Literatura
Daniéle en la Isla; Eve Desarre
Daniéle estaba en un rincón de la fiesta cuando el guapo y el más simpático de su clase, Guy, se le acercó y estuvieron hablando durante un largo tiempo.
Guy tenía hombros de atleta, ojos grises brillantes y dientes de americano. Era el chico perfecto y con el que muchas chicas habían soñado.
Se hubiera aburrido más en casa, con su madre, que en la fiesta. Porque Daniéle no tenía padre. Cuando tenía cinco años según le contó su madrina, la señora Faucheux, su padre, sin duda, un buen ingeniero, fue a dar a casa de unos amigos y allí se enamoró a primera vista de una criolla, Bernadette, de una isla de Guadalupe, pues era difícil resistirse de tan bella y atractiva persona.
Cuando la joven se empezó a aburrir le dijo al esbelto Guy que se iba a cas. Él amablemente le ofreció llevarle en su mini, recién comprado, pero ella le dijo que prefería ir andando. Cuando llegaron a casa, el joven le pidió a ver si le dejaba tomar una última copa acercándose queriendo darle un beso y la respuesta de la chiquilla fue un bofetón. Inmediatamente se giró y subió las escaleras de cuatro en cuatro. Una vez delante de la puerta, con el corazón en la boca, buscaba las llaves mientras pensaba en lo sucedido.
La casa de la joven era grande y tenía tan solo dos habitaciones, la suya y la de su madre. En un momento pensó en bajar y pedirle perdón a Guy, pero luego creyó que si lo hacía pensaría que estaba loca del todo.
Entonces para entretenerse abrió el frigorífico y decidió hacerse una tortilla. Estaba tan nerviosa que en vez de cerrar la puerta del frigorífico parecía que lo atravesaba. De repente se abrió la puerta y su madre, con cara de enfado, le echó un buen sermón. Después se dio cuneta de que algo le sucedía a Daniéle y le intento ayudar pero la chica, cabezota como su padre, le decía que no le pasaba nada, que solo estaba cansada.
Cuando todo parecía marchar mejor volvieron a seguir con la discusión y a hablar o más bien a criticar a Claude, el padre de la chiquilla. Daniéle no soportaba que se hablara mal de su padre y su madre que lo defendieran. La discusión llegó a tal extremo que la señora Legentilhomme, o sea, su madre, le pidió que se fuera de casa como lo hizo su marido Claude hace años.
Entonces aquella chica cogió su bolso y se fue a la cafetería de la estación Saint-Lazare. Pidió un café que ni se tomó y se dio cuenta de que no tenía más dinero. Entonces, para solucionarlo, llamo a los Faucheux y ellos, sin hacerle preguntas, le dijeron que fuera a su casa a cenar y hablarían.
Una vez en casa de ellos se sentaron a cenar, a Daniéle al principio le costó arrancar, pero al final logró desvergonzarse y pudo decir algo. Les contó todo lo que le había sucedido aquel día y también la discusión que tuvo con su madre. Los Faucheux le daban su opinión y le aconsejaban para que no estuviera sola.
Un poco antes de terminar la cena el señor Faucheux le dijo que se podía quedar allí a dormir, pero que antes llamara a su madre. Daniéle no dudó en llamar, pero fue inútil, nadie le cogía el teléfono.
Un ratito más tarde sonó el teléfono, era una vecina de Daniéle, les dijo que le había sucedido a la madre de la chica. Le había dado un ataque cardíaco y le habían llevado al hospital. Inmediatamente llamaron, su madre estaba descansando. Entonces el señor Faicheux le prometió que al día siguiente le llevaría a ver a su madre.
Desgraciadamente Eliane murió y Daniéle decidió marcharse a Guadalupe a conocer a su padre, al que ella veía como un héroe.
La pobre jovenzuela dormían en el diván porque no quería andar por la casa como lo hacía antes con su madre.
Aquellos días fueron duros, pero Guy fue a visitarle y a pedirle que se fuera con él a Suecia o Dinamarca, pero ella rechazó la oferta que le hizo.
Daniéle no sabía la dirección ni el teléfono entonces llamó por teléfono a los padres de Claude, sus abuelos paternos, y les pidió a ver si podía ir donde ellos para hablar.
Al llegar a Valence, bueno, a casa de sus abuelos dudó en hacer lo que había pensado. Su valentía había huido y estaba sola. Pero al final decidió dar ese paso. Toco el timbre de aquella fría casa y allí se encontró con sus abuelos. La acogieron con un beso en la mejilla. Días después cuando ya se conocían mejor el abuelo, Pascal, una vez más saco el tema de que le gustaría irse a las Antillas si tuviera unos años menos. Aquella fue la gran oportunidad de decirlo, Daniéle se lo tenía que decir. No lo pensó dos peces y descargó, le dijo que ella podía ir a ver a su padre.
Aquella noche los señores Lehentilhomme estuvieron hablando de lo que debían hacer con su nieta Daniéle.
A la mañana siguiente volvieron a sacar el tema y estuvieron hablando de lo que habían decidido hacer, darle el dinero para que conociera a su padre o no. Le dijeron que lo habían pensado muy bien aunque no estaban muy convencidos, y al final decidieron que le entregarían un cheque para que pudiera hacer aquel viaje ya que era una muy buena causa.
Al subirse al avión no tardó mucho en acomodarse. Nunca había viajado en avión y le parecía algo asombroso. Le toco sentarse al lado de un mulato. Resultó ser muy majo y le contó muchas cosas sobre Guadalupe y las Antillas. A Daniéle le gustaba mucho la manera de hablar que tenía porque no pronunciaba la letra r.
El avión de vez en cuando daba unos movimientos bruscos y poco comunes haciendo que la gente se tuviera que atar fuerte los cinturones para no desplomarse en el pasillo de aquel avión. Según los metereólogos era un ciclón que amenazaba ya en Haití y en Santo Domingo.
Cuando faltaban tan solo unos segundos para llegar, la azafata anunció que se ataran los cinturones de seguridad y que no fumaran, pues iban a tomar tierra en seguida.
Una vez bajados del avión mucha gente fue corriendo creyendo que eran los jugadores de fútbol, y así formaron un gran atasco entre todos.
Un señor mayor vio a Daniéle desesperada y le dijo que si estaba perdida él le podía llevar en su taxi a donde necesitara. Entonces Daniéle se montó y le dijo que buscaba a Anatole Montalier. El amable taxista le contestó que allí había mucha gente así llamada. Preguntaron a gente de por allí, pero nada, fue inútil. De pronto apareció un guardia y les llevo sin pensarlo dos veces hasta casa del privilegiado y rico abogado Anatole Montalier.
Los señores Montalier le acogieron con mucho cariño y se esforzaron mucho con la joven, ya que no conocía nadie y nada de allí, de aquellas islas.
Aquella noche estuvieron hablando de que hacía mucho tiempo que no veían a Claude y que las últimas veces que fue a casa del matrimonio no estaba mucho tiempo con ellos e iba mal vestido.
Aquella noche, cuando Daniéle se acostó oyó una guitarra que sonaba y a gente cantaba y absorbida por la curiosidad se vistió y sin hacer ruido salió de casa a ver que era aquello. Se extrañó al ver lo que era, un joven guitarrista tocando para parejas que bailaban a su alrededor. Entonces fue cuando aquel chico le vio y le dijo que era una despedida de soltero y que fuera. Entre dos le ayudaron a pasar la verja sin rasgar su falda y su blusa.
Entonces apareció la señora Elisa, muy preocupada por la joven, y le llevó de nuevo a casa. Aquella noche Daniéle estaba contenta ya que seguía teniendo la esperanza de encontrar a su padre y regresaran los dos juntos a Francia, su ciudad natal.
Anatoile sintió mucho despertar a Daniéle tan pronto, pero allí, en el trópico, tenían por costumbre levantarse sobre las seis de la mañana, ya que por la tarde respetaban las siestas.
EL señor Montalier le explicaba con mucho cariño que estos días aprovechara el quedarse hasta tarde en la cama y que disfrutara de lo que tenía, porque en el monte, donde vivía su padre, no hacía mucho calor y la situación que allí había, tan apartada de lo demás no era nada cómoda comparándola con la parte sur de Guadalupe.
Poco tiempo después, Daniéle muy ansiosa quería emprender ya su largo camino hacía su padre. Para llegar allí no lo tenía muy fácil, así que tendría que coger un autobús, allí llamado carro, que le llevaría hasta Sainte-Anne, y de allí podría llegar fácilmente.
Después se encontró con un negro que también iba a Sainte-Anne. Era muy alto y esbelto que no quitaba ojo a la joven. Él le dijo que le podía agarrar del brazo, porque al paso que iba y con el follón que se armaba cada vez que llegaba un autobús, en dos noches no llegaría a Pointe-á-Pitre.
Daniéle un poco avergonzada le acarró de la manga. La pobre se llevo pisotones, golpes y codazos de la gente que por allí circulaba sin mirar lo que podían causar a los que por ahí pasaban.
La chiquilla y el joven estuvieron hablando en el autobús y Daniéle se enamoró de él rotundamente.
El joven llamado Aristide Bonneville resultó que conocía a Claude Lehentilhomme, el padre de Daniéle.
El paisaje era precioso, el mar estaba bordeado de playas de arena que deslumbraba bajo la luz del sol. Depende en que parte todo estaba lleno de cabañas construidas con pilotes o con grandes piedras.
Henri, un amigo de Aristide, ya estaba para irse, pero al ver a los dos jóvenes se quedó y les llevó a Pointe-á-Pitre.
A la mañana siguiente, Aristide llegó con dos bicicletas. Empezaron a dar pedales mientras el viento rozaba sus caras.
Llegaron hasta un hombre con barba que no tenía muy buena pinta. Aquel era Claude, el padre de la joven. Estuvieron hablando mucho tiempo sobre Eliane y sobre todos esos años que él no había estado con ellas.
Aristide prometió que al día siguiente le iría a buscar, pero ya había pasado una semana y seguía sin aparecer.
Cuando la joven fue a buscarle lo encontró en su bici y se pusieron a charlar después de darse un beso y unos abrazos.
Estuvieron discutiendo con el brujo Hégésippe durante un largo y cansado tiempo.
Días más tarde, cuando todos se conocían ya mucho mejor, decidieron irse de excursión a la playa, por una parte, para que la gente del pueblo le viera con su hija y estuvieran envidiados.
Los Montalier les acogieron muy bien, no como en el otro pueblucho, en el que vivía Claude, que cuando veían a un blanco todo era desprecio.
Daniéle le pidió prestado el coche a su padre, porque Aristide todavía no había regresado y ella estaba muy preocupada por él.
Hégésippe, el brujo de la aldea amenazaba continuamente a la joven haciéndole creer que había asesinado a Aristide. Pero en una de ésas, el joven le agarró de la cintura y no evitó querer pegarle, pero al final no lo hizo, lo empujó y lo dejó en el suelo. Cuando todos les perseguían cogieron el R-4, no lo dudaron y se fueron por lo menos 10
kilómetros a la velocidad del rayo.
El padre de Daniéle se desperezó bostezando cuando ella le prometió que le llevaría a la fiesta de los Larose. Allí el calor era muy pesado y agobiante, y no hacía nada de corriente ni corría el viento o el airecito por ningún lado.
Daniéle estaba casi segura de que no volvería a ver a Aristide. Hacía aproximadamente una semana que no subía a verla y la desesperación y la espera acababa con los nervios de aquella enamorada joven.
Sin embargo, en el camino, pudo distinguir el rostro de Aristide de entre los árboles, y bajo rápidamente y se abrazaron. Entonces él le explico que había ido al día anterior y la había esperado, pero como no apareció se fue sin poder dejarle un mensaje o una nota.
Daniéle al final decidió ir a la fiesta pero pusieron la condición de que no bailaría una sola vez con su amigo Aristide. Padre e hija se acicalaron para ir bien elegantes. En la fiesta había mucha gente y no dejaban de llegar coches.
Daniéle discutió con un negro y con Jean-Baptiste, que también era un orgulloso y se creía yo que se que. Después tuvo una gran discusión con su padre y el perdió el control y le dijo que desapareciera, que no quería saber nada más de ella.
Pero Daniéle tras separarse de su novio Aristide e ir a casa de Anatoile y Elisa, decidió volver a casa de su padre porque no había plazas en el avión de regreso a Francia.
Daniéle y Aristide después que Claude perdiera la pierna se casaron y tuvieron un hijo, Christophe.
El bebé era un llorón y cuando no le hacían caso se ponía a llorar y sus llantos se oían en toda la casa.
Claude Lehentilhomme, el abuelo de la criatura se pudo amputar una pierna. Daniéle y Aristide vieron juntos crecer a su hijo, Christophe y Claude cumplió su promesa de volver a Europa.
Autora : Eve Desarre
Daniéle es una joven chica que no ha tenido una vida muy fácil. Es una joven que no tiene mal humor, bueno cuando es necesario se enfada y puede ser un poco brusca, pero es una chica sencilla y corriente que para ser o estar guapa no necesita arreglarse mucho o maquillarse.
Daniéle nunca tuvo una vida fácil porque su madre murió y su padre no vivía con ellas, pero siempre a sido admiradora de ellos, tanto en los buenos como en los malos momentos.
Para los chicos es irresistible, no hay ningún chico que la deje pasar así como así, pero a ella no le gusta que la zarandeen mucho, porque no ese chico que quiera algo serio tiene que trabajárselo. Eso es lo que opina Daniéle y si alguno se pasa con ella no duda en pegarle un guantazo en la cara. Para esas cosas si que tiene un carácter fuerte.
Daniéle no es racista ni nada del estilo, respeta las opiniones de todos y le da igual lo que puedan pensar de ella. No se aprovecha de las personas de su alrededor y cuando le llevan la contraria o le dan opiniones las acepta sin más ni más.
Eve es la autora de este libro. Eve en ningún momento se describe, pero en mi opinión:
Eve es una Francesa simpática y realista que cuenta historias que llegan al fondo del corazón. Por ejemplo, el libro de Daniéle en la isla nos cuenta las desgracias y las alegrías, los amores y desamores de una joven chica.
Eve busca transmitir la realidad de una forma divertida y con un estupendo vocabulario fácil de entender por niños y adultos ya que usa unas fórmulas para una fácil comprensión.
Yo pienso que Eve es una bella persona y que siente cada palabra que escribe. Y se pone en el papel de los personajes a la hora de describirlos o a la hora de los diálogos.
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Enviado por: | Jugatx Jimenez |
Idioma: | castellano |
País: | España |