Psicología


Crecimiento psicológico del niño


  • ESTADIO DEL CUERPO VIVENCIADO

  • El comportamiento del recién nacido se desarrolla como una unidad, y las reacciones específicas son finalmente organizadas en función de un conjunto. La integración de esas reacciones específicas corresponden al asentamiento, según el grado de desarrollo, de las diversas funciones de las que va dependiendo.

  • A LO LARGO DE LA VIDA UTERINA

  • La función muscular es el primer modo de expresión del embrión. Es ejercida mucho antes de que el embrión sea capaz de reaccionar ante una estimulación sensorial de origen externo. Es decir, que el sistema motor es capaz de desencadenar y de mantener su propia actividad sin que haya necesidad de estimulación sensorial. Es lo que se denomina tono muscular.

  • AL NACER, LA NECESIDAD DE ALIMENTO VIENE A SER LA ORGANIZADODRA DEL COMPORTAMIENTO

  • A lo largo de la vida fetal, el organismo del niño está en simbiosis con el organismo materno, y las exigencias metabólicas de su crecimiento están cubiertas según la medida de sus necesidades.

    Desde el nacimiento, el niño, separado de la circulación materna, va a vivir la alternancia entre una sensación de carencia, provocada por el descenso de metabolitos sanguíneos, y la satisfacción de esta necesidad fundamental, el alimento.

    El recién nacido oscila, por tanto, entre un estado de necesidad, manifestado por una elevación del tono que origina descargas musculares impulsivas y llantos, y un estado de quietud (“placer”), al disminuir el tono.

    El equilibrio de este comportamiento tónico-emocional, es el resultado de la atención que presta el entorno al niño.

  • DESDE LAS PRIMERAS SEMANAS, SOBRE TODO EN EL ESTADIO PRE-OBJETAL (HASTA LOS 7 MESES), EL COMPORTAMIENTO SE ORGANIZA TAMBIÉN BAJO LA INFLUENCIA DE LAS ESTIMULACIONES SENSORIALES

  • Son muy importantes los estímulos externos, provocados por el entorno humano en la organización del equilibrio tónico-emocional del niño.

    Durante la vida intrauterina, el feto vivía ya en un universo de sensaciones cutáneas, sonoras y propioceptivas. El paso a la vida aérea parece crear una verdadera necesidad de ejercicio de las estructuras sensoriales. En particular, los contactos cutáneos se revelan con una importancia tan grande como las necesidades de nutrición en la instalación del equilibrio afectivo del niño.

    Este papel subjetivo, ejercido por la sensorialidad, se completa por la importancia que tiene la organización de los primeros automatismos adquiridos en las futuras praxias (aprendizajes). Los estímulos externos juegan el rol de señales para dicha organización.

    La actividad sensoriomotriz no se desarrolla solamente a partir de los estímulos externos, sino también a partir de las informaciones propioceptivas, laberíntica y articular, que están en el origen de las reacciones de equilibrio y de los primeros reajustes posturales, cuya coordinación exige la intervención del arqueocerebelo. Parece ser que la organización tónica que preside el reajuste postural, está en el origen de una forma primitiva de conciencia que se superpone a la conciencia vegetativa inicial.

    Alrededor de la sexta semana es cuando la entrada en actividad del gran lóbulo límbico, va a permitir al niño asocial la satisfacción y la insatisfacción de sus necesidades fundamentales, según un indicio sensorial u otro. Va a ser capaz de relacionar lo que el siente con algunas características objetivas del entorno. De esta manera, dispondrá de una verdadera memoria afectiva, pudiendo ejercer un rol anticipador. Desde este periodo no solamente va a sentir el placer, sino que podrá preverlo.

  • EN EL 8º MES, LA ENTRADA EN EL ESTADO OBJETAL REPRESENTA UNA NUEVA ETAPA IMPORTANTE EN LA EVOLUCIÓN DEL YO

  • El estadio preobjetal corresponde a una verdadera simbiosis afectiva entre la criatura y la madre dispensadora de alimento y quietud.

    Ella es un intermediario indispensable de todas las experiencias emocionales del niño.

    Hasta los ocho meses, el pequeño no tiene de la madre más que un conocimiento vivido, adquirido a través del “diálogo tónico”. Puede sentir una cierta insatisfacción cuando alguien distinto hasta ahora se ocupa de el, pero aún no lo identifica como objeto.

    En el estadio objetal va a tener lugar una verdadera identificación de la imagen materna. La percepción de ese personaje va a permitir la canalización de la energía sobre ese “objeto libidinal”, adquiriendo un valor estructurante. En la mediada en que la experiencia vivida de la criatura le permite asociar el placer con la presencia materna, su ausencia le provoca una frustración. La experiencia de la frustración tiene un aspecto dinámico, pues la pérdida pasajera del “objeto libidinal” surge en el origen del deseo, motor de la actividad intencional con la imagen materna, fruto de la representación mental, naciendo así el primer soporte para el ejercicio de la función simbólica.

    A partir de este periodo, un verdadero diálogo afectivo podrá instaurarse entre el niño y su entrono humano, en la medida que la madre juegue un papel facilitador captando toda la afectividad del niño.

  • DESDE EL 2º AÑO, LA ORGANIZACIÓN DEL YO VA A HACERSE ALREDEDOR DE LA RELACIÓN CON EL OBJETO MATERIAL

  • Mientras que el medio humano en el que se desarrolla el niño, por su comportamiento, ha asegurado la plena satisfacción de sus necesidades, respetando el “principio de placer”, los intereses del niño, que hasta entonces solo se centraban en las personas, van a centrarse también en las cosas.

    La investigación del niño sobre los objetos, se traduce por una actividad perceptivo-motriz que va a facilitarle la adquisición rápida de praxias, asegurándole el desarrollo de la función de reajuste, y dándole al mismo tiempo un soporte nuevo en la organización perceptiva.

    Por otro lado, la acción sobre el objeto permite al niño experimentar el peso y la resistencia de lo real, al mismo tiempo que realiza la experiencia de su eficacia y su unidad.

    La actitud del entorno humano ante esta investigación va a condicionar la manera en la que el niño vive su actividad corporal. Por tanto, el adulto debe incitar al niño a que investigue su entorno, valorar sus logros y enseñarle a aceptar sus limitaciones, tanto físicas como por seguridad, haciendo así que tome conciencia sobre el “principio de la realidad”.

  • LAS PRIMERAS EXPERIENCIAS PSICO - AFECTIVAS. EL NIÑO DESCUBRE AL OTRO.

  • A lo largo de la vida intrauterina, las necesidades metabólicas del feto están automáticamente satisfechas. Su actividad motora se traduce por un verdadero comportamiento postural que se manifiesta muy precozmente, por su reequilibración en el líquido amniótico a partir de la estimulación laberíntica. Alrededor de la semana dieciséis, los movimientos se hacen más numerosos y más poderosos, y se ponen en macha, bien espontáneamente o bien a partir de estimulaciones sensoriales.

    En el nacimiento esta situación privilegiada cesa, y después del corte del cordón umbilical el joven organismo, emplazado en un medio extraño, está totalmente impotente para ayudarse en sus necesidades vitales. Solamente la presencia de un entrono humano, afectuoso, va a transformar este medio hostil en uno favorable al desarrollo. La urgencia está puesta en primer lugar en la función metabólica: respiración, alimentación, excreción, y las primeras exigencias afectivas del recién nacido, en lo que respecta a las necesidades de su propia supervivencia, justifican la denominación de “estado narcisista primario”.

    Las funciones de relación, musculares y sensoriales, se mantienen pobres. El recién nacido, sometido ahora a la pesadez, no tiene ya un tono suficiente para asegurar el equilibrio de su cuerpo, y su motricidad se limita a reacciones impulsivas, sobre todo en las extremidades. Desde su llegada al medio aéreo, la cantidad de señales y su calidad se acrecientan, de lo cal resulta una importante activación del proceso de maduración sensorial y de los correspondientes centros nerviosos.

    Respecto a las estimulaciones cutáneas, visuales y auditivas, ocasionadas por la presencia humana, recordar que son un factor esencial de desarrollo que hará apto al niño de dos meses para establecer un contacto activo con su medio ambiente. Por tanto, la afectividad del niño va a orientarse, no solo sobre si mismo, sino hacia un objeto exterior privilegiado, aunque no identificado: la madre.

  • DEL NACIMIENTO AL 2º MES. ESTADO NARCISISTA PRIMARIO.

  • HASTA EL SEGUNDO MES, EL PROCESO DOMINANTE ES EL DE LA MADURACIÓN

    El desarrollo está en función de dos factores: la maduración y el ejercicio funcional.

    En el estado fetal, el desarrollo está regido por el determinismo de la maduración, programado genéticamente y sin apenas influencias por el ambiente. Tras el nacimiento, persiste el determinismo de los fenómenos madurativos, aunque son enriquecidos por el papel estimulador del medio. Y es a partir del segundo mes cuando el equilibrio de fuerzas se va a invertir, tomando más importancia el ejercicio funcional favorecido por el medio que la maduración,

  • A lo largo de la vida intrauterina

  • En los estadios más elementales, el equilibrio interno depende de factores genéticos. Además este equilibrio está en dependencia de los intercambios con el organismo materno, influyendo así: patologías, malos hábitos, e incluso el estado de ánimo de la madre.

    A partir del sexto mes se puede hablar de paso del periodo neuro-motor al sensorio-motor, en el que los elementos sensoriales tienen una extrema importancia en la aceleración de la maduración y la coordinación de la actividad de los grupos musculares, frente a lo que era la motricidad espontánea y difusa.

      • Sensibilidad cutánea: Es entre la octava y novena semana cuando las primeras respuestas musculares van a ser obtenidas a partir de excitaciones cutáneas, pero en la región situada por encima de la boca.

      • Sensibilidad auditiva: El universo del feto de ocho meses está hecho de una música sorda, pero animada por los ruidos del corazón, intestinos, voz materna,... Algunos estímulos sonoros externos desencadenan movimientos en el feto.

      • Sensibilidad visual: Los órganos visuales no son enteramente funcionales al nacer, aunque en el séptimo mes de embarazo la retina presenta aproximadamente la estructura que habrá de tener de adulto.

  • La ruptura del equilibrio al nacer

  • El nacimiento, cuando no tiene un carácter dramático, supone un paso positivo que acelera el proceso de maduración, sensorial y del sistema nervioso central.

    Por el contrario, a nivel de motricidad, el nacimiento no tiene ninguna significación privilegiada. La motricidad del niño permanece hasta los dos meses igual que en el feto, resultando de ello un comportamiento totalmente dominado por las necesidades orgánicas y ritmado por la alternancia alimentación-sueño. En este estado de impulsividad motriz, los gestos no están orientados, sino que se producen por crisis motrices. Estos espasmos están acompañados de llanto, que traducen generalmente sensaciones de necesidad sentidas como privaciones.

    EQUIPAMIENTO MOTOR DEL RECIEN NACIDO

    La motricidad del recién nacido es una prolongación de la actividad fetal. A partir del octavo mes se llega a la madurez reticular, y desde este periodo tiene como función principal la organización unitaria del tono a partir del conjunto de informaciones que convergen en ella. Los dos grandes sistemas que intervienen para modular la actividad reticular y, por tanto, modifican el tono son:

    El cerebelo, pieza maestra del sistema postural, cuyo rol será preparar la musculatura según las diferentes actividades.

    El hipotálamo y las glándulas endocrinas, que hacen variar el tono en función de las grandes necesidades del organismo, y confiere a la musculatura una significación particular en la expresión de la vida afectiva del lactante.

  • Observación del comportamiento espontáneo

  • Es interesante observar al recién nacido en un estado de quietud digestiva, dos horas después de mamar que es cuando puede alcanzar un estado de vigilia tranquilo. Ver su sensibilidad a la luz, girándole frente a una ventana, observando cómo sus ojos quedan fijos en la fuente luminosa. Ver su audición, ante reacciones frente a la voz, su pestañeo ante los ruidos (reflejo palpebral),...

        • Postura

    En el niño nacido, los cuatro miembros están en flexión. La cabeza y la columna reposan plenamente sobre una mesa. Si sobreviene una rotación cefálica lateral, ella produce una modificación del tono de los miembros: brazos y piernas se flexionan del lado occipital y se extienden del lado facial: es el reflejo tónico asimétrico del cuello.

    La regulación postural, asegurada por el cerebelo, revela una regresión aparente en relación con la vida intrauterina, pues el tono de base es insuficiente para equilibrar la acción de la pesadez, haciendo casi imposible toda adaptación postural global.

        • La actividad masiva

    Motricidad anárquica, explosiva e inadaptada, que responde a los estímulos interoceptivos, que se caracteriza por irradiaciones difusas de movimiento que comprometen a toda la musculatura.

        • La actividad segmentaria

    Es bilateral y asimétrica. Los movimientos más frecuentes son: Extensión y flexión de las extremidades y Cruzar y descruzar los pies.

    La mano se cierra bien como puño, con el pulgar replegado en su interior, o bien se abre en abanico.

    Esto se produce por corrientes electro-tónicas reforzadas por estímulos externos, provenientes de los receptores cutáneos.

    Esta movilidad espontánea crece en función de los estados de tensión del lactante y particularmente, cuando la necesidad de alimento se manifiesta.

  • Los reflejos arcaicos

  • Éstos son característicos de los dos primeros meses de vida. Representan un conjunto de reacciones innatas, caracterizadas por modificaciones de la distribución tónica, con el aspecto de reflejos de enderezamiento y automatismos rítmicos de los miembros. Su origen es bien propioceptivo bien exterioceptivo (sobre todo cutáneo) y coordinados por la médula espinal.

        • Marcha automática

    Al sostener al niño bajo las axilas, cuando los pies se apoyan en el suelo, se observa una potente contracción de los miembros inferiores y extensión posterior del tronco. Es el reflejo de extensión.

    Si se le inclina el tronco hacia delante, se ven desplazarse los miembros inferiores alternativamente hacia delante. Son movimientos lentos, alternativos y rítmicos.

        • El reflejo “Grasping”

    La estimulación de la palma de la mano conlleva:

          • El cierre de la mano con el pulgar por fuera.

          • Mantenimiento en tensión de los flexores.

    Si el observador levanta entonces sus manos, la contracción de los dedos se extiende a todos los flexores del antebrazo y del brazo. Es posible entonces, que el niño pueda mantener todo o parte del peso de su cuerpo.

        • El reflejo del moro o de los brazos en cruz

    Si se sienta al niño, se le levanta la cabeza y luego sobrepasa la vertical y cae hacia atrás, la cabeza cambia de ángulo con respecto al tronco, desencadenándose: Extensión y abducción de los brazos y apertura de las manos, acompañado de un grito.

  • Los automatismos vitales:

  • Aseguran la supervivencia del recién nacido, pues tienen bajo su dependencia el conjunto de las funciones metabólicas relacionadas con la respiración y la alimentación. Si ellos son funcionales al nacer, es porque los mecanismos neuromotores de los que dependen han sido objeto de un ejercicio mucho antes del nacimiento.

        • El automatismo respiratorio: Hacia el quinto mes de vida, por primera vez se dan contracciones rítmicas del tórax que se designan movimientos respiratorios de Ahfeld, que realizan un flujo y reflujo del líquido amniótico en la tráquea.

        • El automatismo de succión: El recién nacido posee la capacidad de chupar y tragar, pero no puede aún alimentarse a través de la succión. Es a partir del octavo mes cuando la succión es posible, gracias a la sinergia funcional de la musculatura labio-glosofaríngea. Según Gessel, “ los labios del recién nacido son capaces de encerrar el pezón o la tetina con una fuerza suficiente para hacer el cerrado hermético. De esta manera se crea un verdadero diafragma; por otra parte, la campañilla y el velo obstruyen el orificio de la faringe. El hundimiento de la mandíbula inferior y de la lengua crean una presión negativa en la cavidad bucal. Los movimientos rítmicos de los labios propulsan el líquido alimenticio en esta cavidad con presión negativa”.

    EXPERIENCIAS SENSORIALES DESPUÉS DEL NACIMIENTO

    La llegada a un medio aéreo multiplica la cantidad y calidad de los estímulos sensoriales. Aunque estas informaciones no desembocan en verdaderas percepciones tienen, sin embargo, un importante papel en la organización de la sensorialidad y en la maduración de los centros nerviosos.

    Decir que respecto a la función visual es donde se han realizado estudios más precisos.

  • La evolución de la función visual

  • El sistema visual es doble. Existe una visión ambiental que concierne al conjunto de la retina, y su excitante es el movimiento. Por el contrario, en la visión focal, cuya sede es la mácula, es una visión discriminativa de formas.

    Al nacer, el nivel de desarrollo de estas dos formas de visión es desigual. La visión ambiental, que determina respuestas a las intensidades luminosas es ya funcional (pues la retina es funcional a partir del 7º mes de gestación), pero la visión macular no existe (pues la mácula no comienza modificaciones hasta el 4º mes de vida).

    • El adiestramiento óculo-motor:

      • La acomodación: tiene por misión ir modificando el cristalino para que la proyección sea totalmente nítida. En el primer mes de vida los objetos colocados a 20 cm son proyectados netamente. A partir del segundo mes se va mejorando, alcanzando su eficacia máxima a los tres meses y medio.

      • La convergencia binocular y el reflejo de fijación: El estado de “vigilia atenta” (movimiento oculares periódicos y un débil movimiento del cuerpo) aparece inmediatamente a partir del nacimiento. Sólo a partir de la segunda o tercera semana, que ya se mantiene más tiempo despierto, es cuando se observan más frecuentemente movimientos oculares espontáneos. Los movimientos oculares de fijación se desarrollan según la siguiente frecuencia:

        • Fijación monocular (desde el primer día).

        • Dominancia monocular

        • Alternancia de dominancia

        • Fijación binocular (a partir de la quinta semana).

      • La persecución visual: Desde la cuarta semana el niño puede seguir un desplazamiento horizontal, mientras que hay que esperar a las nueve semanas para un desplazamiento vertical, y diez semanas para una persecución visual.

    • Reacciones ante el color:

    Los niños son sensibles al nacer a ciertas diferencias de longitud de onda de las radiaciones luminosas. Presentan mayor atención a los rojos que a los grises. Por el contrario, son más atraídos por paneles en blanco y negro que aquellos coloreados uniformemente.

  • La función auditiva

  • Los ruidos complejos son los que constituyen los estímulos eficaces. Existe relación estrecha entre la intensidad del estímulo y la respuesta.

    La altura del sonido también tiene importancia: las respuestas son producidas preferentemente por sonidos graves frente a los agudos.

    El niño se orienta muy precozmente en función de la audición de un sonido suficientemente intenso.

    COMPORTAMIENTOS FUNDAMENTALES DEL RECIÉN NACIDO

    Se refieren esencialmente a la satisfacción de las necesidades alimenticias y a la necesidad de sueño, que están estrechamente ligadas.

  • La alimentación del recién nacido

  • El inicio comportamental corresponde a una necesidad biológica. Esto, se va a traducir exteriormente por una elevación general de la actividad traducida a través de descargas tónicas denominadas “comportamiento tónico-emocional”.

    La facilitación sensorial selectiva es una segunda consecuencia de este estado de motivación. Los estímulos privilegiados son los que excitan la mucosa bucal (estímulo externo) que desencadenan el automatismo innato de succión.

    Así pues, se da: el factor interno de motivación, el factor externo que desencadena el comportamiento, el o los automatismos necesarios para el desarrollo del comportamiento, los componentes afectivos que están relacionados con el.

  • El sueño del recién nacido

  • El sueño está primeramente dominado por las motivaciones instintivas, en particular por las del hambre. A la tensión (hambre-incomodidad) se emplaza después de la toma, un estado de satisfacción (saciedad-distensión) que conlleva hipotonía y sueño. El sueño representa así el resultado de una experiencia satisfactoria.

    Al nacer, la duración total del sueño cotidiano es bastante larga y luego se aminora progresivamente. Las cifras medias son de veintitrés horas al nacer, diecinueve al mes de nacido. El sueño es irregular y se regulariza sobre el segundo mes. El 55% del sueño del niño es sueño “paradójico” que consiste en una actividad cortical rápida, movimientos oculares rápidos y aflojamiento muscular completo. (En un adulto este sueño es de un 15%). El papel de este tipo de sueño es la de reprogramar los comportamientos, es decir, preparar, organizar y programar las secuencias comportamentales, confrontando las adquisiciones recientes y las más antiguas e innatas.

    CONDICIONES DE LA ACTIVIDAD DEL RECIEN NACIDO: EL ENTORNO HUMANO

    El comportamiento del recién nacido escila entre un estado de insatisfacción y un estado de quietud, a las que están ligadas algunas reacciones tónicas y viscerales.

    El aumento de la necesidad se corresponde con descargas tónicas ada vez más importantes, que se traducen en un estado de exhuberancia motriz. La distensión muscular asociada al sueño sigue muy de cerca la satisfacción de una necesidad. Estas oscilaciones del tono representan un verdadero medio de expresión muy importante porque depende de su entorno humano.

    Por ello, el entorno humano tiene que estar a la escucha de la vivencia afectiva del recién nacido. Si las primeras manifestaciones de lo que más tarde se llamará “afectividad” son de tipo mecánico, (en relación con sus necesidades), muy pronto el bebé manifestará un verdadero interés y una sed de intercambios con su entorno humano.

    La verdadera comunicación que se va a instaurar entre el niño y su medio viene a ser uno de los principales factores de desarrollo.

    • El niño tiene necesidad de estimulación de origen humano para desarrollarse: toda la sensorialidad está puesta en juego en el transcurso de la satisfacción de la necesidad alimenticia. En ella se acostumbra al niño a una presencia humana siempre estable. Está en relación cuerpo a cuerpo, siente su calor, su contacto cutáneo, su olor, sus palabras y su rostro.

    • El contacto corporal juega el primer papel en la relación del recién nacido con su madre: el baño, el aseo , el rozamiento, el cambio de ropa,... aportan multitud de sensaciones cutáneas al niño. Además lar reacciones tónicas y emocionales de la madre al coger al niño repercuten en el tono del propio niño.

    • La comunicación con el otro no es el resultado de un simple condicionamiento , sino que corresponde a una necesidad igualmente fundamental como la necesidad alimenticia: su primera expresión se traduce por la búsqueda de contacto cutáneo, pero desde que el nivel de madurez de los sentidos visual y auditivo es suficiente, el recién nacido busca la comunicación a través de la vista y el oído.

      • Antes de que su sistema visual esté capacitado para analizar detalles, el niño, a través de la mirada, ejecuta actos sociales. El niño es particularmente estimulado por la presencia de un adulto muy atento, que intenta entrar en contacto con él. La mirada y las inflexiones de voz, gracias a su papel expresivo, llaman la atención del niño, a partir del segundo mes.

      • La “pre-palabra” es una forma rudimentaria de la palabra que comprende movimientos de labios y lengua, asociados a movimientos de brazos, manos, gorjeos, cabeza, llanto, misadas y sonrisas. Ésta, suele estar asociada a la presencia de la madre cuando se dirige al niño.

    Si la vivencia del niño está hecha de movimientos globales y de estimulación interna y externa, son sobre todo los contactos con el entorno humano los que desempeñan un papel determinante para asegurar su desarrollo en buenas condiciones.

    En este estadio, la relación se mantiene de tipo puramente narcisista, cuya primacía está cedida a la satisfacción de la necesidad de alimento y a los estímulos propioceptivos y cutáneos. Sin embargo, la evolución de los sentidos auditivo y visual, pone en evidencia la existencia de una aptitud innata a la comunicación. De la riqueza de estos primeros intercambios depende el equilibrio emocional y afectivo.

  • DE 2 A 7 MESES: EL ESTADIO DEL OBJETO PRECURSOR

  • Es un estadio de transición entre la situación de narcisismo inicial del sujeto y las constitución del objeto. A partir de este periodo, el niño va a ligar la satisfacción de la necesidad con una causa exterior a él.

    Se sentirá a sí mismo como “receptor y elector de fenómenos emocionales” que se expresan no sólo a través de simples descargas tónicas, sino también mediante un verdadero ajuste mímico y postural.

    La seguridad del niño pasa por la constancia de la presencia maternal que le aporta los elementos de estabilidad que necesita para explorar ese ambiente extraño.

    EL UNIVERSO PRECEPTIVO DEL NIÑO HASTA EL ESTADIO OBJETAL

    Después del primer estadio de simbiosis, en el cual, el mundo estaba adherido a su propio cuerpo, gracias a la sensibilidad cutánea, comienza en seguida a vivir en espacios parciales ligados a cada uno de los campos perceptivos que siguen ritmos de maduración diferentes. El niño tiene un mundo troceado.

    • El espacio bucal:

    Está unido a la necesidad de nutrición para rápidamente asociarse al espacio olfativo y después al espacio táctil de la mano. La asociación de estos diferentes datos sensoriales permite definir mejor las características maternales.

    Respecto al espacio auditivo, el niño es sensible al carácter rítmico y melódico de la voz humana. La sensibilidad ante el tono de un sonido musical va mejorando hasta el séptimo mes. El niño, además, reacciona mejor a la voz materna que ante otros sonidos.

    • El espacio visual:

    La visión ambiente confiere al espacio situado a distancia del niño un carácter continuo sobre el cual se recortan las formas-señales, que retoma el niño, a medida que se unen a sus experiencias afectivas. El entrenamiento óculo-motor de los dos primeros meses hace posible ahora el ejercicio de la visión macular fina, y la mirada va a tomar cada vez más importancia en el proceso de la experiencia relacional del niño.

    La visión es binocular y los dos ojos convergen hacia el blanco.

    Cuando el niño es capaz de interesarse, es decir, de ejercer una manera particular de atención sobre una forma-señal, que ha sido reforzada positivamente en el curso de su experiencia anterior, la actividad tomará un carácter intencional. Pero sólo al llegar al sexto mes será cuando esta aptitud de seguimiento y palpación visual del objeto alcanzará un cierto grado de estabilidad.

    EL UNIVERSO AFECTIVO DEL NIÑO HASTA EL 8º MES

    Durante el estadio narcisista, la satisfacción de las necesidades de nutrición asociadas a estimulaciones sensoriales permiten al recién nacido un desarrollo normal. Pero desde que el niño es capaz de tomar referencias a su medio ambiente comienza a ser sensible a una cierta estabilidad en ese medio.

  • La presencia materna es garantía de estabilidad

  • La imagen materna no es aún reconocible, pero el cuerpo del niño tiene un conocimiento vivido de la madre, y siente una cierta insatisfacción cuando otra persona distinta se ocupa de él. Si el niño está durante buena parte del día con otra persona, es necesario que la madre compense esta relativa carencia, con una atención más solícita, sobre todo al levantarle y acostarle.

  • Importancia de los intercambios madre-hijo

  • El comportamiento de la madre juega un rol esencial en la expresión completa de todas las capacidades de comunicación del niño a partir del tercer mes. Éstos intercambios se hacen a través de la mirada, mímica, sonrisa, vocalizaciones,...

    Desde los tres meses, los lactantes se sienten comprometidos en una búsqueda de los ojos de la madre. Para que estos intentos se prolonguen y desarrollen, es preciso que la madre responda positivamente a los requerimientos del niño.

  • La mímica del niño

  • Hasta ahora, las reacciones del rostro del niño eran de tipo reflejo, y resultaban ser la traducción de sus sensaciones viscerales.

    La aparición de la primera sonrisa (2º mes), representa la primera reacción mímica, inducida por el medio que le rodea. Es el signo de las primeras relaciones sociales que entrelazan al bebé y su entorno, que se dan al final de una toma de alimento, o cuando alguien se interesa por el niño. Esta primera sonrisa, normalmente se dirige a la madre, pero en seguida se generaliza. Por ello, no debe considerarse como una prueba de que el niño reconoce el rostro de la madre. Sino de que el niño identifica el rostro humano como acompañante de todas las experiencias de satisfacción que va probando (ej: toma).

  • 8º MES, INICIO DEL ESTADIO OBJETAL

  • Desde el sexto mes, la sonrisa algo automática del niño va a desaparecer, porque comienza a diferenciar entre los rostros familiares y desconocidos. Sin embargo, sólo entre el 7º y 8º mes será cuando la imagen de la madre será verdaderamente identificada.

    EVOLUCIÓN DEL UNIVERSO AFECTIVO DEL NIÑO

  • El apego a la madre

  • La identificación del rostro materno, en torno del cual están asociadas todas las experiencias de satisfacción, es como una huella. Este reconocimiento de la madre va a consolidar las ligaduras afectivas que unen al niño con ella. La presencia maternal que hasta ahora solo era una necesidad, va a convertirse en un deseo con carácter de intencionalidad de apropiación exclusiva.

    Hasta ahora, la ausencia de la madre podría ser compensada con otra persona que le aportara la misma solicitud, pero a partir de este periodo, no hay sustituto posible y la madre se hace irremplazable.

    “La angustia de los 8 meses” no se traduce en conductas depresivas cuando la madre está ausente, solo en una disminución de la actividad exploratoria y de los charloteos.

    Cierto refugio en la madre es notable cuando el niño se siente amenazado, como por la presencia de una persona extraña.

  • Miedo al extraño

  • Entro los 9 y 11 meses ese miedo llega a su punto culminante. Parece que tras cierto desarrollo cognitivo del niño, sería capaz de constituir ciertas “categorías de personas” que no serían idénticas a las que le resultan familiares.

    Este miedo se suele manifestar sobre todo en niños que han sido educados exclusivamente por su madre, pues el niño que ha mantenido múltiples contactos humanos no tendría reacciones de adversión tan marcadas.

  • La experiencia de la frustración

  • Contemporiza con el descubrimiento de la imagen maternal. A partir de este periodo, el niño oscila entre dos polos: el placer identificado con la presencia de la madre y el displacer unido a su ausencia.

    La ausencia de la madre es vivida como un frustración. Esta experiencia debe realizarse sin dramatizar, y por ello la madre deberá jugar este papel ambivalente, y así el niño conocerá el “principio de la realidad” como límite a sus deseos.

  • Acceso a la verdadera comunicación

  • A la edad de 6 meses, el niño reacciona ante el entrono humano desplegando una extensa gama de detalles emocionales: cólera, dolor, malhumor, alegría, miedo,... Pero se trata de manifestaciones expresivas desencadenadas a partir de señales. La verdadera comunicación, implicando intencionalidad, comienza hasta pasado el estadio objetal.

    Desde ese momento, el repertorio expresivo del niño, constituido por reacciones posturales, mímicas y gestos que exteriorizan las vivencias emocionales del organismo, va a ajustarse cada vez mejor a las situaciones vividas en su entorno. El niño va a interiorizar las actitudes del otro y a sentirlas en su cuerpo gracias a su propio juego tónico.

    Esta entrada en el universo social, irá en paralelo con las premisas del lenguaje. Durante este periodo el niño adquirirá un registro de sonidos expresivos que van a acompañar sus mímicas y gesticulaciones. Sin embargo, el uso de estos sonidos sólo será de carácter simbólico, hasta que el niño en torno al 10º mes sea capaz de asociarlos primero a un rostro determinado (padre-madre) y luego a situaciones y objetos.

  • EL NIÑO HACIA EL DESCUBRIMIENTO DEL MUNDO DE LOS OBJETOS

  • A partir del estadio objetal, la relación del niño con el mundo ha entrado en una fase intencional, en el curso de la cual va a extender al mundo de los objetos las experiencias ya realizadas con su entorno humano. Los intercambios interpersonales forjan su temperamento y modelan su personalidad afectiva, mientras que su confrontación con la realidad objetiva por medio de la conducta exploratoria, desarrolla el conjunto de sus funciones cognitivas.

    Una vez que ha fijado definitivamente la imagen materna, el acceso a la permanencia del objeto le permitirá orientar, en función de un fin, su actividad motriz, que llega a hacerse intencional. El mecanismo de la función de ajuste, verdear inteligencia del cuerpo, le permitirá “inventar” soluciones motrices a los problemas planteados.

  • EL EQUIPAMIENTO MOTOR INDISPENSABLE PARA LA ACTUACIÓN DE LA FUCIÓN DE AJUSTE

  • EVOLUCIÓN DEL TONO POSTURAL

    La actividad fundamentalmente primitiva y permanente del músculo es la actividad tónica que, no solamente traduce fielmente las vivencias emocionales del organismo, sino que constituye la red de fondo de las actividades práxicas.

    Durante el tercer mes, el tono de los músculos de la nuca y el cuello se organizan en función a ciertas posiciones relativas al eje corporal. Cuando el niño pasa desde la posición de echado a la de sentado con apoyo, su cabeza se mantiene firmemente y el cuello sirve de soporte sólido para que el niño pueda orientar su mirada cuando recibe una estimulación visual o sonora.

    Entre el sexto y el octavo mes, el niño va a conquistar la verticalidad y a mantenerse en equilibrio en la posición de sentado. Esta postura le permitirá tener una visión más global de su entorno, gracias a las posibilidades de adecuación de los movimientos asociados de los ojos y de la cabeza. En esta posición tendrá más facilidad para proseguir sus experiencias de manipulación, pues sus brazos están completamente liberados y el tono de la cintura se va afirmando.

    Entre el noveno y duodécimo mes, el niño reforzará su cintura, primero reptando y luego erigiéndose a cuatro patas. Entre el décimo y duodécimo mes se mantendrá de pie, de manera prolongada, con apoyo, y llegará así a la posición bípeda, primero de manera titubeante, pues luego se irá afirmando.

    ADQUISICIÓN DE LOS AUTOMATISMOS DE CONTROL PIRAMIDAL

  • Evolución de la prensión

  • La mano, en la que desemboca la palpación, es muy importante en la exploración del medio ambiente y de su propio cuerpo. Sin embargo, mientras este elemento no esté maduro, el único medio del que dispone el niño para ejercer una actividad táctil fina es la exploración bucal.

    Se pueden considerar cuatro etapas de prensión:

    • Primera Etapa

    A partir del oscurecimiento del reflejo de “grasping”, hacia el 2º mes comienza el “juego con la mano”. Esto consiste en que el niño ya no trata de conservar los puños cerrados, sino que trata de abrirlos. Se los lleva a la boca, se coge las dos manos, puede mirar durante un corto periodo de tiempo sus dedos. Al final de este periodo, alrededor del 4º mes, va a poder seguir con sus ojos el desplazamiento de una de sus manos.

    • Segunda Etapa: Coordinación del espacio visual y el táctil de la mano. Comienzo de la presión (4º-6º mes).

    Hacia el cuarto mes, el seguimiento de su mano va a ser la primera manifestación de la coordinación ojo-mano.

    Entre el 4º y 6º mes, la coordinación entre los dos campos es ya manifiesta. El niño no se contenta con manipular sus manos o sus pies, sino que la visión de un objeto tentador desencadenara una agitación de ambos miembros superiores. Se puede hablar ya de movimientos intencionados, puesto que el niño trata de alcanzar lo que quiere.

    • Tercera Etapa: Periodo de la manipulación (6º-10º mes)

    La adquisición de la posición de sentado va a permitir el perfeccionamiento de la prensión: aproximación de la mano y toma del objeto.

    Al 6º mes: la aproximación es lateral. El hombro es la única articulación móvil. La prensíón es palmar: el objeto es asido entre los últimos dedos y la palma de la mano. La intencionalidad de asir existe, pero aún no tiene coordinación motriz.

    Al 7º-8º mes: la aproximación es menos lateral, pues el codo se hace más movible, pero aún domina el hombro. La toma del objeto se hace con la ayuda del pulgar, que todavía es bastante inútil y sirve de tope. El niño llega a ser capaz de pasar el objeto de una mano a otra, lo que le permitirá dedicarse a verdaderos juegos manipulativos.

    Al 9º-10º mes: La prensión adquiere sus características de coordinación definitivas. La aproximación se realiza directamente, haciendo intervenir al hombro, codo y la muñeca y la mano. La toma del objeto se caracteriza por la utilización de la “pinza”, es decir, el niño puede acercar delicadamente el pulgar y el índice en oposición, tomando éste cada vez más importancia.

    Al final de esta etapa el control de los músculos de la mano y los dedos ha llegado a su máximo. El niño podrá asir objetos tan finos como un cordel . Explorará agujeros, ranuras, cavidades,... lo que le permitirá acceder a la tercera dimensión y tener la noción de relieve y de profundidad. Paralelamente, el aumento de la fuerza muscular le permitirá transportar, colocar, arrancar,...

    • Cuarta Etapa: el acceso al dominio de las praxias

    Después del décimo mes, la función de ajuste permitirá al niño multiplicar sus posibilidades de acción, a partir de sus deseos, comenzando a participar activamente. Aprenderá a beber en la taza, a servirse con una cuchara, a usar los tiradores de las puertas, a abrir cajones, a arrojar los objetos,...

  • Evolución de la locomoción. El entrenamiento a la locomoción comienza hacia el 9º mes.

  • A los 9 meses, el niño puede arrastrarse para después pasar a gatear, lo que lleva a la coordinación de los miembros inferiores con los superiores. Además, las aptitudes estáticas de los miembros inferiores se manifiestan ayudándole a alejarse del suelo.

    Entre los 9-10 meses, el niño puede mantenerse de pie de manera prolongada, y más tarde podrá auparse a la posición erecta, ayudándose de sus manos y brazos.

    Hacia el 11-12 mes, el niño puede desplazarse a lo largo de un apoyo, soltándose de una mano si quiere alcanzar un objeto.

    De los 12 a los 14 meses, el niño entra en el periodo de locomoción. La realización de los primeros pasos independientes exige una condición indispensable: el equilibrio general. Éste , que permanece de manera precaria, se afirmará por el mismo ejercicio de la marcha.

  • LA EXPLORACIÓN DEL MEDIO

  • El origen del comportamiento intencional viene por el descubrimiento por parte del niño, de que para poder satisfacer sus necesidades tiene que pasar por la apropiación de un objeto exterior a el.

    La sensación de falta que siente por la ausencia del objeto, provoca su búsqueda y estimula la actividad perceptiva. A partir de los 15 meses va a desarrollar una nueva conducta, la de exploración.

    Un verdadero interés por el objeto, sobre todo por el objeto nuevo, insólito, va a orientar ahora la actividad del niño hacia el descubrimiento y el dominio del mundo exterior. Este aspecto del comportamiento, fundamental para el desarrollo de las funciones cognitivas, tomará el aspecto de una verdadera experimentación.

    CONDUCTAS EXPLORATORIAS Y NECESIDAD DE EXPLORACIÓN

    La conducta exploratoria es una respuesta global del organismo a una situación nueva. Es pues la novedad del estímulo lo que desencadena el comportamiento. Esta necesidad de exploración se puede comparar con las necesidades de comida u otras primarias. Estas actividades exploratorias responden a la necesidad de información y de estímulos nuevos.

    CONDUCTA DE EXPLORACIÓN Y ADQUISICIÓN DE PRAXIAS

    Una praxia es un conjunto de reacciones motrices coordinadas en función de un resultado práctico. Representa un conjunto organizado para la obtención de un fin. Las primeras praxias se esbozan desde el comienzo de la actividad intencional ,con la relación entre el campo visual y el kinestésico. El acceso a la locomoción va a multiplicar las posibilidades de adquisición, gracias a la conducta de exploración.

    Desde la percepción del objeto nuevo, la actividad va a organizarse alrededor de ese elemento de motivación. El niño, en presencia de un objeto desconocido, aplicará, según el momento, los esquemas que ya conoce, y un cierto grado de acomodación permitirá su desviación para intentar resolver el nuevo problema.

    Se trata pues, de una función fundamental llamada “de ajuste”, que consiste un seleccionar e integrar las informaciones que resulten de la actividad ejercida sobre el objeto y confrontarlas con las informaciones ya conocidas.

    EVOLUCIÓN DE LA ACTIVIDAD PRÁXICA Y PERCEPCIÓN

  • Percepción del objeto

  • A los 18 meses, la actividad sensorio-motriz del niño ha despegado al niño de sus relaciones exclusivas con la madre y le ha hecho descubrir la existencia de los objetos y su permanencia.

    La independencia del objeto implica para el niño una representación de una realidad, fuera de las acciones diferentes que pueden influirle. La permanencia del objeto se adquiere cuando el niño tiene conciencia de su existencia, incluso cuando no está situado en su campo perceptivo actual.

    A los 18 meses, el niño, después de haber conquistado un espacio hecho de objetos, accederá a un espacio que tomará una realidad independiente a los objetos que allí se encuentren.

  • Percepción del espacio

  • El espacio del niño de 18 meses a 3 años, que sale del empirismo de la acción, no tiene el carácter de nuestro espacio. Una vez individualizado, los objetos se relacionarán unos con otros, pero el niño no dispone de referencias fundamentales representadas por las distancias y los ejes. El espacio del niño sigue siendo un espacio pegado al objeto. Su construcción del espacio no puede hacerse nada más que a partir de las más elementales intuiciones.

      • La relación más elemental es la de “vecindad”, es decir, la proximidad de los elementos percibidos en el mismo campo. En un primer tiempo, los elementos deberán ser vecinos para ser integrados en un mismo conjunto, después la vecindad podrá extenderse progresivamente a zonas cada vez más amplias.

      • Una segunda relación espacial elemental es la de “separación”: dos elementos vecinos pueden interpenetrarse, y por tanto, confundirse en parte. La posibilidad de considerarlos como distintos hace volver a establecer entre ellos una relación de separación. La experiencia de la manipulación y del desplazamiento de uno delos elementos en relación con el otro, es determinante en la percepción del espacio.

      • La relación de “orden o sucesión espacial” permite al niño una cierta estabilidad en la disposición relativa de las diferentes partes de un objeto o de diferentes objetos de su entorno ordenados de forma constante.

      • La relación de envolvimiento, es decir “interioridad-exterioridad”, permite al niño situar un elemento entre otros dos, una cosa en el interior de otra, en un espacio de tres dimensiones,...

      • La noción de frontera corresponde a la relación de envolvimiento. Cuando un niño actúa en un espacio delimitado por una barrera sabe de debe franquear esa barrera para salir de ahí. Otra experiencia de frontera es la que adquiere una habitación en la que hay una puerta que se debe franquear.

    La actividad sensoriomotriz del niño, que le permite variar sus puntos de vista sobre la realidad, de comparar, de reproducir a su manera ciertas experiencias,... transformará progresivamente el universo perceptivo del niño. Por ello, un medio demasiado rígido y estricto, que multiplique las prohibiciones terminará con la limitación progresiva de la función de ajuste y se refleja en una falta de naturalidad y de soltura en el niño.

  • PSICOMOTRICIDAD Y FUNCIÓN SIMBÓLICA

  • La función simbólica no es una función psicomotriz, pero tiene sus raíces en la actividad sensorio-motriz y está ligada estrechamente al desarrollo psicomotor.

    Un símbolo es lo que representa otra cosa en función de una correspondencia analógica. El símbolo puede ser un objeto que remplace a otro, a una persona o a una situación.

    Cuando se habla de función simbólica, se trata de una distanciación consciente entre los significantes y los significados. El mecanismo de la función simbólica no puede concebirse sin el recurso a la imagen mental, que se da a la vez que el acceso a la permanencia del objeto, manifestación de una cierta forma de memoria.

    La función simbólica tiene sus raíces en la actividad psicomotriz, en la mediada en que el aspecto operativo del pensamiento deriva de la inteligencia sensoriomotriz. De ahí resalta que la educación psicomotriz representa una situación privilegiada para facilitar el brote y el primer desarrollo de la función simbólica.

    Por el contrario, el lenguaje influye en el desarrollo psicomotor a partir de los 18-20 meses, cuando el niño es susceptible de utilizar un esquema interiorizado para resolver los problemas de ajuste a los que se enfrenta.

    La función simbólica la caracterizan tres tipos de conductas:

    • El lenguaje

    • El dibujo o lenguaje gráfico

    • El juego simbólico o de ficción, en el que el niño se divierte imitando

    LOS COMIENZOS DEL LENGUAJE

    La adquisición del lenguaje está preparada por el conjunto de las formas de expresión y después de comunicación mimo-gestuales, utilizadas por el niño para establecer relaciones con su entorno humano, sobre todo con su madre.

  • El periodo de pre-lenguaje

  • El niño dispone genéticamente de medios para buscar el contacto con los otros y responderles. Estos medios son perceptivos y efectores.

    A los 2 meses, los bebés responden ya a las atenciones de su entorno con una serie de gestos y expresiones mímicas que van en función de sus características tónico-motrices. El lenguaje, será una prolongación de esta forma de comunicación.

    El entrenamiento vocal va a evolucionar según el mecanismo vecino del entrenamiento gestual, pero con unos meses de diferencia. Es el periodo del pre-lenguaje en el que, igual que se habían ejercitado los mecanismos gestuales, se ejercitarán los mecanismos vocales.

    El grito, cuyo lazo con la necesidad y las variaciones es evidente, es más bien una señal que un medio sonoro de comunicación. Más que el grito, todo un conjunto de emisiones sonoras, más o menos articuladas, preparan el terreno para el ejercicio lingüístico.

    A partir de los 2-3 meses, el niño (incluso el sordo) emite sonidos de gran variedad que no tienen nada que ver con los sonidos del lenguaje: ruidos de lengua, de labios, de garganta,... que se deben a la invención lúdica.

    Al principio, estas vocalizaciones no constituyen más que una reacción, puesto que no tienen intencionalidad, pero pueden reflejar un cierto estado de quietud y saciedad.

    A partir del 6º-7º mes, aparece el balbuceo como verdadera vocalización. Es un proceso de auto-estimulación ligado al control auditivo, es la manipulación de los sonidos. Rápidamente, el niño nota que sus emisiones vocales provocan reacciones en su entorno y se servirá de ellas para expresar sus necesidades. No se tratará de un lenguaje que tenga un verdadero valor de comunicación.

  • El periodo lingüístico

  • Empieza a los 12-15 meses. Se caracteriza por la utilización de las primeras palabras. Al principio, los primeros elementos no son comprendidos y se utilizan para designar situaciones diversas. La palabra se confunde con la situación y con la cosa designada.

    Entre 1'5 - 2 años, los signos sonoros, una vez diferenciados de sus significados, permitirán evocar objetos o situaciones no actuales.

    Es pues, primeramente, la percepción del objeto o de la situación vivida lo que induce a la palabra. Más tarde, la percepción de la palabra llevará a la evocación del objeto o la situación con la representación mental. Cuando el símbolo verbal se haya convertido así en un verdadero signo sonoro, el niño ejercerá verdaderamente su función simbólica.

    LA APROTACIÓN DEL LENGUAJE AL DESARROLLO PSICOMOTOR

    Las primeras palabras que comprende y utiliza el niño corresponde a la denominación de objetos familiares que tienen una significación afectiva para él. A falta de poder precisar verbalmente sus necesidades y de expresar sus esfuerzos, va a traducirlos evocando el objeto que permite su satisfacción. Esto corresponde a la frase “ñum-ñum” significa “quiero el chupete”.

    A los 18 meses, el niño debe ser capaz de reconocer y nombrar los objetos familiares entre un conjunto de seis.

    El número limitado de elementos de vocabulario va aumentando lentamente hasta los 2 años. Ello le lleva a la polisemia, es decir, designa con la misma palabra varias situaciones iguales, por ejemplo “papa” son todos los hombres, reconociendo un atributo común a todos esas situaciones.

    Al final de los 2 años, el niño puede designar una acción con una palabra, accediendo al uso de los verbos. Por ejemplo “papá men” es “papá ven”.

    Esta unión fundamental de la palabra y de la acción, se refleja en el monólogo del niño que explora, el preludio del lenguaje interior, lenguaje egocéntrico. La función de la comunicación del lenguaje se complementa con una función cognitiva, en la medida en que está ligado a la investigación de lo real.

  • Lenguaje y función de ajuste

  • La utilización del lenguaje corresponde al paso del aprendizaje por “ensayo-error” en presencia de una situación-problema. La utilización del lenguaje para simbolizar la solución buscada es además precedida casi siempre, por el uso de gestos simbólicos.

    Al final del 2º año, los juegos de imitación tienen una influencia muy grande en el desarrollo de la función de ajuste.

    Esta ayuda aportada por el lenguaje, la forma más elaborada de la función de ajuste, se encuentra en el plano de la evolución de la percepción.

  • La aportación del lenguaje en el desarrollo perceptivo

  • El descubrimiento de las características de los objetos y de sus propiedades es factor de la actividad del sujeto. Delante de un objeto desconocido, el niño descubre sus propiedades con una exploración que, cuando dispone del lenguaje, puede ser conducida a actos imaginarios.

    Las propiedades del objeto están así ligadas al conocimiento de los efectos de estas acciones y relaciones que se establecen entre ellos. Estas propiedades desembocan en un enriquecimiento perceptivo, cuya estabilización exige el símbolo mental. La utilización del lenguaje aparece como una transferencia de informaciones sensoriales.

    Cada palabra, expresión,... cubren una categoría de percepciones. El lenguaje se convierte en un marco en el que entra todo. Progresivamente en la percepción, las palabras vienen a la mente y reemplazan las informaciones sensoriales inmediatas.

  • El desarrollo psicomotor y enriquecimiento del lenguaje

  • Si la utilización del lenguaje es una fuente de progreso en el plano de la percepción y de la acción, por el contrario, la evolución psicomotriz tiene prolongaciones en el dominio del lenguaje.

    Después de los 2 años, en el periodo en el que niño encadena las secuencias de actividades en un plano de conjunto, utiliza frases más completas (ej: “se ha roto el coche, papa”). Esto, se corresponde con la hipótesis de que el conocimiento de las propiedades de los objetos es una condición necesaria para la aparición de un léxico.

  • EL NIÑO HACIA EL DESCUBRIMIENTO DE SU PROPIO YO

  • Es al final de este período del “cuerpo vivenciado”, es decir alrededor de los tres años, cuando el niño reconoce su cuerpo como objeto.

    Hasta este momento, el niño se llamaba a sí mismo en tercera persona, y desde ahora va a utilizar los pronombres. El “yo” y el “mío” van a tener todo su sentido como modo de expresión de la personalidad del niño.

  • DE LA UNIDAD ORGÁNICA AL RECONOCIMIENTO DE SU PERSONALIDAD

  • La unidad del niño es primeramente la unidad biológica, que se manifiesta a través del juego, de las funciones de nutrición que aseguran el crecimiento y la madurez funcional. Poco después del nacimiento, las funciones de relación sufren un desarrollo más rápido.

    Mientras que el universo perceptivo permanece parcelado, la unidad del ser se traduce por reacciones tónico-posturales y motrices coordinadas. Se puede pensar que en este estadio, el niño siente su cuerpo como una unidad activa, cuya conciencia difusa está ligada a vagas sensaciones tónico-viscerales y kinestésicas, teniendo una resonancia afectiva y emocional profunda.

    El comportamiento se organiza entonces bajo la influencia de los estímulos externos y, sobre todo, en relación con la madre. Estos intercambios privilegiados, de naturaleza esencialmente corporales, se traducen en un verdadero diálogo tónico que permite al niño experimentar en su propio cuerpo las actitudes maternas. Su cuerpo es vivido como unidad a través de la relación simbiótica que la une a la madre.

    Con el reconocimiento de la imagen materna, el niño descubre que la satisfacción de sus necesidades pasa por la apropiación de un objeto exterior a él, identificado con la figura materna. Progresivamente, el niño, a través de sus experiencias relacionales, descubrirá la diversidad de las personas que le rodean. El proceso de identificación le permitirá experimentar en su cuerpo las actitudes de los otros, y vivir corporalmente los sentimientos de las personas de su entorno, ya sean agresivas o afectuosos.

    La identificación, en la medida que provoca una repuesta global del organismo frente al medio humano, permite una cierta unificación del ser y desemboca en la adquisición de un cierto número de actitudes afectivas que van a modelar el carácter del niño.

    Al final del periodo senso-motriz, entre los 15-16 meses, la permanencia del objeto a sido adquirida. Después de la experiencia tónico-emocional frente a las personas desarrollará la experiencia motriz intencional frente al objeto. Es por medio de la actividad práxica como el niño va a descubrir su existencia como persona, y como conquistará su unidad a través de la experiencia vivida de un cuerpo eficaz.

  • LA EXPERIENCIA DEL ESPEJO

  • La conciencia difusa del propio cuerpo experimentada en la acción, es mucho más primitiva que la imagen visual del propio cuerpo.

    Frente al espejo, el niño comienza explorando ese cuerpo extraño colocado delante de él. Progresivamente, el niño tendrá la idea de comparar el cuerpo kinestésico que siente en sus reacciones posturales y gestuales, con el que ve en el espejo y que le es todavía extraño. Poco a poco, el niño tendrá la convicción de que el cuerpo que él siente, es el mismo que el que descubre torpemente en el espejo.

    Hacia los 12 meses, el niño mira sus manos, partes visibles de su cuerpo, las compara con su imagen especular, juega, experimenta.

    Hacia los 16 meses, los juegos con las manos desaparecen y el niño, o bien parece estupefacto o fascinado por su imagen, o bien evita la imagen volviendo la cabeza.

    La dicotomía entre lo que él siente de su cuerpo y esa imagen que se diferencia de el, le dan problemas. Cuando el niño comprende qué tipo de espacio está representado en el espejo, habrá resuelto este problema. Hasta entonces, el más allá del espejo era percibido como un espacio real.

    El niño no habrá comprendido el tipo de espacio que refleja el espejo hasta los 20 meses, y hacia los 2'5 - 3 años, no sabrá que el cuerpo que él siente es el mismo que el que ve en el espejo.

  • CONCLUSIÓN

  • A lo largo del estadio del “cuerpo vivenciado”, la experiencia emocional del cuerpo y del espacio desemboca en la adquisición de numerosas praxias que permiten al niño “sentir su cuerpo como objeto total en el mecanismo de la relación”. Este significado fundamental es paralelo a la constitución de la primera “maqueta” de la imagen del cuerpo y se sitúa en el momento de la “crisis de personalidad” de los tres años. Esta unidad es una unidad afectiva y expresiva sobre la que todo se centra, y a partir de la cual todo se organiza.

    A los 3 años, la vertiente práxica del comportamiento está bastante clarificada sobre el plano global y continúa perfeccionándose al ritmo del desarrollo de la función de ajuste.

    A esta edad, la experiencia vivida del niño, desemboca en el reconocimiento de su cuerpo como objeto. Las urgencias de la adaptación al mundo exterior han sido resueltas de forma global, gracias a la función de ajuste. Le quedará ahora, integrar esta experiencia a un nivel más consciente, que le permita una mejor integración de lo vivido.




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    Enviado por:Roberdepor
    Idioma: castellano
    País: España

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