Biografía


Alejandro Magno


Paideia

y circunstancias

en el carácter

Alejandro Magno
de

Alejandro Magno

Introducción

A menudo nos acercamos a distintos personajes históricos con un enfoque erróneo. Los encasillamos según sus acciones y les aplicamos criterios modernos que no existían en el pasado, que quizá no existan en el futuro. Para dar una explicación plausible de determinadas acciones de un personaje sin caer en el error de sopesar conductas ni realizar juicios de valor es necesario tener en cuenta que el hombre, pese a poseer algo ingénito e individual, es también un producto de su tiempo y de la sociedad que le ha tocado vivir; es por eso forzoso ubicarlo dentro de su tiempo, contextualizarlo. De este modo, al delimitarlo, profundizamos en el propio individuo ("yo soy yo y mis circunstancias"). Lo circunstancial revela matices que de otro modo quedarían ocultos entorpeciendo aún más la ya de por sí ardua labor de deconstrucción necesaria para "comunicar" con el pasado, para establecer un diálogo auténtico que nos permita aprehenderlo y entenderlo. Si optamos por considerar al individuo como una mera abstracción atemporal veremos tan sólo una débil imagen, una ilusión, un fantasma, compuesto de elementos inconexos sin apenas coherencia interna. Pasará por nuestras manos sin ser aprehendido, completamente inconsistente hasta el punto de que sólo nos producirá aprobación o reprobación pero jamás comprensión.

Con la intención de acercarnos más a la persona de Alejandro, en un intento de deconstrucción de lo mitificado (dentro de las posibilidades) y con la intención de resolver las posibles contradicciones internas, ha sido escrito este trabajo.

El factor macedonio.

Quizás uno de los factores que más condicionó el carácter de nuestro personaje fue el hecho mismo de ser macedonio, con todo lo que ello implica. Este hecho, por sí solo, no justifica pero si ayuda explicar algunas de las (para nuestros críticos ojos de hombres civilizados de siglo XX) tropelías, acciones cruentas, etc. por él realizadas.

Ser macedonio al igual que ser griego, era una forma de vivir. Beber sin ninguna medida era común (1) en este ambiente. Es aquí donde hay que situar la afición a la bebida de Alejandro; no se trata de que Alejandro fuese abstemio sino de que bebía tanto como podía hacerlo cualquier otro macedonio prototípico (2) en este fragmento no hay alusiones referentes a la dipsomanía de Alejandro. Si bien es cierto que hay referencias frecuentes a los banquetes, éstos van acompañados siempre de comida; y en ningún momento se le destaca como mayor bebedor que el resto de comensales. Teniendo todo esto en cuenta habría al menos que replantearse la acusación de dipsomanía formulada por tantos estudiosos para entenderla en su justa medida.

Otro punto clave a la hora de captar la esencia macedonio es su condicionante geográfica. Al igual que la de la Grecia meridional, que con su escarpada horografía favoreció el desarrollo de polis independientes y del comercio por vía marítima, así también condiciona a Macedonia su situación (al norte los Balcanes al sur Grecia). Este hecho junto a sus poco delimitadas fronteras naturales, la hacían "presa de perros y pasto de aves" tales como los ilirios, peonios, tracios y otros pueblos limítrofes que en sus incursiones actuaban de manera totalmente devastadora.

Esto implica necesariamente una actitud brutal, falta del más mínimo escrúpulo a la hora de batallar. Los macedonios buscaban la victoria no como medio de obtener tal cual objetivo económico ni por afirmarse como modelo para la Grecia (como en muchas ocasiones les sucede a los griegos). Para ellos la victoria significaba aplastar al enemigo sin conmiseración alguna. Con este panorama es de esperar que los macedonios, pese a ser considerados griegos (de ninguna otro modo puede explicarse la partición de Alejandro I en las olimpiadas) diverjan enormemente en sus planteamientos vitales: cazaban y luchaban, y desdeñaban el filosofar. Se trataba de una apuesta por el sentido práctico de la vida en el avance de lo que más tarde caracterizaría al mundo romano; es una apuesta por la práctica expeditiva más que por la reflexión racional, como queda patente en la anécdota del nudo gordiano (3). Con esta escuela no es difícil comprender los pocos miramientos que tuvo con la ciudad de Tebas donde realizó una auténtica masacre.

A diferencia de la Grecia meridional, y más en la línea de la política de Roma, era harto frecuente "la política del cuchillo"; las conjuraciones, las conspiraciones internas, y los intereses cruzados, todo este tipo de fuerzas centrífugas que amenazaban la propia cohesión interna macedonia, y que Filipo supo atenuar con una inteligente política de alianzas matrimoniales, exigían actuar con contundencia y explican la eliminación del clan de Átalo (el mismo Átalo que en la boda de Filipo con su hija Cleopatra [4] brindó por un heredero legítimo con el consiguiente acceso de cólera de Alejandro, y que propició partida de este último junto a la de su madre) y no como un acto de revanchismo, sino como una medida profiláctica y preventiva para futuras conspiraciones. Así también hay que entender las ejecuciones de Filotas, Parmenion, Calístenes etcétera. Lejos de lo comúnmente aceptado estas ejecuciones (exceptuando la de Clito el negro, de la que se arrepentiría el resto de sus días) no se realizaban sin más. En el caso de Filotas por ejemplo está atestiguado que fue juzgado y hallado culpable(5).

Quiso el destino (¿O fue su madre?) que la más grave de estas conspiraciones le golpeara de lleno: aquella que acabó con la muerte del propio padre como bien señala Manfredi "La muerte de Filipo, es un acontecimiento crucial en la vida de Alejandro: desde entonces sabe que su sino de Rey es estar siempre bajo la amenaza del magnicidio. Vio caer a su padre desde lo más alto de su gloria, rodeado de supuestos amigos a manos de sus escoltas, de su guardia personal y eso condicionó su carácter, es de explicar que actuara tan brutalmente ante cualquier indicio de conspiración" (6).

El hecho objetivo es que Pausanías asesinó a Filipo, a partir de ahí explota una traca de hipótesis de la más diversa índole; desde la versión oficial (coincidente con la de Aristóteles expresada en su "Política", que sitúa el origen en los motivos personales de un Pausanías insultado por Átalo en un banquete sino obtener defensa de Filipo por miedo ofender al poderoso clan de aquél[7]), hasta la propagandística oficial que difundió Alejandro tras su ascenso al trono, y que culpaba a los persas, aterrados ante la inminente invasión de sus territorios. Pero sin duda sobre quién recayeron todas las miradas fue sobre Olimpiade (esposa de Filipo y madre de Alejandro) e incluso sobre el propio Alejandro. La respuesta a la pregunta cui bono? nos conduce directamente a Alejandro, que se ve con la corona sobre su cabeza y a Olimpiade que venga años de afrentas (recuérdese que nunca aceptó la política de alianzas matrimoniales de Filipo) a la par que ayudaba a subir al trono a su caro hijo. Esta hipótesis debe formularse con cierta cautela obra, pues, si bien está probada la ambición política de Olimpiade, cuyos intentos por participar en el gobierno de Filipo eran de dominio público, no está probado que el joven Alejandro ambicionara el trono hasta el punto de ser capaz cometer tamaño parricidio ni sus relaciones con Filipo estaban deterioradas en el mismo grado que las de su madre.

Por un lado, las leyes macedonias no otorgaban ningún tipo de reconocimiento a la esposa del rey, no era más que una simple consorte; por otro, su influencia en Filipo era nula dado el distanciamiento objetivo entre ambos. Por ello su única posibilidad (ya que no podía cambiar su situación legal) era propiciar un cambio en el trono, en la idea de que el amor existente entre ella y su hijo le permitiría un mayor acceso al poder. El tiempo barrería sus aspiraciones. Aunque Alejandro la amaba muchísimo (no falta quien habla de un complejo de Edipo) nunca le permitió inmiscuirse en política.

El componente familiar.

Alejandro nace en el 356, hijo de Olimpia y de Filipo, y como tal, parte de su carácter está fuertemente condicionado por éstos.

Olimpia era una mujer orgullosa, apasionada, devota de los cultos orgíastico-dionisíacos, que nunca pudo entender la política de alianzas matrimoniales de su marido por lo que ya desde temprano sus relaciones con Filipo se enturbiaron sobremanera. Su sangre fría asombró a los propios macedonios, no precisamente acostumbrados a vivir en un ambiente bucólico. Así, en el 335 asesina a Europa, hija de Filipo y Cleopatra; en el 317 mata a Filipo Arrideo y a su mujer Eurídice junto con cien seguidores de Casandro. Esta princesa epirota de fuerte personalidad, además de Clito y Hefestion, fue el firme báculo donde se apoyó Alejandro en los momentos de inestabilidad que sucedieron a la muerte de su padre y hasta su consolidación como hegemón macedonio.

Filipo fue el gran estadista, sólo oscurecido por la luz de su hijo, que empezó a hacer de Macedonia un estado fuerte y poderoso, como reconoció el propio Alejandro (7) en el discurso a sus tropas en Opis. Durante el transcurso de su cautiverio en Tebas, vivió en la casa del padre de Epaminondas. Allí se acercó al modo de vida griego y fue de allí, de donde extrajo las observaciones que le permitirían modificar su ejército hasta hacerlo imbatible. "La caballería es el martillo la falta hace el yunque" solía decir, como de hecho quedó demostrado en la batalla de Queronea donde (junto a un Alejandro de 18 años) el Batallón Sagrado de los tebanos, invencible hasta momento, fue aniquilado.

Educación.

Llama la atención la escasa repercusión documental que tiene la formación educacional de Alejandro Magno. Apenas se conserva material bibliográfico que permita hacerse una idea precisa de la programación seguida por Alejandro. Tan sólo disponemos de orientaciones, esbozos sobre algunas materias, algunos tutores, y sólo en el caso de Aristóteles se es algo más conciso.

Entre los fragmentos que se conservan de los historiadores de la primera generación no hay comentarios substanciales acerca de la educación del príncipe. Marsias, compañero del príncipe en Pela, fue el primero en escribir sobre él, pero su obra "Sobre la educación Alejandro" no ha llegado hasta nuestros días (8). Este tratado que hubiese sido de gran ayuda para conocer los pormenores de su educación, debe de haber estado a disposición de historiadores posteriores, como por ejemplo Plutarco, quien si nos habla de sus tutores, ayas, pedagogos, etcétera.

Por otra parte las breves alusiones de Onesícrito de Astipalea, agrupadas bajo el equívoco título de "Pwj Alexandroj hcqh" (puede significar cómo fue educado Alejandro, pero también puede significar cómo fue guiado Alejandro [por el ejemplo de Aquiles]) (9) decepciona a todo aquel que se aproxime con el deseo de saber algo más de la discencia de Alejandro; se trata de imágenes peregrinas de Alejandro en la India, de su encuentro lo con la reina de las Amazonas etcétera, que nada tienen que ver con el objeto heurístico en cuestión.

Pese a este silencio de los historiadores de la primera generación, disponemos de valiosa información a través de la persona de Plutarco. La educación de Alejandro en sus primeros años estuvo orientada en su mayor parte al fortalecimiento físico. Como cualquier macedonio, aprendió a montar casi al mismo tiempo que a andar. Partiendo de esta premisa no puede sorprendernos la consabida anécdota de su primer encuentro con Bucéfalo (10); pese a no ser verídica, es sin duda verosímil. Remontándonos tiempo arriba, hallamos en Lanice (hermana de Clito el Negro) a la aya del pequeño Magno. A ella sucedió Leónidas. Este pariente de Olimpia le dio una educación espartana de duras condiciones de vida: poca comida, poca ropa en invierno, mucho ejercicio y severos castigos. Alejandro solía decir

que la idea de un desayuno para Leónidas era una larga marcha nocturna, y la de la cena era un desayuno ligero. Pese a lo desagradable de tal entrenamiento cimentado en la disciplina, que provocó ciertos resentimientos en el corazón del joven (recuérdese la anécdota de incienso [11]), aquellas duras jornadas de adiestramiento le sirvieron como importante preparación tanto para las guerras futuras cuanto para las largas marchas que habrían de llevarle en su periplo hasta la India. Además de ser un rápido corredor (a imagen y semejanza de su veloz Aquiles), y ejercitarse con la jabalina y la espada se dice que era un excelente tañedor de lira.

Por esta época también lo acompañaba Lisímaco, natural de Acarnania (12). Fénix, como se hacía llamar, fue introduciendo al joven en el mundo homérico, llamando a su vez Aquiles a Alejandro.

La educación Alejandro, ya en su vertiente más física, ya en la más espiritual, estuvo íntimamente ligada al concepto de areth, a "la lucha incesante por la supremacía entre los pares, la carrera por alcanzar el primer premio". El sentido último queda expreso magistralmente en la Ilíada (VI-208) " aien aristeuein kai upeirocon emmenai allwn". Todo ello supone estar educado, en palabras de Fénix a Aquiles "para ambas cosas, para pronunciar palabras y para realizar acciones" (13). Todo el ideal romántico caballeresco, caló profundamente en el corazón del joven. Así lo vemos en la ocasión en que expresa su envidia por haber tenido Aquiles un Homero que cantara sus gestas, y Anaxímenes le responde: "oh rey, también nosotros te haremos famoso"; Alejandro replica "preferiría ser un Tersites de Homero antes que vuestro Aquiles". Aquí una vez más nos encontramos ante el Alejandro apasionado que era el griego en su búsqueda de "la más alta y armonía e individualidad". A su apasionada imitación de Aquiles responden sus comportamientos más brutales y los más delicados: ¿Es Alejandro quien arrastra aún vivo a Betis, el valiente defensor de Gaza, a imagen y semejanza de Aquiles (14)? ¿Ése es el mismo Alejandro que trata con suma delicadeza a las mujeres de la familia real persa cuando son capturadas(15) ¿Acaso no es él también quien conserva intacta la casa de Píndaro y reduce a cimientos el resto de Tebas? ¿No es aquél que a la muerte de Hefestion realizó sacrificios humanos en su honor?

Hasta qué punto Alejandro se consideraba Aquiles o si, por el contrario, hábil estadista como era, comprendía el valor político de mitificarse en vida mediante acciones de este tipo, es algo que nunca sabremos a ciencia cierta.

Volviendo al tema de educación, retomamos a Alejandro en el 342 cuando contaba trece años de edad. En este año su destino va cruzarse con el que más tarde se convertiría en fundador del Liceo. 42 años tenía Aristóteles cuando le fue encomendada la tarea por Filipo (seguramente con la intención de alejar a Alejandro de las influencias maternas). Junto al muchacho, además de con otros jóvenes de la nobleza macedonia, pasó el filósofo los tres años siguientes, en Mieza (actual norte de Verria) en el templo de las ninfas. Allí permaneció Alejandro hasta ser llamado por su padre para regentar Macedonia en su ausencia.

Aristóteles, en contra de lo que pueda parecernos, en contra también de lo que sostiene Plutarco (16), no fue llamado por ser "El filósofo" (recordemos que Aristóteles no era todavía el líder indiscutible de la filosofía griega como sería más tarde [17]) sino por intereses políticos de Filipo que no ha lugar desarrollar.

Aun cuando, como ya dice en su "Política", el periodo ideal para la educación es el comprendido entre los cinco y los catorce años (18), el estagirita no iba a desperdiciar la ocasión de formar al futuro hegemón de Grecia; ya en esta época se señalaba a Macedonia como estado preeminente.

Por si esto no fuera suficiente Filipo reconstruyó la ciudad de Aristóteles en pago por sus servicios y devolvió la libertad a todos aquellos estagiritas que él mismo había convertido en esclavos.

La labor docente de Aristóteles comienza en el 342-341. Imparte a los jóvenes clases de poesía, medicina, astronomía, geometría, erística. En el caso particular Alejandro consolidó su amor a la literatura; años después guardaría una copia de la Ilíada anotada por el propio Aristóteles y que utilizaba como libro de cabecera en todas sus expediciones (19). El filósofo encendió una llama que no se apagaría con el tiempo, aun cuando sus pasos tomaran senderos bien distintos; en su estancia en Asia pediría a Arpalo (el tesorero) que les suministrara ejemplares: una antología de los tres grandes trágicos, dos volúmenes de poesía del siglo IV y una historia de Sicilia Filisto (20). Su amor por literatura queda patente en el trato deferencia concedido a la casa de Píndaro en Tebas.

En otros aspectos la influencia aristotélica no tuvo tanto éxito. Su doctrina defendía que la esclavitud era una institución natural, que los griegos eran racionalmente superiores a los bárbaros, y en este sentido exhortó a Alejandro a que fuera un líder para los griegos y un déspota para los bárbaros. Pese a los esfuerzos realizados no parece, a la vista de la política de fusión étnica (aunque con matices) que dichas ideas hayan arraigado con fuerza en el joven, al menos no como para someter a éstas sus ambiciones políticas; en este sentido la política de orientalización viene a apoyar esta propuesta. Por ello decir, como defiende Bertrand Russel, que la influencia del filósofo fue cero, parece excesivo.

Si bien las relaciones maestro-alumno se enfriaron tras la muerte de Calístenes (sobrino de Aristóteles) y no pueden seguirse hasta el fin (la correspondencia al respecto es espuria), sí que mantuvieron cierto contacto. Este hecho explica las cuarenta y ocho legislaciones de Estados diferentes que reunió el Liceo, así como el envío de ejemplares de animales exóticos durante su expedición por Asia (22).

Alejandro finalmente, tras tres años de estudios y juegos en Pela, se encamina hacia la escuela más dura de todas: la de la guerra. A los dieciséis años entra en combate por primera vez y comienza una dinámica que no abandonaría hasta su muerte.

Como si de un Alonso Quijano se tratara, y quién sabe si por haber leído demasiados libros de “caballerías”, lleva consigo dos fuertes obsesiones, las mismas dos que le acompañarían el resto de su corta pero fulgurante vida (ello ha servido al novelista Gisbert Haefs para fraguarle el poco afortunado apodo de "el James Dean de la antigüedad" [23]): por un lado el ideal aristocrático de la areth; por otro, el impulso irrefrenable por viajar, por ver mundo incansablemente siguiendo su poqoj. El uno seguramente a través de la Ilíada, a través de la Odisea el otro.

Notas:

(1)Pearson p.162.

(2)id. supr. p.54, 55.

(3)Plutarco p.54.

(4)id. supr. p.42.

(5)Pearson p.210.

(6)El país semanal p.70.

(7)Britannica p. s.v. Pausanias

(8)Guzmán Guerra-Gómez Espelosín p.81,82.

(9)Pearson p.253.

(10)id. supr. p.81-112,150,151.

(11)Plutarco p.37,38.

(12)id. supr. p.66.

(13)id. supr. p.37.

(14)Jaeger p.23. Paideia.

(15)Pearson p.10./ Nietzsche p.399(El Contrato de Homero)

(16)Plutarco p.59,60.

(17)id. supr. p.39.

(18)Jaeger p.142. Aristóteles.

(19)Marou p.138,91.

(20)Plutarco p.66.

(21)id. supr. p.40.

(22)Hamilton p.33.

(23)Quiles p.21.

(24)El país semanal p.64.

Bibliografía:

-M. Renault: Fuego del Paraíso. Grijalbo (1990).

-F.J. Gómez Epelosín: Introducción a la Grecia antigua. Alianza (1997).

-Plutarco / Diodoro Sículo: Alejandro Magno. Akal (1986).

-W. Jaeger: Paideia. FCE (1957).

-id. supr.: Aristóteles.FCE (1993).

-L. Pearson: The Lost Histories of Alexander the Great. The American Philolog. Assoc.(1960).

-El país semanal. Número 1173 Domingo 21 de Marzo de 1999.

-J.R. Hamilton: Alexander The Great. (1973).

-Droysen: Alejandro Magno. FCE (1988).

-I. Quiles: Aristóteles. Espasa Calpe (1967).

-P. Green: Alexander The Great.(1970).

-A. Vallejo Nájera: Locos egregios. Salvat (1946).

-H.I. Marou: Historia de la Educación en la Antigüedad. Akal (1985).

-F. Nietzsche: El Contrato de Homero; Consideraciones intempestivas. Obras completas tomo I. Prestigio (1970).

Soporte informático:

-Thesaurus Linguae Graecae. (1992-1995).

-Encyclopaedia Britannica.(1994).

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