La democracia es un proyecto de vida, no es una retórica; esto nos lo enseñó la civilidad griega desde hace mucho tiempo y otras sociedades han intentado construir fundamentos y principios para que la vida misma pueda ser beneficio y uso de todos los habitantes del planeta en igualdad de condiciones.

La democracia es un camino bastante largo, complejo e indefinido, más sin embargo se pueden considerar como condiciones mínimas de ésta, el ejercicio de los derechos humanos, aunque de nada sirve, si para ejercer estos, no tenemos aseguradas las mínimas garantías sociales, económicas, políticas y culturales como ciudadanos en un estado de derecho, supuestamente como el nuestro; como lo dijera Carlos Marx, “Además del derecho es necesaria la posibilidad”.

La democracia, se fundamenta en tres direcciones: La posibilidad, la igualdad y la racionalidad, y son estas condiciones las que le dan validez a los proyectos democráticos en su plena aplicabilidad y funcionamiento.

La democracia está apalancada en una ética social horizontal, es decir entre iguales, ya que los grandes valores que la desarrollan son la justicia, la reciprocidad y la solidaridad. Aquí no cabe la discriminación y el racismo, sólo el reconocer el punto de vista de vista del otro en la diferencia ideológica; reconocer entonces que el centro de la razón y la totalidad de la verdad no es nuestra, es un imperativo de la democracia.

La democracia es aquella que se construye en las relaciones sociales cotidianas, creando un mundo de instrumentos colectivos, donde la participación y las decisiones desde la autonomía toman la forma real en la construcción de una sociedad justa y libre, mediando por consenso y negociación cultural los conflictos de intereses en las diferentes clases sociales y no a través de la violencia y el exterminio físico y moral que posee el más fuerte que controla y asume el poder.