Arte


Arte bizantino


Arte bizantino.

Expresión artística que se configura a partir del siglo VI

fuertemente enraizada en el mundo helenístico como

continuador del arte paleocristiano oriental. En sus primeros

momentos se consideró como el conservador natural en los

países del Mediterráneo oriental del Imperio Romano, siendo

transmisor de formas artísticas que influyen poderosamente en

la cultura occidental medieval. Los períodos del arte

bizantino se ajustan, como es natural, a las grandes fases de

su historia política.

Desde comienzos del siglo V se va creando un lenguaje formal

artístico propio y diferenciado del que se mantiene en el

Imperio de Occidente. Más tarde, en la época de Justiniano

(527-565) se inicia la primera etapa específicamente

bizantina: es la Primera Edad de Oro que comprende los siglos

VI y VII, es la etapa de formación del arte bizantino en sus

aspectos formales básicos.

Después del período de la lucha de los iconoclastas, aunque

pobre en monumentos, comienza, en torno al año 850, el arte

bizantino medio o Segunda Edad de Oro que perdura hasta el

año 1204, cuando Constantinopla es conquistada por los

cruzados; en esta época esencialmente se consolidan los

aspectos formales y espirituales del arte bizantino; es la

verdadera etapa creadora y definidora de la estética

bizantina.

Después del dominio latino, con la dinastía de los

Paleólogos, se da paso a la Tercera Edad de Oro que se centra

en el siglo XIV y que finaliza con la toma de Constantinopla

en el año 1453. Después, el arte bizantino florece en los

países eslavos, Rusia y sureste de Europa, transmitiéndose

hasta nuestros días a través del Monte Athos.

*Arquitectura bizantina*

En la Primera Edad de Oro, época de Justiniano, siglo IV, se

realizan las más grandiosas obras arquitectónicas que ponen

de manifiesto los caracteres técnicos y materiales, así como

el sentido constructivo que caracteriza el arte bizantino de

este período.

Del mundo romano y paleocristiano oriental mantuvo varios

elementos tales como materiales (ladrillo y piedra para

revestimientos exteriores e interiores de mosaico), arquerías

de medio punto, columna clásica como soporte, etc. pero

también aportaron nuevos rasgos entre los que destaca la

nueva concepción dinámica de los elementos y un novedoso

sentido espacial y, sobre todo, su aportación más importante,

el empleo sistemático de la cubierta abovedada, especialmente

la cúpula sobre pechinas, es decir, triángulos esféricos en

los ángulos que facilitan el paso de la planta cuadrada a la

circular de la cúpula. Estas bóvedas semiesféricas se

construían mediante hiladas concéntricas de ladrillo, a modo

de coronas de radio decreciente reforzadas exteriormente con

mortero, y eran concebidas como una imagen simbólica del

cosmos divino.

Otra aportación de gran transcendencia fue la decoración de

capiteles, de los que hubo varios tipos; así, el de tipo

teodosiano es una herencia romana empleado durante el siglo

IV como evolución del corintio y tallado a trépano, semejando

a avisperos; otra variedad fue el capitel cúbico de caras

planas decorado con relieves a dos planos. En uno y otro caso

era obligado la colocación sobre ellos de un cimacio o pieza

troncopiramidal decorada con diversos motivos y símbolos

cristianos.

En la tipología de los templos, según la planta, abundan los

de planta centralizada, sin duda concordante con la

importancia que se concede a la cúpula, pero no son

inferiores en número las iglesias de planta basilical y las

cruciformes con los tramos iguales (planta de cruz griega).

En casi todos los casos es frecuente que los templos, además

del cuerpo de nave principal, posea un atrio o narthex, de

origen paleocristiano,y el presbiterio precedido de

iconostasio, llamada así porque sobre este cerramiento calado

se colocaban los iconos pintados.

La primera obra bizantina, del primer tercio del siglo VI, es

la iglesia de los Santos Sergio y Baco,en Constantinopla (527-

536), edificio de planta central cuadrada con octógono en el

centro cubierto mediante cúpula gallonada sobre ocho pilares

y nave en su entorno. A este mismo momento de la primera

mitad del siglo V, corresponde la iglesia rectangular con dos

cúpulas de la Santa Paz o de Santa Irene, también en

Constantinopla. Pero la obra cumbre de la arquitectura

bizantina es la Iglesia de Santa Sofía, iglesia de la divina

sabiduría, dedicada a la Segunda Persona de la Santísima

Trinidad, construida por los arquitectos Antemio de Tralles e

Isidoro de Mileto, entre los años 532 y 537, siguiendo las

órdenes directas del emperador Justiniano.

También fue importante la desaparecida iglesia de los Santos

Apóstoles de Constantinopla, proyectada como mausoleo

imperial e inspirada en la iglesia de San Juan de Éfeso,

ofrecía un modelo de planta de cruz griega con cinco cúpulas

ampliamente imitada en todo el mundo bizantino, por ejemplo

en la famosa iglesia bizantina de San Marcos de Venecia, obra

del siglo XI.

No fue Constantinopla el único foco importante en esta

primera Edad de Oro de Bizancio, es menester recordar el

núcleo de Rávena, el exarcado occidental situado en el

nordeste de la península italiana, en las riberas del mar

Adriático,junto a Venecia.

Las iglesias bizantinas de Rávena presentan dos modelos: uno

de clara inspiración constantinopolitana relacionada con la

iglesia de los Santos Sergio y Baco, la de iglesia de San

Vital en Rávena (538-547), en la que, igualmente que su

modelo, es de planta octogonal con nave circundante entre los

elevados pilares y con una prolongación semicircular en la

cabecera, delante del ábside del presbiterio; en los pies

tiene un amplio atrio con torres laterales. En esta iglesia

de San Vital están ya prefigurados los rasgos más

característicos de la estilística en la arquitectura medieval

de Occidente, sobre todo en los que se refiere al sentido

vertical de la construcción en detrimento de la

horizontalidad precedente. Las otras iglesias bizantinas de

Rávena tienen influencia paleocristiana por su estructura

basilical con cubierta plana. Son la iglesia de San Apolinar

in Classe y la iglesia de San Apolinar Nuevo, ambas de la

primera mitad del siglo V y con destacados mosaicos.

En la Segunda Edad de Oro predominan las iglesias de planta

de cruz griega con cubierta de cúpulas realzadas sobre tambor

y con una prominente cornisa ondulada en la base exterior.

Este tipo nuevo de iglesia se plasma en la desaparecida

iglesia de Nea de Constantinopla (881), construida por

Basilio I. A este mismo esquema compositivo corresponde la

catedral de Atenas, la iglesia del monasterio de Daphni, que

usa trompas en lugar de pechinas, y los conjuntos monásticos

del Monte Athos en Grecia.

En Italia destaca la anteriormente citada basílica de San

Marcos de Venecia, del año 1063, planta de cruz griega

inscrita en un rectángulo y cubierta con cinco cúpulas sobre

tambor, una sobre el crucero y cuatro en los brazos de la

cruz, asemejándose en su estructura a la desaparecida iglesia

de los Santos Apóstoles de Constantinopla. En esta Segunda

Edad de Oro el arte bizantino se extendió a la zona rusa de

Armenia, en Kiew se construye la iglesia de Santa Sofía en el

año 1017, siguiendo fielmente los influjos de la arquitectura

de Constantinopla se estructuró en forma basilical de cinco

naves terminadas en ábsides, en Novgorod se levantan las

iglesias de San Jorge y de Santa Sofía, ambas de planta

central.

Durante la Tercera Edad de Oro, entre los siglos XIII y XV el

arte bizantino se sigue extendiendo por Europa y Rusia,

predominando las plantas de iglesias cubiertas mediante

cúpulas abulbadas sobre tambores circulares o poligonales. A

esta etapa corresponden en Grecia la iglesia de los Santos

Apóstoles de Salónica, del siglo XIV, la iglesia de Mistra,

en el Peloponeso, y algunos monasterios del Monte Athos.

Así mismo se multiplican los templos bizantinos por los

valles del Danubio, por Rumania y Bulgaria, llegando hasta

las tierras rusas de Moscú donde destaca la iglesia de la

Asunción del Kremlin, en la Plaza Roja de Moscú, realizada en

tiempos de Iván el Terrible (1555-1560), cuyas cinco cúpulas,

la más alta y esbelta en el crucero y otras cuatro situadas

en los ángulos que forman los brazos de la cruz, resaltan por

su coloración, por los elevados tambores y por su

característicos perfiles bulbosos.

*Artes figurativas bizantinas*

La pintura y los mosaicos bizantinos, más que su escultura,

han tenido una singular importancia en la historia de las

formas de representación plástica, por cuanto que han servido

de puente a los modelos cristianos orientales hacia Europa,

así como a la transmisión de las formas clásicas cuando en

Occidente había desaparecido por la acción de los pueblos

bárbaros, y por último, el arte bizantino ha sido la fuente

principal en la fijación de la iconografía occidental.

*Escultura bizantina*

La plástica escultórica bizantina supuso la culminación del

arte paleocristiano, manteniendo sus técnicas y su estética

de progresivo alejamiento de las cualidades clásicas: la

mayor rigidez, la repetición de modelos estereotipados, la

preferencia del bajorrelieve a las obras de bulto redondo y

el uso de materiales ricos (marfil) que proporcionan pequeñas

piezas, son los caracteres más destacados de la estatuaria

bizantina de la primera etapa.

Tras la sistemática destrucción del período iconoclasta hay

una vuelta al culto de las imágenes, pero para no caer en la

idolatría y por influjo de las nuevas corrientes islámicas

desaparece la figura humana en la estatuaria exenta.

Las obras más destacadas son las labores ornamentales de los

capiteles con motivos vegetales y animales afrontados como

son los de San Vital de Rávena o los sarcófagos de la misma

ciudad en los que se representan los temas del Buen Pastor.

Pero las obras capitales de la escultura bizantina son las

pequeñas obras, dípticos y cajas, talladas en marfil,

destacando el díptico Barberini, Museo del Louvre, del siglo

V, o la célebre Cátedra del obispo Maximiano, en Rávena,

tallada hacia el año 533 sobre placas de marfil con minuciosa

trabajo.

*Mosaico y pintura bizantinos*

El gusto por la riqueza y la suntuosidad ornamental del arte

bizantino, eminentemente áulico, exigía el revestimiento de

los muros de sus templos con mosaicos, no sólo para ocultar

la pobreza de los materiales usados, sino también como un

medio para expresar la religiosidad y el carácter semidivino

del poder imperial (cesaropapismo).

De la Primera Edad de Oro destacan el conjunto más importante

es el de Rávena, que enlaza con los mosaicos paleocristianos

del siglo V: en las iglesias de San Apolinar Nuevo y San

Apolinar in Clase se cubre sus muros superiores con mosaicos

que representan, en la primera un cortejo procesional,

encabezado por los Reyes Magos, hacia la Theotokos o Madre de

Dios, en la segunda, en el ábside, se muestra una visión

celeste en la que San Apolinar conduce un rebaño.

La obra maestra de del arte musivario, es sin duda alguna,

el conjunto de mosaicos de San Vital de Rávena, compuestos

hacia el año 547, y en los que se representan varios temas

bíblicos y en los laterales del ábside los grupos de

Justiniano y de su esposa Teodora con sus respectivo séquito.

Terminada la lucha iconoclasta, a mediados del siglo IX es

cuando verdaderamente se configura la estética bizantina y su

iconografía. Surgirá una nueva Edad de Oro, la segunda, que

supondrá el apogeo de las artes figurativas, irradiando sus

influjos al arte islámico, por entonces en formación, y al

naciente arte románico europeo.

Las figuras acusan una cierta rigidez y monotonía, pero muy

expresivas en su simbolismo, con evidente desprecio del

natural y las leyes espaciales; son alargadas y con un

aspecto de cierta deshumanización.

Los nuevos tipos iconográficos se adaptan simbólicamente,

según un programa prefijado (Hermeneia), a las diferentes

partes del templo: el Pantocrator (Cristo en Majestad

bendiciendo) en la cúpula, el Tetramorfos (cuatro

evangelistas) en las pechinas, la Virgen en el ábside, los

santos y temas evangélicos en los muros de las naves.

Los modelos más repetidos son las figuras de Cristo con barba

partida y edad madura (modelo siríaco) y de la Virgen que se

presenta bajo diversas advocaciones (Kyriotissa o trono del

Señor en la que sostiene sobre sus piernas la Niño, como si

fuera un trono; Hodighitria, de pie con el Niño sobre el

brazo izquierdo mientras que con el derecho señala a Jesús

como el camino de salvación - es el modelo desarrollado en el

gótico -; la Theotokos, o Madre de Dios, ofrece al Niño una

fruta o una flor; la Blachernitissa o Platytera con una

aureola en el vientre en el que parece el Niño indicando la

maternidad de la Virgen).

Otros temas muy repetidos son la Déesis o grupo formado por

Cristo con la Virgen y San Juan Bautista, como intercesores,

y los dedicados a los doce fiestas litúrgicas del año entre

las que destaca la Anastasis o Bajada de Cristo al Limbo, el

Tránsito de la Virgen, la Visón de Manré, es decir, la

aparición de los tres ángeles a Abrahám, simbolizando la

Trinidad.

Durante la Tercera Edad de Oro el mosaico continuó en uso

hasta el siglo XIII, en esta época se enriquece la

iconografía de los ciclos "marianos", de los santos y

evangélicos, a la vez, que por influjos italianos, se aprecia

una mayor libertad compositiva y una evidente manierismo en

las estilizaciones.

Destruidos los mosaicos de Constantinopla quedan como únicas

referencias los de San Marcos de Venecia, con abundante

empleo del dorado que ejercerán un marcada influencia en las

obras góticas de Cimabue, Duccio y otros pintores italianos.

La pintura sustituye al mosaico en esta Tercera Era, contando

con el precedente de los interesantes conjuntos de iglesias

rupestres de Capadocia, en Asia Menor.

Son importantes los talleres rusos de Novgorod y Moscú, donde

trabaja Teófanos el Griego, fresquista y pintor sobre tabla

en el siglo XIV y en la centuria siguiente destacan como obra

maestra la Virgen de Vladimir (Moscú) y el monje Andrés

Rublev o Rubliov especialmente a través de su icono de la

Trinidad, este icono del siglo XV es considerado como el más

importante icono bizantino de la escuela rusa, representa a

la Trinidad a través de la escena bíblica llamada visión de

Manré, es decir tres ángeles que se aparecen al patriarca

Abrahám. Se caracteriza por el aire melancólico, de intensa

espiritualidad, en la que el ángel del centro, con túnica

roja, se cree que representa a Cristo con un árbol al fondo;

el de la izquierda representa a Dios Padre y el de la derecha

al Espíritu Santo. La perspectiva es típica del tipo

bizantino, es decir, inversa, abriéndose las líneas conforme

se alejan de los ojos del espectador.

Algo más tardía son las escuelas veneciana y cretense donde

destacó Andrea Riccio de Candia, a quien se atribuye la

creación del famosísimo icono de la Virgen del Perpetuo

Socorro.

La pintura de iconos ha seguido manteniéndose durante toda la

Edad Moderna, tomando como referencia estética los caracteres

de la pintura bizantina clásica, que se impone a las

influencias italianas.

Las colecciones de iconos más completas se encuentran en la

galería Tretiakov de Moscú, en el museo Puskin de Leningrado,

en la catedral de Sofía (Bulgaria) y en el museo de iconos

"La Casa Grande" de Torrejón de Ardoz (Madrid). En la

catedral de Cuenca se encuentra el díptico de los déspotas de

Epiro correspondiente a la escuela yugoslava.

Paralelamente se desarrolla la realización de miniaturas para

los códices purpúreos, llamados así por el uso de fondos de

púrpura. De la primera época es el Génesis de Viena, del

siglo V, los evangeliarios de Rábula y de Rossano, ambos del

siglo siguiente.

En las etapas siguientes destacaron los salterios con

abundantes representaciones en toda la página o en los

márgenes llenas de sentido narrativo. Destacan el Menologio

de Basilio II (Biblioteca Vaticana) y el tratado de

Cinegética de Oppiano (París).

En las artes suntuarias sobresalieron gracias al ambiente

cortesano bizantino.

Las labores textiles se inspiraron en los modelos sasánidas

(motivos encerrados en círculos); en la orfebrería sobresale

el uso de los esmaltes sobre metales preciosos, siguiendo la

técnica del tabicado o alveolado de origen germánico, en el

que los colores se separan por filamentos de oro. La obra

maestra de la orfebrería es la Pala de Oro, San Marcos de

Venecia o el icono esmaltado de San Miguel del mismo templo.

Refiriéndonos a Justiniano cabe decir que nunca fue popular, era

frío y distante con el pueblo, reinaba solo o aconsejado

por su esposa Teodora, evitando tentaciones a usurpar el poder,

aunque sabía delegar responsabilidades como construcción de

Iglesias y edificiospúblicos, compilaciones de leyes o campañas

bélicas. Fue un hombre culto, hablaba latín, era estudioso, apasionado

por los problemas teológicos, inteligente, ambicioso, pero debió

muchas de sus buenas acciones de gobierno al buen criterio y la

valentía de su mujer, Teodora. El gran sueño de Justiniano era

reconstruir el Imperio Romano, tarea que consideraba factible dada

la inestabilidad de los reinos germánicos en Occidente.

Por ello en el ámbito militar dedicó varios años a reconquistar por

intermedio de su general preferido, Belisario, el Africa occidental

(Cartago) a los vándalos, la península itálica a los ostrogodos y el

sureste de la península ibérica a expensas de los visigodos.

Este merito se consiguó además gracias a su general Narsés

(también lidiando con las vicisitudes de una guerra intermitente,

tratados de paz de por medio, con Persia, cuyo rey, Crossroes I la

llevó a la cima de su poder y cultura en esa misma época).

En el ámbito político convirtió varias circunscripciones pequeñas

en provincias de mayor extensión, dando mas poder a los gobernadores,

sin embargo solo unos pocos tenían el poder militar y civil a la vez,

estos en su mayoría en las provincias occidentales recién conquistadas.

Tuvo una gran actividad constructora, mandó fundar ciudades, hizo

construir iglesias, palacios, baños, puentes y acueductos.

Se destaca la construcción de la Iglesia de Santa Sofía, creación de

Antemio de Tralles y sus ayudantes Isidoro de Mileto e Ignacio.

Debido al alto costo de las guerras que inició y de las construcciones

emprendidas tuvo una política fiscal cada vez mas agresiva y opresora.

Trató todo el tiempo de hacer menos corruptibles a los funcionarios, por

ejemplo, suprimió la costumbre de comprar "semilegalmente " cargos

públicos. De todas maneras, toda esta renovación administrativa no

estaba dada por el hecho de querer cambiar, sino que el objetivo

más importante y que terminó siendo el único, fue hacer más

funcional la administración para conseguir recaudar más y más

y así financiar sus proyectos.

Tal vez, junto a la construcción de la Iglesia de Santa Sofía, lo que

lo hizo célebre fue la recopilación de las Leyes Romanas que hicieron

Triboniano y un grupo de selectos juristas, el Corpus Iuris Civilis,

el que se convirtió en la base jurídica bizantina, y con el tiempo ejerció

una gran influencia en occidente.

En cuanto a la religión, apoyó incondicionalmente al cristianismo

ortodoxo, incluso él mismo dedicó mucho de su tiempo (sobretodo

en su vejez) a los problemas teológicos, pero en lo que se refiere

a los "herejes" monofisitas su política fue ambigua y cambiante,

alternando persecuciones con permisividad, tal vez por influencia

de la emperatriz Teodora, de quien se sabe que los defendía

cuando podía.

En la época de Justiniano estaba vigente el paganismo, al cual

el emperador le dedicó no pocos esfuerzos con el objetivo de

desterrarlo del Imperio.

Por ejemplo, la decisión de cerrar la Universidad de Atenas,

centro del paganismo, en 529.

Si bien su importancia en esa época era limitada, la Universidad

seguía influenciando a los griegos, y así el emperador con esta y

otras numerosas medidas administrativas terminaba con el problema.

No existe constancia de que el culto pagano se haya extendido

(en el Imperio) más allá del gobierno de Justiniano, así que parece

que el emperador acabó con él.

Pero sin embargo su mayor dilema no eran los paganos, ya muy

escasos y fáciles de combatir, sino el cisma monofisita, que

justamente se daba en las provincias más ricas (Egipto y Siria

fundamentalmente), lo que implicaba decidir entre aplastar y

perseguir a los monofisitas con el riesgo de perder dichas

provincias, o pactar con ellas, con el problema entonces de poder

perder el apoyo de los ortodoxos (mayoría en los Balcanes y Asia

Menor.) Como fue habitual en Justiniano, su política no fue

coherente, alternando persecuciones sangrientas con concesiones

que lo acercaban demasiado a los "herejes monofisitas", lo

cual no le llevó a ningún resultado positivo.Es probable que el pueblo

de Bizancio no sintiera ya ese querer volver a la gloria del Imperio

Romano de Augusto, como lo sentía el emperador, es probable

que tantas y tan largas guerras hayan afectado negativamente el ánimo

de la gente que antes de Justiniano vivía sin tantas campañas

que fueron muy caras en vidas y dinero.

Es probable que, por todo ello, Justiniano no fuera popular

en la medida de sus logros.

De todas maneras, fue ese pueblo y sus sucesores los que

heredaron un Imperio muy grande, demasiado grande para su

inestabilidad, puesto que las arcas del estado ya estaban vacías luego

de tantas guerras, y los territorios occidentales muy lejos como para

defenderlos a un mínimo costo.

COMENTARIO:

Mosaico del Emperador Justiniano y su corte

(S. Vital, Rávena)

El arte musivario bizantino tenía como finalidades esenciales, no sólo la

ornamentación suntuosa del espacio donde se desarrollaban las liturgias, sino

que, posiblemente, lo fundamental era exaltar la grandeza del emperador y de la

Iglesia; ilustrar por medio de imágenes la función divina del poder imperial y

hacerla visible ante los súbditos y los fieles. Tenía también como misión el

satisfacer el deseo de alago, estimular el gusto placentero del emperador, de

los miembros de la aristocracia y de los dignatarios de la Iglesia, todo ello

conseguido a través de unas figuras impregnadas del espíritu mayestático,

autoritario y solemne, que son la expresión de la autoridad absoluta, de la

grandeza sobrehumana y de la inaccesible mística que conforman el mundo de las

creencias de Bizancio.

La decoración de mosaicos en San Vital se limita a la zona alta del presbiterio,

espacio rectangular cerrado por el ábside y una gran bóveda que remata el

espacio. El zócalo está decorado, lo mismo que el resto de la iglesia por

mármoles. El programa y lenguaje iconográfico se resume en la idea de que la

obra de la salvación humana está mostrada por Dios desde los tiempos de Moisés

que recibe la Ley divina, pasando por los Profetas del Antiguo Testamento, hasta

llegar al momento decisivo de la Redención (Nuevo Testamento). El hombre, en

respuesta a los planes divinos, también desde siempre ha hecho ofrendas: en el

Antiguo Testamento los elegidos de Dios Abel, Melquisedec, Abraham, Moisés,

Isaias, Jeremías; en la Nueva Era Cristiana la pareja imperial, Justiniano y su

esposa Teodora, como elegidos divinos. Justiniano gustaba de llamarse

"sacerdote", también presentan ofrendas al Pantocrator, Cristo como Majestad

Suprema y Eterna, representado en la bóveda de horno del ábside. Todo este

programa iconográfico está repartido de la siguiente forma: en la bóveda central

del presbiterio se representa al Cordero Místico, símbolo de Cristo Redentor; en

los muros laterales se representan escenas y personajes del Antiguo Testamento,

en el panel inferior, y los Evangelistas del Nuevo Testamento en el superior (en

el muro inferior izquierdo están representados Abel y Melquisedec, en el

superior San Marcos y San Mateo con sus correspondientes símbolos; en el muro

inferior derecho, en el tímpano de un luneto, se representan las escenas de

Abraham recibiendo a los tres ángeles -visión de Manré-, Sara su esposa

recibiendo el mensaje divino y en la derecha el sacrificio de Isaac. Fuera del

luneto se representan a Jeremías y a Moisés en el monte Oreb. En el panel

superior están representados los evangelistas San Lucas y San Juan con sus

atributos. Más al interior, a uno y otro lado del ábside, se representan los

mosaicos de los emperadores reinantes.

El de Justiniano está situado en el panel de la derecha, sobre el zócalo de

mármol. Se representa al emperador Justiniano, en el centro del grupo, revestido

de púrpura, coronado y rodeado por un nimbo, que pretende simbolizar el poder

conferido por Dios. El séquito imperial ha sido representado en el momento de

hacer la entrada en el templo, portando los objetos sagrados necesarios para la

celebración de la misa: Justiniano lleva una gran patena y alguno de sus

acompañantes llevan el misal y el incensario. El emperador está precedido de dos

dignatarios eclesiásticos y del arzobispo Maximiano, cuyo nombre aparece sobre

su cabeza. Entre éste y Justiniano aparece un personaje de medio cuerpo que

suele identificarse con Juliano Argentarius, el financiador del templo. A la

derecha del emperador están representados los cargos políticos y militares de la

corte justiniana: el inmediato a Justiniano se asocia a la efigie del general

Belisario, conquistador de Rávena, el siguiente al general Narsés y en el

extremo del grupo, cerrándole por la izquierda, una representación de la guardia

personal del emperador. Se trata por tanto de un documento histórico de primer

orden, en el que dos personajes están perfectamente identificados, Justiniano y

Maximiano como arzobispo de la ciudad, y otros tres que lo están

hipotéticamente. La vestimenta, la situación y los objetos que llevan son

reveladores de su posición social y de su dignidad. Los sacerdotes, revestidos

para la celebración de la misa, portan el misal y el incensario; los dignatarios

de la corte están simbolizados por su túnica, los guerreros por el atuendo

militar y el emperador por sus atributos de poder.

En el friso de enfrente, al otro lado del ábside, y a la misma altura se

encuentra el mosaico de su esposa, la emperatriz Teodora, antes bailarina y

prostituta, cubierta toda ella de pedrería, se acerca a la iglesia de San Vital

para ofrecer el cáliz de oro para el sacrificio de la misa, en medio de una

brillante comitiva de damas de su séquito y de dos dignatarios de la corte,

reconocibles por la indumentaria, la túnica, uno de los cuales dirige el cortejo

e introduce a la emperatriz en la iglesia levantando la cortina de acceso. A

Teodora le siguen dos damas que, por la posición e individualidad que adoptan,

así como por la variedad del vestido y joyas, se identifican con la mujer e hija

del general Belisario, íntimas amigas de Teodora; cierra el cortejo un grupo de

damas vestidas ricamente para la ceremonia religiosa. Los personajes se mantiene

rígidos e inmóviles ante la importancia del acto, la mirada fija, con ojos

excesivamente grandes. Teodora sobrepasa en altura al resto de los personajes

del mosaico y está diferenciada y singularizada por los atributos de su rango:

la púrpura y la corona. La variedad de los ropajes, su calidad y colorido están

captados con minuciosidad hasta los más pequeños detalles de los pliegues y

elementos decorativos (en la parte inferior de la túnica se representan los Tres

Reyes Magos, como queriendo establecer una correlación entre la adoración y

entrega de presentes y el momento histórico de la consagración de la iglesia de

San Vital); las joyas también tienen un tratamiento muy realista y preciso. Este

mosaico debió de ser realizado antes del año 548, año en que murió la

emperatriz.

Ambos mosáicos, el de Justiniano y el de Teodora, tienen una serie de elementos

comunes, pero también hay notables diferencias entre ellos. Los dos cortejos

reflejan el ceremonial rígido y reglado que debió de existir en la corte

bizantina, deducido por la colocación, vestimenta, atributos y actitudes de los

personajes. Son dos comitivas solemnes y graves, frontales, en donde la

jerarquización de los poderes espirituales y temporales están perfectamente

delimitados. Es un reflejo del cesaropapismo de la corte, donde las escenas

religiosas toman el carácter de ceremonias cortesanas, y, a la vez, la

solemnidad imperial se adapta al ritual litúrgico. En cualquier caso, hay una

intención clara de resaltar lo mayestático, lo autoritario y solemne, no sólo

del conjunto, sino en la individualidad de los componentes de ambos grupos.

Existen, también, notables diferencias entre ambos plafones, son tan claras que

se ha llegado a suponer que fueron artistas diferentes los que los realizaron.

Efectivamente el color es mucho más rico y variado en el de Teodora. El sentido

descriptivo que se aplica en el tratamiento de sus vestidos, joyas y brocados,

es mucho más preciso que el usado en el del emperador; en éste los fondos están

prácticamente suprimidos creando una atmósfera áurea que impele a los personajes

hacia el primer término, como si no cupiesen en el espacio, estructurado

únicamente por la colocación de los pies y la ocultación de uno de los laterales

de cada personaje por los ropajes del siguiente; en cambio, en el de Teodora es

de mucha mayor profundidad espacial obtenida por el apoyo visual de las cortinas

entreabiertas, la fuente de pie o en la especia de hornacina abovedada que

enmarca a la emperatriz; distinta también es la propia proporción de las

figuras.

Pese a las limitaciones estilísticas en las que sus autores renunciaron a todo

efectivismo plástico de perspectiva, de gran rigidez compositiva, los retratos

de la pareja imperial y del arzobispo Maximiano son enormemente expresivos y

convincentes de un realismo inusual, sobre todo el de Maximiano, que es sin duda

el personaje mejor caracterizado con un rostro enjuto, de mirada viva y

emprendedora. Finalmente, respecto de su cronología, hay que decir que Maximiano

fue designado arzobispo de Rávena en el año 546; ya se ha indicado que la

emperatriz murió en el 548, por tanto hay que entender que ambos mosaicos se

ejecutaron entre ambos años. Es posible que los dos paneles de retratos de San

Vital se importaron ya compuestos desde Constantinopla y fueron pegados a la

pared del ábside sobre una base de cemento. En cualquier caso sus autores son

bizantinos y muy conocedores de los rasgos de los principales personajes.




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