los seres humanos. El humanismo se desarrolló aún más con la invención de la imprenta que incrementó el acceso de las personas al conocimiento de los clásicos griegos y romanos. La publicación de versiones en lenguas vernáculas de la Biblia favoreció la elección religiosa individual. Durante el renacimiento el humanismo se impregnó de los principios que regían las artes y la especulación filosófica y científica. Durante la reforma, en algunos países de Europa, y de un modo muy acusado en los que adoptaron el protestantismo, el humanismo luchó con intensidad contra los abusos de la Iglesia oficial.

Según avanzaba la transformación social, los objetivos y las preocupaciones del liberalismo cambiaron. Pervivió, sin embargo, una filosofía social humanista que buscaba el desarrollo de las oportunidades de los seres humanos, y así también las alternativas sociales, políticas y económicas para la expresión personal a través de la eliminación de los obstáculos a la libertad individual.

El liberalismo moderno

En la Inglaterra del siglo XVII, durante la Guerra Civil inglesa, algunos miembros del Parlamento empezaron a debatir ideas liberales como la ampliación del sufragio, el sistema legislativo, las responsabilidades del gobierno y la libertad de pensamiento y opinión. Las polémicas de la época engendraron uno de los clásicos de las doctrinas liberales: Areopagitia (1644), un tratado del poeta y prosista John Milton donde defendía la libertad de pensamiento y de expresión. Uno de los oponentes del pensamiento liberal, el filósofo Thomas Hobbes, contribuyó sin embargo al pensamiento liberal a pesar de que apoyaba una intervención absoluta y sin restricciones del gobierno. Hobbes pensaba que la verdadera prueba para los gobernantes debía ser por su efectividad y no por su apoyo doctrinal a la religión o a la tradición. Su pragmático punto de vista sobre el gobierno, que defendía la igualdad de los ciudadanos, allanó el camino hacia la crítica libre al poder y hacia el derecho a la revolución, conceptos que el propio Hobbes repudiaba con virulencia.

John Locke

Uno de los primeros pensadores liberales más influyentes fue el filósofo inglés John Locke. En sus escritos políticos defiende la soberanía popular, el derecho a la rebelión contra la tiranía y la tolerancia hacia las minorías religiosas. Según el pensamiento de Locke y de sus seguidores, el Estado no existe para la salvación espiritual de los seres humanos sino para servir a los ciudadanos y garantizar sus vidas, su libertad y sus propiedades bajo una Constitución.

Gran parte de las ideas de Locke se ven reflejadas en la obra del pensador político y escritor inglés Thomas Paine, según el cual la autoridad de una generación no puede transmitirse a sus herederos, que si bien el Estado puede ser necesario eso no lo hace menos malo, y que la única religión que se puede pedir a las personas libres es la creencia en un orden divino. Thomas Jefferson también se adhirió a las ideas de Locke en la Declaración de Independencia y en otros discursos en defensa de la revolución, en los que atacaba al gobierno paternalista y defendía la libre expresión de las ideas.

En Francia la filosofía de Locke fue rescatada y enriquecida por la ilustración francesa y de forma más destacable por el escritor y filósofo Voltaire. Insistía en que el Estado era superior a la Iglesia y pedía la tolerancia para todas las religiones, la abolición de la censura, un castigo más humano hacia los criminales y una organización política sólida que se guiara sólo por leyes dirigidas contra las fuerzas opuestas al progreso social y a las libertades individuales. Para Voltaire, al igual que para el filósofo y dramaturgo francés Denis Diderot, el Estado es un mecanismo para la creación de felicidad y un instrumento activo diseñado para controlar a una nobleza y una Iglesia muy poderosas. Ambos consideraban ambas instituciones como las dedicadas con mayor intemperancia al mantenimiento de las antiguas formas de poder. En España y América Latina, a comienzos del siglo XIX se generalizó entre los pensadores y políticos ilustrados una poderosa corriente de opinión liberal. La propia palabra "liberal" aplicada a cuestiones políticas y de partido se utilizó por vez primera en las sesiones de las Cortes de Cádiz y sirvió para caracterizar a uno de los grupos allí presentes. Entre los primeros y más destacados pensadores y políticos liberales españoles se hallaban el jurista Agustín Argüelles, el conde de Toreno y Álvaro Flórez Estrada, entre otros. En América Latina las nuevas ideas de los ilustrados de los siglos XVII y XIX ejercieron notable influencia y tanto los escritores franceses, como los ingleses y los padres de la Independencia en Estados Unidos, además de los liberales españoles, fueron conocidos, estudiados y leídos con gran fruición.

El utilitarismo

En Gran Bretaña el liberalismo fue elaborado por la escuela utilitarista, principalmente por el jurista Jeremy Bentham y por su discípulo, el economista John Stuart Mill. Los utilitaristas reducían todas las experiencias humanas a placer y dolor, y sostenían que la única función del Estado consistía en incrementar el bienestar y reducir el sufrimiento pues si bien las leyes son un mal, son necesarias para evitar males mayores. El liberalismo utilitarista tuvo un efecto benéfico en la reforma del código penal británico. Bentham demostró que el duro código del siglo XVIII era antieconómico y que la indulgencia no sólo era inteligente sino también digna. Mill defendió el derecho del individuo a actuar en plena libertad, aunque sea en su propio detrimento. Su obra Sobre la libertad (1859) es una de las reivindicaciones más elocuentes y ricas de la libertad de expresión.

El liberalismo en transición

A mediados del siglo XIX, el desarrollo del constitucionalismo, la extensión del sufragio, la tolerancia frente a actitudes políticas diferentes, la disminución de la arbitrariedad gubernativa y las políticas tendentes a promover la felicidad hicieron que el pensamiento liberal ganara poderosos defensores en todo el mundo. A pesar de su tendencia crítica con los Estados Unidos, para muchos visitantes europeos era un modelo de liberalismo por el respeto a la pluralidad cultural, su énfasis en la igualdad de todos los ciudadanos y por su amplio sentido del sufragio. A pesar de todo, en ese momento el liberalismo llegó a una crisis respecto a la democracia y al desarrollo económico. Esta crisis sería importante para su posterior desarrollo. Por un lado, algunos demócratas como el escritor y filósofo francés Jean-Jacques Rousseau no eran liberales. Rousseau se oponía a la red de grupos privados voluntaristas que muchos liberales consideraban esenciales para el movimiento. Por otro lado, la mayor parte de los primeros liberales no eran demócratas. Ni Locke ni Voltaire creyeron en el sufragio universal y la mayor parte de los liberales del siglo XIX temían la participación de las masas en la política pues opinaban que las llamadas clases más desfavorecidas no estaban interesadas en los valores fundamentales del liberalismo, es decir que eran indiferentes a la libertad y hostiles a la expresión del pluralismo social. Muchos liberales se ocuparon de preservar los valores individuales que se identificaban con una ordenación política y social aristocrática. Su lugar como críticos de la sociedad y como reformadores pronto sería retomada por grupos más radicales como los socialistas.

Economía

La crisis respecto al poder económico era aún más profunda. Una parte de la filosofía liberal era el modo de entender la economía de los llamados economistas clásicos como los británicos Adam Smith y David Ricardo. En economía los liberales se oponían a las restricciones sobre el mercado y apoyaban la libertad de las empresas privadas. Pensadores como el estadista John Bright se opusieron a legislaciones que fijaban un máximo a las horas de trabajo basándose en que reducían la libertad y en que la sociedad, y sobre todo la economía, se desarrollaría más cuanto menos regulada estuviera. Al desarrollarse el capitalismo industrial durante el siglo XIX, el liberalismo económico siguió caracterizado por una actitud negativa hacia la autoridad estatal. Las clases trabajadoras consideraban que estas ideas protegían los intereses de los grupos económicos más poderosos, en especial de los fabricantes, y que favorecían una política de indiferencia e incluso de brutalidad hacia las clases trabajadoras. Estas clases, que habían empezado a tener conciencia política y un poder organizado, se orientaron hacia posturas políticas que se preocupaban más de sus necesidades, en especial, hacia los partidos socialistas.

El resultado de esta crisis en el pensamiento económico y social fue la aparición del liberalismo pragmático. Como se ha dicho, algunos liberales modernos, como el economista anglo-austriaco Friedrich August von Hayek, consideran la actitud de los liberales pragmáticos como una traición hacia los ideales liberales. Otros, como los filósofos británicos Thomas Hill Green y Bernard Bosanquet conocidos como los idealistas de Oxford, desarrollaron el llamado liberalismo orgánico, en el que defendían la intervención activa del estado como algo positivo para promover la realización individual, que se conseguiría evitando los monopolios económicos, acabando con la pobreza y protegiendo a las personas en la incapacidad por enfermedad, desempleo o vejez. También llegaron a identificar el liberalismo con la extensión de la democracia.

A pesar de la transformación en la filosofía liberal a partir de la segunda mitad del siglo XIX, todos los liberales modernos están de acuerdo en que su objetivo común es el aumento de las oportunidades de cada individuo para poder llegar a realizar todo su potencial humano.

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Democracia

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Enviado por:Carlos Campa
Idioma: castellano
País: España

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