Periodismo


Cultura de masas


Pensando en una cultura masiva

… ser diferente es indecente. La masa arrolla todo

lo diferente, egregio, individual, calificado y selecto.

Quien no sea como todo el mundo, quien no piense

como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado.

Y claro está que ese “todo el mundo” no es “todo el mundo”.

José Ortega y Gasset

Introducción

Imagino una larga charla, por momentos tornada en una conversación acalorada, entre varios investigadores de la comunicación masiva. Seguramente, la riqueza del debate excedería los límites de esta disertación, no obstante me tomaré la libertad.

Intento analizar en qué medida la sociedad de masas constituye un avance o un retroceso social, considerando el factor fundamental que la sostiene: la cultura masiva.

Algunos interrogantes de partida me han orientado: ¿en qué contextos históricos y teóricos ubicar a la sociedad de masas? ¿cómo se relacionan sociedad de masas y cultura masiva? ¿cómo evaluar si se trata de un avance o un retroceso social? ¿existe una cultura no masiva? ¿podemos salirnos de lo masivo de la cultura para pensarla desde otro lugar?

Para desarrollar la discusión me valdré de textos escogidos por la precisión, agudeza y profundidad analíticas.

Hacia una cultura masiva

El origen histórico de la sociedad de masas se remonta a la segunda mitad del siglo xix cuando se produjo una rápida industrialización del capitalismo europeo occidental y el ascenso económico de la burguesía en coincidencia con el surgimiento del movimiento obrero. Este contexto favoreció la creación de condiciones sociales, políticas e ideológicas para que emergiera la sociedad de masa como sociedad moderna de clases. Pero “el término `masa' surge dentro del pensamiento social antes de que la burguesía ascendente haya consolidado su poder dentro del estado capitalista moderno”, que en el marco de las primeras teorías refería al proletariado.

Ortega y Gasset diferencia minoría y masa: “masa es el hombre medio”, es quien “no se valora a sí mismo…sino que se siente como todo el mundo…y, sin embargo, no se angustia”. En tanto que las minorías selectas “se exigen más que los demás aunque no logren cumplir en su persona esas exigencias superiores”. Aún así, la cuestión no se centra tanto en el número de hombres que componen la masa, sino en la crisis de sus cualidades culturales y en el riesgo que supone el acceso de la mayoría al poderío social. Desde una posición evidentemente aristocrática, acusa a las masas de reemplazar a las minorías cultas en el dominio de la vida pública.

En contraste con lo anterior, desde una visión determinista del desarrollo histórico (Horkheimer, Adorno y Marcuse), marcada por el auge del fascismo y la caída del comunismo, la Escuela de Frankfurt piensa en la incapacidad de la democracia liberal y del movimiento obrero para contrarrestar semejante fuerza. Los críticos culturales centran la cuestión en “el colapso progresivo de la familia como agencia socializadora adecuada” en la sociedad capitalista, cuya “función mediatizadora” es legada a la “industria de la cultura”, proveedora del “sinsentido bárbaro” y la “evasión de la realidad”.

Conviene mencionar la otra posición más optimista de esta escuela, en desacuerdo, las de Benjamín, Kracauer, y Brecht, difusores de un “arte proletario colectivo nuevo (…) creado por la naturaleza colectiva del modo de producción capitalista.”

Adorno y Horkheimer sostenían que los medios de comunicación masiva ejercían un poder represivo, tal como lo hacía el fascismo, manipulaban la conciencia del hombre moderno, llevándolo a una ignorancia total de los asuntos del mundo.

Concebido como “cultura culta”, el arte pierde la función trascendente y crítica que había tenido, con el advenimiento del arte masivo. Dentro del capitalismo que ha trastocado todos los valores culturales afectando fundamentalmente a la familia, los productos de la cultura de masas (cine, best-seller, radio) se empobrecieron en lo estético, y lejos de atraer al destinatario, “lo conciben como un objeto pasivo para ser manipulado y controlado.”

Durante los años `50, Marcuse coincide con la posición de Adorno y Horkheimer sobre el totalitarismo moderno gestado por la cultura de masas. Ahora, la sociedad industrial organizada a partir de la tecnología opera “a través de la manipulación de las necesidades por intereses creados, impidiendo por lo tanto el surgimiento de una oposición efectiva contra el todo.” Entonces se trataría de un totalitarismo aparentemente apartidario, un sistema de mercancías (personas, capitales, objetos) del neoliberalismo económico. La sociedad moderna se ve invadida de “necesidades falsas que perpetúan la fatiga, la agresividad, la miseria y la injusticia, un mundo social en el que el trabajo convierte al hombre en un esclavo del sistema.”

En un sentido completamente contrario y situado en una sociedad post-industrial, Edward Shils discrepa con la posición “pesimista” del concepto de sociedad de masas de los críticos de la Escuela de Frankfurt, sosteniendo que se debe a un ideal marxista quebrado por el fascismo y el capitalismo de consumo. “Enfatiza la fuerza (…) de la sociedad civil” recuperando la iniciativa, la libertad y el desarrollo humano “del pluralismo democrático.”

Para construir un nuevo concepto de sociedad de masas hace una lectura retrospectiva tomando aspectos políticos de las sociedades en los diferentes momentos históricos. De los griegos toma la polis como fundamento, ampliado por el concepto romano de una ciudadanía común. A este fundamento político agrega la disminución de la autoridad y el debilitamiento de la tradición, como características relevantes y reconoce la importancia de la dignidad y los derechos de todos los ciudadanos.

A pesar de la complejidad que fue alcanzando la sociedad industrial, “la gente ejerce, con mucha más libertad, sus posibilidades de opción en muy diferentes planos de la existencia.” Esto marca las relaciones personales en las que se manifiesta la individualidad.

En virtud de lo expuesto y reconociendo categorías fundamentales de la cultura aplicables a todas las sociedades, observa, sin embargo, profundas diferencias en la elaboración de los comportamientos, las que responden a un diverso grado de creatividad humana.

Estratifica la cultura en superior, mediocre y brutal, reconociendo características particulares en cada una que obedecen a sus propias tradiciones. “La cultura superior es incomparablemente más rica en contenido”, ya que incluye la “producción superior contemporánea” y “muchos elementos de la producción refinada de épocas precedentes”. La cultura mediocre, en cambio, “tiende a ser más pobre”, por la inferior calidad y porque la parábola de duración de sus productos es más breve. No obstante, posee muchos elementos del pasado, y “siempre una parte de la cultura mediocre del pasado encuentra un público que la aprecie.” En el nivel más bajo se encuentra la cultura brutal, donde el contenido simbólico es más pobre y hay muy poca creación original. Si “el elemento tradicional es muy fuerte, ello se debe a las capacidades creativas relativamente exiguas de quienes la producen y consumen.”.

Shils explica que ese nuevo orden se introduce naturalmente en la organización social post-industrial, en y por el mismo proceso de producción cultural en el que participan las personas a través de sus actitudes, sentimientos, opiniones y creatividad. Para él, la sociedad de masas es el “resultado del pluralismo y la democracia”, que según Swingewood, terminaría favoreciendo a una clase media y postergando a la clase trabajadora por haber convertido a la tecnología en el eje de la dominación.

¿Qué papel cumplen los media en relación con la tecnología y la sociedad de masas? El belga Mattelart investiga, desde una lectura marxista de la teoría gramsciana, la hipótesis social democrática de los media: da lugar al uso ´expresivo` de la comunicación mediática a la vez que confía en la reserva humana del receptor. El nuevo mundo tecnocultural de la comunicación trae consigo una ampliación de la perspectiva mental y una puesta en movimiento del espíritu, por la constante exposición a la novedad.

Ésta como otras “concepciones ´expresivas` de la comunicación tiene el mérito de asumir la mediatización de la sociedad contemporánea. En la sociedad mediatizada, las instituciones, las prácticas sociales y culturales se articulan directas con los medias de comunicación de la producción social de sentido…”

Concluyendo

Para situarme en el cierre de este análisis he retomado los interrogantes iniciales. Se advierten diversas posiciones respecto de la sociedad de masas. La concepción aristocrática y elitista, la de Ortega y Gasset, se manifiesta en contra de una llegada de las masas al poder, por considerarlas inferiores y brutas. De lo cual se entiende que la cultura producida por ellas es vulgar, tiene derecho a serlo y termina imponiéndose. Para él, no existiría nada fuera de lo masivo.

En segundo término, se planteó la concepción determinista histórica de la Escuela de Frankfurt acerca de la sociedad de masas a través de dos tendencias: la más optimista (Benjamín, Kracauer y Brecha) y la de los pesimistas (Horkheimer, Adorno y Marcuse). Fiel a sus predecesores, Marcuse agrega el papel manipulador de la tecnología y se manifiesta crítico respecto del poder del sistema que esclaviza al hombre.

Si esos teóricos señalaban a la masificación de la cultura como un retroceso social - los críticos de Frankfurt la concebían como una amenaza hacia el sujeto social - desde otro ángulo, con marcadas diferencias de ubicaciones, Shils y Mattelart defienden en cierto modo el avance de la sociedad.

Por el lado de Shils, coincide con los críticos culturales de Frankfurt al rechazar el capitalismo y la incidencia de la explotación como medio de mediatizar las relaciones sociales y de marcar las desigualdades por las diferencias y el poder. Su posición política es optimista, sin embargo, porque cree en la integración de las personas a la sociedad de masas y desplaza el poder a la tecnología.

Mattelart se muestra optimista respecto de la acción de los medios sobre la sociedad de masas. Construye un receptor activo capaz de poder vérselas con los mensajes mediáticos.

La alternativa de Muniz Sodré plantea, pensando en el concepto de una comunicación social, la resistencia a la dominación de la sociedad mediatizada. La integración de lo diferente, la renuncia de uno a favor del otro, se expresa en el diálogo como fuerza de esa diferencia que se asienta en la diversidad simbólica constitutiva del otro y de lo otro.

¿Existe una cultura no masiva? Según Osvaldo Baigorria, rebelarse vende. “El concepto de contracultura fue utilizado por la industria para captar a un consumidor ´rebelde`”. El deseo de diferenciarse fue aprovechado por cazadores de tendencias para incitar al consumo competitivo de diversos tipos de look, indumentarias y bienes con los cuales los rebeldes se posicionan como elites frente a las masas “conformistas”.

Otro crítico, el alemán Diedrich Diederichsen, observa que lo contracultural es un concepto “intracapitalista”, lo cual no es decir mucho ya que, en cierto sentido, todo estaría dentro del capitalismo, incluido aquello que lo niega e intenta superarlo. La cuestión es que hay “formas de disidencia patrocinadas por las corporaciones que aumentan la desigualdad social en vez de reducirla. Un inconformista es ante todo un buen cliente: siempre tiene la razón.” Words, words, words: después de todo contracultura es sólo eso, una palabra.

Entonces, ¿cómo salirnos de lo masivo para pensar la cultura desde otro lugar? Ese es nuestro desafío.

Bibliografía

  • BAIGORRIA, Osvaldo. “El negocio de la contracultura” en Ñ, Revista de Cultura Nº 128.Clarín, Buenos Aires, Sábado 11 de marzo de 2006.

  • MARCUSE, Herbert. “Las nuevas formas de control” en El hombre unidimensional. Plantea Agostini, Barcelona, [1954] 1993.

  • MATTELART, Armand. “La era de las multitudes” en La comunicación-mundo. S XXI Editores, México, 1996

  • ORTEGA Y GASSET, José. “El hecho de las aglomeraciones” en La rebelión de las masas. Círculo de lectores, Buenos Aires, [1930] 1983.

  • SHILS, Edward. “La sociedad de masas y su cultura” en VVAA Industria cultural y sociedad de masas. Monteávila Editores, Caracas, 1977.

  • SODRÉ, Muniz. “La idea” en Reinventando la cultura. Gedisa, Barcelona, 1998.

  • SWINGEWOOD, Alan. “La teoría de la sociedad de masas” en El mito de la cultura de masas. Ediciones Coyoacán, México D.F., 2003.

Swingewood, A. “La teoría de la sociedad de masas”, en El mito de la cultura de masas. Ediciones Coyoacán, México D.F., 2003, p. 16. La cursiva de la cita referida es mía.

Ortega y Gasset, J. “El hecho de las aglomeraciones” en La rebelión de las masas. Círculo de lectores, Buenos Aires, [1930] 1983.

Swingewood, A. Op. Cit., p.25.

Ídem, p.24.

Ídem, p.27.

Marcuse, H. “Las nuevas formas de control” en El hombre unidimensional. Plantea Agostini, Barcelona, [1954] 1993, p.33

Swingewood, A. Op. Cit., p.29.

Ídem, p.30

Shils, E. “La sociedad de masas y su cultura” en VVAA Industria cultural y sociedad de masas. Monteávila Editores, Caracas, 1977, p.144.

Ídem, p.27.

Ibidem.

Ibidem.

Swingewood, A. Op. Cit., p.31.

Mattelart, A. “La era de las multitudes” en La comunicación-mundo. S XXI Editores, México, 1996, p. 62.

Sodré, M. “La idea” en Reinventando la cultura. Gedisa, Barcelona, 1998, p.30.

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Enviado por:Delfi
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