Sociología y Trabajo Social


Valores


ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN

1. INTRODUCCIÓN

Los fundamentos normativos de la acción social, el análisis de los modelos y de sus sanciones y los roles sociales, se sitúan en el «primer nivel de abstracción». Un espectador induce la existencia de modelos y roles a partir de la observación de un número de personas. Las constantes, las repeticiones y las similitudes observables en un determinado período de tiempo muestran los modelos en los que se inspiran esas personas.

Los modelos y los roles que la inducción revela pueden ser, a su vez, como la expresión, la manifestación, el símbolo de lo que Georges Gurvitch denomina «un plano más profundo» en la conciencia de las personas y en la realidad social, el cual representa el segundo nivel de abstracción denominado el universo de los valores.

2. LOS VALORES: DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICA

El valor es una manera de ser o de obrar que una persona o una colectividad juzgan ideal y que hace deseables o estimables a los seres o a las conductas a los que se atribuye dicho valor.

El valor se sitúa en el orden ideal. En cuanto ideal, el valor implica la noción de una cualidad de ser o de obrar superior, a la que se aspira. Sin embargo, el valor no es menos real que las conductas o los objetos en los que se concreta o por los que se expresa.

Puede decirse que el valor se inscribe en la realidad y se manifiesta en cosas o en conductas que lo expresan de una manera simbólica.

2.1. Valores y juicios de valor

Durkheim establecía una distinción entre juicios de realidad y juicios de valor. Los primeros se limitan a expresar hechos dados o relaciones dadas entre hechos también dados. Son juicios que dicen lo que la realidad es o como es. Y los juicios de valor que conciernen a las cualidades de las cosas o al precio que se les atribuye.

Esta distinción durkheimiana formula otra, entre valor y juicio de valor. Un juicio de valor versa sobre seres o conductas juzgadas a la luz de ciertos valores, desde la perspectiva de unos valores concretos. Se trata de un juicio inspirado por los valores. El valor es pues anterior al juicio de valor. Se juzgará la conducta de una persona que haya dado prueba de determinadas cualidades a las que se presta una estimación a las que uno aspira o cuya existencia en los demás es muy apreciada.

Pero en la práctica, a menudo se da que uno se adhiera a unos valores a través de unos juicios de valor o que los valores sean aprendidos y aceptados mediante tales juicios o que para una persona, el valor se clarifique a través de los juicios de valor que ella emita sobre unas realidades concretas. La primera parte de nuestra definición versa sobre el valor en sí mismo, y la segunda, sobre los juicios por los que el valor se expresa a propósito de las cosas, de los seres y e las conductas.

2.2. Valores y conducta

Pero si los valores son inspiradores de los juicios, por lo menos los son en igual medida de las conductas. He aquí un segundo carácter de los valores. De ahí que, los modelos resulten difícilmente comprensibles y no se capte su significación real.

Sin embargo, dicha significación aparece cuando los modelos son percibidos en sus relaciones con los valores. Se esclarecen entonces la coacción que ejercen la adhesión que exigen y los vínculos que los unen, ya que los modelos aparecen como aplicaciones específicas, en situaciones concretas, de juicios más universales.

El poder coercitivo de los modelos y de los roles se basa en las sanciones positivas y negativas y en la adhesión a unos valores, en lo que cabe denominar la orientación de los valores. Aunque sea muy estrecho el vínculo entre valores y modelos no se da necesariamente una transición directa de los valores a los modelos, ni una concordancia perfecta entre ellos. En primer lugar, diversos modelos de acción pueden expresar con idéntica perfección un mismo valor. Además, se da el caso de que unos modelos se desvinculan de los valores que los han inspirado.

Las relaciones entre modelos y valores son complejas y no se dejan circunscribir en una fórmula única y estrecha.

2.3. Relatividad de los valores

La tercera característica de los valores es su relatividad. Para los sociólogos, los únicos valores reales son los de una sociedad particular, los ideales que una colectividad se da así misma y los que presta su adhesión. Por esto, los valores son específicos de una sociedad y de un tiempo histórico ya que son variables en el tiempo y de una sociedad a otra.

2.4. Carga afectiva de los valores

La adhesión de un valor nace de una mezcla de razonamiento y de intuición espontánea y directa, mezcla en la que la afectividad juega un papel importante. La adhesión a unos valores ofrece rasgos comunes con la conversión en la acepción religiosa de la palabra.

Esa carga afectiva es lo que hace el valor una poderosos factor en la orientación de la acción de las personas y de las colectividades. Esa carga afectiva es la que explica la estabilidad de los valores a lo largo del tiempo y la resistencia a un cambio de valor en una sociedad.

2.5. Jerarquía de los valores

Un último rasgo de los valores es su carácter jerárquico. En el lenguaje corriente, la escala de valores designa el orden jerárquico a través del que una persona o colectividad aprecia o estima los ideales a los que se adhiere.

Kluckhohn y Strodtbeck han examinado cinco problemas de la existencia humana. Estos son:

1)La definición de la naturaleza humana.

2)La relación del hombre con la naturaleza.

3)La categoría privilegiada del tiempo.

4)Las modalidades de la actividad humana.

5)Las modalidades de las relaciones interpersonales.

En efecto, frente a cada problema, una de las respuestas posibles puede ser considerada como la manera de obrar preferible a las demás, aquella que mejor responde a un determinado ideal de hombre.

A ese perfil de los valores de una sociedad, algunos antropólogos y sociólogos han dado el nombre de ethos, o más frecuentemente el de visión del mundo.

El perfil global y jerárquico de los valores puede resultar importante en la explicación y en la previsión del cambio social, por cuanto los valores variantes pueden servir de índices a la evolución de una sociedad. En ocasión de unos cambios en una sociedad, algunos valores variantes pueden tender a hacerse dominantes. Un cambio de valores equivale a una transformación en la jerarquía de los valores más que a una creación de unos valores; la jerarquía de valores se modifica, y unos valores dominantes se debilitan y son sustituidos por algunas de sus variantes.

3. LAS OPCIONES DE VALORES

La elección de modelos presupone una elección de valores, y que la primera depende generalmente de la segunda. La opción entre varios valores es la que induce a los sujetos y las colectividades a decidir si determinados modelos son más conformes que otros a su visión del mundo, a su ideal de vida, a la idea que se forjan del hombre, de su naturaleza y de su destino.

3.1. Clasificación de Talcott Parsons

Talcott Parsons ha elaborado otra clasificación, bastante diferente, de esas opciones, más conocida y utilizada que la de Kluckhohn y Strodtbeck. Parsons llama la atención sobre el hecho de que la ación humana tropieza incesantemente con un determinado número de lo que él llama dilemas. El actor debe optar entre diversas orientaciones de acción opuestas e irreconciliables. Afirma la posibilidad de reducir a cinco el número de tales dilemas, y que, frente a cada uno de ellos dos orientaciones u opciones contrarias se ofrecen al actor. Los cinco dilemas son los siguientes:

1)El actor puede optar por dar libre curso a la expresión de sus sentimientos y buscar la gratificación inmediata a sus impulsos (la opción de la afectividad). O puede contraer sus sentimientos, restringir o inhibir su expresión (la opción de la neutralidad afectiva).

2)El actor puede juzgar las situaciones, las cosas o a los demás actores de acuerdo con criterios generales universalmente aplicables a los actores, a las situaciones, o a los objetos análogos (la opción del universalizo). Si, por el contrario, prescinde el actor de los criterios generales de juicio y recurre a normas que sólo cabe aplicar al actor particular con el que está en relación, o a una situación tomada en su singularidad, opta entonces por el particularismo.

3)El actor que conjuga su acción con la de otras personas y les presta su estimación sobre la base de los que ellas son, independientemente de los que hacen, opta por el ser. Pero si las juzga a la luz de lo que ellas hacen y del resultado de su acción, opta por el obrar.

4)El actor puede considerar a las personas en su totalidad y tratarlas como unidades globales, en cuyo caso opta por el globalismo. Optará por la especificidad, si las considera solamente bajo un aspecto, si polariza su atención en torno a una parte de su ser y de su obrar.

5)El actor puede optar por actuar en función de unos objetivos personales, que responden a sus intereses personales, en cuyo caso opta por el egocentrismo. O puede actuar en función de objetos e intereses compartidos con los demás actores optando así por la comunidad.

3.2. Unos ejemplos

Estos ejemplos demuestran que una misma persona opta por un conjunto de valores en un contesto determinado, pero opta asimismo por otro en un contexto diferente. La opción de valor no es única e idéntica para un mismo sujeto en todas las situaciones. Así, esta opción de valor está vinculada al contexto.

3.3. Dos niveles de análisis

El problema de la opción de valor sólo puede ser analizado si se establece una clara distinción entre el plano de las conductas de los actores y el de los conjuntos sociales. En el plano de las colectividades, puede afirmarse que éstas deben hacer opciones entre valores, y modelos, divergentes u opuestos. En realidad, en una colectividad dada la mayoría hará tal opción concreta y no otra. Se trata pues de una noción estadística.

Cuando se pasa al plano de los actores mismos, puede comprobarse que sus opciones individuales están ya condicionadas por las opciones colectivas, es decir, por las orientaciones características de su sociedad.

La libertad que gozan los actores sociales tocante a la opción de valor está condicionado por el contexto general. En una sociedad dada, la mayoría de los actores optan por la orientación prefenrencial en cada sector de actividad. De ahí que las opciones de valores no sean idénticas para todos los atores y todos los grupos de una misma sociedad, sobre todo cuando dicha sociedad es tan compleja como la moderna sociedad industrial.

4. FUNCIONES SOCIALES DE LOS VALORES

Las funciones que los valores desempeñan en la acción y en la vida sociales son principalmente de tres órdenes.

4.1. Coherencia de los modelos

En primer lugar, los valores contribuyen a dar una cierta coherencia a todas las reglas o modelos en una sociedad dada. Por referencia a los valores que los subntienden y los polarizan cobran los modelos un alcance y un sentido más profundos. Sin embargo, la coherencia a que aludimos es relativa por que los valores a los que se adhiere una colectividad no son muy claros ni precisos porque el propio universo de los valores no es necesariamente coherente.

4.2. Unidad psíquica de la persona

En segundo lugar, los valores son un importante elemento de la unidad psíquica de las personas. Gordon Allport ha insistido sobre la cuestión de la unidad de la personalidad psíquica, demostrando que se realiza en aquellas personas que alcanzan un nivel de madurez en el que el conjunto de su psique resulta unificado en un estilo de vida inspirado por determinados valores dominantes. En líneas generales, los valores contribuyen a la cohesión y a la integración de la percepción de sí mismo y del mundo, y a una cierta unidad de la motivación.

4.3. Integración social

Finalmente, el universo de los valores constituye un elemento esencial de lo que Comte llamó el consenso social, de lo que Durkheim llamó solidaridad social, o de lo que, hoy, se entiende como integración social. También aquí, sin embargo, la integración social operada por los valores es relativa por que los miembros de una colectividad no comparten todos los valores comunes con idéntica intensidad, y porque las opciones de valores dividen a las colectividades.

5. EL SIMBOLISMO Y LA ACCIÓN SOCIAL

Los modelos pasan a convertirse en expresiones simbólicas de los valores, o quizá pudiera decirse que la conformidad externa de la conducta a los modelos simboliza la adhesión interna del sujeto a una determinado orden de valores. Y la adhesión a los valores simboliza, a su vez, la pertenencia a una sociedad concreta. En consecuencia el universo de los modelos y de los valores se nos aparece como un vasto universo simbólico. Por ello se afirma que la acción social está entera e incesantemente inmersa en el simbolismo, que recurre de infinitas maneras a los símbolos y que viene a un tiempo motivada y moderada por diferentes tipos de símbolos.

5.1. Definición de símbolo

El símbolo requiere tres elementos:

  • Lo significante, que es el objeto que ocupa el lugar de otro, es decir, el símbolo mismo en el sentido estricto de la palabra.

  • Lo significado, o sea, la cosa cuyo lugar es ocupado por lo significante.

  • La significación, que es la relación entre lo significante y lo significado y que por lo menos debe ser percibida e interpretada por la persona a quien va dirigido el símbolo.

  • Cuando lo significante tiene una relación natural con lo significado hablamos de signos o señales elementales, más que de verdaderos símbolos. Todos los símbolos sociales tienen una relación convencional con sus respectivos objetos significados lo que implica la necesidad de un cuarto elemento del simbolismo, la existencia de un código definido de la relación entre los significantes y los significados. Dicho código debe ser conocido y aprendido por los sujetos a quienes van dirigidos los símbolos, a fin de que éstos sean realmente significativos.

    5.2. El simbolismo y la evolución humana

    Lo que caracteriza a la especie humana es la amplitud de la aptitud simbólica. Esa amplitud requiere determinados desarrollos fisiológicos sobretodo del cerebro de la masa encefálica, del rostro y de la mano como ha demostrado el etnólogo Leroi-Gourhan. La capacidad de producir y utilizar unos símbolos ha sido el fruto de una lente evolución a lo largo de centenares de miles de años. De ahí que, de acuerdo con Ernst Cassirer, quepa definir al hombre como un animal simbólico, ya que el hombre es razonable gracias a la amplísima aptitud por la conquistada de representarse las cosas de una manera simbólica, mediante palabras y conceptos, de manipular simbólicamente las realidades.

    El simbolismo que confiere al hombre su poder sobre el mundo es el resultado de una evolución biológica y social. Sólo por la interacción social ha podido el hombre desarrollar su aptitud para manejar el símbolo constituyéndose la sociedad en depositaria de los símbolos acumulados.

    Con respecto a la acción social, los símbolos cumplen dos funciones.

  • La función comunicativa, por la que el simbolismo permite la transmisión de mensajes entre dos o varios sujetos.

  • La función de participación por la que el simbolismo fomenta o exige el sentimiento de pertenencia a unos o colectividades, o sirve también para la expresión de unos modos de pertenencia, o caracteriza ciertas características de la organización de los grupos o cle las colectividades, con miras a quienes forman parte de los mismos o aquellos que tienen una relación con dichos grupos o colectividades.

  • En realidad casi todos los símbolos desempeñan ambas funciones a la vez bajo diversas modalidades, aún cuando determinados símbolos cumplan de algún modo la tarea más específica de promover la participación de los miembros de una colectividad, mientras que otros son más particularmente símbolos de comunicación.

    6. EL SIMBOLISMO: FUNCIÓN DE COMUNICACIÓN

    6.1. Pensamiento y lenguaje

    Ya hemos dicho que la interacción y la acción social son fenómenos de comunicación. Toda forma de interacción y una gran parte de la acción social exigen, de los actores, la emisión y la recepción de mensajes.

    Las diversas formas de comunicación constituyen un primer nivel de simbolismo. Los conceptos, evocadores de una realidad forman un segundo nivel de simbolismo, ya que son imágenes o representaciones mentales que ocupan el lugar de las cosas de los seres a los que se refiere.

    Entre los conceptos y el lenguaje, el vínculo es estrecho y constante. Los conceptos se expresan en unas palabras, y éstas dan origen a los conceptos o abren el acceso a los mismos.

    Lee Whorf se esforzó por demostrar que la representación de ciertas realidades como el tiempo, el espacio, el movimiento, no es universalmente idéntica y que las variaciones dependen e la estructura de la lengua en la que se ha aprendido a percibirlas y pensarlas. Una lengua encierra ya una versión del mundo necesariamente adoptada por quienes la hablan.

    Así decimos que la lengua consiste en la utilización de unos símbolos para expresar unos conceptos, los cuales representan la realidad. Los símbolos del lenguaje participan en el desarrollo de los conceptos, de las ideas, como podrían también determinar el contenido mismo de los conceptos si se admite la hipótesis de Sapir-Worf. Se advierte pues hasta que punto el simbolismo, el pensamiento y la comunicación están vinculados entre sí, y se influyen y condicionan mutuamente.

    6.2. Eficacia y ambigüedad de los símbolos

    La sola numeración de las condiciones de la comunicación humana indica ya cuantos errores o distorsiones puede sufrir dicha comunicación. En definitiva, lo que sorprende no es tanto los errores en la comunicación, cuanto el hecho de que no sean más abundantes aún y de que, a pesar de las numerosas condiciones que exige, siga siendo la comunicación humana un proceso relativamente eficaz.

    7. EL SIMBOLISMO: FUNCIÓN DE PARTICIPACIÓN

    Los símbolos, además de la comunicación, ofrecen otras modalidades de influencia sobre la vida social, principalmente en cuanto sirven para concretizar, visualizar y tangibilizar realidades abstractas, mentales o morales de la sociedad. Contribuyen de este modo a recordar y mantener sentimientos de pertenencia; a suscitar o asegurar la participación apropiada de los miembros de acuerdo con la posición y el rol que cada uno de ellos ocupa, y a sostener el orden social natural y las solidaridades que supone; esta función social del simbolismo adopta formas concretas y se dividen en cuatro apartados:

  • Los símbolos que favorecen las solidaridades.

  • Los símbolos que definen la organización jerárquica de las colectividades.

  • Los símbolos que enlazan el presente con el pasado.

  • Los símbolos que actualizan las fuerzas y los seres sobrenaturales.

  • 7.1. Los símbolos de solidaridad

    Las colectividades son entidades abstractas necesitadas de símbolos que las hagan recordar a los miembros que forman parten de las mismas, que las distingan de las otras o afirmen su existencia a los ojos de los demás. Tal es el caso de las colectividades nacionales o étnicas, que se ofrecen a nuestra mirada bajo diversos símbolos. Estos símbolos ayudan a representar correctamente a unas colectividades, y pueden utilizarse para mantener el sentimiento de pertenencia y la solidaridad de los miembros.

    Colectividades menos considerables que la nación o la etnia revisten asimismo formas simbólicas de participación. Tal es el caso, de los partidos políticos, obligados a sostener la solidaridad de sus adeptos.

    En general, las asociaciones voluntarias, sobre todo los movimientos de carácter ideológico, recurren a un rico simbolismo para suscitar la solidaridad de sus miembros y evidenciar su existencia: todo cobra un sesgo simbólico para afirmar, sostener y reforzar la pertenencia de los miembros. Muchas fiestas y ceremonias familiares revisten un simbolismo de participación.

    7.2. Los símbolos de organización jerárquica

    La organización interna de las colectividades se actualiza constantemente por medio de diversos símbolos. De hecho, todas las jerarquías sociales conllevan a un riquísimo simbolismo, como si fuera particularmente importante que las distinciones de rango y de poder sean lo más patentes posibles. El aparato simbólico es característico, en grados diversos, de todas las burocracias.

    En todas las jerarquías, la indumentaria y los adornos que cabe añadirle merecen un estudio especial. La indumentaria sirve para distinguir a los sexos, a los grupos en cuanto a la edad, a los trabajadores manuales y a los no manuales, a los militares y a los civiles, al clero y a los fieles.

    7.3.Los símbolos del pasado

    El pasado proporciona a una colectividad una parte de su identidad, como en el caso de los individuos. Una sociedad se define, en parte, por sus orígenes, por su historia, por su evolución, por determinados acontecimientos, como, en el caso de los individuos. Halbwachs ha sostenido esta tesis, a propósito de lo que él llama la memoria colectiva, cuya analogía con la memoria individual es sorprendente. La memoria colectiva debe simplificar, resumir, sintetizar, deformar y mistificar el pasado. A este fin recurre abundantemente el simbolismo.

    Simplificadora y deformadora, la memoria colectiva es un poderosísimo agente de solidaridad social. Los símbolos que utiliza están llenos de sentido. Los recuerdos que dichos símbolos evocan están cargados de afectividad comunitaria, son fuente de comunión psíquica y casi biológica; dan una explicación de la situación presente y proponen una serie de lecciones para el futuro.

    7.4. Los símbolos religiosos y mágicos

    El simbolismo religioso y mágico es de un orden diferente al de los precedentes, ya que tiene como objetivo religar a un hombre a un orden sobrenatural. Introduce así unas jerarquías, ya sea por la indumentaria, ya sea por unos sacramentos, por unos ritos, por unos signos invisibles, lo cierto es que la religión abunda en símbolos que dividen para mejor reunir.

    De otro lado, la vida religiosa misma es casi universalmente una actividad social, en la que la solidaridad mística juega un papel capital. Dicha solidaridad recurre a una variadísima gama de símbolos, a fin de exteriorizarse.

    Si examinamos ahora la magia, veremos que ésta consiste en la manipulación, por parte del hombre, de las fuerzas supranaturales invisibles e intangibles mediante el recurso a los símbolos apropiados. En este caso, el símbolo mismo está dotado de un poder activo, razón por la que es a un tiempo símbolo y fuerza.

    En las sociedades primitivas, la magia está vinculada a la vida social. Interviene en el trabajo, en la guerra, en las empresas importantes. Se inscribe en las relaciones humanas, protege a la colectividad y a los individuos y es resorbida en las sociedades modernas.

    La religión y la magia están dotadas de símbolos diversos porque se refieren a un universo invisible, por lo que recurren al simbolismo para mantener al hombre en contacto con ese universo. La sociedad presenta estas mismas características: trasciende a cada persona, requiere la solidaridad con unas comunidades vastas, complejas o difícilmente perceptibles, obliga a unas relaciones entre grupos, colectividades y masas y se divide en unidades y subunidades. La entidad moral en que consiste la sociedad, y su organización compleja, no podría existir ni perpetuarse sin el simbolismo, tanto por la participación que éste fomenta, como por la comunicación de que es instrumento.

    8. CONCLUSIÓN

    Los símbolos sirven para vincular entre sí a los actores sociales, gracias a los diversos medios de comunicación que ponen al servicio de éstos; sirven asimismo para relacionar los modelos con los valores, de los que son expresiones más concretas y observables; los símbolos recrean incesantemente la participación y la identificación de las personas y de los grupos en las colectividades, y renuevan las solidarizadas necesarias a la vida social. A través de los símbolos, el universo ideal de los valores cobra realidad.

    Más allá de los fundamentos normativos de la acción social, han aparecido unos fundamentos ideales situados en el universo de los valores, y unos fundamentos simbólicos esenciales para la actualización de los valores. La orientación normativa de la acción social descansa sobre el plano más profundo de la orientación hacia los valores, por y a través de una riquisíma gama de formas simbólicas. Estos fundamentos ideales y simbólicos son los que prestan a la orientación normativa de la acción su significación real, su coherencia interna. La orientación normativa de la acción, a su vez, confiere vida y realidad a los valores, por cuanto la actualiza en unas conductas concretas y simbólicas.

    Sociología 3er trimestre

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    Enviado por:Iker Y Garby Rodríguez
    Idioma: castellano
    País: España

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