Psicología
Agresores sexuales
PRÓLOGO
La Criminología Clásica se ha venido ocupando desde el último tercio del siglo XIX del estudio de las conductas criminales. Es Lombroso (1835-1909) quien comienza sus investigaciones partiendo del método empírico inductivo, basado en la observación del delincuente y de su medio. Defiende que algunas personas nacen con una tendencia innata a la delincuencia y establece una primera tipología delincuencial. Posteriormente aparecerían nuevas teorías que se opondrían frontalmente con estas ideas y permitirían el nacimiento de la Escuela Clásica de Criminología, con Beccaria a la cabeza y otros autores como Benthan o Howard.
Más tarde, en 1947; Mendelshon utiliza el vocablo “victimología” y es a partir de ahí donde se empiezan a desarrollar una serie de estudios de interacción víctima- agresor, observando a la víctima con suscitadora o facilitadora del delito. La Victimología Contemporánea ha avanzado tanto que muchos la consideran disciplina autónoma de la Criminología y se ha centrado en las acciones a favor de las víctimas, el desarrollo de medidas legislativas, sociales , policiales, etc.
Dado que ya son muchas las investigaciones que se están realizando y las medidas que se están tomando en favor de las víctimas (por supuesto nunca suficientes) y que la figura del agresor está siendo olvidada, abogo por ella. Hacer un estudio sobre la pareja criminógena me extendería demasiado, por lo que me voy a centrar en el agresor sexual a nivel general (tanto de niños como de mujeres), dejando de un lado el papel de la víctima, no por carecer por ello de la misma importancia.
Mi ocupación actual, la realización del Master en Psicología Clínica Legal y Forense de la Universidad Complutense de Madrid, me ha abierto las puertas al estudio de tan polémicos temas y me ha adentrado en un mundo apasionante y emblemático a la vez.
LOS AGRESORES SEXUALES
INTRODUCCIÓN
La agresión sexual como forma de comportamiento humano, tiene un doble componente de violencia y sexualidad en una misma conducta. Tradicionalmente se ha abordado en fenómeno desde una visión psicopatológica, considerado dentro de las perversiones o desviaciones de la conducta sexual.
Si la aproximación de Freud es más teórica que práctica, el estudio de la conducta sexual humana no se inicia hasta la obra de pioneros como Wilheim Reich La Revolución sexual y La lucha sexual de los jóvenes y, fundamentalmente, desde los años cincuenta con el inicio del estudio científico de la sexualidad humana (Kinsey, 1965; Master y Jonhson, 1970; Kaplan, 1974; Hite, 1979) y los movimientos sociales de liberación de la mujer y su corriente intelectual con autoras como Friedman, B; Beauviour, S; Sau, V., el feminismo ha enfatizado en el rol social de la agresión sexual al mantener a la mujer en una posición jerárquicamente de inferioridad respecto al hombre (Ringer y Gordon, 1981).
El sistema jurídico se encontró con un cambio social en la sexualidad y las relaciones humanas que planteaba un cambio en la clásica conceptualización de los delitos sexuales; la sexualidad libremente asumida pasa a ser un derecho de la persona (Ruiz, 1991). Desde esta perspectiva, la agresión sexual puede ser entendida como la eliminación de un derecho individual, lo que implica un castigo para el agresor.
Históricamente, la concepción de agresión sexual ha estado relacionada con los derechos de la mujer y su posición en la escala social; difícilmente se podría considerar violación una relación sexual forzada entre una sierva y su amo feudal. Incluso en una obra como De Amore de Andreas Capellanus (siglo XII) se aconseja a los clérigos la violación:
" Y si te ocurre verte presa del deseo de amar a una mujer de baja condición y puedes conseguir una ocasión propicia, ni has de contenerte sino darte al placer sin buscar otra ocasión" (Citado en Jacquart y Thomasset, 1989 pp. 102).
En España, hasta 1977 no se despenalizó en adulterio. Hasta 1063, si un marido sorprendía a su esposa en adulterio, sólo se la obligaba a estar un breve periodo fuera de su lugar de residencia, y hasta 1989 no se admitía la posibilidad de que un hombre fuera violado (Ruiz- Rico, 1991).
La aplicación de la etiqueta de violación el sexo no consentido, sólo se ha utilizado socialmente cuando el asaltante es un extraño violento, el incidente se denuncia inmediatamente y la víctima muestra una resistencia activa. El origen de la criminalización de la violación era la defensa de la propiedad sobre la mujer y, por ello existe una gran resistencia histórica a considerar que puede darse una violación dentro del matrimonio, ya que la pareja se compromete a mantener relaciones sexuales (Soria, Hernández, 1994).
CONCEPCIÓN JURÍDICA DE LA AGRESIÓN SEXUAL
Hasta fechas muy recientes, concretamente en 1989, los delitos sexuales se denominan "delitos contra la honestidad". Así las penas eran mayores si la mujer era virgen y se han considerado tradicionalmente mucho más graves las agresiones sexuales en las que hay penetración que otros abusos que pueden ser igualmente humillantes y traumatizantes para la víctima. Sólo a partir de la Ley Orgánica 3/1989 de 21 de Junio se estructuran como "delitos contra la libertad sexual" y son los siguientes: la violación, los antes llamados abusos deshonestos; el exhibicionismo obsceno ante menores de 16 años o mayores sin su consentimiento; la provocación sexual, mediante el empleo de pornografía con menores de 16 años; el estupro o acceso carnal con un mayor de 12 años aunque menor de 18, sirviéndose para ello de una relación de prevalencia o superioridad, y el rapto de una persona para atentar contra su libertad sexual. Se hallan tipificados de la siguiente forma:
" Art. 429. La violación será castigada con la pena de reclusión menor (doce años y un día a veinte años).
Comete violación el que tuviere acceso carnal con otra persona, sea por vía vaginal, anal o bucal, en cualquiera de los casos siguientes:
1.Cuando se usare fuerza o intimidación.
2. Cuando la persona se hallare privada de sentido o cuando se abusare de su enajenación.
3.Cuando fuera menor de doce años cumplidos, aunque no concurriere ninguna de las circunstancias expresadas en los dos números anteriores".
El tratamiento actual de los menores y enajenados en el Código Penal refleja el derecho a la libertad sexual al prohibir conductas sexuales con personas que se hallan en situación carente de libertad (Díez Ripollés, 1991), en este sentido, las agresiones sexuales sobre niños que no sean propiamente violaciones, encajarían mayoritariamente en el epígrafe de las agresiones sexuales, aunque también podrían hacerlo en los tipos delictivos estupro y rapto a los que antes me referí.
La delimitación del delito se estupro la encontramos en el Art. 434 del C.P. y siguientes:
Art. 434. La persona que tuviere acceso carnal con otra mayor de doce años y menor de dieciocho, prevaliéndose de su superioridad, originada por cualquier relación o situación, será castigada, como reo de estupro, con la pena de prisión menor (de seis meses y un día a seis años).
La pena se aplicará en su grado máximo cuando el delito se cometiera por ascendiente o hermano de estuprado (incesto).
Art. 435. Comete asimismo, estupro la persona que, interviniendo engaño, tuviere acceso carnal con otra mayor de doce años y menor de dieciséis. En este caso la pena será de arresto mayor (de un mes y un día a seis meses).
MITOS Y REALIDADES
En el caso de mujeres
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La agresión sexual está ligada al deseo sexual del autor. Lo cierto en que en gran parte de este tipo de delitos no aparece un objetivo sexual claramente identificable, pero sí una humillación de contenido sexual hacia la mujer. El componente fundamental de la violación no es el sexo, sino la hostilidad /poder hacia la víctima.
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Existe una provocación previa por parte de la mujer de forma directa o indirecta (ropa ajustada, minifalda, maquillaje...). La realidad es que el agresor es quien selecciona a la víctima- objetivo, no tanto por su aspecto físico- sensual (edades jóvenes...) sino por la posible utilización en el logro de sus objetivos (dependiente, obesa...).
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Los delincuentes sexuales reinciden más que los delincuentes comunes. Realmente la reincidencia es igual o menor, pero la repercusión social de los actos cometidos por reincidentes es sobredimensionada por los medios sociales. Dentro de los colectivos policiales e incluso de otros profesionales (salud mental, servicios sociales...) existe la convicción del violador ocasional/oportunista como una persona que no suele repetir las agresiones (Soria, Hernández, 1994).
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La víctima debe resistirse físicamente. Eso no es así, y al igual que en el resto de los delitos, la víctima aparece dependiente y sumisa la mayoría de veces. Socialmente, a la víctima se una agresión sexual se le exige una defensa de su integridad sexual a ultranza, mientras ello no sucede en otro tipo de delitos respecto al bien jurídico protegido (Garrido, 1989). Paralelamente a otros delitos, cuando la coacción inicial del autor es muy elevada (arma de fuego), el grado de resistencia física de la víctima se reduce al máximo.
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Las agresiones sexuales se producen entre personas desconocidas previamente. No es así, la mayoría de as víctimas conocían previamente a sus agresores: marido, amante, novio, jefe, padre, vecino o conocido en discoteca.
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Las violaciones siempre suceden en lugares oscuros y apartados. Lo cierto es que aunque una gran parte de ellas son en este tipo de lugares, también se producen en los más variados lugares y horas.
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Hay un gran volumen de denuncias falsas en los casos de violación. Esto no se ve apoyado en las estadísticas oficiales policiales. En el caso de mujeres
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En el caso de niños
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Las historias que cuentan los /as niño /as sobre abusos sexuales son fruto de su imaginación. Un niño /a no puede fantasear o inventar mentiras sobre sí mismo, si no ha tenido experiencia real con estas cosas; los objetos y los actos que no existan o no hayan existido en el medio del niño /a, tampoco aparecen en su fantasía. Si un niño /a cuenta un relato irreal, casi siempre hay un adulto detrás manipulándolo.
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Los abusos sexuales son muy infrecuentes o no existen. Debido a que la mayor parte de los casos no son denunciados, es difícil saber la verdadera magnitud del problema, por lo que se ha tenido que recurrir a los estudios basados en los testimonios que se tienen sobre la infancia para poder aproximarse más a la frecuencia real. Estos estudios ofrecen porcentajes realmente altos, en torno al 22,5 % para las mujeres y un 15,3 % para los hombres. Esto significa de una de cada cuatro mujeres y uno de cada seis hombres han recibido alguna forma de abuso sexual cuando eran niños.
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Las personas que abusan de niños presentan graves patologías mentales o perversiones sexuales. La utilización sexual de los niños es algo que resulta inconcebible por la mayoría de la sociedad. La suposición inmediata que nos hacemos es que son personas que no pueden andar muy bien de la cabeza para hacer eso. Sin embargo los estudios reflejan que las personas que cometen estos delitos son aparentemente normales.
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Las personas que abusan de niños suelen ser siempre personas marginadas social y económicamente. Las agresiones sexuales infantiles se producen en todos los grupos sociales, pero lo que se ha podido comprobar es que los agresores de clases acomodadas acuden más a relaciones bajo pago en redes de prostitución infantil en las grandes ciudades y /o en el caso del turismo sexual al Tercer Mundo. Más de 100.000 niños filipinos viven de la prostitución. Los principales clientes son turistas extranjeros.
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Los abusos son cometidos por personas desconocidas. En contra de esta opinión bastante difundida sobre el desconocido malo y secreto que atrae a los niños con bombones y caramelos, la mayoría de las veces los niños/as son víctimas por parte de adultos que pertenecen al círculo más cercano de allegados o de parientes.
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Si los abusos ocurrieran en nuestro entorno nos enteraríamos. La realidad es bien distinta ya que muchas veces el abusador se ocupa de que el niño no cuente lo ocurrido (mediante engaños o amenazas). Otras veces las personas conocedoras del hecho tienden a ocultarlo.
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Se trata de un desliz bajo los efectos del alcohol. Puede coincidir que un hombre que abuse de los niños, también tenga problemas con el alcoholismo, pero no es el causante, sino que por sus efectos deshinibidores puede facilitar el suceso.
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La sexualidad entre adultos y niños fomenta el desarrollo de la sexualidad infantil. Los niños no son personas asexuales. Como en casi todos los temas, también tienen curiosidad por los temas sexuales, pero un niño no alcanza a comprender la sexualidad adulta. Por ejemplo, un niño percibe a un adulto excitado como una amenaza.
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Los niños seducen a los adultos y son los verdaderos provocadores. Se trata de una justificación muy utilizada por los adultos que han cometido abuso sexual, liberándose así de su culpa. Sin embargo suceda lo que suceda y sea como fuere, el adulto es siempre el responsable, ya que para los niños estos actos no pueden tener el mismo resultado. Es especialmente peligrosos atribuir la responsabilidad a los menores, ya que se fomenta su culpabilidad y se dificulta la superación de los efectos negativos consecuentes a una situación de abuso.
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Si la madre de un niño se enterara de que su hijo ha sido objeto de un abuso sexual, no lo consentiría y lo comunicaría a alguien o lo denunciaría. Pero en contra de lo esperado, sobre todo si el agresor es un miembro de propia familia, bastantes madres reaccionen ocultando los hechos con el fin de retener al marido y obtener seguridad familiar (López, 1995).
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En la actualidad hay más abusos de menores que antes. No sabemos los que se daban en el pasado, aunque no eran infrecuentes, lo que ocurre es que ahora son mayormente denunciados y consecuentemente estudiados por los profesionales.
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Los abusos sexuales van casi siempre asociados a violencia física. Recurrir a ella es más bien una excepción.
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HIPÓTESIS EXPLICATIVAS SOBRE LA AGRESIÓN SEXUAL
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Factores biológicos:
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Herencia: Aunque se han superado las teorías de clasificación de los delincuentes de Lombroso y los somatotipos de Sheldon y Kretschmer, lo cierto es que los estudios sobre jurados demuestran persistentemente que los "no atractivos" son juzgados más severamente que los "atractivos".
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Neurobiología: Desde la neurobiología de la agresividad Rodríguez Delgado (1990) ha destacado que la serotonina tiene un papel inhibidor de la conducta agresiva y a una reducción de la serotonina neuronal sigue un paralelo incremento de las reacciones hostiles, la agresividad y la violencia.
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Activación sexual: Para ello se ha utilizado el pletismógrafo, que permite medir cambios en el volumen del pene con indicador de excitación a resultas de la presentación de diversos estímulos sexuales, manipulados mediante diapositivas, cintas magnetofónicas o de vídeo, o la propia autoimaginación del sujeto. Más concretamente permite conocer si los violadores son excitados en mayor o menor grado que los no- violadores por escenas de sexo forzado (Delgado, 1996). Los resultados de las investigaciones realizadas no son concluyentes. Las investigaciones más recientes (Malamuth et al.1980) dieron como resultado que ante el comienzo de escenas de sexo no consentido o violación, los no- violadores emitían respuestas de excitación sexual en igual o mayor grado que los violadores, que se mantenían si la "víctima" llegaba a ser finalmente - aunque involuntariamente - excitada por el violador. La diferencia entre ambos grupos - violadores y no- violadores- aparecía en el supuesto de que la víctima en lugar de llegar a ser excitada continuara sufriendo: cuando la víctima continuaba sufriendo disminuía el arousal de los no- violadores.
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Sexo: La mayoría son hombres y un porcentaje muy pequeño de mujeres: eran mujeres el 0,78% de personas reclusas por delitos contra la libertad sexual concretamente en Cataluña entre los años 1985/1991 (C.E.J.F.E., 1992). Es un tópico que no existen las violaciones de mujeres a hombres pero en la historia de la psicopatología forense se han descrito algunos casos desde el siglo XIX (Soria, Hernández, 1994). Es más posible la participación de la mujer como cooperadora en agresiones de grupo.
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Edad: Todos los delincuentes tienden a ser jóvenes y los agresores sexuales no son una excepción. Más de la mitad de los agresores tienen menos de 25 años y un 80% menos de 30 años (Bartoll y Bartoll, 1986; Holmes, 1989).
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Inteligencia: son realmente excepcionales las personas deficientes mentales que son acusadas de violación, pero a estas personas es relativamente más frecuente encontrarlos bien como acusados de abuso con niño, tocamientos o de exhibicionismo.
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Alcohol y Drogas: Un 50% del os delincuentes comete sus delitos bajo los efectos del alcohol y este mismo porcentaje se mantiene en la violación (Bartoll y Bartoll, 1986). El alcohol actúa como medio facilitador de la conducta desinhibida, tanto en perfiles de agresores con escasas capacidades de relación como en aquellos de características más normalizadas.
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Factores sociales y de aprendizaje:
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Proceso de socialización: La violación es una conducta social y como tal es aprendida, en el sentido de que adquieren su concepción de la relación intersexual y de la división de roles; se autodefinen como masculinos y tienen una visión negativa de las mujeres como personas dependientes y sin autonomía (Soria, Hernández, 1994).
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Competencia social: La violación se ha considerado por algunos una alternativa a la incompetencia social para lograr relaciones sexuales consentidas. Algunos agresores presentan una historia de conflicto con las mujeres y una inhabilidad para tener relaciones personales y sociales con mujeres, mientras que otros han fracasado en conseguir parejas sexuales idóneas (Homls, 1989).
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Historia sexual: En las historias sexuales de los agresores se pone de manifiesto que han fracasado en adquirir las habilidades necesarias para establecer relaciones íntimas o existe fracaso en conseguir relaciones íntimas que conducen a la soledad y a una disposición agresiva manifestada en tender a proponer a otras personas relaciones sexuales bajo amenaza. Se ha encontrado que agresores sexuales parafílicos se han educado en ambientes rígidos en los cuales no se hablaba de sexualidad y ésta era vista de forma muy represiva (Marshall, 1989).
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Factores Psicosociales: cultura y contexto social:
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Aceptación social de la violencia: Numerosos estudios admiten que uno de los mayores determinantes de la violencia contra las mujeres es que la justificación de la violencia de los hombres es normativa en nuestra cultura y que las actitudes permisivas ante la violación correlacionan positivamente con actitudes tradicionales y conservadoras hacia las mujeres (Stephenson, G.M., 1992).
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Subcultura de la violencia: Existe un gran solapamiento entre ambas poblaciones delincuenciales: delincuentes generales y sexuales. Se han encontrado que el 50% de los adolescentes condenados por agresión sexual tienen antecedentes de otros delitos (Kahan, y Chambers, 1991). Uno de cada tres agresores sexuales tiene antecedentes de otros delitos y 25% ya han sido procesados por violación (Holmes, 1989).
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Procesos de interacción social: Los déficits en habilidades sociales hetero/homosexuales facilitan la aparición de conductas de no respeto a los derechos de los otros. También se han encontrado déficits en valores prosociales en subgrupos de delincuentes sexuales.
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Factores cognitivos:
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Procesos: Albert Bandura menciona cuáles son los mecanismos por los que una persona puede autojustificar una conducta reprochable:
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Aquellos que hacen referencia a la acción: reestructuración cognitiva de la acción, autojustificación y atenuantes.
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Aquellos que hacen mención a las consecuencias: el efecto no se considera o se minimiza y a la víctima se la deshumaniza o cosifica y se la culpabiliza de la acción.
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Creencias: El mito de las "mujeres piden ser violadas" actuaría como neutralizador de las prohibiciones sociales ante la agresión a la mujer.
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Las mujeres son seductoras y provocan
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Las mujeres dicen "no" cuando quieren decir "sí".
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Muchas mujeres se relajan y disfrutan con el coito forzado, tienen la fantasía de ser violadas.
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Las "buenas chicas" no son violadas, algo habrán hecho.
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Actitudes: No se ha podido comprobar que los violadores, pese a su conducta de agresión sexual, sean, como grupo, más conservadores y negativos en sus actitudes hacia las mujeres que los no-violadores. Muchos de los violadores muestran actitudes favorables o igualitarias hacia las mujeres. Esto demuestra que las investigaciones sobre actitudes y creencias no arrojan datos concluyentes sobre la probable mediación cognitiva y actitudinal.
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Fantasía: La fantasía sexual constituye un fenómeno universal en los seres humanos y contribuye a enriquecer la sexualidad. En los agresores sexuales se han encontrado diferencias centradas en la aparición de fantasías reiteradas en las cuales se autorrepresentan en relaciones sexuales forzadas; Estas fantasías son reforzadas mediante masturbación. Una segunda fantasía es la reproducción imaginada de acontecimientos personales que han sido determinantes en el desarrollo psicosexual del agresor, como es el caso del agresor paidofílico (Soria, Hernández, 1994).
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Congruencia emocional: los agresores escogerían como víctimas a los niños, porque estos tienen para ellos un gran significado emocional y de dominación: los niños les resultan atractivos debido a su baja capacidad de dominación (relación con inmadurez, baja autoestima, agresividad, traumas infantiles, deseo de controlar la relación).
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Excitación sexual: los niños resultan sexualmente atractivos debido fundamentalmente a la experiencia personal (haber sido víctimas de abusos en su infancia, les enseña que esta actividad resulta placentera a algunos adultos y, por consiguiente, tienden a repetirla), observación de modelos que obtienen satisfacción en estas conductas (como es el caso de la pornografía infantil) o atribuciones erróneas a los niños (por ejemplo creer que los niños desean la relación sexual con los adultos).
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Bloqueo: los agresores sexuales se orientarían hacia los niños porque serían incapaces de tener relaciones sexuales satisfactorias con mujeres (u hombres) adultas. Estas dificultades se relacionan con ansiedad, incompetencia social, actitudes hacia el sexo, abandono por parte del primer amor, etc. Los niños se convierten en una alternativa sexual.
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Desinhibición: como factores que favorecen la falta de control de algunos adultos de encuentran; el abuso de alcohol y la supresión del tabú del incesto y otras distorsiones cognitivas (las caricias sexuales no son en realidad sexo, el sexo mejora la relación con un niño, la falta de resistencia física significa que el niño desea el contacto sexual, es una buena manera de instruir a los niños sobre sexo etc.), que tienen suficiente base experimental y otros como la impulsividad, el retraso mental o la senilidad.
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PSICOPATOLOGÍA Y AGRESIÓN SEXUAL
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Trastornos de la personalidad y agresión sexual
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Son más bien estables temporalmente y no meramente un conjunto de síntomas que aparecen en una situación determinada.
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Reflejen alteraciones más globales de la persona y menos circunscritas a unos síntomas concretos.
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Son egosintónicos, es decir, no molestos subjetivamente.
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Son, por todo ello, menos “cambiables”.
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Trastornos de conducta y trastorno antisocial de la personalidad (psicopatía): Muchos son los autores que se han centrado en el estudio del delincuente antisocial o clásicamente llamado psicópata, Hare (1970), por ejemplo, hace una distinción entre:
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Primario o verdadero psicópata: no necesariamente comete delitos.
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Secundario o neurótico: comete delitos por sus problemas emocionales.
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Antisocial o sociópata: aprenden la conducta antisocial y agresiva en una subcultura y ámbito familiar.
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Trastorno esquizoide de la personalidad: Caracterizado por una indiferencia hacia las relaciones personales íntimas y sociales. En estas personas la expresión emocional es restringida, frecuentemente viven de forma solitaria y con un marco muy limitado de relación. Son rasgos muy acusados, la introversión, el neuroticismo elevado, la dependencia, la inseguridad, el aislamiento y la vida al margen de la estructura sociofamiliar.
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Trastorno límite de la personalidad: Caracterizados por una inestabilidad emocional y una predisposición a actuar se forma impulsiva, arriesgada y sin considerar las consecuencias. El concepto también suele estar alterado, incluyendo la imagen de sí mismo, las expectativas personales y las preferencias sexuales. Son personas que no toleran la soledad, que son muy sensibles al rechazo y que carecen de recurso psicológicos para vivir consigo mismos sin ansiedad (Echeburúa, 1996).
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La personalidad sádica: A falta de estudios empíricos que la confirme o rechace, se incluye tentativamente otra nueva categoría provisional en el DSM- .La personalidad sádica se caracteriza por conductas crueles, humillantes y agresivas, en relación con los demás, así como por una cierta fascinación por la violencia. Se trata de personas dominantes, autoritarias, hostiles, que abusan de los demás y que disfrutan con el sufrimiento ajeno, sin sentimientos de culpa ni de ningún tipo de malestar.
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Alcoholismo y delito sexual
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Parafilias y conducta delictiva
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Como factores biológicos se han estudiado alteraciones del lóbulo temporal y niveles anormales de andrógenos, pero los resultados son poco definidos.
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Las teorías clásicas han venido del ámbito psicoanalítico y defienden que el origen estaría en las ansiedades de castración durante la fase edípica, que conducen a la sustitución de la madre por un objeto simbólico (fetichismo, travestismo), o la búsqueda de parejas sexuales "seguras" no apropiadas (pedofilia y zoofilia), o conductas sexuales "seguras" (exhibicionismo y voyerismo) (Stoller, 1975).
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Las teorías del aprendizaje y cognitivas insisten en el carácter aprendido de estas conductas. El origen se encontraría en periodos críticos de la adolescencia, cuando un alto nivel de arousal - excitación se puede asociar a un estímulo apropiado; posteriormente la conducta sexual puede ser reforzada por la excitación y mantenida por fantasías y masturbaciones (Abel y col., 1986).
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A nivel cognitivo encontramos no sólo las imágenes y fantasías sino también las creencias e ideas distorsionadas, usadas como racionalización y justificación de su comportamiento.
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Exhibición y exhibicionismo: Se refiere a varones que exponen su pene por motivación sexual frente a la conducta de ofender o escandalizar (Rooth, 1971). Es una de las parafilias en la que se muestran mas deseos de ser tratados, ya que puede darse en personas con personalidades compensadas en otras áreas para las cuales estas conductas pueden suponer un grave riesgo de ser detenidos. Las reacciones de las víctimas son las que constituyen su estimulación sexual y después de la exposición se producen masturbaciones con estas imágenes, convirtiéndose en una conducta muy difícil de extinguir, ya que resulta muy reforzante para estos sujetos.
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Sadismo y masoquismo: Las necesidades sexuales y fantasías del masoquista se centran en el hecho de ser humillado, atado, golpeado o de sufrir de cualquier manera. Mientras que las del sádico, implican actos en los que el sufrimiento psicológico o físico de la víctima es sexualmente excitante para el individuo (A.P.A., 1987).
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Fetichismo: Las necesidades sexuales y fantasías del fetichista implican el uso de objetos no vivientes (por ejemplo, ropa interior femenina), aunque en ocasiones puede utilizarlos con un compañero sexual.
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Voyerismo: Es una tendencia persistente o recurrente a mirar a personas comprometidas en una actividad sexual o íntima, como desnudarse, lo que lleva normalmente a una excitación sexual y a una masturbación, que se realiza sin que sea observado por otras personas.
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Otras parafilias:
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Frotteurismo: El frotteurista se excita con la acción o la fantasía recurrente ligadas al hecho de tocar y frotarse con una persona que no consiente. La parte excitante desde el punto de vista sexual es el hecho de tocar y no la naturaleza coercitiva del acto. Eligen fundamentalmente medios de transporte públicos.
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Necrofilia: Consiste en el contacto sexual con cadáveres, aunque es una conducta muy infrecuente y raramente detectada. Podríamos diferenciar dos tipos (Prins, 1980):
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Aquellos que realizan el acto sexual con cadáveres en los cementerios.
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Los asesinos que tienen la fantasía de realizar el acto sexual con la persona muerta (no muy diferentes de los asesinos sádicos).
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Homicidio, violencia sexual y patología:
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Trastorno por estrés postraumático (TEPT) y adicción a la violencia
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EL ABUSO SEXUAL COMO UNA FORMA DE MALTRATO INFANTIL.
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Físicas.- Cuando se usa la fuerza física en la interacción con el menor y se produce o no una lesión o daño.
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Emocionales.- Cuando se produce una destrucción o deterioro de las competencias del niño con agresiones verbales (sarcasmo, culpabilización, excesivas prohibiciones, menosprecio o insultos) continuas, o una actitud permanente negativa o de rechazo hacia el menor.
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Sexuales.- Comprende todas las agresiones sexuales en las que se usa fuerza, intimidación o prevalimiento de superioridad y actos realizados con menores de edad, que o bien ellos no comprenden o no tienen la capacidad suficiente para consentir.
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Directo:
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Contacto genital o anal entre niño o adulto.
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Penetración anal, vaginal u oral.
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Otros actos de gratificación sexual del adulto: frotteurismo, eyaculación sobre el menor, sadismo...
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Indirecto:
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Exposición de genitales.
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Producción de material pornográfico.
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Inducir a las relaciones sexuales entre menores.
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Exposición a material pornográfico.
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La autoridad.- El agresor suele ser una persona de confianza del menor y generalmente adulto o mayor que él, por lo cual suele disponer de una autoridad moral implícita. Es decir, el niño adquiere un sentimiento de autoculpabilidad si no reacciona con se espera de él.
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El secreto.- Una vez que el agresor pide al niño no lo comente con nadie, éste se le plantea otro dilema, romper el secreto significa violar una de las creencias básicas de la infancia que, además, traería consecuencias negativas para él o bien para las personas que le rodean, observándose siempre como autoculpable por la situación.
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La indefensión.- Con el paso del tiempo y fruto del miedo inducido, el niño ha aceptado la situación, al tiempo que se ve incapaz de actuar delante de ella para cambiarla, aunque pudiera (Soria y Hernández, 1994).
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A través de la narración espontánea del menor, principalmente a través de otro amigo o un adulto de confianza.
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Mediante alteraciones psicológicas: ansiedad, terrores nocturnos, fobias, depresión, hostilidad, rabia, etc. (aproximadamente un 30%) o cambios significativos en su conducta habitual: aislamiento social, delincuencia, sexualidad desinhibida, fracaso escolar, conductas de seducción, masturbación excesiva, etc. (aproximadamente un 70%).
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Tras la evaluación de signos y síntomas físicos (rotura de huesos, hematomas, infecciones venéreas, embarazo desconocido, sangrados genitales, enuresis, encopresis, diversas algias, etc.).
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Descubrimiento de la agresión cuando se investiga otro tipo de maltrato.
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Sospecha de padres, familiares u otros adultos (Jones, 1992).
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CARACTERÍSTICAS DE LOS AGRESORES SEXUALES A MENORES
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Sexo del agresor.
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Edades de los agresores.
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Relación con la víctima
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Clase social
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Estrategias a las que recurrieron
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Orientación del deseo de los agresores
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El incesto
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Experiencias de socialización: la exposición al abuso en una generación incrementa la posibilidad de aparición en la siguiente.
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Características personales de los agresores: conducta general violenta, menor autoconcepto, déficit asertivo y en recursos personales, autoritarismo, sistema de creencias y escasas habilidades para el manejo del estrés.
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Sistema familiar nuclear: falta de intimidad sexual en el matrimonio, relación marital deteriorada, familia numerosa. Aislamiento social, rigidez disfuncional y en la pareja tiene más poder en el hombre que la mujer, pudiendo ésta presentar trastornos que la incapacitan en su rol familiar.
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Fuentes de estrés identificables que pueden tomar formas crónicas o de crisis.
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El agresor paidofílico
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La evaluación psicológica en delitos sexuales
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Evaluación de la responsabilidad criminal
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Criterios psicolegales: La responsabilidad criminal hace referencia al concepto de imputabilidad. Una persona es imputable cuando tiene las capacidades propias de un hombre normal por el hecho de ser persona jurídica, es decir, que tenga 16/18 años según se determine el límite de mayoría penal y que no presente determinados déficits temporales o permanentes.
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Capacidad para conocer la naturaleza del hecho y comprender su carácter injusto o no -> CAPACIDAD VOLITÍVA.
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Capacidad para dirigir o controlar su conducta de acuerdo a dicho conocimiento -> CAPACIDAD COGNITIVA.
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Trastorno mental y responsabilidad del delincuente sexual: Para considerar que existe una disminución de la responsabilidad debe realizarse un proceso de evaluación sonde se determinen tres criterios (Shan, 1986; Hernández y Vázquez, 1991):
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Debe realizarse un diagnóstico psicopatológico ya sea temporal o permanente.
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Dicho diagnóstico supuso una alteración de las funciones "cognitivas" y "volitívas" de la persona en el momento de los hechos de autos.
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Se establece una relación de causalidad o determinación entre la alteración de las funciones y la conducta delictiva que se juzga.
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Trastorno de personalidad, especialmente trastorno antisocial de la personalidad, trastorno límite, trastorno esquizoide y trastorno esquizotípico.
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Parafilias: Exhibicionismo y Paidofilia.
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Abuso o dependencia alcohólica.
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Retraso Mental o capacidad intelectual límite.
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Demencia senil o presenil.
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Otros diagnósticos excepcionales han aparecido en la experiencia clínica: como trastornos psicóticos, síndrome de la Tourett...
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Completamente imputable -> pena completa
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Moderadamente imputable -> atenuante analógica
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Algo imputable -> eximente incompleta
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Totalmente inimputable -> eximente completa
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Evaluación orientada al tratamiento
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Análisis de la conducta/as problemas.
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Evaluación de los determinantes de la misma: motivaciones sexuales y agresiva, competencias personales y cogniciones asociadas.
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Incorporar medidas de progresión de tratamiento lo más objetivas posibles.
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Evaluación orientada a la predicción del riesgo de reincidencia
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Metodología y técnicas de evaluación
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La entrevista: Las entrevistas semiestructuradas permiten flexibilidad de aplicación al mismo tiempo que evaluar unos aspectos; se han usado tanto para planificar tratamientos como para la evaluación de la responsabilidad. La Sexual Offender Checklist (Chan Ching, 1992) se ha utilizado en servicios correccionales para planificar el tratamiento, recoge información respecto a: patología en la familia de origen (estabilidad emocional, conducta delictiva de los miembros, violencia/desviaciones sexuales y abuso o abandono), ajuste en la infancia, educación, historia laboral, ajuste social, carrera criminal, ajuste psicosexual e información de los delitos por los que se encuentra interno.
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Antecedentes familiares.
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Historia personal y curva vital.
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Historia sexual y relacional.
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Cogniciones
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Evaluación de la personalidad.
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Competencia social y adaptación.
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Análisis de la conducta problema.
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Análisis de la carrera criminal.
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Evaluación psicopatológica.
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Instrumentos de evaluación en agresores sexuales:
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Cuestionarios generales: El más usado ha sido el Inventario Multifásico de Personalidad de Minnesota (MMPI), el Inventario Clínico Multiaxial de Millon (MCMI) y otros cuestionarios aplicables como 16 -PF de Cattell o las escalas de Eysenck.
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Escalas e instrumentos específicos:
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Agresión, hostilidad:
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State- Trait Anger Scale (STAS) (Spielberg y col.; 1983).
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Buss- Durkee Hostility Index (Buss y Durkee, 1957).
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Acaptance of Interpersonal Violence (Burt, 1980).
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Agresión sexual:
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Cognición Survey (Chaplin y Quinsey, 1984; Quinsey y cols, 1987).
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Rape Myth Aceptance (Burt, 1980).
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Assesment Scale for Families with Father- Daughter Incest (Orte y Rich, 1988).
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Sexualidad
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Escala de Mitos y Falacias Sexuales (McCary, 1978; CICT, 1984).
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Historia Sexual (Annon, 1975; CITC, 1984).
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Actitudes Toward Women (Spence, Helmreich y Stapp, 1973).
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Bem Sex- Roles Inventory (B.S.R.I.) (Bem, 1974).
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Thorne, F. C. (1965): The Sex Inventory. (McMurran, 1990).
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Autoconcepto
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Social self- esteem Inventory (Lawsion, Marshall y McGrath, 1979).
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Asertividad y relación social
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Inventario de asertividad de Gambril y Richey, 1975; Fernández Ballesteros, 1983).
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Autoinformes y/o autorregistros de habilidades sociales generales.
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Habilidades sociales (hetero/homosexuales normalizadas)
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Test de juegos de roles.
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Ansiedad
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Inventario de indicadores psicofisiólogicos (Cautela, 1977, Fernández, 1983.
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Cuestionario de ansiedad estado/rasgo (Spielberg y col., 1970).
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Registros psicofisiológicos: en la sexualidad humana la mejor medida de la excitación sexual en el varón es la respuesta de erección del pene medida mediante el pletismógrafo, el cual consiste en un calibrador elástico de mercurio que transforme en señales eléctricas los cambios de la circunferencia del pene (Carrobles, 1987).
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LA INTERVENCIÓN CON AGRESORES SEXUALES
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Programas de intervención en medio cerrado
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Programas generales: Hollin (1992) menciona que las técnicas que se han utilizado de forma independientemente y con más éxito son:
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Entrenamiento en habilidades sociales.
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Autocontrol y autoinstrucción.
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Autocontrol del comportamiento agresivo.
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Juego de roles.
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Solución de problemas.
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Desarrollo moral.
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Programas específicos de tratamiento de delincuentes sexuales: los dos enfoques básicos han sido el trabajo clínico de caso único y los programas de actuación, entendidos como un plan de acción que aglutina necesidad, objetivos, actuaciones y procedimientos de evaluación dirigidos a una meta.
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Programas en medio abierto
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La conciliación víctima- delincuente: Francisca Lamott y Antonia Heidemann (1989) describen los programas de conciliación víctima- delincuente que existen en Alemania. Las autoras describen el proyecto HAMELN que trabaja con jóvenes delincuentes sexuales, especialmente violadores. La terapia consiste en la reestructuración cognitiva del delincuente a través de su confrontación con entrenadoras legas ideológicamente feministas con el objetivo de disminuir la "hostilidad contra las mujeres" y la "predisposición a la violación".
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Intervención de las redes de salud mental y servicios sociales especializados: Eisenman, R. (1991) propone que a los ex presos por delitos sexuales se les aplique la monitorización junto a tratamientos similares a los de alcohólicos anónimos, para prevenir la reincidencia; ya hay experiencias de monitorización con agresores de niños que se encuentran en libertad bajo fianza en el Estado de California.
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Tratamiento de las parafilias
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Biológicos: con los agresores parafílicos se han experimentado todo tipo de tratamientos biológicos que han demostrado una escasa eficacia si no van acompañados de intervenciones psicológicas:
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Bloqueo o reducción de los niveles plasmáticos de andrógenos mediante MPA y CPA.
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Fármacos antipsicóticos.
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La cirugía esterotáxica de las estructuras límbicas es ineficaz y produce destrucción cerebral irreversible.
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Castración quirúrgica, que no elimina la conducta sexual desviada y se plantea el abandono por criterios éticos.
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Terapia psicoanalítica y psicodinámica: se basan en la identificación y resolución de los conflictos primarios con el fin de reducir la ansiedad del individuo con parejas apropiadas y reducir sus fantasías sexuales desviadas, pero han presentado resultadas decepcionantes (Becker y Kavosussi, 1989).
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Terapias comportamentales y cognitivas: dirigida a eliminar las distorsiones cognitivas, ayudar a desarrollar activación sexual a estímulos apropiados, desarrollar habilidades sociales y asertividad junto a educación sexual específica y tratamiento, en su caso, de disfunciones sexuales si estuviesen presentes (Abel y cols., 1986).
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Prevención en delitos sexuales
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En el caso de las mujeres
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En el caso de los niños
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Programas centrados en los niños
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Seguridad personal y toma de decisiones: les enseña a discriminar situaciones que pueden entrañar riesgos y a tomar decisiones.
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Caricias: para que aprendan a distinguir entre el buen y el mal tocar.
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Asertividad: se trata de que adquieran habilidades sociales.
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Red de apoyo de la Comunidad: intentan familiarizarles con los apoyos sociales que hay en la Comunidad.
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Cambios en los conocimientos y habilidades: parece comprobado que las chicas se benefician más de estos programas que los chicos, los mayores más que los preescolares, los que son apoyados por la familia mas que cuando ésta se desentiende y que los programas más comprensivos son más efectivos que los más simples (Wurtele y Miller- Perrin, 1992; Finkelhor y Dziuba- Leatherman, 1994; Finkelhor, Asdigian y Dziuba- Leatherman, 1994).
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Cambios en la vida real: Finkelhor y sus colaboradores han realizado un estudio sobre los posibles efectos en la vida real, entrevistando a 2000 menores entre 10 y 16 años. La valoración global que los niños y los padres hacen de estos programas es claramente positiva, sobre todos los más participativos y los que conllevan colaboración de los padres. Un 40% de los niños asegura que el programa les ha ayudado en la vida real.
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Programas de prevención con padres
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Programas de prevención con otros profesionales.
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Programas de prevención en la Comunidad y la sociedad en general
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Definir claramente cuales son las necesidades y derechos del niño, protegiéndolas mediante leyes.
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Necesidades (alimentación, higiene, salud, actividad física, etc.)
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Carencias y riesgos más frecuentes
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Factores protectores
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Lugar de los abusos
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Asistencia, prevención y servicios de la comunidad
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Derechos (a la sexualidad y a ser respetados por los adultos).
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Afrontar otros problemas sociales de fondo.
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Desarrollar una cultura de respeto y de no violencia
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Desarrollar una cultura sexofílica (visión positiva de la sexualidad).
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Elaborar leyes de protección de la infancia
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Consensuar un código ético de los medios de comunicación.
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Realizar campañas específicas (contra las falsas creencias, explicando las dimensiones del problema, describiendo las estrategias de los agresores, etc.).
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Crear teléfonos y centros de ayuda
Estudios con gemelos homocigotos y adoptados, indican que la herencia es un factor importante en la génesis de la delincuencia, pero no es el único (Gomà, 1987).
También se ha encontrado una relación entre el funcionamiento del sistema monoaminérgico cerebral, la actividad de su neurorregulador como la monoaminoxidasa y las hormonas gonadales con los rasgos de sociabilidad, búsqueda de sensaciones, dominancia, agresividad y conducta sexual (Aluja, 1991).
Solo se han podido observar conductas violentas en aquellos retrasados mentales que tienen problemas psicopatológicos asociados, especialmente trastornos de conducta de tipo agresivo (Soria, Hernández, 1994).
Es un hecho que en el abuso infantil un porcentaje considerable de los agresores admite haber sufrido antecedentes en su infancia, por lo que se ha hablado de transmisión familiar. Se han encontrado diferencias con los delincuentes sexuales donde se evidencian varios problemas en sus relaciones con su familia y fruto de iguales: reflejan un mayor grado de ansiedad, aislamiento social, mientras que en la relación familiar se observa malestar y poca comunicación positiva con las madres (Blaske y col. , 1989).
Se han encontrado en un 50% de violadores y un 45% de abusadores infantiles déficits de asertividad o capacidad de dar a conocer, de forma apropiada, a otros sus emociones y sus deseos (Abel y cols. , 1986).
En la agresión infantil también nos encontraremos, posteriormente, unos conceptos equivocados sobre qué es un niño y cuáles son sus derechos.
Lo cierto es que en los violadores su empatía, entendida como capacidad de sufrir con o ponerse en el lugar del otro, es muy limitada y siempre tienden a justificar su acción bien negando la existencia de la misma o culpabilizando a la víctima de la acción.
Algunos conceptos erróneos acerca de las mujeres y autojustificaciones son (Bartoll y Bartoll, 1986, Scully y Marolla, 1984):
El estereotipo social de que sólo es violación cuando se produce agresión física, nos lo encontramos también en los agresores que niegan la violación ya que no usaron la violencia física con la víctima.
En el caso de los abusos sexuales a niños, que indudablemente tiene otras connotaciones diferentes de la violación, se han requerido otras explicaciones: Finkelhor (1986) propuso un modelo explicativo que incluye cuatro procesos complementarios que actuarían en combinaciones diversas para propiciar el interés sexual sobre los niños:
Los trastornos de personalidad no son propiamente enfermedades mentales, se diferencian básicamente en cuatro aspectos (Vázquez, Ring y Avia, 1990):
De hecho, el diagnóstico de psicopatía o de T.A.P. es uno de los más frecuentes en agresores sexuales y el mas frecuente en los delincuentes en general. Es habitual encontrar en delincuentes sexuales adolescentes un patrón de conducta con poco control de impulsos y de conducta antisocial general (Soria y Hernández, 1994). Se caracterizan por ser personas extravertidas e inestables emocionalmente, hostiles, rebeldes y con ausencia de conductas emocionales de miedo ante el castigo y las situaciones arriesgadas, así como por los comportamientos impulsivos, la baja tolerancia a la frustración y la dificultad para la demora del reforzamiento. Su estilo cognitivo se caracteriza por la pobreza de planificación y juicio y por la tendencia a proyectar culpas en los otros sin asumir los propios errores (Echeburúa, 1996).
El diagnóstico de psicopatía es fácil encontrarlo en los violadores impulsivos y oportunistas que frecuentemente cometen la agresión en el transcurso de otro delito como el robo sin elegir a la víctima (Soria, Hernández, 1994).
La dinámica del hecho delictivo se establece en el déficit de habilidad social de estas personas, con motivación compensatoria y en situaciones de agresión oportunista.
La motivación delictiva de estos trastornos se basa en una búsqueda de la autoafirmación, compensando sus dudas con una conducta "masculina" estereotipada.
Desde una perspectiva forense, debemos distinguir entre abuso alcohólico (intoxicación) y la agresión sexual de los alcohólicos, donde encontramos unos mayores índices de trastornos asociados. El alcoholismo severo se relaciona más con abuso intrafamiliar que con violación (Soria, Hernández, 1994).
En las patologías sexuales hay que distinguir entre los trastornos de la identidad sexual (transexualismo y travestismo no fetichista), las disfunciones de la ejecución sexual (trastornos del deseo inhibido, del orgasmo, y del dolor) y los trastornos de la inclinación sexual o parafilias.
La parafilia se caracteriza por actos o fantasías sexuales intensas o recurrentes que suponen la presencia de objetos no humanos o de parejas que no consienten (se suponen tan recurrentes, que se convierten en medios casi únicos de excitación o interfieren en la vida de la persona).
Numerosas teorías han tratado de encontrar la causa de estos tipos de trastornos:
Los exhibicionistas presentan distorsiones cognitivas que autojustifican su conducta; pueden estar referidas a su pene_ "mi pene es diferente y otros tienen que verlo"... _ o al efecto que puede producir su conducta en la víctima _ "la mujer espera tener una relación conmigo" _(Abel y cols., 1986). Seleccionan sus víctimas en función de determinados estímulos (edad, apariencia...), casi siempre no la conoce previamente y no vuelven a victimizarla posteriormente. La mayor frecuencia se produce entre agresores de 15 a 30 años para volver a aumentar la incidencia en perdonas con demencias.
El patrón general de personalidad de los exhibicionistas es la: timidez, introversión, reserva, pasividad, y poco autocontrol (Prins, 1980).
Los estudios tienden a demostrar que los homicidas sádicos desarrollan su desviación sexual gradualmente a lo largo del tiempo, desde delitos poco graves hasta la muerte de la víctima, que es la etapa final (Simonsen, 1989). El sádico presenta autojustificaciones y creencias irracionales como las siguientes (Abel y cols., 1986): su disfrute sexual es lo más importante, el miedo le resulta erótico, se puede agredir a una mujer si es alcohólica, prostituta o de clase baja y considera que el daño que produce no es muy grave.
Normalmente, se producen en la propia casa y no supone interferencias en la vida de los otros ni, lógicamente, con la ley, excepto cuando realizan robos de ropa femenina para usarlos en sus prácticas.
Una creencia irracional propia de estos sujetos es que la mujer también disfruta por lo que podría acabar en una relación sexual (Abel y cols., 1986).
La dinámica del homicidio relacionado con la agresión sexual ya fue establecida por Lemp, R. (1977); la muerte puede producirse cuando el autor no puede conseguir sus fines sin matar a la víctima, cuando tras haberla violado intenta eliminar al testigo de su acción y, en casos especiales, cuando se produce un asesinato sádico cuya motivación es sexual.
El violador sistemático raramente asesina a sus víctimas ya que su objetivo es el dominio y la relación sexual forzada y la espiral de violaciones "exitosas" (sin ser detenido) le resulta muy reforzante y sólo asesinan a las víctimas aquellos violadores- homicidas cuya motivación es fundamentalmente violenta. Sin embargo, el violador impulsivo es el que nos encontramos más frecuentemente en los asesinatos de mujeres violadas; realiza el acto sin planificación y por motivaciones circunstanciales, una vez realizado se vuelve consciente de lo que ha hecho y teme las consecuencias, por ello intenta eliminar a la mejor prueba: el testigo.
Los asesinatos sádicos se diferencian del resto de los homicidios por la destructividad, la falta de compasión hacia el otro y la asociación sexualidad- violencia; su orgasmo puede producirse de forma espontánea mientras comenten la agresión o mediante masturbación después de presenciar su "creación" (Soria y Hernández,1994).
Suelen ser personas introvertidas, tímidas y que, sin embargo, tienen una vida organizada y establecida, pero sus relaciones sexuales o han sido escasas o se han caracterizado por la falta de intimidad. La relación con sus padres ha sido problemática; madre ambivalente y padre ausente o muy estricto. Tiene fantasías bizarras, se interesan por la literatura violenta y la pornografía, les apasionan los temas de genocidio- nazismo, películas de terror y coleccionan toda una parafernalia como cuchillos, armas, trajes, libros, películas (Prims, 1980).
Hodge (1992) pretende dar explicación a mucho hechos delictivos desde su teoría de la adicción a la violencia. Destaca en su tesis la creciente investigación que relaciona este trastorno con un incremento notable de la violencia. Collins y Bailey (1990), con una muestra de 1140 presos en el estado de Carolina del Norte hallaron 26 sujetos con TEPT, además de 795 que mostraban uno o más síntomas del mismo. En su investigación encontraron que los delincuentes con DEPT tenían una mayor probabilidad que los que no presentaban esta condición de haber sido condenados por delitos de homicidio, asalto o violación (probabilidad de 4.6 veces más), de tener una historia anterior de arrestos por estos mismos delitos, y de tener un arresto de violencia en el periodo de un año antes de ingresar en prisión (probabilidad de 6.7 veces más). Hodge propone que puede haber una conexión entre TEPT y la psicopatía a través de los efectos del maltrato en la infancia. Se ha establecido que las personas diagnosticadas como psicópatas tienen antecedentes de separación, peleas familiares y abandono. El mantenimiento de la violencia a lo largo del crecimiento del sujeto psicópata se produce mediante un proceso de adicción a través de la búsqueda reiterada de una experiencia subjetiva (papel motivador de determinados estados de emoción) jugando un papel de primer orden en la conducta criminal, incluyendo el asesinato en serie y la delincuencia.
Un reciente trabajo realizado por Greswell (1991) con asesinos múltiples y sexuales, confirma que estas personas muestran conductas y fantasías características del proceso adictivo (Garrido, 1996).
La literatura científica sobre el maltrato infantil ha considerado los abusos sexuales como una forma de maltrato, aunque en ocasiones es difícil saber donde enmarcarlos puesto que los abusos provocan en algunos casos consecuencias físicas, emocionales y sociales. Podemos distinguir tres tipos de agresiones a menores (Stiht, S.M., William, M.B. y Rosen, K.1990):
Por acto sexual entendemos:
El maltrato infantil no se trata de un hecho aislado, sino que se configura cono el conjunto de acciones u omisiones que se producen de forma habitual que impiden los derechos del niño a la protección, condiciones de vida, educación y apoyo adecuado.
La coacción física no parece ser el elemento clave en la ASM, pero sí la psicológica. Ésta se establece en función de tres polos:
El abuso sexual es más común de lo que generalmente se piensa y sólo un 2% del abuso intrafamiliar el 6% del extrafamiliar es denunciado a la policía (Koss, 1983).
Como ya he comentado anteriormente, hay agresiones que no se comunican o denuncian nunca, no obstante, en caso de llevarse a cabo, pueden presentarse de cinco formas diferentes principalmente:
La mayoría de los agresores son varones (86,6%), aunque existe un porcentaje importante de mujeres (13,9%) (López y otros, 1994). En los casos en que una mujer aparece como agresora, es frecuente que se trate de un tipo de abuso difícil de catalogar. En efecto, el caso más frecuente que nosotros hemos encontrado es el de adolescentes que tienen relaciones sexuales con mujeres adultas, con su propio consentimiento (Soria y Hernández, 1994).
Generalmente, los agresores eligen víctimas del otro sexo: del total de agresores varones el 68,04% abusaron de niñas y el 31,96% de niños, en tanto que del total de agresoras mujeres el 91,1% abusaron de niños y el 8,9% abusó de niñas.
Se observa que el porcentaje de abusos homosexuales es mayor e importante en el caso de agresores varones.
El sexo del agresor está relacionado con las conductas que éste pone en juego durante el abuso: los varones practican con más frecuencia el exhibicionismo, mientras las mujeres recurren más al sexo oral y a la masturbación.
La mayor parte de los agresores son adultos de mediana edad. Pero la edad del agresor es suficientemente variable como para que no podamos hablar de "un determinado tipo" de agresor (López, F., 1995).
Lo cierto y lo que es tremendamente preocupante es que los diversos estudios realizados (Groth, Abel y otros) reflejan un alto número de adolescentes agresores. Estos estudios demuestran que los programas de intervención, no solo deben ir dirigidos a los adolescentes como posibles víctimas, sino también como posibles agresores.
El abusador infantil, normalmente conoce a los niños; según Koss (1983) sólo el 15% de los abusadores infantiles eran desconocidos de la víctima. A pesar de esto, los agresores pueden tener muy diversas relaciones con las víctimas.
En el medio urbano son más frecuentes los abusos de los desconocidos, porque hay más situaciones de hacinamiento y el anonimato está mucho más extendido. Por tanto es lógico pensar que en el medio rural los abusos a los niños sean por personas conocidas puesto que es con éstas con las que los niños mantienen relación (López, 1995).
Los agresores infantiles se producen en todos los grupos sociales, pero lo cierto es que los agresores de clases acomodadas acuden más a relaciones bajo pago en redes de prostitución infantil de las grandes ciudades y/o el turismo sexual hacia los países del sudeste asiático.
Las estrategias empleadas, según la descripción hecha por las víctimas, son siempre de persuasión y de engaño, logrando sorprender a la víctima que inicialmente no sabe que es lo que el adulto pretende. El recurso de la violencia es poco frecuente (López, 1995).
Sólo una minoría de adultos es parafílico. La mayoría de los adultos que abusan de los niños comparte la atracción hacia éstos con la atracción hacia los adultos. Tanto homosexuales como heterosexuales pueden sentirse inclinados a realizar conductas sexuales con niños y llevarlas a cabo efectivamente (López, 1995).
El tabú del incesto se ha encontrado en todas las sociedades conocidas; aunque difiere en su consideración de pecaminoso y en el horror que produce, siempre está prohibido dentro de la familia nuclear (Mair, 1965).
Los agresores incestuosos normalmente son padres, en segundo lugar tíos y más excepcionalmente son madres.
Existen una serie de vulnerabilidades que aumentan la probabilidad de ocurrencia de la agresión sexual intrafamiliar (Sthit, William y Rosen, 1990):
No está demostrada la relación con una psicopatología pero cuando ésta se da en el incesto, los diagnósticos más frecuentes son personalidades rígidas o paranoides, deficientes mentales, graves deterioros alcohólicos y/o con orientación parafílica (Soria, Hernández, 1995).
Los agresores paidofílicos son aquellos que presentan necesidades sexuales recurrentes y fantasías sexualmente excitantes que implican actividad sexual con niños en personas mayores de dieciséis años y cinco años mayor que el niño (Soria y Hernández, 1994).
Existe una proporción mayor entre las agresiones heterosexuales frente a las homosexuales.
El paidofílico suele estar integrado socialmente y no presenta otros problemas emocionales. Asociada a su paidofília es excepcional encontrar otras patologías; las más usuales son los deterioros cerebrales, deficiencias intelectuales y alcoholismo.
Durante su infancia/ adolescencia participan en juegos sexuales con compañeros de su misma edad; estas escenas son recordadas vivamente a veces asociadas a poderosos estímulos: excitación sexual, miedo al descubrimiento y el castigo por los adultos. Posteriormente sus primeras experiencias heterosexuales son insatisfactorias, acuden de forma reiterada a la fantasía reproduciendo las mencionadas escenas y que es reforzada por masturbación. Más tarde, no desarrollan relaciones adultas y cuando las establecen carecen de intimidad por lo que vuelven a elegir a niños para sus relaciones sexuales (Soria y Hernández, 1994).
Antes de empezar a desarrollar este punto, quisiera comentar un hecho que llama la atención: en el ámbito forense nadie puede decir que ha hablado con un violador o con un asesino o con un ladrón, pero sí que ha podido entrevistar a numerosas personas que han violado, asesinado o robado. Es de suma importancia comprender la dificultad que entraña una evaluación de estos delincuentes, ya que las consecuencias que estos delitos pueden acarrear legalmente, predisponen al sujeto a 1) negar los hechos rotundamente, no reconociéndose autor del delito ó 2) simular una enfermedad o anomalía psíquica que atenúe o exima su correspondiente pena.
Este tipo de evaluación en delincuentes sexuales tiene un gran impacto tanto en el acusado como en la sociedad. Mientras que para el acusado determinará la pena que va a sufrir o su sustitución por una medida terapéutica, para la sociedad implica una modulación de su política criminal respecto al problema social de la delincuencia.
La imputabilidad tiene dos requisitos:
Aunque los diagnósticos psicopatológicos son excepcionales en personas acusadas de agresiones sexuales, podemos considerar los más probables los siguientes (West, 1987):
En las alteraciones que afectan a la capacidad cognitiva, como retrasos mentales y demencias, han de valorarse su grado y cómo afectan a la comprensión del hecho o la distinción entre el bien o el mal. De las demencias en el ámbito forense, se observa como periodos iniciales son críticos desde el punto de vista legal, ya que es cuando presentan cambios en la personalidad previa y conductas deshinibídas de tipo sexual.
En las parafilias, la defensa por "insania mental" está basada en el elemento volitivo.
En función de la determinación de la responsabilidad criminal del individuo agresor se establecerán los correspondientes grados de imputabilidad:
En el caso de no considerar a una persona completamente imputable por “insania mental” se procederá a la aplicación de la Medida de Seguridad correspondiente, que suele ser el ingreso en un establecimiento adecuado para el tratamiento del individuo
Un tratamiento no puede realizarse de forma involuntaria pero, en este contexto, la voluntariedad está muy mediada por las consecuencias judiciales y sociales de estas conductas. Por ello, una de las variables previas determinantes es la admisión o no de la agresión sexual, que modula la interpretación de los resultados de técnicas como los autoinformes (Hall, 1988).
Una evaluación centrada en el tratamiento ha de incluir, al menos, tres elementos:
La utilización de técnicas psicosociales para la predicción de la peligrosidad de la delincuencia es muy criticada por los problemas éticos que plantean tanto los falsos positivos como los negativos y la manipulación de los psicólogos y psiquiatras como mecanismo de control social (Monahan, 1982).
En materia de delincuencia, hoy por hoy es imposible hacer predicciones exactas sobre el comportamiento futuro de las personas. En el sistema penitenciario español, se asumen ciertos riesgos cuando se conceden permisos penitenciarios a los delincuentes encarcelados o cuando se les traslada a régimen abierto. Pero no debemos olvidar que estas salidas tienen múltiples efectos positivos: en sí mismas suponen una humanización del sistema carcelario; permiten a los encarcelados un cierto reencuentro con la sociedad a la que tendrán que volver próximamente; renueva sus vínculos familiares y sociales; les ofrece la oportunidad de localizar un trabajo para su vuelta, etc. En España se ha comprobado que entre quienes acceden al régimen abierto existe después una muy inferior proporción de reincidentes (Redondo, 1996).
Los indicadores de riesgo de incidencia son: gravedad de la conducta previa, historia criminal, conducta en prisión, apoyo social, posibilidad de reinserción laboral, antecedentes de trastorno mental y abuso de drogas.
Las entrevistas clínicas sirven para distinguir los problemas situacionales de los rasgos de personalidad.
Podemos considerar que alguno apartados a evaluar mediante entrevista son los siguientes (Vázquez y Hernández, 1993):
El uso del pletismógrafo no es independiente de la voluntariedad del sujeto, ya que se han demostrado ciertas dificultades con aquellos acusados que niegan el delito, un 58% de jóvenes que negaban el delito no respondieron a los estímulos del pletismógrafo (Becker y col, 1992).
La imagen social del delito y delincuente sexual se encuentra muy distorsionada por el efecto de los medios de comunicación y las visiones reduccionistas del problema. Los agresores son vistos como degenerados, animales, monstruos, etc. y que son imposibles de ser tratados (Soria, Hernández, 1994).
Me voy a centrar en el tratamiento de aquellos agresores sexuales que no presentan especiales trastornos psicopatológicos excepto las parafilias.
Los resultados con agresores sexuales han demostrado ser efectivos con abusadores infantiles, el incesto y con exhibicionistas, pero aparentemente no con violadores. Algunos autores informan que con agresores sexuales sometidos a tratamiento voluntario mediante técnicas conductuales cognitivas tienen una efectividad del 82%, siendo mayor la reincidencia en paidófilos homosexuales y menor en violadores y abusadores infantiles intrafamiliares (Abel y cols. ,1986).
Las estrategias cognitivas se basan en el análisis de que numerosos delincuentes presentan déficits en la adquisición de destrezas cognitivas (Redondo, 1992) como: autocontrol, pensamiento abstracto, pensamiento creativo, empatía, valores prosociales, estrategias de solución de problemas y locus de control.
En los programas comunitarios versus institucionales se ha encontrado que los tratamientos comunitarios de adolescentes agresores sexuales son más eficaces que el ingreso en instituciones penitenciarias, pero hay diferencias en ambas poblaciones ya que los ingresados en prisión tienen más antecedentes delictivos previos y éste es el mayor indicador de reincidencia (Kahn, T. Y Chambers,H. 1991).
Ejemplos de estos programas son el Oak Ridge en Ontario (Canada) y las experiencias británicas en Gales e Inglaterra desde junio de 1991.
Nicholson y Cowburn (1990) describen un programa de intervención basado en cursos desde la comunidad y organizados por el Nottinghamshire Probation Service dirigido a agresores sexuales con sentencias largas y potencialmente peligrosos.
Otros servicios de libertad a prueba como el Avon Probation Service han utilizado grupos - Berkeley Group - terapéuticos como método de tratamiento, pero los resultados informados de diez años de funcionamientos son ambiguos respecto a la efectividad de estas terapias (Cook, y col, 1991).
Tradicionalmente se ha encontrado grandes dificultades en el tratamiento de algunas parafilias como la paidofilia (Prims, 1980). Marshall y col. (1991) concluyen que los programas amplios cognitivo /conductuales y los programas que utilizan antiandrógenos en conjunción con tratamiento psicológico han demostrado una mayor efectividad especialmente con agresores a niños y exhibicionistas, no así con violadores donde los tratamientos han sido menos eficaces.
Podemos distinguir las medidas dirigidas a la población general o programas de prevención de la agresión sexual de tipo primario que pueden realizarse desde los medios de comunicación o desde la educación primaria y como afirma Garrido (1984), deberían incluir una mayor información social de la agresión sexual, desvelando los mitos y creencias erróneas e incluyendo una intervención de cambio de las actitudes (hacia la mujer y favorables a la violencia) que se manifiestan como el elemento más relevante en la génesis de estos delitos.
Existen otras pautas de intervención dirigidas a reducir el riesgo de asalto sexual, aumentando la probabilidad de detección del delincuente que interviene en medio abierto: vigilancia formal e informal, uso de registros vídeo y uso del diseño ambiental preventivo (iluminación, espacio y transportes), o modificando las pautas de conducta de víctimas centrándoles en habilidades de autodefensa o asertividad.
El último nivel de intervención se dirigiría a evitar la reincidencia mediante la aplicación de programas de tratamiento como los descritos anteriormente.
Cuando se empezó a saber con seguridad que los abusos sexuales de menores eran tan frecuentes, las organizaciones feministas reaccionaron inmediatamente e incluyeron en sus intervenciones esta problemática. Desde entonces se han ido desarrollando algunos programas, que cada vez se han ido haciendo más específicos. Uno de los programas más extendido es el Talking about Touching. Sus contenidos se dividen en cuatro partes:
Los efectos que se han encontrado en estos programas son:
En relación al tipo de educador, puede decirse que los profesores entrenados son tan efectivos como los especialistas. Estas mejora se mantienen después de varios meses y unos años después de haber participado en el programa.
Los niños que han participado en programas más comprensivos, mejoran o aumentan: su nivel de conocimientos sobre el campo, su sentimiento de autoeficacia y seguridad, sus habilidades para afrontar estos problemas, la posibilidad de comunicar un abuso, etc.
Los contenidos específicos de estos programas deben incluir: informaciones esenciales sobre los abusos, estrategias para realizar tareas con los niños para que deje de ser un tema tabú, trabajar sobre el rol protector de los padres, enseñarles cuales son los indicadores de abusos para que puedan identificar este tipo de situaciones. Entre los aprendizajes más importantes que tienen que tener estos padres, está el reaccionar adecuadamente cuando sus hijos o los de otros comunican que han sufrido abusos (creer al niño, recibir la comunicación inmediatamente, elementos de la escucha activa, decirle que no es culpable, darle la seguridad de que no le pasará nada, etc.) y el conocimiento de los recursos sociales para responder a estas situaciones.
Todos los profesionales que tienen algún contacto con los niños en su trabajo, deberían recibir formación sobre los abusos sexuales: profesores, médicos, psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, abogados, jueces y fiscales, educadores de calle, policías, etc.
Todos ellos tienen además la obligación legal de denunciar los casos de abusos sexuales que puedan detectar o que le sean comunicados; y también de hacer lo posible por proteger a la infancia.
En líneas generales los programas de formación de profesionales deberían contener conocimientos básicos sobre los abusos sexuales, los indicadores de abusos, la respuesta adecuada a las confidencias o denuncias de abusos, los factores de riesgo implicados, los procedimientos educativos, de intervención social, terapéuticos o penales propios de su rol y que aprendan a desarrollar programas de intervención con estos niños.
Solo una acción conjunta y coordinada de la sociedad puede conseguir que los niños tenga satisfechas sus necesidades y no corran riesgos injustificados.
Las medidas necesarias para que haya unas condiciones sociales básicas que permitan a la familia y a la escuela ejercer adecuadamente su rol son:
CONCLUSIONES
No cabe duda de que algunos usos que se pueden hacer de la sexualidad no son en modo alguno aceptables. Cualquier relación sexual desequilibrada, en la cual una de las dos partes no han dado voluntariamente su consentimiento, o no pueden darlo, nunca puede ser aceptable. El abuso sexual a menores es un acto de violencia en contra del niño o niña, aún cuando las opiniones difieran hasta que punto los actos sexuales, que van desde caricias, besos, palpaciones o el coito consumado, constituyen actos de violencia. Tampoco se puede aceptar que la especial vulnerabilidad de algunas mujeres permita que muchos hombres se autoimpongan unos derechos que no les corresponden y violen o maltraten física y/ó psicológicamente a estas mujeres.
Como en todo tema tabú, se han creado numerosos estereotipos muy difundidos en nuestra sociedad, que contribuyen a ocultar el problema. Los medios de comunicación, la opinión pública, la forma de educación, determina y conservan estos prejuicios. Pero no es solo con respecto a las posibles víctimas de estos deleznables hechos entorno a los cuales se están confabulando una serie de mitos y falsas realidades; también los agresores emprenden un duro proceso de estigmatización en el momento en que son detenidos como presuntos autores del hecho. La percepción social del delito, en cuanto a las causas de delincuencia, el perfil del agresor y la percepción de las penas legales, ha contribuido a la constitución de unos estereotipos de los agresores sexuales que justifican las posturas retribucionistas (visión de la pena como castigo) como única alternativa social a estos delitos.
Por mucho que nos pese, no debemos caer en el reduccionismo de considerar a los delincuentes sexuales como degenerados imposibles de ser tratados. Aunque el riesgo que implica el tratamiento de los agresores sexuales, por el impacto social de sus crímenes sea alto, no debemos olvidar que deben gozar de los mismos derechos y medidas de reinserción que el resto de población reclusa. Así mismo debemos dirigir nuestros esfuerzos a la investigación de nuevas formas de intervención que posibiliten la rehabilitación del agresor y garanticen la no reincidencia de los mismos.
BIBLIOGRAFÍA:
Soria, M.A.; Hernández, J.A. (1994) “El agresor sexual y la víctima”. Ed. Marcombo, Barcelona.
López, F. (1995) “Prevención de los abusos sexuales a menores: educación sexual”. Ed. Amaru, Salamanca.
Echeburúa, E. (1996) “Personalidades violentas”. Ed. Pirámide, Madrid.
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Enviado por: | Milagros Del Campo Cámara |
Idioma: | castellano |
País: | España |