Durante el siglo XVIII se produjeron una serie de transformaciones sociales de las cuales son máximo exponente las revoluciones americana y francesa, transformación que pondrá fin a toda una concepción del mundo que se ha llamado Antiguo Régimen.
Los profundos cambios sociales y económicos (aumento de la demografía, Revolución Industrial) junto con las teorías de la Ilustración dan paso a la sociedad contemporánea.
La segunda mitad del siglo XVIII se considera el momento álgido de la ruptura con la tradición en todos los ámbitos pero sobresaliendo en el político-social y el religioso. El ideal de los ilustrados es una sociedad basada en la razón y en la búsqueda de la felicidad. El texto de la declaración de Independencia de los Estados Unidos resume estas aspiraciones.
En un ambiente de polémica aparecen las primeras reflexiones y se reacciona contra los excesos imaginativos del Barroco y del rococó y se les censura por estar al servicio del poder y de una sociedad banal e irreflexiva.
Se vuelve la vista hacia los temas y tradiciones artísticas del pasado, sobretodo de la antigüedad grecorromana y hay una preocupación por el valor didáctico y moral del arte. En el arte, la época de la Ilustración coincide con la aparición de las tres disciplinas que se dedican a su estudio: la estética, la crítica de arte y la historia del arte. Esto supone la consideración del arte como una realidad con identidad propia y el inicio de la autonomía caracteriza al arte contemporáneo. La difusión de las obras de arte a través de los salones y la formación del gusto del público mediante la crítica son pasos determinados para liberar al artista: el racionalismo ilustrado tiende a considerar la existencia de modelos, generalmente identificados con los de la antigüedad clásica y los del Renacimiento, y por tanto trata de imponer estos modelos como pautas de la actividad del artista. Las Academias serán las instituciones que velarán para que las obras de arte se ajusten a la dignidad, a los cánones de belleza, etc.
El Neoclasicismo es el arte más identificado con la Ilustración y frente a éste, en las primeras décadas del siglo XIX irrumpe el Romanticismo, movimiento que ensalza la libertad creadora y que se relaciona con los ideales de la independencia política que encarnan las revoluciones burguesas y las luchas de liberación nacional.
Pierre Vignon
Vivió en tiempos de la Revolución Francesa y del imperio Napoleónico. Es el ejemplo más claro de la imitación estricta de los templos clásicos.
Descripción de la obra
En los tiempos de la revolución y del Imperio Napoleónico se levantaron muchos edificios que aún representando las ideas y formas clásicas, tienen una finalidad eminentemente monumental. En el fondo, el espíritu barroco de exaltación del poder no ha desaparecido.
La Iglesia de la Madeleine es buena prueba de ello. En el solar donde se había proyectado construir una iglesia dedicada a María Magdalena, Napoleón decidió levantar un templo cívico en honor de su ejército. Con este propósito escogió un proyecto de Vignon en el año 1806 basado en el templo romano de la Maison Carrée de Nimes. La construcción se prolongó hasta el año 1842 en que fue consagrada como Iglesia de La Madeleine, perdiendo así el sentido de templo laico que le quería dar Bonaparte.
El proyecto de Vignon es el de un templo octástilo y pseudodíptero de columnas corintias sobre un podium muy elevado y solamente accesible por la gran escalinata de la fachada. El interior se divide en tramos cuadrados cubiertos por cúpulas sobre pechinas y sustentadas por grandes columnas corintias, solución basada también en modelos romanos y bizantinos.
El aspecto exterior es el de un gran templo clásico que combina aspectos característicos del arte romano (el podium, la escalinata de acceso, el orden corintio) y del arte griego (la columnata exenta en lugar de adosada al muro).
El friso y los frontones están esculpidos con escenas religiosas. Destaca el grupo del Juicio Final en el frontón de la fachada principal, obra del escultor Lamaire.
Las proporciones y el rigor en la aplicación de los elementos del orden corintio hacen de La Madeleine uno de los ejemplos más cuidados del clasicismo francés de las primeras décadas del siglo XIX.