Verificar que la inversión esté auditada por una reconocida empresa de auditoria contable.

Verificar que la inversión esté registrada en la comisión de valores de su país.

Verificar que la inversión esté registrada en alguna publicación financiera reputada.

Observar si la inversión es completamente transparente. En las inversiones reales uno debe entender perfectamente todos los pasos, adónde va el dinero, y cómo y porqué crece. Es recomendable exigir información impresa sobre la inversión (informe anual, folleto informativo); conocer los gastos y comisiones a la compra, al final de la inversión, y en caso de salida anticipada; conocer los gastos de gestión de los títulos o bienes; saber si tiene fecha de vencimiento fija; conocer el rendimiento que se puede obtener y a qué plazo; conocer las consideraciones fiscales del beneficio y de la pérdida.

Verificar que sea posible recurrir a asesoramiento legal y financiero independientes antes de comenzar la operación. En los fraudes se suelen dar excusas para no hablar del tema con nadie, e incluso se llega a hacer firmar a la víctima un compromiso de confidencialidad.

Verificar que el promotor de la inversión tenga antecedentes impecables y haya estado en operación un tiempo prolongado.

Desconfiar de los intermediarios que realizan un número alto de transacciones. Aunque no es un fraude en sí mismo, es un procedimiento realizado a menudo por intermediarios inescrupulosos: invierten efectivamente el dinero pero multiplican las operaciones, con lo que aumentan las comisiones que extraen a costa del capital.

Desconfiar de las inversiones a crédito. Para facilitar la decisión, algunos promotores ofrecen préstamos por una parte de la inversión que proponen. Es un mecanismo peligroso, porque significa que el promotor, que supuestamente conoce más el negocio, prefiere que sea uno el que corra con el riesgo de la inversión.

Desconfiar de los promotores que proponen de entrada inversiones en productos derivados como opciones o warrants. Son operaciones altamente especulativas sólo aptas para inversores que están realmente dispuestos a correr riesgos muy altos.

Abstenerse de invertir en franquicias o inversiones que requieran que uno luego deba reclutar nuevos inversionistas para aumentar las ganancias o recuperar la inversión inicial. Puede ser víctima del fraude de la franquicia, o fraude de la referencia por cadena. En él la ganancia real no se deriva de vender el producto, sino de reclutar nuevos inversores. Se establece una pirámide, que se derrumba cuando se agota la fuente de inversores potenciales.

Desconfiar de los intermediarios que ofrecen tasas exageradamente altas y no documentan debidamente dónde invierten el dinero. Puede ser víctima de un fraude Ponzi. En esta defraudación, el intermediario no invierte los fondos, sino que los utiliza para pagar los dividendos a los inversionistas iniciales. La pirámide se derrumba cuando el responsable huye con todo el dinero, o cuando aquella crece tanto que la fuente de nuevos inversionistas resulta insuficiente.

Una variante más burda de lo anterior es el fraude de la red secreta de bancos o HYIP (por high-yield investment programs). En él ni siquiera los inversionistas iniciales reciben lo prometido. El cuento típico es que existe un sistema secreto de inversiones entre los grandes bancos que genera retornos desorbitantes, en el que sólo se puede ingresar si se invierten cantidades enormes y se conoce a alguien dentro del sistema.