Literatura


Amor cortés


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SOY EL QUE ES, SOY AMOR CORTES

Para comenzar a desarrollar el tema, primeramente debo realizar una definición clara y a la vez precisa de este concepto:

El amor cortés es una filosofía del amor que floreció en la Provenza francesa a partir del siglo XI y que invade gran parte de la historia desarrollada durante la época medieval, hasta llegar al siglo XIV

Hasta el momento no se ha podido explicar porque surgió en Provenza satisfactoriamente. “Se ha hablado del florecimiento de la vida de la corte y de una nobleza más refinada; también de que hubo un mayor acceso a la cultura; o bien de que “una caballería indigente, sin tierras [...], carente de ubicación en la jerarquía territorial del feudalismo”, se convirtió en la predestinada a ser amante de esposas ajenas (2); asimismo, de que los “menestrales” de antaño lograron incorporarse al estrato nobiliario y, como buenos arribistas, desearon marcar una distinción entre ellos y las capas populares, etc. Sin embargo, es posible hallar varios de estos aspectos en otras regiones, y por sí solos no sirven para comprender del todo el porqué de la formulación amorosa cortés precisamente en Provenza. Pero la realidad es que allí empieza, y ello quizá se deba al hecho —como pudo suceder en otra parte que tuviera refinamiento cultural y una paz relativa— de que fue a un grupo de individuos de la zona (originalmente, pudo ser un solo sujeto), nobles o de alguna forma asociados con la nobleza, a quienes se le ocurrió darle un cauce ético a su libido mediante la formulación —con diversos elementos culturales que tenían a la mano— de las características del amor y del porqué de éste (probablemente eligieron un género lírico). La idea se propagó localmente y se le incorporaron más préstamos culturales, hasta que se llegó al establecimiento de un sistema dinámico; éste continuó difundiéndose ya por toda Europa —dado que el ambiente era propicio—, y adquirió —visto globalmente— ciertas particularidades según la época, el lugar, la corriente literaria, etc.

En términos generales, es posible decir que el amor cortés constituye una reacción de un sector de la sociedad contra la valoración negativa de la tendencia sexual humana; en otras palabras, se reconoce y se asume el propio erotismo, y se enaltece al asociarlo con el amor mediante un código que no dudo en calificar de ético. Tal código, cuyos elementos no son inmutables, adopta obvias características del mundo en el que surge, esto es, que provienen de las concepciones feudal y católica. Ahora bien, cabe señalar que el amor cortés no se armoniza con muchos de los dictados de la cultura oficial; es más, conforma una ideología alternativa, en principio subversiva, pero que se mediatiza de diversos modos. Fue parte, ciertamente, de las propuestas ideales de la nobleza; pero en la vida diaria imperó —aunque no sin problemas— la normatividad oficial.” 1

La teoría del amor cortés supone una concepción platónica y mística del amor, que se puede resumir en los siguientes puntos:

  • Total sumisión del enamorado a la dama (por una transposición al amor de las relaciones sociales del feudalismo, el enamorado rinde vasallaje a su señora).

  • La amada es siempre distante, admirable y un compendio de perfecciones físicas y morales.

  • El estado amoroso, por transposición al amor de las emociones e imaginería religiosas, es una especie de estado de gracia que ennoblece a quien lo practica.

  • Los enamorados son siempre de condición aristocrática.

  • El enamorado puede llegar a la comunicación, con su inaccesible señora, después de una progresión de estados que van desde el suplicante (fenhedor, al amante drut).

  • Se trata, frecuentemente, de un amor adúltero. Por lo tanto, el poeta oculta el objeto de su amor sustituyendo el nombre de la amada por una palabra clave (senhal) o seudónimo poético

El amor cortés tiene sus inicios, como una de la hipótesis, en el Ars Amatoria de Ovidio, donde el autor crea una composición algo irónica y didáctica del amor, llena de sarcasmos que en esa época, antigua, fueron tomados como tal, pero que tiempo más tarde, en la edad medieval, no fue interpretado de la misma manera. Es decir, los medievales tomaron esta ora y la aplicaron a sus vidas, dando origen así al amor del cual hablo. He aquí un fragmento que corresponde a los “cantos de la perdición” en el que el autor manifiesta, reitero, de forma irónica a un aprendiz de amante:

Acude raudo, antes de la hora fijada,

A tu encuentro con la amada; Aguárdala pacientemente en la calle.

Desafía los golpes de la multitud; Corre a cumplir sus deseos.

No te inquietes si otros asuntos te aguardan;

Si ella reclama tu presencia, protégela como un centinela

Cuando vuelva del baile.

Y así encontrándote en bucólicos pasajes te llama,

Toma tu carro camina hasta Roma.

Que no te detenga el tórrido verano

Ni el peso de la nieve.

¡Fuera los cobardes! Nuestro señor, Amor, en sus campos de batalla

Desdeña vuestra tibia servidumbre 3

Este amor, renombrado en muchas ocasiones y circunstancias, no es nada mas que una seguidilla de acciones propias de los amantes, desarrolladas durante un periodo de tiempo y que, aunque se niegue en ciertos momentos y queramos o no, perdura hasta nuestros días de cierta forma. Estas acciones, se engloban bajo un contexto casi de sumisión, en el que la mujer toma el rol de superioridad por sobre su amante. Es la mujer el eje central de esta relación, es ella quien maneja las realidades, la encargada de dirigir las riendas de las situaciones que se van desarrollando, en sus manos esta el comienzo, desarrollo y desenlace de este amor.

Del feudalismo procede la consideración del servicio de amor. Se da una transposición del concepto de vasallaje al amante, y la dama se convierte en “señor”; y tal como sucedía en la realidad, este siervo de amor se sitúa en un nivel inferior jerárquicamente. Es más, la dama se concibe como un ser lleno de perfecciones y, en este sentido, moralmente superior al hombre. Incluso se llega a decir que Dios creó a la mujer de mejor material que al hombre; que la creó como muestra de su saber y poder, para darnos a conocer quién es Él, y que por tanto ella es reflejo de la Suma Belleza; y ya en el dolce stil nuovo, que posee “donne angelicatte” o que su naturaleza es celestial (fue elegida de entre los ángeles).”4

Las características del amor cortes son, principalmente la humildad, cortesía, adulterio y religión de amor. Sumadas a estas cabe mencionar también cierto deje de utopía y desinterés, ya que el amante, el noble caballero, no busca como fin primordial o último conseguir que su amor sea correspondido, sino que se conforma con el sólo hecho de adular y exaltar a su dama sin exigirle nada a cambio. Al mencionar el termino Religión de amor, me refiero a la adulación y casi devoción que el amante muestra hacia su dama que llega casi a ser como la adoración a Dios o a cualquier otro tipo de dioses o imágenes religiosas, es decir, la dama pasa a ser un elemento sagrado a la hora de amar.

Es por esto, que en muchos relatos que cuentan asombrosas historias acerca de las hazañas de los caballeros en honor a sus damas, se pone de manifiesto quizás hasta la poca honorabilidad de estos y su enorme deseo de satisfacer a la dama a como de lugar, teniendo como meta más que una reciprocidad amorosa, una pequeña conquista o lograr aunque sea una mínima “admiración” por decirlo así, de la dama hacia él. El caballero, si es necesario, vivirá grandes proezas y aventuras.

El amor cortesano es, además, sufrido y muy difícil, esto porque para conseguir que realmente se consume o se viva como tal debe pasar por una serie de “ritos”. El caballero debe sufrir, debe luchar realmente por esa dama si la ama como se supone que la ama. El amor por dolor, sufrido, es el instrumento de perfección espiritual, es el estado en el cual los amantes alcanzan una felicidad plena. Por ejemplo, en la cárcel de amor, se ve de claramente reflejado lo que antes mencioné, este es un amor sufrido, guerreado, complicado, y que al final no se consume

“Otra de las características que hay que destacar es la conceptuación del amor como un fenómeno volitivo y libre. Así, el servicio se otorga porque se desea hacerlo, sin que haya una carga de obligatoriedad en ello. La dama, asimismo, es libre de corresponder o no al amante, o dicho en otros términos, de conceder el “galardón” —que el hombre con frecuencia solicita, aunque no debiera hacerlo. Ahora bien, ¿qué implica tal galardón? A. J. Denomy señala que, en su forma pura, significa simplemente que la mujer acepta el amor del caballero 5; que le brinda un bons semblans o, en palabras de Diego de San Pedro, lo trata “sin aspereza” y le muestra “buen rostro” 6. Pero la amplitud del vocablo es ciertamente mayor, y con mucha frecuencia encierra un sentido de recompensa sexual. Y es que el amor cortés lleva implícito el goce erótico concreto (sensorial y físico) como retribución, por más que un sector de la crítica haya creído que en él sólo hay deseo de alcanzar la unión de dos almas, por ser un “amor platónico”, exclusivamente ideal.

[…]

Veo al amor cortés como una corriente dinámica bastante compleja, y en cuanto tal, posee diversas vertientes. Una de ellas sería (al menos teórica y literariamente) la exacerbación del deseo, al extremo de la contención o abstinencia; otra —también exitosa literariamente y creo que más en la práctica— conlleva la realización del acto carnal. Ambas son absolutamente sensuales, y la primera quizá hasta tenga un dejo de perversión. Estas dos vertientes corteses, tal vez en involuntaria síntesis, las presenta Andreas Capellanus en los conceptos de “amor purus” y “amor mixtus”:

El amor “puro” es el que une los corazones de dos amantes con toda la fuerza de la pasión; consiste en la contemplación del espíritu y de los sentimientos del corazón; incluye el beso en la boca, el abrazo y el contacto físico [...] con la amante desnuda, con exclusión del placer último, pues éste está prohibido a los que quieren amar puramente.

 

Se llama “amor mixto” al que incluye todos los placeres de la carne y llega al último acto de Venus. [...] éste también es un amor verdadero y digno de elogio; incluso se dice que es causa de todo tipo de bienes aunque por él amenacen muy graves peligros. 7

Asociada con los juegos eróticos concretos que se dan en el amor cortés correspondido, el cual frecuentemente posee un carácter extramarital, se halla la prescripción del secreto. En efecto, desde la poesía provenzal se exige la discreción del amador; a la dama, ni siquiera se le solicita, como si su silencio al respecto se sobrentendiera. Según Peter Dronke, la insistencia en guardar en secreto las relaciones amorosas se debe a la consideración de que el amor no debe ser profanado por el mundo exterior, y no tiene que ver con ninguna naturaleza ilícita 8. Nuevamente nos encontramos ante una posición exageradamente idealista que se viene abajo por los innumerables ejemplos que indican que el amante debe callar para no “escurecer la fama de la que sirviere” 9, para cuidar la honra femenina. Si el amor no implicara juego erótico y/o relación carnal, no habría lugar a la deshonra ni a la necesidad del secreto; más bien, sería un honor causar tan inocente pasión. Pero no, se oculta porque hay que proteger a la amada; y no sólo de la pérdida de su “fama”, sino también en varios casos hasta la de sus bienes y, en el límite, la de su vida y la de la propia” 10

El papel de la mujer en el amor cortés

La mujer en la edad media pasó por varias concepciones. Inicialmente se la veía como el vivo reflejo de Eva, por lo cual era un tanto despreciada, vista como culpable y pecadora, como la responsable de todo lo malo que se vivía en el mundo. Luego, esta perspectiva cambia y se instaura en la sociedad la imagen de Maria, la madre de Dios, la virgen, como el modelo a seguir para las doncellas y religiosas, por lo cual la imagen femenina pasa a ser un tanto idealizada. Sin embargo, si bien ya no se le desprecia, no se le liga directamente a María. Esto se explica debido a que el culto Mariano entiende la imagen de Maria no como una mujer en sí, como todas las mujeres, como un género femenino, sino más bien como una “madre virgen”, es decir, no es mujer, sino solo la madre de Jesucristo y por lo tanto no evita o no borra todo lo que se dijo acerca de las mujeres anteriormente. Finalmente, aparece una tercera imagen a la que se vincula el tema de la redimensión de los pecados, esta es la de Magdalena. Con este tercer personaje, la imagen de la mujer se hace un poco mas “real” ya que si bien es pecadora, finalmente se salva. Un poco paradójico, si lo queremos comparar, a lo que nos relata Dante en La divina comedia, donde nos muestra tres espacios diferentes pero conjeturados entre sí: el infierno (Eva), el cielo (María) y el purgatorio (Magdalena).

“Los postulados referentes a la condición femenina conllevaron una positiva revaluación de la mujer, como nunca antes se había dado, y ello constituye una de las revoluciones culturales más notorias de la historia humana. Sin embargo, desde mi perspectiva, el hombre sigue estando en el centro. En efecto, en las realizaciones concretas, en la literatura propiamente, si a alguien se ensalza es al amador; no en balde, comúnmente los protagonistas son del género masculino. Los escritores subliman el sentimiento del varón, y enfocan su atención a la magnificencia del amor de éste. La dama ocupa un lugar secundario, además de que puede ser arbitraria, susceptible de error y “sin merced” —esta última característica, dicho sea de paso, me parece que tiene que ver con la incidencia de valoraciones sociales muy reales en los textos ficticios (caso de la importancia de la virginidad, del concepto de “honra”, etc.) 11-12”.

Su participación en el amor cortes en sí, es un tanto pasiva, como lo es por cierto hasta nuestros días; No es la dama o doncella quien tiene que hacer algo por conseguir a su amigo, no es ella la que debe cortejar, conquistar o aplicar ciertas “técnicas de seducción”. Su participación si bien es pasiva durante el proceso de conquista, toma una importancia magna a la hora de decidir. Por supuesto es ella quien da una respuesta al caballero luego de todo lo que ha hecho él, es ella la que finalmente decide aceptar ser su amiga o no. Decisión, evidentemente, que el caballero debe aceptar y acatar. Es por esta sumisión, que la relación dama-caballero se compara a la que se vive en el feudalismo entre señor-vasallo.

La mujer adquiere esta “personificación” solo en el amor cortés y no bajo el marco del matrimonio, estado en el que se revierten los papeles y la mujer pasa a ser una especie de posesión del caballero: este es el señor y la dama es su vasalla. Recordemos que los matrimonios de esta época no eran precisamente uniones voluntarias por amor, sino mas bien contratos arreglados y uniones por conveniencias (descendencias, aumento de bienes, etc...). El amor cortés se vive por consiguiente bajo el alero del adulterio y lo mas “curioso” por citarlo de alguna manera, es que no es condenado ni penado de sobremanera como tal vez podría imaginarse. Respecto de esto se puede afirmar que “cualquier idealización de amor sexual, en una sociedad donde el matrimonio es puramente utilitarista, debe comenzar por ser una idealización de adulterio”. No se puede castigar si en el fondo no es una infidelidad, sino básicamente un no vivir en la desdicha. Este planteamiento concuerda un tanto con los ideales que hoy en día existen en nuestra sociedad (en la sociedad, no en la ley).

Si el amor no siempre es adúltero en todas las representaciones literarias, muy frecuentemente sí es extramarital. La más contundente exposición de la imposibilidad de que se dé el amor entre esposos se encuentra en el libro de Andrés el capellán, donde se asienta que la libertad amorosa se halla contrapuesta a la obligatoriedad que conlleva el matrimonio:

[…] decimos y afirmamos [indica la condesa María de Champaña], [...] que el amor no puede extender sus fuerzas entre dos esposos. En efecto, los amantes se dan todo gratuitamente el uno al otro y sin que una razón lo obligue; en cambio, los esposos están obligados, por el deber, a satisfacer sus mutuos deseos y a no negarse nada. [...]

[...] una regla de amor dice que ninguna mujer casada podría obtener el premio del rey del amor, a menos que esté enrolada al margen del matrimonio. En cambio, otra regla del amor enseña que nadie puede amar a dos personas a la vez. Con razón, pues, el amor no podrá extender sus derechos entre los casados 13

Así que nuestro juicio, que ha sido emitido con extrema moderación [...], sea considerado por vosotros como una verdad indudable y eterna 14

 

Una norma cortés que falta señalar, es que el amor se solicita y se otorga conforme a ciertos pasos. El hombre enamorado debe cumplir varias etapas, el contenido de las cuales varía de acuerdo con los autores que las mencionan. Lo mismo sucede con la amada, quien ha de responder con un orden preestablecido. Lo que queda claro, pues, es que hay que llevar a cabo un <<rito>>.

Para terminar ya con el ensayo, opiniones de personajes de la época respecto al amor en general y puntualizando en algunas de ellas en el amor cortesano propiamente tal. Primeramente Pedro Lombardo (1100-1160/64), reconocido teólogo italiano sostiene que “El amor no es un mal moral sino un castigo de la caída del hombre. El acto no es malo en sí pero puede ser un mal moral si no es usado para fines matrimoniales. Pero el amor apasionado por una esposa es adúltero” 15. En estas líneas, Lombardo contradice lo que antes mencioné respecto del amor de los esposos y el amor de los amantes, pues plantea que el amor fuera del matrimonio, entendido como un acto, no es moral y por lo tanto puede existir pasión entre los esposos debe incluso ser castigado.

Santo Tomás de Aquino Nos dice que “El matrimonio es amistad. Las relaciones sexuales producen cierta forma de amistad en las parejas (aun en los animales). Así que la sexualidad 'inocente' es aceptable pero no la pasión (sensualidad). (Acota el término amistad que refiere a “sexualidad inocente””, con esto señala que entre amantes no puede existir un amor pasional).

Una característica más es que el amor es una “pasión innata”, que se dispara por la “percepción” de lo hermoso. Ahora bien, cuando en los textos se habla de belleza, la mayoría de las veces a lo que se hace referencia es a los atributos físicos. Pero ello no implica que no la haya en el aspecto moral. En efecto, producto fundamentalmente de la incidencia del neoplatonismo, en la Edad Media usualmente se asoció lo bello con lo bueno, y el amor cortés, en este punto, no es excepcional.

No quiero concluir este ensayo sin indicar que “el amor no correspondido produce una enfermedad de índole melancólica, que afecta la vitalidad de quien la sufre (vapores venenosos “suben”, puesto que son producidos por la concupiscencia, e inflaman el cerebro). La verdad de este mal mental es indudable, y hasta los moralistas tienen que aceptarla. Varios manuales médicos describen el padecimiento con amplitud y señalan las posibles curas (la muerte del paciente puede sobrevenir si éstas no se llevan a efecto). El nombre técnico es “hereos”. Baste con lo dicho, es de todos sabido cuánto se explota el mal y su sintomatología en la literatura, pues con cierta frecuencia el amor cortés no logra realizarse (con lo que se vuelve trágico hasta la enfermedad —y a veces, la muerte)”.

Dolce Stil Novo

(«Dulce Estilo Nuevo»), Francesco de Sanctis denominó en el siglo XIX a un grupo de poetas italianos de la segunda mitad del siglo XIII, integrado por Guido Guinizelli, Guido Cavalcanti, Dante Alighieri, Lapo Gianni, Cino da Pistoia, Guianni Alfani y Dino Frescobaldi. La expresión proviene de la Divina Comedia de Dante, concretamente de Purgatorio, XXIV, v. 57, («Di qua dal dolce stil novo ch' i' odo») y de allí es donde el poeta florentino Bonagiunta da Lucca denomina así la obra de Dante en contraposición a la lírica trovadoresca.

Sin embargo este dulce nuevo estilo deriva de diversas fuentes, entre ellas:

La misma tradición trovadoresca, de la que toma las convenciones del amor cortés (trasfondo religioso de la experiencia amorosa, concepto de gentileza, idealización de la mujer y creencia de que el amor ejerce un influjo benéfico y ennoblecedor sobre el amante).

Los poetas más importantes de este grupo fueron la tríada compuesta por Guinizelli, Cavalcanti y Dante, que configuró el desarrollo teórico, filosófico y metafísico de la fenomenología amorosa. Desde un punto de vista formal, los metros más usados por esta escuela poética fueron el soneto, la canción y la balada, compuestos en endecasílabos y heptasílabos.

Guinizelli compuso la canción programática del movimiento, Al cor gentil ripara sempre amore.[1] Definió el amor gentil como «purificado y purificador» y considera que el amor y el corazón noble, derivado de la virtud personal, son una y la misma cosa. Según Guinizzelli, la amada estimula la disposición innata del amante para el bien absoluto y lo pone en comunicación con el amor divino.

Cavalcanti pregona su ideal de amor cristiano y neoaristotélico en su canción Donna me prega, per ch'eo voglio dire (—La— «Mujer me ruega, por esto quiero decirle»). En tal canción la idealidad y la renuncia a las realidades empíricas provocan que la dama nunca asuma una corporeidad perfilada, sino que irradie acción por medio de su belleza. El amante, entre agitaciones y angustias, se siente perseguido por los espectros del amor y de la muerte.

La Vita Nuova es la máxima expresión del sentido de Dolce Stil Novo.

Los primeros poemas de La vita nuova (c. 1293) de Dante Alighieri expresan la angustia que deriva del modelo cavalcantiano, pero en la canción Donne ch'avete intelletto d'amore («Mujeres que tenéis inteligencia del amor») se rechaza esa actitud y se prefiere el concepto de amor de Guinizelli para engarzar elementos pertenecientes al platonismo, especialmente la contemplación angélica de la amada o donna angelicata. En De Vulgari Eloquentia (1304-1307), Dante elabora sus ideas sobre el estilo, lengua, forma y metro más adecuados para valorar esencialmente la autenticidad del sentimiento poético y la dulzura y sutileza del tono.

El tema de la obra es el amor platónico de Dante por su amada Beatriz. Dante encuentra por primera vez a Beatriz a los nueve años y se enamora de ella en el acto. Vuelve a encontrarla nueve años después, a los dieciocho de edad, y compone un soneto en honor suyo. Desde ese momento, siente por Beatriz un amor platónico, y su mayor felicidad es ser saludado por ella. Sin embargo, oculta cuidadosamente el amor que tiene por Beatriz cortejando abiertamente a otra dama.[

Es difícil entender lo que este amor comprendía en realidad, pero algo sumamente importante para la cultura italiana pasaba. Era en nombre de este amor que Dante dio su impresión al Dolce stil nuovo que influenciaría a escritores y poetas a descubrir el tema del Amor, que nunca antes había sido tan acentuado. El amor por Beatriz, al parecer, era la razón de su poesía y de su vida, junto con sus pasiones políticas.

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Bibliografia:[]

1 ]Lillian von der Walde Moheno, “El amor cortés”, en “Espacio Académico” de Cemanáhuac, III: 35 (junio 1997), pp. 1-4

2 Ovidio, Ars Amatoria, ii, “Cantos de perdición”

3 Op.cit, pp. 201-203. La negación de la posibilidad del amor entre marido y mujer se repite en diversas oportunidades a lo largo del texto del capellán

4 Lillian von der Walde Moheno, “El amor cortés”, en “Espacio Académico” de Cemanáhuac, III: 35 (junio 1997), pp. 1-4

5 Denomy, A. J., “Fin' Amors: The Pure Love of the Troubadours, Its Amorality, and Possible Source”, Mediaeval Studies, 7 (1945), pp. 139-207

6 Whinnom, Keith, La poesía amatoria de la época de los Reyes Católicos, Durham: University of Durham, 1981 (Durham Modern Languages Series).

 

6 Andreas Capellanus / Andrés el Capellán, De amore / Tratado sobre el amor, introd., ed. y notas de Inés Creixell Vidal-Quadras, Barcelona: El Festín de Esopo, 1985 (Biblioteca Filológica, 4).

7. Isip

8 Dronke, Peter, Medieval Latin and the Rise of European Love-Lyric, 2nd. ed., t. I, Oxford: Oxford University Press, 1968

9 San Pedro, Diego de, Obras completas, I: “Tractado de amores de Arnalte y Lucenda”. “Sermón”, ed., introd. y notas de Keith Whinnom. Madrid: Castalia, 1973

10 Lillian von der Walde Moheno, “El amor cortés”, en “Espacio Académico” de Cemanáhuac, III: 35 (junio 1997), pp. 1-4 54).

11 Georges Duby va más allá: habla de misoginia. Lo cito: “Era un juego de hombres, y de todos los escritos que invitaban a dedicarse a él hay muy pocos que no estén marcados en profundidad por rasgos perfectamente misóginos”. (El amor en la Edad Media y otros ensayos, trad. de Ricardo Artola, Madrid: Alianza, 1990, p. 68).

12 Lillian von der Walde Moheno, “El amor cortés”, en “Espacio Académico” de Cemanáhuac, III: 35 (junio 1997), pp. 1-4

13 Andreas Capellanus / Andrés el Capellán, De amore / Tratado sobre el amor, introd., ed. y notas de Inés Creixell Vidal-Quadras, Barcelona: El Festín de Esopo, 1985 (Biblioteca Filológica, 4).

14 San Pedro, Diego de, Obras completas, I: “Tractado de amores de Arnalte y Lucenda”. “Sermón”, ed., introd. y notas de Keith Whinnom. Madrid: Castalia, 1973

15 Pedro Lombardo, Sententiorum capitulo IV

16 Santo Tomás de Aquino,Summa contra gentiles III”, 123-124

17 Lillian von der Walde Moheno, “El amor cortés”, en “Espacio Académico” de Cemanáhuac, III: 35 (junio 1997), pp. 1-4




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Enviado por:Sebastián Paco
Idioma: castellano
País: Colombia

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