Filosofía y Ciencia
Bien común
El Bien Común en Maquiavelo, Hobbes y Montesquieu
Introducción
El Bien Común hace referencia al bien que persigue una determinada sociedad para el conjunto de sus integrantes. La política es la ciencia social y práctica cuyo objeto es la búsqueda del bien común de los integrantes de una comunidad, siendo deber del poder político y la razón de ser de la autoridad política.
Por lo tanto, es el bien común el principio y fin ético de la política. Será justo y adecuado todo aquello que beneficie, tienda, acreciente o promueva el bien común. Y lo que tienda a perjudicarlo o disminuirlo con toda evidencia será injusto y pernicioso.
Es así que se puede considerar de capital importancia establecer las nociones que en la Edad Moderna se han concebido de Bien Común a partir del pensamiento Filosófico. En la presente investigación se tratará acerca de la forma como han pensado el Bien Común tres pensadores fundamentales en dicha época, como son: Maquiavelo, Hobbes y Montesquieu.
Estos tres, fundan las bases de lo que se conoce hoy de teoría política. Y muchos de los gobiernos que rigen los distintos países siguen sus líneas de pensamiento, es por ello que se hace necesario, conocer las teorías políticas directamente de sus autores, para poder adquirir un mejor ojo critico y un espíritu de decisión a la hora de evaluar y catalogar la forma como hoy somos gobernados.
El Bien común como bien del Príncipe.
La teoría de que el Bien Común consiste en bienestar del príncipe y que de él se dimana como una gracia, pertenece a Nicolás Maquiavelo (Florencia 1469- 1527), político e historiador italiano, quien en su obra “El Príncipe” traza las rasgos del perfecto gobernante y de los métodos que ha de seguir para mantener el poder.
Maquiavelo concebía como bien supremo, no a la virtud, la felicidad o la perfección de la naturaleza sino a la fuerza y poder del Estado y de su personificación en el príncipe. (Cf. Cappelletti. Pág 39). Así se comprende de Maquiavelo que si el príncipe tiene buen éxito en establecer la autoridad los medios que emplee serán siempre calificados de honorables y serán siempre aprobados por todos. Esta aprobación de todos los ciudadanos es lo que se constituirá en el Bien común ya que es el bien personificado del príncipe, el bien del estado que no se subordina al bien del individuo o de la persona en ningún caso, y este bien se considera por encima de todos los bienes particulares.
Para Maquiavelo el trabajo del príncipe consiste en llegar al poder y mantenerlo, para lograr este último es necesario que obre en forma tal que el pueblo que gobierna nunca se vea tentado a quitarlo del poder por ello debe ser consciente de que un príncipe debe ser fiel a la confianza que se ha puesto en el (El Príncipe Cap. XIX). Debe huir de los aduladores que lo pueden desvirtuar de la realidad (Op. Cit. Cap XXIII). Debe procurar el bien del pueblo, para que este no se amotine.
Maquiavelo que un príncipe tiene dos formas de ejercer el gobierno: gozar de cierta liberalidad o, por el contrario, ser avaro o mísero. Pero la liberalidad es algo que se agota muy pronto y conduce al príncipe a ser pobre y despreciable. Por eso es mejor tener la reputación de avaro y no de liberalidad que siempre va acompañada de odio público. En la misma forma, un príncipe si se hace temer de los súbditos debe procurara que aquellos no lo aborrezcan. Para ello no cebe abusar de sus gobernados ni de sus soldados, evitando quitarles sus haciendas o sus mujeres. Hay que procurar que le príncipe sea temido y respetado pero que no por ello llegue a ser aborrecido:
“Es menester, pues, que sepáis que hay dos modos de defenderse: unos con las leyes y otro con la fuerza. El primero conviene a los hombres, el segundo a los animales; pero, el primero a menudo no basta, es preciso recurrir al segundo. Le es, pues, indispensable a un príncipe saber hacer buen uso de uno y otro enteramente juntos. (Cf. El príncipe”. Cap. II)
Así esta claro que lo que hace que un príncipe sea odiado es que se rapaz, usurpador de las propiedades de los súbditos , que le robe sus mujeres. El príncipe llega a ser menospreciado cuando se presenta como: variable, ligero, afeminado, irresoluto. Si no es aborrecido ni menospreciado, puede estar seguro que sus súbditos nunca se le rebelarán.
Un príncipe, para Maquiavelo, debe ser ante todo un gran organizador, un individuo que prevé todos las posibles consecuencias de los que se propone; debe saber actuar con astucia. El príncipe es un hombre que sabe actuar en el terreno práctico. Solo de este modo puede lograr el Bien del pueblo, Bien Común, que lo mantendrá en el Poder.
El Bien Común como fruto del Contrato Social y del Estado.
Esta concepción de Bien común se debe a Thomas Hobbes (1588-1679). Tratadista político y filósofo inglés autor de “Leviatán” obra en la que afirma que el hombre es un lobo para el hombre, es decir, todos los hombres son iguales por naturaleza y de esta igualdad de poder los hombres surgen la rivalidad entre ellos. Esta rivalidad se da fundamentalmente en tres aspectos: la competencia, la desconfianza y el deseo de fama. Todo esto hace vivir al hombre en un estado natural de guerra de todos contra todos, que solo se ve soliviantado mediante la concreción de un pacto, el Contrato Social, mediante el cual todos los hombres renuncian a sus derechos y los ceden a un solo hombre, o grupo de hombres, para este mantenga la paz entre ellos. El mismo Hobbes lo relata en el Leviatán:
“La única vía para construir ese poder común, apto para la defensa contra la invasión extranjera y las ofensas ajenas, garantía de que por su propia acción y por los frutos de la tierra los hombres puedan alimentarse y satisfacerse, es dotar de todo el poder y la fuerza a un hombre o asamblea de hombres, quienes, por mayoría de votos, estén capacitados para someter sus voluntades a una sola voluntad. [...] Esta autoridad, transferida por cada hombre al Estado, tiene y emplea poder y fuerza tales que por el temor que suscita es capaz de conformar todas las voluntades para la paz, en su propio país, y para la ayuda mutua contra los enemigos, en el extranjero. En esto radica la esencia del Estado, que puede definirse como sigue: persona resultante de los actos de una gran multitud que, por pactos mutuos, la instituyó con el fin de que esté en condiciones de emplear la fuerza y los medios de todos, cuando y como lo repute oportuno, para asegurar la paz y la defensa comunes. El titular de esta persona se denomine soberano y su poder es soberano; cada uno de los que lo rodean es su súbdito”.(Cap XVII)
Este hombre, o grupo de hombres, constituyen al Soberano, quien ejerce todos los poderes, es decir, se encarga no sólo de elaboración de las leyes, dictarlas y hacerlas cumplir, sino que está interesado también en regular los asuntos externos en internos: familia, educación, comercio, etc. Sin embargo todo ello no significa que la teoría política de Hobbes no ponga límite alguno a la acción del Estado. El Estado no puede mandar a un hombre que se mate o se hiera a sí mismo o a un persona querida, o a no defenderse ni tomar alimento o aire o cualquier otra cosa necesaria para la vida ni tampoco puede ordenar a uno que confiese un delito, pues nadie está obligado a acusarse a sí mismo. No obstante, para todo lo demás, el súbdito es libre sólo en lo que el soberano ha dejado de ordenar con las leyes; por lo que su libertad es mayor o menor en diversos lugares y tiempos según los criterios seguidos por el estado soberano.
Así pues se deja ver que en Hobbes el Bien Común es fruto de la regulación que el Estado hace de la vida de los súbditos, y de la forma en que garantiza la paz, la convivencia y la correcta distribución de bienes.
El Bien Común como resultado de las leyes.
La teoría política que afirma que el Bien Común encuentra su origen en el establecimiento de las leyes se debe a Charles-Louis de Secondat, Barón de Montesquieu (1689-1775) Escritor y filósofo francés, cuya obra fundamental es “Del Espíritu de las Leyes”, en la que sienta las bases de la moderna teoría del estado y de su composición.
El objetivo del pensamiento político de Montesquieu, expresado en el Espíritu de las leyes, es elaborar una física de las sociedades humanas. Su modelo, tanto en contenido como metodología, está más en la línea de lo experimental que lo especulativo. Adopta el análisis histórico, basado en la comparación; arranca de los hechos, observando sus variaciones para extraer de ellas leyes.
En esta obra se nos ofrece, además de la descripción de las idiosincrasias nacionales, las diversas formas de gobierno y sus fundamentos, así como los condicionantes históricos e, incluso, climáticos de éstos, elaboró un novedoso enfoque de las leyes, los hechos sociales y la política: se desvane la clásica oposición entre las tesis iusnaturalistas y escépticas, que atribuían el fundamento de las leyes a la arbitrariedad de los legisladores: consideraba más bien que las leyes proceden de relaciones necesarias derivadas de la naturaleza de las cosas y las relaciones sociales, de forma que no sólo se opuso a la separación entre ley natural y ley positiva sino que consideraba que son complementarias.
Cada pueblo tiene las formas de gobierno y las leyes que son propias a su idiosincrasia y trayectoria histórica, y no existe un único baremo desde el cual juzgar la bondad o maldad de sus corpus legislativos. A cada forma de gobierno le corresponden determinadas leyes, pero tanto éstas como aquéllas están determinadas por factores objetivos tales como el clima y las peculiaridades geográficas que, según él, intervienen tanto como los condicionantes históricos en la formación de las leyes. No obstante, teniendo en cuenta dichos factores, se puede tomar el conjunto del corpus legislativo y las formas de gobierno como indicadores de los grados de libertad a los que ha llegado un determinado pueblo.
Montesquieu pone especial énfasis en el valor de la libertad y la forma de asegurarla. Para él, el Estado es libre cuando el poder detiene al poder, por lo que propone la división de poderes, entre el: legislativo, ejecutivo y judicial.
Sin embargo, para Montesquieu existen una amplia gama de poderes intermedios entre el individuo y el Estado, como son la nobleza, los municipios, la Iglesia, etc. Estos poderes son autónomos.
Montesquieu, propone que la única manera de alcanzar el Bien Común es por medio de la libertad que consagran las leyes:
“La libertad consiste en poder hacer lo que se debe hacer. La libertad es el derecho a hacer lo que las leyes permiten. Si un ciudadano tuviera derecho a hacer lo que éstas prohíben, ya no sería libertad, pues cualquier otro tendría el mismo derecho.” (Del espíritu de las leyes. Libro XI. Cap. III)
De esta forma se sigue que para Montesquieu ell mejor gobierno es aquél en que se garantiza la libertad, ya que este gobierno será capaz de promover y mantener el equilibrio y la paz que son propios del Bien común de toda sociedad.
Conclusión
La Política y el Estado deben orientarse por el principio del bien común: El bien común es el fin de la ley, de la autoridad y de la sociedad por lo que el conjunto de la actividad política debe estar orientada al bien común de la sociedad. El Estado es garante del bien común. Para conseguir ese bien común los poderes públicos deben respetar el orden moral.
De acuerdo a los criterios de una globalización financiera no se da gran importancia a los valores morales y espirituales, formándose en los últimos años un contexto social en el cual las motivaciones económicas son antepuestas a valores y comportamientos fundamentales para un desarrollo armonioso de la sociedad.
Santo Tomás dijo que "Un régimen se vuelve injusto cuando, despreciado el bien de la sociedad, tiende al bien privado de dirigente. Luego cuanto más se separe del bien común, tanto más injusto será el régimen. Más se separa del bien común la oligarquía, en la que se busca el bien de unos pocos, que la democracia, en la que se busca el bien de muchos" Claro que Santo Tomás no pudo conocer la especial democracia Venezolana, que ha derivado en una demo-oligarquía perversa, que busca el bien de unos pocos y la sumisión y desatención de muchos.
La familia es el ejemplo de la sociedad y hay que preservarla pues se observa una tendencia a tratar de desarmarla y equipararla a cualquier tipo de asociación entre seres humanos en los que se comparta el sexo, sin importar la naturaleza de la relación ni la ética.
Se agrega la carencia de una política de población en Venezuela: Un país despoblado que necesita cien millones de habitantes para desarrollarse, no requiere un control demográfico mediante la anticoncepción ni la desaparición de niños por el aborto, sino un estímulo de la natalidad. Se debe valorar en plenitud la vida humana, que debe ser defendida y preservada desde su concepción y hasta su fin natural. Por lo cual debe definirse en aspectos importantes, como el aborto, la anticoncepción y políticas de Estado en cuanto a familia y población. Hay que proteger la Familia: La familia, verdadera y tradicional debe estar contemplada como una política de Estado, asegurando condiciones socioeconómicas y ambientales para su desarrollo. La familia ha sido y es la célula principal de la sociedad y la que ha sostenido al país en las sucesivas crisis, impidiendo su desintegración.
Para superar el relativismo se requiere una participación de los católicos en la democracia, responsable y con vistas al bien común. Y apoyar la educación sobre valores morales consistentes comenzando por las escuelas donde se debe destacar la religión y la ética. O la alternativa es permitir que persista el relativismo moral que se dirige a la desintegración de la familia y apunta a una aprobación legal del aborto.
Bibliografía
CAPPELLETTI, Ángel. Estado y Poder Político en el Pensamiento Moderno. Ediciones Universidad de los Andes. Consejo de Publicaciones. Mérida - 1994.
HOBBES, Thomas. Leviatán. Ediciones Orbis. Barcelona - España. 1984
MAQUIAVELO, Nicolás. El Príncipe. Ediciones Espasa - Calpe. Medrid. 1981.
MONTESQUIEU. Del Espíritu de las leyes. Ediciones Orbis. Barcelona - España. 1984
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Enviado por: | Joale |
Idioma: | castellano |
País: | Venezuela |