Antropología
Chile
INFORME DE TERRENO SALAMANCA
TURISMO Y BRUJERIA
“UN TERRENO, UNA EXPERIENCIA Y EL FINAL DE UN PROCESO”
(valle de Salamanca**)
INDICE
INTRODUCCIÓN..............................................................................3
EL TERRENO.....................................................................................5
LA RAJA DE MANQUEHUA ..........................................................12
EL TERRENO(SEGUNDA PARTE) .................................................16
LA SEÑORA MARTA ......................................................................18
LA DESPEDIDA.................................................................................20
LA BRUJERÍA....................................................................................23
EL TURISMO......................................................................................28
CONCLUSIÓN....................................................................................34
NOTAS ................................................................................................36
BIBLIOGRAFÍA.................................................................................37
ENLACES A INTERNET Y NOTAS FINALES...............................................................................................38
INTRODUCCIÓN
Mas vale tarde que nunca dice el famoso dicho popular. En fin. A dos años del terreno en Salamanca son muchas las cosas que me han ocurrido, antropológicamente hablando, y como es obvio, personalmente hablando también. El tema de los días de terreno (nota 1) se ha convertido en un calvario que no me deja avanzar en todos los planes que tengo, algo sucede que siempre van faltando, haga lo que haga. Sin embargo, el motivo para finalmente realizar este informe, va mucho mas allá de convalidar días (que me hacen falta de todas maneras), pues representa ya a estas alturas la despedida de mis tareas académicas de alumno. Es decir, cumplo con el informe final de terreno, y aprovechando los dos años que han transcurrido, me sirve además para revisar todo el proceso de antropólogo que he experimentado en este tiempo. Por otro lado, creo necesario estampar aquella experiencia (la de Salamanca), en un informe que trascienda, y perpetúe aquel terreno, pues fue uno de los más significativos que he realizado por una serie de características que en el documento iré señalando, junto con tratar dos temas que siempre me han cautivado: el turismo y la brujería.
Claro, ahora con lejanía de miras, creo que los objetivos del informe original pecaban mucho de ingenuo y de ambicioso, pues tratar de unir ambos temas en un solo terreno, era por así decirlo, bastante descabellado. Primero, porque cada tema en sí, es un mundo, y segundo porque relacionarlos es algo así como tratar de unir la teoría cuántica del universo, con la de la relatividad (guardando las proporciones claro), es decir lo más microscópico, con lo más macroscópico. Esto debido a las dimensiones de la vida, tan disímiles que encierran cada uno. Por un lado el turismo, bastante mirado a menos por las ciencias sociales como fenómeno, por una asociación casi innata al turismo como tema “light”, o al menos como tema vinculado a empresas y mercado, que no cumple con los requisitos “profundos” de las ciencias sociales. Por el otro, todo lo contrario, el tema de la brujería llega a lo más profundo de la dimensión social en aquellos grupos humanos donde esta creencia se vive, se siente y se palpa. Tema sacro por definirlo de algún modo, asociado a los temas que más nos llegan como seres humanos, la muerte, la vida, la salud, la fe, la sanación, etc.
Entonces relacionar ambos, en algo como Turismo Rural, o Cultural si se prefiere, enfocado a la brujería, llega a sonar hasta como un insulto para las creencias de las personas en las que la brujería es parte constituyente de sus vidas. Esto se debe a una imagen que suelo asociar a una anécdota que me ocurrió cuando era alumno de Básica en el colegio, tiempo en el cual estuvo de “moda” el tema de la tolerancia y la apertura a otras formas culturales. Entonces la directiva del colegio no encontró nada mejor que invitar a una agrupación Mapuche para mostrar, a todo el colegio una muestra de esta cultura milenaria. Era verano, se dispusieron unas especies de gradas mecano alrededor de una multicancha de baldosas, material que triplicaba el efecto del sol y el calor, y ahí todos sentados se mostró lo que era el mundo Mapuche. Una machi de avanzada edad, con sus vestimentas tradicionales, en gran parte de negro, con unas calcetas de lana casi hasta la rodilla, junto a otros Mapuches más jóvenes, encargados de bailar alrededor del canto y el tamborileo del cultrún que efectuaba la machi. Para colmo de surrealismos, una especie de manager, también Mapuche, con un alta voz explicaba este espectáculo que nadie entendía mucho, y que lejos de motivar el acercamiento cultural, provocaba las risas y burlas de los alumnos en las gradas.
En ese momento, me pareció bastante denigrante toda la situación, no por academicismos culturales, ni por lo vulgar del espectáculo, sino por esa pobre “vieja” que veía cantar en el medio de la multicancha, en medio de ese calor espantoso, y con una expresión en su cara que más asemejaba a una persona realizando movimientos en calidad de autómata, que a una autoridad de su cultura.
Lo del turismo asociado a la brujería me lleva a ese acontecimiento, a terminar en agencias promoviendo tures para conocer los ritos de un verdadero “brujo”, donde unos gringos, con cámaras de fotos y de video se dedican a grabarlo todo, sin entender nada, y donde en definitiva una creencia sacra para las personas, termina degradándose en un espectáculo humillante, donde poco y nada se logra educar, y donde los términos de la relación son siempre asimétricos, pues el turista es el portador de una cultura ganadora y el brujo un portador sometido de una cultura que apenas logra sobrevivir. Se me imagina como una agresión cultural, más que una forma en que dos culturas interactúen y se enriquezcan mutuamente.
Claro, esto es una revisión somera y un poco fatalista, a pesar de ello, este tipo de turismo se da bastante, incluso en aquellas formas de turismo supuestamente orientado a “educar”, como el Turismo Rural, el Agroturismo, el turismo cultural, etc., que se comienza a implementar, no con la brujería en específico, pero sí con otro tipo de costumbres y tradiciones. Sin embargo, con esto no pretendo descalificar el desarrollo del turismo, ni menos el fenómeno turístico, pues creo que encierra grandes posibilidades de desarrollo de acuerdo a pautas donde se respeten los contextos culturales y medioambientales y donde todos los involucrados salgan beneficiados.
Que decir de la brujería, algo que se ve como superstición, y que a pesar de todo, hasta el más escéptico y racionalista alguna vez se ha visto envuelto en experiencias de esta naturaleza, que salen fuera de todas sus explicaciones “científicas”, y que se terminan atribuyendo a alguna clase de conocimiento asociado a esta práctica. Y es que, a pesar de que desde niños se nos enseña a vivir en un mundo descifrado y seguro, donde todo tiene su explicación, siempre queda la sensación de que hay algo más. Bueno este terreno trata de un lugar, donde ese algo más es parte de la vida de muchos, y donde nosotros, los cientistas sociales, también terminamos envueltos. ¿Sugestión? ¿ La fuerza de creencias arraigadas desde los albores de la humanidad? Quien sabe, yo sólo me voy a dedicar a teorizar sobre algunos temas que me parecen interesantes para la antropología (y para mí, claro), y a relatar la experiencia de este terreno realizado en Salamanca, experiencia inolvidable, rodeada de magia, brujería y por supuesto, de turismo, si al final, el antropólogo siempre tendrá algo de turista, aunque éste no lo quiera reconocer.
EL TERRENO
Salamanca se encuentra en la precordillera de la IV región, 32 Km. al sudeste de la ciudad de Illapel, y a 88 Km. de la ciudad de Los Vilos (situada en la costa). El camino desde Los Vilos, hacia Salamanca con rumbo a la cordillera, demora alrededor de una hora. El camino es pavimentado, y va cruzando una serie de cerros, pasando por la ciudad de Illapel, hasta llegar definitivamente a Salamanca.
Salamanca posee una extensión física de 3.443,8 Kms2, cuenta con una población de 23.126 habitantes 9.454 de los cuales habitan el área urbana y 13.672 en el área rural.
Este terreno fue realizado durante los meses de Enero y Febrero del año 2001, y se prolongó por un poco más de 20 días. Por una serie de características que voy a ir relatando a lo largo de este informe, este terreno se convirtió en una de las experiencias más significativas que he tenido a lo largo de mi quehacer antropológico.
El grupo de investigación estuvo conformado por 3 compañeros de generación (Gloria, Paulina y Pablo) y otros dos compañeros de otros años (Ximena y Beatriz), luego se sumaría una amiga de periodismo (Fabiola), junto a su pololo (Alex), dedicado a las artes visuales y a un amigo de éste (Hernán), dedicado al mismo rubro. Este detalle otorgó a la experiencia un aliciente más que potenció la investigación, pues adquirió enfoques multidisciplinarios que enriquecieron nuestros puntos de vistas y complementó de muy buena forma nuestra visión antropológica de las cosas.
El terreno de Salamanca, tuvo muchas cosas surrealistas, pero el detalle que tal vez se lleve el premio al surrealismo puro, fue el lugar donde terminamos alojando durante nuestra permanencia en terreno: unas oficinas que hacían las veces de bodega en las dependencias de Cema Chile (centro de madres, creado por Lucía Hiriart, esposa de Pinochet). Las vueltas del destino, esto considerando que ninguno de los que realizábamos aquel trabajo de campo era precisamente de derecha, de hecho ninguno de nosotros estaba interesado en temas de política contingente y los objetivos de nuestra investigación nada tenían que ver con ello tampoco. Pero ahí estábamos, rodeados de fotos y cuadros de doña Lucia y de su esposo, durmiendo en el suelo bastante hacinados en las bodegas de Cema Chile. Por lo demás, dicho sea de paso, la atención fue siempre muy cordial por parte de la encargada del lugar, por lo que no nos podríamos quejar de la hospitalidad recibida en nuestro hotel cinco estrellas. Vaya de pasada un saludo para ella.
Lo bueno de un terreno en el cual se dispone de más tiempo de investigación (esto en comparación al terreno anual de la escuela de Antropología de la U.Bolivariana (nota 2) que dura una semana aproximadamente, aunque claro, son dos instancias diferentes y cuyos objetivos también difieren en cuanto a experiencia y tiempos de investigación), es que uno se puede ir aclimatando al lugar y el lugar a uno. La gente que en principio mira un poco extrañada a los forasteros que se desplazan por la zona realizando entrevistas y sacando fotos, se comienza a familiarizar con uno, y uno con ellos, con el lugar, con los espacios, con el clima, etc.
Salamanca está rodeado de pequeños pueblitos cercanos, lugares a los que fuimos llegando guiados por los datos obtenidos de personas que nos indicaban que en esos lugares también residían conocidos brujos, meicas(curanderas), tarotistas, etc.
Es decir, nuestro terreno no se limitó sólo a Salamanca, sino que también a sus alrededores.
El verano otorga a los pueblos de nuestro país una especie de ambiente festivo, carnavales, fiestas costumbristas, organización de actividades en las plazas de armas que adornan el ambiente veraniego de estos parajes. Salamanca no fue la excepción. En efecto, mi primera impresión del lugar fue bastante distinta a lo que me había imaginado de un pueblo de la precordillera en el Norte del país.
Llegamos a nuestro destino una noche de finales de Enero, junto a Gloria, pues el resto del grupo había arribado un día antes y quedamos en juntarnos en la plaza de armas de Salamanca. Pensando encontrar un pueblito ya adormecido por la hora de llegada (a eso de las 1 de la mañana), transitado casi por carretas y compuesto de casas de adobe. Sin embargo, grande fue la sorpresa al ver un panorama diametralmente opuesto a lo imaginado. Una plaza de armas bastante grande, con gran cantidad de personas transitando en ella, rodeada de lugares comerciales, desde restaurantes, pasando por pizzerías, hasta shoperías con asientos en la vereda al puro estilo parisino. Esto complementado con una población flotante en la plaza compuesta en su gran mayoría por gente joven. Es decir, era casi como haber llegado a la Plaza Ñuñoa, acá en Santiago en algún fin de semana por la noche.
Luego, nos encontramos con nuestros amigos y nos fuimos a instalar a nuestras dependencias en las oficina-bodegas de Cema Chile. Bueno, esta primera impresión se iría reafirmando con el pasar de los días pues nos fuimos dando cuenta que aparte de los locales alrededor de la plaza existían una serie de pubs- discotheque y bares que atendían hasta altas horas de la madrugada (una que otra vez visitamos estos lugares, como parte de nuestra investigación claro).
Los días que sucedieron a nuestra llegada, pusieron a prueba nuestra capacidad de adaptación a este nuevo ambiente geográfico, y esto no lo digo exagerando, ya que el calor que se dejaba caer pasadas las 10 de la mañana y que se extendía hasta pasadas las 5 de la tarde, era prácticamente insoportable para todos. Más si se toma en cuenta que la gran mayoría de nuestros recorridos eran realizados a pie y que significaban largas caminatas que se podían prolongar durante horas, en lugares donde los árboles, o cualquier sitio donde encontrar un poco de sombra para escapar del sol abrazante eran muy escasos.
Al cabo de una semana aproximadamente, se unió a nuestro grupo de investigación Fabiola, nuestra amiga de periodismo, junto a Alex y Hernán y a todo el equipo de registro visual (cámaras de video fundamentalmente) que traían consigo. Este hecho no fue menor, porque aparte de significar para todos nosotros un mayor hacinamiento en las dependencias en el Cema Chile, otorgó a nuestra investigación un carácter transdisciplinario que enriqueció nuestros puntos de vista metodológicos y teóricos. En general, los antropólogos estamos familiarizados con métodos de recopilación de datos más “tradicionales”, es decir una libreta de notas, una grabadora de sonidos y como mucho una cámara fotográfica. Las cámaras de video eran un elemento bastante novedoso para nosotros (en nuestra malla curricular existe el ramo de antropología visual, sin embargo son pocos los que se deciden a utilizar cámaras de video para realizar sus investigaciones (nota 3).
Cada noche, al final de largos días de trabajo nos juntábamos todos a conversar sobre los conocimientos obtenidos en el día, donde se entremezclaban lo visual, lo periodístico y lo antropológico. Claro, este tipo de conversaciones no estaban exentas de divergencias de enfoque y percepciones, pero todo aquello servía para potenciar más la investigación, por lo demás, todo quedaba zanjado luego de que las conversaciones se alargaban y finalizaban con temas que abarcaban desde lo humano a lo divino.
El hecho de que Salamanca tuviera estas características tan citadinas, ya antes señaladas, y de que no fuera un pueblo pequeño, sino que un pueblo con muchas características de ciudad, ayudó para que nuestro grupo de investigación no representara un mayor impacto en el entorno (éramos nueve personas, lo que no dejaba de ser un número bastante abultado), esto sumado al hecho de que en verano llegan más personas externas al pueblo, con lo que nuestra presencia se diluía en las demás personas visitantes.
Nuestros primeros días de trabajo estuvieron enfocados a tantear el terreno de investigación y a recopilar datos de personas que nos pudieran ayudar en nuestros objetivos investigativos, es decir algo así como identificar a posibles “informantes claves”. Sin embargo, resultó que la gente se mostró bastante renuente a hablar del tema de la brujería de buenas a primeras, o nos miraban como si estuviésemos preguntando sobre algún tema casi demoníaco, o simplemente abortaban toda tentativa de conversación con frases tipo “esas cosas no existen, son puras supersticiones”. Con el pasar de los días, y con nuestro sentido común ya más contextualizado al lugar, pudimos darnos cuenta de la existencia de una gran cantidad de personajes ligados a las creencias populares asociadas a la brujería, es decir Meicas, personas que veían las “aguas”(orina) para detectar enfermedades, tarotistas reconocidos más allá de la provincia incluso(muchos de ellos nos contaban que eran consultados por personas de todo Chile que viajaban especialmente a Salamanca para verlos), sanadores naturistas y brujos reconocidos e incluso temidos que habitaban en las cercanías.
Lo de contextualizar el sentido común, creo yo, es un aspecto fundamental del antropólogo, y en el que se basa en gran medida el éxito o fracaso de su investigación. Este es un punto que se da casi por sobreentendido en los terrenos, que se nos agudiza a lo largo de la carrera, pero que a pesar de todo, no se hace lo suficientemente consciente como debería. Me explico. El sentido común, se cree que es algo que tienen todas las personas, y que por ende es igual en todos lados, yo pienso, y mi experiencia así me lo ha demostrado, que esto no es así. Si bien es cierto en Chile como país compartimos más cosas comunes entre compatriotas, que lo que podría ser con personas de otros países, también es cierto que esta afirmación es muy vaga y demasiado generalizante. El sentido común nace de la interacción entre personas, de pautas sociales y patrones de conducta socialmente aceptados, o inaceptados, por esto mismo el sentido común es variable dependiendo de los contextos en los que se da, más cuando este proviene de comunidades más pequeñas donde el contacto entre personas es más estrecho, más directo y personal, es decir el sentido común es fuerte y con las características propias de lo que esa comunidad designa como correcto y no correcto. Por decirlo de algún modo, es un sentido común vivo y en estrechísima relación con el lugar en donde se ha construido, a diferencia de lo que pudiera ser el sentido común de un barrio alto de alguna gran ciudad, donde el contacto persona a persona es más limitado y el sentido común emana de fuentes, si se quiere más “globalizadas” que de la interacción de persona a persona, es decir aquel sentido común se puede aprender en el colegio o en instituciones más formales. Por ende, una persona de barrio alto que viaje a Nueva York a juntarse en reunión de negocios con gente, también de una clase alta de ese país, sabrá en gran medida cómo comportarse, pues los rige un sentido común “estandarizado”. No obstante, esto no ocurre en un pequeño pueblo donde aquellas pautas del sentido común no son globales, sino que responden más a criterios locales.
Ahora claro, una persona va y mata a alguien, lo más probable es que sea un hecho sancionado tanto en una comunidad pequeña, como en la junta de negocios en Nueva York, pero si se trata de ahondar en aquella parte de la cultura más profunda, poniéndonos Geertzianos (nota 4), se debe tener mucho cuidado en primero constatar las pequeñas grandes diferencias que constituyen el sentido común de una comunidad ajena a la nuestra.
Nuestro error, en aquellos primeros días en Salamanca fue preguntar de buenas a primeras por brujos, a lo que la gente respondía con evasivas o simplemente no respondía. Esto debido a que es un lugar que está profundamente relacionado con este ámbito del conocimiento, y hacia él, se acepte o no, existe un cierto respeto a la hora de abordar el tema, más todavía si es gente desconocida la que anda preguntando.
Por este motivo, y viendo que nuestras primeras indagaciones habían sido infructuosas, abordamos el tema de una manera soslayada, empezando por hablar de cualquier tema cotidiano, hasta mencionar por ahí alguna leyenda del lugar y poco a poco ir llegando al tema que nos concernía: la brujería y sus creencias asociadas. Esto no lo digo como para hacer un manual de cómo “tener acceso a la información”, para nada. Si no que para evitar situaciones a veces conflictivas que se pueden llegar a dar al preguntar cosas que para uno no tienen mayor relevancia, pero que para otras personas sí, y que pueden llegar a sentirse violentadas por uno.
Esta es una de las grandes ventajas de un terreno más prolongado, pues se pueden dedicar los primeros días a “diagnosticar” el sentido común del lugar, y después lanzarse, ya sobre terreno más seguro a investigar más directamente algún tema en especial.
Nuestros días de trabajo abarcaban desde las típicas instituciones a las que uno primero se dirige en una investigación, es decir la municipalidad, pasando por conversaciones con gente del lugar, sean estos comerciantes, habitantes comunes, etc., hasta ir a visitar a “informantes clave”, o sea ir a conversar con alguna Meica, brujo o tarotista, en nuestro caso. Conocimos personas muy interesantes, verdaderos personajes salidos de alguna novela de realismo mágico, personas de gran corazón que nos abrieron las puertas de sus casas y nos dieron toda la ayuda posible. En general la gente de Salamanca y sus alrededores es gente cálida y acogedora, el lugar en sí es un lugar mágico, más allá de sus leyendas y de sus míticos personajes, cercano a las montañas y con un cielo magnífico donde rara vez se cruzan nubes. Illapel es la ciudad más cercana a Salamanca y posee todos los servicios necesarios para la sobrevivencia de un antropólogo citadino. Esto lo digo pues mi único acceso a dinero era a través de una tarjeta de Red Bank, y en Salamanca sólo había un BancoEstado, por lo que debía ir hasta Illapel cuando ya no tenía más dinero.
Illapel fue otro lugar que visitamos bastante seguido pues en aquella ciudad encontramos “informantes clave” a los que fuimos a entrevistar un par de veces. Ahora bien, pasar a detallar cada una de las conversaciones y entrevistas que realizamos durante nuestra estadía en Salamanca, aparte de imposible, sería improducente para los fines de este trabajo, por ende, voy a hacer hincapié en aquellas conversaciones que fueron más dilucidadoras en cuanto a los objetivos de la investigación y más representativas en cuanto al terreno en sí.
Una de nuestras primeras incursiones “investigativas” la realizamos en un pueblito cercano a Salamanca, el Tambo, situado a unos cinco kilómetros de nuestro lugar de residencia. Nos fuimos caminando para aprovechar de familiarizarnos con el espacio geográfico. Llegamos al Tambo siguiendo información obtenida sobre un brujo “negro” muy poderoso que supuestamente habitaba en este lugar. Sin embargo don Matías, que es el nombre con el que voy a identificar a este señor (nota 5), no se encontraba y sus familiares, quienes nos recibieron en la residencia de este caballero nos dijeron que se encontraba de viaje, y que por lo demás estaba ya muy anciano y muy enfermo como para recibir gente. La recepción no fue de las mejores y se nos dejó entrever claramente que nuestra presencia no era muy bienvenida. De este señor se hacía bastante referencia cuando preguntábamos sobre el tema a las personas de la zona, se decía que era un brujo de grandes poderes, pero que sus trabajos con el “malo” hoy le pasaban la cuenta a su alicaída salud.
Muchas veces se nos advirtió sobre el peligro de tratar con estos personajes obscuros y de poderes sobrenaturales. Nosotros seguimos en nuestra senda del conocimiento y dejamos a don Matías tranquilo para no volver a importunar a su familia. Sería Fabiola, junto a Alex y Hernán quienes, días más tarde, lograrían entrevistarse con don Matías, quien atendió amablemente a nuestros amigos, dejando incluso que lo filmaran, esto eso sí, a regañadientes de su familia que veía con malos ojos la situación. Esto nos ocurriría nuevamente en otras entrevistas con curanderos, donde la familia se oponía tenazmente a cualquier tipo de entrevistas. Esto nos pareció en un comienzo como algo bastante incómodo, pero con el pasar de los días nos fuimos dando cuenta de la causa de toda esta reticencia.
La zona de Salamanca y sus alrededores es conocida por esta tradición de brujos y leyendas, y ya antes en el pasado se habían realizado una serie de reportajes periodísticos para distintos medios, entre ellos importantes canales de televisión. Estos reportajes dejaron una huella que estigmatizó en adelante todo tipo de entrevista, pues en aquellas oportunidades se descontextualizaron muchas de las cosas que dijeron los entrevistados, e incluso se le dio un carácter casi pecaminoso a la actividad que realizaban. Esto dejó muy molesto a los involucrados y a sus familiares, asociando de inmediato entrevista con periodistas, y a éstos con medios de comunicación que desvirtuaron el contenido de lo que habían dicho. Así pues, tuvimos que luchar con este estigma y armarnos de paciencia para explicar que lo nuestro nada tenía que ver con los medios de comunicación, y que muy por el contrario nuestra investigación pretendía dar a conocer lo que hacían, sin fines comerciales ni publicitarios.
Lo singular de esta situación, es que no todos quedaron molestos con estos reportajes que se realizaron en la zona, pues al parecer a algunas “meicas” (término que se usa para referirse a una sanadora popular), no les hizo nada de mal la publicidad obtenida ya que otorgaba algo así como un mayor prestigio el haber aparecido hablando en la televisión, y con esto claro, un proporcional aumento en el monto de las consultas. Es necesario eso sí, aclarar que al menos las personas con las que tuvimos oportunidad de hablar, si bien en algunos casos muy particulares cobraban una “consulta” si los queríamos entrevistar, lejos estaban de ser charlatanes o personas que quisieran aprovecharse de sus consultantes. Cobraban, pero cifras muy razonables, mal que mal es su trabajo el que realizan. Esto en referencia a los reportajes que han salido últimamente en canal 13 denunciando a “curanderos” y “brujos”, que inescrupulosamente abusan de las personas emocional y económicamente. Nuestros entrevistados eran la antitesis de aquellos personajes, pues en ellos predominaba más que nada la lucidez y la humildad. Muchos de ellos ni siquiera cobraban por sus servicios. Sobre este punto volveré más adelante.
En Chalinga, pueblito cercano a Salamanca también, reside la señora Irma, una conocida meica de la zona, su casa posee una ornamentación que de por sí la hace peculiar. Rejas exteriores en disposición de cruces, cuando fuimos a verla nadie nos atendió. Luego Fabiola lograría concertar una entrevista, pero tuvo que pagar por una consulta general para hablar del tema. Entre los pergaminos que esgrimía la señora para validar su reconocimiento estaba precisamente el hecho de haber aparecido en televisión un par de veces y de haber sido entrevistada varias veces por medios conocidos.
Mi primera información acerca de Salamanca y su relación con el mundo de los brujos, la obtuve a través de un reportaje que había leído hace bastantes años atrás, en una revista Master Club, donde se hacía un trazado rápido sobre el tema. Lo que me pareció interesante, o divertido incluso, es que luego de realizado el terreno mientras revisaba mis notas, volví a leer aquel reportaje que en definitiva era el precursor de mi interés por Salamanca, y para mi sorpresa me encontré con relatos de anécdotas que eran idénticas a las que salían en aquel reportaje. Esto referido a dos hechos en específico que nos había señalado, en una de nuestras primeras conversaciones, don Leo, hijo de la señora Nina, conocida meica que en ese momento se encontraba trabajando, por lo que junto a mis amigos nos quedamos conversando con el hijo en la puerta de su casa. Este caballero nos relataba sobre un par de anécdotas que habían conmocionado al pueblo hacía varios años ya, de una persona que recibía piedras en su casa por las noches, se llamó a carabineros para que vigilara que nadie en los alrededores estuviera lanzando peñascos. Sin embargo y ante el estupor de quienes vivían ahí y de los vecinos, el estruendo de las piedras se seguía oyendo. La otra anécdota hacía referencia a una señora que vivía en un edificio, y que era visitada por sapos muy a menudo, incluso en las ollas encontraban a estos animalitos. Lo peculiar es que a pesar de los esfuerzos por mantenerlos alejados, seguían apareciendo y solamente en su departamento.
La relación que se da entre los distintos brujos, meicas, yerbateros, tarotistas, se da en un marco de conocimientos mutuos, es decir en la mayoría de los casos se tiene conocimiento de las personas que ejercen labores ligadas al mundo de la brujería, sin embargo, esto lo fuimos captando entre líneas, pues como no era nuestro objetivo hacer hincapié en el “copucheo” antropológico, evitábamos comentar a nuestros entrevistados sobre personas del “rubro” a las que ya hubiésemos entrevistado. Así todo, en varias ocasiones nuestros mismos entrevistados nos comentaban sobre otras personas que se dedicaban a actividades parecidas a las suyas, dejando entrever claro, que eran ellos quienes más sabían del tema e incluso comentando en ciertas ocasiones que algunas personas no “sabían mucho” y que más que nada se dedicaban a ejercer sus oficios con objetivos comerciales.
Otro de los aspectos interesantes de esta relación, era que nadie se auto denominaba brujo, sino que eran personas comunes las que nos contaban sobre la existencia de tal o cual brujo, pero a la hora de la entrevista, o eran curanderos, o yerbateros, pero nunca brujo. Varias personas consultadas, y ya arraigada en la creencia popular sobre el tema, nos señalaron que un brujo nunca dice serlo, que esta condición la guardan en secreto hasta el día de su muerte, y de romper esta regla, el susodicho cae en desgracia y muere al poco tiempo.
Uno de nuestros grandes amigos en este terreno fue don Tito, un caballero de unos cincuenta años que conocimos uno de nuestros días de trabajo. Don Tito vive en las afueras de Salamanca, a un par de kilómetros en una casona de fundo. Uno de sus hobbies es crear rimas que luego recita. Este caballero nos atendió con gran amabilidad y nos dio valiosos datos sobre la zona y sobre nuestra investigación, nos abrió las puertas de su casa, incluso invitándonos a alojar cuando quisiéramos. Para don Tito, la actividad que realizan los brujos, meicas, curanderos, etc, no tiene nada que ver con el diablo, como muchas personas nos señalaban, que esas cosas se decían solamente sin mayor conocimiento. Don Tito nos introdujo a una serie de temas sobre Salamanca y sus alrededores, sobre el regular avistamiento de objetos luminosos que cruzaban de tanto en tanto el valle, de la aparición de una joven mujer vestida de blanco en las carreteras por la noche, a quien apodaban la novia, que hacía dedo a los automovilistas para luego desaparecer, algo así como la rubia de Kennedy acá en Santiago. También nos relató sobre las terribles consecuencias de la sequía que azotó a la región hacía unos años atrás, mucha gente que dejó el lugar pues perdieron todos sus animales, de la migración de la mayoría de los jóvenes hacia otras ciudades pues ahí no había oportunidades.
“Un gallo que canta entre las diez y las doce de la noche” nos dijo “anuncia un posible terremoto”, esto lo corroboraba con una experiencia personal, pues para el terremoto que afectó a la cuarta región en la década de los noventa, curiosamente los gallos habían cantado entre aquellas horas.
Volviendo al tema de la brujería, nos contó que los regalos comestibles era bueno dejarlos “descansar” un día, pues estos podían estar “maldecidos”, y con el reposo se evitan los efectos negativos que pudiese conllevar su ingesta. El canto del chuncho anuncia la muerte, cuando él oía al chuncho cantar le gritaba: “chuncho anda llevarle remedio a la chuncha que está enferma” para de ésta manera ahuyentarlo (y de pasada alejar a la muerte). “Los brujos no deben hacer plata que se les note, pues sus riquezas verdaderas están en el mundo de la raja de Manquehua”, nos contaba Don Tito. Sobre la raja de Manquehua volveré a referirme más adelante, pues aquella falla geográfica (una gigantesca grieta en la ladera de una montaña), situada a unos cuarenta y cinco minutos de Salamanca, en cuyo interior se encuentra una cueva que hasta donde se sabe no tiene fondo, anida gran parte del imaginario popular sobre brujería en la zona. Muchos relatos y leyendas se inspiran en ella, y en gran parte es esta legendaria raja, el motivo de nuestra investigación en Salamanca.
Don Tito no es un gran creyente de la brujería, no es supersticioso, así todo, tiene un gran respeto por ella, pues tiempo atrás sufrió un grave accidente que tuvo complicada su vida incluso, y quien lo ayudó a recomponerse y finalmente superar por completo el incidente fue una conocida curandera o bruja (así catalogada por otras personas) de la vecina ciudad de Illapel. Don Tito siempre estuvo a nuestra disposición, desde que lo conocimos hasta que volvimos de regreso a Santiago. En una de nuestras conversaciones nos dijo una frase digna del bronce: “Una vez que se viene a Salamanca, se vuelve siempre”. Aquella frase nos haría mucho sentido un par de meses después de haber concluido nuestra investigación en Salamanca.
LA RAJA DE MANQUEHUA
Como antes señalé, la raja de Manquehua, fue uno de los grandes motivos por los que viajamos a la zona a realizar nuestra investigación. La gran cantidad de referencias sobre ella, así como el misterio y las leyendas que la rodean nos fueron cautivando poco a poco, hasta el punto de terminar abordando un bus con destino a Salamanca a realizar el terreno que hoy por hoy relato. Así las cosas ¿Cómo no íbamos a embarcarnos en la aventura de conocerla personalmente? Antes de la aventura eso sí, es necesario hacer un pequeño preámbulo sobre ella. Como ya señalé, en el trabajo previo al terreno nos enteramos de una serie de leyendas y creencias que rodean este lugar, es decir, si se nombra Salamanca, de una u otra manera aparece relacionada la raja de Manquehua, conocida por todos los habitantes de la zona. Pudimos recabar una cantidad considerable de relatos en torno a ella, relatos que entremezclan la fantasía con la realidad (aunque si uno lo piensa, ¿qué relato, en distintos grados claro, no hace lo mismo?). Esta gigantesca quebrada, alberga en su interior una cueva que, hasta donde se sabe, no tiene fondo. Tanto así, que nos contaban de un grupo de geógrafos de una universidad que realizó una incursión al lugar para constatar este fenómeno. Provistos de cuerdas y equipamiento necesarios trataron de bajar lo que más se pudiera, sin lograr encontrar un fondo. Este hecho era señalado como la corroboración “científica” de la creencia. También nos enteramos de historias de “conocidos de conocidos” quienes por diversas circunstancias habían logrado acudir a aquelarres (reuniones de brujos) realizados en la raja de Manquehua, lugar donde se encontraban con una gran cantidad de brujos, incluso aquellos ya muertos, en un lugar repleto de los mayores lujos imaginados, exquisitos banquetes, servicios de oro y toda una gama de suntuosidades sin fin. Para probar lo que habían presenciado se guardaban algún objeto de oro. Luego de un buen rato disfrutando de la fiesta, un mareo los comenzaba a desvanecer hasta perder la conciencia, para después aparecer, al día siguiente, en algún lugar totalmente desorientados. Al revisar sus bolsillos para encontrar la prueba de su presencia en el aquelarre, sólo encontraban bosta. Muchas historias como ésta se nos relataron, a rasgos generales acá presentada. Algunas variaban en detalles, pero la idea era en el fondo la misma. La raja de Manquehua, lugar de celebración de los brujos, donde toda la riqueza que no muestran en la vida cotidiana se encuentra reunida. También se contaban historias sobre las procesiones de brujos que se veían salir de la raja de Manquehua para los viernes santos, o los días de San Juan. Incluso una anciana nos dijo que ella misma había presenciado una de estas procesiones cuando era niña, que veía salir una hilera de luces que salían del cerro hasta llegar a la cima y luego volver a descender y perderse en la raja. Algunas personas nos decían que los brujos no llegaban a estos aquelarres con el cuerpo material, sino que en alma, algo así como cuando ocurre el fenómeno del desdoblamiento, que en las tradiciones ocultistas y herméticas es conocido como cuerpo astral. Estos relatos son un poco contradictorios, al menos para uno que tiene muy asumido un tipo de lógica digamos “racionalista”. Se dice que los brujos por las noches vuelan, que se convierten en “chon-chon”, en pájaros brujos. Que en el pasado se descubrió a brujos durmiendo por las noches que al irrumpir sorpresivamente en sus casas, descansaban sin su cabeza, pues ésta se hallaba en vuelo, habiendo tomado la forma de un “chon- chon”. Entonces no queda claro si a estos aquelarres acuden como chon-chon, o si es su cuerpo astral o si lo hacen con su cuerpo material.
Ahora bien, tratar de encontrar sentido a esto definitivamente es una pérdida de tiempo y tampoco esta en los objetivos de esta investigación. Por lo demás, en este mundo lleno de enigmas, uno debe hacerse la idea que para muchas cosas, sencillamente no hay explicación. No es mi intención tampoco juzgar estas creencias tildándolas de “buenas” o “malas”, o de “supercherías” o “realidades”, puesto que una creencia en este tipo de investigación vale por sí misma y no es labor de uno como cientista social emitir un juicio en cuanto a su veracidad o posible falsedad.
De esta manera, una mañana de Febrero en horas en que el calor insostenible de Salamanca comenzaba a arreciar, un grupo de valientes antropólogos partió en busca de la mítica raja de Manquehua. Gloria, Paulina, Beatriz, Ximena, Pablo y quien les escribe, nos aventuramos a ver por nosotros mismos aquel legendario lugar del cual tanto nos habían hablado. Fabiola, Alex y Hernán no pudieron acompañarnos, pues habían concertado una entrevista para el día siguiente a primera hora en la mañana. Además Hernán, en una de las filmaciones que había realizado junto a Alex y Fabiola desde los cerros colindantes a Salamanca, había sufrido un pequeño accidente que lo dejó con una rodilla esguinzada y por lo tanto imposibilitado de caminar. Por camaradería se quedaron acompañándolo (aunque ahora que lo pienso, puede haber sido por el miedo a los brujos que prefirieron desistir).
Tomamos una micro interurbana hacia un lugar que nos acercaba a la raja de Manquehua, no obstante, debíamos caminar luego unos cuantos kilómetros antes de iniciar el ascenso a la raja. La verdad es que nos aventuramos bien a la rápida en nuestro cometido y sin hacer un estudio acabado del terreno, de los lugares de aprovisionamiento, de nada en realidad de lo que normalmente uno se informa antes de partir en un viaje de estas características, la idea era ir preguntando, pues ni siquiera teníamos claro el camino y menos donde íbamos a acampar (llevábamos carpas). Así partimos, con unas galletas y chocolates de alimento y unas cuantas bebidas para el camino. Yo llevaba por mi parte dos botellas de dos litros, de agua mineral y de bebida, por lo que recibí algunas criticas por lo exagerado y por el peso extra que iba a tener que soportar. Al bajar de la micro, cuando quedamos tirados en medio de la nada (pues literalmente era eso, ni un pueblito cercano, en un camino de tierra rodeado de cerros sin ningún árbol, sólo sequedad y sol, mucho sol) nos dimos cuenta que lo de mis bebidas no era una exageración, pues al cabo de una hora ya se nos había agotado la mitad de nuestro aprovisionamiento líquido. Sin embargo, estábamos tranquilos, pues en el mapa figuraba el nombre de un pueblito al cual debíamos llegar antes de comenzar el ascenso a la raja.
Suerte también tuvimos pues al acabarse el camino por el cual nos dirigíamos y luego de una par de horas de trayecto, nos encontramos con un pequeño arroyo donde llenamos todas nuestras botellas de agua. De lo contrario, hubiese sido imposible proseguir, claro, estaba el pueblito del mapa un poco más adelante así que ahí hubiéramos podido comprar algunas bebidas, pero el agua era la alternativa más económica. En aquel lugar también pudimos descansar un momento y de esta forma escapar por algunos instantes del flagelo del sol, pues el arroyo estaba rodeado de árboles.
A lo largo del camino nos fuimos encontrando con algunas personas, que nos sirvieron de guía, y que nos contaban algunas cosas del sector. Nos enteramos de la existencia de una vieja mina abandonada muy cercana a la raja de Manquehua, lugar donde podríamos acampar. Mina “Las Nieves” se llamaba, nombre que se le daba en sus tiempos de actividad en honor a su propietario, un caballero de apellido Nieves. Era una mina de cobre, de muy buena ley según nos dijeron, cuya mejor veta fue clausurada por el mismo dueño antes de su muerte, cuando la mina quedó totalmente abandonada. Hacía ya más de veinte años de aquel suceso.
Mientras caminábamos, antes de llegar al pequeño arroyo, nos encontramos con un caballero que se quedó conversando un buen rato con nosotros, nos habló de la zona, de sus recursos y, con esa mala costumbre del antropólogo, creímos haber encontrado un gran informante, sin embargo, luego de unos minutos nos comenzó a relatar una serie de sucesos con relación a los ovnis, de que los había visto decenas de veces, y que el sabía muy bien que estos extraterrestres venían a las montañas en busca de algún mineral en específico, que incluso en una oportunidad había logrado observar cómo de sus discos voladores extraían el mineral, que eran unos hombres pequeñitos y que estaba seguro que estos alienígenas llegaban a la zona con fines nada pacíficos pero que él ya se estaba preparando para recibirlos, que ya había logrado descifrar su debilidad y que preparaba un arma en contra de ellos. A esas alturas ya todos se iban desentendiendo de nuestro informante y proseguían camino con la ilusión del “informante clave” (nota 6) desvanecida entre platos voladores y pequeños alienígenas. Claro, una cosa era el tema de la brujería y todos los relatos e historias que la rodeaban, pero ya era demasiado desafío incluir en esto, que ya desafiaba nuestros límites de la aceptación, los platos voladores, las conquistas de los mundos, los experimentos genéticos de la NASA, etc.
Luego de descansar en el arroyo e informarnos del camino a seguir, continuamos nuestra ruta para hacer un terrible descubrimiento: el pueblito del mapa, no era pueblito, ni siquiera un caserío, eran unas pocas casas y nada más, o sea ni una posibilidad de aprovisionarnos, ni de comprar bebidas ni de nada. A esas alturas tampoco nos íbamos a devolver, ya estábamos ahí y habría que seguir adelante a como dé lugar. Así partimos hacia la raja de Manquehua cuidando cada gramo de chocolate y de galletas, lo mismo el agua, pues el lugar era muy árido y no vislumbrábamos la posibilidad de volver a encontrar un arroyo.
El lugar era precioso de todas maneras, el sacrificio de la caminata no opacaba las bondades de aquel espacio geográfico, rodeado de cerros, conformando un estrecho valle adornado de vegetación. Era un verdadero mini valle.
Misma cosa corre para su gente, de todas aquellas personas que nos fuimos encontrando, recibimos palabras amables y tratando de informarnos lo mejor posible para que no nos fuéramos a perder. Cuando les decíamos hacia donde nos dirigíamos nadie nos advirtió que no fuéramos a ese lugar pues estaba “maldito” (como salía en aquel reportaje de la revista Master Club que había leído), a lo más recibíamos una mirada un tanto sorprendida, como cuando uno mira a un gringo medio loco muy equipado y entusiasta de ir a conocer el cerro Santa Lucía.
Finalmente, y después de casi diez horas de caminata con un sol que nunca nos dejó de acompañar (ni de rostizar), llegamos a nuestro campamento: la mina “Las Nieves”. Con el crepúsculo como acompañante, armamos las carpas antes de que se fuera la luz y de ahí recorrimos el lugar. Una mina abandonada, con sus vestigios intactos, maquinarias, incluso herramientas tiradas por el suelo, las antiguas casas del campamento dañadas por el tiempo y el descuido, pero aún testigos fieles de lo que debe haber sido aquella mina en su apogeo. Para mis adentros pensaba sobre el potencial de aquel lugar para desarrollar alguna especie de turismo cultural, una verdadera mina, de las antiguas, con su infraestructura intacta, con sus vetas y túneles subterráneos, ubicada en un lugar hermosísimo. Personalmente, jamás había visto una mina y no hablo de una mina a cargo de alguna gran empresa transnacional, de gigantescos camiones, sino de una pequeña mina, patrimonio de lo que fue la minería antes de industrializarse completamente. Hasta con un camino apto para vehículos todo terreno que lleva a la mina misma y que nos hubiera ahorrado muchas horas de extenuante caminar por lo demás.
Ahí acampamos, en ese lugar mágico, con la legendaria raja de Manquehua a un paso nuestro, era viernes por la noche, día elegido no al azar, sino para otorgar mayor veracidad a la experiencia, pues si no podíamos ir un viernes santo, al menos que fuera viernes y no un día cualquiera. Un grupo de cóndores nos recibió volando en lo alto de los cerros. No vimos ninguna procesión de brujos a lo largo de la noche (para mejor, pues aunque nadie lo decía abiertamente, un hecho de esa índole nos habría provocado un buen susto). Así todo dormimos todos bien aparapetados y los Machos (Pablo y yo) dormimos en la parte exterior de la carpa con unos palos a mano en caso de cualquier eventualidad desagradable.
Al día siguiente encumbramos hacía la raja de Manquehua, sin poder llegar a divisar la cueva pues mientras más avanzábamos, el terreno se hacía más escarpado y dificultoso, a la vez que peligroso. Por lo demás, la quebrada se hacía mas honda. Con mayor tiempo disponible, y habiendo conocido el terreno de ante mano hubiéramos tomado la quebrada en sus inicios, más abajo del cerro para caminar por el fondo de ésta, pero ya no había tiempo ya que el agua comenzaba a escasear y teníamos un largo viaje de regreso, por lo que preferimos devolvernos para no terminar deshidratados a medio camino. Valió la pena de todas formas, tal vez la próxima vez vayamos en un todo terreno y con una cantidad de agua holgada que nos permita llegar a la cueva sin fondo de la raja de Manquehua.
El camino de regreso fue menos sacrificado, ya que era en bajada. Cuando llegamos al pueblito que no era tal, pedimos agua en una casa, donde nos trataron muy amablemente, nos regalaron frutas, duraznos y manzanas. Sabían que estábamos arriba, ya todos se habían “dateado” y estaban al tanto de nuestra presencia, en una actitud que me pareció casi paternal, estaban algo así como cuidando de que no nos fuera a ocurrir algún percance, pendientes de nuestra entrada y de nuestra salida. Al menos esa fue mi sensación en aquel momento.
La suerte estuvo de nuestro lado en aquella ocasión, pues no tuvimos que caminar hasta la micro interurbana, pues nos llevaron a “dedo”, unas buenas personas que al vernos en nuestro estado paupérrimo, nos dejaron en Salamanca mismo, aún cuando su destino no pasaba por ahí.
Luego de tantas peripecias, soñábamos con una buena comida y una cerveza heladísima que recompensara nuestro sacrificio. La comida estuvo buena, la cerveza estaba tibia.
EL TERRENO (segunda parte)
Bueno, pero no sólo de pan vive el hombre, ni de brujería Salamanca. Uno de los temas que más llamó mi atención, fue un hecho que nos relató Don Tito en una de nuestras tantas conversaciones, con respecto a la minera Pelambres, ubicada en las cercanías del lugar. Pelambres es una de las grandes mineras de cobre nuestro país, hoy en día en mano de una gran transnacional. Fue descubierta hace varios años atrás por un pirquinero. Al constatarse la magnitud del yacimiento, de varios kilómetros de profundidad y tantos más de ancho, las grandes firmas internacionales se interesaron en éste, para finalmente terminar explotándolo hace ya unos años atrás.
El suceso causó conmoción en Salamanca, la proximidad de la mina hizo pensar a sus habitantes en un “Boom” de la ciudad y en un realce completo de la alicaída economía local, esto pensando en la gran cantidad de trabajadores que iban a llegar y la cantidad de servicios que sería necesario ofrecer para mantener a esta gigante minera en funcionamiento. A lo largo de un año, más menos, los precios en el comercio subieron, los arriendos se elevaron drásticamente. Luego de ello se dieron cuenta de la triste realidad: Pelambres se instaló con su propia infraestructura en un campamento minero, sin necesitar de los servicios de Salamanca. Los únicos que vieron algún beneficio en todo esto fueron los lugares de esparcimiento y entretención que durante los fines de semana recibían los buses atestados de mineros en busca de diversión luego de una semana de agotador trabajo. Este hecho también lo presenciamos nosotros, pues durante los fines de semana llegaban varios buses de Pelambres que llenaban con su gente los locales nocturnos. Esto además explicaría en parte la cantidad de negocios relacionados con la diversión, ya sean pubs, bares, restaurantes, discotecas, etc., que en un comienzo me dejaron bastante desconcertado.
Sobre esto mismo, Alberto, un amigo que conocimos durante nuestra investigación, que había vivido durante toda su infancia en Salamanca para luego radicarse en Holanda, nos decía que recordaba con imágenes patentes los tiempos en que la minera iba a hacer su estreno en la zona. Llegaron cientos de personas en busca de un trabajo en la mina, personas provenientes de todas las regiones del país, que el pueblo estaba prácticamente colapsado con el evento. Le asemejaba a un “macondo” chileno de García Marquez, debido a estas curiosas situaciones. La plaza de armas se encontraba atestada de gente que alojaba ahí en espera de algún puesto. Y pasaron los días y nada, para finalizar en otra desilusión: Pelambres llegaba a instalarse con sus trabajadores ya contratados, con gente capacitada previamente y no necesitaba de un trabajador más en la mina.
Alberto era una persona de unos treinta y tantos años, volvía regularmente a visitar su ciudad de origen, pero tenía muy claro que jamás volvería a vivir ahí. Recordaba como algo casi folclórico de su vida, el hecho de que cuando era más joven había sido ayudante de un conocido brujo, don Mateo, a quien acompañaba a realizar exorcismos y cosas de esa índole. Recordaba con humor el día en que tuvo que esperar a don Mateo con sus maletas en la mano a la salida del pueblo, pues el brujo tenía grandes relaciones con la gente más influyente del lugar y ya se había convertido en una persona incómoda para ellos, pues su relación más estrecha era con las esposas de esta gente a quienes les sacaba el tarot y les veía la suerte, y por ende estaba enterado de muchos temas ”sensibles” de la gente importante. Así las cosas tuvo que arrancar de Salamanca furtivamente.
Lo de “Macondo” lo decía también, porque según nos contaba Alberto, Salamanca era un pueblo donde ocurrían cosas sencillamente increíbles. Para el golpe militar por ejemplo, habían pasado unos aviones bombardeando un cerro en busca de supuestos extremistas “imagínate bombardear un cerro de este pueblo!” Nos relataba entusiasmado “¿quién pretendía encontrar extremistas en este pueblo?”
Con relación a la brujería, Alberto no creía mucho, a pesar del hecho anecdótico de haber sido ayudante de don Mateo. Sin embargo reconocía, que durante el régimen militar, ciertas personas que eran buscadas, desaparecían por semanas y por más que se intentase hallarla no había caso, era como si la tierra se los tragara. De ellos se comentaba que debían ser brujos, pues no parecía haber otra explicación.
En cuanto al turismo, que era el otro tema de mi investigación y que como se podrá observar hasta ahora ha sido desplazado en gran parte por el tema de la brujería, no era que lo hubiese dejado de lado, sino que todas mis tentativas quedaban en poco o nada al entrevistar a las personas sobre el tema, pues recursos no se destinaban al tema en la municipalidad y las tentativas que existían eran por parte de privados, en proyectos de turismo rural, pero alejados de Salamanca, en el sector de Canela. Mencionaron un caballero que se dedicaba a este rubro y que realizaba excursiones y cabalgatas por algunos lugares de la zona, pero no sabían su nombre, ni menos a ciencia cierta dónde se ubicaba su residencia. Lo único que pude sacar en limpio, fue de un par de entrevistas con dos caballeros de la municipalidad que por iniciativa propia trataban de conseguir algún financiamiento para restaurar patrimonio del lugar. Don Rodolfo, trabajador municipal, nos relataba que en la comuna de Salamanca existían más de mil petroglifos, que se supone la existencia de mayor cantidad incluso, pero que no existen recursos para buscarlos, y que con lo poco que conseguía, trataba de rescatar los que ya tenían identificados, pues con el abandono y el deterioro causado por personas que los rayaban, se estaban perdiendo. Su idea era conseguir recursos, para al menos poner carteles explicativos de lo que eran.
Hubo una oficina de turismo en algún momento, situada en la plaza de armas de Salamanca. Sin embargo, desapareció al poco tiempo por falta de recursos para mantenerla. Aquella oficina estaba instalada en lo que en ese momento era el puesto número uno de artesanías de la plaza. La persona de aquel puesto, por su parte seguía dando algunas informaciones turísticas a quienes se lo solicitaran, pero como gesto de buena voluntad, nada más.
Con el pasar de los días, personalmente ya tenía claro que el tema del turismo con la brujería no congeniaban mucho, y que lo que menos hubiese querido era degradar una creencia muy arraigada en la zona en una especie de “show business”. Aquella sola imagen me traía los recuerdos de cuando tuve la oportunidad de visitar el Vaticano, muy de turista y a la rápida, pues habíamos ido por el día a Roma con mi familia y había que consumir visualmente lo que más se pudiera, y en aquel lugar, rodeado de turistas, de cámaras fotográficas y de video, de gente posando al lado de algún monumento, apareció una gran procesión que entraba a la basílica entonando un canto que hacía parecer toda la escena como una imagen bíblica del paraíso. Era una escena realmente conmovedora, la fe y devoción de ese canto helaba la sangre, y no es que sea un gran religioso. Pero estando parado ahí con mi cámara y mi pose de turista medio (o sea medio estúpido), me sentí profanando un lugar sagrado para esas personas, degradando una creencia profunda en ese turisteo sin mayor sentido.
El sólo recuerdo de aquella situación me hizo separar los temas del turismo y la brujería.
Así todo, cada día que pasaba me convencía más de la potencialidad de la zona para realizar turismo, turismo rural, turismo cultural. Petroglifos, tradiciones, un vino propio con sus plantas de elaboración ahí mismo (el vino se llama Chacolo, se fabrica en el vecino pueblo de Salamanca, Chalinga. Es un vino amargo, que no se cuece y que se trasvasija de tonel en tonel hasta adquirir un color blancuzco), todo esto en un contexto de hermosura geográfica memorable. En Salamanca se realizan rodeos también pudimos asistir a uno, pero es durante Semana Santa cuando las festividades llegan a su climax. Ferias de artículos artesanales se apoderan de las calles, donde se venden desde monturas y estribos hasta cassettes pirateados de música “sound”, se realiza también en esta fecha el rodeo más importante de la región, se llena de procesiones, y si se tiene suerte, tal vez se pueda observar la procesión de los brujos de la raja de Manquehua.
LA SEÑORA MARTA
Una de nuestras entrevistas más emblemáticas y de mayor dificultad, lo que puso a prueba toda nuestra tolerancia antropológica, se llevó a cabo en la ciudad de Illapel. Llegamos junto a Ximena, Paulina y Gloria eso de las dos de la tarde, a ver si podíamos concertar o realizar ahí mismo algunas entrevistas a algunas personas que se nos había informado habitaban ahí y que tenían que ver con el tema de nuestra investigación. Caminamos por toda la ciudad sin encontrar a nadie de los posibles entrevistados, por lo que enrumbamos hacia el sector alto, que por una disposición espacial dejamos para el final pues así no dábamos vueltas demás. Llegamos así a la casa de la señora Marta, una curandera de gran reputación de la que varias personas nos habían hablado. Llegamos a una pequeña casa, para encontrarnos con gran cantidad de personas en su interior y en su exterior. Al preguntar por ella nos recibió un familiar que nos dijo que en ese momento estaba muy ocupada y que si queríamos volviéramos más tarde. Nos fuimos a pasear por el centro de Illapel para hacer hora, y luego regresamos a eso de las 5. En esa ocasión fuimos recibidos por otros familiares, que nos dijeron, esta vez no en muy amables términos, que se encontraba ocupada y para qué queríamos hablar con ella. Expusimos nuestras intenciones, las que no fueron recibidas de muy buena manera, pues ella no daba entrevistas puesto que la gente que la había entrevistado anteriormente lo único que había hecho era ocasionarle problemas y desvirtuar todo lo que había dicho. Nosotros tratamos de argumentar que nosotros no éramos periodistas y que no trabajábamos para ningún medio y que sólo éramos estudiantes de antropología realizando una investigación donde la señora Marta sería de gran ayuda para nosotros. La cosa no se calmó, los tonos subieron y nuestra paciencia ya se agotaba, además ya eran varias las horas que habíamos deambulado para más encima ser tratados como unos reporteros sensacionalistas de Megavisión.
Finalmente salió la señora Marta, una señora ya de edad avanzada, que en un tono peor todavía que el de sus familiares nos dijo que qué cosa queríamos saber y que ella no daba entrevistas a nadie. Tal vez debido a sus grandes conocimientos sobre las personas se fue calmando poco a poco (quizá vio que no teníamos ninguna mala intención), cuando yo estaba a punto de dejar de ser antropólogo y arrebatarme y soltar toda la rabia acumulada. A pesar de todo, las cosas se calmaron, y nos dijo que para hablar con ella tendríamos que esperar a que terminara de atender a la gente. El flujo de gente ya había aminorado, sin embargo seguían llegando personas a ver a la curandera, para mis adentros pensaba en la energía que debía tener esta señora para poder recibir a tantas personas, tomando en cuenta su avanzada edad.
Así quedamos esperando en el living de su hogar, a regañadientes de sus familiares y aún mirados con cierto recelo. Un buen tiempo pasó, una hora, tal vez dos hasta que finalmente la señora Marta salió a atendernos. Yo seguía un poco molesto con toda la situación vivida, además a esas alturas el hambre comenzaba a causar estragos en mí, y como suele suceder este hecho afectaba el humor también. Así, comenzamos a conversar con ella, los ánimos se fueron distendiendo hasta que nos relajamos completamente, esto ayudado por el hecho de que sus familiares ya habían dejado la casa y nos encontrábamos a solas con la curandera. En un momento dado, la señora comenzó a efectuar una especie de bostezo, de grandes bostezos, pero mirando a uno de nosotros en específico, cosa que llamó profundamente mi atención, luego de esto hablaba de cómo era la persona a quien había estado “bostezando”. Para mi sorpresa, las cosas que dijo sobre mi persona eran bastante acertadas, cosas que no detallaré claro está, pues son parte del secreto “curandero”.
En definitiva, lo que se inició de manera bastante caótica, finalizó más que en una entrevista, en una agradable conversación. La señora Marta nos decía, que lo que ella poseía era un don, un don otorgado por el Señor y no debía despreciarlo, por ello atendía a toda la gente que la llegaba a ver, pues si Dios le había otorgado aquella facultad de sanar, no podía desaprovecharla. La señora Marta no cobraba un peso a quienes atendía, personas de todas partes del país acudían a ella, vivía en una casa modesta, sin mayores lujos. Una señora de un corazón inmenso, que nos permitió conocer sus plantitas y nos mostró su casa como si fuéramos familiares. Ya más entrada la tarde, nos ofreció once y juntos comimos en su mesa, con un pan casero exquisito y un delicioso queso de cabra.
Luego de aquella magnifica experiencia volvimos regocijados hacia Salamanca, con aquella alegría y plenitud que da el conocer a una de esas personas mágicas que cada vez escasean más.
LA DESPEDIDA
Los días finales de nuestra investigación nos encontraron totalmente mimetizados con Salamanca y sus alrededores, nos movíamos con soltura y naturalidad por sus calles y rincones, hasta nos habíamos acostumbrado a dormir en el suelo en nuestra residencia en el Cema Chile, ya ni siquiera encontrábamos nuestra condición de hacinamiento como algo incómodo. Unos días antes de nuestra partida se fueron Fabiola, Alex y Hernán, pues debían atender otros asuntos en Santiago, lo que los obligaba a dejarnos antes de tiempo. El vacío que dejaron fue prontamente llenado con la llegada de dos grandes amigos el último fin de semana de nuestra estadía: Isabel y Rodrigo (compañera de generación y el pololo de Paulina respectivamente). Con ellos disfrutamos de los últimos días de nuestra investigación y de la tranquilidad que da haber realizado una buena labor.
Los días finales de un terreno son algo nostálgicos, uno se comienza a despedir de aquellas personas que conoció y de aquellos con quienes se generaron mayores lazos de afecto, don Tito, la gente de la municipalidad, nuestro amigo Alberto, la señora Rosa, a quien no nombré en este trabajo pues el tema que ella manejaba no tenía una relación directa con los objetivos de mi investigación. Una dama que se dedicaba a sanar enfermedades tan difíciles de tratar como la psoriasis, basándose en mezclas puramente naturales. El método que usaba esta señora era muy cercano a lo que se conoce por Homeopatía, su forma de trabajar los medicamentos y de tratar a sus pacientes era muy científico, fórmulas muy estudiadas, basándose en las cualidades médicas de las plantas y hierbas. Quizá por esto mismo no la he mencionado mayormente en esta investigación, pues mis objetivos apuntaban más que nada a las prácticas relacionadas con lo que el saber popular relaciona con “brujería”.
Por último, dejar aquel lugar hermoso también daba una especie de tristeza, sin embargo la frase sabia de Don Tito, aquella de que “una vez que se va a Salamanca siempre se vuelve”, cobraría mucho sentido un par de meses después cuando volvimos para coronar nuestra experiencia para Semana Santa, pero aquello es parte de otra historia que tal vez algún día relataré.
Esta sensación de nostalgia se acrecentó más aún en los días previos a nuestra partida, pues nuestros compañeros de trabajo fueron partiendo poco a poco, hasta quedar la noche final, solamente Isabel, Paulina, Rodrigo y Ximena. La antes atestada bodega- oficina de Cema Chile se nos hizo gigante, recordándonos la soledad que dejaran los que ya se habían alejado.
Aquella última noche, los brujos quizá, nos tenían planeada una despedida, una despedida que hasta el día de hoy recuerdo patente.
La última noche transcurrió de manera normal, nos despedimos de algunas amistades, compartimos un buen trago de celebración y nos acostamos relativamente temprano para al día siguiente entregar nuestro “hospedaje” tal cual lo habíamos recibido.
Fue a eso de las 6 de la mañana que unos gritos escalofriantes nos despertaron de súbito, de un salto quedé tensado tratando de dilucidar en la oscuridad qué diablos ocurría. Lo único que podía entrever era a Paulina gritando “La culebra, la culebra!”, a Rodrigo tratando de calmarla, lo que para mí en ese momento se me mezclaba con la idea de que Rodrigo la estuviera estrangulando (hay que entender que la situación no daba para racionamientos muy lógicos y que cualquier idea descabellada era posible), mientras Isabel y Ximena miraban de manera desconcertada toda la situación, hasta que finalmente Paulina se calmó y volvió a dormirse. Al parecer había tenido una pesadilla, una pesadilla que nos contagió a todos. Por mi parte no pude volver a conciliar el sueño, mi saco se había abierto a la altura de los pies debido al salto dado en el momento de los gritos, así que el cierre ya no funcionaba, y mientras hacía lo posible por dormir y rezaba porque llegara luego la luz del día, se pasaban por mi cabeza miles de ideas relacionadas a los brujos y brujería y de todo ese tipo de cosas. Para mal de berrinches, el poco rato que logré conciliar el sueño, comencé a soñar que me iba volando por la habitación, desde mis pies para atrás, como si alguien me estuviese arrastrando, una especie de sensación como la que me imagino deben sentir aquellas personas que se desdoblan.
Luego de aquella experiencia traumática, ya de día, entregamos nuestras piezas y nos dirigimos a Illapel, pues de ese lugar partía nuestro bus, pero debíamos hacer hora, pues nuestro transporte no salía sino hasta avanzada la noche.
Paulina y Rodrigo tenían pasajes para más temprano, así que ellos se fueron antes. Ximena, Isabel y yo, decidimos aprovechar nuestros últimos momentos para ir a despedirnos de la señora Marta, quien nos atendió de maravillas, nos dio once nuevamente (lo que me hizo sentir un poco culpable debido a que en las dos oportunidades que la visitamos nos atendió de una manera muy gentil, además de darnos de comer, pero nuestras intenciones nunca fueron las de aprovecharnos de su amabilidad y profitar de su comida). Nos despedimos de aquella maravillosa persona agradeciendo su amabilidad y hospitalidad.
Pero así todo nos quedaban varias horas de espera hasta que nuestro transporte arribara. Decidimos entonces ir a visitar a don Sergio, un caballero del que nos habían hablado y que en días previos habíamos tratado de ubicar sin resultados positivos. Llegamos a su casa, ubicada en las afueras de Illapel prácticamente, y para suerte nuestra se encontraba. Así, aprovechando hasta el último minuto proseguimos nuestra investigación. Don Sergio tenía unos 40 o 50 años, y lo acompañaba un “ayudante” de unos 30 años, tal vez menos incluso. La entrevista con estas dos personas fue bastante curiosa, pues el estilo de la conversación era muy distinta a las que habíamos tenido antes. Don Sergio asemejaba más, en lenguaje y su modo de expresión, a un maestro ocultista que a un curandero o brujo popular debido al lenguaje que usaba, bastante formal y técnico (en cuanto a términos esotéricos). Las cosas que ambos nos decían estaban rodeadas de un aura de misterio y solemnidad incluso con frases del tipo “la brujería es algo peligroso”, “existen muchos brujos negros en esta zona”, “hay que tener cuidado”, “existen ciertos secretos que es mejor no saberlos” que a ratos le daban un carácter un tanto tétrico a nuestra conversación. Sin embargo, no era tanto don Sergio quien le daba este tono a la conversación, sino su ayudante. Así charlamos desde los orígenes del mundo(pues al parecer asociaba a esta temática el quehacer de la antropología), pasando por la metafísica, los rosacruces y los masones. Nos decían que a ellos los venían a ver brujos de la zona a pedirles “favores”. Como muestra de su confianza nos dejó conocer el lugar donde realizaba sus consultas, un lugar donde “no entraban otros brujos” pues “ellos sabían por qué”, lugar digno de una película de Fausto, con una especie de altar, las paredes cubiertas de terciopelo rojo, y donde predominaban los colores rojo y negro.
Como se nos hacía tarde, nos tuvimos que despedir apresuradamente, agradeciendo su buena disposición y gentileza, salimos raudos para no perder nuestro bus. Mientras caminábamos, pude notar que aquella conversación había dejado un tanto asustadas a mis compañeras, y es que en realidad había sido bastante “extraña” aquella última entrevista que realizamos. Ya instalados en nuestro transporte a Santiago, pudimos finalmente descansar en algo que no fuera el piso de madera de las bodegas de Cema Chile.
Nos quedaron algunos temas pendientes que nos hubiera gustado profundizar, como sucede en toda investigación, sin embargo aquella que más nos dolió fue no haber podido ir a conversar con Don Berto, un anciano brujo del que nos hablaron, que ya pasaba los noventa y que era conocido por su poder, pero que hacía largos años había rehuido el contacto con las personas y vivía solitario en una cabaña, cerca de Batuco, un pueblo a unos ochenta kilómetros de Salamanca. Supimos de él ya en la mitad de nuestra investigación y la única manera de llegar hasta ese lugar era tomando una micro que pasaba dos veces a la semana, con lo que por cosas de tiempo, se hacía imposible ir a tratar de localizarlo. Lo pensamos más de una vez, pero los datos que poseíamos eran vagos, y llegar hasta allá, para de repente no encontrar a nadie y haber perdido tantos días era un riesgo muy alto que no podíamos correr.
Yo no sé si será sugestión (como ya antes he señalado), o el espíritu supersticioso que cada uno lleva dentro, pero la verdad es que, ya estando de regreso, a muchos de aquellos que habían participado de la investigación en Salamanca les acontecieron cosas bastante extrañas, así como sucesos bastante infortunados que coincidieron con nuestra llegada de aquel terreno.
Algunos escucharon ruidos por las noches, aleteos de pájaros, respiraciones cerca de sus caras mientras dormían; a una amiga se le accidentó su hija en fechas coincidentes con nuestro regreso; en fin una serie de infortunios y casualidades que sin querer uno hacerlo, terminaba asociándolos a nuestra experiencia en Salamanca. Personalmente a mí no me ocurrió nada, pero no deshecho la posibilidad de que en algo haya influido nuestra experiencia en aquel lugar de brujos y leyendas. Tal vez nos dejó más sensibles a ciertos aspectos de la percepción que en la vida cotidiana de la ciudad generalmente no se les presta mayor atención, quizá un mal de ojo, o incluso un conjuro de obscuras intenciones. Pero en definitiva, quién sabe.
LA BRUJERIA
El tema de la brujería siempre me ha apasionado. En el terreno de Salamanca pude satisfacer aquella pasión a plenitud. Mi idea era luego cerrar un circuito sobre la brujería en los otros dos lugares emblemáticos de nuestro país asociado a este campo: Talagante y por supuesto, Chiloé. A pesar de ello, muchos de los que conformaron el grupo de investigación quedaron un poco recelosos con respecto a todo lo que tuviera relación con brujos y conjuros así que de partida la idea se fue apagando, además los compromisos y la falta de tiempo siempre fueron impedimento para cerrar este “circuito” de investigaciones que tenía pensado.
No obstante, debo reconocer que volver a investigar sobre el tema me causa cierto resquemor, y es que cuando uno se encuentra en lugares donde una creencia es muy potente y está muy arraigada y que para uno es bastante ajena, en poco tiempo uno se ve imbuido de alguna manera en ella, quiéralo o no, se sea muy “científico” o no. Tal vez sea sugestión, o el mismo ambiente en el cual uno se desenvuelve investigando donde en variadas oportunidades le dicen a uno “tengan cuidado”, “esta gente es peligrosa” y cosas por el estilo. Realizar un terreno en Chiloé, por ejemplo, donde la brujería está mucho más asociada a la magia Negra, hace que uno se cuestione un par de veces si vale la pena arriesgarse o no. Quizá sean solamente supercherías, supersticiones y la investigación transcurra sin retraso alguno, pero ¿Qué tal si esto no es así y comienzan a ocurrir fenómenos extraños? ¿Qué tal si una serie de coincidencias de hechos infortunados empiezan a tener lugar en la vida del investigador? ¿Acudirá acaso a un brujo para que lo ayude? El caso podría darse, y en detrimento del investigador, está el hecho de que al no vivir con aquellos códigos culturales (pues no los tiene incorporados, por lo mismo estudia estos fenómenos de manera “objetiva” para tratar de dar cuenta de ellos), y sus propias pautas culturales no le sirven para dar explicación a este fenómeno cultural ajeno (va al médico y no encuentra explicación para su dolencia), queda entonces en un terreno cultural de nadie.
Sobre el tema de la brujería existen cientos de investigaciones, miles de artículos, grandes trabajos de los “dinosaurios” (los clásicos) de la antropología que teorizaron sobre las costumbres y creencias de los pueblos exóticos a los que llegaban, desde el chamanismo hasta los ritos “liminales”. Mi intención no es hacer un remedo pobre sobre ello, sino que tratar de acercar un poco esta experiencia, sumando los conocimientos que me ha otorgado la formación de antropólogo en estos cinco años, en algo así como una pequeña reflexión teórica. No quiero caer tampoco en los aburridos análisis que realizan algunos investigadores donde reducen creencias y sucesos que escapan muchas veces a las explicaciones racionales, a meras necesidades simbólicas de los grupos humanos, al tener que creer en algo y la capacidad que poseen los grupos humanos de dar respuesta a estas necesidades generando sistemas de creencias que se complementan a la vez con sistemas de prestigio social y toda la berborrea teórica que se pudiese suponer. Puede ser claro, que estas explicaciones tengan mucha coherencia e incluso pertinencia, pero así todo creo firmemente que en definitiva lo único que logran es abstraer fenómenos culturales y alejarlos de la realidad.
Una vez leí una explicación que daba un antropólogo o un sociólogo, no estoy seguro, sobre el fenómeno del chupacabras en Puerto Rico (fenómeno que se ha dado en varios países latinoamericanos incluyéndonos). En resumen, la idea era que el chupacabras venía a enriquecer un país que se había quedado sin referentes simbólicos de gran arraigo popular y por lo tanto este ser ya legendario venía a enriquecer y a resignificar la creencia popular ahora encarnada en este ser sobrenatural. De ahí seguía con una serie de términos que ornamentaban aún más toda su hipótesis. La explicación parece muy docta y tal vez dio muchas charlas dando a entender su punto de vista, encontrando muchos partidarios. No obstante, aquella explicación no da respuesta a la masiva muerte de ganado en condiciones sumamente extrañas, tampoco a aquellas personas que lograron ver a este raro animal (o lo que sea), es decir no explica nada, a no ser que haya habido un antropólogo medio loco que viendo la falta de referentes simbólicos con arraigo popular se haya puesto a succionar la sangre a los animales de los ranchos disfrazándose de un bicho raro, lo que explicaría el misterio de los miles de animales muertos en extrañas circunstancias en estos países.
Ahora bien, el fenómeno del chupacacabras, analizado socialmente, tal vez potencie creencias populares sobre mitos y leyendas que en sociedades urbanas se han ido perdiendo, o en el mejor de los casos resignificando. Pero ello constituye un efecto secundario que puede haber propiciado la aparición de este ser no identificado. No es la gente que satisface sus necesidades simbólicas imaginando colectivamente su existencia, pues la muerte de cientos e incluso miles de animales existió, es un hecho, así como el testimonio de muchas personas que lograron verlo dando una descripción bastante coincidente siendo que provenían de lugares muy alejados geográficamente.
Quizá no sea la labor de un antropólogo darle respuestas a este tipo de hechos, pero tampoco creo que sea su labor simplificar fenómenos “paranormales” en acabadas hipótesis teóricas. Creo además, que esa manía que tienen los cientistas sociales de otorgar una respuesta a todo, pero a todo tipo de fenómenos sociales, es una manera solapada de arrogancia que impide reconocer en ciertos casos, que existen fenómenos culturales extremadamente complejos, que van mas allá de los conocimientos que uno posee y que tal vez vayan incluso más allá de la cultura misma.
El tema de la brujería, a mi entender representa conocimientos y experiencias que rayan en lo sacro, y no por eso en la superchería ni en la ignorancia. Yo soy de esas personas que piensan que la realidad supera la ficción. He sacado en limpio de esta experiencia una enseñanza muy valiosa, que más allá de nuestra capacidad teórica que como cientistas sociales poseemos existen dimensiones de la vida social en las que sencillamente no tenemos pertinencia. Es decir, yo puedo hacer un apronte de un análisis cultural sobre la existencia de estos brujos, puedo decir que suplen una falencia dejada por nuestros terapeutas, ya que nuestra medicina (alópata) se ha centrado y especializado en la parte somática del organismo, de cómo funciona biológicamente, pero que ha descuidado de manera tremenda la parte de las relaciones médico - paciente, lo que influyen las sanciones sociales en el deterioro de la salud de un paciente (en el caso del SIDA por ejemplo, donde la muerte social sobreviene primero a la muerte corporal y de hecho la agiliza), lo costoso que sale un tratamiento largo de terapia con un sicólogo o un siquiatra(este último dedicado más que nada a recetar fármacos hoy en día). Por eso estos brujos y curanderos cubren la falencia de nuestros profesionales occidentales, desde asuntos de pareja hasta enfermedades terminales donde la ciencia ya no puede responder. Además, teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos es la gente humilde, de estratos más populares quienes precisamente no poseen los medios para costearse una terapia con algún profesional de la salud, y que estos brujos o curanderos, o santiguadores o como se les quiera denominar, en muchos casos son de origen popular también, por lo tanto están en mayor “sintonía” cultural con quienes van en busca de ayuda y esto mismo ayuda a generar un proceso de sanación más eficiente debido a la mayor empatía existente.
Todo esto puede ser válido, pero nada de lo antes dicho explica cómo una persona que la ciencia da por muerta se mejora repentinamente, o cómo enfermedades supuestamente incurables son sanadas, o por qué una casa de repente se llena de sapos, o le caen piedras, o miles de sucesos que se dan y que en explicaciones teóricas se tratan de obviar. Yo estoy de acuerdo en los análisis señalados ya que a la hora de ponerlos en práctica pueden producir mejoras significativas en nuestro modelo médico por ejemplo. Pero en lo que nunca podré estar de acuerdo quizá, es que en aquellas dimensiones más “profundas” de una creencia como la brujería, se diga que es parte de una serie de relaciones que se dan necesariamente para mantener otro tipo de sistemas asociados o explicaciones teóricas de este tipo, que como en el caso del chupacabras, sólo explican los efectos de un fenómeno cultural, no así sus causas. Uno debe saber dar un paso al lado en ciertas ocasiones y humildemente aceptar que sencillamente no tiene explicaciones para ciertos hechos y que así como la biología, ni la ingeniería, ni la matemática logran explicarlo todo, tampoco lo hace la cultura ni la antropología.
Una de las personas con las que conversamos nos relató una anécdota que le ocurrió. El no era precisamente una persona que creyese en brujos o cosas por el estilo, sin embargo un suceso cambió su percepción sobre el tema. En Salamanca hay un viejito que recoge cachureos, es un caballero vagabundo. Un día nuestro entrevistado lo vio caminando hacia el Tambo (un pueblo situado en las cercanías de Salamanca), él iba en auto y pensó en llevarlo, pero el vagabundo le dijo que no se preocupara, siguió así su viaje, cruzó el puente por la carretera con destino al Tambo, y grande fue su sorpresa al ver al vagabundo ya al otro lado del puente. Ningún un auto lo había sobrepasado, así que no había posibilidad que otra persona lo hubiese llevado. Era imposible que hubiese llegado antes que él al otro lado del puente.
El público que acudía a estos curanderos, variaba según la persona. Algunos recibían a todo tipo de personas, pero mayoritariamente personas humildes de estratos populares. Generalmente estas personas no cobraban, y la gente les correspondía con regalos en retribución por sus servicios. Otros, cobraban y recibían a personas de todas partes del país en su mayoría señoras de altos recursos económicos que acudían a ellos especialmente por problemas relacionados al corazón, infidelidades, problemas con su pareja, desunir parejas, etc. Don Pablo, un tarotista que de entrada nos señaló que él era el tarotista más caro de la zona, nos contó que en una ocasión llego al pueblo Yolanda Sultana, la conocida “vidente” que aparece en la televisión(aunque hoy en día está un poco desaparecida de las pantallas), para instalarse por un tiempo a sacar el tarot. Sin embargo al poco tiempo se tuvo que ir pues no le había ido muy bien debido a la cantidad de personas que en Salamanca se dedica a esa actividad y a la reconocida fama que poseen entre los habitantes del lugar. Entonces entre ir a pagarle a la señora Sultana o ir a alguno de los tarotistas de la zona, no había por donde perderse.
Una de las cosas que me llamó la atención fue la denominación que hacían las personas sobre ciertos curanderos de que eran “brujos negros”, es decir brujos de los “malos”. Pues dañaban a las personas y sus fines eran perversos. Este punto de vista es muy discutible, pues la gran mayoría, de quienes se auto denominaban como meicas, yerbateros o tarotistas, contemplaban la posibilidad, y por una suma de dinero extra, de realizar “trabajos”, o sea de llevar a cabo encargos especiales por parte de sus consultantes. Recuperar a un marido alejado, o alejar a una amante del esposo, o cosas por el estilo. Si uno observa esta situación, se podría decir que toda persona que realizara un “trabajo” de esta índole, se convertiría en un brujo negro, pues al hacerlo, se perjudica a otras personas en beneficio de sus “clientes”, ya fuese haciendo volver a un esposo alejado en detrimento de su actual pareja, o creando conflictos en una pareja con el fin de quedarse con una de las personas etc.
Por esto se hace muy difícil la distinción entre un brujo negro o uno blanco, partiendo de la base de que ninguno de nuestros entrevistados que llevaba a cabo este tipo de actividades se decía abiertamente brujo, sino que o era yerbatero, o curandero, o tarotista, nunca brujo. Cuando detallaban sus actividades, no obstante, parecía que realizaban las labores propias de un brujo. Por lo demás, este tipo de actividades es como cualquier otra que se realiza en nuestra sociedad y por lo tanto el cómo se desarrolle depende de cada persona y de sus valores, tal como existen abogados que se dedican a defender intereses de empresas por sobre los de los trabajadores y otros que se dedican a la defensa de la ciudadanía. Son labores distintas, cada uno tiene sus motivos de por qué las realiza, clasificarlos en buenos y malos corresponde al juicio de valor ético y moral de cada persona.
Un elemento común en las casas de quienes entrevistamos relacionados con la brujería, era una cantidad de imágenes, crucifijos y todo tipo de cosas relacionadas con la religión católica. Una especie de matrimonio sincrético entre la religión y las creencias populares, el dinamismo de la cultura quizá, como también este matrimonio puede haber nacido como un reflejo de las resignificaciones que se fueron dando en el tiempo con la llegada de la religión católica, en las creencias populares. O tal vez como algo que nació como un recurso de “des- satanización” de las labores que efectuaban, pues durante mucho tiempo se demonizó la actividad de brujos y curanderos asociándolos al diablo. Al fusionarse con los santitos y los otros símbolos e imágenes católicas, el estigma de lo diabólico tal vez fue mitigado en parte. O simplemente son personas creyentes que poseen un “don”, que no por ejercerlo las cataloga como personas “malas” y demoníacas.
Sea como sea, y los análisis que se hagan, lo claro es que estas personas poseen un gran arraigo popular, y realizan muchas veces tareas sobre humanas recibiendo a todo tipo de personas de todos los rincones del país que realizan una labor que poco tiene que ver con artes malignas, que poseen un gran conocimiento muchas veces heredado de generación en generación, y cuyas capacidades desafían en ocasiones el entendimiento “científico” de las cosas.
Como ya señale anteriormente, la creencia popular dice que ningún brujo se autodenomina como tal, de hacerlo le espera una muerte pavorosa en poco tiempo. También se dice que a un brujo jamás se le debe ver su riqueza en el mundo terrenal, ya que sus verdaderos tesoros radican en la Raja de Manquehua, el lugar de los brujos. Esto es de suma importancia al hacer un parangón con aquellas personas que se dedican a lucrar de esta actividad autodenominándose brujos.
En esto de la brujería los límites para discriminar entre brujos y charlatanes son difusos. Además, se debe considerar que en esta categoría también entran tarotistas, curanderos y otro tipo de oficios ligados a temas “paranormales”. Por esto mismo es necesario hacer algunas distinciones. Un tarotista por ejemplo, se dedica a ver las cartas, por lo general no hacen “trabajos”, cobran por sacar el tarot y el precio depende de varios factores, como pueden ser el prestigio que posean, es decir, que hayan adquirido fama pues a muchas personas les ha hecho sentido lo que las cartas le han revelado, o incluso el lugar en donde desarrollan su actividad (barrios acomodados, mayor valor y viceversa). El tarot no predice el futuro, sólo orienta a tomar ciertas decisiones, por lo que pretender dilucidar el futuro a través de él, ya entra en terrenos de mercachifles que quieren aprovecharse de las personas. En general una “tirada” de tarot no excede los 20 mil pesos, siendo lo más típico que no exceda ni siquiera los 10 mil pesos. Por ejemplo, en el centro de Santiago, por 2 mil pesos es posible sacarse el tarot. Precios excesivos, acompañados de “trabajos” que es necesario realizar para evitar algún mal (diagnosticado a través de las cartas) a la persona que consulta, a precios que superan los 60 mil pesos, también es signo de que quien está delante de uno no es más que un charlatán oportunista.
Por otra parte, están las meicas y curanderos, personas que se dedican más a temas de salud que a las artes adivinatorias, en general trabajan con técnicas tradicionales que se arrastran por siglos, como ver las “aguas” (orines), por ejemplo, para diagnosticar alguna enfermedad. Las personas con quienes tuvimos la oportunidad de dialogar en Salamanca y que se dedicaban a este tipo de actividades vivían en casas humildes, sin mayores comodidades, lo que descartaría un posible lucro a través de lo que hacen. Quienes cobraban por ello, lo hacían por medio de cobros módicos, incluso simbólicos. Otro elemento que distancia a estas personas de los charlatanes, es que para llegar a ellos se debe preguntar, no hay avisos en los medios de comunicación de por medio ni programas radiales donde se les publicite, sólo preguntando a los habitantes del lugar se accede a ellos. La fama que se han ganado es por la efectividad de sus servicios y de ello dan cuenta las personas que han sido sanadas y que los recomiendan a otras personas y así se va generando su prestigio. Es el caso de la señora Marta por ejemplo, a ella acudían personas de todo el país buscando sus servicios, sin ninguna publicidad que la diera a conocer, excepto la buena opinión de sus “pacientes”.
Finalmente llegamos a los brujos. ¿Quiénes son los verdaderos brujos? Esa es una pregunta sin respuesta. En primer lugar un brujo verdadero jamás aceptará su condición de tal. Quizá conversamos con brujos verdaderos sin siquiera saberlo, algunas de las personas con quienes conversamos nos señalaban que algunos de nuestro entrevistados eran brujos reconocidos, nuestros entrevistados nunca se presentaron como tales. Se podría decir que lo eran, si tomáramos como ciertas las afirmaciones de los habitantes del lugar. Pero también está el hecho de que muchas personas de las que se nos decía que eran brujos, se les puede haber asociado a “ser brujo” por el sólo hecho de “sanar” por medios no convencionales. Por esto mismo, señalé anteriormente que el mundo de los brujos es un mundo cerrado para los investigadores, pues nunca se va a tener la certeza de sí tal o cual persona lo és realmente, debido al hermetismo de su condición. Se dice que los brujos poseen jerarquías y que periódicamente se reúnen. Por lo mismo es impensable que un brujo vaya a tratar de hacerse millonario usando sus conocimientos, pues el mundo cotidiano para ellos no tiene relevancia. Sus actividades, sus pugnas de poder, sus jerarquías y reuniones no se manejan en la lógica terrenal, sino en su propio mundo, el mundo de los brujos, el de la raja de Manquehua quizá. A esas dimensiones “profundas” de la brujería, uno como investigador no posee acceso. A no ser, que se convierta en uno, como le ocurrió a Carlos Castaneda con don Juan (un brujo de la etnia Yaqui, en Mexico) y que tanto le pena a la antropología, pues más allá de sí sus relatos son verídicos o meras fantasías, está el doloroso hecho de que un cientista social, que investiga grupos humanos haya terminado siendo un discípulo de brujo renegando de su propia formación académica.
EL TURISMO
La temática del turismo según creo, sí que es un campo donde la antropología debiera estar mucho más involucrada de lo que ha estado hasta hoy. En este tema sí que es necesario teorizar un poco y darle un marco adecuado para la acción, las proyecciones, los impactos, beneficios y desventajas que puede tener el turismo en las distintas zonas donde se realiza y donde se podría llegar a realizar. Salamanca, según creo, podría ser uno de estos lugares, donde a futuro se lleven a cabo actividades turísticas. ¿ Pero de qué clase de turismo estamos hablando?
Ese es el punto, qué clase de turismo se propone. El turismo que uno generalmente asocia es el de playas, sol, calor, bikinis, descanso, en definitiva una serie de elementos que se nos han venido inculcando desde pequeños por medio de grandes campañas de marketing que promueven el turismo de masas. Los grandes balnearios son el centro del quehacer turístico en nuestro país. Es cosa de darse una vuelta durante los meses de enero y febrero por el litoral central, para ver la cantidad de personas que se aglomera en esa zona y lo engorroso que se vuelve un paseo en automóvil de regreso de alguna de las tantas playas que ahí existen. Es que en Chile el tema del turismo se ha explotado de esa manera. Turismo, lagos, playas. Pero esto ha ido cambiando en las últimas décadas, tal vez siguiendo la tendencia mundial con respecto al tema. No es el lugar para hablar sobre los orígenes ni las causas del turismo, pues sobre ello existen completos estudios y trabajos (algunos ellos mencionados en la bibliografía utilizada), sin embargo, desde que se masificó este fenómeno, es decir viajar por placer, para descansar, o para escapar a la vida estresante en la ciudad, aunque sea un par de semanas, o días inclusive, el hecho es que estas grandes migraciones de personas llegan a tener un impacto insospechado en la cultura de los lugares que las reciben, más todavía si se trata de pequeñas localidades que ven radicalmente cambiado su ritmo de vida con estas masas ávidas de descanso y también de fiestear.
Así todo, cada día más personas, y familias, buscan otras alternativas para llevar a cabo su descanso en vacaciones, muchas veces provocado por el aburrimiento de querer escapar a la vorágine de la ciudad, y terminar viviendo esa misma vorágine pero en otro lugar, debido a que la mitad de la ciudad se va a los mismos balnearios, colapsándolos en número y arrastrando todo el estrés acumulado en el año a lugares poco acostumbrados a ritmos de vida tan acelerados. Una situación así se vive en Viña durante las vacaciones. La ciudad es calma durante el año, pero es cosa de que llegue el verano y los miles de veraneantes, para emular los tacos de autos, los constantes bocinazos, etc., que se viven cotidianamente en la capital. Es decir, se va en busca de descanso, y se termina emulando la vida que uno lleva en el lugar del que uno va “escapando”. También es frecuente ver la molestia de los turistas cuando van a comprar a algún pueblo, y debido al excesivo flujo de compradores (la mayoría turistas) se forman colas de personas en las cajas que enervan a los visitantes, más aún cuando ven a la cajera conversando tranquilamente con algún conocido. No se toma en cuenta que ese es el ritmo normal del lugar, que la cajera no lo hace a propósito para molestar a los turistas, sino que así es durante todo el año, donde no hay apuro, pero para personas que vivimos en grandes ciudades y donde vivimos todo los días en una carrera interminable contra el reloj, ese tipo de situaciones nos exasperan y nos molestan.
Debido a todo esto, gran cantidad de personas ha optado por diversificar sus opciones a la hora de elegir algún destino en sus vacaciones. Así es como cada vez más se mira a los sectores rurales como grandes alternativas de descanso, donde no sólo está la posibilidad de conocer un lugar novedoso, sino que además de gozar de parajes naturales de increíble belleza, de interiorizarse de costumbres y tradiciones que son ajenas. Así es como hoy por hoy comienza a sonar con fuerza el concepto de Turismo Rural (el tipo de turismo que me interesa abordar, pues Salamanca posee una gran presencia rural). En la página de Internet del INDAP, se define al turismo rural de la siguiente manera: “..Cualquier actividad turística realizada en un lugar rural incluyendo las áreas naturales. Es una actividad que integra a toda la familia campesina y resguarda sus costumbres y tradiciones. La idea es que la agricultura Familiar Campesina tenga nuevas alternativas de negocio a través de las cuales pueda complementar y/o diversificar sus ingresos.” En esta misma página se definen las distintas modalidades del turismo rural “El Turismo Rural se expresa a través de las siguientes modalidades: agroturismo, Ecoturismo, Turismo Aventura, Turismo Cultural, Turismo Gastronómico, Etnoturismo, Turismo Deportivo, Turismo de Salud, Turismo Educativo, etc.”
Hace no mucho, instituciones públicas como el INDAP y el SERNATUR se han dedicado a financiar y a promover este tipo de turismo. El potencial y la proyección son considerables, esto corroborado por la tendencia de esta forma de turismo experimentada en los países Europeos y Norteamericanos. Este dato no es menor, pues la proyección del turismo rural no sólo está enfocado hacia el turista nacional, sino que también, y de manera incluso más representativa, al turista extranjero. Debido a una serie de factores que convierten a los países Latinoamericanos en destino obligado de aquellos turistas extranjeros en busca de esta modalidad de turismo. En primer lugar la gran cantidad de áreas naturales que no han sido, o de manera menor, alteradas por el hombre, cosa que en los países más desarrollados no ocurre. También está el hecho de que en su mayoría, estas áreas se encuentran insertas en comunidades, o cercanas a ellas, donde aún perdura la cultura local, con sus tradiciones y costumbres. La cultura local es un bien muy valorado por el turista extranjero, la cultura campesina en general, ya que en sus países de origen esta cultura se ha extinguido. Si uno tiene la oportunidad de viajar por Inglaterra, se da cuenta de inmediato que todo los predios están industrializados pos de una maximización de la producción. Con ello fue desapareciendo la cultura campesina, poco rentable debido a formas de producción, de subsistencia muchas veces, que poco aportaba a la producción nacional.
Por esto, poder convivir con una familia campesina, para un extranjero es un verdadero suceso (esto enfocado más que nada al agroturismo y el turismo cultural, pues el perfil de los turistas del turismo aventura, por ejemplo, no posee un interés marcado en conocer la cultura local de alguna comunidad específica, sino más bien en gozar de deportes adrenalínicos): ordeñar una vaca por poner un ejemplo, pues en su país lo más cercano que tiene para observar la procedencia de estos productos es una gran estancia donde máquinas de primer nivel se encargan de este proceso. Esto no lo digo sólo por teorizar un poco, sino que también porque a lo largo de mi vida he tenido la suerte de viajar por muchos países y conocer muchas personas de otras nacionalidades y por lo general, aquellas personas provenientes de países desarrollados valoran de sobre manera este tipo de cosas. Viví también un año en EEUU, en la ciudad de Seattle, en una familia (como estudiante de intercambio) fanática de la naturaleza y de los vegetales y de los parajes naturales. Compraban la fruta y los vegetales que consumían en una granja en las afueras de la ciudad que cultivaban sus productos de manera natural, pues odiaban aquellos productos provenientes de las industrias y todos los aditivos químicos que utilizaban las industrias para lograr mayor eficiencia en la producción. El precio era bastante más alto claro, pero lo pagaban.
Ahora bien, si uno toma al norteamericano promedio, que poco y nada sabe del resto del mundo y que no le interesa saber tampoco de él, que come en MCDONALDS y ve su partido de béisbol sagradamente, claro que poco y nada va a estar interesado en viajar a algún lugar perdido en el mundo para ver ordeñar una vaca. No obstante, el extranjero que decide viajar a otros países, especialmente a países tercermundistas, va ávido de conocimiento y de vivir experiencias que sean lo más autenticas posibles. El Turismo Rural, bien enfocado es para ellos una gran oportunidad de conocimiento y de intercambio cultural. Lo que representa también una buena oportunidad económica para quien ofrece el servicio, pues el perfil de este tipo de turistas incluye personas de mediana edad y sus familias, así como también jóvenes estudiantes recién egresados o ya con un trabajo estable hace algunos años, provenientes de estratos medios, medios - altos de la sociedad. Es decir poseen los medios económicos para costearse una experiencia así, y lo que para una familia campesina puede representar un gran capital, lo más probable es que para este turista le sea incluso económico. Además la implementación de un lugar donde se reciba a este tipo de turistas no requiere un gran gasto económico, pues este tipo de turista no presenta mayores exigencias en cuanto a comodidades. Esto pensando en el desarrollo de una actividad de Turismo rural realizada por familias campesinas y no por empresas privadas que bajo la chapa de turismo rural construyen verdaderos complejos veraniegos al más puro estilo Marbella, con la diferencia que lo hacen en algún lugar del “campo”. El turista al cual me refiero, no posee mayor interés en tener una televisión de 20 pulgadas en el lugar donde se aloje, lo más probable es que haya convivido con este tipo de comodidades y artefactos desde siempre. Por el contrario, mientras más se asemeje su lugar de alojamiento a aquel que posee la familia campesina que lo recibe, pues tanto mejor, hasta se podría dar el caso que alojara con ellos mismos en una especie de intercambio cultural mucho más estrecho.
Hasta el momento he enfocado el tema del turismo rural básicamente hacia turistas extranjeros, creo que al menos por ahora es la opción más viable. Esto porque en nuestro país las clases media y alta, aún no valoran como quizá se debería este tipo de experiencias, tampoco se valora la cultura local más allá de un elemento “exótico” y “rústico”. Es decir, aún se prefiere viajar a algún Mall de Miami o a alguna playa en Can- Cún antes que interiorizarse de la vida, de las tradiciones y costumbres, del patrimonio, de alguna comunidad ubicada en un lugar apartado del propio país.
El Turismo Rural como se puede leer en la definición que hace el INDAP posee varias facetas, desde el agroturismo hasta el Turismo Aventura. Este tipo de turismo no es excluyente en sus distintas facetas, por ejemplo se puede complementar el Ecoturismo, que es la visita y caminatas a lugares naturales, con el turismo aventura, que es la modalidad donde se ofrece desde bajadas en Rafting, hasta realizar recorridos en bicicletas de montaña por bellos paisajes naturales.
Salamanca es un lugar donde el Turismo Rural se puede llegar a desarrollar en muchas de sus modalidades. En primer lugar, es una zona donde la agricultura desempeña un rol importante, es decir es apta para llevar a cabo agroturismo(turismo que tenga que ver con actividades complementarias a la labor principal que se lleva a cabo en un predio, o sea la agricultura). Sus parajes geográficos, cercanos a la cordillera posibilitan el desarrollo del Ecoturismo, incluso de Turismo Aventura, me imagino por ejemplo a un grupo de escaladores yendo a la raja de Manquehua para descender la “mítica cueva de los brujos” . No obstante, creo que una de las mayores vetas en el desarrollo del turismo rural en Salamanca, se encuentra en el turismo cultural. La cantidad de petroglifos existentes en la comuna, es de por sí, un elemento importante como muestra del patrimonio cultural e histórico de la zona. Por otra parte, la gran cantidad de tradiciones que se mantienen vigentes en Salamanca y sus alrededores, ejemplo de la rica cultura local que existe en toda el área. Las festividades que se realizan durante la Semana Santa y el día de San Juan, las procesiones, los rodeos, siendo el que se efectúa en Semana Santa el más importante de la región y donde llegan competidores de todo el país. La producción de un vino artesanal propio, con su planta de elaboración ahí mismo (el Chacolo del pueblo de Chalinga). Salamanca reúne características muy propicias para el desarrollo del Turismo Rural en sus distintas modalidades, y éste a su vez puede llegar a ser muy beneficioso para la articulación de la comunidad, la potenciación y reafirmación de la cultura local y su economía.
Todo esto va a depender eso sí, de qué manera se logren articular las propuestas turísticas, de la forma en que estén involucrados los distintos actores y la coordinación que se logre en la gestión por medio de las distintas instituciones y de la comunidad participante. Mi propuesta está focalizada hacia la realización de este tipo de turismo por parte de las propias comunidades originarias de la región, es decir, no a un mega proyecto turístico generado desde grandes capitales privados, sino que la realización por parte de los habitantes de Salamanca y sus alrededores, quienes sean los mayores beneficiados. Para ello es propicio incentivar de cierta manera la autogestión desde las comunidades interesadas, al mismo tiempo que un compromiso por parte de las instituciones públicas pertinentes(en este caso la Municipalidad de Salamanca) de informar sobre las distintas instancias de financiamiento público que existen para la realización de proyectos turísticos de esta índole. Por ejemplo, INDAP financia proyectos de este tipo, pero para ello se deben cumplir ciertos requisitos básicos que agilicen la aprobación de proyectos. Estar conformados como empresa es uno de ellos, por poner un caso, por lo que sería muy provechoso que la Municipalidad entrara en contacto con aquellas familias y comunidades interesadas y facilitara y asesorara los pasos para conformar una empresa. De este modo agilizar los formalismos para que los proyectos sean aceptados. SERNATUR es otro organismo interesado en fomentar este tipo de experiencias. En su página de Internet(www.sernatur.cl) es posible encontrar una serie de documentos e informaciones que son de gran ayuda a la hora de aventurarse en un proyecto de turismo rural.
Estos pasos tienen que ver con la gestión, de todas formas, creo yo, tanto y más importante es el aspecto de contenido en la propuesta turística y la manera de enfocarlo a la hora de la realización.
En muchas ocasiones, cuando se realizan tentativas de Turismo Rural, de manera no premeditada, se exalta la cultura del turista por sobre la cultura del receptor. Es decir llegan grupos de turistas externos a una comunidad, con cámaras de fotos, de video y se dedican a indagar lo que más puedan de la cultura que están visitando, muchas veces cayendo en impertinencias y faltas de respeto hacia los locales, sin que éstos manifiesten una desaprobación abierta, pues el turista es el turista y no se le puede llamar la atención. Esto se ve acrecentado cuando son agencias turísticas que poco que ver tienen con la comunidad a la que se visita y por ende ellos mismos(guías turísticos o encargados de viaje) no se percatan de este tipo de faltas. De esta manera se va sentando el precedente de que el turista posee primacía sobre el receptor y de a poco se va mellando la autoestima de los locales, en una situación donde se opone una cultura externa hegemónica(la del visitante) por sobre la cultura local(aquella que recibe al visitante). En esto concuerdo tácitamente con lo que propone Julio Enrique Carvajal en su artículo “REFLEXIONES SOBRE ANTROPOLOGIA Y TURISMO”(en el libro Antropología Aplicada, de Patricio Guerrero), al señalar la importante labor que realiza un guía de turismo enfocada precisamente a evitar este tipo de situaciones, para lo cual es necesario que sea una persona de la comunidad a la que el grupo turístico visita, o en su defecto, una persona muy capacitada sobre relaciones interculturales y la cultura misma del lugar que se visita, de manera de propiciar un intercambio simétrico entre visitantes y visitados y así evitar tensiones entre locales y foráneos. Un turismo de estas características, bien logrado se convierte de esta forma en una herramienta educadora de gran alcance, pues posibilita verdaderos intercambios recíprocos entre personas provenientes de contextos culturales muy distintos, acerca los mundos derribando muchas veces estereotipos y estigmas (que los campesinos son sucios por ejemplo, o que los indígenas son borrachos) dando paso a una convivencia en la diversidad, donde el respeto es la base de un enriquecimiento mutuo.
Con esto se valora la cultura local, pues muchas veces ante la presencia de extranjeros altos y rubios (estereotipo explotado por las campañas de marketing como el modelo “correcto” de ser), las personas de comunidades pequeñas tienden a veces a aminorarse, pero al mostrar con orgullo y darse cuenta de que sus formas de vida son algo muy valorado por personas extranjeras, el proceso se torna positivo.
El Turismo Rural así planteado, otorga nuevas perspectivas de vida a las personas de pueblos que en gran parte no poseen mayores oportunidades laborales, por lo que emigran hacia ciudades más grandes. También es cierto que a la hora de plantear el desarrollo local de una zona por medio del turismo, se debe ser sumamente cuidadoso para no caer en excesos y terminar “matando la gallina de los huevos de oro”, pues éxodos masivos de turistas provocados por una explosión de oferta en la zona puede crear tensiones en pueblos pequeños no habituados a grandes flujos de personas, así como también en el medio ambiente. Imagino la ruta hacia la raja de Manquehua saturada de excursionistas, el pequeño pueblo de Chalinga atestado de tours de visitantes, en definitiva un caos generalizado, y todo intento de “racionalizar” los circuitos turísticos colapsados. Claro, esto sería un caso extremo, pero de todas maneras es mejor preverlo.
Todo lo acá expuesto constituye una pequeña propuesta basada en la experiencia vivida en la hermosa ciudad de Salamanca y sus encantadores alrededores, espero que algún día contribuya en algo que sea, al desarrollo de esa maravillosa comuna que nos sedujo con sus encantos y misterio.
CONCLUSIÓN
Así he llegado al final de este informe sobre la investigación realizada en Salamanca. Espero no haber sido demasiado aburrido y haber reflejado de la manera más fidedigna posible aquellos hechos que marcaron esta investigación. La preocupación por lo aburrido debe provenir de un trauma que me crearon alguno de los textos que tuve que leer durante el estudio de la carrera. Textos llenos de tecnicismos que se asemejaban más a descripciones de teoremas matemáticos que a estudios sobre la realidad social. Por lo mismo he decidido adoptar un lenguaje sencillo y entendible para que cualquier persona que no esté familiarizada con los términos antropológicos pueda entender, y tratar de relatar de manera que el lector no finalice cansado ni menos aburrido. Espero haberlo logrado.
La narración de la experiencia ha sido el eje de este informe, para luego pasar a teorizar someramente sobre algunos puntos. Creo que el valor de la experiencia en este tipo de investigaciones posee incluso mayor importancia que los aprontes teóricos que se puedan llegar a formular, esto teniendo en cuenta que toda investigación antropológica parte de una experiencia en terreno, en la que suceden una infinidad de hechos y sucesos que van marcando la investigación, y que por medio de la experiencia van otorgando al antropólogo mayores elementos teóricos con respaldo en situaciones vividas y no solamente en especulaciones teóricas.
Generar teorías no deja de ser un asunto primordial para el quehacer antropológico, más todavía si se aporta en algo, elementos que ayuden a conformar un cuerpo teórico proveniente de la antropología chilena, de su experiencia en terreno e investigación, para de esta manera emanciparse en algo del tutelaje proveniente de los países Europeos y EEUU.
Las experiencias vividas por un grupo de investigadores son únicas e irrepetibles, pero tienen mucho que ver con una serie de situaciones a las que la mayoría de los antropólogos se ven enfrentados al ejercer su profesión. Las teorías se van conformando con el tiempo, contrastando, rebatiendo y modificando, no obstante, es el cúmulo de aquellas experiencias vivenciadas en el terreno las que han dado el sustento y la base para formular todo tipo de interpretaciones antropológicas. Por ello me parece necesario relatar, al menos a grandes rasgos, el terreno y las anécdotas y situaciones que a uno le parezcan más significativas.
Este informe ha tratado de seguir esa pauta. De todas formas, y aunque uno crea que está realizando una investigación descriptiva solamente, a la hora de llevar los sucesos al papel mediante la escritura, se cae en el hecho de que uno, lo quiera o no, al relatar e interpretar situaciones va generando aprontes teóricos.
Este trabajo tiene una gran importancia para mí, pues simboliza el término del ciclo de estudiante, luego de más de seis años, con un diplomado en curso, con bastantes investigaciones a cuesta. Finalizo los requerimientos académicos para dedicarme al ámbito profesional netamente, y de esta forma darle curso a mi tesis, que hace un par de años la vengo retrasando y con la cual mantengo una deuda con una comunidad, de la cual trata la mencionada tesis. Cumplo mi deuda también con Salamanca y con una investigación que definió en muchos aspectos mi vocación como antropólogo.
En cuanto al tema del turismo, traté de aterrizar al máximo su análisis, tratando de visualizar de manera concreta una aplicación de éste en Salamanca y sus alrededores y las implicancias de la antropología en ello. Con relación a la temática de la brujería, a pesar de haber dejado en claro mi postura con respecto a ella, fue el aspecto que mayormente he tratado en este trabajo, pero tratando de dejar un poco las explicaciones de lado para dejar paso a la experiencia en sí, para que cada cual saque sus conclusiones.
No me queda más que volver a reiterar mis agradecimientos a todas aquellas personas que con una gran disposición colaboraron en esta investigación, esperando en un futuro no muy lejano volver a visitar aquella región misteriosa y enigmática.
NOTAS
La escuela de Antropología de la U.Bolivariana, pide como requisito de egreso 90 días de terreno a sus alumnos, días que deben ser completados a los largo de los cinco años de duración de la carrera.
La escuela de Antropología de la U.Bolivariana realiza anualmente una investigación de terreno en donde participan alumnos de todas las generaciones, incluyendo a alumnos egresados que por requerimiento aún deban cumplir con parte de los 90 días de terreno.
Los métodos y técnicas de registro de datos en una investigación antropológica varían desde el uso de lápiz y papel, hasta el uso de cámaras de video. Sin embargo éstas últimas no son utilizadas generalmente, puesto que en muchos lugares la presencia de las cámaras no es bien recibida, tal vez en rechazo a ciertas prácticas periodísticas que llevadas a cabo de manera poco escrupulosa violentan la intimidad de las personas. También está el hecho de que una cámara de video, al ser físicamente muy visible, muchas veces cohibe a los entrevistados. De todas maneras, el criterio de usos de técnicas y métodos a la hora de realizar una investigación depende de cada antropólogo, según éste aprecie que es pertinente tal o cual instrumento.
El término Geertziano se utiliza en relación a un conocido antropólogo norteamericano de nombre Clifford Geertz, quien postula una teoría interpretativa de la cultura, entendida ésta última como un sistema simbólico.
Informante clave, se denomina en antropología, a aquellas personas que poseen información “reveladora” en cuanto a ciertos temas atingentes a la investigación antropológica.
BIBLIOGRAFÍA
AGROTURISMO, ASPECTOS SOCIOECONÓMICOS Y DE IDENTIDAD LOCAL, Amelia Pérez Pizarro, Profesora de la facultad de Cs. Agrarias y Forestales, Universidad de Chile.
Antropología y turismo ¿nuevas hordas, viejas cultura?, Agustín Santana, Editorial Ariel S.A., Barcelona, 1997
Antropología y turismo rural. Una contingencia necesaria, Antonio Miguel Nogués Pedregal, Universidad de Sevilla, Gazeta de Antropología, Número 11, 1995.
APROXIMACIÓN AL DESARROLLO TURÍSTICO EN EL ESTADO AMAZONAS(VENEZUELA) DESDE UNA PERSPECTIVA PLURAL, Ángel Acuña Delgado, Universidad de Granada, Boletín de Antropología Iberoamericana, Número 13, Octubre 2001.
La santería en Cuba, María Teresa Linares, Museo Nacional de la Música, Cuba, Gazeta de Antropología, Número 10, 1993.
Lineamientos para la elaboración de una Política de Turismo Cultural, SERNATUR, DEPARTAMENTO DE PLANIFICACIÓN, Santiago, Diciembre de 2001.
Los curanderos, psicoterapeutas populares, Enrique Blanco Cruz, Universidad de Granada, Gazeta de Antropología, Número 9, 1992.
REFLEXIONES SOBRE ANTROPOLOGÍA Y TURISMO(del libro Antropología Aplicada de Patricio Guerrero, pags 239-297) Julio Enrique Carvajal.
Violencia y Brujería en Bogotá, Carlos Pinzón, Boletín Cultural y Bibliográfico, Número 16, Volumen XXV, 1988.
TRABAJOS CONSULTADOS DESDE EL SITIO DE INTERNET “EL RINCÓN DEL VAGO”
Estructura de hotel rural, *Mbgonzales, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España.
Mercado de alojamiento turístico rural, *Capacín, Gran Canaria, España.
Sostenibilidad del turismo rural, *Miguel, Uisek, Chile.
Turismo rural, *María, España.
(* Los autores de estos trabajos utilizaron seudónimos para firmar)
ENLACES EN INTERNET
Servicio Nacional de Turismo, www.sernatur.cl
Instituto de Desarrollo Agropecuario, www.indap.cl
Ilustre Municipalidad de Salamanca, www.salamanca.cl
** La fotografía de la portada no es de autoría de quien elaboró esta investigación, fue extraída de un portal de turismo de Internet. El link no se pudo agregar pues una vez que se agregó se perdió la página. En caso de cualquier molestia, o si se encuentra el link(para ser agregado) contactarse con el autor.
*** Todos los nombres originales en esta investigación, a excepción de quienes la llevaron a cabo, han sido reemplazados por seudónimos para evitar confusiones o malentendidos.
**** Esta investigación ha sido realizada tratando de ser lo más respetuosa posible con sus informantes y entrevistados, así como también con el lugar donde se llevó a cabo, con el objetivo último de dar a conocer una realidad local de gran riqueza a juicio de su autor.
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Enviado por: | Carlos Sáez Larravide |
Idioma: | castellano |
País: | Chile |