Mitología


Venus


ÍNDICE

1-Introducción (razones de porque he escogido esta divinidad)………Pág.3

2-Historia de Venus…………………………………….………….Pág.4-5

3-Árbol genealógico………………………………………………....Pág.6

4-Relación con otras divinidades…………………………………Pág.7-10

5-Atributos, aspecto y simbología…………………………………..Pág.11

6-Papel en la guerra de Troya…………………………….……...Pág.12-13

7- Conclusión…………………………………………………..…...Pág.14

8-Bibliografía………………………………………………….…….Pág.15

1-Razones de porque he escogido Venus:

Las razones porque la he escogido es que me ha parecido interesante ya que, según Homer, fue una de las causantes de la guerra de Troya.

También porque quería saber un poco más de quién fue ella, qué hizo, su papel en la mitología, los dioses con quién se relacionaba, sus atributos y simbología, su árbol genealógico, de dónde venía,…etc.

Espero que este trabajo me ayude a saber y entender un poco más sobre la compleja mitología greco-romana.

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2-Historia de Venus

Allá, a lo lejos del horizonte, ¿no distinguís una inmensa concha marina bogando por las azules olas del Mediterráneo? Mirad como el sol hace brillar sus contornos originalmente adornados por la blanca espuma. Mecida dulcemente por el suave céfiro perfumado, va acercándose lentamente hacia la orilla de Chipre; choca con ella y se abre milagrosamente. Una preciosa criatura, de una belleza sin igual, aparece a vuestros ojos. Asistís al nacimiento de Venus Anadiómene (que significa aparecida fuera del agua)

Las Horas, hijas de Júpiter y de Temis, diosa de la Justicia, van a recibirla, compartiéndose el placer y el honor de enseñarle todo su saber y toda su experiencia. Le enseñan la gracia y la sencillez, la instruyen sin pedantería y la educan con una delicadeza y una distinción ejemplares. Venus, además, no necesita lección alguna en materia de coquetería y arte de embellecer, porque, afortunadamente, la Naturaleza avíale prodigado inmensa gracias. Con unas cuantas flores por adorno tenía bastante para avivarla luminosa blancura de su cuerpo inmaculado; en sus cabellos, de un oro incomparable, colocará una corona de rosas y de mirtos cuyos pétalos realzarán el divino nácar de sus espaldas impecables. Venus no olvidará su misterioso cinturón que había de hacer irresistibles sus atractivos.

Nada le falta, pues, para ser presentada a la celeste Corte.

Acompañada de las gracias y sentada en un hermoso carro tirado por blancas palomas llegó al Olimpo, donde su aparición causó extraordinario embeleso. Hízosele una recepción entusiasta. Pero, en honor a la verdad, debemos confesar que un significativo mohín deformó ligeramente los bellos labios de las otras diosas. En realidad, Venus se les aparecía como una temible competidora.

Quien estaba encantado de la nueva deidad era Júpiter, el señor del Olimpo; los dioses, hipnotizados ante la belleza impresionante de Venus, se disputan el favor de obtener la mano de aquella divinidad encantadora.

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Pero el lector ya recordará como todos ellos fueron chasqueados pues Venus hubo de resignarse a aceptar por marido a Vulcano.

He aquí, pues, a la hermosa Venus convertida en reina del Fuego y de los Cíclopes. Un trono real siempre causa placer y provoca una cierta emoción de orgullo y de amor propio. Pero, digamos la verdad, un reinado que se pasa en la oscuridad subterránea, débilmente iluminada por el resplandor de las fraguas incandescentes; un reino en que los súbditos son fenómenos de “un solo ojo”, cuyo cuerpo negruzco, lleno de herrumbre de la fundición, ofusca los sentidos; un reino que no conoce otro concierto que el metálico golpear de los martillos en el yunque, ¿es éste un reino a propósito para la más tierna y delicada de las diosas?

Imparcialmente, una respuesta afirmativa resulta dudosa aquí.

Respecto a Venus, era natural que no se aviniera a la nueva vida, porque si su persona ni sus gustos ni su carácter eran adecuados para compartir la soberanía del Fuego. Su instinto ligero y voluble dará lugar a numerosas peripecias, inherentes precisamente a la unión forzosa y desigual que había exigido la implacable voluntad del Destino.

Venus

El nacimiento de VENUS

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3- Árbol genealógico

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4-Relación con otras divinidades:

Venus y Marte

El inesperado casamiento de Venus, preciso es confesarlo, no había satisfecho a nadie y, naturalmente, las lenguas olímpicas habíanse desenfrenado en críticas irónicas, y los comentarios maliciosos, las burlas y los sarcasmos estaban a la orden del día.

Los presuntos candidatos a los favores de Venus - que no eran pocos - soportaban muy contra su gusto tan amarga decepción y muchos no habían renunciado todavía a sus pretensiones. Dos de ellos, sobre todo, ponían un ardor especial en su desesperada persecución: Febo, el dios del Día, y Marte, el dios de la Guerra.

Los dos conocíanse ya como rivales y, como obedeciendo a un acuerdo tácito, hacían siempre lo posible para no encontrarse.

Venus huía del uno y del otro. Ninguno de los dos podía envanecerse de ser el favorecido. Sin embargo, a fuerza de insistencia, Marte obtuvo la enloquecedora promesa de un íntimo coloquio a la hora de crepúsculo. Sabiendo que en dulce compañía las horas pasan sin darse cuenta y temeroso de llegar a la próxima aurora, Marte encargó a su fiel amigo y confidente Alectrión que le avisara poco antes de que Febo abriera las famosas puertas de Oriente. Todo marchó perfectamente durante una temporada, pero una noche, ¡noche fatal! , el vigilante se durmió y los primeros fulgores del día revelaron al dios del Sol que él no era el preferido de Venus, precisamente.

Encendido en cólera, Febo descendió al palacio de Vulcano y le puso al corriente de todo.

El dios del Fuego dio las gracias a Febo y meditó la manera de confundir a los culpables en la vergüenza y el ridículo.

Aprovechando los recursos de su profesión, Vulcano construyó una red de malla, finísima como una tela de araña, casi invisible, pero de una

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solidez a toda prueba, y la echó sobre la pareja, que quedó presa y expuesta a la vista de todos los dioses, a quienes antes avisara el mismo Vulcano para que fueran a presenciar el espectáculo. Los dioses que contemplaron la escena se burlaron descaradamente no sólo de los cautivos, sino del propio carcelero.

El divino cojo regresó murmurando al lado de sus Cíclopes.

En cuanto a Marte y a Venus, confusos de haber sido sorprendidos, desaparecen cada uno por su lado: Marte se refugia en Tracia, su país natal, y Venus llega a la isla de Chipre, su retiro favorito, en donde estrecha maternalmente contra su pecho un precioso niño de maliciosa sonrisa, que tiene dos blancas alas en las espaldas y sostiene en la diminuta mano un carcaj dorado, lleno de afiladísimas saetas. Es el futuro dios de los Amores, el peligroso Cupido.

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Venus y Adonis:

Ni el oro ni las grandezas hacían la felicidad de Venus; su corazón era mucho más sensible a la juventud y a la belleza que al aparato de la gloria y de los honores. Difícilmente se encontraban juntas, en la sociedad del Olimpo, tales belleza y juventud; pero era todavía más difícil encontrarlas en el subterráneo palacio de Etna.

Venus poseía un temperamento vivaz: tenía necesidad de aire, de movimiento, de ejercicio; mal podía, pues, habituarse a permanecer en las entrañas de la Tierra entre un marido contrahecho y sus oscuros talleres.

Después de su aventura con Marte, gozaba de tranquilidad y calma y dedicaba a sus ocios al placer de la caza y del paseo a través de montes, peñas y bosques. Cualquiera que la hubiese visto corriendo por selvas y montañas la hubiera tomado por Diana cazadora, hermana de Apolo.

Quiso el azar que un adolescente corriera también por aquellos parajes dedicado a la caza. Venus le vio y quedóse súbitamente sorprendida y emocionada. Su sueño de juventud y de belleza acababa de realizarse: tenía ante sus ojos al seductor Adonis, hijo de Cinira, rey de Chipre y de Mirra.

El mismo placer de la caza habíales llevado a ambos a aquellos lugares y una simpatía instintiva les unió desde el primer momento. ¡Qué alegres paseos! ¡Qué peligrosa ascensiones! ¡Qué intrépidos saltos! ¡Qué locas carreras por las llanuras! Era un verdadero placer contemplar a aquella hermosa pareja, feliz y sonriente, llevando en la frente, radiantes, esos dos signos gemelos de paz y de ventura que son, como dice el poeta,

la juventud del rostro y la del corazón

Esta impresión francamente halagüeña no era compartida por el dios Marte, a quien esta intimidad despertó unos celos retrospectivos. Abandonado por Venus, no podía admitir que ella se buscara compensaciones. En virtud de su potencia divina pudo inspirar al hermoso Adonis la peligrosa y feroz pasión de atacar a las fieras más temibles, tales como el jabalí. Para aniquilar al inocente Adonis, el dios de la Guerra tomó la forma de un jabalí furioso y brutal.

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En una primavera embestida, Adonis queda fuera de combate, con una pierna traspasada por los afilados colmillos de la fiera. Adionis yace en el suelo. Venus le socorre, lo levanta y suspira entre sollozos. Desgraciadamente, la herida es mortal, y Adionis exhala su último aliento en brazos de la que sólo vivía por él. El único consuelo que a Venus le queda es el de hacer brotar de la sangre, caliente aún, que mana de la herida de su adorado la más dulce y elegante de las flores, la efímera anémona, la flor de la primavera fugaz.

Venus estaba inconsolable por la muerte de su Adonis, a quien ya no debía ver más en vida, puesto que había cruzado el Estigia y penetrado en el reino de las Sombras, prohibido incluso a los Inmortales. Una cruel decepción esperaba aún, sin embargo, a la desgraciada amante. En este reino inaccesible vivía otra diosa, cuyos derechos nadie podía discutir, puesto que era la reina: Proserpina.

La esposa de Plutón fue sensible a las gracias y a los atractivos de Adonis. Venus lo supo. Su desesperación fue más cruel todavía. Se arrojó a los pies de Júpiter y le rogó con lágrimas y sollozos que devolviera la vida a Adonis. El soberano de los dioses estaba ya casi dispuesto a complacer a Venus, cuando vio llegar a Proserpina, quien protestó enérgicamente contra la pretensión de Venus. Los muertos le pertenecían; eran suyos, de Proserpina; formaban parte de sus súbditos y no podían abandonar su imperio. Exigió, pues, al Gran Juez, árbitro soberano, que representase sus derechos imprescriptibles.

Indeciso ante aquellos legítimos argumentos, Júpiter, siempre conciliador, decidió que Adonis sería el compañero de cada una durante seis meses, por turno riguroso. Las dos rivales aceptaron, aunque visiblemente contrariadas, la inflexible decisión.

Proserpina reclamó el primer semestre y se quedó con Adonis. Venus, pues, se retiró entristecida ante la perspectiva de esperar aún medio año medio año para poseer a quien no hubiera abandonado jamás y cuyo recuerdo conservaba grabado en el corazón.

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5.Atributos, aspecto y simbología

Su nombre deriva de la palabra griega Aphros: espuma; es también llamada Citerea, Filomédea, Ciprogenea.

Venus, para los Romanos. Ishtar, entre los pueblos mesopotámicos. Astarté, entre los fenicios. Freya para los Escandinavos. Iris para los Egipcios

Originalmente diosa de los jardines y de los campos, pero después identificada con Afrodita, la diosa griega del amor y la belleza. En la época imperial, era venerada bajo diferentes aspectos: como Venus Genetrix, se identifica con la madre del héroe Eneas, el fundador del pueblo romano; como Venus Felix, es la portadora de buena fortuna; como Venus Victrix, la portadora de victoria; y como Venus Verticordia, la protectora de la castidad femenina.

Es representada en un carro arrastrado por palomos, cisnes o pájaros. Pero otras veces aparece montada sobre un toro o sobre un macho cabrío para denotar las múltiples relaciones sexuales que tenía (¿sería insaciable?).

Representaba el amor carnal, la belleza y el atractivo sexual. En algunos puntos de Grecia, donde se la conoce como Afrodita, también era la diosa de los marineros.

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6. Papel en la Guerra de Troya

En la antigüedad mítica se celebraron unas importantes bodas a la que estaban invitados dioses y mortales. Los contrayentes era Peleo y Tetis, un mortal y una diosa, lo que explica la afluencia de invitados. Tetis, una nereida, hija de Nereo, antiguo y anciano dios del mar, era, por tanto, una divinidad marina e inmortal y Peleo, discípulo del centauro Quirón, era el afortunado mortal que tenía el privilegio de casarse con una diosa.

Pero no todos habían sido invitados a la fiesta: la diosa Éride (Discordia) quiso hacer notar su ausencia y se presentó en la fiesta con una manzana de oro que tenía grabada la siguiente frase: "Para la más bella". Lanzó la manzana sobre la mesa donde se sentaban los dioses y se fue.

Tres de las diosas presentes en el banquete, Hera-Juno, Atenea-Minerva y Afrodita-Venus , se creyeron merecedoras del título y se lanzaron a por la manzana. La enojosa situación que se produjo entonces no tenía fácil solución y ni el mismo Zeus-Júpiter quiso intervenir en una decisión tan comprometida.

Encargó a su fiel hijo Hermes-Mercurio que condujese a las tres diosas al monte Ida, en la llanura de Troya, y se las presentase a Paris, bello joven, hijo del rey Príamo de Troya, que pastoreaba los rebaños reales en aquel lugar. Él debía ser el encargado de dirimir el pleito, según voluntad de Zeus, y así se lo explicó el dios mensajero Hermes al asustado joven.

Durante el juicio cada diosa hizo valer sus méritos al título pero además le prometieron a Paris beneficiosos dones si éste fallaba a su favor. Hera se comprometió a hacerle soberano de toda el Asia. Atenea le ofreció la prudencia y la victoria en todos los combates y Afrodita le brindó el amor de la mortal más hermosa de Grecia, Helena de Esparta.

Paris dio la manzana a Afrodita, granjeándose así la fiel protección de la diosa para él y los suyos para siempre, y la enemistad de las otras dos diosas lo que quedará reflejado en la Guerra de Troya.

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Afrodita agradecida con Paris, lo protegió durante toda la campaña así como a los demás aqueos, incluyendo a su hijo Eneas, a quien logró salvar de la muerte.

   Aunque Troya iba a perder la guerra definitivamente, Afrodita logró rescatar la raza de los aqueos con su hijo Eneas, quien luego viajara a una tierra desconocida donde sus descendientes Rómulo y Remo fundarían Roma.

   Así es como para lo romanos Afrodita, Venus para ellos, fuera su protectora particular y por eso César le levantó un templo bajo la invocación de Venus Madre. Los animales favoritos de esta diosa eran las palomas, y estas aves arrastraban su carro. Sus plantas eran la rosa y el mirto.

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7-Conclusión

El haber hecho este trabajo me ha ayudado ha entender sobre la mitologia griega y romana, dioses, sobre mi personaje más concretamente, aún que también de otros, pero no tan profundamente, por los dioses y mitos en que se relacionaba.

Me ha hecho entender un poco más sobre su cultura, pensamientos y situación de la época.

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8-Bibliografía

_Figuras y leyendas mitológicas.

Emilio Genest.

ED. Juventud S.A.

_Mitología.

Natale Comti.

Univ. Murcia 1988.

Secretariado de Publicaciones, ED. 292

_Diccionari de la mitologia grega i romana.

Jordi Parramon i Blasco.

ED. 62 Cangur.

_La mitologia en la vida cotidiana.

Assele Alamillo.

ED. Accento. Flash num.69

_Diccionari de mitologia grega i romana.

Pierre Grimal.

ED. Labor.

_Internet: www.abcdioses.noneto.com

www.iespana.es/latiniando/afrodita.htm

www.pntic.mec.es/mem2000/mitologia/Mitologia/mitos

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