Historia
Corona de Aragón
LA CORONA DE ARAGON
EN EL MEDITERRANEO
INDICE
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………...3
LOS ACONTECIMIENTOS………………………………………………….. …4
Reconquista de Mallorca…………………………………………………… 4
La conquista de Sicilia………………………………………………………7
La ocupación de Cerdeña y el fracaso de Córcega…………………………15
La intervención en Grecia…………………………………………………..23
El protectorado en el Mediterráneo musulmán…………………………......26
Nápoles……………………………………………………………………...30
LA FINANCIACIÓN……………………………………………………….…….34
LAS CAUSAS…………………………………………………………………….38
Güelfos y Gibelinos…………………………………………………….......38
La ambición de la casa de Barcelona y de los Tratámara………………......40
La burguesía mercantil catalana……………………………………………42
La nobleza catalana-aragonesa…………………………………………......43
LAS COSECUENCIAS………………………………………………………......45
El incremento de la navegación………………………………………….....45
La expansión del comercio…………………………………………………46
El desarrollo financiero…………………………………………………......48
Cambios demográficos……………………………………………………...50
MAPAS……………………………………………………………………………52
BIBLOGRAFíA…………………………………………………………………...54
INTRODUCCION
La expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo, tanto occidental como central, no es un acontecimiento que se resuelva en unos pocos años, sino, más bien, un proceso secular y progresivo. Esta expansión será llevada a cabo no sólo mediante acciones bélicas, siempre costosas, tanto a nivel económico como político-social, para los reinos, sino que los monarcas sabrán sacar provecho de multitud de circunstancias, ya sean matrimonios dinásticos, herencias, alianzas, la institución del vasallaje, etc, que manejarán a su antojo y, casi siempre, a favor de sus intereses.
No pocas son las causas que empujan a este reino hacia levante, las hay de índole económica, como puede ser la necesidad de nuevas rutas y mercados por parte de la floreciente burguesía; políticas, en tanto que la expansión actúa como válvula de escape para las tensiones siempre existentes entre nobleza y poder real, incluso, entre las distintas facciones en las que se aglutinan las casas nobiliarias; pero no habría que olvidar los propios intereses de la corona, pues con este proceso aumenta tanto su patrimonio, como su hacienda a través de los impuestos derivados del comercio.
Las consecuencias son también diversas y de muy distinto cariz. Por un lado se producen cambios en la Corona de Aragón en cuanto a su morfología, pues gracias a estas empresas mediterráneas, el reino ve ampliadas sus fronteras. Cambios demográficos debidos a las colonizaciones de los territorios adquiridos. El comercio, por su parte, también se beneficia de este proceso, pues se crean nuevas rutas comerciales, y las ya existentes se tornan más seguras; un papel importante en el desarrollo del comercio lo jugarán las colonias ya citadas. Lógicamente este impulso comercial conlleva el consiguiente desarrollo financiero, con la creación de la banca, muchas en manos de grandes familias como los Peruzzi; la letra de cambio como instrumento de pago; los seguros marítimos que tienden a proteger el tráfico marino frente a las adversidades tanto naturales como las producidas por el corso. Una consecuencia a tener muy en cuneta es el incremento de la presión fiscal, la cual siempre incide de forma más cruenta sobre las capas menos pudientes de la sociedad; este incremento es debido a lo costosas que resultan las empresas militares de conquista, ya que se ha de hacer frente al mantenimiento de tropas, pago de oficiales reales, conservación de castillos y organización de flotas.
LOS ACONTECIMIENTOS
1. RECONQUISTA DE MALLORCA
Antes de unirse con el reino de Aragón, los catalanes habían hecho acto de presencia en las Baleares, colaborando con los pisanos, que habían obtenido del papa Gregorio VII en 1085 la concesión de Mallorca en feudo. Sin embargo, a pesar de la ocupación temporal de Mallorca e Ibiza con Berenguer III, la campaña catlano-pisana de los años 1114-1115 no constituyó ningún éxito, e incluso hizo peligrar a Barcelona frente a los almorávides.
Justificada una reconquista, ya que Mallorca había pertenecido al reino visigodo, y contando con el favor del Pontificado, en diciembre de 1228 Jaime I propone la empresa a las cortes catalanas reunidas en Barcelona, donde se asegura el orden público del Principado mediante una tregua y paz general, y se previene el financiamiento a través de la prestación del impuesto conocido como el “bovatge”. En el verano de 1229, alrededor de ciento cincuenta naves parten de Salou, bajo la dirección del caballero barcelonés Ramón de Plegamans, desembarcando a principios de septiembre en el puerto de la Palomera. Tras un duro sitio y mediante el empleo de la artillería, el último día del año entra Jaime I en la ciudad de Mallorca, apresando al rey moro y su hijo. El botín fue cuantioso, pero también lo fue la mortandad, pues a las muertes producidas por los enfrentamientos bélicos habría que sumarles las bajas por la epidemia de peste consiguiente a las acciones guerreras. Del botín participan algunas instituciones que no habían participado en el combate, como la Orden del Hospital. También participa de éste la ciudad de Marsella, por su ayuda, recibiendo la cuarta parte de la capital y la sexta parte de la localidad de Inca.
Entre 1231 y 1232, el rey de Aragón tiene que acudir en dos ocasiones más, sobre todo, a causa de la amenaza que pesa por parte del rey de Túnez. Sin resistencia, Menoría se declara tributaria, y en 1235 se conquista la isla de Ibiza, que se concederá en feudo a la Iglesia de Tarragona y a su arzobispo, Guillén de Mongríu. También se dominará la isla de Formentera.
A partir de 1247 el reino de Mallorca participa de la sucesión de repartos testamentarios. Ese año se atribuye al segundogénito, Pedro, junto con Cataluña, mientras cuatro años más tarde se hace donación de Mallorca, Menorca e Ibiza al terciogénito, Jaime, esta vez formando lote con Valencia y Montpeller. La muerte del primogénito, Alfonso, altera estos planes, y Mallorca, Menoría y parte de Ibiza permanecen en la designación de Jaime junto con los dominios pirenaicos, como el Rosellón, Colliure, Conflent, la Cerdaña, Vallespir y Montpeller, y por tanto, separados de Valencia.
Desmembrada de la Corona de Aragón, formada por Aragón, Cataluña y Valencia, Mallorca será objeto de deseo por parte de aquella. Muerto Jaime I en 1276, el nuevo titular, Pedro III, obliga a su hermano, Jaime, a que le preste homenaje como feudatario, lo que éste hace en enero de 1279 en el Monasterio de Predicadores, de Perpiñan. Esto , a su vez, hace de Jaime II de Mallorca un enemigo de su hermano, el rey de Aragón, que se pone de manifiesto cuando en 1285 facilita el paso de los franceses por el Rosellón, camino de Cataluña, donde llegan a penetrar hasta Gerona. La defección de Mallorca coloca al rey de Aragón ante uno de los mayores peligros de su existencia, que salva la potencia marina catalana al mando de Roger de Lauria.
La actuación de Jaime II de Mallorca le provoca la pérdida de sus dominios baleares. El futuro Alfonso III de Aragón pasa con su armada a Mallorca, acompañado por Roger de Lauria, y se apodera de la isla. En enero de 1286, y ya rey de Aragón tras la muerte de su hermano Pedro III, Alfonso III pasa a Ibiza y, a finales de ese mismo año ocupa Menorca, hasta ese año tributaria, siendo desalojada de musulmanes.
Pero el destino de Mallorca no puede desligarse del marco internacional de la época, que se resuelve transitoriamente en el Tratado de Tarascón (Francia), firmado en febrero de 1291, con intervención del Pontificado, el rey de Francia y Carlos de Valois, sólo unos meses antes de que muera Alfonso III, lo que sucede en junio. En Tarascón, el rey aragonés, enemigo del Papado y de Francia, potencia apoyada por Castilla, renuncia a la política aragonesa en Sicilia, pero consolida la posesión del reino de Mallorca.
Pero el éxito de Alfonso III en Mallorca es poco duradero. En el importante conjunto de acuerdos que se firman en la ciudad italiana de Anagni en junio 1294, el nuevo rey de Aragón, Jaime II, hermano de Alfonso III, se ve forzado a la devolución a su tío Jaime de Mallorca. En junio de 1298 en el castillo de Argilés, Jaime II, llega a una concordia con su tío, en virtud de la cual el reino de Mallorca se reconoce feudatario del reino de Aragón con las islas de Menorca, Ibiza y adyacentes, junto con los condados de Rosellón, Cerdaña, Confluent, Vallespir y Colliure. En junio de 1312, Sancho I, sucesor de Jaime II de Mallorca en este reino, confirma la situación al prestar homenaje a Jaime II de Aragón con motivo de su acceso al trono.
Durante los reinados de Jaime II y Alfonso IV de Aragón, la situación se mantiene estacionaria, aunque siempre tensa, sobre todo, cuando se produce alguna nueva sucesión en el reino de Mallorca.
La ascensión de Pedro IV al trono de Aragón señala el principio de la desaparición de Mallorca como reino autónomo. A ello contribuye el soberano mallorquín que comienza dilatando la prestación del homenaje, lo que realiza en julio de 1359. La situación es tensa, pues si Pedro IV accede a la prestación del homenaje no se realice en público, sino en la capilla del Palacio Real, obliga a Jaime III a estar de pie durante largo rato al no ofrecerle almohada, y al ofrecérsela hace ostentación de la diferencia de estado, pues la que ordena traerle es más pequeña y distinta.
La situación empieza a agravarse en 1341. Felipe VI de Francia requiere al rey de Mallorca a que le preste homenaje por el señorío de Montpeller, como consecuencia de sospechar tratos de éste con el rey de Inglaterra. Jaime III se niega a la prestación del homenaje y Felipe VI ocupa el señorío de litigio, en tanto ambos solicitan la ayuda de Pedro IV. Este se entrevista con Jaime III quien exige el “auxilium” que corresponde a Pedro IV como señor feudal. El rey aragonés mantendrá una posición ambigua, aunque no aconseja la guerra, y el rey mallorquín se envuelve en esta. Es la ocasión esperada por Pedro IV para considerarse desligado del vínculo feudal, pues manifiesta que la guerra emprendida por el feudatario es injusta, y también acusa al mallorquín de batir moneda en el Rosellón diferente de la moneda catalana. En abril de 1342, Pedro IV declara contumaz a Jaime III, mientras negocia con Francia para que no se preste ayuda a Mallorca. Sin embargo, ante la mediación pontificia, concede salvoconducto al rey mallorquín para trasladarse a Barcelona, lo que hace con su esposa, Constanza, hermana del propio monarca aragonés. Allí, Pedro IV, consigue de su hermana una confesión relativa a una traición de ella misma y su marido para asesinar o secuestrar a Pedro IV. Sin poder violar el salvoconducto, deja marchar a Jaime III, pero retiene a Constanza.
Pedro IVinicia la guerra contra Jaime III por la Cerdaña y apresta una armada para pasar a la isla de Mallorca bajo la dirección de Pedro de Moncada. El rey aragonés no descuida el aspecto formal que justifique la agresión, desarrollándose un proceso judicial que culmina en febrero de 1343 con una sentencia en la que se decreta la confiscación de los bienes de Jaime III si este no comparece al cabo de un año.
La situación favorece al rey aragonés, sobre todo, dado el absentismo de los reyes mallorquines, que permanecen mucho más tiempo en sus dominios continentales. En mayo de 1343 una embajada mallorquina, encabezada por Beltrán Roch, se entrevista con Pedro IV para ofrecerle su sumisión a cambio del respeto de las gracias y franquicias que habían sido objeto de concesión por Jaime I.
A fin de aprovechar la situación, el rey aragonés parte con su armada el 18 de mayo de 1343; mientras su hermano, Jaime, se ocupa de la guerra en el Rosellón y la Cerdaña. Pedro IV desembarca en el puerto de Poguera y derrota al rey de Mallorca, que le esperaba en Santa Ponza.
Pedro IV se encamina a la capital de la isla, que le será entregada en la Primavera de ese mismo año sin resistencia, y se apodera de los diversos castillos, así como envía galeras a Menorca.
En el verano siguiente, Pedro IV lleva la guerra a los dominios pirenaicos de Jaime III, negandose a recibir a éste. El 29 de marzo de 1344, en la capilla del Palacio Real de Barcelona, Pedro IV declara la unión del reino de Mallorca a los de Aragón y Valencia y condado de Barcelona, lo que puede considerarse la integración definitiva de la zona balear del reino de Mallorca a la Corona de Aragón
El año 1345 transcurre en el empeño de Pedro IV por consumar la integración del reino de Mallorca en cuanto a los dominios pirenaicos, empezando por el Rosellón y continuando conla Cerdaña.
Jaime III no se conforma con la deposición de que ha sido objeto, y en 1347, con la ayuda del rey de Francia, consigue apoderarse de casi todo el Conflent, que se ve obligado a abandonar después. El 25 de octubre de 1349 será la fecha de su derrota definitiva con la batalla de Lluchmayor, donde el rey mallorquín perderá la vida.
2. LA CONQUISTA DE SICILIA
En julio de 1260 se concierta el matrimonio del futuro Pedro III de Aragón con Constanza, hija de Manfredo, regente de Sicilia, por Conradino, nieto por línea bastarda del emperador de Alemania y rey de Sicilia, Federico II de Suabia o Staufen. La ceremonia se verifica el 13 de junio de 1262 en Montpeller. El 23 de agosto de 1268, el padre de Costanza, que representa los intereses gibelinos o imperiales sufre una derrota en Benevento ante Carlos de Anjou, hermano de Luis IX de Francia, que representa el bando güelfo o del Papa, pues Clemente IV le ha investido en el reino de Sicilia para que lo conquiste y lo rija como feudatario de la Iglesia. Carlos de Anjou ordena matar a Manfredo y también a Conradino, que, tras sufrir un descalabro en Tagliacozzo, es decapitado públicamente en la ciudad de Nápoles.
La ambición de Carlos de Anjou suscitan la enemistad de gran parte de los barones sicilianos, así como el emperador bizantino Miguel IX Paleólogo. Entre 1277 y 1280 es intensa la presión gibelina y, dentro de ella, la de la propia Constanza, para que el representante aragonés combata a los angevinos. Aquél intenta inmovilizar a Castilla y Francia, política que sufre un duro golpe con el nombramiento del Papa Martín IV, el cual resultará pro-angevino.
En 1281, Pedro III reúne una armada importante que anuncia como destinada a combatir a los enemigos de la fe, pero no logra obtener el patrocinio del Papa, que sospecha de sus verdaderas intenciones. La dirección de la guerra en tierra se encomienda a un hijo bastardo del rey, Jaime Pérez, señor de Segorbe, mientras la dirección en el mar se somete a Ramón Marquet.
En marzo de 1282 comienza un levantamiento general de los Sicilianos en Palermo, que se extiende después al resto de la isla, y que es conocido como las “Vísperas sicilianas”. La chispa aparente que desata los tumultos es el intento que Drecheto, un soldado francés, realiza de registrar a una dama siciliana para comprobar si llevaba armas, y que la multitud interpreta como uno de los abusos contra la honestidad cometido por los ocupantes. Los angevinos sufren una gran mortandad y son desalojados de la isla, golpe que intenta superar Carlos de Anjou por mar, sitiando Messina.
En junio del mismo año, la armada de Pedro III se hace a la mar, sembrando la inquietud en el ambiente internacional, pues se desconocen sus verdaderas intenciones. Se reorganiza en Mahón, y desembarca en Alcoill, donde tiene que rechazarasaltos moros aislados. Como consecuencia de las “Visperas”, Pedro III recibe frecuentes demandas de auxilio por importantes sectores sicilianos. El rey decide desembarcar finalmente en Trápani, y por tierra entra en Palermo el 4 de septiembre , donde le ofrece el cetro el obispo de Cefalú. El 2 de octubre entra en la sitiada Messina y doce días después consigue una victoria naval en el golfo de Nicotera. El bastardo del monarca es substituido en la dirección de la guerra por Roger de Lauria, mucho más experto.
Dado el peligro en que se encuentra Carlos de Anjou, pues Pedro III pasa en el invierno a Calabria, el angevino utiliza una treta para apartar de Italia al aragonés, y es la de retarle a decidir la cuestión en una batalla personal, en la que sean acompañados de cien caballeros. Se elige Burdeos como campo de batalla. Pero el duelo no se realiza, pues el Papa lo prohibe, y Pedro III regresa a Tarazona.
Mientra tanto, la condición gibelina de Pedro III la había atraído la excomunión de Martín IV, extendida a los sicilianos. El 21 de marzo de 1283, el Papa priva de sus reinos a Pedro III, en los que investirá a Carlos de Valois, segundogénito del rey de Francia.
El campo de batalla será más favorable a Pedro III, en lo que no tiene poca influencia la reina Constanza. Por orden suya en junio de 1283, Roger de Lauria, tras una sangrienta batalla, conquista la isla de Malta, cuyo castillo se entrega finalmente a Conrado Lanza. La conquista se extiende a la isla de Gozo. Justamente al año siguiente, otra batalla naval proporciona una victoria señalada a Roger de Lauria, que apresa a Carlos “el Cojo”, príncipe de Salerno y futuro Carlos de Nápoles. Reforzado con galeras enviadas por el rey al mando de Ramón Marquet, el almirante italiano desembarca en la isla de Capri, invade Calabria y en septiembre conquista la isla e Yerba o de los Gelves.
El conquistador gibelino fallece en Villafranca del Penedés en noviembre de 1285. En diciembre le llega la noticia al hijo segundogénito, futuro Jaime II de Aragón, que se corona como Jaime II de Sicilia en el mes de mayo. Toma el título de rey de Sicilia, duque de Pulla y príncipe de Capua, para lo que dispone de la renuncia de su hermano mayor, Alfonso de Aragón.
Jaime II de Sicilia, heredero de la conquista gibelina, ha visto como gradualmentese le escapa la ayuda del rey de Aragón, su hermano. Este desarrolla en 1286 y 1287 una serie de negociaciones con Francia, Inglaterra, Castilla y el Papa, cuyo principal objeto es la de liberarse de la investidura pontificia de sus reinos realizada por el Papa a favor de Carlos de Valois. Un punto importante de esas negociaciones lo constituye la liberación del príncipe de Salermo. Alfonso III conviene en 1287 la liberación del prisionero. El Papa se apresura a coronar rey de Sicilia continental o Nápoles a Carlos “el Cojo”, lo que obliga a Jaime II a combatirle, sitiando Gaeta en 1289, hasta que se concierta una tregua por mediación del rey de Inglaterra.
El abandono total, con la renuncia por parte de Jaime II a El Tratado d sicilia, se produce en virtud del Tratado de Tarascón, celebrado Tarascón en febrero de 1291, también conocido como de Brignoles por firmarse en esta localidad alguna de las cláusulas. Acuden para ello a Francia Carlos II de Nápoles, que ostenta, además, la representación de Francia; doce plenipotenciarios de Alfonso III, designados en cortes de Barcelona; representantes de Eduardo 1 de Inglaterra y dos legados apostólicos en representación del Papa. El rey aragonés, abandonando su gibelinismo y reconociendo la soberania del Pontífice, se compromete a no prestar ayuda a su madre, Constanza, y a su hermano, Jaime II de Sicilia. Obtiene, sin embargo, del papa Nicolás IV el levantamiento de la excomunión y la promesa de revocar la investidura otorgada por Martin IV a Carlos de Valois. La ventaja para el aragonés de Sicilia reside en que su hermano sólo se ha comprometido a una inhibición o política de neutralidad, siempre preferible a que se hubiera obligado a una postura activa frente a él.
La muerte prematura de Alfonso III el 16 de Junio de1291 llama a su hermano, Jaime II de Sicilia a ocupar el trono de Aragón con el mismo nombre y numeral. Sale de Sicilia el 23 de julio, dejando a su hermano, Fabrique o Federico, como lugarteniente general de la isla y como sucesor suyo en Aragón en caso de fallecimiento sin hijos, aunque en este caso, dejando el reino de Sicilia a su hermano, Pedro. El nombramiento de lugarteniente indica que Jaime II retiene el reino de Sicilia, para lo que, entre otras cosas, busca el apoyo de Sancho IV de Castilla, con quien firma el Tratado de Monteagudo el 29 de noviembre de 1291.
La alianza con Castilla, que prefiere a Francia y la Santa Sede, es transitoria, debilitándose progresivamente en conversaciones de Guadalajara y, sobre todo, de Logroño, en 22 de julio de 1293, donde, sin embargo, Jaime II consigue que el rey castellano le devuelva los rehenes angevinos que conservaba, y que eran los hijos del príncipe de Salerno. Mientras tanto, en abril de aquel año, ya existen contactos diplomáticos en Pontoise con los representantes de Carlos de Anjou, "el Cojo", que se titula rey de Sicilia.
En contactos diplomáticos habidos en Tarazona en agosto de 1293, Jaime II intenta todavía retener el reino de Sicilia, aunque sólo durante su vida, de manera que retorne directamente a la Iglesia a su muerte, buscando al mismo tiempo compensaciones para su hermano, Federico, que resultaría perjudicado. Unos meses más tarde, en. diciembre, al entrevistarse secretamente con Carlos de Anjou en La Junquera, el rey aragonés accede ya a la devolución de Sicilia a la Iglesia en un periodo de tres años,. sin exigir, incluso, que sea ésta la que administre el reino directamente. Busca compensaciones territoriales para la pérdida, pero en favor propio, en lugar de hacerlo en favor de su hermano, Federico, las cuales consisten, probablemente, en Córcega y Cerdeña.
El pontificado se muestra de acuerdo con el fruto de estas conversaciones en cuanto está representado por Celestino V, anacoreta en su origen, pero la deposición de la tiara de aquél, cambia la situación, pues le sucede uno de los pontífices más activos, llamado Benedetto Gaetani, y que adopta el nombre de Bonifacio VIII. Este, en su ciudad natal de Anagni, y en junio de 1295, consigue que aragoneses, franceses y sicilianos o napolitanos lleguen a unos acuerdos, cuyo conjunto es conocido como Tratado de Anagni.
El Tratado de Anagni asegura la integridad territorial de la parte continental de la Corona de Aragón frente a Francia y hace posible que aquélla retenga feudalmente la zona balear. En cuanto a Sicilia, representa la pérdida total, pues Jaime II se compromete a su devolución, retirando sus oficiales, ordenando la aceptación, del dominio de la Santa Sede y deponiendo título y emblemas como rey. El monarca aragonés se compromete, incluso, a hacer efectiva la devolución mediante el castigo de los que no obedezcan su decisión, aunque sin haber de llegar al empleo de la guerra, y sin ir tampoco contra los usos de Aragón. En el asunto estrictamente siciliano, las ventajas de Jaime II son el matrimonio con la hija del rey de Sicilia, Blanca de Anjou, y la dote consiguiente, que alcanza la suma de cien mil marcos, de los que el aragonés puede disponer de setenta y cinco mil en todo caso. Dentro del orden pecuniario consigue treinta mil marcos más, resultado de la condonación que el angevino hace de una cantidad que el rey aragonés poseía en depósito.
Para el cumplimiento de la paz de Anagni, el Pontífice levanta censuras, dispensa irregularidades matrimoniales, autoriza el cobro del dinero dotal en bienes de hospitalarios y templarios e, incluso, facilita, doce mil libras de torneses para que la restitución de Sicilia sea rápida en su parte insular, pues en cuanto a la parte continental ha de ser inmediata. La paz entre sicilianos-napolitanos y aragoneses se consolida en Vilabertrán, a donde acuden Jaime II de Aragón y Carlos II de Anjou, celebrándose el matrimonio del primero con la hija del segundo. Dentro de dos cláusulas secretas del Tratado de Anagni se encuentra la concesión o la promesa de concesión de Córcega y Cerdeña como feudo pontíficio a Jaime II, compensación territorial. por la pérdida de Sicilia.
La renuncia de Aragón a Sicilia repercute en la isla, donde la nobleza, en parlamentos celebrados en Palermo en dictempre de 1295 y en Catania en enero siguiente, eligen como rey a Federico, hermano y hasta entonces lugarteniente general de Jaime II, el cual se corona en Palermo el 25 de marzo, contando con el apoyo de su madre Constanza. El nuevo y discutido rey adopta el nombre de Federico III, por considerarse continuador de Federico II de Suabia o Staufen, y demuestra su firme actitud, llevando la guerra a la Sicilia continental, con la cooperación, entre otros, del noble aragonés Blasco de Alagón y del célebre marino calabrés Roger de Lauria, aunque la de este último por poco tiempo.
Desde Valencia, y en cumplimiento de lo prometido en Anagni, Jaime II en 1297 anuncia su propósito de pasar a Sicilia, esta vez, como representante del partido güelfo, pues el Papa le ha nombrado capitán general de la Iglesia, para cuya acción se atrae a Roger de Lauria. Al año siguiente concierta la tregua con Castilla que le dará libertad de movimientos, y rechaza las pretensiones de su hermano, Federico, que trata de conseguir la inhibición del aragonés, como también el que el vizconde de Cardona desafíe por traidor a Roger de Lauria.
En este año de 1298 se pone en movimiento la gran flota de Jaime II, con presencia en ella de franceses, gascones, toscanos, lombardos, aragoneses, catalanes y provenzales, la cual pasa por Roma para recoger el estandarte de la Iglesia. Para financiar la expedición el monarca aragonés vende a los catalanes el impuesto conocido como del "bovatge", y tras rendir diversos castillos, sitia la de Siracusa, cerco que se ve obligado a levantar a los meses, concluyendo por retornar a Cataluña con parte de la flota perdida, mientras Federico III de Sicilia recupera los castillos abandonados. Un sobrino de Roger de Lauria, Juan, es decapitado por los sicilianos, en cuyo triunfo sobresale el marino genovés Conrado Doria.
Jaime II, colocado en mala situación, reanuda, su ataque en 1299, esta vez con mayor fortuna y destacando su actuación personal. El día 4 de junio tiene lugar una sangrienta batalla naval frente al cabo de Orlando, y que representa una derrota para el siciliano, agravada por la dureza que muestra Roger de Lauria tras la misma. Jaime II considera que ha cumplido con exceso sus promesas de Anagni y se retira de Sicilia, pese a las quejas del Pontífice, que hubiera. deseado una contribución más decisiva.
Federico III de Sicilia se entrega a una ardorosa lucha contra napolitanos y franceses, apoyados por la armada de Roger de Lauria. El 1 de diciembre de 1299 derrota personalmente y apresa a Felipe, príncipe de Taranto en Trápani, y poco después, por mediación de Blasco de Alagón y el conde de Catanzaro vence a fuerzas francesas de élite, denominadas "los caballeros de la muerte", junto a Gallano. Sin embargo, en el verano de 1300, su almirante, Conrado Doria, experimenta una seria derrota naval ante Roger de Lauria, que amputa las manos y saca los ojos a los ballesteros de la nave almirante Siciliana.
El 19 de agosto de' 1302, Y a través de la mediación forzada de Carlos de Valois, hermano del rey de Francia y jefe del partido güelfo, se firma el Tratado de Caltabellotta entre Federico III y Carlos de Anjou. Siendo este el que se considera legitimado por el Papa para ostentar el titulo de rey de Sicilia, Federico III consigue ostentar ese titulo en cuanto a la isla, o, en su defecto, el título de rey de Trinacria, a elección de Carlos. Este título es vitalicio y no transmisible, de manera que a la muerte de Federico la isla debe volver a los angevinos. Estos procuran una compensación para los hijos de aquél, que habría de casarse con la hija de Carlos, cuando falleciera, consistente en la adjudicación de un reino como Chipre, Cerdeña u otro de valor similar, o, en defecto, la cantidad de cien mil onzas de oro. En el supuesto de fallar estas compensaciones, los hijos de Federico podrían retener el reino de Sicilia. En 1303, Bonifacio VIII confirma este tratado, decidiendo que el título a usar por Federico sea el de "rey de Trinacria”.
El Tratado de Caltabellotta no pone fin a la situación de hostilidad entre la Sicilia continental o Nápoles y la Sicilia insular o Trinacria. La intervención de Federico III de Trinacria en la Calabria suscita una violenta reacción en 1314 por parte de Roberto de Anjou, rey de Sicilia, que con una gran flota invade la isla y sitia a Trápani. Federico III les ayudado por ricos-hombres catalanes, en especial por Bernardo de Sarriá, quien abandona para ello, incluso, su ventajosa posición de almirante del rey de Aragón. Se abre así un largo periodo de hostilidades, sólo interrumpido por diversas treguas que las partes contendientes firman, aprovechando la mediación de otros príncipes, entre los que se encuentra Jaime II. La lucha desborda los limites de un conflicto local, pues se extiende a Génova, donde Roberto de Anjou interviene como protector del bando de los giielfos, mientras Federico III defiende. los intereses de los gibelinos, entre los que se encuentran las familias de los Dorias y los Espínolas.
Previa la celebración de un parlamento en Siracusa, el 19 de abril de 1321, Federico IU corona a su hijo primogénito, Pedro, como coregnante, lo que revela la decisión de no cumplir lo acordado en Anagni, por considerar, sin duda, que la guerra continuada con Roberto de Anjou lo ha hecho inaplicable. Con arreglo a esta mentalidad, Jaime II acude en ayuda de Federico III cuando este ve su isla invadida en 1325 por Roberto de Anjou, que infiere notables daños en Palermo y Messina. Cuando Federico muere el 25 de junio de 1337, viejo y gotoso, en una iglesia de la Orden de San Juan de Jerusalén, donde se encuentra camino de Catania, la dinastía aragonesa se mantiene a través del coregnante, que le sucede como Pedro II, cuyo dominio se extiende a. las islas de Malta, Gozzo y Pantelaria.
La muerte de Pedro II el 15 de agosto de 1341 se produce en un momento de extrema gravedad para la dinastía aragonesa, pues Roberto de Anjou, aprovechando la rebelión de una familia noble, los Palici, había invadido nuevamente la isla. No obstante, el 15 de septiembre se corona al hijo del fallecido, Luis, que todavía no habla cumplido los cinco años, el cual queda bajo la tutela de su tio, el Infante Don Juan. Fallecido éste en abril de 1348, como consecuencia de una epidemia de peste, se hace cargo de la regencia Blasco de Alagón, conde de Mistreta, pero la reina madre, Doña Isabel, favorece a la familia de los Palici frente a los aragoneses, contra los que se rebelan las ciudades de Palermo y de Messina, teniendo que refugiarse Blasco de Alagón en la ciudad de Catania, en tanto el rey Luis se encuentra en manos' de los sublevados en Messina.
El 13 de junio de 1349, Pedro IV de Aragón contrae matrimonio con' Leonor, hija del fallecido Pedro II de Sicilia, quien se ha visto obligada previamente a renunciar a todos los derechos a este trono, si bien, secretamente, ha protestado contra ello por haber mediado coacción. La armada aragonesa, resuelto el problema de Mallorca y bajo el mando del almirante Pedro de Moncada, acude a la is1a para sitiar la ciudad de Messina. Aquél trata de negociar con los sublevados y abandona, finalmente, la isla sin obtener ningún resultado positivo aparente. En 1354, se agudiza la lucha de la nobleza siciliana, entre la que destaca la familia de los Chiaramonte, contra la influencia aragonesa, y el rey Luis tiene que solicitar socorro al rey de Aragón, al que temen las familias rebeldes, que buscan ayuda en los reyes de Nápoles.
Luis I de Sicilia fallece el 16 de octubre de 1355, año en el que muere también el principal representante del partido aragonés, B1aácode, Alagón. Le sucede su hermano, aunque conocido después como Federico III, Federico IV, de trece años, que queda bajo el gobierno de su hermana Doña Eufemia. La inexperiencia de uno y otro da lugar a una situación caótica en el reino, a causa de las turbaciones interiores de la nobleza y los ataques exteriores por parte de Nápoles, gobernado por la reina Juana l. En 1356, ésta consigue apoderarse de Messina, aunque Artal de Alagón consigue el control de toda la isla a favor de Federico, y aún en 1357 derrota a los napolitanos, que seguían ocupando la citada ciudad siciliana. El peligro en que se encuentra el reino de Sicilia es tan grande que Federico IV llega a hacer donación de él a su hermana, Leonor, mujer de Pedro IV de Aragón, que podía elegir a uno de sus hijos para ocupar el trono si ella estuviera incapacitada para hacerlo personalmente.
El 11 de abril de 1361, y en Catania, Federico IV contrae el matrimonio concertado unos años antes con Constanza, hija de Pedro IV de Arag6n, lo que contribuye a que la nobleza siciliana se someta, fruto también de la actitud firme observada por Artal de Alagón, sucesor de Blasco en la jefatura del partido aragonés. En 1372 se alcanza, al fin, la paz entre Federico y Juana, intitulándose el primero rey de Trinacria, y la segunda de Sicilia, pero considerándose la isla como un reino independiente de la Sicilia continental que nosotros conocemos como Nápoles. Se reconoce el derecho de Maria, hija de Federico, a sucederle en el reino, aunque casando con príncipe católico que contara con la conformidad del Papa. Federico presta homenaje de fidelidad al Papa y éste levanta el entredicho que pesaba sobre la isla.
Tras larga lucha contra la nobleza, Federico IV, conocido como "el Simple", "el Débil" o "el Asino", muere el 27 de julio de 1377, dejando, como heredera universal a su hija, Maria, salvo en las islas de Malta y del Gozzo, que cede a un bastardo, Guillén de Aragón. Maria queda en poder de Artal de Alagón, y la situación de turbaciones interiores retorna al recaer el trono en una mujer.
Pedro IV de Aragón inicia gestiones en la curia pontificia para obtener la investidura del reino, basándose en la incapacidad de Marta como mujer, para suceder en el reino, pero no obtiene resultado favorable ni ante Gregorio XI ni ante Urbano VI. Proyecta pasar con la armada a la isla, pero desiste en 1379. Ese mismo año se produce un suceso venturoso para él, y es que uno de los nobles más influyentes, Guillén Ramón de Moncada, conde de Agosta, secuestra espectacularmente a Marta, cuando se hallaba durmiendo en el castillo de Catania, evitando así que Artal de Alagón consumara unos proyectos de matrimonio que tenía para la infanta. Trasladada esta a la Licata, Pedro IV envía algunas compañías para defenderla, y en 1382 pasa aquélla desde Sicilia a Cataluña. Mientras tanto, en 1380, Pedro IV, aún reteniendo el señorío teórico de la isla, cede los derechos a su hijo Martín, que en vida de su padre sólo recibe el título de vicario general.
En 1390, Juan I, que había sucedido a su padre Pedro IV en el reino de Aragón, autoriza el matrimonio de Marta de Sicilia con su sobrino, Martín, conde de Ejérica, hijo del duque de Montblanch, futuro Martín I de Aragón o Martín "el Humano", contando con el consentimiento del Papa Clemente VII. La alianza matrimonial entre Aragón y Sicilia se complementa con otra entre Aragón y Nápoles, pues se concierta el matrimonio de Violante, hija de Juan 1 de Aragón, con Luis II de Anjou. Entre tanto, y alejada Marta de su reino, éste es gobernado por cuatro nobles con el título de “Vicarios”, que son el conde Guillén de Peralta, el conde Antonio de Ventimiglia, Manfredo de Alagón y el almirante Andrés de Chiaramonte, todos ellos confederados en Castronuovo frente a María y su esposo, Martín, conocido históricamente como Martín de Sicilia, o Martín "el Joven".
Con Bernaldo de Cabrera como almirante y capitán general, Martín "el Humano" todavía sólo duque de Montblanch, organiza una gran armada para poner a los esposos en posesión del reino, en la que intervienen nobles catalanes, aragoneses y valencianos. En marzo de 1392 desembarcan en Trápani, y en mayo entran en Palermo, decapitando a Andrés de Chiaramonte y apresando a Manfredo de Alagón. Gran parte de los barones de la isla se rebelan y llegan a cercar ese mismo año en el castillo de Catania a los reyes de Sicilia, a los que se une el propio duque de Montblanch en sus intentos de socorro. Mientras tanto, Juan 1 de Aragón actúa con notable negligencia en el envío de ayuda, teniendo que ser el propio Bermaldo de Cabrera el que, particularmente, Y con ayuda de comerciantes catalanes, organiza un ejército con participación de gascones y bretones, y llegando a Sicilia, atraviesa la isla y sitia la ciudad de Catania. A esto se une la ayuda de algunos navíos con Roger de Moncada, camarero de la reina de Aragón, y de la armada real con Pedro Maza. El 9 de agosto de 1394 se rinde Catania, muriendo en el sitio el propio Pedro Maza, y después se extiende una guerra sangrienta por toda la isla.
Entre 1395 Y 1396, Martín "el Humano", que el primero de los dos años citados accede al trono de Aragón, reduce a la obediencia al reino de Sicilia, pero en 1398 se produce la rebelión de los condes de Agosta y de Ventimiglia, lo que obliga a la armada real a pasar para sofocarla, muriendo el conde de Agosta y siendo reducido Antonio de Ventimiglia. Parte de los rebeldes, sin embargo, se refugian en el reino de Nápoles, por lo que el rey de Aragón tiene que enviar nuevamente su armada en el año 1400, aprovechando tenerla preparada para luchar contra los infieles y disfrutar de los privilegios de cruzada que le habían sido concedidos por Benedicto XIII.
Las posibilidades de sucesión empiezan a desaparecer en mayo de 1401 al morir casi simultáneamente la reina María y su hijo Pedro, y pese a que ese mismo año se conciertan las segundas nupcias de Martín "el Joven", esta vez, con la hermosa Blanca, hija del rey Carlos de Navarra, la cual marcha a Sicilia en el otoño de 1402. El destino del joven rey siciliano será el de engendrar numerosos bastardos y, sin embargo, morir sin hijos legítimos. Por otra parte, la isla no cesará de registrar turbaciones a causa de la división de la nobleza en bandos, que registrará, entre otros sucesos, el abandono del servicio del rey por parte de quien tanto se había destacado en su defensa, como era Bernaldo de Cabrera, conde de Módica, y sin que las graves disensiones alcancen mayores proporciones gracias a la continua intervención de Martín "el Humano" o "el Viejo" en el gobierno.
La ayuda de Martín "el Joven" a su padre en Cerdeña determina la prematura muerte en el verano de 1409, quedando al frente del gobierno su joven esposa, Blanca de Navarra, con el asesoramiento de diversos nobles.
El día final del mes de mayo de 1410 fallece Martín "el Humano", quien ha legitimado a su nieto, Federico, conde de Luna, y bastardo de Martín "el Joven", legitimación que es seguida a la muerte del rey aragonés de la concedida por el Papa Benedicto XIII, todo ello a los efectos de la sucesión concreta y exclusiva en Sicilia. Sin embargo, en la isla, gran parte de la nobleza y alto clero reunido en parlamento en Taormina pretende elegir rey independientemente. Bernaldo de Cabrera, por entonces Maestre Justiciero del Reino, combate a los consejeros de la reina, quien tiene que refugiarse en el castillo de Siracusa, de donde es liberada por Juan de Moncada, con lo que individuos de un mismo linaje coinciden en liberar a las dos esposas de Martín "el Joven", Maria y Blanca.
En 1411, el Parlamento de Cataluña envía embajadores a Sicilia con la misión de que depongan las armas los dos bandos de la isla, es decir, el de la reina Blanca o sus consejeros y el de Bernaldo de Cabrera, lo que no se consigue, pues todavía en 1412 el último se apodera de Palermo, teniendo que trasladarse la reina a Catania.
La candidatura de Federico de Sicilia para el trono de Aragón no obtiene ningún éxito, dada su naturaleza de bastardo y el ser menor de edad, ya que la legitimación por parte de su abuelo, Martín "el Humano", lo había sido sólo para el reino de Sicilia o Trinacria. Sin embargo, tampoco obtiene esta, pues no cuenta con el apoyo de ninguno de los parciales de la isla, dado que la reina viuda no es su madre y que Bernaldo de Cabrera lo que parece impedir es que un nuevo matrimonio de aquélla aleje el trono de la Corona de Aragón. La potencia del nuevo monarca aragonés elegido en Caspe, Fernando 1 "el de Antequera", permite a éste el ser investido como rey de Sicilia por parte del Papa Benedicto XIII, que entiende puede hacerlo por haber retornado la isla al dominio de la Santa Sede. La investidura solemne a través de .la donación de un anillo de oro tiene lugar el 29 de noviembre de, 1412, prestando el nuevo rey homenaje al Papa. Aquél, en su deseo de pacificar la isla, y dado que Bernaldo de Cabrera había sido reducido y hecho prisionero, fortalece el poder de Blanca de Navarra, pero rodeándola de personas leales a él.
La situación interna difícil del reino de Nápoles no favorece la política de sublevación en Sicilia, por lo que la nobleza, intenta conseguir la autonomía por otros medios, como el de, que Fernado I designe a uno de sus hijos para reinar, a cuyo fin envían una embajada en 1414. La máxima concesión de aquel consiste en dejar en 1415 al conde de Peñafiel, futuro Juan II de Arag6n, como lugarteniente general en la isla, adonde había pasado en tránsito para contraer un frustrado matrimonio en Nápoles. Una de las primeras disposiciones de Alfonso V de Aragón el "Magnánimo", sucesor de su padre, Fernando 1, en 1416, será la de alejar de la isla a su hermano, el futuro Juan II, para impedir que prosperen, los intentos sicilianos de elevarlo a la condición de rey.
En 1421, el reino de Sicilia sirve como base de la armada aragonesa para combatir contra Génova, el enemigo secular mediterráneo. Bajo el mando de Romeo de Corbera, la marina aragonesa derrota a la genovesa en la Foz de Pisana en el mes de octubre, con grandes consecuencias políticas, pues el gobierno de la citada república italiana se deposita en las manos del duque de Milán.
Las cuestiones internas de la dinastía aragonesa no parecen tener al principio gran proyección en Sicilia, reino que, incluso, no se ha separado durante el interregno superado en Caspe. En 1429 es Federico, conde de Luna, el bastardo de Martín "el Joven", el que resucita el tema de su desposesión en el reino de Sicilia y fomenta la rebelión contra Alfonso V, pero todo ello en territorio peninsular hispánico y buscando la ayuda castellana. En 1458, el año de la muerte del "Magnánimo", el príncipe de Viana pasa a Palermo, procedente de Nápoles, pero con espíritu de concordia, e incluso desde Sicilia trata amistosamente con su padre, ya Juan II de Aragón, trasladándose a Cataluña en 1459.
Sin embargo, estas cuestiones internas son las que mueven los grandes acontecimientos del reinado de Juan II, quien a principios de 1460, y a través de las Cortes de Fraga y de Lérida, declara formalmente la incorporación del reino de Sicilia, como también del de Cerdeña, a la Corona de Aragón, a fin de que quede unido perpetuamente, sin poder ser separado. La contienda con los catalanes favorece el acercamiento del monarca a los genoveses que obedecen al duque de Milán, Francisco Sforza, con el que trata y establece treguas en 1464.
La misma motivación, aunque mucho más patente como consecuencia de la guerra civil en Cataluña, conectada con la defensa ante Francia" es la que impulsa a Juan II a nombrar a su hijo Fernando, el que será conocido como "el Católico" y al que ya había hecho jurar como gobernador general en 1461, como corregnante en Sicilia por Pragmática de 10 de junio de 1468, lo que l,1ace en Zaragoza, donde se procede a la coronación con una gran solemnidad en la Catedral.
El día 5 de marzo de 1469 se firman las "Capitulaciones de Cervera" o contrato matrimonial de Fernando, rey de 8icilia, con Isabel, la futura Isabel I de Castilla. Como era tradicional, a la princesa sé le asigna en Sicilia el señorío sobre las ciudades de 8iracusa y de Catania. En octubre del mismo año se celebra la ceremonia del casamiento en Valladolid.
En estos años, Siciliapasa a ser la avanzada de la Europa occidental frente al peligro turco, por lo que en 1470 el Papa concede al reino la mitad de los diezmos eclesiásticos, tras la conquista de la ciudad y la isla de Nigroponto por parte de Mahomet, y en 1472 se pretende que el monarca entre en la liga general que se organiza contra el turco, lo que no prospera a causa de la guerra de aquél contra Renato de Anjou.
La figura de Fernando se afianza cada día más. Su reconocimiento más amplio en 8icilia se realiza en Parlamento celebrado en 15 de junio de 1474. Al año siguiente es jurado en 8egovia como rey de Castilla. Al morir el viejo Juan II en 19 de enero de 1479, pasa a ser Fernando II de Aragón, como en Castilla era ya Fernando V, lo que significa una nueva etapa en la Corona de Aragón.
3. LA OCUPACION DE CERDEÑA Y EL FRACASO DE CORCEGA
En el siglo XIII, los seÑores más importantes en la isla de CerdeÑa, verdaderos reyes por parte de la misma con el título de "Jueces de Arb6rea", son de ascendencia catalana, en cuanto sucesores del matrimonio entre Barison y Agalborsa, y, por tanto, de la familia vizcondal de Bas, título este cedido en la centuria citada a otro pariente, abuelo del conde de Ampurias.
Una cláusula secreta del Tratado de Anagni en 1294 permite a Jaime n de Aragón, a cambio de su renuncia al título gibelino sobre Sicilia, el aspirar a la ocupación güelfa de Córcega y Cerdeña, es decir, a incorporar estas islas a su Corona en cuanto representante de la Santa Sede, que es quien concede las islas como feudo pontificio. El día 4 de abril de 1297, Bonifacio VIII, en Roma, y mediante la entrega de una copa de oro, inviste solemnemente a Jaime II, en presencia de su madre, Constanza de Suabia.
Entre la investidura pontificia y el desembarco de Cerdeña transcurre largo período de alrededor de veintiséis años, desde cuyo inicio es estimulado por parte del rey Carlos de Anjou para que, combata contra los pisanos, gibel1nos y dominadores de la isla, así como también por parte de florentinos y luqueses, rivales de aquellos. En 1303, Jaime II se siente animado a iniciar la ocupación, pero se ve obligada a desistir como consecuencia de sus diferencias con Castilla por el reino de Murcia. En 1304, el monarca ,aragonés renueva la prestación de. su homenaje de fidelidad al Papa en la persona de Benedicto XI, y en 1305 en la de Clemente V, quien le inhibe en la empresa por necesitarle como representante de la Iglesia en otros asuntos.
El trienio 1306-1309 está caracterizado por una actividad diplomática muy intensa, recibiendo el monarca aragonés numerosas ofertas de ayuda, procedentes de ciudades rivales de Pisa, como Florencia, Luca y Siena, o de familias con intereses en la isla, como los Daria y los Malaspina, aparte de los franceses y angevinos, en cuanto núcleo güelfo. Algunas de estas ofertas son de carácter financiero, como las de Florencia y Luca, y en conjunto la situación es tan amenazadora para Pisa, ocupante parcial de la isla, que ella misma intenta la cesión de esta con condiciones. El fracaso de la expedición a Almeria en 1309 arruina a Jaime II e impide un mayor impulso a la empresa sarda. Desde la isla misma recibe muchos estimulas, como el de Ruggero Tagliaferri, que le urge a la invasión, prometiéndole que si obtiene autorización del Papa todos los hombres de la isla le legitimarán.
En 1322, año en que se reanudan los contactos con las ciudades rivales de Pisa y con las familias interesadas de la isla, la situación general aparece más favorable para Jaime II, que en el exterior se esfuerza por conseguir la armonía entre Sicilia y Nápoles, y en el interior consigue apaciguar una situación difícil en la comarca de Teruel, que, incluso, llega a hacerle un importante donativo para la empresa sarda. En el estío del citado año se difiere esta para la primavera siguiente, procediéndose a la organización de la armada, cuyo mando se confiere al valenciano Francisco Carroz. Secretamente, el monarca aragonés estrecha sus relaciones con el juez de Arbórea, descontento con Pisa porque oprime parte de su señorío.
Los ricos-hombres y caballeros aragoneses, catalanes y valencianos son convocados a reunirse el 15 de marzo de 1323 en Portfangós o Puerto Fangoso, en la desembocadura del Ebro en Tortosa. Los preparativos suscitan gran temor en distintos puntos del Mediterráneo, sobre todo, en Génova y Nápoles, donde se sospecha sobre las verdaderas intenciones de Jaime II, al que Pisa intenta hacer desistir con el compromiso de compensarle los gastos realizados. El monarca aragonés no consigue la ayuda del Papa, que teme el empleo de la violencia en ese momento determinado.
El 30 de mayo de 1323, embarca el futuro Alfonso IV de Aragón en el puerto de partida y unos días después se produce la rebelión contra los pisanos por parte del juez de Arbórea, Hugo III, bastardo de Mariano IV, al que había sucedido con oposición de los dominadores, y que es ayudado por el vizconde de Rocabertí, con algunos ricos-hombres y almogávares enviados por Jaime II. El 13 de junio desembarca el infante en la isla, y el dia 28 pone sitio a la villa de Iglesias, por el peligro que ésta representaba para el juez de Arbórea, mientras la marina sitia el castillo de Caller o Cagliari. Prestan homenaje feudal al infante algunas de las familias poderosas de la isla, como los Doria y Malaspina, amén del juez de Arbórea y de la ciudad de Sasser o Sassari, ciudad ésta de la que se expulsa a los genoveses, codominadores de la isla con los pisanos, y con los que se pretende evitar un enfrentamiento total, a fin de conseguir su neutralidad y debilitar así a Pisa. El apoyo naval de ésta al castillo de Cagliarí fracasa, con lo que la principal dificultad para los sitiadores reside en las epidemias, que diezman el ejército.
Las operaciones militares se complementan con actividad política, como celebración de cortes catalanas y, sobre todo, diplomática cerca de las ciudades italianas güelfas e, incluso, de familias gibelinas, como los Doría, a quienes conceden feudos en la isla. En cuanto a la estrategia se fundamenta en los socorros por mar que uno y otro bando envían a sus fuerzas.
Tras una larga resistencia de siete meses y diez días, el 7 de febrero de 1324 la villa de Iglesias se rinde al infante Alfonso, dejando atrás una elevada mortandad, más debida a las epidemias y sus consecuencias que a las propias operaciones militares.
Rendida la villa de Iglesias, la mayor intensidad de la lucha se traslada al castillo de Cagliari, frente al cual las armadas pisana y aragonesa no se atreven a enfrentarse. El infante Alfonso se decide por la guerra terrestre y derrota a los pisanos en la batalla de Luco Cisterna, de consecuencias de la cual muere Manfredo de Donorático, el capitán de los pisanos. El infante Alfonso para neutralizar la importancia de Cagliari, erige otra villa y castillo, que denomina Bonaire, y estrecha más el sitio, atacando puerto Pisano, último lugar adonde se refugia la escuadra pisana. El anuncio de socorros marítimos de Jaime II concluye por doblegar la resistencia pisana.
El 19 de junio de 1324 se firma la paz en la tienda del infante Alfonso, previa entrega del castillo de Cagliari. La indicada fortaleza se entrega a los pisanos en feudo perpetuo, junto con las villas de Estampace y Vilanova, el puerto del castillo y el estanque. El monarca aragonés se reserva las salinas, compensando a losipfmnos con dos mil libras. La victoria tiene repercusiones en Córcega de donde el infante recibe diversos homenajes.
La paz no se inaugura con demasiados buenos auspicios, pues dentro del mismo año se produce un levantamiento en la ciudad de Sassari, promovido por los genoveses, que hablan observado hasta entonces una conducta de neutralidad, confiando en que ella les procuraría el mantenimiento de su dominio sobre parte de la isla, resultando así sólo perjudicados los pisanos. Estos, por su parte, comienzan a contender con las autoridades aragonesas sobre los términos de la paz, y se promueven alborotos, situación que culmina en junio de 1325 con una práctica ruptura de hostilidades. Se rebela la familia de los Malaspina en connivencia con los genoveses y Gaspar Doria se concierta con los pisanos, lo que determina el que Francisco Carroz sitie el castillo de Cagliari, venciendo el 29 de diciembre de aquel año a una armada de pisanos y genoveses que acuda a socorrer el castillo al mando de Gaspar Doria, el cual tiene que escapar a nado. Los pisanos fracasan también al atacar a Ramón de Peralta, que acude a Cerdeña con socorros, y los aragoneses conquistan la villa de Estampace. Estos acontecimientos provocan, sin embargo, la rivalidad entre Carroz y Peralta, que degenera en lucha abierta, concluyendo con la destitución de ambos.
La insurrección de los pisanos permite completar la conquista teórica total de la isla, en virtud de una paz que se concierta el 24 de abril de 1326, y que se publica el día 9 de junio de aquel año, pues en esta el castillo de Cagliari y sus apéndices han de pasar a manos aragonesas. Mientras tanto, se estrecha el sitio de aquél, concluyéndose con la separación y rivalidad entre Cagliari y Bonaire, pues pasan a ser una misma ciudad, y son reducidos a la obediencia del rey los Malaspina y la ciudad de Sassari.
Dentro ya del reinado de Alfonso IV, las perturbaciones se continúan con la rebelión de los sassareses en 1329, dominados por parte de la familia de los Doria genoveses, 10 que da lugar a que se expulse a los extranjeros y se proceda a repoblarla con catalanes y aragoneses. En 1330, la guerra se extiende contra los gibelinos de Génova y de Saona. Los güelfos de Génova ofrecen, en 1331, su ayuda para combatir a los gibelinos de Saona, pero los daños originados a lo largo de la costa por los corsarios aragoneses impele a que los rivales políticos abandonen sus diferencias entre sí. Los genoveses, que cuentan con las simpatías de Nápoles, inician un corso intensísimo por las costas catalanas, y el Mediterráneo se convierte en 1332 en el escenario de la lucha entre las dos talasocracias que representan en la época Génova y Aragón. En Cerdeña, la situación aparece agravada por las disensiones entre ramas diversas de la familia de los Doria.
En 1334, los Doria y genoveses rebeldes se conciertan con los habitantes de Quirra, fortaleza importante de la costa, para vender ésta a Génova, apoderándose de otros castillos. Algunas naves enviadas desde Cataluña para socorrer la isla en el verano del citado año son tomadas por los genoveses, lo que determina una situación de extremo peligro para Cerdeña, que obliga, incluso, a solicitar ayuda del rey de Sicilia, a fin de que envíe la armada con Ramón de Peralta.
Contando con una actitud tranquila de los marqueses de Malaspina, los condes de Donorático y la ciudad de Pisa, en 1336, Pedro IV domina a los Doria sublevados y se concierta con ellos. A través del Papa y del rey de Francia, el monarca aragonés llega a un acuerdo de paz con Génova, lo que implica una corta etapa de tranquilidad para Cerdeña. Sin embargo, no es sólida la situación de Pedro IV, pues el Pontífice, Benedicto XII, no le concede en 1337 la remisión del censo que había hecho a su padre, Alfonso IV, y la máxima concesión que realiza es la de que el juramento de fidelidad le sea prestado a través de procurador, y no personalmente. La isla se mantiene en una especie de equilibrio inestable, como consecuencia de la fidelidad de los jueces de Arbórea y de las disensiones entre las familias, especialmente entre los Doria y los Malaspina. En 1339, Pedro IV presta homenaje a Benedicto XII personalmente y con gran solemnidad en Aviñón, pero sin obtener tampoco concesiones sustanciales. En 1340, los Doria y los sassareses vuelven a rebelarse, con la complicidad de Génova, Pisa y Milán, en tanto el monarca no acepta los estímulos que le llegan de Córcega para apoderarse de la isla, alegando el peligro para. : los reinos hispánicos derivado de guerra promovida por el rey de Marruecos. Las rivalidades dentro de la familia de los Doria ,llega a su apogeo en 1341, en las cuales interviene el monarca aragonés.
Tras resolver definitivamente Pedro IV el problema de Mallorca en 1344, por la vía del corso inflige serios daños en la isla de Córcega, especialmente en el puerto y zona de Bonifacio, estimulado por parte de la nobleza de la isla, afecta al rey de Aragón, y enemiga de los genoveses, los dominadores. Pedro IV, piensa, incluso, en pasar a la isla el verano siguiente, aunque no llega a realizarlo.
En 1347, el reino de Cerdeña vuelve a encontrarse en grave peligro, como consecuencia de alteraciones promovidas por parte de la familia Doria, que conquistan Alguer o Alghero y sitian Sassari. El monarca aragonés envía refuerzos, pero los rebelados consiguen una notable victoria, de la que resulta la muerte del gobernador aragonés, Guillén de Cervelló. En 1348, la ciudad de Sassari había sido liberada del cerco de los Doria, pero vuelve a ser sitiada, pues aquellos consiguen la intervención de Génova, que mantiene aspiraciones sobre la ciudad. Estos años son difíciles para Pedro IV, abrumado por las cuestiones internas de los reinos peninsulares, como Valencia, y, sobre todo, Aragón, amén de la gran epidemia de peste que se abate sobre gran parte de Europa. En 1350, Alghero está independizado de la Corona, que realiza una labor de desgaste con la marina que conduce Riambau de Corbera, y combate a los Doría rebelde utilizando los rivales de la propia familia, entre los que destaca Brancaleón Doria.
En 1351, tras serias dudas, Pedro IV de Aragón se decide por la alianza con Venecia contra Génova, la enemiga tradicional, a la que imputa su ayuda a Mallorca, la usurpación de Córcega y el amparo a los rebeldes de Alghero y otros lugares de Cerdeña. El día 3 de agosto tiene lugar el desafio a la república ligur. La marina aragonesa, bajo la dirección del noble catalán Ponce de Santapau, se reúne con la veneciana y buscan la genovesa. El encuentro se produce en el Bósforo el 13 de febrero de 1352, en medio de una terrible tormenta, que deshace las líneas de combate y obliga a luchar en forma dispersa, concluyendo con un resultado incierto, queda lugar a que cada bando se considere victorioso. Entre las pérdidas aragonesas se encuentra la de Ponce de Santapau. Los pontífices Clemente VI, primero, e Inocencio VI, después, tratan de atenuar la lucha entre Aragón y Venecia, de una parte, y Génova, de otra.
Mientras la situación exterior parece mejorar, comienza a em~ peorar' la interior, pues si bien la familia de los Malaspina vuelve a la obediencia del rey, se destaca en sentido contrario la de Mariano IV de Arbórea, el cual, rompiendo con la l1nea tradicional de fidelidad de los jueces de Arbórea hacia Aragón y pese a haber sido educado en la corte aragonesa, había comenzado a conspirar con Pisa, cuando la mayor parte de las fuerzas de la Corona se hallaban concentradas en los mares griegos. El de Arbórea pretende se le conceda Alghero, todavía en manos genovesas con Castel Genovés, y proyecta apoderarse de la isla.
En 1353, el gobernador aragonés conquista Castel Genovés a los genoveses, y una armada al mando de Bernardo de Cabrera, nombrado vizconde de Bas, pone cerco a Alghero. Al acudir la armada genovesa, el 20 de agosto tiene lugar una sangrienta batalla naval, que representa un triunfo para los aragoneses, con la rendición consecutiva de la referida ciudad sarda. Sin embargo, pronto se rebela nuevamente, como otros lugares, bajo el estimulo del juez de Arbórea, si bien Bernardo de Cabrera obtiene una victoria en Quartu.
Pedro IV renueva en 1354 su obediencia a Inocencio VI, que, por todos los medios, pretende pacificar a Génova y Venecia. El monarca aragonés organiza una de las mayores armadas, con in~de en tanto ha caído la villa de Iglesias. Junto con la reina, navega hacia Italia y sitia Alghero, empleando mucha artillería y gran cantidad de ingenios militares. Pese al notable esfuerzo realizado, el que el rey enfermara de tercianas y el peligro de una resistencia tenaz, así como los consejos de Bernardo de Cabrera, hacen que se llegue a una concordia con Mariano de Arbórea y Mateo Doria, mediante la cual se perdona a ambos y se devuelven al primero algunas posesiones en Cataluña. Alghero se repuebla con catalanes, tras expulsión de los genoveses. El rey visita Sassari y pasa a Cagliari.
En 1355, Pedro IV confisca los bienes del conde Donorático y celebra cortes en la isla, en tanto Mariano de Arbórea ni ofrece una resistencia abierta ni colabora con el monarca aragonés, llegando a una segunda concordia con él y aguardando el momento de su marcha.. La situación aragonesa es totalmente defensiva, fortificándose Logudor y Alghero ante los ataques esperados de los geno1'eses. La muerte de Mateo Doria en 1357 no significa tampOCo un alivio para Pedro IV, en cuanto el sobrino, Brancaleón Doria, que le sucede, tampoco muestra gran fidelidad.
El alivio para Pedro IV llega en 1360, cuando somete sus diferencias con Simón de Bocanegra, el duque de Génova, al laudo arbitral del marqués de Monferrat, que lo pronuncia en Asti el 27 de marzo de aquel año, y del que resulta una tregua de cinco años con la temida e incansable república ligur. Son los momentos en los que el monarca aragonés se encuentra envuelto en contiendas con Pedro I de Castilla.
Todo este tiempo es, sin embargo, utilizado por Mariano de Arbórea para extender su dominio por la isla, lo que obliga a Pedro IV a enviar una escuadra en 1366, al mando de Olfo de Plócida, requiriendo a los pisanos de la isla para que no ayuden al juez, que consigue el castillo de Prades, en el cabo de Cagliari, deSde donde hostiga constantemente a las fuerzas aragonesas. El afto. siguiente ya posee aquél, incluso, Sanluri y la villa de Iglesias, amenazando el cabo Logudor. Afortunadamente para el monarca aragonés se ve para entonces liberado de la guerra con Castilla, y esto le permite enviar una armada con Pedro de Luna, que obliga a Mariano de Arbórea a refugiarse en Cagliari, aunque por sorpresa consigue una victoria sobre el almirante aragonés.
En 1369 se registra un evento favorable para Pedro IV, como es la sumisión de Brancaleón Doria, pero, sin embargo, Sassari se entrega a Mariano de Arbórea, agravándose la situación en 1374, cuando los genoveses rompen la tregua y pasan a Cerdeña para ayudar al juez rebelado. La guerra se hace cruel, sin que la atenúe la muerte de Mariano de Arbórea, que se produce en 1376, ya que le sucede su hijo, Hugo III, que la continúa con la misma dureza y cuya persona atrae muchos odios, hasta el punto de caer asesinado en 1383, probablemente, por sus antiguos partidarios. La lucha pasa entonces a ser mantenida tenazmente por la hermana de Hugo, Leonor de Arbórea, pese a estar casada con Brancaleón Doria, por entonces pasado a las filas del rey.
Hasta 1386 no se consigue llegar a una primera concordia con Leonor de Arbórea, en virtud de la cual el rey aragonés consigue poner guarniciones propias, salvo en Sassari, donde habían de ser sassareses, así como libertad para nombrar gobernador, administrador de rentas y reales y el del castillo de Cagliari, en tanto se compromete a nombrar oficiales sardos en el resto de la isla. También consigue el monarca aragonés un acuerdo con Génova en cuanto a comercio y navegación, así como a la limitación en el armamento de naves.
La muerte de Pedro IV invalida, en parte, los esfuerzos para llegar a la citada concordia, citándose una nueva por parte de Juan 1 de Aragón, que fructifica en enero de 1388, interviniendo también el nuevo juez, Mariano, hijo de Brancaleón Doria y Leonor de Arbórea. Los sardos rebelados vuelven a la obediencia del rey, pero la paz es inestable, y ya en 1389 se espera una nueva guerra, si bien en 1390 se concierta una nueva paz entre Aragón y la señoria de Génova. Un año después, sin embargo, y tomando como pretexto una concesión del condado de Quirra, Brancaleón Doria, esposo de Leonor de Arbórea y padre de Mariano, vuelve a rebelarse, tomando Sassari y poniendo Alghero en peligro. Juan 1 de Aragón proyecta pasar a la isla en 1391, pero lleno de indecisiones, concluye por desistir de la empresa ..
Mientras tanto, Aragón no abandona sus pretensiones sobre la isla de Córcega,· para la que Juan 1 nombra lugarteniente general en 1393. Pasada la isla entre 1396 a 1406, bajo la protección de Francia, al gobierno del conde Arrigo della Rocca, que disfruta de la fe y la confianza también de los genoveses, el partido aragonés experimenta un notable incremento con Vicentello de Istria, conde de Cinercha, y Juan de Istria, su hermano, ambos sobrinos de Arrigo. Martín 1 "el Humano" es el primer monarca aragonés que desembarca en la isla, adonde pasa en 1397 desde Cerdeña, procedente de Sicilia. En 1404 llega a ocuparse parte, con la ayuda del mencionado Vicentello de Istria.
Las permanentes luchas de Cerdeña van a influir decisivamente en el destino de Aragón, cuando en 1409, y como consecuencia de las mismas, desaparece la última esperanza de la dinastía reinante. Martín "el Joven", rey de Sicilia, e hijo de Martín "el Humano", que ha acudido desde su reino, vence decisivamente a los sardos en la batalla de Sanluri, pero no tarda en fallecer atacado por la malaria; la leyenda atribuye la muerte al amor por una enigmática joven sarda, a la que la Historia conocerá como "la bella de Sanluri".
Fallecido Martín "el Humano" al año siguiente de la muerte de su hijo, la rebelión sarda vuelve a encenderse, esta vez consecuencia de las aspiraciones de Aimerico, vizconde de Narbona, pretendiente al juzgado de Arbórea. Nuevamente es Sassari el punto de mayor ignición y la situación se mantiene gracias a los esfuerzos del virrey aragonés Pedro de Torrellas, pese a los cuales, los sardos toman Longosardo Y ponen en peligro a Alghero. El vizconde de Narbona consiente, sin embargo, en superar las diferencias mediante la intervención del conde de Urgel y del vizconde de Illa, y en 1411 se llega a una tregua, si bien la rebelión se mantiene latente. El propio vizconde de Narbona no tarda en romper la tregua, 10 que hace en 1412, pero no pudiendo tomar Alghero ofrece su sumisión en caso de serle reconocido totalmente el juzgado de Arbórea.
La lucha contra el vizconde de Narbona se dirige por Berenguer Carroz, conde de Quirra, a quien confirma Fernando I de Aragón, tras su elección en el Compromiso de Caspe, y quien concierta con Génova una tregua de cinco años. El 21 de noviembre de aquel año, el nuevo rey aragonés, tras ser investido por el Papa Benedicto XIII, le presta homenaje por las islas de Córcega y Cerdeña.
La potencia del rey aragonés determina que el nuevo vizconde de Narbona, Guillermo, hijo de Américo de Narbona y de Beatriz de Arbórea y, por tanto, nieto del juez Mariano de Arbórea, acuda a Lérida a someterse. Tras largas negociaciones, en 1414 vende a Fernando I sus estados en la cantidad de ciento cincuenta Y tres mil florines de oro de Aragón, a entregar por el rey en Carcassona, Narbona y Tolosa, con el compromiso de que Sassari y su tierra se ha de restituir a la obediencia de Aragón. Alegando el incumplimiento de este convenio, el vizconde de Narbona rompe nuevamente con el rey en 1416. Tras nuevos intentos de concordia en 1417, es Alfonso V de Aragón quien en 1419 organiza una escuadra para pasar a Sicilia y Cerdeña y, muerto Guillermo de Arbórea, confirma el acuerdo anterior. El 7 de mayo de 1420 sale el "Magnánimo" de los Alfaques, y pasando por Mallorca' concluye por desembarcar personalmente en Alghero el 14 de junio. En pocas semanas reduce a los sardos y el 17 de agosto llega a un acuerdo con Guillermo III de Narbona a través de la intervención del delfín de Francia, futuro Carlos VII, Y mediante el cual el vizconde de Narbona cede sus derechos, incluso a Sassari por la cantidad de cien mil florines, quedándole sólo la zona de Castillo Genovés.
Alfonso V lleva la lucha a la isla de Córcega, donde cuenta con el partido acaudillado por Vincentello de Istria, enemigo de los genoveses. Cruza el estrecho de Bonifacio y Calvi capitula en los últimos días de septiembre de 1420. Asedia Bonifacio desde el 17 de septiembre, pero los genoveses, con ayuda de los sitiados, le obligan a levantar el cerco el 3 de enero de 1421. Negocia entonces con Felipe María Visconti, duque de Milán, del que a cambio de la renuncia en Córcega obtiene Portovenere y Lerici, dos bases navales entre el golfo de Génova y el Tirreno.
La renuncia de Alfonso V es un fuerte golpe para la presencia aragonesa en la isla, que se mantiene gracias a Vicentello de Istria, que en 1430 establece un régimen virreinal sobre casi toda aquélla, hasta que en 1434 es preso y muerto por los genoveses. Nuevos grupos solicitan la actividad de Alfonso V, el cual responde en 1451, en noviembre de cuyo año nombra como virrey a Jaime dé Besora, que durante un decenio había estado al frente de la administración financia de Cerdeña. En 1453, el monarca aragonés, mientras sostiene buenas relaciones con Génova, que es la potencia que domina en Córcega, con Bonifacio como su centro principal, ayuda a los barones de la casa de Istria y de Cinerca, con una escuadra al frente de Bernaldo de Requesens. En 1455, los aragoneses poseen algunos lugares y castillos, con Berenguer de Erill como virrey, que años antes ha realizado un golpe de sorpresa contra Bonifacio. Durante mucho tiempo, interviniendo en rivalidades internas, Alfonso V ayuda a los Campo Fregoso, de Génova, frente al gobierno de Milán, a cambio de la entrega por aquellos de la ciudad y el castillo de Bonifacio, pero aquellos no cumplen los pactos y el monarca aragonés se ve obligado a combatirlos en 1457, mientras aquellos son auxiliados por Francia.
A principios de 1460, mediante cortes de Fraga y de Lérida, es cuando, junto con Sicilia, tiene lugar la incorporación formal del reino de Cerdeña a la Corona de Aragón con Juan n, a fin de que permanezca permanentemente unida y sin poder separarse. El último gran incidente medieval lo constituye la sucesión en el Marquesado de Oristán y Condado de GociaIio, que pretende Leonardo de Alagón y Arbórea, confiando en el apoyo, no sólo de los pueblos, sino en el de la poderosa familia de los Doria, bajo la protección del duque de Milán. La sublevación se produce en 1470, sitiando el de Arbórea el castillo de Monreal, y en 1472 es cuando Juan n envía la escuadra para resolver el problema, no consiguiéndose hasta 1474 una primera reducción del rebelde a la obediencia, que se consigue con la ayuda del rey Fernando de Nápoles y la concesión de lo pretendido, es decir, la investidura del Marquesado de Oristán y Condado de Gociano. La rebelión brota nuevamente en 1477, dado que no consigue superarse la situación de tensión extrema entre el investido marqués y el virrey aragonés, lo que determina la privación de las posesiones de aquél.
La cuestión se resuelve en 1478, año en el que Fernando "el Católico", rey de Sicilia, acepta el papel de mediador Y envía al virrey de aquella isla, conde de Prades, con una flota a Cagliari en el mes de abril para que negocie con el marqués. Habiendo firmado Juan II una tregua con Génova, para que no apoye a aquél, el 19 de mayo las fuerzas aragonesas derrotan a los rebeldes en la batalla de Macomer, apresándose al marqués, e incorporando las posesiones a la Corona. Cuando el joven rey de Sicilia pase a ser rey de Aragón en 1479, se encontrará pacificado dentro del patrimonio de la Corona un reino como el de Cerdeña, que, desde su güelfa conquista, casi no conoció la paz. Sin embargo, no podrá contar con la isla cercana, Córcega, pese a que el titulo para su adquisición era de la misma naturaleza Y procedía del mismo acto y fecha.
4. LA INTERVENCION EN GRECIA
A fines del sigloXIII, las relaciones entre Aragón y el Imperio Bizantino son ya intensas, pues Pedro III "el Grande" Y Miguel VIII Paleólogo tienen un enemigo común, que es Carlos de Anjou. A principios del siglo XIV, la dinastía griega de los Paleólogos, que ha sustituido en 1261 a Balduino II, el último de los emperadores latinos, es débil y necesita ayuda militar, que puede encontrar en las tropas aragonesas, constituidas especialmente por los llamados "almogávares", prácticamente licenciadas Y sin ocupación al abandonar Sicilia la monarquía aragonesa, especialmente tras el Tratado de Caltabellotta.
En 1302, el emperador griego Andrónico II Paleólogo envía embajadores a Berenguer de Entenza y a Roger de Flor para que le ayuden a luchar contra los turcos a cambio de tierras y. cargos. El primero es un caballero catalán y el segundo, originariamente llamado Rotger von Blum y nacido en Brindisi, era hijo de un antiguo servidor alemán de los Staufen, que había ingresado en la Orden de los Templarios, distinguiéndose como esclavista, corsario y almirante con Federico III de Sicilia. Con permiso de éste, aceptan ambos la empresa, organizándose un ejército mercenario que será conocido preferentemente como "la compañía" o "la Compañía de los catalanes".
En el otoño de 1302 parte la Compañía del puerto de Messina hacia Constantinopla, en número que se calcula de unos cuatro mil combatientes, a los que hay que añadir las familias, que embarcan también con ellos. Tras serles dispensado un gran recibimiento, aquel mismo año Roger de Flor casa con la sobrina del emperador y es nombrado megaduque o gran duque con el nombre de Miguel Paleólogo Commeno. A petición suya se confiere la condición de almirante a Fernando de Ahones, y a los mercenarios aragoneses, aparte de tropas griegas, se unen otros mercenarios, como los alanos. La primera batalla victoriosa tiene lugar a la semana de la partida en la península de Artaki, con notable repercusión, pues hasta entonces todo había sido derrotas, tanto para el emperador Andrónico, como para su hijo y corregnante, Miguel IX Paleólogo.
Detenidos los turcos en la península de Anatolia o Asia Menor, Roger de Flor se retira al llegar el invierno de 1302 a Quios, a fin de vigilar el archipiélago. En la primavera del año siguiente, de 1303, vuelve a internarse en la Anatolia para socorrer la ciudad de Filadelfia, en Siria, a la que libera tras una dura lucha en la llanura, y después el castillo de Kula hacia el norte, desde donde regresa a Filadelfia. Tras limpiar todas las fértiles tierras bajas de Anatolia, aún tiene que completar la campaña acudiendo en socorro de Tira, puesta en peligro por los turcos. En Efeso recibe a Bernardo de Rocafort, otro de los organizadores de la Compañía, todavía no incorporado, y, finalmente, la flota procede a pasar a Kusadasi para invernar y reorganizarse.
Sobrevenida la estación de operaciones de 1304, Roger de Flor vuelve a recorrer toda la Anatolia hacia el este, y a través de una de las marchas más impresionantes, y tras derrotar a los turcos en las montañas asciende hasta el paso entre Anatolia y Armenia, conocido como las Puertas de Hierro de Cilicia. No decidiéndose a pasar a Armenia, emprende el regreso a sus bases de partida para invernar, pero el fallecimiento de su suegro, emperador de La Zaura o rey de Bulgaria, con la aparición de un usurpador, le hace acudir a la Tracia.
Las cuestiones financieras producen una escisión grave entre Roger de Flor y el emperador Andrónico, que para fomentar rivalidades favorece a Berenguer de Entenza. Aparentemente se resuelve todo con una fórmula política, en virtud de la cual Roger de Flor, que recibe la Anatolia en feudo, es elevado a la dignidad de César, mientras el de Entenza es nombrado, a su vez, gran duque. Sin embargo, el malestar de la Compañía se hace notorio al no percibir con regularidad sus haberes, y Galipoli se convierte en el gran cuartel de invierno, donde residen los principales jefes con sus familias.
En la primavera de 1305, la Compañía se dispone a regresar a Asía, y Roger de Flor, que se ha entrevistado con Andrónico en Constantinopla, se dirige a Adrianópolis para despedirse de Miguel IX Paleólogo, frente a los consejos de familiares Y amigos, que conocían el sentimiento de enemistad albergado por aquél hacia los que consideraba ya como un peligro para su Corona. El dia 5 de abril de 1305, el emperador coregnante ofrece un suntuoso banquete en honor de Roger de Flor, y cuando el anfitrión se retira los mercenarios alanos invaden la estancia, atacando sin piedad al César y a sus amigos, que son sangrientamente despedazados. La matanza de almogávares y, en general, de aragoneses, se extiende por toda la ciudad de Adrianópolis Y aún por Gallipoli, centro de acuartelamiento.
En mayo de 1305 se inicia la campaña punitiva emprendida por los restos de la Compañía Y que es conocida por la Historia como la "Venganza catalana". Berenguer de Entenza, con base en Gallipoli, realiza constantes ataques navales a lo largo de las costas de Macedonia Y Tracia, pero el 28 del mismo mes es apresado por los genoveses, tras haber aceptado confiadamente la invitación de aquellos para pasar a la nave capitana. Es entonces Bernardo de Rocafort, asesorado por un consejo de doce, el que dirige la Compañía, devastando la Tracia.
En 1306, Jaime II de Aragón obtiene de los genoveses la libetad de Berenguer de Entenza, quien organiza una escuadra en Barcelona para luchar contra aquéllos. La Compañía derrota a las fuerzas de Miguel Paleólogo, en tanto el famoso cronista catalán Ramón Muntaner defiende Gallipoli contra un serio ataque de los genoveses. Aquel año, la Compañía domina la Tracia, y Gallipoli aparece como una base naval independiente incrustrada en el dispositivo griego.
En el año de 1307 comienzan los graves problemas en cuanto a la jefatura de la Compañía. Federico III de Sicilia envía para asumirla al infante don Fernando, hijo de Jaime II de Mallorca, pero no es bien acogido por el rudo Bernardo de Rocafort, quien por otra parte rompe violentamente con Berenguer de Entenza. Desencadenada una verdadera batalla entre partidarios de uno y otro, termina con la muerte del último, en tanto el infante Don Fernando abandona sus pretensiones, siendo, además, apresado por los venecianos junto a Ramón Muntaner.
Bajo el mando de Rocafort, la Compañía pasa a Cassandria, desde donde hostigan las costas de Salónica y recogen abundan1ie botín. Sin embargo, aquél, temiendo regresar a Cataluña, negocia con Tibaut de Cepoy, vicario general de Carlos de Valois, hermano de Felipe IV de Francia, que, a través de su matrimonio con Catalina de Courtenay, titular de los derechos latinos al imperio, precisa de la ayuda de la Compañía para luchar contra el emperador Andrónico. En Cassandria y en 1307, Bernardo de Rocafort presta homenaje a Carlos de Valois, pero esta vez la Compañía fracasa en Salónica y Rocafort es traicionado por sus propios jefes, entregándole Tibaut de Cewy en 1308 al rey Roberto de Nápoles, que le hace morir de hambre en prisión. Bajo el mando de Cepoy, la Compañía pasa a Tesalia en las campañas de 1309 a 1310, pero abandonada por aquél, pasa a regirse por un Consejo de doce hombres.
En 1310, con el beneplácito del Papa Clemente V, la Compañía es contratada nuevamente, esta vez por parte del francés Guálterio de Brienne, duque de Atenas, que, forzado por Venecia, intenta después deshacerse de los almogávares, por lo que es derrotado y muerto en la batalla del Céfiso, desarrollada el día 15 de marzo de 1311. La Compañía saquea y ocupa Tebas, capitulando Atenas, con lo que la Grecia francesa pasa a ser ocupada por la Compañía, que, bajo la dirección del rosellonés Roger de Eslauro, principia gobernando el ducado de Atenas en forma autónoma, pero que pronto solicita de Federico III de Sicilia el envio de uno de sus hijos como duque, a lo que aquél accede designando en 1312 a su segundogénito, Manfredo, todavía niño, al que asigna a Berenguer Estanyol como vicario general. La Compañía es excomulgada por Clemente V.
El ducado de Manfredo en Atenas se extiende de 1312 a 1317, sucediéndole su hermano legitimo, Guillermo, bajo la tutela de Alfonso Federico, otro hermano, pero natural. Este restablece la amistad con Venecia y con varios territorios forma en 1319 el ducado de Neopatria, tras la muerte del Sebastocrator Juan, en tanto se ve obligado a luchar satisfactoriamente contra cruzados, servios y albaneses. Una dinastía aragonesa se introduce también en el principado de Morea .con el infante Don Fernando, de Mallorca, que había casado con una pretendiente al mismo en 1314. Con ayuda de la Compañía, y de acuerdo con Federico nI de Sicilia, lo ocupa en 1315, aunque es derrotado y muerto en 1316. Jaime In de Mallorca será proclamado príncipe en 1334, pero lo perderá al ser vencido en Lluchmayor por Pedro IV de Aragón, con lo que el territorio saldrá de una dinastía aragonesa para pasar a manos de Juana 1 de Nápoles.
En 1330, año de la muerte del eficaz Alfonso Federico, la dinastía ducal aragonesa de Atenas pasa por un gran peligro ante el ataque del nuevo conde de Brienne, que se intitula duque de Atenas, pero éste no consigue expugnar las fortalezas Y concluye por retirarse. El territorio sigue, pues, vinculado a la dinastía aragonesa de Sicilia, aunque no directamente. Por ello, cuando muere Federico III en 1337, mientras Sicilia pasa a Pedro 1I, el ducado está en manos de su hermano Juan, que es quien tutelará en Sicilia al sobrino, Luis 1, y al morir aquél en 1348 es su hijo Federico el que le sucede. Sin embargo, al fallecer éste en 1355, el hijo, también llamado Federico, coincidirá en suceder en el ducado de Atenas y en el reino de Sicilia, pues será Federico IV, con lo que por primera vez los ducados de Atenas y Neopatria se reunen con el reino de Sicilia en una misma mano. Mientras tanto, los miembros de la Compañía no dejan de tomar parte en otras empresas bélicas, como la de los aragoneses contra los genoveses, que concluye con la batalla de Alghero de 1353, o la derivada de las pretensiones de Juan VI Cantacuzenos al Imperio bizantino con ayuda veneciana frente a Juan V Paleólogo, ayudado, a su vez, por los genoveses. No faltan tampoco revueltas interiores, como una rebelión de Tebas, que desemboca en el gobierno de los ducados por Roger de Lauria en 1365.
Ante el peligro de la Compaftia de los navarros adictos a Jacques de Baux, aspirante a la corona imperial, los ocupantes de los ducados ofrecen su vasallaje a Leonor de Sicilia, la mujer de Pedro IV de Aragón. Tras la muerte de Federico IV de Sicilia, ocurrida en 1377, lo que piden en 20 de mayo de 1379 es la incorporación a la Corona de Aragón, 10 que se acepta por el rey en 1 de septiembre de 1380. En esta época, Atenas es ocupada por los navarros Y apresado Galcerán de Peralta, principal representante del partido aragonés, que, tras escapar de la prisión, consigue recuperar la ciudad. La posesión de los ducados se consolida con la ida del vizconde de Rocaberti en nombre del rey, y la ayuda de Juan Fernández de Heredia, maestre de los Hospitalarios de San Juan en Rodas. El propio vizconde de Rocaberti es el que se hace cargo de la defensa en 1387 por encargo de Juan l.
Mientras la situación de los ducados había sido caótica, aún más tras la muerte de Roger de Lauria en 1370 Y solamente contenida bajo Pedro IV de Aragón, una familia florentina de comerciantes, los Acciajuoli, representando el partido angevino, se había ido apoderando de gran parte del territorio griego. Un miembro de la citada familia, Nario, gobernador de Corinto, ataca Atenas, ayudado de mercenarios, e incluso de los piratas turcos, y tras uñ año de sitio consigue la capitulación de la Acrópolis el dia 2 de mayo de 1388. Al cabo de los dos años de sitio cae también el castillo de Neopatria, como también al cabo de seis lo hace el de Balona, éste en poder del turco Bayaceto 1, y la restante resistencia dispersa es dominada por los turcos. Todavía, en el siglo siguiente, Alfonso V reclamará los ducados de Atenas a Neopatria a Constantino Paleólogo, el emperador que cederá su imperio, pero el intervencionismo mercenario en Grecia puede considerarse ya terminado.
5. EL PROTECTORADO EN EL MEDITERRANEO MUSULMAN
La reconquista de Mallorca, iniciada en el verano de 1229, tiene como uno de los objetivos principales guardar los territorios de la Corona respecto a los ataques musulmanes por vía marítima. Una expedición contra Ceuta en 1234, conocida como de los "calcurini", es, posiblemente, catalana, y tiene como fin el desanimar a los de aquel territorio, escapado de la sumisión a los almohades, en cuanto a cualquier aventura en el reino recién reconquistado. La actitud aragonesa es todavía defensiva cuando Jaime I inicia negociaciones con el reino de Túnez o Ifriqiya para que éste deje de ayudar a los musulmanes valencianos en la guerra de 1238. Estas negociaciones determinan que el monarca aragonés 1246 pretenda que la cruzada organizada por Luis IX de Francia no amenace Túnez, lo que no consigue el Papa Inocencio IV; el que en 1258 prohíba el corso contra aquel reino, o el que cuando ayude en la cruzada de su yerno, Alfonso X, lo haga a condición de no luchar contra los Hafsidas, reyes de Túnez. El interés de Jaime I por Ceuta se manifiesta en la paz y tregua concertada con este territorio el 4 de febrero de 1269, primer tratado formal con un país musulmán, mediterráneo, aunque antes haya habido las indicadas negociaciones con Túnez, y también con Berberia Central o Tremecén desde 1250, y aún con Egipto y con Armenia, sometida ésta al Gran Kan o emperador mongol, hacia 1264.
La política agresiva aragonesa de protectorado religioso-mercantil se inicia en 1269, cuando Jaime I, a instancia de Miguel Paleólogo Y de los tártaros, que muestran cierta inclinación a cristianizarse, organiza una expedición militar a Tierra Santa con treinta naos grandes, algunas galeras y almogávares, ballesteros y ricos-hombres Y caballeros aragoneses y catalanes, con presencia de los maestres de las Ordenes militares del Temple y el Hospital. Desaconsejada por Alfonso X de Castilla, la expedición sale de Barcelona el 4 de septiembre, pero sólo parte de ella llega a San Juan de Acre, mientras el resto de la flota es dispersada por las tormentas, de forma que el propio rey no desembarca sino en Aigues-mortes, donde se ve obligado a desistir.
En 1271, Jaime I concierta el primer tratado formal con Túnez, en el que estipula una tregua de diez años y se regulan las relaciones comerciales. En 1275 presta ayuda en hombres y naves al' rey de Marruecos, el benimerin Aben Yussuf, para sitiar Ceuta, considerada rebelde, aunque en realidad la expedición de aquél, a incitación del rey de Granada, va dirigida contra Alfonso X de Castilla, sorprendido como consecuencia de encontrarse fuera del reino en un momento álgido de sus pretensiones imperiales.
En principio, Aragón, sin abandonar a Castilla, se mantiene en contacto con los benimerines para que estos no ayuden a los rebeldes moros valencianos. Fallecido Jaime I en 1276, Pedro nI ataca duramente a éstos hasta someterlos y, como consecuencia, se manifiesta hostil a los benimerines en cuanto aliados, atacando Algeciras a través de Pedro de Queralt. Los marroquíes, enfrentados a Castilla, Granada y Tremecén, y con la hostilidad de Aragón, se contentan con la posesión de Algeciras y Tarifa y se re~ pliegan para combatir contra el Tremecén. En 1279 se registra una incursión aragonesa en aguas de Ceuta, mientras se produce también la ruptura con Túnez, que entonces sostiene buenas relaciones con Mallorca, reino con el que firma un tratado en 1278. Sobrevenida una grave contienda dinástica en el reino africano, interviene en ella Conrado Lanza, pariente de Constanza de Suabia, al frente de diez galeras, depredando también la Berbería. Pedro nI de Aragón no parece ajeno al complot del gobernador de Constantina, Ibn-al-Wazir, contra el rey de Túnez en 1281.
La expedición de Pedro nI de Aragón en 1282, que concluirá con la conquista de Sícilia, se anuncia como dirigida para ayudar "al mencionado gobernador y se inicia efectivamente desembarcando en Alcoll, entre Bugía y Bona, cuando aquél ya había fallecido. Las operaciones se desarrollan a lo largo de dos meses, pero el Papa Martín IV se niega a reconocerla como cruzada y su resultado no es muy satisfactorio en el ámbito continental, concluyendo por ser abandonada ante la empresa de Sicilia, mucho más importante para el rey aragonés. Es más afortunada en el ámbito insular, pues Roger de Lauria, a título privado, conquista en 1284 la isla de Yerba, Gerba o de los Gelves, y comienza la instalación en la Querquenes, reconociendo la soberanía a Aragón a lo largo de veinticinco años, pues después ese reconocimiento se prestará a la Santa Sede, primero, y a Sicilia, más tarde. De todas formas, Redro III consigue los más altos objetivos de su política de protectorado religioso-mercantil en cuanto a Túnez, pues en virtud del Tratado de Panizas de 1285, este reino transfiere a Aragón el tributo que pagaba a Sicilia, incluidos los atrasos, si bien es cierto que más tarde Jaime II dejará de percibirlo al renunciar al trono de Sicilia. En el referido tratado no se hace mención al territorio insular conquistado por Roger de Lauria.
Tras un periodo de antagonismo castellano-aragonés respecto a Marruecos con Alfonso III de Aragón, en 1291 se llega a la concordia de ambos reinos peninsulares con el Tratado de Monteagudo, en el que desde el río Muluya hacia Ceuta y hacia abajo se reconoce como zona de .influencia de Sancho IV de Castilla, mientras Jaime II de Aragón se reserva la que se extiende desde el citado río hacia Bugía y Túnez. Dentro de esta situación de concordia, el monarca aragonés concierta en 29 de enero de 1293 un tratado de protección mercantil y religioso con el sultán de Egipto, Salah -al din Jálil ibn Sayf al-di Qalaw, en el que se comprende a Sancho IV de Castilla y a Alfonso III de Portugal.
En los primeros años del siglo XIV, la actividad diplomática de Jaime II hacia oriente es muy intensa, como lo demuestra la existencia de un tratado ,en 1300 con el rey de los mongoles, Kassán. En especial, concierta tratados mercantiles con Túnez, como en 1301 y 1308, Y con Bugía, como en 1309, zona con la que se muestra también activo el reino de Mallorca, que concierta con Bugía un tratado en 1302, similar al obtenido por Aragón con Túnez. Sin embargo, el reino de Tremecén se niega en 1307 a pagarle tributo, y los Gelves y Quérquenes desde 1309 dependen de Sicilia, y aún están a punto de volver a dominio musulmán, pues a la muerte de Roger de Lauria se produce una peligrosa revuelta, que consigue reprimir Ramón Muntaner, con la ayuda de Conrado Lanza, cuñado del de Lauria.
En 1309, Jaime II presta asistencia a Castilla contra el reino de Granada, atacando por mar y tierra a Almería, por mediación del almirante Bernaldo de Sarriá. La rebelión de los ceutíes contra el rey de Marruecos obliga a éste a comprar en dicho año, por siete mil dinares, la paz de Jaime n, que presta asistencia naval contra Ceuta por mediación del vizconde de Castelnou, y no levanta el cerco de Almena hasta el 26 de enero de 1310, cuando Castilla se concierta con Granada. Desde 1313 percibe tributo del rey de Túnez y en marzo de 1326 concierta un tratado con Mohamed IV, él rey de Marruecos, por un período de cinco años.
Alfonso IV concierta treguas en 1329 con el reino de Tremecén a través de su hermano, Jaime, que se encontraba al servicio del mismo, y ayuda a Castilla contra Granada, con cuyo rey, Yusuf I, ],lega a la paz en julio de 1335, con adhesión a los convenios concertados por este reino con Alfonso X. En su época retorna la isla de Yerba al reino de Túnez, consecuencia de una rebelión interna de los moros, que Ramón de Peralta no consigue sofocar en 1335, pues aunque llega a penetrar en el castillo para socorrer a los cristianos sitiados, tiene que retirarse a Sicilia al perder gran parte del armamento depositado en barcas, que son aprehendidas por genoveses y napolitanos, los cuales colaboran con los moros, a los que, incluso, venden el armamento aprehendido.
El peligro que en 1337 representa para los reinos hispánicos A,bu -al -Hassan, rey de Marruecos, que cuenta con Algeciras y con el castillo de Gibraltar, promueve un acercamiento entre Pedro IV de Aragón y Alfonso XI de Castilla, que se incrementa en 1338, pese a las dificultades que representaba la persecución de Leonor de Castilla, hermana del castellano, por parte del monarca aragonés, hijastro de la misma. En marzo de 1339 se llega a una capitulación, en virtud de la cual Aragón se compromete a mantener una escuadra en el estrecho de Gibraltar, la cual es puesta bajo el mando de Jofre Gilabert de Cruillas, que muere en un combate terrestre, sucediéndole en el mando Pedro de Moncada. El 30 de octubre de 1340 tiene lugar la batalla del Salado, en la que el rey castellano obtiene un resonante triunfo sobre los benimerines, reprochándose a Pedro de Moncada no haber saltado a tierra. La ayuda aragonesa se manifiesta también en el sitio de Algeciras, que concluye el 27 de marzo de 1344, lo que da lugar al concierto de treguas con Marruecos, tras haberlo hecho Castilla.
En 1345, el monarca aragonés ratifica tratados con Ali de Tremecén, reino al que apoyará en la persona de Bohamon Abdalla Muza, en 1360, contra el rey del Algarbe. También obtiene, en 1355, de Muley Abrahin, rey de Túnez y de Bugía, la petición de paz por diez años, más la conversión en tributario, aunque este tributo dejará de percibirlo como consecuencia de las guerras con Pedro 1 de Castilla, y habrá de reclamarlo en 1366.
Con Egipto, las relaciones sufren una interrupción en 1a.65, como consecuencia de que el rey Pedro 1 de Chipre asalta y saquea Alejandría con participación de algunos súbditos de Pedro IV de Aragón. Sin embargo, éste consigue la liberación de algunos de los detenidos en 1366, llega a un tratado de paz en la primavera de 1379 con el sultán Melik el Achsraf Ali Schaaban, y negocia en 1386 con el mameluco Bjordita.
Concluida la reconquista para Aragón, mejoran las relaciones oficiales con Marruecos, especialmente, con Fernando 1, quien, sin embargo, presenc1a un fenómeno nuevo en el Mediterráneo, como es la presencia de una potencia atlántica como Portugal, cuyo rey Juan 1 conquista Ceuta en agosto de 1415, tras la organización de una flota que, durante algún tiempo, suscita temor en diversos lugares y, en especial, en Aragón, donde se sospecha vaya dirigida contra el reino de Valencia. En el resto del Mediterráneo no dejan de registrarse acciones bélicas, pero a cargo del corso, como en 1414, en que se produce un saqueo de Alejandría.
Es con Alfonso V con el que se reactiva la acción bélica directa, pues en 1424, reinando Abu Faris en Túnez, se organiza contra él una escuadra desde Sicilia, que hace tres mil prisioneros, con lo que se rescatan aragoneses y sicilianos; en 1426, el infante Pedro saquea Y hace cautivos en la isla de los Quérquenes para la recluta forzosa de remeros, Y en 1432, tras pasar a Cerdefta y Sicilia, el monarca desembarca personalmente en la isla de Yerba, adonde también acude personalmente el rey de Túnez, que ha de escapar peligrosamente.
En 1430 se inicia un periodo pacifico con el mundo árabe, que se inicia con el tratado comercial que en 30 de mayo concierta Alfonso V con Malik al Asraf, y que se extiende a Etiopia, con cuyo Negus las relaciones comienzan también hacia dicha época y se reemprenden hacia 1450. El esfuerzo bélico se dirige entonces contra los turcos, que representan el verdadero peligro para occidente. En 1440, Alfonso V toma bajo su protección la isla de Rodas ante el ataque de los mamelucos, en tanto en 1444 ayuda al gran vaivoda de Bosnia, Esteban Vucxitx, y al déspota de Artá, Carlos II Tocco, asi como, por encima de todos, al jefe albanés Jorge Castriota, conocido como Scandenberg, que le rinde homenaje en 1450. En esta fecha, Bernardo de Vilamari ocupa la isla de Castelorizzo, y un año más tarde, Bernardo Vaquer conquista el castillo de Albania. La penetración en los Balcanes es intensa con el vasallaje de Arianites, el suegro de Bcandenberg y la alianza con el déspota de Morea, Demetrio Paleólogo, estrechándose relaciones con el imperio bizantino, con Juan Hunniada y hasta con algún emir de Biria.
El 29 de mayo de 1453, y tras un sitio de dos meses, la ciudad de Constantinopla cae en manos de Mahomet n, sin que lleguen a tiempo las cuatro galeras enviadas por Alfonso V al mando de Juan de Nava. El monarca aragonés desafía al turco a que abandone la presa antes de los tres años y a principios de 1455 se adhiere a la Liga de Lodi, que en 9 de enero de 1453 habían concertado Venecia y Milán entre si, con adhesión posterior de Florencia, y uno de cuyos objetivos lo constituía la lucha contra los turéos. En el otoño de 1455 parece inminente la realidad de una cruzada, pero diversas circunstancias, como la muerte del Papa Nicolás V y la falta de armonía de intereses entre los participantes, la hacen fracasar. La presencia amenazadora de los turcos en el Mediterráneo oriental reduce cada vez más el papel protector que Aragón ha conseguido representar a lo largo de la Edad Media en el Mediterráneo musulmán.
6. NAPOLES
El 6 de agosto de 1414, tras duras luchas con Luis II de Anjou, muere Ladislao de Durazzo, rey de Nápoles, sucediéndole su hermana, Juana n, viuda y duquesa de Austria por su matrimonio con Guillermo de Austria. Fernando 1 de Aragón se propone casar con ella al futuro Juan n de Aragón, y el matrimonio llega a concertarse en Valencia, pero la viuda napolitana prefiere casar con el francés conde Jaime de la Marca, lo que hace en 1415. Sin embargo, cinco años más tarde, Juana n expulsa del reino a su marido y a los franceses.
La expulsión de los franceses determina el que los angevinos, ayudados por Sforza el Viejo, ataquen y sitien a la reina napolitana que, de acuerdo con Florencia, envía en agosto de 1420 una embajada a Alghero, solicitando la ayuda de Alfonso V de Aragón, al que ofrece adoptarle como hijo y conferirle el ducado de Calabria y los castillos Nuevo o Castelnuevo y del Ovo o del Huevo. Una flota aragonesa al mando de Ramón Perellós acude en socorro de la reina y Luis de Anjou se ve obligado a levantar el campo.
Alfonso V parte de Messina el 25 de junio de 1421 y llega a Nápoles el 7 de julio, visitando a la reina en el castillo Nuevo. Tres días después es hijo y heredero de Juana JI, actuando como su lugar teniente general y erigiéndose como jefe del partido de los Durazzo frente a los angevinos, de los que no se aparta totalmente la reina. Aquéllos son cercados en La Cerra, cerca de Nápoles, pero por mediación del Papa se llega a una tregua.
El Papa Martín V confirma los derechos de sucesión de Alfonso V en 1422, pero Juana II, ejemplo de inconstancia, intriga contra el monarca aragonés, que llega a una tregua con los genoveses y el duque de Milán, Felipe Maria Visconti, en junio del mismo año, e intenta detener a la reina en el castillo de Capua, sin conseguirlo. El acuerdo del angevino Giacomuzzo Sforza con la familia Caracciolo, defensora anteriormente del aragonés, permite al primero sublevar a los napolitanos en 1423 y apoderarse de la ciudad, obligando a los aragoneses a encerrarse en los castillos Nuevo y del Ovo, hasta que una armada procedente de Cataluña, compuesta de diez galeras y ocho naves, socorre al rey y éste se apodera nuevamente de Nápoles y sus fortalezas, en tanto Juana II huye a Capua y de aquí a Aversa.
El 21 de julio del mismo año de 1423, tras revocar la adopción de Alfonso V de Aragón por ingratitud y notoria infidelidad y rebelión, la veleidosa Juana II adopta a Luis de Anjou. Por su valor estratégico, el monarca aragonés conquista la isla de Ischia, aprovechando la actividad de sus partidarios en la misma, y tras dejar lugarteniente general en el reino de Nápoles y saquear la ciudad, vuelve a Cataluña, asaltando y saqueando Marsella el 19 de noviembre, en batalla que no se interrumpe ni por la noche, a fin así de debilitar a sus adversarios.
En 1424, los aragoneses quedan nuevamente reducidos a los castillos Nuevo y del Ovo, pues una flota de Milán, organizada en Génova y con el apoyo del Papa, se apodera de Gaeta, principal entrada del reino, y sitian la ciudad de Nápoles y el castillo de Capuana. En años sucesivos, la política napolitana de Alfonso V se centra en una intervención en los asuntos internos de Milán, bien apoyando a las facciones genovesas contrarias a Felipe Maria Visconti, como en 1425; concordándose con ésta para que no ayude a los angevinos, como en 1426, o volviendo a ayudar a los genoveses que tratan de escapar del dominio de Milán, como en 1428, año en el que el duque de Anjou se apodera de Calabria, siendo muy bien acogido por los napolitanos.
Juana II de Nápoles vuelve a requerir en 1430 la ayuda de Alfonso V, pero la sustitución de Martín V a causa de su fallecimiento por un papa veneciano como Eugenio IV, dificulta un cambio decisivo. La. actitud de Juana II sigue siendo inconstante, pues en 1432 pide a Alfonso V que no intervenga y obtiene de él la promesa de restituirle la adopción, y, sin embargo, tras revocar la adopción de Luis de Anjou, el 4 de abril de 1433, vuelve a reconocer como heredero a Alfonso V. Este acto suscita la, oposición de Eugenio IV y de una Liga constituida por Venecia, Florencia y Milán, cuyo principal representante es Felipe María Visconti, en tanto el monarca aragonés concierta una tregua de diez años con la reina napolitana.
En 1434 fallece Luis III de Anjou y el día 2 de febrero de 1435 lo hace Juana alzando los napolitanos como rey a Renato de Anjou, entonces prisionero del duque de Borgoña en Capua. Incitado por algunos barones, como los Caracciolo, Alfonso V, ordena pasar la flota desde Messina a Ponza e Ischia y, finalmente, desembarca en la península, sitiando Gaeta. Acude la flota genovesa y el día 5 de agosto se produce una importante batalla naval a la altura de la isla de Ponza, que significa una derrota para Aragón, pues nada medios que el propio rey, Alfonso V, tres infantes, como el futuro Juan II de Aragón, Don Enrique, maestre de Santiago y el infante Don Pedro, así como más de un centenar de barones son hechos prisioneros.
Alfonso V y el futuro Juan II de Aragón pasan como prisioneros a Sayona, y de aquí a Milán, donde son tratados con gran cortesía por Felipe María Visconti, quien libera al monarca aragoné' tras concertar con él un tratado el 8 de octubre. Alfonso V renuncia a Córcega y Portovénere e Ilica, repartiéndose con el duque de Milán las futuras conquistas de Italia, en las que el monarca aragonés se reserva la zona al sur de Bolonia, amén de comprometerse a luchar contra Francisco Sforza, el rival de Visconti, y de pagar un rescate de treinta mil ducados.
En 1436, y tras su liberación, Alfonso V entra en Gaeta, rendida al infante Don Pedro, que también se apodera de Terracina, territorio de la Iglesia. El monarca aragonés, que decide permanecer en Italia, recibe la ayuda de los territorios hispánicos, en especial de Cataluña y también de Aragón, así como la colaboración de barones italianos, como los condes de Nola y de Caserta. Sin embargo, tiene quehacer frente al legado del Papa y patriarca de Alejandría, Juan Vitelleschi, que entra en el reino en favor de la causa de Renato de Anjou, todavía prisionero en 1437. El legado vence en la batalla de Montefóscolo a un Orsini, gran condestable de Alfonso V, pero éste derrota a los que salen de la ciudad de Nápoles para acoger al legado, y Nicolás Piccinino, enviado por Felipe Maria Visconti a su servicio neutraliza a Francisco Sforza. Finalmente, el propio legado tiene que huir, aunque al año siguiente pone en grave aprieto a Alfonso V personalmente.
El año 1438 es el de la liberación de Renato de Anjou que, pese a algunos éxitos iniciales de Alfonso V en los Abruzzos, concluye por apoderarse de la provincia. El angevino ha retado al aragonés, pero sin acudir al desafío. Alfonso V sitia este año la ciudad de. Nápoles y mantiene el cerco durante treinta y seis días, pero fracasa y ha de levantar el campo, teniendo que lamentar, además, la muerte del infante Don Pedro. En 1439 expugna diversos castillos, pero, sin embargo, el castillo Nuevo de Nápoles se entrega a los embajadores del rey de Francia, que, a su vez, lo entregan al angevino.
Renato de Anjou desafía nuevamente a Alfonso Ven 1440, pero éste no acepta por considerar que su condición de poseedor del reino es un hecho y no tiene por qué someterse al resultado de un duelo. Por otra parte, ha sometido Salerno y Aversa, y en 1441 reduce la provincia de la Calabria, envía mensajeros para la entrega de la isla de Capri y sitia nuevamente la ciudad de Nápoles en 17 de noviembre, todo ello pese a que su antiguo aliado Visconti se reconcilia con Sforza, a quien otorga la mano de su hija.
Las tropas de Alfonso V penetran en la ciudad de Nápoles en mayo de 1442, comunicando el monarca el 2 de junio la noticia de la sumisión a su esposa, María. Expugna el castillo de Capua, reduce los Abruzzos y obtiene también la entrega de los castillos de San Telmo y Nuevo, en la propia ciudad de Nápoles. La entrada triunfal de Alfonso V en la ciudad de Nápoles, uno de los hechos más solemnes, se verifica el 26 de febrero de 1443, reconociendo la adopción Eugenio IV en Terracina el 14 de junio, quien concede la investidura. En 1444 se concierta tregua con los genoveses.
Reconocido ya rey de Nápoles, Alfonso V interviene activamente en los asuntos italianos, en especial, en los de Milán. En 1446 socorre a su duque contra los venecianos y también al Papa, por 10 que declara la guerra a aquéllos y a los florentinos, y en 1447, el propio Felipe Maria Visconti piensa dejar a Alfonso V como heredero suyo, confiriéndole el 21 de mayo el gobierno del territorio, salvo los castillos de Milán y de Pavía. Sin embargo, muerto el duque el 13 de agosto, se proclama la república ambrosiana, hasta que Francisco Sforza se apodera del ducado en 1450 en su condición de yerno de Felipe Maria Visconti.
En los años siguientes, Alfonso V lucha junto con los venecianos y con la protección del emperador Federico nI de Alemania, casado con una sobrina suya, Leonor, y que ofrece al monarca aragonés el vicariato general de la Toscana y el puerto y el territorio de Pisa. El monarca aragonés aparece asi como gibelino y ha de tranquilizar al Papa cuando el emperador se proclama rey de romanos en Roma en 1452. En 1453 es Fernando de Aragón, duque de Calabria e hijo natural de Alfonso V, el encargado de combatir a los florentinos a instigación de los venecianos, viéndose obligado a replegarse ante la potencia de los enemigos. Estos se ven fortalecidos por el paso de Rainiero de Anjou a Italia y por Francisco Sforza, en tanto el Papa se esfuerza por una paz general en Italia ante el peligro turco. Esta paz llega en 9 de abril de 1454, cuando en Lodi el duque y señoría de Venecia conciertan con Francisco Sforza de Milán la Santísima Liga o Liga Itálica, que :prevé una confederación de estados italianos por un periodo de veinte años.
Alfonso V de Aragón no se adhiere a la Liga de Lodi hasta el 26 de enero de 1455 Y combate a los genoveses por vía marítima. En 1456 sufre la enemiga del Papa Calixto In, que le niega la investidura del reino de Nápoles, por lo que trata de separarse de su obediencia de acuerdo con Castilla, y en 1457 recibe la visita del príncipe de Viana, su sobrino, en cuyas disensiones con el futuro Juan n de Aragón, su hermano, trata de mediar. Entre tanto, no cesa la actividad bélica contra los genoveses, apoyándose en familias como la de los Adornos frente a otras como la de los Campofregosos. La guerra es muy dura, y son importantes los triunfos que obtiene Bernardo de Vilamarí en el mar, hasta llegar a sitiar a Génova en 1458, momento en el que sobreviene la muerte del rey, permitiendo a aquélla liberarse del sitio con ayuda francesa.
La enemistad de Calixto nI hacia Alfonso V se sigue manifestando con el sucesor de éste, designado ya en el parlamento de San Lorenzo de 1443, en Nápoles, que es su hijo natural, Fernando, en tanto que el reino de Aragón pasa al hermano del fallecido, Juan n. El Papa se niega a conceder la investidura, estimando que el reino vuelve a la Iglesia, si bien su fallecimiento Y su sucesión por Pío II obvia para Fernando esta dificultad, en la que se ve asistido por su tío, Juan n de Aragón, que no dejará de apoyarle en 1459 cuando una parte de los barones se rebelen contra el nuevo rey de Nápoles y sugieren, precisamente, el nombramiento del monarca aragonés.
El reinado de Fernando 1 de Nápoles está marcado por continuas revueltas de los barones, que ya en 1461, en apoyo de las pretensiones del duque de Lorena, ponen en grave peligro la propia ciudad. El rey, que muestra gran valentía en sus acciones, derrota decisivamente al pretendiente y a los barones que le apoyan en la Puglia en 1462, recibiendo entonces la ayuda del Papa, mientras numerosos aragoneses se muestran partidarios de su monarca, Juan II. La prisión y muerte del conde Jaime Picinino en 1465 marca la total sumisión del reino al poder de Fernando I. Con ello, Nápoles se mantiene en manos de una dinastía aragonesa bastarda durante el resto del siglo xv, hasta que los ataques franceses a principios del XVI determinen el paso a la dinastía legitima aragonesa representada por Fernando II de Aragón, "el Católico".
LA FINANCIACION
Las aventuras suscitadas por las ambiciones dinásticas, estimuladas por la burguesía y apoyadas en la nobleza, dentro todo ello del juego ideológico güelfo, necesitan para su buen fin de una financiación de arranque y de mantenimiento. La financiación de arranque precisa, a su vez, de una coyuntura económica favorable, que no puede ser de índole nacional, sino internacional. En Europa, esta coyuntura se viene adivinando desde el siglo x, y es clara en el siglo XIII, en el que se observa una prosperidad rural y un retroceso del hambre, con progreso tecnológico a través, especialmente, de la utilización de la fuerza hidráulica y consecuente adelanto en el sector textil, del que participa la Corona de Aragón, en especial Cataluña, aunque en límites modestos antes de producirse la expansión, si se compara especialmente con los grandes centros pañeros de producción, como Flandes o Inglaterra. Los efectos de esta coyuntura se ven multiplicados por la actividad mercantil, en la que pueden distinguirse los países marítimos aunque no sean ricos, como es el caso de Cataluña, en cuanto que por tratarse de actividades mediadoras no precisan de capitalización elevada. Una actividad puramente mediadora, como es la marinera, es la que da nacimiento al proteccionismo real a Barcelona en 1227.
La financiación de las aventuras aragonesas se realiza a través de la vía real y de la vía estamental, desarrollándose esta última en dinero o en servicios. La mayor parte de los servicios recae sobre la nobleza, a cambio de grandes beneficios, en tanto que la contribución dineraria es repercutida de una manera o de otra sobre el estado llano, esto es, ciudades y villas y campesinado, o sobre los judíos, sí se exceptúa una notable contribución del estamento eclesiástico. Los monarcas, que principian dependiendo de los estamentos, consiguen en algunos momentos una cierta autofinanciación, pues las conquistas les irrogan notables beneficios, que invierten en nuevas conquistas. De las posibilidades de esta autofinanciación depende el que realicen una mayor o menor opresión fiscal sobre los estamentos, a la que se ven obligados en muchos momentos. La disposición de numerario se consigue a través de los judíos, la burguesía y la Iglesia, fuerzas todas éstas que realizan una especie de servicio de tesorería.
La reconquista de Mallorca se realiza, en principio, sobre la base del "bovatge" y de la actuación de la nobleza. El "bovatge" es un impuesto que el rey percibe una sola vez durante su reinado y en reconocimiento de su señorío, el cual grava la propiedad territorial o rústica, tomando como elemento indicativo las bestias de labor utilizadas, generalmente, de raza bovina. Nuñoz Sánchez concede uno de estos "bovatges" por el Rosellón, Conflent y Cerdeña, en tanto que Cataluña tiene que prestar el que ya es un segundo "bovatge" en el reinado de Jaime n, lo que va contra la naturaleza del impuesto, e implica una notable opresión fiscal sobre el estado llano, que es sobre quien repercute la nobleza el tributo. La verdadera prestación de la nobleza, que en este caso no es sólo la catalana, sino también la aragonesa, lo constituye la prestación de su concurso personal, que se realiza a cambio del botín que se le garantiza, Y para el que se nombran repartidores anticipadamente. Judios y mercaderes han debido prestar dinero, siendo un hecho que algunos de los últimos, en las puertas mismas de Mallorca, prestan al rey la suma de sesenta mil besantes de oro, que habrán capitalizado merced a sus negocios, entre los que no hay que descartar el de la piratería, por entonces, completamente corriente. También la Orden del Hospital ha debido contribuir, pues participa del botín, y en este momento o después, la Iglesia de Tarragona, en cuanto obtiene en feudo la isla de Ibiza.
Los medios de financiación del rey han debido elevarse en cuanto Jaime I habrá contado con la ayuda de la Iglesia al organizar una cruzada a Tierra Santa, así como a través de la intensa actividad pirata que se desarrolla en la segunda mitad del siglo XIII a lo largo de Túnez y de la Berberia. La expedición de Pedro III a Sicilia, que se desarrolla a través de Africa, le depara el lógico botín, y, sobre todo, el cobro de parias desde 1285 en cuanto a Túnez, como tam.bién parte en los rendimientos extraídos del comercio del grano en Sicilia. Sin embargo, tanto Jaime I como Pedro IH han carecido de tesoro y la empresa de Sicilia, con la consiguiente guerra con Francia, ha debido agotar las arcas del último, dejándole a él y a sus sucesores a merced de la nobleza y la burguesía, que han aprovechado la situación para obtener importantes privilegios, entre los que se encuentra el rechazar cualquier tipo de "bovatge" en Aragón, siendo muy de tener en cuenta el golpe que para Pedro HI ha supuesto el embargo de la décima de las rentas de los bienes eclesiásticos, de la que venían disfrutando los reyes aragoneses, Y que es decretado en 1281 por Martín IV.
La demora en emprender la ocupación güelfa de Cerdeña ha debido ser de origen financiero en gran parte, pues se ha realizado en situación catastrófica. El monarca ha recurrido a la aportación estamental, de todos los reinos, contribuyendo Valencia más que Barcelona en 1323, aunque, normalmente, el reino de Valencia, como el de Aragón, sólo contribuyen con la mitad de lo que lo hace el Principado de Cataluña. Esta aportación estamental es repercutida en gran medida sobre los judíos, que abonan en Aragón el 22 % de los impuestos directos, siendo aún más elevado el porcentaje en Cataluña. La nobleza contribuye, como en aventuras anteriores, con su aportación personal en la guerra, a cambio de los beneficios futuros. Sin embargo, todo ello es insuficiente, y el monarca se ve obligado a hipotecar sus ingresos futuros, vendiendo el "bovatge" en Cataluña, o las baronias, honores y otros derechos, gran parte de los cuales son comprados por los arzobispos de Tarragona y Zaragoza, y durante algunos años mendiga la protección pontificia, que, al fin, le concede Bonifacio VIII al dispensarle la décima de la renta de los bienes eclesiásticos por un espacio de cuatro años. Todas estas dificultades económicas han debido ser conocidas en el mundo internacional, pues en 1309 Florencia y Luca ofrecen dinero a Jaime II para financiar la empresa, y en 1322 se han tenido contactos con estas repúblicas para lo mismo. Estas ayudas, sin embargo, encerraban grandes peligros, pues como es natural tenían su precio, quizá tan alto como el que ofrecía la propia Pisa, resignada en 1309 a perder la isla, dada la concesión pontificia, si bien mediante concesiones, como el castillo de Cagliari en feudo. Desde 1311, Jaime II ha contado con el pago anual de cinco mil doblas por parte del rey de Túnez, en virtud de la paz negociada por el cronista Muntaner, aunque con dificultades para cobrarlas.
La ocupación güelfa de Cerdeña representa un aceptable negocio para el monarca, a qUien por el pontificado, a través de Clemente V, se le presenta así, sin duda para consolarle de la renuncia a Sicilia. Realmente, Cerdeña resulta un territorio pobre, del que no le libra la plata de Iglesias, pero para el rey, personalmente, es más fructífero que Sicilia, a causa de disponer en la nueva isla de una regalía de la que no disponía en la antigua, y que es la de la sal, centrada en Cagliari, y de la que en el siglo XIV se extrae 120.000 quintales, prevaleciendo sobre los demás centros de producción, tales como Ibiza o Chipre. De ella se habían beneficiado, en primer lugar, los "vitorinos", es decir, los marselleses, llamados así por la abadía de San Víctor, y, después, en contienda con los genoveses, los pisanos, que habían llegado a la intervención militar. En 1322, Jaime II escribe al futuro Alfonso IV recomendándole el asunto de las salinas, de las que Aragón se apodera en 1324, compensando los pisanos con un censo anual de dos mil liras en dinero, que, capitalizando al 7 %, representa unos 20.500 florines de oro. La sal, destinada a occidente y no a oriente, es de fácil comercio, pues es básica para su uso en la alimentación, y aún para conservar los alimentos, especialmente el pescado a través de las salazones, aparte de que la época le atribuya otras condiciones, como el de ayudar la fertilidad de la mujer. Lo más importante para el rey es que el expolio a los pisanos en cuanto anteriores poseedores, le permite considerar la sal como una regalía, concepto que, aunque sin este término, han elaborado los glosadores en Italia al servicio del emperador, y establecer un monopolio fiscal de su comercialización, es decir, sobre las compras y las ventas, lo que le permite unos saneados ingresos, que podrá invertir en sus aventuras.
En adelante, el mecanismo financiador funcianorá a través de las vías tradicionales, aunque, cama es lógica, experimentando avatares y produciéndose muchas reajustes. Los monarcas obtienen personalmente abundantes recursos a través de sus derechas sobre el comercio que amparan y de las regalías de que disfrutan, así cama de la piratería que ejercen sus capitanes, cama, en general, todas los que ejercen la navegación en la Edad Media. Asimismo, obtienen dinero. de su función protectora e intervencionista en Africa, cama en Túnez, sobre todo, Pedro. IV o Alfonso V. Regalías, piratería y parias, por tanto, surten de dinero directamente a los reyes para sus aventuras, unidas, en ocasiones, a confiscaciones de las rebeldes, importantes en Nápoles.
Sin embarga, esto no. es suficiente, sobre todo, a medida que las gastos aumentan, sea por las guerras internas, como en el caso de Pedro. IV, o. en sus aventuras externas, com. en el caso de Alfonso V, unido entonces al despilfarro por su vida fastuosa. Si es posible se recurre entonces a las aportaciones estamentales a través de las Cortes, que en ocasiones protestan, como sucede en las celebradas en Caspe en 1371 frente a las gastos que se realizan en Cerdeña, y que para Aragón no resultan nada fructíferas. Estas aportaciones salen de los territorios hispánicos, pues, sobre tod, en Nápoles el rey percibe, en 1444, 400.000 ducados anuales en las ciudades y tierras que le están sometidas, a razón de un ducado por hogar o. fuego y 200.000 ducados en las tierras y ciudades de señoría, aparte de que en las 400.000 hogares de dominio directo percibe otras 200.000 ducados por 400.000 túmulos de sal, cuyo consumo impone, es decir, a razón de medio ducado anual por hogar o fuego. La sal sigue siendo para el monarca en todos los momentos uno de las grandes ingresos, y Alfonso V, en una carta a su esposa, María, reconoce el gran papel que ha jugado en la conquista de Nápoles. No. es sólo la sal sarda, sino también la de Ibiza y la de Valencia la que le aporta beneficios, al imponer precias de venta muy superiores a las de compra. La aportación de los reinos a la conquista de Nápoles se discute en el Consejo de Ciento barcelonés el 23 de diciembre de 1445, proponiéndose el armamento de una galera por los reinos, con 3.000 florines anuales por parte de Cataluña, 2.000 por parte de Aragón y 1.000 por parte de Valencia.
Los comerciantes siguen atentos a emplear su dinero, pero sólo cuando es imprescindible. Por ello, lo facilitan en 1393 a Bernaldo de Cabrera para que acuda en socorro de Sicilia, precisadas como se ven por la negligencia de Juan I en cumplir con su deber. Hombres de negocios de Perpiñán son los que, instalados en Nápoles, le avanzan sumas considerables a Alfonso V para sus campañas, que les serán reembolsadas por letras de cambio libradas por el rey sobre Valencia, Barcelona y Perpiñán. Mercaderes son los que en 1464 dan donativos para mantener las galeras reales en la isla de Ischia. En último término, la Iglesia es fuente de ingresos y servicio seguro de tesorería, de grado o por fuerza, en este último caso como cuando Pedro IV emplea los bienes de la Cámara Apostólica y las rentas de los beneficios ausentes, causando la ira de Urbano V. Las décimas de las rentas de los bienes eclesiásticos siguen jugando su papel, y teniendo un administrador famoso a finales del siglo XIV, como es el famoso poeta Bernardo Metge. En Nápoles, el monarca impone, con autorización de Eugenio IV, una ayuda de 30.000 ducados a hermanos, mónacos, abades, obispos, arzobispos y clerecía, con el destino oficial de una armada contra los turcos. En 1451 le autoriza el papa Nicolás V un subsidio a Alfonso V, aunque despierta la reacción de gran parte del clero de la diócesis de Barcelona, dado que viene a agravar la situación económica del país, afectado por graves crisis monetarias.
LAS CAUSAS
1. GÜELFOS Y GIBELINOS
En el siglo XIII, el mar Mediterráneo es un lago o mar interior, cuyas riberas aparecen dominadas por tres civilizaciones: la cristiano-latina o católica, la cristiano-griega o bizantina y la musulmana. Esta última ocupa toda la ribera meridional, que, de occidente a oriente, va degradándose en reinos africanos, como Marruecos, Berbería central o Tremecén, Ifriquiya o Túnez y Egipto o Babilonia, para dar paso al Levante asiático, donde se encuentran los lejanos restos de los antiguos Califatos de Bagdad y Damasco. La ribera septentrional oriental es la ocupada por los restos del antiguo imperio bizantino, donde aún se mantiene la vieja dignidad imperial, en cuya órbita girarán, sin embargo, reinos y ducados desprendidos, como Atenas, Albania, Bulgaria o Chipre. La ribera occidental la ocupan los reinos católicos, y, entre ellos, se encuentra la Corona de Aragón.
En la zona central de la ribera septentrional y, por tanto, católica, se ha producido desde siglos anteriores un "vacío de poder", es decir, una zona de inestabilidad política que comprende toda la península italiana con las islas adyacentes, donde no existe ningún reino o república que domine al resto con poder eficaz. La fuerza determinante más importante de este vacío político lo ha sido la Iglesia o, dentro de ésta, el órgano que ha asumido su representación monárquica, que es el pontificado. Este, supliendo su carencia de poder militar con la fuerza ideológica, ha debilitado al Imperio germánico fomentando la independencia en cuanto a éste de los reinos periféricos del mismo, como Francia, Inglaterra y reinos hispánicos, y, sobre todo, impidiendo la constitución de un poder fuerte en Italia, a la que ha fragmentado en comunes o repúblicas y pequeños reinos, juzgados y señorías. En los siglos siguientes ha albergado, a veces, el sueño de unificar el Mediterráneo bajo una dinastía afecta, como la angevina, pero, frecuentemente, ha tenido que renunciar a ello e, incluso, apoyarse en alguna otra poco atractiva para él, como la aragonesa. De grado o por fuerza se ha visto precisado a mantener la fragmentación de Italia, con lo que se ha salvado de verse sometido al Imperio germánico, pero esto le ha restado fuerzas para someter al Mediterráneo musulmán y ortodoxo, en tanto que le ha ido dejando inerme para impedir que el último se hunda en el siglo xv ante el empuje progresivo y continuado de los turcos, con cuya irrupción en el Mediterráneo se acabará para la civilización occidental su medioevo.
Lo que puede denominarse "el abuso ideológico güelfo, es decir, la aplicación desmedida del prestigio espiritual para fines temporales por parte del Pontificado, se concreta en diversos medios de actuación, como son los siguientes: a) la representación de intereses políticos; b) las concesiones de investidura; c) las denegaciones de la misma; d) la dispensa de impedimentos matrimoniales en uniones reales; e) la legitimación de hijos naturales con pretensiones dinásticas; f) la participación en movimientos subversivos; g) el respaldo espiritual de empresas bélicas, y h) la imposición de sanciones espirituales. Todo ello se agrava por la propia inestabilidad del pontificado, afectado por los intereses temporales y la enfermedad del cisma, y porque su actuación contra el mundo no católico, es decir, el musulmán, turco y cristiano ortodoxo suele ser también turbia, y más engendrador a de perturbaciones que de unidad para el Mediterráneo católico.
El pontificado no se sitúa por encima de las contiendas políticas y en el terreno estricto de la espiritualidad, sino que él mismo constituye una de las dos facciones en que se divide la Europa católica a nivel continental, que es la de los giielfos, frente a la de los gibelinos o partidarios de la supremacia de los emperadores germánicos. Según una falsificación realizada por la propia curia pontificia en el siglo VIII, el emperador Constantino, agradecido al papa Silvestre por una milagrosa curación de lepra, al trasladarse a Bizancio dona al pontificado Roma y las tierras del Imperio occidental, lo que es conocido como la "donatio Constantini". Esta falsificación, que no se desvelará plenamente, sino por el humanismo, permite al pontificado reivindicar para si Europa frente a unos emperadores germánicos que, también falsamente, se consideran los sucesores de los emperadores romanos y, al menos, las tierras mediterráneas cuando aquéllos emperadores consiguen la dominación, de hecho, de Alemania y, en general, de las tierras continentales centrales.
La Corona de Aragón, ya desde los lejanos días de Alfonso I y de Pedro I, se encuentra en la órbita güelfa, más cercana que Castilla en cuanto menos citramontana, es decir, en cuanto más cercana a la metrópoli, pontificia. En el siglo XIII esto le permite la ocupación de Mallorca, para la que presenta un título eficaz como, es el de la "reconquista" de un reino antiguamente visigodo, y que ha estado a punto de perder un siglo antes por el carácter más güelfo de los pisanos. Ya en 1238, en el sitio de Valencia, Jaime I recibe la embajada de las ciudades de Plasencia, Bolonia, Florencia y Milán, con la incitación por parte del papa Gregorio IX de que pase con sus ejércitos a Italia en defensa de la Iglesia contra el emperador Federico II. Se le ofrece como compensación los derechos y rentas de los emperadores en la Lombardía y se estipulan las condiciones de la expedición ante los obispos de Zaragoza, Vich, Segorbe y Huesca, así como de algunos nobles y de los maestres del Temple y de San Juan de Jerusalén. Además, Federico II ha privado del titulo de rey de romanos a su primogénito, Enrique, que es un primo de Jaime I, para dejarlo al bastardo Conrado. Sin embargo, Jaime I desistirá y, curiosamente, la Corona de Aragón se pasará al gibelinismo con Pedro In en defensa de aquella línea bastarda.
El gibelinismo de Pedro nI tiene su origen en el matrimonio con la hija del regente Manfredo, que procura el mantenimiento de los Staufen en Sicilia, pieza clave de estos en una Italia que han considerado fundamental para la consolidación del Imperio. Estas aspiraciones parecen haberse truncado para siempre con el triunfo de los angevinos y la cruel persecución de los Staufen bastardos, pero las Vísperas Sicilianas permiten el desembarco del monarca aragonés, que no será nunca formalmente el jefe supremo de los gibelinos, pero que en ese momento parece tomar la antorcha de la que el Papa denominará "venenosa estirpe sueva", y que cuando presta juramento en Palermo, con la expresión "ut est iuris", promete seguir la tradición de aquélla. No puede olvidarse tampoco como cabeza del gibelinismo a la reina aragonesa, la suaba Constanza, que incitará constantemente a su marido en la conquista de Sicilia, y que luego luchará incansablemente por mantener en este reino a su hijo, Federico III, cuando la Corona de Aragón lo abandone.
El Tratado de Anagni representa el final del gibelinismo para la Corona de Aragón, refugiándose entonces en la dinastia siculo-aragonesa, la que ostenta Federico In, el senador de Roma, almirante del Imperio y gobernador de Pisa, que elogiará el Dante, y que será mantenido en sus inicios por su madre, Constanza. En Anagni, Jaime II renuncia a una conquista gibelina, Sicilia, por la autorización para una doble ocupación güelfa, que sólo consumará en una parte, Cerdeña, veintiséis años más tarde, sin llegar a hacerlo en la otra, Córcega. La Corona de Aragón no dejará de ser ya güelfa, aunque sólo constituya el brazo derecho, un brazo derecho algo negligente, de la Iglesia en los años de Jaime II. En el futuro, sólo Alfonso V se acercará a ser un gibelino, pero entonces, más como antiangevino y representante circunstancial de los intereses de los Durazzo napolitanos que en cuanto defensor de los imperiales frente al Papa.
2. LA AMBICION DE LA CASA DE BARCELONA Y DE LOS
TRASTAMARA
Los territorios cristianos ribereños del Mediterráneo están constituidos en imperios, como el bizantino; en comunes y señorías, cama las repúblicas italianas; en reinos, como Francia, Aragón o Sicilia, y en formas similares a reinos, como Arbórea, en Cerdeña. Aún en las formas no monárquicas puede hablarse de dinastías, pues están gobernadas por oligarquías. En el caso de imperios y reinos esto es todavía más clara, y en ellas es donde cabe hablar plenamente de "dinastías", es decir, de familias que ostentan la titularidad del poder pública, el cual transmiten par vía de herencia o. formas parecidas, a la manera de personas particulares. Las dinastías de las reinas católicas se acomodan al juego ideológico. güelfa, en tanto que la imperial bizantina ha provocado el cisma, precisamente, para escapar a él. Acomodarse al juega ideológico. güelfo significa que las contiendas giran en torno a las investiduras concedidas o denegadas por los Papas, o. que se buscan las mismas para legitimar las situaciones adquiridas par la fuerza de las armas. También las países no católicas, sean ortodoxos, sean musulmanes, participan en el juego ideológico güelfo., si bien sea de forma indirecta, pues aunque no. reconozcan la legitimidad de los títulos pontificios saben que han de experimentar las consecuencias de las mismas.
Las dinastías, coincidan o no sus intereses can las de las reinas que gobiernan, aunque par cálculo natural prefieren que coincidan, luchan par su supervivencia, primera, y par su expansión después. A su vez, buscan en ésta la de la línea familiar directa en primer lugar, pero para complementarla, o cuando. No es posible la de esa línea, buscan la expansión de otras líneas familiares o. dinastías derivadas, incluso, bastardas. La pastura medieval respecto a estas últimas difiere mucho de la que se adaptará en la Edad Moderna, pues las reyes no ocultarán sus hijas naturales, sino que, aparte de conferirles las mejores puestas, lucharán parque sean cabeza de nuevas dinastías, cuando esto no sea pasible a través de las hijas legítimas. Esto no suscitará grave escándalo, ni en los pueblos, que, a veces, los solicitarán para obtener autonomía de la dinastía legítima, ni siquiera en las familias reales, incluidas las reinas.
En la Corona de Aragón medieval la expansión se inicia por la Casa real de Barcelona, fundadora de aquélla y constituida por los descendientes del matrimonio del conde catalán Ramón Berenguer IV con la reina Petronila de Aragón, celebrado en 1131. Esta dinastía se ve excluida de expansión en el Mediodía de Francia por el tratado que se ve obligado a firmar en Corbeil en 1246, y contempla agotada su expansión en la Península Ibérica por el Tratado de Almizra celebrado en 1244 con Castilla, seguido de la cesión del reino de Murcia de 1266. La obligada expansión por la única dirección posible, que es la del Mediterráneo, se inicia por Jaime I con la reconquista de Mallorca, y se continúa por Pedro III con la conquista gibelina de Sicilia. Renuncia a ésta Jaime lI, pero deja en ésta una dinastía derivada, y la sustituye, además, por la ocupación güelfa de Cerdeña, fracasando en el intento de ocupar igualmente Córcega, todo ello dentro de lo que ha podido llamarse la "ruta de las islas". También Mallorca conoce largos períodos de dinastía derivada, pero Pedro IV la hace retornar definitivamente a la dinastía principal.
La extinción de la Casa real de Barcelona por falta de sucesión legítima de Martín "el Humano" da paso a la dinastía castellana de los Trastámara, que principian por consolidar los logros de la Casa de Barcelona, incluido el retorno de Sicilia a la dinastía principal, preparada ya por los últimos monarcas de la Casa anterior. Consolidada la "ruta de las islas", salvo Córcega, que se mantendrá inasequible, la nueva dinastía saltará al continente con Alfonso V, que a la Sicilia insular añadirá la Sicilia continental o Nápoles, e intentará el más ambicioso sueño de la unidad italiana. Su muerte alejará Nápoles de la dinastía principal, pero establecerá en ella una dinastía derivada bastarda y la expectativa de que en la Edad Moderna retorne a la principal.
La política dinástica de expansión se realiza por medios característicos de personas particulares, como son matrimonios, herencias, cesiones y adopciones. Especial importancia tiene la política matrimonial, muy atendida por la Casa de Barcelona, y tampoco descuidada por los Trastamara. Entre esos matrimonios cabe distinguir los que han significado un cambio rotundo de las circunstancias históricas; los de pacificación, que han pretendido consolidar una paz; los de retorno, que han ido dirigidos a que un territorio vuelva de una dinastía derivada a la dinastía de origen, o los de expectativa, que han intentado crear las condiciones para una posible expansión.
3. LA BURGUESIA MERCANTIL CATALANA
Entre 1166 Y 1177, un judío, Benjamín Tudela, encuentra catalanes entre las mercaderes francas que actúan en Alejandría, y can este puerta camercian en 1219 las naves del cande Ruga de Ampurias, donde un fraile irlandés, Simón Simeania, ve en 1222 una alhóndiga catalana, junto a las de Génava, Venecia y Marsella. La existencia de un comercia catalán en las tierras más apartadas del Mediterráneo desde el última cuarto del sigla XII, se ve complementada par la aparición de una flota mercantil en el sigla XIII, consecuencia de la reconquista de Mallorca y de Valencia y para cuya fabricación se utilizan los bosques del Mantseny, de tal forma que a partir de 1230 se ejerce par si misma, y hace acta de presencia en las ferias de Champaña y villas de Flandes. En este mismo siglo se desarrolla en la misma Cataluña una importante industria lanera.
La existencia del referido comercio implica el nacimiento de una burguesía mercantil y marinera, principalmente catalana, y sólo después, mallorquina y valenciana, en tanto en muy escasa medida, aragonesa. La gran capital del comercio es Barcelona, que dispone de un extenso territorio de abastecimiento y defensa, como es Cataluña, Aragón y Valencia, a diferencia de sus rivales italianas que, como Génova, dependen exclusivamente del mar, o que, como Florencia y Venecia, dependen de tierras sometidas por la fuerza, como es el caso de Pisa y la Tierra firme, respectivamente. Esta burguesía adquiere conciencia de clase unitaria y llega a constituir oligarquías afines en las principales ciudades mercantiles, de forma que en 1450 es posible ver a la denominada "Biga" de Barcelona apoyando a la de Mallorca, frente a la llamada "Busca", que apoya a menestrales y forenses. Con esta conciencia de clase, se adhiere y estimula las empresas dinásticas mediterráneas en cuanto éstas le favorecen directamente, frente a los otros sectores de población que, como el campesinado, incluso catalán y valenciano, pero, sobre todo, aragonés, soporta las cargas y no recibe sino una mínima parte de los beneficios, no manifestando ningún entusiasmo por la expansión, hasta el punto de ser muy difícil el transplante a los nuevos territorios.
El interés de la burguesía mercantil y marinera se centra en la que ha venido a denominarse "ruta de las especies", que es la que conduce como etapa final a los países del cercano Oriente, de donde se importan las substancias que Occidente acogerá ansiosamente, aunque no como las únicas en su desarrollo hacia una etapa de mayor consumo y de vida más placentera y atractiva. Esta ruta, de naturaleza mercantil, se hace posible a la burguesía mercantil catalana merced a la denominada "ruta de las islas", de naturaleza politica, y que es la seguida por las dinastías de Barcelona y de Trastamara para asegurarse estratégicamente el dominio del Mediterráneo y colmar así su ambición de poder y de nuevos ingresos económicos. Así, aunque no coincidan por ser de naturaleza distinta, ambas se complementan y, dentro del juego ideológico güelfo, constituyen uno de los factores más importantes de la expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo.
El objetivo más modesto de la nueva burguesía, y en él participa tanto la marinera como la mercantil, lo constituye la seguridad del tráfico marítimo. Un ataque del rey moro de Mallorca en 1228 a varios navíos catalanes es la chispa que provoca la reconquista del reino, y un ciudadano barcelonés y hombre de mar, Pedro Martel, es el que invita a Jaime I a reunirse con los ricos-hombres para hablar de las riquezas de las Islas Baleares. La conquista gibelina de Sicilia y la ocupación güelfa de Cerdeña son empresas más puramente dinásticas, a las que la burguesía se adhiere después al comprobar que ello garantiza el comercio con Africa, en primer lugar, y con Oriente, después, ya que éste no ha constituido un plan programado, sino el resultado al que se ha ido llegando progresivamente, y a través de diversas coyunturas felices. La dinastía de los Trastamara ha ampliado a través de Alfonso V en Nápoles estas coyunturas felices, incluso, a pesar de la burguesía, que si bien en 1419 le ha empujado a la conquista presentándola como fácil, personificada en el municipio barcelonés, ha llegado a eludir su contribución en 1440 por estimar muy dudoso el éxito, adhiriéndose entusiásticamente después, hasta concluir por temer su pérdida en 1460.
Los objetivos de la burguesía se centran en la seguridad del tráfico marítimo, en la libertad del comercio con los países musulmanes y en un proteccionismo o mercantilismo respecto a los países cristianos. Este mercantilismo tiene su desarrollo a través de barreras aduaneras, estímulos a la actividad exterior no competitiva, prohibiciones a la actividad exterior competitiva en puntos neurálgicos y consecución de privilegios en el exterior con medidas discriminatorias.
4. LA NOBLEZA CATALANO-ARAGONESA
Las ambiciones dinásticas necesitan el egoísmo de una nobleza que apoye las empresas o aventuras reales en cuanto éstas son las que la generan, la engrandecen y la justifican. Sin embargo, es frecuente que se produzcan graves escisiones en ella, de forma que no siempre actúa positivamente, si por tal se entiende el secundar la acción del rey, sino también negativamente, es decir, frenándola o anulándola. En todo caso, constituyen un factor de la mayor importancia, pues sin ella no se realizan las empresas reales y es más, en muchas ocasiones las empresas reales se realizan exclusivamente para satisfacerla, dándole la ocupación que precisa, pues en caso contrario, se convierte en levantisca, organiza banderías internas y compromete finalmente el buen estado interior de los reinos.
La reconquista de Mallorca, si bien es estimulada por la burguesía mercantil y marinera, es acordada por los ricos-hombres catalanes, que se reúnen con Jaime 1 para especular sobre el botín que pueden alcanzar y la fertilidad de las islas que pueden repartirse, pasando después la propuesta a las cortes de Barcelona. A la empresa se adhiere la nobleza aragonesa, aunque ésta, en cuanto más continentalista, participa con mayor pasión en la conquista de Valencia. El botín es provechoso, aunque a alto precio en vidas humanas, y de él participan todos los que han intervenido, y aún algunos que no lo han hecho físicamente, como la Orden del Hospital y la Iglesia de Tarragona. Previamente a la conquista, el rey ha concedido patentes prometiendo despojos y tierras, y el reparto se realiza bajo una comisión que integran el obispo de Barcelona, Berenguer de Palou; Nuño Sánchez; el conde de Ampurias; el vizconde de Bearne y Guillermo de Cervera.
La conquista gibelina de Sicilia es un caso de actitud reticente de toda la nobleza, que llega, incluso, a la actitud negativa por parte de la nobleza aragonesa, la cual se ve acompañada de ciudades importantes, como Zaragoza, incluso catalanas, como la propia Barcelona. Esta actitud, por otra parte, tiene cierta justificación en el hecho de que Pedro nI, a diferencia de su padre, no cuenta excesivamente con su opinión, sino que utiliza ampliamente la reserva mental. El monarca no descubre sus propósitos al organizar la flota que ha de desembarcar en la isla, y hasta alardea de que su mano izquierda no sepa lo que proyecta la derecha. Ya situado en Alcoyll, en la costa africana, es cuando plantea a sus camaradas de campaña si deben retornar a sus bases o marchar contra Sicilia y las opiniones se dividen casi por mitad. Gran parte de la nobleza está cansada de la larga navegación y añora la vuelta a sus casas, y es el monarca, que da la impresión de esperar poco de los consejos, el que decide la ocupación. En este caso es otra nobleza la que influye, en cuanto que sus intereses coinciden con los del rey, y es la siciliana, en parte exiliada en tierras aragonesas, como los Prócida, Monferrat o Montefieltro, que han huido de los angevinos, en parte todavía residente en la isla, como los Lentín, Albad o Calatagirón, algunos de los cuales serán rebeldes después, como Gualterio de Calatagirón, e incluso, ejecutado por traidores, como Alaymo de Lentín, a quien se abandonará en alta mar.
La actitud negativa se manifiesta en 1283, el año crítico en el que el monarca se ve privado de sus reinos por el Pontífice. A fines de ese año, la ciudad de Barcelona arranca al rey la colección de privilegios conocida como "Lo Recognoverunt proceres", y la Unión aragonesa de nobles y ciudades, tras cortes de septiembre en Tarazona, prorrogadas para octubre en Zaragoza, obtiene el conocido como "Privilegio General", sin que, además, colme sus ambiciones, pues en 1284 el rey se ve obligado a confirmar los privilegios, y todavía en 1285, el año de su muerte, se encuentra en forcejeos jurídicos a través de cortes de Huesca y Zaragoza. Significativamente, Alfonso In se ve obligado a conceder los desorbitados Privilegios de la Unión el año 1287, en el que también se ve forzado en Olorón a liberar al gran rehén siciliano, el príncipe de Salerno, y en esta situación tiene su origen el Tratado de Tarascón de 1291 y los restantes acontecimientos diplomáticos. La situación de Sicilia parece reproducirse en Cerdeña, donde también un año después de la conquista, y al iniciarse la situación difícil interna de 1325, Jaime II tiene que realizar una Declaración del Privilegio General. El peli~ gro Doria en Córcega coincidirá con la confirmación del Privilegio de la Unión por parte de Pedro IV, aunque éste alcanzará después la victoria total sobre la levantisca nobleza aragonesa.
Esta nobleza actúa con gran conciencia de clase, por lo que puede servir de símbolo el llanto físico al que se entrega en la conquista de Mallorca ante los cadáveres de los Moncada, a los que entierra con disimulo ante los moros cercanos para que éstos no se percaten de tan gran pérdida. Combate entre sí, porque su oficio es pelear y sus intereses pueden encontrarse en ocasiones, pero las nuevas campañas, como las de Alfonso V en Italia, hace disminuir sus banderías en los reinos de origen, como en Aragón. Son los que, además de conquistar los territorios, los aseguran, pues parte de ella arraiga, creando nuevos linajes. El mantenimiento de una dinastía aragonesa en Sicilia está muy ligada a Blasco de Aragón y a otros nobles catalano-aragoneses que permanecen junto a Federico III cuando se produce el apartamiento de Jaime II. En este reino, frente a un bando indígena, partidario de una autonomía total, subsiste un partido aragonés, que mantiene la conexión con la Corona de Aragón, y que se hace patente en los días de la minoría de Luis I, en la persona del Maestre Justiciero, frente a la reina viuda de Pedro n, Isabel, que apoyándose en los barones sicilianos constituye la "parcialidad latina", o en los subsiguientes a la muerte de Martín "el Joven", en la persona de Ruiz de Lihory, frente a Cabrera, que representa la facción siciliana. Situaciones similares se producen en los demás territorios donde existen dinastías derivadas.
LAS CONSECUENCIAS
1. EL INCREMENTO DE LA NAVEGACION
La expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo hace de ella una talasocracia e impulsa la dedicación de una gran parte de sus naturales a la navegación. El objetivo de ésta es el lucro con el transporte, tanto de mercancías propias como ajenas. Utilizando inicialmente, en el siglo XIII, la madera procedente de los bosques del Montseny, desde el artesano carpintero de ribera hasta los complejos industriales de las atarazanas, dedican febrilmente sus esfuerzos en la construcción de todo tipo de naves, en lo que destaca Cataluña, ante todo, siguiéndole eficazmente los restantes países maritimos de la Corona, aparte de la natural adquisición a los armadores italianos.
Los navíos son granae87 como galeras, cocas, naos, carabelas y balleneros, o menores, como barcas, leños, saetas, galeotas y "lauts". La galera es el navío mayor, distinguiéndose, a su vez, en ella la ligera, la pequeña y la grande o comercial, un poco más larga y más alta de borda. Va provista de veintiséis a treinta bancos, con tres remeros por banco en dos filas ("trirreme"), con un solo castillo en la popa y una crujía central que divide el puente único en las dos filas de bancos. La galera grande lleva tres palos con velas latinas. Dos timones de rueda y dos de caja, que no funcionan simultáneamente, permiten marcar el rumbo, instalados los de rueda en la popa, y funcionando los latinos o de caja cuando la galera se ve a merced de los elementos. La galera es una nave segura y rápida, como consecuencia de contar con un número de cien a ciento ochenta remero s, pero incómoda y poco higiénica por sus pocos espacios libres, salvo instalaciones especiales, como la utilizada por el futuro Alfonso V, que lleva tres estancias de cuatro metros de largo, dos y medio de ancho y uno cincuenta Y cinco de alto, que sirven de dormitorio, comedor, guardarropa y capilla, más servicios higiénicos. Las dedicadas a la guerra van artilladas, llevando una bombarda en la época de Alfonso V. Por su capacidad bélica resurge en períodos peligrosos, como entre 1435 y 1445, en que llegan a constituir un setenta y tres por ciento frente a las naos y los balleneros.
Inferior desde el punto de vista militar, pero más cómoda y apta para largos viajes, es la embarcación conocida como "coca", que, siguiendo el modelo de las naves atlánticas, es de forma redondeada, borda alta, vela latina, castillo en proa y popa y timón al codaste. Hacia 1390 comienza su decadencia ante una versión distinta, que es la "nao" catalana ("nau"), con sólo una o dos cubiertas, con más frecuencia esta última desde 1454, y en cuya construcción destacan los genoveses. Desde fines del siglo XIV van también artillados cuando han de realizar viajes largos, y en 1394 una de ellas llega a llevar tres bombardas, sesenta balas de piedra, trescientas lanzas y ballestas, yendo equipados los marineros con coraza, yelmo, gorguera y ballesta propia. Este tipo de naves va cediendo el paso en la mitad del siglo xv a la carabela, de forma menos redondeada y más pequeña, pero más veloz, con una sola cubierta, tres palos sin gabia y vela latina, así como también al ballenero ("balenar"), más semejante a la nao, pero con una sola cubierta.
El "leño" ("leny") es un navío menor, con tres timones, más ligero y veloz, lo que le hace más apto para distancias medias y pequeñas; las barcas son medianamente inferiores a los cien quintales; las saetas y galeotas llevan remos como elementos auxiliares, y las embarcaciones conocidas en catalán como "lauts" son las más pequeñas, careciendo de puente.
2. LA EXPANSION DEL COMERCIO
Siendo la codicia mercantil una de las causas decisivas en las empresas mediterráneas de la Corona de Aragón, es lógico que una de las derivaciones más destacadas sea la expansión del comercio. Entre los hispanos, destacan los comerciantes barceloneses y catalanes, en general, así como los rosellonenses, mallorquines y valencianos, con poca intervención de los aragoneses, compitiendo con todos ellos los italianos de diversas nacionalidades, como genoveses, pisanos, florentinos, luqueses, sieneses, lombardos, piamonteses Y venecianos, así como los musulmanes del Norte de Africa y los judíos, estos últimos tanto en los países cristianos como en los musulmanes. Con Jaime 1 hay unos sesenta mil judíos en la Corona de Aragón y los propios dominicos enseñan el hebreo, siendo especialmente importante la actividad comercial judía en Mallorca Y ofreciendo colonias importantes en Africa, sobre todo, en Tremecén y Sijilmassa. Las relaciones comerciales entre miembros de distinta religión son muy frecuentes, y así Jaime I autoriza en 1270 a un mudéjar valenciano a tener como socios a sarracenos de Túnez, Bujía y otros lugares, tomándolos a todos ellos y a su nave bajo protección.
El siglo XIII es el del nacimiento laborioso de Cataluña como potencia mercantil mediterránea. Ello es posible, en primer lugar, por la existencia, aunque con métodos atrasados, de una tradición mercantil que arranca del siglo anterior, y que está dispuesta a aprovechar todas las coyunturas favorables. Estas se le ofrecen en la "ruta de las especies" a través de Sicilia, prontamente larvada a causa de las prohibiciones pontificias de comerciar con Oriente, y, sobre todo, en la denominada "ruta africana" o del Norte de Africa, donde las mercancías catalizadoras son el oro, los esclavos y la lana, yen donde para la época de Jaime I se calcula un tráfico global de ochocientos o novecientos mil besantes de plata, es decir, ciento setenta mil dinares de oro, con unas ganancias de unos quince mil dinares de oro anuales. La balanza comercial catalana es netamente desfavorable, en cuanto los productos de importación superan notablemente a los de exportación, pero Cataluña realiza un esfuerzo extraordinario para saldarla, mediante la movilización de todos los recursos disponibles y más o menos lícitos, como ahorros, esclavitud, botines, presas marítimas y el importante capitulo de fletes al amparo de las medidas proteccionistas de los monarcas a la navegación. El esfuerzo catalán recoge los frutos de la constitución y expansión de la Corona de Aragón, pues, con ventaja en ello sobre las ciudades italianas, dispone de un amplio territorio para suministrarle mercancías de exportación y absorber parte de las mercancías de importación, así como de un poder político cuyas empresas militares le van a garantizar la seguridad de su tráfico y le van a abrir nuevos mercados.
La primera mitad del siglo XIV representa el período álgido del comercio catalán. Se tecnifica y adoptan métodos casi tan avanzados como los italianos, pasando a una balanza de comercio favorable, en lo que influye el aumento considerable de productos propios o casi propios. Este aumento procede, unas veces, de las nuevas conquistas, como ocurre con la sal sarda, cuyo volumen superior de ventas se alcanza en 1340, o el coral, también sardo, y el trigo siciliano, el cual se controla a través de la dinastía derivada. Otras veces, el aumento de productos obedece al desarrollo de la industria, entre la que hay que destacar la textil catalana y, en mucho menor medida, la metalúrgica y artesanal general. Los círcultos mercantiles devienen complejos, y con ello, las ganancias aumentan aceleradamente. Aparte del importante papel que juega el capítulo de la esclavitud, Cataluña adquiere en el Norte de Africa oro procedente de Sudán a cambio de especias, tejidos, coral y hierro forjado, y con ese oro barato adquiere las especias en Oriente, que vende a alto precio en Occidente, y sitúa con beneficios los productos de su industria textil en Cerdeña, Sicilia y Africa, en tanto dispone de la sal y coral sardos o adquiere a buen precio el trigo siciliano que, en ocasiones, reexporta a Africa. Las dificultades del comercio francés entre 1283 y 1313 hacen disminuir una competencia siempre peligrosa. La expansión de mercados es cada vez mayor, llegándose a ella por las conquistas, como la de Cerdeña, Yerba o Pantelleria; las coacciones, como las que se ejercen sobre los reyes africanos, o la amistad, como el acceso a la Armenia menor, especialmente a su puerto de Lajazzo, realizado a través de Chipre. También Mallorca alcanza entre 1318 y 1330 el punto más alto de su prosperidad, soñando con competir con Génova y Venecia.
Sin embargo, no se trata de un ascenso lineal e ininterrumpido, pues durante el primer trentenio del siglo el comercio catalán se ve afectado por las prohibiciones pontificias, habiéndose de recurrir a una ilegalidad tolerada por los monarcas, que hacen de ésta una fuente de sus ingresos, y antes de alcanzar la mitad del siglo se producen fenómenos alarmantes, ya que el año de 1333 es de gran carestía, yen 1347 se produce la gran epidemia de peste en Europa, a la que seguirá la de 1351, con la consiguiente disminución demográfica y el alza de precios y salarios, que dura hasta 1380, produciéndose una congelación de capitales y grandes quiebras entre 1381 y 1383. A todo ello hay que agregar como signos amenazadores para el comercio catalán la inseguridad en el mar y la presencia insinuante del comercio castellano en el Mediterráneo.
A fines del siglo XIV el comercio catalán se mantiene fiel a la ruta de Levante, trazada por él anteriormente, máxime dado el desarrollo de ésta decadencia de las rutas septentrionales, muy afectadas por las destrucciones de Tamerlán. No manifiesta interés por Grecia continental, donde los puertos de Atenas y Pireo se encuentran en decadencia, y sólo Tebas se manifiesta como un posible mercado de la seda y de la cera, de forma que sólo atraen las islas, sobre todo, Rodas, inserta en la ruta de Levante. Las cifras del tráfico mercantil siguen siendo importantes, pero ya no se trata de un comercio de expansión, sino de mantenimiento o desarrollo de la expansión anterior, con iniciación de un declive hacia 1380, que alcanza su gran crisis en los años 1428 y 1429, a los que sigue una tendencia alcista entre 1430 y 1445, para caer en la más grande de las depresiones entre 1444 y 1445, de la que el comercio" catalán no se repondrá hasta el periodo que se inicia en 1490.
3. EL DESARROLLO FINANCIERO
La expansión del comercio lleva anejo un desarrollo financiero, que se manifiesta en la amplitud de contratación, aparición de un comercio especifico de mediación, desarrollo de la banca como comercio especifico de financiación, diversidad de instrumentos de pago y florecimiento de medios de aseguramiento mercantil.
El comercio se desarrolla fundamentalmente sobre la base de la compraventa. Sin embargo, al lado de ésta, y en el comercio con Levante, en cuanto que éste suele ser deficitario, hay que recurrir frecuentemente a la permuta, cambiando mercancía por mercancía, lo que da lugar al comercio conocido como "de trueque" ("baratto"). El préstamo marítimo se desarrolla en el comercio catalán en la segunda mitad del siglo XIV, como asimismo la asociación entre los propietarios de mercancías y los que se encargan de transportarlas a través de la denominada "comenda" y "sociedad marítima" ("commenda", "comanda simple", "societas maris"). Naturalmente, el contrato de arrendamiento de buque o fletamento ocupa lugar destacado en el tráfico marítimo, y sus frutos o fletes son partida importante para el comercio catalán, apoyado en el proteccionismo de los monarcas. Lógicamente, estos fletes constituyen parte importante de los costos de producción.
Aparecen en el siglo XIV corredores o intermediarios mercantiles, cuya función es la de poner en comunicación a vendedores y compradores, destacando los llamados "corredores de oreja, de cuello y de levante" ("corredors d'orella, de coll e de levant"), aunque su función no siempre es relevante, como cuando existen prácticos monopolios mercantiles, como es el caso de la sal sarda.
La banca es factor fundamental como comercio específico de financiación, es decir, en cuanto facilitadora del dinero necesario para realizar las transacciones mercantiles. El proteccionismo catalán del siglo XIII se manifiesta también en este aspecto, en cuanto que en 1268 se prohíbe que ningún extranjero pueda tener banco de cambio en Barcelona. En este siglo y en la primera mitad del siglo XIV la función predominante de la banca es el cambio, es decir, la facilitación de la moneda admitida en el país donde se quieren adquirir productos por otras monedas, fundamentalmente, las de los países de origen de los comerciantes, obteniendo como beneficio el que resulta de vender cara la moneda eficaz para la transacción en el país donde se halla el banquero, y adquirir barata la moneda del lugar de procedencia del comerciante, donde se podrán adquirir entonces otras mercancías a buen precio. Así, las transacciones en Levante suelen fijarse en "bisantes" o moneda de oro de Alejandría y en ducados venecianos, los cuales prevalecen desde 1420, luchando el florín florentino por introducirse sin resultado. Desde 1350, la función de la banca pasa a ser especulativa, interesándose en toda suerte de negocios, fundamentalmente, a través del préstamo de dinero. En Sicilia triunfan los pisanos, con una técnica bancaria más perfecta, y, en general, los genoveses y, sobre todo, los florentinos, entre los que destacan grandes banqueros, como las familias de los Peruzzi y los Acciaiuoli, triunfantes sobre la banca catalana tras la crisis de 1381. Esta intenta superar la situación con la creación de una institución oficial barcelonesa, que es la denominada "Tabla de cambio" ("taula de canvi"), establecida en 1401, la cual descansa en el crédito municipal y en la obligatoriedad de los depósitos, lo que da lugar a una actividad de conservadurismo financiero y constituye una prueba de inseguridad ante la competencia italiana.
La tentativa de conquista en 1420 permite la presencia de banqueros catalanes en Nápoles, pero son saqueados cuando entra Francisco Sforza en 1422. No obstante se mantienen, y aunque con algunas quiebras en 1453 consiguen desbancar a la banca florentina, que había dominado durante el periodo angevino, y que, además, desde finales del siglo anterior ha conseguido imponerse en la misma Cataluña. Desde 1447, Alfonso V, que en su juventud se ha mostrado liberalizador del comercio, se ve empujado desde 1447 a una guerra total con Florencia, en el sentido de llegar a una interrupción total del comercio, lo que no se había practicado ni siquiera con la enemiga secular, Génova, ruptura que se vuelve a producir en mayo de 1451, tras un período de paz desde,21 de junio de 1450, hasta que se consume la adhesión del monarca aragonés a la Liga de Lodi, aunque prolongando todo lo que puede las medidas contra los florentinos, en apoyo del comercio catalán.
Como importante instrumento de pago aparece en el siglo XIV la letra de cambio, que facilita éste en Levante, pues las letras emitidas representan remesas de dinero verificadas a las plazas levantinas, con las que los comerciantes pueden saldar sus débitos en éstas. De aquí deriva a otras funciones, pues su libramiento a favor de los patronos de las naves supone la práctica concesión de créditos a éstos, que saldarán cuando entreguen a cambio las mercancías que traigan de sus viajes. Incluso, el que en Barcelona no tiene mercancías para exportar, puede importar de Levante si adquiere letras pagaderas en sus plazas, lo que significa una transferencia de créditos. Las letras evitan muchas remesas de dinero en cuanto permiten saldar en un solo acto varios negocios jurídicos. Es el caso de 9 de septiembre de 1468, en que Galcerán Martín recibe en Nápoles 2.400 ducados por una letra de cambio librada por Lancellotto Macedonio, embajador del rey napolitano en Valencia, y que salda parte de una deuda de este monarca con su tío el rey de Aragón por el armamento de una nave, Y es posible salde total o parcialmente una deuda del rey de Aragón con el portador de la letra.
Los seguros marítimos se desarrollan bajo la influencia de los comerciantes italianos, aunque su regulación sigue caminos autónomos, siendo el documento barcelonés más antiguo de 1402 y habiendo vestigios de los mismos en Valencia hacia 1428 posiblemente iniciada la regulación en una ordenanza de 1432, es en otra de 1435 donde adquiere caracteres de definitiva, Y entonces sirve de modelo, incluso, para los territorios italianos. En sus inicios, el aseguramiento se encuentra en manos de los florentinos, hasta que la actitud decididamente contraria a éstas de la monarquía impulsada por el comercío catalán hace que pase a esta última nacionalidad.
Los seguros tienden a proteger el tráfico marítimo frente a las riesgos naturales, más intensos en la navegación cercana a las costas que en alta mar, y, sobre toda, a los del corso. Su objeto lo constituyen ante todo las mercancías, y sólo en segundo grado el casco del buque y los fletes, atendiéndose al valor de aquéllas. Puede asegurarse par viaje sencillo; por viaje completo, esto es, ida y vuelta, o menos frecuentemente por un tiempo determinado. Siendo viajes por escalas, el precio del seguro ("preu de la seguretat") no es directamente proporcional al recorrido, sino que más allá de un cierto límite se percibe el precio o premio completo, y así, en la ruta de Levante aquél es el mismo para Rodas que para Alejandría, pese a que la distancia a este último puerto es superior en 600 kilómetros y los premios para Nápoles son sensiblemente iguales a las que se cobran para Palermo, pese a suponer 300 kilómetros más. En cuanto a Berbería se paga igual para Tenes que para Bona, mientras se paga más para Túnez y Trípoli. El tipo de navío también influye en la determinación del premia, reduciéndose cuando se trate de galera, muy marinera pese a ser baja de bardo y que cuenta can la ventaja de los remas para las maniobras y aún para alta mar. Las circunstancias políticas influyen en las premias, que se muestran muy sensibles a las informaciones, pero preferentemente para las relativas a lugares cercanas, teniendo mucha importancia las de países lejanos, dado que se supone cambiarán a lo largo del período. de efectuación del viaje. Entre 1436 y 1453 las premias san estables, observándose un descenso entre 1454 y 1461 Y después un repentino ascenso entre 1462 y 1468, que se continuará aunque en forma más suave hasta 1481.
4. CAMBIOS DEMOGRAFICOS
La expansión política provoca mutaciones demográficas, tanto en los países de la potencia expansionista, como en los países objeto de la expansión. Respecto a la primera, baste decir que, según algunos cálculos, en la conquista de Cerdeña mueren unos doce mil catalanes y aragoneses, cifra proporcionalmente elevada si se tiene en cuenta que las diversas poblaciones hispánicas de la Edad Media eran mucho más reducidas que las actuales. Aunque no debido a la expansión, sino a motivos muy diversos, aunque ligados todos ellos con el auge o el declive de la economía, en los territorios hispánicos de la Corona se producen cambios demográficos de importancia, pudiendo decirse en términos muy generales que en Cataluña la población aumenta en el siglo XIV para descender vertiginosamente en el siglo xv; en Mallorca, desciende desde 1330 para llegar a sus cotas más bajas a mediados del siglo xv, y en Valencia, por el contrario, aumenta en el siglo xv.
Las mutaciones demográficas se traducen en un aumento o en una disminución de población. El aumento se produce: a) por repoblación regia; b) el refugio de exiliados de otros lugares, y c) por colonización, que, a su vez, puede ser agrícola, mercantil y militar. La disminución se produce: a) por exilios que, a su vez, pueden ser de vencidos o de rebeldes; b) por crisis económicas, y c) por fallecimientos, que, a su vez, pueden ser provocados por guerras, epidemias, endemias y catástrofes. En ocasiones, lo que se produce es un cambio de población, es decir, la disminución de la población que existía anteriormente para ser suplantada por el aumento de población de otro origen.
Las epidemias son las causantes de un número de fallecimientos superior a los de las guerras en sí, aunque muchas veces, ocasionadas precisamente por estas mismas, como en el sitio de Mallorca de 1230, donde se produce una gran mortandad, o en el de Cagliari de 1323. En 1348 se produce una de las más terribles epidemias europeas, la tristemente famosa "peste negra", extendiéndose a los territorios hispánicos procedente de los territorios italianos. De cómo estas epidemias alcanzan a todos lo muestra el que el infante Don Juan, vicario con Pedro II de Sicilia, muere en la epidemia de 1348; Luis I de Sicilia, con sólo dieciocho años, fallece en la de 1355 y el virrey de Cerdeña, Pedro de Torrellas, lo hace en 1411. A la difusión de las epidemias contribuyen los desplazamientos de los peregrinos, por lo que no tiene nada de particular que Pedro IV en 21 de junio de 1348 tenga que extender salvoconducto desde Sarrión, una aldea de Teruel, a un portugués, Esteban Peres de Bramana, que con un compañero se dirigía al santuario de Asís y hubo de regresar porque les imputaban a los peregrinos la extensión de la peste negra, -si bien no fuera cierto lo que se les imputaba, y es que envenenaban las aguas. La peste también extiende sus trágicos efectos en el Nápoles aragonés del siglo xv, donde se registra fuerte en 1422 yen 1458, llegando a despoblar la ciudad en 1461. Todavía en 1464 se recompensa por el rey a los que han provisto de medicinas para alejar la peste de Nápoles, donde volverá con intensidad en 1479, 1493, 1497 y 1501-1502.
Junto a las epidemias, y aunque menos espectacularmente, realizan su labor de desgaste de población las enfermedades endémicas. Martín "el Joven" es víctima de la malaria y también enferman de ella el infante Don Alfonso, conquistador de Cerdeña, y Don Enrique, hijo de Fernando I de Aragón. Pedro IV, que cuando viaja a Cerdeña encuentra saludable su clima, también enferma, é, incluso, es la debilidad consiguiente uno de los motivos fundamentales para que pacte con el juez de Arbórea. Al propio Alfonso V comienza atribuyéndosele padecimiento de malaria, aunque finalmente resulte ser una pleuresía. En general, todos los hispanos soportan mal el clima, y entre 1353 y 1354 muchos ricos-hombres se vuelven de Cerdeña a España, siendo difícil llevar allí población española. Esta inadaptación se extiende, incluso, a los -caballos, hasta el punto de que el Parlamento sardo de 1355 autoriza prestar servicio con caballos de la isla, porque los españoles no resistían el clima, y entonces por cada caballo español se utilizan dos caballos sardos.
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