Historia
Arqueología y Prehistoria
ÍNDICE
TEMA 1.- EL PALEOLÍTICO INFERIOR: La cultura de los cantos tallados.
TEMA 1.- EL PALEOLÍTICO INFERIOR: La cultura de los cantos tallados.
El Pleistoceno antiguo significa una larga etapa temporal que abarca desde las primera glaciaciones, hasta los tiempos medios del interglaciar Günz - Mindel (aprox. 1.300.000 años). Durante ese tiempo se asiste a la aparición de los dos complejos culturales más antiguos:
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La cultura de los cantos tallados.
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El Achelense
La presencia de los primeros guijarros o cantos tallados intencionalmente, la llamada "Pebble - tool culture", en la cual el hombre construye sus primeros instrumentos, y que posiblemente llegó a la P. Ibérica hacia el 900.000 BP. de acuerdo con los datos de la investigación actual.
LA CULTURA DE LOS CANTOS TALLADOS
Su origen africano parece indudable, aunque por el momento se discuta la fecha de la llegada de los primeros colonos que, procedentes del África Noratlántica, región en la que se desarrolló una importante cultura de cantos tallados, se establecieron sin duda en las costas gaditanas.
El yacimiento que por el momento ha proporcionado una mayor información sobre los primeros momentos de la cultura de los cantos tallados en la Península ha sido El Aculadero (Cádiz). Este yacimiento se ha fechado en el Pleistoceno medio, dentro del interglaciar de Günz - Mindel, fecha que no parece aceptable, ya que el Estrecho de Gibraltar no pudo ser franqueado durante una etapa interglaciar que originó una importante transgresión, con la consiguiente elevación del nivel de las aguas del mar. En todo caso, el estrecho podría haber sido atravesado durante una regresión, la Siciliense, durante la cual el nivel de las aguas debió descender lo suficiente para poder ser franqueado a pie o sin grandes dificultades.
Los materiales recogidos en El Aculadero se encontraron sobre depósitos de ladera procedentes de niveles marinos del Pleistoceno inferior. La mayoría de los mismos eran cantos tallados unifaciales y con escasos filos convergentes y escasos levantamientos, siendo raros los elementos bifaciales. Mas de la mitad son lascas talladas sobre cuarcitas, algunas presentan escotaduras, otras denticulados y alguna raedera, no existiendo bifaces, hendidores ni picos triédricos.
Se han señalado cantos tallados en la zona costera de Rota y Cunil (Cádiz), El Rompido (Huelva). En el valle del Guadalquivir, en los alrededores de Carmona se ha señalado la presencia de cantos tallados de época quizás posterior a los de El Aculadero. en Granada en la zona de Cúllar de Baza se ha localizado un importante yacimiento con resto de fauna fósil, para la que se ha propuesto una edad de Günz - Mindel, y en el que se recogió un canto tallado y dos lascas, y que vendrían a confirmar la mayor antigüedad de los yacimientos costeros.
Dentro de la cuenca del Guadiana, dentro del Campo de Calatrava, su afluente el Jabalón, aguas abajo de Puente Morena, presenta una serie de terrazas en los que fueron encontrados un canto tallado bifacial y una placa de cuarcita con señales de uso en uno de sus extremos.
En el valle del Tajo, en las terrazas del Manzanares, se citan pocos yacimientos que podrían ser considerados como propios de esta cultura de los Cantos Tallados. En la cuenca del Duero, en las terrazas altas de + 80 m. del mismo río y del Esla y del Pisuerga, se han recogido cantos tallados en cuarcita que demuestran la existencia de gentes en relación con los mismos de la Meseta, aunque la escasez de sus restos no permite llegar a mayores conclusiones.
En Cataluña, se han recogido restos del Paleolítico Inferior arcaico en la cuenca del Ter, donde se han localizado una serie de cuatro terrazas y en las dos superiores se recogieron cantos tallados sin bifaces y con instrumentos como puntas, raederas y buriles.
Desconocemos las características del tipo humano que trajo a la Península los cantos tallados, aunque presumiblemente fue el Homo Habilis. Su género de vida sería la recolección, en la que el marisqueo, en las zonas costeras seria fundamental, por ejemplo en El Aculadero, a la que también pudo agregarse la pesca, tanto marina, como fluvial. No se han observado rasgos que induzcan a pensar en la actividad de la caza, aunque pudo practicarse con animales pequeños. Se carece de toda información acerca de su organización social, aunque es de suponer que formase grupos humanos familiares lineales, en los que debió de imperar el parentesco por consanguinidad.
TEMA 2.- EL PALEOLÍTICO INFERIOR: El Achelense.
El Pleistoceno antiguo significa una larga etapa temporal que abarca desde las primera glaciaciones, hasta los tiempos medios del interglaciar Günz - Mindel (aprox. 1.300.000 años). Durante ese tiempo se asiste a la aparición de los dos complejos culturales más antiguos:
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La cultura de los cantos tallados.
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El Achelense
La presencia de los primeros guijarros o cantos tallados intencionalmente, la llamada "Pebble - tool culture", en la cual el hombre construye sus primeros instrumentos, que posiblemente llegó a la P. Ibérica hacia el 900.000 b.p. de acuerdo con los datos de la investigación actual.
El Achelense es la segunda gran etapa cultural, de posible procedencia africana y caracterizada por los instrumentos de talla bifacial y apuntados, que penetró en la Península durante los tiempos de la glaciación de Mindel.
Las distintas etapas o fases del Achelense, se encuentran casi siempre en las terrazas de los ríos y a distintas alturas, y también en las antiguas playas levantadas o emergidas, lo que ha hecho posible que se establezca una secuencia de su desarrollo cultural (antiguo, medio, superior y final) en razón de su posición dentro de las distintas terrazas.
EL ACHELENSE: CARACTERÍSTICAS, FASES Y YACIMIENTOS
El Achelense supone una superación de las industrias de los cantos tallados, ya que aparecen una serie de innovaciones técnicas e instrumentales, como el percutor blando y el tallado "levallois".
El conjunto instrumental achelense está integrado por el bifaz, el hendidor y la raedera, a los que se une como perduración el canto tallado y se añade en ocasiones el pico triédrico.
El desarrollo del Achelense transcurre durante el interglaciar Mindel / Riss, continua durante la glaciación de Riss y el interglaciar Riss / Würm. Dividiéndose este periodo cultural en cuatro apartados: inferior, medio, superior y final..
Sus yacimientos son más numerosos que los de la cultura de los cantos tallados, lo que implica una mayor demografía, posibilitada por las nuevas condiciones de vida creada por el Homo erectus, del que por el momento no se han encontrado restos antropológicos. Sin embargo, sus asentamientos aparecen repartidos por todo el territorio peninsular y se sitúan principalmente en las terrazas de los ríos y, excepcionalmente, en cuevas, siendo las áreas que ofrecen un menor número de hallazgos la cantábrica y la mediterránea, como consecuencia de las características de sus ríos, de cauces encajados, cuyos depósitos fluviales parecen haber sido destruidos en su mayoría a causa del carácter torrencial de los mismos.
ACHELENSE INFERIOR
Son muy escasos sus yacimientos, situados en el valle del Tajo. En el área de Madrid, en los areneros del Manzanares, se conocen unos cuantos depósitos fluviales, en cuyos niveles inferiores se encontraron instrumentos atribuibles a esta fase.
El yacimiento más importante de esta etapa del Achelense inferior es el de Pinedo, situado sobre el Tajo, en las cercanías de Toledo. Sus instrumentos fueron tallados preferentemente en cuarcita (67%) en menor cantidad sobre silex (30%) y los de cuarzo (3%), agrupándose la industria dentro de cinco tipos: cantos tallados, bifaces, hendidores, triedros y lascas.
Los cantos tallados presentan un cierto equilibrio entre los distintos tipos, aunque predominan los unifaciales con filo convexo. Los bifaces son relativamente escasos en relación con los cantos tallados y entre sus tipos dominan los amigdaloides y los tipo ficrón, siendo mayor el número de los de tipo abbevillenses de aristas irregulares y muy sinuosas, que conservan gran parte de la corteza nodular.
Los triedros ofrecen el tipo clásico un tanto apiramidado, aunque también existen otros más toscos, llamados "cantos triédricos".
Los hendidores en su mayoría están tallados sobre lasca, siendo muy escasos los retoques laterales.
La raedera es relativamente abundante y con muchas variedades (simples, dobles, convergentes desviadas, transversales, de cara plana, de dorso adelgazado y bifaciales), los buriles y los raspadores son atípicos, la mayoría de los cuchillos son de dorso natural y aparecen escotaduras y denticulados. Los núcleos son relativamente numerosos, dominando los obtenidos de cantos rodados.
En conjunto, la industria de Pinedo parece representar varios momentos del Achelense inferior, relacionados por una parte con el Achelense atlántico - marroquí y por otra con el yacimiento ligur de Terra - Amata, aunque quizás sean los elementos atlánticos los dominantes, ya que la expansión del Achelense peninsular parece proceder del norte de África y haberse extendido remontando los valles de los ríos atlánticos.
ACHELENSE MEDIO
De esta fase se conoce un número mayor de yacimientos. La cuenca del Guadiana contiene formaciones de origen fluvial dispuestas en terrazas de escasa altura, en las que se han localizado algunos yacimientos achelenses de tipo medio. La mayoría de ellas se encuentran en la Comarca del Campo de Calatrava (C. Real).
Cerca de Pozuelos, se ha recogido, en el yacimiento de El Martinete, un pequeño instrumental, entre los que destacan bifaces, generalmente espesos, de tipo amigdaloide y abbevillense. También se recogieron unos cuantos triedros muy típicos. en cuanto a las lascas, sólo tres de ellas son de tipo levalloise, siendo frecuentes las raederas y menos los cuchillos de dorso, escotaduras, denticulados y raspadores atípicos, estando presentes todavía los cantos tallados. La posición cronológica de este yacimiento podría situarse en el Achelense inferior, pero la presencia, aunque mínima de la talla levalloise, de un bifaz de cara plana y, sobre todo, la tendencia a la regularidad y simetría de hendidores y bifaces y al acabado del retoque, inducen a situar a El Martinete dentro de un Achelense medio inicial.
Dentro de la misma zona, cerca del Cortijo de Albalá, en la terraza de + 6m. del Guadiana, proporcionó una serie de instrumental en la que los bifaces y hendidores andan parejos en número, con algunos triedros y núcleos. Entre los bifaces aparecen tipos planos, lanceolados, ficrons, amigdaloides, alguno con talón y con tendencia a las formas espesas. Las lascas, en muy pequeña proporción fueron obtenidas mediante la talla levalloise.
Semejante al conjunto de El Martinete, el yacimiento de Albalá significa un momento algo avanzado del Achelense medio, no excesivamente evolucionado, como señala la escasa presencia de elementos levalloise.
En el valle del Tajo destaca el yacimiento de Arganda I. Sus materiales líticos se hallaban integrados en un nivel de arcillas, limos y arenas, que se encontraba en la base de un triple depósito fluvial. Se excavaron dos áreas distintas. La primera proporcionó varios restos óseos de elefante antiguo, despedazado por el hombre, y unos escasos restos de industria lítica; mientras que en el superior, además de los restos industriales se obtuvieron importantes series faunísticas de más de 54 especies.
Los materiales recogidos en el suelo de ocupación superior de Arganda I señalan una clara tendencia a la talla levalloise y el conjunto instrumental estaba formado por una cuarta parte de bifaces y, en menor proporción de hendidores de tipo primitivo. Los cantos tallados continúan presentes, aunque en escasa proporción. entre las lascas aparecen abundantes raederas, algunos triédricos, cuchillos de dorso natural, algún denticulado y un buril diedro. La presencia de la talla levalloise, la escasez de cantos tallados, así como los tipos primitivos de los hendidores y bifaces, colocan a esta industria dentro del Achelense medio. La fauna de este nivel estaba integrada por mamíferos de gran tamaño (elefantes, cérvidos, bóvidos y carnívoros), una variada microfauna (ratones, ratas, conejos..), numerosas aves (perdiz, palomas, patos..) y algunas especies de peces (anguila, barbo, lucio..). La semejanza de esta fauna con el complejo faunístico actual de la P. Ibérica, revela la presencia de unas condiciones climáticas para el Achelense medio muy semejante a las actuales, quizá con un mayor grado de humedad.
En el mismo valle del Jarama, el yacimiento de Las Acacias, presenta un instrumental lítico con bifaces, con tipos espesos de tendencia protolimande y amigdaloides . el grupo de los cantos tallados supera a los bifaces. entre las lascas dominan las raederas, y entre las convexas aparece el retoque tipo Quina y semi Quina.
En Cáceres, se encuentra El Sartalejo, donde se recogieron abundantes lascas y una serie de bifaces que constituyen el instrumento lítico mayoritario, habiéndolos de cara plana, lanceolados, amigdaloides, abbevillenses, protolimandes, ovales y de doble filo recto. Los cantos tallados continúan ocupando un lugar entre el instrumental, aunque no son abundantes. entre las lascas abundan las raederas de formas variadas, los cuchillos de dorso y un buril.
Pero sin duda, los yacimientos mas importantes de esta etapa se encuentran situados en el valle del Jalón, en la cuenca del Ebro, en la zona de Torralba- Ambrona (Soria) situados a más de 1.000 m. de altitud, en terrazas de + 40m.
La mayoría de los instrumentos se tallaron en silex, también se utilizó el hueso y la madera. Para el tallado de la piedra no se empleó la técnica levalloise. Los bifaces son menos de la 4ª parte del instrumental obtenido, la mayoría de filo recto y en gran parte sobre lasca, estando presentes los lanceolados y los amigdaloides. Los hendidores presentan formas equilibradas y suponen una cierta evolución respecto de los de Pinedo. Entre las raederas son abundantes los tipos simples y los transversales. Escasos son los cuchillos de dorso y más abundantes los denticulados.
Los instrumentos de hueso presentan tipos apuntados y fragmentos alargados con filo transversal, inclinado y un tanto cortante. Los fragmentos de madera recogidos presentaban en su mayoría huellas de haber sido sometidos a la acción del fuego, quizás para endurecer su extremidad y ser usados como venablos. Las maderas empleadas fueron de abedul y de pino albar.
Los últimos trabajos han puesto al descubierto la existencia de áreas de despedazamiento de los animales cazados. Una de ellas proporcionó huesos dispersos de medio elefante; en otra se recogieron huesos de elefante, caballo y bóvido. En esta áreas de preparación "gastronómica" se encontraron bifaces, hendidores, raederas y raspadores, que inducen a pensar en su uso para estos menesteres.
De Ambrona sólo conocemos un resumen de sus materiales con una restringida serie de bifaces, algunos hendidores y núcleos, siendo importantes las lascas.
La situación cronológica de ambos yacimientos se supone dentro del Achelense medio evolucionado, de acuerdo con las características de sus bifaces y hendidores y de los instrumentos tallados sobre lasca no levalloise.
En la región cantábrica se han señalado escasos yacimientos del Achelense, que no parecen anteriores a la etapa media. en Asturias, el yacimiento de superficie de Cabo de Peñas. En Santander, los niveles inferiores de la Cueva del Castillo.
El área atlántico - portuguesa contiene en las cuencas de sus ríos, especialmente Guadiana y Tajo, numerosos yacimientos achelenses, como en Casal do Monte, y uno de los mas interesantes sea el del Monte do Fanaco, en la terraza de + 32 m. sobre el Tajo, que ha proporcionados una interesante estructura de habitación con restos de posibles hogares con un conjunto industrial de bifaces, hendidores, cantos tallados, núcleos y numerosas lascas y que pueden se incluidos dentro del Achelense medio.
ACHELENSE SUPERIOR
Son bastantes los yacimientos atribuidos a esta etapa. En la cuenca del Guadiana, entre ésta y los montes de Toledo y al norte del Campo de Calatrava, se encuentra un yacimiento de superficie situado en Porzuna, con importantes series de instrumentos en el que los bifaces abundan en tipo lanceolados y micoquienses. Los hendidores son más numerosos que los bifaces, hay algún triedro típico y cantos tallados con núcleos, lascas y esferoides. Las lascas forman un amplio conjunto en que se destaca la variedad de las raederas.
A los momentos finales del Achelense superior puede atribuirse el yacimiento del Chiquero (C. Real), cuya industria contiene bifaces lanceolados, cordiformes y subtriangulares de pequeño tamaño y hendidores algo mayores.
En la cuenca del Guadalquivir se encuentra el yacimiento de la Solana de Zamborino, que ha sido interpretado como un cazadero achelense, a causa de una especie de foso o trampa, en la que junto a restos óseos se encontraron cantos y algún instrumento. Contiene tres niveles arqueológicos, de los que el central ha proporcionado gran número de restos faunísticos y de industria. Esta se caracteriza por su talla no levallois con abundantes raederas, denticulados, puntas de Tayac, cantos uni y bifaciales, un hendidor y bifaces. La fauna está representada por caballos, urotoros, ciervos, elefantes, rinocerontes, etc.
En los areneros del Manzanares, dentro de la cuenca del Tajo se encuentra el yacimiento de San Isidro, con bifaces de buena factura y hendidores.
En el valle del Tormes se encuentra el área de La Maya. En el del Yeltes, afluente del Tormes, en el yacimiento de El Basalito se ha recogido una industria en la que los bifaces destacan por la perfección de su talla.
En el área cantábrica contamos con importantes yacimientos en la playa antigua de Bañugues, en el que hay abundantes bifaces y hendidores y escasos picos triédricos.
En el valle del Nalón y de sus afluentes son numerosos los hallazgos de instrumentos, la mayoría sin posición estratigráfica, que han sido atribuidos a esta etapa final.
La región catalana, en la zona de Montgrí, nuevos trabajos han recuperado una industria de abundantes cantos tallados unifaciales, dos bifaces, un protobifaz y lascas con un elevado índice levallois.
Resumiendo, los pueblos del Achelense, teniendo en cuenta su instrumental, tendrían una economia basada fundamentalmente en la recolección, a la que se une la caza, practicada mediante trampas, como sugieren los cazaderos de Torralba y de Solana de Zamborino. La mezcla de huesos de distintos animales en las zonas gastronómicas de Torralba sugieren que en los mismos cazaderos existían áreas de protección de los alimentos sobrantes. Los grupos humanos debieron de estar formados de pocos seres. Estos pequeños grupos pudieron unirse temporalmente en bandas cuyo objeto seria la caza. Respecto de sus costumbres religiosas sólo se puede deducir el reciente descubrimiento de restos óseos humanos, de más de dos individuos, encontrados en la cueva de Atapuerca (Burgos), asociados a numerosos restos óseos de oso, de unos pocos felinos y de pequeños carnívoros y de aves, lo que puede implicar la existencia de un ritual funerario, en el que la rotura y fragmentación de los huesos humanos y su mezcla con los de los animales era fundamental.
Respecto a la procedencia de la poblaciones del Achelense peninsular puede suponerse que fueron colonos procedentes del norte de África. A tal supuesto invita que la mayoría de los yacimientos se encuentran al sur del Duero y también el que al norte de dicho río no se encuentren yacimientos del Achelense inferior, además de ser poco abundantes en las áreas vasca y navarra y ausentes en el valle del Ebro y región levantina. Hasta el Achelense superior no debieron de existir relaciones entre el Achelense peninsular y el del Mediodía francés, siendo la región catalana quizás la que establecieron relaciones más tempranamente. La penetración de los distintos grupos achelenses debió de llevarse a cabo por las costas atlánticas y remontando los valles de los ríos, ya que es en las playas fósiles o en las terrazas de los ríos donde se encuentran los yacimientos más importantes.
TEMA 3.- EL PALEOLÍTICO MEDIO: Las facies del Musteriense
introducción
El musteriense debemos encuadrarlo dentro del Pleistoceno superior, esta etapa se desarrolla dentro de la última glaciación, ocupando tiempos comprendidos entre el interestadio de Würm I/II y el Würm II/III, periodos que abarcan desde el 64.000 al 32.000 B.P. El desarrollo del Musteriense está constituido por un vasto conjunto industrial, dentro del que se han distinguido varias facies que se caracterizan por la utilización de técnicas de trabajo diferentes.
A diferencia del Achelense, que es una cultura con instrumentos de gran tamaño (bifaces, hendidores, triedros y cantos tallados) asociada a lascas, el Musteriense se caracteriza por el empleo masivo de las lascas, con las que fabrican conjuntos instrumentales de tipo medio (raederas, puntas, denticulados, muescas, cuchillos de dorso) de los que desaparecen totalmente los bifaces según las facies. Las distintas facies se caracterizan por la mayor o menor proporción en que se ofrecen en ella los instrumentos señalados. Aparecen integradas en cinco grandes conjuntos industriales:
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Musteriense típico, caracterizado por una variable proporción de raederas, la presencia de puntas musterienses y la ausencia de bifaces.
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Musteriense de tradición achelense, supone la presencia de bifaces cordiformes y de cuchillos de dorso arqueado, algunas raederas y crecen en importancia los raspadores, los buriles y perforadores dentro de una gran variedad tipológica. Presenta dos fases: la A, con numerosos bifaces, y la B, con un mayor número de cuchillos de dorso y menor de bifaces, utilizándose en su tallado o no la técnica levalloise.
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Musteriense de denticulados, tiene a estos instrumentos como dominantes, junto con abundantes muescas. Puede utilizar o no la técnica levalloise.
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Musteriense tipo Quina y Musteriense tipo Ferrassie, se consideran como variantes del Charentense y se diferencian por la técnica de tallado, levalloise en la segunda y no-levalloise en la primera.
Todas estas facies, caracterizadas por un fondo común de instrumentos más o menos idénticos, se desarrollaron con entera independencia unas de otras, tanto en el espacio como en el tiempo, encontrándose estratificadas en un mismo yacimiento; incluso una misma facies aparece en zonas geográficas distintas con conjuntos instrumentales sin grandes variaciones tipológicas asociadas a distintos tipos de fauna. esta independencia en el desarrollo ha de ponerse en relación no sólo con la existencia de diferentes tradiciones culturales, sino también con la presencia de distintos humanos.
Hasta hace poco tiempo se había supuesto que el musteriense era la obra del hombre de Neandertal, tipo humano de pequeña talla y formas macizas, de cráneo reducido y aplastado, con la frente huidiza, robustos arcos superciliares y de mandíbula inferior prognata y sin mentón; pero parece que no fue éste el único hombre musteriense, ya que la revisión de antiguos resto humanos y de otros encontrados mas recientemente, han permitido fijar la presencia de un nuevo tipo humano, los anteneandertales, cuyo origen se fija en el P. Inferior a partir de algunos restos óseos que presentan evidentes rasgos humanos de caracter moderno, que se suponen relacionados con los posteriores tipos anteneandertalenses. El hombre de Neandertal desapareció como final de estirpe, en tanto que los anteneandertales parecen haber perdurado, como señala la presencia de algunos de sus rasgos en los hombre del Paleolítico Superior.
Durante los tiempos musterienses, a las formas tradicionales de vida al aire libre en las cercanías de los ríos se incorpora la ocupación de cuevas y abrigos, quizás en busca de una mayor seguridad y protección. su antecedente en la Península se encuentra en los niveles achelenses de la Cueva del Castillo (Puente Viesgo, Santander). Este nuevo tipo de habitación se extendió rápidamente por todas las áreas con calizas de la Península, asentándose principalmente en la región vasco - cantábrica, en la mediterránea y en las cordilleras surbéticas (en las restantes zonas continúa la vida al aire libre). Más tarde éste género de vida cavernícola será básico durante los tiempos del Paleolítico superior de Europa occidental.
LA REPARTICIÓN GEOGRÁFICA DE LAS FACIES DEL MUSTERIENSE EN LA PENÍNSULA
Aunque el Musteriense parece encontrarse en la mayor parte del territorio peninsular, las distintas facies aparecen mejor definidas dentro de unas áreas que en otras. El Musteriense de tradición achelense parece mejor representadas en Cantabria y en el valle de Manzanares, mientras que escasea en la restantes áreas. Dentro de la primera se cuenta con un grupo de tres yacimientos en cueva: Castillo, Morín y Pendo, cuyas industrias presentan diferencias notables, ya que en ellos aparece un importante número de hendidores, faltando totalmente los bifaces, por lo que se les ha considerado como propios de una subfacies, Musteriense de hendidores, término más convincente que el de Vasconiense atribuido anteriormente. La cueva del Castillo (Puente Viesgo) contiene un nivel musteriense, comprendido entre un Musteriense superior típico de tipos pequeños, y un claro Auriñaciense. Los hendidores de diversos tipos, de talla cuidada, se encuentran asociados a puntas, raederas, buriles, etc., y a una fauna de ciervos, rinocerontes de Merck y Paleoxodon antiqus.
También en cueva, en el área levantina se encontró un nivel Musteriense de tradición achelense en Cova Negra (Játiva), intercalado entre niveles de facies Charentense, con un índice levalloise bajo, buen número de raederas y denticulados y unos pocos bifaces, se aprecia una moderada tendencia a la facies Quina.
El resto de los yacimientos de esta facies se encuentran situados al aire libre y repartidos por casi toda la Península, siendo el núcleo más importante el valle del Manzanares, con numerosos instrumentos propios del Musteriense de tradición achelense, y que suponen la mayor concentración de restos instrumentales de eta facies en la Península.
La facies Musteriense típica está poco representada en la Península, aunque los materiales de la cueva vasca de Lezetxiki podrían ser atribuidos a esta facies. En la Meseta sur se encuentra la cueva de los Casares (Guadalajara), con una sucesión de cuatro ocupaciones, consideradas como propios del Musteriense típico, de formas pequeñas con un bajo índice técnico levalloise, abundantes raederas y elementos facetados y escasos cuchillos de dorso. La fauna presenta el conejo, la cabra montés y el caballo como dominantes, junto con ciervos, grandes bóvidos, corzos, osos, panteras, leones y un rinoceronte.
En el valle del Manzanares se señalaron varios yacimientos en terraza con Musteriense de tipos pequeños, incluibles en esta facies. En Cataluña, el Musteriense típico señalado en la cueva de En Mollet (Girona) presenta instrumentos muy abundantes de cuarzo de talla no - levalloise, asociados a una fauna de ciervo, bóvido, caballo rinoceronte de Merck, elefante antiguo, hiena, etc.
En el área andaluza existen pocos yacimientos de esta facies. La cueva de la Carigüela del Pinar (Granada), ha proporcionado interesantes niveles musterienses típicos, ricos en raederas y con importantes hallazgos, aunque sin duda el yacimiento más importante es el de Gorham's Cave (Gibraltar).
La facies del Musteriense de denticulados se encuentra en las zonas del norte peninsular y en cuevas, aunque también se proyectó hacia zonas meridionales. El mayor número de yacimientos se sitúa en la región cantábrica. en Santander, las cuevas de Morín y el Pendo contienen dos estratos de denticulados separados por un nivel de musteriense de hendidores, dominando en aquellos las raederas y las lascas con muescas. La fauna dominante es de bóvidos, ciervos y caballos. En la misma zona, en Puente Viesgo y cercana a la cueva del castillo, está la cueva de la Flecha con un importante conjunto lítico de denticulados. En Asturias, en la cuenca del Nalón, en la cueva del Conde o del Forno, aparecieron dos niveles atribuidos a la facies denticulada.
En Cataluña, en el Abric Romaní se han encontrado restos de facies denticulada. Así mismo en esta región y procedentes de yacimientos al aire libre se han descubierto varios yacimientos de denticulados. En el resto de la Península se han encontrado restos de denticulados en el Valle del Guadalquivir.
Las dos facies musterienses que se han integrado en el Charentense (La Quina y la Ferrassie) parecen abundar más en la parte oriental de la Península. En la región valenciana se encuentra quizás el yacimiento musteriense más importante en Cova Negra, dispuesto en dos grandes bloques de niveles charentenses, separados por una etapa del musteriense de tradición achelense. El bloque más antiguo presenta, en sucesivas ocupaciones, una serie de variantes en sus conjuntos líticos, entre los que se observa la abundancia en todos ellos de raederas, la oscilación en el número de denticulados y un índice levalloise muy bajo que en la última ocupación pasa a no - levalloise, siendo además escaso el número de puntas. En el bloque superior se observan análogas tendencias tipo Quina, por lo que se ha considerado como un subfacies Para - Charentense.
Este Charentense, tipo Quina se ha localizado en Els Ermitons (Girona), en el sudeste en la cueva de La Zájara (Almería) y en la de Las Grajas (Málaga) con un escaso índice levalloise en todos los conjuntos líticos.
La facies del Charentense, tipo Ferrassie, se encuentra establecida en el área mediterránea. De Cataluña se cita la Bóvila Sugranyes (Reus). En la región valenciana son varios los abrigos o cuevas como Las fuentes (Navarrés), El Cochino (Villena) y El Salt y El Pastor (Alcoy), aunque el más importante es el abrigo de la Pechina (Játiva), cuyo nivel superior contiene una industria muy semejante a la del nivel superior de Cova Negra.
LOS HOMBRES DEL MUSTERIENSE PENINSULAR
Son escasos los restos humanos encontrados atribuidos a esta época. En Bañolas (Girona) se encontró una mandíbula que fue primeramente datada, por su situación dentro del Wurm I, y considerada como propia del hombre de Neandertal. Una reciente revisión de sus características anatómicas ha propuesto su inclusión entre los anteneandertalenses. También se han atribuido a los anteneandertales el parietal de Cova Negra.
En la Carigüela se encontraron dos mandíbulas humanas dentro de dos niveles distintos del Musteriense típico, una de ellas asociada a restos óseos de hipopótamo y a fragmentos de ocre rojo.
La existencia de neandertales y anteneandertales, todavía por confirmar plenamente, durante el Musteriense, podría situarse en la base de la diversificación de las facies musterienses y de su desarrollo independiente e incluso de las interestratificaciones en que se encuentran las mismas en un yacimiento. Neandertales y anteneandertales desarrollaron con independencia sus formas de vida, y mientras los segundos evolucionaron y consiguieron una mayor perfección y mejora en sus rasgos físicos de aspecto mas moderno, y pueden considerarse como antecedente del Homo sapiens sapiens, vr. fossilis, los neandertales no pudieron adaptarse a las nuevas condiciones y necesidades, y se extinguieron.
En todos estos cambios que se operaron durante el Musteriense debió de tener gran importancia en nuevo hábitat cavernícola, que limitó el nomadismo primitivo, ordenando la vida en torno a un hogar más estable, que posibilitó nuevas formas de alimentación, de base recolectora y cazadora, con un mayor uso del fuego. Los lazos familiares y sociales fueron más amplios y fuertes, como lo demuestra la presencia de inhumaciones de cráneos y de otros restos humanos, que en algunos casos, como en Carigüela, aparecen relacionados con actos rituales. La asociación en dicha cueva de restos humanos y animales, junto con ocre rojo, es el testimonio de un culto funerario rudimentario, en el que por primera vez aparece el ocre rojo en relación con un ritual religioso y cuyo uso perdurará durante mucho tiempo en numerosos y variados rituales.
TEMA 4.- EL PALEOLÍTICO SUPERIOR
Características generales
El Paleolítico Superior supone un mejor aprovechamiento por el hombre cazador, pescador y recolector, de las posibilidades que el biomedio en que vive le ofrece. Centra sus esfuerzos en direcciones definidas y orientadas a un perfeccionamiento de la tecnología, que tiende a reducir el tamaño de los instrumentos e inventa nuevos tipos, como las puntas foliáceas, en estrecha relación con su objetivo principal, la caza. Adapta parte del viejo instrumental, al que dota de un gran polimorfismo tipológico, como se observa en los buriles y raspadores, al tiempo que la industria del hueso adquiere un gran auge, dando lugar a la creación de nuevos tipos de instrumentos, entre los que destacan, dejando aparte las azagayas y los objetos religiosos o de adorno, la aguja y el arpón con el propulsor, inventos que suponen una verdadera revolución técnica.
También aparecen las primeras manifestaciones artísticas, tanto rupestres como muebles, que sirvieron de vehículo de expansión gráfica a las creencias religiosas de aquellos grupos humanos.
El autor de todos estos inventos e innovaciones fue el Homo sapiens sapiens vr. fossilis, representado en la Península por el tipo Cro-Magnon, nuevo tipo humano que representa una ruptura con respecto a los antiguos. El hombre de Cro-Magnon está caracterizado por su posición totalmente erecta y su alta estatura, extremidades robustas, dolicocéfalo (cráneo de forma oval) y con capacidad creneana semejante a la del hombre actual y con mandíbula inferior dotada de mentón o barbilla saliente. Aunque también se encuentran tipos braquicéfalos (cráneo casi redondo) como el de Chancelade, que pudo tener su origen en la Europa central u oriental.
Los restos humanos de esta etapa encontrados en la Península son muy escasos.
Las gentes del Paleolítico Superior peninsular, no solo habitaron en cuevas, sino que se enterraron en ellas, siguiendo la tradición cavernícola iniciada durante el Musteriense, tipo de habitación que se intensificó a consecuencia de las rudas condiciones climáticas de los tiempos finales del Würm IV. Aunque también se vivió al aire libre, en posibles chozas, como demuestra la presencia de algún yacimiento en el valle del Manzanares. Pero la mayoría de los conjuntos instrumentales, así como las manifestaciones artísticas, se han descubierto en cuevas o abrigos, situadas en zonas montañosas con formaciones de calizas, que se sitúan principalmente en las áreas cantábrica y mediterránea, además de la zona portuguesa al norte y al sur del Tajo. Esta situación de los yacimientos en dos áreas climáticas diferentes y con biomedios diferentes, ha hecho que en relación al Paleolítico Superior pueda hablase de dos facies o aspectos culturales distintos, que permiten diferencias las industrias cantábricas de las mediterráneas, pues en cada una de ellas se aprecian características propias.
La región cantábrica es una orla costera, comprendida entre la montaña y el mar, que debió sufrir los efectos de la acción glaciar de los Picos de Europa, Montes de Reinosa y Cordillera astur - leonesa, y que el mar pudo dulcificar. Esta región se encuentra bien comunicada con el Sudoeste francés a través de los pasos del Pirineo occidental, la región cantábrica aparece bien relacionada con las áreas paleolíticas francesas del Pirineo y de la Dordoña.
La región mediterránea, más compleja en su geografía, se encuentra relacionada con Europa a través de los pasos de Pirineo catalán, que la unen a las áreas del valle del Ródano por el Rosellón y la Provenza. Para la región valenciana, la zona del Sudeste y la Andalucía oriental estas relaciones son menos frecuentes y aparecen muy atenuadas, produciéndose en ellas, además, importantes variaciones respecto a los patrones culturales de Europa occidental. Quizá la variante que presenta un mayor interés se aprecia en las representaciones artistico - religiosas, ya que mientras en la región cantábrica y en el resto de Europa occidental los santuarios son rupestres y en cuevas, en la región valenciana existe un santuario único, El Parpalló, de arte mueble, formado por miles de plaquetas de caliza en las que se han grabado y pintado los mismos tipos de representación que ofrecen los santuarios rupestres. Sin embargo, esta originalidad religiosa sólo parece propia de esta región, ya que la región andaluza y dentro de la zona malagueña, de nuevo se encuentra un núcleo de santuarios rupestres, ligados en estilo y temática a los del arte rupestre cantábrico.
Paleolítico Superior: tres grandes momentos culturales
El primero se refiere a los comienzo, durante el cual se introducen en la Península nuevas técnicas y nuevos instrumentos. Chatelperronense, Auriñaciense y Gravetense, cuyas aportaciones más importantes están estrechamente ligadas con la mejora de la caza . La técnica de borde rebajado sobre hojas o láminas de silex, que tiende a producir las puntas - cuchillo de Chatelperrón o las de borde rebajado recto de La Gravette, así como los nuevos tipos de la industria del hueso que adquieren gran auge durante el Auriñaciense. Durante estos tipos hacen su aparición las primeras manifestaciones artísticas.
Un segundo momento se caracteriza por una fuerte reacción cultural, tanto en la Península como en el Sudoeste y Mediodia francés, contra las gentes del borde rebajado, esta reacción está representada por el Solutrense., que reintroduce, cambiada la técnica y tipología, la talla bifacial e introduce un nuevo retoque, de tipo plano, lamelar e invadiente, al tiempo que multiplica los tipos de armas agresivas propias del cazador, produciendo nuevas formas y dando una nueva orientación a la industria del hueso creando otros tipo de azagayas e inventando la aguja y el protoarpón.
El tercer y último momento está representado por el Magdalenense, caracterizado por el gran desarrollo de la industria ósea y la diversificación de sus tipos (azagayas, bastones perforados, arpone, propulsores, etc.) y por la vuelta al retoque abrupto o de borde rebajado, de tradición gravetiense, que se perfecciona técnicamente y hace posible la fabricación de un nuevo instrumental microlítico, de tipo laminar o geométrico, que más tarde formará el complejo instrumental de los pueblos epipaleolíticos.
El arte, cuya aparición se ha señalado durante el primer momento, se desarrolla en los dos posteriores alcanzado cotas de gran perfección con la tendencia a las figuras escorzadas, a los detalles anatómicos y a las representaciones simbólicas, y que servirá de elemento de expresión al mundo de las creencias religiosas, de las que forman parte también los rituales funerarios que en algunas etapas alcanza una gran complicación.
TEMA 5.- PALEOLÍTICO SUPERIOR: El Chatelperronense
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características generales
La llegada de los primeros elementos que caracterizan los comienzos del Paleolítico Superior se produce en la Península Ibérica con posterioridad a su aparición en territorio francés. Los datos semidentológicos hay que suponerlos producidos dentro de condiciones frías, quizás a comienzos del máximo glaciar Würm IIIa, en condiciones todavía no excesivamente frías.
El Chatelperronense no llegó a penetrar en profundidad en la Península, su presencia es casi exclusiva de la región cantábrica, aunque se citan algunos restos en la zona norte de Cataluña.
El yacimiento con el nivel más antiguo de Chatelperronense es Cueva Morín (Santander), con una industria en avanzado estado de desarrollo, unida a restos musterienses de raederas, escotaduras y denticulados, y entre estos aparece las típicas hojas cuchillo de Chatelperrón, de borde curvado y rebajado, además de hojas de borde rebajado, raspadores bajos, buriles diedros y algún perforador. La escasa fauna era un conjunto banal de bóvidos, ciervos y caballos, el polen evidenciaba unas condiciones esteparias con gramíneas y un bosque de avellanos y alisos. En la cueva del Pendo se han encontrado restos semejantes. También en Santander se ha citado como Chatelperronense la cueva del Cudón, y en Asturias la Cueva Oscura. En el País Vasco, en la cueva de Santimamiñe.
En Cataluña se ha señalado la presencia de puntas - cuchillo de Chatelperrón en Abric Agut y en el Reclau Viver.
La no progresión de esta etapa hacia el sur de la Península viene a demostrar la presencia e importancia del complejo musteriense en la misma, así como la limitada fuerza expansiva de esta nueva cultura.
TEMA 6.- PALEOLÍTICO SUPERIOR: El Auriñaciense
características
Durante el desarrollo de esta etapa se aprecia una clara diferenciación entre la “colonización” de la región cantábrica y la del área mediterránea. En la primera se han localizado importantes yacimientos con restos de varios niveles auriñacienses bien representados y en correcta posición estratigráfica, por su parte el área mediterránea los yacimientos, que son relativamente abundantes, se encuentran desperdigados por toda la zona costera, y con ocupaciones pobres.
En la región cantábrica se han registrado tres fases sucesivas de Auriñaciense. La más antigua, denominada Auriñaciense arcaico, se ha localizado en Cantabria, sus conjuntos son los de la Cueva Morín y la de El Pendo. Entre ambas existen dificultades estratigráficas, ya que en Morín el nivel de Auriñaciense arcaico se superpone al de Chatelperrón, mientras que en El Pendo sucede al revés, lo que señala ocupaciones sucesivas y alternas de ambas cuevas por dos grupos humanos distintos. En su industria se encuentran abundantes hojas auriñacienses y otras con retoques, numerosos raspadores, carenados y en hocico, y con ausencia de hojitas Dufour en El Pendo, que están presente en Morín. Estos niveles se desarrollaron dentro de condiciones templadas, que permitió un aumento de las coníferas, al tiempo que se desarrollaron los tipos caducifolios (abedul, avellano, etc.), asociado a una fauna de ciervos acompañados de grandes bóvido, caballo, corzo, rebeco, cabra, jabalí y lobo.
Tras esta primera fase, no señalada apenas en el resto de la Península Ibérica, se encuentra un Auriñaciense típico, tipificado por la presencia de azagayas de base hendida, tipo óseo representado en Morín, El Pendo y Castillo en Cantabria, en la cueva de Arnero en Asturias, y en Santimamiñe en el País Vasco. En estas industrias dominan los tipos de raspador auriñaciense sobre buril, con tipos arqueados o busqué, diedros y sobre truncadura, además de hojas auriñacienses y estranguladas, todos ellos tallados en cuarcita que dan a la industria un aspecto tosco. Esta fase se desarrolla en condiciones frías y secas, que dificulta la expansión del bosque, y que hacia su etapa media se recupera, para mas tarde dar paso al dominio de las herbáceas hacia el final. La fauna es pobre (gran bóvido, ciervo, corzo, caballo, etc. Se ha atribuido al momento frío del Würm III, de esta etapa poseemos dos dataciones del C-14 32.500 y 29.500 BP.
Por último, la fase del Auriñaciense evolucionado, aparecido en los niveles superiores de esta cultura en las cueva de Morín, El Pendo, El Otero y Hornos de la Peña en Cantabria, con industrias con un elevado índice auriñaciense, en las que el raspador, carenado y en hocico dominan, sobre los buriles, siendo abundantes las hojas auriñacienses, junto con una interesante industria ósea, especialmente en Morín, con azagayas de sección circular, plano - convexa, oval y aplanada, con algún ejemplar de base hendida losángica.
Esta última fase se desarrolló en condiciones relativamente templadas que permitieron el aumento del bosque, así como también el de los animales, en especial los de tipo alpino (cabra y rebeco), junto con grandes bóvidos y caballos, ciervos y algún carnicero.
Las distintas fases del Auriñaciense cantábrico, que representan unos seis episodios sucesivos, muestran una fuerte implantación y continuidad cultural del mismo en la región durante unos cuatro milenios.
Por el contrario, en el área mediterránea no es posible observar zonas de colonización tan intensa, y la mayoría de los yacimientos auriñacienses conocidos carecen de continuidad, ya que solamente se encuentran niveles dispersos y pobres en materiales.
En la región catalana existen unos cuantos yacimientos auriñacienses con una secuencia, que se inicia con una Auriñaciense arcaico, al que siguen dos etapas de Auriñaciense típico, seguidas de una fase evolucionada. Reclau Viver, L'Arbreda y Romaní son los testimonios de dicha sucesión.
En la región Valenciana, la cueva de Les Mallaetes proporcionó en su último nivel un pequeño lote de materiales líticos y óseos, con algunos raspadores fuertemente carenados y varias hojas, en el utillaje óseo se encontraron un punzón y una azagaya de sección plana. Esta fase ha sido fechada en el 29.100 BP (C-14).
En el sudeste se encuentran las cuevas de Las Pereneras (Murcia) y del Tesoro (Almería). En la primera se recogieron restos auriñacienses de cierta importancia, con hojas de retoque escamoso, algunas raederas y raspadores poco típicos de esta etapa, que suponen la existencia de una industria auriñaciense, posiblemente mezclada a la e otros conjuntos industriales .
Ante estos datos es posible confirmar la diferencia existente entre la colonización auriñaciense de la región cantábrica y de la mediterránea, lo que repercutirá en las culturas posteriores, especialmente durante la expansión de los gravetienses.
TEMA 7.- PALEOLÍTICO SUPERIOR: El Gravetense
Características generales
El Gravetense se caracteriza por la presencia de conjuntos instrumentales de tipo laminar, tallado mediante la técnica del retoque abrupto, o de borde rebajado recto, su elemento típico es la punta - cuchillo de La Gravette, cuyo origen podría fijarse en Europa occidental.
La penetración del Gravetense debió de efectuarse siguiendo los mismos derroteros del Auriñacense, a través de los pasos occidentales y orientales de los Pirineos, únicos practicables durante los tiempos glaciares del Würm III. Sus yacimientos no son muy abundantes, observándose algunas diferencias entre los del área cantábrica y los de la mediterránea, pues en la primera los elementos gravetenses aparecen en estrecha convivencia con los auriñacenses, en tanto que en los mediterráneos, estos últimos, son escasos y residuales, sugiriendo la presencia de verdaderas ocupaciones gravetenses, mientras que en el área cantábrica se trata, posiblemente de fenómenos de aculturación producidos dentro del mundo final del auriñacense.
EL ÁREA CANTÁBRICA
En la región cantábrica, la mayoría de las industrias gravetenses estudiadas pertenecen a momentos avanzados y evolucionados, distinguiéndose en todas ellas dos momentos o fases.
En la País Vasco, Bolinkoba (Vizcaya) ofrece un nivel inferior en el que los raspadores son ligeramente menos numerosos que los buriles, entre los que hay que anotar la presencia del tipo Noailles. Las puntas y hojas de La Gravette son escasas, aparece una punta de Font Robert, lo que supone una fase avanzada, encontrándose los índices tipológicos auriñacienses y gravetenses equilibrados. El nivel superior presenta el mismo equilibrio tipológico, con un ligero aumento de la puntas de La Gravette y de las hojas con borde rebajado. Los raspadores siguen siendo algo inferiores a los buriles; disminuyen los de Noailles y siguen apareciendo los de tipo auriñaciense. Estas dos fases de Bolinkoba, con ligeras variantes, son las que aparecen en el resto del área cantábrica con importantes yacimientos (Morín, El Pendo y El Castillo).
En Morín, el nivel inferior presenta abundantes hojas de La Gravette y hojas de borde rebajado, los raspadores, en gran parte de tipo auriñacenses, doblan a los buriles, siendo también el índice tipológico gravetense doble que el auriñacense. Entre los elementos óseos se encuentran azagayas de sección circular y semicircular. en el nivel superior las puntas de La Gravette y las hojas de borde rebajado son escasas, los raspadores más abundantes que los buriles, siendo el índice gravetense mayor que el auriñaciense. En la cueva del Castillo en el nivel inferior los raspadores son más numerosos que los buriles, que también presenta tipos de Noailles, con pocas puntas y hojas de La Gravette y un índice auriñacense algo mayor que el gravetense. La cueva del Pendo, con fuertes índices de tipo gravetense en sus dos niveles, carece de elementos de borde rebajado, superando en ambos los buriles a los raspadores.
En Asturias, en Cueto de la Mina existen dos niveles pobres en elementos gravetenses típicos, abundan más los raspadores que los buriles, siendo más importante el índice del grupo auriñaciense en el nivel superior, en el inferior los índices están igualados.
Estas dos fases del Gravetense cantábrico transcurren dentro de condiciones climáticas distintas. La fase inferior se desarrolló bajo condiciones climáticas frías, con formaciones herbáceas en detrimento del bosque; en la fase superior, el bosque adquiere un mayor desarrollo (pinos, enebros, abedules, etc.) relacionado con un clima más templado. en la fauna se observa el dominio del ciervo; el corzo disminuye en la fase superior y aparece el mamut (Morín y Cueto de la Mina), que señala la presencia de amplios espacios deforestados de tipo tundra. La fase inferior se desarrolla durante el final del Würm III y se ha fechado C-14 en el 20.700 BP; la fase superior debió de producirse dentro del clima templado de la Oscilación de Laugerie.
Este Gravetense cantábrico, de carácter tardío desaparece del área cantábrica y en su lugar se encuentra una especie de renacimiento auriñacense, según se observa en El Pendo, donde aparecen dos niveles de un Auriñacense final, superpuestos al último momento gravetense, ofreciendo un fuerte índice tipológico auriñacense y el predominio de los buriles sobre los raspadores, carenados en su mayoría. Su presencia pone de relieve la fuerte implantación del Auriñacense en el área cantábrica y el caracter intrusivo y aculturado del Gravetense. Este Auriñacense final pudo ocupar un espacio temporal durante el cual en otras áreas peninsulares y francesas, iniciaba su desarrollo la cultura solutrense.
EL ÁREA MEDITERRÁNEA
En esta área tuvo el Gravetense una penetración tardía, esta puede caracterizarse dentro de dos fases de ocupación.
En Cataluña, el Gravetense se encuentra en el Reclau Viver, con dos ocupaciones, que testimonian el proceso de las dos fases con la presencia de puntas y hojas de tipo La Gravette y un predominio del raspador sobre el buril.
La región valenciana ofrece un importante núcleo gravetense en los yacimientos de Les Mallaetes, Parpalló y Barranc Blanc, que se prolonga hacia Alicante, con los de Cova del Sol (Aspe) y Ratlla del Musol (Crevillent). En una primera fase aparecen las puntas de La Gravette de buen tamaño, junto con hojas de borde rebajado, asociadas a abundantes raspadores sobre hoja y una baja proporción de buriles simples o sobre truncadura. En la segunda fase, bien representada en Mallaetes, Parpalló y Barranc Blanc, las puntas de La Gravette disminuyen su tamaño, tendiendo a la microgravette, disminuyen los raspadores y aumentan los buriles, aunque faltan los de tipo Noailles.
En el Sudeste, la falta de claras diferencias hacen problemática toda periodización de los yacimientos conocidos (Zájara II, Serrón, Morote, etc.). Faltan en ellos las grandes puntas de La Gravette, siendo escasas las de tipo pequeño o microlíticas, mayor número de raspadores que de buriles; esto últimos con abundancia de los diedros sobre los de truncadura.
En el área valenciana, en Les Mallaetes, es posible rastrear una última fase entre los niveles gravetense y solutrenses, y que podría ser considerada como un Gravetense evolucionado. No obstante, los yacimientos de la zona alrededor de Parpalló y Mallaetes, muestran una clara continuidad de los elementos gravetenses con un índice solutrense muy bajo.
La fauna dominante durante el gravetense mediterráneo estuvo integrada por cabras y toros, seguidos por conejos, caballos y ciervos, lo que señala un paisaje de tipo mediterráneo con bosque no muy abundante y grandes herbazales, revelando la presencia de la cabra unas condiciones climáticas poco húmedas y templadas.
Este estado del gravetense peninsular señala una diferencia esencial entre el área cantábrica y la mediterránea, ya que en esta los establecimientos significan verdaderas ocupaciones de elementos llegados al territorio, mientras que en el área cantábrica se trata de un proceso de aculturación gravetense en un medio auriñaciense.
TEMA 8.- PALEOLÍTICO SUPERIOR: El Solutrense
Carácterísticas
El solutrense se trata de una cultura netamente occidental, que se desarrolla dentro de un territorio que abarca la Península Ibérica y el territorio francés al sur del Loira y al oeste del Ródano. Su aparición significa una importante renovación tecnológica, que alcanza asimismo a toda la vida socioeconómica, ya que atiende a la renovación, no solo del instrumental agresivo, lo que implica un aumento de la caza, sino también de la invención, con la aguja, de una rudimentaria industria "textil".
En esta renovación ocupa un lugar importante la nueva técnica del retoque plano y paralelo, consiguiéndose instrumentos de gran calidad que se perfeccionan con el bifacialismo, exclusivamente utilizado en la fabricación de puntas de lanza.
Los más antiguos instrumentos en los que aparece el retoque plano solutrense se encuentran en dos yacimientos algo alejados entre sí. Les Mallaetes (Valencia) y Laugeri Haute (Dordogne), en cuyos primeros niveles solutrenses el C-14 ha proporcionado la fecha del 21.700 ± 650 BP para la cueva valenciana y la de 20.900 ± 300 BP para la francesa, fechas que no presentan entre sí una excesiva diferencia y que podría permitir el supuesto de que el solutrense pudo tener varios centros originarios, teniendo, por el momento, el área mediterránea una ligera prioridad.
En cuanto al bifacialismo, es difícil precisar qué causas lo motivaron, aunque quizás fue consecuencia del empleo de retoque que tiende a invadir y cubrir la superficie de la hoja en que se tallaba el instrumento.
La ordenación cronológica y cultural del Solutrense peninsular, aunque basada en la antigua secuencia francesa, ofrece no obstante nuevos instrumentos tipificantes y fases nuevas, aunque los elementos típicos esenciales (puntas de cara plana, de laurel y de escotadura) siguen estando presentes en las distintas fases. Los nuevos instrumentos son esencialmente puntas, cuyos diferentes tipos permiten señalar la presencia de distintas facies culturales que aparecen bien definidas y repartidas por tres zonas de la Península. La facies que presenta una secuencia más completa, tanto cultural, como estratigráfica, es la denominada facies ibérica, en razón de que ocupa una amplia extensión peninsular, extendiéndose por las regiones levantina, andaluza y portuguesa. La facies cantábrica, que ofrece dos fases (media y superior) y desarrollada con entera independencia de la facies ibérica y de las del sur de Francia, y finalmente la facies catalana o pirenaica oriental, en la zona de los Pirineos gerundenses, en la que se advierten influencias pirenaicas occidentales, del valle del Ródano y también del Solutrense ibérico.
EL SOLUTRENSE DE FACIES IBÉRICA
Los yacimientos que mejor han definido esta facies, Parpalló y Mallaetes (Gandia), se hallan rodeados por una serie de yacimientos en cuevas (Barranc Blanc, Penaes, y otros) así como en otras comarcas valencianas, en los cuales, los elementos solutrenses, aunque escasos, conviven con importantes perduraciones gravetenses.
En Parpalló y Mallaetes se encuentra una misma secuencia cultural solutrense que ha hecho pensar en una estrecha relación entre ambas cuevas, en función de una alterna actividad cinegética estacional. Esta secuencia da comienzo con un nivel Solutrense inicial, con puntas de cara plana, una importante serie de raspadores que sobrepasan con mucho a los buriles, hojas con retoques y un pequeño lote de instrumentos óseos con punzones toscos y azagayas biapuntadas de sección ancha y aplanada en su parte central.
Una segunda fase, el Solutrense pleno o medio, puede dividirse en dos subfases, la inferior, fechada en el 20.200 BP, en la que perduran las puntas de cara plana y hacen su aparición las puntas foliáceas bifaciales (puntas de laurel y asimétricas) y la superior en las que se encuentran los tipos de punta con pedúnculo y con pedúnculo y aletas incipientes. En ambas fases abundan los raspadores y son escasos los buriles, siendo la industria ósea de toscos punzones, azagayas biapuntadas y finos punzones que preludian las agujas.
A continuación, se establecieron las gentes del Solutrense superior o evolucionado, en que se aprecian tres subfases. La más antigua con las puntas bifaciales de base convexa y las de pedúnculo y aletas, junto con las que aparecen las puntas de escotadura en su versión ibérica, de borde rebajado, testimonio de una posible reacción gravetense en la zona, abundantes raspadores, escasos buriles y una industria ósea de punzones y azagayas biapuntados y alguna aguja. En la segunda subfase los tipos foliáceos tienden a desaparecer y en los pedúnculos, las aletas se reducen, continua la misma proporción raspador buril y los punzones bicónicos. En la tercera subfase, el Solutreogravetense, los elementos bifaciales desaparecen y dominan las puntas escotadas, las hojitas de borde rebajado y las azagayas cortas y monobiseladas.
Esta secuencia del Solutrense de facies ibérica es sólo valedera en la región valenciana para los dos yacimientos citados, pues en las cuevas de las comarcas circundantes no se encuentra una correspondencia exacta de la misma, sino simples elementos de alguna de sus fases, encuadrados tanto en niveles con las características propias de las culturas de borde rebajado, en las que el índice porcentual solutrense es muy bajo. No es posible por tanto hablar de un proceso de "solutreanización" en la zona, sino más bien de una "gravetización" del Solutrense en sus etapas finales, quizá producto de la fuerte tradición gravetense que se observa en Barranc Blanc y otros yacimientos similares. El Solutreogravetense representaría una reacción de los elementos gravetenses, y por tanto un cambio de orientación cultural que puso fin al bifacialismo y al retoque plano solutrense.
En el Sudeste peninsular, Murcia y Almería, el Solutrense aparece desde su fase plena en los Tollos, cueva Vermeja y Los Mortolitos, con elementos bifaciales de base convexa. En Cejo del Pantano, Serrón y Cantos de la Visera proporcionaron puntas de escotadura y de pedúnculo y aletas con alguna hoja de sauce, propios del Solutrense superior. Pero el yacimiento más importante de esta zona es la cueva de Ambrosio o del Tesoro (Velez Blanco) en el que el índice Solutrense supera más de la mitad del porcentaje instrumental, estando presentes las tres subfases del Solutrense superior o evolucionado.
En Portugal se han encontrado restos solutrenses al norte y al sur del valle del Tajo, que permiten señalar la presencia de las dos fases últimas del Solutrense de facies ibérica. El yacimiento de Monte Fainha (Alemtejo), al aire libre, parece más producto de un depósito que de un lugar habitado, ya que no se encontraron desechos de talla, pero sí puntas de laurel biapuntadas de base convexa. En las cercanías de Lisboa, en Casa da Moura se encontraron elementos bifaciales propios del Solutrense superior ibérico, con puntas de laurel de base convexa, puntas de aletas y pedúnculo y puntas de escotadura, estas presentan el clásico retoque plano solutrense y no la talla de borde rebajado propia de los ejemplares ibéricos.
EL SOLUTRENSE DE FACIES CANTÁBRICA
Dotado de una cierta autonomía, su desarrollo se realiza dentro de una secuencia en la que se advierten dos tendencias (occidental y oriental).
A partir del Solutrense pleno se encuentran los primeros niveles y fases de la facies cantábrica. En la cueva de Las Caldas (Oviedo) se encuentra una secuencia de varios niveles del Solutrense pleno, estando presentes las puntas de laurel biapuntadas y las de base convexa, además de las puntas asimétricas, los buriles aumentan en número, a lo que hay que unir una pobre industria ósea de punzones sobre huesos apenas trabajados, varios huesoso "tensores", con un borde recto en el que se observan trazos paralelos y transversales, obtenidos por frotación mediante una especie de tendón o cordel.
El Solutrense superior de Las Caldas, ofrece una sucesión de pequeños niveles en los que se encuentran puntas de escotadura y alguna bifacial de base cóncava. Los buriles, escasos en los primeros momentos, aumentan en los niveles superiores. La industria ósea sigue la tónica de los huesos apuntados, algún punzón y dos fragmentos de plaquetas de marfil, con entalladuras en los bordes; una de ellas presenta la mitad de una perforación, estas plaquetas debemos considerarlas como colgantes.
Esta secuencia de las Caldas es un claro reflejo del Solutrense de facies cantábrica, aunque curiosamente faltan en ella las puntas de base romboidal y las azagayas de aplastamiento o bisel central, propias de la facies cantábrica, cuya primera fase, el Solutrense pleno se caracteriza por las puntas de laurel de base apuntada o convexa y las de tipo romboidal y azagayas de sección circular de tradición gravetense.
La segunda gran fase del Solutrense cantábrico presenta como el ibérico, una gran variedad de elementos y tipos propios, cuya secuencia se encuentra bien definida en los cuatro niveles del Solutrense superior de Cueto de la Mina (Asturias), en los que se aprecia la sucesiva aparición de los nuevos tipos, así como la transición al Magdaleniense. En el nivel inferior, dominan las cuarcitas y destacan las puntas de laurel y de sauce, las de base convexa y las de escotadura con pedicelo de longitud variable, acompañada de una industria ósea de azagayas biapuntadas rectas o ligeramente curvadas con aplastamiento o bisel central en el que se grabaron una serie de trazos paralelos, de posible origen en el Auriñaciense francés, que resurge en la facies cantábrica y tipifica a esta fase solutrense, además plaquetas de hueso con perforación y entalladuras en los bordes. Aparecen las primeras agujas.
En la segunda fase del Solutrense evolucionado el conjunto instrumental presenta los mismos instrumentos característicos. Como novedad aparece la punta de base cóncava y simétrica, tipo propio de la facies cantábrica.
En un tercer nivel, la punta de base cóncava aparece como tipo dominante y disminuyen los restantes tipos foliáceos. Continúan apareciendo las azagayas de aplastamiento central y las plaquetas con perforación y entalles en los bordes.
El último nivel de este Solutrense podría considerarse como una fase terminal, en la que tienden a desaparecer los elementos foliáceos y se observa la presencia de útiles de borde rebajado. Siguen las azagayas de aplastamiento central.
En la zona cántabra son relativamente abundantes los restos de Solutrense evolucionado en Altamira, Morín, etc. encontrándose conjuntos instrumentales con tipos foliáceos, predominando las puntas de escotadura, escaseando las de base cóncava simétrica y el resto de los foliáceos.
De Altamira hay que destacar, aparte de los foliáceos que siguen la línea indicada, una industria ósea de azagayas de sección circular y ligero bisel en la base y una serie de plaquetas de hueso con entalladuras en los bordes y unas cuantas plaquitas de hueso con grabados de ciervas. En Morín la industria foliácea sigue los mismos derroteros . Es importante la presencia de numerosos hojas y hojitas de borde rebajado y un predominio de los elementos tipológicos gravetenses, unido a una pobre industria ósea con algún punzón de sección ovalada. Esta escasez de elementos foliáceos y la falta de la azagaya de aplastamiento central se observa igualmente entre los yacimientos solutrenses del País Vasco.
El Solutrense evolucionado cantábrico presenta dos variantes o subfacies, la occidental o asturiana, con muy escasos elementos de borde rebajado y abundantes tipos foliáceos, junto con una industria ósea con elementos propios y característicos: la azagaya o bisel central y los colgantes rectangulares con entalladuras en los bordes y la oriental o cantabrovasca, con un fuerte índice de instrumentos de borde rebajado y contados tipos foliáceos solutrenses, dentro de un conjunto industrial en el que predominan los elementos de derivación gravetense y cuya industria ósea adopta la azagaya monobiselada, que continuará en el Magdalenense.
EL SOLUTRENSE DEL ÁREA CENTRAL
En el valle del Manzanares, y situados en los antiguos areneros de sus terrazas, existieron una serie de yacimientos (hoy desaparecidos) cuyos materiales fueron atribuidos al Solutrense. El Sotillo, Los Vascos, etc. contenían importantes restos de instrumentos bifaciales. Puntas de laurel, biapuntadas y de base convexa, y algunos de tipo romboidal, aunque algún yacimiento, como El Sotillo, proporcionó instrumentos laminares de borde rebajado y de hojas simplemente retocadas. La falta de la punta de escotadura permite suponer que se trata de un conjunto de yacimientos encuadrados dentro del Solutrense pleno, propio de la facies cantábrica, por los tipos romboidales.
EL SOLUTRENSE CATALÁN
Durante esta etapa el caracter receptor/transmisor del Pirineo y región catalana durante las primeras etapas del Paleolítico Superior desapareció o quedó muy disminuido como consecuencia de posibles causas climáticas que dificultaron el paso del Ebro, que se pone de manifiesto en las diferencias entre los tipos foliáceos del área levantina y de la catalana.
El Cau de les Goges contenía dos niveles de Solutrense evolucionado, el inferior con puntas de escotadura, de laurel y de tipo romboidal. En el superior añade grandes y bellas puntas de base recta finamente retocadas..
La cueva de Recleu Viver ha ofrecido varios niveles solutrenses. El inferior con un fuerte fondo industrial de borde rebajado, como hojas y puntas, además de raspadores y buriles, unas pocas puntas de cara plana y que habría que situarlo en un Solutrense inicial tardío. El nivel superior aparecieron también los elementos de borde rebajado, junto con raspadores, buriles, una serie de puntas romboidales, de escotadura, y las de tipo propio de este yacimiento, la punta de base asimétrica y pedicelo lateral, que permiten incluir a estos materiales dentro de un Solutrense evolucionado.
Mayor interés ofrecen los materiales encontrados en la cueva de L'Arbreda, con series foliáceas de puntas de laurel, de escotadura y las típicas de Reclau Viver, junto con raspadores, raederas y buriles, así como un importante fondo de instrumentos de borde rebajado, que señala la pervivencia en la zona de los tipos gravetenses dentro del Solutrense evolucionado.
El solutrense de facies catalana debió de comenzar su desarrollo tempranamente, como señala el nivel más antiguo de Reclau Viver, propio de un solutrense inicial, sin duda posterior al de Les Mallaetes, siguiendo posteriormente una evolución propia.
El Solutrense peninsular da comienzo al mismo tiempo que el francés, dentro de los momentos finales del estadio frío del Würm III, aunque la gran mayoría de sus yacimientos se desarrollan dentro de la oscilación templada del interestadio de Würm III/IV; siguiendo durante la fase fría de Würm IV y la oscilación templada de Lascaux, para terminar, posiblemente dentro de la fase fría del Würm IV.
La fauna solutrense, en relación con esta serie de cambios climáticos, presenta una serie de especies más o menos dominantes, como el ciervo y el caballo, para el área cantábrica, y la cabra y el conejo, para la mediterránea, a la que se añaden grandes bóvidos o el bisonte y el corzo, encontrándose en los momentos más fríos el reno y el mamut. Acerca del desarrollo vegetal sólo se poseen datos del área cantábrica, en el que parece dominar la pradera esteparia sobre el bosque, abundan las caducifolias (lisos y avellanos).
TEMA 9.- EL MAGDALENENSE
características
El desarrollo de esta etapa presenta unas tendencias propias que, en parte, parecen coincidir con las del Magdalenense del Sudoeste francés, y en parte, sigue orientaciones independientes, especialmente en sus comienzos, en función de los distintos territorios peninsulares por los que se extendió el Magdalenense y cuyos restos se encuentran fundamentalmente en el área cantábrica y en la mediterránea, a los que hay que añadir la zona atlántica (Portugal y la Meseta norte) de la que se conocen unos pocos yacimientos, siendo los testimonios más occidentales de esta cultura.
El Magdalenense se caracteriza por la presencia de una industria lítica laminar, donde domina el borde rebajado y que aumenta la tendencia a las formas microlíticas. En esta etapa adquiere un auge importante la industria ósea, que multiplica los tipos y el número de azagayas, llegando a su apogeo en las fases medias y finales en las que aparece el propulsor y los arpones, y con ellos la gran revolución de la caza a distancia, con lo que se inaugura un nuevo modelo de sociedad.
La secuencia de las distintas fases del Magdalenense peninsular, aunque basada en la del Sudoeste francés, contiene algunos aspectos industriales algo distintos. Estas diferencias se observan principalmente en las primeras fases, las cuales ofrecen un desarrollo cultural independiente del de las primeras fases de la secuencia francesa. Sin embargo, durante las etapas medias y finales existieron importantes y estrechos contactos entre los territorios. También entre el área cantábrica y la mediterránea existen ciertas diferencias, debidas en gran parte a las condiciones climatológicas, por lo que podemos hablar de un Magdalenense de tipo cantábrico y de otro de tipo mediterráneo, que ofrecen importantes diferencias en el desarrollo de su industria ósea, abundante y fundamental como fósil director en el primer tipo, mientras que en el segundo es muy escasa.
EL MAGDALENENSE CANTÁBRICO
Para la ordenación de la secuencia del Magdalenense cantábrico se han tenido en cuenta, principalmente, los niveles de los yacimientos de Castillo y de Cueto de la Mina, debido a su amplia estratigrafía, que posibilita una distribución de niveles en tres fases (inferior, medio y superior), y que recientemente se ha intentado reducir a dos fases: la inferior, sin arpones y la superior, con arpones. Pero la realidad arqueológica parece aconsejar la ordenación en tres fases, aunque la fase media está presente en pocos yacimientos.
La fase más antigua, el Magdalenense inferior cantábrico se presenta un tanto compleja en su ordenación. Cronológicamente, pueden señalar en el Magdalenense inferior cantábrico dos periodos, el más antiguo, formado por una Magdalenense inicial, también denominado arcaico, al que sigue un Magdalenense inferior evolucionado.
Magdalenense inferior inicial
En esta fase es posible señalar dos facies, la "facies Castillo", que comprende además de este yacimiento los de Altamira, La Pasiega y Balmori. Sus niveles arqueológicos se encuentran siempre superpuestos a Solutrense evolucionado y debajo de los del Magdaleniense inferior evolucionado. La otra, es la llamada "facies Rascaño".
La "facies Castillo" se caracteriza por la presencia de azagayas biapuntadas, de sección circular y aplastamiento o bisel en el tercio inferior de la misma, cuya derivación de los tipos solutrenses es evidente. La industria lítica, en la cual han desaparecido los tipos foliáceos y bifaciales está equilibrada entre los raspadores y los buriles en Altamira y La Pasiega, mientras que en El Castillo dominan ampliamente los raspadores. Esta escasez de elementos de borde rebajado y la presencia e Azagayas hacen suponer para esta facies un desarrollo autónomo e independiente, netamente cantábrico.
La "facies Rascaño" contiene raederas y denticulados, junto con un mayor número de raspadores que de buriles, y abundantes perforadores. La industria ósea está integrada por azagayas monobiseladas de sección aplanada, agujas y una pieza decorada con técnica de grabado exciso. La posición de estos niveles sobre el suelo de la cueva y el tipo de azagaya de sección aplanada ha inducido a suponer que la ocupación de la cueva fue realizada por gentes llegadas del Sudoeste francés, a lo que se opone la mayor antigüedad en el Cantábrico de la técnica de grabado en excisión.
Magdaleniense inferior evolucionado
En este periodo también se han identificado dos facies. la "facies del Juyo" que se localiza entre Cantabria y Asturias, y la "facies País Vasco".
La "facies del Juyo" presenta niveles en dicha cueva y en El Castillo, Altamira y Rascaño en Cantabria, y en Balmori, La Riera y Cueto de la Mina en Asturias. Su industria lítica aparece formada por abundantes raspadores, y buriles, siendo escasos los perforadores y las piezas de borde abrupto. En la industria del hueso destacan las azagayas de sección cuadrada con decoración geométrica, en la que aparecen figuras "tectiformes". Propio de esta facies con lo omóplatos de ciervo, decorados con representaciones de animales, principalmente ciervas, grabadas mediante la técnica del trazo múltiple y del estriado, los cuales fueron recogidos en los niveles de el Castillo, Rascaño y El Cierro. La técnica del grabado de trazo múltiple y del estriado está bien definida en la Península desde el solutrense superior, tanto en el área cantábrica (Altamira), como en la mediterránea (Parpalló).
En la "facies País Vasco", la industria ósea desecha las azagayas de sección rectangular y adopta la de sección triangular y la de sección circular con monobisel alargado. La industria lítica está dominada por los buriles (entre ellos los de truncadura) sobre los raspadores y son abundantes los elementos de tipo laminar, Bolinkova, Urtiaga, etc. se atribuyen a esta fase, así como Abauntz (Navarra).
La tendencia a la diversificación en facies del Magdaleniense inferior procede de la observada en los últimos tiempos del Solutrense, del que derivan también aspectos y elementos culturales, como el dominio del raspador sobre el buril, la escasa presencia de los bordes rebajados. Todo ello postula para el Magdalenense inferior cantábrico una dinámica cultural y un desarrollo independiente de las tres primeras del Magdalenense del Sudoeste francés.
Las condiciones climáticas. dentro del Dryas I, fueron frías y secas, principalmente en la zona Navarra, en la que aparece el reno. El resto del área cantábrica, junto con la costa, debió de gozar de una mayor humedad. La fauna se componía de ciervos y cabras, como elementos dominantes, junto con el caballo, algún gran bóvido, zorro además de la Cyprina islándica en los yacimientos de la costa (Cueto de la Mina). El tapiz vegetal estaba formado por escasos bosques de pinos y algún caducifolio, y por herbáceas de tipo estepario.
El C-14 ha proporcionado para el Magdalenense inferior cantábrico su fecha más antigua en la "facies Rascaño" 16.400 BP., para la "facies del Juyo" 16.000 y 15.200 BP. y para Altamira, propia de la "facies Castillo" 15.500 BP. Para la "facies País Vasco" 15.800 BP. Estas fechas suponen para el Magdalenense inferior cantábrico una duración de más de un millar y medio de años.
EL MAGDALENENSE MEDIO CANTÁBRICO
Es paralelo al Magdalenense IV francés, con el que guarda estrecha relación, que se observa principalmente en la industria ósea, con las azagayas de base ahorquillada y las de doble bisel, las cuales parecen tipicar a esta fase, tanto en el territorio del Sudoeste francés, como en el cantábrico. Sus yacimientos son más abundantes en Asturias (Las Caldas, La Paloma, Cueto de la Mina), todos con azagayas típicas; en Cantabria (Rascaño, los niveles I y II de El Juyo; y en el País Vasco los de Ermittia y Lumentxa, ambos con azagayas ahorquilladas. La industria lítica se caracteriza por la utilización de la cuarcita en mayor número que el silex, por una tendencia al aumento de las hojitas de borde rebajado, así como de los perforadores, y el dominio de los buriles diedros sobre los de truncadura; los raspadores abandonan los tipos altos, frecuentes en la etapa anterior, por los de tipo laminar. Durante esta fase aumentan las piezas decoradas, bien de hueso, bien sobre placa de piedra, con representaciones lineales y de animales (Paloma, Cueto de la Mina), y aparecen los prototipos de arpón (Ermittia). Recientemente, el yacimiento de La Viña (Asturias), ha proporcionado "perfiles recortados", que son placas de hueso sobre las que se han trazado en relieve cabezas de caballos y de ciervos.
El desarrollo de esta fase magdalenense transcurrió dentro de condiciones climáticas frías y húmedas, hacia el final del Dryas I, como revela la presencia de la Cyprina islándica en los yacimientos de la costa (Cueto de la Mina) y del reno en el interior de Ermittia. La fauna ofrece además ciervo, cabra, caballo y algún gran bóvido. La fecha del C-14 del nivel de Las Caldas para esta etapa media de 13.400 BP. es paralelizable con las de los yacimientos del Magdalenense IV francés (La Madaleine).
EL MAGDALENENSE SUPERIOR CANTÁBRICO
Este último periodo puede paralelizarse, de acuerdo a su industria lítica, con el desarrollo de las fases V y VI de la secuencia francesa, tipificadas por la presencia del arpón, tanto de una como de dos hileras de dientes. La nueva orientación ha fijado para el Magdalenense superior cantábrico dos facies A y B, que no aparecen superpuestas a la que quizá, se podría añadir una tercera, la C, en relación con un posible Magdalenense sin arpones.
El Magdalenense de "facies A" está arraigado en su industria lítica a tradiciones culturales cantábricas, por el predominio del raspador sobre el buril, la tendencia a minimizar la presencia de hojitas de borde rebajado. En el de "facies B" los buriles dominan sobre los raspadores y aumentan considerablemente las hojitas de borde rebajado, apareciendo además numerosas puntas azilienses y raspadores discoidales, que anuncian la llegada de los tiempos de dominio de las culturas microlaminares epipaleolíticas. La posición en ambas de los arpones no parece presentar prioridad de uno de los tipos respecto del otro.
El Magdalenense superior de "facies A"
Esta facies aparece bien definida en Cantabria y en Asturias con varias cuevas. En Cueva Morín, los raspadores dominan a los buriles, escasos perforadores y abundantes hojitas de borde rebajado y algún escaleno, una industria ósea de arpones de una sola hilera de dientes con protuberancia basal, azagayas de sección circular y algo aplanada. En la cueva de Otero, los buriles sobrepasan a los raspadores, abundando las hojas retocadas. Los arpones y la Azagayas son de sección circular. En la cueva de El Castillo existió un nivel de esta facies en el que destacan los arpones de una fila de dientes, algunos con perforación basal y un bastón perforado, con decoración animal.
Los niveles Magdalenenses de esta facies se reparten en Asturias en los valles del Calabrés, Sella y Nalón. En el primer valle se encuentra Cueto de la Mina con niveles propios de esta facies, se observa la presencia de raederas, gruesas lascas retocadas, numerosos raspadores y escasos buriles, así como elementos de bordes rebajado no muy abundantes, entre los que destaca alguna punta de La Gravette,. La industria ósea está integrada por numerosos arpones con perforación o protuberancia basal, de sección generalmente circular,. junto con azagayas, varillas y unos bastones perforados con decoración de trazos en serie, cabezas de cabra y peces afrontados.
En la ría del Sella, Tito Bustillo contenía un una importante serie de materiales correspondientes a cuatro momentos de ocupación sucesivos, donde predominan los buriles, principalmente diedros, sobre los raspadores, con un fuerte índice microlaminar, abundantes hojitas de borde rebajado. La industria ósea contiene arpones de una sola hilera de dientes, azagayas monobiseladas y de sección circular, cortas, gruesas y con profundas incisiones, varillas semicilíndricas y un bastón perforado, decorado con motivos geométricos.
Las fechas C-14 abarcan desde 15.400 BP. al 13.900 BP. La fauna presenta el ciervo como dominante, seguido por la cabra, abundantes bóvidos y algún caballo, en tanto que la flora presenta abundantes ericáceas y un pronunciado retroceso del bosque, que experimenta un ligero avance hacia el final.
El Magdalenense superior de "facies B"
Esta facie aparece bien representada en el País Vasco y Cantabria, y escasamente en Asturias.
En el País Vasco, sus contenidos industriales líticos tienden a señalar la presencia de momentos finales, en los que ya aparecen los tipos que formarían parte del Azilense. De esta fase se pueden considerar los niveles de Azbitarte, Berroberia y Santimamiñe, con arpone de una y dos hileras de dientes, alguno con perforación basal o doble protuberancia, azagayas de buen tamaño con doble bisel y sección circular, varillas aplanadas, agujas y abundantes objetos de adorno, algunos con decoración grabada lineal. En la industria lítica domina el buril, diedro o de truncadura, sobre el raspador, generalmente sobre hoja, aumentado los instrumentos de tipo abrupto (hojitas de borde rebajado, puntas azilienses, etc.), raspadores circulares y microperforadores.
En Cantabria, todas sus industrias observan la tendencia al aumento del retoque abrupto y de las formas laminares y microlaminares, con alguna punta de La Gravette, hojitas de borde rebajado, puntas azilienses, algún geométrico y discos raspadores. Su industria ósea se caracteriza por los arpones de una o dos hileras de dientes, con protuberancias o perforación basal, de sección circular o rectangular, azagayas de sección circular, agujas, fragmentos de bastón perforado, uno de ellos con decoración animal esculpida (Rascaño) y numerosas obras de arte con grabados lineales y alguna figura animal, realizado sobre instrumentos y placas óseas (Valle y El Pendo).
En Asturias, son interesantes los materiales de La Paloma, con arpones de una y dos hileras de dientes, azagayas con uno o dos biseles y sección circular o aplanada, punzones de varios tipos y varillas con decoración lineal, aparecen también unas placas de caliza con representaciones de animales y reticulados. Los raspadores son mas numerosos que los buriles, escasos perforadores y numerosas hojas de borde rebajado.
Estas facies del Magdaleniense superior cantábrico se desarrollaron dentro de la sucesión Bölling-Dryas II, ofreciendo el C-14 una cronología de 12.900 y 12.300 BP., proporcionados en el nivel de Rascaño. La fauna dominante fue el ciervo, la cabra y el caballo, en los momentos más fríos aparecen el glotón y el reno, y en etapas más suaves el jabalí. La presencia de la Cyprina islándica permite apreciar las tendencias frías de esta fase.
En algunos yacimientos magdalenenses se aprecia la existencia de grandes cantidades de huesos pertenecientes a un determinado animal (La Paloma y Rascaño), en la primera el ciervo alcanza más del 95% de los restos óseos, mientras en Rascaño es la cabra la que ofrece el 85%. Esto indica una especialización de los cazadores magdalenenses en torno a un determinado animal, posiblemente el más abundante en la zona.
EL MAGDALENENSE ATLÁNTICO
Son escasos los yacimientos señalados, situándose estos en Portugal y en la Meseta Norte.
Al norte de Lisboa, en un yacimiento al aire libre, en Casa da Moura, apareció un escaso ajuar lítico, en el que dominan los raspadores sobre los buriles, apareciendo los diedros y los de truncadura, y algún perforador, hojitas con retoques, denticulados y un trapecio de lados curvos, su industria ósea es escasa, con una aguja y varios punzones sobre esquirla. Algo más al norte, en la cueva de Lapa do Suao, donde su industria lítica y ósea es muy similar a la del anterior yacimiento, pero aquí aparecen un fragmento de ocre rojo, dos molares humanos, unas conchas perforadas y restos de Cardium, Littorina, etc., que señalan un clima oceánico y dulce, con una fauna de ciervos, caballos, cabras y jabalíes.
En la Meseta norte, la presencia de una yacimiento al aire libre, propio del Magdalenense superior en sus etapas finales, La Dehesa (Salamanca) presenta importantes series líticas de hojitas de borde rebajado, buriles, raspadores, etc. aunque sin industria ósea, que evidencia una penetración del Magdalenense final en la cuenca media del Duero, sin duda procedente del área cantábrica. A esta misma penetración pueden pertenecer los yacimientos portugueses citados anteriormente.
EL MAGDALENENSE MEDITERRÁNEO
Esta fase presenta un desarrollo distinto al de las secuencias cantábrica y francesa. De las tres fases que en se pueden agrupar sus materiales, sólo la última ofrece caracteres que pueden definirla como un Magdalenense superior. Sus fases iniciales parecen seguir un desarrollo propio, en el que como característica constante se encuentra la escasez de industria ósea.
Los momentos iniciales únicamente tienen como referencia los niveles inferiores del llamado Magdalenense de la cueva del Parpalló, y el también inferior del Magdalenense de la cueva de Nerja (Málaga). Los dos niveles inferiores del Parpalló han sido considerados como propios de la "fase magdalenizante".
Los llamados Magdalenenses I y II de Parpalló son en realidad consecuencia de una evolución "in situ" y el resultado de un proceso de "gravetización" que, iniciado dentro del Solutrense de facies ibérica, produjo como resultado final el excepcional Solutreogravetense, proceso que siguió su curso dando origen a los citados niveles I y II Parpallonenses. En el más antiguo se observa una cierta continuidad industrial Solutreogravetense, con puntas de escotadura y alguna de La Gravette, así como de hojitas de borde rebajado, siendo los buriles más numerosos que los raspadores, y una pobre industria ósea de pequeñas azagayas monobiseladas, con algún rayado oblicuo en el bisel, procedentes del Solutreogravetense de la misma cueva. El nivel que se superpone (Parpallense II) supone una continuidad cultural, ya que en los tipos líticos continua el dominio del buril sobre el raspador, disminuyen las hojitas de borde rebajado y aumenta la industria ósea con azagayas monobiseladas pequeñas, que se hacen robustas o tienden a desaparecer, apareciendo entonces las grandes azagayas monobiseladas, observándose una mayor decoración en todas ellas a base de combinaciones lineales, rectas o curvas. Estas dos fase constituyen por sí mismas una facies especial, cuyo desarrollo transcurre paralelo con el Magdaleniense inferior cantábrico y francés, con los que tiene pocos elementos en común.
En la cueva de Nerja se han encontrado tres niveles atribuibles al Magdalenense. El inferior contiene una importante serie de elementos de borde rebajado, dominando los buriles sobre los raspadores, en relación sin duda con el predominio de la pesca sobre la caza, que se observa en los restos de la alimentación. La industria ósea es casi inexistente.
A continuación, en el mismo Parpalló, se encuentra una tercera fase, mal llamada Magdalenense III, que cronológicamente parece coincidir con el Magdalenense medio (13.80o BP.). en sus industrias se observan un notable aumento de la materia ósea, predominando las azagayas monobiseladas, aparecen las varillas y es notable el número de agujas. En la industria lítica aumentan las piezas de retoque abrupto, siendo importante el número de hojas de borde rebajado, los microraspadores y algún microburil. Abundan los elementos de hueso con decoración lineal. Este nivel magdalenense medio parece por el momento único en toda el área mediterránea, y por su espesor, O,70 m., significa una larga ocupación de la cueva. Hay que pensar en un posible origen autóctono, dada la calidad de sus elementos industriales y sobre todo su gran riqueza artística en placas grabadas.
El Magdalenense superior mediterráneo, aunque escaso de yacimientos bien conocidos, aparece tipificado por su industria ósea de arpones de una y dos hileras de dientes, salvo en Parpalló, donde sólo se han encontrado protoarpones. Sus yacimientos se extienden desde el Pirineo catalán hasta Málaga.
En Cataluña, el yacimiento de la Bora Grand D'en Carreres contenía una importante industria de silex, con hojitas de borde rebajado, escalenos y microburiles junto a una industria ósea en la que destacan los arpones de una y dos hileras de dientes, con varillas de sección rectangular, agujas y punzones, el C-14 lo ha fechado en 11.500 BP., en las etapas finales del Magdalenense.
En la región valenciana se ha discutido la adscripción del nivel superior del Magdalenense de Parpalló, pero el descubrimiento de la cueva de Les Cendres (Moraira - Alicante), dentro del área de influencia del Parpalló, ha puesto de relieve la presencia del Magdalenense superior en esta región. Les Cendres ha proporcionado una industria con abundantes hojas de borde rebajado, y un predominio de los buriles sobre los raspadores, la industria ósea presenta arpones de una hilera de dientes, azagayas de sección cuadrada y semicircular.
Respecto a la fauna de estos yacimientos mediterráneos se observan grandes cambios entre los yacimientos pirenaicos y los malagueños. en la Bora Gran se encuentra el caballo, el ciervo, el toro, el jabalí el reno y el lince, a medida que se progresa hacia el sur empiezan a dominar la cabra y el conejo, como se observa en Nerja, donde domina ampliamente la fauna marina, como demuestran los restos de peces y de moluscos de medio arenoso.
El desarrollo de la fase del Magdalenense superior debió de ocurrir durante el Dryas II, de condiciones marcadamente frías en la región pirenaica, aunque mas templadas y quizá algo más cálidas en el sur.
Como resumen se podría considerar que el área mediterránea tuvo, durante los tiempos magdalenenses, un desarrollo particular, ligado al Magdalenense francés en la zona pirenaica, pero con un proceso industrial independiente en la levantina y la andaluza. El Parpallense, con sus tres fases y un desarrollo autónomo en Parpalló, avanzaría hacia el sur. Con posterioridad penetraría el Magdalenense superior con arpones, que llega hasta los yacimientos malagueños.
TEMA 10. EL ARTE PALEOLÍTICO
características
Entre las grandes aportaciones culturales del Paleolítico Superior en el Occidente europeo, figura en lugar destacado el arte. Sus mas antiguas manifestaciones surgen con las primeras fases de esta gran etapa, aunque se han encontrado restos de grabados posiblemente pertenecientes al Musteriense de tradición achelense.
Es con la llegada del Homo Sapiens del tipo Cromagnon cuando se inicia el proceso de desarrollo de las manifestaciones artísticas. Gracias a estas se han conservado parte de los aspectos de la vida del hombre prehistórico. Desde los primeros momentos, las representaciones artísticas aparecen en estrecha relación con aspectos y contenidos religiosos, cuyo sentido y significado estamos muy lejos de comprender.
De acuerdo con su temática estas figuras o representaciones se integran en tres grupos: los animales, los ideomorfos y los antropomorfos; los dos primeros son los más representados.
Para los animales, las representaciones son más o menos realistas, llegando a alcanzar cotas de gran naturalidad y realismo. El ideomorfo se representa siempre de un modo geométrico, dando lugar a figuras lineales rectas o curvas, lo que origina una serie de imágenes relacionadas con aspectos simbólicos. Por otro lado, las representaciones antropomórficas, son bastante escasas, en algunos casos las figuras aparecen como disfrazadas y en otros son realizadas de forma bastante esquemática.
Las distintas representaciones artísticas paleolíticas se encuentran sobre dos tipos de soportes. El más ampliamente usado es el soporte de tipo fijo, que generalmente es la pared rocosa de una cueva o abrigo, las figuras representadas en este tipo de soporte constituye el llamado arte rupestre o parietal. El otro tipo de soporte es el móvil y sus figuras se representan sobre hueso, asta o placas de piedra, siendo fácilmente trasnportable y que constituye el llamado arte mueble o mobiliar. Por una parte, el arte mueble parece representar un culto propio del individuo. Por contra el arte rupestre, caracterizado por la ocupación de amplios espacios, responde mas bien a las necesidades de un culto colectivo, mediante el cual un grupo humano queda representado dentro de una determinada tradición religiosa.
EL ARTE RUPESTRE
Técnicas de representación
En la Península Ibérica existen unos 84 yacimientos localizados, y aunque repartidos de forma muy desigual, es el área cantábrica donde se encuentra el núcleo más numeroso e importante.
Las técnicas usadas en el arte rupestre son dos: el grabado y la pintura. De momento no se han recogido en la Península muestras de escultura o bajorrelieve.
El grabado se realizó mediante buriles o con los dedos, siendo esta técnica digital la datada con más antigüedad, se solía realizar con los dedos sobre la arcilla fresca de la cueva bien con figuras de animales (cueva de la Clotilde de Santa Isabel) o formando figuras de difícil interpretación, como los llamados "macarroni" de la cueva del Cudón o de Altamira. La técnica del grabado con buril permite la realización de figuras más finas y el poder marcar mejor los detalles. En un primer momento se usan trazos muy profundos y marcados (Venta de la Perra), que progresivamente se van afinando, llegando a las finísimas figuras de la Cueva del Castillo o Altamira.
Pero, sin lugar a dudas, la técnica más importante empleada por los artistas paleolíticos es la pintura en sus tres modalidades. La primera seria la del pincel, realizados con pinceles de cerda o fibras vegetales, los colorantes se hacían de óxidos minerales o materias vegetales. Otra técnica de la pintura seria el tamponado, para esto se mojaría un fragmento de piel o de musgo sobre la pintura y con ella se iría extendiendo sobre la pared, un ejemplo de esta técnica serian las ciervas de Covalanas (Santander) o Arenaza (Vizcaya). La tercera técnica seria el soplado, para ello se rellenaría un tubo de materia colorante y soplando a través de él, se colorearía la pared. Esta es la técnica empleada en las pinturas de manos de la Cueva del Castillo o Maltravieso (Cáceres).
El dibujo también formó parte de estas representaciones, generalmente los trazos dibujados han sido realizados con carbones procedentes de hogares.
En las cuevas puede haber un sólo santuario, o varios, diferenciados entre sí por el tipo de representación material (grabado o pintura), así como por el estilo y de más aspectos técnicos o artísticos de sus figuras.
Las pinturas suelen ser de color rojo o negro, y tanto estas como los grabados debieron de tener desde muy antiguo un sentido litúrgico, lo que debió de continuarse en el arte rupestre ya que los distintos santuarios ofrecen uno de los tres tipo de representación.
La presencia de varios santuarios en la misma cueva, así como la superposición de figuras en varios estilos y técnicas permiten asegurar la mayor o menor antigüedad de las figuras de un santuario respecto a otro.
La temática
La temática del arte rupestre en la Península Ibérica sigue las normas generales a todo el occidente europeo. Los temas más utilizados son la figura humana, la figura animal y los signos.
La figura animal es, sin duda, la más importante, representando a los animales que el hombre veía en su entorno medioambiental. Las especies animales que se encuentran son el bisonte, el caballo, el ciervo y el jabalí. El reno, tan importante en Francia, apenas aparece aquí. Son poco representados el elefante, el rinoceronte y la foca. Esta fauna corresponde a los yacimientos rupestres del área cantábrica, sin embargo para la zona mediterránea la fauna representada son el ciervo, la cabra, el caballo y el toro.
El animal aparece como tema único en varios santuarios, aunque representados por varias especies, como ocurre con las figuras rojas de Covalanas o en grabados como en Llorin II. Son más frecuentes las representaciones de conjuntos que presentan varias especies animales, asociados a ideomorfos de distintos tipos (Las Chimeneas, Las Monedas, etc.) a los que hay que agregar una serie restringida en los que están presentes los antropomorfos (Altamira, Hornos de la Peña, Cándamo, etc.). Por lo tanto, las representaciones de animales son más numerosas que las de los ideomorfos, mientras que los antropomorfos son más minoritarias.
Dentro de cada santuario el número de representaciones de cada especie animal es variable, aunque siempre una de ellas aparece como mayoritaria. La presencia mayoritaria de este grupo de animales ha de ponerse en relación, bien con la mayor abundancia del mismo en el biomedio donde se halla enclavada la cueva - santuario, o bien ser preferencia del cazador, aunque ambos supuestos pudieran actuar conjuntamente. Se puede hablar de la existencia de un animal mayoritario y dominante, estrechamente relacionado con el resto de los que componen el santuario, que podrían considerarse complementarios y todos ellos consecuencia de un determinado biomedio. Pudiéndose por tanto establecer la relación binaria dominante - complementario que se presenta como el elemento básico de todo sistema religioso e los santuarios paleolíticos.
Iconografía y signos
El tema ideomorfo no está presente en todos los santuarios. Muchas de sus figuras fueron interpretadas como trampas de caza, casas de espíritus, etc. Aunque todo hace suponer que son elementos de carácter simbólico, relacionados no sólo con lo religioso, sino también con lo social.
Algunos signos alargados han sido identificados como lanzas o venablos, un caso particular serian los signos de la cueva de Santian (Santander), identificados como mazas. algunas representaciones como las vulvas de Tito Bustillo se relacionan con representaciones femeninas y sobre todo los signos ovalados o rectangulares de cuevas como El Castillo o La Pasiega. Otros de difícil interpretación serían las puntuaciones, en casos como las de El Castillo tendrían un significado de orientación en el interior de la cueva, pero en otras como las de la Meaza o Chufin permanecen desconocidos sus significados.
Buscar los significados a estas representaciones es uno de los temas más interesantes sobre el arte paleolítico. Algunos etnólogos actuales han basado sus estudios en la observación de los primitivos actuales, cuyas condiciones de vida en muchos casos son semejantes a las el Paleolítico.
Reinach buscó una explicación basada en el teoteismo y a partir de él el significado mágico del arte rupestre fue tomando sentido. Para otros, el arte era la expresión de una serie de formalismos que el hombre paleolítico utilizaba para proporcionar la caza y asegurar la fecundidad y abundancia de las especies de las que vivía.
Los tipos de ideomorfos son muy variados y para cada una de las etapas culturales ofrecen tipos nuevos. Así durante el Auriñaciense sólo aparecen figuras grabadas, formando series de trazos en haz. Mientras en el Gravetense siguen los haces lineales y hacen acto de presencia las formas angulares, apareciendo las primeras series de puntos o discos pintados en rojo y asociados a una mano (Castillo I). Durante el Solutrense aparte de los signos anteriores aparecen las formas rectangulares que más adelante se transformaran en curvas cerradas u oblongas con divisiones internas o sin ellas. A estas formas siguen grandes haces de líneas paralelas y de gruesos trazos o bastones asociados a series de puntos. Los ideomorfos tienden a desaparecer en las últimas etapas del Magdalenense.
En lo que respecta al arte antropomorfo sus tipos son escasos, aunque variados. Las figuras grabadas son las que ofrecen un mayor número de antropomorfos y sus primeras figuras aparecen en el arte mueble del Gravetense. En el rupestre aparecen en el Magdalenense inferior.
EL ARTE MUEBLE
En contraposición con el arte realizado sobre las paredes y techos de las cuevas, el arte mueble está realizado sobre huesos o plaquetas de piedra, así como sobre los útiles óseos del hombre paleolítico.
Su dispersión es más cantábrica que el arte rupestre, a excepción de las plaquetas pintadas y grabadas de la cueva del El Parpalló. Pocas con las obras que conocemos de la región mediterránea. La primera división podría basarse en el soporte utilizado, así hablaremos de objetos en hueso o en piedra; otra división la podríamos hacer si se encuentran sobre útiles o armas como las azagayas o arpones y los bastones de mando, varillas, etc. o bien los colgantes. Un apartado final serian las plaquetas de piedra o hueso, como las de la cueva de la Paloma.
En todo objeto de arte mueble es posible distinguir dos aspectos que pueden darse en la misma pieza, aunque también es posible encontrarlos por separado. Uno de ellos es el caracter ornamental de su decoración, que aparece casi exclusivamente sobre instrumentos de tipo económico como los arpones. El segundo se encuentra sobre instrumentos de carácter "litúrgico", como las varillas, discos y bastones perforados que parecen propios de rituales.
Técnica y temática
En el arte mueble, la técnica más empleada es el grabado, que ocupa el 90% de las obras; éste se realizaría mediante buriles, de modo semejante al arte rupestre. La pintura fue poco utilizada, especialmente en la región Cantábrica, siendo sus representaciones más importantes las plaquetas de la Cueva de E Parpalló, donde la mayoría de ellas aparecen pintadas y a veces asociando el grabado, en este caso no se conoce la policromía.
Las decoraciones simplemente ornamentales están formadas por asociaciones de líneas rectas o curvas, que originan figuras abiertas o cerradas. Las decoraciones que parecen tener un significado ritual ofrecen los tres temas propios del arte paleolítico, es decir animal, ideomorfo y antropomorfo.
Las primeras muestras de arte mueble fue la de los huesos grabados del musteriense de la Cueva Morín aparecen en el área Cantábrica durante el Auriñacense. Se trata de una serie de trazos dobles y paralelos grabados en una placa ósea (Lementxa). Al Gravetense pertenecen los antropomorfos femeninos grabados sobre alisadores de piedra. Durante el Solutrense medio cantábrico se desarrolla el motivo de los trazos pareados (Las Caldas) además de algún reticulado simple y trazos curvos asociados. Sobre plaquitas ósea, rectangulares y con perforaciones aparecen series de entalles y de trazos en los bordes (Caldas y Bolionkova). Durante el Solutrense superior se desarrollan series de trazos pareados, así como las asociaciones de haces lineales, formas angulares y alguna triangular.
Durante el Magdalenense inferior continúan las figuras gravadas con estriados a los que se añaden contornos de trazo múltiple. Siguen estando presentes los trazos pareados así como los angulares y cuadrangulares sobre azagayas con divisiones internas (Altamira y El Juyo). En el Magd. Medio los motivos ornamentales se ordenan en relación a un eje y se presentan asociaciones óvalo / flecha, rombo / trazos lineales, etc. En el Magd. Superior se añade mayor barroquismo en lo ornamental con mayor abundancia de incisiones con trazos dobles simétricos y alternos.
La representación animal en el arte mueble se centra casi exclusivamente en el Magdalenense y se limita al ciervo/a, caballo, toro, peces, reno y uro, faltando el bisonte, lo que resulta extraño dada la importancia del mismo en muchos de los santuarios rupestres.
En el arte mueble sobre útiles y armas las figuras animales o humanas tienen poca importancia, lo mismo que los signos simples con un caracter decorativo. Sin embargo, la representación animal, a pesar de su escasez, alcanza momentos de gran belleza como las ciervas de los omóplatos de las cuevas de El Castillo y Altamira. Así como sobre los bastones de mando (Pendo, Rasacaño y El Castillo). la figura humana está poco representada.
El mundo religioso de El Parpalló
Se desconocen los motivos por los que las gentes del área mediterránea. desde Cataluña al Sudoeste no utilizaron las cuevas para establecer en ellas santuarios semejantes las del Cantábrico, salvo el de La Molleta (Tarragona) destruido.
La cueva de el Parpalló (Valencia) aparece con miles de plaquetas grabadas y pintadas como un excepcional y aislado santuario del arte mueble. Estas plaquetas son de piedra caliza apareciendo representados en ellas los temas propios del Paleolítico. Existen varios niveles, y siempre suele haber un animal dominante sobre los demás, acompañado de algún ideomorfo.
En los sucesivos estratos se observan los distintos cambios que se operaron en el simbolismo religioso del Parpalló a través de sus distintas etapas culturales.
Los ideomorfos más antiguos son trazos lineales simples y de formas angulares que son propias del gravetense y que continúan durante el solutrense inferior. En el Solutrense pleno aparecen los haces rectilíneos, trazos pareados, triángulos, rectángulos, etc. Durante el Solutrense superior se continuaron las formas rectangulares.
Durante las tres etapas del Parpallense los ideomorfos son casi inexistentes sobre plaquetas y sus motivos se han trasladado a la industria ósea.
Durante el Magdalenense superior continua el dominio de los rectilíneos y los curvilíneos con extrañas figuras en grande de doble línea.
En general se puede decir que en El Parpalló en una primera fase dominan los motivos ideomorfos de tipo rectilineal y en un segundo curvilíneos, aunque también hay rectos. Esto puede responder a un cambio de orientación religiosa.
TEMA 11. EL ARTE PALEOLÍTICO 2
Cronología y Dispersión Geográfica
La cronología del arte rupestre presenta un grave problema, al encontrarse sobre las paredes y techos de las cuevas no se encuentra en relación directa con los niveles arqueológicos. De este modo, la datación se debe basar en datos indirectos. en algunos casos los podemos datar por los niveles arqueológicos que cerraron las cuevas, como en Altamira o Tito Bustillo. En otros casos los dataremos por semejanzas estilísticas con obras del arte mueble. Otro método será por parecidos estilísticos con pinturas datadas por los medios anteriores. Un tipo de datación relativa se podrá obtener mediante el estudio de las superposiciones de las representaciones.
Área Cantábrica
Pertenecen a ella la gran mayoría de cuevas que contienen representaciones rupestres. en ellas, por lo general, se completa un único santuario, aunque también son frecuentes los yacimientos en los que se hallan representadas figuras pertenecientes a distintos santuarios.
Durante las primeras etapas del Paleolítico superior apenas si es dado rastrear la presencia de santuarios.
Al Auriñacense se atribuyen una serie de grabados en trazo algo profundo de la cueva del conde (Asturias), y al Gravetense pueden pertenecer las figuras rojas de Castillo I.
Durante el Solutrense, los santuarios son más numerosos y su mayor parte se realizan mediante grabados de trazo profundo. En Asturias, el Valle del Nalón ofrece los santuarios de Las Mestas, La Viña, etc. En Cantabria, en la cueva de Chifin hay un santuario de grabados de trazo profundo en los que los ciervos dominan a cabras y a bóvidos, junto a un ideomorfo angular. En el gran techo de Altamira I aparecen la cabra y el ciervo, en otros aparecen caballos y bisontes. Las figuras rojas están representadas en esta etapa en Cándamo I, en el Valle del Nalón con mayoría de toros sobre caballo y cierva, acompañados por una forma angular. Las figuras negras aparecen en el santuario monotemático de San Antonio (Asturias) con un caballo. Sin embargo, en otros santuarios como Castillo II, y Chimeneas I aparecen diversos animales, ciervos, caballos o bisontes, dominando distintos animales según el santuario. Suelen estar acompañados de ideomorfos.
En el Magdalenense inferior cantábrico abundan los santuarios de figuras rojas y grabados. Aparecen en ellos los primeros antropomorfos, especialmente los de tipo claviforme a los que se unen representaciones de vulvas, además de líneas de trazos gruesos y series de puntos relacionados con animales, aparecen también los tectiformes.
En una fase más antigua señalamos los santuarios de Cullalvera Y monotemático con antropomorfos alineados y dispuestos para una danza.
En Pindal I y Chufin II domina el caballo. En Pasiega I y Castillo III lo hace el ciervo y en Tito Bustillo I el bisonte. También excepcionalmente aparece el mamut en Pindal I y Castillo III. El trazo de estas figuras es irregular y de torpe expresión.
Hay en el Cantábrico otros santuarios de figuras rojas pertenecientes a este periodo en Castillo IV y Pasiega II, donde aparte de animales hay ideomorfos. Existe otra serie de santuarios de figuras rojas en las que son escasas las figuras de animales. Excepcional es el santuario de Morín Y con un antropomorfo femenino, un serpentiforme, y series de trazos. El resto son santuarios monotemáticos de ideomorfos.
La siguiente fase supone un desplazamiento de la pintura roja por el grabado de trazo múltiple y estriado con el que se trazan animales en los que domina la cierva, careciendo de representaciones de ideomorfos. Castillo V, Altamira III, Tito Bustillo II son algunos de sus representantes. Posteriormente, una segunda serie de grabados de trazo múltiple, en que los estriados tienden a desaparecer y donde no aparecen ideomorfos (Altamira IV, Hornos de la Peña II, Pasiega IV, etc.)
Una última fase del Magdalenense inferior cantábrico lo forman las figuras rojas, pintadas al tampón, de Salitre I, Pasiega V etc. Dominando distintos animales según la cueva. Carecen de ideomorfos. Estas figuras de animales suponen un paso más hacia el realismo y el movimiento.
En el Magdalenense Medio, la expresión artística alcanza grandes cotas de realismo, se perfeccionan los intentos anatómicos y se llega a la bicromía, que en Altamira se une al grabado de trazo múltiple y estriado. El dominio del bisonte es general en todos los santuarios de esta fase (Ekain I, Castillo y Altamira V). Una segunda serie de santuarios propia de esta etapa comprende las figuras grabadas con los dedos sobre la arcilla blanda, en toda ellas aparece el toro como animal dominante y tienen como ideomorfo principal al meandro o serpentiforme (Hornos de la Peña III, Altamira VI, etc.).
Los santuarios del Magdalenense Superior Cantábrico se caracterizan por la desaparición de figuras rojas y la desaparición de las figuras rojas y por la aparición de las negras que prácticamente no habían sido utilizadas en las anteriores etapas magdalenenses. Las figuras grabadas forman amplias series en los santuarios y parece perdurar la bicromía. Los animales aparecen representados con abundantes rasgos realistas, aunque son frecuentes los contornos incompletos. Los ideomorfos son escasos y así mismo se encuentran haces de líneas serpentiformes, formas curvas y trazos gruesos. Reaparece el antropomorfo. La serie más antigua en la que aparece la cabra como dominante o complementario la forman Castillo VII, Altamira VII, y otros. Una serie de figuras negras aparecen en Castillo VIII, Peña IV etc. Mientras que el ciervo domina en otros (Pindal III, Cándamo III, etc. Otra serie de figuras negras comprende Altxverri II, Ekain III, Monedas etc. en los que domina el bisonte y el caballo.
Resto de la Península
Su número, en relación con los del área cantábrica, es muy pequeño y se encuentran muy desigualmente repartidos, ya que se localizan dispersos por los valles del Duero y del Tajo, así como en la región andaluza, en tanto falta en la zona valenciana y en el sudeste.
Los santuarios más antiguos ofrecen series de figuras grabadas o pintadas de amarillo de época Solutrense. A las figuras grabadas pertenecen los santuarios de Casares I, La Griega y Trinidad I. El primero situado en el valle alto del Tajo, se encuentra infrapuesto a otros santuarios de la misma cueva y contiene figuras grabadas de trazo fino, en las que el caballo domina sobre toros, ciervos y cabras que se acompañan de trazos lineales y algún angular. La Griega (Segovia) en el valle del Duero tiene una serie de figuras grabadas de caballos, dominando a ciervos acompañados de ideomorfos reticulados de forma alargada.
En la región malagueña, encontramos Trinidad I, con figuras de ciervos que dominan a caballos y otros animales unidos a ideomorfos variados. También pertenecen al Solutrense las figuras en ocre amarillo de Trinidad II y Pileta I. En el primero hay ciervos con manchas amarillas y en el segundo los caballos dominan sobre otros animales.
Durante el Magdalenense inferior siguen los santuarios de figuras grabadas de Casares II y se desarrollan las figuras rojas de Atapuerca, Maltravieso, etc., en algunos de los cuales aparece la temática antropomorfa. Casares II es un extraordinario santuario de antropomorfos, que se superponen a caballos y toros del santuario anterior y forman escenas de evidente contenido religioso. En una de ellas, dos antropomorfos (varón y hembra) realizan la unión sexual ante un mamut. Otra escena parece desarrollarse en un medio acuático, con figuras de peces, el mayor de los cuales asciende hacia la superficie del agua al encuentro de un antropomorfo asexuado, que se dirige al gran pez con os brazos abiertos.
La serie de santuarios de figuras rojas se inicia en Atapuerca (Burgos) de tipo monotemático con cabezas de caballo. En Cáceres, en Maltravieso, hay figuras rojas a tinta plana de manos relacionadas con ideomorfos en forma de triángulo, y en Esconral I (Portugal) hay una cabeza de caballo y otros animales que ofrecen ideomorfos de trazos paralelos y trazos radiados. En Málaga, Pileta II ofrece una serie de ciervos y toros dominantes sobre cabras y caballos.
Al Magdalenense medio hay que atribuir los santuarios de figuras grabadas del área castellano - portuguesa, como Casares II, La Hoz, etc. donde abundan los grabados de trazo profundo donde aparecen diversos animales asociados a menudo a ideomorfos. Niño II y Pileta III en Málaga.
El Magdalenense superior ofrece una serie de santuarios con figuras negras como en Periches (Burgos) con cabras grabadas donde abundan los difuminados negros. También abundan las figuras negras en Cueva Palomera. En Pileta IV y Trinidad IV (Málaga) aparecen respectivamente cabras y ciervas asociadas a otros animales y diversas figuras. También hay figuras rojas como en Fuente del Trucho (Huesca) con caballos asociados a manos, que por una proximidad a la región pirenaica francesa se han supuesto del ciclo auriñacogravetense aunque sus pinturas podrían ser más recientes. Una pequeña serie de manos en negro en la misma cueva, señalan la supervivencia de santuarios dentro del Magdalenense final.
TEORÍAS EN TORNO AL SIGNIFICADO DEL ARTE RUPESTRE PALEOLÍTICO
Este es uno de los temas mas interesantes sobre el arte paleolítico. Reinach buscó una explicación basada en el totemismo y a partir de ahí el significado mágico del arte rupestre fue tomando sentido.
Para algunos autores, como el abate Breuil, el arte era la expresión de una serie de formalismos que el hombre paleolítico utilizaba para propiciar la caza y asegurar la fecundidad y abundancia de las especies de las que vivía.
Leroi - Gourhan, ha expuesto que todas las representaciones que encontramos en una cueva reflejan los dos polos de una temática. El ha denominado a estos polos A y B que son dos animales que siempre se repiten: el caballo y el bisonte. el primero representaría al hombre y el segundo a la mujer. De igual manera ha procedido con los signos. Los del grupo "a" o masculinos serian las líneas y puntos principalmente y los del grupo "b" o femeninos las vulvas, los triángulos y las líneas curvas. De esta manera la cueva no es un lugar aislado de propiciación de la caza, sino santuarios compuestos y organizados sistemáticamente.
Como ya se expuso en el tema anterior, dentro de cada santuario el número de representaciones de cada animal es variable y una especie aparece como mayoritaria. Esto puede deberse a una mayor abundancia de este tipo de fauna en el biomedio donde se encuentra ubicada la cueva, o bien la preferencia del cazador, aparecen otros animales que se pueden calificar como de complementarios, pudiendo hablar entonces de una relación binaria: dominante / complementario que se presenta como el elemento básico de todo sistema religioso de los santuarios rupestres paleolíticos.
El tema ideomorfo no está presente en todos los santuarios, y es mas abundante en unas etapas que en otras. Suponemos que son elementos de carácter simbólico, relacionados no sólo con lo religioso, sino también con lo social. Estos se pueden interpretar como símbolos de identificación de un grupo con un santuario, es decir un especie de emblema o blasón.
Para concluir, el conocimiento del significado del arte rupestre escapa a nuestro entendimiento, hasta que no aprendamos a descifrar los signos y símbolos que aparecen en las cuevas no tendremos una pista real en relación a lo que pudiera pasar por la mente del pintor.
TEMA 12.- LAS INDUSTRIAS POSTGLACIARES: Epipaleolítico y Mesolítico
características
Bajo el término de industrias postglaciares estudiamos una gran variedad de industrias y modelos de comportamiento cultural que se desarrollan desde el Paleolítico Superior hasta la Neolitización.
Considerando las industrias postglaciares como escalón intermedio entre los sistemas de vida recolector y productor, podemos diferenciar entre ellas dos grandes grupos o modelos de cultura: Epipaleolítico y Mesolítico.
Las poblaciones epipaleolíticas son cazadores-recolectores que continúan con el mismo sistema de vida del Paleolítico Superior Final. Por el contrario, las comunidades mesolíticas se encuentran en vías de transformación hacia la economía productora, van a llegar a la domesticación de animales y al cultivo de la tierra a través de su propia evolución interna.
Los profundos cambios que se producen al final del Pleistoceno y durante el Holoceno (final del cuaternario) significan para la Península el fin del Glaciarismo y la alternancia entre largos períodos húmedos y templados con otros secos y cálidos.
En relación con la abundancia de humedad, la Península se presenta dividida en dos grandes áreas:
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La Atlántico-Pirenaica: de lluvias más copiosas y abundantes.
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La Mediterránea: junto con las regiones interiores, condiciones más secas y mayores contrastes estacionales.
Todo ello origina un variado y extenso tapiz vegetal y la desaparicón de la fauna fría. Estos cambios climáticos, junto con los de flora y fauna, permitieron a las gentes del Epipaleolítico mejorar e incluso transformar sus condiciones de vida.
Desaparece el gran arte paleolítico y con él los santuarios rupestres con sus representaciones de animales. Tan sólo quedan escasas obras de arte mueble.
Se organizan nuevos modelos de habitación al aire libre merced a las nuevas condiciones climáticas.
El hombre sigue siendo cazador y recolector. Recolección más variada y selectiva que mejora la alimentación. En yacimientos costeros cobran importancia la pesca y el marisqueo.
Los restos industriales epipaleolíticos aparecen repartidos desigualmente por toda la Península, aunque se concentran en tres áreas:
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Cornisa Cantábrica
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Cultura Azilense
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Cultura Asturiense (Cultura de los concheros)
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Área Mediterránea
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Complejo Microlaminar
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San Gregori de Falset
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Mallaetes
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Complejo Geométrico
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Filador
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Cocina
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Área Atlántico-portuguesa
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Concheros del Muge
CONJUNTOS EPIPALEOLÍTICOS EN LA CORNISA CANTÁBRICA
Dos son los conjuntos industriales encontrados en los yacimientos epipaleolíticos cantábricos:
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La cultura Azilense, es el más importante y numeroso. Series instrumentales microlaminares, talladas en sílex y de borde rebajado, derivados del Magdaleniense Superior Final.
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La cultura Asturiense, de tipos macrolíticos, caracterizada por el "pico asturiense", instrumento tallado sobre nódulo de cuarcita, con técnica de grandes lascas que recuerdan el Paleolítico Inferior.
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La Cultura Azilense
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LA CULTURA ASTURIENSE
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EL EPIPALEOLÍTICO MEDITERRÁNEO (REGIÓN LEVANTINA)
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Complejo Microlaminar:
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Complejo Geométrico:
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EPIPALEOLÍTICO EN EL ÁREA ATLANTICO-PORTUGUESA
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MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS Y RELIGIOSAS EPIPALEOLÍTICAS
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MEDIO AMBIENTE
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ASPECTOS MATERIALES
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ECONOMIA
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HÁBITAT
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ERGOLOGÍA
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La industria lítica
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La industria ósea
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La cerámica
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ASPECTOS ESPIRITUALES
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ELEMENTOS ORNAMENTALES
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EL ENTERRAMIENTO
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ORIGEN DEL NEOLÍTICO
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AMBIENTALES
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ECONÓMICAS Y SOCIALES
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TÉCNICAS
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PENÍNSULA IBÉRICA
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Los correspondientes a los grupos locales allí asentados.
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Los pertenecientes a los colonizadores llegados por el Mediterráneo.
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NEOLÍTICO MERIDIONAL
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LA CUEVA DE LA CARIGÜELA DE PIÑAR (GRANADA)
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Neolítico Antiguo (Niveles XVI - XIII)
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Neolítico Medio (Niveles XII - IX)
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Neolítico Reciente (Niveles VIII-V)
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LA CUEVA DEL NACIMIENTO (PONTONES, JAÉN)
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LA CUEVA DE NERJA
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Neolítico Antiguo
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Neolítico Reciente
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LA CUEVA DE LA DEHESILLA (ALGAR, CADIZ)
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Neolítico Antiguo
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Neolítico Medio
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Neolítico Reciente
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LA CUEVA CHICA DE SANTIAGO (CAZALLA DE LA SIERRA, SEVILLA)
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Neolítico Antiguo
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Neolítico Medio
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Neolítico Reciente
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LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS (ZUHEROS, CÓRDOBA)
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NEOLÍTICO LEVANTINO
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LA CUEVA DE L'OR (BENIARRES, ALICANTE)
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Neolítico Antiguo
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Neolítico Medio
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Neolítico Reciente
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LA COVA FOSCA (ARES DEL MAESTRE, CASTELLÓN)
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LA CUEVA DE LLATAS (ANDILLA, VALENCIA)
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NEOLÍTICO CATALÁN
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LA BALMA DE L'ESPLUGA (SAN QUIRZE DE SAFAJA, BARCELONA)
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LA CUEVA DEL FRARE (MATADEPERA, BARCELONA)
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LA CUEVA DE LA FONT DEL MOLINOT (PONTONS, BARCELONA)
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NEOLÍTICO ARAGONÉS
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LA CUEVA DE CHAVES (HUESCA), cuyos niveles inferior y medio corresponden al horizonte neolítico.
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LA ESPLUGA DE PUYASCADA (HUESCA), con un solo nivel correspondiente a Neolítico Medio.
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EL ABRIGO DE COSTALENA (ZARAGOZA), con dos niveles de cerámicas cardiales sobre niveles epipaleolíticos.
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LA BOTIQUERIA DELS MOROS (TERUEL), con un nivel de cerámicas cardiales y geométricas tipo Cocina III sobre un nivel epipaleolítico.
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NEOLÍTICO EN LA ZONA CENTRO
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LA CUEVA DE LA VAQUERA
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EL ABRIGO DE VERDELPINO
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NEOLÍTICO VASCO NAVARRO
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LA CUEVA DE SANTIMAMIÑE (VIZCAYA)
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EL COVACHO DE LOS HUSOS (ÁLAVA)
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LA CUEVA DE ARENAZA I (VIZCAYA)
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LA CUEVA DE ZATOYA (NAVARRA)
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NEOLÍTICO CÁNTABRO ASTUR GALLEGO
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CANTABRIA
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CUEVA DEL TARRERON (SANTANDER)
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ASTURIAS
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GALICIA
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NEOLÍTICO BALEAR
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YACIMIENTOS
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NEOLÍTICO MERIDIONAL
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La Cueva de la Carigüela de Piñar (Granada)
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La Cueva del Nacimiento (Jaén)
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La Cueva de Nerja
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La Cueva de la Dehesilla (Cádiz)
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La Cueva Chica de Santiago (Sevilla)
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La Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba)
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NEOLÍTICO LEVANTINO
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YACIMIENTOS
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La Cueva de L'Or (Beniarrés, Alicante)
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La Cova Fosca (Castellón)
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La Cueva de Llatas (Valencia)
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NEOLÍTICO CATALÁN
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YACIMIENTOS
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La Balma de L'Espluga (Barcelona)
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La Cueva del Frare (Barcelona)
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La Cueva de la Font del Molinot (Barcelona)
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NEOLÍTICO ARAGONES
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YACIMIENTOS
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La Cueva de Chaves (Huesca)
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La Espluga de Puyascada (Huesca)
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El Abrigo de Costalena (Zaragoza)
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La Botiqueria dels Moros (Teruel)
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NEOLÍTICO ZONA CENTRO
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YACIMIENTOS
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La Cueva de la Vaquera
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El Abrigo de Verdelpino
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NEOLÍTICO VASCO NAVARRO
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YACIMIENTOS
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La Cueva de Santimamiñe (Vizcaya)
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El Covacho de los Husos (Álava)
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La Cueva de Arenaza I
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La Cueva de Zatoya
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NEOLÍTICO CÁNTABRO ASTUR GALLEGO
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YACIMIENTOS
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La Cueva del Tarrerón (Cantabria)
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Les Pedroses (Asturias)
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La Lloseta
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NEOLÍTICO BALEAR
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Son Matge
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Muleta
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INICIOS DEL NEOLÍTICO
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GENERALIDADES
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NEOLÍTICO ANTIGUO
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Meridional
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Cataluña
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La Balma de L'Espluga
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La Cueva del Frare
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La Cueva de la Font del Molinot
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Levantino
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RESTO DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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En Aragón, la sistematización se apoya en pocos yacimientos. En la fase más antigua, aparece cerámica cardial en la Cueva de Chaves y en los abrigos de Botiquería dels Moros y de Costalana, donde se superponen a un nivel con industrias epipaleolíticas geométricas.
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En el noroeste peninsular (Norte de Portugal, Galicia, Asturias) prácticamente se desconoce todo lo concerniente a los inicios del Neolítico.
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En la Meseta (zona centro) los yacimientos son escasos, con problemas para obtener una periodización válida. En el abrigo de Verdelpino, sobre un horizonte Magdaleniense se superpone un Neolítico de cerámicas lisas.
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La zona vasco navarra se neolitiza tardíamente. Parece ser que el Neolítico se iniciaría a finales del IV milenio A.C. con la aparición de la cerámica y la domesticación.
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NEOLÍTICO MEDIO
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Generalidades
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MERIDIONAL
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CATALUÑA
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Tradicionalmente y en el esquema catalán actual, el Neolítico medio se caracteriza por un Neolítico "prestado" por el sur de Francia denominado Montboló que ocupa la 1ª mitad del IV milenio A.C., y por la cultura de los sepulcros de fosa, entre 3500 y 2500 A.C..
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Otros autores no consideran las cultura de los sepulcros de fosa incluida en el Neolítico medio, ni por la tipología de sus materiales ni por la cronología prestada por el C14, ya que en el poblado de Sabassona (Vich), el estrato IV correspondiente a los sepulcros de fosa dio una fecha del 3er cuarto del III milenio A.C. y el enterramiento próximo nº2 correspondiente a la misma cultura, dio una fecha de fines de este milenio.
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LEVANTINO
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RESTO DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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En Aragón, la escasez de datos impide identificar un Neolítico medio con un mínimo de identidad. Sólo en la Espluga de Puyascada aparece un solo nivel que corresponde al Neolítico medio.
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En el resto de la península no tenemos datos disponibles del Neolítico medio.
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NEOLÍTICO RECIENTE O FINAL
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Generalidades
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MERIDIONAL
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CATALUÑA
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LEVANTINO
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RESTO DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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ARTE LEVANTINO
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Distribución geográfica. Yacimientos
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Características
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Temática
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Las figuras humanas
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El tema animal
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Interpretación y dispersión geográfica
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Cronología
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ARTE MACROESQUEMÁTICO
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ARTE ESQUEMÁTICO
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Distribución geográfica. Yacimientos
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Características
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Técnica
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Color y tamaño
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Estilo
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Temática
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Los antropomorfos: se reducen mayoritariamente a esquemas lineales elementales, ofreciendo una variada tipología. Entre las múltiples representaciones humanas destacaremos, por su caracter puro, frecuencia, etc. los llamados tipos cruciforme y golondrina, ápodos ambos (sin pies), en los que sólo aparecen figuradas la cabeza y el eje corporal, mediante un trazo vertical, y los miembros superiores extendidos o incurvados hacia abajo respectivamente. Un tipo frecuentemente representado es el llamado de "brazos en asa", definido exclusivamente en atención a la posición de los miembros superiores. Otros tipos son los convencionalmente denominados en "p" y en "Y" doble o simple. La posición normal puede considerarse como una figura ápoda y acéfala de brazos en alto y en posición invertida podría constituir el esquema - tipo de las llamadas figuras de piernas en ángulo, que pueden presentar variantes similares a las de los "brazos en asa" en cuanto a la diferenciación sexual y de otras partes del cuerpo. Finalmente, dentro del tema antropomorfo, hay que considerar las representaciones de manos humanas, aunque muy escasas. Los tipos humanos indicados aparecen asociados entre sí, formando pareja o reunidos en grupos de escaso número.
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La figura animal: Es un tema profusamente representado. Los zoomorfos son los que cuentan con un mayor número de exponentes. Los cuadrúpedos son los mas representados, con una marcada diferencia sobre el resto de la fauna pintada, a estos le siguen las aves. El resto de la fauna figurada es muy escasa y si exceptuamos algún pez y posibles ofidios, la interpretación es en extremó dificultosa.
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Tectiformes: Son un tema interesante desde el punto de vista etnográfico, con representaciones de carros, trineos o narrias, los escaleriformes y finalmente los barcos, que nos informarían sobre hábitat, medios de transporte, etc.
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Armamento: Es otro tema de este tipo de pintura. Tanto en representaciones aisladas, como en asociación con figuras humanas aparecen arcos, flechas, bastones, hachas, puñales, picos, espadas y armas arrojadizas.
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Las actividades económicas: Están escasamente representadas en la pintura rupestre esquemática; exceptuando casos contados en los que puede vislumbrarse alguna actividad relacionada con el trabajo directo de la tierra, recolección natural de frutos y con el pastoreo, es la caza la que ocupa un papel principal. Estas presentan un fuerte contraste con las del arte levantino, ya que en la pintura esquemática son poco frecuentes y carecen de dinamismo. Las escenas suelen presentar al cazador frente a un solo zoomorfo o bien frente a un número muy reducido de ellos. Las armas empleadas son el arco y las flechas y el objetivo de la caza son cérvidos y cápridos; en algún caso, el cazador parece contar con la ayuda del perro.
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Escenas de lucha: Tan expresivas en el arte levantino, apenas están representadas en la pintura esquemática. Infrecuentes son también las representaciones de danzas.
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Cronología
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Grabados rupestres esquemáticos
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El círculo de los petroglifos gallegos. Características
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La técnica
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Estilo
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Temática
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Cronología
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SIGNIFICADO DEL ARTE RUPESTRE POSTPALEOLÍTICO
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LA ARQUITECTURA MEGALÍTICA PENINSULAR
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Sepulcro de corredor
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Los formados con piedras pequeñas y cubiertos con el sistema de falsa cúpula (Cultura de los Millares).
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Los que tienen grandes piedras en la cubierta y en las paredes Cueva de la Viera (Antequera). A veces son muy impresionantes como el Dolmen de Matarrubilla (Sevilla) o el Dolmen de la Pastora (Huelva).
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Sepulcro de Galería o Galería Cubierta
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Dolmen
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TEORÍAS SOBRE EL ORIGEN DEL MEGALITISMO
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Los de sepulturas primarios que aparecen en el norte, faltan en el sur.
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El utillaje, de derivación mesolítica que acompañaba a los dólmenes y que se encuentra hasta los últimos tiempos.
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La aparición de cerámica sin decorar propia de estos pueblos en algunos sepulcros mesolíticos.
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Los materiales de los monumentos megalíticos peninsulares no demuestran una elaboración lenta, lo que exigiría un desarrollo local.
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Las construcciones hispánicas son producto de una degeneración, considerando que los grandes monumentos megalíticos andaluces son anteriores a los sencillos dólmenes portugueses.
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Faltan formas intermedias entre el primero y el último estado del desarrollo.
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LAS ÁREAS CULTURALES
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Grupo del sureste. Cultura de los Millares.
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Grupo megalítico occidental.
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Grupo megalítico pirenaico.
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GRUPO DEL SURESTE. CULTURA DE LOS MILLARES
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GRUPO MEGALÍTICO OCCIDENTAL
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GRUPO MEGALÍTICO PIRENAICO
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NOROESTE PENINSULAR
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BALEARES
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CRONOLOGÍA
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CARACTERÍSTICAS GENERALES
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TEORÍAS SOBRE EL ORIGEN DEL CAMPANIFORME IBÉRICO
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Campaniforme internacional (marítimo).
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Campaniforme de la Meseta (Cienpozuelos y Palmela - Carmona)
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ORIGEN ORIENTAL
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Grupos
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Marítimo: Se distribuye por la costa, en el Tajo, Guadalquivir, Almería, Cataluña, penetrando en la Meseta y acompañando al megalitismo.
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Continental: Es propio del interior y se caracteriza por anchas bandas con motivos geométrico incisos y puntillados. Es el más rico, barroco y variado, indudable producto de evolución, de barro negro o gris y de técnica incisa (con la variante de Cienpozuelos). Se extiende por las cuencas del Duero, Tajo, Alto Ebro y Guadalquivir, llegando hasta Almería.
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Comentar las características del Achelense en la P. Ibérica
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El Paleolítico inferior en la P. Ibérica.
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Manifestaciones más antiguas del Paleolítico Inferior en la P. Ibérica.
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Secuencia del Achelense en la P. Ibérica.
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Características del P. Medio en la cornisa cantábrica.
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El Musteriense en la cornisa cantábrica.
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El Musteriense en la cornisa cantábrica.
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El musteriense en la cornisa cantábrica.
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Musteriense en la P. Ibérica.
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Musteriense en la región mediterránea.
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Características del arte mueble y su dispersión peninsular
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Características del Magdaleniense peninsular.
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Cronología del arte rupestre paleolítico.
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El arte mueble paleolítico en la P. Ibérica.
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El arte mueble paleolítico.
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El Magdaleniense en la P. Ibérica. Características y dispersión.
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El Magdaleniense en la P. Ibérica.
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La secuencia cronológica en el C-14 En el P. Superior. peninsular.
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Paleolítico superior en el Levante Español.
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Secuencia del P. Superior. en la cornisa cantábrica.
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Secuencia del Paleolítico Superior en la P. Ibérica.
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El arte esquemático.
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El arte levantino. Características principales.
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Análisis de los conjuntos epipaleolíticos en la cornisa cantábrica.
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Características y secuencia del Epipaleolítico peninsular
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Características del epipaleolítico en la región levantina.
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El Neolítico antiguo en la P. Ibérica.
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El Neolítico medio y Final en la P. Ibérica.
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El origen del Neolítico en la P. Ibérica.
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Origen y Neolítico Antiguo peninsular.
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Principales características del Neolítico peninsular.
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MEDIO AMBIENTE Y ANTROPOLOGÍA
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FAUNA Y FLORA
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ANTROPOLOGÍA
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ASPECTOS MATERIALES
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Economia
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Ganadería
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Agricultura
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Minería y Metalurgia
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Comercio
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Hábitat
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Emplazamiento y distribución
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Estudio de los principales poblados
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ERGOLOGIA
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Industria lítica
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La industria ósea
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La cerámica
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Metalurgia y metalisteria
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Otras industrias
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ASPECTOS ESPIRITUALES
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EL ENTERRAMIENTO
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Tipología
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Distribución geográfica
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ÁREAS CULTURALES
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CARACTERÍSTICAS
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CORRIENTES CULTURALES
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EL BRONCE ATLÁNTICO
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Características Generales
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Extensión
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Fase I
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Fase II
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Fase III
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Fase IV
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HÁBITAT Y ORGANIZACIÓN SOCIAL
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TECNOLOGÍA METALÚRGICA
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RELIGIÓN
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EL BRONCE FINAL EN LA MESETA: LA CULTURA DE COGOTAS I
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CARACTERÍSTICAS Y CRONOLOGÍA
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Hábitat
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RITOS FUNERARIOS
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CULTURA MATERIAL
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Cerámica
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Metalurgia
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Economia
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Sociedad
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LOS CAMPOS DE URNAS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
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SIGNIFICADO CULTURAL
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LOS CAMPOS DE URNAS ANTIGUOS
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LOS CAMPOS DE URNAS RECIENTES
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EL BRONCE FINAL EN EL LEVANTE Y SURESTE
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EL LEVANTE PENINSULAR
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ELEMENTOS DE LA CULTURA DE COGOTAS I
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EVOLUCIÓN E INFLUJOS MERIDIONALES
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PENETRACIONES DE LOS CAMPOS DE URNAS
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LA ORFEBRERÍA DE VILLENA
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EL SURESTE PENINSULAR
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HÁBITATS
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TIPOLOGÍA METALÚRGICA
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APARICIÓN DEL HIERRO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
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Zona del Mediterráneo ð la más importante.
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Más allá de Los Pirineos ð a través de las invasiones de los Campos de Urnas. Mayor influencia en Cataluña y Valle del Ebro.
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Atlántico ð en relación con el occidente europeo.
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Características generales
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Forma de vida
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Poblados
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Estructura económica
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Alfabeto
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Ibérico de Levante
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Meridional
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Alfabeto del Suroeste
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Alfabeto fenicio
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Alfabeto grecolatino
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Alfabeto libio-fenicio
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Creencias religiosas
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Áreas culturales
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La Bética
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Andalucía Oriental y Sudeste
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Necrópolis
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Las del grupo turdetano oriental, que llegan hasta el Sur de Valencia.
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Las típicamente ibéricas, que se extienden hacia Levante, Cataluña y Aragón.
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Las escritas con alfabeto jónico antiguo. Alcoy.
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Levante
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Período anterior a la conquista romana.
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Período que va de la conquista a la romanización total.
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Un tipo de poblados se habitaron durante todo el tiempo: Sagunto, Játiva o Liria. Sus materiales atestiguan su inicio en el s. V a.C. finalizando bruscamente en el año 76 a.C.
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Otros poblados fueron abandonados poco antes de la llegada de los romanos. Estos dan a la fase ibérica prerromana un estado puro. Se encuentran en la parte meridional del país. Prototipo: el poblado de La Bastida, entre Hemeroscopeion y Akra Leuké.
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Poblados de formación tardía, nacidos en el s. III que muestran el iberismo contemporáneo de la ocupación romana. Ej.: el Tosal de la Cala de Benidorm.
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La región Catalana
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Características generales
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LA CULTURA DE LOS TÚMULOS
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Aparecen las fuentes escritas.
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Hay algunos textos indígenas que plantean el idioma o idiomas hablados por los pueblos prerromanos.
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Hay que valorizar el papel de los contactos fenicios y griegos e incluso romanos que han desempeñado en la formación y desarrollo de las culturas indígenas.
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Nos encontamos frente a una gran cantidad de materiales arqueológicos.
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ÁREAS DE LA CULTURA DE LOS TÚMULOS
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Necrópolis catalanas
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Valle del Ebro
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La Meseta
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Yacimientos
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En el cerro de El Berrueco (Salamanca) es importante el poblado del "Cancho Enamorado".
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b. El castro de Sanchorreja (Avila) es un yacimiento en el que se ha obtenido una estratigrafía que muestra las sucesivas etapas de ocupación del poblado.
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SEGUNDA EDAD DE HIERRO
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Cultura posthallstáttica de la Meseta oriental (cultura celtibérica).
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Cultura de los castros o verracos de la Meseta occidental.
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Fase antigua, de murallas continuas adaptadas al terreno.
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Se añaden a las murallas torreones de planta circular o cuadrada.
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Las murallas son una línea seguida de torreones enlazados por paramentos.
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Cultura posthallstáttica de la Meseta oriental (Cultura celtibérica)
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Castro fortificado, a veces con murallas y fosos.
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Necrópolis de incineración, a veces con túmulos.
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Cerámica a torno, lisas o con formas geométricas.
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Importante armamento, donde destacan los puñales y espadas con empuñadura maciza, con antenas atrofiadas de doble filo, decoradas con nielados.
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Fíbulas de formas diversas:
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de doble resorte y una sola pieza,
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de pie vuelto en torrecilla,
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zoomorfas.
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Cultura de los castros o verracos de la Meseta occidental
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Escultura: zoomorfa, de toros y jabalíes. Algunas de ellas de tosquedad extrema, sin el menor realismo; otras con detalles anatómicos. Serían símbolos protectores del ganado. Los más conocidos son los Toros de Guisando (Avila).
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Castros: fortificados, con murallas adaptadas al terreno de casas rectangulares.
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Necrópolis de incinerción (La Osera, Avila).
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Cerámica: excisa; a mano con decoraciones incisas y a torno, lisas o decoradas a finales del s. III.
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Armas:
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Puñal tipo las Cogotas, Miraveche o Monte Bernorio.
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Espada tipo "Alcacer dosal".
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Espadas con empuñaduras de antenas atrofiadas en forma de bolas esféricas o achatadas.
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Algunas espadas de La Tène I y II.
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Falcatas celtibéricas.
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Fíbulas celtibéricas y anulares hispánicas.
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LA COLONIZACIÓN FENICIA
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Época precolonial: los primeros viajes a Occidente, a partir de finales del II milenio a.C. con la fundación de Gadir.
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b. Época colonizadora: desde finales del s. IX hasta el s. VI a.C., es la etapa de fundación de las grandes factorías, Cartago en el Norte de África, Sexi, Abdera y Malaca en las costas españolas, e Ibiza en las Islas Baleares.
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c. Asentamiento púnico en la Península, aprovechando la caída de Tiro y la victoria de Alalie (52 a.C.) y fundando importantes factorías.
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Desde mediados del s.III a.C. hasta finales del mismo se produce el momento de mayor esplendor de Cartago hasta que, vencida por Roma en las Guerras Púnicas, se ve obligada a abandonar sus asentamientos peninsulares y deja de actuar como potencia política y comercial en el Mediterráneo Occidental.
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Área de colonización fenicio púnica, que abarcaría las costas suratlánticas, con centro en Gadir y las costas del Sureste con una primera factoría en Sexi (Almuñécar) y después Abdera y Malaca.
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Área de colonización púnica, que supone la ocupación de las anteriores factorías y la creación de un gran centro en Ibiza, ocupando también las costas almeriénses con la factoría de Villaricos.
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Economía
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Restos arqueológicos
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Cerámica
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Enterramientos
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Objetos de adorno y votivos
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LA COLONIZACIÓN GRIEGA
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Fundación por los focenses de dos factorías: Hemeroscopeión (Denia, Alicante) y Mainake.
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Ampliación, a partir de Massilia, s.VI a.C., de las colonias peninsulares Emporión y Rhode (Rosas), que fueron fundadas hacia el 550 a.C.
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Tras la catástrofe de Alalie sólo se salvaron Hemeroscopeión, Emporión y Rhode; las restantes, incluida Mainake, desaparecieron.
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El auge de Marsella provocó el nacimiento en torno a los siglos V Y IV a C una serie de establecimientos Massaliotas en las costas levantinas: Alone y Akra Leuke. Estas factorías lograron mantenerse hasta las Guerras Púnicas de fines de s.III a.C.
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Áreas de asentamiento
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Economía
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Restos arqueológicos
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Cerámica
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Poblados
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Metal
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Escultura y objetos votivos
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Numismática
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EL PROBLEMA DE TARTESSOS
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Aspectos económicos
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Organización social
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Organización política
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INTRODUCCIÓN
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LAS FUENTES LITERARIAS
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LAS FUENTES ARQUEOLÓGICAS
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EXPOSICIÓN HISTÓRICA
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Los hallazgos griegos más antiguos en España: Siglos VIII - VII
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La colonización focea y la fundación de Massalia y Emporion
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El comercio griego en el E. y S. De la Península a partir del siglo VI a.C.
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EL INFLUJO DE LA COLONIZACIÓN GRIEGA EN LA FORMACIÓN DE LA CULTURA IBÉRICA
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OBRAS PÚBLICAS: OBRAS FLUVIALES E HIDRÁULICAS
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Puertos y faros
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Vias romanas. Puentes
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Acueductos
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URBANÍSTICA ROMANA EN ESPAÑA
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Campamentos romanos
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Las colonias romanas
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Principales ciudades romanas de Hispania
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EL FORO
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LOS TEMPLOS
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LOS ARCOS
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EDIFICIOS PARA ESPECTÁCULOS: Teatros, Anfiteatros y Circos
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EDIFICIOS TERMALES: Termas y baños
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ARQUITECTURA FUNERARIA: Monumentos y necrópolis
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OTRAS CONSTRUCCIONES
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LAS VIVIENDAS
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PRECEDENTES HISTÓRICOS
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Diferencias con la estatuaria griega
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La originalidad romana
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LA ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA
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Escultura civil pública y privada: el retrato
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Precedentes helenísticos
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La aportación romana
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El retrato provincial: originalidad y dependencia
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Tipología
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Bosquejo histórico del retrato romano en Hispania
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Época republicana:
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Época de Augusto (31 a.C. - 14 d.C.)
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Época de los Julio-Claudios (14-68 d.C.)
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Época de los Flavios (68 - 98 d.C.)
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El retrato en el siglo II
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Los siglos III y IV
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Escultura de Caracter religioso
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Divinidades del panteón romano y representaciones de tradición helénica
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Representaciones relacionadas con religiones orientales
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Escultura de Caracter funerario: sarcófagos y estelas
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LA PINTURA ROMANA
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Técnicas
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Decoración
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Temática
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Conservación de las pinturas romanas en Hispania
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EL MOSAICO ROMANO
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Técnicas y tipos de trabajo
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Los emblemata
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Los motivos y su contexto arqueológico
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El mosaico en Hispania
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Aceptación de los mosaicos en blanco y negro en Hispania
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Predominio del mosaico policromo
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INTRODUCCIÓN
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LAS CERÁMICAS DE LUJO DE ÉPOCA REPUBLICANA E IMPERIAL ROMANAS
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CERÁMICAS "CAMPANIENSES" Y "SIGILLATAS"
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Cerámica campaniense
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Cerámicas imperiales: Sigillatas aretina, sudgálica e hispánica
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Las cerámicas sigillatas claras
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OTRAS CERÁMICAS ROMANAS
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Cerámica de paredes finas
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Cerámicas pintadas hispanorromanas
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Las cerámicas vulgares de cocina
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Las ánforas romanas
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Las lucernas
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EL VIDRIO ROMANO
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Piezas de "núcleo de arena". Etapa helenística
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El vidrio soplado de época imperial
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JOYERÍA Y TOREÚTICA ROMANA
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Joyería iberorromana
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Tereútica en plata y bronce de época imperial
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EL URBANISMO Y LA ARQUITECTURA
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Fortificaciones
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Una reducción del terreno para permitir una mayor concentración de fuerzas y una mayor intercomunicabilidad entre los defensores.
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Abandono de parte de sus moradores a sistemas de vida más amplios (villae rusticae) o más restringidos, con una economia más degradada.
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El uso de materiales obtenibles fácilmente en las inmediaciones, labrados por mano de obra no especializada (en muchos casos posiblemente por la misma tropa)
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La escasa categoría táctica y armamentística de los atacantes permite en muchos casos gran distancia de unos cubos a otros, lo cual denota, igualmente, falta de medios económicos para construir una defensa bien pensada, capaz de resistir un asedio con los medios técnicos entonces disponibles al propio Imperio.
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La incapacidad de defensa generalizada, por lo cual se recurre a núcleos de defensa y concentración de población como Lugo, bastión fuertemente dotado.
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Villae
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LA ESCULTURA
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LAS ARTES INDUSTRIALES
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Bronces
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Joyería
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Vidrios
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Cerámica
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INTRODUCCIÓN
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Hasta el siglo III.
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Siglos IV a VI, que se prolongan en la Península Ibérica con el asentamiento visigodo (reino hispano-visigodo) hasta la invasión musulmana.
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ARQUITECTURA RELIGIOSA: BASÍLICAS, IGLESIAS, MONASTERIOS
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ISLAS BALEARES
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TARRACONENSE. BARCELONA Y TARRAGONA
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GRUPO MERIDIONAL. BASÍLICAS DE ÁBSIDE CONTRAPUESTO
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GALLAECIA. MARIALBA
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IGLESIAS DE TRANSICIÓN A LAS DE CRONOLOGÍA VISIGODA
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PLANTAS CRUCIFORMES INCLUIDAS EN UN RECTÁNGULO
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SIGLO VII. IGLESIAS PURAMENTE CRUCIFORMES
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IGLESIAS RUPESTRES
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IGLESIAS DE TARRASA
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COMPLEMENTOS LITÚRGICOS DE LAS BASÍLICAS. ALTARES, CANCELES, BAPTISTERIOS Y PILAS BAUTISMALES.
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ALTARES
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En sigma
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De columnas
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Prismático
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Cipo
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CANCELES
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BAPTISTERIO Y PILAS BAUTISMALES
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baptisterios anejos directamente a las basílicas.
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baptisterios que ocupan una zona interior de la basílica
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baptisterios para los que se ha construido un edificio aislado y externo a la basílica
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Forma de cruz
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Cilíndricas
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Cuadradas
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Rectangulares
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ARTES DECORATIVAS
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MOSAICOS
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PINTURA
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ESTUCO
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ESCULTURA DECORATIVA
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Paleocristiano
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De transición
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Visigodo
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Bética ð Córdoba
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Lusitania ð Mérida
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Foco portugués
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Foco de Toledo
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Elementos aislados: San Pedro de la Nave (Zamora) y Quintanilla de las Viñas (Burgos).
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DECORACIÓN CERÁMICA
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EL ARTE FUNERARIO
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EDIFICIOS FUNERARIOS. MAUSOLEOS Y MARTIRIA (SEPULTURA DEL MÁRTIR)
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Mausoleo de Centcelles. Constantí (Tarragona)
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Mausoleo de las Vegas de Pueblanueva. Talavera de la Reina (Toledo)
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La Alberca (Murcia)
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Mausoleo tardorromano de Sábada (Huesca)
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NECRÓPOLIS Y SARCÓFAGOS DECORADOS
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MOSAICOS SEPULCRALES
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ARTES MENORES
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CERÁMICAS Y VIDRIOS
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Provincias de Valladolid, Segovia y Madrid.
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Provincias extremeñas.
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Andalucía central y oriental.
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BRONCES DE TRADICIÓN ROMANA Y MEDITERRÁNEA
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Bronces de atalaje de caballos y carros.
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Camas de frenos de carros, decoradas con temas estrictamente cristianos, decoradas con crismones.
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Pasarriendas de carros, con decoración de crismones, representación del Buen Pastor e inscripciones VIVA CRISTO.
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Objetos de culto cristiano
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Piezas de iluminación
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AJUARES DE ARTE VISIGODO
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Grupo gótico o previsigodo. Desde las primeras invasiones suevas (408 d.C.) hasta Eurico (485).
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Grupo visigodo. Desde la muerte de Eurico al comienzo del reinado de Suintila (620 dC).
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Grupo bizantino. Hasta el fin de la monarquía visigoda.
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ORFEBRERÍA
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URBANISMO
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Ciudades
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ARQUITECTURA
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Militar
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Civil
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Palacios
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Iglesias
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Tipo Asturiana:
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Tipo Mozárabe:
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ELEMENTOS DECORATIVOS
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ARTES INDUSTRIALES
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SISTEMAS CONSTRUCTIVOS EN AL-ANDALUS
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Rasasi: Común durante la época del Emirato y del Califato, llegando a medir 70 cm., si bien la norma lo sitúa superando levemente los 50 cm.
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Maamuni: Se sitúa como máximo en los 47 cm.
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CIUDADES Y URBANISMO
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ARQUITECTURA MILITAR
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ARQUITECTURA CIVIL
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Los Palacios
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ARQUITECTURA RELIGIOSA
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Las Mezquitas
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ARQUITECTURA PRIVADA
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Baños
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Viviendas
-
OBRAS PÚBLICAS
-
DECORACIÓN Y ELEMENTOS DECORATIVOS
-
ARTES INDUSTRIALES
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Cerámica
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Marfil
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Metalisteria
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Textiles
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EL MUDEJAR
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URBANISMO
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Sistema de edificación
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Ciudades
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ARQUITECTURA MILITAR
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ARQUITECTURA CIVIL
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Los Palacios
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ARQUITECTURA RELIGIOSA
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Iglesias
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Monasterios
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ARQUITECTURA PRIVADA
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Baños
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Viviendas
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OBRAS PÚBLICAS
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DECORACIÓN Y ELEMENTOS DECORATIVOS
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Artes industriales
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Cerámica
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Características
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Vidrio
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Metalisteria
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EL MUDÉJAR
Materiales microlíticos que continúan con los mismos tipos fundamentales del Magdaleniense Superior Final.
En el País Vasco son abundantes los yacimientos, aunque muy pocos han permitido reconstruir una secuencia cultural.
En la cueva de Zatoya (Navarra), su nivel III proporcionó una industria difícil de separar los elementos de un Azilense inicial de los Magdalenenses Finales.
En su nivel II, se encuentra una industria Azilense en la que dominan los raspadores sobre los buriles, siendo muy abundantes los de borde rebajado. Destacan también las puntas azilenses, fechadas en el 8150 BP.
En su nivel Ib, aparecen los elementos geométricos, triángulos y trapecios, que se prolonga en el Ia con la aparición de cerámica.
La sucesión de Zatoya -Azilense microlaminar/Epipaleolítico geométrico- se observa también en el Montico de Charratu (Álava), que parece contener la evolución in situ del Azilense costero.
Al Azilense costero vasco pertenece el nivel de Urtiaga (Guipúzcoa), en el que se observa la transición Magdalenense Final-Azilense con un aumento del índice laminar de borde rebajado y una disminución de los buriles, diedros y sobre truncadura, que dominan sobre los raspadores de tipo unguiforme y sobre lasca.
En Santimamiñe (Cortézubi, Vizcaya) se señaló la presencia de cuatro niveles epipaleolíticos, siendo el inferior Azilense con dominio de raspadores sobre buriles y abundantes tipos de borde rebajado, elementos que tienden a disminuir en los siguientes niveles postazilenses, que contienen algunos elementos geométricos.
Otros yacimientos donde se superponen niveles azilenses con distintos elementos líticos son las cuevas de Valle (Rasines), Rascaño (Mirones), Salitre (Ajanedo), el Pendo y la cueva de Morín (Villanueva de Villaescusa), de donde procede un conjunto azilense con una interesante industria lítica, donde faltan las puntas azilenses que se sustituyen por microgravettes a los que se unen raederas, cantos tallados además de un arpón y azagayas de secciones variadas.
Los hallazgos de la cueva de los Azules I (Cangas de Onís) tienen gran interés; se trata de tres series de niveles azilenses, con dominio del raspador sobre el buril y abundancia de elementos de borde rebajado y puntas azilenses. Numerosos restos de industria ósea: arpones y punzones. Además, se recogieron los restos de un enterramiento individual con abundantes ofrendas y restos de ajuar. La tumba ha sido datada por dos fechas de C-14 obtenidas en los niveles inferior (7590 aC) y superior (7480 aC) a la fosa. Durante este período de tiempo, las alternancias climáticas determinaron cambios en la flora y la fauna. Predominan las plantas termófilas y en fauna el ciervo, desapareciendo el bisonte
Denominado también "cultura de los concheros", se extiende casi exclusivamente por las zonas costeras de Asturias y Cantabria y se desarrolla preferentemente en cuevas.
El conjunto industrial asturiense es de tipo macrolítico con casi exclusiva representación del "pico asturiense", tallado unifacialmente sobre canto rodado de cuarcita y tal vez relacionado con el desprendimiento de moluscos.
Los útiles asturienses se encuentran formando parte de grandes amontonamientos con restos de conchas y huesos, llamados "concheros".
Entre los concheros más conocidos destacan los de Mazaculos II (La Franca), con fecha C-14 del 7340 aC, La Riera (6700 aC), Coberizas (5050 aC) y Penicial (5700 aC).
Los orígenes del Asturiense son imprecisos, ya que por sus características industriales -instrumentos macrolíticos de talla unifacial representan un modelo cultural opuesto totalmente al microlitismo epipaleolítico. Seguramente han de considerarse como propios de una cultura arcaizante, cuyo origen hay que suponer en el área atlántica, en las que perduraron largo tiempo las culturas del Paleolítico Inferior.
Ofrece numerosos yacimientos, repartidos por toda la costa mediterránea, dando origen a dos grandes complejos industriales, el microlaminar y el geométrico.
Sistematizado en dos facies o tipos: San Gregori y Mallaetes.
La facies de San Gregori de Falset (Tarragona) se caracteriza por la abundancia de raspadores y hojitas de borde rebajado, alguna microgravette y escasos buriles. En esta facies se incluyen los yacimientos de L'Areny y el Pinar de Torruella (Villena).
La facies Microlaminar de Mallaetes presenta menos raspadores, mayor número de buriles y hojitas de borde rebajado. Este yacimiento persiste hasta la llegada de las primeras cerámicas cardiales.
Con estas características están también los materiales de yacimientos como Barranc Blanc, Rates Penaes, Meravelles, que son cuevas situadas próximas a Mallaetes.
Comprende dos variedades, el tipo Filador y el tipo Cocina.
El tipo Filador presenta un equilibrio entre raspadores, hojitas y piezas con escotadura, que a veces alcanza el 65% de las series. Abundan las hojitas de borde rebajado y los geométricos, pero faltan los trapecios.
El Filador constituye una facies relacionada con el Sauveterrense.
El complejo geométrico tipo Cocina distingue cuatro horizontes, siendo los dos inferiores epipaleolíticos, con triángulos, semicírculos, segmentos y empleo del retoque a doble bisel,
Relacionados con el complejo tipo Cocina se encuentran los materiales de la cueva Pequeña de la Huesa Tacaña (Villena) y de Sol de la Piñera.
La mayoría son de carácter fluvial, situados cerca de las orillas de los ríos que forman parte de los valles bajos del Sado, Tajo y Mondeso. Caracterizados por grandes acumulaciones de conchas, espinas y huesos que forman los "concheros" (los concheros del Muge).
Relacionados con ellos se han encontrado enterramientos y restos de posibles chozas o "toldos" hechos con postes clavados en el suelo y recubiertos de restos vegetales o pieles.
Área de actividad especializada en la que el testimonio arqueológico documentó la importancia del marisqueo, aunque no presenta ningún contacto con el Asturiense Cantábrico ni con otros concheros de la Costa Atlántica. Hábitat al aire libre. En Cabeyo de Arruda aparecen inhumaciones infantiles junto a las viviendas.
Industria Microlítica de tipo geométrico, con etapas referidas a los dos períodos de Cocina.
En Moita do Sebastiao se recogieron una serie de tipos geométricos con predominio de los trapecios alargados con una especie de pedúnculo rectangular. Escasas formas triangulares. Estos elementos representan los tipos propios de Cocina I fechados en el 7350 BP.
En Cabeço de Amoreira se aprecia una segunda etapa relacionada con Cocina II, con escasos trapecios y segmentos circulares y abundantes triángulos. Ausencia de buriles. En la parte superior de Amoreira aparecen algunos fragmentos de cerámica grosera que señalan la presencia de elementos neolíticos.
Los evidentes paralelos de estas industrias con las de Cocina han planteado la hipótesis de una penetración cultural desde Levante, a través del Valle del Tajo, del mundo microlítico al área portuguesa, aunque no hay que descartar un camino costero, con puntos de apoyo en los yacimientos andaluces de Nerja y La Caleta (Cádiz).
Como en los tiempos paleolíticos, el arte y la religión siguen en estrecha relación, aunque en las representaciones epipaleolíticas sean mucho más escasas y se limiten al arte mueble.
Desaparece la cueva como santuario y el animal como representación más importante. Las escasas obras suponen un arte conceptual y racionalista, basado en lo geométrico, abstracto y anicónico. Desaparece también el antropomorfo quedando sólo el ideomorfo lineal como representación simbólica.
En el área cantábrica aparece este arte sobre guijarros como el del Pindal, con una franja roja pintada y en los Azules aparecen cantos rotos y con series de puntos junto a un enterramiento.
En el área mediterránea, el escaso arte mueble presenta restos de representaciones grabadas, con tendencia rectilínea y geométrica, como la placa de forma semilunar de Rates Penaes. El conjunto mueble más interesante procede del nivel segundo de la Cocina con placas de caliza grabadas con líneas paralelas dispuestas a los lados de un eje.
El culto funerario sólo se localiza en las áreas cantábrica y portuguesa, dominando los ritos de inhumación. En el nivel azilense destacan los enterramientos de Urtiaga y los Azules.
Del Asturiense son los enterramientos de Molino de Gasparín y Cuartamentero, en Asturias.
En Portugal son numerosos los enterramientos en los Concheros del Muge, exclusivamente con rito de inhumación en fosas de escasa profundidad.
La presencia de conchas, salvo en Urtiaga, concede a éstas un valor ritual incuestionable.
TEMA 13.- CARACTERÍSTICAS DEL NEOLÍTICO PENINSULAR
El Neolítico se caracteriza esencialmente por la producción de alimentos, es decir, agricultura y domesticación de animales. Estos dos factores conllevan el sedentarísmo y la piedra pulimentada, que junto a la cerámica, no son absolutamente necesarios para definir un horizonte neolítico. Estas características se asientan sobre factores medioambientales, materiales y espirituales
La climatología del Neolítico hispano no está muy bien conocida por la ausencia de análisis y estratigrafías precisas. No obstante, según las investigaciones en el Mediterráneo Occidental y Europa, los inicios del Neolítico hispano tendrían lugar en la transición del Boreal al Atlántico, hacia mediados del VI milenio a.C., prosiguiendo durante todo el periodo Atlántico hasta los inicios del III milenio a.C..
El Periodo Atlántico se inicia con una oscilación fresca, con el haya como vegetación, para concluir con un clima caluroso, húmedo y progresivo, que corresponde con la encina y el abeto blanco en su final.
Sobre la fauna aparece tanto salvaje como doméstica. En los yacimientos costeros apreciamos abundante pesca y malacofauna.
Los análisis antropológicos sobre el Neolítico indican que en Andalucía y Levante durante el Neolítico antiguo existe un predominio claro de los dolicocéfalos.
La caza es primordial en el Neolítico, conjugándose con especies domésticas en proporciones diferentes según los lugares.
La domesticación parece ser elemento económico anterior a la agricultura según se ha podido constatar en la Cueva de Nerja donde en un nivel de transición del Epipaleolítico al Neolítico ya existe el cerdo doméstico.
En fauna doméstica aparecen bóvidos, óvidos, cápridos, suidos, perros, conejos, etc.
La agricultura se detecta en los yacimientos por la aparición de especies vegetales cultivadas o de instrumentos para su cultivo. El hallazgo de especies cultivadas significa un argumento decisivo y de máximo valor por los datos que son capaces de aportar respecto a orígenes, relaciones y evolución de la agricultura. Los elementos para su cultivo pueden no ser definitivos porque habitualmente aparecen manchados de ocre, lo que indica una finalidad de triturar colorantes.
Aparecen claros vestigios de agricultura en la Cueva de los Murciélagos de Zuheros y en la Cueva de Nerja, donde en un silo se almacenaban trigo, bellotas y olivas.
En el Neolítico hispano los yacimientos se sitúan en cueva, en abrigo y al aire libre, pero dada la abundancia de yacimientos conocidos en cueva, este tipo se ha convertido en el hábitat característico del Neolítico.
La distribución de los yacimientos en cueva se extiende por la España caliza, abarcando las Sierras Subbéticas entre el Guadalquivir y la costa mediterránea, por las Sierras Ibéricas levantinas y por las Cordilleras Catalanas paralelas a la costa.
El hábitat de abrigo y de superficie debió ser mucho más frecuente de lo que hoy día conocemos, aunque resulta difícil la localización de estos yacimientos, por estar cubiertos de aluvión (en zonas bajas) y por la falta de prospecciones. Sin embargo se presume de una densidad elevada de estos yacimientos sobre todo en lugares donde por su geología no hay posibilidades de yacimientos en cuevas (España Oc. y Valle del Ebro).
La ergología ha sido y sigue siendo la gran base material para el estudio de la Prehistoria. Si en el Paleolítico fue la industria lítica, en el Neolítico ha sido la cerámica la que ha definido los horizontes.
En el Neolítico hispano se establecen cierta facies o círculos culturales en la geografía peninsular que suelen comportarse cada uno con una dinámica propia sin prescindir de contactos y relaciones mutuas: el círculo Levantino, el círculo de Andalucía Occidental, el círculo Catalán y el círculo Portugués.
En la actualidad el círculo de Andalucía Occidental es el mejor conocido, aunque fue el círculo levantino el pionero que dio la pauta del Neolítico antiguo.
Está deficientemente estudiada. Los yacimientos estudiados se emplazan en cuevas, abrigos o al aire libre según las zonas.
La ergología lítica neolítica se caracteriza por una industria sobre lascas y lasquitas, láminas y laminitas en general poco retocadas, con raíces técnicas en el Epipaleolítico. Se distinguen fracturas y dorsos rebajados, muescas y denticulados, escasos buriles y raspadores y laminitas con el llamado lustre de cereal considerados como prueba de recolección vegetal aunque no exige que estos cereales sean cultivados.
Los molinos y moletas que se inician en el Neolítico antiguo no tendrían una función de molturar cereales hasta una fase más avanzada del Neolítico.
Se reduce a varios tipos como son los punzones, agujas, espátulas, mangos y matrices y las cucharas.
Los punzones se fabrican sobre huesos metacarpianos y huesos largos. Las espátulas son planas, muy pulimentadas; su función era el alisamiento y bruñido de cerámicas. Los huesos largos cortados en cilindros sirven de mangos para láminas líticas. De costillas u omóplatos se fabricaron una especie de cucharas.
Tiene una entidad suficiente para analizar una cultura en razón a sus complejos factores: pasta, conformación, cocción, coloración, tratamientos, formas, técnicas y motivos decorativos.
En nuestra Prehistoria la cerámica está realizada a mano y su cocción en hornos rudimentarios.
Las cerámicas suelen ser reducidas y su tratamiento muy variado, dependiendo de su función, desde los toscos hasta los bruñidos.
Las formas son complejas aunque predominan tanto las cerradas redondeadas como las de tendencia cilíndrica así como las globulares con cuello o gollete. Desde el Neolítico antiguo aparecen las asas en los recipientes, ya como simples muñones o mamelones hasta en un momento más avanzado las de vertedero o pitorro.
Todas las formas excepto las de base cónica (Neolítico almeriense, ¿influencias africanas?) y las de boca cuadrada (Neolítico medio ligur, origen balcánico) son comunes en todos los horizontes neolíticos hispanos.
Las decoraciones, tanto en las técnicas como en los motivos, son capaces de colocar la cerámica en su horizonte cultural y en su cronología correspondiente. Las técnicas decorativas cerámicas son muy variadas; en el Neolítico se utiliza las impresas cardiales, cardialoides, incisas, acanaladas, grabadas, peinadas, de relieves o plásticas, con cordones o mamelones, a la almagra y pintadas. Incluso ausencia de decoración.
Las cerámicas impresas son en principio las primeras que aparecen en el Neolítico mediterráneo occidental y en la Península Ibérica. La cerámica cardial levantina surge completamente formada. Existen dos núcleos con abundante cerámica cardial: en Levante, en la comarca de Alcoy y en el Macizo de Montserrat (cerámica montserratina).
Los motivos decorativos de las cerámicas cardiales suelen ser extraordinariamente barrocos, variados y perfectos en simetría, motivos de paralelas rellenas, inclinadas, triángulos, zigzags, etc.
La cerámica incisa es normal en un Neolítico medio o avanzado, abundante en os yacimientos andaluces.
La técnica acanalada es análoga a la incisa pero efectuada con un punzón romo, siendo más frecuente en Andalucía que en el resto de la Península.
La técnica grabada consiste en incidir la superficie del vaso con fines decorativos cuando este ya está cocido.
La técnica peinada consiste en decorar con un instrumento de púas, produciendo incisiones débiles y paralelas, decoración frecuente en Levante y Bajo Aragón, correspondiente a una fase de transición del Neolítico al Calcolítico
La cerámica de relieves no corresponde específicamente a ninguna fase ni a un círculo concreto, porque es común en cualquier yacimiento prehistórico.
La cerámica a la almagra es característica del círculo andaluz occidental, iniciándose en el Neolítico antiguo y conservándose hasta el Calcolítico. Es una de las cerámicas más perfectas, producto del tratamiento con un engobe rojo de óxido de hierro.
La cerámica pintada, con motivos geométricos en rojo o tonos oscuros sobre la superficie clara del vaso, es muy escasa y corresponde al Neolítico reciente en sus inicios prosiguiendo en el Calcolítico.
La vida espiritual en la Prehistoria se detecta a través del sentido decorativo de los materiales, a través del enterramiento y por datos que suministra el arte rupestre.
Los brazaletes son el elemento más espectacular. Se fabrican en mármol, pizarra y concha. Los de mármol son muy abundantes y típicos del Neolítico de Andalucía Occidental.
Los anillos se fabrican de hueso y de concha, siendo comunes en el Neolítico mediterráneo.
Las cuentas de collar son de gran variedad, fabricadas en mármol, pizarra, hueso y concha. Los colgantes son difíciles de separar de las cuentas de collar. Los dientes de cánidos y suidos perforados también proporcionaron elementos ornamentales.
Respecto a la indumentaria, tenemos ejemplos patentes a través del arte rupestre naturalista. Debió ser vegetal o de cuero y pieles, pero no hay argumentos para pensar en una industria textil hasta el Calcolítico.
El enterramiento neolítico nos es mal conocido excepto en el horizonte de los sepulcros de fosa catalanes. Aparecen enterramientos en Andalucía y Levante. Los sepulcros de fosa marcan el tipo de enterramiento mejor conocido del Neolítico hispano, en su fase final, internándose en el Calcolítico.
El rito es normalmente individual, apareciendo el cadáver encogido y raramente decúbito supino. La tipología del enterramiento se reduce a simples fosas, de más de 3 m de profundidad, en ocasiones cubiertas por losas o por un pequeño túmulo. El ajuar funerario es monótono; son más abundantes los adornos personales. También se detecta ocre y restos de fuego .
El último periodo cultural de la Edad de Piedra se ha denominado tradicionalmente Neolítico y presenta una de las etapas históricas más interesantes por las transformaciones de toda índole que experimentaron las sociedades de aquellos momentos.
Al intentar dar una definición precisa de esta etapa, surgen ya los primeros problemas desde su propia denominación, puesto que Neolítico significa piedra nueva, en clara alusión a las características técnicas de los utensilios de piedra, ahora pulimentados, frente a los fabricados mediante la técnica de talla durante los tiempos paleolíticos.
Sin ser esta apreciación inexacta, si es incompleta puesto que hoy día sabemos que los cambios operados en el campo socioeconómico fueron más importantes que los acaecidos en el campo tecnológico y presumiblemente causa de ellos. Sabemos también que dichas transformaciones no se produjeron de forma súbita, sino que todas ellas fueron la culminación de un lento proceso de adaptación durante el cual el hombre fue estableciendo una nueva relación con el medio que le rodeaba; desde esta perspectiva, el término Revolución Neolítica empleado por Childe debe ser matizado en su sentido de súbita innovación o alteración.
Las nuevas formas de vida se fueron adoptando en distintos lugares a la vez y con matices diferenciadores dependiendo de las tradiciones culturales preexistentes y desde determinadas zonas preferentes se fueron extendiendo hacia otras áreas marginales.
No puede hablarse, pues, de un proceso cultural único sino de una gran variedad de grupos neolíticos diferentes.
Para obtener una visión de conjunto de este proceso cultural podemos resumir sus características fundamentales en tres apartados distintos:
La influencia que el medio ambiente ejerce sobre el hombre fue durante mucho tiempo sobrevalorada, y en el caso del Neolítico se adujo como causa fundamental de todos los cambios culturales acaecidos.
Es cierto que , tras la retirada de los últimos hielos pleistocénicos, las condiciones climáticas cambiaron al elevarse las temperaturas e influyeron decisivamente en el medio, que lentamente se fue transformando pues la fauna y la flora tuvieron que adaptarse; igual le ocurrió al hombre que tuvo que buscar nuevas bases de subsistencia cuando le empezaron a fallar sus tradicionales recursos.
Pero todo ello había ocurrido tiempo atrás, a comienzos del Holoceno, que es cuando se empezaron a desarrollar las primeras comunidades epipaleolíticas, aunque ese lento proceso de adaptación entonces iniciado siguió su curso y acabó desembocando en nuevas formas culturales.
Es en este terreno donde se pueden observar los cambios más significativos, ya que las antiguas formas de subsistencia basadas en la caza y en la recolección fueron sustituidas de forma progresiva por estrategias productivas basadas en la agricultura y en la cría de animales domésticos.
Ambos procesos debieron ser paralelos y los datos disponibles, procedentes de algunos yacimientos del Próximo Oriente, permiten saber que en octavo milenio antes de la era fueron los cereales las primeras especies cultivadas: el trigo, en sus primitivas variantes triticum monococcum, triticum dicoccum y triticum aestivium, la cebada y el centeno, seguidos tiempo después por la avena, el mijo y las leguminosas, todos ellos productos de gran valor energético.
Estas especies pudieron ser controladas por el hombre porque ya existían en estado silvestre y venían siendo objeto de recolección sistemática.
La utilización de animales domésticos, a los que podemos definir como aquellos cuya reproducción está controlada por el hombre, fue la segunda de las actividades económicas que se empezaron a practicar. De la misma manera que ocurrió con las plantas, los primeros animales domésticos se consiguieron a partir delos que ya existían en el entorno en su variante salvaje.
Los datos disponibles apuntan a que fue el perro, procedente del lobo, la primera especie doméstica aunque todavía existe polémica sobre el momento y el lugar en que apareció.
En los primeros momentos de la domesticación, todos los animales fueron aprovechados por sus productos primarios, fundamentalmente la carne, las pieles y la grasa y sólo tras la intensificación de las prácticas ganaderas se comenzaron a utilizar los productos secundarios, como lana, leche y a usarse como medio de transporte y ayuda en las tareas agrícolas arrastrando los arados.
Como consecuencia de las variaciones en las bases del sistema económico se produjeron algunos cambios sociales evidentes como la progresiva sedentarización.
La vida en comunidades fijas cada vez mayores hizo que necesariamente cambiasen también las relaciones entre los individuos surgiendo fórmulas nuevas de organización social.
A pesar de que los adelantos técnicos no fueron la causa de todos los cambios operados durante el Neolítico sino más bien una consecuencia de los antes mencionados, es cierto que pueden observarse algunas novedades en el equipo material de aquellas poblaciones.
El invento más significativo es sin duda la cerámica cuya fabricación consiste en elaborar recipientes de arcilla cocidos en un horno a más de 450º y que fue el elemento que acabó convirtiéndose en el fósil-guía más característico de todas las comunidades neolíticas. Al tratarse de una actividad artesanal las formas de los recipientes, su decoración y las propias técnicas de fabricación variaban de unos grupos a otros, siendo estas variaciones muy valiosas para el arqueólogo ya que le sirven para identificar los diferentes grupos culturales.
La existencia de excedentes alimenticios y la necesidad de conservar mayor número de productos propició la búsqueda de recipientes más sólidos e impermeables que los ya conocidos de cestería de los pueblos recolectores.
En principio los hornos para cerámica eran simples hoyos en el suelo cubiertos por piedras y tierra, para alcanzar la temperatura necesaria, pero poco a poco se fueron construyendo más cerrados para lograr mejor calidad en las pastas cerámicas.
La fabricación de utensilios de piedra continuó siendo importante y aunque algunos objetos se trabajaban con la tradicional técnica de la talla por presión o percusión fueron los instrumentos pulimentados los que se generalizaron cada vez más, destacando entre todos ellos las típicas hachas y azuelas, presumiblemente empleados en las tareas agrícolas y que durante mucho tiempo sirvieron como identificadores del nuevo periodo cultural.
Las pequeñas hojas dentadas de sílex se enmangaban formando los dientes de una hoz, instrumento decisivo a la hora de la recolección intensiva de plantas. También proliferaron los molinos de piedra y los morteros necesarios para machacar y triturar el grano.
Igualmente siguieron realizándose instrumentos sobre hueso aunque la mayoría de los viejos modelos se abandonaron y aparecieron otros utensilios en función de las nuevas actividades económicas y domésticas, siendo ejemplos característicos las espátulas y las cucharas.
Al abordar el estudio del Neolítico en la Península Ibérica es necesario enmarcarlo en la problemática general de la neolitización de Europa y más concretamente del Mediterráneo Occidental, puesto que es imprescindible conocer el marco geográfico en que se desarrolló esta cultura para entender correctamente sus posibles relaciones externas, las influencias que pudo recibir y las vías por las que pudieron efectuarse dichos contactos.
Tradicionalmente se ha distinguido una Europa continental, a la que llegaban las influencias culturales desde el este y por la vía de los Balcanes y del Danubio, y una Europa mediterránea cuyos principales contactos se hacían por vía costera.
La cuenca mediterránea tiene unas particularidades comunes especiales, por encima de las múltiples variaciones locales, tanto climáticas como topográficas, con cierta tendencia a la aridez y con suelos no demasiado ricos a pesar de que siempre ha sido un territorio habitado y una ruta transitada por la que han circulado influencias, ideas y personas entre sus extremos oriental y occidental.
Tradicionalmente se había defendido la idea de que los nuevos inventos neolíticos se difundieron rápidamente desde sus centros originarios orientales hacia los nuevos territorios europeos mediante diferentes rutas y mecanismos de colonización, nunca demasiado bien explicados.
A partir de los años 60-70 se empezaron a rechazar estas interpretaciones y se comenzó a valorar el protagonismo que los grupos locales habían tenido en el proceso de cambio; se empezó a defender la evolución autóctona como resultado de la adaptación de los grupos epipaleolíticos a su medio natural.
Hoy día, sin exagerar ninguno de los dos modelos interpretativos, parece claro que el fenómeno neolítico producido en el Próximo Oriente se efectuó mediante una evolución lenta y continuada diferente a lo que ocurrió en Europa.
Por la documentación existente, no puede mantenerse que en los territorios europeos occidentales existieran los precedentes salvajes de los primeros animales domesticados, ni de los cereales que se cultivaron por primera vez, descartado lo cual, los estudios se han dirigido a averiguar porqué y cómo se expandió el nuevo sistema económico y en qué medida fue asimilado por los indígenas de cada región occidental.
Por otra parte, el estudio detallado de los grupos epipaleolíticos europeos a demostrado que esas sociedades estaban perfectamente adaptadas a su medio, incluso muchas regiones del norte de Europa, antes despobladas, se habían ido ocupando durante los últimos deshielos al seguir el hombre a las especies animales que iban asentándose en dichos territorios.
En general estas poblaciones intentaron, como apuntan muchos autores, aumentar la productividad de su entorno como respuesta a sus crecientes necesidades, alcanzando un cierto nivel de complejidad socioeconómica.
El los últimos años, para explicar la forma en que pudo producirse la expansión neolítica, se ha aceptado de manera generalizada el modelo denominado oleada de avance propuesto por los investigadores Ammerman y Cavalli-Sforza. Este modelo teórico que ofrece distorsiones y variaciones locales, presupone que el nuevo sistema económico se fue extendiendo lenta pero ininterrumpidamente hacia occidente a partir de los centros próximo orientales, a razón de 1 Km./año, teniendo en cuenta el crecimiento progresivo de la población y los movimientos que pueda realizar tanto a larga como corta distancia.
Esta forma paulatina de contacto se refleja en la existencia de dos tipos de asentamientos diferentes en los momentos iniciales del Neolítico occidental:
El proceso de interacción entre ellos es lo que algunos autores como Bernabeu han llamado modelo dual o modelo mixto, que explica como la adopción del Neolítico en Europa se produjo por la llegada de poblaciones conocedoras de la agricultura y la ganadería que entraron en contacto con las poblaciones indígenas, las cuales fueron modificando sus tradicionales formas de subsistencia.
La península Ibérica participó de este proceso mediterráneo occidental, aunque no puede hablarse de homogeneidad cultural en todo e territorio.
La primera neolitización se produjo lógicamente en la franja costera mediterránea, desde Cataluña hasta Andalucía y Portugal Meridional, pero los yacimientos mejor conocidos se ubican en las sierras costeras interiores; en las restantes áreas peninsulares las transformaciones culturales fueron más tardías y con particularidades diferentes y se incorporaron a la economía neolítica con mayor lentitud, dependiendo de las posibilidades de contacto que tuvieran con las regiones litorales.
En toda la cuenca occidental y así mismo en la Península Ibérica, se detecta un factor importante para la identificación de la primera cultura neolítica: la presencia de cerámica , que independientemente de algunas variaciones regionales, ofrece la característica común de una decoración impresa que acabó constituyéndose como un auténtico fósil-guía de esta fase cultural.
Dentro de la variedad en la decoración impresa destaca la realizada con el borde de la concha de un molusco llamado cardium edule, que le ha valido la denominación de cerámica cardial y por extensión de Neolítico Cardial.
La presencia de cerámica en unión de las primeras especies domésticas de animales y plantas pueden considerarse factores intrusivos que llegaron del exterior y acabaron siendo adoptados por la población indígena preexistente.
Las regiones mediterráneas de la Península son la que mejor pueden documentar la presencia de este Neolítico antiguo o de cerámicas impresas, conservando un buen registro arqueológico en Cataluña, País Valenciano y Andalucía Oriental.
TEMA 14.- EL NEOLÍTICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
No se puede establecer una periodización general, pues las investigaciones en la Península Ibérica no han seguido ni el mismo ritmo ni la misma calidad científica. Por todo ello, analizamos los yacimientos con estratigrafías y datos cronológicos del C14.
Hasta el momento ofrecen las fechas más arcaicas, ya en el VI milenio a.C.
Uno de los yacimientos más importantes, con estratigrafía completa, sin solución de continuidad desde el Neolítico antiguo hasta comienzos del Calcolítico.
En su estratigrafía se determinaron tres fases.
(Fecha aprox. a principio del V milenio a.C. hasta el 3er cuarto del mismo). Caracterizado por cerámicas de gran calidad, formas de tendencia cerrada y golletes, con decoración impresa, generalmente cardial, formando geometrismos muy complejos. Incrustaciones de pasta roja.
Material lítico microlaminar, sin apenas retoques.
(Fecha aprox. desde el 3er cuarto del V milenio a principios del IV milenio). Cerámicas de gran calidad, formas de tendencia ovoide con cuellos indicados, cuencos y formas abiertas, con gran variedad de asas. Esta fase se caracteriza por el apogeo de la cerámica a la almagra , prosiguiendo la decoración impresa con regresión de la cardial; cerámicas incisas, acanaladas y gran auge de cerámicas de relieves con cordones profusos.
El material lítico conserva las laminillas de sílex y aumenta las láminas retocadas y las hachas pulimentadas. Aparecen los molinos, probable inicio de agricultura.
(Fecha aprox. desde principios del IV milenio A.C. hasta el tránsito al III milenio). Las cerámicas pierden calidad, con formas abiertas semiesféricas, perfiles en "Z" muy acusados.
En la industria lítica prosiguen las laminitas y láminas, hachas pulimentadas, molinos y brazaletes de mármol.
Presenta tres niveles: Preneolítico, Neolítico (dividido en varios subniveles) y Calcolítico).
El nivel medio (Neolítico) dio una cronología según el C14 de mediados del VI milenio A.C..
Materialismo de tipo geométrico y laminar.
Cerámica decorada: impresa, incisa, peinada, digitalizada, con relieves, y cerámica a la almagra en los subniveles inferiores, aumentando las cerámicas lisas en los subniveles superiores.
Por la alta cronología registrada y las características de sus materiales, la cueva del Nacimiento representa una zona de fricción entre Andalucía Occidental y Levante.
Es la más representativa del litoral meridional, por su potente estratigrafía sin solución de continuidad desde el Paleolítico hasta el Calcolítico.
Sólo podemos hablar de una fase antigua y una reciente, pues no se ha podido distinguir todavía un Neolítico Medio con entidad propia.
(Fecha aprox. desde principios del VI milenio hasta mediados del V A.C.). La industria lítica se reduce a láminas y laminitas de sílex. Prácticamente ausentes los pulimentados. Se inician débilmente los brazaletes de pizarra y mármol sin estrías.
En cerámica son típicos los vasos ovoides y grandes cuencos toscos, con profusión de cordones lisos o impresos, originando grandes mamelones. La cerámica cardial es muy escasa.
El análisis de fauna nos revela la presencia de cerdos y conejos domésticos en el horizonte de transición al Neolítico, progresando la domesticación en el Neolítico Antiguo.
Alto porcentaje de fauna salvaje y malacofauna.
(Fecha aprox. desde principios del IV hasta principios del III milenio A.C.). Industria lítica con minas y laminillas de sílex, hachas, azuelas y hachitas pulimentadas, molinos y moletas para la molturación de cereales y ocre.
Cerámica con variedad de formas. Las decoraciones alcanzan su apogeo, sobre todo las incisas y puntilladas, en ocasiones rellenas de pasta roja.
Aparecen con gran profusión los cereales: cebada, trigo vulgar, oliva y bellota.
Se distinguen también tres horizontes.
Predominio de la cerámica a la almagra, decorada con geometrismos incisos en la parte superior. Vasos con formas globulares. Asas variadas. Abundantes vasos toscos con decoración de cordones.
En el material lítico encontramos láminas y laminillas de sílex, azuelas, brazaletes de mármol, alisadores, molinos y moletas. En objetos varios, cuentas cilíndricas de hueso, punzones y ocre.
Se han hallado también varios enterramientos en posición flexionada, habiendo sido descubierto un grupo funerario de cuatro individuos, tres infantiles y un adulto femenino.
Se caracteriza por vasos barrocamente decorados con geometrismos y motivos curvo. Las cerámicas toscas son menos frecuentes.
Otros materiales son molinos, moletas, punzones, cuentas de collar, cuentas de hueso, ocre y material lítico tallado.
Caracterizado por vasos de tendencia cilíndrica con decoraciones incisas o acanaladas de grandes "chevrons" que indican la transición al Calcolítico.
El material lítico es poco frecuente.
Vasos de formas semiesféricas, con decoraciones de impresión, puntillados, cordones, etc., y con presencia de cerámica a la almagra.
En material lítico, brazaletes de mármol, moletas con ocre y matrices para la decoración cerámica.
Escaso material óseo.
Cerámicas de formas entrantes, con gran variedad de asas. Tiene su auge la cerámica a la almagra, de gran calidad, con o sin decoración.
En material lítico encontramos tallas de sílex, hachas pulimentadas y matrices para decoración cerámica.
Cerámicas de bordes indicados y quebrados, fondos cónicos y asas variadas. Continúa la cerámica a la almagra.
En material lítico y óseo destacan las azuelas pulimentadas y finos punzones de hueso.
Nos presenta gran cantidad de la cerámica a la almagra, a pesar de su escasa potencia estratigráfica.
El estrato V o inferior se caracteriza por la cerámica a la almagra con decoraciones incisas, impresas, con cordones y asas variadas. Está presente el trigo.
El estrato IV presenta cerámica a la almagra de gran calidad y variadas decoraciones, con técnicas impresas e incisas y formas ovoides. Gran abundancia de trigo y bellotas.
El estrato III continúa con los mismos materiales y otros posteriores intrusivos.
Los estratos V-IV presentan una cronología del último cuarto del V milenio a.C..
Presenta gran cantidad de yacimientos pero poco estudiados, y en principio se engloba en el Neolítico Cardial del Mediterráneo Occidental.
Corresponde a los estratos VI y V con cerámica cardial fechados en el 2º cuarto del V milenio a.C..
Estratos IV y III a partir de finales del V milenio a.C. con cerámicas cardiales e incisas.
Estratos II y I caracterizados por cerámicas lisas, de relieves, acanaladas y peinadas. Realmente, estos estratos debemos enmarcarlos en un horizonte de transición y más bien Calcolítico.
Está definida por un nivel II, epipaleolítico, sobre el que se asienta un nivel neolítico de cerámicas incisas, acanaladas, de relieves, a la almagra y de cerámicas impresas no cardiales, hecho que lo desliga del neolítico típico levantino del horizonte cardial, en principio, un milenio posterior.
Presenta cinco niveles. Los niveles inferiores (5-3) se identifican con Cocina III; los niveles superiores son similares a los de Cocina IV, es decir, Neolítico Reciente y Calcolítico.
Excavado desde hace muchos años, aunque carecemos de buena documentación. La primera cerámica impresa que se encontró en la Península fue la de las cuevas de Montserrat, lo que dio lugar a que denominase cerámica montserratina.
En el esquema catalán actual (muy discutible) se acepta un Neolítico Antiguo, con una cronología desde el VI milenio A.C. hasta mediados del V milenio A.C., caracterizado por la cerámica cardial y por ese complejo abigarrado denominado epicardial; un Neolítico Medio, prestado por el Sur de Francia, denominado Montboló, que ocupa la 1ª mitad del IV milenio A.C. y por la cultura de los sepulcros de fosa, entre 3500 y 2500 A.C.; y finalmente un Neolítico Reciente, denominado veraciense, en la 2ª mitad del III milenio A.C. (aunque algunos autores lo incluyen en el Calcolítico).
Presenta tres fases, la primera es de carácter epipaleolítico; la segunda fase está caracterizada por una industria lítica de raspadores, raederas, perforadores y geométricos, todavía sin cerámica; la tercera fase se inicia con geométricos, escasa cerámica lisa, seguida por cerámica cardial y tipo Montboló.
Contiene seis estratos, en los que el inferior pertenece al horizonte cardial (mediados V milenio).
El estrato 5 se considera epicardial-Montboló (principios del IV milenio) y se caracteriza por un enterramiento colectivo y una cuenta de ámbar entre otras piezas de industria lítica y cerámica. Se puede considerar Calcolítico.
El estrato 4 es considerado veraciense.
Los estratos superiores son el 3, Campaniforme; el 2, del Bronce, y el 1 del Bronce Reciente.
Presenta cinco niveles.
En su nivel V hay cerámicas con formas de grandes vasos globulares y con cuello. Asas de túnel Montboló. Motivos geométricos rectilíneos y curvilíneos.
El estrato IV, estéril, está seguido por el II, con cerámicas incisas tipo chassey y sepulcros de fosa.
Los estratos superiores son postneolíticos.
El estrato inferior IV corresponde a un Neolítico avanzado, sin embargo, el estrato III no podemos situarlo a partir del Neolítico Reciente por falta de datos.
En general, parece evidente que el Neolítico catalán comienza con el horizonte de cerámicas cardiales en fecha no anterior al 2º cuarto del V milenio A.C., siendo sucedido por lo que podría llamarse Neolítico Medio de cerámicas decoradas no cardiales. La tercera fase, que ha adquirido el nombre de Montboló, no puede enmarcarse en un Neolítico Medio, sino más bien Reciente, por las asas de túnel vertical, aunque hay que tener en cuenta que estas asas están documentadas en las cuevas de L'Or, de la Carigüela y Nerja, correspondiendo a un Neolítico Medio.
La cultura de los sepulcros de fosa no debemos considerarla del Neolítico Medio.
Neolítico muy mal conocido por falta de investigaciones y la pobreza de sus yacimientos, siendo cuatro los más importantes.
Los yacimientos son más escasos que en Andalucía y Levante. Solamente disponemos en la Meseta de dos yacimientos para dar una periodización válida: la Cueva de la Vaquera y el Abrigo de Verdelpino.
Presenta horizontes neolíticos, Calcolítico Campaniforme y Bronce.
Se caracteriza por cerámicas de formas globulares, industria lítica de lascas y laminitas y punzones óseos.
Fechado hacia el 3700 A.C..
Sobre un horizonte Magdaleniense se superpone un Neolítico de cerámicas lisas.
Fechada por el C14 en el 6000 A.C.. Esta fecha supone la más arcaica del Neolítico español, aunque creemos que no es aceptable por corresponder las muestras analizadas al horizonte anterior epipaleolítico.
La zona vasconavarra se neolitiza tardíamente. Parece ser que el Neolítico se iniciaría a finales del IV milenio A.C. con la aparición de la cerámica y la domesticación.
Da nombre al grupo neolítico vizcaíno. Su estratigrafía muestra niveles postazilienses, neolíticos y calcolíticos.
Da nombre al grupo neolítico meridional alavés. Entrega varios estratos con cerámicas decoradas e industria lítica de hojitas Montbaní.
Presenta niveles paleolíticos y neolíticos.
Presenta un complejo industrial con fuertes raíces paleolíticas.
Uno de los pocos yacimientos de Cantabria.
Sobre una industria tardenoisiense evolucionada se superpone un nivel neolítico. El nivel superior corresponde al Calcolítico-Bronce.
Destacan dos fechas elocuentes sobre la tardía aparición del Neolítico.
La de Les Pedroses (El Carmen) del 3818 ± 185 A.C., de un horizonte postasturiense y la de La Lloseta, 2510 ± 680 A.C., con un horizonte análogo al anterior, lo que confirma que no conocemos yacimientos puramente neolíticos en el noroeste hispano.
No hay yacimientos conocidos. Sólo se conservan hachas pulimentadas que pertenecen a horizontes posteriores.
Consideramos de un horizonte preneolítico y neolítico los abrigos mallorquines de Son Matge (donde aparecen restos de industria lítica) y de Muleta.
Desde los trabajos revolucionarios en su tiempo de Gordon Childe, el Neolítico se entendió sobre todo en sus aspectos económicos y sociales. Pero este proceso se ha demostrado mucho más lento de lo que se suponía. La cerámica sigue siendo el fósil-guía que identifica los yacimientos como neolíticos.
Con el proceso neolitizador, los grupos humanos intervienen en el medio con nuevas estrategias de explotación económica: el desarrollo y expansión de nuevas técnicas de usos agrícolas y ganaderos, la continuidad de las tradicionales actividades de subsistencia (caza, pesca y recolección) y la explotación de nuevas materias primas para la elaboración de nuevos y distintos instrumentales, modifican sustancialmente el paisaje con el que deben relacionarse.
A partir de este momento el territorio se estructurará progresivamente de manera más compleja y en algunos casos con una clara diferenciación con respecto al período anterior.
La consolidación del Neolítico incidirá, no obstante, en una configuración que se hace mucho más compleja (mayor densidad de asentamientos, relaciones de dependencia mutua de los mismos, etc.), con el desarrollo de nuevas relaciones sociales y económicas que significan una humanización más profunda, y por tanto mucho más degradadora.
Por ahora es difícil realizar una sistematización coherente del Neolítico Peninsular. La investigación ha incidido de una manera muy desigual en las diferentes áreas geográficas de la Península. Además, el proceso de neolitización no es sincrónico en todo el territorio peninsular ni tampoco se identifica con una cultura material homogénea.
La franja costera mediterránea es donde primero se produce la transformación de las actividades cazadoras-recolectoras en agrícolas y pastoriles. La Meseta y los territorios noroccidentales cumplen esa transformación económica con evidente retraso.
Los yacimientos meridionales son los que hasta el momento están entregando las fechas más arcaicas, ya en el VI milenio antes de Cristo.
La cueva de la Carigüela de Piñar en Granada es un yacimiento clave del Neolítico andaluz por su secuencia estratigráfica, que cubre desde el Neolítico hasta inicios del Calcolítico.
Aquí son excepcionales los yacimientos que han proporcionado cerámica cardial, siendo en general el de la Carigüela el único representativo.
En esta primera fase de ocupación cerámica (niveles XVI-XIII) aparecen formas de gran calidad, con tendencia cerrada y golletes y decoración cardial.
La cueva de los Murciélagos (Córdoba) se caracteriza por su abundante cerámica a la almagra, con decoraciones impresas, incisas, cordones, asas de cinta, multiforadas y de pitorro o vertedero. También aparece la cerámica a la almagra en la cueva Chica de Santiago.
La cultura material, no cerámica, refleja una diversificación de la industria lítica, con incremento de hachas y azuelas pulimentadas, elementos de hoz y molinos, así como un buen número de elementos de adorno, como los brazaletes de pizarra y mármol que aparecen en la cueva de la Dehesilla (Cádiz) y débilmente en la cueva de Nerja.
Es casi exclusivo el uso de cuevas como lugares de habitación, aunque también existen asentamientos al aire libre como las Majólicas en Granada.
En los análisis de fauna y restos vegetales aparece tanto doméstica: bóvidos, óvidos, cápridos, cánidos, como fauna salvaje y malacofauna. Sorprende la presencia de cerdos y conejos domésticos en el horizonte de transición al Neolítico en la cueva de Nerja.
Se observa un predominio de especies salvajes (que perdura hasta el Neolítico Final) en lugares como la cueva de la Dehesilla y la cueva del Parralejo (ambas en Cádiz). No obstante, en la zona oriental, se documenta almacenaje de grano en cavidades naturales.
Entre los restos vegetales aparecen cereales: cebada y trigo y ocasionalmente restos de bellotas, piñones y aceitunas, que reflejan una interesante actividad recolectora.
Excavado desde hace muchos años, aunque carecemos de buena documentación.
En el esquema catalán actual se acepta un Neolítico Antiguo, con una cronología desde el VI milenio A.C. hasta mediados del V milenio A.C..
Se caracteriza por la cerámica cardial, creando motivos geométricos sencillos por las zonas del borde o de manera cubriente ocupando casi tres cuartas partes del recipiente. Otras técnicas decorativas incluyen impresiones con otros instrumentos (uña, punzón), motivos incisos y cordones horizontales lisos o con impresiones.
La industria lítica la integran instrumentos diversos sobre hoja y lasca y ocasionalmente molinos.
La industria ósea es prácticamente desconocida y los objetos de adornos están representados por conchas y dientes perforados, brazaletes de pectúnculo y algunas cuentas de collar.
Estos materiales aparecen sobre todo en cuevas o abrigos y en menor cantidad en asentamientos al aire libre.
No se dispone de análisis de restos vegetales, aunque los hallazgos de molinos, útiles de piedra pulimentada y ocasionalmente granos permiten admitir la presencia de agricultura.
Los yacimientos más representativos son:
Gran densidad de yacimientos, todos en cuevas o abrigos, salvo los hallazgos de superficie de La Casa de Lara en Villena y los hallazgos de cerámica en el yacimiento lítico de superficie del Barranc de la Valltorta en Castellón.
En algunos se puede documentar una continuidad de ocupación desde niveles epipaleolíticos como en la Cova d'En Pardo y en La Cocina.
Con excepción del yacimiento castellonés de la Cova Fosca en Ares del Mestre, en todos estos yacimientos es la cerámica cardial la que, en cuanto a la cultura material, marca los inicios del neolítico.
En la Cueva de la Cocina, el nivel de la cerámica cardial se superpone a un nivel acerámico epipaleolítico y entre ambos se aprecia una continuidad en las técnicas líticas del epipaleolítico geométrico. Esto se ha interpretado como un proceso de absorción de elementos exógenos.
Los asentamientos son sobre todo en cueva y la distribución geográfica en la costa pero hacia el interior y coinciden bastante con la ubicación de los yacimientos epipaleolíticos, aunque cabe la posibilidad de que los asentamientos al aire libre fueran más numerosos de los que se conocen en la actualidad.
Los estudios de restos vegetales y fauna, en la Cova de L'Or y de la Sarsa documentan una economía basada en la producción de alimentos (trigo y cebada), continuidad de la caza y recolección de moluscos. Predominan los restos de animales domésticos.
Aparece una industria lítica y ósea variada, con elementos de hoz, punzones, espátulas, anillos y colgantes de concha.
Yacimientos importantes son: El Tarrerón (Santander), Arenaza I, Santimamiñe (Vizcaya), Los Husos y Zatoya (Navarra).
Esta denominación puede resultar inexacta, pues no tiene límites cronológicos precisos en todas las áreas geográficas. Corresponde a una expansión de las actividades económicas.
La estratigrafía de Carigüela sigue siendo el punto de referencia para identificar esta etapa. En los niveles XII-IX (fecha aprox. desde el 3er cuarto del V milenio a principios del IV milenio) se aprecia un cambio en las tradiciones cerámicas, con el apogeo de la cerámica a la almagra. Prosigue la decoración impresa con regresión de la cardial.
En la cueva de la Dehesilla aparecen vasos barrocamente decorados, con motivos incisos y superficies bruñidas.
En la cueva de Nerja, a pesar de los cortes realizados, no se ha podido distinguir un Neolítico medio con entidad propia.
En general se observa un progresivo abandono de la cueva en favor del poblado como lugar de asentamiento. La aparición de comunidades mayores y más estables debe estar sin duda relacionada con una mayor dependencia de las comunidades agrícolas y el perfeccionamiento en el cultivo cerealístico.
Aparecen los molinos en la cueva de la Carigüela, que nos dan indicios de agricultura.
En la industria lítica se conservan laminillas de sílex y aumentan las láminas retocadas y las hachas pulimentadas, brazaletes de pizarra y mármol y punzones y espátulas de hueso.
A esta fase deben asignarse también enterramientos individuales.
En Cataluña se admite para esta etapa una cronología aproximada entre el 3500 y 2500 A.C..
Existen diversas teorías según autores referentes al Neolítico medio catalán:
Los enterramientos no responden todos a un tipo uniforme. Se pueden distinguir fosas sencillas cubiertas simplemente con tierra, fosas cubiertas con losas o piedras y cistas cubiertas. Su distribución no coincide exactamente con la del Neolítico antiguo. Aparecen la mayores concentraciones siguiendo los valles fluviales del Ter, Besós, Llobregat y Alto Segre.
La cultura material también supone una ruptura respecto a la etapa anterior.
La cerámica se caracteriza por la total ausencia de decoración (Montboló). Las formas responden a recipientes generalmente de base redondeada y perfiles esféricos, troncocónicos y de base plana.
Los tipos más representativos (cerámica de los sepulcros de fosa) son las ollas grandes de perfil ovoideo y dos asas en la zona de mayor diámetro, y los recipientes carenados, con carena muy baja y marcada y la parte superior cerrada o exvasada, a veces con asas en la zona de la carena.
Ocasionalmente aparecen recipientes de boca cuadrada, más abundantes en la mitad norte de Cataluña, y con evidentes paralelismos con los vasos de boca cuadrada del norte de Italia.
En la cueva de la Font del Molinot (Barcelona) aparecen en su estrato III cerámicas incisas tipo Chassey y sepulcros de fosa. Este estrato corresponde a un Neolítico avanzado, aunque no podemos situarlo en el Neolítico final por falta de datos.
La industria lítica es de gran calidad, con útiles de obsidiana y sílex. Puntas de flecha y microlitos geométricos, punzones de hueso y objetos de adorno.
Yacimientos significativos son: la cueva de la Font del Molinot, la cueva del Frare, Can Tintoré, la Balma de L'Espluga.
El Neolítico antiguo o inicial, tan bien identificado en muchos yacimientos, va evolucionando lentamente en los mismos lugares, perdiendo poco a poco sus señas de identidad características.
Se aprecia una disminución de la cerámica cardial e incisa. Tendencia a la desaparición de la decoración cerámica y presencia de formas carenadas.
Los estratos IV y III de la cova de L'Or correspondientes al Neolítico medio están fechados aprox. a finales del V milenio A.C..
Yacimientos significativos: la cueva de L'Or, la cova Fosca, la cueva de Llatas.
Yacimientos: Espluga de Puyascada, cueva de Chaves.
En general perduran las formas culturales y económicas de la etapa anterior.
A finales del Neolítico se agudiza, en general para toda la Península, la trayectoria socioeconómica señalada en las fases anteriores. Por lo que se refiere a la actividad agrícola, se observa una mayor diversidad de los recursos explotados, aparte del trigo y la cebada, como por ejemplo las legumbres (habas, lentejas).
En fauna doméstica hay un predominio de los bóvidos y el cerdo sobre los ovicaprinos. La caza tiene un papel más regresivo, excepto en algunas zonas como Andalucía.
El patrón de asentamiento y explotación del territorio sufrirá cambios según el territorio.
En Andalucía, se estima que los niveles VIII-V de la Carigüela de Piñar pertenecen al Neolítico reciente, con una cronología aprox. desde principios del IV milenio hasta el tránsito al 3er milenio, al igual que en la cueva de Nerja.
En la cueva de la Carigüela aparecen cerámicas que pierden calidad respecto al período anterior, con formas abiertas, semiesféricas y perfiles en Z muy acusados, mientras que en Nerja aparecen gran variedad de formas; las decoraciones alcanzan su apogeo, sobre todo las incisas y puntilladas, en ocasiones rellenas de pasta roja.
En la Cueva Chica de Santiago continúa la cerámica a la almagra.
En material lítico destacan las azuelas pulimentadas y finos punzones de hueso.
En Cataluña, para la transición del Neolítico final al Calcolítico es difícil distinguir los conjuntos tecnoculturales y sus características económicas y sociales.
Según diversos autores, la fase más reciente del Neolítico catalán está ocupada por la cultura de los sepulcros de fosa, (entre 3500-2500 A.C.), que toma su nombre del tipo de yacimientos conocidos, casi exclusivamente enterramientos individuales de inhumación en fosa, siendo los lugares de habitación prácticamente desconocidos.
Las sepulturas están cavadas en el suelo, con el cadáver en el fondo en posición encogida y protegidas por lajas de piedra de diferente forma, encontrándose aisladas o en grupos, formando pequeñas necrópolis como en Bóvila Madurell (San Quirze del Vallés). Mayoritariamente, los yacimientos se han encontrado en las tierras bajas de los valles fluviales.
El equipo material conocido procede de los ajuares que acompañaban el enterramiento y, aunque tienen particularidades propias, pueden paralelizarse en muchas ocasiones con los objetos típicos de los grupos neolíticos tardíos de la Europa templada occidental.
La cerámica es uno de los elementos materiales más característicos, destacando los recipientes lisos de variadas formas, desde las grandes vasijas ovoides o cilíndricas a los cuencos carenados, ollas o tazas de fina factura, destacando por su originalidad los vasos de boca cuadrada.
Entre los útiles líticos destacan los microlitos geométricos, los cuchillos triangulares, las puntas de flecha y, sobre todo, las hachas pulimentadas fabricadas sobre distintos materiales como la obsidiana o la serpentina.
Los objetos de adorno están bien representados en las numerosas cuentas de collar encontradas, destacando las fabricadas en piedra color verde, identificada hoy como variscita, de la que hay una mina cerca de Gavá junto al río Llobregat>
En esta mina se han encontrado numerosos materiales arqueológicos. La explotación de estas minas implica que esa sociedad de finales del Neolítico tenía ya una compleja organización, puesto que no se trata solamente del trabajo técnico, sino de la transformación del material extraído y su posterior difusión por el territorio.
Aparte de esta importante actividad minera y comercial, las gentes de los sepulcros de fosa practicaron intensamente la agricultura según parecen indicar los hallazgos de molinos de mano y sobre todo la ubicación de los yacimientos en las tierras bajas y fértiles de los valles. Ello no incluye la existencia de actividad ganadera, puesto que han aparecido utensilios fabricados sobre metacarpianos de ovicápridos y bóvidos, ni de la caza como demuestran los numerosos huesos de ciervo encontrados en las sepulturas.
Este Neolítico reciente es denominado VERACIENSE por determinados autores (2ª mitad del III milenio A.C.) aunque para otros ya pertenece al Calcolítico.
El Veraciense es una cultura extendida por el Sur de Francia y Cataluña. De hábitat en cuevas y en abrigos rocosos, los principales hallazgos de esta cultura son enterramientos colectivos, en los que se encuentran restos cerámicos que son el fósil-director de la misma. Son características las ollas y marmitas con un sistema de prensión a base de mamelones superpuestos (doble mamelón).
Los principales yacimientos son la Cova del Frare, Cova Gran y Cova Freda y Bauma del Ossos.
Se habla de un Neolítico final desde mediados del IV milenio, 3500-2500 A.C., representado tanto en las cuevas conocidas como en yacimientos al aire libre entre los que destacan la Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia) o El Arenal de la Virgen (Villena, Alicante).
Lo más significativo de la cultura material es la presencia de cerámicas lisas con formas de recipientes nuevas, mientras en el poblamiento se nota el aumento de asentamientos al aire libre que parecen indicar la generalización de este nuevo tipo de hábitat, cada vez de mayor tamaño a pesar de que los datos sobre la estructura de estas aldeas no son muy abundantes.
En muchos de estos yacimientos, como la Cueva de L'Or y la Cueva de Llatas, los niveles superiores corresponden a horizontes de transición entre Neolítico reciente-Calcolítico.
Durante el Neolítico final se documenta la continuidad del substrato tecnocultural del Neolítico antiguo, mientras que a lo largo de la transición hacia el Calcolítico y durante ese período se produce quizás la verdadera consolidación de la agricultura.
TEMA 15. EL ARTE RUPESTRE POSTPALEOLÍTICO
En la España postpaleolítica se pueden distinguir varios grupos de manifestaciones artísticas rupestres, cada uno de ellos con características propias y peculiares que los diferencian de los demás.
Para el estudios de este tema seguiremos un oren en atención a los grupos, así trataremos: Arte levantino (pintura y grabado), Arte macroesquemático (pintura) y Arte esquemático (pintura y grabado).
Se extiende por toda la franja oriental del área mediterránea hispana, entre las provincias de Huesca, Lérida y Tarragona hasta las de Murcia y Almería, extendiéndose hacia el interior por las provincias de Zaragoza, Teruel, Cuenca y Albacete. Esta distribución geográfica justifica la denominación de "levantino".
Como centros notables destacan los de Alacón y Albarracín en Teruel. Morella y barranco de la Valltorta en Castellón, Dos Aguas y Bicorp en Valencia y los de Alpera, Mintaneda y Nerpio en Albacete.
Este arte se encuentra situado en abrigos y covachos poco profundos, apenas protegidos de la acción de los agentes atmosféricos, que no reúnen condiciones para el establecimiento de un hábitat continuo.
El arte levantino se manifiesta a través de la pintura, que domina mayoritariamente, y a través del grabado. No se dan ni relieve ni escultura parietal, ni en soportes exentos, circunstancia que reduce extraordinariamente las posibilidades de su datación y periodización.
En general, la técnica más usada es la pintura, y dentro de esta es la pintura de tintas planas, lo que impide la representación de la tercera dimensión.
Cada motivo fue representado originalmente en un solo color, la policromía o la simple bicromía están ausentes. Los colores utilizados fueron, por orden de frecuencia, el rojo en sus distintas gamas, el negro, y el blanco escasamente utilizado. El tamaño de las figuras suele ser reducido.
En cuanto al estilo, la denominación de naturalista no implica necesariamente que su estilo responda a un naturalismo sistemático en la realización de las figuras, es característica del arte levantino la idea de la composición y el extraordinario dinamismo y la vitalidad de gran parte de sus figuras.
Es propio también del arte levantino la diferente manera de tratar a sus protagonistas esenciales: antropomorfos y zoomorfos. Para la representación de estos últimos, estáticos o en movimiento, aislados o formando parte de las composiciones, se reserva un canon más naturalista o formalista, destacándose detalles concretos, un tanto minuciosos en ocasiones. Los antropomorfos manifiestan la aplicación de canon más convencional, tendente claramente a la estilización.
La temática resulta más compleja por la multiplicidad de escenas que por los motivos básicos representados (figuras humanas y animales). El paisaje no está representado.
Son el gran eje sobre el que gira este arte. Aparecen en diversas actitudes, posiciones y actividades. A pesar de indicarse detalles de vestimenta y ornamentos personales, no se destacan rasgos físicos individualizadores, salvo en contadas ocasiones y de forma muy somera. La diferenciación sexual tampoco está siempre claramente indicada, a pesar de que la mayoría de los varones van desnudos.
El hombre y la mujer han sido representados en actitudes y ocupaciones distintas, a la vez que con detalles diferenciales en adornos y vestimenta, lo que ayuda en general a contemplar una división del trabajo, actividades y comportamiento por sexos.
Entre las actividades del varón destaca la caza en sus distintos procesos (ojeo, persecución, ataque directo, e incluso cobro de piezas) y las relacionadas con la lucha y aspectos militares. También hay representaciones del varón relacionadas con una posible agricultura o participando en escenas de la vida cotidiana y danzas, así como la presencia de algunos jinetes. Las escenas de cacería son las más numerosas. Como ejemplo de dinamismo baste citar la Cueva Remigia (Castellón), en la que el objetivo lo constituyen cabras, ciervos y jabalíes. Conjuntos bélicos notables por su vitalidad aparecen en las estaciones de Roure (Morella) y Les Dogues (Ares del Maestre).
Aunque la mayoría de los hombres aparecen desnudos, en algunos yacimientos se revela el uso de faldellines, o calzones cortos y amplios. Así mismo parece deducirse el uso de bandas arrolladas a las piernas. Como adornos de cabeza figuran tocados de plumas y los "gorros" y "sombreros" de formas variadas.
El armamento del varón como cazador y guerrero, consiste preferentemente en el arco y las flechas. La interpretación de sus tipos específicos ha ocasionado una de las mayores controversias sobre la cronología de este arte levantino.
La mujer aparece con menos frecuencia que el varón, tanto aislada o formando parte de grupos que parecen responder a estampas de la vida diaria y doméstica. El uso de armas parece estarle negado y nunca participa en las actividades cinegéticas o bélicas. También participa en las danzas, en cuyos grupos aparecen tanto hombres como mujeres y ambos sexos en conjunto. En general, en las representaciones femeninas se acusan manifiestamente los senos y las nalgas. La vestimenta es más variada que la de el varón, destacando el uso de faldas amplias, ajustadas a la cintura y con un largo que alcanza los tobillos.
Es el otro gran protagonista del arte levantino. Los zoomorfos aparecen tanto aislados como en grupos, formando manadas o en reposo, pastando, en actitud de alerta o en movimiento rápido. Lo mas frecuente es que aparezcan en relación con representaciones de hombres, como objetivo directo de las actividades cinegéticas de aquellos.
La fauna representada está compuesta principalmente por ciervos, cabras monteses, toros y jabalíes. Entre las numerosas escenas, destacan pos su número y variedad las de la caza.
La reiterada representación de este tipo de escenas, aboga en principio, por una sociedad inmersa en un horizonte cultural no productor y, en consecuencia, anterior al Neolítico, por lo que la mayoría de autores le atribuyen un horizonte epipaleolítico a la mayoría de las representaciones artísticas levantinas.
Las escenas o datos que permiten aceptar un nivel económico productor, y por tanto encuadrable culturalmente a partir del Neolítico, son escasas y con frecuencia dudosas.
La domesticación del perro se plantea, aunque con reservas, en Alpera (Albacete), en donde, junto a un cazador, aparecen unos supuestos perros, que parecen ser auxiliares en la tarea cinegética.
La domesticación de los équidos está reflejada en algunas estaciones, bien como objeto de monta, bien asimilados a figuras humanas, de forma que más bien parecen reflejar una escena de caza o doma, este caso parece ser el de Selva Pascuala (Villar del Humo, Cuenca). Aunque el caso más claro de monta es el del jinete, con casco de la estación de Cingle de la Mola Remigia (Castellón), aunque las características del tocado y los detalles del atalaje hacen rebajar su cronología a los inicios del primer milenio, resultando por tanto atribuible a los momentos finales del arte levantino.
La domesticación de cápridos se aprecia especialmente en el yacimiento rupestre de la Cañada de Marco (Teruel), donde aparece representado un rebaño de cabras, según algunos autores guardado por un pastor.
La recolección natural de productos silvestres está bien representada en la escena de la recolección de la miel de la Araña (Bicorp, Valencia).
La explotación de vegetales, bien cultivados o bien fruto de una simple recolección natural, está escasamente representada, resultando más sujeta su existencia a la interpretación personal de los investigadores En las estaciones de Dos Aguas (Valencia) y el Pajarero (Teruel) aparecen figuras femeninas con instrumentos en las manos e inclinadas hacia la tierra, como si tratasen de hincarlos en ellas en el proceso de una tarea agrícola. Estos casos han dado pie para pensar si en efecto se trata de escenas de laboreo de la tierra, o bien, y en atención a ciertos detalles que las rodean, si lo realmente representado responde a danzas agrícolas rituales con el fin de invocar la fertilidad de la tierra.
En realidad, la información que se tiene sobre el horizonte económico resulta mayoritariamente no productor. De ahí parten las bases para varios autores para encuadrar culturalmente en un mundo epipaleolítico la mayor parte del arte levantino, reservando para sus finales el horizonte productor.
Las escenas de guerra y de lucha pueden responder indistintamente, según sus interpretaciones, tanto a enfrentamiento reales entre grupos, como a escaramuzas simuladas o danzas bélicas. En conjunto, dejan entrever una estructura organizativa y una dirección asumida por un personaje, que a veces se destaca de los demás por su situación dentro de la escena o por su ornato, tal como se observa en Les Dogues y Roure (Castellón). No faltan las representaciones de hombres heridos por flechas, abatidos o yacentes, frente a grupos humanos que levantan sus arcos sobre sus cabezas, estas representaciones corresponden a la Cueva Saltador y al Cingle de la Gasulla (Castellón). en conjunto, las escenas bélicas muestran una sociedad con un planteamiento militar bien organizado.
Un aspecto muy interesante de este arte son las escenas que dejan entrever un trasfondo de ceremonias, creencias, ritos o incluso simples actividades lúdicas. A través de as escenas de danza, se han citado cultos de signo "agrario" relacionados con la fecundidad e igualmente cultos fálicos, reflejados en algunos yacimientos como Cogull (Lérida) y la del barranco de los Grajos (Cieza, Murcia).
El problema más complejo que plantea el arte levantino es el de su cronología. en algunos años se discutió sobre su precisa cronología, existiendo dos posturas contrapuestas: Breuil afirmaba que el arte levantino pertenece al Paleolítico y además afirma que era contemporáneo al arte cantábrico, pero con motivos diferentes debido a la diferencia climática. Otro autores, (Bosch Gimpera y Beltrán) afirman que tiene una cronología a partir del Epipaleolítico para perdurar hasta la edad de los metales.
En la década de los 780, Javier Fortea fue quien por primera vez plantea una cronología con base arqueológica, insistiendo en base a unas superposiciones, que el arte lineal rupestre no sólo era arte mueble, sino que también era rupestre, y que a este arte lineal geométrico rupestre se superponía en la cueva de la Sarga, la Araña y la Vieja (Alpera), el arte levantino. como el arte levantino estaba sobre el lineal geométrico y este se fechaba a partir del 6.000 a.C. era lógico pensar que el arte levantino se iniciaba muy a finales del epipaleolítico o mejor en el neolítico y que perduraba según demostraban algunos objetos hasta la Edad de los Metales.
Los hallazgos que han tenido lugar en Alicante en la última década han precisado mejor esta cronología. En primer lugar, se ha demostrado que lo que Fortea consideraba como arte rupestre lineal geométrico, es arte macroesquemático, y que este está fechado en el 5º milenio, por lo tanto el arte levantino debe ser posterior a esta fecha. Pero además se han podido encontrar paralelos en común para este arte, precisamente también en la cueva de L'or, donde hay representaciones de tipo levantino fechado a partir del 4.200 a.C. y antes del 3.800, porque está hecho con impresión de peine, es decir cerámica impresa no cardial.
Esto nos permite afirmar que el arte rupestre levantino posiblemente tenga su origen en la zona de contacto actual entre las provincias de Alicante y Valencia, y desde allí se extendió junto con el Neolítico por todas las zonas próximas, y lo que nos narra este arte es el proceso de cambio cultural, cómo unas poblaciones van abandonando unos medios de vida para sustituirlos por otros.
Se ha pensado que el hecho de que todas las representaciones sean cinegéticas debían pertenecer al Epipaleolítico, pero hoy sabemos que en el Paleolítico avanzado la actividad cinegética era elevada.
Este arte rupestre levantino debe perdurar hasta la edad de los metales, porque algunos arqueros llevan flechas de clara tipología de la Edad del Cobre y de la Edad del Bronce, y que para algún autor llega hasta el primer milenio a.C. Un jinete montado a caballo del Cingle de la Mola Remigia (Castellón) lleva un casco y sostiene al caballo mediante unas bridas con bocado. Si consideramos que esta figura es levantina, el arte levantino tendría que llegar hasta casi la protohistoria.
En fecha muy recientes se ha dado a conocer la existencia en el Levante hispano de una serie de manifestaciones artísticas, hasta ahora completamente desconocidas, que suponen un "unicum" en la historia del arte rupestre peninsular. Su peculiar carácter las individualiza definitivamente de los esquemático y de lo levantino clásico.
Su descubrimiento se debe al profesor Mauro Hernández, quien ha realizado los pormenores de su estudio.
Este nuevo grupo artístico aparece definido en someros abrigos, próximos entre sí, en la zona norte de la Provincia de Alicante. Se trata de pinturas en rojo oscuro, de gran tamaño, realizadas en trazo grueso. Los temas representados pertenecen a dos categorías: antropomorfos y motivos geométricos. Los primeros, a pesar de presentar amplias variaciones tipológicas, tienen en común la representación de una cabeza circular, y una marca expresión dinámica. entre los motivos geométricos destacan los puntos y las barras, que aveces bordean a los antropomorfos y a los geometrismos mas numerosos, que dan la impresión de manos abiertas en extenso.
La denominación de macroesquemático es convencional y no implica relación alguna con el llamado arte esquemático. Los problemas que plantea, en cuanto a orígenes y cronología y en consecuencia, su contexto cultural, son de gran interés. En opinión del Hernández, resulta anterior al llamado arte levantino, al menos en la zona en que aparece, pero la interrogante queda abierta sobre su entidad como grupo artístico independiente respecto al levantino o bien supone una fase inicial en su secuencia.
Si se acepta la posibilidad de grupo independiente, o bien la de inicio de seriación del arte levantino, su cronología precisa sigue siendo un problema, y más aún teniendo en cuenta las distintas teorías vigentes sobre la cronología del arte de Levante.
Aunque se extiende prácticamente por toda la Península Ibérica, tanto en pintura como en grabado, las áreas de concentración de una y otra técnica no son plenamente coincidentes. La pintura presenta un auge mayor en la mitad meridional peninsular, mientras que el grabado se da en el área occidental.
Como centros importantes dentro de la pintura esquemática son los del Sudeste, Cádiz, Sierra Morena. Los grabados se encuentran en paredes rocosas apenas protegidas de la intemperie, como en lajas de superficie totalmente al aire libre.
La pintura aparece en covachos y abrigos con caracteres similares a los del arte levantino y macroesquemático. Sólo en casos contados se encuentra en cuevas de profundidad y amplitud variable, aptas para un hábitat continuo (La Pileta, Nerja y los Murciélagos.
Las técnicas usadas en la pintura esquemática resultan poco complejas, siendo la más frecuente la aplicación de tintas planas y los trazos continuos de grosor variable. el volumen y la perspectiva no existen. La pobreza de recursos técnicos enlaza muy bien con la esencia de la pintura esquemática, más dispuesta a la plasmación de conceptos que de formas.
Predominan ampliamente los rojos y ocres, seguidos por el negro y por el blanco (escasamente). Nunca se combinan colores en una misma figura, por lo que cada una de ellas resulta monócroma. Las dimensiones de los motivos representados son, en general, reducidas.
En contraste con la pintura levantina, el estilo de la pintura esquemática tiende globalmente hacia lo lineal, haciendo abstracción de las formas y reduciendo los motivos a expresiones elementales. Los esquemas son os que dominan en esta manifestación artística, por lo que justifican el calificativo de "esquemática", que se le aplicó desde los inicios de su estudio. Lo que realmente define a la pintura esquemática es la forma peculiar con que se tratan las figuras.
Las escenas conocidas son escasas y formadas, en su caso, por un número muy reducido de figuras. No obstante, a pesar de esta aparente desconexión entre los distintos motivos de un abrigo, es un hecho real la existencia de composiciones, aunque no todas ellas puedan vislumbrarse, dadas las dificultades de interpretación.
Un aspecto característico de la pintura esquemática es la ausencia de dinamismo externo. Sin embargo, a pesar del aspecto estático de sus manifestaciones, el movimiento se ha plasmado en varios casos.
Los temas abordados por la pintura esquemática son variados y aluden tanto al plano material, como al espiritual. Bajo una aparente uniformidad, se observan preferencias, según las zonas, por ciertos temas determinados o, al menos, por una manera especial de tratarlos. Las figuras humanas y animales son los temas abordados con mayor frecuencia. Ambos aparecen tratados con modos diferentes y con distintos grados formales.
Respecto a las pequeñas agrupaciones de figuras humanas, existen algunos casos que parecen manifestar con evidencia ritos o ceremonias relacionadas con el plano sexual. Algunas figuras humanas reflejan circunstancias propias de la mujer, como es el caso del parto. Con respecto a la vestimenta y al ornato personal, pueden obtenerse algunas conclusiones paleontológicas, aunque siempre con un margen mucho más restringido en número y variedad que el caso del arte levantino. La representación del vestido es infrecuente, ya que el acusa esquematismo de la mayoría de las figuras dificulta la apreciación de detalles. En conjunto se observan adornos de cabeza, cuello, talle, brazos y piernas.
Los cuadrúpedos aparecen representados tanto reducidos a esquemas puramente lineales, como manteniendo las proporciones reales en mayor o menor grado. Se dan casos de figurar el cuerpo formalmente desequilibrado y la cabeza apenas esbozada, y por el contrario, con indicación de ciertos detalles anatómicos. La diferenciación sexual puede apreciarse en contados casos por el órgano sexual en los machos y la ubres en las hembras, y en mayor número de ocasiones por la ausencia o presencia de las cornamentas. La insistencia en las representaciones de las astas lleva en ocasiones a los pintores a representarlas aisladas. Los cuadrúpedos más representados son los cérvidos y los cápridos, algunos équidos y en menor proporción los bóvidos, cánidos, y con reservas, algún felino, Algunos de ellos son salvajes y otros domésticos, indicando una actividad productora, a la vez que una actividad cinegética. Sin embargo, especialmente en el caso de ciervos, hay que pensar, según asociaciones en pintura parietal y paralelos en materiales muebles, que sus insistentes representaciones obedecieron a una motivación religiosa, de signo quizá funerario.
En conjunto, el que las actividades económicas esté poco representadas permite pensar que la economia jugó un papel bastante insignificante en la motivación de la pintura esquemática. A su vez, el que sea la caza la actividad más representada no concuerda con la cronología de esta manifestación artística, la cual se desenvuelve siempre en un medio cultural plenamente productor.
En conjunto, la pintura esquemática, por su propio caracter, dista mucho de resultar tan informativa como la levantina en lo referente a los planos social y económico. Por el contrario, el plano puramente religioso está claramente reflejado a través de las múltiples representaciones de los llamados ídolos, tan frecuentes en el arte mueble del Calcolítico hispano. Dichos motivos idoliformes se distribuyen preferentemente en un área geográfica que abarca desde el Sureste hasta Extremadura, siendo más escasas estas representaciones en el resto de España. Entre sus tipos son destacables los oculados, placas, triangulares y halteriformes.
Los orígenes y cronología de estas representaciones han sido objeto de opiniones dispares a lo largo de la historia de su estudio. Para F. Jordá, en la creación del arte esquemático sólo intervinieron las sociedades prehistóricas peninsulares. A. Beltrán lo considera totalmente foráneo, que llega a la Península Ibérica como un aporte más de las gente próximo - orientales y mediterráneas, que trajeron el conocimiento del primer metal. E. Ripoll lo considera como el resultado de aportes por una parte del arte levantino en sus momentos finales y por otra de los grupos sociales que trajeron de fuera de la Península el Calcolítico. Pero según Pilar Acosta es la creación de las sociedades neolíticas hispanas, según informan cerámicas figurativas de este horizonte cultural en algunos yacimientos andaluces y del Levante. el horizonte calcolítico no hizo más que reactivar la tradición y enriquecerla con nuevos motivos, como por ejemplo los idoliformes. Según esta autora, la cronología resulta amplia y abarca más de un horizonte cultural. Sus comienzos se marcan en el Neolítico, y de acuerdo con paralelos en materiales muebles alcanza hasta el Bronce final inclusive, ya entrado el I milenio a.C., y con alguna pervivencia posterior.
Por sus especiales características forman un grupo peculiar y compacto dentro del arte rupestre esquemático. Estas insculturas se encuentran en yacimientos al aire libre, sobre las superficies rocosas, predominantemente de granito. en general las estaciones rupestres se ubican en zonas no alejadas del mar, de los ríos y en alturas bajas o medias, sin que apenas aparezcan en zonas de alta montaña. El gran núcleo se centra en Pontevedra.
Domina en su ejecución el grabado con trazo bien conseguido, cuya anchura resulta ser el doble o más de su profundidad. Otro tipo técnico es el de trazo profundo y estrecho.
Destacan las figuraciones de línea esquemática y abstracta. No existe perspectiva, ni volumen ni tercera dimensión. Es raro encontrar composiciones, apareciendo en general los motivos sin aparente relación entre sí.
Esta no es muy amplia, los termas preferidos en este grupo artístico son los motivos circulares, los espirales, los laberintos y los motivos cuadrados. La figura humana y animal están representadas aunque no sean los protagonistas. Ambas figuraciones aparecen tanto aisladas como formando grupos, en escenas de caza, o unidas a otros temas. Los antropomorfos tienen poca variación tipológica. Se representan bien por trazos simples, que indican la cabeza, tronco y extremidades superiores e inferiores. Este mismo sistema es el que suele emplear en la figuración de zoomorfos, que, por otra parte, son los motivos que más formas conservan del modelo natural. Las especies representadas son los ciervos, caballos, con frecuencia montados por jinetes, y las serpientes.
El tema del armamento ofensivo y defensivo está representado a través de hachas, puñales de espiga y/o espadas cortas y alabardas. con mayor claridad se aprecian otras representaciones como los escudos.
El tema de los ídolos ofrece dificultades a la interpretación, prescindiendo de las conflictivas hay que destacar la presencia de ídolos-cilíndro.
Finalmente el tema de los petroglifos gallegos lo constituyen las representaciones de esvásticas, huellas de pies, huellas de animal, motivos en zigzag y cruciformes.
Los orígenes y desarrollo de estos petroglifos del Noroeste hay que encuadrarlo en un factor autónomo peninsular y en los aportes extrapeninsulares del mundo atlántico. Su cronología y periodización han sido objeto de distintas teorías, algunos autores afirman que el margen cronológico oscila entre el 3.000 a.C. aprox., en un contexto "neolítico - megalítico" y el desarrollo del I milenio a.C., es decir hasta el final de la Edad del Bronce. Entre las fechas y horizontes culturales de inicios y final, abarca los horizontes Calcolítico y Bronce en los cuales se sitúa el gran desarrollo de estos petroglifos.
El significado de las manifestaciones artísticas que comprenden este tema, han sido objeto de las teorías más variadas. La mayoría de los autores se inclinan por una motivación de signo religioso, basándose en determinados aspectos. Entre otros, la temática o la interpretación que de algunos temas o composiciones se han hecho bajo puntos de vista bastante personales.
Efectivamente, existen temas extraídos del plano religioso, como es el caso de las frecuentes representaciones de los llamados ídolos en la pintura esquemática. Sin embargo, también es verdad que existen otros motivos o escenas, en las cuales la motivación religiosa está sólo sujeta, según se acaba de indicar, a la personal interpretación de los distintos investigadores.
La reutilización en distintos momentos de abrigos o rocas al aire inducen a pensar en una motivación religiosa. En estas reutilizaciones aparecen tanto motivos nuevos respecto de los ya existentes en dichas estaciones, como motivos similares a los anteriormente figurados. Incluso se dan casos de repintado de motivos, respetando el sentido antiguo de la figura afectada. Existen ejemplos en los que el repintado ha transformado totalmente el sentido primigenio, como ocurre en el caso de los toros convertidos en ciervos en Cantos de la Visera en Monte Arabí (Yecla, Murcia) y en la Cueva de la Vieja (Alpera, Albacete). Estas contínuas reutilizaciones han inducido a varios autores a considerar los yacimientos como lugares de culto.
TEMA 16.- EL MEGALITISMO
Los prehistoriadores españoles consideran que la Edad de los Metales en la Península Ibérica se produce en la llamada Cultura de los Millares o Bronce Antiguo, aunque en ningún yacimiento de esta cultura se ha hallado bronce, pues sólo han aparecido objetos de cobre.
Este periodo comienza a mediados de III milenio y comienzos del II, y su duración es muy variable.
La introducción de la metalurgia del cobre en la Península se ha puesto en relación con la expansión occidental de los prospectores de mentales egeo - anatólicos. Estos establecerían sus focos iniciales en Almería y desde ahí hacia zonas ricas en cobre, plata y estaño. Estos grupos trajeron consigo el rito funerario de los enterramientos colectivos en sepulcros megalíticos y en cuevas artificiales, rito que denuncia nuevas concepciones religiosas. Por lo tanto, no se puede hablar pues de una cultura megalítica como tal, sino de una arquitectura megalítica, que abarca desde los sepulcros circulares almerienses a los poligonales portugueses.
La arquitectura megalítica tiene en común un fin y es el de servir se sepulcro colectivo. Los mas grandes monumentos se hallaron en Andalucía occidental. En la Península podemos establecer tres grandes divisiones:
consta de cámara funeraria de planta circular, poligonal o cuadrada y con corredor de acceso a la misma. Las paredes pueden estar formadas por losas puestas en pie llamadas ortostatos o por pequeñas piedras. Las cubiertas pueden estar hechas de grandes losas o por la asociación de hiladas que formarían una falsa cúpula.
En este tipo de sepulcros podemos distinguir:
El corredor y la cámara no están diferenciados. tienen forma de una galería rectilinea de paredes paralelas. A este tipo corresponden los más grandes monumentos de esta arquitectura megalítica: Cueva de la Menga (Antequera) o el Dolmen Soto (Trigueros, Huelva).
Es el tipo de sepultura megalítica más simple. Consta de una cámara sepulcral sin corredor que puede adoptar diversas formas. suele estar recubierto por un túmulo.
La unidad de la arquitectura peninsular megalítica la hallamos en el ritual funerario caracterizado por el tipo de enterramiento de inhumación colectiva. La enorme área de difusión de este tipo de enterramientos, que se extiende por las costas mediterráneas y atlánticas europeas ha llevado a los investigadores a buscar un parentesco entre las distintas manifestaciones megalíticas y ha dado lugar a diferentes teorías.
Escuela Clásica: Cartailhac admitía el nacimiento de estas construcciones en los dólmenes sencillos y sin túmulos de las regiones de Beira y Trasos - Montes en Portugal. Luego pasaría en el Eneolítico al Alentejo y el Algarbe, penetrando en España por Andalucía con los sepulcros de galería y los de corredor.
Esta teoría evolucionista, sostenía que los dólmenes simples evolucionarían dando lugar a los dólmenes de que tenían corredor. Dando lugar posteriormente a las tumbas de falsa cúpula y por fin a las cistas con losas.
Los pastores asentados en el norte de Portugal y en Galicia serian los primeros constructores de dólmenes simples, basándose en:
En Europa pronto hubo diferencias sobre esta teoría y los prehistoriadores se dividieron en dos tendencias: Occidentalista y Orientalista.
En 1.939, Daryel Forde dio un gran impulso a la Escuela Orientalista, llegando a las siguientes conclusiones:
Si los dólmenes simples hubieran sido el origen de las construcciones megalíticas, su contextura seria homogénea, pero aunque hay uniformidad entre el SE y el S, contrastan con los dólmenes sencillos y de corredor del Norte.
Se han sucedido cantidad de teorías sobre el origen evolucionista - orientalista o bien occidentalista evolucionista del megalistismo ibérico. Ambas teorías tiene parte de razón. Parece que el "Tholos", atendiendo a su distribución hispana y mediterránea tiene raíces orientales, de la misma manera que las cuevas artificiales. Así pues, parece que el megalistismo peninsular no es de origen exclusivamente occidental - portugués.
El Alentejo y Extremadura podrían ser el foco difusor del megalitismo hacia el suroeste hispano, y siguiendo el Guadalquivir hacia el sureste. Esta influencia también se habría desviado hacia Salamanca, Zamora y Galicia. Galicia a su vez influirá en Salamanca, Asturias y el sur de Burgos. Los grupos pirenaicos vasco - navarro y catalano - aragoneses también parecen relacionados con Portugal más que con el Sureste a través de la Cuenca del Duero y del Ebro dada la laguna oriental levantina.
Naturalmente nos estamos refiriendo solamente a los sepulcros megalíticos, no a las estructuras funerarias también colectivas de los "tholoi" que se hallan en Almería, Guadalquivir y Tajo, las cuales son de influencia mediterránea.
La ausencia de megalitos o derivados en la zona centro - oriental hispana es un argumento a favor del origen noroccidental.
La distribución del megalitismo en el viejo mundo es verdaderamente amplia, extendiéndose por toda la cuenca Mediterránea, Escandinavia, Crimea, Cáucaso y especialmente Iberia, Francia, Islas Británicas e Irlanda. Las causas de esta difusión no son debidas a causas geográficas o económicas. Mas bien habría que pensar en que son causas humanas de las que no tenemos conocimiento.
Desarrollo de las áreas culturales:
Los millares es un poblado fortificado situado en un promontorio en la provincia de Almería.
Es el grupo mas rico y complejo demostrando una acusada personalidad. Distinguimos dos fases, la primera se caracteriza por estructuras circulares de pequeñas dimensiones que apenas alcanzan los dos metros de diámetro. La segunda fase tiene una mayoría de estructuras circulares y con diámetros que alcanzan los 4 metros y da lugar a una fase 2ª - 3ª en que predominan las estructuras rectangulares que llegan a los 5 metros de eje con corredor.
La mayoría de los sepulcros eran "tholoi" con corredor, también había sepulturas en cuevas, así como construcciones circulares y sin corredor.
Dada la personalidad de este yacimiento, podemos hablar de una cultura de los Millares y podemos hablar de una fase A, anterior a la aparición del Campaniforme y una fase B con la aparición de vasos Campaniformes.
A parte del poblado ya descrito, hallamos asentamientos similares en otros puntos del SE de España y de la costa occidental portuguesa, sobre todo en la desembocadura del Tajo, que son pequeños poblados fortificados y sus necrópolis suelen ser "Tholos".
La aparición de ciertos objetos relacionados con la fundición del cobre demuestra la existencia de una metalurgia de este metal. Estos poblados demuestran la conexión con el Mediterráneo Oriental, relacionados con los prospectores de metal.
Es el peor sistematizado. Comprende una serie de manifestaciones extendidas por Huelva, Portugal y Extremadura. De allí el megalitismo llega a Salamanca y penetra por la cuenca del Duero y también por la del Tajo. Se cree que bajo el influjo de los prospectores de metales orientales nacieron todos estos poblados.
Los tipos de tumbas más comunes son los sepulcros megalíticos (dólmenes, sepulcros de corredor, y galería cubierta), hay también "Tholoi", aunque más imperfectos, así como enterramientos en cueva de caracter colectivo.
La cerámica hallada recuerda a la de los Millares. Un poblado de singular importancia es el de Vilanova de San Pedro (Portugal)
En Vilanova I se han hallado cerámica y otros objetos procedentes del Mediterráneo Oriental.
Vilanova II comienza en 1.800 a.C. y se caracteriza por la aparición del vaso Campaniforme.
A pesar de las diferencias regionales hay una gran uniformidad en todos los poblados y no puede considerarse fruto de la evolución de las culturas neolíticas locales, ni de una invasión amplia de la Península por nuevas gentes , ya que los hallazgos de estos poblados difiere de otros yacimientos contemporáneos cercanos a ellos. Más bien son el resultado de una colonización con asentamientos aislados y en realidad es difícil de saber si esta cultura fue creada por los pueblos de Oriente que traen la metalurgia y las sepulturas megalíticas, o bien si fue sólo una asimilación por parte los indígenas locales de determinados elementos culturales, entre otros las sepulturas megalíticas.
Dada la dificultad de establecer si los diversos asentamientos son de origen oriental o locales, podemos decir en general que aquellos asentamientos tipo "Tholos" son orientales.
En el suroeste el megalitismo parece de origen alentejano y extremeño.
En Huelva prevalece el sepulcro de corredor (Zalamea la Real).
Las galerías cubiertas en el Suroeste no son costeras, sino más bien de interior y podemos pensar que los grandes corredores correspondientes a galerías cubiertas son occidentales (Casa Bermeja. Málaga).
La cueva artificial adquiere densidad en las cuencas bajas de los grandes ríos (Tajo, Algarve en relación con el Guadiana y el Guadalquivir). Aunque también en las cuevas se ha querido buscar una conexión mediterránea.
El rico megalitismo alentejano y extremeño será el núcleo de expansión hacia el N y S peninsular, organizándose grupos en Salamanca, Zamora, etc. y quizás hacia Vasconia a través de Burgos. Tendríamos entonces dos vias de expansión de los megalitos occidentales hacia el Este, una septentrional y otra meridional. Con un vacío centro - oriental.
En la zona sur occidental aparte del megalitismo alentejano - extremo, encontramos otros monumentos tipo Tholos como el conjunto de Gandul (Sevilla) que presenta tholoi y galerías cubiertas en simbiosis.
También en Antequera (Cueva del Romeral) es un Tholos, sin embargo también en Antequera la cueva de la Menga es una galería cubierta, lo mismo que la de la Viera. En Sierra Morena abundan las galerías cubiertas.
En general parece que conviven el megalistismo de origen alentejano - extremeño con el oriental que se manifiesta en los Tholos.
Presenta una gran unidad, derivada de la identidad de las formas culturales que se nos ofrecen desde los hallazgos vascos a los del Pirineo Navarro y Aragonés hasta los dólmenes del N de Cataluña.
Los tipos de tumbas más extendidos son los dólmenes y cistas. Estas suelen ser reducidas, de unos dos metros de longitud, algo menos de anchura y 1,5 m. de altura máxima. Están formadas por 3 ó 4 losas aparte de la cubierta, que suele ser de mayores dimensiones. Hay también sepulcros de corredor y de galería. No se conoce la técnica de la falsa cúpula. Parece que en esta cultura pirenaica fueran los sepulcros de corredor, a veces con cámaras de grandes dimensiones como los del Alto Ampurdán.
Más avanzados parecen las galerías cubiertas como en Torrent (Tarragona). Aparecen vasos Campaniformes sencillos.
El tercer momento seria el de las cistas, sobre todo en el Segre, con piezas de metal, ámbar etc. que corresponden al periodo argárico.
La cultura megalítica catalana aparece en un momento paralelo o posterior al apogeo de los Millares y perdura hasta el final de la Edad del Bronce.
Tal vez en la personalidad de la cultura megalítica, además de la geográfica, pudo existir una realidad étnica originariamente mediterránea.
Parece seguro que el megalitismo se introdujo en la cultura pirenaica desde las islas del Mediterráneo Central, donde ya se inhuman colectivamente en cuevas sepulcrales y sobre todo desde el sur de Francia, donde arraigó fuertemente.
Después recibió el influjo del Vaso Campaniforme en época temprana del megalistismo y evolucionó recibiendo influencias de distintos lugares.
De hecho, los sepulcros más monumentales con corredor y cámara megalítica o los de galería cubierta, así como los sepulcros en cuevas artificiales se agrupan en las regiones cercanas a la costa mediterránea, donde los recién llegados aportaron con mayor fuerza y en el momento más antiguo, mientras que el resto del área pirenaica se usó más frecuentemente la cista megalítica.
Parece que es en el Alto Ampurdan donde se encuentra el núcleo más antiguo, de ahí pasó al norte de Cataluña y Aragón. En general, los núcleos propiamente pirenaicos adoptan formas empobrecidas o simplificadas de estas sepulturas megalíticas.
La zona vascongada ofrece una gran riqueza de monumentos megalíticos y es posible que recibieran contactos del centro portugués a través de Galicia y Asturias.
Frente al origen septentrional y directamente mediterráneo de los dólmenes pirenaicos, hay que admitir también un origen meridional almeriense para la mayoría de los elementos del ajuar que estos monumentos presentan
A parte de los tres grupos estudiados anteriormente merecen atención el Noroeste peninsular y Baleares.
Faltan datos sobre los megalitos, ajuares etc. para establecer conexiones para establecer conexiones peninsulares. Los megalitos gallegos, llamados "antas" o "arcas" se dividen en dólmenes propiamente dichos y en sepulcros de corredor poligonales o circulares.
Abundan los túmulos (mamoas) con plantas circulares y ovales construidos de piedra y tierra, ocasionalmente delimitados por un anillo de piedras.
Los dólmenes más simples parecen los más primitivos, según la pobreza de sus ajuares.
Una característica de los dólmenes gallegos y asturianos es la decoración pintada o grabada en una veintena de monumentos.
Es un área megalítica que está fuera del ámbito peninsular y presenta una serie de construcciones monumentales de gran perfección técnica, y que plantean un interesante problema cultural y cronológico. Parece que su origen es la misma corriente que originó la de los millares.
Lo más notable son sus construcciones y sepulturas, estas últimas en grandes cuevas artificiales que se obtenían excavando en la arenisca y en las calizas de Mallorca largas cavidades. en Mallorca y Menorca son numerosas estas cámaras subterráneas, algunas se pueden fechar al comienzo del segundo milenio a.C.
La cerámica es de un tipo más especial con vasos carenados y ovoides, también aparecen puñales de bronces.
Parte de este instrumental, aparte de baleares, se encuentra en las demás culturas megalíticas de occidente.
Los grandes monumentos talayóticos (torres de planta cuadrada o circular, y sección troncocónica o piramidal) se levantaron en piedra seca y aparejos megalíticos. Debieron de ser originarios de la corriente megalítica mediterránea.
Otro monumento es la "taula" que es una gran losa apoyada en otra en forma de "T". Las navetas son otra construcción típica balear. Las más monumentales se encuentran en Menorca, levantadas sobre una planta en forma de nave, en uno de sus extremos ofrece una cámara dividida interiormente en dos o tres naves. A su interior se llega por un estrecho corredor.
Los creadores de la cultura megalítica balear debieron de sentir la inseguridad de los isleños y construyeron para su seguridad y la de sus rebaños enormes recintos amurallados con grandes piedras.
Los objetos aportados por la cultura talayótica son variados y abundantes, pero de difícil interpretación. son posteriores a los fenómenos megalíticos peninsulares.
Según Almagro, en el Cicládico primitivo y Minoico II , III (2.400 - 2.000 a.C.) se desarrollaron en el Egeo los sepulcros excavados en la roca que originarían las sepulturas colectivas subterráneas de cámaras y corredor, que desembocan el los "Tholoi" micénicos.
La Península Ibérica recibió de Creta y las Cícladas, no sólo las primitivas e iniciales sepulturas de tipo "Tholos" como las de los Millares, sino que desde el área micénica llegaron más tarde a los grandes centros del valle del Guadalquivir las grandes estructuras como la de la Cueva del Romeral del tipo "Tholos" micénico.
Para este autor, nuestra cultura megalítica comienza en una fecha algo anterior al 2.000 a.C. y representa el inicio del periodo llamado periodo I Hispánico, llamado por otros "Theolítico" o "Calcolítico", con metalurgia del cobre sin estaño.
Se pueden establecer dos periodos, A y B, en ellos el único elemento cronológico válido es la aparición del Vaso Campaniforme a comienzos del II milenio, que se presenta en los enterramientos y en los corredores cuando las cámaras ya estaban llenas de sepulturas. Su finalización es irregular. Le sigue la Cultura del Argar que fecha su comienzo en la aparición de las cuentas de collar de pasta vítrea en Fuente Álamo (Almería), poblado característico del Bronce Medio (1.400 - 1.500 a.C.)
TEMA 17. EL VASO CAMPANIFORME
Después de casi un siglo de investigaciones, el fenómeno campaniforme continua siendo uno de los más enigmáticos problemas de nuestra prehistoria. Su caracter de cultura ha sido sustituido por el de fenómeno, por ser este término más adecuado, ya que desde el final del calcolítico y durante el bronce antiguo, existen gran variedad de culturas diferentes europeas que adoptan como simple elemento el vaso campaniforme.
La causa de la vasta expansión del campaniforme, más amplia que el megalitismo, se ha atribuido a la generalización del comercio del metal y otros productos a través de las vias naturales que sirven de aglutinante cultural europeo.
Las causas de su expansión no es posible determinarlas con precisión, pero quizás obedezca simplemente a una moda de cerámica, tenida en gran estima y que sirvió como elemento económico de cambio.
La cultura del vaso campaniforme está caracterizada por unas formas cerámicas de perfil acampanado, cubierto por una decoración de distintos tipos, dispuesta en bandas horizontales paralelas.
Según Montelius, que en 1.900 creía el Campaniforme originario del Tasiense egipcio. Pero Shmidt en 1.913 lo considerará ibérico y de mediados del III milenio a.C., pero sin aclarar las rutas de expansión hacia Europa, teoría que ha llegado a nuestros días con casi general aceptación, sobre todo después de los trabajos de A. del Castillo que coloca so origen en Carmona, en el Guadalquivir, para expandirse por Iberia y por gran parte de Europa.
La teoría de del Castillo fue reforzada por Bosch Gimpera, quien sugería que la cerámica decorada de las cuevas era el antecedente del campaniforme. Bosch contempla cuatro tipos de campaniformes, y tres de ellos los considera ibéricos.
El I de Cienpozuelos, lo considera el más antiguo, y lo data en la 1ª mitad del III milenio.
El tipo II significa una degeneración del anterior con una cronología entre el 2.500 - 2.300 a.C. Al tipo III correspondería el llamado vaso marítimo, fechado a finales del III milenio.
Las teorías de Bosch Gimpera han sido puestas en tela de juicio, ya que la clasificación hecha por él no tiene en cuenta la ausencia de estratigrafía.
Savory desde 1.968 también cree en un origen ibérico del Campaniforme, iniciándose según él, con el tipo marítimo, que engendra el tipo continental de Palmela y Carmona, y que originarían a su vez el de Cienpozuelos, aferrándose a la teoría del flujo y el reflujo se Sangmeister, según la cual, el Campaniforme pasa al resto de Europa por diversas vias y regresa de nuevo a Iberia por el Ródano.
En general, todas la teorías se mueven dentro del campo de la hipótesis. La más reciente y de más peso actualmente es la de Harrison, para quien los vasos campaniformes no fueron un fenómeno unitario, habiendo pruebas de un origen independiente, local en más de un área.
Para Harrison los vasos campaniformes marítimos tienen un origen hispano, estando su núcleo en el estuario del Tajo. Otros, sin embargo, tienen su origen en el Rhin. No obstante, hay que reconocer un hecho, y es que la Península ofrece la más rica y variada serie de hallazgos de vasos campaniformes, y que se pueden clasificar en los siguientes estilos.
Presenta una distribución costera y es el más generalizado. Tiene una decoración de puntillado, en bandas horizontales, y ésta se extiende desde el borde al pie del vaso.
Los dibujos son más variados y elaborados. Líneas entrecruzadas, en ángulos, etc. Parece que este grupo es posterior al puntillado.
La vieja teoría del origen oriental del Campaniforme en el Tasiense egipcio del V milenio a.C. fue pronto desechada por su desfase cronológico.
La defensa de los distintos orígenes del Campaniforme (Meseta, estuario del Tajo, Ródano, Bohemia) es aceptable si se hace referencia a determinados tipos, pero quizás el campaniforme es una simple moda decorativa de la cerámica, convergente simultáneamente o sucesivamente en los diferentes círculos culturales del calcolítico.
Los motivos geométricos, formando triángulos, rayados, paralelos, etc. del Neolítico medio de la Cueva de la Dehesilla (Cádiz) obligan a pensar en un potente sustrato del repertorio decorativo del Campaniforme, fechado por el C-14 IV milenio a.C., lo que quiere decir, no que el Campaniforme surja en Andalucía Occidental, sino que ciertos motivos técnicos del campaniforme ya existían "in situ" 1.500 años antes.
Como se indica anteriormente, es en España donde se ofrece la más rica y variada serie de hallazgos de vasos campaniformes que se pueden clasificar en los siguientes grupos:
Se caracteriza por una arcilla anaranjada y rojiza, y con decoraciones puntilladas de bandas estrechas. Dentro de este grupo hay que diferenciar el "campaniforme cordado" de origen extrapeninsular y considerado el más arcaico, decorado con bandas impresas con cuerda, que es una técnica centroeuropea que encontramos en Bohemia, Rhin, Ródano y en el Levante español, Vasconia y Alto Ebro.
Es posterior al marítimo. La variante del "Campaniforme Palmela” presenta copas de pie alto y decoraciones puntilladas geométricas, distribuidas por el estuario del Tajo, Guadalquivir, Meseta y Norte de Marruecos.
La variedad de Carmona presenta analogías con el de Palmela por sus grandes vasos. La variedad catalana de Salamó (Tarragona) es más tardía y tosca, de grandes dimensiones, color marrón negro y decoración incisa geométrica, con influencias del Ródano y de la Meseta.
Temas - examen de Arqueología y Prehistoria 1er. parcial
ÍNDICE
TEMA 1.- EL BRONCE ANTIGUO Y MEDIO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.
TEMA 1.- EL BRONCE ANTIGUO Y MEDIO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.
La Edad del Bronce hispano se conoce con detalle gracias a los trabajos de los hermanos Siret, descubridores de la cultura del Argar.
Desde el inicio de las investigaciones a finales del siglo XIX, el Bronce hispano ha sufrido un fuerte handicap a causa de la una terminología no correcta, que ha dificultado los conceptos. Al descubrirse la definida cultura del Argar, típica del Sureste, se quiso ver en el resto de la Península la expansión de este horizonte, de tal manera que se identificó cultura del Argar con la Edad del Bronce peninsular. Ante la poca evidencia de la existencia del horizonte argárico en la mitad atlántica peninsular, se establecieron dos grandes círculos: Bronce mediterráneo o Argar y Bronce atlántico.
Desde los años cincuenta, en que se detectó estratigráficamente en el Cerro del Real (Galera, Granada) el Bronce final o postargárico, los conocimientos sobre esta fase tardía se han incrementado notablemente, de tal manera que ya es un hecho la periodización, más o menos uniforme, según los círculos, de un Bronce antiguo, un Bronce medio y un Bronce reciente. Los círculos mejor conocidos corresponden a la zona meridional hispana, donde se habla de un Bronce tardío, postargárico en el Sureste o Argar C, seguido de un Bronce final.
El Bronce peninsular se inicia a principios del II milenio a.C. ya avanzado el periodo subboreal, caracterizado por un ambiente fresco y seco, perdurando hasta los inicios del periodo subatlántico, de ambiente templado y húmedo, cuyos inicios habría que colocarlos a principios de I. milenio a.C. Según los datos suministrados por algunos yacimientos de habitación del Sureste. La fauna salvaje predominante es el ciervo, jabalí, la capra hircus y la libre. La Flora estaría compuesta por alcornoque, encina, pino, acebuche, pistacho, higuera, romero, esparto, etc.
Parece evidente una continuación de las poblaciones calcolíticas. Los escasos estudios ofrecen datos de cierta importancia, como la altura media de los restos humanos encontrados oscilan entre los 1,60 y 1,65 m., una patología de frecuente artritis y deformaciones en los huesos largos de las piernas, supuestamente debidos a la forma de sentarse en cuclillas. Se ha comprobado una gran mortalidad infantil y una gran escasez de individuos seniles entre los 40 y los 60 años.
Esta jugó un papel primordial junto con la agricultura, que se potencializa en todo el ámbito peninsular. A través del Cerro de la Encina (Monachil, Granada), se observa que en el Argar B predomina el caballo, al igual que en el Cerro de la Virgen (Orce, Granada). El buey da un gran impulso en el Bronce; no obstante se ve superado por la oveja y la cabra, muy abundantes durante el Calcolítico. el cerdo, si embargo, va en regresión por lo que se refiere al sureste. en Levante, en la Montaña Asolada (Alzira, Valencia), la fauna doméstica se reduce a cabra, oveja, buey, cerdo y perro. en la Meseta, según los datos de los Tolmos de Caracena (Soria), predominan los ovicápridos y caballo.
Adquiere un auge especial con el cultivo generalizado del trigo, cebada y leguminosas, por haber sido localizadas estas especies en los poblados, así como instrumentos para su tratamiento, como los llamados dientes de hoz, o láminas dentadas. El trigo es normal en yacimientos como El Argar, Lugarico Viejo, Zapata, Fuente Vermeja, Ereta del Pedregal, etc., así como la cebada y el guisante. A pesar de que los granos de oliva son también comunes, parece que se trata de acebuche silvestre. Otro producto cultivado que serviría para obtener fibras y, quizás, para consumir las semillas, seria el lino, localizado en Zapata, el Argar, La Bastida de Totana, etc.
Jugaron un papel singular en la economia de la Edad del Bronce, sino nos atenemos a la densidad de distribución de los yacimientos, precisamente en zonas minerales de cobre, plata y plomo, como son los círculos de Almería, especialmente en la cuenca del río Almanzora, donde se concentran varias decenas de yacimientos, el círculos del Algarve y, en general, la cuenca del Guadalquivir. En el Sureste, la zona minera mejor conocida, se explota el cobre, y la plata de Sierra Almagrera, dándose el curioso fenómeno de la prácticamente inexistente metalurgia del Bronce, propiamente dicho, como una aleación de cobre y estaño, fenómeno perfectamente explicable en el Sur hispano y en Levante por la ausencia de este último metal, más propio del círculo del Noroeste. Aunque normalmente se habla de Edad del Bronce, es cierto que se trata de una metalurgia de cobre arsenicado que adquiere cierta dureza. La técnica de la metalisteria del bronce es por fusión, según los diferentes tipos de moldes de arenisca para fabricar hachas, puntas de flecha, varillas, punzones, etc., tan frecuentes en los yacimientos argáricos.
En Levante, la metalurgia se inicia más tardíamente que en el Sureste y por supuesto, que en el Suroeste, siendo a través del Bronce Valenciano pobre y menos acentuada que en esos círculos, y habiendo sido constatada por la presencia de moldes de arenisca, crisoles y escorias.
Durante la Edad del Bronce hispano toma un gran auge el comercio, tanto de tipo atlántico en la zona occidental, como en el Mediterráneo, siendo exponentes claros las tipologías de instrumentos metálicos del Noroeste, tan relacionadas con Bretaña y las Islas Británicas, especialmente con la cultura de Wessex. Respecto al Mediterráneo, las cuentas de pasta vítrea de Fuente Álamo y de la cueva de la Pastora, conectan la Península con el Egipto de la XVIII dinastía o con el Micénico I. Por otra parte, la tipología de los instrumentos metálicos, de las formas cerámicas, de los enterramientos en "pithoi" y las plantas rectangulares de la viviendas en Levante y Sureste obligan a prestar atención a las influencias mediterráneas.
En el II milenio a.C. el hábitat que anteriormente tenía lugar frecuentemente en cueva, prefiere la superficie, incluso en aquellas geologías calcáreas. En el Sur se observa como la cueva es abandonada en favor del poblado de superficie (La Carigüela, Nerja, la Dehesilla, Parralejos, etc.), en que las estratigrafías iniciadas en el Neolítico antiguo o en un momento anterior, terminan con el Calcolítico.
En Levante, donde se prodiga el poblado del Bronce, sucede lo mismo, según las estratigrafías de la cueva de L'Or, de la Sarsa, etc. En la Meseta y en el Valle del Ebro, las estratigrafías y los hallazgos sin contexto en cuevas indican la pervivencia de este tipo de hábitat, no obstante existe en toda la Península un denominador común, consistente en la generalización del poblado de superficie y en círculos, como el levantino y el suroriental, un cambio en la estructura de los poblados.
En el Sureste y Levante como en el Cerro de la Virgen de Orce, Los Castillejos (Granada), Almizaraque y Ereta del Pedregal (Beniarrés, Alicante) los emplazamientos de los poblados del Bronce son continuación del Calcolítico, pero el caso más frecuente consiste en la aparición "ex novo" de un nuevo poblado, dotado de cierta urbanística primaria. Los poblados se asientan sobre alturas, inaccesibles, defendidos natural y artificialmente por medio de murallas de piedra que se acomodan a la topografía del cerro.
La muralla artificial no es un fenómeno nuevo, pues ya existía en el Calcolítico levantino, meridional y occidental hispano, pero con el Bronce, la muralla es más tosca per más potente, a la vez que esta se multiplican, denotando un ambiente de temor e inestabilidad.
La mayor concentración de poblados se extiende en el Sureste con penetraciones hacia el Levante y hacia la región manchega, donde las motillas son claros exponentes de este sentido de fortificación.
En el Sureste, los poblados argáricos, se sitúan en las proximidades de las minas de cobre y plata, dándose dos tipos de emplazamiento: los grandes poblados como el Argar, que dio nombre a la cultura, se sitúan a la salida de un valle, otros grandes poblados prefieren la meseta o una pendiente de montaña. Los pequeños poblados se emplazan a mayor altura junto a valles o vias naturales, estando siempre en relación visual con el gran poblado o metrópoli. Otra característica de los poblados argáricos es la relación con fuentes y arroyos.
Atendiendo al emplazamiento de los poblados argáricos, la agricultura debió jugar un papel secundario con relación a la metalurgia, por la general ineptitud agrícola del contorno. El peligro debió de ser tan constante que los poblados, que no disponen de grandes posibilidades de defensa, utilizan pequeños fortines aislados, que servirían, al menos, de torres vigías, al igual que sucedía en el Calcolítico de los Millares.
El poblado de el Argar (Antas, Almería) se emplaza en una meseta, situada junto y a la izquierda del río Antas, de forma irregular y elevándose 35 mts. sobre el río. Según los datos de L. Siret, se levantaban fortificaciones en los puntos más accesibles. en el interior, las casas se construyen con grandes cantos rodados, unidos con barro. Las dimensiones de las habitaciones suelen ser de 8 x 2,5 mts. siendo la parte superior de barro y adobes.
A juzgar por la descripción de los hallazgos que da Siret del Argar, el yacimiento debió de iniciarse en el Calcolítico final con Campaniforme.
El poblado de Fuente Vermeja (Río de Antas) se sitúa a unos tres kilómetros del Argar, se trata de un pequeño poblado fortificado natural y artificialmente sobre un promontorio, extendiéndose las habitaciones en una pendiente abancalada. L. Siret excavó doce casas rectangulares de unas dimensiones entre tres y seis metros de lado y adosadas a la muralla.
El poblado de Lugarico Viejo (Antas) se sitúa 800 metros más arriba de Fuente Vermeja, extendiéndose el poblado por la cumbre de una colina de una hectárea y a una altura de 60 mts. sobre el río. La muralla, de un metro de grosor, se extiende por las zonas más accesibles; las casas tienen tendencia rectangular, apoyándose muchas de ellas sobre la muralla y disponiendo de barro y ramaje, sostenida por postes de madera.
El poblado de Ifre (Murcia), se presenta como un gran peñasco elevado de 125 mts. sobre la rambla adyacente, donde fluye agua constante. Existen vestigios de muros defensivos o para cerca de ganado. Las casas se agrupan construidas con piedras y barro, con muros de un grosor de 40 a 70 cm.
Otros poblados importantes son Zapata, Gatas (Almería), El Oficio (Almería) y Fuente Álamo (Almería).
En la excavación de Almizaraque (Almería) pudo comprobarse que el tránsito de la casa circular, de tipo "tholos", a la casa rectangular, de tipo argárico, tuvo lugar en el momento de Millares II, ya entrado el Campaniforme. En el Cerro de la Virgen de Orce, con el Argar en su fase III, parecen desaparecer las plantar circulares de las viviendas, sustituidas por otras, quizás rectangulares.
En Levante, se conocen más de un centenar de poblados de la Edad del Bronce, emplazados siempre sobre puntos elevados inexpugnables, tanto en la cima como en las pendientes, y estando rodeados de murallas. Las viviendas rectangulares con zócalos de piedras y paredes de tapial, tienen unas dimensiones, las pequeñas de 2 x 3 mts. y las grandes de 4 x 5 mts. Las edificaciones se disponen formando calles rudimentarias y constituyendo un cierto urbanismo.
Las murallas son poderosas, estando construidas en los puntos más peligrosos con piedras sin escuadrar, formando un doble paramento relleno de bloques y con grosores de hasta 2 mts.
Entre los poblados del Bronce Valenciano habría que destacar el del castillo de Callosa de Segura, emplazo en terrazas de ladera y cuyos materiales corresponden a los enterramientos bajo las casas. El Cercat de Goyanes se levanta protegido por doble foso y con una construcción circular. En el Altico de la Hoya (Navarrés, Valencia) las casas disponen de postes de sustentación. Otros yacimientos importantes son el Cerro de la Cañada Palomera (Villar del Arzobispo) Mas de Menete (Alcoy) y la Mola Alta de Serelles (Alcoy).
La influencia de esta civilización de fortalezas se deja sentir hacia el interior por la depresión de Granada, Guadix, de Baza y de Huescar hacia el alto Guadalquivir, siendo una consecuencia los poblados fortificados denominados motillas, que se distribuyen por la llanura manchega junto a ríos o pantanos, presentándose como enormes túmulos circulares con diámetros que alcanzan los 100 mts. y alturas de hasta 12 mts. Varias son las motillas estudias que han creado una facies peculiar del Bronce hispano, denominada cultura de las motillas. En Albacete se conocen Peñuela I y II, con construcción central circular en forma de torre sobre la que se apoyan, a su alrededor, otras estructuras también circulares, todo ello rodeado por muralla y extendiéndose el poblado por los aledaños. Pero quizás la mejor conocida sea la de los Palacios (Almagro, Ciudad Real), con unas dimensiones de 100 mts. de diámetro por 12 de altura. Esta motilla consta de gran torre central con varios anillos amurallados concéntricos y poblado alrededor con cabañas deleznables. Ante estas estructuras no puede menos de verse una tradición calcolítica de Millares I, dentro del marco general de las islas del Mediterráneo central y occidental.
En el Noreste no hay urbanismo durante el bronce antiguo y medio, si exceptuamos el círculo de Teruel, muy ligado al levantino, prosiguiendo el hábitat en cueva, tanto en Cataluña como en Huesca. El círculo de Teruel posee como yacimiento principal el Castillo de Frías (Albarracín) con una potente estratigrafía de cuatro metros, en la que se constataron estructura de adobe sin planta determinada, de clara influencia levantina y fechadas por el C-14 en 1.520 a.C.
En el Suroeste, en la cuenca del Guadalquivir se ha podido constar en el momento del Bronce pleno, la presencia de estructura circulares de piedra y barro en los pocos poblados conocidos como los de Mesas de Asta (Jerez), los Quemados (Córdoba) y d estructuras rectangulares en el Berrueco (Medina Sidonia).
Por otro lado, en Mallorca, tiene lugar el periodo pretalayótico con viviendas en cuevas naturales y artificiales, alargadas con nichos y corredor. También se conocen construcciones naviformes, similares a las navetas funerarias de Menorca. En esta misma isla, el hábitat es también de cuevas naturales y artificiales
Con el Bronce antiguo, la industria lítica tallada se empobrece, tendiendo a desaparecer las grandes láminas retocadas y las puntas de flecha, industria sustituida por útiles metálicos de cobre arsenicado o bronce, según los círculos. Aumentan considerablemente las pequeñas láminas dentadas utilizadas como dientes de hoz. La piedra pulimentada como las hachas y azuelas, cinceles, afiladores, etc. en ciertos círculos del interior se mantienen en auge. en realidad se trata de una pervivencia anterior, que continuará empobreciéndose hasta el Bronce final. en el Sureste las láminas denticuladas serán muy abundantes, como se demuestra en el nivel superior de Almizaraque, conviviendo con las hachas pulimentadas.
En Levante, el nivel superior de la Ereta del Pedregal, denominado horizonte campaniforme de transición, continua enrarecida la industria lítica del Calcolítico, con puntas de flecha, tanto de aletas y pedúnculo, como cruciformes e, incluso, los geométricos, dando un impulso las láminas dentadas.
En el Valle del Ebro y Aragón, la industria lítica más característica son igualmente las láminas dentadas, prosiguiendo, sin solución de continuidad, las industrias macrolíticas de los talleres de silex, junto con las puntas de flecha de aletas y pedúnculos. en la Meseta y en el Norte, donde la Edad de Bronce está poco definida, el tipo más abundantes es la lámina dentada.
Muchos útiles de hueso, como los punzones, agujas, perforadores y cinceles del Calcolítico, continúan con las mismas tipologías, aunque es norma el empobrecimiento de la industria ósea. Continúan también en el Bronce antiguo los botones piramidales y prismáticos con perforación en "V", tanto los de hueso como los de marfil. Las puntas de flecha de silex conviven en Aragón y en la Meseta con las de hueso. en las Baleares, durante el Bronce llamado pretalayótico, continúan los botones con perforación en "V", tanto los de forma cónica como los piramidales.
En la cerámica se observa un cambio respecto al Calcolítico. En cuanto a la cocción de los vasos, tiene lugar un cambio, al preferirse el fuego reductor, por lo que las cerámicas, al menos en los círculos meridionales, oscurecen sus superficies, a la vez que adquieren un tratamiento alisado que llega al bruñido. Las formas carenadas son en el Bronce elemento típico. Lo que si se observa es una evolución de los vasos carenados que, partiendo de carenas muy bajas, irán alzándolas hasta llegar a la mitad del vaso en el Bronce medio, para terminar en la parte superior del mismo con el Bronce Final. Las bases planas en
el Bronce medio y avanzado, irán haciéndose más frecuentes en Levante y en todo el Noroeste, convirtiéndose en el tipo de base típico de los grandes vasos para almacenamiento o tinajas.
Otra forma que se generalizará en el Bronce y llegará hasta la Edad del Hierro, serán los vasos de tendencia ovoide o globular, cuello estrangulado y perfil en "S" teniendo gran acogida en Levante, Noroeste y en el interior. Una forma, últimamente valorada, es la llamada botella, de aspecto globular con gollete, muy estilizada, propia más bien del Sureste. Las cucharas o cuencos con mango, iniciados en el Neolítico final, todavía prosiguen en el Bronce meridional. Un tipo de cerámica singular es la llamada quesera, consistente en un cuenco, o también en una forma de tendencia troncocónica invertida, sin base, con paredes totalmente perforadas y que está en progresión creciente respecto al Calcolítico.
Las decoraciones de la cerámicas del Bronce son anómalas y, si existen, es por pura tradición anterior. En los vasos toscos de cocina o almacenamiento predominan los mamelones y cordones, generalmente con impresiones de digitaciones o de espátula y los puntillados. Casos excepcionales son las decoraciones incisas y puntilladas formando geometrismos toscos, explicables como una simple degeneración del campaniforme y siendo más frecuentes en los círculos de las Meseta y el Noroeste.
En el Sureste, donde mejor se conoce el Bronce antiguo y medio, en la primera fase o Argar A los vasos más típicos son los de carena media y las copas de pequeño pie. La copa argárica ha sido relacionada con formas orientales y egeas que evolucionan desde el IV milenio a.C. En el Argar B o Bronce pleno la copa alarga el pie y curva el borde hacia adentro, y los vasos carenados desarrollan la parte superior, que adopta la forma troncocónica llamada tulipa.
Con la Edad del Bronce la minería y la metalurgia por fundición alcanzan un esplendor anteriormente desconocido, convirtiéndose, en comarcas como el Sureste y el Suroeste portugués, en los círculos más florecientes, seguidos por Levante y la Mancha. entretanto, desarrolla un especial florecimiento el círculos del Noroeste, de influencia atlántica. el principal metal es el cobre y en menor proporción la plata. La gran explotación del cobre se constata en el Argar, donde L. Siret halló cien kilos de este metal. Por otra parte, es normal en cualquier yacimiento del Bronce la presencia de crisoles, escorias y moldes de fundición. Un índice también de la metalurgia los presta el Argar, donde aparecieron dos centenares de puñales y cincuenta hachas.
Los tipos de útiles se multiplican, perdurando unos y apareciendo formas nuevas. el oro, típico del Calcolítico, prosigue en el Bronce en menor proporción. Algunos elementos calcolíticos continúan en el Bronce antiguo, como las puntas de flecha de Palmela, agujas, leznas, punzones, escoplos y hachas, sufriendo una evolución en forma y tamaño. Elementos nuevos serán especialmente las armas en sus modalidades de puñales con remaches para el enmangue, alabardas, espadas, puntas de lanza, puntas de flecha de aletas y pedúnculo y grandes hachas de filo curvo. Los adornos metálicos desplazan, casi totalmente, a los líticos y óseos, predominando las diademas de cobre o plata, y los brazaletes, anillos y pendientes en espiral.
La cronología de los diferentes tipos metálicos está siendo dada por las excavaciones de Fuente Álamo, donde se ha constato que en el Argar A los puñales triangulares posee de 3 a 5 remaches, situados en arco, mientras que en el Argar B los puñales son más estrechos, con los filos casi paralelos y con un número de remaches de dos, cuatro o seis, conviviendo con espadas, alabardas normales y de tipo Montejicar (con espiga y remaches) y hachas planas de filo curvo. Las alabardas con fuerte nervio central y base ensanchada con remaches, al parecer, de origen occidental europeo, en Fuente Álamo aparecen sólo en sepulturas del Argar A, mientras que los puñales con nervio y remaches, con orígenes mediterráneos del Heládico, son normales en todo el Bronce antiguo y medio.
En Levante, la metalurgia, por falta de minería, está en regresión respecto al Sureste, siendo de cobre arsenicado con alguna excepción, como en la Montaña Asolada, siendo los útiles más comunes las arcaicas puntas de Palmela, que evolucionan hacia formas foliformes como las de la Ereta del Pedregal, las hachas planas con filo vuelto o los puñales triangulares planos y pequeños con dos o tres remaches. También hay ejemplos de alabardas.
Conforme se avanza hacia el Noroeste, el cobre escasea, sin que falten ejemplos de hachas planas o de puñales de dos remaches.
En la Meseta los datos con que se dispone en la actualidad respecto a la metalurgia y la metalisteria son exiguos y sin contextos claros, como las espadas de remaches de Villaviudas (Palencia), La Cabrera (León) o las mas meridionales de Puertollano (C. Real). En las motillas manchegas los útiles de bronce se reducen a puñales con remaches y puntas de flecha con aletas y pedúnculo de influencia suroriental.
El Suroeste hispano, a pesar de sus grandes reservas mineras del sur de Sierra Morena y los complejos mineros de Río Tinto, Aznalcóllar y el Algarve portugués, no han entregado una metalurgia floreciente y desarrollada como se esperaba, siendo los hallazgos verdaderamente esporádicos, como algunos puñales triangulares con remaches, alabardas del tipo Montejicar, como la de Écija, espadas cortas, hachas de rebordes y puntas de jabalina con largo pedúnculo.
En el Noroeste se asiste a un gran florecimiento de la metalurgia de bronce y oro, que ha servido de base para la periodización del Bronce. Los puñales largos o espadas cortas son planas con enmangue de lengüeta, conviviendo con espadas largas de remaches de influencia meridional, relacionadas, según algunos autores, con Bretaña y Wessex. Las puntas de flecha, tipo Palmela gallegas, son de evidente influencia portuguesa. Las hachas, tipo Barcelos con rebordes y filo semicircular, frecuentes en el Norte de Portugal, son de origen irlandés, extendiéndose por Galicia y Asturias. Los discos solares de oro se han dividido en dos tipos: el tipo I, pequeño, que apenas llega a 12 cms. decorado con una cruz, círculos concéntricos y rayos solares, parece también originado en Irlanda con una cronología de la primera mitad del II milenio, y el tipo II, mayor, decorado con espirales, círculos concéntricos y zigzags, de origen análogo, se considera posterior.
En Asturias, igual que Galicia, ha entregado abundante material metálico, como los puñales de remache o el de lengüeta, hachas planas y las de tipo Barcelos, consideradas del Bronce pleno, así como anillos y otros adornos de oro.
En las Baleares, del periodo pretalayótico, con una cronología supuesta entre 1.500 y 1.300 a.C., la metalurgia es rara, reduciéndose a algunos ejemplos de puñales triangulares con remaches, punzones, aros y puntas de flecha de aletas y pedúnculo.
Además de la industria lítica, ósea, cerámica y metálica, el Bronce antiguo y medio multiplica otros elementos, como los textiles, cesteria, pasta vítrea, etc.
La industria textil debió de aumentar considerablemente con la confección de tejidos de lana y de lino, especialmente en el círculo de Sureste. Las fusayolas de tendencia globular aplanada, ya iniciadas en el Calcolítico, prosiguen en el Bronce, aunque con más escasez que las pesas de telar. Los productos de esparto, como las esteras de la Cuesta del Negro de Purullena o los ejemplares de cestos de Lugarico Viejo y cuerdas de tantos yacimientos del Sureste, van en progresión diversificándose respecto al Calcolítico. Hacia el interior, en el Noroeste, Meseta central y Norte, parece ser que el tejido se generaliza con el Bronce.
Un elemento de decoración personal, que sirvió a L. Siret para fechar el Argar, fueron las cuentas de collar segmentadas, tanto de pasta vítrea azul, verde y blanca, como las de hueso, aparecidas en la sepultura 9 de Fuente Álamo, relacionadas con las de Tell-El-Amarna y del Micénico II y III del siglo XIV a.C., con las de la cultura de Wessex, fechadas hacia 1.400 a.C. y con otras localizadas en yacimientos franceses.
El gran cambio sufrido en el Bronce hispano afecta directamente al enterramiento, con la introducción del rito individual frente al colectivo del Calcolítico. La introducción del enterramiento individual tiene lugar primeramente en el Sureste, desde donde parece introducirse en otros círculos peninsulares con cierta lentitud. Se introduce la pequeña cista de enterramiento dentro de los poblados, tanto en el interior de las casas, como en el Argar y en el Cerro de la Virgen de Orce, como fuera de ellas, según las excavaciones de Fuente Álamo. Este rito habría que considerarlo de clara influencia oriental y mediterránea.
La tipología de las tumbas del Bronce antiguo y medio es sumamente variada. Pervivencia del dolmen en las estaciones granadinas así como en otros puntos de la geografía hispana, donde el Megalitismo tuvo fuerte incidencia. el enterramiento en cueva persiste tanto en el Levante como en otras zonas, en el que el hábitat en cueva es ya tradicional. el enterramiento en fosa se ha detectado en el Argar A. El covacho artificial se desarrolla en el Argar A como continuación degenerada de la cueva artificial, como en el Cerro de la Encina de Monachil, donde fueron hallados cuatro enterramientos junto al poblado, consistentes en un pozo y cámara rectangular. Otro tipo de enterramiento propio del Sureste, consta de un simple pozo o gran fosa, como en el Cerro del Culantrillo y en el horizonte argárico del Cerro de la Virgen de Orce. Quizás sea la cista rectangular y construida con losas la forma más característica del enterramiento del Bronce ibérico, emplazada en el Sureste dentro de los poblados e incluso dentro de las viviendas, perfectamente documentada en el Argar A, de gran tamaño. La cista se extiende, como forma de enterramiento individual, por toda el área peninsular durante el II milenio a.C., dentro del poblado del Sureste y fuera de él.
Una incógnita surge al intentar localizar el foco primitivo peninsular de la cista, puesto que otro foco paralelo al del Sureste se extiende por el Suroeste, en el Algarve portugués, con posibles ramificaciones en dirección oriental hacia el Guadalquivir. Basándonos en la posible cronología, parece, no obstante, evidente el inicio de la cista en el círculo del Argar, siendo muy posible que el círculo del Algarve influyera en el occidente y norte hispano, siguiendo la misma trayectoria que en el Calcolítico lo habían hecho los dólmenes.
La modalidad del enterramiento en "pithos" es típico y prácticamente exclusivo del círculo del Argar B, extendiéndose por la zona costera hasta el Cerro de la Virgen de Orce, El enterramiento en "phitos" se documenta en Anatolia, ya desde el V milenio a.C., estando colocada la vasija horizontal y el cadáver con la cabeza junto a la boca. Por lo que respecta al Sureste hispano, tanto en el Argar como en yacimientos vecinos, el "pithos" se coloca horizontal y la cabeza del difunto siempre hacia el fondo del "pithos", como sucede en Creta, de todo lo cual se derivaría una influencia cretense en el enterramiento del Argar B.
En los enterramientos argáricos el ajuar es variado, siendo decisivo el puñal de remaches en los enterramientos masculinos, mientras que los punzones, pendientes y anillos predominan en los femeninos. Los grandes vasos con alimentos contienen piernas de ovicápridos y aves, correspondientes a animales jóvenes. La tipología de los vasos del ajuar también parece distinguirse según los sexos, correspondiendo los globulares exvasados a los enterramientos femeninos y las copas, con cierto predominio, a los masculinos.
El Sureste aparece como el círculo más rico en tipología de enterramientos, variedad de ritos y densidad de necrópolis. En el Cerro de la Virgen de Orce, en el horizonte del Argar A, fechado en el 1.785 a.C. por el C.14, el enterramiento se efectúa dentro de la vivienda y en fosa profunda o en un pozo, mientras que en el Argar B, fechado en el 1.500 a.C., el enterramiento, también en el interior de la vivienda, se efectúa en "pithos". En los Castillejos de Montefrio, en un horizonte del Calcolítico reciente y sincrónico al Argar A, con una cronología de 1.865 ± 35 a.C., el enterramiento todavía continua en pequeños sepulcros de corredor de inhumación individual y flexionado y con ajuares argáricos. En la Cuesta del Negro de Perullena, los enterramientos con material argárico se distribuyen en pozo con cámara bajo las casas de barro, estando los esqueletos flexionados con orientaciones diversas y sobre esteras de esparto y dándose el caso de enterramientos infantiles en "pithos". En el Cerro de la encina de Monachil, los enterramientos más primitivos son coetáneos del Argar B, utilizando el covacho preparado en la ladera del poblado. en Fuente Álamo las tumbas se excavan junto a las casas, alternando las cistas con los "pithoi" y con las cuevas artificiales de tradición calcolítica. En el Argar A de Fuente Álamo, el tipo más antiguo es la cueva artificial, seguida por la cista de gran tamaño, correspondientes al Argar A y sustituidas por las pequeñas del Argar B, lo que hace pensar en una evolución que, partiendo del pequeño sepulcro de corredor, pasa por la gran cista, para llegar a la pequeña cista. en cambio, en el Argar B, el tipo de enterramiento de Fuente Álamo, adopta el "pithos" y la pequeña cista. Otro dato a tener en cuenta en este yacimiento es el enterramiento doble en que el masculino es adulto y el femenino joven en el Argar A, mientras que en el Argar B, en la cista predomina el enterramiento femenino y al final del Argar son varios los enterramientos dobles en "pithoi" de infantiles son adultos, lo cual parece demostrar el predominio de la familia frente a la sociedad general. La necrópolis más rica del Bronce del Sureste es el Argar, donde Siret excavó cerca de mil tumbas dentro del poblado y entre las casas.
En el Suroeste los enterramiento estudiados por H. Schubart corresponden a la cultura de Ferradeira, de fuerte tradición calcolítica pero ya individuales y las del posterior horizonte de Atalaia, con monumentos circulares contiguos y secantes con respecto a otro mayor central que sirve de núcleo, dotados todos ellos de cista y cubiertos por un gran túmulo, con una cronología desde el Argar B, de mediados del II milenio y con perduraciones hasta la Edad del Hierro. Las sepulturas en cista del Bronce se identifican por todo el Algarve portugués, siendo idéntica en su tipología.
En Levante, el enterramiento colectivo prosigue arcaizante en cuevas y en grietas de las rocas, estando normalmente ausente la sepultura en el interior del poblado, como sucede en Peña de la Dueña, Campello y Altico de la Hoya, debiéndose citar ejemplos de enterramiento individuales en fosa, como en los yacimiento alcoyanos de Barranco del Cinc, Cercat de Gallenes, etc.
La comarca de Orihuela reviste especial interés por ser la zona de contacto, donde se interfiere el Argar y el Bronce Valenciano, según se constata en el interesante yacimiento de San Antonio, con tumbas de variadas tipologías, consistentes en superestructuras de círculos de piedra, cistas con túmulo, fosas, "pithoi", tipologías que se repiten en el Castillo de Callosa de Segura, donde las cistas y los "pithoi" suelen estar cubiertos con túmulos, con ajuares argáricos. En el Cabezo Redondo de Villena los enterramientos en cista o "pithos" en el interior del poblado denotan una clara influencia del Argar.
En el Noroeste, los megalitos pirenaicos prosiguen su evolución, degenerando en tipos menores hasta convertirse en cistas rodeadas en un círculos de piedras y túmulo.
La Meseta ha entregado pocos datos sobre los ritos funerarios del Bronce, pero sabemos que el rito de enterramiento en "pithos" penetra desde el Sureste hasta la Cueva de Segóbriga (Cuenca), con ajuares todavía arcaizantes, pero tardíos, del horizonte campaniforme.
En el círculo del Noroeste, los pocos enterramientos estudiados obedecen a tipologías de fosas o cistas aisladas bajo túmulo, con cronologías muy imprecisas, aunque también puede admitirse la perduración del enterramiento colectivo en dólmenes y mamoas o túmulos, como sucede en todo el Atlántico.
En Mallorca se desarrolla el periodo pretalayótico, fechado entre el 1.500 y 1.300 a.C. con enterramiento colectivos, con los cadáveres en decúbito supino e indicios de cremación, depositados en cuevas artificiales, circulares o alargadas, con o sin cámaras y con ajuares consistentes en puñales triangulares con remaches y punzones de cobre, siendo un ejemplo la llamada Cueva Na Fonda.
TEMA 2: EL BRONCE FINAL
El Bronce Final representa, en la Península Ibérica, prácticamente el último período de su Prehistoria, cuando se producen las transformaciones étnicas y culturales, económicas y sociales que van a dar lugar a los pueblos ibéricos históricos de los que existen las primeras noticias escritas transmitidas por las referencias de los historiadores y geógrafos de la Antigüedad.
La terminología e incluso algún concepto fundamental, como el de sus límites cronológicos, no es unánime entre los especialistas. Superada la confusión con la Edad del Hierro que constituye su lógica prolongación, lo que explica la escasa o errónea delimitación en estudios precedentes, el mayor problema actual es el de precisar sus inicios en relación con el desarrollo general de la Edad del Bronce.
Otra dificultad, paralela a la cronológica, es la referente a la extensión o delimitación geográfica de las culturas particulares. Este hecho entraña problemas terminológicos igualmente explicables desde el punto de vista conceptual.
El procedimiento seguido ha sido el de procurar delimitar cada una de las culturas particulares por la dispersión geográfica de sus elementos más característicos y de las relaciones de unas culturas con otras. Esto supone una primera aproximación a la delimitación de las áreas del Bronce Final.
El Bronce Final de la Península Ibérica ofrece ciertas características que permiten su delimitación.
En primer lugar se caracteriza por un mayor dinamismo cultural, por una mayor transformación cultural respecto al periodo precedente, cuya evolución, unida a elementos innovadores propios de este periodo producen una serie de cambios crecientes que lo diferencian cada vez más.
Esta observación es de caracter general, pues, como la mayoría de los cambios, salvo raras excepciones, no se producen de manera brusca, sino por transformaciones paulatinas, cuya intensidad y rapidez de asimilación se manifiestan de forma muy variable en cada cultura, pero, en todo caso, su huella resulta apreciable a largo plazo.
Otra característica esencial es el aumento de los contactos tanto entre unas culturas peninsulares y otras, como con círculos culturales de mayor extensión que la propia Península Ibérica, dentro de los cuales ésta que comprendida.
En el Bronce Final, las relaciones entre las diversas áreas culturales de la Península Ibérica y de estas con el exterior se hacen progresivamente más frecuentes e intensas, pudiéndose considerar este aspecto como una de las características de este periodo.
Tres corrientes culturales afectan a la Península Ibérica como reflejo de cambios de gestación ocurridos en círculos culturales, más o menos alejados de la Península, que llegan a ésta por distintas vías a partir de fines del II milenio a.C. Así, las diferentes regiones geográficas de la Península se ven afectadas de forma diversa, cualitativa y cuantitativamente, por cada una de ellas, pero resultan así incorporadas a las distintas corrientes socioculturales de Europa y el Mediterráneo, lo que da lugar a las diversas áreas culturales del Bronce final de la Península Ibérica, que a su vez quedan englobadas dentro de los respectivos círculos culturales.
Uno es de origen atlántico, y representa la continuación de la antigua tradición de relaciones entre las tierras ribereñas del Occidente Atlántico, ricas en minerales, y cuya situación de espaldas al continente propiciaba contactos marítimos que acabaron dando lugar a un círculo cultural de personalidad propia. Estas relaciones tal vez se remontan al Neolítico y con más seguridad al mundo megalítico y alcanzan particular intensidad a partir de los contactos de la época campaniforme. A lo largo de la Edad del Bronce, los contactos se hacen más frecuentes e intensos, en lo que se denomina Círculo Atlántico, que alcanza en el Bronce final su culminación.
Estas relaciones afectan básicamente a las regiones atlánticas del occidente y del norte de la Península Ibérica y, en menor medida, a la Andalucía occidental y la Meseta; así, estas regiones peninsulares ofrecen contactos particularmente estrechos con el occidente de Francia, entre el Garona y el Loira, con Bretaña y con Irlanda y Gran Bretaña, llegando algunos elementos incluso hasta los Países Escandinavos.
Otra corriente cultural procede del otro lado de los Pirineos y penetra por los pasos naturales de éstos, especialmente por la zona Oriental. Por estas vias llega a la Península la Cultura de los Campos de Urnas, de origen centroeuropeo, que se extiende por la Península Ibérica, aportando cambios no sólo en la cultura material sino también lingüísticos y étnicos, que afectan muy profundamente al substrato cultural peninsular, especialmente en el cuadrante Noreste. Esta corriente, de modo intermitente, continua desde el Bronce Final hasta la conquista romana de las Galias.
Una tercera corriente cultural la representa el Mediterráneo, la gran vía de influjos culturales, que a partir del Neolítico representa la llegada de la principales aportaciones que proceden de los focos culturales más avanzados de sus costas orientales.
Durante el Bronce Final se producen nuevos y crecientes contactos con dos particularidades de interés. Uno es el cruce de los elementos de influjo mediterráneo con los que penetran en este mar desde el Círculo Atlántico, lo que dará particulares características al Bronce Final del Mediodía de la Península Ibérica. Pero aún más importante es la llegada de los primeros contactos directos desde el oriente del Mediterráneo, documentados a partir de ahora ya con toda seguridad. Estos contactos son de enorme trascendencia por su segura cronología y por su repercusión cultural, pues representan el preludio de los influjos coloniales fenicios y, después greco - orientales, que transformarán tan profundamente el substrato del Bronce final, dando lugar a los pueblos históricos de la Península Ibérica en el momento de incorporarse ésta a la Historia escrita.
El Bronce Atlántico constituye un complejo tecnológico y de elementos de cultura material de gran personalidad, especialmente bronces y orfebrería, que se extiende por las regiones marítimas de todo el occidente de Europa. Estos elementos constituyen una cultura uniforme, pero demuestran la existencia de elementos culturales comunes, relacionados con actividades minero - metalúrgicas, en un momento en que los metales constituyen el elemento cultural más esencial para el avance tecnológico de la sociedad, lo que repercute directamente en las estructuras económicas y sociales.
El oro de Irlanda y del occidente de la Península, el estaño de ésta última, de Bretaña y de Cornualles, el cobre de Irlanda y de la Península Ibérica, explican la aparición de crecientes contactos comerciales que desarrollan paralelamente intercambios tecnológicos y de ideas, facilitados además por el carácter ribereño de todas estas regiones. Esto indica el desarrollo de la navegación, como elemento de comunicación y en la difusión de las ideas. Por tanto, no podemos hablar de una unidad cultural atlántica, sino de una comunidad de elementos que afectan sólo a algunos aspectos culturales.
El Bronce Atlántico, en la Península Ibérica, se extiende por todas las regiones ribereñas del océano, con una tendencia a ofrecer focos en las áreas de mayor importancia minero-metalúrgicas y con penetraciones hacia el interior peninsular. Estos focos o áreas metalúrgicas ofrecen una personalidad propia, que se evidencia en los tipos de armas y útiles y en la tecnología empleada.
Una de éstas áreas se sitúa en el Noroeste, correspondiente a Galicia y Norte de Portugal con su hinterland hacia la Meseta Norte, especialmente en tierras del Noroeste de León, y pueden considerarse como raíz de la Cultura Castreña. Otra área metalúrgica de gran actividad y personalidad se sitúa en la Estremadura portuguesa, pero abarca la Zona entre el Duero y el Tajo. Una tercera corresponde a la zona de Huelva y el Bajo Guadalquivir, situación ésta que explica las características intermedias entre los influjos atlánticos y mediterráneos que ofrece y que le dan una personalidad especial de la que arranca la tradición metalúrgica de la Cultura Tartésica.
Por último, pueden considerarse otras dos áreas culturales, una en la zona Astur-Cantábrica, con penetración en toda la Meseta Norte, y otra en el Suroeste, en el Algarve y Bajo Alemtejo, que continua en el Bronce Final la tradición de la llamada Cultura de Atalaia-Aracena de plena Edad del Bronce.
Los primero elementos de esta fase son escasos y aparecen dispersos especialmente en el hinterland del área Cantábrica, como evidencia la espada de Palencia de la colección Fontaneda y las lanzas de tubo largo de los depósitos de Valdebimbre (León) y Castromucho (Palencia). Estas piezas son características del Bronce Final I Francés en Bretaña. y que se pueden fechar hacia el 1.250 - 1.150 a.C. En fechas parecidas debe colocarse la aparición de las más antiguas hachas de talón macizas, con una anilla y casi sin decoración, que evidencian el inicio de una larga industria local que irá ganando personalidad en fases siguientes. También a esta fase se deben atribuir los torques de oro de extremos ensanchados de Bodonal (Badajoz) que evidencian sus orígenes en la orfebrería irlandesa; el hacha de talón de Arroyomolinos (Ajen) y la espada de Herrerías (Almería), de tipo Ballintober característico de Bretaña.
Se caracteriza por un aumento cuantitativo de los hallazgos y una mayor variedad tipológica. Su cronología puede establecerse entre el 1.100 al 900 a. C. aproximadamente, equivaliendo al Bronce Final II de Francia y a la fase Wilburton de Inglaterra.
El elemento más característico de esta fase es la introducción de las espadas de hoja pistiliformes, que ofrece una hoja ancha y fuerte para tajar, que se estrecha hacia la empuñadura, de lengüeta, lo que da gran firmeza al enmangue. El prototipo de estas espadas es centroeuropeo, creado al inicio del Bronce final en la Cultura de los Campos de Urnas.
Paralelamente aparecen otros nuevos tipos de armas; como puntas de lanza características de la fase de Wilburton en Inglaterra, de forma losángica o con ojales en la base de la hoja para asegurarlas al astil.
Esta innovaciones tienen una clara trascendencia socio-cultural, pues evidencian la transformación de la tácticas guerreras, gracia a la nueva tecnología del bronce y, en consecuencia, el desarrollo paralelo de una clase guerrera, evidentemente de élite, de debió pasar a ocupar un papel preponderante en la sociedad, dadas las características y la riqueza que supone la posesión de tal armamento.
En esta fase se populariza, el hacha de talón con dos anillas laterales para su sujeción, que resultará el tipo más característico del Bronce Final Atlántico peninsular. El foco metalúrgico más importante parece situarse hacia el centro de Portugal, siendo características del mismo las hachas de cara plana, las hoces de tubo de origen inglés y los puñales con lengüeta resaltada tipo "Porto de Mos".
Muy importante es también en esta fase la difusión de una nueva orfebrería, que se caracteriza por pesados torques, de hasta más de dos kilos de oro macizo, con decoración geométrica a buril, procedente al parecer de prototipos bretones de final del Bronce Medio. Su dispersión se centra en la zona entre el Sistema Central y el Guadiana, desde la Extremadura española al Atlántico, y sus
características evidencian el papel que el oro de producción local ha debido jugar en las relaciones económicas y sociales del Bronce Atlántico.
Esta fase II representa la plena incorporación de la Península Ibérica al Bronce Atlántico, siendo los objetos más abundantes y característicos las hachas, notándose una constante evolución en las espadas, que es el elemento que mejor evidencia la incorporación de las últimas modas e innovaciones tecnológicas.
Así la espada de Tabernas, relacionable con el llamado tipo de Saint Nazaire del occidente de Francia, ofrecía una aguda punta, denominada de "lengua de carpa", que va a ser la característica de estas armas en la fase siguiente, pero cuyo desarrollo debió ser temprano en la Península. Igualmente, la espada de San Esteban de Río Sil ofrece la misma tendencia a agudizar la punta y está bien fechada ya en la segunda mitad del siglo X a.C.
Esta fase está caracteriza por un tipo de armamento, cuya mejor representación la constituye el cargamento de un barco hundido en la Ría de Huelva, fechado por el C-14 hacia el 850 a.C.
El elemento más representativo son las espadas, ahora de filos casi paralelos, con una característica punta estrecha o "lengua de carpa" y la empuñadura calada para facilitar el paso de los remaches de las cachas, lo que refleja ser el producto de un potente foco metalúrgico. Este foco debió surgir en torno a Huelva, recogiendo las influjos atlánticos y aprovechando la gran riqueza metalúrgica de la zona y el rico hinterland humano de todo el Guadalquivir, lo que explica su importancia creciente, que abarcará constituyendo la base metalúrgica del reino de Tartessos.
Este foco debió producir también puntas de lanza de hoja losángica, cuchillos o puñales largos de lengüeta sencilla perforada. También ofrece las primeras fíbulas del Occidente, copiando modelos de codo de tipo chipriota y siciliano, que evidencian los primeros contactos directos con el Mediterráneo Oriental que llegan en esos momentos, tal vez con los primeros viajes fenicios de carácter precolonial, anteriores a la fundación de sus colonias y rutas comerciales.
Junto a la creciente importancia del foco de Huelva, las restantes áreas atlánticas peninsulares continúan su evolución, asimilando las nuevas técnicas y tipos, como evidencia el depósito de San Andrés de Hio con una espada tipo Huelva, restos de un caldero de chapa de origen irlandés y de un gancho de carne de posible origen inglés.
Los tipos de objetos de bronce son cada vez más diversificados. Así, aparecen hachas de cubo, de tipo Tauton, las hoces de tipo Arganil, los calderos y vasos cerámicos de chapas unidas con remaches, los asadores y los ganchos de carne e, incluso, instrumentos especializados como gubias, cinceles, cuchillos de zapatero, etc., que denotan la total asimilación de la plena tecnología del Bronce Final.
Pero en la mayoría de las piezas, no se trata de importaciones, sino de productos locales que copian prototipos de otras áreas, lo que evidencia el caracter abierto de la metalurgia atlántica, en la que los elementos de posible origen peninsular, como las hachas de talón y doble anilla, o la punta de espada de "lengua de carpa", se difunden a su vez por el Occidente de Francia, llegando a las Islas Británicas, o por el mediterráneo.
Esta fase se puede situar cronológicamente a partir del 800 a.C. hasta la introducción del hierro en Andalucía, donde se puede fechar entre el 750 al 700 a.C., como resultado del influjo de las primeras colonias fenicias, mientras en el Noroeste, este hecho se produce con más de un siglo de retraso.
El arma característica de esta fase es una espada evolucionada de tipo Huelva, pero con fuertes escotaduras en el arranque de la hoja y empuñadura calada rematada por un botón, tipo que se puede denominar Ronda-Sa-Idda. Estas espadas aparecen en Cerdeña y en el sur de la península, evidenciando contactos culturales anteriores a la expansión fenicia del siglo VIII. a.C. El origen de este tipo de espada puede ser perfectamente una creación de los talleres andaluces del Bronce Final.
Con posterioridad a esta fase IV, el Bronce Atlántico de la Península Ibérica sólo perdura cada vez mas restringido hacia la zona del Noroeste, donde desarrolla una metalurgia del bronce casi residual, con hachas de doble anilla, destacando cono arma característica los puñales de antenas que constituyen una adaptación de la espada Ronda-Sa-Idda, con fuerte escotadura en la base de la hoja, a las primeras espadas de hierro, con antenas, que hacia el siglo VII a.C. se introducen en la Península con la Cultura de los Campos de Urnas. Esta fase V debe corresponder, aproximadamente, al siglo VII a.C.
El hábitat característico debió ser el castro, ya que la frecuente asociación de hallazgos del Bronce Final a castros hace verosímil que muchos de éstos tengan sus orígenes en dicho periodo.
La organización interna de estos hábitats es desconocida. Debieron poseer sistemas defensivos tal vez a base de fosas y empalizadas, y su interior lo ocuparían las viviendas. Éstas debieron ser cabañas circulares, tal vez de adobe. Su distribución sería irregular, sin urbanismo alguno y su tamaño hace suponer que correspondan a núcleos unifamiliares que constituirían la base de la sociedad.
Las armas de bronce evidencian la existencia de una élite de guerreros, que probablemente controlaría también el excedente producido por el beneficio y comercio del metal, especialmente oro y bronce.
También puede ser destacada la existencia de metalúrgicos, tal vez de caracter ambulante en las primeras fases. Su trabajo estaría inicialmente controlado por la élites de guerreros, pero la difusión del bronce evidencia que su servicio pronto alcanzó a áreas amplias de la sociedad, produciéndose escoplos, gubias, cuchillos, hoces. etc. que hacen referencia a multitud de actividades. Por el contrario, el cada vez más complejo armamento y los vasos metálicos, asadores y ganchos de carne deben considerarse como elementos de prestigio utilizados por la élite social.
Se conocen moldes de piedra bibalbos, de arcilla y de metal. Utilizaban crisoles de cerámica y dominaban diversas técnicas como la de la cera perdida, el recalentamiento o forjado, el martillado en frío, el batido para obtener láminas, la soldadura y los remaches para uniones, etc.
En las primeras fases (I-II-III) predomina el bronce con una proporción entre el 5 y el 10% de estaño y ausencia de otros elementos. En las últimas fases el plomo llega a alcanzar hasta el 50y el 75% de la aleación, frente a sólo un 7,5% de estaño, lo que evidencia un enrarecimiento de este metal, característico del final del Bronce Atlántico, que debió convertir a las piezas con tal aleación en prácticamente inútiles para su uso, por lo que su finalidad pudo ser la de mero símbolo de status para sus poseedores.
Esta progresiva y fuerte disminución de estaño puede ser la respuesta a un enrarecimiento del estaño, explicable por el agotamiento de los criaderos sometidos a intensa explotación y a su búsqueda selectiva por los pueblos coloniales, que en estas fechas ya se han asentado en la Península.
Una tecnología igual, o más compleja aún, ofrecen los orfebres que debemos suponer de origen ambulante, al servicio de las élites sociales, lo que facilitaría la difusión de las técnicas y los modelos aprovechando la materia prima peninsular.
Los aspectos ideológicos y religiosos son campos casi desconocidos. La continuidad del arte rupestre gallego durante el Bronce Final parece confirmar una continuidad en las creencias tradicionales. Más característico de este periodo son los hallazgos de armas en ríos o lagunas que evidencian la introducción de ritos, relacionados con el agua, seguramente de guerreros. Tampoco se conocen enterramientos. Como caso aparte se puede señalar el enterramiento excepcional de Roça do Casal do Meio, en la Estremadura portuguesa, con dos inhumaciones en una sepultura de falsa cúpula, de inspiración dolménica y un ajuar constituido por una fíbula de codo, un peine de marfil, pinzas, etc., que evidencian contactos precoloniales semejantes a los de las estelas decoradas extremeñas del Bronce Final, tan características de la élite guerrera que controlaba el comercio surgido por las actividades precoloniales fenicias del Golfo de Cádiz.
El interior de la Península Ibérica, que corresponde prácticamente a la Meseta Central, ofrece, durante el Bronce final, un desarrollo cultural bastante impreciso en muchos aspectos, pues aunque se caracteriza por cerámicas incisas y excisas, los restantes elementos definidores de esta cultura apenas son conocidos.
Estas cerámicas incisas y excisas se han denominado de Cogotas I por aparecer en la fase más antigua del castro de Las Cogotas (Ávila), y esta terminología se puede actualmente aplicar a toda la cultura.
Estudios y excavaciones recientes han precisado que su inicio se remonta a la plena Edad del Bronce, antes del 1.400 a.C., según varias fechas del C-14, lo que explica su profundo entronque con el substrato cultural postcampaniforme. Sin embargo, su máximo desarrollo corresponde al Bronce Final. Por ello, la Cultura de Cogotas I plantea interesantes problemas sobre las relaciones culturales de la Península Ibérica durante el Bronce Final, y representa, debido a su extensión geográfica y temporal y a su personalidad entroncada en el substrato precedente, una de las culturas más características de este periodo, constituyendo, a su vez, el substrato sobre el que se formarán las culturas de la Edad del Hierro.
Los yacimientos más frecuentes de esta cultura aparecen situados en las terrazas de los ríos y en los páramos y llanuras de la Meseta. En estas zonas, el yacimiento más característico son los llamados "fondos de cabañas" ó "basureros". Son agujeros cavados en el suelo arcilloso natural. Su finalidad más lógica sería la de obtener tierra para hacer el adobe o tapial de las cabañas y aprovechar el agujero, cubriéndolo de paja o esteras, como granero o depósito de cereal. Al quedar inutilizado como silo, el agujero se convertiría en basurero, rellenándose con los detritus del poblado circundante, lo que explica la gran cantidad de fragmentos cerámicos y restos de huesos que en ellos aparecen. Las chozas prácticamente nunca se hallan, pues serian de tierra y ramas, conservándose únicamente los fondos de los silos, o basureros, al estar excavados a mayor profundidad.
La mayoría de los poblados parecen de tamaño mediano o reducido en la mayoría de los casos, pudiendo variar su emplazamiento al cabo de algunos años, dada su escasa entidad y la ausencia de estructuras permanentes.
Junto s estos poblados de la llanura, también se conocen algunos hábitats permanentes en lugares elevados, respondiendo a un afán defensivo y de control del territorio y de las vias de comunicación. Suelen elegirse cerros testigo destacados del territorio circundante, como el de las Cogotas, así como los poblados de tipo meseteño, como el de la Cuesta del Negro en Purullena (Granada).
Un tipo característico de este tipo de poblado es el cerro del Ecce Homo (Alcalá de Henares), que se eleva casi 300 m. Su cumbre amesetada tiene una superficie de más de 6 Ha., y aun contando con una distribución dispersa de las cabañas, se puede suponer que acogería una fuerte concentración de población, confirmada por la abundancia de materiales. Además, su emplazamiento domina el cruce de dos vias naturales de importancia, la que une el Valle del Duero con la Meseta Sur por el Jalón y el Henares, y la que desde esta zona conduce, hacia el Sur, por la Mancha hacia el Sureste acabando en Cartagena.
No son muy conocidas las practicas funerarias. A pesar del creciente número de yacimientos existentes, sólo se pueden señalar tres casos de enterramiento, aunque sólo uno ha sido excavado científicamente, el de Requejada (Valladolid) donde, en un poblado de esta cultura, aparecieron en el fondo de un hoyo tres inhumaciones encogidas con un conejo, un aro de bronce y un prisma de plata como ajuar, y por encima de ellas una fíbula de codo que pudiera estar asociada a una túnica, fechada por el C-14 en el 870 + 150 a.C., que confirma su adscripción a esta cultura. En consecuencia dentro del Bronce Final de Cogotas I parece mantenerse la tradición de enterramiento de inhumación como perduración del Bronce Medio, estos enterramientos por su propia escasez no se pueden considerar como prueba de una practica generalizada en la cultura, sino más bien de un hecho especial cuyo significado ideológico y social se nos escapa, tal vez destinados a individuos con connotaciones jerárquicas o culturales especiales.
En todos los yacimientos de Cogotas I aparecen numerosos fragmentos cerámicos, aunque sólo una parte de ellos ofrecen la decoración característica de esta cultura. Sus formas son bastante reiterativas, cuencos troncocónicos con borde más o menos recto y ollitas semiesféricas de perfil en S. en algunos casos aparecen vasos de formas, como urnas, jarras o soportes de diábolo. En la decoración interviene diversas técnicas incisas asociadas a raras excisiones, destacando, por su personalidad la técnica de punto en raya o de Boquique caracterizada por ir hundiendo intermitentemente el punzón sobre una línea incisa, seguramente para facilitar la adhesión de una pasta colorante de relleno. Recientes análisis han indicado que la temperatura de cocción no era muy elevada, inferior en todo caso a los 850º C. La fabricación se realizaba a partir de barros locales, siendo la tendencia general el uso de hornos reductores o cerrados, que dan los tonos pardos y oscuros característicos de estas cerámicas.
Es un elemento peor conocido, por cuanto raramente aparecen en yacimientos de la Cultura de Cogotas I objetos metálicos tipológicamente significativos.
Cabe señalar como excepción, la aparición en algunos casos de objetos de bronce. Destacan las fíbulas de coco de tipo chipriota, semejantes a la del depósito de Huelva en los castros de Yecla (Burgos) y de El Berrueco (Salamanca). Otro ejemplar se halló en la sepultura de la Requejada.
También cabe señalar una espada aparecida en la cueva de Solacuera (Álava) y un puñal tipo Porto de Mos en el Berrueco, donde también se ha recogido algún brazalete y una aguja del final del Bronce Medio. La mayoría de estas raras piezas halladas en yacimientos de Cogotas I son de tipología atlántica.
Este influjo del Bronce Atlántico en la metalurgia del bronce de la Cultura de Cogotas I refleja la continuidad de una tradición que se remonta al periodo campaniforme. en el Bronce Final, estos contactos se debieron intensificar gracias al activo papel de algunos focos atlánticos peninsulares. Entre éstos destaca el situado en la riza zona minera astur-leonesa, cuyos productos, especialmente hachas de talón y algunas de apéndices, aparecen por toda la Meseta Norte, así como espadas de hoja pistiliforme, puntas de lanza, brazaletes, etc., e incluso calderos de bronce batido remaches de clavos, todo lo cual debió constituir el principal repertorio metalúrgico de esta cultura. Bajo este influjo, también debieron realizarse productos locales, como evidencia la aparición de algunos moldes en la Meseta, donde incluso se llegó a crear un tipo de hacha plana con asas laterales, cuya originalidad y concentración en tierras burgalesas obliga a considerarla una invención local.
La zona de la Meseta meridional y la parte occidental de la septentrional también recibieron el influjo del foco metalúrgico del centro de Portugal, como evidencian algunos otros tipos de hachas diferentes, los asadores de bronce y los puñales de tipo "Porto de Mos".
La alimentación de las gentes de Cogotas I es mejor conocida. El yacimientos de Los Tolmos de Caracena (Soria), es un pequeño poblado básicamente ganadero, de caracter mixto, con vacas, ovicápridos y ovejas. Su economia se completaba con algo de caza, ciervo, jabalí y liebre. La agricultura parece ocupar un lugar secundario, aunque existen dientes de hoz y los análisis polínicos confirman el cultivo de cereales.
Un caracter mas estable y de componentes distintos se debe suponer para las gentes de las llanuras sedimentarias, en los llamados "fondos de cabaña" el papel de la agricultura cerealista debió ser mas importante a juzgar sobre todo por su situación, cerca de terrazas o en buenos terrenos para el cultivo del cereal. La aparición frecuente de dientes de hoz de silex y la probable función de los "fondos de cabaña" como silos confirmarían indirectamente este supuesto. De todas formas, la actividad que mejor se conoce y que debió ser mas importante es la ganadería, destacando el predominio de los ovicápridos y de la vaca. También aparece regularmente el cerdo, pero en menor cantidad, y su importancia debió de ser secundaria. Los perros hacen suponer que se trataba de un complemento del pastoreo.
El insuficiente conocimiento de las estructuras y organización de los poblados y la casi total ausencia de enterramientos no permite conocer la
estructura social. Las agrupaciones de "fondos de cabaña" y similares parecen reflejar un ambiente rural que hace suponer una organización social simple. Los grandes poblados debieron ofrecer una estructura más compleja y, de aceptarse la organización pastoril trashumante, esta exigiría una estructura jerarquizada.
La Cultura de los Campos de Unas (C.U.) representa uno de los fenómenos más complejos y de más importancia de la Prehistoria europea. Para la Península Ibérica supone una serie de transformaciones culturales, lingüísticas y étnicas de la mayor trascendencia para la formación de los pueblos históricos.
La Cultura de los Campos de Urnas surge en la Europa centro-oriental hacia el siglo XIII a.C., y se caracteriza por un profundo cambio cultural que afectó aspectos materiales, sociales y espirituales. Destaca fundamentalmente la difusión de un nuevo rito funerario, basado en la incineración del cadáver y la deposición de sus restos en urnas que, enterradas, llegaban a formar extensos cementerios. Este cambio ritual se extendió por toda la Europa Central, y a través del valle del Ródano y las llanuras del Languedoc, acabó penetrando en la Península Ibérica. Los cambios que produce esta cultura son tan importantes como la formación y la expansión de los pueblos protocélticos y la difusión de las lenguas indoeuropeas protoceltas y celtas que se documentan en todo el occidente de Europa y, en concreto, en la Península Ibérica.
Los C.U. en la Península Ibérica se extienden básicamente por todo el cuadrante Nordeste de la misma, comprendiendo Cataluña, el Valle del Ebro y el norte de la Región Valenciana, donde constituye el substrato cultural básico de las etnias prerromanas.
Los más antiguos elementos de los C.U. en la Península Ibérica quedan evidenciados particularmente por urnas bitroncocónicas de perfil carenado de superficie brillante decorada con complejos acanalados.
Estos C.U. iniciales de la Península Ibérica debieron penetrar a finales del II milenio, tal vez antes del 1.100 a.C., por los pasos orientales de la Pirineos y se extendieron, aprovechando las buenas tierras agrícolas de los valles del prelitoral catalán, desde el Ampurdán hasta el Campo de Tarragona y su entorno montañoso, penetrando algo en el Bajo Aragón y alcanzando el Bajo Segre. La espada de la LLacuna, hallada en una cueva y un cuchillo procedente de Tarragona constituyen las raras importaciones metálicas de estas gentes que también debieron tener una reducida capacidad de producción metálica propia.
Sólo se conocen pequeños poblados al aire libre y reducidas necrópolis de C.U. en las mejores tierras agrícolas, lo que evidencia la llegada de estas nuevas gentes en grupos reducidos que traerían consigo no sólo sus formas cerámicas y ritos funerarios propios, sino una nueva tecnología del bronce, así como nuevas innovaciones en el sistema de cultivo, tal vez basado en el arado de protección animal.
Estas gentes siguieron en contacto con sus focos de origen ultrapirenaicos, pues pronto aparece una nueva moda cerámica caracterizada por urnas de alto cuello cilíndrico. Las formas características son raras en la Península, lo que evidencia una todavía escasa población de C.U. Sin embargo, se ha señalado esta forma de cuello cilíndrico en lugares tan distantes como Agres, cerca de Cocentaina o Galera (Granada), lo que sólo se puede explicar por una gran capacidad de movimiento de estos pequeños grupos humanos.
Ya entrado el primer milenio, comienza el periodo de los C.U. Recientes, que se puede caracterizar por la evolución local y la expansión de esta cultura por todo el cuadrante EN de la Península como resultado de un crecimiento demográfico fuerte.
Esta continuidad de la población es el fenómeno más destacable, y se advierte en necrópolis iniciales en los C.U. Antiguos, como la de Tarrasa, donde las sepulturas de este periodo son más abundantes, evidenciando el crecimiento demográfico. Éste puede ayudar a explicar la creación ex-novo de nuevos poblados, como el de la Pedrera o el de Molán, en Tarragona. Igualmente se testimonia la extensión de estas gentes por toda Cataluña, penetrando incluso en áreas del interior antes no ocupadas, como el Solsonés y la colonización total del Bajo Aragón, aprovechando los terrenos cerealistas y de pastos del Valle del Ebro. También aparecen materiales de estos C.U. por las llanuras levantinas hasta Sagunto.
Frente al profundo cambio cultural que ofrece el Nordeste peninsular en el Bronce Final con la llegada de los C.U., las tierras del Levante peninsular, entre la Cordillera Ibérica y el Mediterráneo, así como el Sureste y la Andalucía Oriental hasta la cuenca media del Guadalquivir, ofrecen durante ese mismo periodo una relativa continuidad de su substrato cultural. El Bronce Final se caracteriza por una serie de cambios, más fruto de la propia dinámica interna que resultado de contactos e influjos de culturas externas, pues, aunque estos existen, no llegan a determinar la evolución cultural, al menos hasta los albores de la Edad del Hierro.
La continuidad cultural viene confirmada por los elementos foráneos aparecidos en la misma. Las cerámicas de tipo Cogotas I, excisas e incisas, que se conocen en varios yacimientos, aparecen en pequeñas cantidades, dando la sensación de ser elementos intusivos.
Los yacimientos con este influjo se concentran en el Sur, además de Campello, se conocen en San Antonio de Orihuela y Villena, que ocupa un enclave estratégico y que explicaría las posibles relaciones con la Meseta que parecen indicar está cerámicas.
En las cerámicas predominan los cuencos de carena elevada a modo de labio, y con tendencia a ofrecer un bruñido generalizado. Estas formas son características del Bronce final en la Península Ibérica y aparecen en muchas áreas, evidenciando lo que se puede interpretar como una moda generalizada en las cerámicas, que también afectó al Levante. Es muy importante la aparición, en relación con dichas cerámicas, de cabañas circulares u ovales que alteran la tradición de casas rectangulares del Bronce Ibérico o Bronce Valenciano y que parecen confirmar dichos influjos de áreas mas meridionales.
Faltan prácticamente los hallazgos de bronces, como hachas o espadas, que caracterizan este periodo en otras áreas.
Los poblados debieron continuar estando predominantemente en altura y siendo estos de reducidas dimensiones. No se conocen sepulturas que puedan ser atribuidas con seguridad a este periodo.
Además de los influjos o contactos con el Sureste y la Meseta, las investigaciones han podido precisar las penetraciones de los Campos de Urnas.
Los elementos más antiguos son algún fragmento de urnas de cuello cilíndrico de los C.U. Antiguos o de inicio de los Recientes procedentes de Agres (Cocentaina). Sin embargo, los restos son escasos hasta los C.U. del Hierro. En la provincia de Castellón constituyen una etapa bien definida en los poblados, la mayoría de nueva fundación y localizados en posiciones estratégicas que parecen buscar el control de las vias de comunicación.
Estos poblados, ofrecen casas rectangulares de adobe, que en algún caso se superponen a estructuras circulares preexistentes. Estos nuevos elementos arquitectónicos, lo mismo que las características cerámicas, entre las que destacan la decoración pintada, incisa y excisa con temas geométricos, y que encuentran sus mejores paralelos en el Bajo Aragón.
En este periodo, la aparición del rico Tesoro de Villena ofrece un interés particular. Formado por sesenta y cinco objetos, la mayoría de oro, representa un total de casi diez Kg. Lo formaban veintiocho brazaletes, once cuencos, dos botellas de oro y tres de plata, así como otras piezas menores. La cronología del conjunto es de difícil precisión, aunque su fecha corresponderia a los primeros siglos del último milenio a.C. y su ocultación, por la presencia del hierro, cuya introducción se debe relacionar con las primeras navegaciones fenicias, puede situarse en torna al siglo VIII a.C. La riqueza que evidencia el tesoro sólo se explica por un príncipe poseedor de tan espléndida vajilla y, por tanto, con orfebres a su servicio, tal vez itinerantes, lo que explicaría la variedad de influjos y la aparición de alguna pieza semejante por otras áreas peninsulares, y que evidencia que estos objetos de prestigio social no eran únicos, y hacen suponer una sociedad fuertemente jerarquizada y con individuos que ostentaban una riqueza y poder superiores a lo que dejan entrever los pobres materiales aportados por las excavaciones.
La importancia metalúrgica de esta región ayuda a explicar la aparición durante la Edad del Bronce de la Cultura Argárica, tal vez la más importante de la Península Ibérica en su época. Tras su desaparición, en torno al 1.350 a.C., al parecer por causas internas aún mal conocidas, se observa en varios poblados, una etapa caracterizada por la continuidad en el uso de las construcciones argáricas, pero con materiales que evidencian su posterioridad a esta cultura, como cerámicas de formas abiertas y carenas altas tan características del Bronce Final.
Esta fase, que se ha denominado Argar C, Postargárica o Bronce Tardío, ofrecen como nota adicional la aparición en muchos poblados de elementos cerámicos de la Cultura de Cogotas I, caracterizados por su decoración incisa y excisa y que prueban los contactos con gentes procedentes tal vez de la Meseta.
La Cuesta del Negro, en Purullena, evidencia que un grupo de estas gentes se asientan sobre un poblado argárico abandonado, constituyendo un hábitat de viviendas aisladas alineadas. Las plantas son rectangulares, con zócalo de piedra y paredes de tapial y ramas y con el hogar en el centro.
La tradición local predomina en el Cerro de la Encina (Monachil), en el Cerro del Real (Galera) y el del Peñón de la Reina en el Alboloduy. Las casas aparecen dispersas por el poblado, rara vez fortificado, pero aprovechando lugares de fácil defensa o previamente fortificados, como el Peñón de la Reina en Alboloduy.
La tecnología metálica ofrece un notable interés. Es a partir del Bronce Final, es cuando se generaliza el uso de verdadero bronce o aleación de cobre con estaño que, en la precedente Cultura del Argar, sólo se utilizó esporádicamente.
Hay que destacar también la fuerte disminución cuantitativa de producción metálica respecto a la cultura de El Argar y de la consiguiente pérdida del papel de foco metalúrgico de irradiación en otras regiones. Este hecho se ha explicado como consecuencia del agotamiento de las minas de la región. Sin embargo, durante el Bronce Final, el Sureste sigue ofreciendo una relativa riqueza de hallazgos de espadas, hachas, brazaletes, agujas, fíbulas, etc., aunque dista mucho de la riqueza de la región atlántica. Se conocen dos o tres de pósitos de hachas, en Campotejar (Granada) con más de treinta hachas de apéndice, y en Baza formado por dieciocho hachas de talón.
Otros depósitos menores, como el de Arroyo Molinos o Galera, formados por tres piezas, son de interpretación más incierta, siendo de destacar la ausencia de depósitos de fundición o de chatarra.
Pero tal vez, el aspecto cultural más significativo sea la diversidad de procedencia de las piezas importadas así como de los focos de origen de los tipos de fabricación local, que evidencian el paulatino incremento de los contactos y de los influjos mutuos que caracterizan el Bronce Final. Así se han apreciado relaciones atlánticas, mediterráneas, de los C.U., tartésicos, etc.
No se incluye el desarrollo de los Campos de Urnas del Hierro, así como la Cultura Tartésica, pues aunque esta se inicia en el Bronce Final, su máximo desarrollo lo hace durante el Hierro, por lo que creo que seria conveniente desarrollar todo el tema de Tartessos en el del Hierro.
TEMA 3.- EL HIERRO IBÉRICO
La Edad del Hierro en nuestra Península se presenta en estrecha relación con las características y los problemas del Bronce Final hasta tal punto que en algunas regiones llega a constituir una unidad en su secuencia cultural.
Las corrientes externas que llegan a la Península provienen de:
La corriente del Mediterráneo es la que va a tener mayor importancia durante el Hierro Ibérico. En un principio se le atribuyó un papel preponderante a la acción griega y su indiscutible presencia en toda la costa a partir del s. VI a.C. pero en los últimos años se han encontrado colonias fenicias fechadas en el s. VIII a.C. en toda la costa andaluza. También en los poblados de Los Saladares en Orihuela o de Vinarragell en Burriana demuestran que en el s. VII a.C. recibían productos comerciales fenicios.
En la dispersión de elementos griegos en esta zona del Mediterráneo deducimos que el centro fue Marsella, con un hinterland reducido al Ampurdán y que influyó en Cataluña y Valle del Ebro. La presencia directa en otras regiones peninsulares es dudosa y sólo es mucho más fuerte en Andalucía y región del Sureste a partir del s. VI a.C.
Todos estos elementos étnicos y culturales han influido sobre el substrato cultural y han dado nacimiento, en plena Edad del Hiero, a las culturas propiamente ibéricas en las regiones más abiertas al Mediterráneo, donde el contacto con los puestos colonizadores era más fácil frente a las culturas célticas o celtibéricas del interior, más arcaizantes.
Unos y otros se influenciaron mutuamente con el tiempo.
Los hechos comunes a esta civilización son la intensidad de la vida humana; el cambio de rito funerario, que fue el de la incineración; el torno para la fabricación de cerámica y el uso del hierro como metal básico.
Tuvieron un sistema de escritura peculiar, unas manifestaciones plásticas de primer orden visibles, sobre todo, en la escultura y en la pintura y una economía monetaria.
La sociedad parece estar articulada en torno a dos ideas básicas: la tribu y la ciudad.
Los restos de pinturas nos muestran escenas de caza y guerra, ceremonias religiosas y danzas. (LIRIA).
Los guerreros de Liria, Archena, Osuna, indican que la guerra era un arte noble entre los íberos. Entre las armas conocemos el escudo redondo (CAETRA) y otro mayor, oval y decorado con motivos geométricos; la jabalina y el soliferrum y la falcata, cuyo origen parece estar en la machambra griega.
En cuanto a la estructura interna de los grupos, dependía de la zona. Los grupos meridionales tuvieron tendencia a la monarquía (influencia tartésica) y sus jefes eran llamados REGULOS.
En la región del Sureste no encontramos tradición monárquica, quizás por influencia griega. Su estructura fue la de un ciudadanismo de base mediterránea.
Son la base de la estructura política. Falta de edificios de carácter público, tanto civiles como religiosos.
Ubicación de los poblados en lugares altos, poco accesibles y protegidos por murallas. Carácter estratégico-defensivo. Pocas localizaciones en zonas llanas, como Illici y el Tossal de Manises.
Estructura de las viviendas muy simple, de planta rectangular y pequeñas dimensiones.
Las tres principales novedades son: el uso del hierro, el uso del torno rápido para cerámica y la moneda.
Las bases económicas son la agricultura y la ganadería. La gran riqueza de los íberos fueron el olivo y la vid. También había frutales y huertas en torno a las ciudades.
La variedad de los cultivos y la complejidad de la industria se aprecia en el instrumental utilizado en las tareas agrícolas: yugos, arados, legones, azuelas, etc.
En ganadería tenemos datos de la existencia de ovejas, caballos, cerdos y toros. Se practicaba la transhumancia y la estabulación. La caza y la pesca son elementos subsidiarios de la alimentación.
Otras actividades son la minería y el comercio. Sierra Morena fue la zona minera más rica de la Península Ibérica. También se constatan minas de hierro en la zona de Moncayo y provincia de Barcelona. La aparición de metales preciosos en la Península Ibérica dio lugar a su utilización en orfebrería; además, contaban con bronce, hierro y plomo.
La profusión de pondus y fusaiolas indica que la industria textil estaba bastante extendida.
Respecto al comercio se aprecian intercambios desarrollados con los fenicios, griegos y cartagineses. Los grandes puntos de intercambio estaban situados en las ciudades fenicias del Sur: Cádiz, Málaga, Sexi, etc., así como las griegas situadas en la costa catalana: Ampurias y Rosas.
Del comercio interior sabemos poco pero hay evidencias de hallazgos de objetos célticos en Andalucía y de productos tartésicos en la Meseta.
A partir del s. III toda el área ibérica pasa a estar bajo influjo romano.
Las inscripciones no latinas existentes en la Península Ibérica pueden establecerse en varios grupos.
Parece ser que la religión procede del Mediterráneo, de ahí el culto al toro, la aparición de leones, bichas, etc. y los santuarios levantinos en relación con Zeus, Artemis efesia, etc.
El sincretismo de la ideología religiosa mediterráneo-céltica aparece en el "Bronce de Carriazo" que representa una divinidad cuyo cuerpo sale de la unión de dos prótomos de ave y sostiene un triángulo en cada mano.
En cuanto al rito funerario, los íberos practicaron la incineración. A los guerreros se les enterraba con sus armas, depositando vasos de ofrendas en la pira de cremación. La tumba de los personajes más ricos se cubría con un túmulo, como los de Mula (Murcia), Cástulo o Pozo Moro (Albacete).
Podemos diferenciar una serie de áreas culturales:
Tiene sus raíces en el mundo atlántico-mediterráneo del Bronce final. Existen ya núcleos urbanos importantes como Huelva, El Carambolo, Carmona o Cástulo.
Toda esta cultura desapareció bajo la romanización y no se llegó a saber cómo fueron todos estos núcleos en tiempos ibéricos, pero las esculturas y bajorrelieves reflejan una rica y avanzada sociedad.
En Osuna se descubrieron algunos elementos arquitectónicos como restos de muralla y de cinco torres semicirculares. Su fecha es discutida pero se cree del s. II a.C.
La cerámica se caracteriza por pertenecer al Período Hierro III (400-200 a.C.) y utilizar el torno rápido. Se aprecian influencias de las factorías orientales por la decoración geométrica.
Las secuencias de El Carambolo y Carmona demuestran cerámicas a mano con decoración reticulada ya en el s. VI a.C. La cerámica ibérica aparece encima, en un horizonte fechable a principios del s. V a.C. La fecha final de la cerámica ibérica andaluza se sitúa hacia el cambio de la era.
Estos pueblos turdetanos poseían una escritura silábica que se aparta de la escritura ibérica de Levante. Esta serie de inscripciones, denominadas Tartésicas, poseen una cronología incierta pero hay que relacionarlas con las aportaciones del Mediterráneo Oriental anteriores al s. VIII a.C.
En resumen, esta zona de la Baja Andalucía ofreció una gran evolución y una asimilación continua de elementos que llevaron a una precoz romanización.
Muy ligada a La Bética pero más próxima al Área Levantina. Las corrientes orientalizantes aparecen desde el s. VII a.C. en Galera y Los Saladares de la Huerta de Orihuela (Alicante) y se reflejan en su cerámica, y en el monumento de Pozo Moro (Albacete), que constituye la muestra más antigua de la escultura ibérica.
Respecto a cerámica, en el Sureste se desarrollan unos tipos decorativos que pueden considerarse como enlace de los meridionales y valencianos. Los yacimientos clásicos son Archena y Elche hasta el punto que se ha establecido el llamado estilo Elche-Archena, fechable en el s. III a.C.
Junto al viejo fondo de decoración geométrica se desarrolla la pintura floral con sobria estilización acompañada de motivos geométricos y animales estilizados.
En esta zona aparece una escuela que hace uso de la figura humana en dos concepciones distintas. La Escuela de Elche, con sus damas aladas entre caballos y la perspectiva frontal de cabezas femeninas de buen tamaño representa un aspecto nuevo en su técnica y simbolismo. En cambio, en Archena aparecen figuras humanas formando escenas que sólo tienen paralelo en Liria. Esta escuela florece en el s. III alcanzando el s. I a.C.
En la necrópolis de Galera encontramos ajuares anteriores al 400 a.C., fecha en que el uso del hierro estaba totalmente extendido entre los indígenas. Aparecen falcatas, lanzas de tipo La Tène I, fíbulas La Tène II. La cerámica ibérica aparece plenamente desarrollada.
En la región de Murcia aparecen importantes necrópolis: Cigarralejo, Llano de la Consolación, Hoya de Santa Ana, Cabecico del Tesoro. En estas necrópolis aparecen sepulturas de incineración, urnas de tipo ibérico o de ascendencia céltica y exvotos con figuras de caballos o yeguas de cría.
El Llano de la Consolación es el único que ha dado exvotos de piedra. Predominan las esculturas femeninas, destacando la gran dama oferente. Las masculinas son casi todas cabezas sueltas.
El yacimiento de Pozo Moro (Albacete) nos ofrece nuevos elementos de juicio para conocer las raíces del arte ibérico. Por debajo de la necrópolis y cubierto por las sepulturas apareció un monumento destruido. Se trata de un monumento funerario turriforme, de planta rectangular, con leones situados en las esquinas, que responden a prototipos neohititas traidos por colonos fenicios. Son de importancia excepcional los relieves de escenas variadas y contenido mitológico. Puede fecharse a finales del s. VI a.C., aunque su descubridor, Martín Almagro Gorbea, cree que los relieves pueden ser anteriores. Esta es, pues, la obra más antigua de la escultura ibérica.
Inscripciones: en esta región son de tres tipos.
En Levante podemos hacer una serie de divisiones de las distintas épocas ibéricas.
Estos períodos se reflejan en los poblados de la zona:
En el período anterior a la conquista romana, siglos V y IV, hay una gran asimilación de influencias griegas. Es el momento de la gran plástica indígena, cuando se atribuye la escultura de mejor calidad: la Dama de Elche. Es el gran momento de la escultura, que está al servicio de la religión. Aparecen un gran lote de terracotas en un santuario de Alcoy, siendo la colección más importante de toda la coroplástica ibérica.
En general, la región de Levante ofrece un desarrollo ligado con las regiones meridionales en hábitat, tipo de escritura, cerámica, etc.
Presenta una personalidad especial debido al contacto con las colonias griegas de Ampurias y Rosas, que constituyen las últimas colonias griegas de la costa Norte del Mediterráneo Occidental, con centro en Marsella.
Sobre un poderoso sustrato de "campos de urnas" y de elementos orientalizantes aislados, la influencia griega aparece vigorosa y da nacimiento a núcleos muy helenizados como el de Ullastret. Este poblado llegó a igualar a Emporion. Constituye un poblado amurallado cuya planta y técnica es paralela a la de los establecimientos griegos del Mediterráneo Occidental a fines del S. IV A.C.
Otro gran centro fue EMPORION. Su estratigrafía indica una fecha dentro de la mitad del s. IV para la muralla de la neápolis, aunque hay pruebas de una muralla más antigua.
En general, la población ibérica de Cataluña se asienta sobre poblados fortificados, igual que en Valencia.
Las formas cerámicas se van transformando bajo el influjo del torno rápido y de las importaciones griegas. Aparece la cerámica ibérica del tipo Fonscaldes (Tarragona) con simple ornamento geométrico. Sólo en una fase final, del 200 al 1 a.C., se desarrolla la cerámica ibérica con ornamentación floral estilizada. Casi nunca se produjeron vasos con motivos animales o escenas humanas.
El mismo carácter cultural y evolución tipológica nos ofrece la región ibérica de Francia, donde se usó el mismo alfabeto.
El resto de las regiones del interior ofrecen un gran número de elementos célticos, venidos del otro lado de los Pirineos y más arcaicos en razón del alejamiento de los centros coloniales cuya influencia creciente dará nacimiento a las culturas mixtas que llamamos celibéricas.
En la zona septentrional vasco cantabro galaica no llegaron las influencias coloniales hasta la conquista romana.
TEMA 4.- LA EDAD DE HIERRO EN LA MESETA
El estudio de los diferentes aspectos que ofrece la Edad de Hierro en la Península Ibérica encierra grandes dificultades ya que no puede establecerse un paralelismo exacto con el resto de Europa. Las dos etapas clásicas de la Edad de Hierro, Hallstatt y La Tène, son inaplicables a España pues no se produjeron los mismos fenómenos.
Se consideran Hallstátticos los elementos culturales más antiguos que fueron introducidos desde el otro lado de Los Pirineos por gentes de Centroeuropa en los momentos finales de la Edad de Bronce y comienzos de la de Hierro. En la mayoría de los casos acabaron imponiendo sus formas culturales y sus medios de vida: colonización cultural.
El mundo indígena de la Península estaba representado por pueblos que habían evolucionado en las últimas etapas de la Edad de Bronce en la Meseta (portadores del vaso campaniforme) y por pueblos que en la zona del Suroeste recibieron el impacto de los colonizadores mediterráneos, desarrollando una cultura de alto nivel que se puede definir como Tartéssicos.
En este momento cronológico hacen aparición elementos ajenos al mundo indígena, traidos por grupos humanos de Centroeuropa, indoeuropeos, que se denominaron genéricamente célticos. Para entender este proceso cultural hay que conocer los movimientos de pueblos y culturas que se produjeron anteriormente en Centroeuropa.
La cultura de los túmulos inicia su desarrollo todavía en la Edad de Bronce. Abarca desde Baviera y Bohemia hasta la Francia central y occidental.
Pueblo dedicado a la caza y pastoreo, su característica principal son sus ritos funerarios de inhumación, consistentes en colocar el cadáver extendido sobre un pavimento de losas y sobre él un montículo de piedras y tierra.
Dentro de la cultura de los túmulos se han podido diferenciar numerosos grupos atendiendo a diferencias regionales.
Superponiéndose a la cultura de los túmulos aparece la nueva cultura de los campos de urnas que comenzó a formarse al este del territorio de los túmulos.
Es en esta etapa final de la Prehistoria cuando:
Regiones a las que primero llegarán las influencias exteriores:
La presencia de estos pueblos indoeuropeos queda atestiguada en numerosos yacimientos. Las necrópolis muestran ya el primer elemento nuevo, el rito de la incineración, superponiéndose al antiguo sistema indígena de la inhumación.
Ejemplo de las "necrópolis catalanas" es Agullana. Ejemplo típico de los campos de urnas que han proporcionado abundantes ajuares y una extensa y variada tipología cerámica, principalmente, urnas. La cronología de Agullana está fijada por Palop en el año 750 a.C. como momento inicial de la necrópolis, fecha que coincide con Hallstatt C, donde comienza la metalurgia del hierro. En la fase Agullana II (650 a.C.) aparecen cuchillos de hierro que muestran que el hierro se ha introducido, pero más tarde que en Centroeuropa.
La fecha inicial de Agullana no es la más antigua de Cataluña, pues la necrópolis de incineración de Can Missert en Tarrasa queda fechada en el año 800 a.C.
Los elementos y tradiciones europeas se reflejan en todas las manifestaciones culturales: en la región catalana, antiguos sepulcros megalíticos han sido reutilizados por los campos de urnas según prueba la abundante cerámica hallstáttica.
La cerámica hallstáttica es siempre a mano. Los ejemplares más representativos son urnas de incineración, bitroncocónicas, de perfiles cada vez más suaves, con o sin asas, con cuello y boca más o menos largos. Decoración incisa con surcos poco profundos formando temas geométricos.
También ofrecen interés los ajuares metálicos de numerosas tumbas: hachas de bronce tubulares, navajas de afeitar, agujas de bronce, brazaletes, etc.
Los campos de urnas catalanes recibieron en los primeros momentos las invasiones llegadas desde Los Pirineos y una vez asentadas se extendieron hacia el Valle del Ebro y en algunos casos hacia la Meseta.
Aparte del grupo de gentes que penetraron por el Pirineo Oriental, se observa la presencia de otros grupos invasores en el Valle del Ebro que hace pensar en una vía a través del Pirineo Occidental, procedentes del Bajo y Medio Rhin, con elementos del Hallstatt B y C, que siglos más tarde desembocaron en las culturas posthallstátticas.
El Valle del Ebro es un segundo núcleo geográfico donde se observan las huellas de la indoeuropeización.
Los paralelos con los pueblos europeos se establecen a través del estudio de los elementos culturales: presencia del rito de incineración, cerámica pintada fechada en torno al s. VIII a.C., cerámicas excisas y acanaladas y vasos de cuello cilíndrico.
En el Valle del Ebro destacan los yacimientos de El Roquizal del Rullo (Zaragoza), el Redas (Logroño) y Cortes de Navarra, donde se han encontrado niveles de habitación. Es un poblado importante por su extensión, donde vemos reflejado el primer momento de contactos europeos que se superponen a la población indígena de la Edad de Bronce y un segundo momento de clara Edad de Hierro, con desarrollo de la metalurgia, de la minería local y posteriores contactos europeos.
Es una zona geográfica que representa una unidad cerrada en sus contornos y de difícil entrada por la parte septentrional a no ser por pasos naturales: el desfiladero de Pancorbo desde Álava y Soria y el Valle del Jalón, camino fácil desde la zona cental.
El recorrido de los primeros indoeuropeos es difícil de seguir, además de que esta región comienza pronto a recibir influencias del Este: helenización de la costa (Ampurias), iberización, etc., dando lugar a las culturas posthallstátticas.
En la primera etapa de la Edad de Hierro, Álava y la Meseta estuvieron relacionadas a través de Pancorbo, paso por el que entraron las gentes de los campos de urnas. Esta hipótesis queda reforzada por la semejanza de materiales a uno y otro lado.
El castro del Castillo de Henayo. Sus fechas más antiguas por el C14 son 1150, 980 y 970 A.C. No debe extrañar pues que los campos de urnas en Alemania se iniciaran en torno al 1200 A.C.
Los elementos culturales que conectan estas dos zonas son la cerámica excisa, el rito de incineración y las plantas de habitación circulares.
En la Meseta superior destaca el depósito de bronces del Hallstatt de Huerta de Arriba (Burgos). En la zona del Pisuerga destacan San Pedro Regalado y Soto de Medinilla donde existía inicialmente una población indígena de cazadores sobre los que llegaron las influencias del mundo de los túmulos (Hallstatt B) mezclados ya con elementos del Hallstatt C.
Aparte de los poblados más significativos se han descubierto últimamente numerosos yacimientos en la parte Noroeste de la Meseta. La cerámica de boquique que aparece en estos centros parece ser una perduración de los vasos campaniformes, pero la cerámica excisa que se desarrolla paralelamente es similar a piezas de la cultura de los túmulos y constituye un grupo ajeno a lo que podemos denominar conjunto indígena.
En la Meseta occidental destacan dos importantes yacimientos:
Se observa una secuencia ininterrumpida del final del Bronce y los primeros momentos del Hierro, con cerámica de incrustación y técnica de boquique derivadadas del campaniforme y elementos cerámicos con decoración excisa que representa la tradición traída a través de Los Pirineos procedentes de los túmulos del Oeste de Europa.
En la primera ocupación se mezcla la tradición indígena con la presencia de gentes de fuera. En su nivel inferior aparece cerámica hallstáttica: cerámica a mano de pasta fina y bien cocida, superficie negra y decoración pintada. Este nivel queda fechado entre los años 700 y 500 a.C.
En la Meseta oriental, Soria es la primera en recibir la llegada de los campos de urnas. Aparecen varios yacimientos no tan antiguos como los de Cataluña y Valle del Ebro, como Castilfrío de la Sierra, Quintana de Gornaz y Numancia donde, bajo el nivel de incendio, ofreció un poblado más antiguo con cerámica hallstáttica.
Las últimas influencias de los campos de urnas aparecen en los alrededores de Madrid, habiéndose encontrado restos de cerámica excisa y no apareciendo necrópolis y poblados al sur del Tajo, aunque esto no quiere decir que las influencias no llegaran a toda la Península.
A partir de mediados del s. V podemos considerar iniciada la segunda Edad de Hierro, con la aparición de dos áreas culturales:
Al tiempo, el Valle del Ebro experimenta un desarrollo independiente, sobre todo en la zona aragonesa, que se iberizará intensamente a partir del s. IV a.C. y sobre todo en el s. III.
El desarrollo de estas culturas posthallstátticas es paralelo al de las culturas europeas de La Tène y culturas ibéricas de Levante.
El tipo de hábitat son castros fortificados en alturas, con recintos adosados unos a otros, raramente concéntricos.
En estos poblados se observa una evolución:
Estos castros no tienen plan urbanístico como los del Valle del Ebro, sino que son chozas aisladas adaptadas al terreno.
Desde la ribera navarro-riojana ocupa Burgos, Palencia, Soria, Guadalajara, con extensiones a Cuenca, Madrid, Toledo, Valladolid y Segovia.
Expansión como resultado de las guerras lusitanas y celtibéricas (s. II a.C.).
Elementos culturales:
Entre el Tajo y el Duero, provincias de Madrid, Toledo, Cáceres, Salamanca, Avila, Zamora, con extensiones al Sistema Central, Portugal y Galicia (zona del Miño).
Elementos culturales:
El final de estas culturas tiene que ver con la romanización: unas zonas se destruyen y otras se romanizan. Los romanos desmantelaron sistemáticamente el territorio celtibérico a consecuencia de las guerras del s. II a.C., menos las zonas donde se asentaban pueblos filorromanos que no constituían una necesidad perentoria de guerra.
TEMA 5.- LAS COLONIZACIONES
La Península Ibérica, durante el I milenio a.C., se convierte en un foco de atracción para los pueblos marítimos y comerciales del Mediterráneo Oriental; ello va a dotar a las costas españolas de una fisonomía particular al situarse en ella las factorías y los centros comerciales de estos pueblos, al tiempo que tendrán una marcada influencia en el desarrollo cultural de los pueblos peninsulares.
Las tradiciones hablan de la fundación de Gádir (Cádiz) por los Tirios (fenicios) hacia el 1100 a.C., pero en realidad todos los hallazgos arqueológicos no demuestran la certeza de estas tradiciones.
Importantes hallazgos realizados en el suroeste de la península (Huelva), señalan la existencia de una población muy rica y profundamente imbuida de influencias orientalizantes: TARTESSOS.
Los enfrentamientos entre focenses y fenicios por el control del Mediterráneo acabaron con la victoria de los segundos y el control por parte de Cartago, colonia fundada en el norte de África, y el pleno auge económico y cultural de todo el comercio de la región.
Probablemente así se provocó la desaparición de la ciudad de Tartessos y de la colonia griega de Mainaké hasta el punto que ambas serían confundidas con las colonias fenicio-púnicas de Gadir y Malaka.
Los colonizadores fenicios fueron los primeros en arribar a la Península en busca de nuevos mercados y aprovisionamientos de materias primas.
La fundación de Gadir en el 1100 a.C. se acepta generalmente pese a que los restos arqueológicos no confirman esta cronología. Desde el s. VIII a.C. hay restos comprobados de fundaciones fenicias, pudiéndose distinguir cuatro grandes etapas de colonización:
Las áreas de asentamiento se distribuyen por las zonas mineras del Sur que ofrecían plata, cobre y plomo en grandes cantidades. Río Tinto, Cástulo y Cartago Nova.
Las factorías fenicias se extienden a lo largo de la franja costera comprendida entre el cabo San Vicente hasta Alicante, limitada por los sistemas montañosos que separan Andalucía de la Meseta, distinguiéndose dos grandes áreas:
Los colonizadores fenicios introdujeron una serie de inventos que van a modificar el sistema económico peninsular: el carro y el arado de madera; nuevos productos de cultivo: la vid y el olivo. Sin embargo, el objetivo principal es el comercio de los metales y por tanto el control de las vías mineras andaluzas.
El comercio exterior se dirigía hacia Chipre y Tiro; después hacia Cartago, Mediterráneo Occidental y Roma. Comercian con salazones de pescado, vino, aceite, cueros y lanas y metales. A la Península traían objetos manufacturados, utillaje, herramientas, cerámicas y objetos suntuarios que se intercambiaban con la población indígena.
En toda el área de influencia de los Tartessos se encuentran restos que señalan la presencia fenicia por su marcado carácter orientalizante.
Generalmente de pasta roja, hecha a torno, bien cocida, poco porosa y muy fina, con engobe rojo-granate: "cerámica de barniz rojo". Formas: oinokoes, vasos de cuerpo globular, cuello largo y estrecho, boca de seta, platos con o sin pie, urnas, vasos globulares, etc.
En el sur de la Península parecen confluir dos ritos de enterramiento: inhumación e incineración. Destaca la Necrópolis del cerro de San Cristóbal, Almuñécar. Son tumbas de pozo con un nicho lateral donde se han depositado ajuares conteniendo ánforas de alabastro con inscripciones tipo egipcio. Aparece un "esquifos" protocorintio con una cronología del s. VII-VI a.C. que proporciona una fecha aproximada para la necrópolis.
Otro tipo de enterramiento es la Necrópolis de Punta de Vaca, Cádiz, con una especie de hipogeos y tumbas de pozo simple.
Otras necrópolis son la de Carmona, Villaricos y la ibicenca de Puig d'es Molins.
Jarros de bronce, globulares y bocas trilobuladas, con asas decoradas con cabezas de ciervos, caballos, leones, serpientes, etc., con tradición orientalizante.
La "Dama de Galera" es uno de los objetos votivos de mayor interés (relacionada con la diosa Astarté), de alabastro y con los ojos de estilo mesopotámico. Junto a la presencia de esfinges, ha sido considerada como una representación de la diosa de la fecundidad, con una cronología entre el s. VII y VI a.C.
En Ibiza, y en otras formas de influencia fenicia, son abundantes las figurillas de terracota, destacando la llamada "Dama de Ibiza".
Muy importantes son las llamadas "Tanit", que pueden tener una función de incensario o perfumario, con cabezas de tipo griego que llevan el khalatos, collares de rosetas y, en ocasiones, las manos en posición ritual.
También aparecen cáscaras de huevos de avestruz, en muchas ocasiones pintadas y que proceden de importaciones.
Parece posible atribuir a la actividad comercial fenicio púnica el denominado "Tesoro de la Aliseda", con una amplia serie de piezas de oro con decoración de filigrana de tipo orientalizante. Los mismos motivos decorativos aparecen en gran cantidad de objetos encontrados en El Carambolo, Ibiza, Villena, etc.
Importados a la Península son los pequeños lacrimatorios de pasta vítrea "alabastrones".
Como objetos de uso personal aparecen navajas de afeitar en bronce, espejos, pinzas, espátulas, anillos, piezas de marfil, especialmente peines y objetos de adorno.
Parece ser que los orígenes de la colonización griega se remontan a mediados del S. VII A.C. con la llegada de los navegantes foceos y samios al legendario reino de Tartessos. Sin embargo, anteriormente se debió desarrollar una larga etapa de exploraciones e intentos de apertura de mercados en Occidente; especialmente activos entre el s. IX y VIII a.C.
Según el relato de Herodoto, fueron los focenses los primeros en establecer contacto con la Península. Los focenses se introdujeron en el ámbito comercial fenicio-púnico del que serían violentamente expulsados tras la batalla naval de Alalie a su base de Marsella y relegados a las costas levantinas orientales.
Parece ser que la base de los focenses estuvo en Cumas (Kyme) de donde pasarían a las islas de Ischia y Cerdeña y de estas a las Baleares, desde las cuales alcanzaron las costas mediterráneas españolas donde fundaron Hemeroscopeión.
Es posible distinguir una serie de etapas en la colonización griega de la Península Ibérica:
La primera era el punto de escala para los navíos que, saliendo de Sicilia y Sur de Italia, hacían la ruta de Occidente.
Mainake dominaba el estrecho de Gibraltar y estaba unida por una vía comercial interior con el valle del Guadalquivir y el reino de Tartessos.
Las colonias griegas se situaron en las costas mediterráneas y, excepto Mainake, en la zona comprendida entre el río Segura y el Cabo de Creus. Estas regiones permitían la formación de factorías y puertos comerciales.
En Ampurias se ha encontrado una buena representación del amplio utillaje agrícola empleado: laya, arado tirado por animales, legones, rastrillos, alcatanas y hoces. Se cultivaba el trigo, la cebada, y se puede suponer una importante producción de vino y el aprovechamiento de la lana.
Los bosques pirenaicos permitieron el mantenimiento de una industria naviera, transportándose la madera por vía fluvial a lo largo de los ríos Ter y Fluviá. Al igual que en el área de influencia fenicia, las industrias pesqueras y de salazones tuvieron gran importancia.
A partir del s. IV a.C. el comercio griego se amplía extraordinariamente, así el principal mercado se hala en la Alta Andalucía. A su vez, las exportaciones de las factorías peninsulares aumentaron y se concentraron en el vino, aceite, trigo, tejidos y otros productos de origen indígena.
Los hallazgos se encuentran a lo largo de toda la costa y también en algunos puntos del interior; abarcan desde el s. VII al s.III a.C., es decir, hasta que comienza la romanización.
Abundantes vasos griegos, algunos con cronologías muy antiguas, desde el vaso protocorintio hasta cerámicas de tipo campaniense. La cerámica más numerosa es la de la segunda mitad del s. IV a.C., de figuras negras sobre rojo, destacando los lekytos, vasos funerarios. A las cerámicas áticas siguen las campanienses provenientes de los talleres italiotas.
Los restos de la ciudad más importante, Ampurias, muestran en la Neápolis un trazado de tipo hipodámico, un rectángulo delimitado por una muralla ciclópea no anterior al s.VI a.C. Sin embargo hay algunos restos de la Paleópolis o ciudad antigua: fragmentos de muralla griega, un relieve con dos esfinges tipo arcaico y fragmentos de cerámicas.
Los restos de la Neápolis corresponden a época helenística y romana, etapas en las que la ciudad adquiere su mayor potencia económica y política, puesto que está aliada con Roma.
Los objetos de metal encontrados corresponden a un área bastante dispersa. En el grupo de esculturas de bronce destacan el "Arquero de Luchmayor" y el "Centauro de Rollos", ambos fechados en el s.VI a.C.
Entre los objetos de adorno destaca la "Diadema de Jávea".
Se puede apreciar la influencia del arte griego arcaico en algunas obras de origen indígena: las esfinges de piedra de Agost y la de Haches (Guadalajara). También hay esculturas en mármol que son posiblemente productos de importación, o al menos obra de artistas extranjeros en talleres locales. Destaca el "Ascklepios" de Ampurias y la Cabeza de Afrodita.
Las monedas son el mejor testimonio de la actividad comercial griega. Es importante la emisión de monedas de plata en la Ceca ampuritana, aunque también en Rhode se acuñaron dracmas desde finales del s. IV a.C. Las monedas de ambas ciudades fueron imitadas en otros asentamientos indígenas a partir del s.III a.C.
Las monedas de Ampurias suelen llevar la cabeza de la ninfa Arethusa, rodeada de delfines en el anverso; en el reverso aparece Pegaso, cuya cabeza es a veces sustituida por la figura humana. La acuñación de Rhode presenta en el anverso una rosa como emblema de la ciudad y en el reverso aparece la cabeza de Arethusa.
No existe una cultura tartéssica originaria producida exclusivamente por el desarrollo de una cultura indígena, ni manifestaciones especiales que constituyan una nueva civilización. El mundo tartéssico no es más que el reflejo del mundo oriental, básicamente fenicio, arraigado en el área atlántica peninsular en fechas muy tempranas.
La aparición de materiales de origen oriental en ámbitos indígenas permitió a los investigadores definir la existencia de un período orientalizante que correspondería con el horizonte cultural que las fuentes literarias griegas transmiten como Tartessos. La continuidad sustancial entre las poblaciones del Bronce Final y las que conocen el influjo fenicio obliga a aceptar que todos ellos eran tartessios, si bien los contemporáneos a los asentamientos fenicios pertenecen a una etapa que denominamos como orientalizante tartéssico, frente a sus predecesores que no importaban productos fenicios, por lo que su etapa se considera pre-orientalizante.
La imagen que de Tartessos obtenemos de unos u otros documentos es completamente diferente, pues mientras la lectura de los textos permite suponer la existencia de un reino relativamente extenso -coincidente con la Andalucía actual- regido por una monarquía cuya sede sería la capital homónima del reino situada en los aledaños de la desembocadura del Guadalquivir, la Arqueología no ha brindado el descubrimiento de esa ciudad, ni tampoco rasgos evidentes de que la sociedad del orientalizante tartéssico estuviera tan desarrollada como suponen los textos escritos.
Los descubrimientos arqueológicos van proporcionando una base cada vez más sólida para afirmar que probablemente la mayor parte de la población estaba dedicada a la producción agrícola. Los hábitats se sitúan en lugares estratégicamente óptimos para la explotación agrícola y control de las rutas de transhumancia. A través de esas rutas se tiene acceso a los centros productores de metales, cuya extracción, transformación y comercialización constituye otro de los aspectos de la riqueza económica, al mismo tiempo que una aportación demográfica y cultural.
Las necrópolis ponen de manifiesto que la sociedad se encuentra ya jerarquizada, pues se detectan grupos con capacidad de acumulación de riqueza.
El sistema económico que se va desarrollando en Tartessos a lo largo del período orientalizante conduce a una especialización laboral en la que la mayor parte de la población está dedicada a la producción de bienes de consumo, tanto alimenticios como artesanales, cuya redistribución y comercialización está en manos de una aristocracia que basa su posición en la posesión o control de los excedentes agrícolas, de la producción ganadera, de la explotación de los recursos naturales, de la transformación de las materias primas en bienes de consumo y de su comercialización.
En el momento de plenitud de la cultura tartéssica parece que se ha superado definitivamente el sistema de organización tribal, como ponen de manifiesto las transformaciones de hábitat, algunos de cuyos rasgos más evidentes son la paulatina sustitución de la planta redondeada por la cuadrangular o la aparición de las murallas, que modulan un planteamiento urbanístico y no exclusivamente defensivo.
Desde el momento que se incrementa la producción, aparece una concentración demográfica en núcleos de población.
La coincidencia, a finales del orientalizante, de la generalización de las plantas cuadrangulares, la cerámica a torno y el uso de instrumentos metálicos indica la transición hacia formas complejas de organización que conllevan una avanzada diferenciación social y la elaboración de mecanismos de control por quienes detentan la posición dominante.
No hay datos que nos permitan verificar un ordenamiento político. Según los textos literarios, Tartessos sería un reino centralizado que controlaba un amplio territorio al frente del cual se encontraría un monarca que gobernaría sobre una población segmentada en grupos sociales.
Estos textos señalan dinastías mitológicas.
La realidad arqueológica, de momento, parece reflejar un territorio no unificado políticamente. Sin embargo, es posible detectar una evolución desde los asentamientos del Bronce Final, jerarquizados en torno a una serie de jefes locales, con una economía de base agrícola y ganadera en la que las prácticas artesanales y metalúrgicas tienen poco peso específico, hacia los asentamientos de época tartéssica plena en los que, además de satisfacer las necesidades mencionadas, se requiere el control por parte de los sectores dominantes de las zonas mineras y de las rutas de comunicación.
La responsabilidad del fin de la cultura tartéssica se atribuye tradicionalmente a los cartagineses. Sin embargo, ni los textos literarios ni la Arqueología permiten tal atribución, ni siquiera un fin violento. Parece más acertado suponer que el fin de Tartessos está vinculado a un proceso de desestructuración económica, cuyas causas no podemos asegurar, pero las circunstancias pasan seguramente por la incapacidad de Tartessos de mantener el nivel de abastecimiento de materias primas en que se basaban sus relaciones con los fenicios y en concreto con Cádiz.
TEMA 6.- LA ARQUEOLOGÍA DE LA COLONIZACIÓN GRIEGA
La llegada de gentes colonizadoras y de productos griegos a la Península es un hecho arqueológicamente comprobado. La presencia griega en España tiene unos fundamentos (como los de toda colonización) claramente económicos. La expansión comercial a través del Mediterráneo de un pueblo con un alto grado de desarrollo técnico, social y artístico que exporta fundamentalmente productos manufacturados a cambio de valiosas y rentables materias primas. El mar va a ser el camino de una corriente cultural y humana que, a lo largo de varios siglos, servirá de puente entre los mundos griegos e ibérico. También es de destacar la importante función que la presencia griega vino a desempeñar en la formación y en el desarrollo de la cultura y el arte ibérico.
La presencia griega en España está documentada por dos tipos fundamentales de datos: por un lado las fuentes literarias, esto es, aquellos testimonios antiguos que hacen referencia, de forma más o menos explícita, a los viajes de los navegantes griegos por el Occidente; por otro lado, las fuentes arqueológicas, es decir materiales que, descubiertos en las excavaciones, aportan paulatinamente nueva luz sobre la naturaleza y el valor del comercio griego en el extremo occidental del Mediterráneo.
El estudio global más extenso que se ha realizado hasta hoy sobre las fuentes literarias es obra del profesor Antonio García Bellido. Su libro Hispania Graeca puede considerarse una síntesis sobre la colonización griega en España en la década de 1.940.
Las fuentes literarias son fundamentalmente de dos tipos: por un lado, la narración mítica o poética en la que la realidad queda desfigurada, y por otro las noticias de geógrafos e historiadores de la antigüedad que transmiten por lo general noticias muy anteriores a su época. Tal es el caso de la Ora marítima del tardío poeta latino Avieno, quien puso en verso un antiguo periplo de navegantes griegos. Su primitivo autor, un marino posiblemente de Marsella, hizo una descripción detallada de la costa desde Tartessos hasta aquella ciudad, señalando los lugares que iban apareciendo ante la nave griega en su recorrido. Basándose en este periplo se ha conjeturado la localización de primitivas colonias (Mainake, Homeroskopeion, Akra Leuke, etc.) cuya existencia no ha sido constatada aún en muchos casos por la arqueología.
A estos datos poco concretos, hay que añadir los relatos de algunos historiadores antiguos en los que la realidad se mezcla con elementos imaginativos por lo que resulta necesario realizar previamente una cautelosa interpretación de los textos a la hora de extraer de ellos unos resultados históricos válidos. Uno de los relatos más significativos de este tipo fue escrito por Herodoto (primera mitad del siglo V a.C.), quien nos cuenta en sus historias el viaje improvisado de Kolaios, marino de la isla de Samos, quien deseando viajar hacia Egipto, fue sorprendido por los vientos del Este y condujeron a la nave de los samios más allá de las columnas de Heracles, donde finalmente arribó Kolaios como naufrago ante las mismas costas de Tartessos. Allí comerció Kolaios y sus compañeros con los indígenas, tras lo cual emprendieron viaje de vuelta a Samos con pingües ganancias. La narración de Herodoto, adornada con numerosos elementos imaginativos, refleja el atractivo poderoso (idealizado con la riqueza que comporta el comercio) que impulsa a diversas ciudades de Asia Menor de la Grecia arcaica a buscar en un occidente paradisiaco una salida vital para sus excedentes de población y para su pobreza.
Los datos arqueológicos son la fuente más importante que poseemos hoy para establecer las bases reales del comercio y de la presencia griega en España.
El tipo de materiales más importantes como base para el estudio es la cerámica, pues en su estado fragmentario resulta ya prácticamente indestructible. A esto se une la gran precisión cronológica que el análisis de un pequeño fragmento de cerámica griega ofrece a un experto familiarizado en este campo. La presencia de un vaso griego en un conjunto cerrado, como puede ser una tumba, permite al arqueólogo datar con gran aproximación el resto del ajuar con que apareció enterrado. De esta manera pueden situarse en un horizonte cronológico muy determinado elementos culturales indígenas muy difíciles de datar por otros medios.
La reunión en un mapa de dispersión de todos aquellos lugares en los que ha aparecido cerámica griega permite conocer con precisión en que áreas hubo relaciones comerciales entre los indígenas y los griegos. Un estudio más detenido de estos mapas de dispersión permite asimismo reconstruir en muchos casos las vias de penetración hacia el interior de este comercio, que no se redujo a un mero fenómeno periférico o costero.
Durante los siglos VII y VII a.C. se inicia la exportación de productos griegos a la Península Ibérica. Muy bien pudieron traerlos los mismos fenicios, quienes aparecen ya asentados por estos siglos en la ruta Sur del Mediterráneo en su búsqueda de metales y de las riquezas legendarias de Tartessos. En las factorías y necrópolis fenicias diseminadas en la costa andaluza no son infrecuentes los hallazgos cerámicos griegos.
La distribución de productos griegos en esta época apunta significativamente a un gran interés por el Sur de la Península: el testimonio más antiguo que conservamos hoy dia es el fragmento de una crátera de época y estilo geométrico (fechable en pleno siglo VIII a.C.) descubierta recientemente en el antiguo asentamiento de Huelva. Entre los objetos de bronce tal vez sea el casco corintio hallado a orillas del río Guadalete en las proximidades de Jerez de la Frontera, obra del siglo VII, o los fragmentos procedentes de Granada de un oinochóe o jarra de bronce fabricado en un taller griego oriental. La veracidad, pues, del citado viaje de Kolaios de Samos a Tartessos quedaría en pie ante alguno de estos testimonios.
Los testimonios sobre la fundación de colonias por los rodios en el siglo VII se reducen a las noticias que nos ha transmitido el geógrafo Estrabon, autor que vivió hacia el cambio de la Era. Las excavaciones en yacimiento de Rosas, antigua Rhode, no ofrecen materiales anteriores al año 400 a.C.
La existencia de estas primitivas colonizaciones y viajes no está, pues, aún hoy científicamente probada, aunque cabe pensar en unos primeros viajes de tanteo, un preludio de la gran colonización focea del siglo VI a.C.
Un conocido pasaje de Herodoto nos relata que fueron los focenses "los primeros que llevaron a cabo sus navegaciones lejanas" y quienes "descubrieron el Golfo Adriático, Tirrenia, Iberia y Tartessos".
El papel preponderante de la colonización griega en Occidente lo va a jugar a partir de estos años Focea. La configuración misma de la ciudad de Focea, en la costa jonia de Asia Menor, ilumina algunos aspectos de la colonización. Se trata de una hábitat en una costa enormemente recortada, formando pequeñas penínsulas o casi islas. Ello configura la estructura ambiental de un pueblo que va a encontrarse de esta manera predispuesto y determinado al comercio y al trabajo en el mar. Esta misma estructura topográfica va a repetirse con constantes muy similares en todas las colonias fundadas por Focea, ciudades tan aptas para el comercio como inadecuadas para la agricultura; ciudades propiamente sin territorio y sin campiña como Massalia y Emporion.
Como mercaderes expertos en el reconocimiento y en el tráfico de todo tipo de metales y de materias primas, se establecen los foceos a lo largo de la ruta costera del Norte del Mediterráneo occidental, fundando Velia, Massalia y Emporion.
Con la fundación de Marsella hacia el año 600 a.C. se establece un puerto comercial de primordial importancia. Por estos mismos años se funda también la primitiva Emporion, en el norte de la provincia de Gerona. Sufre Ampurias un proceso evolutivo altamente interesante: se estableció primero una palaiopolis o ciudad antigua en un islote cercano al poblado ibérico de Indika; al afianzarse las relaciones comerciales con los indígenas se ocupó posteriormente la tierra firme en un lugar definitivo que los arqueólogos llaman modernamente Neapolis y que las excavaciones muestran rodeada de una muralla megalítica que la separaba del poblado ibérico. Las excavaciones de las necrópolis, realizadas por Martín Almagro, sitúan la fundación de Ampurias en torno al año 575 a.C., si atendemos a los materiales cerámicos allí encontrados.
Otro yacimiento en la costa gerundense que muestra materiales etruscos y griegos desde mediados del siglo VI, es Ullastret. Para algunos fue una verdadera factoría, como Ampurias, aunque para otros investigadores fue tan sólo una ciudad indígena más o menos helenizada.
Unos cuarenta años después de los inicios de Massalia, fundan los foceos en esta misma ruta marítima otra colonia, la de Alalia (actualmente Aleria), situada en un lugar estratégico de la isla de Córcega, frente a las costas etruscas. Su actividad, la de reforzar el comercio griego de la zona y servir de puente entre la metrópoli y Marsella, originará una rivalidad abierta hacia mediados del siglo VI con la poderosa talasocracia etrusca.
Se ha pensado, basándose en algunos textos antiguos, que por esta época Ampurias no era sino un mero emporion, esto es, un puesto comercial más del extenso mercado costero establecido por los colonizadores de Marsella. Y es a partir del siglo IV cuando Ampurias va adquiriendo un auge excepcional y una gran autonomía, llegando a ser la ciudad griega mas esplendorosa de la zona. Este desarrollo va a surgir de manera paralela al eclipsamiento de Marsella.
Ampurias llega a acuñar su moneda propia, al principio imitaciones del numerario massaliota, finalmente (a partir del siglo IV) creando una dracma propia que toma su modelo de la famosa dracma siracusana de época clásica: figura en el anverso una cabeza de mujer, la ninfa local Aretusa, que para los ampuritanos será posiblemente Artemis; en el reverso, un caballo alado, Pegaso.
La ciudad de Ampurias tuvo siempre un marcado caracter portuario y comercial. Entre los años 400 y 250 a.C., Ampurias crece: el ágora se amplia y adquiere un perímetro cuadrado y uno de sus lados los cierra una stoa o pórtico que sostiene una doble columnata a la manera helenística. Allí se establecen las tiendas mas ricas y los almacenes. Se erigen así mismo en estos años nuevos templos. El culto más primitivo debió corresponder a la Artemis Efesia, relacionada con el culto a de la fecundidad materna. Ya en el siglo IV a.C. parece existir un culto a Asklepios entre los colonos griegos. Una bellísima escultura en mármol de este héroe o dios de la salud testimonio de su aceptación religiosa en Ampurias.
La actividad vital de Ampurias fue el mar. La actividad marina tenia lugar en los meses de verano, suprimiéndose prácticamente las relaciones entre unas ciudades y otras durante el invierno. El trabajo se debía desarrollar entonces por otros caminos: la construcción y reaparición de naves y una industria cerámica fecunda entre cuyas producciones conocemos una con el nombre de "gris ampuritana".
La ciudad persiste durante la época romana. Entre los siglos II y I a.C. sirve de asentamiento para las legiones que establecen allí su campamento. Hoy dia, Ampurias es un pueblecito de pescadores.
La presencia en el Este y Sur de la Península reviste otra problemática muy diferente, ya que no existen datos arqueológicos suficientes que nos permitan hablar de una verdadera colonización, por más que las fuentes literarias (Ora marítima)así lo indiquen. A pesar de las numerosas excavaciones, no se ha localizado ni la primitiva Akra Leuke en las proximidades de Alicante, ni Mainake en la provincia de Málaga y a las que hacían referencia los textos antiguos sobre primitivos asentamientos griegos en el Levante o en el Sur de la Península.
La existencia de materiales griegos está muy ampliamente documentada, no sólo en la costa, sino también en muchos puntos del interior. En el siglo VI, cuando ya Ampurias y Marsella figuran como asentamientos foceos en plena actividad, sigue constatándose en Andalucía y Levante la existencia de materiales de hallazgos sueltos que demuestran que existió un comercio con Grecia. Al siglo VI pertenecen por ejemplo el Centauro de Rollos, en Murcia y el sátiro itifálico del Llano de la Consolación, en Albacete. Entre la cerámica ática de estos años arcaicos, destaca por su calidad artística una kýlix o copa ancha con el labio macado hallada en Medellín (Badajoz). La presencia de esta bella copa puede explicarse por las situación de este lugar dentro de una antigua ruta comercial que cruzaba de Sur a Norte el Oeste de España: la llamada Vía de la Plata por las que se vertían las riquezas mineras de Galicia hacia los asentamientos tartéssicos y fenicios del Suroeste peninsular.
En los siglos V y IV el corazón de la Bética alcanza un gran auge en la explotación de sus recursos mineros. Cástulo (Jaén) con sus ricos yacimientos de plata y cobre será uno de los puntos clave que va a canalizar hacia esta zona el comercio importado de Grecia. Las rutas que comunican Cástulo con los puertos costeros de Levante y del Sureste peninsular estarán jalonadas de numerosas poblaciones ibéricas que, de manera semejante a Cástulo, experimentarán un florecimiento considerable. Sus necrópolis ofrecen una gran riqueza de productos griegos. Se inicia la época de importaciones masivas de cerámica ateniense a la Península Ibérica, Tanto a Marsella y a Ampurias, como sobre todo al Sur y al Sureste de España.
Ya en la segunda mitad del siglo V se reactiva en el Sureste y el Sur la importación masiva de vasos áticos. Los materiales que aparecen ahora son altamente característicos: cráteras y kýlikes, todos ellos decorados con una técnica impuesta en Atenas desde finales del siglo VI: figuras rojas, destacando sobre un característico fondo negro de espléndido e intenso brillo. Los temas figurados se repiten generalmente con una enorme monotonía: escenas dionisiacas con bacantes y menades jóvenes atenienses envueltos en sus mantos.
Diversas observaciones nos muestran que estas piezas fueron enormemente apreciadas; los caudillos ibéricos las utilizaban sin duda en su vida, como muestra de fastuosidad y riqueza. Y al final de la vida se hacían enterrar con ellas utilizando las grandes cráteras como urnas que guardaban sus propias cenizas. En algunos lugares como la Tugia (Toya, Jaén) los ceramistas ibéricos llegaron a imitar estas cráteras, limitándose, sin embargo, a copiar la forma pero no el barniz ni la decoración figurada.
No sabemos quienes fueron en esta época los transmisores de este comercio hasta España, aunque el creciente predominio púnico en el Mediterráneo occidental a partir de finales del siglo V sugiere la hipótesis de unos intermediarios semitas más que atenienses. Esta hipótesis la apoyan algunos indicios, como la coexistencia de materiales (púnicos y griegos) que está mostrando el cargamento de un barco hundido en la bahía de Palma de Mallorca, datable por sus vasos áticos en el año 375 a.C. Las excavaciones submarinas llevadas a cabo no han podido determinar si los restos del barco hundido pertenecen a un navío griego o púnico, por lo que las dudas de los arqueólogos siguen sin disiparse.
Hasta hace unos años se había acentuado excesivamente el papel que la presencia griega en España había jugado en la formación y desarrollo cultural de las poblaciones indígenas. Es cierto que existieron influjos variados, pero faltan aún hoy muchos elementos de juicio para poder ofrecer una imagen global sobre la trascendencia de estos influjos.
Los importantes descubrimientos arqueológicos (asentamientos fenicios en el Sur, necrópolis ibéricas de Pozo Moro y Baza) han venido a enriquecer y matizar el papel de estas aportaciones. En un sentido global podemos hablar de un influjo orientalizante, que de manera continua va llegando con el comercio. La cultura ibérica aparece hoy como una amalgama que participa de todos estos elementos mediterráneos y orientales. Con los griegos y fenicios se introduce la utilización del torno rápido en los alfares ibéricos o la imitación de barnices (rojos y negros) utilizados por aquellos. La adopción del alfabeto por los iberos debe mucho sin duda a los pueblos colonizadores. Junto a la escritura se han reconocido también prestamos léxicos: se ha conocido por ejemplo, la adopción de la palabra kýlix o copa, escrita por los indígenas sobre platos cerámicos. La introducción de la moneda es una aportación claramente focea y ampuritana.
También los motivos artísticos penetran junto con los productos de los colonizadores: las modas decorativas se copian y se adaptan; animales fabulosos orientales, como los grifos o las esfinges, pasan a formar parte del repertorio o bestiario funerario ibérico. Problemática también es la filiación exacta de la iconografía de la Dama de Baza, diosa - madre sedente sobre un trono con alas; el motivo de la diosa sobre un trono alado es típicamente mediterráneo y así aparece representado sobre numerosas terracotas griegas de los siglos V y IV.
El influjo de la presencia griega debió ser grande, pero aún hoy por hoy difícil de delimitar. En síntesis: en la formación de la cultura indígena ibérica jugó un papel importante toda una maraña de influjos llegados del oriente con los pueblos colonizadores.
TEMA 7.- URBANÍSTICA ROMANA EN HISPANIA I
La base de la urbanización romana está en la realización de una serie de obras públicas de caracter estatal que hubieron de facilitar la labor civilizadora y administrativa. Estas obras con fundamentalmente las vias y los acueductos. Puentes, puertos y faros completan la red arterial de las vias.
Gran parte del transporte romano se efectuó por mar. La arqueología submarina está aportando espléndidas evidencias a este respecto.
Roma se encargó de crear puertos, de acuerdo con la tradición helenística puesta en marcha en el oriente del Mediterráneo. En Hispania el puerto más antiguo es el de Ampurias (Girona), ya en uso por lo griegos. El puerto aprovecha una amplia bahía, en cuya entrada se construyó la escollera en ángulo, de unos 250 metros de longitud. La escollera se construyó con grandes sillares y un fuerte hormigón, de obra típicamente romana.
Otras ciudades hubieron de poseer puerto, aunque no se conocen. Sólo se conservan restos de puertos fluviales principalmente los de Mérida, Itálica y Braga.
Entre los faros citar el célebre de La Coruña, llamado Torre de Hércules, tradicionalmente supuesta su construcción por Trajano, de varios cuerpos, lo mismo en planta que en alzado, construido de sillería y con rampa interior para subir a la plataforma superior la leña para el fuego de referencia.
La propia expansión militar romana necesitaba la construcción de vias para el transporte de la impedimenta y bagaje del ejercito. Eran las vias principales construidas en época de guerra un elemento fundamental posteriormente para la imposición de la Administración romana. Pacificada la región, la Administración cuidaba y ampliaba la obra realizada. Su construcción se efectuaba abriendo una caja en el terreno que se cubría con diversas capas de cantos rodados y hormigones que servían de cimiento a la summa crusta. Lateralmente se colocaban bordillos. La obra se completaba con alcantarillas, puentes y colocación de los miliarios con la señalización de las millas recorridas al punto de partida.
Un ejemplo es la "Vía de la Plata", que unía Mérida con Astorga. Construida sobre caminos naturales de uso estratégico, su primer tramo de fábrica entre Mérida y el Tajo debió ser construido por Servilio Caepio en 139 a.C. en el 90 a.C. Liciniano Creso, restaura este tramo, conservándose su nombre en otra "mansión". Q. Celio Metello Pío en el 80 a.C., la vuelve a restaurar y a ampliar su recorrido hacia el Norte; Augusto, con motivo de la guerras cántabras, la amplia a su longitud total llevándola a través de Zamora y Salamanca hasta Astorga. Sabemos que la vía tuvo una importancia industrial y económica con respecto a la región minera de León, pero que su valor social mayor sólo llegaba hasta el Duero. De hecho fue el eje vertical de la Lusitania iniciando su recorrido desde su capital Mérida, que poseía puerto fluvial de indudable importancia.
Otra vía de importancia fue la Vía Hercúlea o Augusta, quizá ya puesta en uso por los cartagineses en su parte meridional, ya que fue "reparada" por las tropas romanas antes de 120 a.C., en su trayectoria desde Ampurias (cabeza de puente de Roma), Tarragona, Valencia y hasta Cartagena. César la continuó durante sus guerras contra los hijos de Pompeyo, por el interior hasta las cercanías de la actual Granada, y Augusto la terminó (de ahí su nombre de Augustea) hasta Málaga y Cádiz.
Desde Tarragona y Barcelona salían ramales de esta vía a Zaragoza, importante nudo de comunicaciones en el Valle medio del Ebro. Una de las vias que enlazaban aquí era la de Astorga - Zaragoza y enlazaba con la Vía de la Plata. Otra vía era la Mérida - Zaragoza, que a su vez enlazaba con la zona inferior de la misma Vía de la Plata, cruzando oblicuamente la Península y por medio de ramales uniendo con las vias de la Bética. Pasaba por Toledo, Complutum (Alcalá de Henares), Medinaceli y Bilbilis (Calatayud). Al parecer fue puesta en uso definitivamente desde época de Augusto.
La Bética, la zona mas romanizada en el alto Imperio estaba cruzada en todas direcciones, con dos ejes principales: uno hacia oriente por la vía Hercúlea, y otro central por el Guadalquivir: Itálica (Sevilla), Córdoba y Cástulo, desde donde se dirigía un ramal a Consuegra y a Toledo para enlazar con la Zaragoza - Mérida, y otro directamente a Mérida.
Los romanos cuidaron especialmente las obras públicas en relación con las vias, preocupándose muy especialmente de las construcción de puentes, necesarios para cruzar las corrientes de agua que cortaban las comunicaciones.
La Península Ibérica posee magníficos ejemplos de estos puentes. De época augustea es el puente de Mérida. Destaca por su larga longitud de cerca de un kilómetro y por su magnífica arquitectura, con arquillos auxiliares en sus pilares, y construcción de sillería almohadillada. De comienzos del siglo II, en época de Trajano es el puente de Alcántara (Cáceres) con dos arcos de cerca de 30 m. de luz cada uno y una altura máxima de unos 75 m. Realizado con una técnica semejante a la del de Mérida en sillares graníticos almohadillados.
La vida de las ciudades venia determinada por el abastecimiento de agua que les daba vida. Los acueductos o conducciones de agua poseen varias partes fundamentales: una captación de aguas, una conducción que puede ser un canal abierto o cerrado, en túnel, y para salvar las vaguadas elevado sobre arcadas o formando sifones; finalmente un depósito para la distribución del agua dentro de la propia ciudad.
Un modelo de las distintas formas que podía tomar un acueducto romano es el de Almuñecar (Granada), de cerca de 5 Km. de longitud, debía iniciarse con una pequeña presa. Salvaba el primer arroyo con una arquería sencilla de 19 arcos. Continua con obra sobre murete y atraviesa un pequeño monte por túnel (400 m.); a continuación acueductos de 6, 10 y 11 arcos, para finalizar con un sifón que conducía el agua directamente al depósito en el interior de la ciudad.
Otro acueducto de interés es el de Segóbriga (Saelices, Cuenca) que tomaba el agua en una mina subterránea. Al aire seguía el agua entubada en cañería de plomo que se resguardaba en caja de obra. Finalizaba también con un sifón hasta los depósitos de la ciudad.
Otros acueductos, como los de Mérida y Tarragona o el de Segovia, eran menos innovadores en su técnica, y quizá ello hizo que poseyeran más larga vida. Los de Mérida y Tarragona se suponen de época augustea. Mérida posee tres acueductos, de los cuales dos de ellos proceden de sendas presas de época romana. El más famoso es el de los Milagros, arquitectónicamente de gran interés por su triple arcada superpuesta y su uso alternativo de ladrillo y sillares que habría de tener amplio éxito en arquitecturas posteriores. El de Tarragona, de sillería almohadillada, llega a unos 200 m. de longitud con doble arcada. Por otro lado, el de Segovia que se ha supuesto tradicionalmente realizado en época de Trajano, debe ser al menos de mediados del siglo I d. de C., es decir, de época augustea, y es probablemente el de más dilatada historia, así como el mas largo en pie. Su obra sobre arcadas está realizada con sillares de granito almohadillados. Tras sucesivas ruinas fue restaurado sistemáticamente desde época románica.
Otros acueductos importantes son los de Barcelona, Sevilla, Itálica y Toledo.
La política urbanizadora de Roma en la Península Ibérica se caracteriza por la valoración de las ciudades preexistentes más que por la fundación de nuevas ciudades (ex novo), salvo excepciones. De hecho la mayoría de las "colonias" de nueva fundación fueron en realidad la concesión de un nuevo estatuto jurídico a un grupo de nuevos ciudadanos sobre su antiguo asentamiento indígena.
La ciudad romana posee un esquema cuadrangular típico, derivado por una parte de la tradición de la ciudad helenística, y por otra de los planos de sus propios campamentos, y de la propia tradición religiosa etrusco - romana que divide el espacio de la nueva ciudad en cuatro zonas geográficas, mediante dos ejes, el Este-Oeste, que coincidirá con el decumano y el Norte-Sur con el kardo.
Las ciudades se organizaban en relación a estos dos ejes principales mediante calles paralelas, formando ínsulas o manzanas normalmente rectangulares y en ocasiones con calles porticadas. El foro era el centro ciudadano, una gran plaza organizada en ocasiones como elemento autónomo, en el que se colocaban los templos y la basílicas, edificios judiciales y comerciales.
Las calles estaban normalmente pavimentadas con losas de piedra, necesitando frecuentemente separaciones. Poseían aceras de mayor altura para defenderse de las aguas y del tránsito de carros, en ocasiones con paso de piedra de una a otra acera.
Por último, los grandes edificios de caracter público, teatros, anfiteatros y circos, se colocaban fuera de la ciudad normalmente debido a la extensión que ocupan, casi siempre aprovechando relieves naturales, pero sin que falten los efectuados mediante obras de fábrica.
Sociológicamente la primera urbanización romana fue la traída por los militares con sus campamentos. Algunos de ellos pasaron luego a ser ciudades, mientras que una mayoría de ellos desaparecieron.
Quizá el primer campamento romano fuera el de Ampurias, donde desembarcó Cneo Escipión en 218 a.C., colocándolo al Oeste de las ciudades helenísticas e indígenas, sobre el que luego se construyó la ciudad romana, de modo que Ampurias pasó a ser una ciudad de tres ciudades unidas entre sí y separadas a su ver por murallas.
Son aleccionadores los campamentos de la circunvalación de Numancia, anteriores al 133 a.C., en que fue tomada por Escipión el Africano. La circunvalación última comprendería una muralla de madera con sus fosos y terraplenes, siete fuertes y dos campamentos. Posteriormente a la ocupación parece ser se construyeron otros campamentos, siempre de traza rectangular, redondeados en las esquinas y con puertas en el centro de sus lados.
Cáceres posee en sus cercanías dos campamentos de los que se conoce uno de ellos, el de Casta Caecilia fundado por Metelo. Casta Julia, el otro campamento documentado no se conoce. Las excavaciones del primero han ofrecido un caso de murallas sin torres, así como sus puertas, edificios de piedra y restos de departamentos y "tabernas" o tiendas en su foro.
Los campamentos dieron lugar posteriormente al nacimiento de sendas ciudades. Nos referimos a León, castra o campamento de la Legio VII Geminae. Fundado este campamento en el año 75 d.C., lo fue permanente hasta la caída del Imperio. En el siglo IV debió amurallarse, aunque poseía, de antiguo, muralla que únicamente se reforzó con otro muro y torres. La localización de las canabae, esto es, las construcciones donde habitaba la población civil que rodeaba el campamento no se han hallado, pareciendo lógico que la planta rectangular aún perfectamente visible sea del campamento. en su interior se reconocen el trazado del decumano y el kardo.
Otro campamento convertido posteriormente en ciudad es el que existió en Lugo. En su centro se reconocen los restos del trazado regular del campamento, que luego fue rebasado de forma irregular, quizá por las canabae que se colocaron formando calle alrededor de la muralla del campamento. en la baja romanidad se circunvaló el conjunto abigarrado, obtenido con murallas de planta irregular.
Las verdaderas ciudades romanas fundadas en Hispania llegan a algo más de 30, desde Itálica, fundada en el siglo II a.C. hasta las últimas de época flavia. Normalmente no llegan a ser fundaciones nuevas, sino remodelaciones de ciudades indígenas, debido a variadas circunstancias, en su mayoría de caracter militar. Itálica fue fundada para cuidado de los heridos en batalla. Desde esta fundación a la época de Cesar se crean nuevas colonias, de ellas Grachuris (Logroño) e Iliturgis (Jaén) Por Tiberio Sempronio Graco; Carteia para los mestizos entre soldados romanos e indígenas; Corduba (Córdoba); Valencia con veteranos de las luchas con Viriato; Palma y Pollentia (Mallorca) con colonos peninsulares, y Medellín (Cáceres). Con César se fundan ocho más, entre ellas Tarragona, Hispalis, Osma y Cartagena; quince en época de los flavios; Tortosa, Clenia y Fleviobriga (Castro Urdiales)
En estas fundaciones podemos ver una política dirigida hacia la Lusitania y la Bética fundamentalmente, dejando casi abandonada, básicamente, la zona Norte peninsular.
Ampurias es ejemplo de lo que podemos denominar tripolis. La nueva ciudad romana se colocó al Oeste de la griega e indígena (Indica) con un recinto alargado que ocupa una extensión de 24 Ha. Su foro queda descentrado, y fuera del recinto, justo al muro Sur la palestra o gimnasio y un pequeño anfiteatro construidos a mediados del siglo I a.C. En el extremo contrario se encuentra el teatro. La ciudad no debió poseer una fuerte población, aunque parece existieron viviendas de vecinos en la zona del foro. en la segunda mitad del siglo I d.C., se abandona la red de alcantarillado mas primitivo, entonces algunas casas hicieron ampliaciones a costa de as calles abandonadas. en el siglo II d.C. sufrió un incendio que acentuó su decadencia.
En Tarraco (Tarragona), la base de la ciudad pudo ser el campamento romano, mientras que continua en duda la existencia previa de un poblado indígena. Al Sur del campamento se construyó un monumental arx que ocupaba todo el extremo Norte de la Ciudad cerrado por las murallas en tres de sus lados, y en el lado de la ciudad, sorprendentemente, por un circo. El resto de la ciudad debía poseer trazado regular con su foro. Anfiteatro y teatro se encontraban fuera de las murallas. Su puerto poseyó un muelle de unos 400 m.
En el interior de la provincia citar dos ciudades más: Clunia y Segóbriga. Clunia, cerca de Peñalba de Castro (Burgos), es como Segóbriga, una ciudad construida en lo alto de un cerro de gran extensión, y de superficie plana, con una extensión de unas 130 Ha, lo que no quiere decir que poseyera una población muy numerosa. Su plante debió de ser regular. Quizá se trate más bien de un intento de regularizar una ciudad primitiva a base de algunos núcleos urbanizadores, de los que se conoce en parte el foro rectangular con restos de tabernae (tiendas) y de una basílica cerrando sus extremos cortos; un templo, calles porticadas y algunas viviendas lujosas. El teatro, de gran amplitud, está construido aprovechando el propio terreno abrupto del cerro en que se asienta la ciudad.
Por otro lado, la situación de Segóbriga (Saelices, Cuenca) se sitúa sobre el cerro de Cabeza de Griego con unas 12 Ha para la ciudad amurallada. El cerro no ofrece una superficie plana, sino apuntada, lo que debió obligar a una arquitectura movida formando terrazas. La población prerromana debió ser bastante amplia, aunque más reducida que la romana, que se encierra en unas murallas de planta aproximadamente cuadrada. Fuera de la muralla se situaron el teatro, el anfiteatro que aprovecharon para su construcción parte del terreno. Ambos se construyeron en la primera mitad del siglo I d.C., aunque se embellecieron y restauraron en el siglo II. en época paleocristiana se sabe que el teatro y el anfiteatro dejaron de usarse, aprovechándose sus restos para habitaciones. Fuera de la zona amurallada debieron de existir villae que quizá vinieron a sustituir a las casas señoriales de difícil situación dentro de la ciudad amurallada. Se conoce la existencia de dos termas. Otros edificios fuera de las murallas son un posible circo y quizá un foro.
En la provincia Bética son de destacar las ciudades de Itálica y Acinipo. Itálica (Santiponce, Sevilla) es la mejor de las ciudades romanas en cuanto a urbanística. Tras su creación como ciudad-hospital debió ser una ciudad irregular, hasta que en la primera mitad del siglo II d.C., Adriano, nacido en ella, le concede un estatuto jurídico superior y realmente la recrea o al menos la amplia en una gran extensión. en época tardía la ciudad se amuralla reduciendo su extensión a unas 30 Ha. Las excavaciones han puesto al descubierto una de las zonas más ricas de la ciudad, urbanizada regularmente, con insulae rectangulares, amplias calles porticadas a lo largo de todas ellas, y empedradas, con anchuras para las mayores totalmente extraordinarias de hasta 16 metros. Se conocen dos grandes termas, el anfiteatro, uno de los tres mayores de todo el Imperio, un elegante teatro ricamente decorado, y restos del muelle fluvial. Todo ello indica una ciudad extraordinaria, con magníficas casas, que podían permitirse el lujo de poseer en su interior espléndidos jardines de tipo hipodroma, únicamente pensable por la magnificencia de una dotación imperial.
Aunque en la Bética existieron otras ciudades de importancia, Acinipo (Ronda la Vieja) es quizá por haber sido abandonada la mejor conocida en su estructura general. Situada en un cerro-meseta en cuya superficie plana existen fuentes que se aprovecharon para atender sus necesidades. Su plano parece regular y posiblemente poseyó dos teatros y un odeón, todos colocados periféricamente en el cerro, pero en su superficie y dentro de las murallas. El foro poseía situación central, mientras que los templos al parecer se situaron también periféricamente. Tuvo arrabal fuera de las murallas. Su extensión abarcaba unas 150 Ha.
En la Lusitania es ejemplo obligado Mérida, limitado entre el arroyo Albanegas y el río Guadiana, de forma triangular. Su trazado es sensiblemente regular en lo conocido. Parece que la ciudad rebasó sus murallas primitivas, y que quizá en el siglo IV volvió a ser amurallada, reduciéndose de nuevo sus superficie habitable. El teatro y anfiteatro de la época de fundación de la ciudad se encuentran a primera vista alejados del ámbito de la ciudad primitiva, aunque con la ampliación de la ciudad llegaron las casas a rebasar la situación del anfiteatro. Bastante más alejado se encuentra el circo, el cual se documenta arqueológicamente su uso hasta avanzado el siglo VI d.C. La magnífica red de abastecimiento de aguas de Mérida extraña a los investigadores el hecho de que se encuentre la ciudad a nivel del río Guadiana. Sin embargo, no extraña si tenemos en cuenta el uso industrial que este río debió tener y que quizá obligó a buscar aguas limpias.
TEMA 8.- URBANÍSTICA ROMANA EN HISPANIA II
El foro se puede definir como el centro público de la población, en torno al cual se encontraban los edificios de índole oficial y religioso y por ende todo el mundo económico se desenvuelve en torno a estos centros políticos y que afecta desde el propietario de una tabernae hasta un modesto buhonero o escriba. El foro, por tanto, está incluido en la vía principal de la ciudad, y cumple las mismas funciones sociales de lugar donde se concentra la actividad política, religiosa y económica de la urbs. Este espacio más importante se señala arquitectónicamente mediante un ensanchamiento de la vía, permitiendo una mayor concentración de gente. Este foro en ocasiones es porticado y en él se encuentra algún edificio público, en cuya fachada se exhiben las leyes para su conocimiento ciudadano. Al lado, o bien enfrente se suele encontrar uno o más templos, generalmente dedicados a deidades relacionadas con los patronos de la ciudad o con el Emperador. En muchas ciudades el foro solía ir porticado, dejando una parte de la calle como acera. en la proximidad del foro solía situarse el teatro y/o el anfiteatro, aunque este era menos frecuente. En torno al foro y hacia estos edificios solían encontrarse tiendas o tabernae en las insulae o manzanas. En alguna ocasión nos encontramos con termas públicas y con arcos triunfales (aunque estos no son frecuentes en Hispania, así como con algún circo. Como ejemplos de foros en Hispania tenemos los de Clunia con restos de haber sido porticado. Otros foros importantes son los de Tarragona, el de Ampurias y el de Termes (Soria).
Es frecuente la existencia de templos en las proximidades de los foros. Caso típico es la proximidad de unos pequeños templos en las cercanías del foro de Ampurias o el de Clunia. El foro de Baelo (Bolonia, Cádiz) tiene aún los podios de tres templos contiguos uno al otro.
En general el templo solía estar situado sobre un podio, con un acceso frontal o lateral mediante escalinatas. Había una columnata que solía ir alrededor. Una zona porticada, ocupando aproximadamente 1/3 del resto del podio quedaba exenta, mientras que el resto era recinto religioso, al fondo del cual se encontraba el ara. El interior podía ser de una o varias naves, generalmente de número impar. Con una nave se conoce el de Córdoba y el de Vich (Barcelona). De tres naves es el de Diana en Itálica.
Cerca del foro solía situarse algún arco triunfal cuando la ocasión lo requería. Originariamente el arco triunfal es la transformación monumental y embellecida de un arco mágico destinado a purificar al general y a sus tropas victoriosas haciéndolos pasar por una estrechez por la cual no pueden pasar los espíritus malignos. Los arcos triunfales los concedía el Senado y se edificaban en Roma. En las provincias del Imperio existieron arcos honoríficos. En Hispania se sitúan en vias de una ciudad a otra, aunque los hay en plena ciudad, como el interesante arco cutrifronte de Cáparra (Cáceres). El arco es tetrápilo, sobre planta cuadrada, de excelente sillería. Debía rematar en entablamento rectangular. El espacio interno del arco está cubierto por una bóveda de arista.
En vía romana se sitúa el arco de Bará, en Tarragona, erigido en la Vía Augustea. Es de un solo arco, con columnas a los lados enmarcándolo. Alejado de vía romana está el de Medinaceli (Soria), uno de los mejores ejemplares en Hispania, con tres arcos, dos menores encuadrando uno mayor central. Finalmente citar como arco en la ciudad, el geminado de Mérida, posiblemente hecho con fin no exclusivamente de acceso.
Los romanos fueron muy aficionados a los espectáculos públicos, que podían efectuarse tanto en teatros como anfiteatros y circos, y en alguna ocasión, en la versión menor del primero aparece el odeón que se empleaba para recitales de poesía y a veces música.
El teatro es una edificación dedicada a espectáculos de tipo escénico, y sus partes se pueden dividir en dos: la dedicada al público y la dedicada a la representación. Esta constaba a su vez de varias partes: el proscaenium (procenio) o la parte anterior de la escena. Las partes laterales se denominaban parascaenium y la parte plana de la scena era el pulpitum donde se situaban los actores y la tramoya. El gran muro que cerraba por detrás el escenario era el frons scenae, interrumpido por un acceso central, de la planta semicircular o valga regia.
La scena se separaba de la parte del público mediante el proscaenium y sus partes laterales, el auditus maximus. La parte central más baja, que quedaba libre, era la orchestra, de forma hemicíclica. En línea ascendente se encuentran tres gradas para las personalidades, siguiendo después una disposición ascendente en gradas o gradativas, formando el conjunto de la cavea, habiendo tres partes claramente separadas de abajo a arriba: la ima cavea, reservada para los equites o caballeros y las medias y suma cavea, para el pueblo. El conjunto se dividía radialmente respecto al centro de la orchestra en cunei. El acceso a cada uno de los cunei se hacia mediante túneles que llegaban directamente a cada uno de los denominados vomitoria.
En Hispania el mejor ejemplar es el de Mérida, y el que corresponde mejor a esta fórmula, formando parte de la ciudad sin buscar una parte adecuada topográficamente, sino edificándolo donde mejor donde mejor convenía a la planificación urbana.
En otros casos es dado el aprovechar un oportuno desnivel para edificar una gran construcción de este tipo que plantea problemas a la hora de asentar las gradas. Caso típico es el de Clunia (Coruña del Conde, Burgos), el de Segóbriga (Saelices, Cuenca). Otros teatros importantes son los de Acinipo (Ronda la Vieja, Málaga), Itálica (Sevilla), Corduba (Córdoba), Malaca (Málaga), Saguntum (Sagunto, Valencia), Illici (Elche, Alicante)
El anfiteatro es escenario para espectáculos diversos tales como las naumachias (representación de una batalla naval), ludi venatori (juegos de gladiadores), para posteriormente incluir otros espectáculos más sangrientos en época de las persecuciones contra los cristianos.
Las partes fundamentales reservadas al público son las mismas que para los teatros, mientras que varían para la zona donde se desarrolla el espectáculo. La forma es eclíptica, y sirve para permitir una plena y total evolución de los participantes. Separando la arena de la cavea había una pequeña franja. Debajo de la arena había una serie de dependencias que servían para guardar las fieras, así como para poder inundar la arena cuando se efectuaban naumachias.
Los dos mejores anfiteatros de Hispania son los de Itálica, capaz de alojar a 25.000 espectadores, y el de Mérida. De menor tamaño son los de Segóbriga y el de Ampurias. Otros de importancia son los de Tarragona y el de Toledo.
Los circos son otro tipo de espectáculo típico en la Hispania Romana, fundamentalmente empleado para carreras de caballos y de carros, lo cual explica su forma alargada, en uno de cuyos extremos estaban las carceres, de donde salían los competidores para dar vueltas. El campo quedaba dividido longitudinalmente por la elevación central de la spina. Resto de un circo queda en Caliguris (Calahorra).
La institución de los baños no corresponde a una necesidad higiénica, sino a su aspecto social. Las termas podían ser públicas o privadas, en cuyo caso estaban situadas en las villae y quedaban para el uso específico del señor y sus huéspedes.
Las estructura de las termas era bastante ingeniosa. Por una parte había un sistema para calentar agua, fabricar vapor y calentar determinadas habitaciones, por otro lado, estas tenían diversas temperaturas, de manera que el bañista no sufría rápidos contrastes dañinos para su salud. Los servicios de calentamiento se encontraban en el praefurnium, lugar donde se almacenaba la leña. Aquí se calentaba el agua que iba directamente al baño caliente o caldarium. El aire caliente circulaba entre la pared de mármol y el muro de la edificación, pues allí había una cámara hueca. El vapor se dejaba escapar por ventanas o por toberas existentes al efecto en el techo, cuando el calor o el vapor eran excesivos. La sala anterior al caldarium era el tepidarium, o sala tibia, que servia de transición desde el frigidarium o sala fría. El tepidarium y el frigidarium carecían de hypocaustum (cámara hueca que mediante pilares de ladrillo o piedra sostenía el piso para permitir el paso del aire caliente). Delante de todo se situaba el apoodyterium (sala donde se cambiaban los bañistas y dejaban sus ropas).
Normalmente estas termas eran bastante grandes, pudiendo decirse que casi tenían caracter monumental, con verdaderas piscinas y grandes salas. Notable es la piscina de las termas de Caldas de Malavella (Girona). En Mérida hay restos de tres termas notables por sus dimensiones. En Itálica hay restos de dos termas, ambas tenían una gran piscina natatoria de forma absidal.
Con caracter de baños, tal y como los entendemos hoy son importantes los de Alange (Badajoz), con dos salas circulares para bañistas de los dos sexos, de 11 metros de diámetro, con piscinas de 5 metros cubiertas por cúpulas semisféricas con lucernario central.
Por último dentro de los tipos de baños conocidos en España hablemos de los Fontes Tamarici, en Velilla del Río Carrión (Palencia). Se trata de una piscina construida en un lugar donde se encuentran tres fuentes que manas intermitentemente en el mismo lugar.
En resumen, en Hispania existieron múltiples termas como en Tiermes (Soria), Baelo (Cádiz), Tarragona, Sádaba (Zaragoza) y baños en Caldas de Montbuy, etc.
Los romanos edificaron grandes necrópolis, generalmente en las afueras de las ciudades, aunque no fueron excepcionales las existentes dentro del casco de la población.
Los tipos de cementerios varían en importancia social y también en la importancia relativa de cada tumba. Del pleno Imperio quizá la necrópolis más importante sea la de Carmona (Sevilla).
Las tumbas podían ser variadas en su morfología. El cadáver podía depositarse sobre una fosa, con un tejadillo a dos aguas. Otras veces se usa un ataúd de madera o de plomo. En algunos casos se hacían túmulos y en época más tardía se ponía una estela musivaria. Otras veces se usa un sarcófago pétreo. en algunas ocasiones se emplea sobre la fosa una estructura en forma de cofre denominada cuppa que posteriormente tendría importante resonancia en la arquitectura religiosa paleocristiana. No es extraño encontrar sepulturas excavadas en las rocas y ocasionalmente con pinturas. Otras se construyen en obra, formando torres que tienen pequeños nichos, para ahí poner las urnas de incineración con los restos familiares. Son los denominados columbarios por su semejanza con los palomares.
La necrópolis que como conjunto es más llamativa y espectacular es la ya citada de Carmona con más de 200 tumbas. Las cámaras son generalmente de planta rectangular o cuadrada, excepcionalmente redondas y con nichos para colocar las urnas. Entes sus tumbas destacan las de Postumio, que comparte los dos tipos de ritos: de inhumación e incineración. Otra tumba importante en esta necrópolis es la del columbarium con una sala trapecial y dos órdenes de nichos para urnas. Por último en esta necrópolis citaremos el Panteón de la familia Servilia. Reproduce una casa de lujo con sus gran peristilo de columnas talladas corintias. En el centro del patio, triclinio tallado en la roca. Una de las galerías da entrada a la cámara funeraria, la estancia es trapecial excavada en la roca y con originalísima cubierta en forma de cúpula.
Otros tipos de monumentos funerarios importantes de Hispania son la denominada Torre de los Escipiones, cerca de Tarragona. De planta cuadrada tenia una altura superior a los nueve metros y estaba ornada de estatuas, posiblemente de diversas divinidades, entre ellas Attis. Este monumento se fecha en el siglo I.
En Fabara (Zaragoza) hay un verdadero templo funerario, levantado sobre una cripta donde se depositaban los cadáveres. Se trata de un templo in antis. el edificio tiene seis metros de frente por siete de profundidad y está asentado sobre un podium. Todo el conjunto es de sillería bien labrada y perfectamente asentada a hueso y sujeta con grapas de bronce. De la cella, donde se celebraban los sacrificios, ofrendas y banquetes funerarios se desciende a la cripta abovedada donde reposaría el cuerpo del difunto. Es posiblemente monumento del siglo II.
También en Zaragoza se encuentran los restos de otro importante sepulcro. Sólo se conserva la fachada, que consta de basamento, un cuerpo de con cinco huecos ciegos ente pilastras de orden compuesto y un cuerpo superior que consta de un complejo entablamento y tres frontones yuxtapuestos. Posiblemente se trate de una tumba colectiva de restos de incineración.
Otras necrópolis importantes son las de La Lanzada (Pontevedra), Sanjenjo (Pontevedra), Barcina (Barcelona), Ampurias y Mérida. Casi todas ellas tienen tumbas tanto de inhumación y de incineración. Ha producido interesantes hallazgos, importantes para conocer detalles curiosos de la vida material de los romanos, como los vidrios, las cerámicas, los instrumentos de cirugía, armas, juguetes, adornos personales, etc., amén de espléndidas colecciones epigráficas que merced a los datos de que nos proveen, permiten hacer un estudio sociológico, demográfico, religioso e institucional del mundo romano y su imperio.
En este apartado cabe incluir las construcciones de tipo industrial y la minería.
Es necesario el hacer una mención especial de las factorías de garum. Este era una especie de salsa para aderezar legumbres, frutas y carnes, hecho con intestinos y otras partes de pescado, así como con pequeños pescados enteros. Este conjunto de comida marinera se salaba y se exponía al sol durante dos meses.
Este garum, era de varios tipos, y a veces se hacia de determinadas clases de peces. En España parecía hacerse con frecuencia de atunes, lo cual explica su distribución, en lo que factorías se refiere, en toda la costa mediterránea desde Jávea y Calpe hasta Baelo y Algaida (Cádiz) para llegar por la costa atlántica a Troia (Setubal, Portugal).
La minería fue una de las causas principales de las diversas colonizaciones extranjeras de España. El estaño del Suroeste, el hierro del Sureste, el oro en el Noroeste, etc., fueron razones para una fuerte y racional explotación de estos veneros metalúrgicos de vital importancia económica.
Por diversos hallazgos sabemos no sólo como eran las minas, sino con que instrumentos y herramientas se trabajaba en ellas. El laboreo minero lo efectuaban esclavos y condenados a trabajos forzados, fundamentalmente, así como siervos y en algún caso libertos. El trabajo era penoso, especialmente el descenso a la mina y la extracción del material por los estrechos pozos que daban acceso a la misma. El agua que había en la mina se extraía mediante norias intercomunicadas en ascendiente o mediante tornillos de Arquímedes.
Los mineros se valían de lamparas de aceite (lucernae) para ver dentro de la mina. Como herramientas se usaron el pico, la punterola y la pala, siendo recogido el mineral en la contramina mediante el empleo de palas y azadones.
Por último trataremos el tema de la vivienda, es decir los lugares en los cuales habitaban, cómo eran las casas en que vivían estas gentes y que rasgos diferenciales tenían. La división básica de lugares se puede concebir como urbana y como rural.
La casa urbana tiene una importancia superior respecto a la rural en los dos primeros siglos, en que es notable el poderío económico del Imperio.
Ya hemos visto al hablar del urbanismo, que la planta de las ciudades es octogónica o hipodámica, base de la distribución urbana. Merced a este tipo de plantas se pueden crear manzanas o insulae regulares. No sabemos muy bien si en Hispania existieron casas altas, pero ciertamente debieron de existir, tal como existieron en Roma, en donde algunas casas llegaron a alcanzar hasta seis y siete pisos, e incluso once. Casas de este tipo debió haber en alguna de las grandes ciudades como en Barcino y posiblemente en Emérita.
La casa urbana es un conjunto de habitaciones ordenadas en torno a un patio, típico esquema de la casa de ciudad (domus). Estas habitaciones pueden se el tablinun, oecus, triclinium, cubicula, etc., dispuestas en torno al patio citado y con acceso a sus cuatro galerías. Adosadas a las habitaciones principales se sitúan habitaciones secundarias en derredor a patios secundarios.
El gusto romano sitúa la casa en relación paisajes espléndidos, enriqueciéndolas con estanques y fuentes, esculturas, pisos de mármol, pinturas, relieves, etc. Se separan netamente las zonas de recepción y las privadas. Las primeras están relacionadas directamente con el atrium o patio abierto, con su impluvium central o estanque para recogida de aguas de lluvia. Al fondo estaba el tablinium o gabinete de recepción y el triclinium o comedor con sus tres clines o lechos. Los segundos se disponían alrededor de un estanque mayor (piscina), con pórtico (perystilus), al fondo, estaba el oecus o salón grande y lujoso; el conjunto terminaba en el hortus. Las villae se cerraban mediante un muro de tapial de bloques a molde, de tierra y guijarros. Las ventanas en estas casas eran pequeñas, y se cerraban mediante rejas de hierro, mármol o madera giratoria o desplazable.
El conjunto era completado con unas termas, básicamente iguales a las descritas con anterioridad, pero a escala más reducida. Aunque con algunas, como que en el caldarium, en un extremo del cual estaba un pocete redondo para abluciones frías, y en el otro una piscina rectangular de mampostería con escalones de descenso y destinada a los baños de agua caliente. Un muro separaba el extremo rectangular de la cámara de calefacción del agua, a la cual se accedía directamente desde la cocina (culina), donde estaba el depósito de agua fría, que se calentaba en una caldera de plomo que aprovechaba gases aún calientes y de donde salía el agua templada.
Las villae rusticae o casas de labor de grandes haciendas habían sido planeadas por Vitrubio con un gran concepto funcional. Los edificios se disponían alrededor de un patio. Para facilitar la calefacción y economizar combustible, la cocina debía estar junto a los baños de los esclavos y del villicus o administrador. Los establos de los bueyes debían dar al hogar y estar orientados al Este. Los graneros, en el piso superior y orientados al Norte o Noroeste, para evitar fermentaciones. Las habitaciones del villicus debían estar cerca de la puerta para controlar salidas y entradas.
Este tipo de villas las encontramos en Itálica. Se trata de casas de tipo domus y pseudourbanas. Cada manzana se dividía en dos viviendas, bien divididas por paredes dobles. Todas suelen tener planta axial, con habitaciones distribuidas en torno a los dos patios, muy espaciosos, con su aljibe y sus dos pozos. Hay piscinas con estanques de peces y hasta estanques de trazado barroco adrianeo. Destacan de la "casa de los pájaros" con entrada en la vía del anfiteatro y con un local dedicado a horno y panadería, siete mosaicos, piscina y fontana.
La "casa de Hylas", una de las mas lujosas de Itálica, tiene un peristilo, dos patios y seis mosaicos. La "casa de la exedra" es un extenso conjunto de unos 300 metros cuadrados, que da a la muralla, con una bonita fontana al que daba un triclinio, letrina con mosaico de pigmeos luchando con grullas en negro sobre blanco, magníficos pavimentos y al fondo una piscina, pequeñas termas, cocina y demás dependencia.
Notable ejemplar de villa urbana en el campo es la Torre Llauder (Mataró, Barcelona) de la cual se conocen un atrium con magnífico mosaico, un tablinum con mosaico polícromo, triclinium, piscina con abside semicircular y dos hipocaustos con restos de formax (horno).
También del siglo II son las casa de Pollentia (casa del Fauno y casa del Tesoro), de tipo urbano, mientras que de tipo rústico es la de Villanueva y Geltrú (Barcelona).
La verdadera villae rusticae realmente evoluciona y se desarrolla en los siglos III y IV.
TEMA 9.- ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA
Entre las mas ricas y peculiares manifestaciones artísticas plasmadas por la cultura romana destacan por su importancia la escultura y la pintura. La escultura tuvo una vertiente fundamentalmente pública y política aunque no estuviera exenta de un cierto sentido individual y privado. La pintura y, más en concreto el mosaico, acaso por su propia condición como arte de interiores, tuvo una marco más limitado: sirvió como expresión de la fastuosidad y riqueza de una clase noble.
El carácter público de la escultura romana encuentra sus primeras raices en la estatuaría griega de época clásica. La escultura monumental en la Atenas del siglo V a.C. fue esencialmente una manifestación comunitaria y religiosa. Adornaban las estatuas agóras, santuarios o calles formando parte intrínseca de un conjunto arquitectónico y ciudadano del que resultaban inseparables. Tras el momento clásico los siglos helenísticos crearon por un lado las bases de una primera concepción individualista y privada del arte, el retrato logra en esta primera época su primer florecimiento. Por otro lado, la cultura alejandrina sentó los fundamentos de una visión historicista con relación a un pasado que consideraron modélico: en la plástica se remodelan ahora antiguos mitos con antiguos dioses.
El mundo romano va a ser en gran medida prolongación cultural de este helenismo tardío. De él tomará ideas, técnicas y motivos. Pero la idiosincrasia romana va a conferir una profunda originalidad a todas las manifestaciones de su cultura.
En el arte de la época republicana la humanitas enlaza y se compenetra con la virtus. Este caracter verista y pragmático del pueblo romano quedará reflejado en el naturalismo realista de muchas de sus producciones.
Pero junto con esta tradición de elementos helénicos o de elementos itálicos un status político y social muy definido va a aportar al arte romano algunas de sus características fundamentales. Va a ser la escultura romana manifestación de una clase dominante, la de los patricios. Ello se inicia ya en el siglo II a.C. cuando los generales conquistadores de Grecia arrancan de sus pedestales de origen numerosas esculturas y las trasladan a Roma para exponerlas, en su afán de nuevos ricos, en los atrios de sus casas.
Sin embargo, esta clase social dominadora va a comprender al mismo tiempo el sentido público (esto es, de propaganda política) que posee la imagen esculpida. Los retratos de los emperadores van a distribuirse y a copiarse desde ahora en todas las direcciones del Imperio. Las provincias pasan así a participar de este arte oficial de la metrópoli. Los patricios locales crean su propio mundo de imágenes buscando en ellas la ratificación de su prestigio. Hispania como provincia romanizada que desde Augusto forma parte del Imperio, va a participar de todas las características expuestas anteriormente.
Como el resto del Imperio y la Metrópoli, también en Hispania las esculturas se realizaron indistintamente en mármol o en bronce. De las grandes esculturas en bronce apenas si conservamos más que unos pocos ejemplares: fue el bronce reutilizado y fundido en la tardía romanidad y en la Edad Media; y en otros casos no ha soportado el paso del tiempo.
El retrato es una de las manifestaciones artísticas más ricas y peculiares de la cultura romana. El retrato se desarrolla en Roma como resultado de la conjunción histórica de diferentes tendencias y herencias culturales. Recoge por un lado el retrato el legado de una tradición helenística de enorme riqueza. Fue el humanismo ciudadano griego el creador del auténtico retrato fisionómico, esto es, aquella imagen plástica que busca expresar la naturaleza individual del retratado basándose en sus rasgos específicos y concretos, morales a la vez que físicos. En época helenística las condiciones sociales facilitarán el desarrollo del retrato: a la vez que arraiga la idea de un culto al monarca. Ante estos condicionantes se crea la efigie del monarca inspirado, el gobernante que entra en contacto con la divinidad. Esta imagen tiene su origen en el retrato de Alejandro del escultor Lisipo, en el siglo IV a.C., siendo muy frecuentemente copiada en época romana.
El retrato romano unirá a las influencias tomadas del helenismo unos rasgos muy propiamente locales e itálicos. Uno es la tendencia a reducir y a acentuar en la expresión del rostro todas las características esenciales del personaje retratado. Por el contrario, el arte griego había concebido el retrato como una manifestación global e indivisible del hombre. El arte romano olvida las mas de las veces el resto del cuerpo: al principio representa sólo la cabeza sobre el cuello (época republicanas y siglo I) y sólo en el siglo II (a partir del Emperador Adriano) se extenderá el retrato a la mitad superior del cuerpo y al arranque de los brazos. el pragmatismo del romano le lleva a veces a elaborar por separado el cuerpo o el busto de un personaje de su cabeza, pudiéndose intercambiar esta, por ejemplo algunas efigies de emperadores de acuerdo con los cambios políticos acaecidos. Esta tendencia que busca acentuar los rasgos individuales del rostro parece tener raices itálicas, especialmente etruscas, y se han puesto de manifiesto en relación con una segunda fuente autóctona para el retrato romano: las imágenes maiorum o representaciones de los antepasados. Modeladas en cera, tal vez en un principio imitando los rasgos de una mascarilla en yeso tomada directamente sobre el rostro del difunto, son colocadas piadosamente en pequeños armarios con puertecillas a la entrada del atrium doméstico por los parientes y sucesores del difunto.
Bianchi Bandinelli ha subrayado el factor histórico y el papel de clase social que posee el retrato en Roma: es sobre todo un medio de exaltar, en época republicana, el poderío político de los patricios y, posteriormente, la persona del Emperador y el influjo de las clases mas altas y adineradas de la sociedad.
El sentido universalista del Imperio utilizó la imagen plástica como un medio más de propaganda política unificadora. Uno de los primeros actos del princeps al asumir el poder era el de enviar retratos a las provincias con su propia efigie: en ellos debe inspirarse el escultor local así como el grabador de monedas que ha de reproducir el retrato imperial sobre la ceca de la ciudad provinciana. Se nos escapa el grado de dependencia o libertad de los artistas locales respecto a sus modelos, aunque es de suponer que el artista provinciano poseía cierta autonomía con relación a las directrices marcadas por la urbe.
El retrato oficial, cuya función fue la de adornar los edificios y presentar la imagen de los gobernantes antes los súbditos del Imperio, tenia su marco en los más diferentes lugares públicos. Estas esculturas eran proyectadas en función del destino que posteriormente iban a ocupar, por desgracia, la mayoría de las esculturas que integran hoy las colecciones de nuestros museos no se conocen el contexto ambiental original, y en muchos casos se desconoce su procedencia.
Al margen del retrato privado, heredero en gran parte del sentido familiar o doméstico de las primitivas imágenes maiorum, el tipo oficial puede adornar toda clase de edificios públicos como los campamentos, foros, teatros, termas, etc.
Imágenes en bronce del Emperador o de personajes pertenecientes a la familia imperial, a veces thorocatas (con coraza) e incluso ecuestres, se erigían por ejemplo en el centro de los campamentos para la contemplación y estímulo de los soldados. Hispania ha sido parca en este tipo de hallazgos. Hoy sólo conocemos los fragmentos de una estatua colosal de Emperador procedente de un campamento de Rosinos de Vidriales, en Zamora, así como los de Poza de la Sal, en Burgos.
En otras ocasiones la escultura honorífica tiene por ejemplo, su marco monumental en el teatro. Tal es el caso de la espléndidas estatuas thorocatas, en mármol, que adornaron los teatros de Mérida o Tarragona. Las ruinas del teatro de Segóbriga nos permiten reconstruir en gran medida una ambientación semejante: dos cabezas allí encontradas pertenecen seguramente a Augusto y su esposa Livia. Otras estatuas del teatro de Segóbriga representan a magistrados locales: son escultura togadas con el símbolo de autoridad junto a sus pies, los volumina o cajas para contener rollos escritos. en cuanto a las dos estatuas gemelas de Tarragona ya citadas suponemos que se tratan de los bustos idealizados de dos emperadores. Son estatuas thorocatas vistiendo por encima una túnica corta o paludamentum que cae en pliegues sesgados sobre el pecho. Los pies desnudos en una de ellas sugieren una heroización del Emperador representando su exaltación a la esfera divina.
En muchas ocasiones las mismas ciudades manifiestan una vinculación específica con la figura de un emperador determinado. En Itálica, patria de Trajano y Adriano, se erigieron sendas esculturas idealizadas en honor a estos emperadores. Ambas representan la efigie desnuda y heroizada del emperador.
Los magistrados locales, los ricos terratenientes y los nobles provincianos encargan a artistas locales retratos suyos y de sus familiares con los que adornar lugares públicos o bien sus villae privadas. Un acentuado realismo local, que imita con un sello personal las corrientes artísticas emanadas de la urbe, se refleja en muchos de estos bustos.
Mas raros son en España los hallazgos de filósofos, poetas u oradores griegos tan imitados y copiados en Roma, sobre todo en época republicana. Un ejemplo puede ser un posible Zenón, filósofo estoico, esculpido en la Bética, obra de comienzos del siglo II.
El número de retratos hallados en España es muy alto. García Bellido recoger cerca de 200 en su catálogo de esculturas romanas, aunque hay que suponer que su número hoy dia es mucho mayor debido a los numerosos hallazgos de los últimos tiempos. La mayoría de las esculturas catalogadas por García Bellido proceden de la Bética. Ello se corresponde con del grado de romanización mayor que desde fecha muy temprana alcanza esta provincia. Le sigue la Tarraconense y en tercer lugar la Lusitania (las efigies aquí halladas se concentran casi todas en su capital, Mérida).
El siglo II es el más fecundo en retratos de emperadores aparecidos en nuestro suelo. Es la época de los emperadores españoles: Trajano y Adriano nacieron en Itálica, y Marco Aurelio tuvo ascendencia española. Por su parte los retratos de personajes locales abundan indistintamente lo largo de los dos primeros siglos.
Junto con las imágenes maiorum elaboradas en cera, existen en plena época republicana toscos retratos funerarios de caracter simbólico. Son retratos que no tratan de representar los rasgos fisionómicos concretos del individuo sino de servir tan sólo como símbolo funerario suyo. en la necrópolis hispana de Baelo (Bolonia, Cádiz) ha sido hallado gran número de estas esquemáticas imágenes símbolo, realizadas en piedra y fechables en el siglo I a.C.
Con Augusto se funde en el retrato ese naturalismo objetivo y verista de época republicana con una nueva idealización plena de sobriedad que confiere a las esculturas de estos años un peculiar sabor y un caracter clásico.
De Augusto adolescente poseemos un bello retrato procedente de Itálica, muestra su rostro de aire ligeramente patético muy característico de ese helenismo propio de Augusto. Pero el retrato del emperador más sugestivo procede de Mérida, donde se representa a Augusto como Pontifex Maximus, cubierta su cabeza con el velo sacerdotal. A Livia, su esposa, puede atribuirse el retrato de una muchacha de rasgos juveniles idealizados procedentes de Tarragona.
En esta época el retrato continua la trayectoria idealizada iniciada por Augusto. Cabe señalar el retrato de un Tiberio joven hallado en Menorca, o la de Druso el joven, hijo único de Tiberio, fácilmente identificable por las monedas.
Con los Flavios se libera por primera vez el arte romano del clasicismo, coexistiendo el retrato naturalista, de expresiones francas y asequibles, con el retrato alejado y heroico. De Vespasiano poseemos un retrato togado hallado en Écija (Sevilla.
Con Trajano irrumpe un nuevo espíritu en el arte romano. En sus retratos se refleja la expresión de la energía y de decisión propia del hombre habituado al mando militar. El retrato se amplia a gran parte del torso y no sólo hasta los hombros como hasta ahora era lo habitual. A este emperador pertenece la estatua idealizada de Itálica. Con Adriano se acentúa aún más el elemento de introspección psicológica y de nuevo la vuelta idealizada hacia el helenismo. A partir de ahora se hace habitual la señalización en los ojos del iris y e la pupila. Este procedimiento se continuará en época antoniniana. El mejor retrato que poseemos de Adriano procede de Itálica. A partir de ahora y a imitación de estas efigies barbadas de Adriano va a ponerse de moda la barba en los retratos de emperadores y de personajes privados. A los últimos años de vida de Antonino Pío (138 - 161) pertenece un retrato procedente de Puente Genil. Bien representado está en España el emperador Marco Aurelio: citar la cabeza del museo de Sevilla y la del museo de Tarragona.
En estos siglos decae notablemente el número de retratos de emperadores en España. Existen muestras aisladas de la dinastía de los Severos (192 - 235) como el retrato de su iniciador, Septimio Severo, en la casa de Pilatos en Sevilla o su busto de Mérida.
Aislado cronológicamente, pero de una importancia arqueológica y artística importante es el impresionante missorium o disco plano de plata procedente de Almendralejo, cerca de Mérida, en el que se representa al Emperador Teodosio junto con su hijo Arcadio y Valentiniano II. La fecha que conmemora este missorium está bien determinada (19 enero del 338) año en que Teodosio celebró su decenal o diez años de gobierno como Emperador. Las influencias ideológicas que llegan de la parte oriental del Imperio quedan patentes en la figuración artística de esta pieza: el retrato imperial ha adquirido una extraordinaria fijeza formal, lo que abocará posteriormente a su desaparición definitiva como tal; se expresa así por medio de este hieratismo, la esencia divina del reinante y su intangible sacralidad.
Las figuras imperiales en la que los princeps aparecen divinizados o heroizados se han incluido en el apartado anterior, como el busto de Augusto de Pontifex Maximus de Mérida o el de Marco Aurelio como Sacerdos de Sevilla; o las esculturas divinizadas de emperadores como las thoracatas del Teatro de Mérida donde al parecer tenían su puesto junto a la puerta central de la escena, no lejos del grupo de divinidades etonias y de la vegetación formado por Plutón, Ceres sedente y Proserpina.
Teniendo presentes los anteriores ejemplos de divinizaciones, vamos a referirnos ahora a aquellas representaciones de divinidades que tuvieron cabida en el panteón romano oficial.
En Hispania es Itálica la ciudad que ha ofrecido una mayor abundancia de esculturas de divinidades. Le siguen en importancia Mérida y Tarragona. Entre las divinidades masculinas destacan, por su frecuencia, Hermes y Dionisos y entre las femeninas Minerva, Venus y Diana.
Del teatro de Itálica procede el espléndido desnudo de Venus anadyomene, esto es, naciendo de la espuma del mar, elemento simbolizado plásticamente por un delfín. De las numerosas esculturas de Diana también la más espléndida procede del teatro de Itálica.
Entre los héroes tuvo Hércules una enorme aceptación en todo el Imperio. en España se han hallado un sin número de bronces de pequeño tamaño de este héroe. Entre las divinidades menores destacan por su parte las representaciones de los séquitos de Menades y de Silenos. Muy populares fueron las representaciones de Eros dormido. este grupo nos describe a Eros que, vencido por el cansancio de su viaje alado, ha caído, igual que un niño, dormido sobre una roca (en el ejemplar del Museo Arqueológico Nacional y que procede de Elche), una piel de león protege su cuerpo aún tierno de la dureza de la piedra sobre la que reposa.
Junto con los documentos epigráficos, es la escultura la fuente fundamental para aproximarnos hoy al fenómeno cultural y religioso que, durante la época romana, representó toda la amalgama de cultos de tipo oriental desarrollados en la Península Ibérica. Estas manifestaciones llegaron a Hispania a través de los movimientos de tropas, trasladadas continuamente de uno a otro confín del limes o frontera del Imperio.
El culto de Mithra estuvo particularmente vinculado a la región de Mérida, donde existió un Mithraeum o santuario dedicado a Mithra. De allí procede la escultura de un Chronos mitriaco, rodeado su cuerpo desnudo por una serpiente de la inmortalidad, o el Chronos mitriaco leontocéfalo sobre cuya espalda se distingue el comienzo de las alas.
La religión de Attis y de la Magna Mater (Cibeles) ha dejado numerosos testimonios escultóricos en la Península. el mito de Attis y Cibeles se basa en un ritual de la vegetación oriental. Como consecuencia de la pasión de Cibeles por Attis, este muchacho se emascula y muere. Pero con la ayuda de Cibeles, Attis resucita brotando de nuevo de la tierra. Es una típica divinidad palingenética. Por este caracter ritual de muerte - resurrección la representación de Attis revistió un sentido claramente funerario. Sus imágenes provienen necrópolis, como Carmona, o adornan edificios funerarios (por ejemplo la tumba de los Escipiones de Tarragona)o estelas, como en Mérida.
El culto a Isis fue el mas extendido en Hispania. Uno de los testimonios más significativos es el monumento de Acci (Guadix), está dedicado a Isis puellarum o Isis protectora de las niñas. Muy popular en Hispania serán las representaciones de la Isis kourotropos amamantando al niño Horus. Este tipo dará origen, a través del arte copto, a la figuración de María con Jesús sobre sus rodillas.
Los sarcófagos ocupan un lugar muy importante en el marco de la plástica antigua. La utilización del sarcófago que corresponde a un rito de inhumación relativamente tardío en el mundo romano se puso de moda a partir sobre todo de época Adrianea. Dos son los grupos principales de estas producciones: los talleres occidentales con su centro principal en Roma y el grupo oriental con las fábricas de Atenas y del Asia Menor.
Las provincias imitas estas producciones en una medida mecho menor que el retrato. Sus creaciones son por lo general muestras de un arte bárbaro y de escasa calidad. La mayoría de las piezas halladas en Hispania son obras importadas generalmente de Roma. La Tarraconense es la provincia que ha ofrecido un número mayor de producciones sarcofágicas y sobre todo su zona litoral. Sigue a la Tarraconense la Lusitania y por último la Bética, mostrando una desproporción en un principio ilógica si atendemos al alto grado de romanización de esta última provincia, y que según García Bellido posiblemente la prolongada dominación árabe de Andalucía pudo originar la destrucción sistemática de los sarcófagos paganos y cristianos de esta zona.
La temática de los sarcófagos paganos es a veces difícil de distinguir de la iconografía de las primeras producciones cristiana. Decoran los sarcófagos temas báquicos o temas de ultratumba, como el frecuentemente representado de Proserpina, muchacha raptada por Plutón a los infiernos donde encontrará su nueva morada. El carácter escatológico se manifiesta también en los sarcófagos de las Musas y de Apolo, estrechamente asociados con una cierta noción de inmortalidad terrena; o en los sarcófagos con la figura del pedagogo quien sostiene en sus manos el volumen desenrollado de la sabiduría, esto es, de la salvación.
De cuño totalmente pagano son dos de los mas bellos sarcófagos hallados en España: el sarcófago de Husillos, con la leyenda de Orestes, en el Museo Arqueológico Nacional, obra de época adrianea, y el ejemplar de Tarragona, hallado en el mar, no sabiendo con seguridad si procede o no de un naufragrio antiguo. En él se narra la leyenda de Hipólito.
Al margen de los sarcófagos, existieron paralelamente otros monumentos funerarios de caracter mas local y temática menos mitológica y más concreta. Cabe citar los llamados cipos funerarios o estelas. Los cipos funerarios son en realidad estelas con el busto del, o de los, personajes retratados bajo una hornacina o nicho flaqueado de columnas. Mérida ha ofrecido una serie muy rica de ejemplares de este tipo, todos ellos con una personalidad muy marcada. Otro tipo de estelas funerarias presenta al difunto de frente o de cuerpo entero, casi todas con inscripción latina con el nombre del personaje.
El Centro y el Noroeste de la Península conserva en plena época romana un tipo de estela de caracter indígena muy acentuado. Son éstas las zonas de la Península menos penetradas por la romanización. Posiblemente por ello pervivieron aquí con más fuerza los ritos autóctonos frente a la concepción funeraria más propia de Roma, arraigada sobre todo en la Bética. Se trata de unas estelas alargadas y rematadas en su parte superior con medio círculo o bien con un círculo casi completo. en su temática es muy frecuente el banquete fúnebre: un hombre o una mujer están sentados ante una mesa de tres patas con una corona o roscón en su mano. en otras ocasiones es la guerra la protagonista, como la del jinete de Clunia. La personalidad de los indígena y los céltico predominan aquí sobre los puramente romano.
TEMA 10.- PINTURA Y MOSAICO ROMANOS
La pintura y el mosaico encuentran por lo general cabida simultáneamente dentro del mismo marco arquitectónico: el interior de un edificio. Ambas manifestaciones muestran con frecuencia una temática común, unos motivos decorativos similares y sobre todo unas maneras de tratar las figuras.
La pintura y el mosaico debieron tener una importancia excepcional en la decoración del interior de las casas romanas. construidas éstas con materiales pobres, la pared recubierta de estuco blanco requería casi espontáneamente una decoración pictórica que la animase. A ello debe unirse el hecho de que en las viviendas de la antigüedad apenas existieran muebles. La tendencia al lujo que se va apoderando del ciudadano romano origina una demanda extraordinaria de pintores para decorar las paredes.
La pintura ha sufrido en su conjunto una peor suerte que el mosaico. Rara vez se han conservado íntegras las paredes de un edificio de la antigüedad. Sobre todo se han conservado restos de pinturas ornamentales de casas y villae y, con caracter funerario, de tumbas. Pero la pintura decoró también edificios de caracter público, como termas, anfiteatros o ninfeos, aunque sus restos conservados (en Hispania) sean esporádicos.
La realización de las pinturas exigía un proceso generalmente complicado. Se requería primero la preparación de un soporte de mortero, formado por arena y cal principalmente, que podía constar de hasta siete capas, aunque para las pinturas murales halladas en España, encontraremos tan sólo dos. sobre esta preparación bien pulida, se realizaban los bocetos y trabajos preparatorios de la pintura siguiendo un dibujo de tamaño reducido que habrían concertado previamente el dueño de la casa y el director de los trabajos. Seguidamente se aplicaban la capa o capas de pintura, pudiéndose utilizar tres técnicas: la del fresco, con los colores disueltos en cal y aplicados sobre la pared aún fresca; la del temple sirviéndose de yema de huevo, cola o grasa de animales como aglutinante de los pigmentos; y por último la del encausto, que utilizaba la cera. En las pinturas procedentes de Hispania encontramos sobre todo la técnica del fresco y al temple, y en muchos casos la mezcla de ambos. La capa del fondo está realizada al fresco, aplicándose por encima los detalles o retoques de última hora al temple, esto es, en seco.
El estudio de la pintura romana se ha venido realizando, sobre todo, tomando como base los documentos conservados en Pompeya. Los documentos posteriores tanto en Roma como en el resto del Imperio, son por desgracia demasiado esporádicos y parciales. De ahí que la clasificación por estilos establecida tradicionalmente por los científicos para la pintura pompeyana no sirvan más que a modo de referencia muy general a la hora de estudiar las manifestaciones de la pintura romana en España.
En lo relativo al marco ornamental son dos los modos fundamentales que vamos a encontrar representados en España, estilos uno y otro que se extenderá desde mediados del siglo I d. de C. hasta la mitad del siglo IV; el de crustae o imitación de "incrustaciones de mármol" y el llamado de candelabros.
El estilo llamado de incrustaciones o crustae parece ser de origen oriental. Plinio habla de los revestimientos de mármol que adornaban el palacio oriental de Halicarnaso. Este gusto hacia la incrustación y sus imitaciones en pintura se extienden rápidamente por todo el ámbito del mundo helenístico en un afán de emular el lujo de las cortes orientales. Esta corriente helenística debió de penetrar en Roma tras la conquista romana del oriente helenístico a fines del siglo II a.C. Durante el periodo de Trajano estas imitaciones de crustae se introducen en los medios provinciales. La aceptación de estos motivos en España puede situarse a mediados del siglo III.
A fines del siglo I se introduce paralelamente el estilo que llamamos de candelabros. el esquema fundamental de la decoración viene marcado por candelabros de estilizados brazos, cuya función es la de distribuir y enmarcar verticalmente la superficie de la pared aunque en muchas ocasiones son meros tallos vegetales lo que cumplen esta función.
La temática de las pinturas estuvo muy vinculada a su ambiente arquitectónico. En las casas encontramos temas fundamentalmente ornamentales. Así de Belo, Itálica o Astorga conocemos buen número de restos de pinturas con diversos motivos. Una casa de Astorga ofreció bellas muestras del estilo de candelabros con pájaros picando en los estilizados tallos vegetales. La pintura de caracter funerario también es conocida. En algunas tumbas se han encontrado excelentes muestras de pinturas al fresco, como en Carmona. Aquí los motivos suelen tener un sentido claramente alegóricos. guirnaldas de las que cuelgan las cintas funerarias, tallos vegetales enmarcando los nichos o pájaros, generalmente palomas, entre pétalos de flores. De una de las tumbas de Carmona conocemos la bóveda, adornada con pájaros y delfines sosteniendo en su pico unas cintas.
Los temas narrativos son más escasos: junto a una tumba-nicho de Carmona aparece el tema del banquete funerario, desde antiguo ligado a las ideas de ultratumba. Los comensales están recostados; uno de ellos toca la doble flauta y otros grandes cuernos, unos sirvientes acercan las coronas y los platos del banquete.
El retrato funerario debió ser habitual en esta época. Recordemos los famosos retratos, realizados al encausto, de El Fayum (Egipto). Los ejemplos retratísticos más espléndidos de España proceden de Mérida. Son los de la tumba de los Voconios en los llamados columbarios. Se conservan una pareja sobre una de las paredes y en la otra un joven. Aparecen representados como estatuas, de pie, sobre un pedestal que simula mármol. Visten túnica y por encima un manto de color blanco. Los rostros muestran en su ejecución un cuidado mayor que el cuerpo, lo que parece indicar una clara intención retratística.
En las pinturas que decoraron edificios públicos podemos citar la que adornó el anfiteatro de Tarragona. García Bellido la ha interpretado como una representación de Némesis acompañada por dos personajes, uno de ellos con una cornucopia en su mano y realizando una libación. La supuesta Némesis, que parece tener una rueda bajo su rodilla, estaría en relación como diosa de origen oriental y de caracter plebeyo, con la buena suerte de los competidores en los juegos del circo.
Junto con las pinturas de casas y villae, de edificios funerarios o de edificios públicos, la pintura se aplicó también a muchas otras manifestaciones plásticas no vinculadas estrictamente a la arquitectura. en la Antigüedad fueron las estatuas regularmente policromadas con una gran riqueza. Esta policromía en muy raras ocasiones se conserva. Como ejemplo el ara pintada de una casa de Ampurias dedicada al dios Esculapio. Sobre las cuatro caras de este altar aparecen pintados diversos símbolos relacionados con dicho dios de la curación y de la salud: el gallo, la serpiente enroscada, la piña y un vaso.
De época tardorromana podríamos citar algunos ejemplos, como las pinturas de una casa de Mérida. Pero si consideramos en su conjunto tenemos ante nosotros un panorama muy pobre de lo que fue en su dia la pintura romana en Hispania. Apenas podemos imaginarnos la enorme importancia que la pintura que la pintura romana hubo de tener como manifestación artística de la sociedad romana de la Hispania antigua.
El mosaico romano tiene su origen en el mundo griego, y más en especial en el de época helenística. Se ha considerado generalmente al mosaico como un reflejo de la gran pintura desaparecida. Pero el mosaico posee una técnica propia y específica, claramente diferenciada de la de las demás artes industriales.
Su ejecución se realiza por medio de cartones o de cuadernos de bocetos, ligada estrechamente al material pétreo del que se sirve: pequeños guijarros en los primeros mosaicos griegos y finalmente teselas, a partir ya de la época helenística. La tesela es un pequeño elemento, generalmente de piedra aunque también puede ser de mármol o de vidrio, de estructura cúbica. Los primeros mosaicos utilizaron un tipo de teselas de dimensiones muy reducidas (entre 1 y 4 mm), denominándose a los trabajos realizados con ellas opus vermiculatum. La utilización de teselas de tamaño normal (de 1 a 2 cm) es la base del llamado opus tesellatum. Las teselas se unían unas con otras mediante cemento aplicándose sobre un lecho o cama que requería una especial preparación.
Por lo general, la realización de un mosaico de teselas debió estar vinculada a una clase social alta que pudiese pagar estos costosos trabajos. Paralelamente con ellos existen otros tipos de mosaicos de ejecución más simple, y por consiguiente más baratos, que conocemos también desde época helenística. Se trata del llamado opus signinum, conglomerado impermeabilizador realizado a base de pequeños fragmentos de tejas y de cal de color rojizo. Un tercer tipo de suelo es el llamado opus sectile. Forman éste fragmentos de mármol cortados con sierra y que se incrustan en el suelo creando una decoración por lo general geométrica.
Se trata en realidad de un cuadro musivo de forma generalmente cuadrada y a veces circular, de dimensiones reducidas (entre 25 cm y 1 m.) que se realizaba con independencia total del mosaico para ser insertado posteriormente en aquel. Los emblemata podían por esta razón ser importados como cualquier otro objeto artístico o artesanal. Por su caracter de producto en serie poseyeron una característica tradicional (casi siempre son los mismos temas) así como imitativo de la gran pintura. La temática en ellos es reducida, con temas mitológicos, bodegones, peces o máscaras de la tragedia y de la comedia.
Los emblemata fueron una producción ligada al mundo romano occidental. Ampurias, cuna tal vez del mosaico hispano, ha conservado una buena serie de estos medallones o paneles centrales, un ejemplo es el de las Tres Gracias, fechado en el siglo II, y supone una muestra del caracter repetitivo y tradicional de este tipo de producciones.
Los mosaicos se utilizaron sobre todo para decorar el interior de las casas particulares, no solamente sus suelos, sino también sus paredes. En ocasiones, la estructura misma espacial del mosaico nos permite reconocer el tipo de habitación al que estuvo destinado. García Bellido estudió un bello mosaico geométrico del siglo II, procedente de Itálica. Su forma de T (un gran cuadro central y a cada uno de sus lados un pequeño cuadro lateral yuxtapuesto a modo de alas) corresponde a la sala del triclinio donde tenia lugar el banquete de los comensales. En muchas otras ocasiones los mosaicos cubren el suelo del peristilo que enmarca el atrium de la casa romana. Los edificios públicos también han sido cubiertos con mosaicos, como las diversas salas de las instalaciones termales, frecuentemente decoradas con motivos marinos. También los mosaicos de peces estuvieron destinados al recubrimiento de piscinas. El suelo de los circos o de los anfiteatros podía ser cubierto con un suelo de opus signinum con el fin de impermeabilizarlo. Ya a partir del siglo III, con la gran expansión rural que tiene lugar en Hispania durante el Bajo Imperio, los mosaicos acaparan como lugar primordial para su expresión las villae o fincas.
En muy pocos casos se ha podido comprobar el contexto arqueológico determinado en el que han aparecido los mosaicos. Arrancados generalmente de los suelos en excavaciones antiguas o mal documentadas se conservan hoy en los museos. Esta falta de documentación estratigráfica lleva consigo la dificultad de una datación precisa.
Los mosaicos más antiguos conocidos en España corresponden a Ampurias, y pertenecen muchos de ellos a época helenística aunque su datación resulta todavía imprecisa. Es entorno al 218 a.C., año en que desembarcó en Ampurias Cn. Escipión, cuando se datan algunos de los mas bellos emblematas en opus vermiculatum, sin duda importados de Italia: emblemata con una máscara trágica o con peces. Otro muy famoso es el que representa el sacrificio de Ifigenia. El ambiente de este mosaico es puramente helenístico: concebido a la manera de un pequeño cuadro, refleja una pintura que debió ser famosa en la época. Asimismo, conocemos de la Ampurias de esta época crustae, esto es, plaquitas de mármol utilizadas en el opus sectile, así como pavimentos en opus signinum formando composiciones geométricas muy simples y difíciles de fechar fuera de su contexto. También de la ciudad Romana quedan restos de suelo primitivo en opus tesellatun con composiciones de dibujos geométricos realizados con teselas blancas sobre fondo negro. Datan estos mosaicos geométricos de la segunda mitad del siglo I a.C., así como numerosos mosaicos de Tarraco y de Barcino paralelos a los de Ampurias.
Esta técnica de Blanco y negro, importada de Italia, se mantiene en la Península a lo largo de los dos primeros siglos del Imperio. Es una técnica de ejecución más barata y simple. El centro se adorna con un emblema o medallón policromo. Durante el siglo II d. de C. Mérida e Itálica mantienen viva la técnica italianizante del mosaico blanco y negro, que contrasta con el resto del occidente romano. La creación de vastos espacios interiores como pueden ser las grandes salas termales, convierte en muy costoso y hace estructuralmente difícil la elaboración de mosaicos policromos. El mosaico se limita así a formar parte del ambiente arquitectónico global. Es una moda que cobra nuevo auge con el Emperador Adriano y con los Antoninos. El mosaico con tritones de las termas de Barcino (Barcelona) o el de Neptuno de Itálica, son ejemplos muy significativos, de esta tendencia. el tema del mosaico de Itálica se centra en la figura de Neptuno que aparece montado en un carro que arrastran sobre las olas del mar dos hipocampos. Centauros marinos, delfines, peces y crustáceos ambientan el paisaje marino del mosaico.
Todos estos ejemplares comparables hacen pensar en cartones con motivos aislados que corren en manos de los mosaistas y que les sirven de repertorios con los que ellos realizan una síntesis personal que acoplan al espacio disponible. De esta manera vemos repetirse los motivos itálicos significativamente en Hispania.
Junto a estas zonas más romanizadas en las que se mantiene vivo un mosaico en blanco y negro de tradición itálica, ya en el siglo II y sobre todo en el siglo III va a imponerse el mosaico policromo.
Se desarrollan con la técnica policroma gran variedad de temas figurados y narrativos como puede serlo el mosaico de Liria con los trabajos de Hércules. Este es un mosaico de una gran parquedad de colores, lo que puede indicar una cierta pervivencia del mosaico bícromo, Parlasca lo fecha en el siglo VI d. de C. De gran originalidad iconográfica es el mosaico llamado cosmológico de Mérida, que muestra una visión global del Universo con la personificación de cada uno de los elementos que componen el cosmos: la Nube, el Monte, el Cielo, el Mar, el Puerto, el Viento, etc.
Es frecuente el tema dionisiaco o báquico. Un Mosaico de Ena (Zaragoza) muestra al dios Baco en un carro tirado por dos tigresas y precedido por una ménade y un sátiro de pies de chivo. El dios aparece coronado por una Victoria.
Otro tema favorito los mosaicos es el de Orfeo encantando a los animales como en el ejemplar de Zaragoza, o en el bellísimo de Itálica.
Ya en el siglo III va a iniciarse en la Península una temática y estilo en los mosaicos que va a denotar una cada vez más determinante influencia africana. Esta tendencia llegada del Norte de África acabará dominando en el mundo artesanal de la Península sobre la tradición musivaria procedente de Italia, creando a lo largo del siglo IV una peculiar mezcla de estilos propia del mosaico hispano. El lujo se manifestará sobre todo en el gran auge que a partir de ahora poseerán las villae rurales. Una villa de Bell-LLoch, cerca de Gerona, ha ofrecido un conjunto de mosaicos muy sugerentes. Es famoso el mosaico del circo conservado en el Arqueológico de Barcelona donde se ofrece una representación de una carrera de cuádrigas con las cuatro facciones (blanca, verde, roja y azul) que en ella toman parte. Bajo una curiosa visión de perspectiva es descrita la spina con sus múltiples monumentos, las carceres, el tribunal desde donde el magistrado preside los juegos y, finalmente la figura del sparsior u horator que proclama la facción vencedora. En esta pieza, el tratamiento de la escena y sobre todo de la perspectiva nos muestran una interesante concepción local cuyas raices, sin embargo, se encuentran en el propio arte plebeyo romano.
También en estos años dl siglo III va a ir adquiriendo en Hispania una gran preponderancia un tipo de mosaicos en los que se representa a las estaciones personificadas en sendas cabezas femeninas, cada una de ellas con su atributo específico. A esta época corresponde el mosaico policromo de Tellus en Itálica con las cuatro estaciones. Estas representaciones se asocian al concepto religioso de la inmortalidad y del eterno ciclo de la vida. La gran aceptación que en los siglos subsiguientes alcanzará este tema en las villaes tardoimperiales puede explicar su relación estrecha con el caracter fundamentalmente agrario de esta época, así como por la fácil adaptación de este motivo a las cuatro esquinas del pavimento.
También en el Bajo Imperio se desarrolla paralelamente a este mosaico pagano una temática musivaria típicamente cristiana.
TEMA 11. CERÁMICA Y VIDRIO ROMANOS. JOYERÍA Y TOREÚTICA
Con el Imperio romano, las tradiciones cerámicas que habían ido sucediéndose en el Mediterráneo desde el Neolítico van a lograr una unificación y un empuje nuevo prácticamente desconocido para ellos hasta entonces. Esta importancia vendrá definida muy principalmente por la industrialización de sus talleres, junto a la infraestructura de transporte ofrecida por el Imperio, logrará unificar de gran manera la producción de cerámicas de lujo de una a otra parte de éste.
Señalar a grosso modo tres momentos distintos en este proceso. El primero deriva directamente de las cerámicas griegas y enlaza cronológicamente con la República Romana. Son las cerámicas denominadas campanienses o de "barniz negro". A finales del siglo Y d.C. desaparecen estas creaciones dando lugar a las producciones típicas romanas de sigillata, de barnices rojos y denominadas así por poseer gran parte de su producción "sellos" con el nombre de los industriales que las fabricaron. Estas cerámicas sigillatas se produjeron hasta fines del siglo IV d.C.
La presencia de estas cerámicas delata influencias comerciales, vía de comercio, influjos artísticos y muchos otros datos de interés de caracter sociológico y económico.
Coincidiendo con las diversas fases de la conquista y de la romanización del Mediterráneo central y occidental, y paralelamente a la pérdida de la fuerza de la colonización griega, aparecen las cerámicas denominadas campaniense o de barniz negro, que abarcan la edad helenística y republicana hasta época augustea. Derivan muy directamente de las cerámicas griegas y sus imitaciones itálicas, manteniendo el barniz negro típico de aquellas producciones. En época augustea habrá un cambio definitivo en las cerámicas de lujo, apareciendo la primera familia de las cerámicas sigillatas, la aretina. en su nacimiento influyen otros tipos anteriores decorados en relieve a molde, y la técnica de producción es oxidante, lo que ofrece su típico color rojo. De las cerámicas producidas en Arezzo, a comienzo del siglo I derivan las sigillatas sudgálicas con las que la producción artesanal se hace extensiva fuera de los centros itálicos, proyectándose al Norte de Europa con las sigillatas renanas y en la Península Ibérica con las sigillatas hispánicas que abastecen no sólo la Península, sino también el Norte de África.
A finales del siglo I comienza la última familia de las cerámicas de lujo imperiales llamadas sigillatas claras y que van a extenderse hasta el siglo VI d.C. Se denominan así por la tonalidad roja clara de sus barnices. Fundamentalmente poseen tres ramas, que surgen del primer tipo, la clara A, muy relacionada con las sigillatas sudgálicas. A partir del siglo II y III surgen los tipos pre-brillante o clara B, y brillante en el Valle del Ródano; el tipo clara C de paredes finas y relieve aplicado, en la zona de Cartago, y las producciones tardías de clara A que preludian el tipo clara D y de decoración estampada, que surgirá en el siglo IV.
Derivada de las cerámicas griegas o itálicas, se dividen tradicionalmente en tres tipo: A, B y C, de barros rojos, rojizo pálido y gris, con barniz negro brillante en el primero y más opaco en el segundo y tercero. La campaniense A derivaría directamente de las cerámicas grecoitálicas, produciéndose ya a mediados del siglo III a.C. En ocasiones se ha confundido con producciones aún griegas, y sus formas comprenden principalmente fuentes, fuentes de pescado, copas y cráteras con decoración pintada en blanco. en España aparecen en Ibiza, Ampurias, Liria y la Bastida (Valencia). La primera cerámica de este tipo es la llamada de las pequeñas estampillas, datable en la primera mitad del siglo III y que cubre en España la costa catalana y levantina hasta la altura de Cartagena.
Las producciones B de la campaniense son imitaciones que se producirán en el siglo II. En algunas piezas además de la decoración estampada típica aparecen ya algunos sellos con marcas de alfareros En España se datan en la costa catalana (Ampurias y Tarragona), Valle del Ebro (Azaila y Zaragoza) y en la costa levantina (Sagunto). La campaniense C es una derivación a partir del 150 a.C. de la de la B, imitación, posiblemente, de la producción siciliana, y con menor expansión.
Debemos señalar la cerámica gris producida en talleres de Ibiza, que siguiendo tradiciones púnicas del siglo VI, produce en barros de este color, imitando en el siglo III formas de la campaniense A.
Hacia los años 30-40 a.C. en Arezzo, en el centro de Italia, comienza a fabricarse la primera cerámica sigillata, denominada aretina por su lugar de fabricación. La producción es doble, con formas lisas (copas, platos y fuentes) y formas decoradas (copas) logradas a molde, con estilo y temas típicos del arte oficial augusteo. Toda la producción se encuentra sellada con las marcas de los talleres, alfareros y decoradores.
La producción continua hasta el primer cuarto o mediados del siglo I d.C., pudiendo dividirse en formas antiguas, producción clásica y producción tardía. A Hispania llegan desde luego la producciones primitivas, pero sólo a partir del año 25 a.C. con la producción clásica, aumenta la llegada de piezas, que es más amplia aún para las piezas tardías. La importación de estas piezas quedó cortada hacia el año 40 d.C. en que la sustituye la cerámica sudgálica. Geográficamente parece darse con mayor prioridad en la Tarraconense que en la Bética y Lusitana, pero aparece prácticamente en toda la Península.
La cantidad de cerámica aretina que llegó a Hispania es casi 1/3 de la sigillata sudgálica que llegó posteriormente.
Hacia el año 20 d.C. comienzan su producción los talleres de sigillata sudgálica, de gran calidad, en la que se observa una evidente evolución e industrialización de la producción aretina a la que imitan. Las producciones siguen siendo lisas y decoradas, aumentando proporcionalmente las decoradas. La Península Ibérica recibe en gran escala estos productos, más baratos que los itálicos por su menor coste de transporte. Este tipo de cerámicas aparecen en toda España, principalmente en la época de Claudio y Vespasiano, en que entran en concurrencia con las fabricaciones de sigillata indígena.
A partir del año 50 d.C. se hace corriente la producción de sigillata hispánica. Su estudio no está aún absolutamente sistematizado y debido a su decadencia en la decoración, a la falta de sellos de las piezas decoradas, y al hallazgo de alfares, es difícil lograr el estudio cronológico de las piezas. Se conocen bastante bien los talleres del Valle del Ebro (Abellá, Solsona, Tricio y Bronchales), a partir de los cuales se han distinguido tres estilos diferentes de cierto valor cronológico; los de metopas y fajas como el más primitivo; el estilo libre, y el tardío en el siglo IV a base de grandes ruedas. Últimamente han comenzado a conocerse talleres en la Bética (Granada, Cástulo y Jaén) y es posible diferenciar producciones de Mérida. Fue exportada en pequeñas cantidades al Sur de Francia y a Italia (Ostia)
Este panorama explica la descentralización de los talleres, que debieron ser muy abundantes y generalmente de expansión limitada, de caracter regional. Sin embargo, a todo lo largo del siglo II la producción se mantuvo en unos límites máximos, aunque poco a poco fueron dejando paso, sobre todo en la costa, a la producción de la sigillata clara A, de producción casi exclusivamente lisa, que se hace con el mercado de estas piezas entre los años 90 y 125 d.C.
Las cerámicas lisas de los siglo II y III, son predominantemente las denominadas sigillatas claras, que en su variante A, se iniciaron hacia el año 60 y logran el predominio en el mercado de todo el Mediterráneo occidental a fines del siglo I d.C. Al tratarse de piezas lisas con formas muy sencillas la producción es muy amplia. Su lugar de producción no es aún bien conocido, aunque se supone que fuera el Norte de África, quizá la rica zona de Cartago, con influencia de la sudgálica, la clara A sufre hacia el año 200 una crisis de la cual se aprovecha en parte la producción de tipo C, de un taller en los alrededores de Cartago y que intenta una producción decorada de alta calidad, que recuerda a la aretina, con la técnica del "relieve aplicado", sobre todo en botellas de dos asas, y en cuencos y fuentes.
Otros tipos de sigillatas claras son los tipos de clara B o prebillante y brillante, fabricadas en el Ródano. Su barniz, de brillo metálico, parece ser que fue una moda que intentó imponerse sin mucha fortuna, influenciando parte de la producción hispánica en el siglo III. La clara B más típica aparece en España en toda la costa del Mediterráneo.
La cerámica de mesa vista en el capítulo anterior, se completaba con otras cerámicas de mesa, las de "paredes finas", producción de vasos para beber; cerámicas de cocina, cerámicas usadas en el comercio como recipientes, ánforas, y lucernas empleadas muy ampliamente para iluminación.
Son vasitos de forma troncocónica o globular, llamados así por la extrema delgadez de sus paredes, conseguida gracias al empleo del molde, y usados preferentemente para beber en la mesa. Su producción se inició en el siglo II a.C., llegando hasta finales del siglo I en que dejaron de fabricarse, siendo sustituidas en parte por producciones vulgares y otras de lujo, como algunas formas de sigillata clara, brillante.
Las formas más antiguas son los cubiletes, troncocónicos invertidos de boca ancha y altos, con decoración puntillada, "a la barbotina", en "espina" o "cordada" y a molde. Aparecen en España desde la segunda mitad del siglo II a.C. hasta época augustea (Ampurias, Pollentia y Numancia)
En época preaugustea los cubiletes evolucionan a vasitos troncocónicos, y cilindros decorados con ruedecilla, aparecen también formas globulares en ovoide que continúan a todo lo largo del siglo I d.C., ampliándose su dispersión por toda la Bética (Cádiz, Belo, Asta Regia) y en Levante (Lliria).
Un tipo muy característico se denomina de cáscara de huevo por la delgadez de sus paredes, semiesféricas, troncocónica y carenadas en su parte baja, y su color gris blancuzco. Su cronología ya es del siglo I d.C., desde la época de Claudio - Nerón hasta Vespasiano.
Una forma de posible fabricación española, son unas copitas en forma de syphoy con asas de oreja y pie, fabricados probablemente en Andalucía y con una gran extensión (Mérida, Elche, Ibiza, Barcelona, llegando incluso a Marsella).
Por último las copitas semiesféricas sin asas o con dos asas y con una variada decoración de paredes arenosas, ruedecillas, "a la barbotina", etc. Es producción típica desde época augustea y perduran todo el siglo I. Los vasos con hojas de agua "a la barbotina", aunque fabricados en el Norte de Italia, se fabricaron también en talleres béticos en la segunda mitad del siglo I.
Los alfares indígenas hispánicos siguieron produciendo cerámicas pintadas de tradición ibérica y celtibérica que se han de considerar como de mesa. Se distinguen dos zonas, una catalana-levantina (Manises, Elche, Alicante, Cartagena y Murcia) y otra zona interior que se extenderá desde el Norte de Extremadura (Caparra y Alconetar) y todo el Valle del Duero (Clunia, Soria). Cronológicamente existe una etapa imperial y otra tardo imperial. Predomina el color rojo vinoso, pero se usa el marrón, negro y blanco.
En la zona interior destaca el "taller de los pájaros y las liebres", de Clunia, el más rico de decoración de esta zona. Las formas son principalmente de ollas y cuencos. En la zona levantina predominan las jarras de cuerpo globular, cuelo estilizado y asa. Los motivos decorativos son similares.
A partir del siglo IV parecen mantenerse solo jarras con decoraciones de fajas y líneas horizontales y círculos que imitan la decoración típica de la sigillata tardía (Tarragona, Segóbriga, Valladolid, etc.).
Sus formas y producciones son muy variadas. En época republicana y altoimperial sus producciones debieron de estar muy centralizadas, pero a partir de mediados del siglo I d.C. su producción es totalmente provincial o local. En el área mediterránea costera son típicas las vajillas con pátina cenicienta y de borde ahumado de la segunda mitad del siglo I a.C. y llegan hasta los siglos II y IV d.C. Con este tipo de cerámica se fabricaron ollas, cuencos, cazuelas, platos y tapaderas con distintos tipos según se cronología.
Desde época augustea se usan cuencos, primero de borde horizontal y algo altos, y que sustituyen a las grandes fuentes de barniz interior "rojo pompeyano", usados para cocinar galletas de cereales.
A parte de estas formas, se produjeron en todo el Imperio platos de diversas formas, morteros, tapaderas, copas, jarras y botellas, e incluso ungüentarios y otras piezas, como incensarios.
Una producción cerámica típica del mundo romano abarca las piezas usadas como recipientes para el traslado de materia primas de una parte a otra del Imperio, principalmente de salazones, vino y aceite. Las ánforas tienen dos formas principales, una de cuerpo cilíndrico alargado, que puede ser más o menos ovoide, acabando en punta, con cuello largo y estrecho y dos asas de cintas verticales; y otra esférica llamada dolia. Esta forma resulta funcional para su almacenaje en las naves, de modo que ellas mismas se apretaban entre sí como cuñas, aprovechando la carena de la bodega de la nave.
Las ánforas llevan normalmente inscripciones sobre sus cuerpos, unas estampadas sobre el barro fresco y que parecen ser marcas de alfarero, y otras pintadas en diversas partes del ánfora y que responden al nombre del exportador del material que contenían (naviculatus y mercator), nombres de lugar y capacidad del recipiente.
Las formas son muy abundantes y bastante variadas dentro de las líneas generales. Sus antecedentes vienen desde época púnica. En tiempos republicanos es muy corriente una ánfora vinaria de cuerpo cilíndrico apuntado con cuello muy largo que se fabrica desde el 180 a.C. hasta el 50 d.C. y que aparece en toda Hispania. A partir de 30-20 a.C. aparecen varios tipos fabricados en Hispania para transporte de aceite y salazones.
Las ánforas en forma de huso usadas para salazones se fabricaron durante todo el siglo I la primera mitad del siglo II en las costas de las provincias de Huelva, Cádiz y Almería; mientras que las de forma de dolia, globular, se fabrican hasta mediados del siglo III d.C. a todo lo largo del valle del Guadalquivir, usándose para el transporte de aceite.
Son elementos de iluminación, y debido a su continuo uso su producción es muy abundante. Su producción masiva hace que a partir del siglo I d.C. se fabriquen en todos los puntos del Imperio, de ahí que se conozcan hasta un millar de firmas distintas de taller, aunque paradójicamente no se conocen talleres de lucernas.
Las lucernas se fabrican con moldes bivalvos. Poseen un depósito para el aceite en forma de "rueda", que deja en su parte superior un disco utilizado para la decoración a molde. En un extremo surge la "piquera", pico de la lucerna abierto en un extremo, donde se colocaba la mecha, y en el extremo contrario se le colocaba el asa.
La tipología de las lucernas se deriva principalmente de su piquera. En el siglo I a.C. las lucernas helenísticas son muy sencillas, muy pocas veces decoradas. En el cambio de Era aparecen las llamadas de volutas por decorarse así lateralmente las piqueras cortas. Perduran hasta inicios del siglo II. A mediados del siglo I surgen las de piquera redondeada, muy corta y que llegaran en su producción hasta mediados del siglo III. El tipo de más amplia vida es el de piquera de canal, llamado así por un canal que une el extremo abierto de la piquera con el disco, para recuperar el aceite exudado por la mecha. De este tipo surgirán las lucernas paleocristianas.
En el vidrio se delimitan dos épocas distintas: la denominada de núcleo de arena y una segunda caracterizada por la aparición de una nueva técnica, la del vidrio soplado.
Las piezas de "núcleo de arena" son de pequeño tamaño y boca estrecha debido a su propia técnica de fabricación: un núcleo de arena humedecida colocado en el extremo de una barra y envuelto en el vidrio fundido en un crisol, luego alisado rodándolo sobre una superficie lisa. Desde el siglo VI a.C. en el occidente mediterráneo se conocían las pequeñas piezas de este tipo que continúan con pequeñas variaciones en época helenística; alabastrones, anforillas, jarritas y lacrimatorios, todos ellos polícromos, siempre de color oscuro de fondo.
En su última etapa de producción, desde el siglo III a.C., aparecen en Hispania normalmente en la costa, en relación con asentamientos militares romanos, como dos fragmentos de alabastros hallados en Castra Cecilia (Cáceres), y otro fragmento en Soria, contemporáneo de la guerra numantina. Unos ungüentarios de cuello largo y cuerpo troncocónico invertido con pequeñas asas quizá hallan sido fabricados en Ibiza o en Ampurias.
Siria es la zona donde se inició la técnica del vidrio soplado, consistente en inflar una ampolla de vidrio fundido en el extremo de una barra hueca insuflando aire en ella.
En el Valle del Guadalquivir aparecen magníficas piezas talladas y moldeadas con escenas de juegos de anfiteatro de fabricación local y ánforas de base anular, tazas en forma de skynhoi y diversidad de jarros.
Otras dos zonas importantes donde aparece vidrio soplado temprano en Hispania son Cataluña y la costa levantina. En estas zonas las piezas principales son ollas globulares con asa en omega y tapa, ungüentarios y jarros, apareciendo también aquí las piezas moldeadas con escenas de anfiteatro.
En la segunda mitad del siglo I las formas y la producción de vidrio adquieren un gran auge y diversificación. El vidrio mosaico se hace a molde con partes de varios colores que le dan la apariencia de un mosaico, sus formas son de cuencos semiesféricos como las bellas piezas de decoración cruciforme de Carmona.
Otra técnica es la del vidrio tallado, el mejor ejemplo conocido en Hispania es una pieza de Belo que conjuga la técnica del vidrio soplado para su forma, apliques para el asa y el pie, y finalmente el tallado y pulimntado de la pieza.
Se pueden dar como relativamente abundantes en España los vasos de vidrio moldeado, cilíndricos u ovoidales, decorados con escenas de circo y anfiteatro, soplados con un vidrio ligeramente verdoso. También a molde se realizaban los cuencos de costilla, semiesféricos con costillas externas en relieve. Finalmente, a molde se realizaron tarros prismáticos y botellas aprovechando el molde para marcar los fondos planos con variados dibujos que se suponen marcas de talleres.
El vidrio soplado al aire adapta en la segunda mitad del siglo I multitud de formas que continúan fabricándose a lo largo del siglo II. Son muy corrientes los ungüentarios, otros de forma globular como aryballos, cuencos, tazas, skyphoi, carcherium, o tazas troncocónicas y carenadas sin asas, y ollas globulares con tapa que pasaron a servir como vaso para contener las cenizas en las incineraciones y que perduran hasta el siglo II.
Con el siglo III la fabricación del vidrio continúa ofreciendo en líneas
generales las formas precedentes.
Entre los siglos III y I a.C. abundan en el suelo peninsular los hallazgos de tesoros, generalmente de plata, que indican una época de profundos cambios marcada por la inestabilidad política y social. En muchos casos se trata de escondrijos de orfebres y plateros indígenas que tratan de evitar la rapiña producida por las guerras en estos primeros tiempos de ocupación romana.
La argentería de la Península Ibérica es en esta época muy rica y abundante, ya que España fue campo de una constante explotación minera, en particular de sus recursos de plata.
El gusto helenístico se manifiesta en la joyería por el marcado gusto por las vajillas con toda una rica variedad de formas: phialai o recipientes anchos sin asas destinados para la libación sagrada y que suelen constituir parte de los tesoros más antiguos como las phialai de Tivissa en Tarragona; copas, cuencos semiesféricos, skkyphoi o vasos hondos para beber con asas, etc. Y asociados con estas piezas los hallazgos ofrecen numerosos objetos de adorno, sobre todo pulseras y fíbulas.
La datación de estos tesoros ha podido realizarse en muchos casos gracias a la asociación con las monedas. A finales del siglo III a.C. corresponden los más antiguos de la serie, los de Cheste y Caudete de las Fuentes; hacia el año 1.80 a.C. se podrían situar los tesoros de Tivissa.
El tránsito de los propiamente ibérico a lo romano es casi imperceptible y difícil de determinar. El tesoro de Mengibar (Jaén) es una buena mezcla de los influjos locales con la corriente helenística. La cultura ibérica penetra y se deja sentir en las manifestaciones artísticas del último periodo republicano. Consta el citado tesoro de un conjunto de vasos, tazas, una especie de ánfora sin asas, una cucharilla y un tenedor junto con el habitual conjunto de torques o collares de plaza entrelazada.
Una comparación con los tesoros de esta época en las tumbas del sur de Italia muestran como el mundo ibérico realizó una selección del ajuar helenístico. Abundan por el contrario un sin número de formas de vasos para beber. La helenización de la Península a través del mundo romano es reconocible en todos estos productos cuyo auge se alcanza en el siglo II a.C. para decaer vertiginosamente en el siglo I y desaparecer por completo en época augustea.
Durante le época imperial se manifiesta ya una gran pobreza de plata en los hallazgos españoles. Los conquistadores han hecho desaparecer el oro de Galicia y la plata de la Bética. Las piezas argénteas son ahora excepcionales, como la famosa pátera de Otañes (Santander), obra hallada en el siglo XVIII. Una inscripción grabada nos indica que está dedicada a Salus Umeritana, una ninfa protectora de las aguas medicinales del lugar. La ninfa está representada en la parte superior del gran disco manando agua; con ésta, unos personajes llenan un gran barril colocado sobre un carro, mientras que otros realizan libaciones sobre un altar.
De los comienzos del Imperio pueden datarse las llamadas trullae, recipientes de plata con una larga asa, a la manera de un cazo. Son estas piezas relativamente numerosas procediendo algunas de ellas de enterramientos, por lo que se han interpretado bajo un sentido ritual. En ellas se depositaria la comida y la bebida para los muertos. Son famosas las halladas en Tiermes (Soria), Cáparra (Cáceres). No son infrecuentes sobre las trullae estas decoraciones de máscaras que apuntan al origen alejandrino de estas producciones y que llegan a se un lugar común en la toreútica de comienzo del Imperio. En definitiva, la toreútica tuvo su principal centro artesanal en Alejandria, donde su producción alcanzó durante el Imperio unos niveles altamente industriales.
Otro tipo de piezas son los pasarriendas, adornos y útiles para los carros que estuvieron en boga desde comienzos del Imperio, alcanzando su auge en los siglos II y III. En cuanto a los llamados balsamarios, su utilidad es dudosa, aunque se admite que pudieran servir de guardaperfumes para ciertos ritos domésticos, son muy corrientes en el mundo romano y en Hispania. Según García Bellido "presentan todas figuras de busto humano con una abertura redonda en lo alto de la cabeza, abertura que se cierra por medio de una tapaderilla movible de bronce".
TEMA 12.- ARQUEOLOGÍA ROMANA DEL BAJO IMPERIO
La esencial característica del Bajo Imperio, es la degradación económica, la estabilización del cristianismo como religión dominante en todos los confines del Imperio y las persecuciones que perduran hasta el Edicto de Teodosio (392) y en las provincias del Imperio, sobre todo en Hispania, una agrarización muy característica, que tendrá su reflejo no sólo sobre la arquitectura sino también sobre los temas iconográficos que decorarán esas construcciones.
El siglo III significa la decadencia de las grandes ciudades del mundo romano con el advenimiento de los pueblos bárbaros. El limes tanto renano como danubiano se habían mostrado inútiles, razón por la cual empiezan a edificarse los recintos amurallados de las grandes ciudades que, por motivos militares, ven reducido su perímetro. Así se construyen las murallas, entre otras ciudades, de León, Astorga, Cáceres, Barcelona, Lugo y Zaragoza. En estas ciudades se produjo una densificación de su población, y un problema en las comunicaciones y trasnportes que comunicaban a unas ciudades con otras, lo que hacia incómoda la vida en ellas. Por esta razón, las familias pudientes abandonan sus residencias urbanas, trasladando sus viviendas a las casas de campo, y formando la base para otras posteriores construcciones semipalatinas, con sus propios ejércitos, con una sociedad verdaderamente protofeudal. Estas haciendas dan origen, a los pocos años de su momento de desarrollo, a pequeñas aldeas, con lo que el esquema protofeudal queda completado. Estos pequeños poblamientos dan lugar a topónimos como por ejemplo Cariñena (de un Carinius).
Las fortificaciones cobran nuevo valor merced a la ruptura del limes germánico por los pueblos bárbaros. Notable es la mejora en los sistemas de puertas, con dos torres salientes de planta semicircular a cada lado de la puerta, y con recamaras para la guardia.
Gerona tuvo torres cuadradas y redondas. Barcino (Barcelona) tiene sus fortificaciones fechadas en torno a los siglos III o IV. De las de Ilerda (Lérida) se sabe que existieron, aunque aparentemente no queda resto alguno. Caesaraugusta (Zaragoza) tuvo sus murallas dispuestas rectangularmente, aunque con los ángulos redondeados, con un perímetro de aproximadamente 3.500 metros. Pompaelo presentaba una muralla de características similares de 4.000 metros de longitud defendida por 67 torres.
Contrebia Leukade (Inestrillas, Logroño) tuvo su muralla con cubos de planta semicircular revestido de sillarejo mal labrado. Asturica Augusta (Astorga, León) tuvo torres del mismo tipo y sillarejos revistiendo el muro. León fue fortificado en el siglo IV. De planta rectangular, tuvo un perímetro de 1.400 metros y unas 19 hectáreas de superficie. Sus ángulos estuvieron redondeados. Sus torres de planta semicircular, tenían un diámetro aproximado de 8,25 m. Lucos Augusti (Lugo) posee fortificación de planta redondeada, con 2.330 m. de perímetro y 34 Has. De superficie. Sus torres era de planta semicircular, de 16 metros de diámetro. Se podrían aportar otros datos de Mérida, Cáceres, Toledo, etc., pero los rasgos esenciales de estas fortificaciones son los siguientes:
Como vimos en el tema anterior, se desarrolla las villa urbana y la villa rústica en las ciudades, ya que la villa rústica tal y como se concibe en el siglo III y IV, no existe realmente en los primeros siglos del Imperio. Se produce una ruralización, y ahora se hará mas notable la diferencia entre los dos tipos básicos.
La villa urbana mantiene en Hispania el patio con el triclinium y el oecus como elementos claves de la distribución de la casa.
La villa rústica se sitúa ahora en el campo, en un fundus, o propiedad campesina con edificaciones, (contrapuesta como tal al ager, que carece de ellos). Dentro del fundus había los vici, habitados por esclavos o campesinos libres. Dentro del fundus, pues, el dominus o señor vivía en la villa. Esta podía ser de tres tipos básicos:
De planta cuadrada, básicamente el esquema para las villae que hemos visto en el tema anterior en Itálica, con un gran patio cuadrado rodeado de crujías, siguiendo la distribución clásica.
De galerías. Tiene un espacio central cubierto rodeado de habitaciones. Al frente hay una galería flanqueada por dos torres.
De planta basilical. Es un espacio rectangular alargado, con postes de madera formando tres naves de habitación, estando las laterales dedicadas a establos.
Del siglo III, finales del II, es la villa de Almenara de Adaja (Valladolid), organizada alrededor de un patio interior, al que dan una gran estancia rectangular con cabecera semioctogonal. Casi todas conservan sus mosaicos, que son fundamentalmente de tipo geométrico muy emparentadas con lo clásico. Del siglo III es el conjunto de Cuevas de Soria (Soria), construida en torno a un peristilo. Las habitaciones estaban cubiertas por techumbre de vigas de madera y tejas. Al Sureste están las termas, también con mosaicos. En total se conocen de esta villa 30 habitaciones, de las cuales 22 tienen mosaicos.
También del siglo III, e igualmente en la zona del Duero, es la villa de Dueñas (Palencia). De ella lo principal conocido es la zona del baño, con un gran tepidarium, con svastikas lineares y nudos de Salomón. Al lado y encuadrado por una cenefa de zarcillos de Acanto está el emblema de un gran caballo; próximo al cuello está escrito, con tesellae, AMORIS, presumiblemente nombre del caballo. Colindante está el mosaico de Oceanus, de tipo marítimo. Aparece la máscara de Oceanus con sus mechones agitados por el ritmo acuático. Otras partes descubiertas son el praefurnium, caldarium, frigidarium o natatoria y laconium o sudationes. Está fechada hacia el 250.
En el siglo IV en Galicia, hubo gran cantidad de villae en las orillas de las rías de Coruña, Betanzos y Pontedeume. En una de ellas fue encontrado un mosaico aislado del piso, como medida contra la humedad, mediante una capa de huesos de animales y valvas de ostras. Este mosaico era de decoración geométrica.
De la misma época vemos también gran cantidad de villae en la zona central, en ambas mesetas. Así en Santervas del Burgo (Soria) había una gran villa con un amplio peristilo rectangular, rodeado de habitaciones, muchas de ellas con mosaicos con los temas habituales en estos casos.
En Liedena (Navarra) se ha descubierto una de las mayores villas de Hispania. El núcleo residencial está dispuesto alrededor de una gran peristilo cuadrado, rodeando al cual hay una serie de galerías y un pozo central. También han aparecido la bodega y las termas (con su apdyterium y su tepidarium). Detrás del tramo sur se encuentran el patio de labranza, el trujal del aceite y un gran estanque rectangular.
Íntimamente relacionada con las villas está la decoración musivaria (mosaicos). Estos suelen ir en el centro, con un emblema con temas aparentemente decorativos, como cráteras, flores o diseños diversos de difícil interpretación.
La musivaria sigue en ocasiones los esquemas de la pintura, y es posible que ambos se basasen en libros o cuadernillos de bocetos que debieron tener amplia circulación por todo el mundo romano. Por ejemplo, los mosaicos de la villa de Arroniz (Navarra), denotan villae del tipo de galerías, pero con una fauna de tipo africano que nunca pudo existir en la Península.
Para las pinturas del siglo III y IV sólo tenemos dos escenas netamente fechables en esa época. Una procede de Mérida con una conjunto de escenas de circo (lo que todavía tiende a demostrar que aún en esa época el espectáculo de circo era gustado en Mérida). Se trata de pinturas hechas al fresco que denotan en dos casos escenas circenses, en una de ellas, una cuádriga de frente a espectador y en otra la cuádriga marchando a derecha y hacia el fondo de la escena.
La otra pintura notable de esta época es la existente en el ninfeo de Santa Eulalia (Burgos), cuyo conjunto parece corresponder a una retícula de rombos pintada en verde, con aves en el interior.
A partir del siglo III, sobre todo con el periodo de Anarquía (235-285) se vuelve a los retratos fisiognómicos, contraviniendo la corriente clasicista imperante hasta entonces. Hay un gusto enorme por los detalles de la cabellera. Esto mismo se nota en los sarcófagos de la época. En cuanto a la estatuaria del siglo IV en España sólo podemos decir que es poca la clasificada como de esta época.
Del siglo III es la cabeza de Sárapis procedente de Valladolid. Tiene larga melena cuyas guedejas caen hasta el arranque del cuello y cubren parte de la frente. Lleva bigote espeso pero poblado y barba dividida en dos. Va coronado con una gran rueda de hojas de roble. Sobre ella se ve un alto kalathos en cuyo frente hay una gran palmera de cinco hojas.
Quizá un poco anterior es el Chronos Mithraico del Museo de Mérida. La figura se presenta de pie con los brazos estirados y separados del cuerpo. Tiene melena enmarcando el rostro y cayéndole hasta los hombros. Sobre el pecho la cabeza de un león.
En la serie de los sarcófagos, de mediados del siglo III es el denominado "Sarcófago de Proserpina", procedente de Tarraco. Representa, narrado en relieve continuo, el rapto de Proserpina.
De comienzos del siglo IV es el de Paedagogus y Pilastras. Realizado en piedra y de una sola pieza. El lado frontal consiste en un relieve dividido en dos compartimentos rectangulares oblongos separados por una pilastra acanalada en toda su longitud, con capitel que quiere recordar el corintio y basa ruda sobre el plinto. Las escenas que encuadran, descansan sobre un zócalo que sirve de asiento.
Estrechamente emparentados con la escultura son los bronces ornamentales, que aunque tienen una finalidad funcional no dejaron de estar ricamente ornamentados.
Del siglo III es un objeto de uso no identificado, quizá lamparas de carro, adornado con león y lobo devorando animales, se encuentra en el Museo Arqueológico de Mérida.
Otro bronce, este del Museo Arqueológico Nacional, representa un jinete sobre corcel a punto de alancear un jabalí o un oso. Detrás de él, otro cazador, a pie acomete a la misma fiera. La pieza puso ser remate de un carro tipo bicuadriga.
Poco se sabe de joyería en esta época, aparte del pequeño tesorito de Elche y el llamado Disco de Teodosio. El tesorillo apareció en la Alcudia de Elche. Este tesoro tiene pendientes, anillos de oro, ligulae, etc., es situable entre el 409 y 410.
El denominado "disco de Teodosio" apareció en Almendralejo (Badajoz). Se trata de un disco plano, de una sola pieza, limitando en su borde por una sencilla moldura. Rodeando el borde del disco por su parte principal se lee una inscripción. Su fecha es precisa, 19 de enero de 388, fecha en que Teodosio celebró su decenal como Emperador.
En el siglo III el tipo de vidrio incoloro se hizo muy popular, empleándose para hacer toda clase de vasos, muchos decorados con hilos o con incisiones.
Tipo característico en el siglo IV es el denominado de diatreta, hecho tallando un vaso de vidrio de paredes muy gruesas, dando por resultado un vaso encerrado dentro de una jaula que queda prácticamente en el aire. La jaula exterior suele tener motivos geométricos, como el famoso vaso de Tiermes (Soria), posiblemente sea de fabricación renana.
También en esta época son típicos los vidrios decorados en oro y pintados. Los temas que los decoran, pudieron ser cristianos, hebreos o paganos.
Igualmente se hace vidrio tallado en esta época, como el aparecido en Iruña (Álava), es un fragmento de cuenco con la decoración de Perseo. En cuanto a los ungüentarios se han encontrado ejemplares como el cuerpo bulboso de Ibiza o los de cuerpo tubular como los de los Museos de Sevilla, Albacete y Mérida.
El antecedente de estas cerámicas es la sigillata, de la cual derivan varios tipos entre los cuales los que más nos interesan son las sigillatas "claras" C y D y las cerámicas grises impresas.
Desde el siglo III aparecen grandes fuentes con bordes algo exvasados y bases casi planas, con unos diámetros que oscilan entre 20 y 50 cm., con decoración estampada o en ruedecilla.
En el curso del siglo V vuelve a ponerse de moda el plato con pie, gradualmente eliminando los tipos de pie plano para convertirse en el tipo común del siglo VI. El final del siglo V ve como surgen unos pequeños cuencos caracterizados por un pie alto, que suelen tener un motivo estampado en el centro del interior de la pieza, recodando al sello de un ceramista. Los bordes exvasados y afinados de antes se ven sustituidos poco a poco por bordes vueltos redondeados.
Esta evolución corresponde a los tipos "clara C y D". Pero los rasgos distintivos de una y otra son los siguientes: la arcilla en la C es bastante rosa bien decantada y de sonido casi metálico, barniz algo anaranjado, a veces suficientemente esfumado como para parecer tener una apariencia marmórea. Las paredes son finas y la fractura es por líneas rectas y cortantes sus bordes. La D tiene un barniz externo más oscuro que el de la clara A, cuyo color de barniz se confunde con el de la pasta. La fractura es rugosa y no recta.Los temas decorativos son múltiples y variados.
La decoración puede ser por ruedecilla, con temas sencillos o aplicados, como bestias salvajes (panteras, leones, jabalíes, osos, etc.). El pez y el delfín deben considerarse como temas netamente cristianos. Otros temas son los angelillos pescando, cesto de frutas, monstruos marinos. Igualmente aparecen otros motivos con escenas del género del ciclo de Hércules, Ganímedes y el águila, Ceres y Proserpina, así como escenas mitraicas y temas del ciclo del Antiguo Testamento.
Además de las sigillatas claras hay unas cerámicas denominadas naranja y gris paleocristiana, que derivan tanto de las sudgálicas como de las claras. Su producción comienza entre mediados y el tercer cuarto del siglo IV, debiendo continuar su producción hasta el siglo VII. Sus formas se presentan en platos, fuentes y cuencos, cuya forma tiende a ser semiesférica.
TEMA 13.- ARQUEOLOGÍA PALEOCRISTIANA Y VISIGODA I
La inclusión del cristianismo en el mundo romano, tras su aceptación oficial con Constantino produce un cambio en el esquema social y en las tendencias artístico-culturales. Esto, unido a una crisis socioeconómica, divide al mundo clásico en dos etapas:
El pueblo visigodo se instala sobre la Hispania Romana como resultado de una larga peregrinatio, que se inicia en los países escandinavos para recorrer el este europeo y prácticamente todas las regiones de la cuenca mediterránea. El punto final de la peregrinatio es, sin lugar a dudas, la creación (muy a principios del s. VI) de un reino independiente y estable en los territorios de la Península Ibérica. Territorios que, no se debe olvidar, están profundamente romanizados y que, por tanto, ven en la llegada de los ejércitos visigodos a un usurpador de sus tierras y, evidentemente, a un bárbaro, en el sentido etimológico de la palabra.
Tanto los restos arqueológicos como las fuentes escritas nos hablan de una intensa actividad edilicia-religiosa y civil.
La arquitectura religiosa de época visigoda corresponde a dos tradiciones diferentes. Por un lado, la de tipo paleocristiano que, fruto de la continuidad, perdurará hasta el s. VII. Por otro, la arquitectura de tradición hispano-visigoda, que a partir del s. VII aportará una serie de innovaciones a los edificios de culto.
No poseemos prácticamente ningún monumento en pie anterior al s. VII. Los datos de los anteriores proceden de excavaciones.
Iglesias de planta rectangular, basilicales con tres naves con columnas y arcos que soportan cubiertas de madera y rematada la central con ábside semicircular que determina a sus lados dos habitaciones laterales: diaconicon en el lado del Evangelio y prothesis en el de la Epístola.
El ábside es en realidad un presbyterium para el banco corrido de los presbíteros. Remata la Basílica un nartex, gran sala cubierta a modo de vestíbulo.
Basílicas: Sa Carrotxa y Santa María de Mallorca.
Es Fornás de Torelló y la Illeta del Rey, en Menorca.
Estas basílicas de Baleares ofrecen en sus suelos rica decoración de mosaicos como la de Son Peretó de Mallorca.
Citaremos primeramente la Iglesia del antiguo lugar de Ampurias, la cual, al reutilizar unas termas anteriores, hubo de acomodarse a sus restos.
Basílica de Barcelona: excavada bajo la actual catedral gótica, sólo se conoce el extremo final de una basílica de tres naves. Siguiendo un esquema romano, su baptisterio se colocó fuera de la basílica, en edificio aparte a los pies de la iglesia.
Basílica de la Necrópolis de San Fructuoso del Francolí en Tarragona: s. V. Longitud cerca de 40 m. Planta basilical de tres naves, con amplia nave central y ábside semicircular con dos habitaciones laterales.
Corresponden a las antiguas provincias Cartaginenses y Lusitania. Aparece un nuevo tipo de Basílica: la basílica de ábside contrapuesto. El ejemplar tipo es el de la basílica de Casa Herrera, cerca de Mérida (Badajoz). Con fecha hacia el año 500 d.C., se trata de un edificio rectangular de tres naves, la central rematada en sendos ábsides semicirculares. Las naves se separaban por columnas mientras que el ingreso en la basílica se efectuaba lateralmente, lo que origina dos ejes para el edificio.
Otra posible basílica de este tipo, con tres naves y muy restaurada, aparece en Alconétar, junto al puente romano de la ría de la Plata sobre el río Tajo (Cáceres).
Otras basílicas: Torre de Palma (Alto Alentejo, Portugal), San Pedro de Alcántara en Vega del Mar (Málaga), Aljezares (Murcia).
En la provincia de la Gallaecia citaremos el edificio de Marialba (León) construido a finales del s. IV como una simple aula rectangular rematada en uno de sus extremos en un ábside con planta de arco de herradura. A comienzos del s. V se cubrió la nave con una bóveda, se añadió un nártex a los pies y un pequeño complejo bautismal adosado. El nuevo edificio tuvo carácter funerario.
Otros edificios, ya cercanos al s. VII de algún modo de planta cruciforme, se integran en un grupo más o menos homogéneo. Basílicas de: Segóbriga (Cuenca), Zorita de los Canes (Guadalajara), Fraga (Zaragoza) y Valdecebadar (Badajoz).
La basílica de Segóbriga (o cabeza de Griego) es una de las mejores, formada por una amplia basílica de tres naves limitada en su cabecera por un estrecho y largo transepto del que surgía en su centro un desproporcionadamente pequeño ábside de planta de herradura.
En la iglesia de Zorita de los Canes se encontró un tesorillo de monedas visigodas fechadas en 580, que fecharía el conjunto en ese monumento.
La iglesia construida sobre la villa de Fortunatus en Fraga (Zaragoza) es quizá del s. VII y ya ofrece una planta cruciforme inscrita en un cuadrado que determina cinco habitaciones independientes en las esquinas y a los pies.
Este grupo prácticamente nos introduce en una cronología visigoda. La iglesia de Sao Giao de Nazaré (Portugal), ya de pleno siglo VII, posee parecidos con la de Fraga pero, en vez de ser una planta de cruz griega, pasa a ser planta de cruz latina incluida en un rectángulo con verdadero crucero.
En la iglesia de San Pedro de la Nave (Zamora), su planta de cruz tendente a griega se incluye en un rectángulo, del que sobresale el ábside rectangular. Esta iglesia posee gran interés por su decoración esculpida.
Quintanilla de las Viñas (Burgos) sólo conserva en pie su zona de crucero y el ábside de la planta rectangular, conociendo el resto de su planta por excavación. Como todos los edificios "visigodos" en pie, ofrece una magnífica talla de sillares.
San Juan de Baños (Palencia), fundada en 661 por Recesvinto, se ha llegado a considerar la iglesia más típicamente española, aunque se trata de una excepción dentro de los tipos cruciformes encerrados en un rectángulo. Se trata de una planta basilical compuesta de tres naves separadas por columnas.
Todo este grupo de iglesias presuponen la unión de una tradición constructiva paleocristiana con un intento centralizador de la monarquía visigoda que han de determinar unos esquemas constructivos fijos de carácter escolástico.
Existen tres iglesias que forman un grupo de cruciformes puras y que poseen un esquema constructivo o plano tan semejante que obliga a pensar en una verdadera escuela de arquitectura, quizá situada en el Aula Regia de Toledo. Son las iglesias de Santa María de Melque, San Pedro de la Mata (Toledo) y Santa Comba de Bande (Orense).
Tanto en alzado como en planta, todas las dimensiones de los edificios se trazan a partir de una retícula sencilla semejante para los tres edificios. Corresponden a un sistema proporcional y de acuerdo con razones fijas para el trazado de las bóvedas de medio punto y los arcos de herradura. Este sistema permite la ampliación o reducción de un plano-tipo al tamaño requerido, manteniendo lo fundamental del modelo.
Este tipo de iglesias es de forma cruciforme puro, sin incluir en rectángulo, con anteábside, crucero con cimborrio y ábside interior en arco de herradura.
Estas iglesias pertenecían a monasterios, situándose en el centro de los patios. De los monasterios, sólo conocemos parcialmente el de Melque.
En estas iglesias cruciformes también incluimos San Fructuoso de Montelios (Portugal), construida por el propio santo para su enterramiento antes de 665. Posee planta de cruz griega perfecta; los cuatro ábsides son rectos exteriormente, tres de ellos semicirculares y otro recto que sirve de acceso. El edificio conserva su total elevación. Las partes altas de la construcción están ornamentadas con frisos corridos de tipo clásico romano, al igual que los capiteles que se apoyan sobre las columnas que marcan la obertura de cada ábside. En un arcosolio del exterior se halla la sepultura de Fructuoso, obispo de Braga.
En España son corrientes las construcciones rupestres. Toda un amplia zona desde Soria hasta Galicia presenta múltiples ejemplos. Excepciones meridionales son la de Valdecanales (Jaén), tallada en roca, con tres naves separadas por pilares y fachada adornada con arcos de herradura decorados, y la de Mesas de Villaverde.
Las iglesias actualmente en pie se consideran construidas ya en el s. VII. Se trata de las de San Pedro, San Miguel y la de Santa María, construida sobre un edificio de cronología paleocristiana, de forma rectangular y quizá con ábside semicircular, que tal vez se tratara de un edificio de carácter funerario.
Estas iglesias, debido a sus constantes y repetidas reconstrucciones son de difícil concreción cronológica.
Toda iglesia ha de tener un altar para oficiar la liturgia sagrada; el ritual mozárabe-visigótico necesita canceles; las iglesias episcopales, además, un baptisterio donde bautizaban los obispos hasta el s. V cuando aparecen las pilas bautismales en todas las iglesias.
Es obligada la presencia de, al menos, un altar en el ábside principal. Las iglesias de ábside contrapuesto poseían dos altares, uno principal en el ábside oriental y otro secundario en el occidental.
Las mesas de altar en sigma parecen adscribirse a estos ábsides secundarios. Se llaman así por su forma semicircular en uno de sus extremos y recto en el contrario. Su uso y el porqué de su forma no está aclarado. Podemos citar los procedentes de la basílica de Casa Herrera y la de San Feli en Rubí (Barcelona).
Los altares de columnas se forman por cuatro o cinco columnillas que sostienen un tablero rectangular casi siempre con moldura a su alrededor. La columna central suele poseer su loculus para colocar las reliquias que quedaban selladas por el propio tablero de la mesa. Ejemplos: Es Fornás de Torelló (Mallorca) y Casa Herrera (Badajoz).
Otro tipo de altar es el prismático. En realidad deriva del cipo, o ara romana, muchas veces reutilizada para soportar el altar cristiano. En ocasiones las caras del cipo se decoran o inscriben con las dedicaciones o la lista de las reliquias. Citamos como modelo el cipo de Medina Sidonia en 630 y el de la segunda mitad del s. VII de Santa María de Melque.
Los canceles son necesarios en la liturgia paleocristiana primitiva. Sus formas y colocaciones son muy variadas. En principio, los canceles se forman por piezas prismáticas verticales y horizontales que forman las barroteras.
Cuando el altar se situaba delante de un presbyterium el cancel suele tener una planta en forma de U que encierra al propio altar. Ejemplos: San Peretó y Sa Carrotxa en Mallorca y Menorca.
Las iglesias de ábside contrapuesto debieron desarrollar un complicado sistema de canceles para cerrar el santuario y unir un ábside con el otro separándolo del pueblo a la vez. Ejemplo: la iglesia de Casa Herrera.
A las iglesias de planta cruciforme con anteábside corresponde el tipo de canceles dobles, uno en el ábside y otro en el anteábside, documentados en las tres iglesias de Melque, La Mata y Bande, las tres de cronología en la segunda mitad del s. VII y luego repetido en las asturianas y mozárabes.
Probablemente este tipo de cancel doble existía ya con anterioridad pues el tipo de cancel o cierre constructivo en ocasiones con forma de arco de triunfo, determinaba ya coros en cruceros.
Dentro de los baptisterios citaremos tres grupos bien definidos:
Los baptisterios anejos a la iglesia ofrecen un tipo definido en el grupo de basílicas mallorquinas, con una habitación cuadrada a los pies de la basílica en cuyo centro se halla la pila bautismal rodeada de canceles. Ejemplo: basílica de Son Peretó.
Las basílicas de ábside contrapuesto no ofrecen un tipo fijo de baptisterios, lo que parece evidenciar que, al menos en un primer momento, no los poseían como ocurre en Casa Herrera, cuyo baptisterio fue construido cuando la basílica tenía ya más de 50 años.
Otro subtipo de baptisterios consiste simplemente en una habitación o habitaciones anejas a todo lo largo de la basílica, como una nave más añadida normalmente a su lado izquierdo. Ejemplos: Alconétar, El Germo y Valdecebadar.
2. En otras ocasiones se ocupa para baptisterio una habitación o una zona de la propia basílica. Así se sitúa, en una de las habitaciones o sacristías laterales al ábside, la pila de San Pedro de Alcántara en Vega del Mar.
3. Finalmente aparecen también los edificios externos a la basílica. Los de mayor interés son los de la catedral de Barcelona y Santa María de Tarrasa, ambos de influjo italiano.
Respecto a las pilas bautismales, pueden efectuarse varios grupos:
Las pilas en forma de cruz van unidas a las basílicas mallorquinas y poseen escaleras por cada uno de sus brazos. Ejemplo: San Peretó y Santa Carrotxa.
En Son Bou, la pila es monolítica, cilíndrica, tallada en un bloque de piedra, pero interiormente en cruz; y las de En Fornás de Torelló e Illeta del Rey, cilíndricas tanto en su exterior como en su interior.
Quizá de influjo italiano o gálico sean las de planta cuadrada que aparecen en la Tarraconense, la aparecida bajo Santa María de Tarrasa y la de Santa Margarita de Ampurias (Gerona).
El grupo más corriente se centra en la Lusitania y la Cartaginense. Son pilas rectangulares, más o menos alargadas o tendentes al cuadrado, con escaleras contrapuestas y escalones en número variable. Ejemplo: Idanha Velha, Vega del Mar, Algezares, El Germo y Santa María de las Vegas.
Otras presentan adición de pequeñas pilas, miniaturas de las mayores para bautismo de niños: Casa Herrera, Torre de Palma, Vega del Mar y Pedraza.
TEMA 14.- ARQUEOLOGÍA PALEOCRISTIANA Y VISIGODA II
Sus técnicas y origen son las del arte hispanorromano, pero pronto se delimitan las diferencias entre motivos religiosos y profanos. Los mosaicos son cada vez más raros y desaparecen de la decoración, resurgiendo la escultura decorativa y la figuración (s. VII) que al principio se limitaba a los sarcófagos. La presencia de los visigodos forzará en ciertas direcciones la evolución de las artes decorativas. Todo se convierte en el culto director que impone sus gustos y los temas se repiten hasta la saciedad.
Los mosaicos de suelo se limitan a las Islas Baleares. Fuera de este núcleo citamos los mosaicos de la sinagoga de Elche y los de la basílica subyacente a Sta. María de Tarrasa.
En las Islas Baleares aparecen mosaicos en las basílicas de Santa María y Son Peretó en Mallorca y en las de Es Fornás de Torelló y la Illeta del Rey en Menorca. El grupo es bastante homogéneo y refleja influjos judíos. Temas paradisíacos y motivos geométricos. Cronología entre 540 y 550 d.C.
Los mosaicos de la sinagoga de Elche, con motivos geométricos e inscripciones en griego, pertenecen a fines del s. IV.
Son muy pocos los restos de decoración pictórica conservados pero debió tener una amplia difusión.
Han aparecido restos en el Mausoleo de Centcelles (Tarragona), en la cámara sepulcral de Troia (Setúbal) y en la basílica de Barcelona.
Prácticamente desconocido, pues no se ha conservado. Sólo conservamos restos in situ en la iglesia de Santa María de Melque (Toledo) de la segunda mitad del s. VII.
Con este sistema se decoraba todo el crucero hasta la base de su cúpula. Corresponde a un método decorativo precedente y explicación de su éxito en el arte hispano musulmán.
Es la más conocida, gracias a los materiales empleados que han permitido su decoración. Aparecen capiteles, pilastras, placas esculpidas, decoraciones OPUS SECTILE, canceles litúrgicos, pies de mesa de altar y nichos emeritenses.
Cronológicamente organizamos tres grupos diferentes:
De época paleocristiana, aparecen pocos ejemplos en las basílicas de Francolí de Tarragona y de la Vega del Mar (Málaga), con fragmentos de placas de mármol de revestimiento de paredes y decoraciones opus sectile. Cronología s.IV-V.
De transición a las cronologías visigodas, aparecen placas decorativas en la basílica de Segóbriga (Cuenca), en la basílica de la villa de Fraga (Zaragoza) y en Aljezares (Murcia) con crismones, delfines, figuras humanas y motivos geométricos. Cronología de principios del s. VI.
Su cronología es más compleja. Se incluye en el s. VII. La producción se agrupa en diversos centros:
Capiteles paleocristianos y visigodos reutilizados en la Mezquita.
Mérida es el centro que mejor enlaza con el arte paleocristiano. En Casa Herrera se aprecia una evolución del arte paleocristiano africano al español de cronología visigoda. Las piezas más características de Mérida son las pilastras conservadas en la Alcazaba, decoradas con temática vegetal. Las pilastras pasarán de ser un elemento local a ser repetidamente copiadas en la misma Mérida y en Toledo.
Influjo del exterior, con imitación de telas bizantinas. Las más interesantes son las pilastras del Museo de Chelas (Lisboa).
Alta producción de elementos decorativos en la arquitectura regia. Las pilastras se acoplan a los pies del altar o a pilastrillas decoradas en ocasiones con cruces plateadas. Los temas secundarios: círculos, trifolios, tallos vegetales, etc., ocupan las superficies de las piezas.
En San Pedro se distinguen dos maestros o talleres en su realización. El primer maestro realiza la decoración general de la iglesia a excepción de los capiteles, con figuras geométricas en frisos, en las ventanas, etc. y con figuras humanas muy esquemáticas. El segundo maestro realiza los capiteles del crucero: los del anteábside con la escena del sacrificio de Isaac y Daniel en el foso de los leones. Se suponen copia de manuscritos iluminados hispano-visigodos.
Quintanilla de las Viñas (Burgos) ofrece también dos maestros. El primer maestro se ocupa del exterior del ábside y crucero, con círculos que encierran aves, cuadrúpedos, animales fantásticos, rosetas, etc. El segundo maestro decora el interior del arco de triunfo y los grandes sillares que hacen función de capiteles con róleos, ángeles sosteniendo bustos en círculos o bustos aislados.
Un elemento de gran interés para la decoración paleocristiana y visigoda española son los ladrillos moldeados con diversos motivos decorativos. Su uso concreto no es conocido (decoración de paredes, placas adosadas.).
Geográficamente cubren la Lusitania, la Bética y Baleares. Modelos africanos de tradición romana. Temas decorativos muy variados: geométricos, círculos, estrellas, peltas y motivos cristianos, crismones, cráteras, arcos, pájaros, delfines, etc.
Cronología abundante, desde el S. IV al VII.
Distinguimos varios tipos:
Es de planta cerrada, formado por amplio cilindro cubierto con cúpula, todo ello incluido en una construcción maciza de planta cuadrada. Decorado con pinturas en su parte baja y mosaicos en su cúpula. Los mosaicos son de gran importancia y se reparten en tres frisos corridos y una escena circular en su remate. Nos muestran imágenes de ciervos, cazadores y escenas del Antiguo Testamento. Se ha intentado relacionar este mausoleo con el construido por Constantino a su hermano Constante sobre el año 335, apoyándose en la cronología y el propio nombre del lugar.
Se trataba de un edificio octogonal, casi igual al mausoleo de Diocleciano en Espalato. Poseía una cripta donde se situaron tres sarcófagos. Su fecha se sitúa a finales del s. IV bajo el reinado de Teodosio.
Fechado en el paso del S. IV al V. Representa al modelo de edificios de mayor influencia en el desarrollo arquitectónico posterior. Edificios de planta rectangular, de una sola nave y con doble piso, inferior para cripta y relicario y superior de culto con ábside semicircular al fondo.
Mausoleo no cristiano ?. Representante de los edificios de planta cruciforme, que son los más numerosos. Posee brazos laterales en exedra de planta curva y los de cabecera y pies rectangulares, con un pórtico que alarga la planta de cruz latina. Fecha de S. IV. Otros mausoleos ya cristianos son Santa María de las Vegas de Pedraza (Segovia) y la necrópolis de Tarragona.
Las necrópolis suelen agruparse alrededor de un centro de culto, ya sean basílicas, capillas o iglesias. Las sepulturas invaden el interior de los edificios ininterrumpidamente hasta la invasión musulmana a comienzos del s. VIII.
Las sepulturas son variadas y normalmente forman tipologías locales. Sarcófagos decorados, visibles en las criptas; sarcófagos de mármol o de piedra que se entierran; cajas de tablero de mármol, con tapa decorada y con inscripción (Casa Herrera) y simples cajas de piedras o tejas.
Los sarcófagos decorados son en realidad la única escultura de carácter religioso de época paleocristiana. Proceden en su mayoría de talleres romanos. Son sin duda los más antiguos extendiéndose desde comienzos del s. IV hasta la toma de Roma por los godos en el año 410.
En el interior llegan principalmente a Toledo y Zaragoza por el uso de los ríos Ebro y Tajo como vías de penetración.
A partir del 400 llegan sarcófagos de otras procedencias. Los primeros son los orientales, como el de Las Vegas de Pueblanueva (s. IV).
A mediados del s. V se sitúa el Taller español de la Bureba y poco después el taller de Tarragona, con artesanos de Cartago. Las series terminan en el s. VI con los talleres de Alcaudete (influjo oriental) y los de Taller Gálico (dos en Ampurias y otro en Lugo).
Los más antiguos son los que se encuentran más al interior de la Península, entre los que citamos el de Ursicinus de Alfaro (Logroño). Otros mosaicos se sitúan en sepulturas del Valle del Ebro y Costa Catalana. Todos ellos indican cartones norteafricanos, de la zona de Cartago.
Las artes menores cristianas españolas de los siglos IV al VII presentan la misma complicación que la arquitectura y las artes decorativas. Poseen, junto a la tradición hispano-romana, abundantes influjos del oriente del Mediterráneo, traídos por pueblos germanos (suevos y visigodos).
Continúa la tradición de la sigillata romana. La temática cristiana aparece en los tipos de sigillatas claras con decoración de relieve aplicado y estampado. Aparecen piezas en la necrópolis de Belo (Cádiz); en Elche, con una representación del ciclo de Jonás y en la Alcazaba de Málaga.
Las cerámicas sigillatas claras de tipo D estampada o similares aparecen a fines del s. IV y comienzos del V con representaciones cristianas de cruces muy sencillas. A comienzos del s. VII los motivos son más complejos. También aparecen otros tipos sin decoración de motivos religiosos.
Motivos: cruces gemadas, cruces con palomas, ovejas y orantes y figuras humanas.
Yacimientos: Rosas y Ampurias, Barcelona, Elche, Málaga, Carteia (Cádiz) y Coimbra (Portugal).
Junto a las cerámicas de lujo de tradición romana siguen en uso las producciones vulgares, prácticamente desconocidas. Sólo se conocen producciones de pequeños objetos utilizados como ofrendas en las necrópolis: jarritas, ollitas y platillos, con decoración sencilla con peine o trazos de pintura. Su tipología es local en cada zona.
Tres zonas principales:
Respecto a vidrios, citaremos una fuente grabada en su fondo con una cruz monogramática, rodeada por una laurea (Elche) y piezas de vidrio como ajuar de las necrópolis paleocristianas.
Tres grupos principales:
Cronología de fines del s. IV, principios del V.
En el s. VII aparecen en el Norte de España jarritas y patenas de bronce de casi seguro uso litúrgico. Ambas están decoradas con técnicas de buril, con inscripciones, arcos, róleos vegetales y geométricos. En ocasiones poseyeron esmalte.
Las patenas son de tradición tardorromana mientras que los jarritos están influidos por el mundo mediterráneo copto y del Oriente Medio.
También poseían inscripciones que parecían indicar el uso eucarístico de las piezas.
Sólo para algunas hay certeza de cronología visigoda.
Incensarios de planta cuadrada, suspendidos con cadenas. Lampasarios, con dos formas principales que continúan en época musulmana o califal. Un ejemplo de pie de trípode en el Museo Arqueológico de Toledo y otro de tipo sencillo en Elvira (Granada).
En Medina Elvira han aparecido otro grupo de lámparas, en realidad policandelón, en forma de discos calados colgados por cadenas y remates similares a las coronas de Guarrazar. Poseen evidentes antecedentes coptos cristianos.
Los frenos de caballos son de indudable cronología visigoda, que pasan a ser en su totalidad de hierro con decoración damasquinada.
Los pueblos visigodo y suevo, tras su llegada a España, continúan con sus tradiciones artesanales. Las piezas que fabrican son estrictamente ajuares personales.
Tradicionalmente se dividen en tres etapas fundamentales:
Las piezas más antiguas corresponden al Noroeste Peninsular.
En las Mesetas, el hallazgo de piezas en las necrópolis definen el asentamiento visigodo en una amplia zona. Las piezas características son las fíbulas de arco y los broches de cinturón de placa rectangular.
En el s. VII aparecen fíbulas en forma de águila, aguiliformes, que parecen imitar piezas ostrogodas de orfebrería y que se decoran con pasta vítrea o piedras rojas, con rombo central en resalte. También aparecen los broches de placa de forma liriforme o arriñonada.
Yacimientos: Castiltierra (Segovia), Carpio de Tajo (Toledo) y Herrera de Pisuerga (Palencia).
Dentro del arte paleocristiano no podemos señalar en realidad ningún trabajo de orfebrería hasta fines del s. VI.
Los talleres de broncistas visigodos debieron trabajar metales preciosos, conociéndose el dorado de la pieza de bronce en ajuares personales.
A España llegaron directamente joyas bizantinas, prototipo de la toréutica y la joyería visigodas, como el broche de oro circular aparecido en una rica sepultura de El Turuñuelo, Mérida (fines s. VI).
En talleres españoles se realizaron los excepcionales tesoros de Guarrazar y Torredonjimeno.
Del tesoro de Guarrazar conocemos las coronas ofrecidas por Recesvinto y Suintila, otra corona ofrecida por un abad Teodosio, ocho coronas menores, cruz ofrecida por un abad Lutecio, fragmentos de una cruz y otros objetos. El tesoro se fecha entre 621 y 672.
Todas las piezas poseen técnicas semejantes, a base de chapa de oro repujada.
El tesoro de Torredonjimeno está prácticamente perdido aunque se componía de coronas de un estilo y arte similares a los de Guarrazar.
No se puede negar la fabricación en talleres españoles de estas piezas, pero en ellas, junto a técnicas propias de los talleres visigodos, aparecen técnicas similares a las de los talleres bizantinos quedando confirmadas con la presencia de la cruz pectoral de la corona de Recesvinto.
TEMA 15.- ARQUEOLOGÍA ASTURIANA Y MOZÁRABE
La llegada de los musulmanes a España origina varios grupos sociales y culturales claramente diversificados: entre ellos están, los cristianos que quedaron en la zona ocupada por el Islam y aquéllos que se refugiaron en zonas independientes.
Los mozárabes se asimilaron a la nueva cultura floreciente en Al-Andalus; sus fases críticas son algunos momentos de los s. IX y X, como los producidos por los almorávides y almohades que provocaron el éxodo de los mozárabes que habían permanecido en Al-Andalus.
Por tanto, se trata de un grupo que asimila elementos culturales superiores a los suyos primitivos, sin renunciar a derechos y privilegios anteriores, aunque en algunos momentos de su historia se ven obligados a emigrar, produciendo el lógico traspaso cultural a unas zonas en donde la orientación cultural no es la misma, lo que explica el porqué el reino asturiano se puede considerar mozarabizado.
La metrología de asturianos y mozárabes parece estar relacionada con el sistema romano. En el caso asturiano, parece ser que parte de un módulo más o menos modificable, sometido a un sistema proporcional de múltiplos y submúltiplos sexagesimales. El sistema mozárabe, en cambio, parece ajustarse al sistema califal, mucho más fijo y estable que el usado en Asturias.
La construcción en lo asturiano y en lo mozárabe, no sigue sistemas muy fijos, se hace a base de sillares no tallados isométricamente, sino de diversas medidas y formas. En lo mozárabe se deja de usar el sillar para usar el sillarejo (San Baudelio de Casillas de Berlanga, Soria); Santa María de Lebeña y San Millán de la Cogolla, Logroño).
Los sistemas de techumbre son a dos o más aguas con teja curva en canales y vertederas. Lo prerrománico asturiano tiende a usar siempre la bóveda de medio cañón y el arco de herradura; encima de la bóveda de medio cañón se apoya el techo a dos vertientes.
En lo mozárabe, suele ser más variado en cuanto a cubiertas y uso de arcos y juegos de techumbres, habiendo ocasiones en que la techumbre es apreciable directamente, vistas sus dos aguas desde dentro (San Cebrián de Marote, Valladolid).
El rito exige canceles que impidan el acceso del público a la zona del altar mayor; estos canceles se labran en piedra y son un resto de tiempos visigodos.
El urbanismo asturiano no debió seguir, en un principio, esquemas más definidos que los de la conveniencia del momento. Posteriormente, con Alfonso II, en Oviedo se hizo una especie de Ciudad Sagrada, en la cual se establecieron la basílica de San Salvador, Santa María del Rey y las iglesias de San Juan y San Tirso.
Se conoce muy poco sobre fortificaciones y arquitectura militar en esta época; se sabe que existieron torres contra las incursiones normandas, de tipo prerrománico es la torre de Covaleda (Soria) y la de la iglesia de San Miguel (San Esteban de Gornaz, Soria).
El esquema asturiano da torres cuadradas y practicables, aunque después se hagan redondas, para continuar esta tradición al románico y al gótico.
Sólo nos ha llegado el palacio del Naranco, en Oviedo, el cual nos permite reconocer hasta una zona de Termas; este baño se encuentra en el primero de los pisos, en la planta superior hay una gran sala cuya cubierta sostiene un bóveda con arcos fajones con arquerías laterales con fustes sogueados.
Existen dos tipos fundamentales de iglesias: uno que es esencialmente rico y elaborado y otro más bien rústico y campesino; para su periodización se ha establecido como: prerramirense, ramirense y postramirense.
Común a todas las iglesias es una planta de tres naves, de tipo basilical, por influencia de lo carolingio. En la cabecera suele haber tres capillas rectangulares y dos cámaras a los lados del crucero, separando la cabecera del cuerpo de la iglesia.
A los pies se sitúa un pórtico, herencia de las iglesias visigodas. En la parte superior hay una habitación que carece de acceso directo desde el interior. El acceso se hace por una ventana, generalmente trigeminada, que se sitúa sobre la cabecera del ábside.
La influencia oriental se aprecia en efectos decorativos, como en la pintura de San Tuliano de los Prados, del primer período, muy relacionado con lo bizantino, o la decoración de las jambas de San Miguel de Lillo.
En Cataluña, el prerrománico discrepa bastante respecto al del Norte y de la Meseta, ya que si bien se mezcla la herencia visigótica con lo ajeno, aquí lo ajeno es lo carolingio. Común a este prerrománico catalán, es el uso de arco de herradura, especialmente en el alzado (San Ambros de Toro y San Miguel de Besan en Lérida y San Julián de Buada en el Ampurdán.
La arquitectura mozárabe es claramente polimorfa; el sistema mozárabe no tiene necesariamente un esquema básico en lo referente a planta. La hay de tres naves, siguiendo un esquema basilical clásico (San Miguel de Escalada); iglesias de dos naves (San Millán de la Cogolla), o una iglesia que puede ser considerada como de una o dos naves (San Baudelio de Berlanga, Soria); pueden ser cruciformes (San Cebrián de Marota, Valladolid) alargados y de una sola nave (Santo Tomás de las Ollas; pueden tener ábsides continuos (Santiago de Peñalba, Zamora y San Cebrián de Marote), o tres ábsides continuos (San Miguel de la Escalada).
Los ábsides pueden tener planta de arco de herradura o tenerlo de planta cuadrada como en Bamba (Valladolid) o en San Baudelio de Berlanga.
Como características de la arquitectura mozárabe, tenemos que la metrología utilizada en los monumentos arquitectónicos denominados mozárabes, es de origen califal, en los monumentos más tardíos entronca con ella, siguiendo sus medidas sincronizadas cronológicamente con las cordobesas.
Por otra parte, existen elementos decorativos que siguen estrechamente los orígenes cordobeses: las almenas, las celosías, los arcos de herradura, los modillones, los capiteles y las bóvedas con crucería de cascos. Otro aspecto es aquél en el cual aparecen restos de pinturas y que permiten identificar obras como mozárabes (San Baudelio de Berlanga, Soria).
Un hecho común en lo asturiano y lo mozárabe: el uso de técnicas de larga tradición común; la pintura es usada en las dos facetas de la cultura cristiana alto-medieval, siendo la técnica empleada en ambos casos la del fresco; en lo asturiano se utiliza como fuente de inspiración, decoración en mosaico, más o menos relacionada con temas bizantinos, como casas, edificios, cortinajes (San Juliano de los Prados) o temas de mosaico de opus sectile (San Salvador de Priesca).
Lo mozárabe se referirá a telas (Bamba) o a temas iconográficos presentes en los marfiles andalusíes, o bien en escenas de tradición romana (San Baudilio de Berlanga).
La cerámica que se encuentra en Asturias en esta época, se divide en cerámica incisa, lisa y estampillada; todas ellas en torno, aunque no siempre cocidas por oxidación. Las incisas se caracterizan por decoración a peine formando diseños de ondas; las estampilladas deben ser continuación de las tardías romanas, con sellos muy crudos, puestos de manera un tanto arbitraria y poco ordenada.
En la cerámica mozárabe existen diferencias entre las fabricadas en el Norte y en el Sur; entre los cristianos del Sur, quizá la única diferenciación posible entre sus cerámicas y las propiamente islámicas sea la temática, debido a problemas religiosos.
En la metalurgia no se conoce nada en bronce asturiano, en mozárabe tenemos el jarrito de Ávila, torneado y con decoración incisa. En oro, la Cruz de los Angeles asturiana, de chapa con alma de madera, que data de Alfonso II; ya en época de Alfonso III, tenemos la Cruz de la Victoria, que incluye un trozo central con esmalte cloisonné (en celdillas), con temas animales y vegetales de tradición romana.
Lo mozárabe en oro es más tardío, como son la Cruz de Silos, el Cáliz de doña Urraca (Colegiata de San Isidoro de León) y el Cáliz de Santo Domingo de Silos (Burgos).
En plata, con lámina sobre ánima de madera, hay una serie de piezas mozárabes, como la arqueta del obispo Adriano, en la Cámara Santa ovetense, se trata de piezas de decoración epigráfica en cúfico y temas vegetales.
La gran muestra de las artes industriales mozárabes es la llamada Arca Santa; es de chapa recubriendo alma de madera, con tema de los doce apóstoles y Cristo en mandorla mística y con una gran decoración epigráfica en cúfico orlando toda la pieza en su frente, y tema de la Crucifixión con cuatro evangelistas en la tapa, con inscripción latina (s. XI).
En marfil destaca el taller mozárabe de San Millán de la Cogolla, de donde corresponde el brazo de cruz y el ara portátil, en el Museo Arqueológico Nacional, así como también las piezas de ajedrez de Santiago de Peñalba (León); estos objetos son fechados en torno al s. X.
TEMA 16.- ARQUEOLOGÍA HISPANO MUSULMANA
En la metrología de estos sistemas constructivos, la unidad básica es el codo, heredero del cubitus clásico. El codo islámico se divide en dos tipos básicos :
Los submúltiplos para ambos tipos de codos eran: el pie, el palmo y el dedo. Los múltiplos eran la caña y la qala.
Los materiales básicos de construcción eran sillares, sillarejos, hormigón, tapial y ladrillo para los muros. Durante el califato los muros se adornaron con mármoles, o bien mediante el proceso de la yesería. También se decoran paredes con pinturas geométricas.
Los pisos en principio son de mármol en lo oficial y grandilocuente. Los africanos introducen el uso del ladrillo no sólo para las paredes, sino también para pisos. La techumbre, a cuatro aguas, y su cornisa decorada por almenas escalonadas, labradas en piedra con tema vegetal en el centro.
Las techumbres suelen ser de madera, con armazones decorativos de tipos "artesonados". Estos artesonados pueden recibir diversas denominaciones según las formas, siendo la más normal la de par y nudillo y la de harneruelo. En ocasiones se aplican cerámicas en techumbres, especialmente en cúpulas; en otras, se usan bóvedas de obra de fábrica revestidas o no, dejando en algunos casos el ladrillo visto.
Los aparejos que se usan suelen ser en un primer momento derivados del clásico opus spicatum o espiguilla, sistema que se usa especialmente en interiores de muros, notablemente en fortificaciones, hasta el s. X., siendo también característico el de soga y tifón.
La técnica de edificación se basa en un sistema de replanteo a partir de una proporcionalidad matemática y que sirve para determinar tanto la planta del edificio como su alzado así como la participación y disposición en vanos, lienzos y techos, etc. generalmente se buscaba un espacio llano y nivelado, haciéndose artificialmente en caso de ser necesario. En las fortificaciones espacio desnivelado se suele rellenar con sillares bien dispuestos formando zarpas que fortalecieran los lienzos creando zonas escarpadas difíciles de escalar y fáciles de defender.
El tratamiento de cubiertas, salvo en el caso de techumbres de obra o de fábrica se hace mediante techumbres a dos y a cuatro aguas, o bien bóvedas de crucería. El dintel se suele reservar para construcciones más utilitarias que monumentales o decorativas.
Las ciudades cambian su fisonomía al amparo del cambio social. Las estructuras sociales islámicas no necesitan de un equivalente al foso romano. La tradición norteafricana introduce los mercados móviles, con lo cual desaparece el mercado fijo típico de Oriente y de la antigüedad clásica.
La ciudad tiende a agruparse en torno a la mezquita mayor, que en la mayoría de los casos se emplaza en el mismo lugar donde se emplazaba la catedral o iglesia principal del lugar, substitutivos a su vez del templo de época romana.
Las pequeñas mezquitas de barrio irán surgiendo al alcance de la voz (el Islam prohibe llamar a la oración por medios que sean mecánicos, como las campanas). Los espacios más o menos amplios se convierten en mercados móviles o zocos, para aquello que no tiene gran valor o necesidad de almacenaje, para lo cual existen las alcaicerías, conjuntos de tiendas que por la noche se cerraban. El resto de las callejas se construía más o menos arbitrariamente según lo determinase las construcciones de habitáculos, con viales estrechos, muchas veces terminando en "fondos de saco". Las casas se determinan por un patio central, más o menos ajardinado.
Todo el conjunto urbano tendía a ser protegido por una muralla que lo circunvalaba. Sin embargo las construcciones extramuros eran inevitables y cuando se hacían lo suficientemente grandes eran a su vez rodeadas por una nueva muralla, unida a la principal, a través de la cual se ponía una puerta. Así se formaban los arrabales y en las afueras se situaban los cementerios.
Este esquema se aplicaba normalmente a todas las poblaciones, fuesen de nueva planta o no. El castillo, con su alcázar y el barrio de la gente afecta a la administración de la población formaba la alcazaba, rodeada por una potente muralla.
Tanto las alcazabas y castillos como los núcleos urbanos tenían su sistema de aprovisionamiento y evacuación de aguas. El almacenaje se hacía de agua de lluvia mediante cisternas, que podían ser individuales o colectivas (aljibe almohade de Cáceres, o el de la Plazoleta de los Altamiranos en Trujillo). No sólo los palacios, sino las casas particulares tuvieron su sistema de aprovisionamiento de agua limpia y evacuación de aguas negras.
Las grandes fortificaciones se vieron situadas en las zonas estratégicas frente al cristiano del Norte (Balaguer, Lérida; Arnedo, Logroño; Gormaz, Soria; Coria, Cáceres a los insurrectos del interior (Mérida) o a las posibles amenazas exteriores (Tarifa o Marbella), todas ellas del fin del Emirato o del Califato. Comunicando todo el conjunto de fortificaciones había una red de torres vigía de planta cuadrangular, con tres habitantes y cuerpo superior almenado, con su aljibe y su pequeña barcana (Andador, en Albarracín, Teruel; la del trovador en la Aljafería o la de Mezquetillas, Soria).
En principio, se hace un baluarte o torre, al lado de la cual se situaba un aljibe para asegurar la provisión de agua. En relación con esta torre se establecía un cerco, con almenas y torres macizas cuadrangulares situadas a espacios regulares, formando un primer recinto o alcázar. De éste salía otro recinto secundario en el cual se alojaba la servidumbre del castillo y, en caso de guerra, la población civil circundante (qasba). La muralla podía estar construida a dos niveles contiguos, siendo denominado el más bajo barcana. El acceso se tenía por una puerta flanqueada por dos torres, a espacios proporcionales con el espacio a cubrir con el vano.
Las puertas, en planta, podían ser de acceso directo, o bien estar dispuestos en ángulo, denominándose entonces "puerta de codo", con la finalidad de romper el ímpetu de una carga de caballería. Este codo puede ser sencillo o doble, según sea o no compuesto.
Los castillos podían tener varios tipos de planta, rectangular (El Vacar, Córdoba); trapezoidal (Tarifa); poligonal (Baños de la Encina, Jaén); alargada (Gormaz). Todos suelen tener por lo menos una puerta de acceso grande, ocasionalmente una pequeña y casi siempre un portillo adintelado, para escapar en caso necesario. En el centro suele haber un espacio grande, denominada plaza de armas.
La planta regular es típica en lo califal, con las invasiones africanas este esquema se altera. El tapial o el hormigón se hacen ahora norma. Las formas se hacen más perdidas, adaptándose al terreno.
Los almorávides, medio monjes medio soldados, cambian la organización interna, convirtiéndola en una especie de monasterio con su pequeña mezquita (Calatrava la Vieja, Ciudad Real; Fuengirola, Málaga). Son ribats o rápitas .
Los almohades tienden a revertir el esquema anterior, pero con una adaptación al terreno. Característico es el añadido de albarranas, generalmente huecas, a veces cuadrangulares, como la del castillo de Trujillo, pero más característicamente ochavadas, como la Torre del Oro, en Sevilla; la de Espantaperros, en Badajoz o la de Guzmán el Bueno en Tarifa.
Sobre palacios nos ha llegado relativamente poco, aunque tenemos suficientes datos para seguir su evolución, se reutilizaron los palacios visigodos; quién llevó la arquitectura palatina a su apogeo fue Abd Al-Rahman III, quién mandó construir la ciudad palatina de Madinat al-Zahara.
En el aspecto de la construcción palaciega, la parte principal era la pública, destinada a las recepciones y al ritual cortesano (Salón Rico). La ciudad se construyó en una zona en declive, con un monte al Norte. La zona, tras llevarle las conducciones de agua mediante acueducto, se dividió en tres partes: la más alta para los alcázares, la más baja para la servidumbre y la inferior para los jardines. La ciudad se edifica en terrazas con rampas que permiten comunicar unas partes con otras.
De época posterior, ya de los Taifas, existen: el de la Aljafería, el de Monteagudo, en Murcia y el de al-Mutasim de Almería.
Los almorávides, debido a su ascetismo, ignoran los palacios, viviendo en los ribats; los almohades fueron sobrios y austeros, pero no desdeñaron la fabricación de palacios, como restos nos han quedado el de Ibn Mardanis en el emplazamiento de la Casa de Contratación sevillana.
Cerca debió existir un palacio de época del rey Taifa Al-Mutamid. Éste, presenta un pórtico con columnas ochavadas en ladrillo, dando a una gran alberca. Detrás del pórtico se situaban dos largas naves transversales, las esquinas remataban en cuatro torreones macizos de gran envergadura.
Del reino nazarí, nos queda el conjunto de palacios de la Alhambra en Granada. Se trata de un recinto fortificado a partir del s. XI, en el cual se han ido sucediendo los palacios. Además de pequeños restos de otros palacios y palacetes, quedan los de dos palacios fundamentales: el de Comares y el de los Leones.
En el de Comares, se desarrolló intensa vida social, cerca del cual está la sala de Comares, con espléndida techumbre, que albergaba el trono, próximo al cual estaban el Salón de embajadores y el baño. Cerca de él estaba el Meswar y el oratorio contiguo. El palacio de los Leones recibe su nombre del patio epónimo, éste estaba dividido en cuadro cuadrantes por cauces que parten de la fuente central. El patio es alargado, con dos templetes en sus extremos, salientes hacia el centro del patio.
Todas estas construcciones datan de época de Muhammad V (1345-92), mientras que las del palacio de Comares serán de época de Yusuf I.
Construcción religiosa por excelencia; se trata de una construcción con un patio con fuente, que puede estar rodeado o no por galerías. Del patio, donde se efectuaban las abluciones, se pasaba a la Musalla o sala de oraciones, que solía ser una construcción basilical con un número impar de naves dispuestas longitudinalmente que daban a un muro, la qibla, que señalaba en dirección de la Meca para que los fieles supiesen hacia donde dirigir sus preces. Adosada al edificio, estaba una torre por la cual subía el almuedano para llamar a la oración cinco veces al día.
Muestra de las mezquitas de Al-Andalus es la gran mezquita de Córdoba, construida en un principio sobre medio emplazamiento de la iglesia de San Vicente.
Esta mezquita fue derruida con el advenimiento de Abd Al-Rahman I al poder. Compró la otra mitad de la iglesia y procedió a hacer una mezquita que tuviese la capacidad necesaria (785-786).
Tenía aparentemente nueve naves, con la central más ancha que las restantes, con patio a los pies, en cuyo muro Norte estaba descentrado el minarete. Hisam, añadió galerías para las mujeres y el minarete, de 40 codos de alto. En 833, Abd Al-Rahman II añadió una prolongación hacia el Sur, hacia el río, que constaba de 80 columnas, tenía 50 codos a lo largo y 150 de ancho. Se añadieron dos naves a la mezquita original, una a cada lado y reculó el muro de la qibla ocho tramos. En 855, Muhammad I hace la maqsura, o recinto cerrado del mihrab, y adorna las fachadas laterales.
Abd Al-Rahman III hizo diversas renovaciones de estructura hacia el Norte. Al Hakam II amplió aún más la mezquita hacia el Sur, prolongando lo anterior en 95 codos .
Se dispuso una cúpula en los pies de la nave central y otra a la cabecera, tangente con el muro de la qibla, al lado de la cual se establecieron otras dos, con nervaduras. Para ornarlas se dispuso una decoración de mosaicos y se dispusieron nuevas pilas de abluciones. En el 987, bajo Almansur, se comenzó una nueva ampliación hacia el Este; se hicieron ocho naves nuevas, todo a lo largo de lo existente, algo más estrechas que las restantes.
En el aspecto constructivo hay que destacar la nivelación que se hizo, así como el uso de contrafuertes al exterior. Se emplean con vigor las impostas y salmeres, así como los arcos entrecruzados y arcos dobles, apoyados con tirantes, y con al-Hakam II se hace intervenir el arco polilobulado. La cubrición se hizo por sectores de techumbre a cuatro aguas.
De tipo parecido es la mezquita de Medinat al-Zahara, con cinco naves; innovación constructiva es la mezquita de Bab Mardum (Cristo de la Luz, Toledo), edificio de ladrillo, de planta sensiblemente cuadrada, dividida en tres naves con tres tramos, cubriendo cada uno de los cuales hay una cúpula de nervaduras, cada una distinta de las otras. La central está sobreelevada, a modo de linterna, sistema de iluminación que será utilizado frecuentemente en el arte andalusí. Al exterior dan tres puertas, con tres tipos de arcos diferentes.
De época Taifa se conoce la fundación de la mezquita almeriense, si bien su restauración es de época almohade, éstos dejaron una importante muestra de su arquitectura, pero una de las más importantes fue destruida para ser convertida en catedral, perviviendo únicamente su alminar y patio (Sevilla). Debió tener gran número de naves y ser de gran dimensión; notable es el alminar, con base de piedra cuadrada, sobre la cual se asienta la torre de ladrillo. La pequeña torre que remataba el alminar fue sustituida por un camarín renacentista, rematado por una estatua, el giraldillo, de donde viene el nombre de Giralda; el tipo de decoración se llama de sebka.
De esta época son las de Almonaster (Huelva), Bollullos de la Mitación (Sevilla), Mértola (Portugal) y el mihrab de la almeriense. De la época nazarí sólo se conocen el oratorio de la Alhambra, con bello mihrab y decoración en yesería con temas vegetales.
Los baños tienen su origen técnico y social en Roma, extendiéndose por todo el Imperio. Por ello se encuentran en Oriente y en España, por lo cual la continuidad en su uso es lógica y natural. El principio es una habitación caliente (caldarium) para tomar baños de vapor, una habitación con menor temperatura (tepidarium) para terminar con una de agua fría (frigidarium) y una habitación donde dejar la ropa (apodyterium).
Córdoba tuvo 400 baños, de época califal, y de los más grandes están los de Jaén. De época de Taifa son los del Bañuelos, en Granada. Del s. XIII parecen ser los de Alhama de Granada, y de época nazarí tenemos los grandes de la Alhambra.
Los baños solían tener pisos de mármol, con una canal poco profundo de leve declive para desaguar. En el caldarium, las paredes eran huecas, para permitir la circulación del vapor.
En su interior solían estar enjabelgadas, pintados sus zócalos con temas geométricos; de época califal nos quedan las bases de las casas de Madinat al-Zahara. De época taifa, las de la Alcazaba de Málaga y las de Almería. Almohade queda una casa vecina a la plaza de Armas del Alcázar sevillano. De época nazarí, las casas de la Alhambra, cerca de la Alcazaba. El esquema es romano en origen y pervive hasta nuestros días.
Citaremos los acueductos que llevaban el agua de la sierra a Córdoba y a Madinat al-Zahara, en época califal, o el que llevaba desde Carmona a Sevilla; de éste queda un pequeño resto, cerca de la Puerta de la Carne. Tiene dos cuerpos de arcatura, todo de ladrillo, con pequeños arcos en los riñones de los arcos mayores para aligerar la estructura sin debilitarla. La obra es de ladrillo.
Las cisternas, de ladrillo enlucido, con interesante juego de bóvedas sobre pilares de planta ochavada es el monumental de la Plaza de Altamirano, en Trujillo. Menos grande es el de Cáceres. Ambos parecen ser de época almohade y parece ser tienen su antecedente en el gran aljibe de la Alcazaba emeritense, que recibe el agua del Guadiana por filtración; siguiendo esquema similar son los que se conocen en la Alhambra.
Puentes tenemos: el califal de Guadalajara, sobre el río Henares; posterior, taifa, es el de Pinos Puente (Granada).
En cuanto a hospitales se sabe que se construyó un Maristán o manicomio en Granada y la alhóndiga, transformada posteriormente en teatro, con dos pisos con galería circundando el patio con estanque. La decoración era al uso nazarí.
Aparte de la carpintería, los elementos sobre los cuales se hace la decoración son: mármol, yeso y ladrillo. El primero se usa en época califal en construcciones palatinas o de lujo. El segundo en lo califal, lo taifa, lo almorávide, lo almohade y lo nazarí, y el ladrillo desde lo almorávide hasta nuestros días, este bien tallado, bien recortándolo una vez vidriado en diversos colores, formando esquemas geométricos (alicatados).
Los temas decorativos son palmetas, árboles de la vida, róleos o cintas que desarrollan diseños geométricos muy complicados. La palmeta se desarrolla desde una forma muy naturalista en lo califal hasta forma muy esquemática en lo almohade para terminar en lo muy estilizado y delicado de lo nazarí.
En el califato hubo talleres en Córdoba, Madinat al-Zahara, Granada, Sevilla, Málaga, Teruel, Valencia, Alicante, Badajoz, Talavera, Toledo y Alcalá de Henares. Todos estos centros produjeron cerámica denominada verde y manganeso. Iba vidriada encima y podía tener temas epigráficos y vegetales (Madinat Albira), decoración vegetal barroquizante (Toledo y Talavera), decoración vegetal esquematizante y estilo "blando" en animales y epigrafía. Las formas son de origen romano y oriental, en éstas dominando el uso de pastas blancas. En Alcalá de Henares, a fines del s. X, se fabrica cerámica decorada con el procedimiento de "cuerda seca". En cerámica común vidriada son normales los diseños en manganeso, con o sin vidriado melado cubriéndolo.
En época taifa se decora por el sistema de verdugones, en la cual un color no está contiguo al otro. Si en la cerámica común es normal el fondo convexo en época califal, o el anillo de solero, en la misma época, ahora el anillo de solero será lo normal, pero se reducirán sus dimensiones.
La decoración vidriada se pierde en lo africano, sustituyéndose por decoración pintada, a la cual a veces se añade un esgrafiado con temas vegetales o epigráficos. En este campo hay una innovación: si en lo califal y taifa existe, es siempre con letra cúfica, de ahora en adelante será de uso común la nazarí.
Lo nazarí ve la introducción de vidriado en gran escala, con temas vegetales, epigráficos, zoomorfos, antropomorfos y abstractos, con tonos blanco y azul, azul, verde y la introducción industrial del reflejo metálico. A las formas usuales hay que añadir los jarrones de asas de alas, conocidos como de la Alhambra.
Las formas abarcan las necesidades domésticas más la de lujo, con ollas y fuentes, candiles y jarrones, brocales de pozo, en ocasiones, estampillados y cuencos.
Durante el califato hubo una gran producción, haciendo botes y arquetas con temas vegetales y figurativos. En época taifa, los temas son más esquematizados y la técnica es más plana que la cordobesa.
De época almohade son las arquetas de la catedral de Tortosa, en las cuales el marfil es recortado a la forma deseada y embutido en la madera, en contraste con la talla del propio marfil.
En el califato se trabajó en bronce fundido y torneado, con elementos apotropáicos y profilácticos en su decoración. En lámina con asas y tapas fundidas son los candiles de piquera de Atarfe, con asas zoomorfas.
La época taifa es poco conocida; de época almohade, subsiste el llamador de la Puerta del Perdón, con una bella decoración vegetal (Catedral de Sevilla)
De época nazarí quedan los acetres de Granada y Madrid, la magnifica lámpara calada de la antigua mezquita de Granada y el Yamur (remate de alminar) .
En plata sólo nos ha quedado: la arqueta de la catedral de Gerona, de época califal, o algunas joyas de época nazarí. Todo ello es lámina repujada y martillada.
Las telas, si en un principio fueron imitación de lo oriental, con inspiración sasánida y bizantina, en época nazarí son identificables los temas como propios (Málaga, Murcia, Almería y Granada).
Se puede definir culturalmente como la pervivencia de distintas etapas de la cultura islámica en España según los puntos en que fueron quedando grupos islámicos aislados con el avance de la Reconquista. Dejan muestras de arquitectura en piedra como la en la iglesia de Cubell (Lérida) o en ladrillo (San Tirso de Sahagún), construyen palacios con espléndidas yeserías, rememorativas de un esplendor califal desaparecido, en Tordesillas (Valladolid) o en el Alcázar sevillano, y hace espléndidas puertas, como la de Daroca en el Museo Arqueológico Nacional o artesonados, como el de Tordesillas o el Palacio de Torrijos.
Producen cerámicas continuadoras de una tradición califal (Teruel) o innovadoras (Paterna azul) o bien desarrollando una técnica anterior, como ocurre en Manises (Valencia) con la cerámica de reflejos metálicos ahí producida.
Las grandes aportaciones islámicas: la albañilería, al carpintería y la alfarería, continúan su actividad a pesar del dominio político cristiano, decayendo verticalmente, las dos artes citadas en primer lugar, tras la expulsión de los moriscos.
TEMA 17.- ARQUEOLOGÍA CRISTIANA MEDIEVAL EN LA PENÍNSULA
La división social de la España cristiana se refleja mucho más en la técnica constructiva que en la España islámica, donde el tapial fue de uso abundante incluso en palacios.
Las grandes construcciones tienen a heredar el sistema romano, de grandes sillares a soga y tizón, pero carentes de almohadillado. Es normal el uso, en lo más pobre, de sillarejos, que en muchas ocasiones se reduce a cantos rodados rotos por uno de sus lados, aplanado y alisado éste como cara vista.
Es más o menos normal poner un revoco en el exterior de los muros en las edificaciones menos grandiosas, siendo frecuente incluso en iglesias rurales de cierta envergadura en lo románico.
Lindando con el Renacimiento, es normal encontrar en lo civil un pequeño resalte en las partes bajas de los muros, como derramaderos de agua de lluvia para evitar que afecte a la basamenta.
En cuanto al sistema constructivo de la casa, parece ser apoyada sobre una serie de pies derechos, sobre los cuales apoyan jácenas para formar un forjado que sirva de techo-piso superior, aislado con ladrillos o adobes sobre los cuales se establece la solería.
Las paredes con entramado de madera de vigas de sección cuadrangular. Este entramado sirva para rellenar los vanos con ladrillos o adobes, generalmente dispuestos en espiguilla, técnica que se viene usando hasta nuestros días. La techumbre suele hacerse a dos aguas, bien sea en casa exenta o en casa urbana. Una serie de cerchas quedan al aire para sostener esta techumbre; las tejas se usan invertidas y derechas (canales y vertederas), yendo el agua a un canalón.
En los sistemas constructivos hay que destacar el uso de arcos y bóvedas. Si el románico usa el arco de medio punto y de pilares y pies derechos, el gótico pasará a usar del arco apuntado y columnas complicadas. La carpintería vista del prerrománico se verá sustituida por la bóveda de medio cañón.
Si en un principio se usan pilares como soporte, a medida que las cargas aumentan y las tensiones laterales son mayores se van haciendo necesarias soluciones como pilares cruciformes y eventualmente columnas con gran núcleo central y pequeños fustes adosados que ayuden a una correcta verticalización y trasmisión de fuerzas laterales hacia el suelo.
Todos estos elementos fueron decorados ampliamente y recibieron gran difusión con la Orden de Cluny, lo que se ha denominado el primer románico. La reforma del Cister hace que desaparezca la policromía en la decoración, que se hace más pobre.
El cister aprovecha innovaciones técnicas, como la bóveda de crucería y el arco apuntado. En este período, gracias a la introducción del arco apuntado y otros elementos técnicos tales como arbotantes, pináculos, columnas adosadas, etc., se consigue una mayor estrechez de muros, que permitirán más iluminación interior, así como obtención de formas de más altura, grandes dimensiones y extrema esbeltez.
En la metrología, en época tardía del gótico, se usa la vara, de aprox. unos 80 cm., dividida en cuatro palmos de 20 cm. Cada uno. Igualmente se debieron usar el pie, de unos 33 cm. De longitud y, posiblemente la pulgada.
Los núcleos urbanos tienen diversos orígenes: encomienda, señorío, repoblación de ciudades abandonadas; las ciudades de nueva planta crecen a partir de un castillo, ocupando la parte más alta del lugar. Cercano a él solía estar la iglesia, frente a la cual solía haber una plaza. La población puede crecer por sistema de calles más o menos a escuadra o siguiendo un sistema más o menos circular de ampliaciones. El todo se ve rodeado por una muralla, extramuros de la cual suele haber algún asentamiento que después se convertirá en permanente.
Las calles solían tener aceras o porches cubiertos y entre casa y casa se encuentra un callejón de servicios, como leñera en invierno y para almacenar aperos en verano. La protección estaba encomendada a una muralla con paseo de ronda por la parte alta, con cuerpo almenado. Las puertas solían ser rectas en cuanto a su entrada, aunque a finales del período gótico las hay en codo. Las torres de la muralla suelen redondas y practicables por dentro; en las torres que defendían la puerta existían los matacanes, o torretas salidas del lienzo.
Los cementerios solían ir asociados con alguna iglesia o capilla extramuros, poniéndose las tumbas alrededor. En los primeros siglos de la Reconquista es frecuente encontrar tumbas labradas en roca, con forma antropoide, marcando la cabeza. En principio, las tumbas son señaladas por estelas circulares con algún motivo simbólico (necrópolis de Palacios de la Sierra, Burgos). En las tumbas más importantes son frecuentes las tapas reproduciendo al difunto en alguna actitud solemne. La parte baja suele tener escenas relativas al difunto o algún aspecto de su devoción especial (San Pedro de Osma, catedral de Burgo de Osma, Soria; o la de San Vicente en Avila).
Los castillos cristianos son la reproducción a pequeña escala de las poblaciones; el castillo cristiano suele seguir un esquema de planta cuadrada, con torreones redondos que suelen servir de alojamiento, unido todo con la torre central, más alta y comúnmente denominada "del Homenaje".
A partir del s. XIII, aparecen sistemas combinados de puertas falsas directas con barbacanas en planta curva que permiten embolsar a los atacantes en el caso de que consigan vencer el foso que rodea los castillos (Valencia de Don Juan, León). El foso es común ya a partir del s. XIV, accediéndose al castillo por un puente levadizo.
Las torres vigías suelen ser de planta redonda, en época posterior (s. XIII-XIV) parecen hacerse de planta cuadrada (Langa y Moñux, Soria). Los cristianos tuvieron sus cenobios fortificados (Orden de Calatrava), en los que controlaban los pasos estratégicos más importantes entre Castilla la Nueva y Andalucía.
Los palacios construídos por reyes cristianos, ya en época avanzada, se realizan por obreros mudéjares y musulmanes "prestados" por el reino nasrí, siguiendo esquemas andalusíes.
El primer gran palacio que conocemos de tradición cristiana es el de Gelmírez, en Santiago de Compostela, fechable en s. XII. Es de carácter fortificado, con su torre central en una planta en forma de "T". La parte alta y la baja permiten ver las grandes salas con bóvedas de crucería, de 32 mts. de largo. En la planta baja estaba la cocina, una gran sala y un gran vestíbulo
La iglesia es el centro espiritual; norma en todas las iglesias medievales es su orientación E-O, con ábside siempre al Este. En principio se trata de edificaciones de una o varias naves, en número impar, con un espacio a los pies destinado al catecumenado, una zona central donde se establecen los fieles y otra, ábside, donde se instala el altar mayor y se realizan los ritos. La planta puede reflejar interna o externamente la forma de la cruz, mediante la distribución de pilares o de muros y capillas. La cubrición en las iglesias grandes se realiza por bóvedas de medio cañón, al interior, si bien al exterior se refleja en techumbre a dos aguas. Estos datos son característicos del románico, que después añade efectos particulares a cada región.
La región del Duero tiene como característica un coro alto sobre el nartex y un pórtico con número impar de arcos, uno de ellos mayor que los demás, mirando al Sur, donde suele ir situada la puerta principal. La torre cuadrada suele ir exenta y dispuesta lateralmente o bien se sustituye por una "vela" sobre el nartex, para alojar las campanas.
Como presunta tipología, Lampérez, todas los concibe con tres naves, la central siempre de medio cañón. El grupo salmantino con doble tambor sosteniendo cúpula. El gallego, con techo central sobre-elevado a dos aguas sobre el de las naves laterales que usan bóvedas de cuarto cañón. Un tipo más genérico, subdividido en dos subtipos, afecta a la región castellano-leonesa, Aragón y la Baja Cataluña. En este, las dos naves laterales van cubiertas por bóvedas de medio cañón. En un caso, la techumbre de la nave central es normal, a dos aguas, con iluminación directa a las naves laterales, mientras que en el otro tipo tiene la techumbre de la nave central sobreelevada, recibiendo luz tanto de las naves laterales como por la central.
En la Alta Cataluña hay un tipo con techumbre lateral de cuarto de cañón y techumbre central sobreelevada, pero luz sólo por laterales, mientras que en el otro tiene techo plano en los laterales, cúpula sobre pechinas y las naves laterales muy bajas, con arcos de medio punto sosteniendo tramos.
En el gótico, la estructura se hace más complicada técnicamente. Adición fundamental es, en las grandes catedrales, la girola y dos naves laterales para capillas; también son frecuentes las grandes iglesias que siguen el esquema de cinco naves, torres a los pies, cruciformes y con múltiples ábsidiolos en torno al ábside central con girola.
El monasterio se puede definir como una lugar para la oración y trabajo; la distribución del monasterio requiere una iglesia de regulares dimensiones, capaz de admitir a la suficiente cantidad de monjes y pueblo a los oficios, con un claustro al lado Sur o Este de la iglesia, con zona de celdas y dependencias al lado contrario, donde se alojan los monjes, la cocina y el refectorio. De aquí se sale a las huertas y lugares de explotación agropecuaria del monasterio. El entorno, cuando hay obreros no religiosos, está ocupado por una zona de habitabilidad cercana a los graneros, establos y lugares donde se guardan los aperos de labranza.
Vecina al claustro se encuentra la sala capitular, donde se debaten los problemas fundamentales de la comunidad. El claustro solía estar ajardinado en cuatro partes, con un pozo o una fuente en el centro, con cuatro canalillos portadores de agua.
Conocemos los de Gerona, ya del s. XII y los de Tordesillas; su función social debió estar en relación directa con el grado cultural de sus detentores, o bien con su grado de "arabización" aun tratándose de nobles o reyes cristianos.
Las casas pueden dividirse en casas de ciudadanos comunes y de nobles; en torno al s. XIII, y como consecuencia de la creación de una burguesía, ya sea en Cataluña y Aragón o en algunas zonas castellanas, se produce un desarrollo urbano característico con casas de dos plantas que suelen tener un patio, que sirva para distribuir y dividir la parte de vivienda de la de establos y aperos de montar. En las zonas de Levante y parte de la faja costera de Cataluña y en Baleares, la casa evoluciona a partir del gran patio, del cual sale la gran escalera que dará a la planta alta.
En cuanto a los sistemas de cubierta suelen ser de dos o más aguas, especialmente en las zonas húmedas, donde en cambio, las casas suelen carecer de patio.
Las construcciones suelen ser en piedra, aunque en las zonas menos ricas se suele hacer de entramado de madera relleno con ladrillos o adobes montados según la técnica del opus spicatum.
Antes del s. XIII suelen haber pocas obras públicas; en la construcción de puentes se usan vados o bien se usan los preexistentes ya desde época romana, aprovechándose la mayoría de calzadas. Por tanto los puentes tienden a conservarse, pero no a hacerse nuevos. Estos se hacen en zonas de largo consolidadas militarmente (San Esteban de Gormaz, Soria; Hortezuela, Soria; Balaguer, Lérida).
Los sistemas de fabricación usados son tanto por horno de reducción como de oxidación. Las primeras cerámicas cristianas parecen estar relacionadas con la derivación de la visigoda, con piezas siguiendo sus formas algo transformadas, con decoración estampillada e incisa a peine formando diseños de ondas. En torno al s. X en el Norte, aparecen cerámicas pintadas a trazos inicialmente no finos, pero en sentido vertical. Estos trazos son rojos, posiblemente de óxido de hierro; esta cerámica pervivirá hasta el XII, conocida como cerámica pintada de trazos finos, formando un sistema de decoración reticulada (Cantabria y Castilla hasta Castilla la Nueva y el sudeste español).
Se aprecia la carencia de vidriado: las primeras cerámicas cristianas producidas, en caso de tener vidriado lo tienen en el interior, con la única finalidad de impermeabilizar y muy pobre en sílice.
Las primeras cerámicas del medievo castellano deben encontrarse en torno a la zona burgalesa de Castrogeriz y la salmantina de Castrotoraz; se trata de piezas de pasta blanca con pinturas de manganeso. Las formas de esta época suelen ser formas cerradas: ánforas, jaras y ollas, así como pequeños cuencos y tazones.
En torno al s. XII se da en Castilla y en las zonas del Valle del Tajo, una cerámica con característica escotadura debajo del borde. Se produce en diversas pastas, incluso una muy granulenta que usa de gránulos de cuarzo como desengrasante y que posiblemente se hizo en sus ejemplares más groseros mediante hornos de reducción. En cuanto a los pies y bordes, para evolucionar más el pie, plano con una pequeña rebaba en deredor en torno al s. X, para tener pie indicado hacia el XI y XII.
En esta época y el XIII hay una especie de retorno a los pies covexos típicos del califato, hasta que se adopta el anillo de solero en el XIII por influencia de alfareros mudéjares.
En el s. XIII, las formas se hacen más amplias, con piezas cerámicas para alambiques caseros, con morteros, fuentes, etc., y las pastas continúan con la variedad anterior. En torno al s. XIV se continúan produciendo piezas en horno con reducción, en las que coinciden temas y técnicas. La decoración se hace mediante impresión de telas muy rudas; contemporáneamente se fabrica en Cataluña una cerámica negra, a torno, con decoración incisa sobre ondas.
En la cerámica de Paterna hay ollas con pie levemente convexo, indicado y con decoración en manganeso, paralelamente se hacen cuencos en azul y blanco, con temas típicamente islámicos. Su tendencia mediterránea en colores varía en formas: cuencos, platos, tarros de botica, tazones y tapaderas, jarras con una específica de largo pico denominada pichel, y cuencos de boca polibulada. Por esta época se hace cerámica roja también en Mérida, con cantimploras antecedentes de los actuales barrillitos extremeños.
Sobre el s. XV, se fundan los talleres de Manises (Valencia), donde se producirá cerámica de reflejos metálicos. Sus formas serán tarros de boticas, jarras, fuentes hondas planas y cuencos con asas de orejas.
En vidrios hay algunas vidrieras (Catedral de León y Granada); éste se hacía de los colores deseados, cortándose después y montándose sobre un marco de plomo que le servía de soporte para su composición. Posteriormente (s. XIV), se instalarán grandes talleres de vidrios en Cataluña, Mallorca, Levante, Andalucía y Castilla.
Los esmaltes, técnica consistente en adherir a una placa de bronce previamente preparada, colorantes mezclados con ácidos y con gran cantidad de sílice que al fundir a alta temperatura se vitrifican y solidifican al enfriarse, será característico el uso de tonalidades frías en los colores, yuxtaponiéndolos. Se separan los colores mediante filetes de metal; las cabezas de los personajes que se figuran son de fundación, hechas aparte y después, sujetas mediante soldadura a la chapa. Las cabezas se caracterizan por su detallismo; los espacios vacíos se rellenan con decoración cincelada formando surcos prietos que se denomina decoración verniculada. Todo ello, se montaba sobre árnima de madera (Frontal de Silos), siendo típicas las palomas eucarísticas y las arquetas.
En el s. XII, será característico el chapado de Latón con pedrería, así como la orfebrería en plata con pedrería (patena de Santo Domingo). En cobre fundido y trabajado hay multitud de candelabros sobre trípode, con nudillos trabajados (s. XII y XII).
Los marfiles cristianos serán hechos por artesanos mozárabes; se trabaja en forma de plaquetas o bien se aprovecha el volumen de marfil en los casos de temas iconográficos definidos ( por ej. una crucifixión).
Normalmente se ha concebido como mudéjar la obra en ladrillo típica del s. XIII al XVI. Mudéjar es, un concepto cultural, válido sin limitación cronológica, sino como situación histórica.
En piedra se hace la Iglesia de Cubells y posteriormente en zona aptas para la elaboración del ladrillo, y como consecuencia de la influencia almohade se hacen obras en este material, que van desde la sinagoga del Tránsito (Toledo), o la de Córdoba a San Tirso de Sahagún (Palencia), o las iglesias de la comarca de la Moraña (Avila). En esa línea está la evolución de las techumbres, con espléndidos artesonados, algunos de casetones, con frecuencia de mozárabes, como los toledanos o los de la iglesia de San Nicolás, en Madrigal de las Altas Torres (Avila).
El principal desarrollo del mudéjar se nos revela en la construcción de palacios (Enrique II, León); su apogeo estará con los de Tordesillas o con los castillos de Coca (Segovia) o el de Arévalo (Avila) y los alcázares de Sevilla.
En la cerámica se siguen tendencias interesantes comunes al Mediterráneo, con formas propias y con temas de origen coránico con aplicación a temas cristianos (Teruel, Muel, Manises y Paterna).
En términos generales, las artes decorativas en la España cristiana tienen su apogeo en torno al s. XII y XIII, para decaer o ser sustituidas por fases más elementales en torno al s. XIV y XV. Se nota, igualmente, una fuerte corriente europeísta, con un incremento en la producción pictórica, que será notable en el XIV y XV, haciéndolo bien sobre fresco, bien sobre témpera.
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Enviado por: | Nacho |
Idioma: | castellano |
País: | España |