Arquitecto
Ciudades Hispanoamericanas
CUIDAD HISPANOAMERICANA
Nueva España y Nueva Castilla
El imperio colonial iberoamericano comenzaría con la conquista del Caribe y de México a partir del año 1510 aprox., y del Perú desde el año 1528, y se desarrollaría en distintas etapas de dominio y administración, por un lapso de 300 años.
En los últimos diez años del siglo XVII, se establecerían fundaciones españolas en el Atlántico, así nacería el nuevo Virreinato del Río de La Plata, fundándose las ciudades de Córdoba, Salta y Tucumán al interior de Argentina, además de dos ciudades - puertos fortificadas, Santa María de los Buenos Aires, refundada por Juan Garay en 1580 en la boca del Río de La Plata, y la ciudad de Montevideo al sur oriente, en la desembocadura.
En los siglos XVI y XVII, en sucesivas expediciones por tierra, se organizaron la repartición de reinos y encomiendas en América del Sur, así como la fundación de las ciudades virreinales bajo control de España:
- PERU: 1536 Ciudad de Lima
1540 Ciudad de Arequipa
- CHILE: 1540 Ciudad de La Serena
1541 Ciudad de Santiago del Nuevo Extremo
1542 Ciudad de Concepción
1548 Ciudad de Mendoza
- ALTO PERU: 1560 Ciudad de San Javier de Chuquisaca
1560 Ciudad de Potosí
- COLOMBIA: 1506 Cartagena de Indias
- CUBA: 1514 Ciudad de La Habana
1514 Santiago de Los Caballeros
- PUERTO RICO: 1509 Ciudad de San Juan
- GUATEMALA: 1517 Guatemala
Las fundaciones Españolas: Leyes de Indias
Las fundaciones españolas abarcaron un extenso territorio en el continente americano: desde California en Norteamérica, el Mar Caribe en Cuba y Santo Domingo, hasta el extremo sur, en Argentina y Chile, la fundación de ciudades por parte de los españoles en América “se puede considerar como uno de los mayores movimientos de creación de ciudades de la Historia”.
Desde el descubrimiento del nuevo mundo hasta la independencia de España, a comienzos del siglo XIX, las fundaciones españolas se constituyen en un fenómeno importantísimo dentro de la historia de las ciudades, especialmente desde el punto de vista del rol de la ciudad en el proceso de conquista y ocupación del territorio, de manera intencionada. La ocupación del continente americano por parte de los españoles puede entenderse como un fenómeno geopolítico, puesto que se fundamenta en un afán de expansión e incorporación del nuevo territorio al imperio español. De aquí que la Corona haya tenido consideraciones estratégicas, tanto en lo político y económico, como en lo religioso y cultural.
La ocupación urbana del Nuevo Mundo está condicionada desde sus inicios a factores de diversa índole. La prolífica fundación de asentamientos urbanos presenta elementos comunes a los distintos núcleos urbanos, lo que se constituye en un patrón de fundaciones que otorga al fenómeno una carácter unificar. Se está ante un modelo urbano que responde a la manera estratégica de poblar de la Corona.
La estrategia española en la conquista imperial del continente, basada en la movilidad de pequeños ejércitos compuestos por hombres relativamente bien armados que avanzaban rápidamente hacia el interior para apoderarse del control de los centros de la población indígena, fue al principio la respuesta intuitiva al doble objetivo de hacerse fácilmente con el botín y establecer una ruta occidental española hacia las indias. Sin embargo, también sirvió, de modo fortuito, para establecer el dominio español sobre la mayor parte de los pueblos nativos que se vieron envuelto en la acción, lo que permitió la explotación paulatina de los recursos minerales y agrícolas y el comienzo de la evangelización. Este proceder contrasta de modo directo con el proceso progresivo de la colonización británica en Nueva Inglaterra, basada en la lenta expansión hacia el interior desde enclaves agrícolas costeros auto suficientes. La segunda diferencia fundamental entre os orígenes del imperio español en América y la colonización británica estriba en que, una vez que los españoles tomaron posesión de las estructuras de poder existentes, su dominio se consolidó mediante “ciudades fundadas en territorios desconocidos y a menudo hostiles que eran de hecho centros de conquista y de control político”. A diferencia de las primeras ciudades de Nueva Inglaterra que hicieron su aparición para servir a los procesos orgánicos, las ciudades hispanoamericanas estaban planeadas en respuesta a la “necesidad estratégica de concentrar los escasos recursos humanos en un perímetro limitado y por lo tanto, militarmente defendible.” “La ciudad no surgía para servir sino para dominar. Los españoles salían de ellas en un entorno hostil para conquistar, controlar y adoctrinar a las poblaciones circundantes”.
Como principio directa de los principios que rigieron la colonización en las áreas re conquistadas en su España natal, los conquistadores ocuparon las nuevas ciudades, de las que estuvieron excluidos en primera instancia los pueblos conquistados, que o bien permanecían en sus aldeas o se convertían en habitantes de municipios que se extendían a prudente distancia a fin de dar alojamiento a la necesaria mano de obra indígena. Hay que establecer una distinción entre las ciudades existentes, rehabilitadas, tales como Tenochtitlán, Cuzco y Quito, donde coexistían europeos e indios, aunque en barrios totalmente separados, y las nuevas ciudades como Lima, donde existían asentamientos independientes. Existe un precedente parcial de este sistema colonial si nos remontamos a la planificación estratégica del imperio romano que había impuesto y mantenido su dominio mediante un programa sistemático de fundación de “nuevas ciudades” en muchos lugares de la Península Ibérica - como también en Británica y en otras provincias, con la importantísima excepción de que los asentamientos civiles romanos estaban pensados desde el principio para ser ocupados por los pueblos conquistados.
España llegó a dominar sus territorios americanos en un plazo de muy pocos años, mediante el despliegue de fuerzas extraordinariamente reducidas. Débiles al principio y sin duda vulnerables si hubieran debido soportar una sublevación prolongada de os indígenas, la firme consolidación del control español se logró por medio de la transmutación de antiguas ciudades militares en centros administrativos, económicos y políticos que dominaban extensas regiones. “Esta estrategia colonial centrada en los núcleos urbanos tuvo dos consecuencias inmediatas - señala Portes, en primer lugar, limitó desde el principio la posible aparición de una frontera en el sentido norteamericano y; en segundo, consolidó supremacía de la ciudad sobre el campo”.
Por lo que se refiere al primer punto, con las excepciones pertinentes de Méjico y Chile, las provincias de la América Latina tenían una extensión definida aunque vastas regiones permanecieron sin colonizar durante el período de ocupación española. La falta de nuevos territorios y recursos susceptibles de ser conquistados más allá de una frontera, junto con otros factores - en especial la adormecida intervención de la burocracia española, contribuyo a determinar las características nacionales pasivas y estáticas, en contraposición a esos inquietos y dinámicos atributos propios de los EEUU de América. La segunda consecuencia, que también ha sido de una trascendencia política, económica y social decisiva, resultó inevitable en tanto que la “jurisdicción de la ciudad no estaba restringida a un área determinada y no dejaba el campo en manos de los propietarios rurales. Los fieros de las ciudades hispanoamericanas reconocían la propiedad de éstas sobre sus traspaíses respectivos, tanto en el sentido de la titularidad económica como en el sentido de control político - administrativo”. A los conquistadores se les encargó oficialmente la misión de fundar ciudades, y a las ciudades, a su vez, se les confió la tarea de “encauzar y socializar las aspiraciones de una población europea ingobernable”. La creación de ciudades y su administración ulterior se hallaba sujeta a las instrucciones reales codificadas burocráticamente procedentes de Sevilla y conocidas comúnmente como LEYES DE INDIAS.
Chile fue colonizado directamente desde el Perú por Valdivia, que llegó a fines del año 1540 al mando de 200 españoles y un numeroso ejército peruano. Ante la enconada resistencia indígena decidió avanzar tierra adentro donde fundó el 12 de Febrero de 1541 la ciudad de Santiago de Chile, que pronto habría de convertirse en “una modesta pero sólidamente establecida comunidad agrícola en uno de los más maravillosos y más fértiles valles del mundo”. Valparaíso se fundó en 1544 como principal puerto de abastecimiento, y la Serena 1544 y Concepción en 1550 fueron ciudades fronterizas, al norte y al sur respectivamente, de la temprana colonia española. Por las constantes sublevaciones que se prolongaron hasta la independencia, alcanzada en 1817, se hizo necesaria la permanente presencia militar española, cuyo coste a partir de 1600 convirtió a Chile en una “zona deficitaria” dentro del imperio, que requería continuos subsidios de la Corona. Como colonia agrícola lejana y potencialmente peligrosa, Chile no representaba grandes atractivos para los emigrantes españoles que no excedían de 5.000 hacia fines del siglo XVI. Desde Chile, una expedición a través de Los Andes, hacia lo que es hoy Argentina terminó con la fundación de Mendoza 1561, y de Tucumán, en 1565.
Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias.
El hecho de mayor interés de la ciudad hispanoamericana corresponde a la concepción paradigmática de una “ciudad tipo”, condicionada por las Leyes de Indias para la América hispánica. En 1573 Felipe II promulgó un real decreto por el que debían regirse la creación y el planeamiento físico de las nuevas ciudades a lo largo y ancho del Imperio. Este decreto incorpora el “estatuto” existentes otorgado a quienes se proponían colonizar los territorios, la cual estuvo en vigor durante todo el período del Imperio Español en América y, se aplicó asimismo a las ciudades españolas en lo que más tarde serían los EEUU. Sin embargo, no se hizo cumplir estrictamente, de tal modo que los cientos de aplicaciones representaron variaciones. Con ello, la fundación de las nuevas ciudades respondían a dos principales razones de ser:
Un ROL EN SI MISMA, como núcleo básico de concentración de la población, ciudades que concentran el gobierno de su región circundante de influencia, administran la justicia y actúan como unidad de difusión de la religión católica y la cultura europea.
Un ROL ESTRATEGICO, entendiendo la ciudad como una unidad productora y de presencia en un marco de colonización y conquista que siempre fue pacífico. Este aspecto incide de manera más directa en la localización de los asentamientos en una primera instancia, puesto que dónde situarse estaba fuertemente dictaminado por consideraciones económicas y político - militar.
En su formulación, los reglamentos se basaban en la experiencia de los primeros colonizadores. Aunque aparentemente no se especificaba como talen las Leyes, en la práctica, se acostumbrara a llevar un trazado viario reticular. En teoría dentro de la red viaria, los reglamentos determinaban la ordenación de detalle. Existían más de tres docenas de artículos y cláusulas consultivas; una de las primeras contemplaba las necesidades derivadas del futuro crecimiento, exigiendo:
“El plano de la ciudad, con sus plazas, calles y solares se trazará mediante mediciones con regla y cordel, empezando por la plaza principal donde deban converger las calles que conducen a las puertas y caminos principales y dejando espacios libres suficientes de manera que si la ciudad crece pueda siempre ampliarse de forma simétrica”.
El proceso de fundación comenzaba con la determinación del lugar físico, la parcela que ocuparía la plaza mayor. Es el elemento central, componente característico de la ciudad imperial española, a la que se le otorgaba el énfasis apropiado. Esta representaba, para los españoles, el símbolo de la unidad cívica, puesto que era el único lugar donde se realizarían actividades en las que todo el pueblo participaría. En torno a ella, se sitúan los edificios más importantes, además de las principales instituciones públicas y la iglesia mayor de la ciudad. De este modo se constituye, por un lado en el lugar privilegiado desde el punto de vista de la accesibilidad y de la centralidad para la actividad comercial; y por otro lado en elemento articulador de los más importantes edificios públicos, administrativos y religiosos. En la plaza misma, se organizaba el mercado, los espectáculos centrales, los bailes y los ajusticiamientos públicos.
En las ciudades ribereñas se prescribía para la plaza una ubicación convenientemente próxima al mar o al río; para las ciudades del interior “ la plaza central debía situarse en e centro de la ciudad, de forma rectangular, siendo su longitud de la menos una vez y media su anchura, ya que ésta es la mejor proporción para as fiestas en las que intervienen caballos y para otras celebraciones. El tamaño de la plaza deberá ser proporcional al número de habitantes de la ciudad, teniendo en cuenta que las ciudades de las indias, siendo nuevas, están sujetas a crecimiento; y es, en efecto, nuestro propósito que crezcan. Por este motivo la plaza deberá planearse en relación al posible crecimiento de la ciudad. No deberá tener menos de 200 pies de ancho por 300 de largo, ni más de 500 de anchura por 800 pies de longitud. Una plaza bien proporcionada de tamaño medio deberá tener 600 pies de longitud por 400 de anchura”.
En cuanto al planeamiento de detalle de calles y solares que formaban la plaza, las ordenanzas eran explícitas, exigiendo:
“Cuatro calles principales que partan de la plaza, una del punto medio de cada lado, y dos desde cada esquina. Las cuatros esquinas deberán estar orientadas según los cuatro puntos cardinales, pues de este modo las calles que desembocan en la plaza no estarán expuestas directamente a los cuatro vientos principales. Toda la plaza y las cuatro cales principales que irradian de ellas estarán de pórticos, ya que éstos suponen una gran ventaja para las personas que allí se reúnen con fines comerciales...
Los pórticos de las plazas no deberán estorbar a las ocho calles que convergen en ella por las cuatros esquinas. Estos pórticos terminarán en las esquinas, de modo que el pavimento de las calles puede ser alineado con el de la plaza. Las calles serán anchas en las regiones frías y estrechas en las cálidas; pero con fines defensivos, en aquellos casos que requieran caballería, tendría que convenirse que aquellas fueran amplias...”
La supresión de las calles que partían del punto medio de cada lado fue una de las desviaciones más frecuentes de las ordenanzas.
La iglesia tenia que ser el edificio dominante de la plaza, retirada con respecto a la alineación de ésta con el fin de acentuar su preeminencia simbólica:
“En las ciudades del interior la iglesia no deberá situarse en el perímetro de la plaza, sino a una distancia tal que aparezca aislada y separada de los otros edificios para que puedan apreciarse sus fachadas desde todos lados, de este modo aparecerá más hermosa y más majestuosa. Deberá levantarse por encima del nivel del suelo, de manera que la gente deba subir una serie de peldaños para entrar a ella..."
Las iglesias de las ciudades ribereñas tenían que dar frente a la plaza y estar construidas con solidez para ser utilizadas como fortalezas en caso de emergencia.
Los solares que rodeaban los restantes lados de la plaza no podían otorgarse a particulares, pues estaban reservados a edificios públicos, entre los cuales se incluiría “el hospital de los pobres, para enfermos no contagiosos que se construirá en el lado norte para que su fachada quede orientada al sur...” Se dispondrían asimismo emplazamientos para “las tiendas y residencias de os comerciantes que serían las primeras en edificarse”. Los solares necesarios para los primeros colonos serían distribuidos por sorteo, con la condición de que “los solares no asignados deberían reservarse a los colonos que pudieran llegar más tarde, o para disponer de ellos con arreglo a nuestros deseos.”
Las ordenanzas habían empezado con consideraciones acerca de la elección del emplazamiento, que debía ser apropiado no sólo para los núcleos urbanos, como se ha dicho, sino también en previsión de un traspaís agrícola, para lo cual las ciudades - región de Andalucía proporcionaron el modelo inmediato. “Se asignará a cada ciudad un suelo comunal, de dimensiones adecuadas para que así, aunque creciera enormemente, se dispusiera de espacio suficiente para el ocio de sus habitantes y para apacentar el ganado de éstos sin invadir la propiedad privada.” Más allá de estos terrenos públicos se extendería el suelo agrícola, dividido en tantas parcelas como solares tuviera la ciudad.
Tampoco se descuidaron los detalles estéticos; existía una breve ordenanza al respecto. La transcendencia simbólica de la ciudad española de nueva planta para los indios aborígenes se intensificaría al serles prohibido el acceso a ella en tanto las fortificaciones y casa no estuvieran terminadas.
Según Trebbi, la aplicación de los postulados de las Leyes de Indias presenta dos aspectos negativos:
Se puede decir que su base conceptual es “arqueológica” por practicarse como una reconstrucción de un tipo fuera de escala en muchos lugares y circunstancias.
La planificación aplicada ideada en España es ajena a las condiciones reales de los variados lugares, sin contemplar el terreno, la tradición cultural u otras soluciones específicas, en los diferentes períodos y comarcas colonizadas.
DECRETO DE 1573: LEY URBANISTICA DE FELIPE II
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Las nuevas funciones no deben ser emplazadas en lugares previamente ocupados por los indios.
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El trazado del plano del terreno con sus plazas, calles y solares se haría a cordel y regla. La retícula ortogonal y regular de traza desde la plaza mayor y sacando desde ella las calles a las huertas y caminos principales..."Dejando tanto compás abierto aunque la población vaya en gran crecimiento se puede siempre proseguir y dilatar en la misma forma".
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La plaza mayor debe estar al centro de la ciudad y debe tener forma oblonga con una longitud que equivalga, al menos una vez y media a su anchura, porque esta posición es la más indicada para las fiestas en las que usan caballos".
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La amplitud de la plaza debe ser proporcionada al número de habitantes. No debe tener menos de 300 pies de ancho, ni debe ser más ancha de 500 pies y de largo a lo menos de 800 pies. Una plaza bien proporcionada debe ser de regular tamaño y debe tener 600 pies de largo por 400 de ancho.
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Cuatro calles principales deben salir de la plaza mayor desde el punto medio de cada uno de sus lados y dos calles más, de cada uno de sus cuatros esquinas.
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Alrededor de toda la plaza y por las cuatros principales, las que salen del medio de cada lado de la plaza, estarán cubiertas por soportales (portales) para ser usados por comerciantes.
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Las calles deben ser anchas en las regiones frías y estrechas en las cálidas. Para la defensa de la ciudad, allí donde se usan caballos, convendría que sean anchas.
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En las ciudades del interior la iglesia no debe estar dentro del perímetro de la plaza, sino a una distancia tal que haga parecer independiente de los otros edificios, de manera que pueda ser vista desde los alrededores. Deberá además alzarse del nivel del suelo por medio de un zócalo
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Los solares a edificar alrededor de la plaza mayor no deben ser adjudicados a colonos particulares sino reservados para la iglesia, las casas reales y los edificios monumentales públicos. Los comercios y las viviendas de los comerciantes que deben ser las primeras en construirse.
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Todos los edificios, en lo posible deben ser uniformados para que la ciudad resulte bella.
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Debe ser asignado a cada ciudad un gran terreno para uso común (tejidos) con suficiente espacio libre para el solaz y esparcimiento de sus habitantes y para el pastoreo del ganado sin interferir con las propiedades privadas.
Según un estudio realizado en 1976, sobre el marco de la planificación de la Corona, existen “razones fundacionales” principales:
Voluntad de la Corona Española de fundar ciudades y establecer bases colonizadoras como centros de explotación agrícola.
Razones de tipo religioso, de evangelización de los indígenas y objetivos militares de defensa.
Establecimiento de “cabezas de puente” para penetraciones hacia nuevas tierras y la administración de amplias zonas desde el punto de vista jurídico y político.
Explotación de fuentes mineras, bases comerciales y puntos de enlaces para comunicaciones con la metrópoli.
Estaciones intermedias en rutas comerciales para abastecimientos de transporte.
De este modo, se puede establecer que en las fortificaciones americanas las consideraciones de orden económico aparecen supeditadas a aquéllas de orden político. De aquí que los asentamientos americanos jugaran un rol preponderantemente colonizador, puesto que las ciudades se constituyen como el centro de control de un territorio más amplio y no persiguen atraer hacia ellas las fuentes económicamente de una región. Por lo mismo, las fundaciones españolas pueden ser entendidas, en su génesis, como una herramienta de colonización y conquista.
Conclusión
Los más o menos 300 años de dominio español pusieron los cimientos inmediatos y, en la mayoría de los casos, permanentes, de la vida política, económica y social de las repúblicas de América Latina. Los asentamientos coloniales españoles y portugueses aportaron sistemas urbanos globales y elaborados, y prácticamente en todas las grandes ciudades fundadas al principio del período imperial. De las 20 ciudades más populosas de América Latina en 1970, 15 se crearon durante el período comprendido entre 1520 y 1580, en contra posición a EEUU que solamente 5 de las grandes ciudades modernas se fundaron durante el siglo XVII. No obstante, debido a que muchas de ellas fueron creadas básicamente por razones políticas artificiales, a menudo ajenas a su situación económica naciente, muchas de las ciudades coloniales que llegaron a consolidarse con éxito precisaron de uno o más traslados a nuevos emplazamientos, hasta que lograron alcanzar una base económica adecuada.
Las variaciones que se reconocen son el resultado de la adaptación, de este “modelo”, aun lugar que presenta connotaciones espaciales, desde su geomorfología, hasta situaciones puntuales desde el punto de vista estratégico militar, como el caso de las fortificaciones. Las principales ciudades en la época de la colonia, en su gran mayoría, constituyen hoy los centros regionales y/o metropolitanos de las naciones latinoamericanas. Se mantienen el trazado del damero fundacional original, a pesar de la gran expansión observada en este siglo en la gran mayoría de estas ciudades.
La América Latina se ha destacado desde sus orígenes coloniales por la desproporcionada primacía de los relativamente escasos centros metropolitanos. Este rasgo distintivo del proceso de urbanización hispánico, reflejaba la fuerte centralización a que estaba sometida por el gobierno y la burocracia de la administración. La pronta dominación de aquellas ciudades se consolidó aún más a causa de su papel complementario como capitales religiosas, siendo las más importantes la Ciudad de Méjico, capital del Virreinato de Nueva España con el 58% de la población en 1630; y Lima, capital del Virreinato del Perú, con el 55,8% de la población al mismo año. ...”En la mayoría de ellos la forma de gobierno es en gran medida centralista... el presidente de la nación, investido de una autoridad bastante similar a la de sus predecesores reales o vicerreales, recurre al amplio poder de si dispensa personal en casos particulares”. “Los gobiernos nacionales acusaban - y muchos de ellos durante el siglo XX lo demostraron, características heredadas del pasado colonial, pero fortalecidas y acentuadas por el esfuerzo de establecer un gobierno unitario efectivo... cuyo caso extremo más notable consistía en la militarización del gobierno."
Desde el punto de vista social en América Latina existían dos mundos: las ciudades nuevas, proyectadas exclusivamente para los descendientes europeos - ciudades españolas, y los barrios indios, quienes proporcionaban la mano de obra necesarias para las tareas domesticas.
A principios del siglo XIX, las ciudades de América Latina eran por lo general pequeñas y tenían una apariencia modesta... “durante el período colonial no parece haber existido interés alguno en embellecer las ciudades, que en su mayoría no eran más que simples aldeas, precariamente construidas y mal atendidas... en las ciudades coloniales no había complejos urbanos de valor arquitectónico significativo, excepto los que se formaron alrededor de la Plaza de Armas en Ciudad de Méjico...”
Asimismo, durante mismo período los regímenes republicanos heredaron por lo general de su pasado español únicamente ciudades rudimentarias que habían gozado, no obstante, de los beneficios resultantes de sus orígenes urbanos planificados de acuerdo con los trazados reticulares.
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Enviado por: | Hanger |
Idioma: | castellano |
País: | Chile |