Literatura


Barroco literario español


El Barroco es la evolución del arte renacentista que poco a poco va recargando y retorciendo sus formas. Este fenómeno afectó a toda Europa durante el siglo XVII, aunque en cada país presenta características propias y orígenes distintos. En España coincide con el máximo esplendor de la lengua y la literatura; el siglo de oro.

El siglo XVII engloba tres reinados y estuvo caracterizado por la progresiva caída del imperio español forjado en el siglo anterior. El primer de los reinados es el de Felipe III (1598-1621), con el que se inicia una política consistente en dejar el gobierno en manos de un favorito, la política de los “validos”. En política exterior esta es una etapa de pacificación al heredar el rey una Hacienda en quiebra y un país empobrecido, aunque con inmensos dominios territoriales. En el interior, destaca la expulsión de los moriscos. El segundo reinado es el de Felipe IV (1621-1665), este otorgó la privanza al conde Duque de Olivares hasta el 1643. Su reinado se caracteriza por ser un período dominado por guerras internacionales y sublevaciones internas. Por último, el reinado de Calos II (1665-1700), se vio marcado por las constantes guerras con Francia y por el estallido de la guerra de Sucesión tras la muerte del rey, en la cual participaron Francia, Inglaterra, Alemania, Austria, Países Bajos, Suecia y una España dividida.

Algunas de las consecuencias de estas circunstancias son la disminución demográfica debida a las epidemias, emigraciones a América, expulsión de los moriscos, mantenimiento de los ejércitos, aumento del clero y de los miembros de las órdenes religiosas...; la caída general de la economía proveniente de muchos factores, los más importantes: la falta de mano de obra ocasionada por los perjuicios sociales que consideran el trabajo manual y el comercio como indignos, la ambición de la nobleza en no pagar tributos, el despilfarro de la corte y de la administración en general. El modelo de prestigio social era el rentista ocioso, la dinámica social del siglo XVI consiste en ir subiendo, a costa de todo en la escala social, esta se mantiene hasta cierto punto cambiando especialmente los medios. Decae la industria, la banca y los negocios, acaparados por los extranjeros, pero seguían formándose capitales por otros métodos, los ricos buscaron nuevas inversiones en la posesión de tierras y de objetos preciosos, tales como cuadros, tapices..., de ahí que la movilidad social generada por el dinero no se busque en descubrimientos, guerras, conquistas o grandes negocios, sino el favoritismo regio, el dominio de los ayuntamientos, etc. La diferenciación entre cristianos nuevos y viejos fomenta la división social y origina desconfianza envidia y odio, además de situaciones conflictivas entre clases sociales. Finalmente, hubo una crisis espiritual que se manifestó en una frivolidad de la corte, pasando por actitudes de fe en los gobernantes, la corrupción de las costumbres, la ambición personal...

Para entender el Barroco, hay que remontarse en el Renacimiento, donde el hombre era el centro del universo; antropocentrismo, que se pudo llevar a cabo gracias a la libertad económica de la época. El Renacimiento se divide en el primer Renacimiento y el segundo Renacimiento. Esta división fue marcada por la Contrarreforma, movimiento que desaconsejaba o impedía todo espíritu de investigación crítica, reafirmando e intensificando la tradición eclesiástica, por tanto, la Inquisición vigilaba toda explicación que no tuviera en cuenta la acción divina.

Los conflictos políticos y sus respectivas consecuencias económicas mencionadas anteriormente, llevaron al hombre a tener un sentimiento de “crisis” y “decadencia”, por lo tanto el mundo es un lugar confuso, desordenado y donde triunfan las falsas apariencias, lo que conduce al hombre al desengaño Barroco. Éste se manifiesta adoptando una actitud pasiva, donde el escritor expresa sus preferencias por un modo de vida diferente que añora o desea pero que no puede vivir. Esta actitud se refleja en Soledades de Góngora. El desengaño también se puede manifestar mediante una actitud activa, donde el escritor se enfrenta directamente a la realidad, rechazándola y adoptando tres posturas. La primera es renunciar a la vida dominada por las apariencias para vivir de manera sencilla; esto se refleja en el poema 35 de Luis de Góngora. La segunda consiste en renunciar la falsedad y el materialismo de la época, que han destruido los ideales del hombre. Esto se percibe claramente en la Letrilla satírica de Quevedo. Por último, puede adoptar una postura crítica hacia las meras apariencias, como se ve en el romance 38 de Lope de Vega.

Un mismo autor puede presentar ambas actitudes. Esto provoca a existencia el dualismo vital o dualismo barroco, es decir la contraposición de ideas como lo hermoso y lo feo, etc.

Los temas barrocos reflejan claramente el desengaño y el dualismo. Así, la vida, enfocada desde el pesimismo en que se vive, es el gran tema barroco. Ésta se concibe como lucha y contradicción, ya que el hombre lucha consigo mismo por sus contradicciones y contra los demás por su fiereza, como se observa en estos fragmentos de “El Criticón” de Baltasar Gracián:

Oye a todos y de ninguno te fíes. Tendrás a todos por amigos, pero guardarte has de todos como enemigos.

La vida también se concibe como breve, instantánea. Esto se refleja claramente en estos tercetos del soneto 33 de Luis de Góngora:

Goza cuello, cabello, labio y frente,

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o viola troncada

se vuelva, mas tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

La vida carece de consistencia, nada es lo que parece. Por eso la vida se concibe como un sueño y el mundo como un teatro, tal y como se ve en los actos I y III de La vida es sueño de Baltasar Gracián.

El mundo es un tema que hay que relacionar con la vida, ya que carece de valor; es un caos; un laberinto por el que el hombre va perdido y rodeado de males. El Criticón de Baltasar Gracián es un claro ejemplo de este tema.

El tiempo guarda relación con la vida, ya que éste da lugar a unos tópicos, y el mundo, que da lugar a la destrucción; el tiempo al pasar lo destruye todo. Se refleja en este fragmento del soneto 45 de Quevedo:

Ayer se fue; mañana no ha llegado;

hoy se está yendo in parar un punto:

soy un fue, y un será, y un es cansado.

En cuanto al amor, se recoge la concepción del amor petrarquista, y se concibe de diferentes maneras. Se puede concebir como un ideal inalcanzable, como una frustración más, que causa dolor y se ve como el único sentimiento capaz e vencer a angustia en la que se vive. Lo observamos en el villancico con glosa numero 40 de Lope de Vega.

En el Barroco se habla del contacto físico, lo cual es una novedad. Aparece el beso o la caricia, un claro ejemplo es este fragmento de El mundo por dentro de Quevedo:

Si la besas, te embarras los labios, si la abrazas, aprietas tablillas y abollas cartones (...)

Finalmente, amor y muerte van a unirse, por lo que el amor es visto como un sentimiento absoluto. Como ejemplo, este fragmento del soneto Amor constante más allá de la muerte de Quevedo:

alma a quien todo un dios prisión ha sido

venas que humor a tanto fuego han dado,

medulas que han gloriosamente ardido

su cuerpo dejará, no su cuidado

serán ceniza, mas tendrán sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.

Los temas históricos o legendarios, basados en anécdotas, leyendas o hechos históricos, inspiran buena parte del teatro.

Los temas filosóficos o doctrinales, se tratan en todos los géneros barrocos. Lo observamos en El Criticón (Entrada al mundo) de Baltasar Gracián.

Los temas de crítica social o política están presentes en varios géneros, pero sobretodo en la novela picaresca. Lo observamos claramente en la letrilla satírica de Quevedo.

Por último, los temas satíricos, festivos o burlescos, van a tomar los vicios, defectos, profesiones, etc., como punto de arranque. Esto se observa claramente en este fragmento de un soneto de Quevedo:

Haz la cuenta conmigo, doctorcillo

para quitarme un mal, ¿me das mil males?

¿Estudias medicina o Peralvillo?

Estos temas son la expresión de un vitalismo frustrado, nacido de la separación entre los ideales y la realidad concreta. Esto da lugar al enfoque estoico: si el mundo es malo, apartémonos de él; si la vida es breve e inconsistente, cabe poner los ojos en la otra Vida, etc.

Los escritores del renacimiento se caracterizan por la naturalidad expresiva, sin embargo, ya en Herrera la expresión se va haciendo más difícil y complicada. Esto se debe a que los escritores de la segunda mitad del XVI no tienen los mismos ideales políticos, religiosos y literarios que sus antecesores. Ellos se encuentran una lengua poética con unos temas ya consolidados. El principio clásico de “imitación-emulación” utilizado en el siglo pasado y que perdurará a lo largo del XVII, les obligará a cambiar de trayectorias poéticas pero sin romper con lo establecido.

Por esta razón, tendrán que llevar hacia el máximo los recursos expresivos que influirán en la lengua literaria, lo cual hizo que los poetas tomasen dos direcciones distintas.

El pensamiento de la época influirá en la manera de concebir el arte. En el siglo pasado, los hombres renacentistas creían que el arte era bello porque representaba la belleza de lo natural, no obstante, los barrocos influidos por el desengaño y el dualismo propios de la época, no aceptaron esa concepción básicamente por dos razones: la primera es que desconfían de lo natural, eso incita a la oposición entre la naturaleza y el arte; la segunda y predominante es que la perfección se encuentra en él y no en la naturaleza. Además, piensan que la obra ha de responder a la “idea” del culteranista y no ser la mera copia de la naturaleza. La segunda razón es que también desconfían de cualquier representación idealizada, ya que ésta solo muestra su aspecto positivo y no el contradictorio o dualista que tiene.

Por estas razones, los barrocos elaboran una nueva estética basada por un lado, en la capacidad de percibir la belleza, reservada solo para una minoría culta que tiene la capacidad de diferenciar lo verídico de lo falso. Por otro lado, se basa en la auténtica belleza que sólo se encuentra en lo perceptible con los sentidos, ya que éstos no pueden ser engañados.

El escritor barroco, condicionado por la visión del arte barroco, rechaza la sencillez expresiva, que en el siglo XVI se consideraba la manifestación de lo natural, y elabora una lengua literaria bella por ser culta y sensorial, pero no sencilla, sino difícil y complicada. Es por tanto, el nacimiento de una lengua literaria caracterizada por el virtuosismo. El artificio, que se consigue a través de la metáfora difícil y la agudeza ingeniosa y alambra, es el ideal lingüístico de esta estética.

Éste cambio en la lengua se efectúa progresivamente, ya que Cervantes, en los inicios del XVII, mantiene la naturalidad y la sencillez en la expresión. En pleno siglo barroco hay autores que no siguen la forma renacentista, y critican los excesos verbales de algunos de la época, como Góngora y sus seguidores.

Sin embargo, en los siguientes ejemplos se percibe con claridad el cambio en la lengua, el primer pertenece al renacimiento y el segundo al barroco.

Danubio, río divino,

Que por tus fieras naciones

Vas con tus claras ondas discurriendo,..

Garcilaso de la Vega, Canción III (fragmento)

En rocas de cristal serpiente breve,

Por la arena desnuda el Luco yerra;

El Luco, que con la lengua el fin vibrante,

Si no niega el tributo, íntima guerra

Al mar, que el nombre con razón le bebe,

Y las faldas besar le hace de Atlante.

Góngora, Canción heroica, (fragmento)

Los dos estilos más representativos del Barroco, tanto en verso como en prosa, son el culteranismo y el conceptismo. Ambos estilos tienen un mismo fin; escribir para unos pocos privilegiados, crear un estilo difícil y forzar al lector a realizar un trabajo intelectual. También coinciden en el uso extremo de la metáfora con un gusto por lo difícil. No obstante, la metáfora culterana embellece la realidad y en cambio la conceptista suele ser irreal y despectiva. Por otra parte, el culteranismo predominó en poesía y el conceptismo en prosa.

Sin embargo, ambos movimientos presentan rasgos diferenciales.

El Culteranismo representa la última fase de una corriente culta que abarca los siglos XV y XVI. Intenta equiparar el castellano al latín, pero la verdadera finalidad de este estilo era complicar el lenguaje y así resultar incomprensible para la gente no culta. Para lograrlo utilizó varios recursos como: la latinización de la morfología y sintaxis. Así, el culteranismo se convierte en el centro de la lengua poética culterana, sobretodo los esdrújulos. La acumulación de cultismos es uno de los rasgos más destacados. Quevedo satiriza este lenguaje en uno de sus poemas, se percibe claramente en el segundo cuarteto y el primer terceto:

-No entiendo lo que dice la criada.

Madona, ¿qué decís? -Que afecten paso

Que ostenta limbos el mentido ocaso

Y el sol depingen la porción rosada

-¿Estás en ti, mujer?- Negóse al tino

el ambulante huésped.- ¡Que en tampoco

tiempo tal lengua entre cristianos haya!

(Poema 42)

Otro rasgo que presenta el culteranismo en contraposición al conceptismo es la sintaxis, que sufre una ruptura en la construcción de la frase, por ello utiliza el hipérbaton, claramente apreciable, entre muchísimos más, en el primer verso del poema 43 de Quevedo:

Si hija de mi amor mi muerte fuese.

La metáfora se complica y la separación entre el término real y el metafórico es cada vez mayor. Esta característica se percibe en los versos:

Y habrá menester ponerte

Quién quisiere sustentarte

Un alcazán en el pecho

Y en los labios un alcaíde.

Lope de Vega (Romance 38)

Las perífrasis se complican cuando hacen referencia a seres mitológicos. Un ejemplo de esto es en el poema de Góngora, Soledades numero 37:

Era del año la estación florida

En que el mentido robador de Europa

-media luna las armas de su frente,

y el Sol todos los rayos de su pelo.

Hay una repetición de fórmulas sencillas que afectan a la sintaxis: A, si no B, por ejemplo:

En sangre a Adonis, si no fue en rubíes,

Tiñeron mal celosas acechanzas.

A, si B:

Herido el blanco pie del hierro breve,

Saludable, si agudo, amiga mía.

Y finalmente, no B, A:

Émula la verá siglos futuros

De Menfis no, que el término le tasas

Del tiempo sí...

Por otra parte encontramos al Conceptismo que, aun y ser un movimiento semejante al anterior, su finalidad es demostrar el ingenio del autor. Por esto utiliza varios recursos como: los juegos de palabras, basados en asociaciones inesperadas que dan lugar a la creación de nuevas palabras. Este rasgo se percibe en el fragmento siguiente:

Tan transparentes las tienes

Que cualquier luz las pasa,

Y en las puntas de tus dedos

Hasta las yemas son claras.

Utiliza también el recurso de los juegos de conceptos y palabras a la vez. El fragmento siguiente es un ejemplo:

En un medio está mi amor

Y sabe él

Que si en medio está el sabor,

En los extremos la hiel.

La antítesis proporciona agudeza y precisión en las descripciones pero también oposición y contraste, como se refleja en el primer cuarteto del soneto 39 de Lope de Vega:

Resulta en polvo ya, más siempre hermosa,

Sin dejarme vivir, vive serena

Aquella luz, que fu mi gloria y pena

Y me hace la guerra, cuando en paz reposa.

Maneja también la paradoja. Así Quevedo define el amor:

Es hielo abrasador, es fuego helado,

Es herida que duele y no se siente

Es un soñado bien, un mal presente,

Es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,

Un cobarde con nombre valiente,

Un andar solitario entre la gente,

Un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,

Que dura hasta el postrero parasismo,

Enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es su abismo.

¡Mirad cuál amistad tendrá con anda

el que en todo es contrario de sí mismo!

Y finalmente la concisión, es decir, la donación de mucha información con la mínima cantidad de palabras posible. Un ejemplo nos lo presenta Gracián con la frase:

Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Durante el barroco se cultivan diversos géneros.

La poesía es el género literario por excelencia del siglo XVII. Será utilizada

para tratar todos los temas (filosóficos, morales, burlescos...).

La poesía italizante la cultivaron todos los poetas y dramaturgos de la época y sirvió para exponer cualquier tema barroco. Cabe destacar, que en ella es donde mejor se plasman las dos tendencias poéticas; el culteranismo y el conceptismo.

En el barroco la dualidad va a intensificarse, y a finales del XVI será habitual que los poetas cultos escriban imitaciones de la lírica popular tradicional, no ya sólo glosas como en el siglo XV.

Sin embargo, esta poesía tradicional, a partir del II Renacimiento va a experimentar un cambio temático. En pleno Barroco se utilizará la poesía tradicional para tratar temas satíricos y burlescos, o incluso filosóficos-morales y religiosos.

Las principales formas de la poesía tradicional que serán cultivadas durante el Barroco son el romance y el villancico.

El romance alcanza su mayor éxito a partir de la segunda mitad XVI. La temática es muy variada y da lugar a subgéneros amorosos, religiosos, caballerescos, pastoriles y moriscos.

El villancico, algunas veces se glosa y otras se inventa totalmente. Des del punto de vista formal mantendrán la estructura del villancico propiamente dicha o la del zéjel pero, por otro, aparecerán variantes como letrillas y nuevas formas como la seguidilla.

Luis de Góngora y Argote fue un hombre seco y orgulloso, muy seguro de su ingenio. Su extrema lucidez le dio fama de descontento y escéptico.

Góngora sigue la línea petrarquista del renacimiento, pero con las formas más complejas que se dan en el Renacimiento. La métrica de Góngora se basa en romances, letrillas, sonetos, octavas y silvas.

Desde el punto de vista temático se basó, por un lado, en visiones de un mundo hermoso, y por otro, en sátiras desgarradas o burlas corrosivas. Los grandes campos temáticos que cultivó Góngora son la poesía satírica y burlesca, la poesía amorosa y la poesía grave.

En la poesía satírica y burlesca se muestra el Góngora inconformista o desengañado. Fustiga deformidades y desenmarca ideales o valores establecidos: las desigualdades sociales, las ambiciones... A todo ello le da una actitud antiheroica y un ideal de vida independiente, libre.

En la poesía amorosa, Góngora escribió composiciones de tipo petrarquista, cultivando los tópicos del amor no correspondido, carpe diem y otros. Pero muy pronto aparece en él una nota muy personal: la prevención contra el amor, como se ve en este fragmento del soneto 34:

No os engañen las rosas, que a la Aurora

diréis que, aljofaradas y olorosas,

se le cayeron del purpúreo seno

En su madurez, los temas amorosos son un puro motivo de creación artística.

Por último, en su poesía grave se incluyen los poemas morales y religiosos. En sus últimos años trató el tema de la fugacidad de la vida, como se observa en este fragmento del soneto 33:

Goza cuello, cabello, labio y frente,

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o viola troncada

se vuelva, mas tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

También habló de los achaques de la vejez y otros desengaños. Sus poesías religiosas son de circunstancias.

Los grandes poemas compuestos a partir del 1613, se caracterizan por su extrema dificultad, por la acumulación de artificios, siendo sólo accesibles para una minoría de lectores cultismos. Dentro de sus obras destacan la Fábula de Polifemo y Galatea; y Soledades.

Francisco de Quevedo y Villegas es el prototipo del hombre barroco, con su vitalismo frustrado, escindido en contradicciones; angustias y burlas tienen en él una fuente común: el desengaño, que lo mismo le hace hablar de la situación socio-política de España, que de sus decepciones personales, sobre todo, de su angustia metafísica. De ese mismo dolor es dónde nacen sus burlas.

La concepción desengañada de la vida le condujo a buscar consuelo en la filosofía estoica. El estoicismo le proponía ejemplos de entereza de ánimo para sobreponerse a las miserias de la vida terrenal y combatir sus angustias ante la muerte.

Su poesía se divide en: la poesía metafísica, la moral, la religiosa, la amorosa, y la satírica y burlesca.

La poesía metafísica se caracteriza por composiciones en las que el autor encierra su concepción angustiada de la condición humana, nacida por su sentimiento trágico de la vida, que le lleva a obsesionarse con la muerte. De ahí que los temas predominantes sean la brevedad de la vida, la angustia del tiempo y la muerte.

En la poesía moral, Quevedo optará por una actitud moralista que pretende fustigar la corrupción del mundo. Esta poesía es una sátira seria que muestra su descontento de la vida general o particular realidad española.

En la poesía religiosa, Quevedo, con su fe cristiana, aprendió a despreciar la vida terrena y aceptar la muerte como liberación de los pesares. Sin embargo esta resignación sólo aparece en momentos transitorios, y en general, el conflicto entre sus creencias y sus sentimientos es la constante de su obra.

En la poesía amorosa, Quevedo partió del amor cortés y del petrarquismo renacentista, transformándolo y superándolo con creces. En esta poesía hay una doble contradicción: el amor como vencedor de la angustia y el amor como ideal inalcanzable, por tanto, una frustración más. Quevedo vio en el amor una experiencia que podría justificar la vida y dar sentido al mundo, e incluso dar al enamorado una sensación de eternidad, pero en la mayor parte de sus poemas el amor es imposible, y amor y muerte terminan por ser lo mismo. Esto se observa en los sonetos 43 y 44.

Por último, en la poesía satírica y burlesca es donde su malestar vital escapa; aunque tras la risa se percibe la amargura. Quevedo se burla del amor, de la vida y hasta de la muerte. Su sátira apunta hacia lo mismo que su poesía moral. La poesía burlesca es difícil de deslindar de la satírica; en ésta hay un trasfondo moral, en cambio en la primera hay una complacencia por envilecer la realidad; lo plasma perfectamente en la Letrilla satírica (número 50).

Otro de los autores más importantes es Félix Lope de Vega Carpio. La gran característica de su producción poética es que supo como nadie literaturizar su vida, por lo que poetizó sus amores y sus vivencias, tanto sentimentales como espirituales: en forma de romance de tipo morisco, pastoril, amoroso o religioso, cómo por ejemplo el romance 38, y en forma de sonetos amorosos que siguen la tradición petrarquista como se aprecia en el soneto 39.

También compuso sonetos de temas mitológicos, algunos de ellos es tono burlesco y religioso. Mediante sonetos hizo que sus personajes expresaran sus meditaciones en muchas de sus comedias, como en el texto 42, donde en forma dialogada critica los excesos verbales de la lengua barroca; y en el soneto 41 perteneciente a un monólogo de la comedia La niña de plata , donde lo utiliza para exponer lo que es un soneto.

El género didáctico se basa en la prosa doctrinal, la cual surgió en el siglo pasado, y en el siglo XVII adquiere forma de tratado y se utiliza para propagar el pensamiento político, filosófico, moral y literario de la época.

En estas obras se reflejan el pesimismo y el desengaño barroco mucho más que en las obras puramente literarias, y destacan escritores como Francisco de Quevedo y Baltasar Gracián.

La prosa del primero trata temas político-morales, y en su creación destacan sátiras morales y alegóricas, como Los sueños y discursos y La hora de todos, y obras filosófico-morales, como La aura y la sepultura. En estas obras de inspiración ascética muestra su pesimismo y el desengaño ante la existencia.

Sus obras burlescas son narraciones breves sobre diferentes temas; trata sobretodo cuadros costumbristas donde se caracteriza a la realidad. Tras ella hay una visión despiadada del ser humano y nadie se salva de la crítica: prestamistas, clérigos, profesiones..., como se observa en el texto 49, en el que se hace referencia a los médicos.

Entre su obra política destacan Política de Dios, Gobierno de Cristo y Tiranía de Satanás, donde crítica la política de su tiempo.

También escribió obras de crítica literaria contra el culteranismo, como: La culta latiniparla y La aguija de maregar cultos.

Baltasar Gracián es el autor más pesimista de la literatura española. Este sentimiento es debido a una concepción negativa de la naturaleza humana: “el hombre es un lobo para el hombre”; además considera que el mundo está gobernado por el odio y la rivalidad lo que produce que el ser humano se encuentre sólo y en continua lucha con la sociedad insolidaria. Para luchar utiliza la inteligencia y la voluntad junto con la prudencia y la discreción.

Esta concepción determina los dos polos de su obra. Por una parte, muestra las orientaciones para que el hombre se desenvuelva en la sociedad. Esto lo desarrolla en los tratados doctrinales como: El Héroe, El Discuto, Oráculo manual y El Político Don Fernando. Por la otra, crítica la sociedad, como en El Criticón.

Compuso además, el tratado literario más importante de este siglo; Agudeza y Arte de Ingenio, donde se expone la estética conceptista.

Por lo que respecta a la narrativa, desaparece la novela de caballerías y decaen la novela pastoril y morisca. Además se desarrolla de forma espectacular la novela picaresca, contrapesando la moda de la novela cortesana, tipo de literatura idealizada y de evasión que ayuda a olvidar las dificultades cotidianas. También aparece un nuevo tipo de novela, la novela alegórica filosófica.

La novela picaresca se inicia en pleno Renacimiento con el Lazarillo de Tormes, y no se consolida hasta el barroco. A medida que avanza el siglo XVII, este subgénero va perdiendo sus características novelescas (proceso de “desnovelización” que se hará patente en la segunda mitad de siglo) para acabar en un cuadro alegórico de la vida humana (novela filosófica), o sea una especie de descripción realista de la sociedad de la época. En general, la novela picaresca tiene una tendencia didáctica, aleccionadora, fruto de la Contrarreforma, además de la crítica, como se daba en el Lazarillo; y seguían la estructura establecida en el XVI: narración autobiográfica escrita en forma de carta, en la que un personaje de baja extracción social cuenta su vida desde un momento crucial de su existencia.

El Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (la primera parte publicada el 1599) y de Juan Martí con el pseudónimo de Mateo Luján (segunda parte publicada 1602) es una novela picaresca que sigue la estructura del Lazarillo, aunque varía la psicología y la mentalidad del personaje central, que pronto se convierte en el hombre que protagoniza la novela, ya no es el niño ingenuo, sino un pícaro, para quien el robo y el engaño son su medio de vida, no la última manera de sobrevivir; el marco de sus aventuras es más amplio y continua siendo una novela itinerante, de viajes. Partiendo de la idea de que el arte tiene que enseñar, Mate Alemán, con un propósito didáctico-moralizante, pretende que su protagonista sirva de enseñanza, haciendo que este proporcione la moraleja en forma de arrepentimiento. En la novela renacentista se utilizaba la prehistoria del personaje como elemento para la crítica a la sociedad con el propósito de mejorarla, y en cambio, en la obra de Mateo Alemán se satiriza esta sociedad porque está formada por hombres y el ser humano es malo por naturaleza. La temática de la novela barroca, se basa en el dualismo entre predestinación o determinismo y libre albedrío, que hacen surgir la historia del pícaro, claramente determinada por el ambiente y la sociedad, y por el pecado original cometido en función del libre albedrío, por el cual los seres humanos caen inevitablemente en el pecado, determinados por un acto libre; por esto el mundo que los hombres construyen es siempre igual en maldad y en engaño, aunque hay algunos que se salvan gracias al arrepentimiento del pecado. Guzmán, el pícaro, explica: ”La vida del hombre milicia es sobre la tierra”, queriendo expresar que la vida de un hombre es una continua lucha, de la que nunca se sale victorioso, excepto si el ser humano abraza los principios de la religión dogmática que explican que la vida es toda maldad, mentira y engaño.

La vida del Buscón don Pablos, ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños, de Francisco de Quevedo, ya mencionado antes, es una obra juvenil, que escribió de joven, hacia el 1603. Al escribirla tuvo presentes el Lazarillo y el Guzmán de Alfarache tomando de ellas el relato autobiográfico, con el cual pretendía incidir en la sociedad de la época, pero reflejándola de una manera original. La novela es de argumento sencillo, en ella Quevedo pretende degradar, pues la realidad que se plasma no se describe, sino que se transforma mediante el lenguaje, de tal modo que resulta patente la complacencia del autor por entregarse a ese juego de recreación que ofrece la estampa de un mundo de peleles y caricaturas humanas; adoptando una actitud hostil ante la realidad del mundo. Los seres que habitan en la novela no muestran ningún sentimiento, Pablos, el pícaro, los observa y habla con ellos sólo para que el autor pueda hacerlos hablar, gesticular y mostrar todos los costados susceptibles de retorsión. Miseria sufrimiento y ruindad, todas las lacras son sólo objetos para ser contemplados y mutados cómicamente. Domina la burla de segundo grado, una burla por la burla misma, reflexivamente lograda, que no se dirige al objeto, sino que parte de él en busca del concepto. La novela describe dos jerarquías sociales opuestas, la estamental basada en el linaje y el nacimiento; y la fundamentada en la potencia económica; las dos son falsas: la del dinero porque no está instituida jurídicamente y no está legitimada en los estamentos; y la de los estamentos porque ya no es real ni conforma a los imperativos económicos del momento. En definitiva, la tesis de Quevedo es clara: el mundo todo es máscara y todo el año es carnaval.

El nuevo subgénero de la narrativa barroca, la novela alegórico-filosófica se ve claramente representada por “El Criticón”, de Baltasar Gracián, antes mencionado. El Criticón consta de una trama argumental muy simple, que el autor utiliza para plasmar su visión de la vida, del hombre y del mundo. Como se aprecia en el título de la obra, el ánimo de crítica es presente a lo largo de toda la novela. Se trata de una gran alegoría sobre la vida humana, dividida en tres partes entre las que se aprecia un paralelismo entre las edades del hombre y las estaciones del año: la primera parte corresponde a la primavera de la niñez y al estío de la juventud, la segunda al otoño de la edad varonil, y la tercera al invierno de la vejez. Los episodios y sucesos son muy numerosos y en ellos se mezclan fábulas, alegorías, referencias históricas, etc., formando un conjunto complejo: la sociedad que quiere reflejar. Una de las características de esta obra es la asociación de los personajes y el como son estos a unos nombres simbólicos que representan valores o defectos humanos, como por ejemplo: Critilio que es la razón; Andrenio que es el hombre al natural; Felisinda, la felicidad, etc.

En el XVII había tres tipos de teatro: el popular, el cortesano y el religioso.

El teatro popular a finales del XVI ya tenía unos locales fijos; los corrales, patios al aire libre situados entre varias casas donde se hacían representaciones teatrales. Dichas representaciones empezaban con una representación breve en verso, luego venía el primer acto, cuando éste se acababa se representaba un entremés, seguidamente se empezaba el segundo acto, y al terminar se representaba otro entremés o un baile, después se representaba el último acto y al final de la obra se representaba otro baile.

El espectador tenía que imaginarse los decorados, puesto que al principio estos no existían. Más adelante se introdujeron decorados imitando al teatro cortesano. Había comediantes de diferentes clases, des del “bululú” (una sola persona) hasta agrupaciones como la “farándula” y la “compañía” que tenía unos 16 actores y un repertorio de 50 comedias.

Los actores estaban mal vistos y sus costumbres fueron censuradas muchas veces. Las representaciones teatrales se llegaron a prohibir, pero la pasión del público por el teatro era tan fuerte que volvieron a permitirse.

El teatro cortesano se desarrolla en la corte, donde las representaciones eran fastuosas y alejadas de la austeridad escénica de los corrales, puesto que a partir de 1630 llegaron los adelantos escenográficos, y con estos medios se desarrollan las comedias fantásticas, mitológicas etc.

El teatro religioso también tuvo su auge de gloria en este siglo con los autos sacramentales. Con alguna festividad, las ciudades rivalizaban en organizar representaciones para exaltar el dogma de la Iglesia. Los personajes de este teatro eran alegóricos y desarrollaban un tema espiritual relacionado con la Redención y la exaltación de la Eucaristía.

Las obras teatrales que se representaban en los corrales, las tragicomedias y los dramas se conocen como comedias.

La comedia responde a una fórmula fijada por Lope de Vega a finales del siglo XVI. Era el “arte puro” que consistía en integrar una serie de elementos: líricos, enredo y complicación de los argumentos, interpolación de escenas cómicas en una acción seria… Este “arte nuevo” tuvo la oposición de los partidarios del teatro clásico, aunque este no gustaba al público.

La comedia se caracteriza por tener tres actos o jornadas y no cinco como el teatro clásico. Esta estructura de 3 actos se adaptaba mejor con la acción de planteamiento, nudo y desenlace. El planteamiento es rápido y no ocupaba todo el primer acto, puesto que este también era ocupado por el nudo. La acción es movida y variada, es decir no hay una unidad de acción, y como mínimo hay dos acciones paralelas; una de ellas está protagonizada por personajes elevados y la otra por personajes de baja clase social. No se tiene en cuenta la unidad de tiempo y de lugar, se mezcla lo trágico con lo cómico, hay una polimetría, es decir, como la comedia esta escrita en verso, la métrica debe adecuarse a la índole de las escenas.

Los personajes tienen unas características fijas que se reparten en dos planos. En el elevado, hay un viejo, un galán y una dama; y en el inferior encontramos al gracioso y a la criada. No obstante, este esquema establecido podrá ser variado. Por ejemplo: el viejo puede ser el padre de la dama o ser tutor, la criada puede sustituirse por una amiga de la protagonista, etc.

En el ámbito psicológico encontramos un enorme vacío debido a que los dramaturgos del XVII se interesan por la acción y no por el alma de sus personajes, excepto en el caso del “don Juan”.

Hay un claro contraste entre el galán y el gracioso, la dama y la criada. Son dos figuras complementarias producto de una ruptura entre la idealización y la realidad. Al galán y a la dama se les atribuye los rasgos ideales, en cambio, se guarda lo vulgar y prosaico para el gracioso y la criada. En ellos se percibe el doble plano de la comedia, es decir, dos mundos paralelos jerarquizados que corren paralelos: el prototipo de galán es el caballero, el gracioso es mayoritariamente el criado del galán y con ello su contrafigura, y, finalmente la criada que es confidente de su señora y presenta las mismas características que el gracioso y además, ambos mantienen relaciones sencillas en contraposición con las que tienen los personajes cultos.

La amplia producción dramática del barroco se caracteriza por la diversidad temática y de procedencia de los asuntos, aunque tenemos cuatro grupos predominantes: temas religiosos, temas históricos, comedias de costumbres, enlaces de las últimas con el honor y la honra.

En los temas religiosos, abundan las comedias inspiradas en episodios de la Biblia y leyendas piadosas, entre otras.

Los temas históricos se basan en la historia y las leyendas nacionales desde la Reconquista hasta las hazañas imperiales del XVI, que se encuentran en crónicas, romances y tradiciones. Esto fue una gratificante fuente para los dramaturgos, No obstante, el sector más abundante son las comedias de costumbres. Dentro de ellas destacan las urbanas o “de capa y espada”, ambas presentan ambientes selectos, personajes cortesanos y cultivan como tema central el amor. Dentro de éste grupo encontramos las comedias de costumbres rurales que suman a las intrigas amorosas una visión idealizada del labrador y de su ambiente. Además del amor, el tema principal es el honor y la honra, que consiste en la estimación intachable que un hombre merece a los demás. En el barroco la honra se convierte en una auténtica preocupación ya que ésta no solo puede perderse por los propios actos sino que también por actos ajenos como por ejemplo, la infidelidad de la esposa o por la conducta sospechosa de cualquier mujer a su cargo.

Otras composiciones de menor importancia son las comedias pastoriles, caballerescas, etc.

Los dramaturgos del barroco creen que la comedia tiene la finalidad de deleitar aprovechando, esto se refleja en dos aspectos: es un arte de distracciones ya que permite olvidar los diferentes problemas de la vida; además instruye al pueblo con los valores tradicionales, basados en ideales religiosos, monárquicos y nobiliarios. De ésta manera, dentro de lo religioso se responde a una religión tradicional unida a los ideales políticos imperantes. A veces es contrario a la moral cristiana, pero la Inquisición no pone objeciones.

En el ámbito político, los ideales monárquicos se reúnen en la figura del rey, ya que éste es como la encarnación de la patria y en la propaganda de la grandeza de ésta. Se da valor a las glorias y hazañas militares pero pasa el contrario con las derrotas.

En lo social se respetan las jerarquías y privilegios de la sociedad estamental. La nobleza se enaltece ya que es el sector social dominante en la época y además son fuentes de todas las virtudes. A veces, muy espontáneamente, se ataca a los nobles por no merecerse su posición; los atacantes mediante este ataque quieren recomponer el orden social vigente.

Los dos dramaturgos más importantes del barroco son: Félix Lope de Vega Carpio y Pedro Calderón de la Barca.

El primero, Lope de Vega, escribe 1500 obras de que cuales solo se conservan 426 comedias y 42 autos sacramentales. Se suelen clasificar en: comedias sobre historia o leyendas de Esparta, dentro de éste grupo hay obras como El villano en su rincón, el castigo sin vergüenza. También pertenecen aquí las obras de “capa y espada” (costumbristas) como El perro del hortelano, la dama boba, etc.

Dentro de las comedias religiosas hay obras como La buena guarda que trata sobre la vida de santos y La Creación del mundo que es de carácter bíblico.

En las comedias filosóficas escribe El Villano en su rincón y en las comedias pastoriles se encuentra la obra El marido más firme.

De los autos sacramentales destacan obras como La siega y La siembra del Señor.

Por otra parte, tenemos a Pedro Calderón de la Barca. Él es un hombre de carácter sombrío al que hay que añadir hastío progresivo de la vida, su tendencia a vivir apartado y su espíritu aristocrático y orgulloso. Estas características explican dos puntos de su ideología: su pesimismo absoluto referente a la vida humana y al mundo. Todo le parece vano e inconsistente, y de los dos aspectos mencionados, en uno de sus poemas, dirá:

no son más que ilusión,

un engaño, un devaneo,

vanidad de vanidades

que el momento de un momento

nos lo convierte en cenizas,

humo, polvo, sombra y viento.

Él se ha acostumbrado a vivir con el desengaño y por tanto busca una salida moral que es que si la vida es sueño, ordenemos nuestros actos hacia el despertar de la otra Vida.

Otro rasgo de su ideología es su plena adhesión a los valores tradicionales que forman el complejo de la ideología señorial. Aunque jamás critica a los males de su tiempo, piensa que la vida no vale nada y que tenemos que aceptar la comedia del vivir. Ésta concepción se percibe en el auto El gran teatro del mundo.

La vida creativa de Calderón está dividida en la primera época donde para crear sus obras se influye del también dramaturgo Lope de Vega, y la segunda que coincide con su madurez. En ésa época, sin cambiar el “arte nuevo” aporta aspectos personales, como la preferencia por lo ideológico y lo simbólico en contraposición con lo accional; aspecto que se aprecia en los Autos sacramentales o en La vida es sueño.

Calderón tiene una cuidadosa construcción de sus obras en todos los planos: prefiere la unidad de acción; sus obras son más reflexivas y rigurosas, pero sus personajes son esquemáticos y simbólicos; utiliza recursos escénicos propios del siglo y monta espectáculos con efectos espeluznantes; y engalana los versos con artificios conceptistas y culteranos.

De entre sus numerosas obras solo se conservan 120 comedias, más de 70 autos y muchos entremeses, loas entre otros.

Las comedias de enredo son las predominantes en cuanto a número se refiere. En ellas se reflejan las características de las comedias “de capa y espada” que son: ambientes urbanos y problemas amorosos. En estas destacan el interés y la suspensión. Obras que pertenecen a este grupo son: La dama duende, casa con dos puertas mala es de guardar, etc.

Los dramas se basan en la Monarquía, la Autoridad, la Fe, la moral, el Honor, etc. Los dramas religiosos son de su interés y en su primera época intenta trasladar los movimientos hacia la devoción. Y en la segunda desarrolla problemas teológicos.

En los dramas de honor se llevan al máximo las consecuencias del honor de Lope con obras como El médico de su honra, El pintor de su deshonra y el Alcalde de Zalaurea.

Calderón extiende 200 versos a los autos sacramentales y además les da mayor profundidad teológica, que no tienen hasta el momento. El autor los describe como “sermones puestos en verso” o ilustrados de “cuestiones de Sacra Teología".Para crear sus obras se basa en la Biblia y temas marianos entre otros, pero todos tratados bajo la alegoría. El gran teatro del mundo es pura alegoría.

Y por último, también hay que decir que escribió dramas filosóficos como La vida es sueño.




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Enviado por:Carlos Adiego
Idioma: castellano
País: España

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