Filosofía
Aristóteles
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Naturaleza 2
Antropología 4
Ética 5 La Naturaleza
Aristóteles afirma que el hombre esta hecho para la ciencia de afirmaciones necesarias. Trata de explicar esta postura en una dirección distinta ala de Platón, ya que este coloca la autentica realidad en un mundo distinto al mundo en el que vivimos.
Los problemas que plantea esta afirmación son:
- si las ideas se encuentran fuera de este mundo, ¿ cómo pueden ser la causa y el origen de las formas sensibles?
- ¿cómo pueden estar separadas de ellas si son su esencia?
- ¿cuál es la causa de los cambios de las cosas sensibles, si las ideas son inmutables e inmóviles?
- Si la ciencia supone un conocimiento de otro mundo distinto a este, ¿cuál es el valor de la ciencia? (La influencia “naturista” de Aristóteles es diferente a la matemática de Platón).
Platón intento resolver estos problemas recurriendo al Demiurgo y Aristóteles va intentar solucionarlos trasladando la dualidad de mundos platónica al interior de las cosas mismas. Se trata de investigar acerca de los principios universales del Ser presentes en todos los seres particulares.
Para Aristóteles lo real solo se puede explicar admitiendo una unión intima entre la idea y la materia física. La idea transcendente de Platón, el “eidos”, se convierte en forma inmanente junto con la materia, una sustancia, “ousía” que según Aristóteles son las realidades concretas. A este pensamiento Aristóteles lo llamó Teoría Hilemórfica.
Todas las cosas, tanto los seres naturales como los artificiales están construidos por dos principios: la materia, “hylé”, y la forma, “morphé”.
La forma de los seres es el elemento que los configura, los informa de modo esencial y les hace cumplir determinadas actividades que están en su esencia. Este pensamiento a diferencia de la idea de Platón no se encuentra fuera, en el mundo ideal, si no en el interior de la realidad concreta de cada sustancia individual.
La materia de los seres consiste en sus elementos físicos, en aquello de lo que están hechos. La materia de todos los seres es siempre la misma, es algo pasivo, informe, ininteligible, indeterminado, es el principio de los caracteres individuales de todas las cosas reales, naturales y artificiales.
La materia y la forma no son dos elementos que se puedan separar físicamente, constituyen una realidad única. En la Naturaleza no hay forma sin materia ni materia sin forma. Para Aristóteles lo real es lo individual, la sustancia individual.
La característica esencial de los seres individuales es el cambio, el movimiento, que puede ser de cuatro tipos: sustancial, cambio de una realidad sustancial en otra sustancia, cuantitativo, el aumento o disminución física de cualquier objeto, cualitativo, que es la alteración en cualquiera de sus cualidades y local, cambio de lugar en el espacio.
El problema que Aristóteles intenta resolver es como se produce el cambio.
Para entender el cambio, el movimiento, son necesarios tres principios: un substrato, una forma y una privación.
En todo cambio hay algo que permanece y algo que cambia, lo que permanece es el substrato, el cambio supone que el substrato adquiere una forma de la que antes se encontraba privado.
Estos cambios podemos entenderlos como: un punto de partida, un punto de llegada, y algo que asegura la continuidad del cambio.
Relacionando estos tres principios con la Teoría Hilemórfica vemos que la materia es el substrato donde se produce el cambio y la forma es el elemento que la materia tiende a hacer presente en el cambio. Todo individuo, al cambiar, lo que hace es realizar cada vez más la forma que le es propia.
Para hacer más comprensible la relación en el cambio, Aristóteles utiliza dos términos: acto, “entelécheia”, y potencia, “dynamis”.
Potencia es poder ser, acto es ser actualmente.
Cada ser posee unas características que constituyen su acto, y ese mismo ser posee unas posibilidades que puede desarrollar, y que constituyen su potencia, el movimiento es el paso de la potencia al acto, del poder ser al ser. Cuando lo que estaba como posibilidad, en potencia, se realiza, pasa a ser acto, cesa el movimiento.
En cada ser concreto la forma tiene una prioridad real sobre la materia, se encuentra en ella en potencia. La materia posee en potencia una forma, que es precisamente el acto de su potencia.
El significado de la palabra materia, en la filosofía Aristotélica, es distinta al que posee hoy en día.
Aristóteles intenta explicar todos los procesos y los cambios en la Naturaleza y para ello distingue cuatro tipos de causas: dos intrínsecas que son la causa material, y la causa formal, y dos extrínsecas que son la causa eficiente y la causa final.
Por ejemplo, en una estatua de bronce, la causa material es el bronce, la causa formal es el contenido que representa, la causa eficiente es el escultor y la causa final es el objetivo del escultor al realizarla.
Aristóteles piensa que todos los seres poseen siempre una causa eficiente e igualmente una causa final.
Aristóteles piensa que para que se produzca el movimiento tiene que haber algo que haga posible ese movimiento, un motor.
Es necesario admitir que existe un Primer Motor Inmóvil, capaz de mover sin que a su vez necesite ser movido. El motor inmóvil es a su vez Acto Puro, por lo que se convierte en la causa final de todos lo movimientos.
Antropología
Según Aristóteles las formas inferiores son grados preparatorios de las superiores, constituyendo así un todo que apunta hacia un fin único, que es el Acto Puro.
Dentro de este todo, hay cuatro grados jerárquicos: la naturaleza inorgánica, el reino vegetal, el reino animal y el género humano. Cada uno de estos grados, y en el hombre apuna al Acto Puro, el pensamiento de sí mismo. Aristóteles llega a pensar que el alma humana está ligada al cuerpo que desaparece con él. El alma no es sino la forma del cuerpo, para cumplir las funciones que exige la vida, tal vida permanecería en potencia, en mera posibilidad, si el alma no la llevara al acto. El alma es acto, el cuerpo, es instrumento, materia, potencia.
El alma aparece como la forma superior, el término supremo, el fin supremo. El alma al contrario que en Platón no es un ser que pueda subsistir en sí mismo. El alma no es una sustancia; la única sustancia es el hombre, el compuesto de cuerpo y alma. Lo que impropiamente se denominan acciones del alma, no son del alma, sino del cuerpo y del alma.
Todos los seres vivos tienen alma, tiene principio vital, vida. El hombre, alma racional; el animal, alma sensible; la planta, alma vegetativa. Se trata de realidades distintas que se caracterizan por sus funciones específicas.
Según Aristóteles existe una continuidad entre el conocimiento sensible y el intelectual. Solo hay conocimiento intelectual en la medida en que hay conocimiento sensible, conocimiento intelectual es la actualización de lo universal que se encuentra en potencia en el conocimiento obtenido a través de los sentidos. Lo universal se obtiene de lo particular mediante la abstracción, que es cuando el hombre capta a través de los sentidos algún objeto, se forma una imagen del mismo. En esa imagen se recoge la individualidad de ese objeto, lo universal se encuentra en ella solo en potencia. El entendimiento agente vuelca su actividad sobre esa imagen, y consigue desmaterializarla descubriendo así la forma. El entendimiento agente lleva al acto la universalidad que se encuentra en potencia en la imagen, el mismo entendimiento agente pasa la forma al entendimiento pasivo y éste conoce lo universal.
El entendimiento pasivo, el que conoce, es claramente individual y muere con el hombre, la naturaleza del entendimiento agente le atribuye un carácter inmortal.
El conocimiento o bien lo es de lo necesario e inmutable, o bien lo es de lo contingente, el primero es un saber teórico que se ocupa del conocimiento de los principios a través de la intención, es el conocimiento más elevado y peculiarmente humano, el conocimiento de lo contingente constituye la técnica. Estamos ante un saber práctico, moral o político, un saber vivir con prudencia, cuyo ideal es el conocimiento de lo inmutable.
La Ética
Cada actividad, según Aristóteles, tiende a un fin que es su bien. El bien supremo, el fin último del hombre es la felicidad, “eudaimonía”, puesto que la felicidad se busca por sí misma.
Para contestar a la pregunta de qué es lo que puede hacer feliz al hombre, Aristóteles recurre a su concepción de la naturaleza: el bien de cada cosa solo puede consistir en la realización de la función que le es propia. El hombre será feliz en la medida que realice adecuadamente. Para Aristóteles la felicidad es un saber vivir conforme a la “areté” (la virtud), entendiendo por tal la excelencia de la realización de la función propia.
El hombre tiene diversas funciones dependiendo de su edad, de su sexo, de su condición, de su profesión..., y según las realice bien o mal poseerá o no las correspondientes excelencias. La realización de estas funciones de forma adecuada será fundamental y necesaria para poder ser feliz.
El hombre es un ser compuesto de cuerpo y alma, el cuerpo, está compuesto de una serie de órganos cada uno de los cuales tiene unas funciones que cumplir y, habrá que hablar de excelencia o eficiencia en el desarrollo de cada uno de esos órganos. En el alma hay tres funciones distintas: vegetativas, sensitivas y racionales. El alma racional es pensante o cognitiva, mientras que el alma sensitiva es apetitiva o volitiva. Habrá que hablar de virtudes intelectuales cuando haya buen funcionamiento de la parte pensante del alma, y de virtudes morales, cuando el buen funcionamiento sea de la parte apetitiva o volitiva de la misma. El hombre funciona como un todo, sus deseos serán controlados y dirigidos por su pensamiento. La virtud, o “areté” moral, consiste, en el control de la dimensión volitiva del ser humano. Por eso define la virtud moral como “una disposición a decidir el término medio adecuado para nosotros, conforme al criterio que seguiría el hombre prudente”.
Se trata de adquirir el hábito de encontrar, a la hora de tomar decisiones, un término medio, personal, entendiendo el término medio como algo que se encuentra entre dos extremos, uno por exceso y otro por defecto, y que constituyen dos vicios con respecto al placer, el término medio es la templanza, y los extremos la abstinencia y el desenfreno. A la hora de enfrentarse al peligro el término medio es la valentía, y los extremos la cobardía y temeridad. Dentro de la parte pensante del alma hay tres tipos de funciones: contemplativas, prácticas y productivas. La función contemplativa, consiste en la contemplación de lo universal necesario e inmutable se da en la realidad. Las funciones prácticas y productivas se refieren a los medio óptimos para obtener los fines a los que le hombre aspira. Habla de tres tipos de virtudes intelectuales: contemplativas, prácticas y productivas.
Desde el punto de vista ético, las más importantes son las prácticas y sobre todo la prudencia, que es la virtud que le dice al hombre cual es el término medio adecuado para él. La prudencia es la que debe marcar el rumbo de la virtudes morales. Las virtudes intelectuales más elevadas son las contemplativas, y tiene como objetivo la captación de la verdad, que proporciona sabiduría. La sabiduría es para Aristóteles un fin y constituye el fin más elevado al que el hombre se puede dedicar. El hombre es más feliz en la medida en que puede dedicarse a la vida contemplativa.
El hombre no es un ser solitario, necesita de los demás, es un ser social por naturaleza. El hombre es el animal más social de todos por estar dotado de lenguaje, y es también por naturaleza un animal político. La “polis” es la sociedad perfecta según Aristóteles, autosuficiente.
La “areté” política consiste en saber dotarnos de un orden político que permita entre lo ciudadanos un trato de igualdad. Aristóteles piensa que lo más importante no es la búsqueda de un régimen perfecto de gobierno, sino conseguir, con los menores gastos posibles, la seguridad y la estabilidad que permitan vivir bien y civilizadamente a los miembros de la “polis”. Aristóteles no se dedica a elogiar ninguna organización concreta de estado sino que trata de descubrir la estructura sociológica de los estados existentes.
Una constitución, por muy buena que sea, teóricamente, puede que no sea adecuada para un país por las circunstancias históricas que atraviesa. Esas circunstancias tienen que determinar el tipo de constitución más adecuada para ese país en ese momento concreto. Las tres posibles organizaciones de un estado son: la monarquía, la aristocracia, y la democracia. Cuando alguno de estos posibles sistemas de gobierno en lugar de preocuparse de la “areté” de los ciudadanos se preocupa de buscar su propio provecho, degenera en un gobierno vicioso; la monarquía se convierte en tiranía, la aristocracia en oligarquía y la democracia en demagogia.
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