Psicología
Criterios de salud y enfermedad
Evaluación 2 - Unidad 1 - Tema 5 - Apunte 12
Lunazzi - “Lectura del psicodiagnóstico” - Capítulo III: “Criterios de salud y enfermedad”
En la construcción de lo que hemos llamado el dispositivo psicodiagnóstico -un articulado encuadrado entrevistas más baterías de técnicas- de modo de proponer una cadena mínima necesaria para el surgimiento de efectos significantes de las estructuraciones de los sujetos -familia, grupo, pareja, etc.- los protagonistas dentro de este dispositivo serán el sujeto y el psicólogo.-
Nos ocuparemos del psicólogo, ya que su tarea se asienta sobre supuestos teóricos fundamentales acerca de lo que considere salud o enfermedad, supuestos teóricos e ideológicos que orientarán y subyacen a su interpretación y evaluación de los fenómenos.
Normalidad
Wolf distingue tres tipos de normalidad:
El concepto estadístico: una peona es normal cuando está próxima a tendencia de un grupo típico de individuos.
Este criterio no nos sirve porque hay enfermedades que se dan en la mayoría de la población, por ejemplo la gripe y además hay ciertos fenómenos como el virtuosismo para la música que están fuera del término medio y no por ello pueden considerarse enfermedad. Este enunciado implica el riesgo de asimilar anormalidad con enfermedad.
En el psicodiagnóstico la información estadística queda siempre en suspenso pues nos posicionamos en la subjetividad. El modo de organización peculiar y permanente más profundo y característico del ser humano único.
El concepto normativo: es normal aquella persona que cumple con las reglas éticas (normas) del grupo al que pertenece, se muestra asimilada a las expectativas de conducta habituales de su grupo de pertenencia; es normal ser haragán. Infiel, bocasucia si el grupo lo demanda.
En este sentido normalidad se aproxima mucho al concepto vulgar de adaptación. Así normalidad se confundiría con el mejor ajuste adaptativo. No es útil confundir “ajuste” con “adaptación” porque confundiremos adaptación con criterio de conformismo social. Es una forma reduccionista de concebir el proceso de adaptación que implica complejos procesos entre las estructuras y sus medios. La adaptación se realiza entre dos tipos de equilibrios: el equilibrio interno (homeostasis) y el equilibrio externo. Adaptación como el equilibrio entre la asimilación (acción del medio sobre el organismo) y la acomodación (o modificación) que sufre el organismo ante el esfuerzo por transformar el medio.
Ejemplo: sabemos que transitamos un amplio cuestionamiento acerca de los roles tradicionales femenino y masculino, repetir ajustadamente los roles de los propios padres y abuelos sería una pauta muy “adaptada”, en términos de cristalización de lo aprendido y cerramiento al cambio y la transformación. El hombre y la mujer van creando nuevas experiencias vinculares que pueden ser vistas como “inadaptadas”: que el hombre cocine en el hogar o saque las telarañas o que la mujer no tolere ser golpeada.
El concepto clínico: la perspectiva clínica nos provee parámetros más aceptables que permiten concebir a la salud y a la enfermedad no como expresiones de dicotomías irreconocibles, sino como puntos dentro de un continuum. El punto extremo de anormalidad del continuum está representado por aquél sujeto que no puede gobernarse a sí mismo poniendo en peligro su vida y la de los demás. Pondríamos en el otro extremo como normal el “amor” por la vida y su cuidado.
Nuevamente sin embargo, criterios evasivos su el principio de conservación de la vida que parece subyacer queda supeditado a “valores” o “ideales” superiores como en las inmolaciones de los bonzos o kamikases.
En la clínica para organizar nociones diferenciales, introducimos cuestiones de goce, libertad, permanencia, acción, sublimación versus sufrimiento, rigidez, inestabilidad, detención o regresión.
Trátese de una diferencia de orden cuantitativo y no cualitativo. “No existe luna entidad llamada anormalidad o enfermedad, sino manifestaciones extremas de reacciones que se observan también en individuos normales”.
Los juicios de valor se infiltran en el concepto de normal. No normal como juicio de valor. El término normal es un término, por lo tanto, equívoco porque liga lo habitual con lo normal. Rausch propuso sustituir el término normalidad por el de normatividad, expresando esta última la polaridad dinámica de la vida: “el hombre normativo es capaz de utilizar nuevas normas en función de las fluctuaciones de sus requerimientos externos e internos”. No habría entonces conducta normal, sino conducta normativa.
La polaridad dinámica de la vida que puede ser pensada en el equilibrio móvil de aperturas y cierres, por ejemplo frente a demandas vitales, o al juego Tánatos-eros, etc., sedimenta o cristaliza un cierta línea invisible sólo aprehensible en sentido posdictivo, que es lo que conceptuamos por normatividad.
En psicodiagnóstico, poco aporta el concepto d normalidad, ya que lo que nos interesa es la subjetividad de la normalidad, es decir, el acceso al sujeto que puede o no representarse como normal. Pensaremos a nuestros sujetos como posiblemente viajando a lo largo de un continuo, con diferentes “paradas” según sucesos históricos de su ciclo vital.
Si, nos importará reconocer su normatividad, en tanto capacidad de fluctuación dinámica entre su realidad y recursos psíquicos y la realidad externa. Pero no obstante esa fluctuación, subyace a un hilo narrativo, a veces de gran estabilidad y continuidad, otras fisurado o desarticulado. Lo hemos llamado su normatividad.
Los desarrollos de síntomas y desequilibraciones (descompensaciones) y reequilibramientos rígidos o permeables, habremos de estimarlos con relación a la normatividad subjetiva.
La salud implicaría también la noción de equilibrio móvil. De este modo, una adaptación rígida, inamovible, incuestionable a ciertas pautas de involucramiento implicaría un pérdida de salud.
Experimentar conflictos es inherente a la salud y a la vida humana, en tanto poder de poder experimentar rupturas dentro de una homeostasis fluída y recuperar nuevas organizaciones inestables equilibrante. Así como la rigidez queda ahora asociada a enfermedad psíquica, salud psíquica sería la posibilidad de reorganizaciones adaptativas, creativas.
La patología seria entonces la cristalización, la rigidez, la dificultad de elección de otras posibilidades ante las exigencias internas y externas y no la presencia de conflictos, generadora característica del ser humano que si es suficientemente sano, los vive, los atraviesa y accede a nuevas propuesta conflictivas, de experiencias enriquecedoras tanto afectiva como cognitivamente.
La salud no es entonces ausencia de patología, sino capacidad de desarrollo y cambios conducente a un crecimiento humano; estar en buen estado de salud significa poder enfermarse y restablecerse.. no equiparamos salud con ausencia de conflicto, sino salud con medios de resolución o equilibración.
Estar sano y ser normal no son hechos totalmente equivalentes porque la patología puede presentarse como una especie de normalidad. Estar sano no es sólo ser normal en una situación dada, sino en situaciones imprevistas, o poder superar la norma, tolerar las infracciones a la norma habitual e instituir normas nuevas.
Pensaremos la salud, con Theodora Alcock bajo las formas de libertades:
libertad para pensar de acuerdo a la capacidad intelectual.
Libertad para actuar sin compulsión o inhibición exagerada.
Libertad para sublimar impulsos instintivos y conflictos inconscientes.
Libertad para establecer, mantener y gozar de los vínculos humanos.
Entonces la salud mental pasa a pensarse en términos de libertades. El concepto de libertad de muchas maneras está presente en la ideología en los diferentes abordajes terapéuticos concebidos como estrategias para el restablecimiento de circuitos obstruidos o rigidizados y hacer que fluya libertad.
La enfermedad mental pasa a ser vista como una forma de esclavitus, restricción o limitación, despojada de connotaciones estadísticas o éticas.
Winnicott enfatizó particularmente la idea de libertad a la luz de los conceptos de salud y creatividad. “en buena salud mental existe una flexibilidad en la organización de las defensas, mientras que en a mala salud las defensas, son relativamente rígidas. En la buena salud es posible por ejemplo descubrir la presencia del sentido del humor, es en el área de la organización de defensas una suerte de espacio l8ibre. Dicho espacio procura un sentimiento de libertad tanto para el individuo en cuestión como para los que están relacionados o quieren relacionarse con él”. “en la medida en que la libertad se ausenta de la economía interna del individuo no se la puede destruir fácilmente”...” ciertamente una amenaza prolongada puede corroer la salud psíquica de cualquiera, lo específico de la crueldad está en destruir en un ser aquella pare de la esperanza que le da un sentido al impulso, al pensamiento a la vida creadora"
Theodora Alcock se refiere en términos de libertades que deben basarse en una armonía interna, en una triple alianza entre el ello, el yo y el superyo, o dicho en toros términos en una interacción amistosa entre la energía libidinal, capacidad de modulación y control y el reconocimiento de lo sociocultural.
Ejemplo: un niño de 10 años traído a consulta por dificultades en el rendimiento escolar, aprendizaje y aislamiento de sus compañeros. Nos enteramos en la entrevista que años antes había sido un excelente alumno y que disfrutaba y compartía juego y proyectos con sus compañeros. Se muestran dramáticamente afectadas sus libertades: su capacidad intelectual no está disponible y no efectiva, aparece en el plano de la acción inhibido y retraído, la organización defensiva se muestra poco operante ya que la energía queda bloqueada por necesidades regresivas; también ha dejado de (procesos de fantasmización y pensamiento) disfrutar de las relaciones humanas.
Intentaremos captar y conceptualizar por un lado los aspectos fijos, así como los críticos y desorganizantes, explorando las dimensiones estructurales y formales de las técnicas y por toro lado revisando sus dinámicas y aspectos de contenido para dar cuenta de lo actual.
No interesa en nuestro diagnóstico subjetivizar la noción de normalidad y además separar diagnóstico de la estructura mental de diagnóstico de normalidad psicopatológica.
La normalidad que nos interesa es la construída por el sujeto en la historia de su vida, con respecto a la cual uno o muchos sucesos pueden o no crear “disloques” que desorganicen esta normalidad. Normalidad que puede ser sana o patológica (en términos de sujeción, por ejemplo, a la repetición de vínculos primarios) así como esos disloques, “crisis” o “descompensaciones” pueden tener, desde una reflexión sobre lo saludable, consecuencias de cambio saludable o no. Llamaremos normatividad a la dimensión que permite y sostiene la construcción del estilo de ser y vivir de cada sujeto.
Normalidad será como el sujeto se entiende con su propia estructura psíquica. Su modo de entenderse considerado posdictivamente (una reconstrucción del presente al pasado) nos permitirá reconocer un estilo de trazado que llamaremos su normatividad.
Nos referiremos a la salud asociada a la noción de buen funcionamiento interior de un sujeto teniendo en cuenta los datos particulares de cada individuo. Nos remitiremos a un aspecto subjetivo de la normalidad en función de las realidades psíquicas de cada uno y en cómo éstas se han avenido con la realidad externa, material y vincular.
Tomamos una noción de normatividad personal donde incluiríamos estados considerados por otros como patológicos dentro de los límites de “lo normal” en la medida en que estos estados pueden expresar una relación de normatividad con la vida particular del sujeto.
Así, normalidad sería cómo el sujeto se entiende con su propia estructura psíquica; sus patrones vinculares, cognoscitivos y afectivos según su “dotación natural” y el sistema interpersonal-social-cultural que lo ha acompañado en la historia de su vida, configurando un cierto “estilo” y estructura
Síntomas, en la estructura neurótica, pueden ser un grito hacia la salud.
Conclusión:
Es sensato eludir las categorizaciones de normalidad, enfermedad, patología, en nuestras evaluaciones por el fuerte impacto ideológico ligado.
Es importante explicitar el contenido de nuestras diagnosis. Ejemplo: si decimos neurosis, acompañar de una descripción de qué criterios estamos manejando.
Utilizar criterios de diferenciación clínica como grandes titulares.
No omitir como expresiones de salud los grados de satisfacción en el trabajo y en los vínculos y/o en el cuidado de si mismo. La capacidad de aprendizaje activo, la búsqueda de nuevos logros como así la capacidad para gozar, manifestar y compartir las formas de placer, también manifiestan expresiones saludables. Dentro de los cuadros de personalidad que caracterizaríamos en estado de enfermedad.
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Enviado por: | Gabriela |
Idioma: | castellano |
País: | España |