Historia
Cultura mochica
Cada congregación de personas que puede ser denominada como pueblo, posee ciertos rasgos característicos con los que se puede identificar a este asentamiento como parte de una determinada cultura. Esta cultura, a su vez, tiene la capacidad de darnos a conocer ciertos aspectos, unos más claramente que otros, que nos revelan la forma que poseía ese grupo de personas de percibir su estadía terrenal. Nos referimos a estadía terrenal, para hacer hincapié en que todos las culturas que se han dado a lo largo de la historia de la humanidad encausan (o encausaban) una parte variable de su pensamiento atado a la consideración de la vida como un paso hacia otro horizonte, en el cual todo acontecimiento de la vida mundana tenía su razón de ser y consecuencia.
Así se tienen las diferentes manifestaciones e interpretaciones que se conocen de cada cultura en lo que respecta a la vida ultraterrena. Mientras unos juegan con la posibilidad de acaparar la mayor cantidad posible de honores y riquezas, cosa que les hace aferrarse de sobremanera a este “paso”; otros consideran el sacrificar su propia existencia como medio válido para alcanzar la redención del alma inmortal, con lo que el rito funerario adquiere un significado mayor.
En las clases, hemos tenido oportunidad de observar estas diversas formas de interpretar el entorno (cosmovisión) y, al compararlas con las costumbres de que hoy somos devotos, van apareciendo ciertas similitudes, como también diferencias, que invitan a la mente a extrapolar sus limites sensoriales para entrar a especular las razones y motivaciones de aquellos que, al no poseer la tecnología moderna, que nos hace alejarnos de la influencia de la tierra (pachamama para algunos pueblos andinos) en la sensibilidad propia de la sociedad, tenían como base de sus creencias la relación directa con la tierra y sus fenómenos, y la forma en que ellos mismos interactuaban con los miembros de su nicho. De esta manera, parecen ciertos aspectos parecidos entre los pueblos que habitaban una misma región geográfica, ya caracterizados como cultura; así como también entre culturas que se relacionaban con un parecido ambiente ecológico. Sería poco avezado pensar que estas culturas tuvieron un desarrollo totalmente independiente de las otras, y podría aventurarse a pensar que de estas relaciones nacieron las semejanzas. Lo anterior no puede ser enteramente falso ni enteramente cierto, pues es verdadero que nacieron ciertas costumbres comunes entre ellas por la interacción, mayormente comercial y derivada de ella, pero estas costumbres expuestas por una cultura emisora y observadas por una receptora, no podrían haber encontrado aceptación si no fuera porque ambas culturas poseían la característica común antes mencionada: ambas se encontraban en contacto directo la naturaleza en sus más variados aspectos; y no es difícil comprender que la naturaleza en determinados sectores (sean vastos o pequeños) tiene, también características comunes. Por ejemplo, en toda Sudamérica se encuentra la influencia de la Cordillera de los Andes como condicionante de las actividades económicas, de las comunicaciones y por consiguiente de las organizaciones políticas. Esto quiere decir que el ambiente influye directamente en el individuo.
Por lo dicho hasta acá, se hace comprensible el porqué ciertas costumbres pueden atravesar barreras etimológicas y, en cambio, hay otras que se presentan sólo como perteneciente a una persona, a un grupo de personas, a un pueblo o a una cultura.
El análisis hecho anteriormente tiene por objeto el dar una explicación, aunque sea pequeña y especulativa, al nacimiento de las costumbres en las culturas. Antecedente que nos servirá para entrar a caracterizar el objeto a tratar en este ensayo: la creencia de los mochicas en el concepto dual de vida después de la muerte. Concepto dual porque, sumado a lo dicho son anterioridad en este ensayo, el grado de aceptación en la creencia en la vida después de la muerte tiene por sí un efecto no despreciable en el comportamiento de los individuos que a ella se aferran, como se puede apreciar en la importancia que se le da a los entierros y a los ritos que los acompañan.
Para este hecho expondremos el descubrimiento de la Tumba del Señor de Sipán como ejemplo de la importancia dada a este aspecto en la sociedad mochica.
"El Señor de Sipán" se presentaba con dos pares de orejeras de oro y turquesas a ambos lados. Luego, tres lanzas agudas y discos de cobre.
Los pies del Señor, calzados con sandalias de plata, estaban orientados exactamente hacia el norte cardinal y la cabeza hacia el sur.
Alrededor del fardo funerario, originalmente envuelto en mantos de algodón de suntuosos bordados con finas placas de cobre dorado, se encontraban muchas conchas de spondylus traídas desde el Golfo de Guayaquil, muy apreciadas en los ritos del Antiguo Perú. Progresivamente se fueron develando estandartes cuadrados con figuras humanas en cobre laminado, representando un personaje con los brazos y puños en alto que volvió a aparecer al centro de un hermoso relieve dorado, sobre una lámina en forma de "V", a manera de brazos extendidos con las palmas abiertas. Cubriendo los huesos de la cara del Señor, un par de réplicas de sus ojos en oro así como una nariguera y un protector del mismo metal. Este último, debió cubrir el mentón hasta las mejillas. Cerca del rostro, se encontraron, además, dos livianas narigueras de oro. el cráneo descansaba sobre un casquete también de oro y un tercer par de orejeras en el mismo metal y turquesas que representaban a un venado en actitud de correr.
11 pectorales de pequeñas cuentas de conchas rojas, blancas y anaranjadas y se habían dispuesto sobre el pecho, las piernas y debajo del cuerpo. Abanicos de plumas formaron varios tocados. Cientos de cuentas de turquesas de apenas 2 milímetros formaban los elegantes brazaletes del Señor. Y sobre el pecho, aparecieron dos filas con un total de 20 frutos metálicos de maní; 10 del costado derecho eran de oro y la otra mitad de plata. Este primer indicio con una simbólica dualidad o bipartición, resultó una importante constante entre los objetos rituales del entierro, pues el Señor al estar orientado de sur a norte, su lado derecho estaba asociado al naciente, es decir, al sol; y la plata de la mitad izquierda ligada al poniente, o sea a la luna. Este orden dual se encontró en otros importantes objetos y ofrendas del ajuar funerario. Así, un lingote de oro reposaba sobre la mano derecha y otro similar de cobre en la mano izquierda. La derecha sujetaba también el más importante símbolo de su poder y jerarquía terrena: una especie de cetro y cuchillo coronado por una vistosa pirámide invertida de oro, con relieves en los que un jefe guerrero ricamente ataviado, tomaba por el cabello a un prisionero y dirigía con la otra mano un mazo hacia el rostro. Esta dramática representación se refiere a la captura, suplicio y sacrificio de prisioneros de los guerreros Mochicas.
En la mano izquierda había un cuchillo de plata con la misma representación en escultura miniaturista.
A la altura del cuello encontramos también un collar -con 71 esferas de oro en degradé, y sobre el pecho un cuchillo del mismo metal hacia la derecha y otro de plata hacia la izquierda. Representando, como ya dijimos, la dualidad y el equilibrio que volvían a estar presentes, simbolizando acaso el naciente y el poniente, el día y la noche, lo puro y lo impuro, la vida y la muerte, el Sol y la Luna, lo positivo y lo negativo y todo lo que siendo opuesto, resultaba necesariamente complementario.
Notablemente, el Señor yacía también esta sugerente orientación, como si el eje de su cuerpo equilibrara las fuerzas representadas.
Los huesos del Señor se encontraban casi desintegrados en astillas y fue una difícil tarea el recuperarlos, mediante cuidadosas y dosificadas capas de resina acrílica que los endurecieron, permitiendo retirar la osamenta completa, como si fuera un fósil petrificado. Las miles de cuentas de los pectorales tuvieron que adherirse a unas papetas de algodón de resina.
Excavando alrededor de los cuatro costados del ataúd vacío, volvía la ordenada disposición simbólica: a la cabeza y a los pies del sarcófago, se descubrieron los restos de 2 mujeres jóvenes que aún no habían cumplido 20 años al morir, probablemente fueron las esposas o favoritas de su amo. Una de ellas llevaba una corona de cobre y apuntaba con su cabeza al oeste y la otra estaba en posición totalmente opuesta. Cabeza con cabeza a estas mujeres y franqueando al Señor, se encontraban los esqueletos de dos hombres que miraban hacia arriba. Un escudo, tocados de cobre y un mazo de guerra señalaban a uno de ellos como un guerrero. El de la izquierda estaba en posición invertida, con un pectoral de conchas, colgajos metálicos y junto a sus piernas el esqueleto de un perro.
Una tercera mujer subyacía a la primera de la cabecera y un niño de 10 años se encontró en la esquina sur. Finalmente, 2 llamas fueron los primeros sacrificios colocados en la cámara. Por los tres lados se encontraban un total de 5 nichos u hornacinas con 212 vajillas de cerámica y ofrendas de comidas, mayormente jarros escultóricos representando prisioneros o personajes sentados y algunos guerreros en una ordenada disposición que sugiere una escenografía ritual que hoy impresiona al mundo.
Esta caracterización del mayor hallazgo mochica hasta el momento daría material para hacer un ensayo sobre cada uno de sus puntos, pero enfocaremos nuestra atención hacia su significación en la visión extraterrena de los mochicas.
La descripción de la Tumba del Señor de Sipán nos demuestra, entre otras cosas, que la forma de los entierros tenía como objetivo darle al difunto un descanso eterno adecuado, para que fuera a morar con los dioses como corresponde de acuerdo a su condición social. Así se tiene que existen desde entierros de ninguna o menor opulencia hasta entierros fastuosos como el presentado.
Pero, ¿a qué responde la necesidad de establecer diferencias tan marcadas entre los ritos funerarios de uno y otro individuo, más allá de la función social que este pudiera haber tenido.
La respuesta se encuentra en los alcances que tenía el concepto de dualidad en la cultura mochica. Por lo que veremos la dualidad en los mochica.
La concepción dual encuentra su génesis en el más básico de las posibles observaciones humanas: el universo colindante. Así se tiene que su visión presentaba dos mitades opuestas, pero complementarias. Pensamiento que se manifiesta en todas sus expresiones. Ejemplo de esto es el hecho de que concebían que en el mar se encontraran animales mitológicos con sus propios dioses, los que se enfrentaban con los dioses de la tierra. Esto los llevó a hacer una explotación racional de los recursos marinos, respetando a los habitantes propios de este ecosistema. También cazaban al lobo marino por razones prácticas y religiosas, por tener éste vinculación a los dioses del mar que eran los enemigos naturales de sus dioses.
Otro ejemplo de la presencia de la dualidad en la cultura mochica es el hecho de que enterraban las cabezas de los guerreros vencidos (cabezas trofeos) para dar nueva vida, la sangre del sacrificado fertilizaba la tierra, como símbolo de que la vida no terminaba, sino que seguía un ciclo de formación de más vida por la muerte, es decir, la vida que termina sirve para dar nuevo impulso a la formación de nuevas formas vitales en diferente contexto, pero vida al fin y al cabo. Esto unido al fluyo acuoso que fecunda (representado por la serpiente), de gran importancia en los mochica, constituyen el mantenimiento de la vida por la tierra, de lo que se deduce el porqué de la importante presencia de representaciones de vegetales como elemento primordial de la conservación natural.
Para seguir citando ejemplos, tratando de no dejar cabida a las dudas, se encuentra el hecho de que en el panteón mochica se encuentran deidades duales, esto quiere decir que se advierte la presencia de divinidades animales humanizadas (seres antropomorfos) como son el hombre-cangrejo, el buho, el felino, el pez (todos debidamente humanizados), y el hombre-ave, que representa a los sacerdotes en los grabados que ornaban las construcciones mochica.
En conclusión, se puede decir que los elementos característicos de cada cultura son los que forman parte de la fracción más significativa de su cosmovisión, siendo una representación sólo parcial de una realidad conceptual mucho más extensa y que encuentra su nacimiento en las interpretaciones más básicas que del mundo puedan hacerse, interpretaciones que no por ser básicas van a carecer de la importantísima significación que para las culturas ancestrales poseían.
Para los mochicas la dualidad en su cosmovisión no es una excepción a esta regla, sino que extiende su influencia en todas sus manifestaciones. Por lo visto en este ensayo, la naturaleza de la Tumba del Señor de Sipán así lo corrobora, tanto por su naturaleza propiamente tal, como también por la ordenación que siguen los diversos objetos que junto a él fueron encontrados.
También corroboran esta idea las características a las que se hicieron alusión que vienen a manifestar la complejidad de pensamiento y percepción que al hurgar en las formas de expresarse de una comunidad humana saltan a la vista, lo que no hace otra cosa que preguntarnos ¿Qué se dirá de nosotros en los milenios venideros, cuando un arqueólogo inquisitivo trate de descubrir nuestra actual forma de pensar?
RECONSTRUCCIÓN DE LA TUMBA DEL SEÑOR DE SIPÁN
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ENSAYO:
LA PRESENCIA DE LA CONCEPCIÓN DUAL EN LA CULTURA MOCHICA
CURSO:
Arte y Cultura Indígena Americana
FECHA:
20 de junio de 2000
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Enviado por: | José Ignacio Vargas |
Idioma: | castellano |
País: | Chile |