Recién estrenada, Carmina o revienta es una de las opciones más refrescantes para combatir los sofocos de este verano recalentado por furores futboleros patrios y pantalones más cortos que nunca. Antes de que la subida del IVA nos impida asistir con más asiduidad a las salas, aprovechemos ahora para apoyar nuestro cine, o ahorremos -quien pueda- para siempre. Paco León (Sevilla, 1974) es uno de nuestros hombres, popular y querido gracias a sus imitaciones -no miméticas pero sí paródicas y caricaturescas- y a su papel de Luisma en Aida, serie barriobajera y políticamente incorrecta que aunque por ser de producción propia no parezca meritoria, sí merece el aplauso de ciertos críticos de cine exigentes y temibles. Ahora nos demuestra su talento como director, y detrás de las cámaras sigue marcando sonrisas con su sello inconfundible de una cierta causticidad desenfadada.
Todo queda en familia, dirigiendo a su hermana - la guapa y fresca María León, la única actriz profesional del reparto- a su padre -Antonio León- y su madre, Carmina Barrios; principal personaje, motivo, gracia y sentido de la película. No les hace falta interpretar, se limitan a ser ellos mismos, o a exagerar para la pantalla una autenticidad incuestionable. Así sucede con los otros personajes que parecen caricaturas de sí mismos, desde esa amiga de Carmina que se codea con Mayra Gómez Kemp y con la reina Sofía, a ese cobrador del Frac digno de un personaje de Ibáñez -el creador del Botones Sacarino y Mortadelo.
Refresco con burbujas por la novedad que supone con el valor añadido de ser ópera prima y por la hilaridad bien dosificada. Grotesca hasta lo esperpéntico, escatológica en algún gag -pues cada capítulo de las memorias de esta madre es un gag que puede ser contado aparte hilvanado por el hilo común de la trama.
La película cuenta las horas de insomnio que Carmina pasa en la cocina, esperando la hora fatal de la madrugada con una inevitable llamada telefónica. Va recordando los sucesos que la han llevado a esa situación de espera y ansiedad mientras fuma cigarrillo tras cigarrillo, devora yogures y líquidos inclasificables, y da de comer a una cabra que le hace compañía.
Es difícil clasificar esta película, sin ser un docudrama es una narración documental naturalista hasta el extremo, quizá podríamos inventar un término para clasificarla: docucomedia. No sabemos hasta qué punto está basada en experiencias reales, ni qué papel juega la ficción.
En las fiestas de amigos y familia, Paco León y su hermana María han contado con éxito las anécdotas de su madre tan temperamental. La decisión de recapitular estas vivencias han sido acertadas como homenaje a tantas madres y para sacar al espectador sonrisas y algún alarido de escándalo que siempre se agradece para salvarle de la monotonía.
La amoralidad aquí es un tanto a su favor, pues aunque se trata de la lucha de una madre contra ese leviatán social que limita más que protege, no cae en la fácil setimentalidad de ciertas comedias que nos llegan con su moralina incorporada. Carmina o Revienta hace honor a nuestra tradición humorística, la picaresca de aquel lazarillo que no hace otra cosa que saciar el hambre que le atormenta, que defender su estancia en el mundo. Ya don Américo Castro nos avisaba a los lectores de la amoralidad del personaje y escasa ejemplaridad, pese a la innegable importancia de El Lazarillo de Tormes.
Carmina o Revienta ha sido laureada en el Festival de Málaga con tres premios: público, crítica y otro a la magnífica Carmina Barrios.
Arrasa la película en las salas a una semana de su estreno, y es más, triunfa on line y se vende como si no hubiera crisis en DVD, por esta apuesta arriesgada de Paco León de ofrecerla en estos tres formatos y que sea el espectador el que escoja. Que cunda el ejemplo.