Historia


Cuarta internacional de 1848


1.1 Introducción:

En 1998 se conmemoran los 150 años del Manifiesto Comunista y los 60 años de la IV Internacional. El grito de guerra de aquel, “Proletarios de todos los países, uníos”, está unido indisolublemente a la bandera central de ésta: la dictadura revolucionaria del proletariado, como periodo de transición hasta la abolición de las clases y, por lo tanto, del Estado, solo terminará su obra con la derrota definitiva del imperialismo en todo el planeta, a través de la revolución mundial.

La caída del stalinismo y la restauración del capitalismo en curso en Rusia, que consuma un proceso de degeneración del primer Estado obrero de la historia, es la confirmación práctica, por la negativa, de las ideas centrales de la IV Internacional. Cayó el monstruo stalinista y en su tumba está escrito: aquí yace el parásito de la primera revolución obrera victoriosa y del primer Estado obrero revolucionario. Con él murió la falsa “teoría” del socialismo en un sólo país.

El renacer del movimiento obrero internacional, que comienza ahora, cargando en sus espaldas el enorme peso de este parásito, levantará en primer lugar la bandera del internacionalismo obrero, que es el hilo de continuidad que une tan estrechamente al marxismo, al leninismo y a la IV Internacional.

La actualidad del marxismo, del leninismo y de la IV Internacional no es una mera frase. Sus ideas centrales componen casi un cuadro exacto de la situación actual y la marcha de los acontecimientos económicos y políticos en el fin del siglo XX.

A 60 años de fundación de la IV Internacional, su progama materializa el hilo de continuidad del marxismo y del leninismo hoy en día y es la heredera de sus mejores tradiciones. Si eso no bastara, su lugar en la historia ya estaría asegurado; fue la única corriente que, desde una óptica clasista y marxista, enfrentó consecuentemente, tanto desde el punto de vista teórico-programático, político y organizativo y, hasta físicamente, a la contrarrevolución stalinista que causó la muerte de miles y miles de sus mejores militantes, inclusive, de su máximo dirigente, León Trotsky.

1.2. La fundación de la IV Internacional:

El 3 de setiembre de 1938, en una conferencia realizada en París, se fundó la IV Internacional. Participaron 10 partidos y organizaciones de la URSS, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Polonia, Italia, Grecia, Holanda, Bélgica y Estados Unidos y un delegado representando a América Latina, el brasileño Mario Pedrosa.

Tal hecho fue el resultado de una larga lucha interna en la III Internacional y en la URSS contra la degenera­ción del Estado obrero ruso y del partido bolchevique realizada por la burocracia stalinista.

La fundación de la IV Internacional se produjo en el peor momento de la historia. La clase trabajadora sufrió pesadas derrotas. Por un lado, se afirmaba la salida nazi-fascista como alternativa burguesa, con Hitler, Mussolini y Franco. Por otro, como producto de la derrota de las revoluciones, el stalinismo se apoderó del control de Rusia y del partido bolchevique, en una guerra civil contra la izquierda revolucionaria, exterminando a miles y miles de genuinos dirigentes revolucionarios que fueron la vanguardia de la toma del poder en Rusia y de la victoria contra la intervención armada del imperialismo. Además, se avecinaba una nueva guerra mundial, que terminaría en una carnicería.

Esta situación llevó a que militantes del movimiento pro IV Internacional se colocasen contra su fundación. Argumentaban que las otras Internacionales fueron fundadas en momentos de ascenso y victoria que daban base para la construcción de una Internacional fuerte. Fundarla en este momento significaba construir una internacional “débil”.

Trotsky, desde 1933, venía batallando por la construcción de una nueva Internacional. A partir de 1936 defiende la fundación de la IV Internacional. Para él se trataba de construir una organización internacional que condensase en su programa y en sus estatutos la experiencia de casi un siglo de luchas del proletariado mundial, del marxismo, del bolchevismo y de la III Internacional que estaban siendo prostituidos por el stalinismo. Mantener ese hilo de continuidad era esencial para preservar las lecciones principales del marxismo y del bolchevismo en el periodo más negro de la historia de la humanidad.

Por otro lado, la construcción de una organización internacional permitiría agrupar a los sectores enfrentados con el stalinismo y la socialdemocacia construyendo un programa que respondiera a los nuevos fenómenos de la realidad (por ejemplo la degeneración del Estado obrero ruso) y permitiera intervenir con un progama claro en la lucha de clases.

Trotsky consideró esta tarea de constuir la IV Internacional como su obra más importante. Más importante inclusive que la dirección de la revolución rusa compartida con Lenin o la construcción y dirección del Ejército Rojo que permitió la victoria del enfrentamiento con 17 ejércitos imperialistas que invadieron Rusia.

Hoy, 60 años después, la realidad justificó plenamente este razonamiento de Totsky. El stalinismo (y sus variantes castristas, maoístas y neostalinistas), y la socialdemocracia pasaron al bando de la burguesía, abandonando las lecciones fundamentales del movimiento obrero, como la lucha de clases y el internacionalismo proletario. Hoy es un hecho, en la realidad mundial, que en todo proceso de reagupamiento del marxismo revolucionario, los trotskistas, o dirigentes que de una u otra manera estuvieron ligados al trotskismo, cumplen un papel decisivo. Esto es así por que este proceso de reagupamiento del marxismo revolucionario se da en lucha contra los aparatos burocráticos, que es una de las razones de ser de la IV Internacional.

Al mismo tiempo, esta fue la única organización que se construyó, se enfrentó y elaboró un programa para enfrentar a la degeneración stalinista que, solamente ahora, 60 años después, con los acontecimientos en la ex URSS y en el Este europeo, fue corroborado por los hechos.

1.3. La herencia que la

IV Internacional :

La teoría marxista arranca de un eje central que encabeza el Manifiesto Comunista: «La historia de todas las sociedades hasta nuestros días [exceptuando la historia de la comunidad primitiva, agregaría Engels después] no fue sino la historia de la lucha de clases».

La concepción materialista de la historia desarrollada por Marx parte de que la rueda propulsora de todo progreso humano, de todas las transformaciones revolucionarias, se debe buscar en la lucha de las diversas clases por intereses materiales que se desarrollan en la producción de bienes y riquezas, y no en las «verdades eternas», en el «bien común», en la «justicia» ni en la «voluntad inherente del hombre por la libertad y la democracia», que eran las concepciones predominantes en su época y hasta nuestros días.

Por eso el marxismo opone la unidad de clase entre los trabajadores de todo el mundo contra el enemigo común capitalista a la unidad nacional con los explotadores, aunque prediquen frases vacías sobre «justicia», «libertad» y «democracia».

Al estudiar la anatomía del modo de producción capitalista, Marx descubrió la contradicción fundamental de ese sistema, que al mismo tiempo es el secreto de su desarrollo y la clave de su falencia: Mientras la producción de bienes materiales es realizada de forma social, colectiva; la apropiación capitalista de las riquezas es privada. Esta contradicción se manifiesta en la existencia de dos clases antagónicas: el proletariado, la clase de los asalariados que, despojados de todos los medios de producción, sólo disponen de su fuerza de trabajo, y la burguesía, que concentró en sus manos el grueso de los medios de producción y se apropia en forma privada, individual, de la riqueza producida socialmente por millones y millones de productores en todo el mundo.

La producción social posibilitó un salto espectacular en la producción de bienes materiales que permitió a todos, vivir mejor. Sin embargo, en manos de los capitalistas, toda la producción y el modo de trueque se vuelca para el lucro privado de los capitalistas.

De ahí vienen las crisis periódicas o cíclicas, el círculo vicioso. Se producen tantas mercancías que no se pueden vender (superproducción), el comercio estagna, se paraliza, las fábricas cierran, los trabajadores caen en penurias por la excesiva producción. Las fuerzas productivas y los productos son destruidos violenta y masivamente. Ocurre una estagnación (paralización) más o menos corta con la desvalorización de las mercancías hasta que comienzan los stocks de mercancías a escacear y la producción retoma su marcha. Esas crisis empujan a la burguesía a la conquista de nuevos mercados y colonias y a la explotación más intensa de las más antiguas. ¿A dónde lleva todo eso? A nuevas crisis más extensas y destructivas y a la disminución de los medios para evitarlas. Las crisis son la explosión violenta de la contradicción entre las fuerzas productivas sociales y la apropiación privada. Las fuerzas productivas se revelan buscando romper su condición de capital, buscando el reconocimiento de su carácter social, con la destrucción de la propiedad privada. El modo de producción capitalista ya no consigue contener a las fuerzas productivas por él mismo creadas. Se abre un proceso de revolución y la lucha de clases entra en los períodos históricos de transformaciones revolucionarias.

La «teoría de la miseria creciente» es otra idea central en el marxismo:

La acumulación de riqueza en un polo es, consecuentemente, al mismo tiempo, acumulación de miseria, sufrimiento en el trabajo, exclavitud, ignorancia, brutalidad, degradación moral en el polo opuesto, es decir, en el lado de la clase que produce sus productos en forma de capital.

La ley general de la producción capitalista, según Marx, no es elevar el nivel medio del salario sino hacerlo bajar, empujando el valor de la fuerza de trabajo hasta su límite mínimo. Cuan­to mayor sea la riqueza social, mayor el número de desempleados. En un polo, concentración de la riqueza en manos de un puñado de grandes empresarios, en el otro, una multitud de miserables. Hoy esto es una verdad indiscutible. Ni los mismos propagandistas del imperialismo lo niegan. Ni el desarrollo del maquinismo, ni la aplicación de la ciencia a la industria y la agricultura, ni las nuevas «colonias», ni la intensificación de la explotación de las viejas, ni la explotación de todo el globo junto, realizado por el capitalismo globalizado, son capaces de acabar con la miseria de las masas trabajadoras. Por el contrario, todo nuevo impulso que se imprima a la fuerza creadora del trabajo sobre la base falsa del régimen capitalista no conseguirá más que profundizar y agudizar los conflictos de clase.

La más alta concentración de los medios de producción en manos de un puñado de grandes magnates y la más alta socialización internacional del trabajo consiguen una situación que se torna incompatible con el modo de producción que los creó.

De esta base surgieron los ejes centrales del programa marxista: la formación del proletariado como clase, constituyéndose en partido político independiente de los partidos de la burguesía; el derrumbe de la supremacía burguesa, con la expropiación de la propiedad privada de los medios de producción y la conquista del poder político por el proletariado, destruyendo el Estado burgués, instaurando la dictadura del proletariado.

Marx siempre protestó contra el hecho de que fuese atribuido a él, el descubrimiento de la teoría de la lucha de clases. Lo que sí reivindicaba era que había demostrado que la existencia de las clases se da combinada con determinadas luchas históricas que reflejan el desarrollo de la producción material, dejando en claro que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado o a la dictadura burguesa, o sea no hay una «tercera vía».

La esencia de la teoría marxista se puede resumir en la teoría de la dictadura del proletariado y esta fue la contribución más importante de Marx al programa del proletariado mundial.

Otro eje fundamental del marxismo es el internacionalismo obrero. En el marxismo, el internacionalismo no es una expresión de deseos, sino que deviene integramente del desarrollo internacional del capitalismo que determina el carácter internacional de la revolución proletaria. Por eso el marxismo ya surgió como una organiza­ción internacional: La Liga de los Comunistas y más tarde la I Internacional.

El inicio y la conclusión del Manifiesto Comunista son sintomáticos: inicia con la frase que sintetiza el eje clasista de la teoría marxista y concluye con un grito de guerra por la unión internacional del proletariado, que sintetiza la tarea central del proletariado mundial: la revolución socialista internacional.

1.4. Programa de la IV Internacional: factor de reagrupamiento del proletariado y de los marxistas revolucionarios:

Estamos observando dos hechos colosales que abren un nuevo paréntesis en la historia: se desmorona el mito del crecimiento y la estabilidad capitalista que predominó en el «boom» de la pos guerra. Esta crisis viene de antes, desde la década del 70, obligando al imperialismo a desatar una contrarrevolución económica permanente que asumió la figura neoliberal. Asistimos hoy a sus efectos desvastadores, dando pie a nuevos y grandes enfrentamientos de clase. Este «boom» dio la base social de masas a la socialdemocracia en los países imperialistas, que permitió la relativa «estabilidad» de esos países. Este proceso se combinó con la caída del mayor aparato contrarrevolucionario que conoció la historia, el stalinismo.

Estos dos hechos combinados, abrieron una etapa de gran polariza­ción social, con posibilidades de apertura de situaciones revolucionarias objetivas en varios países del mundo, una etapa marcada por revoluciones y gue­rras, huelgas y enfrentamientos que se aproximan en el corazón del impe­rialismo: Europa, Estados Unidos y Japón. Por primera vez en la historia, los tres sectores de la revolución mundial, los proletariados de los países impe­rialistas, de los países coloniales y semi coloniales y de los países del Este europeo y de la ex URSS, tienden a actuar como parte de un único proceso mundial de lucha. Vemos en todo el mundo el inicio de la crisis de los planes neoliberales. Estos planes están siendo golpeados por grandes acontecimientos, huelgas generales (o sectoriales importantes), en Rusia, Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia, Corea, Argentina, México y procesos revolucionarios como en Indonesia, Congo o Palestina.

Este conjunto de factores propicia el inicio de una etapa revolucionaria, de gran polarización social, que puede durar años, o décadas, con altibajos, victorias y derrotas, que permitirán templar y forjar una dirección revolucionaria internacional.

Esta etapa ofrece posibilidades para que los marxistas revolucionarios puedan ligarse al movimiento obrero y sus organizaciones y jueguen un papel de primera magnitud. Esto es posible porque las barreras de las organizaciones stalinistas y socialdemócratas que separaban como un muro a los revolucionarios de las masas, están en una profunda crisis. El stalinismo perdió el gran aparato de donde emanaba su autoridad política y la socialdemocracia va hacia un reformismo sin reformas, ya que el fin del «boom» de la posguerra liquidó las migajas con que el imperialismo «amansaba» al proletariado de los países imperialistas.

Parte de los marxistas revolucionarios se unieron en sectas completamente alejadas del movimiento obrero para preservar un programa «puro», otros se adaptaron a las corrientes burocráticas «progresivas», abandonando el programa marxista.

Los marxistas revolucionarios pueden y deben romper con esta disyuntiva y ligarse al movimiento obrero, disputando la dirección con un programa clasista, revolucionario e internacionalista y en lucha mortal contra todo tipo de dirección burguesa y/o pequeño-burguesa.

En estos momentos vuelven a ponerse en vigencia, y con peso, los ejes centrales del programa marxista, que hoy son defendidos por la IV Internacional:

1.- La lucha de clases conse­cuente contra la burguesía nacional e internacional. La burguesía, con sus ataques violentos a las conquistas del movimiento, no tiene nada que ofrecer a no ser desempleo, miseria, destrucción del hombre y la naturaleza. La afirmación de la independencia de clase, contra los pactos con la burguesía y los «acuerdos de paz» con el enemigo;

2.- Retomar el internacionalismo proletario como única salida para enfrentar los planes imperialistas que atacan en forma sincronizada a todo el planeta, y azuzan la pelea de los trabajadores entre sí para poder explotarlos más y mejor. No se trata sólo de la solidaridad entre los trabajadores del mundo. Es necesario avanzar en la coordinación internacional de las luchas por las organizaciones sindicales internacionales y por la reconstruc­ción de un partido mundial obrero y revolucionario;

3.- La lucha decidida contra todas las direcciones traidoras del movimiento obrero, que se pasaron con todo su equipaje, a la defensa del régimen democrático burgués, de la «democracia» y defienden la aplicación de los planes neoliberales, así como la restauración capitalista en los países del Este. Este es un principio fundamental ya que la victoria del movimiento obrero depende de la derrota de estos agentes de la burguesía en nuestro movimiento. Por la democracia obrera en el interior de las organizaciones de los trabajadores. Fuera la burocracia parasitaria y pro burguesa de los organismos de la clase.

Estos tres principios centrales del marxismo en la actualidad sólo son defendidos solamente por el trotskysmo y están condensados en el programa de fundación de la IV Internacional, el Programa de Transición, así como en su método:

La tarea estratégica del próximo periodo...consiste en superar la contradicción entre la madurez de las condiciones revolucionarias objetivas y la madurez del proletariado y su vanguardia...es necesario ayudar a las masas en el proceso de las luchas diarias, a encontrar un puente entre las reivindicaciones actuales y el programa socialista de la revolución... sistema de reivindicaciones transitorias que parte de las condiciones y de la conciencia actuales de amplios sectores de la clase obrera y conduzca invariablemente a una consecuencia final: la conquista del poder por el proletariado.

El método del Programa de Transición es una ruptura con el método con que la socialdemocracia actuó en una época en que el capitalismo era progresista, divi­diendo su programa en dos partes, independientes una de otra: el programa mínimo, que se limitaba a reformas en el cuadro de la sociedad y el programa máximo, que prometía, para un futuro indeterminado, la sustitución del capitalismo por el socialismo.Entre el programa mínimo y el programa máximo no existía ninguna mediación...

El marxismo prevé la transición entre las diferentes fases de la lucha. Distingue cuidadosamente entre las fases no revolucionarias del desarrollo político y el correspondiente estado de ánimo de las masas y la posibilidad de tendencias subyacentes que conduzcan a la aparición de situaciones pre revolucionarias y directamente revolucionarias.

Este método del Programa de Transición es una continuidad y al mismo tiempo una superación positiva del desarrollo programático del marxismo, que viene desde el Manifiesto Comunista, de los textos de Lenin «La catástrofe que nos amenaza y como combatirla» y «Tesis sobre Táctica de la III Internacional», que nunca llegaron a ser redactadas como un programa de transición, aunque apuntaban en ese sentido, con éste método.

Este programa gana fuerza porque responde a la realidad actual de la lucha de la clase trabajadora, es decir, a la imposibilidad de mejorar el nivel de vida de la clase trabajadora dentro del capitalismo, a través de reformas graduales, convirtiendo las más mínimas reivindicaciones de la clase trabajadora en palancas por la movilización anticapitalista de la clase. Gana fuerza porque la lucha de clases asume cada vez más un carácter internacional, colocando como tarea prioritaria la reconstrucción del internacionalismo proletario y del partido mundial, y finalmente porque, también, crece el descrédito de las direcciones burocráticas que se desenmascaran al colocarse a favor de la aplicación de los planes capitalistas «neoliberales», y se desgastan junto con estos planes y con el desgaste de los regímenes democrático burgueses. La lucha por la democracia obrera dentro del movimiento, asume un papel fundamental y pasa por la expulsión de estos traidores de las organizaciones obreras.

Estos ejes programáticos que son la esencia del marxismo asumen toda la actualidad y con ellos se fortalecen los trotskystas que son, actualmente, los que los defienden. Hoy son más actuales que nunca el Programa de Transición y su eje central: la construcción de la IV Internacional en todos los países del mundo para de­rrotar a los aparatos burocráticos contrarrevolucionarios y resolver la crisis de dirección revolucionaria, en el transcurso de la propia lucha por la revolución socialista mundial.

1.5. La actualidad de la IV

Internacional:

El mayor mérito de la IV Internacional fue mantener el hilo de continuidad de la teoría, del programa y de la política marxista leninista en el período más dificil de la historia de la humanidad. El mayor acierto de Trotsky fue fundarla exactamente en el momento en que el stalinismo podría destruir toda la herencia marxista, prostituyéndola completamente. Al mismo tiempo fue la única corriente que contribuyó con nuevos elementos para la teoría, el programa y la política marxista.

La IV Internacional se fundó apoyada en la experiencia del marxismo y del bolchevismo, particularmente en la teoría de la lucha de clases, en la defensa de la independencia de clase y de la dictadura del proletariado, en el internacionalismo obrero. Asumió como suyas las contribuciones del leninismo como la análisis de la época moderna: la naturaleza contrarrevolucionaria del oportunismo, la relación entre “democracia” burguesa y “dictadura” proletaria, las relaciones del proletariado con el campesinado y las nacionalidades oprimidas, el parlamentarismo, la política de frente único obrero, la obligatoriedad de trabajar sistemáticamente en las organizaciones proletarias de masas, sobre todo en los sindicatos reformistas y la defensa del carácter de partidos centralizados democráticamente así como la necesidad imperiosa de la construcción de una genuina internacional revolucionaria. Todas estas contribuciones del leninismo, que están sintetizadas en las decisiones de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, forman parte constitutiva del programa de fundación de la IV Internacional. En todos los terrenos, desde el programa, la concepción de partidos y de la internacional, la IV fue una continuidad de la III Internacional de los tiempos de Lenin.

Las contribuciones esenciales de la IV Internacional al marxismo, que la justificaron históricamente, fueron la elaboración teórica sintetizada en la teoría de la revolución permanente, que parte del reconocimiento del carácter internacional, por tanto permanente, de la revolución proletaria en oposición a la teoría del socialismo en un sólo país, y su análisis y programa para enfrentar a la degeneración del primer Estado obrero de la historia, llevada a cabo por el stalinismo.

Tanto en el aspecto defensivo (mantener la continuidad de la herencia marxista) como en el aspecto ofensivo, con las contribuciones teórico-políticas, la IV Internacional pasó por la prueba de los hechos. Hoy se constituye en un patrimonio de todos los luchadores de vanguardia del proletariado mundial, sean trotskystas o no.

Si bien es cierto que en su funda­ción la IV Internacional se redujo a “trotskystas”, eso no se debió a la política de Trotsky, que era partidario de fundar una Internacional con todos los marxistas revolucionarios, en base a un programa principista. Por eso buscó la colaboración de Ruth Fischer (zinovievista alemana), Leonetti (gramsciano italiano), Andrés Nin, Pivert, Sneevliet y tantos otros camaradas que no provenían de la Oposición de Izquierda Internacional. Este aislamiento se debió al peor momento de derrotas de la clase obrera y de la presión violentísima del stalinismo, que era la dirección indiscutida del movimiento obrero, secundado por la socialdemocracia.

La IV Internacional permitió la unidad de los marxistas revoluciona­rios en la defensa de un programa, una tradición y un núcleo organizativo que sintetizaba la experiencia del movi­miento obrero desde el Manifiesto Comunista y especialmente la experiencia de la Revolución Rusa y de los cua­tro primeros congresos de la Internacional Comunista.

1.6. Conclusión:

El programa de la IV Internacional no sólo no fue superado por la historia, como, probablemente, será el programa que algutinará a los trabajadores en lucha y posiblitará el reagrupamiento de los marxistas revolucionarios en el mundo entero. Si su teoría considera correctamente el curso del proceso histórico y prevé los acontecimientos mejor que las otras, continúa siendo la más avanzada de nuestra época, aunque ya tenga muchos años de edad. Por todo esto, la tarea más importante de los marxistas revolucionarios en la actualidad es reconstruir la IV Internacional. Y esta tarea no es sólo de los «trotskistas». Marxismo, leninismo y trotskismo son sinónimos. La ruptura con uno lleva, inexorablemente, a la ruptura con el otro. Por eso, la tarea de reconstuir la IV Internacional, un patrimonio de todo el movimiento obrero mundial, es de todos los genuinos marxistas revolucionarios.

En síntesis, tanto la experiencia de esta larga, difícil y prolongada marcha por la construcción de una dirección revolucionaria internacional, como el actual panorama mundial de la lucha de clases, nos ratifican en la necesidad de contar con una organización internacional, regida por el centralismo democrático.

Los militantes revolucionarios que se desprenden de las luchas de la clase trabajadora mundial se verán obligados a buscar un nuevo centro nucleador. Inevitablemente surgirán nuevas rupturas en las organizaciones stalinistas, socialdemócratas y centristas. Triunfará, en este proceso de reagrupamiento del marxismo revolucionario, aquella corriente que defienda una posición teórica y política correcta y que esté convencida de la necesidad histórica de su lucha.

Estos militantes revolucionarios que surgen y surgirán en este nuevo ascenso de la clase trabajadora mundial deben contar con la posiblidad de unirse a una organización internacional que se apoye en la experiencia de 150 años de lucha de clases.

En este proceso de construcción de esta organización internacional, se puede y se debe conformar acuerdos y frentes entre organizaciones revolucionarias que estén buscando construir esta internacional. Estos acuerdos revolucionarios deben tener una clara base de principios y una formulación clara de sus objetivos. La fusión de estas organizaciones, en un periodo que no se puede prever los ritmos, llevará a la construcción de un partido mundial de la revolución socialista que, para nosotros los militantes de la LIT, tiene un nombre: la reconstrucción de la IV Internacional.

¿Qué anhela la LIT en este proceso? La LIT es apenas un núcleo revolu­cionario, cuya batalla central en el proceso de reorganización del movimiento obrero mundial es la reconstrucción de la IV Internacional. Luchamos para que las organizaciones y los partidos nacionales, así como este partido mundial, sean cada vez más obreros, cada vez más interna­cionalistas, cada vez más marxistas.

Saludamos la conformación del Koorkom, con corrientes y grupos de obreros rusos, que vienen de otras trayectorias que no son la IV Interna­cional y se unen ahora, a la lucha del proletariado mundial. La unión y la ligazón estrecha con el movimiento obrero que se reorganiza bajo nuevas bases es la certeza de victoria de la IV Internacional. Ella se reconstruirá participando en los combates de la clase obrera trabajadora y en la batalla dentro de las organizaciones de masas contra las burocracias parasitarias y en defensa intransigente de la democracia obrera. Tendremos tiempo para probarnos.

Como decía Trotsky:

El mundo capitalista ya no tiene salida, a menos que se considere salida a una agonía prolongada. Es necesario prepararse para largos años, si no décadas, de guerras, insurrecciones, breves intervalos de tregua, nuevas guerras y nuevas insurrecciones. Un partido revolucionario joven tiene que apoyarse en esta perspectiva. La historia le dará suficientes oportunidades y posibilidades de probarse, acumular experiencia y madurez. Cuanto más rápidamente se fusio­ne la vanguardia, más breve será la etapa de las convulsiones sangrientas, menor la destrucción que sufrirá nuestro planeta

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Enviado por:Paul G. M.
Idioma: castellano
País: España

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