Historia


Comunismo y Socialismo


Comunismo y Socialismo

Socialismo y comunismo son ideologías político-económicas nacidas del marxismo. Por tener este origen común, han estado siempre fuertemente vinculados a lo largo del siglo XX. Se puede decir que el comunismo es una doctrina escindida del socialismo y con unas formas mucho más radicales en cuanto al concepto de propiedad privada. Desde hace décadas el socialismo se ha ido desmarcando del comunismo adoptando una postura cada vez más conservadora. El socialismo es en la actualidad una tendencia política de izquierdas, de carácter reformista y moderado.

El comunismo es un sistema de organización social y política que tiene como objetivo la consecución de una sociedad en la que los medios de producción, y en general todas las fuentes de riqueza, pertenezcan al Estado y no a los individuos.

En teoría, las sociedades comunistas permiten el reparto equitativo de todo el trabajo, y de todos los beneficios en función de las necesidades. Algunos de los conceptos de la sociedad comunista suponen que, en último término, no se necesite que haya un gobierno coercitivo y, por lo tanto, la sociedad comunista no tendría por qué tener legisladores. Sin embargo, hasta alcanzar este último estadio, el comunismo debe luchar, por medio de la revolución, para lograr la abolición de la propiedad privada; la responsabilidad de satisfacer las necesidades públicas recae, pues, en el Estado.

El concepto comunista de la sociedad ideal tiene lejanos antecedentes: Antístenes y Diógenes (s.IV), La República de Platón y las primeras comunidades cristianas. La idea de una sociedad comunista surgió, a principios del siglo XIX, como respuesta al nacimiento y desarrollo del capitalismo moderno.

Posteriormente, el término `comunismo' evolucionó y pasó a describir al socialismo científico, la filosofía establecida por Marx y Engels a partir de su Manifiesto Comunista. Desde 1917, el término se aplicó a aquellos que consideraban que la Revolución Rusa era el modelo político ideal, refundido el tradicional marxismo ortodoxo con el leninismo.

Según el filósofo e historiador Karl Marx (Alemania 1818-1883), el comunismo aparecería como culminación de una serie de cambios (no violentos) que se sucederían a través de las estructuras políticas de base burguesa. Estos cambios llevarían a la clase obrera a gobernar de acuerdo con los ideales comunistas. Marx hablaba del comunismo como un movimiento internacional de la clase obrera­—“proletarios de todo el mundo, uniros”—.

En sus obras, Marx y Engels intentaron analizar la sociedad capitalista. Pusieron de manifiesto las contradicciones existentes en el seno de la sociedad contemporánea: los derechos fundamentales no habían abolido la injusticia; los gobiernos constitucionales no evitaban ni la mala gestión ni la corrupción; la ciencia posibilitaba el dominio de la naturaleza pero no el de las fluctuaciones de los ciclos económicos; y la eficiencia de los modernos modos de producción no evitaba la existencia de barrios marginales en medio de la abundancia. En el manifiesto comunista—considerado como una de las primeras expresiones del socialismo científico—Marx expone la nueva concepción del mundo, el materialismo consecuente aplicado también al campo de la vida social, la teoría de la lucha de clases y del papel revolucionario histórico mundial del proletariado como creador de una sociedad nueva, de la sociedad comunista.

Describían (Marx y Engels) la historia de la humanidad como una constante lucha de clases en la que siempre han existido dominadores y dominados; consideraban que la propiedad privada era el origen de todos los males de la humanidad. Según explica Marx, todos los sistemas sociales del pasado habían sido un medio para que una minoría rica y poderosa, pudiera vivir a costa del trabajo y la miseria de una mayoría pobre. Por eso, todo sistema está amenazado por un posible conflicto surgido de cada contradicción histórica. Además, cada modo de producción- primitivo, asiático, esclavista (Roma, Grecia), feudal, capitalista- que se sucede en el tiempo tiene fallos que, antes o después, terminarán por destruirlo, bien por su propia desintegración, bien por una revolución alentada por la clase oprimida. Engels y Marx pensaban que el sistema capitalista también tenía fallos y, por lo tanto, estaba condenado a su autodestrucción. Intentaron demostrar que cuanto más productivo fuera el sistema, más difícil sería que funcionara, estaban convencidos de que el capitalismo acabaría ahogándose en su propia riqueza.

Se creía que el colapso de la economía capitalista culminaría en una revolución política en la que el proletariado se rebelaría contra la clase opresora y acabaría con la propiedad privada de los medios de producción. Dirigida por y para el pueblo (tras un breve periodo de dictadura proletaria), la economía produciría, no en virtud del lucro y la rentabilidad, sino de las necesidades de la sociedad, con lo cual, una vez satisfechas éstas, las desigualdades desaparecerían a la par que los gobiernos coercitivos.

Este proceso ocurriría, según las previsiones de Marx y Engels, en los estados más industrializadas de Europa occidental, donde el capitalismo había creado las condiciones necesarias para que estos cambios tuvieran lugar. Nada más lejos de la realidad; la revolución obrera se inició en la Rusia zarista, un país que en 1917 seguía siendo eminentemente feudal tanto en lo económico como en lo social. El proceso revolucionario ruso es sin duda uno de los acontecimientos más importantes de la Historia. Este país esencialmente feudal, se convirtió en pocos meses en el primer país comunista, sin haber existido el capitalismo, algo que la teoría marxista consideraba fundamental. En 1917, la Revolución Rusa puso fin al gobierno zarista y, tras un periodo de inestabilidad política, convirtió a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en el primer Estado regido por un partido comunista, concretamente el bolchevique dirigido por Lenin.

Por supuesto, el estalinismo se alejó tanto del dogma marxista como de la ideología leninista, estimulando el surgimiento de nuevas vías de comunismo de oposición, tales como el trotskismo, que serían perseguidas y duramente reprimidas. Tres décadas después de la muerte de Stalin, la URSS seguía regida por la imposición y no por el consenso; era una sociedad administrada de forma autoritaria por una burocracia administrativa que no era ni menos conservadora, ni estaba más cerca del pueblo de lo que lo están todas las grandes burocracias del mundo. La vida cultural e intelectual del país seguía, fundamentalmente, bajo el control del partido dirigente. Mientras tanto, la ideología del partido afirmaba que se había alcanzado el socialismo y que la implantación final del verdadero comunismo estaba cercana. El contexto histórico en que tal proceso se desarrolló provocó la disidencia de países en los que, si bien se había adoptado el marxismo, no se aceptaba la hegemonía soviética sobre el conjunto del comunismo mundial; tal fue el caso de China, donde su líder Mao Zedong alumbró una nueva tendencia comunista ajustada a las peculiaridades del Tercer Mundo que recibió el nombre de maoísmo.

La URSS se convirtió en la segunda potencia industrial mundial. El nivel de vida, aunque seguía siendo bajo comparado con el de los países occidentales, había aumentado considerablemente desde la II Guerra Mundial. Sin embargo, hacia finales de la década se fue haciendo patente que el comunismo soviético estaba en crisis. El crecimiento de los nacionalismos entre las repúblicas soviéticas, unido al resentimiento provocado por décadas de escasez y arbitrariedades, desafiaron tanto los fundamentos ideológicos del comunismo como la legitimidad del Estado. A finales de 1991, la lucha política llevó al colapso al Partido Comunista y a la propia disolución de la URSS.

Anarquismo

El anarquismo coincide con socialismo y comunismo en la desaparición de la propiedad privada pero rechaza tajantemente cualquier tipo de poder, sea cual sea su origen. Preconiza la libertad absoluta e ilimitada del individuo, y la supresión del Estado.

Han existido dos escuelas anarquistas—la individualista y la comunista— pero básicamente el sistema de la sociedad anarquista se basa en una organización voluntaria y espontánea de comunidades (agrarias).Desde el nacimiento del anarquismo como movimiento de importancia (Proudhon), los anarquistas han defendido el uso de acciones violentas—sabotaje, atentados terroristas...—para la consecución de sus objetivos. Fueron numerosas las víctimas de atentados anarquistas, normalmente dirigentes políticos: Eduardo Dato, José Canalejas, Canovas del Castillo, el Archiduque Francisco Fernando de Austria, entre otros.

En los primeros años de existencia de la I Internacional la corriente anarquista coexistió pacíficamente la tendencia marxista hasta que en 1872 los anarquistas fueron expulsados (congreso de La Haya). Esta expulsión fue el resultado del desacuerdo de Bakunin y sus seguidores con los líderes de la corriente socialista. Aún fuera de la Internacional, el anarquismo siguió influyendo en gran medida en el movimiento obrero de países como España e Italia, cobrando especial importancia en las zonas rurales.

Como consecuencia del endurecimiento de los gobiernos europeos respecto al anarquismo, surgió el anarcosindicalismo, una importante corriente anarquista que atribuía a los sindicatos un papel fundamental en la lucha contra la `opresión' burguesa y que permitió al anarquismo influir en el movimiento obrero sin necesidad de aceptar la lucha parlamentaria. El anarcosindicalismo defendía también el apoliticismo y la acción directa. En España, tuvo su importancia en determinadas zonas de Andalucía, Extremadura, Murcia, Valencia y Cataluña.




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Enviado por:Paquito El Chocolatero
Idioma: castellano
País: España

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