Filosofía y Ciencia
Apología de Sócrates; Platón
Trabajo Práctico N°1
FILOSOFÍA
“La apología de Sócrates”
INSTITUTO SUPERIOR SEMPER
AÑO DE CURSADO: Primero
COMISIÓN: Uno
ÍNDICE
Índice..............................................................................................1
Bibliografía.....................................................................................1
Introducción....................................................................................2
Desarrollo.......................................................................................3
Conclusión......................................................................................6
BIBLIOGRAFÍA
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Platón, Apología de Sócrates, introd.. y trad. Genero Godoy. Vigésima edición, Universitaria, Chile, 1996, pp74.
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http://www.rae.es (diccionario on line deLa Real Academia Española)
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Módulo y apuntes de las clases de Filosofía, Carrera Técnico Superior en Psicología, primer año, prof. Delia Barrios, ayudante Juan Carlos..
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Módulo y apuntes de las clases de Teología, carrera Técnico Superior en Psicología, primer año, prof. Eduardo Torres.
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Módulo y apuntes de las clases de Historia de la Psicología, carrera Técnico Superior en Psicología, primer año, prof. Alfredo Pinsker.
INTRODUCCIÓN
En el siguiente trabajo pretendo expresar en simples palabras de espectador el análisis, a mi criterio, de la maravillosa obra “La Apología de Sócrates”, y llegar a partir de él a las respuestas de las preguntas guías formuladas para la resolución de este práctico; teniendo así, ideas claras que me permitan “descubrir un pensamiento que hoy sigue vigente”.
Para entender esta obra, en un principio, es preciso analizar el concepto de apología; palabra de origen griego que consiste en un discurso, oral o escrito, en defensa de algo o alguien.
A si mismo, la “Apología de Sócrates” es un discurso, mas bien diálogo, en el que el filósofo, se defiende de las acusaciones hechas por Melito, Ánito y Licón por corromper el pensamiento de los jóvenes, y expresar sus ideales, que ponían en duda la existencia de los dioses, de modo elocuente.
En sus discursos al aire libre en las plazas de Atenas junto a los cambistas, allá por el año 400 a.C., Sócrates desenmascaraba la ignorancia de aquellos que decían saber mucho, y por ello se ganó el gran odio reflejado en esta acusación.
Pero este filósofo entendía la filosofía como una búsqueda colectiva muy vinculada a la ética, y como él se veía a si mismo como un ser destinado por los Dioses a ayudar a la sociedad a encontrar sabiduría y virtud, prefirió sufrir una injusticia a ser él injusto negándole esta posibilidad de aprender a las personas. Por todo ello, con setenta años de edad, se encamino a un futuro incierto, que podría ser un sueño eterno o un viaje hacia un lugar más feliz: la muerte.
DESARROLLO:
A sus setenta años de edad, Sócrates , inundado en la pobreza, por vez primera, llega a tribunales para ser condenado por una serie de acusaciones.
Fue él mismo su propio defensor, y comenzó su defensa exponiendo la indignación que sentía ante las grandes mentiras que habían dicho sobre él. Especialmente de aquella que decía que por su “ facilidad para hablar” de un modo elocuente podría engañar incluso a los jueces. Argumenta luego, que se limitará a decir la verdad aunque no fuere “con palabras adornadas, sino así como vienen...” pero que es el contenido de su discurso lo que deben juzgar.
Divide a sus acusadores en dos grupos, y es de los “primeros” -los más viejos y según él considera los más temibles- de quienes se defiende en primer lugar. Trata de destruir una calumnia arraigada en el tiempo, ya que estos acusadores son aquellos que hablaban mal de él a sus espaldas y que persuadieron a la sociedad a creer que él era un “sabiondo, dado a elucubraciones astronómicas, a hurgar bajo la superficie dela tierra y capaz de convertir en más fuerte la causa más débil”, desde hacía ya mucho tiempo.
Los acusadores recientes, son aquellos que fueron persuadidos por los antiguos y ahora quieren convencer a los otros. Fueron estos últimos quienes lo llevaron ante tribunales.
Las acusaciones, según Sócrates fueron las siguientes:
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“Sócrates es culpable de andar hurgando en la búsqueda de las cosas subterráneas y celestes, haciendo más fuerte el argumento más débil, y enseñando estas mismas cosas a los demás”
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Se propone enseñar a los hombres a cambio de dinero.
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Corrompe a los jóvenes y es sumamente perverso.
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No cree en los Dioses en que cree la ciudad e introduce extrañas nuevas divinidades.
Sócrates se defendió tenazmente a cada una de estas acusaciones con los argumentos más sinceros y lógicos posible; y explicó que se había ganado la enemistad de los acusadores gracias a su sabiduría, que de hecho, para él, no tenía nada de sobrehumana y si alguien dijera que su saber era impropio de los hombres sería sólo con la intención de calumniarlo.
Con el propósito de sustentar sus palabras, y dar cuenta desde qué momento se había originado la calumnia comenta una vivencia particular que le había ocurrido a Querofontes, un amigo suyo: “Una vez que había ido a Delfos, tuvo la osadía de pedir un responso al oráculo y como ya dije: no alborotéis, preguntó si había alguien más sabio que yo. La Pitia respondió que no lo había. De esto puede ser testigo su hermano aquí presente, ya que él ha muerto”. En esta cita, Sócrates, comenta que Querofontes visitó el oráculo, una especie de santuario en el que una pobre mujer, probablemente histérica, entraba en trance y pronunciaba palabras sin sentido que los sacerdotes de la época interpretaban como mensajes del dios Apolo. Esta mujer dijo que no había hombre más sabio que Sócrates. En cuanto el filósofo supo de la concepción que tenía Dios sobre él comenzó a reflexionar a cerca del porqué Apolo decía esto, si él bien sabía que no era realmente sabio y que los dioses no podían mentir.
Fue entonces, cuando Sócrates decidió investigar a los hombres que decían saber; y verificar, de este modo, la veracidad de las palabras del oráculo, o tratar de refutarlas.
Se dirigió primero a un político quien se creía y a quien, incluso los demás, lo consideraban sabio; y se dio cuenta de que en realidad no lo era, ya que pensaba que, el sólo hecho de creer saber lo que no sabía, lo hacía menos sabio. Se enemistó con él por tratar de demostrarle que en realidad no sabía lo que creía saber. Y se consideró más sabio que él porque por lo menos el era conciente de su saber limitado. Ocurrió lo mismo con muchos otros hombres de estado, de los cuales también ganó su odio.
Fue luego con los poetas, respecto los cuales Sócrates, inicialmente, se creía en inferioridad de conocimiento. Terminó por concluir en que en realidad no eran sabios, sino que tenían cierta habilidad, un don natural, para decir cosas admirables y por ello se consideraban más sabios que las demás personas. Por este mismo motivo, entendió que, al igual que los políticos, no eran más sabios que él.
Por último, fue con los artesanos. Estos sabían cosas de las que el filósofo se encontraba exento de saber. Por lo cual, en estas cuestiones, ellos eran más sabios que él. Pero también ellos creían saberlo todo, por el sólo hecho de practicar su oficio a la perfección. Fue esto lo que llevó a Sócrates a pensar, que eran iguales a los poetas y políticos, y por ello menos sabios que él.
Tras todas estas investigaciones y cuestionamientos, entendió, al fin, que los dioses tenían razón, ya que todas las demás personas creían saber algo que en realidad no sabían y él, en cambio, era conciente de que no lo sabía todo. Por consiguiente los dioses creían que él era el más sabio por saber que nadie es sabio en comparación con ellos: “...sólo el dios es verosímilmente sabio (...) Aquel que como Sócrates se ha dado cuenta de que en verdad no vale nada frente a la verdad, ese es el más sabio”.
Después de haberse defendido de sus acusadores primeros, llama a Melito para tratar de demostrar que en realidad es él el verdadero culpable de la situación de Sócrates y no él mismo. Comienza interrogándolo sobre la acusación hecha a cerca de la corrupción a los jóvenes utilizando su tan famoso método: la MAYÉUTICA. Con este método logra hacer que Melito se contradiga en sus acusaciones, logrando refutar esta primera diciendo que este hombre nunca se había preocupado en realidad por los jóvenes y que lo acusaba ahora sin sentido. Ya que pretendía hacer creer que Sócrates era la única persona que podía hacerles mal, sin embargo ellos lo elegían y seguían, concientes de que podían optar por tomar el bien proporcionado por alguna otra persona que no fuera este filósofo; por lo tanto, si en realidad les hacía algún mal era por pura voluntad de ellos.
Se defiende luego, de la acusación hecha por no creer en los dioses de la sociedad y también interroga allí a Melito de tal forma que logra que nuevamente este, por medio de sus preguntas, diga cosas que en realidad no quería decir, contradiciéndose y dándole la razón al filósofo, a través de un lapsos lingüe.
Al concluir el diálogo, Sócrates vuelve a exponer que, a su juicio, el verdadero culpable es Melito ya que “inventa” para acusar a el filósofo de cuestiones que en realidad no cometió: “No, Melito, no hay explicación posible para esto fuera de que, para probarnos, tú hayas inventado esta acusación, o que la hiciste porque no tenías un motivo verdadero para hacerla”.
Sobre la pena, vale decir que Melito propone la de muerte y Sócrates la contrapone con la de ser mantenido en el Pritaneo, una especie de hotel en el que eran atendidos los ciudadanos más ilustres a expensas de la ciudad. Hace esta proposición debido a que juzga no haber hecho mal a nadie y que no pensaría hacérselo a él mismo. Además no se considera merecedor de ningún castigo, todo lo contrario merecería una recompensa por otorgar a la sociedad un buen servicio, ayudando a enriquecer a los ciudadanos en lo político y en lo moral. Se niega, por tanto, a proponer la cárcel o el destierro; y se ofrece a pagar una multa pequeña que pueda pagar con los pocos bienes que posee o bien una suma un poco mayor en la cual sus amigos serían sus fiadores.
A raíz de dos veredictos, el jurado condena a muerte a Sócrates. Este no cambia de parecer y cree ser condenado a causa de la osadía y desvergüenza, porque no se mostró llorando y suplicando, cosas indignas para él.
En última instancia reflexiona, en tono irónico, acerca de la incertidumbre que genera no saber si muerte o la vida llevan en realidad hacia un destino mejor, esto es sólo sabido por Dios.
CONCLUSIÓN:
Tras leer repetidas veces la “Apología de Sócrates” me dispongo a dar a conocer mi opinión sobre el juicio que daría lugar a la condena de una de las mentes más ricas y privilegiadas de la historia, por el sólo hecho de pensar.
A lo largo de la historia han ido sucediendo casos similares, como el de Jesús de Nazareth, en los que se condena a un hombre bueno, sabio y justo por contradecir a las ideologías de la sociedad y en cierto modo, de revolucionarla.; esto fue lo que sucedió con Sócrates. Todas las acusaciones hechas no tienen más que un solo fin, el fin del filósofo; para poder asegurar así la permanencia del pueblo ateniense, mejor dicho la dignidad de las personas del estado.
Sócrates mediante sus actos cargados de ironía, su sofisticada retórica, su tono prepotente con el cual hace ver al ignorante su propia ignorancia, logra el odio de muchos y se interpone con quienes están al poder que, para mantener sus intereses intactos, lo “borran”. Este tipo de conductas no nos sorprendería en la actualidad.
Durante todo el juicio, Sócrates demostró su intención de manejar su propio destino y dio a entender que en realidad quería que se lo juzgara culpable. Esto último se evidencia en la gran tranquilidad a la hora de escuchar su veredicto. Él deseaba ante todo filosofar y si no le permitían seguir haciéndolo prefería morir. Por lo tanto, al saber que debía compadecer ante un tribunal que de seguro le impediría seguir refutando, redactó su discurso de tal manera que mostrara su desprecio a la muerte, a la cual decía no temerle, porque en realidad la desconocía. Fue él quien de una manera u otra decidió su final.
Me impresionó notablemente la forma en que Sócrates se mantuvo, durante todo el juicio: impasible, con una notable rectitud moral, sin contradecirse en sus interrogatorios a Melito, la manera de conseguir la verdad de labios del otro a través de un juego de palabras; y sobre todo me llamó la atención como, en ningún momento, trató de conseguir el perdón rebajándose a suplicar su absolución, sin atentar nunca en contra de sus principios, algo que aún hoy día resulta admirable.
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Enviado por: | Tifi Paiva |
Idioma: | castellano |
País: | Argentina |