Agronomía, Recursos Forestales y Montes


Conservación de forrajes


1 - HENIFICADO

1.1 Necesidad de la conservación de forrajes

La producción de forrajes verdes es estacional. Alcanza un máximo en primavera, puede no darse crecimiento estival por falta de agua y hay parada vegetativa en invierno.

Durante esas etapas en que no hay forrajes verdes surge la necesidad de alimentar al ganado con el forraje excedente de primavera y/u otoño. Pero el forraje verde es un producto perecedero y sólo puede conservarse transformado mediante técnicas especiales.

Para los animales resulta beneficioso recibir alimentos secos (henos) en épocas en que la hierba joven es demasiado acuosa. Y, por el contrario, el disponer de un alimento con un mayor contenido en agua (ensilado) será un complemento equilibrado en los períodos en los que domina la alimentación seca.

Con la aplicación de estas técnicas es inevitable un pérdida cuantitativa y cualitativa. No se va a poder conservar la totalidad de la materia seca del forraje recolectado con este fin y su valor nutritivo también va a resultar inferior. Lo que hay que buscar es minimizar esas pérdidas del modo más económico posible.

1.2 En qué consiste la henificación

La henificación es un proceso de conservación para estabilizar el material vegetal por evaporación de la mayor parte del agua que contiene.

Cuando en un vegetal separamos la parte aérea de la raíz, aquélla queda privada del suministro de agua y de elementos nutritivos. Pero sus células aún permanecen vivas durante un cierto período de tiempo a expensas de sus principios nutritivos, que permiten la respiración e, incluso, procesos de síntesis.

Una vez muertas (marchitamiento), comienzan a multiplicarse hongos y bacterias a costa del material vegetal, mientras haya suficiente agua que sirva como medio para los procesos enzimáticos. Así pues, el objetivo de la henificación es eliminar rápidamente el agua hasta que se alcance un nivel limitante para la actividad vegetal y microbiana. Esto se sitúa en torno a un 20 por 100, mientras que un forraje verde contiene alrededor de un 80 por 100.

Segado éste, se elimina vapor de agua por los estomas de las hojas y células exteriores a velocidad constante, hasta que alcanza un 65 por 100 de humedad. Entonces se cierran los estomas y sólo se evapora agua a través de las células exteriores de la epidermis. La velocidad decae progresivamente.

El resultado es que las hojas se desecan mucho más rápidamente que los tallos, que carecen de estomas. Una parte del agua que contienen se evapora después de su transferencia a las hojas.

A medida que la humedad se aproxima a un 30 por 100, el agua se desprende muy lentamente de los tallos, en especial de sus partes más gruesas, mientras que las hojas están casi en equilibrio con la humedad ambiente y se vuelven muy frágiles.

Alcanzado el 20 por 100 de humedad, la hierba ya se ha convertido en heno. Las operaciones de recogida, manipulación y almacenado de ese heno también se consideran integrantes del proceso de henificación.

Existe una serie de técnicas encaminadas a agilizar este proceso de evaporación de agua, a acelerar la muerte de la planta e impedir la actividad de hongos y bacterias.

1.3 El heno en las raciones de ganado

La principal razón para incluir heno en las raciones de los animales rumiantes (vacas, ovejas y cabras) y en las de los caballos, es proporcionar energía para sostener las diferentes actividades productivas, como son la producción de carne, leche, lana y trabajo. También porque los rumiantes necesitan algo e alimento fibroso. Si se les da heno a temprana edad, los terneros desarrollan el rumen y se previene la anemia. Por otra parte, este tipo de alimento proporciona la energía a mucho menor costo que los alimentos concentrados. En el caso de los rumiantes y de los caballos los henos tienen mucha menos importancia como proveedores de proteínas, minerales y vitaminas, que como proveedores de energía. En cambio el heno tiene mucha mayor significación como fuente de vitaminas, minerales y proteínas, que como fuente de energía en el caso de los animales monogástricos (por ejemplo, las aves y los cerdos).

La falta de heno en la ración acarrea mucho problemas graves en lecheros de alta producción, como incidencia de cetosis y abomaso desplazado. Además de estos males atribuibles a las raciones exentas de heno, merece señalarse que el tenor graso de la leche puede llegar a ser un 1 por ciento menor cuando se da una ración exclusiva de silo y concentrados.

Los siguientes hechos fundamentales, explican brevemente las diferencias entre los animales, respecto al valor relativo del heno como fuente de los diversos elementos nutritivos:

  • El heno contiene de un 40 a un 70 por cien de hidratos de carbono complejos (celulosas y hemicelulosas) que requieren una digestión a base de fermentación producida por bacterias.

  • El tubo digestivo de los rumiantes es grande, contiene una elevada cantidad de bacterias y tiene un punto específico de acción de las bacterias (la panza o herbario), situado cerca de la parte inicial, lo que da mayor oportunidad para que los productos de la digestión sean absorbidos por la sangre, en lugar de ser eliminados con las heces.

  • Aunque habitan bacterias en el tubo digestivo de los cerdos y de las aves, su principal lugar de acción (el intestino grueso) en estas especies se encuentra demasiado cerca del extremo del tubo digestivo, y la intensidad de la digestión es muy moderada para poder beneficiar apreciablemente al animal huésped.

  • Las relaciones simbióticas entre las bacterias gastrointestinales y el huésped, no están tan bien desarrolladas en el caballo como en los rumiantes, pero son mucho mejores que en los cerdos o en las gallinas.

  • Los animales con estómago sencillo, tienen que confiar para obtener la energía que necesitan, en alimentos que puedan ser digeridos por enzimas elaboradas por su propio organismo.

  • Aparte de formar a partir de sustancias complejas, sustancias simples, capaces de ser absorbidas por la sangre, las bacterias gastrointestinales sintetizan muchas sustancias, como los aminoácidos y ciertas vitaminas, que son esenciales para la nutrición.

  • Los rumiantes, pueden sintetizar grandes cantidades de aminoácidos a partir de elementos nitrogenados más simples, como el amonio, cosa que no pueden hacer los animales monogástricos.

  • Los animales con estómago sencillo, tienen que recibir con su ración aminoácidos ya formados.

  • Los rumiantes necesitan una cantidad mucho menor de proteína digestible en su ración, que los animales monogástricos.

  • Los animales con estómago sencillo, tienen que recibir con la ración, las vitaminas del complejo B y la vitamina K.

2 - TIPOS DE HENO

Aunque existen henos preferidos, una gran variedad de leguminosas y pastos se pueden utilizar y se utilizan con buenos resultados para preparar heno; el tipo que se produzca depende del suelo, inclusive pH, clima, etc.

En términos generales, las leguminosas deben destinarse a la preparación de heno siempre que estén adaptadas, sea solas o combinadas con uno o más pastos. Puede que haya una sola excepción a esta recomendación en el caso de los caballos, en que a veces sería preferible un heno de pasto de buena calidad.

Siempre que sea factible, se recomienda que se cultive una leguminosa para preparar heno porque, en comparación con los pastos, las leguminosas son más ricas en proteínas, vitaminas y minerales, su rendimiento es mayor y fijan nitrógeno cuando se las inocula, porque las bacterias (rizobios) que están en sus raíces captan el nitrógeno atmosférico libre. Sin embargo, muchas veces es preferible una mezcla de pastos y legumbres por razones de sabor y facilidad de henificado.

He aquí los principales cultivos para heno y los aspectos más importantes de cada uno:

1. Alfalfa. La alfalfa rinde el mayor tonelaje por hectárea y produce el heno de leguminosas que mayor proteína contiene. Es rica en calcio, proteína y caroteno y también en muchos otros minerales y vitaminas. Está sujeta a la pérdida de las hojas si no se la cosecha correctamente y, como las hojas son la parte más nutritiva de la planta, el valor alimenticio de la alfalfa se deteriora mucho si se quiebran las hojas por resecamiento.

El factor limitante en el cultivo de la alfalfa es al acidez, excepto en la germinación pudiendo ser de hasta 4. El pH óptimo del cultivo es de 7.2, recurriendo a encalados siempre que el pH baje de 6.8, además los encalados contribuyen a incrementar la cantidad de iones de calcio en el suelo disponibles para la planta y reducir la absorción de aluminio y manganeso que son tóxicos para la alfalfa. Existe una relación directa entre la formación de nódulos y el efecto del pH sobre la alfalfa. La bacteria ondulante de la alfalfa es Rhizobium meliloti, esta especie es neutrófila y deja de reproducirse por debajo de pH 5. Por tanto si falla la asimilación de nitrógeno la alfalfa lo acusa. Esta es una de las principales razones por las cuales los suelos ácidos gallegos no son prósperos para esta importante leguminosa.

2. Heno de cereales. Los cereales como la cebada, la avena, el centeno y el trigo son buenos cultivos para heno si se siegan cuando los tallos y las hojas están verdes todavía. Producen un heno más nutritivo si se siegan en la etapa en que los granos están blandos. En comparación con las leguminosas y la mayoría de los pastos, los henos de cereales rinden menos y no son tan nutritivos. En general son pobres en proteína, calcio y caroteno, y si se los deja madurar suelen ser más ricos en fibra que los cultivos para heno más comunes.

El heno de avena es un alimento excelente para caballos. Se henifica con facilidad y a los caballos les agrada. El heno de avena es pobre en proteína, de modo que su valor alimenticio se acrecienta mucho cuando se da junto con alfalfa o alguna otra leguminosa.

3. Tréboles. Los tréboles suelen cultivarse para heno en combinación con pastos. La combinación de trébol y fleo es la más popular. En comparación con la alfalfa, los henos mezclados de trébol y fleo contienen menos proteína y su calidad no es tan buena.

4. Henos de gramíneas. La mayoría de los pastos que crecen a suficiente altura se pueden emplear para preparar heno. Entre los pastos que se suelen cosechar para el heno figuran fleo, pastos nativos, dactilo, pasto Bermuda, sorgos híbridos, Sudan grass, etc.

Los pastos suelen ser más pobre en proteína y calcio, más rico sen fibra y menos sabrosos que los henos de leguminosas comunes, y, con excepción del Sudan grass y de los sorgos híbridos, no rinden tanto como la mayoría de las leguminosas. Sin embargo, crecen en condiciones más diversas que la mayoría de las leguminosas y muchas veces ocurren como vegetación nativa en regiones incultivables.

Aunque el fleo es fácil de cosechar y cultivar, en comparación con el heno de leguminosas es pobre en proteína cruda y minerales, en particular calcio.

Otras consideraciones a tener en cuenta a la hora de elegir las especies para henificar son las siguientes:

Los henos hechos con leguminosas suelen ser más rico sen proteína y minerales que los henos de gramíneas. La mayoría de los henos de gramíneas incluyen cierta cantidad de trébol. La alfalfa (Medicago sativa) es una leguminosa muy importante que se cultiva en muchos países para preparar heno. El valor del heno de alfalfa radica en su contenido, relativamente alto, de proteína bruta, que puede llegar a los 200 g/Kg de materia seca si se trata de alfalfa segada al comienzo de la floración.

En ocasiones, los cereales se siegan en verde para hacer heno, lo que suele hacerse cuando el grano se encuentra en estado “lechoso”. El valor nutritivo de los henos de cereales segados en esta fase de madurez, es semejante al de los henos hechos con gramíneas maduras, aunque el contenido en proteína es algo más bajo. En la tabla siguiente se indica la composición de los henos preparados con distintas especies. Las cifras no indican las variaciones en el valor nutritivo. Si se tienen en cuenta los extremos, es posible producir henos de excelente calidad, con contenidos en proteína digestible superiores a 115 g/Kg de materia seca y valores de energía metabolizable superiores a 10 MJ/Kg de materia seca. Por el contrario, los henos de mala calidad, hechos con hierba madura cosechada en malas condiciones climáticas, pueden presentar contenidos en proteína digestible negativos, con valores de energía metabolizable inferiores a 7 MJ/Kg de materia seca; el valor nutritivo de este tipo de productos, no es mayor que el de la paja de avena.

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Características de varias especies forrajeras

Fase de crecimiento

La fase de crecimiento del forraje en el momento de la siega es el principal factor que determina el valor nutritivo del producto conservado. Cuanto más se retrasa la fecha de la siega, mayor es el rendimiento, menor la digestibilidad y el valor de energía neta, y menor la ingestión de materia seca por los animales. Por consiguiente, a igualdad de condiciones de desecación, los henos con forrajes segados en estado tierno, son de mayor valor nutritivo que los hechos con forrajes más maduros.

Planta forrajera

Estado fisiológico de cosecha

Leguminosas

Medicago sativa

10 - 50 % de floración

Trifolium repens

Floración temprana
Cuando acompañada, según estado fisiológico del cultivo principal

Lotus corniculatus

Floración temprana
Cuando acompañada, según estado fisiológico del cultivo principal

Gramíneas

Lolium multiflorum

Floración temprana

Festuca arundinácea

Floración temprana

Avena sativa

Grano lechoso a masa

Sorghum bicolor

25 % de floración
0.75 - 1.0 m de altura

Estado fisiológico de cosecha recomendado para la henificación de algunas plantas forrajeras

3 - MÉTODOS DE HENIFICADO

3.1 Henificación natural

La evaporación de humedad se realiza sobre el propio terreno. Consta de las siguientes fases:

3.1.1. Siega

Con esta operación se inicia cualquier cadena de recolección y consiste en separar el tallo de la raíz, que permanece unida al suelo, en toda la superficie del campo.

Para valorar la calidad del trabajo de una segadora se debe considerar:

  • La limpieza con la que se realiza el corte.

  • Su resistencia al embozado.

  • El grado de contaminación con tierra de la hierba segada.

Dos son los principios básicos generalizados para realizar la siega: el empleo de cuchilla y contracuchilla, que actúan durante el corte como una tijera, produciendo un cierre por aplastamiento en las zonas cortadas, y el corte con golpe con una cuchilla desplazándose a alta velocidad (sin contracuhilla), que solo producirá un corte limpio si la velocidad se suficientemente alta y la cuchilla está bien afilada, pero sin el aplastamiento y cierre de la zona cortada.

Para realizar este trabajo existen básicamente dos tipos de segadoras, alternativas o barras de corte, y rotativas. Las alternativas son las clásicas barras guadañadoras o segadoras, que han sido durante mucho tiempo las principales máquinas de siega, arrastradas por animales, acopladas lateralmente al tractor, o más recientemente autopropulsadas (motosegadoras y cosechadoras de forraje). Pueden ser de dos tipos seguían su mecanismo de corte, de dedos (barras normales) o de doble cuchilla.

La barra segadora realiza un corte limpio de la planta, lo que facilita un rebrote rápido, pero es más lenta y frágil que los otros tipos de segadoras. Necesita un terreno uniforme bien nivelado, especialmente para el trabajo de máquinas autopropulsadas de corte amplio. Es ideal para la siega de alfalfa y de cualquier planta que se espera rebrote posteriormente. En cambio tiene problemas en la siega de cultivos forrajeros muy densos como veza-avena o praderas encamadas. Requiere un mantenimiento de cuchillas cuidadoso, siendo recomendable su afilado frecuente.

El corte se produce por la acción conjunta de las dos piezas componentes de la barra, una móvil y otra fija (inmóvil) que actúa de contracuchilla. Los tallos son cortados por la acción de las dos, que actúan como tijeras.

En las barras de doble cuchilla que carecen de dedos, existen dos sierras accionadas de forma contraria, lo que permite un mayor rendimiento y un menor número de atascos.

Aparte de las barras de corte citadas, movidas por la toma de fuerza del tractor, hay que destacar la existencia de máquina autopropulsadas con el mismo sistema de corte, bien de pequeño tamaño, como las motosegadoras, útiles para el trabajo en pequeñas o medianas parcelas, bien de gran tamaño (más de 2 m de ancho de corte), aptas para las grandes explotaciones. Estas últimas, se fabrican hoy combinadas con rodillos acondicionadores, denominándose la máquina segadora-acondicionadora autopropulsada.

No obstante las segadoras alternativas se han quedado obsoletas para la agricultura moderan frente a las rotativas. Una de las principales razones es que las alternativas ofrecen una velocidad de trabajo bastante inferior.

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Barra guadañadora alternativa diseñada para ser accionada por un tractor

La segadoras rotativas producen el corte por impacto sobre el tallo de varias cuchillas que giran a gran velocidad. Producen más daños en planta, desgarros, y los fragmentos más pequeños pueden desaparecer entre el rastrojo, de la pradera o cultivo, perdiéndose como tal cosecha. El rebrote de las plantas es más lento a consecuencia de los daños realizados. Son máquinas de mayor rendimiento y más fácil mantenimiento que las barras segadoras. Aunque necesitan más potencia de tractor son muy versátiles y pueden aplicarse en toda clase de praderas y cultivos forrajeros.

Pueden clasificarse, según la posición del eje, en horizontales (de mayales) o verticales (de tambores o discos).

Las segadoras de mayales son muy poco utilizadas para henificación, aunque son bastantes populares como máquinas para ensilado. Realizan un trabajo útil en praderas densas, sin atascos, rasgando y troceando bastante el forraje, pero producen gran pérdida de foliolos y hojas en las leguminosas.

Las segadoras rotativas verticales pueden ser de tambores o de discos. Las de tambores suelen llevar dos o cuatro tambores, cada uno con varias cuchillas, accionados de forma que giran en sentido inverso dos a dos, lanzando el forraje hacia atrás entre cada dos tambores vecinos, obteniéndose cordones bien formados.

Las rotativas de discos se han desarrollado posteriormente a las de tambores constando de un número par de discos (4 a 6), circulares u ovalados, en los cuales se insertan las cuchilla, libremente articuladas. Su ancho de trabajo oscila entre 1,6 y 2,4 m.

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Segadora de tambores

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Segadora de discos

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Segadora de tambores de enganche frontal y de arrastre trabajando de manera simultánea

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Segadora de discos

Dentro de los dos tipos de corte citados (segadoras alternativas y rotativas) existen máquinas que acoplan uno u otro sistema de siega a los rodillos acondicionadores clásicos, constituyendo las llamadas segadoras-acondicionadoras. En una sola pasada realizan tres operaciones: siega, acondicionado, e hilerado, reduciendo costes y mejorando calidad, al reducir el tiempo de secado en un 30-40 %, según circunstancias climatológicas.

La parte fundamental de estas máquinas son los rodillos, generalmente acanalados, metálicos o más usualmente recubiertos de caucho, los cuales tronchan los tallos de la hierba y/o provocan pequeñas roturas en ellos, facilitando así la posterior pérdida de agua.

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Segadora de tambores trabajando con acondicionador

Los trabajos de siega conviene realizarlos después de la salida del sol, una vez que el forraje ha perdido algo de humedad y rocío de la noche.

En lo que respecta a la altura de corte, conviene hacerla a 5 cm del suelo. De esta forma se facilita el secado del forraje, ya que habrá una circulación del aire más libre a través de la masa forrajera segada.

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Contenido de materia seca de un forraje de ray-grass italiano según los distintos métodos de siega y acondicionado

3.1.2. Secado

El secado o curación de la hierba o forraje tiene por objetivo reducir su contenido de agua a menos de un 20 %, con la menor pérdida posible de hojas.

Los factores que determinan la rapidez de la pérdida de agua del forraje a henificar son: el clima, la cantidad y disposición de la hierba en la hilera y el tipo de planta.

A nivel de planta individual, la pérdida de agua se produce a través de las hojas, mientras que el agua de los tallos se elimina en parte después de su traslocación a las hojas. También existen diferencias entre especies en cuanto a la rapidez de desecación, siendo en general las gramíneas más rápidas que las leguminosas, y entre éstas el trébol blanco más lento que otras plantas.

El proceso de secado se acelera y el forraje gana en calidad cuando el troceado es uniforme; también se acelera mediante el acondicionamiento del forraje, realizado por el paso del mismo entre dos rodillos que aplastan los tallos de las plantas.

El acondicionamiento del forraje acelera el tiempo de secado en más de un 20% y es tanto más eficaz cuanto mayor es el contenido de agua de la planta, ya que su principal ventaja es aumentar la velocidad de evaporación de los tallos.

También permite la desecación simultánea de tallos y hojas, lo cual es importante en leguminosas, cuyas hojas suelen secarse en muy pocas horas mientras que los tallos tardan mucho más tiempo. Sin embargo, con clima húmedo, las pérdidas por arrastre de la lluvia pueden ser mayores cuando se acondiciona el forraje, sea cual sea el método. El acondicionado debe realizarse inmediatamente después de la siega, o simultáneamente, cuando se dispone de segadora-acondicionadora. Su acción es particularmente importante en la primera fase del secado del forraje (hasta llegar al 50% de humedad), fase en la cual la velocidad de evaporación puede aumentarse al doble mediante el acondicionamiento.

Otro sistema de acelerar la velocidad de secado se basa en la laceración de los tallos producida por el sistema de corte de las segadora-rotativas de eje horizontal (de mayales). Sin embargo las pérdidas son mayores, especialmente de hojas, y no se recomiendan en absoluto para leguminosas.

El secado en zonas de clima húmedo se realiza extendiendo el forraje por toda la superficie segada, pero si el terreno está húmedo, es conveniente dejar un rastrojo un poco alto e hilerar estrechamente el forraje, que debe voltearse una o dos veces al día. En zonas muy secas es aconsejable hilerar rápidamente para evitar una desecación muy rápida de las hojas, que luego pueden perderse en el proceso de recolección, mientras que los tallos permanecen aún con humedad. Por las noches se debe dejar en todos los casos el forraje bien hilerado para protegerlo del rocío o posibles lluvias. El secado en hileras, aunque más lento, se hace necesario para obtener un heno de calidad.

En condiciones secas normales, con uno o dos pases de rastrillo hilerador es suficiente para un heno de calidad, el primero a las 24 ó 36 horas del corte y el segundo (si es necesario) entre 24 y 36 horas antes de empacar.

Un exceso de movimiento de los cordones de heno encarecen su realización y aumentan las pérdidas mecánicas, aunque en caso de lluvias a veces es necesario realizar de 3 a 5 movimientos. En condiciones secas, todos estos movimientos de las hileras deben hacerse por la mañana temprano, a fin de evitar las pérdidas de hojas ya citadas.

El empleo de desecantes como el ácido fórmico para acelerar la pérdida de agua ha sido ensayado en Inglaterra, y aunque el tratamiento es efectivo, su empleo no está muy difundido en la henificación, aunque sí en el ensilado.

3.1.2.1. Los acondicionadores

La forma en que se realiza la “rotura” de los tallos permite establecer diferencias en estos equipos. La acción mecánica predominante puede ser:

  • El aplastamiento con formación de fisuras longitudinales.

  • El plegado a intervalos fijos que provoca roturas transversales.

  • La laceración producida con choques y frotamientos.

Se estima que se necesitan de 15 a 20 horas de sol, en condiciones favorables para secar el heno destinado al empacado. Si el forraje ha sido acondicionado en el momento de la siega sólo se necesitan 8 o 10 horas de sol para el mismo secado. Además, se mantiene el color natural del forraje, aumentando la palatabilidad del heno y su mejor aprovechamiento por el ganado. Es, por tanto, imprescindible para producir heno de calidad, especialmente en plantas de tallo grueso como la alfalfa.

Normalmente el acondicionador va asociado a la segadora, con independencia del dispositivo de siega utilizado, y la hierba debe quedar formando un baraño hueco y voluminoso, con las hojas hacia dentro y los tallos hacia fuera, y apoyado sobre el rastrojo para que la hierba segada quede aislada del suelo, generalmente mas frío y húmedo.

Debe procurarse que la anchura del acondicionador sea igual a la de siega (relación 1/1), ya que con las relaciones inferiores de 1/2 a 1/3, que se encuentran en algunas máquinas, el acondicionado es menos intenso y los tiempos de secado llegan a aumentar hasta en 5 horas.

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Para producir el acondicionado se utilizan generalmente pares de rodillos, lisos o dentados, o bien dedos montados sobre un rotor que golpean la hierba de manera similar a como lo hace una segadora de mayales después del corte.

Acondicionadores de rodillos

Los rodillos producen un aplastamiento de la hierba al girar por parejas en sentidos contrarios. El material utilizado para la construcción, el área de contacto y la presión entre ambos condiciona la intensidad de su acción. Las acanaladuras en los rodillos dificultan la tendencia del forraje a enrollarse en los cilindros, impidiendo su correcto funcionamiento.

La velocidad periférica de los rodillos es de tres a cuatro veces mas rápida que la de avance de la máquina, para que se produzca la succión de los tallos y su aplastamiento, además de obligar a la hierba a salir de la maquina a mayor velocidad que la de avance, formando un baraño suelto y aireado que no precise sucesivos esparcidos y aireados.

Dependiendo de las características constructivas de los rodillos pueden ser de rodillos lisos y de rodillos dentados.

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Acondicionador de rodillos de goma

Acondicionadores de dedos

Consiguen el lacerado del forraje por su choque contra varias filas de dedos, montados en un eje horizontal animado con movimiento de rotación.

El empleo de este sistema, inicialmente diseñado para praderas naturales de zonas húmedas, se ha incrementado como consecuencia de la difusión de las segadoras rotativas e disco y de tambor. En ellas la salida del forraje no se produce en toda la anchura de corte, por lo que los acondicionadores de rodillos no actúan siempre con uniformidad. La incorporación de acondicionadores de dedos en cada una de las salidas, entre cada dos rotores consecutivos, se adapta mejor a esta forma de entrega del forraje.

Los dedos han evolucionado pasando de las formas rectas a las de Y invertida, con lo que la parte inferior del tallo (con mayor consistencia) recibe más golpe que la superior.

Sin embargo, un empleo poco cuidadoso del acondicionador de dedos puede ocasionar excesiva pérdida de hoja en las leguminosas, sobre cuando se actúa en condiciones secas.

Recientemente se han introducido (aunque, por el momento, no se comercializan en España) acondicionadores maceradores que actúan aplastando fuertemente la hierba, que queda en el suelo formando un tapiz de muy pequeño espesor. Algo similar se consigue con unos rodillos de púas de nylon que giran con velocidades ligeramente diferentes y un lanzador-esparcidor que esparce muy uniformemente el forraje sobre todo el campo segado. Con estos sistemas se acelera notablemente el secado de la hierba, siendo especialmente apropiados para acelerar este proceso en climas húmedos.

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Segadora de discos con acondicionador de dedos en Y

3.1.2.2. Los rastrillos

Los rastrillos aparecen ante la necesidad de agrupara el forraje en cordones para incrementar la capacidad de trabajo de las máquinas que tienen que realizar la recogida. Sin embargo, se pueden considerar unas máquinas polivalentes capaces de:

  • Formar cordones de hierba esparcida en toda la superficie del campo.

  • Unir varios cordones pequeños en uno mayor.

  • Esparcir el forraje acordonado por toda la superficie del campo.

  • Voltear los cordones de manera que se pongan hacia arriba las partes más húmedas.

Cuando las características del rastrillo se adaptan preferentemente para realizar las operaciones indicadas en los dos primeros grupos, se suele hablar de rastrillo “hilerador”o “acordonador”, mientras que si se adaptan a los dos últimos se suelen considerar como “volteador” o “henificador”.

Efecto de los rastrillos en el henificado

Tres son los aspectos fundamentales que se deben analizar para valorar el trabajo de un rastrillo:

  • Los daños que se producen en el forraje.

  • La contaminación por tierra.

  • El estado en que queda el cordón sobre el que debe trabajar la máquina recogedora que sigue en la cadena.

Los daños en el forraje siempre están en relación con el grado de humedad de éste. Así, con el mismo rastrillo, se tienen pérdidas del 1-2% en el momento de la siega, 4-5% en el acordonado y si el heno está próximo a la desecación estas pérdidas pueden alcanzar del 8 al 10%.

Hay diferentes tipos de rastrillos:

  • Rastrillos de molinete horizontal oblicuo.

  • Rastrillos de soles.

  • Rastrillos de molinete vertical.

  • Rastrillos de cadena transversal.

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Rastrillo hilerador-volteador de eje vertical

3.1.3. Empacado y transporte

En la cadena de recolección, después de conseguir que el contenido en humedad de la hierba sea suficientemente bajo, es necesario proceder a la recogida y, por tratarse de un material de baja densidad, a su compresión, para reducir su volumen de almacenamiento.

Con los sistemas tradicionales de recogida, al igual que en la recolección de los cereales, se buscaba formar un “paquete” relativamente fácil de manejar a mano.

La mayoría del heno se conserva y transporta en España todavía en pequeñas pacas o paquetes paralepipédicos. Sin embargo cada día son más frecuentes las grandes pacas, tanto cilíndricas como de forma prismática (menos usuales) que, poco a poco, y de acuerdo a la tendencia europea, van extendiendo su utilización.

Se realiza con la máquina denominada empacadora. Las que podríamos denominar de tipo convencional recogen el heno depositado en la hilera, lo comprimen dándole una forma prismática, sujetan el prisma atándolo con sisal o alambre y lo devuelven al terreno para que continúe el secado. Con otros sistemas la paca es recogida inmediatamente.

La principal ventaja de las pequeñas pacas o fardos tradicionales es su manejabilidad, pudiendo moverse perfectamente a mano, sin necesidad de maquinaria o elementos cargadoras, como ocurre con las cilíndricas. Su peso es de 10 a 30 Kg según dimensiones y presión de la empacadora y, dada su forma regular, pueden almacenarse y amontonarse ordenadamente en cualquier espacio.

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Empacadora convencional de pacas prismáticas

El mayor inconveniente es el alto coste de realización, por kilogramo de heno.

En la alimentación de los animales facilitan una dosificación en cantidades bastante exactas, pudiendo realizarse la distribución al ganado manualmente. La carga de pacas convencionales o fardos pequeños, se realiza bien a mano o mediante cargadores especiales que se pueden acoplar a los remolques o camiones. Hay cargadores arrastrados (alzapacas) que por medio de una cadena sinfín elevan por un tobogán la paca que recogen del suelo directamente, sin más precaución que dichas pacas se encuentren orientadas en el sentido de la marcha del tractor, pues si se encuentran atravesadas producen atascos y detenciones del vehículo. Teniendo esa precaución, el conductor y un ayudante pueden cargar 4 o 5 toneladas por hora, mientras que a mano se necesitarían dos hombres más con un rendimiento menor.

También son frecuentes los brazos elevadores accionados hidráulicamente, que se acoplan lateralmente al remolque o camión, pero suelen necesitar un ayudante más, que va colocando adecuadamente las pacas en el elevador.

Hay implementos que se acoplan a la empacadora, como el lanzador de pacas, que dirige éstas a un remolque en donde se van colocando al mismo tiempo que salen de la máquina. También se acopla a la empacadora una plataforma que deja reunidas en el terreno varias pacas, de forma que suelen manejarse después como un solo conjunto de mayor peso, facilitando su posterior carga y transporte con la ayuda de cargadores especiales acoplados a la parte delantera del tractor.

Un equipo sencillo y económico compuesto, además del tractor, por un recogedor de pacas con elevador y un remolque de dos ejes, puede recoger y cargar entre 100 y 120 pacas por hora con tres hombres, transportarlas a unos 800-1000 m y descargarlas con elevador en el almacén. El resultado global será un rendimiento de 33 a 40 pacas por hombre y hora.

Este rendimiento puede llegar a incrementarse progresivamente hasta más de un 100% (90-100 pacas por hombre y hora), utilizando remolques y cargadores especiales más caros y sofisticados.

Existen en el mercado diversos tipos de remolques autocargadores de pacas. Uno de los más conocidos recoge las pacas del suelo por medio de un elevador y las va depositando ordenadamente, en forma de almiar prismático sobre el remolque, haciendo el cruzamiento automático de las pacas del conjunto para darle una mayor rigidez. Puede llegar a cargar las 150 pacas de su capacidad normal en 15-20 minutos, haciendo la descarga posterior en bloque, basculando hacia atrás la plataforma del remolque.

Otro modelo de remolque autocargador, tras recoger las pacas del suelo por un tobogán, las eleva y deposita alineada en una especie de rampa o pista de cuatro pisos horizontales que ocupa totalmente el remolque. La descarga se hace de la misma forma que la carga, pero en sentido inverso, de manera ordenada, utilizando el tobogán, que puede orientarse en distintas direcciones y alturas, a fin de conectarlo a una cinta transportadora para subir las pacas al almiar.

La capacidad normal es de 125 pacas 0,8 m de longitud, pudiendo recogerlas en unos 5 a 10 minutos, si la densidad es alta.

Las grandes pacas cilíndricas se obtienen por enrollamiento progresivo del forraje en un tipo de máquina denominado rotoempacadora. Las dimensiones de estas pacas oscilan entre 1,6 y 1,8 m de diámetro, con una longitud o altura de 1,5 a 1,7 m. Los pesos varían entre 400 y 700 Kg para el heno y 250 a 450 Kg para paja.

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Rotoempacadoras trabajando

Su manejo en carga y descarga exige siempre el uso de cargadores especiales u horquillas o palas cargadoras, acopladas al tractor, generalmente frontales, transportándose, bien en remolques normales o en los especialmente diseñados para el transporte de este tipo de pacas, algunos de los cuales son basculantes, de forma que permiten depositar las pacas cilíndricas debidamente agrupadas sobre el suelo.

Con ciertos tipos de ganado en explotaciones en las que el consumo del heno vaya a hacerse en zona próxima a la parcela de producción, pueden descargarse con la misma rotoempacadora en dicha zona, a la intemperie, más o menos agrupadas, ya que las pérdidas por lluvia son escasas, y protegidas del ganado por un pequeño cercado se reparten y distribuyen cuando sea necesario. Este sistema disminuye notablemente los costes, tanto de empacado como de transporte. La utilización en autoconsumo directamente en el campo es fácil con determinados tipos de ganado, con lo que el proceso de distribución también se abarata enormemente. Concretamente su consumo por vacuno en grandes comederos de rastrillo de sección clásica en V, es bastante fácil.

Como el caso de las pacas convencionales también existen remolques autocargadores de pacas cilíndricas. Uno de ellos las carga en posición horizontal, con la generatriz o altura en sentido perpendicular a la marcha del tractor, existiendo modelos de remolques para 8 y 16 pacas (en 2 y 4 hileras, respectivamente). La descarga se hace basculando la plataforma hacia atrás. Otro tipo de remolque carga 4 ó 5 pacas cilíndricas alineadas, transportándolas con su altura o generatriz orientada en el sentido de la marcha. También descarga basculando hacia atrás, depositando las pacas en forma vertical, formando una especie de torre cilíndrica de varias pacas.

Conviene también citar un tipo de remolque que distribuye el forraje de las rotopacas, desenrollándolo progresivamente y facilitando así su consumo por el ganado. Esto puede ser especialmente útil en las explotaciones extensivas de gran número de cabezas.

Mencionar finalmente la existencia de las grandes pacas de forma prismática pudiendo oscilar entre 600 Kg y tamaño 1,2 x 1,2 x 2,4 m, y 1000 Kg, (tamaño 2,10 x2,44 x 2,44). Para su elaboración se necesitan máquinas empacadoras-prensas especiales, así como para su manejo y distribución posterior, que no suele ser fácil. Aún así pueden ser interesantes en circunstancias muy concretas.

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Empacado de grandes pacas prismáticas

3.1.4. Almacenamiento

Las pacas de heno convencionales se apilan formando montones o almiares, unas veces al aire libre, lo que no es muy corriente debido al elevado precio del heno, y otras en heniles o cobertizos que las protegen de la lluvia. Este tipo de construcciones deben ser lo más diáfanas posibles, con una altura mínima de 4 m y normalmente cerradas por el lado o lados de los vientos de lluvia dominantes en la zona.

La realización de estos almiares se facilita mucho disponiendo de paredes desde apoyar las pacas, pudiéndose utilizar elevadores mecánicos de pacas o simples cintas transportadoras, para facilitar el trabajo de los operarios.

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Un cargador telescópico facilita la formación de almiares de gran altura

Las dimensiones del henil han de fijarse según el volumen previsible de pacas, que irá en función del peso total de heno recolectado y de su densidad. En condiciones españolas, el valor medio suele ser de 130 Kg/m3. El heno debe quedar perfectamente protegido de la lluvia y del sol, pero bien ventilado.

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Almacén de pacas en henil

En almacenamientos al aire libre, es aconsejable cubrir la parte superior de la pila o almiar, que puede acabar en arista, con una lona o plástico grueso que impida la penetración de la lluvia, la cual perjudicaría la calidad del heno. Dicha cubierta de plástico debe fijarse mediante cuerdas o también mejor con una capa de pacas de paja encima de ella. A veces, también es útil cubrir con placas usadas de fibrocemento o galvanizadas, sujetadas mediante cuerdas y con algún peso encima.

Las pacas cilíndricas grandes ofrecen mejor protección ante la lluvia debido a su sistema de elaboración por enrollamiento, aunque se debe evitar depositarlas en sitios húmedos. Si se almacenan al aire libre es aconsejable disponerlas en un lugar abrigado de los vientos húmedos. El apilado de estas pacas es difícil y los montones muy inestables, por lo que deben detenerse precauciones al moverlas. Caso de disponer de sitio suficiente al aire libre, pueden dejarse horizontalmente unas junto a otras sin formar montones.

Las pacas cilíndricas al aire libre durante todo un invierno, sólo se humedece por la lluvia en los 3-4 cm exteriores, manteniéndose el resto del heno perfectamente seco.

en una pequeña experiencia de Infante y col. (1980) en Extremadura, con heno de veza-avena, se compararon tres sistemas de almacenamiento y conservación del forraje cosechado:

  • Sistema convencional, recogida con empacadora y transporte de pacas al henil.

  • Recogida con rotoempacadora formando pacas cilíndricas de 500 Kg que se dejaron a la intemperie.

  • Recogida con empacadora dejando las pacas a la intemperie, formando pequeños montones prismáticos de 27 pacas, con peso similar a los fardos cilíndricos.

  • Se estudió la evolución de la calidad del heno a lo largo del invierno, mediante el análisis de cada tratamiento, no observándose una gran variación en el contenido proteico, de fósforo, y en la humedad del heno almacenado en el henil y del de las pacas cilíndricas.

    Por el contrario, las pacas convencionales amontonadas sin protección a la intemperie se humedecieron con las primeras lluvias, disminuyendo la materia seca hasta un 23,3% y produciéndose fenómenos de putrefacción y mohos como consecuencias del invierno lluvioso.

    La digestibilidad del heno en cada uno de los sistemas de almacenamiento es variable, observándose una aceptable disminución del conservado en rotopacas al aire libre, mientras que el descenso del conservado en pacas a la intemperie es mucho mayor, hasta el punto de hacerlo prácticamente inútil para el consumo al final del invierno.

    De lo expuesto se deduce que, para las zonas de verano seco, el heno que vaya a ser utilizado en el verano y otoño siguiente a su recolección puede ser conservado en rotopacas a la intemperie, siendo su calidad semejante a la de las pacas guardadas en henil y abaratándose el almacenamiento en la medida de no ser necesaria alguna para su conservación, al menos en inviernos de lluvia normal.

    3.2 Henificación con ventilación forzada

    El gran enemigo del forraje en proceso de henificación es la lluvia. Por eso, en los países del norte de Europa, debido a lo imprevisible y frecuente de las precipitaciones, se han desarrollado técnicas para evitar este peligro. Se ha extendido el sistema de secado del heno en almacén o henil, a base de ventilación forzada.

    Este método permite recolectar el heno en un estado mucho más precoz, y de forma más rápida, lo que redunda en la mejor calidad del mismo.

    En condiciones húmedas, a medida que el heno de la hilera o cordón se acerca al punto de equilibrio con la humedad atmosférica, la velocidad de evaporación se reduce, y mientras las hojas excesivamente secas se pierden los tallos continúan suculentos.

    En consecuencia, el momento de recogida o empacado es un compromiso entre aceptar un contenido de agua demasiado elevado para un almacenamiento seguro, o dejar el forraje en el campo para sufrir un mayor lavado y también mayores pérdidas físicas de materia seca.

    La solución que se ha desarrollado en muchos países europeos es la recogida del heno con mayor humedad, y aplicar después ventilación forzada de diversas forma. El método tampoco está regularmente extendido, calculándose que en el Reino Unido sólo un 4% del heno es elaborado de esta forma, si bien en otros países como Francia el porcentaje de heno secado en almacén en algunas regiones llega al 60-70%. La ventilación consiste en hacer pasar suficiente aire forzado a través del forraje, que puede retirarse del campo empacado o bien sin empacar, mediante remolques autocargadores. La humedad inicial puede oscilar entre 40 y 60% en el momento de recogida, siendo usual hacer una siega precoz y presecado en campo hasta el 35-50% de humedad, aproximadamente.

    Para que el coste energético sea menor, es fundamental trabajar con un forraje no demasiado denso y homogéneo, es decir preferentemente sin empacar (a granel), o bien en pacas de baja presión.

    El sistema más elemental de secado puede consistir en un ventilador conectado a un conducto de ventilación central en forma de túnel, sobre el que se amontonan las pacas o el heno a granel a desecar. Es imprescindible en este caso situar uno soportes metálicos o de madera para asegurar que quede suficiente espacio para el caudal de aire calculado. El método más habitual de secado en almacén es el de ventilación vertical, que consiste en disponer una plataforma o área de secado elevada a unos 50-60 cm del suelo del almacén, formada por un suelo enrejillado o emparrillado, de madera u otro material, o bien paneles reticulados soldados apoyados en soportes separados ente 0,90 y 1,20 m. Este tipo de plataforma debe tener una resistencia de unos 1300 Kg/m2 cuando el forraje está húmedo, para alturas consideradas como máximas de 5-6 m en la pila de heno almacenar sobre dicha plataforma de secado, que suele ocupar casi toda la superficie de almacén-henil.

    Se necesita también prever una cierta altura libre por encima del montón, sobre todo cuando se utilizan sistemas de manipulación a granel, consistentes en una grúa-puente situada en el techo, con un sistemas de garras o brazos articulados para mover el heno.

    La velocidad del aire a través del forraje debe ser de 20 cm por segundo, mientras que a la salida del ventilador no debe superar los 8 m/s en el conducto principal, con unas aberturas hacia el área emparrillada de secado de sección suficiente para una velocidad inferior a 4 m/s. Esto exige en la plataforma de secado que la superficie cubierta por madera u otro material sea inferior al 40 %, dejando libre el paso del aire en un 60% del área total.

    En todo momento se pueden distinguir tres zonas en el montón de forraje, una primera seca, en la base, que constituye un obstáculo a la penetración del aire hacia las capas superiores; una segunda intermedia, en proceso de secado, y una tercera en la zona de arriba todavía húmeda y no secándose, pues el aire que le llega está saturado de agua. Cuando se maneja el heno en pacas es conveniente presecarlo hasta un 30-40% en campo, e introducir las pacas progresivamente. Cuatro o cinco capas el primer día, y tras ventilar unos 3-4 días, volver a introducir otras 2 ó 3 capas a la vez, continuando así sucesivamente. Esto sugiere otro de los sistemas de ventilación forzada en el cual el forraje se seca sobre un área de ventilación de dimensión reducida, diferente del lugar de almacenamiento, lo que supone una doble manipulación.

    Esta variante ofrece la ventaja de un secado mucho más rápido al limitar la altura de la masa de forraje ya seca, y reducir el área de ventilación. Sin embargo, la superficie mínima de ventilación implica, para un mismo caudal el aire, una mayor velocidad a través del forraje, y por tanto un ventilador de más potencia y mayor consumo energético. En consecuencia, esta solución no parece muy aceptable, salvo que las construcciones existentes no se adapten al sistema de secado en almacén habitual o bien en los casos en que la doble manipulación que se exige al heno esté estudiada de una forma simple y eficaz.

    Según datos franceses, la potencia nominal instalada en los sistemas de ventilación vertical con aire caliente en el propio lugar de almacenaje, es de alrededor de 10 CV, con unos costes energéticos medidos de 60-70 Kw.h y de 50 l de fuel-oil, por tonelada de heno seco, aunque pueden llegar, a veces, hasta 90-100 kw.h y 70 l de fuel.

    En los sistemas de secado en zona distinta de la de almacenaje, según los datos franceses, los consumos específicos medios son, aproximadamente, para un forraje del 50% de humedad, de 105 KW por tonelada de materia seca y de 115 l de fuel-oil. El caudal evaporado medio fue de 45 Kg de agua por hora.

    Finalmente se debe indicar que, ya que la energía del calentamiento del aire constituye un factor decisivo en cuanto a la rentabilidad de la instalación, cualquiera que sea el método empleado, se están desarrollando sistemas de energía solar para este calentamiento, a fin de sustituir a los quemadores de fuel-oil tradicionalmente utilizados.

    4 - PÉRDIDAS

    4.1 Cambios químicos y pérdidas durante la desecación

    Inevitablemente, durante el proceso de desecación tienen lugar cambios químicos que originan pérdidas de valiosos nutrientes. La magnitud de dichas pérdidas depende, fundamentalmente, de la rapidez de la desecación. La pérdida de agua en el campo de la hierba segada depende de la resistencia biológica natural de las hojas y cordones a la pérdida de agua, de las condiciones climáticas del momento y del microclima de los cordones, así como del tratamiento mecánico del forraje durante la recolección y acondicionamiento. Las pérdidas de nutrientes durante la henificación, se deben a la acción de las enzimas vegetales y microbianas, la oxidación química, el lavado por la lluvia y las pérdidas físicas.

  • Acción de las enzimas vegetales

  • Es uno de los cambios que tiene lugar derivado de la continuación de la vida de los tejidos de la planta. La respiración prosigue, hasta cuando la vida cesa, cosa que viene a ocurrir aproximadamente cuando el forraje alcanza un contenido de agua inferior al 38 por 100. Durante el tiempo caluroso, seco y ventoso, la hierba húmeda, debidamente manipulada y volteada mecánicamente, se deseca con gran rapidez, de modo que las pérdidas ocasionadas por la actividad de las enzimas vegetales, son mínimas.

    Los cambios principales afectan a los carbohidratos solubles y los compuestos nitrogenados. En las fases iniciales del proceso de desecación, tienen lugar cambios en los carbohidratos hidrosolubles, como la formación de fructosa por hidrólisis de fructanas. Durante los períodos prolongados de desecación, se producen grandes pérdidas de hexosas como resultado de la respiración, lo cual determina un aumento en la concentración de otros componentes de las plantas, especialmente los componentes de la pared celular, que se refleja en el contenido en fibra.

    En los forrajes recién segados, las proteasas existentes en las células vegetales hidrolizan rápidamente las proteínas con formación de péptidos, hidrólisis que prosigue con cierta degradación de aminoácidos específicos. Sin embargo no se observa disminución en el contenido de nitrógeno total. Por el contrario, al disminuir el extracto no nitrogenado como consecuencia de la respiración de los tejidos de la planta aún viva, se observa que relativamente el heno se enriquece en proteína. Falsa apariencia, ya que las cantidades totales de compuestos nitrogenados no se alteran como consecuencia de la desecación.

    A las pérdidas antes referidas le sirve de compensación el que, mientras la planta sigue viva, continúa fotosintetizando hidratos de carbono que sirven de contrapeso a los gastados en respirar. Cuando el forraje está amontonado o acordonado, la proporción del mismo que recibe luz es pequeña y, por tanto, despreciable la compensación mencionada. Sin embargo, cuando por acelerar la desecación se extiende el forraje en la parcela, prácticamente todo él queda bajo la acción de los rayos solares, y ambos fenómenos, respiración y fotosíntesis, quedan en parte compensados durante las horas diurnas. La disminución neta del extracto no nitrogenado es así menor.

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    Para acelerar los procesos de desecación en el campo, se emplean una serie de aparatos y métodos “acondicionadores” de rodillos lisos o estriados que destruyen la estructura celular de las plantas, lo que permite al aire penetrar en la masa con más rapidez. Un método más tradicional, que todavía se realiza en ciertas partes del mundo, en especial Suiza, Italia, Alemania Occidental y Escandinavia, consisten en hacer heno en trípodes o caballetes.

    4.1.2. Actividad de los microorganismos

    Si la desecación se prolonga debido al mal tiempo, pueden producirse cambios como consecuencia de la actividad de bacterias y hongos. La fermentación bacteriana tiene lugar en la hierba segada que se deja en el campo durante unos días, dando lugar a la formación de pequeñas cantidades de los ácidos acético y propiónico. el heno enmohecido es poco apetecible y puede resultar perjudicial para los animales y el hombre, debido a la existencia de micotoxinas. Además, dichos henos pueden contener actinomicetos que son responsables de la enfermedad alérgica “fiebre del heno”, que afecta al hombre.

    4.1.3. Oxidación

    Si la hierba de deseca en el campo, tiene lugar cierta oxidación. El efecto puede apreciarse en el color, ya que se destruyen la mayoría de los pigmentos. Un importante compuesto afectado es la provitamina caroteno, precursor de la vitamina A. El caroteno se oxida con gran facilidad y este proceso es acelerado por la temperatura y la acción fotoquímica del sol. Por ello, cuando la temperatura es alta y el sol intenso, se produce un heno de color pajizo, señal inequívoca de la pérdida importante de la provitamina. En tal situación, extender el forraje en la parcela causaría, aparte de una fuerte pérdida de hojas por desecación rápida de éstas, una desaparición prácticamente total del caroteno. De ahí que en climas de centro y sur de España conviene, al menos en verano, henificar con el forraje ahilerado para conservar al máximo el caroteno. Lógicamente la disminución del caroteno es más fuerte en las primeras horas de henificación que en las últimas. En condiciones normales se han registrado pérdidas de hasta un 15 por 100 en las primeras seis horas y de un 25 por 100 después de dos días. A los efectos de la alimentación de rumiantes, un heno de alfalfa normal tiene, a pesar de tan graves pérdidas, suficiente caroteno para satisfacer las necesidades nutritivas del animal. Únicamente existe problema cuando la alfalfa se utiliza como fuente de vitamina A dentro de una ración cuyos restantes constituyentes son pobres en ella.

    La desecación rápida en trípodes o la deshidratación en el henil permite conservar los carotenos con más eficiencia, habiéndose observado pérdidas de sólo el 18 por ciento en la deshidratación en el henil. Por otra parte, la luz del sol mejora el contenido en vitamina D de los henos, debido a la irradiación del ergosterol existente en las plantas verdes. Se ha constatado que el heno e alfalfa curado al sol posee un fuerte poder calcificante, mientras que el forraje en verde que lo originaba carecía de él.

  • Lavado por la lluvia

  • La lluvia es directamente responsable de la prolongación de la vida de la planta y de un lavado que en ocasiones puede revestir importancia. La prolongación de la vida del vegetal causa una mayor pérdida de materia orgánica por combustión (consumo por el oxígeno del aire del material vegetal rápidamente utilizable) y de caroteno por oxidación. Al humedecerse el forraje se alarga ese momento en que el heno alcanza su contenido en materia seca del 60 por 100, cuando las actividades vitales de los tejidos se paralizan.

    Cuando el forraje está recién cortado y aún fresco, se conserva todavía la integridad celular y es difícil, por tanto, que le agua de rocío o lluvia pueda penetrar en su interior. El lavado que entonces se produce es nulo o despreciable. Posteriormente, en cambio, cuando el agua cae en el momento en que el heno está a medio hacer y las cubiertas celulares han perdido su típica impermeabilidad, el agua penetra hasta el interior de las células, arrastrando consigo no sólo los elementos minerales solubles (sales), sino también los hidratos de carbono (azúcares) que no hayan desaparecido por combustión. A estos efectos de lavado, es más grave la lluvia cuando se produce de forma tardía que cuando ocurre inmediatamente después de la siega.

    La pérdida de minerales solubles, azúcares y compuestos nitrogenados da lugar a un aumento en la concentración de los componentes de la pared celular, que se refleja en un mayor contenido en fibra bruta.

    4.1.5. Pérdidas mecánicas

    Durante el proceso de desecación, las hojas pierden humedad con más rapidez que los tallos, haciéndose quebradizas y fácilmente desmenuzables durante la manipulación. La manipulación mecánica excesiva puede determinar la pérdida del material foliar y, puesto que las hojas henificadas son más ricas en nutrientes digestibles que los tallos, el heno resultante puede ser de bajo valor nutritivo. La pérdida de hojas durante la desecación es más fácil que ocurra con las leguminosas, como la alfalfa. En la actualidad se dispone de distintas máquinas que permiten reducir las pérdidas debidas al desprendimiento de las hojas. Si la hierba es machacada o aplastada, el ritmo de desecación de las hojas y tallos no es tan diferente. El empacado del heno en el campo con un contenido en humedad de 300-400 g/Kg, y la subsiguiente deshidratación por ventilación forzada, reduce notablemente las pérdidas físicas.

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    Pérdidas en el secado al sol del heno de alfalfa, en relación con el tiempo de permanencia en el campo, para reducir la humedad hasta un nivel apropiado para almacenar

    4.2 Cambios durante la conservación

    Los cambios químicos y las pérdidas relacionados con la henificación, no cesan completamente cuando el heno se encuentra en el almiar o el henil. Aunque el heno haya sido muy bien secado en el campo, existen siempre partes que conservan cierta humedad. Incluso algunos tallos, más difíciles de henificar, albergan en su interior pequeñas cantidades de agua. Los forrajes conservados pueden contener entre 100 y 300 g de humedad/Kg. Con los niveles superiores de humedad, pueden tener lugar cambios químicos debido a las enzimas vegetales y los microorganismos.

    La respiración cesa, aproximadamente, a los 40 ºC, pero la actividad de las bacterias termófilas puede continuar hasta los 72 ºC. Colaboran en este sentido las posibles fermentaciones que se produzcan como consecuencia de una rápida proliferación de bacterias, entre las que el Bacillus coli suele ser la más abundante. Cuanto más alta es la temperatura, más activa resulta la combustión y mayores las pérdidas, que fundamentalmente se refieren al extracto no nitrogenado. Puede llegar a producirse una cierta caramelización de los hidratos de carbono que, si bien hacen al heno más apetecible por el ganado, resulta de un valor nutritivo menor. La digestibilidad se reduce sensiblemente. El calor tiende a acumularse en el heno almacenado en masa, pudiendo producirse la combustión.

    Es fácil detectar cuando un heno ha sufrido una inusitada elevación de la temperatura en el henil. Debido a la caramelización indicada, el heno adquiere un color tostado, tanto más oscuro cuanto mayor sea la liberación de energía ocurrida. Presenta, además, un aspecto pastoso, que favorece el desarrollo de mohos, cuya aparición no se hace esperar.

    Dos factores determinan fundamentalmente estos fenómenos: la humedad del heno almacenado y la presencia de oxígeno. Aquélla es una consecuencia de la inadecuada henificación seguida en el campo, aunque frecuentemente ocurre que las malas condiciones del henil permiten la penetración de agua de lluvia al interior del masa almacenada, desencadenándose también así el proceso antes descrito.

    El oxígeno es necesario para que tenga lugar la respiración y combustión en el forraje, por lo que la eliminación del mismo puede impedir o, al menos, frenar dichos procesos. En este sentido, el empacado resulta de incalculable utilidad. Es importante evitar la formación de bolsas de aire, especialmente al almacenar el heno en rama, ya que cuando esto coincide con zonas de humedad pueden registrarse los fenómenos de combustión tan intensamente que el heno llegue a arder.

    El calentamiento prolongado durante el almacenamiento puede tener efectos perjudiciales sobre las proteínas del heno. Se forman nuevos enlaces entre las cadenas peptídicas, así como en el interior de las mismas. Algunos de estos enlaces son resistentes a la hidrólisis por las proteasas, lo cual reduce la solubilidad y la digestibilidad de las proteínas.

    La susceptibilidad de las proteínas a ser dañadas por el calor aumenta considerablemente si existen azúcares, debiéndose el problema a las llamadas reacciones de Maillard (suponen una condensación entre el grupo carbonilo de un azúcar reductor con el grupo amino libre de un aminoácido o proteína). La temperatura tiene gran influencia sobre el ritmo a que se realiza la reacción, siendo el ritmo 9000 veces más rápido a 70 ºC que a 10 ºC. El aminoácido lisina es particularmente susceptible a las reacciones de este tipo. Los productos carecen de color al principio, pero pueden volverse de color marrón; el color marrón oscuro de los henos sobrecalentado, o de otros alimentos, puede atribuirse a las reacciones de Maillard.

    Las pérdidas de caroteno durante el almacenamiento dependen en gran parte de la temperatura. Por debajo de 5 ºC las pérdidas son escasas o nulas, en tanto que durante el tiempo caluroso las pérdidas pueden ser considerables.

    Los cambios que tienen lugar durante el tiempo de conservación tienden a aumentar la proporción de los componentes de la pared celular y a reducir el valor nutritivo.

    El forraje joven es mucho más difícil de henificar apropiadamente. En primer lugar, tiene más humedad y su eliminación toma lógicamente más tiempo, aumentando, en consecuencia, los riesgos de mojarse en el campo. Además, su contenido en hidratos de carbono, altamente digestibles y de fácil combustión, proporciona material suficiente para una activa respiración y fuerte elevación de la temperatura. En cambio, con forraje más maduro, los hidratos de carbono se han convertido en formas más insolubles, las posibles fermentaciones son más débiles y la liberación de energía escasa.

    'Conservación de forrajes'

    Pérdida de elementos nutritivos: energía (línea continua), proteína digestible (línea a trazos), según la temperatura alcanzada durante el almacenamiento

    4.3 Conservadores del heno

    El fin perseguido al emplear conservadores del heno es poder almacenarlo con niveles de humedad que, si no se usaran dichas sustancias, determinarían un grave deterioro por enmohecimiento. Se han estudiado numerosos compuestos, pero los que han recibido más atención han sido el ácido propiónico y su derivado menos volátil bis propionato amónico. Para los henos cuyo contenido en humedad es de 300 g/Kg, el nivel de utilización de estos productos químicos es de unos 12 Kg/t, que deben distribuirse uniformemente. Los henos de contenidos en humedad del orden de 400-500 g/Kg pueden conservarse perfectamente, tras la aplicación del propionato, siempre que se almacenen correctamente y el aditivo se aplique en cantidad suficiente y se distribuya uniformemente.

    Más recientemente, el buen efecto del tratamiento de la paja con amoníaco anhidro ha estimulado los estudios del tratamiento del heno con dicho gas. El amoníaco anhidro inyectado en las pilas de pacas de heno húmedo cubiertas con plástico, ha aumentado la estabilidad, en condiciones aerobias y anaerobias, y mejorado el valor nutritivo del heno (aunque existen cierto peligro de que se formen toxinas).

    5 - SUMINISTRO DE HENO AL GANADO

    El heno almacenado resulta un producto muy estable y fácil de manejar en la alimentación del ganado. Conocido el peso medio de una paca, resulta muy fácil el racionamiento por lotes contando su número.

    Puede ser consumido sin problemas por cualquier tipo de ganado y constituir la totalidad de la ración base. Tiene propiedades astringentes. Es ideal para iniciar a rumiantes jóvenes en el consumo de forrajes. Por su gran estabilidad, el heno es susceptible de comercialización.

    Son características físicas importantes el contenido de hojas, la textura y la rigidez. Además la longitud de las partículas de heno y la densidad al suministrárselo a los animales. Se ha dado importancia a la posibilidad de suministrarlo en forma de pastillas, preparadas a base de heno molido. Se han hecho comparaciones entre dos o más de las siguientes formas de preparación del mismo heno: largo, picado (trozos de 2 a 10 cm) y dado suelto o comprimido en forma de pastillas; y finalmente molido muy fino (partículas de 1,6 a 8 mm), dado en forma de harina o en pastillas. Las densidades aproximadas (kilogramos por litro) son: heno largo 0,08; heno picado 0,15; heno picado y comprimido en pastillas 0,26 a 0,48; harina finamente molida 0,34; y por último molido y comprimido en pastillas 0,65 a 0,97. Cuando se prepara heno en forma de pastillas la densidad y la dureza de éstas, depende de la cuantía de la presión aplicada. Se ha comprobado que el consumo voluntario del heno molido y comprimido en pastillas es de un 10 a un 25% mayor que el del heno natural o picado en trozos.

    Las pacas deben ser abiertas y el heno extendido sobre el pesebre o en una zona de alimentación. Si se dispone de rastrillos especiales para heno se reducen las pérdidas.

    También pueden constituirse heniles de autoconsumo. Para ello, en el propio edificio que alberga el heno, basta disponer una plataforma de 1 m en pendiente hacia un pesebre sobre el cual está colocado un rastrillo para heno. La plataforma está siempre llena de heno desempacado que va cayendo hacia el rastrillo a medida que es consumido ad libitum por los animales.

    Hay diversos tipos de máquinas que permiten incorporar de forma mecanizada el heno a los animales.

    'Conservación de forrajes'

    Distribución de una paca picada sobre el comedero

    'Conservación de forrajes'

    Remolque mezclador para preparación y distribución de raciones

    6 - DESHIDRATACIÓN DE FORRAJES

    El procedimiento industrial de deshidratación de forrajes fue introducido en Gran Bretaña al final de la década de los años treinta, tomando bastante impulso en determinados países europeos hasta que la crisis energética detuvo su expansión en los años setenta. Alemania y Países Bajos frenaron su desarrollo y sólo Dinamarca y Francia continuaron aumentando su producción de forrajes deshidratados artificialmente (alfalfa fundamentalmente).

    La creación por la Comunidad Económica Europea en 1974 de la organización común de mercado (OCM) de los forrajes deshidratados, así como las disposiciones posteriores sobre un nuevo régimen de ayudas económicas a dichos forrajes (1978), impulsaron de nuevo la producción, que, muy especialmente en Francia, experimentó un gran incremento entre 1965 y 1981, no dejando de crecer en la CEE hasta la actualidad, con ligeros altibajos según los países.

    Debido a las características típicamente industriales de esta producción, se pueden conocer estadísticamente las cantidades producidas, al contrario de lo que ocurre con el heno o silo, de muy difícil evaluación por ser forrajes de autoconsumo en la propia explotación.

    La posible expansión europea de los forrajes deshidratados parece que va a ser contenida en el futuro con el fin de no causar problemas presupuestarios en la Política Agraria Común, según manifestaciones del sector en 1989, y pese al déficit de la CEE en esta fuente de alimentación.

    Los esfuerzos van a centrarse en cambio en la mejora de la calidad y en la rentabilidad de las unidades de deshidratación. La investigación debe buscar un mayor contenido en proteínas, digestibilidad y ahorro energético. Las inversiones en ahorro de energía, según datos de la CEE-10, se han revelado muy eficaces en los últimos diez años, pasando los gastos directos debidos a la energía de representar un 45 por 100 a un 23 por cien del total de gastos.

    Así como la henificación y el ensilado son métodos de conservación de forrajes ampliamente usados en todas las explotaciones ganaderas y cuya principal utilización es el consumo en la misma finca, la deshidratación artificial pertenece mucho más al mundo de las industrias transformadoras, con unos objetivos comerciales que en más de un 80% son las fábricas de piensos compuestos. Estas utilizan el forraje deshidratado en forma de harina o gránulos -de alfalfa fundamentalmente- para incluirlo en pequeñas proporciones en las raciones de aves y cerdo. Este mercado demanda el forraje seco por su contenido en proteínas, caroteno y xantofila (pigmento que colorea la yema de los huevos).

    La alfalfa, con un 15-18% de proteína bruta, puede producir habitualmente entre 2000 y 2500 Kg/ha de proteína total, rendimiento que puede considerarse como máximo en nuestras condiciones de cultivo, ya que ni las leguminosas grano, con producciones proteicas por debajo de los 1000 Kg/ha, ni la soja, alcanzan los rendimientos citados.

    En consecuencia es esta planta la que con más generalidad ocupa las deshidratadoras actuales, si bien en Francia existen algunas cooperativas que, en la programación de cultivos para la planta deshidratadora, introducen además, para alargar la duración de la campaña, festuca, ray-grass o trébol, que son aprovechados generalmente por el ganado de los propios agricultores cooperativistas. En España, la mayor concentración de deshidratadoras se encuentra en las regiones tradicionalmente cultivadoras de alfalfa, esto es Aragón (Zaragoza principalmente), Navarra y Lérida, en las cuales se concentra casi el 70% de las instalaciones, seguidas por la zona del Duero, con un escaso 15%.

    Existen diversos sistemas para la eliminación del agua de los forrajes (presión, absorción, etc.), pero el más utilizado es la aplicación directa de aire caliente, como ya hemos visto al hablar de la ventilación forzada. Dentro de este sistema el proceso puede hacerse a baja (130 a 150 ºC) o alta temperatura (800-1000 ºC), siendo este último el más empleado.

    La instalación más corriente (figura siguiente), consta de un gran cilindro o tambor giratorio horizontal en donde se introduce el forraje, el cual se desplaza al otro extremo impulsado por el aire caliente que va secándolo progresivamente. Los trozos de hojas se secan muy deprisa y salen rápidamente del tambor, a un ciclón recolector, mientras que los tallos húmedos y pesados caen a través del chorro del aire y son arrastrados por la rotación del cilindro, avanzando lentamente hasta que, ya secos, también pasan al ciclón

    'Conservación de forrajes'

    La alimentación del cilindro secador se controla por un tornillo alimentador (A), cuya velocidad depende de la temperatura de salida, media en el ciclón principal (E). De esta forma el forraje con un elevado contenido de humedad entra más despacio que el forraje seco. Este, se separa del chorro de aire en el ciclón y pasas a través de una válvula rotativa(G), mientras que el aire húmedo se expulsa por un ventilador (F) y una chimenea (H).

    El forraje, ya deshidratado, pasa después al molino de martillos, donde es triturado en forma de harina. Este puede ser el producto final en unos casos, mientras que en otros se conduce después a una prensa granuladora (N) del tipo de las utilizadas en las fábricas de piensos. La presentación en una u otra forma del producto final depende del sistema de comercialización.

    Caben diferentes posibilidades:

    • Forrajes condensados: es el sistema anteriormente descrito, triturados y aglomerados en máquinas granuladora, que los transforman en gránulos.

    • Forrajes compactados: aglomerados en el mismo tipo de máquina, debidamente picados pero sin triturar. Se presentan en pastillas de 10 a 20 mm de diámetro.

    • Forrajes comprimidos: aglomerados en una prensa de pistón que respeta mejor la estructura del forraje, sin triturar. Se presentan en briquetas de 50 mm de diámetro.

    Cualquiera de los métodos de presentación citados ayuda al transporte, ensacado y distribución posterior al ganado.

    La instalación de una deshidratadora exige una fuerte inversión que, por lo general, queda reservada a asociaciones de agricultores o grandes empresas.

    Como los gatos fijos suponen, aproximadamente, el 25% de los gastos totales, para la rentabilidad de la instalación se ha de procurar un índice de ocupación lo más elevado posible, ya que, en caso contrario, la elaboración de un kilogramo de producto seco puede sufrir un incremento próximo al 20-30%.

    El coste energético, que puede disminuirse mejorando la tecnología (como el prensado en frío) y la capacidad mínima de la instalación, son de esta forma los puntos débiles de la industria deshidratadora de forrajes, que está asistiendo desde hace años en Europa a una reestructuración de las unidades, orientándose a capacidades de evaporación superiores a 10000 l/h y mejor aún próximas a 15000 l/h de forma que pueda producirse un mínimo de 8 a 10000 toneladas de forraje seco por año, con gastos energéticos medios de 0,55 l de fuel por litro de agua evaporado. Se debe destacar que hay zonas en Francia que ciertas fábricas tiene capacidades próximas a 40000 t/año, si bien lo normal son unidades de producción entre 15 y 20000 t/año.

    La conclusión es que la deshidratación de forrajes es un trabajo para especialistas, capaces de operar en gran escala y de utilizar mano de obra especializada, y sólo apto para cooperativas o empresas bien organizadas y con dimensiones mínimas rentables.

    Utilización del forraje deshidratado

    Según diversos trabajos de Demarquilly y otros autores, la deshidratación a alta o baja temperatura, siempre que se efectúe adecuadamente, modifica muy poco el valor nutritivo y la ingestión de los forrajes. La disminución de la digestibilidad de la materia orgánica es mínima y no se produce disminución en el valor energético. Por otro lado, al poder realizar el corte de los forrajes o de la hierba en el momento óptimo de su ciclo vegetativo, con independencia de condiciones climáticas adversas, se puede obtener el máximo valor alimenticio de las plantas.

    En consecuencia, se ofrece al ganado un alimento apetecible y equiparable en muchos casos a un concentrado tradicional.

    La forma posterior de presentar el forraje desecado (gránulos, pastillas, etc.), sí tiene una cierta influencia en la ingestión, derivada de variaciones en la digestibilidad, aunque muy ligeras.

    Diversos ensayos franceses con bovinos de engorde, indican la posibilidad de usar el forraje deshidratado tanto como ración complementaria de ensilados o como sustitutivo de concentrados. Así, una ración compuesta por un 80% de gramíneas deshidratadas en un estado relativamente joven, y un 20% de cereales, sirve perfectamente para cubrir las necesidades de añojos con ganancias diarias de peso de 1100 a 1200 g/día.

    Las vacas de leche pueden recibir forrajes deshidratados como único forraje durante lactaciones enteras, sin ningún problema sanitario o reproductivo, ni del porcentaje de grasa de la leche. La única condición es que consuman un poco de paja y que el forraje no esté excesivamente picado. Recolectados en su punto óptimo, los forrajes deshidratados cubren la producción de 15 a 18 Kg de leche, además de las necesidades de mantenimiento (Jarrige, 1973). Sin embargo, dado su elevado precio, es evidente que una alimentación basada exclusivamente en ellos es muy cara. Pero en cambio, la incorporación de 1 a 5 Kg/día por vaca, como complemento a diferentes raciones de base, principalmente ensilaje de maíz-urea, puede ser muy interesante.

    Cuando el alimento complementario de la ración aumenta, la cantidad de ensilado ingerido disminuye menos con un aporte de forraje deshidratado (condensado y compactado), que con el mismo aporte de cebada. En experiencias realizadas en el centro de investigación de Hurley (Inglaterra), las ganancias de peso de bovinos de engorde y la eficacia alimenticia máxima, se obtuvieron cuando la ración llevaba, en materia seca, un 50% de ensilado y otro 50% de forraje deshidratado. Además, en el caso de silo de maíz, los forrajes deshidratados en un estado joven, especialmente la alfalfa, aportan el necesario complemento proteico.

    Los forrajes deshidratados se adaptan así, especialmente en la producción de carne, a cualquier tipo de ración, en función de las circunstancias de precio de cada elemento nutritivo y de los tipos de animales a alimentar en cada caso.

    7 - BIBLIOGRAFÍA

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    www.inia.cl/cobertura/quilamapu/bioleche/BOLETIN24.html

    www.vidarural.net/articulos/vr/cereales/83cultforrajeros.html




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    Enviado por:Santiago Crecente Campo
    Idioma: castellano
    País: España

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