El encuentro de dos mundos totalmente distintos. Distintos en muchos sentidos: uno, con la ambición de llegar más lejos aun, de ampliar horizontes (patrióticos, fronterizos y también económicos), de crecer y de lograr una ansiada supremacía ante sus vecinos. En cambio, el otro, viendo llegar seres física y culturalmente distintos, y que a la larga serán quienes tomarán posesión de sus tierras que por años estuvieron en paz, obligándolos a vivir una vida la cual nunca pensaron que existiría.
Si escucháramos lo anterior hoy, parecería como la perfecta película de ciencia ficción a la que tanto estamos acostumbrados a ver. Y si dijéramos exactamente lo mismo, pero esta vez a fines del siglo XV podríamos notar una gran diferencia en la reacción común de la gente. En aquel entonces, la sed de expansión de los países europeos, como España, adquirió su mayor expresión hasta entonces por diversas razones. En un “limitado” continente, donde todo lo que se importaba de otros países lejanos era bastante caro, por los variados lugares donde la mercancía pasaba y lo caro que se tornaba a medida que caía de mano en mano de mercaderes, comenzaba a desatarse la idea de expandir territorios y llegar a lugares donde nadie conocido había pisado, a aquellos lugares imaginarios que geógrafos de esa época creaban y donde encontrarían, según ellos, las cosas más extrañas y particulares, que por supuesto en sus tierras no existían, además de todas las riquezas sin explotar, las cuales eran fruto de atracción de muchos ambiciosos hombres que deseaban pertenecer a aquel selecto grupo de gente mas cómoda.
Fueron estas causas las que principalmente incitaron a muchos a emprender tan arriesgada aventura, y a vivir cosas más espectaculares que las que solían vivir en sus tierras. En una Europa donde quienes nacían en un estrato determinado, era muy difícil (por no decir imposible) poder ascender, recibir algún buen puesto y ampliar sus ingresos para aspirar a una mejor vida. Por el contrario, quienes no tuvieron la suerte de nacer en grupos sociales ricos estaban condenados a pasar todas sus vidas de aquella manera. Pero en aquel momento de entusiasmo por descubrir fronteras, todos aquellos que anhelaban ser socialmente más aceptados (herreros, panaderos, carpinteros, sastres y arrieros entre otros) hizo que en muchos casos arriesgaran sus bienes junto con sus existencias en emprender los viajes a tierras lejanas. Nos así la alta nobleza española, quienes aunque se sintieron atraídos por la idea de las pontenciales riquezas que podrían venir desde afuera, no implicaba mayores cambios en sus holgadas vidas.
Para algunos de aquellos hombres que lideraban las expediciones, como por ejemplo Hernán Cortés (hombres un poco más instruidos que sus subalternos) también cayeron un la ambición de riquezas, y en vez invertir gastaron desmedidamente, terminando en poco deseables situaciones. En parte, la ambición por conseguir un poco de riquezas y reconocimientos de la realeza, llevó a muchos a tomar decisiones erróneas y de momento, que a largo plazo los destruyeron en vez de dejarlos con un futuro próspero y seguro. Una buena administración de bienes y el haber realizado buena inversiones podrían haber dado mejores resultados que los que pasaron en algunos casos.
Otro punto interesante es el de las intenciones de muchos expedicionarios que figuran como forjadores de la historia. Obviamente este deseo no reemplazaba los de riquezas y recompensas reales, sino que eran mas bien complementarios. Hombres como Balboa, Alonso de Ercilla y Pedro de Valdivia no dudaron en querer ser pioneros en sus respectivos descubrimientos y expediciones, mas aun si los lugares eran desconocidos.
De todas maneras su egoísmo, en cierto sentido, es justificado. Fueron, son y serán para siempre forjadores de nuestra historia y a la vez descubridores de un mundo nuevo, el que hoy es nuestro hogar, nuestro continente. Más aya de todas aquellas notables injusticias de vivieron los miles de habitantes originarios de nuestro continente, debemos estar orgullosos de nuestros antecesores colonizadores, quienes aunque hayan cometido tantas barbaridades, se arriesgaron a un mundo totalmente desconocido, quizás algunos por intereses personales y otros por el porvenir de su reino, y se asentaron imponiendo sus ideales los que consideraron válidos y prósperos para la formación de su reino a través de los años.