Arte
Barroco. Goya. Romanticismo. Realismo. Impresionismo. Postimpresionismo
Historia del Arte
El barroco
Goya
Impresionismo
Realizado por Jesús Oporto Márquez
EL BARROCO
Estilo dominante en el arte y la arquitectura occidentales aproximadamente desde el año 1600 hasta el 1750. Sus características perduraron a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII, si bien dicho periodo se denomina en ocasiones estilo rococó. Manifestaciones barrocas aparecen en el arte de prácticamente todos los países europeos, así como en las colonias españolas y portuguesas de América. El término barroco se aplica también a la literatura y la música de aquel periodo.
Los orígenes de la palabra barroco no están claros. Podría derivar del portugués barocco o del castellano barrueco, término que designa a un tipo de perlas de forma irregular. La palabra es un epíteto acuñado con posterioridad y con connotaciones negativas, que no define el estilo al que hace referencia. De cualquier modo, a finales del siglo XVIII el término barroco pasó a formar parte del vocabulario de la crítica de arte como una etiqueta para definir el estilo artístico del siglo XVII, que muchos críticos rechazaron después como demasiado estrafalario y exótico para merecer un estudio serio. Escritores como el historiador suizo Jakob Burckhardt, en el siglo XIX, lo consideraron el final decadente del renacimiento; su alumno Heinrich Wölfflin, en Conceptos fundamentales para la historia del arte (1915), fue el primero en señalar las diferencias fundamentales entre el arte del siglo XVI y el del XVII, afirmando que “el barroco no es ni el esplendor ni la decadencia del clasicismo, sino un arte totalmente diferente”.
El arte barroco engloba numerosas particularidades regionales. Podría parecer confuso, por ejemplo, clasificar como barrocos a dos artistas tan diferentes como Rembrandt y Gian Lorenzo Bernini; no obstante, y pese a las diferencias, su obra tiene indudables elementos en común propios del barroco, como la preocupación por el potencial dramático de la luz.
Antecedentes históricos
La evolución del arte barroco, en todas sus formas, debe estudiarse dentro de su contexto histórico. Desde el siglo XVI el conocimiento humano del mundo se amplió constantemente, y muchos descubrimientos científicos influyeron en el arte; las investigaciones que Galileo realizó sobre los planetas justifican la precisión astronómica que presentan muchas pinturas de la época. Hacia 1530, el astrónomo polaco Copérnico maduró su teoría sobre el movimiento de los planetas alrededor del Sol, y no de la Tierra como hasta entonces se creía; su obra, publicada en 1543, no fue completamente aceptada hasta después de 1600. La demostración de que la Tierra no era el centro del Universo coincide, en el arte, con el triunfo de la pintura de género paisajístico, desprovista de figuras humanas. El activo comercio y colonización de América y otras zonas geográficas por parte de los países europeos fomentó la descripción de numerosos lugares y culturas exóticas, desconocidos hasta ese momento.
La religión determinó muchas de las características del arte barroco. La Iglesia católica se convirtió en uno de los mecenas más influyentes, y la Contrarreforma, lanzada a combatir la difusión del protestantismo, contribuyó a la formación de un arte emocional, exaltado, dramático y naturalista, con un claro sentido de propagación de la fe. La austeridad propugnada por el protestantismo en lugares como Holanda y el norte de Alemania explica la sencillez arquitectónica que caracteriza a esas regiones.
Los acontecimientos políticos también tuvieron influencia en el mundo del arte. Las monarquías absolutas de Francia y España promocionaron la creación de obras que, con su grandiosidad y esplendor, reflejaran la majestad de Luis XIV y de la casa de Austria, en especial de Felipe III y Felipe IV.
Características del arte barroco
Entre las características generales del arte barroco están su sentido del movimiento, la energía y la tensión. Fuertes contrastes de luces y sombras realzan los efectos escenográficos de muchos cuadros, esculturas y obras arquitectónicas. Una intensa espiritualidad aparece con frecuencia en las escenas de éxtasis, martirios y apariciones milagrosas. La insinuación de enormes espacios es frecuente en la pintura y escultura barrocas; tanto en el renacimiento como en el barroco, los pintores pretendieron siempre en sus obras la representación correcta del espacio y la perspectiva. El naturalismo es otra característica esencial del arte barroco; las figuras no se representan en los cuadros como simples estereotipos sino de manera individualizada, con su personalidad propia. Los artistas buscaban la representación de los sentimientos interiores, las pasiones y los temperamentos, magníficamente reflejados en los rostros de sus personajes. La intensidad e inmediatez, el individualismo y el detalle del arte barroco —manifestado en las representaciones realistas de la piel y las ropas— hicieron de él uno de los estilos más arraigados del arte occidental.
Primer barroco.
Las raíces del barroco se localizan en el arte italiano, especialmente en la Roma de finales del siglo XVI. El deseo universalista inspiró a varios artistas en su reacción contra el anticlasicismo manierista y su interés subjetivo por la distorsión, la asimetría, las extrañas yuxtaposiciones y el intenso colorido. Los dos artistas más destacados que encabezaron este primer barroco fueron Annibale Carracci y Caravaggio. El arte de Caravaggio recibió influencias del naturalismo humanista de Miguel Ángel y el pleno renacimiento. En sus cuadros aparecen a menudo personajes reales, sacados de la vida diaria, ocupados en actividades cotidianas, así como también apasionadas escenas de tema mitológico y religioso. La escuela de Carracci, por el contrario, intentó liberar al arte de su amaneramiento retornando a los principios de claridad, monumentalidad y equilibrio propios del pleno renacimiento. Este barroco clasicista tuvo una importante presencia a lo largo de todo el siglo XVII. Un tercer barroco, denominado alto barroco o pleno barroco, apareció en Roma en torno a 1630, y se considera el estilo más característico del siglo XVII por su enérgico y exuberante dramatismo.
El arte barroco en Italia:
PINTURA.
Entre los primeros y más influyentes artistas que acometieron la reforma sistemática del manierismo están los Carracci. Annibale Carracci, su hermano Agostino y su primo Ludovico fueron los tres artistas boloñeses que tuvieron mayor repercusión en Roma, el centro artístico más importante de la época. Annibale, famoso ya en Bolonia por su pintura al fresco, llegó a Roma en 1595 para pintar la bóveda del salón-galería del palacio Farnesio (1597-1600). Fue su obra más importante, y constituyó un punto clave para la evolución posterior del clasicismo barroco, del que Annibale fue el principal precursor. El éxito de este estilo atrajo a artistas como Guido Reni, Domenichino y Francesco Albani, discípulos de los Carracci en Bolonia. Otros clasicistas, como los pintores franceses Nicolas Poussin y Claudio de Lorena, llegaron del extranjero para trabajar en Roma. También Caravaggio se trasladó a Roma, donde encontró en Annibale Carracci a su rival más destacado. Obras como La vocación de san Mateo y el Martirio de san Mateo (c. 1599-1600, iglesia de San Luis de los Franceses, Roma) fueron bien acogidas, convirtiéndose Caravaggio en el maestro de toda una escuela de naturalistas barrocos. El naturalismo se propagó durante las dos primeras décadas del siglo XVII gracias a otros pintores italianos como Orazio Gentileschi, su hija Artemisia, Bartolomeo Manfredi y Battistello, y más tarde gracias a los extranjeros que fueron a trabajar a Italia, como el francés Valentin de Boulogne, el holandés Gerrit van Honthorst y el español José de Ribera, llamado el Españoleto. Aunque con menor importancia en la Italia posterior a 1630, el naturalismo mantuvo su enorme influencia en algunas zonas de Europa a lo largo de todo el siglo XVII.
Otro momento clave en la historia de la pintura barroca tuvo lugar a finales de la década de 1620. Algunos artistas intentaron introducir un efecto monumental en sus obras a partir de la representación de espacios ilimitados (ilusionismo). Una de las primeras obras maestras de este pleno barroco fue la Asunción de la Virgen (1625-1627) que Giovanni Lanfranco pintó en la inmensa cúpula de la iglesia de Sant'Andrea della Valle en Roma. Aunque este fresco tuvo su precedente en los techos renacentistas que Correggio pintó en Parma, admiró a los espectadores de la época por sus exuberantes trampantojos. Las obras de Lanfranco en Roma (1613-1630) y en Nápoles (1634-1646) fueron fundamentales para el desarrollo de este tipo de pintura en Italia.
La pintura al fresco de bóvedas y techos mediante la creación de ilusiones perspectivas y grandes escenas unitarias vistas de abajo a arriba fue una técnica muy empleada por los pintores del pleno barroco. Pietro Berrettini, llamado Pietro da Cortona, la manejó de manera extraordinaria en obras como los techos del gran salón del palacio Barberini en Roma (1633-1639). Otras muestras se encuentran en la obra de Giovanni Battista Gaulli, llamado el Baccicio, como la Adoración del nombre de Jesús (1676-1679) que pintó para el techo de la nave mayor de la iglesia del Gesù en Roma, y en la de Andrea Pozzo, como la Entrada de san Ignacio en el paraíso (1691-1694), ubicada sobre la nave mayor de la iglesia de San Ignacio en Roma, en un alarde de perspectiva que finge arquitecturas en prolongación de las reales, y llega a simular incluso una gran cúpula que no existe. Este género de pintura, que exige grandes conocimientos matemáticos, recibió el nombre de cuadratura.
ESCULTURA.
La reacción antimanierista en la escultura italiana tiene su primer ejemplo relevante en la Santa Cecilia de Stefano Maderno (1600, iglesia de Santa Cecilia in Trastevere, Roma). El gusto por lo curvilíneo, el dramatismo y la pronunciada torsión de los cuerpos son características que se repiten en sus primeros trabajos. Fue Gian Lorenzo Bernini, sin embargo, quien dominó la escultura barroca en Roma. Entre sus primeros grupos escultóricos de grandes dimensiones, el Rapto de Proserpina (1621-1622) y Apolo y Dafne (1622-1624, ambas en la Galería Borghese, Roma) muestran su dominio de la escultura en mármol, creando efectos realistas de gran tensión dramática, fuertes contrastes de luz y sombra y la ilusión óptica del jaspeado. El Éxtasis de santa Teresa (1645-1652, capilla Corran, iglesia de Santa María de la Victoria, Roma) resume a la perfección la elevada teatralidad que caracteriza al barroco. Bernini fue el artista predilecto de los papas, para quienes realizó los proyectos más ambiciosos en el Vaticano. Tanto el inmenso baldaquino (1624-1633), un enorme ciborio o dosel sobre columnas salomónicas que cubre el altar mayor de la basílica de San Pedro, como la Cátedra de San Pedro (1657-1666), en el ábside de la basílica vaticana, atestiguan con su colosal tamaño y ricos materiales (mármol y bronce dorado) el suntuoso esplendor de la Iglesia católica. Bernini fue también un excelente retratista, como puede verse en los bustos de Constanza Buonarelli (c. 1635, Museo del Barguello, Florencia) y del Papa Inocencio X (c. 1647, Palacio Doria-Pamphili, Roma). Su único rival en este género fue el escultor Alessandro Algardi.
Las fuentes se convirtieron en uno de los monumentos públicos más representativos del barroco, un aspecto en el que también destacó el polifacético Bernini. Su fuente de los Cuatro ríos (1648-1651) en la romana plaza Navona, impresiona al espectador por sus gigantescas estatuas, el enorme obelisco egipcio que remata su centro y los efectistas juegos de agua. Bernini fue también un notable e influyente arquitecto; además de la gran columnata (comenzada en 1656) que rodea la plaza de San Pedro del Vaticano, proyectó iglesias como la de Sant'Andrea al Quirinale (1658-1670) en Roma.
ARQUITECTURA.
Entre los principales arquitectos del primer barroco sobresale Carlo Maderno, conocido principalmente por la conclusión de San Pedro del Vaticano. Entre 1606 y 1612 prolongó la nave de la basílica y levantó la fachada monumental de esta iglesia iniciada por Donato Bramante cien años antes aproximadamente. Además de Bernini, los arquitectos más destacados de la Roma barroca fueron Francesco Borromini y, en menor medida, Carlo Rainaldi. Juntos diseñaron la iglesia de Santa Inés en la plaza Navona (comenzada en 1652). La elegante ondulación de la fachada de San Carlo alle Quattro Fontane (1665-1667) en Roma, obra de Borromini, con sus ritmos cóncavos y convexos trasladados al interior mediante una planta oval, podría considerarse como la culminación del estilo barroco en Italia.
La actividad constructiva tuvo también relevancia fuera de Roma durante las primeras décadas del siglo XVII. Francesco Maria Ricchino en Milán y Baldassare Longhena en Venecia destacan por sus iglesias de planta centralizada. La iglesia de Santa María de la Salud, de Longhena, comenzada en 1631, es famosa por su profusa decoración exterior y su privilegiada situación a la entrada del Gran Canal veneciano. Especialmente singular y exótica es la obra turinesa de Guarino Guarini. Su capilla del Santo Sudario (1667-1694, destruida por un incendio en 1997) presentaba una elevada cúpula de complicadas formas geométricas, inspiradas en los edificios islámicos. En Turín también destaca la figura de Filippo Juvarra, que practicó, ya en el siglo XVIII, un estilo barroco de corte clasicista.
El arte barroco en España.
PINTURA
La temprana aparición del naturalismo barroco en España estuvo motivada por la influencia de Italia y, sobre todo, por la importancia política de la Iglesia católica.
El florentino Vicente Carducho contribuyó materialmente al establecimiento en el centro de España del estilo pictórico antimanierista propugnado por la Contrarreforma. Juan Sánchez Cotán y Juan van der Hamen destacaron por el realismo de sus bodegones (naturalezas muertas) en los que combinan la influencia flamenca con la de Caravaggio. En Valencia, el naturalismo se puede apreciar en la obra del pintor Francisco Ribalta, conocedor del arte italiano del renacimiento, de la pintura de Tiziano, de Caravaggio y de su paisano José de Ribera, que desarrolló su actividad artística en Nápoles. Sevilla y Madrid se convirtieron en los dos centros principales del arte barroco español. Así, a comienzos del siglo XVII las características típicas del barroco se aprecian ya en los cuadros de Juan de las Roelas, Francisco Pacheco y Francisco de Herrera el Viejo.
Francisco de Zurbarán, afincado en Sevilla desde 1629, fue el pintor monástico por antonomasia; nadie como él supo representar con más sencillez el fervor religioso de la vida monástica contrarreformista. Los volúmenes simples, la sencillez compositiva y el tenebrismo, caracterizado por los fuertes contrastes de luz y sombra, definen el estilo que no cambiará hasta los últimos años de su vida, cuando la influencia de Bartolomé Esteban Murillo le lleve a experimentar con una pincelada más suelta y ligera y un uso más vaporoso de los colores. Diego Velázquez, el pintor más importante del barroco español, se moverá entre el naturalismo de la primera mitad del siglo XVII y el barroquismo de la segunda. De su etapa juvenil en Sevilla sobresalen obras como la Vieja friendo huevos (1618, Galería Nacional de Escocia, Edimburgo) y la Adoración de los Magos (1619, Museo del Prado, Madrid). En 1623 se trasladó a Madrid como pintor de corte de Felipe IV, cargo que ocupará ya toda su vida. Sus series de retratos reales culminaron con Las Meninas (1656, Museo del Prado), retrato colectivo de las infantas, las meninas y otros personajes de la corte, en el que aparece también el propio pintor. Maestro en el tratamiento de los volúmenes, la forma y el color, y pionero de la perspectiva aérea y las grandes pinceladas, Velázquez destacó también por sus cuadros de tema histórico, como La rendición de Breda (Las lanzas, 1635, Museo del Prado), y mitológico, con obras como La fragua de Vulcano (1630, Museo del Prado) y la Venus del espejo (c. 1650, National Gallery, Londres).
Contemporáneo de Velázquez fue el granadino Alonso Cano, escultor, arquitecto y pintor célebre por sus delicadas representaciones del cuerpo humano, como muestra el Descenso al limbo (c. 1650, Museo de Arte del condado de Los Angeles), uno de los pocos ejemplos de desnudo en el barroco español. Murillo, pintor sevillano algo más joven que Velázquez, fue el maestro de la gracia y delicadeza femenina, encarnando un tipo de devoción plenamente sentimental que evidencian sus representaciones del Niño Jesús y la Inmaculada Concepción. La última fase del barroco sevillano tiene en Juan de Valdés Leal a su mejor representante. Entre sus obras destacan los dos Jeroglíficos de las postrimerías (1672, Finis gloria mundi e In ictu oculi, representaciones de la caducidad de la vida y las postrimerías del hombre) del hospital de la Caridad de Sevilla, escalofriantes pinturas de esqueletos y cuerpos putrefactos plenas de morbidez y exacerbado realismo. En Madrid, la última generación de pintores barrocos incluye a artistas como Francisco Rizzi, Juan Carreño de Miranda y Claudio Coello, cultivadores de un estilo decorativo de clara influencia italiana.
ESCULTURA.
El arte italiano apenas tuvo influencia sobre la escultura barroca española, inclinada, esencialmente, a la tradicional talla en madera policromada. El realismo y la intensa preocupación por el detalle, puestos al servicio del fervor religioso contrarreformista, son sus características fundamentales; las figuras generalmente se pintan (policromía) e incluso a veces llegan a emplearse ojos de cristal, vestimentas auténticas y pelo natural. Entre los trabajos más destacados de escultura barroca española se encuentran los retablos para los altares de las iglesias, algunos de ellos de considerable tamaño y riqueza, realizados por equipos de escultores y arquitectos. Los principales escultores fueron Gregorio Fernández, máximo exponente de la escuela castellana, con impresionantes tallas de Inmaculadas, Piedades y Cristos yacentes; y los representantes de la escuela andaluza, en especial Juan Martínez Montañés, Pedro de Mena, Juan de Mesa y Alonso Cano. Estos últimos repartieron entre Sevilla y Granada buena parte de sus Cristos crucificados, Inmaculadas, santos y otros temas típicos de los pasos procesionales, para los que iban destinadas muchas de estas imágenes cargadas de realismo, expresividad y fervor religioso.
ARQUITECTURA.
La sobria austeridad geométrica impuesta por Juan de Herrera en el monasterio de El Escorial se mantuvo en la arquitectura barroca española de la primera mitad del siglo XVII. Los ideales contrarreformistas y el espíritu de la casa de Austria facilitaron la pervivencia de este modelo arquitectónico, tal como se aprecia, por ejemplo, en las construcciones de Juan Gómez de Mora. El gusto por formas cada vez más ricas lleva, a partir de mediados de siglo, a eliminar los vestigios herrerianos, enriqueciendo la decoración con múltiples elementos naturalistas localizados en los vanos de las fachadas. La iglesia de Santa María la Real de Montserrat, de Sebastián Herrera Barnuevo, y la fachada de la catedral de Granada, de Alonso Cano, son buenas muestras de ello. Ya en el siglo XVIII la riqueza y fantasía decorativas alcanzan su apogeo con las construcciones de la familia Churriguera, especialmente en Madrid y Salamanca, así como también en la obra de arquitectos como el madrileño Pedro de Ribera y el gallego Fernando Casas Novoa, autor de la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela.
Barroco en Flandes
El barroco en Flandes está dominado por la brillantez de Petrus Paulus Rubens. Durante los años de juventud, el estilo pictórico de Rubens recibió influencias de fuentes italianas tan diversas como Caravaggio, los Carracci y Miguel Ángel, como se aprecia, por ejemplo, en el Rapto de las hijas de Leucipo (1616-1617, Alte Pinakothek, Munich). Rubens y sus ayudantes realizaron un considerable número de cuadros de temas mitológicos y religiosos para clientes y mecenas de toda Europa. El estilo maduro de Rubens, colorista, de composiciones dinámicas y voluptuosas formas femeninas, marca el apogeo de la pintura barroca en el norte de Europa, ejemplificado en su famosa serie de 21 enormes lienzos sobre la Vida de María de Medici (1621-1625, Louvre, París) y en la serie de La torre de la Parada (1635-1640, Museo del Prado). Entre los seguidores de Rubens el de más talento fue sin duda Anthony van Dyck, prestigioso pintor de la corte y la aristocracia inglesas, entre cuyas obras destaca el Retrato de Carlos de Inglaterra en traje de caza (1635, Louvre). Jacob Jordaens y Adriaen Brouwer son más conocidos por sus convincentes escenas de género que retratan la sociedad pequeñoburguesa y campesina, como también lo hicieron el artista flamenco David Teniers y el holandés Adriaen van Ostade.
Los escultores barrocos flamencos tomaron frecuentemente su inspiración del arte italiano. François Duquesnoy trabajó con Bernini en Roma, realizando el gigantesco San Andrés del Vaticano en 1633. El estilo pictórico de Artus Quellinus presenta claras influencias italianas y del propio Rubens. El gusto romano también se plasmó en la arquitectura flamenca, como se ve en la ex-iglesia jesuítica de San Carlos Borromeo (1615-1621, actualmente es un museo) en Amberes (Bélgica).
Barroco en Holanda
Al comenzar el siglo XVII muchos artistas holandeses, incluido Hendrick Goltzius, todavía pintaban al estilo manierista. El barroco de Caravaggio llegó a Holanda cuando determinados artistas, entre los que sobresalen Gerrit van Honthorst y Hendrik Terbrugghen, retornaron a su país natal procedentes de Italia; hacia 1620 el naturalismo estaba fuertemente asentado en la escuela de Utrecht. Durante esa década y la siguiente, Frans Hals pintó retratos extraordinarios por su hábil pincelada y por el intimismo de los temas. Muchos de los cuadros de Hals representan grupos de la milicia local, un género que también practicó Rembrandt en su famoso cuadro La ronda de noche (1642, Rijksmuseum, Amsterdam). Diferente al resto de artistas holandeses, Rembrandt, el maestro más grande del barroco holandés, pintó una gran variedad de temas —retratos, paisajes y escenas históricas, mitológicas y religiosas— con incomparable virtuosismo. El manejo de la luz dorada sobre los fondos oscuros, la pincelada arriesgada y la delicada interpretación de los temas, colocan a Rembrandt en uno de los lugares más destacados de la historia de la pintura.
La creación de un ambiente psicológico convincente y los delicados reflejos lumínicos definen la pintura de Jan Vermeer; gracias a la minuciosa preparación y el sutil manejo de los pigmentos, muchas veces imitado, obtiene unas tonalidades inigualables. Paisajes, bodegones, cuadros de animales y perspectivas arquitectónicas se convirtieron a partir de su obra en importantes géneros de la pintura holandesa.
Hasta 1650 aproximadamente, la escultura holandesa se mantuvo dentro de la corriente manierista; la exuberancia barroca se introdujo a través de los escultores flamencos, especialmente con Quellinus y su trabajo en el ayuntamiento de Amsterdam. El edificio, ahora palacio real, se comenzó en 1648 según el proyecto de Jacob van Campen. En él se resume la constante inclinación de la época hacia el clasicismo, inspirado en los cánones del arquitecto italiano Andrea Palladio.
Barroco en Francia
Al comienzo del siglo XVII en Francia, la escuela manierista de Fontainebleau mantenía su actividad gracias a los encargos para el castillo de Fontainebleau, entre los que destacan la decoración de la capilla de la Trinidad con pinturas de Martin Fréminet (1619). El manierismo también se conservó en las pinturas de Jacques Callot y Jacques Bellange. Las escenas tenebristas de Georges de la Tour, sin embargo, sugieren la influencia de Caravaggio. El naturalismo barroco evolucionó de la mano de artistas como Valentin de Boulogne, que había vivido en Italia, y de aquellos otros que habían tenido relación con los pintores flamencos naturalistas, como los hermanos Le Nain y Philippe de Champaigne. De enorme transcendencia en la historia de la pintura barroca francesa fue el clasicismo de Nicolas Poussin. Aunque vivió en Roma la mayor parte de su vida, la influencia de Poussin —como la de su compatriota en la capital italiana Claudio de Lorena— en su país natal fue enorme. La segunda mitad del siglo XVII abrió paso a un arte plenamente barroco, donde se combinaba el clasicismo precedente con los nuevos gustos dictados por la Academia de Bellas Artes, ejemplificado en los frescos de Charles Lebrun para el palacio de Versalles. El último exponente de la pintura barroca francesa fue Antoine Coypel, fuertemente influido por la obra de Rubens, como se aprecia en las pinturas para la capilla real de Versalles.
La escultura de Pierre Puget también fue característica del pleno barroco, mientras que François Girardon y Antoine Coysevox practicaron un marcado clasicismo en las esculturas monumentales para el rey Luis XIV. El grupo escultórico de Girardon Apolo y las ninfas (1666-1672), en la cueva de Tetis de Versalles, es una muestra del gusto francés por la interpretación fidedigna de la antigüedad.
El palacio de Versalles (comenzado en 1661), construido para albergar la corte de Luis XIV por Louis Le Vau, André Le Nôtre y Charles Lebrun, es el monumento arquitectónico más importante del barroco francés. Su dedicación al Rey Sol, sus estrictas formas clásicas, sus vastos y complejos jardines y los suntuosos interiores, estaban destinados a mostrar la gloria y el poder del monarca; dio origen a imitaciones encargadas por los reyes absolutistas de toda Europa. Un proyecto igualmente grandioso, sutil y delicado, fue la ampliación del palacio (actual museo) del Louvre (1660-1680), encargada a Bernini en un primer momento pero definitivamente realizada por Le Vau, Lebrun y Claude Perrault entre otros.
FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES
pintor y grabador español considerado uno de los grandes maestros de la pintura de su país. Marcado por la obra de Velázquez, habría de influir, a su vez, en Édouard Manet, Pablo Picasso y gran parte de la pintura contemporánea. Formado en un ambiente artístico rococó, evolucionó a un estilo personal y creó obras que, como la famosa El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío (1814, Museo del Prado, Madrid), siguen causando, hoy día, el mismo impacto que en el momento en que fueron realizadas.
Formación y primeros proyectos
Goya nació en la pequeña localidad aragonesa de Fuendetodos (cerca de Zaragoza) el 30 de marzo de 1746. Su padre era pintor y dorador de retablos y su madre descendía de una familia de la pequeña nobleza de Aragón. Poco se sabe de su niñez. Asistió a las Escuelas Pías de Zaragoza y comenzó su formación artística a los 14 años, momento en el que entró como aprendiz en el taller de José Luzán, pintor local competente aunque poco conocido, donde Goya pasó cuatro años. En 1763 el joven artista viajó a Madrid, donde esperaba ganar un premio en la Academia de San Fernando (fundada en 1752). Aunque no consiguió el premio deseado, hizo amistad con otro artista aragonés, Francisco Bayeu, pintor de la corte que trabajaba en el estilo académico introducido en España por el pintor alemán Anton Raphael Mengs. Bayeu (con cuya hermana, Josefa, habría de casarse Goya más adelante) tuvo una enorme influencia en la formación temprana de Goya y a él se debe que participara en un encargo importante, los frescos de la iglesia de la Virgen del Pilar en Zaragoza (1771, 1780-1782), y que se instalara más tarde en la corte.
En 1771 fue a Italia donde pasó aproximadamente un año. Su actividad durante esa época es relativamente desconocida; se sabe que pasó algunos meses en Roma y también que participó en un concurso de la Academia de Parma en el que logró una mención. A su vuelta a España, alrededor de 1773, se presentó a varios proyectos para la realización de frescos, entre ellos el de la Cartuja de Aula Dei, cerca de Zaragoza, en 1774, donde sus pinturas prefiguran las de sus mejores frescos realizados en la iglesia de San Antonio de la Florida en Madrid, en 1798, fecha en la que comenzó a hacer grabados partiendo de la obra de Velázquez que, junto con la de Rembrandt, sería fuente de inspiración durante toda su vida.
Pintor de la corte
En 1789 Goya fue nombrado pintor de cámara por Carlos IV y en 1799 ascendió a primer pintor de cámara, decisión que le convirtió en el pintor oficial de Palacio. Goya disfrutó de una posición especial en la corte, hecho que determinó que el Museo del Prado de Madrid heredara una parte muy importante de sus obras, entre las que se incluyen los retratos oficiales y los cuadros de historia. Éstos últimos se basan en su experiencia personal de la guerra y trascienden la representación patriótica y heroica para crear una salvaje denuncia de la crueldad humana. Los cartones para tapices que realizó a finales de la década de 1780 y comienzos de la de 1790 fueron muy apreciados por la visión fresca y amable que ofrecen de la vida cotidiana española. Con ellos revolucionó la industria del tapiz que, hasta ese momento, se había limitado a reproducir fielmente las escenas del pintor flamenco del siglo XVII David Teniers. Algunos de los retratos más hermosos que realizó de sus amigos, de personajes de la corte y de la nobleza datan de la década de 1780. Obras como Carlos III, cazador (1786-1788); Los duques de Osuna y sus hijos (1788) ambos en el Museo del Prado de Madrid, o el cuadro la Marquesa de Pontejos (c. 1786, Galería Nacional, Washington) demuestran que en esa época pintaba con un estilo elegante, que en cierto modo recuerda al de su contemporáneo inglés Thomas Gainsborough. Dos de sus cuadros más famosos, obras maestras del Prado, son: La maja desnuda (1800-1803) y La maja vestida (1800-1803).
Aguafuertes y pinturas posteriores
En el invierno de 1792, en una visita al sur de España, Goya contrajo una grave enfermedad que le dejó totalmente sordo y marcó un punto de inflexión en su expresión artística. Entre 1797 y 1799 dibujó y grabó al aguafuerte la primera de sus grandes series de grabados, Los caprichos, en los que, con profunda ironía, satiriza los defectos sociales y las supersticiones de la época. Series posteriores, como los Los desastres de la guerra o Fatales consecuencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte y otros caprichos enfáticos, (1810) y Los disparates (1820-1823), presentan comentarios aún más cáusticos sobre los males y locuras de la humanidad. Los horrores de la guerra dejaron una profunda huella en Goya, que contempló personalmente las batallas entre soldados franceses y ciudadanos españoles durante los años de la ocupación napoleónica. En 1814 realizó El 2 de mayo de 1808 en Madrid: la lucha con los mamelucos y El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío y pinturas posteriores (ambos en el Museo del Prado). Estas pinturas reflejan el horror y dramatismo de las brutales masacres de grupos de españoles desarmados que luchaban en las calles de Madrid contra los soldados franceses. Ambas están pintadas, como muchas de las últimas obras de Goya, con pinceladas de grueso empaste de tonalidades oscuras y con puntos de amarillo y rojo brillante.
Sencillez y honestidad directas también se aprecian en los retratos que pintó en la cúspide de su carrera, como La familia de Carlos IV (1800, Museo del Prado), donde se muestra a la familia real sin la idealización habitual.
Últimas obras
Las célebres Pinturas negras (c. 1820, Museo del Prado) reciben su nombre por su espantoso contenido y no tanto por su colorido y son las obras más sobresalientes de sus últimos años. Originalmente estaban pintadas al fresco en los muros de la casa que Goya poseía en las afueras de Madrid y fueron trasladadas a lienzo en 1873. Destacan, entre ellas, Saturno devorando a un hijo (c. 1821-1823), Aquelarre, el gran cabrón (1821-1823). Predominan los tonos negros, marrones y grises y demuestran que su carácter era cada vez más sombrío. Posiblemente se agravó por la opresiva situación política de España por lo que tras la primera etapa absolutista del rey Fernando VII y el Trienio constitucional (1821-1823), decidió exiliarse a Francia en 1824. En Burdeos trabajó la técnica, entonces nueva, de la litografía, con la que realizó una serie de escenas taurinas, que se consideran entre las mejores litografías que se han hecho. Aunque hizo una breve visita a Madrid en 1826, murió dos años más tarde en el exilio, en Burdeos, el 16 de abril de 1828. Goya no dejó herederos artísticos inmediatos, pero su influencia fue muy fuerte en los grabados y en la pintura de mediados del siglo XIX y en el arte del siglo XX.
ROMANTICISMO
Movimiento artístico e intelectual europeo que se extiende aproximadamente desde 1800 hasta 1850. El romanticismo no puede ser identificado con un estilo singular, con una técnica o con una actitud, pero sin embargo la pintura romántica se caracteriza por una aproximación muy imaginativa y subjetiva, intensidad emocional y por un carácter visionario u onírico. Mientras que el arte clásico y neoclásico es mesura, claro y completo en cuanto a la expresión, el arte romántico se caracteriza por esforzarse en expresar estados de ánimo, sentimientos muy intensos o místicos, así como por eludir la claridad y la definición. El escritor alemán Ernst Hoffmann definió la esencia del romanticismo como la “infinita añoranza”. En la elección de temas, los artistas del movimiento romántico mostraron predilección por la naturaleza, especialmente en su aspecto más salvaje o misterioso, así como con asuntos exóticos, melancólicos o melodramáticos que producen miedo o pasión.
Contexto del siglo XVIII
La palabra `romántico' se asoció con escenarios salvajes, perspectivas sublimes, ruinas y una tendencia que se manifiesta en un énfasis creciente por la ascética de lo sublime como oposición a la belleza. El escritor y estadista británico Edmund Burke, por ejemplo, identificó la belleza con la delicadeza y la armonía, y lo sublime con la inmensidad, la oscuridad y la capacidad para inspirar terror. También durante el siglo XVIII, los sentimientos comienzan a ser más importantes que la razón. La poesía romántica inglesa y alemana apareció en la década de 1790 y a fines del siglo experimentó un cambio desde la razón hacia los sentimientos. Éstos y la imaginación comenzaron a reflejarse en las artes como en las visionarias ilustraciones del poeta y pintor inglés William Blake, los cuadros de pesadillas de su amigo el pintor suizo-inglés Henry Fuseli y los sombríos grabados de monstruos y demonios realizados por el pintor español Francisco de Goya.
Francia
En Francia el periodo de formación del romanticismo coincidió con las Guerras Napoleónicas (1799-1815). Los primeros artistas franceses de este estilo encontraron su fuente de inspiración en los acontecimientos que les rodeaban. Antoine-Jean Gros inició la transición del neoclasicismo al romanticismo impulsado por el estilo sobrio de su maestro, Jacques-Louis David, quien tenía un estilo más colorista y emotivo, influido por el pintor flamenco barroco Petrus Paulus Rubens. La principal figura del romanticismo francés fue Théodore Géricault, que además llevó las tendencias dramáticas y coloristas al estilo de Gros y cambió el sentido heroico de los cuadros de batallas por el del sufrimiento. En su Coracero herido (1814) un soldado, en medio de una humareda, se desmaya en el campo. Las poderosas pinceladas, la luz y los tonos oscuros acrecientan el sentido de aislamiento y vulnerabilidad; y esto para Géricault y otros pintores románticos constituía la esencia de la condición humana.
La obra maestra de Géricault, La balsa de Medusa (1818-1819), retrata a escala heroica el sufrimiento de la humanidad, un tema del que se hizo eco el pintor romántico francés, Eugène Delacroix, en su Masacre en Quíos (1824). Delacroix adopta a menudo temas de la literatura, pero resalta los que tienen más transcendencia literaria o didáctica con el uso de colores que crean un efecto de energía pura o emoción comparado con la música. Rechazando el énfasis neoclásico sobre la forma y los rasgos, utiliza medios tonos obtenidos de la yuxtaposición de un color con su complementario y no del oscurecimiento de uno de ellos. Su Muerte de Sardanápalo (1827), inspirada en una obra del poeta romántico inglés lord Byron, lo detalla con precisión, pero la acción es tan violenta y la composición tan dinámica que el efecto es un caos hundiendo la inamovible e indiferente figura de un rey agonizante.
Alemania
La pintura romántica alemana, así como su poesía y filosofía, estuvo inspirada por la concepción de la naturaleza como manifestación de la divinidad, que condujo a la formación de una escuela paisajística simbólica iniciada por las pinturas místicas y alegóricas de Philipp Otto Runge. El más grande exponente y el pintor alemán romántico más notable fue Caspar David Friedrich, cuyos paisajes meditabundos, pintados en un estilo lúcido y meticuloso, cabalgan entre el sentimiento delicado y místico y el sentido de la melancolía, de la soledad y de la separación. Su pesimismo romántico se expresa más directamente en su obra Mar polar (1824); el recuerdo de un barco naufragado, apenas visible debajo de una pirámide de placas de hielo, parece un monumento al triunfo de la naturaleza sobre la aspiración humana.
Otra escuela del romanticismo alemán es la formada por los nazarenos, un grupo de artistas centrados en la recuperación del estilo y del espíritu religioso medieval; su principal líder fue Johann Friedrich Overbeck. También notable entre los artistas tardíos de la tradición romántica alemana fue el austriaco Moritz von Schwind, cuya temática la extrajo de la mitología alemana y los cuentos de hadas.
Inglaterra
En Inglaterra, así como en Alemania, los paisajes impregnados de un sentimiento romántico se convierten en la principal expresión de la pintura romántica, aunque los artistas ingleses fueron más innovadores en estilo y en técnica. Samuel Palmer pintó paisajes que se distinguen por una inocente simplicidad en cuanto a su estilo así como por un sentimiento religioso que deriva de Blake. John Constable, proveniente de un entorno natural salvaje asociado con muchos poetas y pintores románticos, dotó a los paisajes ingleses de un profundo sentimiento. Fue el primer gran artista en trabajar al aire libre y en llevar al lienzo la frescura de la visión a través del uso de colores luminosos y llamativos a base de pinceladas densas. Joseph Mallord William Turner expresó la visión más radical de todos los artistas románticos. Comenzó con paisajes que se remontan al pintor francés del siglo XVII Claudio de Lorena, pero transformó algunas de sus obras tardías como Tormenta de nieve: barco de vapor de Harbour Mouth (1842), en una mezcla de efectos atmosféricos de luz y color, mezcla de nubes, niebla, nieve y mar en un torbellino en el cual los diferentes objetos se diluyen.
España
El romanticismo en España se manifestó sobre todo en la pintura, representado por Federico Madrazo, con sus cuadros históricos y sus retratos; Antonio María Esquivel, Jenaro Pérez Villaamil, con sus imaginatorios paisajes; Leonardo Alenza, con sus cuadros costumbristas inspirados en la obra de Goya y Eugenio Lucas Padilla, que representaba el espíritu revolucionario de la época. En Cataluña surgió una escuela pictórica inspirada en los nazarenos alemanes dentro de la que destacan Joaquín Espalter y Pelegrín Clavé.
Romanticismo tardío
Hacia mediados del siglo XIX, la pintura romántica comenzó a cobrar la intensidad de un movimiento original. Entre los ejemplos más relevantes de este periodo se hallan los paisajes serenos y atmosféricos de la Escuela de Barbizon que incluye Camille Corot y Théodore Rousseau. En Inglaterra, después de 1850, los prerrafaelistas revivieron la visión medievalizante de los nazarenos alemanes.
Influencia
La influencia del romanticismo ha perdurado en obras posteriores. Se puede trazar una línea de continuidad que parte desde Constable a través de la Escuela de Barbizon hasta el impresionismo, aunque el más directo descendiente del romanticismo fue el movimiento simbolista, que por diferentes vías intensificó o refinó las características del movimiento romántico como la subjetividad, la imaginación y la extraña fantasía onírica. En el siglo XX el expresionismo y el surrealismo llevaron estas tendencias incluso más lejos. Sin embargo, en cierto sentido, puede decirse que todo el arte contemporáneo deriva del romanticismo ya que el concepto de libertad artística, originalidad y autoexpresión en el arte fueron los estandartes de los románticos en oposición a los principios tradicionales.
REALISMO
Realismo (arte), en arte, supone el intento por describir el comportamiento humano y su entorno, o por representar figuras y objetos tal y como actúan o aparecen en la vida cotidiana. Esta tendencia ha existido periódicamente a través de la historia en todas las artes; sin embargo, el término se restringe habitualmente al movimiento que comenzó a mediados del siglo XIX como reacción frente al romanticismo.
Arte.
En arte, aunque nunca se desarrolló una escuela realista como tal, el concepto sí se ha manifestado de diferentes maneras y en distintas ocasiones. El término realista, utilizado para describir una obra de arte, a menudo, significa simplemente objetos y figuras feas en oposición a aquellas que se consideran bellas. Con frecuencia se usa para describir escenas humildes de la vida. Este término implica una labor de crítica a las condiciones sociales, sin rehuir en ningún momento lo desagradable. Algunos de los trabajos de artistas franceses como Gustave Courbet (por ejemplo, Los picapedreros, 1850), Honoré Daumier y Jean-François Millet han sido catalogados como realistas sociales.
La pintura realista de Estados Unidos incluye la obra de William Sidney Mounts, muy alejada del estilo romántico de sus contemporáneos agrupados en la escuela del río Hudson, los retratos del pintor Thomas Eakins así como los trabajos colectivos conocidos como la escuela de Ashcan o de los Ocho, quienes a comienzos del siglo XX intentaron pintar escenas de la vida urbana tal y como eran (véase Arte y arquitectura de Estados Unidos). En España Eduardo Rosales destacó por su pintura histórica y Martí Alsina es el gran representante del naturalismo pictórico. Posteriormente destacarían otros grandes pintores realistas como Zuloaga y el polifacético Alfonso Rodríguez Castelao. Ya en el siglo XX destaca Antonio López y la Escuela de Madrid con su realismo mágico exacerbado.
IMPRESIONISMO.
Movimiento pictórico francés de finales del siglo XIX que apareció como reacción contra el arte académico. El movimiento impresionista se considera el punto de partida del arte contemporáneo. Por extensión, el término también se aplicó a un determinado estilo musical de principiosdel siglo XX. Véase Impresionismo (música).
El impresionismo en pintura partió del desacuerdo con los temas clásicos y con las encorsetadas fórmulas artísticas preconizadas por la Academia Francesa de Bellas Artes. La Academia fijaba los modelos a seguir y patrocinaba las exposiciones oficiales del Salón parisino. Los impresionistas, en cambio, escogieron la pintura al aire libre y los temas de la vida cotidiana. Su primer objetivo fue conseguir una representación del mundo espontánea y directa, y para ello se centraron en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos. Las figuras principales del movimiento fueron: Edgar Degas, Claude Monet, Berthe Morisot, Camille Pissarro, Auguste Renoir y Alfred Sisley.
Los impresionistas se preocuparon más por captar la incidencia de la luz sobre el objeto que por la exacta representación de sus formas, debido a que la luz tiende a difuminar los contornos y refleja los colores de los objetos circundantes en las zonas de penumbra. Los pintores académicos definían las formas mediante una gradación tonal, utilizando el negro y el marrón para las sombras. Los impresionistas eliminaron los detalles minuciosos y tan sólo sugirieron las formas, empleando para ello los colores primarios —cyan, magenta y amarillo— y los complementarios —naranja, verde y violeta—. Consiguieron ofrecer una ilusión de realidad aplicando directamente sobre el lienzo pinceladas de color cortas y yuxtapuestas, que mezcladas por la retina del observador desde una distancia óptima aumentaban la luminosidad mediante el contraste de un color primario (como el magenta) con su complementario (verde). De este modo, los impresionistas lograron una mayor brillantez en sus pinturas que la que se produce normalmente al mezclar los pigmentos antes de aplicarlos.
Historia.
Aunque los hallazgos del impresionismo francés resultaron decisivos para la pintura del siglo XX, los intentos por plasmar los efectos de la luz natural no eran nuevos. En el siglo XVII Jan Vermeer había utilizado fuertes contrastes de luces y sombras para bañar sus lienzos de luz natural. Diego Velázquez en el mismo siglo y Francisco de Goya a finales del siglo XVIII captaron la impresión lumínica mediante la eliminación de sombras secundarias y la introducción de zonas de luz en detrimento de la nitidez de los contornos. Su pincelada también preludió la de los impresionistas franceses.
Los precursores inmediatos del impresionismo fueron los ingleses John Constable y J.M.W. Turner. Cuando Monet y Pissarro vieron por primera vez sus obras en 1871 se sintieron conmovidos por la atmósfera y los efectos difusos de luz característicos de la pintura de Turner. Los pintores de la Escuela de Barbizon fueron también antecedentes del movimiento impresionista francés. Treinta años antes de la primera exposición impresionista, Camille Corot, miembro circunstancial de la escuela de Barbizon calificado en ocasiones como padre del impresionismo, interpretaba los fugaces cambios lumínicos en una serie de temas pintados a diferentes horas del día. Eugène Louis Boudin, un pintor preimpresionista, que fue maestro de Monet, enseñó a sus discípulos a expresar un sentimiento de espontaneidad en sus obras, mientras que el realista Gustave Courbet alentó a los impresionistas a buscar su inspiración en la vida cotidiana.
Édouard Manet considerado el primer impresionista —aunque rechazaba este calificativo— mostró cómo se podían obtener sutiles representaciones de luz por la yuxtaposición de colores fuertes y contrastados. Su cuadro La merienda campestre (1863, Museé d'Orsay, París), expuesto en el Salón de los Rechazados (Salon des Refusés) organizado en oposición a las exposiciones oficiales en el Salón de la Academia, señaló el comienzo de una nueva era en el arte. Los pintores impresionistas organizaron su primera exposición independiente en 1874. Los treinta participantes compartían su rechazo al academicismo imperante y su admiración por las atrevidas composiciones de Manet. El término impresionista fue usado por primera vez por el crítico Leroy en la revista Charivari para denominar irónicamente un cuadro de Claude Monet titulado Impresión, amanecer (1872, Museo Marmottan, París). El término fue adoptado oficialmente durante la tercera exposición impresionista en 1877. Los impresionistas fueron apoyados por notables miembros de la sociedad francesa, como los literatos Émile Zola y Charles Baudelaire, el pintor-coleccionista Gustave Caillebotte, y el marchante de arte Paul Durand-Ruel. Sin embargo la prensa y el público, acostumbrados al convencional estilo académico, se mostraron hostiles hacia el nuevo arte.
Los impresionistas evolucionaron hacia distintos estilos individuales y compartieron como grupo sus experimentos sobre el color. Sólo Monet fue ortodoxo en la aplicación de la teoría impresionista. Pintó varias series —la catedral de Ruán, la estación de Saint-Lazare, los álamos— en diferentes horas del día y estaciones del año. Pissarro utilizó una paleta más delicada y también se concentró en los efectos de luz sobre las formas. Sisley, aunque muy influido por Monet, conservó una sutileza propia. Degas, que no fue un impresionista ortodoxo, captó la fugacidad del movimiento en las escenas de ballet y de caballos, a menudo representadas con la técnica del pastel. Los sutiles paisajes de Morisot se destacan por la intensa pincelada más que por la precisión lumínica.
El impresionismo francés influyó en artistas de todo el mundo. Los más significativos fueron el estadounidense James Abbott McNeill Whistler, cuyos nocturnos (1877) plasman efectos de incendios o luces brillando a través de la niebla, Childe Hassam, Winslow Homer y el inglés Walter Sickert, el italiano Giovanni Segantini y el español Joaquín Sorolla.
El impresionismo ejerció una fuerte influencia durante décadas. Artistas que partieron del impresionismo idearon otras técnicas e iniciaron nuevos movimientos artísticos. Los pintores franceses Georges Seurat y Paul Signac ejecutaron lienzos a base de pequeños puntos de color, aplicando una derivación científica de la teoría impresionista conocida como puntillismo o divisionismo. Los postimpresionistas Paul Cézanne, Henri de Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin y Vincent van Gogh estuvieron muy influidos por la vivacidad del colorido impresionista. La obra de Cézanne anticipó el cubismo, mientras que la de Gauguin y Van Gogh representaron el comienzo del expresionismo.
POSTIMPRESIONISMO
Término que engloba los diferentes estilos pictóricos que sucedieron en Francia al impresionismo, entre 1880 y 1905 aproximadamente. Fue acuñado por el crítico británico Roger Fry en 1910, con motivo de la exposición celebrada en Londres de pinturas de Paul Cézanne, Paul Gauguin y Vincent van Gogh. Además de estos tres artistas, también se incluyen en esta corriente Henri de Toulouse-Lautrec y Georges Seurat.
Aunque los postimpresionistas basaron su obra en el uso del color experimentado por los impresionistas, reaccionaron contra el deseo de reflejar fielmente la naturaleza y presentaron una visión más subjetiva del mundo. Seurat, denominado neoimpresionista por sus criterios más próximos al impresionismo, inventó una técnica denominada puntillismo, cuyo ejemplo más destacado es el cuadro Un domingo de verano en la Grande Jatte (1884-1886, Instituto de Arte de Chicago).
La obra de Cézanne, Gauguin y Van Gogh se caracterizó por un uso expresivo del color y una mayor libertad formal. Cézanne se interesó por resaltar las cualidades materiales de la pintura, representando seres vivos y paisajes, volúmenes y relaciones entre superficies, como en Pinos y rocas (1895-1898, Museo de Arte Moderno, Nueva York). Su interés por las formas geométricas y la luz prismática inherente en la percepción de la naturaleza anticipó los experimentos del cubismo.
Gauguin, en un intento por conseguir la capacidad comunicadora del arte popular, se centró en la representación a base de superficies planas y decorativas, como se aprecia en la obra Calvario bretón (1889, Palacio de Bellas Artes, Bruselas). Van Gogh, por su parte, se aproximó a la naturaleza con vigorosas pinceladas coloristas, evocadoras de las emociones internas del artista. Su experimentación subjetiva, ejemplificada en Noche estrellada (1889, Museo de Arte Moderno de Nueva York), preludió el expresionismo. Toulouse-Lautrec estuvo fuertemente influido por las composiciones lineales de los grabados japoneses, y su obra se caracterizó por los intensos grabados de contorno y los colores planos.
Otros movimientos artísticos posteriores, como el cubismo, el expresionismo, el fauvismo, el surrealismo y el futurismo, presentaron algunas de las características de la pintura impresionista: la libertad expresiva del artista y el énfasis en el concepto abstracto del arte. En concreto, las vanguardias artísticas del siglo XX reflejaron la nueva interpretación del mundo preconizada por Cézanne, Gauguin y Van Gogh.
BIBLIOGRAFIA
-Enciclopedia ARTEL10. Editorial Espasa.
-Guia de Estudio Mc Graw Hill
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Enviado por: | Jesús Oporto |
Idioma: | castellano |
País: | España |