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SECUENCIA 1

Aparece el rostro de un Drag-Queen, marcado por la intensa música. Es un hombre joven, muy femenino. Su cuerpo empapado en sudor, y luces de colores, como todo lo que se encuentra sobre el pequeño escenario construido por materiales metálicos. Ráfagas de humo lo rodean. En la sala se puede apreciar el sonido de conversaciones, risas un tanto alcoholizadas, mientras las botellas de cava ruedan por las mesas.

La cortina que da al reservado se abre y los tubitos de colores que cuelgan de ella chocan unos con otros. Concha, con una sonrisa prepotente entra en el bar con las aliadas del colectivo “VIUDAS ASESINAS”. Se sientan en la única mesa desocupada. El Drag-Queen le dirige una mirada a Concha con una coqueta sonrisa. Una de las viudas asesinas empuja a una de las clientas a un lado quitándole su silla. A media voz se reinician las conversaciones interrumpidas, mientras el barman trae vasos y pipermint. Casi de un trago, las viudas vacían los vasos, y la botella va de mano en mano sobre la mesa. Pasando sobre la botella la mirada, Concha se dirige a una bella mujer que entra en la discoteca.

Concha interrumpe a sus viudas, y con un gesto apenas perceptible saluda a la bella señorita. Es alta y rubia como el sol, vestida con un oscuro traje pasado de moda. Con sus ojos pequeños y entrecerrados, pero muy atentos, Inmaculada, que así se llama la joven, echa una rápida mirada a su alrededor antes de acercarse con pasos cansados a Concha.

CONCHA: ¿Vienes del entierro?

INMACULADA: De allí vengo

CONCHA: ¿Del entierro, entierro?

INMACULADA: Del mismo. Dios lo tenga en su gloria

A una señal de Concha, una de sus viudas asesinas se levanta de su silla. Sin dejar de observar al grupo de cotillas de pacotilla que le escuchan atentamente, Inmaculada deja caer sus huesos cansados sobre la silla.

CONCHA: Hay que ver como murió

INMACULADA: Yo no tuve nada que ver con lo ocurrido

Con una mueca cínica, sin dejar de clavar sus ojos en Inma, Concha se reclina hacia delante.

CONCHA: Otra cosa he oído, Inma. Rumores hay que no te favorecen.

INMACULADA: ¡Por mi santa madre, que en paz descanse!

Inmaculada se pone nerviosa y trata de explicar.

INMACULADA: Tú lo dices, amiga. Rumores de cotilla de pacotilla. Entre todas las que han venido al entierro, yo soy la única que no le debía ni un favorcito. Por eso yo si he llorado, pero de verdad, sin interés.

Nuevamente, su mirada se posa en las cotillas de pacotilla ubicadas en el trasfondo, que en la distancia guardan un silencio que denota su interés. El ambiente simula una gran seriedad.

CONCHA: ¡Otras cosas he oído!

Inmaculada tose.

INMACULADA: El se murió, y yo no le debía nada. No porque no se lo hubiera pedido, la verdad sea dicha. Le pedí un poco más de atención, pero él prefería mirar a otras antes que a mí...

Concha clava sus ojos en Inmaculada y toma otro trago de Pipermint.

CONCHA: ¿Por qué razón?

Con un rápido movimiento de lengua, Inmaculada humedece sus labios llenos de grietas, mirando fijamente la botella. Concha, esbozando una sonrisa de pocos amigos, le acerca el vaso de las cotillas de pacotilla.

INMACULADA: Eso no lo sé.

Al servirse le tirita la mano. Cuando el vaso está medio lleno, titubea, pero Concha no hace ningún caso. Con placer, Inma acaba de llenar el vaso.

INMACULADA: Nunca tuvo un detalle conmigo ni nada, y eso que se lo puse en bandeja.

Inma toma de un sorbo el vaso.

SECUENCIA 2

Un muchacho rapero de unos catorce años se balancea en una silla de metraquilato junto a la cama de la joven abatida por la enfermedad. Inma parece estar atrapada en una depresión, con su rostro pálido mirando hacia arriba y acosada por un fuerte temblor.

En las paredes de color salmón, los innumerables años han dejado sus profundas huellas. En algunos lugares sobre la cabeza de Inmaculada la pintura de la pared muestra algunas grietas. Y los pósters de santos no son capaces de ocultarlos. A su lado, la mesilla en la cual hay una botella de agua del Carmen, algo de fruta y un termómetro

INMACULADA: ¿Te das cuenta, Paquito? Todos saben que estoy muy mal y todos han venido a verme. (Señala una colonia barata). Todos me han traído regalos. Todos han venido, menos Capuleto. Y él es el único que yo quería que viniese.

PAQUITO: No me hagas partirme de risa, Inma.

Como sin querer, el joven aplasta una cucaracha que se desliza por el suelo.

INMACULADA: Es verdad, tú no lo puedes entender, pero yo le amo, le amo y le amo.

PAQUITO: Ahora en serio. Quizás él no sabe que estás enferma. Si lo supiese yo creo que habría venido.

INMACULADA: Lo sabe muy bien, porque todas sus amantes y amiguitas de compañía ya han venido a verme.

Inmaculada junta sus manos, sollozando, y su mirada se clava en el techo, rezando rápida y silenciosamente.

PAQUITO: (Tranquilizador). Si quieres yo puedo ir a visitarle, entonces ya no tendrá excusa.

Inmaculada comienza ha pensar, de pronto intenta incorporarse. Comienza a exaltarse y sus ojos relumbran su tez, que cambia de color.

INMACULADA: ¡¡Eso, ve a su casa! Pero escucha atentamente lo que vas a decirle...

SECUENCIA 3

Las calles están invadidas por el tráfico y por el insoportable calor. Paquito recorre las calles llenas de gente a pasos agigantados. El aplastante calor no puede vencer su rapidez.

Paquito se detiene y durante unos segundos, duda. De repente da la vuelta y comienza a correr en dirección contraria. Pero de nuevo vuelve a girar y retoma el camino por el que corría en un principio. Va en dirección de casa de Capuleto.

SECUENCIA 4

El sol se va perdiendo en la oscuridad, los establecimientos comerciales comienzan a cerrar y las farolas se encienden. En una ventana se ve a Capuleto fumándose un cigarro. Con su mano derecha se echa el pelo engominado para atrás, luciendo su traje negro conjuntado con su corbata de Mickey Mouse, y con una expresión orgullosa y prepotente en la cara.

De pronto ve venir a Paquito y su expresión cambia.

Paquito se acerca a la ventana y le dice:

PAQUITO: Mi vecina, la Inmaculada, ha muerto, y ella esperaba que hubieses ido a verla.

Capuleto, que no puede pronunciar palabra, intenta recoger sin éxito las lágrimas que se deslizan por sus mejillas. En el fondo se siente culpable.

SECUENCIA 5

Madrugada, está saliendo el sol. El rocío se extiende por los cristales de los coches y a lo lejos se divisa a los barrenderos desempeñando su faena. Capuleto avanza por las calles en su vespa, vestido con un traje oscuro y una corbata negra. Su rostro tiene ojeras, reflejo de que no ha dormido en toda la noche. Desde detrás de un coche le observa Paquito, esperando a que pase para seguirle rápidamente, adelantarle y esperarle en la próxima esquina.

SECUENCIA 6

Desde las calles por donde va pasando Capuleto, ya se divisa la casa de Inma. Capuleto aparca la vespa, se entretiene en un quiosco para comprar la prensa ante la observación de Paquito, se monta de nuevo, arranca y prosigue su

penoso camino. Lentamente la casa de Inma se va acercando.

SECUENCIA 7

Inmaculada está junto a la ventana. Protegida por la oscuridad ve a Capuleto acercándose a su vivienda. Repentinamente retrocede

SECUENCIA 8

Capuleto rodea la casa

SECUENCIA 9

Inmaculada busca precipitadamente una cerilla. Con sus manos tiritonas por la situación, enciende un gran cirio blanco

SECUENCIA 10

Capuleto golpea en la puerta de la casa

SECUENCIA 11

Inmaculada se ha acostado en la cama, se lleva la mano a la boca y se pasa los dedos húmedos por el pelo graso. Cierra los ojos y su rostro se petrifica.

SECUENCIA 12

La mano de Capuleto empuja la puerta al ver que nadie contesta.

SECUENCIA 13

Inmaculada ve como se abre la puerta, y permanece inmóvil. Rodeando la cama hay cirios encendidos y un crespón negro cuelga en la imagen de Santa Teresita.

A través de los ojos entrecerrados y "muertos” vemos a Capuleto acercarse lentamente.

SECUENCIA 14

Paquito llega corriendo a la casa, y no da crédito a lo que ve por la ventana de la habitación de Inma.

SECUENCIA 15

Capuleto se queda de pie, y con indecisión se apoya en una de las paredes. Su rostro comienza a ponerse blanco y se echa a llorar desconsoladamente.

Inmaculada le observa y, satisfecha, s da cuenta de su tristeza. Además, después de unos momentos que parecen eternos se incorpora en la cama.

INMACULADA: Ven, Capuleto

El hombre apoyado en la pared queda paralizado y apenas se atreve a levantar la mirada. Pega un grito. Cae sobre sus rodillas y un miedo indescriptible deforma su cara.

Inmaculada se levanta lentamente y se dirige hacia Capuleto. Este está clavado en el suelo, luchando por respirar, y se lleva las manos al pecho.

INMACULADA: (Off) Yo no tengo la culpa, porque todo lo que hice lo hice por amor. Yo sólo quería probarlo, saber si m quería

Con los ojos abiertos por el terror, Capuleto ve como Inmaculada se acerca. Esta tiende una mano hacia él. Cuando lo toca, grita por última vez y cae muerto.

SECUENCIA 15

Inmaculada habla con voz alta debido al nerviosismo. En el fondo de la sala se escuchan carcajadas.

INMACULADA: Y es mentira que yo hiciese “uuuuuuuh”, como alguna cotilla de pacotilla ha dicho.

Concha y el resto de sus VIUDAS ASESINAS ríen.

INMACULADA: Y he aprendido la lección. Al hombre, ni agua

CONCHA: ¿Entonces te alías con nosotras?

INMACULADA: Por supuesto

FIN

UN SUSTO DE MUERTE




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Enviado por:Mariano Julia
Idioma: castellano
País: España

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